La Era de los Sueños

La Era de los Sueños

Historia corta de apenas 5 páginas del Word. Lo escribí para un concurso literario.

La Era de los Sueños​

En este mundo ya no quedan muchas voces. No es difícil escuchar el susurro del aire entre el follaje de los árboles ni el canto de los pájaros al amanecer. Las ciudades, antes un mar de caos y confusión, son ahora la cuna del silencio. Los edificios, creados y construidos por y para el hombre ya no son más que una masa de bloques ruinosa cubierta de plantas silvestres y habitada de tanto en tanto por algún animal.

No hay niños jugando en las calles, ni adultos en sus trabajos. No hay nada, excepto la calma que precede a la tempestad e inquieta los pocos corazones que aun laten en ese lugar. La antigua España, no es ahora más que una sola ciudad semi destruida y apodada “La Ciudad de la Luz”.

En su centro, perdida entre los vestigios de la raza humana, la más poderosa de todas, luce brillante la Cúpula de los Sueños, en cuyo interior descansan miles de personas, atrapadas en los brazos de Morfeo por quién sabe qué cruel encantamiento.

Y para preservar sus sueños, los guardianes vigilan noche y día la ciudad. Son llamados “ángeles”, pero en realidad no son sino personas que despertaron y obtuvieron dos alas. Sus cuerpos y sus almas se hicieron inmunes al paso del tiempo y viven para la eternidad con la misión de proteger la Cúpula del Señor de la Oscuridad.

En uno de los puntos más altos, sentada en su monumento favorito, Lara observaba con tranquilidad el horizonte de un mundo extraño. Su corto pelo castaño permanecía recogido como siempre en una cola de caballo y le daba un aire de seriedad que en realidad no poseía. Sondeó con la mente el perímetro de la ciudad; no sentía ni un ápice de energía negativa, así que suspiró y pasó a contemplar con sus profundos ojos negros las luces del atardecer. Un bello paisaje para un día en paz. Por su cabezan circulaban los mismos pensamientos de siempre. La misma pregunta: ¿Por qué yo desperté y no fue otro?

Vidas plagadas de misterio y angustia eran las que recibían aquellos que eran llamados como Ángeles para proteger a los humanos durmientes de las pesadillas. Éstas no son otra cosa que la materialización de los malos sueños de las personas y son una fuerte amenaza contra sus vidas, puesto que si una pesadilla alcanzara la Cúpula, los pocos miles de personas que yacían allí morirían instantáneamente

Estas criaturas eran seres inverosímiles, muy poderosos y difíciles de vencer. Lara ni tan siquiera podía enfrentarse a uno sin resultar herida. Pero entre los cuatro ángeles de esa ciudad, podían derrotarlas sin problemas.

Una suave melodía comenzó a flotar en el aire y Lara supo que había estado pensando más tiempo del que ella creía. Desplegó sus dos alas y alzó el vuelo al cielo lleno de matices violetas, escarlatas y amarillos. Estaba poniéndose el Sol y por consiguiente, pronto anochecería.

Pasó alrededor de la fuente central, unas bellas piedras de mármol cubiertas de musgo era todo lo que quedaba de ella, y sobrevoló una serie de inmensos edificios que antiguamente eran usados como oficinas. Abandonó la zona más intacta de la ciudad y se adentró rápidamente en la que recibió los ataques más devastadores de las primeras pesadillas. Apenas quedaban unos cuantos muros en pie.

Se dejó guiar por el sonido del piano, que emanaba una melodía lenta y triste. Cuando ya estaba cerca de su destino, detuvo el vuelo y recogió las alas, para echar a correr hacia los restos de la antigua biblioteca municipal. Se asomó al interior con cautela y sonrió, allí estaba Lis, tocando el piano de cola con sus prodigiosas manos, mientras la ligera brisa removía sus largos cabellos negro azulados. Debía de estar muy concentrada en la pieza que tocaba, puesto que tenía las seis alas desplegadas y los preciosos ojos azul claro cerrados, presa de la música.

De pronto, la chica se detuvo y volvió el rostro, para mirar a la recién llegada.

-Lara -murmuró, con voz clara y suave- ¿De nuevo aquí?

-Hum -respondió ésta, dejándose caer en uno de los antiguos sillones destartalados de la entrada, sin perder de vista a Lis- Ni que tuviera algo mejor que hacer. Está anocheciendo y, por la noche, no hay pesadillas.

-Cierto, no aparecen.- los dedos pasearon de nuevo por las teclas, pero ninguna fue pulsada- ¿No crees que es un tanto ilógico?

-No, que yo sepa, siempre ha sido así….- admitió la morena, alzando los hombros con indiferencia.

-No me refiero a eso- ahora incluso los ojos azules del ángel de seis alas recorrían distraídamente las teclas negras y blancas del instrumento, como diseñando nuevas e insonoras melodías- Antes de que el mundo cambiara, solo dormíamos de noche, por consiguiente, tan solo nos asaltaban las pesadillas por la noche. Las pesadillas deberían aparecer cuando salen las estrellas.

-Yo lo veo normal, al fin y al cabo, el señor de la oscuridad se pasea por las noches, no tiene necesidad de mandarnos ninguna de sus criaturas si él mismo puede ocuparse de nosotros.

-Pero no lo hace- los ojos azules se clavaron en los negros de Lara y un violento escalofrío la recorrió. Siempre pasaba lo mismo, su amiga no toleraba ninguna mención al señor de la oscuridad, era casi como si deseara defenderlo y, al mismo tiempo, no pudiera- Él no nos ataca.

-Bueno, puede que a nosotros no, pero a las otras ciudades….

Lis negó con la cabeza y la frase quedó inconclusa. Ambas sabían que era inútil hacer referencia a otra ciudad, en el fondo de sus corazones anhelaban que realmente hubiera más supervivientes, pero no había noticia alguna de ello. Por supuesto, si había más cúpulas en le resto del mundo, los ángeles a cargo no podían salir a buscar otros ángeles, pues se arriesgaban a dejar la ciudad desprotegida.

Lara trató de volver a hablar, pero su compañera no parecía dispuesta decir nada más y regresó al piano. Un poco enfadada, la joven se retiró del lugar y fue en busca de sus otros dos compañeros: Leo, un ángel de dos alas muy simpático y agradable que la tenía medio enamorada y Ryo, de seis alas y un carácter frío y calculador.

Los encontró donde siempre, en medio de un bosquecillo de la ciudad, en la parte más intacta, que hacía muchísimos años debía de haber sido un pequeño parque donde los niños jugaban. Ambos estaban inmersos en una partida de ajedrez y consideró oportuno no molestarles. Permaneció allí, observando como Ryo con maestría iba comiéndose una a una las fichas de su contrincante, hasta que, pasado un largo rato, dictó la sentencia final.

-Jake Mate- anunció complacido, mientras Leo juraba y recuraba que mañana la victoria sería suya, como venía haciendo desde que a Lara le alcanzaba la memoria. Obviamente, aún no había logrado derrotar a Ryo ni una sola vez y tenía serias sospechas de que éste había sido un maestro del juego antes de la catástrofe.

-Anda, Lara -exclamó, desviando la atención del tablero que había estado analizando, tratando de localizar algún error en la jugada- ¿Cuánto llevas aquí?

-Desde que perdiste el caballo ante un mísero peón- respondió esta, complacida al ver lo rápido que se le subían los colores al chico. Le encantaba meterse con él, por que así se aseguraba de que Leo siempre la tuviera en cuenta- Quería saber quienes harán las guardias hoy.

-Nosotros- informó Ryo, apenas sin mirarla y con voz neutral- Dentro de cinco horas me sustituirá Leo y mañana os toca a vosotras.

-De acuerdo, entonces voy a avisar a Lis- de nuevo, Ryo le comunicó secamente que Lis ya estaba al tanto de los turnos de la próxima semana y que no todos eran tan despreocupados como ella- Pues entonces me voy a dormir, Don Sabelotodo- dicho lo cual, le sacó la lengua y se marchó con falsa indignación.

Al poco la alcanzó Leo, que aún estaba un poco colorado. Llegaron hasta un chalet muy bien conservado, que usaban entre los cuatro como refugio para dormir y los dos ángeles se durmieron el uno en brazos del otro, sintiendo esa calidez que les era negada a varios miles de personas dentro de la Cúpula.

Cinco horas después, se medio despertó, cuando Leo se fue a cumplir con su guardia y poco después, la fría presencia de Ryo inundó la sala. Este se fue a una de las camas de la esquina más alejada y se durmió casi al instante. Lara se levanto, dispuesta a echarse con Lis para no esta sola, cuando se percató de que la chica no se encontraba en la habitación.

Aquello la sorprendió bastante, pues Lis era siempre la primera en irse a dormir y la última en despertarse. Le gustaba holgazanear en la cama y no salir de ella hasta que Ryo, a punto de sufrir un colapso nervioso, la cogía en brazos y la sacaba de las sábanas para que cumpliera con su guardia.

Intrigada por su ausencia, Lara salió del chalet y, alzando las alas, se dispuso a sobrevolar de nuevo toda la distancia hasta llegar a la antigua Biblioteca Municipal. Pronto estuvo allí, un tanto preocupada por si le había ocurrido algo a su amiga y, justo cuando estaba entrando a la sala del piano, se quedó de piedra.

Ante ella se extendió la imagen de Lis, tomada en brazos de un hombre extremadamente bello, de facciones inhumanas, unos largos cabellos oscuros y una penetrante mirada ambarina. Su primera reacción fue hacerse a un lado y esconderse, oculta tras la pared donde se encontraba la puerta que daba al recinto.

Volvió a asomarse una vez más, deseando estar equivocada y haber tenido una engañosa visión, mas lo único que logró fue percatarse de que se estaban besando y que las alas de la chica brillaban, lanzando unos pequeños destellos plateados.

No supo cuánto tiempo transcurrió, su cuerpo se había quedado inmóvil, su cabeza incapaz de pensar. Tan sólo se percató de que ellos estaban hablando, y puso todos sus sentidos en escucharlos.

-¿Te vas?- cuestionó Lis al extraño ser, que ahora le daba la espalda, pero éste no respondió- ¿Hasta cuándo piensas seguir así? Déjame explicárselo, déjame…- trató de continuar, pero le fue imposible pues él depositó un dedo en sus labios, pidiéndole silencio con aquel gesto- No quiero que estés solo.

Por toda respuesta, él le regaló un ligero beso en los labios y se marchó, caminando despacio, hasta que la visión de su extraña figura desapareció de los ojos de Lis, que suspiró y se sentó en el piano, con una sonrisa en sus labios. Sonrisa que duró hasta que captó la energía de Lara junto a la puerta.

No fue necesario llamarla, la joven ángel entró poco después.

-Lis… ¿Quien era él?- preguntó, suplicando en silencio por una respuesta que no fuera la que habitaba en su cabeza.

-Has hecho una pregunta difícil. Él tiene muchos nombres. Yo le llamo de una manera y tú probablemente lo hagas de otra- Lara frunció el entrecejo, Lis no era daba a esquivar una pregunta y le daba la impresión de que estaba dando un rodeo para evitar responderle.

-Entonces responde a esto: ¿es a quien yo llamo el señor de la oscuridad?- lo último casi lo soltó con ira. A él lo odiaba, pero no era capaz de odiar a Lis, no a la primera que vio al despertar, no a la única que había estado a su lado desde entonces- ¿Es aquél que para dominar el mundo, sumió a la humanidad en un sueño eterno y materializó a sus pesadillas para que los devoraran mientras dormían? ¡¿Es aquél que pasea por las noches y sólo causa dolor?! ¡¿Es el responsable de la muerte de casi cuatro mil millones de personas en el ultimo siglo?!

-Una de cuatro- contestó tranquilamente, dándose la vuelta para encararla. La ira que bullía en el interior de Lara se aplacó un poco con su mirada, jamás había visto los ojos de Lis tan fríos y decididos.- Si, él es a quien tú llamas el Señor de la Oscuridad, pero el resto de acusaciones no son ciertas.

Se quedó boquiabierta, acababan de decirle que todo en cuanto había creído desde su despertar no era cierto.

-Retomaremos nuestra conversación de esta mañana. ¿Recuerdas que dije que era ilógico que las pesadillas solo nos atacaran por el día?- la chica asintió- No son pesadillas. Ni son la materialización de ningún sueño. Lo que son es la esencia de la maldad humana, que tras miles de años, ha logrado tomar forma.

-No lo entiendo- Lara la miró con comprensión. Normal que no lo comprendiera. Ella misma se había negado a creerlo mucho tiempo atrás, hasta que se topo una noche con él. Y, en lugar de iniciar una pelea o enviarle una pesadilla, él la beso desesperado. Desde entonces, nada había vuelto a ser igual. Y aunque jamás logró sacarle una sola palabra, con el tiempo fue sacando sus propias conclusiones. Conclusiones que se vieron confirmadas con cada beso, con cada encuentro que habían tendido desde entonces- Entonces… ¿Por que todos duermen?

-Por que él los hizo dormir. El mundo estaba llegando a su límite y, de seguir despiertos, la maldad ahora sería indestructible. Solo nos atacan por el día porque como los humanos dormíamos durante la noche, no podíamos cometer muchos pecados: la noche no tiene tanta maldad humana como el día.

-Pero… ¿Y nosotros?

-Nosotros estamos purificados, por eso pudimos despertar, ya que no podemos corromper el mundo ahora. En cuanto a nuestros poderes, él nos los confió para que protegiéramos a quienes aún duermen. Cuando el último de ellos despierte, la maldad desaparecerá del mundo y éste podrá volver a comenzar de nuevo.

-¡Pero eso quiere decir que él nos salvo a todos!- gritó Lara, entendiéndolo todo al fin- ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué deja que creamos que es malvado? ¡Debería estar con nosotros y ayudarnos! ¡¿Por qué deambula solo por las noches?! ¡¿Quién es él en realidad?!

-Otra vez esa pregunta.- Lis sonrió, sabía que lo que venía ahora dejaría a su amiga en shock- Ya te dije que ha tenido muchos nombres. Yo lo amo, para mi es mi amor. Tú lo odiabas y para ti era “el Señor de la Oscuridad”. Antiguamente, los humanos lo llamaban Dios.

La sonrisa de Lis se ensanchó. La cara de Lara se descompuso y comenzó a llorar. Ahora todo podría cambiar.

FIN​