Ciencia ficción La Gran Catástrofe - Asfixiándose en la Oscuridad

Tema en 'Novelas' iniciado por Agus estresado, 22 Febrero 2024.

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    Agus estresado

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    Título:
    La Gran Catástrofe - Asfixiándose en la Oscuridad
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    5899
    Saludos. Finalmente hemos llegado al punto medio de la historia. El viaje que nos espera con esta historia secundaria ha llegado por fin a la mitad. A diferencia de anteriores que han tenido 15, 4 o 5, esta tendrá un total de 22, casi que podríamos considerarla una parte extra, aunque por motivos personales decidí no hacerlo.

    Quiero agradecer a mi gran amigo Manuvalk por su presencia en la historia. Me da mucho gusto ver que hemos llegado hasta aquí, y su último comentario solo me hace querer que sigamos avanzando, ya que (superados los capítulos de introducción) considero que las cosas se ponen mejor en este tramo.

    También he actualizado, por fin, la guía de personajes. Enlace para que sea consultada. Aunque no era mucho en realidad, ahora que pienso.

    Sin más noticias, los despido hasta otra ocasión.




















    Visitados por el horror:

    Vitali no podía dejar de dar vueltas en la cama, cosa que estaba empezando a molestar un poco a su esposa, quien veía interrumpidos sus intentos de poder dormir en tranquilidad. Ella lo miró en la oscuridad, y pese a no haber ni una sola luz encendida, Vitali sabía que ella tenía puestos sus ojos con una mirada inquisitiva sobre él.

    — Lo siento, cariño — se disculpó él — Es solo que siento que necesitaba decirle todo lo que tenía en mi interior a esos dos imbéciles. No me dejaron hacerlo, y ahora es como si tuviera algo pendiente comiéndome por dentro.

    — Por favor, Vitali, podrás decirlo en otro momento — Fenya solo se preocupaba por la hora del sueño de ambos — No tienes que preocuparte como si tuvieras que reprimir esto por siempre. Tendrás tu oportunidad. Te acompañaré, ellos necesitan hacerse responsables por llevar a nuestro hijo afuera de los muros y ponerlo en peligro.

    — Esos malditos amenazaron con arrestarme — Vitali confesó algo que ocultó hasta ese momento — No quise decirlo cuando Winter estaba despierto porque no quería hacerlo sentir mal. Pero la única razón por la que regresé es por esa amenaza. Se creen intocables. Estoy harto de ellos dos. Y hay algo mucho más serio con todo esto.

    — Mañana lo hablaremos, cariño, solo preocúpate por dormir — su esposa puso sus brazos alrededor de su cuello — Si llega a ocurrir una emergencia, deberás estar descansado.

    — Sea cual sea la emergencia que ocurra, no me moveré de aquí dentro — Vitali lo tenía decidido — Si el comandante fue herido en combate, ¿qué le espera a un soldado como yo? Me quedaré para proteger a mi familia. Es lo que me importa.

    Vitali hizo su mayor esfuerzo para poder dormir pese a sentir que tenía varias cosas que no podían quedarse dentro de él y fuera de los oídos de los dos comandantes. Pronto, una idea mejor apareció en su mente. No tenía por qué ir por sí solo a decirle eso a ellos dos. Era amigo de un comandante del ejército, a la par que también formaba parte del equipo de ingeniería. Creyó que quizá le convendría reunir a sus amistades en ambos campos y revelarles todo lo que tenía para decir. No lo pensó inicialmente por todo el enfado que le provocó que se hubieran llevado a su hijo, pero pronto se dio cuenta de que no era un asunto solo para él.

    — La gente quizá se sentirá furiosa cuando descubran lo que hicieron — pensaba para sí mismo — No solo lo de llevarse a mi hijo fuera de los muros, sino también el hecho de que los tres líderes tengan un conteo de muertes diferente.

    Con una nueva idea para poder acusar a dos de las personas que ejercían la máxima autoridad en toda la población humana que habitaba el planeta Gea, Vitali encontró la tranquilidad para poder dormirse sin ser una molestia para su esposa, quien se quedó dormida mucho antes que él.

    Pero algo en lo que el ingeniero se equivocaba era el hecho de que sus dos hijos se encontraban despiertos. Les costó dormir tras un día largo, pero no querían ser una molestia para sus padres en un momento como ese, motivo que los llevó a estar callados en todo momento, llegando a engañarlos a los dos. La conversación que sucedió entre sus padres fue oída a la perfección por ambos, quienes pronto tuvieron una preocupación nueva en sus cabezas. Valiana y Winter no querían que su padre pudiera llegar a ocasionar problemas serios para la gente, y que lo arrestaran por ir en contra de dos de las personas con más poder entre la humanidad. No solo eso, sino que tampoco tenían noticia alguna de Renji, quien se había marchado para ir a buscar a Airin y a Iker. El joven que los había seguido y descubrió a los seres que les atacaron era quien más miedo tenía. No podía pensar en si habría sido mejor el haberse quedado para avisar a alguien sobre el escape de sus dos compañeros, puesto a que eso haría que sus padres no estuvieran tan enojados con las acciones de los dos comandantes; pero de haber hecho eso, puede que nadie hubiera descubierto a esos seres tan cerca del territorio de la humanidad, lo que quizá sería una desventaja para todos.

    — ¿Por qué tuvo que pasar esto? — el joven solo deseaba que sus compañeros estuvieran a salvo — Por favor, Renji, encuéntralos y tráelos de regreso. No puedo pensar en lo que sucederá si algo malo les ocurriera.

    […]

    — Quiero pedir perdón una vez más — el comandante Yukimura tenía las dos manos detrás de la espalda al hablar con Lara, Vyon y el comandante Utkin quien se encontraba postrado en la camilla — No he sido capaz de encontrarla. Se fueron sin dejar rastro que seguir o indicios para analizar.

    Vyon abrazó a su madre con lágrimas en los ojos, tratando de contener su llanto. No fue el caso de sus dos padres. Su madre lo abrazó con fuerza al mismo tiempo que derramaba lágrimas de dolor por todo el calvario que estaba pasando su familia en aquel día. Se suponía que habían abandonado el planeta Tierra para poder darle un futuro a sus hijos, pero todo lo que había sucedido en un único día estaba en contra de todos los esquemas posibles que pudieron haber hecho.

    Gavril sufría heridas tanto psicológicas como físicas. Ya había despertado y el efecto de los calmantes había pasado. Tenía que tener mucho cuidado de no mover su pierna, la cual tenía puesto un yeso y su brazo, que estaba rodeado de un soporte ortopédico. Cualquier movimiento que hacía le provocaba dolor, y el saber que, en algún lugar de afuera de los muros, entre peligrosos animales, un conjunto de seres desconocidos tenía a su hija, hacía todo peor para él.

    — Debe estar asustada y llorando, pensando en por qué sus padres no están rescatándola — Gavril se lamentó con todo lo ocurrido — Le he fallado a mi niña. A mi propia sangre. Se supone que soy uno de los mejores que tiene la humanidad, pero no solo no la he encontrado, he permitido que me lesionaran de esta forma tan horrible.

    — Gavril, ahora mismo debes descansar — Lara no lo miró al hablarle — Mañana Renji y yo organizaremos un escuadrón inmenso e iremos a buscarla.

    — No, Lara, no pueden irse los dos — el comandante habló con mucho dolor por eso — La humanidad tiene solo tres líderes. No pueden irse dos de ellos mientras el único que queda está postrado aquí. Alguien debe quedarse, ahora que sabemos lo peligrosos que pueden llegar a ser.

    — Créeme, Lara, yo puedo manejarme muy bien en el exterior — Renji creía que sería lo mejor — Tu esposo y tu hijo te necesitan cerca. No puedes alejarte de ellos con todo el peligro que hay afuera. Además, si por alguna casualidad llegan a atacar este lugar, un comandante debe estar en condiciones de responder.

    Esas palabras dichas por su colega dejaron pensando bastante a Lara. No quería quedarse allí dentro y dejar a su hija a merced de esos seres. Lo cierto era que le aterraba mucho la idea de que estos pudieran estar lastimándola en cualquier sentido, pero otra gran verdad era que ella era comandante y líder de toda la humanidad allí. Eso quería decir que tenía que actuar como tal para todos y no solo para quien era su hija.

    Renji vio como ella agachó la cabeza y asintió a su petición, con más resignación que otra cosa, pero eso le serviría mucho. El comandante lo había dicho más pensando en su propia seguridad que en lo que pudiera suceder en el territorio de la humanidad. Él confiaba en que los soldados que estaban con ellos que, si bien no estarían preparados para una invasión, aunque lo cierto era que nadie lo estaba, podrían responder ante un ataque sin la necesidad de tener a los comandantes allí. Lo que temía mucho Renji era que la desaparición de su hija pudiera afectar mucho el rendimiento y el buen juicio de Lara. Él no sabía lo que era tener hijos propios, y pese a que tenía una buena relación con Vitali y su familia, especialmente sus dos hijos, él no podría ser capaz de comprender el dolor por el que estuviera pasando su compañera hasta no experimentar algo así en carne propia. Y justamente, al no conocerlo, no podría ser capaz de prevenir qué tan afectada se vería Lara en su trabajo.

    — Yo sé que debe ser una noche difícil para todos — el comandante no quería quedarse mucho más tiempo — Pero duerman tranquilos. He puesto a varios soldados en los muros para que realicen la vigilancia. No creo que hoy mismo seamos atacados, y cuando lo seamos, lo sabremos y estaremos listos para responder. Confíen en mí. Mañana, una hora después de la salida del sol, yo iré a buscar a Airin y a Iker. Los encontraré a los dos. No puedo prometer que seré capaz de traerlos a casa mañana mismo, pero sé que voy a encontrarlos. Tengamos fe en que todo saldrá muy bien.

    Pese a las palabras dichas por él, ninguno de los tres en la familia pudo relajarse. Renji se marchó poco después de dar ese pequeño discurso para subirles el ánimo. Gavril no podía pegar un ojo. Le resultaba muy incómodo dormir con un brazo y una pierna rota, puesto a que nunca en su vida había tenido una fractura. Su cuerpo mutado por la radiación que llegó a la Tierra con la Gran Catástrofe se hizo tan resistente que nunca imaginó ser lisiado de tal manera por un único ser. Y desconocer por completo el paradero de su hija no ayudaba en nada.

    Vyon tenía mucho miedo con todo lo ocurrido, pero también estaba muy frustrado. Él conocía muy bien a su hermana, y sabía que ella nunca habría salido de los muros por su cuenta. Estaba seguro de que Iker era el responsable de todo eso.

    — Cuando te vuelva a ver, te voy a tirar todos tus dientes — Vyon pensó para sus adentros — No podrás volver a comer nada que no sea puré. Y si llegan a reconstruir tu dentadura de alguna forma, te la tiraré también.

    Lara fue la que más fácil tuvo las cosas para poder dormirse. No porque estuviera más relajada que su esposo y su hijo, sino por el cansancio que llevaba encima. Tuvo que caminar un trecho muy largo cargando a su pareja en sus hombros, y eso, pese a no mostrar algún efecto a sus acompañantes, le quitó mucha resistencia. La preocupación por el paradero de su hija, sumada al momento en el que recibieron la visita de Vitali Lakor, fueron factores que le agotaron mucha energía. Se sentó en el suelo de la sala médica donde tenían internado a su esposo, y sin dificultad pese a la incomodidad, acabó quedándose dormida de forma muy profunda.

    Desde que se dio su llegada a aquel planeta, estaba claro que ese podía ser el día más estresante para la humanidad que viajó a bordo del Explorador Esperanzado.

    Renji, quien se encontraba ya fuera de la sala médica, no tendría otra opción más que pedir asilo en algún sitio de la capital humana, puesto a que él vivía en un poblado muy lejano, al cual le costaría mucho llegar en plena noche, puesto a que agotaría muchas fuerzas, lo que solo haría que fuera más difícil levantarse al día siguiente para la búsqueda de los dos jóvenes que habían sido secuestrados en aquel día.

    […]

    Cuando llegó el amanecer del día siguiente, Airin e Iker sentían que estaban a punto de caerse dormidos. Tan pronto como el caos empezó a resonar a lo lejos desde el sitio que servía como escondite para los traliod, estos seres los forzaron a levantarse y a marcharse para escapar del lugar. Pasaron toda la noche moviéndose a pie por el largo bosque de aquel continente del planeta Gea, lo cual fue una caminata muy extensa y difícil.

    Tan pronto como la luz del sol de aquel planeta tocó el rostro de Airin, ella cerró sus ojos para protegerse de los rayos del astro. Fue ese movimiento inconsciente el que hizo que ella ya no pudiera seguir más. Se arrodilló lentamente, y luego se dejó caer suavemente sobre el suelo, quedando dormida al instante, y sin posibilidades de que algo pudiera despertarla.

    — ¡Airin! — Iker no pudo expresarse con claridad por la mordaza que tenía puesta, pero todos los traliod entendieron que se preocupaba por su amiga.

    El chico temía que pudiera haber muerto por el cansancio, y temió mucho más cuando uno de los seres que los estaban trasladando se acercó a ella y colocó su mano a sus espaldas.

    — Todavía respira, así que ya no grites — comentó, dando algo de tranquilidad al joven — Maestro Elber.

    — Sí, yo me haré cargo, puesto a que yo ordené la retirada — dijo acercándose quien lideraba a ese grupo.

    El traliod se agachó y sin tener la más mínima pizca de delicadeza, tomó a la chica con rudeza y la levantó en sus brazos con fuerza, para luego colocársela a sus hombros. Iker miraba con desprecio como aquel ser trataba a su amiga como si fuera un simple objeto. Lo que lo llevó a la rápida conclusión de que él, ella y probablemente todos los miembros de la humanidad tendrían una situación muy difícil que experimentar si terminaban siendo capturados por aquellos seres, la cual parecía ser la intención de estos.

    — ¿Qué es lo que va a pasar con nosotros? — con fuerza para continuar caminando, Iker se volteó y miró hacia atrás — Hemos recorrido una distancia muy larga, me pregunto si podrán encontrarnos.

    Tras caminar un tercio de kilómetro más, el cadete a soldado fue el siguiente en caer rendido de la caminata. Este fue agachándose gradualmente, y cuando el sueño lo dominó, terminó rindiéndose y cayendo sin un solo gramo de fuerza restante para continuar su avance. Igual que como ocurrió con su amiga, él fue recogido del suelo para ser cargado y continuar con el avance tal y como estaba estipulado, solo que quien lo levantó del suelo no fue el maestro Elber, sino uno de sus discípulos.

    Contra todo pronóstico, Iker y Airin abrieron los ojos al mismo tiempo. Lo primero que notaron era que sus manos ya no estaban atadas con lianas improvisadas, sino que parecían tener algún tipo de amarre especial, puesto a que llegaba desde sus muñecas y cubrían casi todo el antebrazo hasta el codo. Con los brazos atados a la espalda, no podían ver qué clase de material era el que estaban utilizando para retenerlos, pero lo sentían como si fuera cuero. Los dos notaron pronto que ya no tenían la mordaza puesta en la boca, y que podrían hablar libremente entre ellos.

    — Iker — Airin se alivió al verlo cerca — Te vi antes de quedarme dormida que tú todavía estabas despierto. ¿Sabes en dónde estamos?

    — No, no duré demasiado tiempo despierto antes de caer yo también — fue la respuesta del soldado — ¿En dónde estamos ahora?

    — Probablemente muy lejos de nuestro territorio, si es que nos quitaron la mordaza — Airin lo pensó con lógica.

    — Ya lo sé, pero… ¿dónde?

    Fue con esa pregunta dicha por el soldado que a ambos se les ocurrió mirar alrededor de donde se encontraban. Estaban a la sombra, en lo que parecía ser el interior de una caverna muy pequeña con varios huecos en el techo, por los cuales se filtraba un mínimo de luz lo suficiente como para poder ver bien. No notaban humedad en la cueva, puesto a que no había vegetación, encontrándose ambos sobre el suelo gris de su interior.

    Los dos se pusieron de pie para intentar explorar. No escuchaban ningún sonido, casi como si los seres que los hubieran trasladado se hubieran ido. Estaban totalmente seguros de que algo así era mucho pedir y nunca sucedería, por lo que decidieron salir y averiguar si algo malo había sucedido. Divisaron la salida de la cueva y esa fue su dirección, sin embargo, antes de que pudieran llegar hasta su objetivo, tres de los traliod se les aparecieron por delante, cortándoles el paso.

    Ambos gritaron de miedo al tiempo que retrocedieron de regreso a su interior, mientras esos tres seres se les acercaban un poco más.

    — Increíble, se han despertado por fin — comentó uno de ellos — Su especie realmente es más diferente a la nuestra de lo que esperábamos. No puedo creer que hayan estado un día completo durmiendo.

    Esas palabras de aquel ser asustaron por completo a los dos jóvenes, quienes no podían creer que, tras haber caído presas del sueño, pasaran tanto tiempo durmiendo. No sentían casi nada de hambre, y su sed no era muy fuerte, cosa que no esperarían que ocurriera en el caso de estar tanto tiempo descansando.

    — ¿Dónde estamos ahora? — Airin quería ver si podría obtener al menos esa respuesta.

    — En nuestro destino final antes de partir a casa — dijo otro de los traliod — Solo estamos esperando a que los demás regresen con el resto de los suyos. Una vez esté todo listo, partiremos.

    — Tráeles algo de comer y de beber — ordenó el tercero del grupo — No queremos que mueran ahora, no después de que tuvimos que pelear contra esos animales para evitar que los devoraran mientras dormían.

    Los dichos que salieron de la boca de aquel ser revelaron más de lo que la chica quería saber, pero no específicamente la respuesta a su pregunta. No tenían la más mínima idea de dónde se encontrarían, pero estaba más que claro que esa especie tan extraña, probablemente oriunda del planeta, estaba dispuesta a capturar a la humanidad con algún propósito. Les resultó curioso el hecho de que uno de los predadores hubiera atacado mientras ellos estaban durmiendo, puesto a que creyeron que debieron haber sido capaces de oír algo. Sin embargo, el sueño tan profundo en el que habían caído anuló esa posibilidad.

    Luego de recibir una orden de parte de uno de ellos, los dos trailod se retiraron de la entrada de la cueva, regresando cada uno con dos trozos de carne que se veía cocinada y con una pequeña compotera de arcilla que contenía el equivalente a un vaso y medio de agua. Airin e Iker lo vieron bien, y supieron que esa era una oportunidad para alimentarse. Desconfiaban mucho de los intereses y las intenciones de aquella especie, pero no creían que fueran a matarlos envenenándolos cuando podrían haberlo hecho de varias formas a esas alturas.

    Sabiendo que, si por alguna casualidad, la humanidad lograse llegar hasta su posición, iban a requerir tener algo de fuerza para poder correr, los dos tomaron la comida y la bebida y la aceptaron más por esa posibilidad que por alguna otra razón.

    […]

    — Este es el segundo día de búsqueda — Gavril decía en voz alta, mientras se encontraba sentado en una silla de ruedas que enviaron a construir para él — El tercero si consideramos el día en el que ellos desaparecieron como el primero. Todavía no hay rastros que puedan dar algún indicio de su paradero. Estos seres que aparecieron de la nada y secuestraron a Airin y a Iker se esconden bien, pero no quiero que ninguno de ustedes pierda la esperanza. Vamos a encontrarlos. Estoy seguro de que el comandante Renji podrá hacerlo.

    El comandante Gavril hablaba con sus alumnos, los que le quedaban luego de aquel incidente. Vyon se encontraba sentado en el suelo del claro en donde tenía lugar esa reunión, mientras que a su lado se encontraban sus tres compañeras. Jessica, Rosary y Katia. Ellas tres estaban presentes junto a sus padres en aquel lugar, además de la presencia de otros militares en la zona.

    Gavril buscó con la mirada, pero nunca vio llegar a Vitali ni a Winter al lugar, y pudo comprender por qué. Estaba claro que el ingeniero no permitiría a su hijo atender a ninguna de las clases impartidas por él. Si bien, lo que estaba aconteciendo en el día no era una clase sino una reunión para informarles de lo ocurrido, al instructor le habría gustado contar con la presencia de los cinco alumnos que le quedaban.

    Tras haber hablado personalmente con sus alumnos para poder transmitirles algo de esperanza, el comandante pidió a uno de los soldados que estaba allí que lo ayudaran a regresar al sitio donde se encontraba su esposa, encontrándose esta en la capital realizando seguimientos de los escuadrones que estaban en el exterior buscando a su hija. Vyon se retiró junto a su padre. Finalizando esa reunión, las tres chicas que quedaban decidieron tener un intercambio de palabras antes de emprender el regreso a casa.

    — No tener ninguna noticia me deja intranquila — Jessica comentó — Yo creo que el instructor no se cree sus propias palabras.

    — Tal vez esté mintiéndose a sí mismo para no caer en pánico — fue la respuesta de Katia — Chicas, no sé si ustedes comparten mis pensamientos, pero creo que Iker y Airin podrían ya estar… No quiero decirlo. Tampoco pensarlo, porque me caen muy bien. Pero es inevitable. Si siguen con vida, ¿por qué no aparecen por ningún lado? No pueden ser tan difíciles de rastrear.

    — Yo elijo mantener la esperanza, pero una parte de mí también cree que algo malo les pudo haber pasado — Rosary fue la tercera en hablar — Me costaría mucho seguir adelante si dos de mis más grandes amigos fueron asesinados. Además, no sé cómo podría mirar a Vyon y al instructor a la cara.

    — Yo una vez tenía pensado algo que me emocionaba mucho — Jessica comentó — Sé que, cuando ocurre una graduación, se hacen viajes para festejar por el final del período de formación. Quería proponer la idea de que los siete fuéramos en una excursión afuera de los muros cuando llegara nuestro turno… Ahora, con todo lo que me pasó, creo que ni siquiera quiero salir de los muros cuando tenga la edad y la autorización de hacerlo.

    Las tres compañeras estuvieron un momento en silencio tras esa breve conversación. Lo cierto era que su charla no fue de las más esperanzadoras tras lo acontecido en el día de hoy. Estaban dispuestas a marcharse, cuando a una se le ocurrió preguntar por quién justamente estaba ausente.

    — Oigan, ¿saben algo sobre Winter? — preguntó Katia, ya que no estaba enterada de su paradero — Él también salió de los muros.

    — Creo que sus padres dejaron en claro que no quieren que Gavril sea su instructor por haberlo obligado a salir — fue la respuesta de Jessica, quien escuchó rumores al respecto — No sé si es verdad o no, pero si lo es… imagino que es la razón por la que no vino.

    — Es un poco feo de su parte no venir aquí para hacernos compañía — Rosary se expresó sobre su compañero — Él sabe que estamos igual de afligidas por lo que pasó con Airin y con Iker. Él tendría que haber estado aquí, más por nosotras que por el instructor.

    — No creo que dependa de él, en realidad — Jessica fue la que respondió — Si sus padres no lo quieren en una clase impartida por Gavril, imagino que tampoco lo quieren aquí.

    — Espero que este feo momento se termine pronto — Katia expresó — Quiero que seamos siete otra vez realizando las clases. Llevamos años haciendo esta formación en equipo. Perder a alguien en el camino no es algo que me agrade. Menos si vamos a perder a dos compañeros tan agradables como Iker y Airin.

    — Si el instructor Gavril tiene fe en el comandante Yukimura, asumo que nosotras también podemos — fue lo comentado por Rosary — Las veré de nuevo en estos días. Tal vez podríamos organizar una reunión con Winter para ver cómo se encuentra.

    — Es una buena idea, veremos qué sucede — fue lo comentado por Jessica, dispuesta a despedirse de sus compañeras — Hasta pronto.

    Una vez que ya no tenían más motivos para mantener esa reunión, la cual no hizo el mejor de los trabajos si su objetivo era traer algo de serenidad al grupo, las chicas acudieron con sus padres, y luego se retiraron del lugar para marcharse a sus hogares. Teniendo a dos compañeros desaparecidos y a su instructor en mal estado, estaba claro que sus clases se suspenderían por un tiempo muy limitado.

    Mientras tanto, Vyon se encontraba marchando hacia la capital de la humanidad junto a su padre y algunos soldados. El mejor de los cadetes se encargaba de llevar la silla de ruedas de su padre, algo que no costaba mucho trabajo, y que sentía que era parte de su responsabilidad.

    — Winter no vino a la reunión de hoy — comentó el chico en voz alta — Es un maldito rastrero igual que toda su puta familia.

    — Vyon, no te pongas así — su padre quería tranquilizarlo.

    — Tengo razón — el chico le respondió.

    — No digo en ningún momento que no la tengas, pero estresarte y hacerte pasar estos malos momentos no es bueno para ti — el comandante quería que se serenara un poco — Su familia tiene sus motivos para no querer enviarlo aquí. Está claro que, para que ustedes tengan que continuar su formación militar estando juntos, yo voy a tener que dar un paso al costado como instructor.

    — Pero tú eres la persona perfecta para entrenarnos — Vyon se quejaba de la idea de su padre — De los tres comandantes, eres el mejor. Sus padres deberían estar agradecidos de que su hijo recibe educación de parte tuya. Y no de otro tipo incapaz de hacerlo.

    — Sucedieron cosas entre nosotros que claramente no les gustan — Gavril lo veía desde otro enfoque — Ellos no escucharán esas razones.

    — Bueno, en ese caso, expulsa a Winter de la clase — al menor de los Utkin no se le ocurría otra idea — Que continúe su formación estando solo. No veo por qué seis de nosotros tenemos que perdernos la oportunidad de estar en clase con el mejor comandante solo por el capricho de uno de los demás, que se da el lujo de ser tu peor alumno.

    — ¿Sabes una cosa? — Gavril le comentó — En los días antes de que sucediera todo esto, estuve analizando los rendimientos de todos ustedes, y haciendo comparaciones en el tiempo que transcurrió. Y te sorprenderá saber que Winter dejó de ser el peor hace exactamente dos años. Es más, ahora mismo, él está en segundo lugar, muy cerca de ti. Es por eso que creo que no merece la pena perderlo como alumno. Si lo expulsara y yo permaneciera al frente de la clase, la humanidad perdería a un buen soldado que incluso podría llegar a convertirse en comandante en el futuro.

    Vyon quedó pasmado con lo que su padre le había comentado. Él siempre tuvo en su mente la idea de que Winter seguía siendo el peor de todos, tal y como era en el inicio, y como se demostró en la primera vez que los dos compitieron el uno contra el otro. Esa noticia de parte de su padre realmente le sorprendía. Nunca se volvió a hablar de quienes eran los mejores y los peores, por lo que era muy seguro que todos se consideraran en la misma posición en la que los anunciaron la primera vez.

    El chico no daba lugar a la idea de que Winter fuera su competidor más próximo, y mucho menos que pudiera tener un lugar como comandante en el futuro. El rencor que le guardaba por la historia que había entre ambos le impedía aceptar algo como eso, tanto así que incluso llegó a querer confrontar a su padre por ello.

    — ¿Winter comandante? — Vyon tuvo que hacer un esfuerzo por no reírse de eso — Papá, se supone que estamos queriendo salvar a la humanidad. No llevarla a la ruina. Además, no creo que la gente acepte a un comandante que lleve el mismo apellido que aquel que atrajo a los edagrianos a la Tierra para que la convirtieran en un desierto congelado.

    Gavril estaba asombrado con el nivel de raciocinio y conocimiento que su hijo llegó a alcanzar con tan solo quince años. Sus dichos demostraban que era atento a sus clases de historia, puesto a que conocía mucho respecto a lo ocurrido en los últimos días de la Tierra cuando todavía era un planeta habitable para la humanidad.

    Sin embargo, le preocupaba mucho el hecho de que su hijo tuviera la mente algo cerrada para considerar a su compañero como un rival digno de respeto por su parte. Esto causó algo de temor en Gavril, y temía que pudiera ser el precedente de un conflicto entre dos familias, algo que no era útil ni necesario para nadie que tuviera deseos de seguir viviendo.

    — Escúchame bien, hijo, hay algo importante que tienes que aprender a aceptar… — Vyon tenía su atención puesta en lo que su padre fuera a decirle.

    — Te escucho, papá — parecía una invitación para que hablase, pero en realidad, era un desafío.

    Al momento en el que Gavril pronunció una sílaba en la frase que iba a decir a continuación, un poderoso estruendo se escuchó a la lejanía. Este provenía del sector oeste, en dirección hacia los muros que protegían a la humanidad de los depredadores más peligrosos. No fue el único, puesto a que cinco estruendos más se oyeron casi de inmediato. Esto generó varios sustos en la población, y desde todas las direcciones se podían oír los gritos de pánico de la gente, sin saber a qué se enfrentaban.

    — ¡¿Qué fue lo que pasó?! — Vyon se alarmó ante algo así.

    — ¡¿Una explosión?! — preguntó uno de los soldados, buscando algo de confirmación en eso — ¡¿Qué demonios lo habrá ocasionado?!

    — ¡Vyon, llévame a la capital para ver a tu madre! — fue la orden del comandante — ¡Todos ustedes sigan el origen del ruido, averigüen lo que está pasando y regresen a informar!

    — ¡Sí, comandante Utkin! — al unísono, todos los soldados que viajaban con padre e hijo fueron corriendo hacia el sitio en el que se escuchó ese sonido.

    — ¡Rápido, Vyon! — Gavril le dio una orden en un tono serio — ¡Tu madre se preocupará si no llegamos con ella antes de que descubra lo que pasa!

    Haciendo caso a lo que su padre le ordenó, el chico empezó a empujar rápido la silla de ruedas de su padre sobre el camino de piedra construido para conectar los poblados con la capital. Ambos tenían un poco de miedo por lo que pudiera estar sucediendo en aquel momento. Gavril incluso se vio invadido por pensamientos que nunca creyó que tendría.

    — Ellos iban armados con garrotes, si hubieran tenido armas más poderosas, las habrían usado, o al menos las habrían portado en aquel momento — el comandante se convenció a sí mismo de que no podría ser nunca un ataque de los seres que se llevaron a su hija.

    […]

    El comandante nunca podría haber imaginado que ese estruendo fue provocado justamente por ellos, y si pudiera imaginarlo, se habría convencido a sí mismo de que no era verdad.

    A varios metros de los muros, se podía ver como el maestro Elber iba montado encima de un animal que era muy similar a un camello de los que habitaba en el planeta Tierra, con la diferencia de que este tenía unas seis patas, un pelaje de color rojizo brillante, junto con un tamaño y gordura del doble que uno de la Tierra. El animal tenía una fuerza tal que podía cargar a sus espaldas a uno de los más pesados seres de los traliod.

    Frente a él, se podía ver cómo un total de cinco de sus discípulos dirigían una plataforma rectangular con ruedas de piedra muy altas y anchas, permitiéndoles moverse a través de terrenos no rectilíneos. Sobre estas amplias plataformas había un cañón estacionado, el cual tenía cuatro patas en la parte trasera insertadas dentro de la plataforma, las que permitían su movilidad para poder apuntar y posteriormente disparar en varias direcciones. La munición para dichas armas era transportada en mochilas de cuero que eran cargadas y transportadas por otros traliod que viajaban a pie. Para poder disparar, el encargado de la munición debía cargar, y luego quien dirigía la plataforma debía encargarse del apuntado y de la acción.

    — Está muy bien dañado — Elber apreció como todos los disparos lanzados habían formado un hueco de veinticinco metros de largo en el muro — Creo que tenemos espacio suficiente para poder entrar y capturarlos. Por si acaso, ustedes permanecerán aquí y actuarán conforme lo vaya ordenando.

    — Entendido, Maestro — estos respondieron mostrándole un gran respeto a quien era su líder.

    — ¿Ya se puede entrar a pelear? — el que había dicho eso fue el responsable de capturar a Airin y a Iker hacía dos días atrás.

    — Has sido muy paciente en estos días — fue una alabanza dada por el propio maestro — Aquí tienes tu recompensa. Entra al interior de su territorio y encárgate de capturar a todos los que podamos transportar.

    — Lo haré, maestro Elber — fue la respuesta de aquel guerrero traliod — ¡A la carga!

    Habiendo escuchado ese grito de guerra, varios hombres y mujeres en la especie de los traliod gritaron emocionados por las batallas que supieron que pronto iban a tener. Los hombres en esa especie solamente portaban ropa que cubría desde la cintura para abajo, y utilizaban de arma los garrotes que varios de ellos habían usado en su enfrentamiento con algunos humanos. Las mujeres, por su parte, tenían vestimenta que les cubría de la cintura para abajo y también un pretal que les rodeaba todo el pecho. Estas portaban arcos de madera y flechas con punta de un metal filoso, plateado y brillante.

    Elber veía desde su montura como varios de sus discípulos ingresaban hacia el interior del territorio de la especie a la que iban a atacar.

    […]

    — ¡Dime que esto es solo una pesadilla! — comentó una guardia de vigilancia a su compañero, mientras veía como una gran multitud de los seres que moraban el planeta estaban ingresando en el muro.

    — ¡Esto es grave, son demasiados para hacerles frente solos! — comentó otro militar, mientras tomaba su comunicador — ¡Corre, hay que salir de aquí! — tras una orden lógica, ambos se retiraron de allí, corriendo lo más rápido que sus piernas permitían para intentar escapar de ese ataque que se cernía sobre ellos — ¡Hablo desde el kilómetro treinta y tres de la muralla! — expresó a la comandante Lara mientras intentaba escapar — ¡Nos están invadiendo! ¡Han destruido los muros y una legión completa de esos seres está entrando en nuestro territorio, necesitamos refuerzos para poder hacerles frente!
     
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    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Saludos amigo, ya estoy aquí para una lectura semanal más. He visto que hemos llegado al ecuador de este spin off y que, como dices, las cosas se van a poner intensas. Bueno, tiene toda la pinta de que así va a ser. Leído el capítulo actual, no voy a dar más rodeos y lo comentaré.

    El inicio nos muestra a un Vitali aún dándole vueltas a la situación de que los comandantes llevasen fuera de los muros a su hijo. Como dije en el anterior comentario si no me equivoco, entiendo su enfado, pero también entiendo que Winter saliese. Personalmente, yo estaría enfadado, pero si fuese al revés, tampoco me quejaría. Sin embargo, Vitali no solo está frustrado por eso sino por la actitud de dos de sus líderes, por lo que pretende hacerles pagar de alguna manera. Luego pasamos a ver a la familia Utkin, con un Gavril postrado en la cama tras sus varias fracturas, una Lara decaída y un Vyon muy furioso con quien considera es el culpable, Iker. Y bueno, él dijo de salir a Airin, pero ella podría haber dicho que no. Iker no me cae bien, pero no lo considero culpable de nada. Renji promete a la familia que irá en su búsqueda y que los encontrará, aunque la colonia está en peligro de ataque y deberá quedarse algún comandante atrás.

    De ahí pasamos a ver la situación de Iker y Airin, quiénes son llevados por los trailod tras estos quedarse dormidos, debido al cansancio. Al despertar, descubren que están en una especie de cueva y que han dormido un día entero, dicho por los guardias que los custodiaban, mientras se aproximan a su destino final. Ya resulta casi evidente que los trailod pretenden esclavizar a la humanidad que habita Gea, lo que era un secreto a voces. Después vemos a Gavril, en silla de ruedas, que ha convocado una reunión para principalmente sus jóvenes alumnos (donde también han acudido sus padres) con la excepción de los Lakor. Las chicas del grupo (Rosmary, Katia y Jessica) conversan acerca del temor a perder a Airin e Iker, pero también sobre la ausencia de Winter. De eso mismo le habla Vyon a su padre, solo para recibir unas sorprendentes declaraciones de su parte: Winter ha mejorado mucho y tiene madera de comandante para el futuro. Esta conversación tensa entre padre e hijo se ve interrumpida por una explosión, lo que sugiere que la ciudad está bajo ataque.

    Finalmente, vemos que sí, se trata de los trailod. El maestro Elber y su grupo han atacado el muro y se disponen a entrar a la colonia con la clara intención de capturar humanos. Una situación que pone en peligro a todos los ciudadanos y que demuestra que esta especie, pese a ser escasa en cuanto a tecnología, lo compensan con su fuerza bruta.

    Buen capítulo, amigo, deseando ver que ocurre con el conflicto evidente que va a haber en la ciudad. Me veo venir que algunos más son capturados... En fin, eso será todo por hoy. Te mando un fuerte abrazo y hasta la próxima. :\*u*/:
     
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    Agus estresado

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    La Gran Catástrofe - Asfixiándose en la Oscuridad
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    Saludos. Hay que seguir avanzando con la publicación de este pequeño spin off, por lo que lo hago ahora que estoy algo libre.

    Quiero dar las gracias a mi gran amigo Manuvalk que ha estado siguiendo esta historia fielmente, cosa que da motivación para seguir publicando, y en esta ocasión especial, él sabe que yo necesitaba eso en estos momentos. Por eso va un doble agradecimiento para él, por siempre estar ahí y ser un gran amigo :kuku:

    Sin novedades de momento, me limito a dejar el capítulo.



















    Última luz de esperanza:

    — ¡Tal y como lo escucha, comandante, estamos bajo ataque! — Lara oyó a uno de los militares gritando con desesperación mientras de fondo resonaban disparos — ¡No sé cómo habrán destruido el muro, pero ahora están en nuestro territorio!

    Lara se encontraba reunida con varios militares en el momento en el que recibió aquel llamado por parte de uno de los soldados que estaba de guardia en los muros. La noticia la atrapó con la guardia completamente baja, al punto de que ella no tenía idea de cómo reaccionar a eso. No esperaba que el muro que la humanidad había construido fuera atacado de esa forma, y que ellos como especie fueran invadidos por los seres de aquel mundo, pero había ocurrido. Eso la llevó a pensar que el hecho de que su hija se terminara cruzando en el camino de algunos de ellos no fue un accidente, sino una causalidad propiciada por un evento que sucedería pronto.

    Sabiendo que el tiempo corría, la comandante, siendo la única en el interior de los muros que estaba preparada para defender el ataque, decidió tomar su dispositivo y transmitir en el canal común de todos los soldados.

    — ¡Este es un comunicado de la comandante Lara Furlan! — gritó con algo de desesperación — ¡Los muros que delimitaban nuestro territorio fueron destruidos y ahora estamos con una invasión encima! ¡Cada soldado está obligado a tomar su arma y dirigirse hacia los muros para tratar de repeler esta amenaza! ¡Comandante Yukimura, usted y sus soldados deben regresar ahora mismo y colaborar en la batalla! ¡No prosiga con la búsqueda de mi hija! ¡Aplacaremos a los enemigos con nuestro poder y obligaremos a revelar su paradero! ¡Por favor, acuda de inmediato hacia nuestro territorio!

    Con ese mensaje enviado a todos los soldados, la mujer miró como las mujeres y los hombres a su mando estaban de pie esperando alguna orden suya. Eso la hizo enojar, ya que creyó que había sido muy clara en sus palabras, pese a que no se estaba dirigiendo a ellos en particular.

    — ¡Esa orden aplica para ustedes! — gritó con furia — ¡Tomen las armas y vayan a pelear!

    Sin responder a ese reclamo, los soldados asintieron con la cabeza y se retiraron hacia la armería más próxima. La comandante fue tras ellos después de dejar pasar unos segundos de tiempo desde su partida. Ella fue la última en armarse, y su objetivo no era acudir a los muros, sino ir a buscar a su esposo y a su hijo. Estando Gavril en mal estado, no podía dejarlos solos, puesto a que algo peor podría terminar ocurriéndole.

    En su avance hacia el sitio en el que sabía que estaría dando una charla a sus alumnos, sus pensamientos eran todo un desorden hasta que ella los pudo organizar.

    — Que estos recen por su bienestar, porque si llego a descubrir que le hicieron algo a Airin o si le tocan un pelo a Gavril y Vyon, lo lamentarán — la mujer no tenía nada más en su interior que un irrefrenable deseo de venganza contra esos seres.

    Nadie en la humanidad habría esperado que eso sucediera. Estaban conscientes de que el universo era grande, y que podrían caer en un planeta habitable donde podrían no ser bien recibidos. Pero la idea de ser invadidos en su propio territorio no se le había ocurrido ni siquiera al más pesimista de todos ellos. Sin embargo, ya se había convertido en realidad. Creyeron que los primeros conflictos armados se darían mientras estuvieran explorando terreno desconocido, y no durante la planificación del rescate que tenía lugar en su territorio.

    Mientras avanzaba en busca de su familia dentro de los muros, Lara se cruzó con varios militares que respondieron a su orden y fueron a pelear contra los invasores. Se sentía mal por no ir con ellos, ya que sentía que los estaba sacrificando al no enviar a alguien que pudiera guiarlos en la lucha. Pero para ella, su esposo y su hijo eran lo más importante que tenía, y no podía permitirse perderlos.

    […]

    — ¡Es una maldita emergencia! — Vitali gritó con mucho enfado tras vestirse con su ropa militar.

    Fenya, Valiana y Winter no podían sentir otra cosa que angustia mientras veían al padre de la familia vestirse para ir a enfrentar a una amenaza parcialmente desconocida y muy peligrosa. El soldado ya había recibido un mensaje de que una tropa de soldados pasaría por el pueblo portando un carro con armas, y que cada soldado debía tomar una para luego acudir a los muros a pelear.

    Fenya sentía que todo su mundo se le venía abajo al ver a su esposo marchar de esa manera, sobre todo cuando recordaba los relatos oficiales del primer enfrentamiento.

    — ¡Vitali, por favor, no vayas! — la mujer quería retenerlo — ¡Quédate aquí y protégenos! ¡Se supone que los militares tienen la obligación de defender a los civiles! ¡Si todos van a pelear, nadie nos protegerá!

    — ¡La mejor manera de protegerlos es asegurarme de que esos malditos nunca lleguen a ustedes! — respondió él desde un punto de vista estratégico — Fenya… después de mi atrevimiento al acercarme a ellos cuando Gavril estaba con cuidados médicos, Lara no va a tolerar una desobediencia de mi parte. Si me quedo con ustedes, es solo cuestión a que ella pregunte a los sobrevivientes sobre mi ausencia, y entonces, lo más seguro es que me arreste.

    — Pero no estaremos seguros si no estás aquí con nosotros — respondió Valiana, que tampoco quería que su padre se fuera — Papá, eres el único que puede protegernos si algo sale mal.

    — Yo sé que tienen miedo, porque así son los conflictos militares — Vitali no tardó en recordar una época de su pasado — Pero si los soldados que están peleando ahora mismo son derrotados, dudo mucho que yo pueda hacer algo. Soy más útil en un eslabón de soldados que peleando por mi cuenta.

    — ¡No, amor, por favor, te van a matar! — Fenya no tenía deseos de quedarse viuda en ese momento — ¡Si solo cuatro de ellos pudieron lastimar a Gavril, no me imagino lo que harán contigo!

    — Hey, si las cosas se ponen mal, juro que regresaré y los guiaré hacia un lugar seguro — Vitali tenía ese plan de reserva por si algo salía mal — Nos adentraremos en territorio de depredadores que, con suerte, se centrarán más en ellos que en nosotros. Pero no será necesario si conseguimos derrotarlos ahora. Y es por eso que iré allí a luchar. Para ahorrarnos mucho más sufrimiento. Entiéndelo, Fenya, es mi deber. Por esto mismo me volví militar. Déjame ayudar a la humanidad a hacer frente a esta amenaza.

    — No… — Fenya no pudo más y un llanto repentino la invadió.

    La médica no tenía forma de retener a su esposo en casa, e incluso si lo hacía, todo parecía indicar que las cosas podrían llegar a ser muy malas para él, puesto a que quizá lo juzgarían por desobedecer aquella orden. Vitali tampoco tenía deseos de irse, pero eran menores los deseos de que su familia tuviera que vivir en la intemperie rodeados de predadores para poder estar seguros en un plan de fuga.

    Sabiendo lo mala que se podía poner la situación, él eligió dar a cada uno un abrazo y un beso, rezando a cada deidad que recordaba porque no fuera el último. Fenya lo apretó con mucha fuerza en su abrazo, y no lo quería soltar. Desde que se habían conocido hasta ese mismo día, la mujer nunca dejó de amar a aquel hombre con quien incluso formó una familia con la esperanza de que todos disfrutaran de una larga y buena vida. Valiana tuvo que ser fuerte para no llorar, pero no logró resistir más que un par de segundos hasta que rompió en ese llanto. Su padre la abrazó con fuerza, y luego le dio un segundo beso en la frente. El último en recibir ese cariño fue el menor de la familia. Winter no dejó de pensar en que, si su padre perdía la vida en aquel momento, ya nunca serían una familia completa otra vez. Él los amaba a todos, y no quería ni siquiera imaginarse un escenario en donde uno no estuviera.

    — Vamos a estar bien — Vitali le dijo eso a cada uno de ellos — Van a estar bien… incluso sin mí.

    Esa última frase los dejó con un panorama muy gris, hasta que llegó el momento en el que el ingeniero que había recibido formación como soldado se tenía que marchar.

    — ¡Armas! — gritó uno desde afuera — ¡Cada soldado tome un arma y acuda a los muros a combatir!

    Vitali miró a su familia rogando que no fuera su última vez para posteriormente abandonar su vivienda. Al cerrar la puerta tras él, Fenya cayó de rodillas en el suelo, producto de toda la angustia que sentía, teniendo que ser ayudada a levantarse por sus dos hijos.

    — ¡Mamá, ¿qué te pasa?! — Winter temía que pudiera estar sufriendo un ataque de pánico o algo peor — ¡¿Quieres que busque a papá?!

    — No… llévenme a la cama, y tomen mi dispositivo móvil — la mujer tenía una idea — Veremos si nos llega algo de información de todo este conflicto.

    […]

    Vitali tenía la vista al frente. Delante suyo nada más podía ver los árboles del bosque al cual estaba entrando, junto con algunos hombres y mujeres que estaban en frente de él y lo guiarían hacia el foco de conflicto más próximo. Sentir un arma en la mano y saber que tendría que usarla por primera vez en un conflicto con otra especie le desbloqueó un recuerdo en el que no había pensado hacía ya mucho tiempo.

    Vitali — dijo un hombre entregándole cinco sobres en la mano.

    ¿Qué es todo esto? — comentó, tratando de analizar lo que le habían entregado.

    Un pasaporte, un billete de avión y algo de dinero — el hombre le contestó — Te sacaré del país. No voy a permitir que te recluten para el ejército y te manden a pelear una de sus guerras.

    En aquel momento, Vitali era bastante más joven. El hombre frente a él era muy similar, con la diferencia de que se le notaban varios años más por delante. Vitali estaba estudiando una carrera de ingeniería, pero al no estar graduado, ni siquiera a punto de graduarse, por órdenes de su gobierno, le sería obligatorio alistarse en el ejército para ir a pelear una guerra en otra nación. Si se marchaba de su país, perdería por un tiempo el contacto con su familia, pero también significaba estar a salvo de formar parte de un plan tan riesgoso.

    Prepara tus cosas, te llevaré esta misma noche — comentó aquel hombre — Te ayudaremos si hace falta.

    Gracias, hermano, yo nunca lo voy a olvidar — Vitali dejó salir un par de lágrimas de la alegría que le produjo ese gesto de él — Juro que, cuando todo esto esté terminado, regresaré a visitarlos.

    Te esperaremos con los brazos abiertos, hermano, esta es tu casa — su hermano, mayor que él en edad, le alentó a continuar con sus sueños.

    En una tarde muy agitada, Vitali consiguió armarse una valija y poner allí varias prendas de vestir que le evitarían tener que gastar en ropa cuando llegara a su destino, el cual desconocía por el momento. Una computadora, su celular, e incluso algo de comida para evitar gastárselo todo de inmediato fue lo que equipó allí mismo. Finalizado ese preparativo, le llegó el turno de despedirse.

    Su hermano, a diferencia de él, estaba casado con una mujer, quien se acercó a él con un pequeño bebé de poco más de un año en los brazos.

    Te estaremos esperando, Vitali — la mujer apoyó su mano en el hombro del joven — Los tres… O quien sabe, quizá ya no seamos solo tres cuando regreses.

    Estaré encantado de regresar aquí con ustedes — el joven pronto centro su vista en el pequeño, al que le empezó a acariciar los cabellos — Hey, pequeño Ace, tu tío va a marcharse. Así que, mi plan de consentirte a espaldas de tus padres ya no podrá ser…

    Esa frase dicha por Vitali hizo que los padres de aquel niño dejaran salir una pequeña risa, puesto a que entendían que esa era la forma de ser de Vitali.

    Pero regresaré pronto, y cuando lo haga, tu tío te llevará de paseo por muchos lugares divertidos — Vitali estaba seguro de que ambos disfrutarían de ese viaje — Así que, espérame con paciencia. No me quedaré allí fuera por siempre.

    Habiéndose despedido de la familia de su hermano, Vitali salió de aquella casa. Lo primero que hicieron él y su hermano mayor, de quien se despediría en el aeropuerto, fue subirse al auto que estaba estacionado en la calle justo en frente de la puerta de entrada de la casa. El dueño del vehículo arrancó y puso en marcha al aeropuerto, mientras que Vitali se situaba en el asiento del copiloto. Tomó con curiosidad uno de los sobres, más precisamente, el que contenía su billete de avión, y lo abrió para poder ver cuál sería su destino.

    Rusia, ¿eh? — comentó en voz alta para su hermano — Dicen que está experimentando sus temperaturas más altas en los últimos veinte años. Al menos no me congelaré.

    Allí estarás a salvo, Vitali — su hermano estaba confiado de ello — No quiero que nadie nunca te ponga un fusil en las manos y te obligue a marchar al campo de batalla.

    Gracias, hermano — el más joven no podía dejar de agradecerle por ello — Te juro que nunca en mi vida tocaré un arma.

    Vitali podía escuchar a lo lejos el sonido de las armas disparando en contra de aquellos invasores, y supo que estaba a menos de diez minutos de gastarse su primer cargador en un conflicto armado. Le molestaba bastante el hecho de que lo habían obligado a romper el juramento que hizo consigo mismo y con su hermano en la última vez que hablaron cara a cara, pero entendía que quizá era la única manera de proteger a la familia que amaba.

    — Espero que no estés decepcionado, hermano — Vitali aminoró la macha y tomó su dispositivo para comunicarse con alguien en particular — Renji, soy yo… Sé que ya tienes idea de lo que está pasando. Así que, quiero pedirte un favor por nuestra amistad. Si yo llego a morir aquí, cuida de mi familia. No confío en nadie más para hacerlo. Cuídalos de esta extraña especie, y también de los comandantes Gavril y Lara.

    Luego de haber guardado su dispositivo, frente a él se encontraba el campo de batalla. Los que iban justo delante en el avance tomaron cobertura tras un árbol, y comenzaron a disparar hacia un conjunto de seres que portaban garrotes y arcos en el combate. El soldado hizo lo mismo que ellos. Buscó el árbol con el tronco más ancho para poder cubrirse, y cuando lo encontró, se colocó allí mismo. Respiró profundo unas dos veces antes de poder darse a sí mismo el valor de disparar, y cuando estuvo listo, se asomó de su cobertura para ver bien a los atacantes. Tan pronto como divisó a uno de ellos, se quedó paralizado del todo, y su dedo no pudo accionar el gatillo de su arma. La imponente altura de dos metros de todos ellos, junto con una apariencia que a él le parecía grotesca, lo terminaron intimidando.

    Temeroso de que pudieran descubrirlo, Vitali se escondió tras el tronco que utilizaba como cobertura. Respiró agitado mientras veía como sus dos piernas temblaban casi sin remedio. Pronto se empezó a sentir peor, puesto a que empezó a oír los gritos de varios soldados que caían en combate. Nunca creyó que podría sentirse tan acobardado llegado ese momento, ya que creyó estar preparado psicológicamente para algo así.

    — Soy un maldito cobarde — Vitali sentía como su arma se le caía de las manos — No puedo creer que me esté pasando esto. Luego de haberme preparado tanto… ahora estoy paralizado.

    En toda su vida, jamás había estado tan decepcionado de sí mismo. Fue entrenado para ser un soldado por uno de sus mejores amigos, y siempre se dijo que todo era por el bien de su familia. Pero pese a todo eso, no encontraba el valor para pelear.

    Mientras se encontraba distraído, pudo ver como uno de esos seres a los que se suponía que debía estar enfrentando se empezaba a escabullir de la pelea, para dirigirse hacia las viviendas. Vitali pensó que alguien lo vería y lo perseguiría, pero no tardó en darse cuenta de que se había equivocado, puesto a que ningún humano retrocedería.

    Con una expresión de miedo en su rostro, el ingeniero convertido en soldado tomó su arma, y sin saber de dónde, encontró la fuerza para perseguir a ese ser al mismo tiempo que abría fuego contra él.

    — ¡Detente ahí mismo! — Vitali le gritó mientras lo perseguía y disparaba — ¡No te acercarás a mi familia!

    Obedeciendo a ese desafío, el ser de aquella especie frenó en seco su huida, y se dio la vuelta. Vitali le disparó bastante, hasta el punto de que su cargador quedó a la mitad, solo para ver que ninguna de esas balas lo había herido ni un poco. Dejó salir un suspiro de terror cuando vio que ese ser se le acercaba lentamente a su posición, y en simultáneo con él, empezó a retroceder.

    — Tú fuiste quien me llamó — decía ese ser, dando pasos hacia el humano — ¿Quieres pelear tú solo contra mí?

    La respiración del humano se agitó bastante, y supo que ya no podía seguir retrocediendo, o de lo contrario, terminaría entrando desprotegido en el campo de batalla. Usando cada pequeña pizca de valentía en su cuerpo, se paró firme y levantó su arma en alto, haciendo que el traliod que se acercaba a él se detuviera, más por asombro que por otra cosa.

    — Uno contra uno entonces — dijo con una sonrisa en su rostro, que fue visible para el humano.

    De repente, un zumbido se empezó a escuchar en el bosque, cosa que llamó la atención de ambos. El traliod pudo identificar el lugar desde el cuál venía ese sonido, y cuando se dio la vuelta, un cohete disparado hacia él, impactó en su cabeza, produciendo una explosión tan poderosa que lo terminó decapitado, arrebatándole la vida en el acto. Tras una ligera salpicadura de sangre, su cuerpo cayó desplomado sobre el suelo, ante la mirada atónita de Vitali, que no sabía que en el ejército tuvieran armas como esa.

    — ¡¿Lakor?! — la comandante Furlan apareció con un lanzacohetes en los brazos, mientras era seguida por varios militares que iban hacia la batalla — ¿Tú lo detectaste y lo perseguiste?

    — Sí… — Vitali quería darse algo de crédito por haberlo encontrado — Estaba recargando cuando vi que se alejaba del campo de batalla.

    — Buen trabajo, Lakor, Renji seguro estará orgulloso cuando se entere — Lara lo felicitó — Prepárate para seguir en batalla. Puede que estos lanzacohetes nos vengan bien.

    — No tenía idea de que teníamos armas como esta — Vitali no salía de su asombro — Pero me alegro por eso.

    — Por más amigo tuyo que sea Renji, entenderás que hay ciertos secretos reservados solo para nosotros — Lara se lo comentó — Secretos que tú y otros no tienen por qué saber. Ahora deja de hablar y muéstrame como pelea un alumno del comandante Yukimura.

    […]

    — No me gusta estar aquí… — Gavril se quejaba de todo lo que estaba sucediendo, mientras se encontraba en un refugio improvisado dentro de la capital del territorio humano.

    El comandante que no podía combatir a la amenaza se encontraba acompañado por su hijo, el expresidente Dmitri Koslov, y muchas otras personas que acudieron a ese refugio por órdenes de la comandante Furlan tan pronto lo encontraron. Ingenieros, médicos, técnicos, arquitectos, comerciantes… en ese edificio que convirtieron en refugio se encontraban a resguardo varios seres humanos que podían permitirse habitar en la capital.

    Hubo muchos otros que eligieron ir a refugiarse en el interior del navío espacial en lugar de quedarse en aquel sitio. Desde que fue desmantelado, ya no todos los habitáculos servían para que la gente pudiera vivir allí. Pero todavía podía ejercer como refugio para varios miles de seres humanos.

    Vyon miraba con tristeza la forma en que su padre se movía con su silla de ruedas desde un lado de la sala en la que se encontraban hasta el otro, solo para repetir el movimiento una vez terminaba. El joven se acercó a él, y no fue el único, ya que Dmitri también se le acercó.

    — Tu esposa fue muy valiente al ir a pelear — quería que eso, de alguna manera, lo pudiera alentar — Debes estar orgulloso. Estás casado con la mujer más valiente de la humanidad.

    — Estoy orgulloso, pero no por eso me siento bien — Gavril se quejaba de su estado — Yo debería estar al lado suyo, guiando este ataque. Tomando a varios prisioneros entre ellos para poder descubrir el paradero de mi hija.

    — La encontrarán a salvo, Gavril — Dmitri quería contagiar un poco de optimismo — Ella está viva. Yo lo sé.

    — Más les vale a esos seres que lo esté — el comandante pensaba en esa posibilidad — Si llego a descubrir que la mataron, ordenaré la fabricación de armas nucleares y las lanzaremos sobre las viviendas de estos malparidos. No sé cómo, pero se lo tendrán merecido si le hicieron algo a mi pequeña.

    Vyon no se sentía cómodo estando allí. Su padre se encontraba muy irritado por el hecho de ser posiblemente el único soldado que no tenía un arma en la mano. Afuera del edificio, había varios militares estacionados y listos para pelear en contra de la amenaza que pudiera llegar en cualquier momento. Sabía que para su padre no debía ser algo fácil tener que quedarse atrás, menos cuando su hija estaba desaparecida, y cuando todos los demás estaban atentos al combate.

    Al mirar atentamente a todas las personas en ese refugio, pudo notar que nadie tenía una edad cercana a la suya. Él ya sabía que solo sus compañeros de clase tenían su misma edad, pero desconocía totalmente el hecho de que ellos fueron los últimos en nacer a bordo del Explorador Esperanzado. Luego de que nació Winter, la gente esperó hasta llegar al planeta Gea para empezar a tener hijos nuevamente. Airin e Iker estaban desaparecidos tras su secuestro por parte de esa especie invasora. Winter, Katia, Jessica y Rosary no se encontraban presentes. El menor de los Utkin se desmotivaba mucho al no tener a nadie con quien conversar, puesto a que todos o eran varios años mayores o varios años menores. Quienes tenían familias y amistades estaban reunidos entre ellos, mientras que él se encontraba casi aislado.

    — Quiero que toda esta puta pesadilla termine — se decía para sí mismo mientras se sentaba en el piso con las piernas cruzadas, preparándose para una meditación — Quiero que volvamos a clase lo más pronto posible. Necesito estar rodeado por mis compañeros…

    Vyon pronto cerró los ojos y trató de alejarse de aquella realidad. Para él era urgente que todo acabara, puesto a que no estaba cómodo al estar por su cuenta mientras que su padre no se encontraba en un buen estado de salud, al mismo tiempo que su madre permanecía en el campo de batalla. Ese era el momento de su vida en el que menos placentera era la situación para él.

    […]

    La zona de conflicto se volvió un completo caos a medida que se extendía el enfrentamiento. Un número de más de tres mil soldados humanos se encontraba haciéndoles frente a mil de los traliod que habían atacado. Disparos de balas, flechas, cohetes, e incluso algunos garrotazos tenían sitio en aquel lugar.

    Pese a su inferioridad numérica, los traliod no daban el brazo a torcer. Su enorme resistencia física les daba una ventaja enorme sobre los seres humanos. Antes de que pudieran caer dos de ellos seguidos, sucedía la muerte de quince militares humanos.

    Lara y varios de sus soldados más cercanos eran quienes más bajas conseguían, puesto a que los lanzacohetes eran las armas más mortíferas en contra de esos seres, siendo capaces de saltear la enorme defensa con la que contaban todos los traliod. Vitali, por su parte, se integró a un escuadrón de soldados compuesto por más de ciento cincuenta integrantes, y entre todos disparaban las balas de sus rifles hacia los enemigos. Consiguieron varias bajas entre las fuerzas enemigas, pero todo era producto de las incesantes lluvias de balas que formaban de forma coordinada. Por su propia cuenta, nadie era capaz de acabar con siquiera un único ejemplar de aquella especie.

    Cadáveres humanos y de los traliod cada vez más se apoderaban del paisaje, mientras que ríos de sangre derramada empezaban a correr por el lugar. Desde su privilegiada posición en las afueras de los muros, el maestro Elber veía como varios discípulos suyos entre el ejército invasor caían frente al poderío de los seres a los que deseaban capturar. En el comienzo de la batalla, los traliod aprovechaban su posición ventajosa para producir una incontable cantidad de bajas entre los enemigos. Pero poco a poco, el número se empezaba a reducir.

    Eran mucho más fuertes y con más resistencia, pero el estilo de pelea de los humanos de moverse y cubrirse resultaba ser más efectivo, sin contar su superioridad numérica. En el momento en el que los humanos lograron adivinar el patrón de ataques cuerpo a cuerpo y a distancia de ellos, la pelea se volvió pareja. Seguían cayendo seres humanos, pero eso era más producto del desgaste y de la pérdida de munición que por el buen estilo de pelea de los suyos.

    — Esto no está bien — Elber empezó a preocuparse por lo que veía — Hemos perdido la delantera hace tiempo, y llevamos un rato largo sin recuperarla… A este paso vamos a perder la batalla. ¡Cañoneros!

    Con ese grito, los que se encargaban de manejar la plataforma y la munición de los cañones pusieron la atención en las órdenes que estaban seguros que llegarían pronto por parte del maestro que lideraba esa expedición e invasión. Todos esperaron pacientemente mientras que el maestro regresaba a su posición montado en el animal que lo transportaba

    — ¡Sus tropas nos superan en número, y también en la forma de pelear! — Elber se colocó detrás de ellos — ¡Vamos a tener que usar los cañones para diezmar sus números! ¡No quería tener que gastar toda la munición en esta batalla, pero parece que será algo necesario! ¡Prepárense para disparar!

    […]

    Lara levantó ambos brazos para protegerse de las flechas que fueron disparadas por una de las mujeres de aquella raza. Para cubrirse de forma más eficaz, dejó su lanzacohetes en el suelo. Esperó sin detener sus pasos hasta el momento en el que la enemiga se quedó sin munición disponible en las manos, teniendo que tomar más flechas desde su carcaj. Ese fue el instante en el que la comandante Furlan actuó, levantando su lanzacohetes desde el suelo y apuntando firmemente a la cabeza de aquel ser. Disparó el cohete que tenía listo, y este salió volando a una velocidad a la que la traliod no fue capaz de esquivar el ataque. El disparo dio en la cabeza, matándola de inmediato y sin mucho problema con gran efectividad.

    Lara portó en sus espaldas una mochila con muchísima munición para su arma, la cual se había ido vaciando con el pasar de la pelea. Al mirar a sus alrededores pudo ver que sus soldados podían protegerse entre ellos al mismo tiempo que disparaban a los enemigos, logrando que las balas más débiles pudieran provocar daños severos a sus contrincantes.

    — Renji debe haberse ido muy lejos, puesto a que todavía no tenemos noticias de él — Lara pensó en su compañero — Pero sin su presencia, estamos ganando. Cuando él llegue, los acorralaremos por completo y terminaremos este combate en victoria.

    Sin embargo, las cosas no se iban a dar como ella lo esperaba. De pronto, se empezaban a escuchar algunos zumbidos extraños desde el cielo, llamando la atención de varios soldados, quienes pudieron notar con solo levantar la vista que estaban por recibir un bombardeo por parte de los enemigos.

    — ¡Proyectiles desde arriba! ¡Cúbranse! — gritó uno de ellos.

    Los tres primeros tocaron el suelo, provocando explosiones muy amplias que alcanzaron a varios soldados de la milicia rusa, quienes perdieron la vida en un instante, mientras nubes de polvo y sangre empezaban a levantarse por aquellos disparos.

    Lara pudo escuchar uno de esos sonidos, y supo que un disparo de cañón podría caer en su posición, por lo que se alejó corriendo de allí tan pronto como advirtió a los suyos que debían retroceder.

    — ¡Dispérsense para minimizar las bajas! — fue la orden de la comandante.

    Todos aquellos que lograron escucharla en esa conmoción que acababa de empezar, se echaron a correr para intentar escapar del asedio. Lakor se fue junto con su escuadrón, pero cuando una de las balas de cañón impactó a pocos metros detrás suyo, la onda expansiva de la explosión y la sacudida que movió la tierra los terminó por tirar al suelo con gran violencia.

    Muchos soldados que eran alcanzados por esas explosiones perdían la vida, y otros desafortunados terminaban perdiendo alguna extremidad, para posteriormente empezar a desangrarse y experimentar el principio de lo que sería una muerte dolorosa.

    Disparos por delante, por detrás, y a cada uno de los laterales de la zona donde se encontraba peleando el ejército lograron alcanzar a muchos de los combatientes, haciéndoles perder la vida a todos ellos. Una explosión frontal terminó por tirar al suelo a la comandante Lara, quien fue una de las últimas en caer en el intento de escapar.

    En los dos minutos que duró ese ataque, los traliod lograron reducir inmensamente los números de la humanidad. De tres mil soldados que tenían el campo de batalla dominado, apenas unos doscientos se estaban levantando para reanudar la batalla.

    Desde su posición, el maestro traliod Elber, fue testigo de cómo aquella especie le obligó a atacar con sus cañones, gastándose toda la munición que habían traído consigo para la batalla. Los disparos habían cesado porque ya no tenían más para utilizar, no porque lo consideraron prudente.

    — Esto debe haber servido de algo — Elber dio la orden al animal sobre el que montaba para que lo acercara a la batalla — Muchas gracias por todo. Yo explicaré al patriarca Hufan que fue decisión mía.

    Montó su animal y finalmente llegó hasta la entrada a ese territorio, notando como muchos de los seres humanos que habían escapado del bombardeo que ordenó, se preparaban para pelear.

    Las mujeres en sus tropas retrocedieron para disparar sus arcos a la distancia como refuerzo, mientras que los hombres se adelantaron y empezaron con sus ataques físicos directos. Siendo superiores a ellos en número, no veían necesario que las mujeres lucharan a su lado, y decidieron que serían más útiles atrás, cubriéndolos de posibles ataques. Elber veía como los humanos intentaban volver a usar sus maniobras para esquivar los ataques de los suyos, mientras continuaban con los disparos en su contra. Sin embargo, sin contar ya con su ventaja numérica, para los suyos les era demasiado sencillo acabar con ellos. De un solo golpe, varios humanos caían muertos al suelo, dejando a sus compañeros con cada vez menos apoyo para la pelea.

    Cuando quedaron menos de cien fue que Elber eligió intervenir. Cabalgó arriba de su animal hasta el campo de batalla, al mismo tiempo que lanzó una orden a los que estaban luchando.

    — ¡Alto, dejen de matarlos! — pensó que sería mucho más fácil y productivo capturarlos y aprisionarlos — ¡Desármenlos y reténganlos! ¡Tengo una idea para todos ellos!

    Siguiendo las órdenes dadas por su maestro, los que estaban con él se encargaron de simplemente golpear de forma no letal a los seres humanos que quedaban en pie; mientras que otros, por su parte, les quitaban el armamento militar a los humanos que estaban levantándose del suelo.

    Solo unos cincuenta y tres soldados quedaron con vida tras el bombardeo y el ataque que le siguió a la maniobra desesperada del maestro. Con gente de sobra para retenerlos, todos fueron puestos de rodillas y formaron una línea recta, teniendo delante de ellos a la mente maestra del ataque.

    — ¡Me presento ante todos ustedes! — Elber tuvo que alzar la voz para asegurar que sería escuchado por todos — ¡Yo soy el maestro Elber! ¡Sigo las órdenes del patriarca Hufan, un orgulloso líder de la raza de los traliod! ¡He venido desde muy lejos por todos ustedes!

    Vitali sentía un gran aturdimiento en la cabeza, junto con un leve dolor en el torso, tanto así que le costaba concentrarse en todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Los disparos que resonaron lo dejaron tan mareado, y en su oído derecho se podía sentir un ligero silbido constante. Tanto así que no podía llegar a entender las palabras dichas por aquel ser.

    La comandante Lara, que también había sobrevivido y tenía sus sentidos en buen estado, supo reconocer al que estaba cara a cara con la persona que había dado la orden de atacar el muro y a ellos. Pudo ver en el suelo que mientras los humanos habían perdido a un gran número de guerreros en el ataque, los traliod, tal y como se hacían llamar, tenían muy pocas bajas. Sentía mucha frustración con la forma en la que ese ser se presentó, puesto a que sentía que estaba imponiendo su autoridad tras haber ganado el combate.

    — ¡Ya han visto de primera mano la potencia de nuestras armas, y la fuerza de nuestra raza! — Elber quería disuadirlos de continuar el conflicto — ¡No sigan con esta defensa tan obstinada! ¡Hemos eliminado a varios de ustedes, pero eso no es para lo que hemos venido! ¡No buscamos acabar con ustedes, todo lo contrario, nuestros planes involucran a su raza viviendo junto a nosotros por cientos y cientos de años! ¡Hace dos días un grupo de los míos encontró a dos de los suyos vagando afuera de los muros, y los hemos capturado sin matarlos!

    Lara centró su vista en Elber, sabiendo al instante que él estaba hablando de su hija, y que, si lo que decía era cierto, ella estaba viva y todavía cautiva.

    — ¡Nuestra idea era solamente destruir el muro y capturarlos! — Elber parecía sonar arrepentido — ¡Esta masacre fue un exceso, y sé reconocer que es nuestra culpa, pero nosotros no queríamos que todo esto terminara así! ¡Esperábamos resistencia, pero nuestro plan era aplacarlos, y no asesinarlos! ¡Sus armas son complejas y escapan a nuestra comprensión, es por eso que nos hemos visto forzados a eliminar a varios de ustedes, pero ya no podemos darnos el lujo de seguir perdiéndolos! ¡¿Quién entre ustedes puede asumir el mando de los sobrevivientes?!

    Todas las miradas en los humanos voltearon a la comandante Lara Furlan, quien supo que eso le revelaría todo a aquel maestro de la raza de los traliod. Elber tuvo que buscar con sus ojos hasta que finalmente encontró a la dueña de todas aquellas miradas, fijándose en la comandante de la humanidad.

    — Veo que ellos te miran a ti… — Elber se empezó a acercar — Da la orden a ellos y al resto de los tuyos de que no se resistan más a la captura. De lo contrario, serás asesinada y nombraremos a otro líder para que dé esa orden.

    Lara no quería rendirse allí mismo, pero sabía que sus probabilidades de victoria eran nulas. Los enemigos contaban con una multitud de guerreros a los que no serían capaces de vencer. Cualquier resistencia mostrada terminaría muy mal, y tenía una confirmación de que su hija podría estar con vida. Antes de tomar cualquier decisión, ella se dirigió a Elber.

    — Elber, ¿verdad? — preguntó, recibiendo una afirmativa del maestro, quien asintió con la cabeza — Mencionaste que habías capturado a dos humanos hace dos días… Una de ellas es mi hija. ¿Ella está a salvo?

    — Ríndete, y me aseguraré de que te reúnas con tu hija lo más pronto posible — Elber no contestó directamente, y simplemente dio a entender la respuesta que quería la comandante — Si no te rindes, serás eliminada, y nunca la volverás a ver… Piensa en tus opciones ahora que las tienes.

    Sabiendo que estaban derrotados y que seguir peleando solamente llevaría a una muerte horrible en un momento como ese, Lara ya no tenía más motivos para seguir luchando en contra de ellos. Ella y toda la tropa allí presente no podrían hacer nada por la humanidad, pero todavía contaban con la presencia de Renji en las afueras de los muros, quien podría serle de utilidad a su especie al estar alejado de la zona de conflicto.

    — En ese caso, yo y todos mis soldados nos rendimos ante ustedes en este momento — Lara tomó su dispositivo, listo para enviar un mensaje a todos los humanos, de manera de garantizar la supervivencia de la mayoría — Me comunicaré con todos ellos para que nadie presente resistencia ante tus tropas, Elber.

    — Eres una líder sensata — Elber celebró ese triunfo obtenido sobre ellos — Si todos los tuyos tienen esa cualidad, te garantizo que vivirán vidas largas junto a nosotros. El patriarca Hufan se asegurará de que cada uno de ustedes tome su lugar correspondiente en nuestra sociedad.
     
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    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Saludos amigo, ya estoy aquí para otro comentario más tras un nuevo capítulo. Con el conflicto ya encima, las cosas se están poniendo muy interesantes, así que no me demoraré más e iré directo al grano.

    Comenzamos con Lara siendo advertida por sus soldados del ataque a la colonia por parte de los trailod. La comandante no duda en enviar una orden directa a los suyos, pero dejando a su lado su rol de líder, decide asegurar la supervivencia de su familia. No digo que yo no haría lo mismo, pero joder, si eres un comandante te debes a todos, no únicamente a tu familia. Aquí Lara en ese sentido, para mí, pierde puntos (es una forma de hablar XD). Curiosamente, Vitali hace todo lo contrario. Siendo un ingeniero reconvertido a soldado raso, saca más sentido del deber que su superior, dejando a su familia para protegerla como se supone que debe: en el frente. Diferencias.

    Acto seguido pasamos al combate con Vitali, pero antes se nos muestra un flashback de su juventud, en la que su hermano se encargó de sacarlo del país (intuyo que Black Meteor) debido a la guerra que se avecinaba (intuyo que con Zenith XD). Aquí se puede ver también que su hermano y la mujer de este tienen un bebé, el cual es Ace. Vitali, su tío, juró ante su hermano que nunca tocaría un arma, pero actualmente, quizá eso lo pueda mantener con vida. Sin embargo, pronto se acobarda al ver el tamaño de sus enemigos, e incluso se percata de que uno de ellos se escabulle del combate para ir a las viviendas. Sacando coraje de donde no tiene, Vitali lo confronta, siendo salvado por la comandante (que al parecer recordó que su deber es pelear junto a sus hombres XD).

    Luego vemos que Gavril, Vyon e incluso el viejo presidente Dmitri están en un refugio en la colonia capital, junto a otros humanos. Evidentemente, Gavril no está contento estando postrado en una silla de ruedas sin contribuir en el combate y Vyon se siente solo al no tener jóvenes de su edad en el refugio. Tras esto, pasamos a ver desde el lado de los trailod, como la batalla se está equilibrando, lo que no es buena señal para estos. El maestro Elber decide entonces sacar su artillería pesada: los cañones que agujerearon el muro. Curioso, cañones para los trailod y lanzacohetes para los humanos. Tremendas armas XD.

    Finalmente, el plan de Elber de usar los cañones funciona, diezmando parte del ejército humano. En cuestión de poco tiempo, apenas quedan unos pocos soldados, y el líder de los trailod en el conflicto se presenta ante los humanos con cierta autoridad. Los humanos serán capturados y por las palabras de Elber, esclavizados al servicio de los trailod. Lara decide acceder a las peticiones de éste y desiste de su intento por pelear, ahora ya absurdo. Con esto tan desalentador, termina el capítulo.

    Ha estado muy bueno, la verdad, parece que la acción ha llegado para quedarse, aunque habrá que ver que ocurre ahora que han sido casi todos capturados. Lara y Vitali, al menos. Ya quiero ver donde está Renji y que plan tiene, o que reacción tienen los Utkin. También si veremos al joven Winter dar un paso al frente por su familia, ahora que su padre está ausente.

    Sea como sea, nos veremos en la próxima, amigo.
     
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  5. Threadmarks: La voz del patriarca
     
    Agus estresado

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    La Gran Catástrofe - Asfixiándose en la Oscuridad
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    Saludos. Llegó el momento de seguir avanzando con la publicación de este spin off. Aviso que, tras unos días sin haberlo hecho, la guía de personajes se encuentra actualizada. El enlace, como siempre, en el blog. Espero que el avance de la trama en este y los capítulos siguientes sea del agrado de todos.

    Ya no nos quedará mucho para entrar en la recta final de esta parte, pero todavía queda un poquito. Quiero agradecer a mi gran amigo Manuvalk por una semana más en esta historia. Estoy seguro de que él ya está ansiando saber como sigue todo, y porque falte cada vez menos para regresar a la historia principal. Es una alegría ver que le va gustando el avance hasta ahora, y ojalá los capítulos que resten también le gusten.

    Sin novedades de momento, toca el capítulo.





















    La voz del patriarca:

    Cautivos y con las manos atadas utilizando lianas, una enorme cantidad de humanos caminaba por el bosque. No por voluntad propia, pero sabiendo que su destino sería peor si mostraban resistencia a sus captores. Luego del bombardeo que ordenó el maestro Elber, una gran facción del ejército liderada por la comandante Lara perdió la vida, quedando ella y unos pocos más como sobrevivientes de una masacre así.

    Viendo que el maestro Elber creía que tenía dominados a los humanos, a la mujer se le ocurrió una idea para poder evitar ser retenidos permanentemente por dichos seres, y para evitar una muerte que saldría de forma inmediata de cualquier resistencia que esta pudiera mostrar.

    En el mensaje que envió, ella pidió a todos los soldados que quedaran que se escondieran en el interior del navío, de manera que los traliod no pudieran encontrarlos. Renji había partido hacía ya dos días en busca de Airin y de Iker, por lo que no llegaría a tiempo para poder rescatarlos. Sin embargo, cuando él finalmente estuviera de vuelta, su escuadrón podría unirse con los soldados que evitaron la captura.

    Cuando la unión ocurriera, todo quedaría en manos de Yukimura, puesto a que él tendría que elaborar un plan para rescatar a toda la humanidad que había sido capturada y se encontraba en pleno traslado hacia una ubicación desconocida. Lara explicó a varias personas que esa acción fue necesaria, ya que, de resistirse ella y los demás soldados, podría terminar todo muy mal.

    Sé que este plan no te gusta — susurró ella a su esposo, quien estaba viendo junto a su hijo como los traliod sacaban a los humanos de aquel refugio para llevárselos — Pero es la única forma de que no mueran más personas. Si me resistía, ya habría muerto, y quizá muchos soldados también. Necesitamos a cada uno disponible para la lucha en cuanto Renji aparezca para ayudarnos.

    Más te vale que funcione, Lara — Gavril también habló en voz baja, viendo como uno de los traliod se acercaba a ellos — Oye, tu maestro hizo una promesa con mi esposa para que pudiéramos volver a ver a nuestra hija. Más le vale cumplir.

    ¿Así que uno de los dos que hemos capturado es hija de ustedes dos? — preguntó aquel traliod, revelando ser quien capturó a Airin — Este mundo es inmenso, pero, aun así, esta clase de cosas lo hacen parecer muy pequeño.

    Te he dicho una cosa — Gavril se lo tomó muy mal por eso.

    Yo no soy mi maestro, lo que él haya pactado lo hablarás con él — el discípulo evadió la responsabilidad — Te garantizo que nadie te lastimará ni a ti ni a tu hija.

    Lara le indicó a aquel traliod que su esposo no podía caminar, por lo que tendrían que llevárselo en esa silla de ruedas. Aquel ser tan diferente no entendía la situación, puesto a que ese invento le parecía muy avanzado para la tecnología que ellos manejaban. En el momento en el que Lara se ofreció para llevárselo, este se negó, y ordenó a otro de los suyos que se encargara de eso.

    Lara miró con tristeza como su esposo y su hijo eran retirados junto a ella por la fuerza del lugar en el que vivían. Lo único que deseaba en aquel momento era que a Renji se le ocurriera un buen plan para rescatarlos y lo ejecutara en buen tiempo. Ellos aportarían su granito de arena conforme pudieran, pero la mayoría corría por cuenta de su otro comandante.

    — Nos derrotaron con arcos, garrotes y cañones — mencionó Gavril en voz alta.

    La otra comandante, el hijo de ambos y muchos otros de los que caminaban como prisioneros llegaron a escuchar ese comentario dicho por el comandante lisiado. Los traliod que los escoltaban voltearon para ver si eso podría llegar a desencadenar algún acto de rebeldía, ya que tendrían que sofocarlo si daba indicios de que así pudiera llegar a ser.

    — Si hubiéramos ido al continente oriental, nuestros exploradores habrían podido detectar todo esto — Gavril lo decía como una forma de recriminarlo a su esposa — Si hubiéramos sabido que contaban con estas armas, habríamos invertido esfuerzos en desarrollar muros más resistentes y explosivos más destructivos. Y podríamos haberlos repelido con facilidad. Pero no. Tú y Renji querían venir al continente de occidente. Cuando seamos libres de estas criaturas, ustedes no volverán a tomar más decisiones que afecten a toda la humanidad.

    A Lara no le gustó nada que su esposo le dijera esa clase de cosas frente a sus colegas militares y los civiles. Lo sentía como si quisiera aprovecharse de una crisis como esa para ganar influencia de la gente al momento de que la humanidad ya no lidiara más con esos seres. Con el silencio que había en el ambiente, ella llegó a oír murmullos entre los que estaban acompañándola, y pudo percibir que había muchos que estaban de acuerdo en lo dicho por su esposo. Estaba claro que lo tendría difícil en las futuras reuniones realizadas en beneficio de la humanidad, puesto a que la gente posiblemente estuviera decidida a seguir las ideas provenientes del comandante Utkin.

    Uno de los traliod, precisamente el que se encargaba de trasladar al propio comandante, tenía ganas de hablar en nombre de su gente tras haberlo oído hablar así.

    — No sé qué es lo que te ha dado la idea equivocada que tienes de nosotros — comentó con tranquilidad, pese a que no estaba del todo calmado — Has dicho “cuando seamos libres de estas criaturas”. Nosotros solo los estamos llevando con nosotros. Pasarán a formar parte de nuestra sociedad. Su libertad no será cortada.

    — Nosotros éramos libres de ir a donde quisiéramos y de hacer lo que quisiéramos antes de que ustedes llegaran — Gavril lo increpó, sin miedo a lo que pudiera pasarle — Ustedes nos acaban de quitar eso. Nos han capturado y nos están trasladando hacia otro sitio diferente. Por como yo lo veo, eso no es libertad.

    — Dijiste que podían ir a donde quisieran y hacer lo que quisieran — aquel ser le respondió — Cuando vivan con nosotros, tendrán esa oportunidad. Van a tener que hacer un esfuerzo para ganársela, pero si tu definición de libertad es esa, entonces puedo afirmar que ustedes serán libres. Solo que en otro lugar.

    — Diferimos en muchas cosas, por lo que veo — Gavril se mostró molesto con él por esas cosas — No creo que nos podamos llevar bien. Sería mejor que nos abandonaran y nos dejaran volver a dónde estábamos. No tenemos la fama de ser una raza muy amistosa.

    — Nada de eso — comentó otro de los traliod — El patriarca Hufan tomó la decisión de que ustedes y nosotros debíamos convivir juntos si es que íbamos a compartir el planeta. Nos parece bastante justo.

    No era la primera vez que los humanos que se encontraban allí escuchaban el nombre de Hufan seguido del rango que tenía en la sociedad de su especie. El hecho de que lo llamaran patriarca les daba muy mala espina a todos, puesto a que esa clase de títulos correspondían a edades previas que se habían vivido en la Tierra. El haber visto las estructuras que tenían los traliod cuando la humanidad llegó al planeta, y tras los enfrentamientos en donde pelearon con cañones, arcos y garrotes les confirmó la sospecha de que ellos se encontraban atravesando el período de la edad media. Posiblemente su especie hubiera evolucionado hace pocos años, y eso no les daba muchas buenas esperanzas, puesto a que sus normas podrían diferir con las que se gobernaba la humanidad.

    […]

    — ¡Al fin estoy aquí! — Vitali gritó en voz alta, mientras que uno de los traliod lo tenía retenido de los brazos para evitar que saliera corriendo en cualquier dirección no deseada — ¡Fenya, Valiana, Winter!

    Los gritos del ingeniero llegaron a oídos de todos los humanos que se encontraban en ese grupo de traslado. Todos se voltearon para ver quién podría ser, incluso aquellos que no eran los destinatarios de aquella llamada. La esposa y los dos hijos del ingeniero militar se alegraron al verlo presente en el mismo grupo que ellos, puesto a que no habían tenido noticias de él desde que se marchó a pelear contra los invasores.

    — ¡Vitali! — Fenya gritó de alegría cuando lo vio — ¡Sobreviviste!

    Vitali fue llevado junto a su esposa y sus dos hijos por aquel traliod que se encargaba de escoltarlo. Tan pronto como estuvieron allí, este lo soltó, y se colocó en formación con los demás miembros de su especie que se encargaban de avanzar escoltando a los humanos a través de esa zona del planeta.

    — Me alegra mucho volver a verlos — Vitali sonreía pese a todo lo malo que había sucedido — Al menos podré estar con ustedes cuando el plan de Renji se lleve a cabo.

    Fenya, Winter y Valiana se emocionaron bastante cuando vieron que él seguía con vida. Dado a que no estaban atravesando una situación optimista, y que se encontraban restringidos en sus movimientos mientras estaban siendo trasladados a un lugar desconocido, no pudieron derramar lágrimas de alegría por haberse reencontrado con él tras varios minutos de incertidumbre en los que no sabían si permanecía vivo. Sin embargo, eso no evitó que una sonrisa se formara en el rostro de los tres.

    — ¿Papá? ¿Qué es lo que está pasando ahora? — Winter sentía mucha confusión con todo lo que sucedía — Estos seres llegaron de la nada, y varios soldados nos dijeron que no intentáramos huir y no mostráramos resistencia.

    — Nos dijeron que todo estaría bien, pero desde que nos apresaron, solo puedo pensar en que vamos a terminar de forma trágica en cada minuto que pasa — Valiana compartía la sensación de Winter — ¿Cómo es que algo como esto estará bien?

    — No puedo revelarles el plan ahora, o de lo contrario, estos seres nos podrían oír — Vitali se sentía mal por no poder hacer nada para darles tranquilidad, y esas palabras las tuvo que murmurar forzadamente — Pero créanme que esto fue la mejor alternativa para salvar la mayor cantidad de vidas posible. De no haber hecho esto, Lara Furlan habría muerto, y quizá muchos otros soldados en los que me incluyo yo también. Sé que esto puede darles el presentimiento de que las cosas saldrán mal en cualquier momento, pero créanme cuando les digo que todo estará bien. Renji nos va a rescatar cuando sea el momento.

    — Amor, ¿cuántos somos los que estamos aquí? — preguntó Fenya, quien quería saber todo el contexto de la humanidad — Sé que aquí no estamos todos los que sobrevivimos. Somos muy pocos.

    — No tengo ni la menor idea de cuantos somos, pero te garantizo que hay muchos militares que no han sido capturados — Vitali explicó una pequeña parte del plan — De ellos y de Renji depende nuestro escape.

    Fenya y sus dos hijos comprendieron inmediatamente que no debían hablar más al respecto en aquel lugar y en ese momento. Los traliod les estaban escoltando desde muy cerca, y parecía que esos susurros no les habían llamado mucho la atención de primeras. Pero no querían aprovecharse de eso, puesto a que sabían que no duraría por siempre, y si tenían una oportunidad para escapar, lo que menos querían era ponerla en peligro.

    Para tratar de disipar un poco las miradas que creía que tenían encima, Fenya quiso preguntarle algo a su esposo.

    — ¿Cómo fue que te trajeron hasta aquí? — la médica tenía esa curiosidad — Pensé que te habían llevado a un grupo diferente.

    — Le insistí a uno de ellos, y luego de hartarlo con mis palabras, lo hice ceder — Vitali reveló la verdad — Está claro que no nos quieren muertos. De ser así, seguro me habrían asesinado por ser una molestia. Pero eso no me tranquiliza demasiado.

    — ¿Quién es el que dirige todo esto? — Winter pronto tuvo una idea — Quizá todo esto acabe si la cabeza de todo este grupo pierde la vida. Suponiendo que sea solo uno.

    — Es uno solo, pero no tiene el poder absoluto — Vitali comenzó a explicar — Lara habló con uno que se hacía llamar maestro, y respondía al nombre de Elber. Pero él dijo que sigue las órdenes de un tipo llamado Hufan. Un patriarca.

    — Eso no puede ser bueno — Valiana recordaba sus clases de historia — Las sociedades patriarcales que la humanidad sostuvo durante siglos fueron totalmente injustas y llevaban a cabo políticas y acciones discriminatorias. Incluso entre humanos existía discriminación. ¿Cómo vamos a poder vivir tranquilos en una sociedad patriarcal de una especie diferente?

    — A mí tampoco me gusta esto, hija, pero no será permanente — Vitali quería reconfortarla, por más difícil que pudiera ser — Hemos perdido una pelea, pero no nos han derrotado. Ellos nos tomaron por sorpresa, pese a que sabíamos que estaban allí. Esperemos que para nosotros funcione de la misma manera.

    Cada momento que pasaba, las cosas para los humanos que estaban siendo trasladados parecían empeorar. Otros hombres y mujeres ajenos a la milicia y a la familia que tenía esa charla pudieron oír las palabras de Vitali, quien había sobrevivido a la pelea y pudo obtener algo de información. Nada de lo que dijo les podía ayudar a ganar ni siquiera una pizca minúscula de esperanza.

    Pocas conversaciones tenían lugar entre los humanos, quienes no querían perder fuerza, puesto a que parecía que el trayecto a recorrer era muy largo.

    […]

    — Es en este lugar — el maestro Elber estaba junto a Lara, Vyon, Gavril y algunos humanos más — La traeré ahora mismo, y así demostraré que somos seres de palabra.

    La noche se había cernido ya sobre el continente de occidente. La caminata que llevaron a cabo los traliod escoltando a los humanos les duró casi un día completo. Conociendo el camino de ida, y con la humanidad resignada a obedecer y a permanecer inmóviles ante la captura, la duración del trayecto fue mucho más corta.

    Elber apartó a Lara, Gavril y Vyon del grupo. Él había acordado con la que creía que era líder de la raza humana que tenía que reunirla con su hija, cautiva hacía un par de días atrás por algunos de sus discípulos. La razón por la que apartó a otros humanos fue porque necesitaba testigos que pudieran dar fe de que era cumplidor en las cosas que decía.

    Todos los humanos allí parados conocían de sobra a los comandantes Utkin y Furlan, puesto a que estos eran líderes de la humanidad. No conocían a sus hijos, pero sabrían identificarlos con solo mirar la reacción que pudiera tener la pareja.

    Elber los dejó parados allí en compañía de varios de los traliod que lo escoltaban. En solitario se fue hacia unas cuevas que había en aquel sitio, iluminado por antorchas puesto a que el planeta Tralio no contaba con un satélite natural que pudiera brindar luz en la noche. El fuego se encargó de brindar un panorama en el que se pudiera ver bien. Todos vieron como aquel ser que lideraba a toda esa muchedumbre se metió a una cueva, para salir tan solo veinte segundos después acompañado de la humana Airin, quien tenía las manos atadas a la espalda y no podría moverse.

    Ella caminó con Elber sujetándola de uno de los brazos, impidiendo que pudiera salir corriendo. Al momento en el que divisó a su familia allí, su corazón se estremeció de alegría, pero ver que estaban en su misma condición terminó mitigando esa sensación.

    — ¡Mamá, papá! — gritó ella con una emoción cortada por algo de amargura — ¡¿Qué les hicieron?!

    Sin separarse del ser que la estaba escoltando, Airin avanzó con calma hasta que quedó frente a su familia y frente a otros humanos más que también estaban asombrados por verla.

    — ¡Airin! — Lara estaba muy aliviada de verla de nuevo — ¡¿No te hicieron nada?!

    — ¡No, pero a papá…! — ella no tardó en ver la silla de ruedas — ¡¿Qué fue lo que te hicieron?!

    — Me voy a recuperar, amor, no te preocupes — Gavril mostró una sonrisa falsa con el objetivo de tranquilizar a su hija — Estoy bien. Esto es solo un contratiempo temporal. Cuando me pueda mover, arreglaré todo este desastre.

    Iker, quien escuchó los gritos, se asomó desde el interior de la cueva, y pudo ver con sus propios ojos algo que creyó que no pasaría nunca. Airin estaba reunida de nuevo con su familia, pero, para un mal presentimiento de él, estaban cautivos. No veía por ningún lado al comandante Yukimura, pero asumió que, si dos de sus líderes habían sido capturados, él también debía estar con ellos.

    — Tu hija sin ningún rasguño — Elber le dijo eso a Lara — Ya puedes dejar esa mirada tan negativa atrás. Jueguen bien su rol, y les garantizo que el patriarca Hufan les permitirá estar juntos por el resto de sus vidas.

    — Tú cumpliste tu palabra, pero desde luego, tú no eres ese tal Hufan — Lara lo confrontó con seriedad — No sabemos qué tal actuará cuando lo conozcamos.

    — Lo conocerán pronto, y todas tus dudas serán disipadas — Elber presionó el puño con algo de furia, gesto que fue notado por todos — Por esta noche, toca descansar. Mañana emprenderemos el viaje hacia el que será su nuevo hogar.

    […]

    Tal y como lo dijo el maestro Elber, en el momento que salió el sol, los seres humanos que se encontraban apresados fueron despertados y una nueva marcha empezó. En el camino, sin detenerse o brindarles ningún descanso, algunos de los traliod se acercaron poco a poco a los humanos que avanzaban en dirección desconocida. Tenían recipientes con agua y bandejas con comida, la cual constaba de carne o frutas silvestres obtenidas de los árboles.

    Con mucha incomodidad, los humanos tuvieron que beber desde la boquilla y comer mientras seguían avanzando al frente. Al no usar sus manos, les costaba mucho acomodarse para poder nutrirse, pero los traliod se encargaron que cada uno de los miles que estaban allí retenidos tuviera algo de fuerza para el viaje a realizar.

    Tras unos seis kilómetros de marcha, la humanidad comprendió lo que iba a suceder con ellos. El camino que recorrieron acabó en una costa, en donde podían ver una enorme flota de veinte barcos de madera encallados en la playa. Se podía ver el enorme tamaño que tenían. Cada uno desde lejos se veía inmenso, incluso más que embarcaciones de lujo en el planeta Tierra. En el centro de los barcos se erigía un mástil que contaba con velas enormes que se impulsarían con el viento. A los laterales había remos de madera, los cuales posiblemente servirían para mover la embarcación cuando el viento en altamar no fuera suficiente.

    Lo que podían ver era el lateral del barco, y una rampa que conectaba la embarcación con la arena de la playa.

    Elber apareció al frente y subido en su montura, listo para dar las indicaciones mientras se alejaba de su grupo y se acercaba a los barcos.

    — ¡Los tenemos! — empezó a gritar con jolgorio — ¡Es hora de que empiece el transporte hacia nuestro territorio! ¡Prepárense para abordarlos!

    Desde el interior de los barcos empezaron a salir varios traliod, quienes escucharon la orden proveniente del maestro asignado a cumplir con la misión de captura de los seres que se encontraban en aquel continente. Fue así que los traliod que estaban en tierra firme empezaron a llevar a los humanos hacia la playa, de manera que pudieran abordar los barcos que se encargarían de llevarlos rumbo a su nuevo hogar, según palabras dichas por el propio Elber.

    […]

    Al cabo de unas horas, todos los humanos cautivos fueron subidos a las embarcaciones, y cuando ya no quedaba ninguno, este conjunto de veinte barcos de madera empezó a navegar en las aguas del océano inmenso que se hallaba frente a ellos. Cada barco contaba con la capacidad de trasladar a cincuenta humanos cada uno. El traslado sucedería en lo que todos pudieron ver como una plataforma rectangular.

    Detrás del mástil del cual colgaban las velas, se encontraba un rectángulo de madera con un escalón. En la parte frontal y trasera, situada justo en el punto medio del lado más angosto, se erigían dos soportes que eran unidos por una vara gruesa de metal, como si fuera una tubería.

    — ¡Suban! ¡Ahora! — dio la orden uno de los traliod, mientras empujó a dos humanos.

    Los humanos fueron obligados a subirse a aquella plataforma, para luego ver como otros traliod, los que se encontraban a bordo del barco, se acercaban con otra clase de atadura. Estos les quitaron las antiguas que estaban hechas por liana, para colocarles unas nuevas formadas por cuero, y que contenían un enganche de metal. Hicieron a los humanos levantar las manos, y fue así como lograron atarlos en el metal que cruzaba la plataforma entera. Uno detrás del otro, los humanos tomaban su sitio sobre la cubierta de las embarcaciones, las cuales los llevarían a su destino.

    En uno de esos barcos, Gavril observó cómo su familia fue puesta en la parte de delante de la plataforma, para que los cuatro pudieran ocupar las cuatro primeras posiciones en ese sitio. Lara fue puesta de última en el cuarto lugar. Airin, por insistencia del maestro Elber, fue colocada justo delante, ocupando el tercer puesto. Vyon fue puesto en el segundo lugar, solo porque Gavril todavía no se había levantado de su silla de ruedas.

    El traliod que lo trasladó durante la caminata no era el mismo que estaba detrás de él, ya que este abordó junto con el maestro en un barco diferente. Ver que el humano no respondió a sus órdenes de que debían subir para ser enganchados terminó por hacerlo enfadar.

    — ¿Tienes problemas en los oídos? — preguntó sacudiendo un poco la silla de ruedas — ¡Sube!

    — ¡No puedo caminar porque uno de los tuyos me lastimó! — Gavril le recriminó, mientras todos los humanos ya en la plataforma y los trabajadores de aquel barco le miraban — ¡Vas a tener que hacerlo tú!

    — Se me informó que no podías caminar — le contestó el traliod, algo molesto por esa conducta — Pero nada te impide arrastrarte y luego ponerte de pie para el enganche.

    — Lamento decirte que con mi herida tampoco me puedo poner de pie — Gavril contestó con algo más de calma — Es culpa de uno de los tuyos, que me atacó con ferocidad. Pero lo bueno es que conseguimos acabar con su miserable vida.

    Uno de los trabajadores del barco se acercó a él para verificar el problema. Tan pronto como llegó, su compañero y el propio comandante le informaron de la situación. Para comprobar que la historia fuera verídica, el trabajador del barco tocó ambas piernas del humano. En el momento en que sus manos hicieron presión sobre la pierna que estaba rota, Gavril lanzó un grito de dolor muy desgarrador, para luego chocar los dientes en señal del padecimiento que le hacían sufrir.

    — Esto es un problema — comentó ese trabajador — No servirá de nada si no puede ni siquiera estar de pie. ¿Tú lo trajiste?

    — No, fue uno de mis compañeros — comentó el traliod, logrando evadir esa responsabilidad.

    — Muy bien, entonces esto lo resolverá el maestro Elber — comentó el trabajador, apartándose del lugar.

    Aún en su silla de ruedas, Gavril miró junto a todos los demás humanos enganchados en la plataforma, como aquel traliod se retiró hacia la parte del barco que daba acceso a su interior desde la cubierta. Atravesó una puerta, desapareciendo así de la vista de todos ellos. No tardó más de dos minutos en salir, y en sus manos portaba un objeto color blanco que llamó la atención de todos los cautivos.

    Se paró en el borde de la cubierta, el cuál daba la vista al agua azul del océano que estaban cruzando en aquel momento, y tras colocarse el objeto en la boca, empezó a soplar. Eso le hizo saber a los humanos que se trataba de un cuerno, posiblemente una manera de llamar a sus superiores.

    Los barcos se movieron un poco, permitiendo así que el barco que trasladaba al maestro Elber se alineara de par en par con esa otra embarcación. Una tabla de madera fue colocada entre los límites de ambos barcos, y eso permitió a Elber cruzar de un lugar a otro. Este avanzó hacia el trabajador que sopló el cuerno, ya que él fue quien lo llamó.

    — ¿Qué ocurre? — Elber no se veía contento, puesto a que todavía no había pasado una hora desde el inicio de la travesía.

    — Hay un problema, maestro, venga por favor — comentó el trabajador del barco.

    Elber fue llevado hasta el traliod que estaba junto a Gavril. Pudo identificarlo fácilmente, ya que supo que se trataba del padre de la chica a la que habían capturado, y también como pareja de Lara.

    — ¿Qué ocurre con él? — Elber no entendía nada — Sé que no puede caminar.

    — No es solo eso, no puede ponerse de pie — el trabajador le contestó — Le he tocado las piernas y empezó a gritar como animal a punto de morir. No creo que nos sea de utilidad si no puede ni pararse.

    — Tenía entendido que solamente no podía caminar, y ahora resulta que no puede ni estar de pie… — el maestro estaba perdiendo la paciencia — Pero no lo daría por un inútil todavía. Le quedan los brazos. Seguro el patriarca Hufan tiene la inteligencia para encontrarle una forma de ser útil.

    — ¿Lo dejamos en la silla de ruedas? — preguntó el trabajador del barco.

    — No, tiene que viajar junto a los demás — Elber se movió para colocarse atrás de él — Lo subiré yo mismo.

    Con algo de violencia y un enfado notable encima, Elber inclinó la silla de ruedas hacia el frente, haciendo que Gavril cayera al piso y gritara de dolor tras el golpe recibido en la pierna rota y en el brazo roto. Todos los humanos subidos a la plataforma miraban con incomodidad la forma en que lo trataban, aunque algunos pronto cerraron los ojos tras ver algo tan atroz.

    — ¡Papá! — Airin se sentía apenada por verlo así — ¡No lo lastimen!

    — ¡Malditos bastardos de mierda! — Vyon dejó salir su furia contra ellos — ¡Déjenlo en paz! ¡Fueron los suyos los que lo hirieron de esa manera!

    — ¡Gavril… por favor, no lo lastimen más, lo harán empeorar! — Lara fue la última de la familia en pedir clemencia.

    Gavril sufría mucho, y dadas sus limitaciones físicas, no podía ni siquiera retorcerse por el dolor que sentía. Elber y los demás trabajadores del barco lo miraban sintiendo asco por la debilidad mostrada por él.

    — Te subiré yo al enganche — Elber le dijo con furia — Pero ni sueñes que te voy a trasladar más tiempo. Arrástrate con tus brazos y súbete a la plataforma. Eso al menos eres capaz de hacerlo.

    Gavril derramó un par de lágrimas por el dolor tan intenso que le hicieron sentir. La caída provocada por aquel traliod le hizo mucho más daño en la pierna y el brazo que tenía roto. Pero pese a todo, sabía que le habían dado una orden. Usando solamente un brazo y una sola pierna, el comandante de la humanidad se movía a rastrones de la única manera que podía hacerlo.

    Los traliod que lo miraban estaban desconcertados, incluso se miraban entre sí sin entender el motivo por el que no usaba sus dos brazos. Ante la sospecha, el maestro Elber decidió actuar. Se acercó a Gavril y realizó un apretón en el brazo que no estaba usando. Fue suficiente con tan solo el contacto para que el militar gritara de dolor de forma más fuerte que antes. Para esas alturas, solo unos pocos humanos se atrevían a mirar la escena.

    — ¿Tu brazo también? — el maestro Elber lo soltó — ¡Eres una maldita carga inútil que no sirve ni para arrastrarse! ¡Tienes menos capacidades que un gusano mierdero!

    — Maestro, no es que quiera ser un delator, pero uno de los que subió al barco suyo fue quien lo trasladó — otro de los traliod se lo comentó — Esto es responsabilidad de quien lo trajo.

    — Lo sé, y hablaré con él ahora — el maestro de los traliod se iba a retirar del lugar.

    — ¡Espere, ¿qué hacemos con él?! — el trabajador del barco quería saber si tenía algún plan.

    Elber se detuvo en seco en lo que era su marcha hacia su propio barco. Tan pronto como escuchó esa pregunta, se dio la vuelta y miró a Gavril en el suelo, llorando e inmóvil puesto a que era incluso incapaz de arrastrarse. Estaba tan furioso por haber gastado esfuerzos en un humano que resultaría ser inútil para ellos, tanto que no tenía idea de qué hacer con él.

    — Si no puede ponerse de pie ni usar los dos brazos, no nos sirve de nada — Elber comentó en voz alta, ante la mirada de todos — El patriarca Hufan es inteligente, pero ni siquiera él podría ser capaz de encontrarle algún uso posible a un inválido como él. Es una carga. Y las cargas no tienen lugares en nuestra sociedad… Lo peor de todo es que si lo mato al llegar a tierra firme, tendremos que enterrarlo. Y sería un esfuerzo inútil… No me queda otra opción más que deshacerme de él. Lo arrojaré al mar y que sean las aguas las que se encarguen.

    — ¡No! — Lara gritó horrorizada ante la idea.

    — ¡No lo lastimen, él solo está herido, no está inválido! — Airin intercedió ante ellos.

    — ¡Malditos de mierda, no se atrevan a tocarlo! — Vyon, por su parte, se mostró desafiante.

    Gavril puso una expresión de horror en su cara, sabiendo que no podría mantenerse a flote sin poder contar con solo dos extremidades. Su familia, queriendo hacer algo para impedirlo, empezó a forcejear en el sitio en el que se encontraban parados, tratando de romper el enganche y ser libres para ayudar, pese a que sabían que no serían lo suficientemente fuertes para hacerles frente. Elber se acercó y tomó a Gavril del brazo que tenía roto. Sin saber qué tan seria era la herida de sus piernas, tocó ambas al tanteo, para acabar sujetando la pierna con la que hizo gritar a Gavril más fuerte que antes.

    Mientras varios humanos allí que eran parte de la unidad de Gavril y su familia pedían en llanto y súplica que no le hicieran nada, Elber lo movió hasta el lateral de la plataforma. El comandante empezó a entrar en pánico cuando veía las quietas aguas del mar al que sería arrojado, ya que pudo deducir que serían muy profundas con solo ver ese color azul.

    Como si fuera un trapo sucio, el maestro Elber arrojó al agua el cuerpo de aquel humano. Empezando así una nueva ronda de gritos entre los presentes.

    — ¡Gavril! — su esposa no pudo contener las lágrimas.

    — ¡Por favor, ayúdenlo, yo trabajaré el doble por él! — Airin dijo lo primero que se le ocurrió — ¡Busquen a mi papá!

    — ¡Enfermo de mierda, tú me las vas a pagar por esto! — Vyon era quien más enojado estaba — ¡Sálvalo ahora y te juro que no te haré sufrir cuando te mate!

    Con repulsión, el maestro traliod que lideraba la expedición decidió hacer oídos sordos a esas palabras. Sin más que hacer allí mismo, cruzó el puente de madera de regreso hacia su barco, para poder apartarse de la zona de un conflicto ya resuelto.

    Gavril logró salir a flote usando una pierna y un brazo. Escupió un poco del agua salada que tragó, y luego giró su cuerpo en dirección hacia los barcos, viendo como estos se marchaban a gran velocidad por el viento que soplaba en el mar.

    — ¡No! — pensó con un gran miedo mientras intentaba nadar con sus limitaciones — ¡Lara, Airin, Vyon! ¡Ya voy! ¡No moriré aquí! ¡Voy a encontrarlos!

    Además de que tenía un brazo y una pierna que hacían peso muerto, y que incluso dificultaban el nado del comandante por el daño que recibía al moverse, la ropa que tenía puesta no era la indicada para nadar. El agua estaba fría, y Gavril cada vez más sentía como el viento frío que tenía alrededor solo hacía las cosas peores.

    Con toda la fuerza de voluntad que tenía, logró avanzar quince metros por aquella enorme masa de agua, solo para terminar sin fuerzas y casi sin aire. Los barcos estaban más lejos con cada segundo, y él ya no podía moverse del cansancio y del frío.

    — No… — su voz temblorosa apenas fue oída por él — No puedo morir… no así…

    Movía su brazo y su pierna sana para tratar de hacer algo por sí mismo para poder llegar con su familia, pero no pudo avanzar ni un solo centímetro más. Esos movimientos finales que hacía lo estaban manteniendo a flote, hasta que ya no tuvo la fuerza para seguir sosteniéndose en la superficie, por lo que terminó hundiéndose en el agua salada y helada que lo rodeaba. Contuvo la respiración por cuatro minutos pese a su cansancio, pero ese fue el límite final que su cuerpo logró soportar. Con un gran dolor encima, el comandante Gavril Utkin murió ahogado en el mar, y su cuerpo seguía hundiéndose cada vez más mientras que sus pulmones se seguían llenando de agua.

    A bordo del barco en donde lo habían subido, Lara Furlan y los dos hijos que ella había tenido con Gavril rompieron en llanto al saber que no había ninguna esperanza de que él pudiera permanecer con vida a esas alturas. Pese a las súplicas, ninguno de los traliod hizo algo para evitar ese fatídico destino. Elber no tenía idea en ese momento, pero había provocado la muerte de uno de los tres líderes de la humanidad.

    […]

    — ¡Qué puta peste con ustedes! — uno de los traliod no dejaba de gritarle a los humanos — ¡Cagan y mean como unos putos animales! ¡¿Qué clase de sistema tienen en sus cuerpos?! ¡No les pido que estén una semana entera sin emitir desechos como nosotros, pero al menos un día!

    El sistema digestivo y urinario de los seres humanos era muy diferente al de los traliod. Ellos podían aguantar toda una semana sin la necesidad de orinar o defecar, tal y como lo mencionó uno de ellos. Los humanos capturados, en los cuatro días que estuvieron viajando por el océano, no habían tenido el lujo de haber visto a ninguno de sus ejemplares hacer sus necesidades. Caso contrario al de ellos.

    Dado a que ellos estaban con los brazos al aire y enganchados del metal superior de la plataforma, lugar del que no se les permitía salir, los seres humanos no tuvieron más alternativa que orinar y cagar en su propia ropa. Comían solo dos veces al día, y bebían cuatro veces, pero los movimientos del barco sobre el agua terminaban por causar movimientos en el interior de los humanos. Cuando alguien no podía aguantar más tiempo, tenían que dejar salir los desechos.

    Todos los aprisionados tenían su ropa y cuerpo sucio, sin mencionar que también habían ensuciado la plataforma con heces y orina. El hedor que desprendía la exposición al sol de tantos desechos era putrefacto, llegando a provocar que algunos de ellos vomitaran ocasionalmente. Los traliod no podían hacer nada para deshacerse de aquel hedor, puesto a que deberían limpiar para ello, y no veían ganancia en hacerlo solo para que ellos lo volvieran a ensuciar.

    Fue así que la humanidad tuvo que viajar de un continente a otro mientras soportaban el olor de sus propios desechos.

    Vitali, Fenya, Winter y Valiana se encontraban a bordo del barco que había sido elegido por el maestro Elber el día anterior. Este estaba ausente, puesto a que necesitaba protegerse del mal olor que despedían todos ellos. Pero, de forma inesperada, salió al encuentro con todos los humanos allí presentes. Unos cincuenta en total.

    — Tan pronto como lleguemos a la costa, los haré bajar y van a bañarse para ver si podemos deshacernos de ese olor desagradable — Elber habló con cada uno de ellos mientras iba del principio de la plataforma hasta el final, moviéndose desde los costados — No permitiré que el patriarca los vea en ese estado.

    Al cabo de unas horas más, el cielo del planeta Tralio, nombrado como Gea por la raza humana, se empezó a nublar a medida que se iban acercando hacia una enorme extensión de tierra firme. Incluso desde la incomodidad de aquella plataforma podían ver que se acercaban a lo que parecía ser una zona costera.

    Elber salió, mientras se preparaba para soltar a los humanos tan pronto como fuera su llegada. Sin embargo, con el correr de los minutos, empezó a oírse el resonar de tambores y cuernos, sonidos que provenían desde la costa. Al estar bastante cerca, pudo distinguirlos perfectamente, y con solo asomarse pudo notar que allí se encontraba el patriarca Hufan, visible ya que estaba a bordo de una montura mucho más alta que la del propio maestro Elber.

    — Mal momento — pensó para sí mismo mientras su barco se encargaba de dejarlo allí.

    En solo unos quince minutos más, los veinte barcos que partieron para ir en busca de los seres humanos, pese a que los traliod todavía no tenían idea del nombre de su especie dado a que esa tarea la había pedido el patriarca, se estacionaron frente a la costa, deteniendo los barcos al poner un ancla de acero en el fondo no tan lejano a la costa. Una plataforma se extendió desde la embarcación desde la cual estaba el maestro Elber, y eso le permitió a él bajar hasta el mismo nivel en el que estaba su superior.

    — Patriarca Hufan — Elber realizó una reverencia ante él — Le he traído a los seres que quería. Los he contado. En total son novecientos noventa y nueve. Eran mil al principio, pero nos hemos tenido que deshacer de uno de ellos.

    — Bienvenido a casa, maestro Elber — el patriarca Hufan habló con una voz muy aguda, casi infantil — Me alegra saber que has cumplido con tu cometido. No esperaba menos de quien fue mi mejor discípulo. Hice bien al convertirte en maestro, y también al enviarte a esta misión.

    — Agradezco la confianza puesta en mí, patriarca — su reverencia se repitió, y luego de eso quedó frente a frente con él.

    — Te la has ganado — el patriarca empezó a caminar hacia su barco — Ahora, quisiera poder ver a esos seres. Tengo mucho interés en conocerlos.

    — Si me disculpa, patriarca Hufan, pero sería mejor que fuera más tarde — Elber lo dijo con todo respeto — Ellos no son como nosotros. Cagan y orinan una vez al día. No hemos podido limpiar la cubierta. Están sucios, y tienen un olor putrefacto encima. Si me da la oportunidad, los haré que se limpien y…

    — Comprendo, Elber — Hufan no lo juzgaría por eso — Pero quiero verlos y que me conozcan. Aguantaré el olor por un minuto y luego regresaré a la orilla mientras tú los limpias.

    Con algunas dudas por aquella petición, Elber aceptó a llevarse al patriarca a bordo de su barco, dada la advertencia de que no sería agradable cuando los encontrara.

    Fue tal y como lo describió el maestro. Tan pronto como el patriarca subió por esa rampa, empezó a sentir una peste casi insufrible e irrespirable. Pero eso no le iba a quitar la oportunidad de mostrarse como era ante los aprisionados. Todos los humanos giraron para verlo, y notaron que este llevaba una especie de prenda en los pies. No era calzado, más bien se asemejaba a una media. Portaba una túnica que le cubría todo el cuerpo desde el cuello hasta más debajo de las rodillas, y los brazos totalmente descubiertos. En su cabeza se podía ver algo que identificaron como una corona hecha de un material más blanco que el algodón, pero que se veía mucho más sólido que el metal. Claramente, el patriarca estaba mostrándose como alguien superior a Elber.

    — Les doy la bienvenida a mi territorio, su nuevo hogar — decía mientras levantaba ambos brazos — Sé que les han hablado de mí, pero yo soy el patriarca Hufan… Sé que en sus mentes solo hay lugar para la desesperanza, pero créanme cuando les digo que vamos a logar cosas históricas unidos… Veo que están sucios por el viaje. Retomaré la charla con ustedes cuando estén limpios.

    Sin hacer preguntas o sin decir nada más, el patriarca de los traliod les dio la espalda a todos los cincuenta humanos allí presentes, para luego apresurar su salida de aquel barco y así no tener que soportar más el hedor que había sentido.

    — Muy bien, tal y como lo dije, es hora de limpiarlos — Elber parecía estar enfadado con ellos — Ya no soporto más ese olor asqueroso que llevan encima.
     
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