La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por joseleg, 15 Julio 2012.

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    Título:
    La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    27
     
    Palabras:
    1526
    Capítulo 16. Un mensaje nefasto

    El linaje de los reyes se extinguió poco a poco, algunos dicen que la mezcla contribuyó a ello, toros dicen que fue el castigo de la santísima Sofía, hija de la gran Diosa Innanna. Al ver lo que hacían los imperios de los hombres con el don de la diosa, extinguió el uso de la magia en las tierras del continente de Europa, de Asia y de África. Pero que no tuvieran ya el poder, no implicaba que la sangre de los reyes se extinguiera, como más tarde lo descubrirían los alquimistas de Iberia.

    –¡Están fuera! – gritó Antonio a más de la mitad de los estudiantes – solo se quedarán aquí las señoritas Vega, Hernández y Jerez; y los señores Torres, Pacheco, Zarta, Ramirez y Prieto

    Dicho esto, algunos estudiantes intentaron acercarse algo molestos, pero Antonio los fulminó con una sola mirada – si creen que tienen lo necesario adelante – dijo el levantando la palma de la mano, mientras que de esta se encendía una llama que no lo quemaba, la flama levantó una corriente de aire caliente que hizo moverse su cabello y su ropa de manera dramática – vengan, usen su magia contra mí, si logran quemarme, aunque sea mis ropas, los dejaré seguir – y al terminar de decir estas palabras hizo una mueca de sonrisa tan aterradora, que todos dieron un paso atrás.

    –¡No me parece justo! – gritó Liliana mientras una corriente de aire apagaba la flama de Antonio y arruinaba su pose dramática. Todos sabían que cuando Liliana se enfadaba una corriente de aire comenzaba a rodearla de manera descontrolada, y en esos momentos realmente lo estaba – ¿¡por qué no les das una segunda oportunidad!? ¿Por qué no les das más tiempo?

    –Le falto agregar, “¿por qué no le da más tiempo a mi principito azul amado?” – susurró Andrea a los oídos de Natalia, aunque esta no le prestó mayor atención a aquel comentario.

    Antonio levantó la ceja bastante sorprendido, pues era la primera vez que una de sus mejores alumnas lo retaba a el de manera tan directa, luego suspiró más como si estuviera incomodo, que molesto, luego abrió los ojos y miró directamente a Liliana – yo soy como la muerte, pero a diferencia de ella, los que elimino pueden seguir con sus vidas aprendiendo otras líneas del arte de la magia – luego mirando hacia las montañas del oriente continuó, cerrando los ojos – se me pidió entrenarlos en el arte de la magia de combate, y el combate es un arte cruel, un arte donde la muerte está en cada gesto – luego observó a Liliana una vez más – el campo de batalla es solo para los fuertes y ellos, no lo son.

    –Pero, ¡no es justo! – respondió Liliana, pero a pesar de la violencia del viento que golpeaba el manto de Antonio este se acercó a ella, pero sin verla a la cara, su vista estaba fija en el nuevo templo en la cima de Montecerrado

    –La justicia en el campo de batalla solo es del fuerte, el impone la ley con su fuerza – repuso Antonio – todo aquel que crea que es merecedor de ser entrenado por mí, debe ser lo suficientemente fuerte como para poder herirme mínimamente, y todos los que acabo de elegir tienen esa capacidad, hasta tu señorita Vega.

    –Eso no es cierto – repuso Liliana

    –Bueno, como sea – dijo Antonio en un tono más ameno y con una sonrisa – esas son mis condiciones, igual parece que el tiempo no es oportuno, así que concluiremos la clase de hoy con esto. Necesito que consulten en la biblioteca sobre los espíritus guardianes Nahual, quien sepa más para mañana de este tema, podrá utilizar el campo de entrenamiento todo el fin de semana por las tardes cuanto desee. ¿Entendido, señorita Vega?

    –Sí, profesor Moncada – repuso ella con una mirada de resentimiento, lo cual sorprendió a Andrea, ya que era la primera vez que Liliana miraba de esa forma a Antonio.



    –Imperio de pies de barro, ¿cierto?, tortugas pegadas al suelo, ¿cierto? – decía Iztacci al Virrey Don Juan mientras se echaba viento con un abanico hecho con plumas de quetzal, un objeto extremadamente caro aun para los más opulentos nobles de Mextze mientras estallaba en carcajadas.

    La flota de Iberia se había retirado al enterarse de la noticia de que uno de sus fuertes había sido invadido solo por 2 guerreros Águila y 3 guerreros jaguar.

    –Pero ¿qué significa esto? – se preguntó el Virrey, sus manos temblaban sin saber si podía creer, en aquellas palabras, pero tanto los informes de sus propias fuentes como los de la embajadora confirmaban lo sucedido. La Gran Emperatriz había enviado a una de las tres secciones de la guardia imperial a la guerra contra el imperio mecanizado del norte, el imperio de Britania. En solo un día tomaron una gran fortaleza, y en el segundo, había puesto en jaque a una ciudad importante en el norte Baton Rogue.

    –Mi hermano mayor en persona se ha encargado de salvarte el cuello mi amigo – dijo Iztacci – pero no debes sorprenderte, es lo mínimo que podemos hacer por nuestros buenos aliados de quienes hemos aprendido tanto. Quetze Huatl también llamado el rayo de Huichilopoztli era uno de los tres guerreros mágicos legendarios, guardianes del trono imperial de Mextze. Pero por mas legendario que fuese, que solo 5 soldados pudieran tomarse una fortaleza, resultaba inquietante


    Mientras tanto, el joven Juan se encontraba pensando.

    –Joven, estoy seguro que pronto encontraremos a alguien que nos pueda ayudar – dijo Miguel.

    –No, él tiene el conocimiento que necesito, justo el que necesito – dijo Juan mientras hacía rodar su espada con la punta como su fuera un eje. Mientras la cuchilla brillaba reflejaba la luz que le daba proveniente de una de las lámparas, pues el atardecer ya se hacía sentir, junto con el frio de Santafé – debiste ver eso Miguel, era como tener una estrella en la alma de la mano, tan hermosa y tan poderosa, con un gesto de la mano, la estrella se expandió en una lengua de luz y fuego que carbonizó todo a su paso, las tres bestias se quemaron hasta sus núcleos, y estos se deshicieron en el aire. Después de eso, el maestro Moncada toco con la bota un punto central del círculo de alquimia y este empezó a brillar consumiendo las otras esferas de energía de regreso a la tierra. Don José no paraba de reír, parecía loco de felicidad, pero también me dijo que, él había visto algo parecido, pero mucho más poderoso y con más efectos en la fortaleza de Aquitania hace 8 años.

    –¿Quiere decir que el maestro Moncada está ocultando todo su poder? – preguntó Miguel.

    –Precisamente – contestó Juan – no estoy exagerando al decir que, podría llegar a ser peligroso para el imperio si lo deseara.

    En ese momento tocaron a la puerta.

    –¿Quién podrá ser a esta hora?, debe ser la señorita Liliana – dijo Miguel abriendo la puerta. Liliana ingresó agradeciéndole a Miguel y luego se arrojó a los brazos de Juan, abrazándolo con toda su fuerza.

    –¿Estas bien? – dijo Liliana con un susurro al oído.

    –Sí, lo estoy, gracias al maestro Moncada – dijo Juan – él nos salvó a Don José y a mí, de esas criaturas, es muy hábil.

    –Pero también es un tonto, ucchhh – dijo ella toda amargada – ¿sabes que hizo hoy?, eliminó a más de la mitad del curso y solo nos dejó a ocho, y cuando los demás le reclamaron solo se dedicó a decir “solo los fuertes blablablá, solo entrenare al que pueda herirme, blablabla” –

    –Espera un instante, que, ¿qué fue lo que dijiste? – preguntó Juan

    –Que solo entrenaría a aquel que pudiera herirlo – dijo ella – como si alguien pudiera hacer eso con un mago del nivel que el posee.

    –Ya veo – dijo Juan levantándose de su lugar y enfundando su espada – ¿de casualidad sabes dónde está el maestro Moncada en estos momentos?

    –He escuchado que entrena con el maestro Cortés cerca del lugar donde nosotros entrenamos – dijo ella – pero nadie se atreve a interferir en el entrenamiento de dos maestros, algunos estudiantes que han hecho eso con otros maestros han resultado heridos de gravedad en otras ocasiones.

    –Ya veo – dijo Juan con una mirada de fuego en sus ojos – perece que es tiempo de mostrarle al maestro Moncada que mis habilidades con la espada no son algo que puedan tomarse a la ligera.

    Liliana se llevó las manos a la boca al caer en cuenta. Antonio la había utilizado a ella para retar a Juan a una pelea, ¿sería un pretexto para un duelo?, ¿de ese modo nadie sospecharía que él lo hacía por ella?, ¿intentaría Antonia matar a Juan por celos?, su cuerpo temblaba ante aquellas ideas nefastas iban y venían en su cabeza, mientras que, como en una cámara rápido Juan realizaba los preparativos para marchar. Y aunque hubiera querido advertirlo de lo que podría pasarle, no pudo hacerlo, aunque sabía que podía marchar a su propia muerte, no le advirtió, tuvo miedo, ¿pero miedo de que?, no podía saberlo en ese momento.

    Tan solo pudo levantar la mano temblorosa, mientras Juan se ponía una capa al estilo Ibérico y partía al encuentro de Antonio.
     
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    La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    27
     
    Palabras:
    1454
    Capítulo 17. ¿Duelo?

    Zurvan Akarana, el manto del destino, el dios que guiaba a los muertos creyentes de la antigua fe de Acad fue convocado por Latinos y el Sumo Pontífice de la ciudad de Lantis. Solo el Sumo Pontifice conocía el ritual para convocar a la deidad. “¿Qué deseas joven príncipe de muchos reinos?” preguntó Zurvan Akarana, y Latinos contestó “deseo ser inmortal, te lo imploro noble deidad del inframundo”, “eso es imposible mi joven monarca” contestó Zurvan Akarana “yo solía ser un humilde guía que apoyaba a las almas que nos reconocían como sus deidades a nuestra dimensión, jamás se me concedió el poder para devolver una vida”, “pero si para quitarlas” interpuso Latinos “en tal caso, temo por mi reino, temo en verdad que alguna de mis mujeres me asesine y coloque a alguno de mis débiles hijos en mi lugar, temo en verdad que mis hijos más nobles no logren tomar el poder, y que mis hijos más crueles conviertan a mi reino en una cueva de ladrones y rameras”, “ese es el destino de todos los reinos tarde o temprano, joven monarca” respondió Zurvan Akarana. La leyenda del torneo de los príncipes de Latian, primera placa de oro en la puerta de Latinios al norte de la ciudad de Lantis.

    Antonio avanzaba a toda velocidad, mientras empuñaba dos espadas, una en cada mano, golpeando consecutivamente a Edgardo, quien se defendía hábilmente con una lanza larga, la cual mantenía a raya todos los intentos de Antonio por acercarse, y de hecho, en cada movimiento defensivo le hacía retroceder, o incluso lo golpeaba, pero Antonio no se rendía. Las espadas eran sin embargo algo toscas, como si estuvieran hechas que muchas placas de hierro en bruto sin formar realmente una sola entidad, tan mal hechas estaban, que la empuñadura le cortaba la piel a Antonio, cuando estas chocaban con el arma de Edgardo

    –¡Eres obstinado! – dijo Edgardo sonriendo, mientras observaba como Antonio comenzaba a jadear agotado – la magia de tierra jamás se te dio, ¿por qué no lo dejamos en este punto gordito?

    –No, enano, me subestimas – contestó Antonio limpiándose el sudor de la frente con la manga de la blanca y holgada camisa de entrenamiento que llevaba en ese momento – ¡lograré la maestría en la magia de tierra!

    –¡Esa es la actitud de un mago de tierra! Duro, de frente, ¡¡sin retroceder!! – dijo Edgardo alegre de poder enseñar sus habilidades al máximo.


    Mientras tanto en una colina cercana se encontraba José y el Gran Consejero.

    –¡Así que era verdad! – dijo José con los brazos cruzados – cuando lo conocí hace 9 años me pareció ya un verdadero maestro del fuego, aunque algo inepto para todo lo demás, de hecho me resultaba extraño que, era bueno solo para hechizos poderosos y muy destructivos pero realmente malo para el resto, sus hechizos débiles no le salían bien y era extremadamente lento. Si lo juzgara solo por su estilo de lucha no lo reconocería, excepto por lo de la otra noche.

    –Es extraño que no hubiera reportado el hallazgo de ese hechizo y su procedimiento – respondió el Gran Consejero

    –Daría lo mismo – repuso Don José – se trata de una habilidad única, según mi maestro la denominan entropía inversa o algo así, Antonio es capaz de absorber el calor disperso a su alrededor convirtiéndolo en mana. Parece algo tonto, pero, de todas las personas que lo presentan, es el en la única persona que he visto manifestarse de un modo tan violento, la última vez que lo vi operar casi muero de hipotermia.

    –Parece que ha encontrado una forma de absorber mucho calor sin disminuir la temperatura a su alrededor según lo que usted me contó don Jose –

    –Sí, pero según él, es una técnica fallida – dijo José

    –¿A qué se refiere? – preguntó el Gran Consejero.

    –Antonio me dijo que era una técnica fallida debido a que era muy lenta, en una batalla contra magos, lo matarían antes de poder ejecutar su segundo movimiento, para él es solo un movimiento de demolición – dijo José – si lo piensas bien, es cierto. Pero volviendo al tema, ahora entiendo por qué ha permanecido aquí tanto tiempo.

    –El joven Antonio puso como condición a enseñar en este lugar poder recibir lecciones de cualquier maestro que el considerara oportuno – dijo el Gran Consejero – es bastante obsesivo cuando pone sus ojos en una habilidad que desea, aunque en verdad me preocupa que al hacer eso bloquea todo lo demás, no tiene amigos, ni tampoco…

    –Vamos, él no es de esos – dijo José sonriendo y guiñándole el ojo al Gran Consejero – es solo que aún debe estar muy afectado, por lo que sucedió aquella vez.

    –Parece que alguien viene –dijo del Gran Consejero sin tener que posar su mirada en el recién llegado

    –Valla, parece que el chico escuchó mi consejo – dijo José sonriendo maliciosamente, y esa risa inquietaba de alguna manera al Gran Consejero – me pregunto ¿qué hará?




    –Parece que alguien viene – dijo Edgardo deteniendo el entrenamiento, algo bueno para Antonio, quien quiso dejarse caer al suelo, hasta que en lontananza pudo distinguir quien era el jinete, se trataba de Juan de Alvarado y García.

    –¿Que no lo habías expulsado? – repuso Edgardo.

    –Supongo que viene por lo del reto – contestó Antonio observado a Juan con una mezcla de odio, resentimiento, aunque también de admiración.

    –Maestro Antonio Moncada, yo Juan de Alvarado y García, segundo hijo del Conde de Pastrana vengo a responder al reto que impuso con el deseo de ser aceptado como su alumno – dijo Juan con bastante decisión. Antonio notó que sus palabras carecían de cualquier duda y titubeo, cosa que lo sorprendió mucho.

    –De acuerdo – dijo Antonio ante lo cual Edgardo se puso algo nervioso.

    –Hey, hey Gordo, espere un instante, si le hace algo a este tontarrón ¡podría terminar en una mazmorra en las islas de Cerbero! – dijo Edgardo algo preocupado

    –Tomaré el riesgo – dijo Antonio mientras le guiñaba el ojo a Edgardo. Al ver esto Edgardo retrocedió.

    –Joven noble, he escuchado que es muy bueno con la espada – dijo Antonio acercándose a Juan – si desea puede usarla.

    ––En ese caso – dijo Juan sacando su arma tan amada – tengo mucha confianza en que podré tocarlo, pero no se confié, ¿he? ¡Que no quiero matarlo hasta que haya aprendido todo lo que necesito de usted!

    Pero justo un instante después de que desenvainara su espada, Antonio levantó su mano izquierda perpetrando un ataque de fuego contra Juan, este no tuvo más remedio que lanzarse tan rápido como pudo a un lado, mientras la explosión lo lazaba aún más lejos de lo que había pretendido.

    –No te insultaré tomándote a la ligera, ¡niño! – dijo Antonio continuando sus ataque, mientras Juan seguía corriendo, aunque las explosiones no lo tocaban directamente, las esquirlas lo golpeaban de manera directa rasgando sus vestiduras y causándole algunos cortes en el rostro y en las manos. Un instante después encontró un promontorio rocoso en donde pudo cubrirse de los ataques continuos.

    Juan sabía que esto sucedería, un mago con una habilidad de fuego rápido, podía generar un estado simultáneo de ataque y defensa, sería imposible atravesarla, en una batalla normal. Mientras pensaba en lo que sucedía su rostro fue cubierto por un pequeño manto de sangre que emergía de una laceración en su cuero cabelludo.

    De pronto, las explosiones se detuvieron y Juan se percató que la sombra de su cuerpo y de la roca se desvanecían, acto seguido y como impulsado por un resorte saltó del lugar, mientras una lluvia de pequeñas esferas de plasma lo rodeaban, sometiendo a aquel lugar a un verdadero infierno.

    Liliana llegó montando una yegua tan rápido como podía, para ver el campo de batalla. Antonio se encontraba en el centro, su apariencia lo hacía ver bastante agotado, mientras que a todo su alrededor había una gran cantidad de polvo que hacía difícil poder ver. Por un instante Liliana pensó lo peor, más aun por la expresión en el rostro de Antonio, completamente gélida, apática y de algún modo aterradora. De un momento a otro todas las palabras de Natalia cobraban sentido en la cabeza de Liliana, aquellos ojos llenos de ternura ahora se encontraban vacíos de toda expresión ¿Qué significaba eso?

    Luego, los ojos y solo los ojos de Antonio se movieron por un instante, y con ello la esperanza de Liliana, luego, de uno de los muros de polvo emergió Juan corriendo a toda velocidad contra Antonio, mientras que este se limitó a levantar su mano derecha, disparando directamente, una y otra y otra vez. Las explosiones envolvieron a Juan en una tormenta de polvo, junto con Antonio mientras que Liliana emitía un grito de angustia que desgarró el corazón de todos los que presenciaron esa escena.
     
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    La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento
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    Capítulo 18. Sed y templanza

    Zurvan Akarana observó al rey Latinos, su llanto era amargo, pero, de forma extraña no lloraba por su vida “¿No sentiste nada al tomar la vida de tu hermano?” preguntó Zurvan Akarana, “Era mi hermano mayor y lo amaba como tal, pero mi padre me enseñó a amar más al pueblo a la gente que depende de nosotros para sustentarse, para vivir, un rey no posee derechos, más que lo que su imagen le permite, pero piedad, no” contestó Latinos “yo asesiné a mi hermano porque no hubiera sido un buen rey y mi padre lo sabía” Zurvan vio directo a los ojos de aquel humano directo a su alma y se compadeció “Si amas a tu pueblo puedo ofrecerte un pacto que trascenderá tu corta existencia, a cambio de atar tu alma a mi trono de héroes, yo Zurvan Akarana supervisaré que solo el más fuerte física y mentalmente de los hombres de tu reino lo gobierne, sin embargo para que eso suceda, alguien deberá invocarme cuando un rey falte” . La leyenda del torneo de los príncipes de Latian, segunda lámina de oro en la puerta de Latinios al norte de la ciudad de Lantis.

    Liliana quedó paralizada por un instante, mientras que sus grandes y oscuros ojos se abrían como platos, sin embargo las lágrimas que de ellos emergieron se volatilizaron al instante en que una corriente en espiral de aire muy denso la comenzó a rodear, ira, eso era lo que sentía, dolor era lo único que se apoderaba de su corazón, y con ellos un poder que se había encontrado latente, el viento se convirtió en una ráfaga tan potente que disipó todo el polvo del campo de batalla, revelando lo que oculto se encontraba.

    Antonio se encontraba con su mano derecha frente al pecho de Juan, justo en una zona donde se encontraba una quemadura bastante fea, y no solo allí, todo el cuerpo de Juan estaba herido y sangraba por varias heridas de impacto de esquirlas, algunas zonas de sus brazos se encontraban rojas por quemaduras. Sin embargo, la cuchilla de la espada de Juan se encontraba justo al lado de la mejilla de Antonio, era un empate. Si Antonio lo hubiera decido hubiera volado el pecho de Juan como si fuera una sandía, y si Juan lo hubiera decidido le hubiera devanado el cráneo a Antonio en dos mitades.

    Antonio giró levemente sus ojos para observar el rostro de Liliana, el cual pasaba de la ira absoluta, a un descanso más absoluto, el viento se debilitó casi al instante mientras ella corría a los brazos de su amado, mientras el permanecía solo observando la situación. Justo al instante una profunda cortada en su mejilla izquierda se manifestó, junto con varios hilillos de sangre tibia que le cruzaron la garganta. Juan se tiró al suelo completamente agotado mientras Liliana le caía encima.

    –¡Eres un tonto! – gritaba Liliana a Juan mientras se le pegaba del cuello envuelta en lágrimas de alivio

    –¿Qué haces aquí? – Preguntó Juan algo molesto y visiblemente avergonzado – ¡este era un asunto entre el maestro Moncada y yo!.

    –Es que – dijo ella – es que – y observando a Antonio con ira y resentimiento – tu no entiendes que…

    –Por favor, no me sigas avergonzando – repuso Juan un poco frio, aunque el dolor lo hacía agonizar no lo manifestaba, pues así le había enseñado su hermano mayor y su padre – este es un asunto entre hombres, un asunto de honor – al decir estas palabras Liliana se sorprendió y se entristeció

    –Perdóname – dijo ella entre sollozos

    –Pídele disculpas al maestro – dijo Juan mientras limpiaba su espada machada con la sangre de Antonio

    –¡El deseaba matarte! – Gritó Liliana entre lágrimas – ¡lo pude sentir!, ¡¡lo pude sentir desde el fondo de mi corazón!!

    –¿Y no sentiste la mía? – Repuso Juan un poco molesto – ¿no me prestaste atención a mí? ¿El deseaba matarme me dices? ¡Pues yo deseaba cortar su cabeza a la mitad! Ambos poseemos el espíritu de un guerrero, y eso lo reconozco.

    –Yo también lo hago – contestó Antonio – la sed de sangre es un instinto necesario para sobrevivir en el campo de batalla, y solo alguien que ha experimentado eso lo puede sentir y lo puede aprender a controlar. Don Juan, será un honor que se presente en mis lecciones, pero deberá entender que no puedo perder el tiempo enseñándole lo básico, se presentará a las lecciones, pero si no entiende nada o no puede realizar las lecciones será problema suyo – luego de esto Antonio dio media vuelta diciendo estas palabras en un tono sereno – ahora es mejor que se dirija a la enfermería, pues sus heridas son serias.

    Un instante después, Antonio cayó al suelo desmayado, alguien le había golpeado en el cuello. Se trataba de la Hermana Antonieta, quien lo había golpeado con un cetro. Luego la Hermana Antonieta procedió a dibujar un círculo de alquimia con su cetro, muy profundo en la tierra. Mientras hacía eso Liliana pudo ver que a un costado Antonio tenía una herida punzate muy profunda hecha no con una espada, si no, con una lanza, inmediatamente observó a su alrededor, y su mirada se enfocó en la punta escarlata de la espada del maestro Edgardo. Se suponía que estaban entrenando ¿ese eraun entrenamiento? Luego observó al maltrecho Juan. ¿Qué clase de entrenamiento era aquel en el que se arriesgaba la vida? Se preguntó ella sin poder darse una respuesta clara.

    En el momento en que Antonieta activó el círculo, la herida de Antonio comenzó a sangrar más lentamente hasta que se detuvo casi por completo.

    –¡Hombres!, siempre haciéndose los más duros cuando están a punto de morir – dijo Antonieta con los ojos cerrados y visiblemente molesta con… – ¡Eres un Cerdo! – gritó la hermana fuera de sí contra Edgardo – ¡pudiste haberlo matado! –

    –¡Cálmate! ¡Cálmate! – dijo Edgardo, mientras que la lanza que sostenía en su brazo se convertía en polvo y arena – el gordo es bien capaz de soportar eso.

    –Tontos, ¡tontos por todas partes! Y ahora tenemos a un tonto más – gritó Antonieta observando a Juan – ahora mismo sellaré tu cuerpo para que “La Salvadorra” ¡se encargue de ustedes!

    –¿La Salvadora? – dijo Juan al instante que el dolor de todas sus heridas lo hacía tambalearse para caer en el suelo, si no recibía tratamiento rápido las heridas por quemadura podrían dejar grandes y feas cicatrices permanentes, y la perdida de sangre llegar a comprometer su vida.

    –Se refiere a la maestra Isabel – dijo Liliana como abstraída “Antonio había realizado la prueba a Juan aun cuando se encontraba gravemente herido” – ella es la mejor hechicera de agua del imperio y también la mejor curadora cuando se trata de heridas de fuego, no tendrás ninguna cicatriz en ese caso – dijo Liliana sonriendo.

    –No entiendo lo que sucedió – dijo Liliana – intentaron matarse, ¿pero no se odian?

    –Es posible que si lo hagan un poco, unos más que otros – contestó Edgardo – de eso se trata nuestra sed de sangre, cuando un enemigo se para en frente de nosotros no podemos nublarnos con sentimientos tontos como la compasión, peleamos para matar. Sin embargo Con la experiencia viene la templanza, poder detenerse en el último instante, detenerse a tiempo para enseñar a alguien una lección. Eso es algo que solo los mejores magos de combate pueden enseñar – Edgardo miró al cielo por un instante, y luego aún más serio miró a los ojos de Liliana – solo un buen guerrero puede enseñar a alguien como es una verdadera batalla. Lamentablemente eso es algo que Antonio nunca podrá enseñarle a usted, señorita. Dicho esto, un frio viento del este levantó contra el rostro de Liliana, quien tuvo que sujetarse el cabello, mientras Antonieta se encargaba de sellar el cuerpo de Juan mientras la maestra Isabel llegaba al campo de entrenamiento.



    Mientras tanto, en una zona boscosa en las colinas de monte cerrado dos hombres encapuchados se reunían.

    –¿Que has encontrado amigo mío? – preguntó uno de los hombres en lengua Mextzica

    –Encontré la sangre de los reyes – dijo el otro arrodillándose ante el primero – ¡pero la “Señora” me detuvo!, sin embargo descubrí que el libro y la persona con la sangre de los reyes se encuentran muy cerca durante la mayor parte del día.

    –¿Sugieres que hagamos un plan para usarlos al tiempo? – preguntó el hombre encapuchado que permanecía de pie.

    –La doncella es fuerte y tiene protectores poderosos, al igual que el libro – dijo el hombre de rodillas – pretender tomarlos a ambos por largos periodos de tiempo sería difícil, sobre todo con La Señora cerca. En mi opinión lo mejor es utilizar la sangre de la doncella, descifrar el códice, copiarlo y huir tan rápido como nos sea posible.

    –Si – dijo el hombre que permanecía de pie mientras observaba la luna creciente – el tiempo aquí se nos acaba y “ella” parece estar más cerca de mis talones cada noche.
     
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    Total de capítulos:
    27
     
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    1297
    Capítulo 19. La última estudiante

    Los hombres Búho han hecho un pacto con los dioses prohibidos, dioses ajenos al imperio Mextze, Dioses arcaicos, dioses malignos que viven en el mundo infernal, desprecian a los descendientes de los magos gemelos, por haber sellado para bien, la maldad de los señores de Xibalbá. ¡Honremos hermanos a nuestros ancestros!, ¡los guerreros gemelos!, ¡los magos gemelos!, ¡al águila y al jaguar! ¡Xunaputl y Xabalanqtl!. Tradición oral, canto de los Guerreros Jaguar.

    –¿Dónde estoy? – preguntó Antonio.

    –En la enfermería – dijo la Hermana Antonieta de forma calmada, lo cual le pareció extremadamente irregular a Antonio.

    –Se siente bien hermana? – dijo Antonio mientras se levantaba, y al hacerlo se dio cuenta de que su torso estaba desnudo, solo una parte del vientre estaba cubierta por vendas. Y no es que el mostrar el pecho le trajera pudor, si no que se encontraba en frente de una Hermana, conocida por su extrema violencia contra aquellos hombres que hacían los mas mínimos intentos de mirarla con lascivia. Entonces Antonio levantó la sábana como si fuera una virgen de 12 años que se sonroja con nada, y ante tal expresión la Hermana Antonieta no pudo evitar sonreír, pero no era una sonrisa muy casta que digamos lo cual incrementó la disconformidad de Antonio.

    –Eres gracioso – dijo Antonieta con un semblante amable.

    –¿No me va a descuartizar? – preguntó Antonio

    –No – dijo Antonieta después de expeler una risita – no me molestan los chicos lindos como tú, a diferencia de los hombres como Edgardo, no veo que intentes nada con migo, no lo siento así.

    –Lindo – repuso Antonio algo deprimido, su mirada se hizo gacha y su cuerpo se encorvó en una posición fetal.

    –Luce deprimido maestro Moncada – repuso Antonieta algo preocupada, tal vez había dicho algo fuera de lugar – ¿fue por algo que dije?

    –No se preocupe hermana – contestó Antonio incorporándose de nuevo con un semblante más alegre, luego tomó su maltrecha camisa de flecos y se la puso tan rápido como pudo, luego miro a la hermana, y al instante su mirada se hizo algo melancólica – es solo que no me gusta que me digan lindo, eso es todo.

    –Qué extraño – contestó Antonieta entrecerrando sus ojos con una sonrisa extraña, luego se acercó a Antonio, cosa que lo llenó de cierta incomodidad – yo creería que es un cumplido.

    –No para mí – dijo Antonio retrocediendo con una sonrisa nerviosa mientras se abotonaba la camisa – tengo mis razones – y luego, agarrando el cinturón salió tan rápido como pudo, pero justo bajo del dintel de la puerta dijo – gracias Hermana Antonieta, y también dele las gracias a la maestra Isabel, estoy seguro que ya estaría muerto ¡si no fuera por ella!


    –Me arde, ¡me arde! – gritaba Juan ante un emplasto que le estaba aplicando Liliana, no de muy buena manera.

    –¡Te lo mereces por imprudente! – Gritó Liliana visiblemente molesta – ¡pudiste haber muerto!

    –Así son las cosas entre nosotros – susurró Juan refunfuñando para adentro, porque si lo hacía para afuera le resultaría físicamente doloroso – es una cuestión de…

    –¡¿Hombres?!, ¡esa es solo una excusa para ser cosas estúpidas! – gritó Liliana levantándose, y colocando otro emplasto, pero al verlo, Juan se apretujó contra el testero de la cama, como si fuera un niño de siete años a la vista de un dentista “o del herrero local, o del barbero que la misma daba en aquel pueblito lejos de la civilización”

    –No, ¡no más!, ¿te lo juro que no te desobedezco más! – gritó Juan

    –Que llorón – dijo Liliana mientras se acercaba con el emplasto en la mano y una mueca en el rostro extraña, era alegre y diabólica, “aunque inquietantemente sensual”.

    El gemido de Juan se escuchó en todas las habitaciones de la vieja casona donde se estaba hospedando. Abajo unos 10 ancianos se encontraban jugando dominó y bebiendo chicha al sonido de guitarras y cuatros.

    –La fuerza de la juventud – dijo uno de los ancianos

    –La niña debe ser bastante fuerte para hacerlo gritar así – dijo el segundo

    –Mi mujer me hacía gritar así hace mucho tiempo – dijo el tercero

    –Tu mujer siempre te hace gritar así viejo tonto – inquirió el primero – es por eso que no estás en tu casa y estas aquí con nosotros.

    Dicho esto todos los ancianos se rieron y siguieron jugando dominó.



    A la mañana siguiente

    –Bien, bien – dijo Antonio con su rígida y estricta presencia, mientras sus aprendices se ponían firmes frente a él, pero había una cuestión, aunque todos estaban serios en su postura no lo estaban en su cara, pues la mayoría menos dos estaban que de carcajeaban al ver a Juan todo vendado como si fuera una momia.

    –Bien supongo que ya somos todos – dijo Antonio, pero en ese momento una mujer apareció en el campo. Se trataba de una joven doncella como las demás, aunque su cabello era rubio pálido, cuando Liliana la miró se alegró profundamente.

    –¡Catalina! – gritó Liliana arrojándose a los brazos de Catalina con un frenesí casi que rayaba en la adoración.

    –¿Cuando regresaste? – preguntó Liliana tomándola de las manos.

    –Hace apenas dos días – respondió Catalina quien observaba a Liliana directamente a los ojos.

    –Tus ojos están más azules que cuando te vi la última vez, ¡son tan hermosos! – dijo Liliana abrazando a catalina con gran fortaleza.

    Antonio interrumpió la conversación haciéndose el que tocia.

    –Señorita Torres – dijo Antonio con una expresión de frialdad muy característica de su trato para con sus estudiantes – es un placer volverla a ver, sin embargo me temo que las inscripciones para este curso están cerradas –

    –No es así – contesto Catalina mirando a Antonio – mi hermano me dijo que usted había abierto una cláusula de entrada.

    Todos se miraron a la cara, mientras que Liliana le apretaba la mano a Catalina con gran temor.

    –Hermana, mira a zoquete ese – dijo Carlos señalando a Juan – el terminó así por que se puso a ingresar del modo difícil. Maestro, ¡le pido por favor que no lastime a mi hermana!

    –Que pasa señor Torres, ¿teme que su hermana lo supere? – Repuso Antonio con una sonrisa maliciosa – bien señorita Torres, me agarró por la boca, la prueba se realizará en este mismo campo, en este momento, con nuestra magia disminuida será menos probable que alguien salga lastimado.

    –Gracias maestro – contestó Catalina realizando una venia ante Antonio.


    Mientras tanto, al otro lado de la montaña, una cabaña bastante grande era envuelta en una llamarada violenta, y de en medio del fuego, una figura femenina emergía, su cabello purpureo y largo, y su piel cobriza revelaban su ascendencia.

    –Que rabia – dijo Iztaccí poniendo una mano en la cintura para luego sacar unas cuantas hojas de tabaco con chocolate. Luego comenzó a masticarlo antes de que el chocolate empezara a derretirse “pueden decir lo que quieran, pero esta receta de chocolate de los cara pálidas es muy buena”. Mientras masticaba, Iztaccí observaba todo el lugar a su alrededor. La cabaña en la que había estado se encontraba toda llena de garabatos de alquimia y de magia antigua, más antigua que la del imperio Mextze.

    Más a lo lejos se encontraba un grupo de hombres encapuchados, que parecían esconderse.

    –Pensé que este escondite duraría más tiempo – dijo uno de los hombres encapuchados en lenguaje Mextzica.

    –Recuerda que no tratamos con caras pálidas inexpertos, ¡ella es Iztaccí! “La Señora del Fuego”, y no se ganó ese título solo por ser muy sensual – repuso el líder moviendo las sejas – ella es muy inteligente y poderosa “y hermosa”; si yo peleara con ella es posible que ambos moriríamos en el combate, lo cual retrasaría nuestros planes demasiado tiempo.

    –¿Que haremos? –

    –Sigamos así – contestó e líder – debemos darle a Chimal el mayor tiempo que sea posible para llevar a cabo el plan, la información que hay en ese libro maldito es lo que más nos debe importar ahora.
     
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    La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    27
     
    Palabras:
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    Capítulo 20. Creí superarlos a todos

    La magia de Mextze es sin duda muy poderosa, pero requiere unas cantidades absurdas de mana que ningún europeo puede llegar a tener, ni siquiera los grandes maestros. Sin embargo me parece extraño que gentes con tanto contacto con la magia no hayan desarrollado otras formas más sutiles de usarla y solo puedo imaginarme una explicación, que la magia Mextzica solo sea una copia de algo más antiguo al igual que las artes que intentamos desarrollar. Augustus Niels Emmanuel Bohr, sabio de Galia.

    El campo lucia devastado, pero Antonio estaba intacto y no poseía signos de agotamiento, lo que para Liliana resultaba extraño, pues la cantidad de mana requerida para realizar todos los hechizos que había hecho era simplemente incalculable. ¿Cómo podía hacer eso?

    Por otro lado, y aunque Catalina lucia completamente ilesa gracias a su magia única llamada “escudos cristal espectral”, estaba agotada, el sudor le surcaba la frente y se veía como cada vez le costaba más respirar.

    –No lo entiendo – dijo Catalina con los ojos abiertos, rememorando lo acontecido en el combate.

    La batalla había empezado con Antonio invocando el poder de “Lluvia de fuego”, sin embargo había algo diferente, ya que las esferas de plasma aparecieron lentamente a su alrededor mientras él se cruzaba de manos y mantenía los ojos cerrados.

    –¿Que intenta hacer maestro? – preguntó Catalina

    –Magia de pensamiento, pero creo que aún es algo difícil para mí, así que intentaré algo más clásico – contestó Antonio riéndose de sí mismo mientras levantaba su mano derecha con el puño cerrado – y bien mi querida señorita Torres, podemos empezar cuando usted lo desee.

    –Maestro, ¡me gustaría que no nos subestimara por una vez! – dijo Catalina tomando posición – le mostraré algo que nadie jamás podrá!

    Luego pasaron unos segundos de quietud (…)

    –¿Y bien? – Preguntó Antonio – si no desea atacar, ¿para qué me reta? ¡Señorita Torres! – dicho esto, Antonio movió el dedo índice, causando que una de las esferas de plasma saliera volando hacia ella, pero el ataque siguió derecho sin tocarla. Catalina no se movió ni se asustó, en lugar de eso, centró sus ojos en Antonio con ira y un halo de frustración.

    –Señorita Torres, si desea hacer perder mi tiempo, creo que hay otras formm – Antonio no pudo terminar de decir la frase cuando catalina gritó llena de cólera.

    –¡Atáqueme!, ¡atáqueme realmente! ¡Apunte aquí mismo! – dijo ella señalando su aunque no muy grande, si bien formado pecho.

    Antonio estaba indeciso, entonces ella levantó su mano derecha.

    Flamas consuman a mi mando – dijo Catalina, ero una esfera de plasma muy débil emergió de su mano, el cual aunque alcanzó a llegar hasta Antonio, simplemente fue golpeado en el aire como si fuera una cachetada, la explosión resultante apenas si alcanzó a dejar roja la mano de Antonio – hasta ahora no me ha mostrado algo que valga la pena de hacer algo tan peligroso con usted, señorita Torres –

    –¡Por favor! – gritó ella

    –Es peligroso – contestó Antonio.

    –Maestro, ¡permítale hacerlo! – gritó Juan con el puño en lo alto – yo conozco esa mirada, y se lo que se siente ser menospreciado, ¡por favor, permítale demostrarle lo que ella desea!

    Liliana observó a Juan sorprendida, dio un enorme suspiro, y luego con una mirada tranquila.

    –Vamos Catalina, ¡tu puedes! – y al decir esto todos los estudiantes comenzaron a animarla.

    –Señorita Hernández – dijo Antonio – si algo sucede, usted deberá encargarse

    Dicho esto, Antonio volvió a mover su dedo índice, y al hacerlo, una esfera de plasma salió volando, entonces Catalina levantó simplemente sus manos, a lo cual Antonio realmente se asustó, las demás esferas de plasma que lo rodearon desaparecieron, mientras el intentaba idear algo para evitar el ataque. Pero, justo cuando la esfera de plasma estaba por impactar las delicadas manos de la doncella, esta desapareció, como una piedra arrojada a un espejo de agua perfecto.

    Antonio quedó con los ojos abiertos.

    –¡Aún es demasiado raído para sorprenderse maestro! – gritó Catalina, mientras volvía a poner las palmas de sus manos en frente, y esta vez, como en cámara revertida, la esfera de plasma emergió de la nada, el espacio alrededor de la esfera se abrió como un espejo de agua.

    Antonio apenas si tuvo tiempo para atacar con otra esfera de plasma, generado una explosión pequeña en medio del campo de batalla.

    –¡Qué le parece maestro? – dijo Catalina orgullosa.

    –Interesante – contestó Antonio recobrando la calma – pero ahora es tiempo de ver, cuanto puede soportar tu pequeña habilidad – y mientras decía esto, una enorme cantidad de esferas de plasma rodearon a Antonio como si se tratara de un enjambre de libélulas.

    El resto de la batalla fue monótono, Amnt9onio lanzando varias esferas de plamsa y Catalina haciéndolos rebotar, a lo cual Antonio lanzaba otras esferas para interceptarlo en medio del aire. Ese juego se extendió en el tiempo, primero reinta segundos, un minuto, dos minutos, cuatro minutos.

    –¿Por qué Catalina no ataca? – preguntó Juan

    –La voluntad de Catalina es patética – dijo Camilo – por lo menos en lo que se refiere en poner su confianza en el poder de la magia, aunque de entre todos nosotros es la que posee las mayores reservas de mana, el maestro Navarro me dijo una vez que ella podía tener más reservas de mana que cualquier maestro o mago que hubiera conocido, pero es incapaz de lanzar un encantamiento realmente poderoso.

    –Es una lástima que sus hechizos no hagan nada realmente efectivo – dijo Andrea mirando la situación.

    Y así regresamos a la situación actual, Catalina ya le temblaban las piernas debido a la cantidad de mana que había empleado, pero Antonio seguía allí, sin inmutarse. Sin embargo, de un momento a otro, de la boca de Catalina empezó a emerger vapor, cosa que sorprendía Antonio, luego con el rabillo del ojo observó que la mayoría de sus estudiantes exhibían uno que otro signo de incomodidad, estaba haciendo frio, algo extraño, dado que en esa mañana iluminaba un Sol perfecto.

    –Que interesante – dijo Antonio – realmente interesante, creo que es mejor que dejemos el combate en este punto – luego, dando un suspiro, como queriendo decir que se arrepentiría tarde o temprano de esa decisión – Señorita Torres, podrá unírseos desde mañana en el entrenamiento. Por el momento, creo que estoy un poco cansado, así que nos dedicaremos a algunos ejercicios y a revisar el trabajo teórico.

    A lo cual todos respondieron con un unísono y tonante ¡NOOOOOOOOOOOOOO!



    –Impresionante – dijo Liliana

    –Es verdad, esa magia nueva tuya es fenomenal – dijo Andrea

    –A demás soluciona tu problema de bajo poder – dijo Natalia – puedes usar el poder de los oponentes en su contra.

    –Lo sé, la verdad pensé que podría vencer a los maestros con ella – dijo catalina riéndose de sí misma – pero creo que fui una ilusa, el maestro Antonio me mostró la diferencia que hay entre un maestro y un aprendiz!, fue impresionante, ni siquiera se inmutó en todo el combate, no sudó ni una gota

    –Qué extraño – dijo Natalia pensativa – jamás escuché que el maestro Moncada tuviera una reserva de mana tan impresionante, por lo menos no es famoso por eso.

    –Ya, cálmate Nata – contestó Liliana tratando de calmar las ansias de descubrimiento de Natalia – en el mundo de la magia hay cosas que jamás nos enseñarán, ellos son guías, no esperes que nos lo digan todo.

    –Pero ¿no les parece extraño que el lugar se hiciera paulatinamente más frio con forme la batalla se alargaba? –

    –¿Quieres decir que el maestro lo causó? – dijo Andrea

    –Olvídalo, es solo una hipótesis, por el momento – dijo Natalia un poco frustrada, Liliana sonreía debido a la expresión que ella hacia cuando se veía frustrada, sobre todo por la forma de sus labios – por cierto, este no es el camino a sus casas – dijo Catalina

    –Es que no vamos para allá – contestó Liliana – tenemos una invitación pendiente

    –¿Pendiente? ¿De quién? – preguntó Catalina

    –De la embajadora de los Mextzicas, la señorita Iztaccí – dijo Natalia cerrando los ojos y sonriendo con bastante orgullo – estoy segura que podremos aprender una o dos cosas de alguien tan poderosa.

    –No creo, después de todo pertenece a una nación extranjera, no sería traición ¿o algo así? – preguntó Andrea.

    –Ellos fueron los que nos enseñaron a usar magia después de todo – contestó Liliana mirado a la calle con gran optimismo – estoy segura de que podremos aprender una o dos cosas de ella.


    “Me gusta este lugar, definitivamente da una buena vista de esta ciudad” pensó el mago encapuchado mientras caminaba entre el bosque de Montecerrado, hasta que encontró un árbol especialmente viejo y grande “tú debes ser el rey de este lugar, me gustaría no tener que hacerte sufrir mi buen rey, pero requiero del poder que puedes prestarme, aquí a tu lado he de dormir por el tiempo que sea necesario para conocer lo que necesito de ese lugar, ya que su magia no es tan débil como habíamos anticipado”
     
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    Dentro de poco retomaré esta historia, es que he estado con mucho trabajo últimamente.
     
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    La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento
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    Capítulo 21. Los códices de los seis sabios de occidente

    El gran portador de la guadaña, es invocado solo si el pueblo de todo el viejo Latian siente temor y pánico, por siglos esto nunca había sucedido, ya que cuando un reino se hacía débil otro se hacía poderoso, pero ahora es diferente, la gente escucha rumores de las fronteras de oriente, del sur, y especialmente de occidente, todos temen del imperio de Mextze y de la posibilidad de que algp´´un dia sus ejércitos puedan cruzar los mares. De este modo en los últimos años hemos visto las señales, al parecer el portardor pronto regresará, y el torneo de los príncipes dará inicio. Acta militar secreta número 375, solo para los ojos de su majestad el rey.

    –Sin duda ha pasado tiempo jóvenes doncellas, y veo a demás que traen compañía – dijo Iztaccí, quien se encontraba ataviada con un manto de seda debajo de lo que parecía ser una capa de lana muy blanca con algunos motivos regionales finamente tejidos en hilo de oro. Su cabello purpura oscuro estaba adornado por una flor blanca y perfectamente peinado hacia atrás, lo cual revelaba su frente completamente libre de cualquier imperfección. Sus labios eran gruesos y rojos, los cuales al abrirse revelaban una dentadura perfecta y blanca. Ciertamente, no solo era su belleza, si no el aire de autoridad que desprendía lo que más maravillaba a las chicas.

    –Discúlpeme señora Iztaccí – dijo Liliana tomando la palabra – si cometimos alguna indiscreción

    –No, no para nada – contestó Iztaccí – por el contrario, ellas también deben ser doncellas muy valientes, al ser amigas de ustedes dos, y por eso son bien venidas en mi casa.

    Todas agradecieron e ingresaron al lugar. E atrio de la mansión era una réplica de la vegetación que se encontraba en la capital de Mextze, era un lugar exuberante, con plantas tan diferentes, que donde uno posaba la vista no encontraba hoja con una forma igual a las de cualquier otro lugar, y no solo las hojas, las flores, hermosas, grandes, exponentes de un millardo de colores que casi no se veían en aquella ciudad.

    Luego, pasaron al edificio general, la sala de recepciones estaba organizada al estilo europeo, y obviamente se trataba del lugar donde ella recibía a los miembros de la corte del Virrey.

    –Las sorprende ¿no es así? – dijo Iztaccí completamente majestuosa, pero con una sonrisa vivida, como la de una hermana mayor que no veía a sus hermanitas menores en mucho tiempo, a pesar de la diferencia de cultura, su presencia era muy agradable.

    –La verdad yo esperaba algo más rustico – dijo Andrea, ante lo cual solo recibió una mirada escalofriante de todas las demás chicas – ¿¡qué!?, acaso ¿no lo habían pensado ustedes?

    Iztaccí no pudo evitar soltar una sonrisa, y luego sentó sus enormes ojos en Andrea – eres muy directa, eso me gusta, y en respuesta te diré que era la respuesta qué yo esperaba – luego iztaccí ordenó a las sirvientas para que tomaran los mantos de las jovencitas, y les pasaran unas sandalias mas cómodas para caminar – la verdad es que cada pueblo le gusta sentirse superior a los demás, vosotros en Europa nos veis como un grupo de salvajes y chamanes que nos ocultamos en cuevas o que vivimos en chozas a medio construir; pero lo mismo es aplicable para los nobles de la capital de mi nación, quienes os ven como salvajes que empalan y derraman la sangre de los enemigos sin ninguna función útil más que el del sadismo. Es algo extraño, sin embargo, no las traje para eso.

    Luego de eso, Iztaccí las llevo a una sala de estar en el tercer nivel, toda hecha de mármol blanco, con muchas materas de plantas exóticas, el lugar era fresco, pero al mismo tiempo bastante cálido.

    –Es un lugar hermoso, doña Iztaccí – dijo Catalina completamente sorprendida

    –Por favor, llámame Izta, mis amigos me llaman así – dijo Iztaccí – además, señora es un título que ustedes le dan a las mujeres casadas, y lamentablemente yo aún no lo estoy

    –¿Como puede ser eso? – preguntó Liliana sorprendida

    –¡Usted es una mujer muy hermosa! – dijo Andrea

    –Son muy directas, y eso me agrada – dijo Izta sonriendo, mientras daba señales a los sirvientes para organizar él te traído desde el lejano oriente – la verdad es que el hombre que amé murió hace algunos años, y no he podido encontrar a alguien que pueda igualarlo.

    Luego de ello se pusieron a hablar de cosas de mujeres durante unas cuantas horas.

    –Es impresionante lo mucho que usted sabe de nosotros – dijo Liliana – pero nosotros sabemos muy poco de ustedes.

    –Si es cierto – dijo Natalia pensativa – en los libros casi no hay información de la época después del Gran Encuentro, o de cómo se aprendió a usar la magia.

    –¿Desean que les cuente una historia? – dijo Izta, a lo cual todas asintieron.

    –Unas décadas después de lo que ustedes llaman el Gran Encuentro, nuestros sabios decidieron que era conveniente aprender a cerca de su tecnología, de sus metales y sus armas de fuego, pero a cambio nosotros debíamos permitirles acceso a nuestro conocimiento, el Emperador de esa época aceptó el trato y 6 sabios a los cuales ustedes llaman alquimistas fueron reclutados por su rey para venir y enseñarnos, y al mismo tiempo aprender de nosotros – dijo Izta, mirando una especie de tapete que colgaba de uno de los muros del lugar – pero los sabios no solo transmitieron ambos conocimientos, si no que también los perfeccionaron, ellos se dieron cuenta que las personas de su tierra jamás tendrían la cantidad de energía mágica necesaria para realizar nuestro estilo de magia, así que crearon los suyos propios. Nuestros sabios quedaron perplejos del modo en que lo hicieron, y de este modo se escribieron en el curso de varias décadas, el conocimiento para la magia de Iberia. Mucho de lo básico fue enviado en cartas, pero los conocimientos más avanzados fueron depositados en 6 libros especiales llamados códices.

    Mientras Izta hablaba de ello, el cielo sobre Santafé comenzaba a oscurecerse, pues se avecinaba una tormenta.

    –Cuando sus 6 sabios terminaron sus escritos, algunos dijeron que entregar el conocimiento completo al rey de Iberia conllevaría a una gran catástrofe, otros dijeron que era de todas formas su deber. Aun así nuestro emperador quería cumplir su parte del trato, así que sus sabios junto con los 6 códices fueron enviados a la fuerza a su patria.

    –Y que sucedió después? –

    –No lo sabemos – dijo ella – nunca volvimos a saber nada de los seis sabios.

    –Los sabios desparecieron, y solo dos códices aparecieron, uno en su reino, y otro en el reino de Albión. El tercero fue encontrado años después en una iglesia Gala – dijo Natalia – el maestro Moncada me lo contó una vez. El códice de Albión reveló los secretos para crear máquinas que usaban magia, el códice de Galia los secretos de la alquimia, y el códice de Iberia los secretos de nuestra magia de combate. Las guerras entre Galia e Iberia fueron causados por la posesión del territorio donde está la iglesia en la que se encuentra ese códice.

    –¿Por qué no simplemente llevárselo a un lugar más seguro? – proguntó Andrea

    –Por qué no se puede – respondió Catalina – cada códice apareció en un lugar, y se encuentra atado a ese lugar por un poderoso hechizo, nadie sabe como romperlo.

    –Entonces, si hay más códices, ¿significa que existe magia aún desconocida? – preguntó Liliana.

    –¡Aún no se sabe todo lo que contienen los códices que tenemos hasta ahora! – repuso Natalia

    –Eso es cierto – continuó Izta – para serles franca, nuestros gobernantes le tienen miedo al conocimiento contenido en esos códices. Se dice que el más complejo de ellos, el códice de Schrodinger contiene el conocimiento para retar incluso a los dioses.

    Al decir esas palabras Izta permaneció pensativa, por un instante, pero luego recobró su aire jovial.




    Mientras tanto, Antonio finalizaba una práctica con Edgardo mientras las primeras gotas de lluvia empezaban a caer de aquel arremolinado y oscuro cielo.

    –¡Has mejorado con la lanza y la espada, claro! No estas aun a mi nivel, pero tienes potencial – dijo Edgardo, quien presentaba algunas cortadas y multiples laceraciones.

    –Al menos esta vez no me dejaste como alfiletero – repuso Antonio con su apatía particular y característica, opero, un detalle lo sacó de su estado automático normal, era una flor, una flor extraña, de siete pétalos enroscados de color blanco con un centro rojo como la sangre, en todos los años que había estado en aquel paraje fuera de la civilización europea era la primera vez que veía una flor de ese estilo. Aunque, ciertamente que algo así lo inquietara era aún más extraño, la diversidad de las flores en aquel continente era grande, pero, aun así, esa flor en particular nunca la había visto, lo llenaba de repulsión, y casi que de manera instintiva, con un chasquido de los dedos la incineró.

    –Valla, ¡sí que estas mal por la chica! – dijo Edgardo colgándose del hombro de Antonio, para luego darle unos codazos suaves en el costado mientras levantaba los cejas.

    –No es por eso – dijo Antonio molesto y se retiró del campo de entrenamiento, mientras se desprendia la tormenta con toda su intensidad.


    Ya era casi el final de la tarde y la tormenta había pasado casi por completo, cuando Liliana se pidió permiso para retirarse.

    –¿Por qué te vas tan rápido? – preguntaron todas.

    –Es que le prometí a Juan que le ayudaría a actualizarse – dijo Liliana sonriendo – el maestro Antonio es muy pesado, especialmente con él, ¡que pereza!

    –Sí, excusas, excusas – dijo Andrea – lo que quieres es tener tiempo a solas con tu noviecito.

    –Bueno, eso también – dijo Liliana sonriendo, y con una venia se despidió de Izta
     
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    La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento
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    Capítulo 22. Días

    Cuando la parca despierta de su sueño ante el clamor por la muerte del rey, recorre el imperio, de arriba abajo, del este al oeste, del norte al sur, día y noche buscando a los hombres más valerosos, más fuertes y más sabios, sin importar su clase, su credo, o su raza, lo único que le interesa es que nacieran en las tierras del imperio de Latian. Cuando encuentra a los hombres aptos, les pone la parca del príncipe, y los convoca a una peregrinación a la antigua ciudad de Assur donde pelearan hasta la victoria suprema por la corona. El ganador obtendrá la marca del rey y gobernará a Latian. La leyenda del torneo de los príncipes de Latian, tercera lámina de oro en la puerta de Latinios al norte de la ciudad de Lantis.

    –No puedo más – dijo Carlos desplomándose al suelo. Por varios meses Antonio había hecho las practicas cada vez más pesadas, siempre terminando en una batalla de todos contra él. Y no era flexible, cada tarde las enfermeras y monjas debían recibir a toda su clase por quemaduras y moretones, y sin embargo, poco a poco las quejas iban disminuyendo, así como el tiempo en que los combates se desarrollaban se iba dilatando.

    –Son lentos aun – dijo Antonio mientras agitaba su mano derecha, la cual había sufrido un corte por un ataque de viento lanzado por Liliana.

    –Maestro, ¡yo no quise!, por favor – decía Liliana entre lágrimas, pero Antonio lo negó con la cabeza.

    –No te disculpes – dijo Antonio con una sonrisa – significa que has progresado mucho.

    Pero eso no disuadió a Liliana de arrancar una parte de su falda larga e improvisar una venda en la mano de Antonio. Juan no observó eso con buenos ojos, pero no dijo nada, por el momento.


    Unas horas más tarde, Carlos se encontraba con otro de los alumnos de la clase, Pablo, un joven de rasgos duros, bastante menor de lo que su dura apariencia hacia ver, ya con una barba rala en el rostro.

    –Cada vez se hace más difícil – dijo Carlos mientras observada a Antoni descender por una escalera enclavada en una colina dirigiéndose al bloque norte de la Universidad, donde se encontraban las aulas de ingeniería.

    –Que sucede Carlos, ¿acaso eres como tu ancestro?, no saldrás ahora corriendo – repuso Pablo, y ante eso, Carlos lo tomó del cuello – ten cuidado de cómo me hablas joven noble, puede que mi ancestro trajera ruina a mi familia, pero ¡no toleraré que cuestiones mi voluntad!

    –Calma, calma Carlos – repuso Pablo – te juro por la Diosa que era solo un mal chiste, no confiaría a otra persona la seguridad de mi pellejo en la guerra que a voz, ¡y lo sabes!

    –Ya, te perdonaré, solo por esta vez –dijo Carlos volviendo su atención a Antonio.

    –¿Sabes? Siempre me he preguntado cómo es que alguien tan prestigioso como él se pudre en este hueco, sin haber ofendido a la familia real – dijo Carlos – la mayoría de nuestros maestros están aquí por haber ofendido o por ser temidos por la familia real, pero según se, el pido venir aquí.

    –Es un hombre de la diosa – respondió Pablo – la guerra es algo que nuestra gran diosa aborrece, y lo sabes, nos vemos obligados a combatir porque nuestros enemigos no nos dejan otra opción. Pero ahora no hay guerra, y por eso el maestro no necesita estar en el frente, tampoco es un hombre ambicioso que está a la falda del Rey rogando por un título o por riqueza.

    –No es un noble como nosotros – dijo Carlos

    –Es un Ibero – repuso Pablo – un Ibero que respondió al llamado de la madre patria cuando la guerra estalló, eso es todo lo que nos debe importar, además de aprender magia, debemos aprender para defender a la madre patria cuando esta nos llame a defenderla.

    Carlos observó a Pablo, la mirada del joven era dura, inflexible, incauta, y hasta inocente, pero completamente legitima, Pablo era alguien honesto, demasiado, un verdadero defecto para un aristócrata en educación.

    La zona de ingenieros se encontraba en el borde de la montaña sobre la cual estaba construida la Universidad, en un desfiladero se elevaba la fortaleza de Marte, en el techo y los niveles superiores se encontraban una serie de puertos para barcos voladores, en medio cerca de la entrada por el filo de la montaña se encontraban las aulas de ingeniería, mientras que en la base se encontraba el área de investigación y desarrollo creada de manera reciente con fondos del Duque de Alba. El lugar no era accesible para la mayoría de los alumnos, y solo unos cuantos escogidos se dedicaban a la ingeniera. La mayoría de estos escogidos eran chicos pobres de la ciudad que mostraban buenas aptitudes para la mecánica, ya que los nobles tendían a despreciar la tecnología en favor a la magia.

    El jefe de ingenieros era un chico relativamente pobre que había sido apadrinado por el mismísimo Antonio dos años después de llegar a la Universidad, su nombre era Ernesto, un chico delgado y famélico, de nariz plancha y cabellos negros, los cuales dejaba crecer hasta la nuca, con frecuencia algunos cabellos se le interponían en la frente obstruyendo su vista, la cual estaba generalmente protegida por unos lentes gruesos. Siempre vestía con un grueso overol de cuero café, algo desteñido y roído, pero bastante firme. A veces cuando no estaba trabajando en algo serio se quitaba el overol hasta la cintura, dejando solo una camiseta gris machada de grasa hasta más no poder.

    –Maestro Moncada, tiempo sin verlo – dijo Ernesto bastante animado, dejando la llave con la que afinaba una especie de motor para mostrarle a Antonio una especie de placa de plata – según el pergamino que me pasó el otro día creí que estaba un poco loco, ¡pero lo logré!, ¡podremos …! –

    –Déjalo así – dijo Antonio con un rostro serio, luego mirando al inmenso navío que se encontraba a medio construir preguntó – ¿Cuándo estará listo?

    –Pues con la nueva tecnología que usted inventó, creo que estará lista en unos cinco meses – dijo Ernesto – ¿qué piensa hacer con ella? Según las indicaciones queb usted me dio y que ahora sé que son posibles, se convertiría en la nave más avanzada del mundo y por mucho– a lo cual Antonio respondió con una sonrisa y se retiró.

    –Por el momento has que el tonto de José se ponga muy feliz – dijo Antonio retirándose.
     
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    La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento
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    Capítulo 23. Anécdotas

    Los traidores evaden nuestros intentos más esforzados por cazarlos, y lamentablemente los soldados con los que cuento no pueden compararse a los aprendices de Jaguares con que cuenta el enemigo. Escribo esta carta a mi emperatriz para solicitar ayuda, ya que si están intentando hacer lo que creo, el equilibrio de poder en el mundo cambiará, y sobrevendrá una guerra terrible que nos tragará a todos por igual. Una carta de Iztaccí Huatl embajadora del imperio de Mextze a la emperatriz.


    Un día

    Natalia se encontraba en un balcón observando a Antonio, al parecer se dirigía al campo de entrenamiento, últimamente en cualquier momento libre de su horario parecía ir para allí, lo cual la hacía sentirse algo molesta, ¿acaso cuando combatían todos contra el solo en las mañanas no lo consideraba un esfuerzo?

    –¡Que sujeto más molesto! – dijo Natalia

    –¿Otra vez mirando al maestro? – preguntó Andrea con una mirada inquisitiva.

    –No es nada – repuso Natalia dando media vuelta intentando evadir la discusión cuando sintió como su sombra se expandía, mientras el rugido de varios lengüetazos de fuego llegaban a sus oídos.

    –¿Qué paso? – preguntó Natalia

    –El maestro solo, incineró un centenar de flores bonitas – dijo Andrea sorprendida – debe estar muy amargado o algo así.

    –Sin duda que es alguien extraño – dijo Natalia.

    Otro día

    Juan se encontraba abrazado con Liliana en uno de los pasillos de roca tallados en las faldas, justo en un resquicio que no permitía que nadie los viera.

    –Aquí no – dijo Liliana sonrojada

    –No estamos haciendo nada malo – contestó Juan

    –Eso lo dices tú por que no te echarán si te descubren, pero en mi caso es completamente diferente.

    –No seas mojigata – repuso Juan acercado sus labios a los rojos labios de Liliana cuando ambos sintieron una presencia imponente, se quedaron allí como estatuas mientras un hombre decencia por las escaleras, se trataba de Antonio. Cuando lo vio Juan se quedó petrificado y puso a Liliana detrás suyo, como intentando ocultar su identidad, Liliana se arrodilló como una niña de cinco años, temblando de miedo, pero Antonio simplemente los miró de reojo, sin expresar nada.

    Después de unos segundos Liliana notó que el cuerpo de Antonio estaba todo lastimado y lleno de quemaduras, mientras que una cortada bastan profunda en su cuero cabelludo hacia manar sangre de modo tal que la mitad izquierda de su rostro estaba toda juagada de sangre.

    –¡¿Maestro, que le sucedió?! – gritó Liliana toda preocupada

    –No es nada – dijo Antonio con un talante distante y frívolo, casi como cuando un noble apático habla de la muerte de unos cuantos vasallos en un invierno no muy fuerte como si se tratara de algo normal o hasta bueno.

    –Pero, ¿que hace por aquí? – preguntó Juan

    –Es el único camino a la enfermería, ¿no? – repuso Antonio algo exasperado, como cuando a alguien le preguntan por una cosa que es evidente en sí misma. Y dicho esto se retiró, no sin antes chasquear sus dedos e incinerar un grupo de enredaderas florecidas que crecían de manera muy densa en una cara de la montaña y que permitía ver claramente casi toda la Universidad y el pueblo de Santa Fe.

    –ufff, ciertamente es alguien extraño – dijo Juan – ¡pero es muy buena gente!

    Liliana por su parte quedó extrañada – lo siento – dijo Liliana – tal vez otro dia.

    –Hey, muñeca! ¿El profe nos dio permiso y tú lo desperdicias? – dijo Juan, pero Liliana decidió no prestarle atención.

    Otro día

    Manuel y Cristian avanzaban por una escalinata, Manuel era más alto y fuerte por eso tenía en su mano cerca de 7 pesados tomos de alquimia, mientras que Cristian se encontraba leyendo detalladamente un texto extraño de difícil comprensión cuando se encontraron a Antonio observando detenidamente a quienes estaban tomando una clase de incremento de resistencia mágica con la maestra Isabel.

    Cuando Antonio notó a los estudiantes, de inmediato reconoción los libros

    –¿Leyendo sobre alquimia? – preguntó Antonio

    –Si maestro – dijo Cristian – estamos buscando una forma de hacer que nuestros cuerpos sean más fuertes

    –Ya tienen bastante poder, ambos – dijo Antonio – pero la maldición de los hombres es siempre desear más. Escúchenme chicos, algo importante, muchas veces el poder no se trata de buscar cosas más allá de nuestro habilidad, si no usar con inteligencia lo que ya poseemos. La alquimia empleada para modificar las aptitudes físicas de los soldados nunca ha tenido consecuencias agradables a largo plazo.

    –Como diga maestro – dijo Cristal.

    –¡Miren! – dijo Manuel señalando uno de los muros internos – más de esas flores nuevas, debo decir que florecen muy rápido – dijo Manuel.

    Antonio las observó detenidamente, mientras que pequeñas esferas de plasma aparecían a su alrededor. Manuel y Cristian retrocedieron un instante, mientras que con un chasquido de sus dedos, Antonio ordenó a esas esferas de fuego avanzar destruyendo las flores con una precisión milimétrica, aunque, tal acto desorganizó un poco la clase de la maestra Isabel.

    Al principio la maestra pensó que era una broma, pero cuando vio a Antonio retuvo su rugido de furia, el cual ya avanzaba por su garganta hacia su boca. ¿Por qué había hecho eso?

    Otro día

    –Alfonso, ya basta! – Gritó Natalia interponiéndose entre el y la pequeña Catalina.

    Alfonso la miró de arriba para debajo de manera poco cortés

    –Otra manchada de la tierra, ustedes basura de comerciantes, ¿cómo se atreven a dirigirme la mirada? – dijo Alfonso de manera despectiva lanzado una cachetada a Natalia, esta recibió el golpe pero no se amedrentó.

    –Ya veo, tú pareces ser una basura diferente – dijo Alfonso – siii, después de todos tus padres son iberos, pero ella, desciende de un trai… – Alfonso no pudo terminar de decir cuando el puño de Carlos llegó para silenciarlo.

    –Como te atreves – interpuso Alfonso – ¡esto es una traición! Golpeaste a una noble, ¡basura Tonanziana! –

    –¿Cómo dijo? – dijo Carlos con los puños en alto, pero justo cuando ambos iban a echar mano de su magia llegó Juan.

    –Basta los dos – dijo Juan – don Alfonso, por favor contrólese, todos somos iberos y creemos en la diosa, somos hijos de una misma madre patria, no hay necesidad de estas disputas irrelevantes.

    –Don Juan, me extraña que usted salga con algo tan estúpido – dijo Alfonso – la basura es basura, sin importar si nacen aquí o en Iberia, ellos deberían estar cosechando en el campo y no aquí con nosotros.

    –¿En ese caso yo también debería estar cosechando en el campo? ¿No es así joven Prieto? – dijo Antonio quien ingresaba al lugar vestido con el mando y la capa ceremoniales, al parecer había ocurrido una reunión de los maestros de la Universidad bastante Formal.

    Alfonso miró a Antonio con algo de furia.

    –¡Como se atreve a irrespetar al maestro de esa manera! – gritó Pablo

    –Ya basta, ¡Todos! – rugió Antonio – si tienen tanta fuerza para pelear entre ustedes, la tendrán para combatir con migo, mañana los espero en el campo de entrenamiento tres horas antes de que salga el Sol, especialmente a usted joven Prieto.

    Alfonso miró a Antonio con cierta molestia, pero a pesar de sus prejuicios, para el Antonio era un caso aparte, tal vez se tratara de un bastardo de un nuble, pero hijo de nobles al fin y al cabo, solo de esa manera podía explicar su gran habilidad.

    –Como ordene, Maestro –
     
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    La edad de los Imperios. Libro I. La hija del viento
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    Capítulo 24. Preludio de una tormenta
    Sangre de reyes sangre sagrada​
    Por la que fluye tu conocimiento​
    Mi bella diosa alada​
    Tú que bendijiste a aquel soldado​
    No me alejes de ti​
    Déjame estar a tu lado​
    Enséñame tus secretos​
    Déjame ostentar el gran poder​
    De la sangre de reyes​
    Autor anónimo “Sangre de reyes”​
    –Se ve sorprendida señorita Torres! – dijo Ernesto mientras le mostraba aquella extraña espada a Catalina, el mango de la espada tenia ensartada una gema que resplandecia de manera intensa, pero lo más extraño era sin duda la cuchilla, la cual no estaba hecha de ningun metal, si no de un cristal proyectado.
    –Es similar a mi magia – dijo Catalia
    –El Maestro Moncada dijo que había buscado resolver el problema durante mucho tiempo para poder crear este tipo de espada, pero que solo hasta que la vio a usted logró resolver la formula – Dijo Ernesto
    –¿Formula? – dijo Catalia
    –Sí, una fórmula de alquimia – dijo Antonio quien ingresaba en ese momento al gran cuarto de ingenieros – es algo que logré descubrir poco antes de obtener mi título de maestro.
    –¿A qué se refiere? – preguntó Catalina
    –A que toda la magia puede representarse con una forma de alquimia – continuó Ernesto – es solo que nadie conoce las fórmulas para expresarla, nadie menos el maestro.
    –¿Ha creado un arma con mi magia? – preguntó Catalina
    –Sí, pero en verdad no – contestó Antonio – observa.
    Dicho esto Antonio invocó una esfera de plasma lo suficientemente grande para dejar a alguien lisiado de por vida mientras que Ernesto ponía la espada en frente suya extendido su punta de manera que el brazo y la espada hacían un ángulo de noventa grados con respecto a su cuerpo. Antes de que Catalina pudiera reaccionar para impedir semejante locura, Antonio lamnzó su ataque, pero cuando la esfera de plasma tocó la punta de la espectral cuchilla, la magia se desvaneció, quedando solo un flujo de mana que agitó las vestiduras de Ernesto como si se tratara de una briza suave.
    –Como tu magia, esta arma es en realidad un escudo antimagia – dijo Antonio – puede servir para cortar igual que una espada de buena calidad normal, pero su cuchilla puede dispersar el encantamiento que rodea a la energía mágica convirtiendo al hechizo en nada.
    Dicho esto Antonio saco el mango de otra de estas espadas, pero en su interior tenía el cristal de un diamante muy fino y se lo ofreció a Catalina.
    –He escuchado que eres buena en esgrima – dijo Antonio
    –Eso es solo una habilidad secundaria – contestó catalina
    –Ya no lo será – contestó Antonio – usa este escudo en batallas cuerpo a cuerpo esta espada está hecha para ti responderá de manera más efectiva a tu magia, de ese modo aunque no tengas muchas reservas de mana podrás desplegar un poder incluso superior al de un maestro.
    Catalina comenzó a reírse.
    –No creo que eso sea posible – dijo ella tomando el arma
    –Tan solo adiciona un poco de mana a la espada como si fuera un cetro – dijo Antonio – pero no requiere mucha.
    Al hacerlo una hermosa cuchilla de cristal proyectado tomó la forma de un sable de caballería.
    –La cuchilla toma la forma que su usuario mejor pueda usar – dijo Antonio – de ahora en adelante esta será tu arma.
    –Gracias, maestro – dijo Catalina – tenga seguro que solo la usaré cuando en verdad la necesite, no manchare su regalo usándola de manera poco sabia.
    Después de que Catalina se retiró Ernesto le preguntó a Antonio porque le había dado a ella su creación más avanzada, y él le respondió, –es su derecho, sin ella jamás hubiera podido encontrar la solución.

    –Pronto será la fiesta de fin de año – dijeron unas doncellas que estidiaban en la academia
    –Espero que él te invite, jajajaja –
    Cuando Antonio escuchó esas palabras sintió que mil puñales atravesaban su corazón, y sin darse cuenta terminó caminando en la intemperie mientras llovía a cantaros. Pronto se encontró en los campos de entrenamiento de magia de demolición y se encontró con que todas las paredes de granito estaban recubiertas por una densa capa de enredaderas, pero había algo extraño. Unas enredaderas más viejas se encontraban muriendo resecas y sobre ellas unas nuevas mostraban aquellas extrañas flores que crecían extremadamente rápido. Cuando Antonio las vio el instinto lo movió a incinerarlas de manera inmediata. Las miles de pequeñas explosiones junto con el vapor fueron un espectáculo sin duda, uno de Liliana observó lo lejos con algo de angustia, el comportamiento de Antonio se había ido haciendo cada vez más errático desde aquella tarde en que ella lo había rechazado.

    A la mañana siguiente.
    Todos los estudiantes se hallaban en el suelo jadeando, mientras Antonio permanecía de brazos cruzados con los ojos cerrados.
    –No hemos mejorado en nada! – dijo Carlos
    –En serio? – preguntó Antonio – has tomado en cuenta cuantas magias has empleado de manera consecutiva?
    Carlos cayó en la cuenta de cómo había logrado lanzar ráfagas sucesivas de hechizos diferenciados sin quedar paralizado.
    –Todos ustedes han mejorado mucho – dijo Antonio – ahora son más fuertes que la gran mayoría de los magos del continente, pero aún no están al nivel de nosotros, el título de Maestro no te lo dan solo por gusto. Ahora queda a su responsabilidad pulir las habilidades que les he concedido, crezcan y háganse fuertes para que puedan defender sus ideales ya las personas que aman y respetan, tal vez algún día puedan ser tan temidos que la corona los devuelva a este exilio y se les conceda el título de Maestros.
    Todos terminaron o sentados en el piso o acostados, realmente estaban agotados.
    –¡No pudimos lastimarlo! – dijo Natalia algo molesta
    –Eso no es del todo cierto – respondió Antonio mostrando una de sus manos, la cual tenía una cortada relativamente profunda – esto lo hizo un hechizo de aire, felicidades señorita Alvarado, creo que se graduará como la primera de esta clase.
    Liliana estaba entre alegre y triste, de algún modo se sentía orgullosa, de otro modo se sentía triste por haber herido a Antonio, pero lo que en verdad sentía era molestia, molestia por la mirada monótona de Antonio, era como un autómata, su mirada no mostraba ni fuego ni pasión, sus movimientos parecían calculados hasta el último milímetro para no gastar energía de manera innecesaria, sus palabras eran medidas solo para transmitir las ideas suficientes y de manera clara, se había alejado de ella de un modo que nunca había deseado.
    De regreso a las edificaciones de la Universidad Natalia observó que Antonio observaba a la ciudad desde una de las curvas del camino tallado en la roca.
    –¿Que ve maestro? – preguntó Natalia sin su normal tono de desconfianza.
    –Nada realmente – contestó Antonio – es solo que tengo una extraña sensación, una que no había sentido en muchos años
    –Y ¿cuál es esa? – preguntó Natalia – ¿amor?
    –Esa también – repuso Antonio sin muchos ánimos– pero si fuera solo eso no estaría preocupado
    –¿A qué se refiere? –
    –El aire está cargado de una intención sanguinaria – dijo Antonio – es como la calma que antecede a las tormentas y a las batallas.
     
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    Capítulo 25. Invasión de monstruos, una larga noche Parte I

    Cuando el poder de la magia se extendió, la capacidad de lanzar ataques mágicos por una combinación de magos otorgó un poder indescriptible, el poder de arrasar ciudades y murallas. Este poder se incrementó cuando las naves del cielo tuvieron la capacidad de sobrevolar las fortalezas bombardeando con lluvias de fuego. Sin embargo al mismo tiempo se desarrollaron contramedidas, los alquimistas encontraron una forma de generar una un tipo de roca líquida tratada especialmente la cual generaba un campo de distorsión que convertía cualquier hechizo en mana completamente inofensivo. Esta roca líquida era extremadamente pesada y debía fundirse en el lugar mismo de la construcción, pues una vez solidificada ya no podría volver a moverse. Del mismo modo se obtuvo la forma de generar un enorme cristal que impedía el correcto funcionamiento de los motores que elevaban a las naves del cielo sobre la tierra. Así nació el concepto de la fortaleza mística, un lugar seguro ante el poder de la magia. Antoine-Joseph Pernety alquimista del rey de Galia.

    –Maestro, se da cuenta de lo que cambará una vez que sus diseños se dispersen? – dijo Ernesto mientras veía aquella coraza acabada de salir del molde. Ese metal sin embargo era extraño pues desprendía un brillo cobrizo semejante al bronce, pero más liviano que el acero y de una calidad similar al metal empleado en las armaduras normales.
    –Los magos poseen poderes semejantes al de un dios – contestó Antonio – pero sus cuerpos son tan débiles como el de cualquier ser humano, el objetivo de esta armadura es igualar un poco las tornas. Las batallas entre magos son masacres, pocos sobreviven aun cuando los ataques lanzados son débiles, esto se debe a que en formación los magos no pueden evadir los ataques.
    –Pero a los chicos de esta Universidad jamás los pondrían en un bloque de batalla – repuso Ernesto
    –Pero tal vez a tus hijos o hermanos si – contestó Antonio levantando la ceja
    Ernesto rompió en risas pensando en o extraño que había sido todo, Antonio era un verdadero genio con la alquimia.
    –Maestro, es un verdadero honor poder trabajar con usted en esto, puedo sentir que vamos a lograr un cambio –
    –Yo también estoy honrado –repuso Antonio mientras observaba con una lupa extraña que resplandecía con un fulgurante color verdoso la estructura del metal que habían acabado de solidificar – sin su conocimiento a cerda de los materiales esto no hubiera sido posible – luego guardó la lupa en una caja especial y se dirigió a la puerta – pasa los planos para la síntesis de espadas y armaduras al viejo, al igual que los planos básicos para los paneles de cristal proyectado, pero los planos de la nave consérvalos.
    –Si señor – contestó Ernesto de manera obediente.
    Antonio avanzó subiendo por las escaleras mientras susurraba
    –Si esto hubiera existido en aquella época, no hubieran muerto tantos –

    Sin embargo, en el momento en que Antonio salió a los pasillos externos sintió algo extraño.

    Edgardo se encontraba reunido con un par de jovencitas de ultimo año hablando de esto y lo otro cuando sintió un presentimiento en lo profundo de su corazón, lo cual le borró la sonrisa de su rostro.
    –Maestro, ¿se encuentra bien? – preguntó una de las chicas
    –¿Bien? Eso no se decirlo mis lindas damas – contestó Edgardo – pero creo que mejor voy a dar un vistazo, lo que quiero que hagan es que se dirijan inmediatamente a sus casos y no salgan por ningún motivo, si encuentran a otros estudiantes díganselo, es más tómenlo como una orden.
    Dicho esto Edgardo avanzó hacia la parte oriental de la universidad. Se encontraba en una serie de pasillos excavados en la roca viva, los cuales formaban una gran serie de laboratorios y aulas de clase, ya casi estaba todo solo, pero en una de las intersecciones se encontró con la Hermana Antonieta.
    –¿Ya dejaste de jugar con las niñas? – repuso Antonieta con una mirada inquisitiva, pero el rostro de Edgardo no alteró su preocupación, ambos estaban notablemente preocupados mientras sendas gotas de sudor cruzaban sus frentes y mejillas.
    –¿Puedes sentirlo? – preguntó Edgardo
    –Si – contestó Antonieta – el viejo ha dado la orden de evacuación de la universidad y también una carta al gobernador para una movilización inmediata, pronto toda la ciudad estará sometida al toque de queda.

    Carlos y Pablo se encontraban realizando un entrenamiento de esgrima y magia de combate en ese mismo instante. Con rápidos movimiento de espada y hábiles movimientos de mano alternaban el acero y el fuego en sucesiones casi imperceptibles.
    –Ya veo que has mejorado – dijo Carlos
    –Es todo gracias al maestro – contestó Pablo – es como él dice combinar todo de manera que podamos enlazar nuestros ataques con diferentes armas a gran velocidad, ¡entre más habilidades poseamos será mejor!
    Entonces lo sintieron, sintieron una extraña presión en sus pechos era un instinto, una sensación identificable, era como ver pero no era vista, era como oler pero no era olfato, era como escuchar pero no era el oído era como sentir ero no era el tacto.
    Ambos supieron sentirlo aunque no pudieron describir la sensación con palabras en aquel momento, solo sabían que era algo malo. De pronto como si hubieran estado ciegos toda su vida y la luz del mundo hubiera regresado a sus ojos sintieron como estas sensaciones se multiplicaban en una amplia extensión del bosque que cubría toda la montaña de Montecerrado.
    De pronto vieron salir una extraña criatura, como si fuera un esqueleto andante, pero su esqueleto era de madera y sus articulaciones de gruesas lianas, al mismo tiempo una gran cantidad de enredaderas comenzaron a cubrir el cuerpo en formación, como si el tejido vegetal se transformara en carne. La criatura finalmente obtuvo forma, era la de un humanoide de unos dos metros y medio con colmillos de madera que salían de su mandíbula inferior como los de un jabalí, todo su cuerpo cubierto por gruesas lianas que habían adquirido la posición y la textura de fibras musculares sin piel, y toda su desnuda superficie asomaba una gran cantidad de pétalos de color blanco.
    –¿Que rayos? – dijo Pablo
    Flamas consuman a mi mando – dijo Carlos conteniendo su hechizo, mientras empezaba a concretar una gran cantidad de mana en su mano izquierda – Flamas en frente de mí se encuentra, lo que devorar deseas, atiende a mi llamado, consume a mi mandato
    Dicho esto una densa esfera de plasma de fuego salió despedida en contra de la criatura, pero antes de que el ataque mágico impactara, los pétalos de toda la piel de la criatura salieron volando formando un manto o escudo en frente de la criatura. Cuando la esfera de plasma impactó en ellos, no explotó, se convirtió en un flujo de mana sin forma.
    –¿Que rayos? – dijo Carlos sin entender lo que sucedía, pero no tuvo tiempo para analizarlo, inmediatamente los pétalos comenzaron a brillar lanzando un ataque similar al de Carlos tan potente que abrió un cráter del tamaño de un toro en la tierra.
    Pablo inmediatamente realizó lo propio con idénticos resultados.
    –¿Tienes algo más grande? – preguntó Pablo mientras la criatura avanzaba hacia ellos
    –No, le lancé lo más poderoso que tenía – repuso Carlos mientras ambos se aferraban a sus espadas.
    Entonces otra esfera de plasma apareció de la nada, y la criatura procedió a protegerse. El escudo de pétalos comenzó a quitarle forma al hechizo, pero no lo logro totalmente, generando una explosión que barrió a la criatura. Luego un segundo ataque más fino impactó en lo que parecía ser un cristal rosado justo en el centro de masa de la criatura desmoronando todo al suelo como una masa de tejido vegetal putrefacto.
    Carlos observó a sus espaldas y se encontró con el Maestro Pedro “el Martillo” Navarro quien avanzaba con paso firme sin señas de agotamiento a pesar de un pesada mole “la cual se encontraba especialmente distribuida en su abdomen”. Era un hombre alto realmente alto y su densa barba lo hacía parecer un inmenso oso.
    –Maestro, ¿qué sucede? – preguntó Pablo
    –Nada que ustedes deban saber – repuso Pedro mientras que otras tres de esas criaturas emergían del bosque – ahora lárguense a sus casas y enciérrense, que me estorban.

    Una criatura terminó bajo los pies de Antonio gracias a una trampa de Alquimia.
    –No fue tan difícil – dijo Antonio mientras observaba como la Maestra Isabel debía crear una enorme esfera de agua para poder arrasar con parte de la estructura protectora de aquella extraña criatura. Al hacerlo dejo visible una estructura extraña en forma de cristal que le servía de núcleo.
    –Maldición, realmente lo detesto – dijo Antonio mientras cerraba los ojos, al mismo tiempo una pequeña esfera de plasma se formó a un lado de su rostro saliendo disparada directamente contra el cristal. La explosión no fue muy grande pero bastó para romper el cristal que servía de núcleo al monstruo.
    –Nuestra magia parece más débil con estos tipos – dijo Isabel
    –Esos pétalos parecen dispersar la forma de los hechizos – dijo Antonio – lo que significa que muy pocos magos podemos combatir los, que problema.
    –Maestro Moncada, Maestra Castrillón – dijo el Gran consejero aproximándose al campo de batalla – una gran cantidad de criaturas han sido vistas dirigirse al interior del pueblo.
    –Que dijo? – dijo Antonio
    –Uno parece dirigirse a la residencia del Duque de Alba – dijo el anciano – el otro parece dirgirse al área residencial noreste.
    –Liliana – dijo Antonio saliendo más rápido que el viento.
    –¡Maestro Moncada! Espere – dijo Isabel quien parecía extrañada de que Antonio no hubiera esperado a las órdenes del viejo – Gran Consejero, me disculpo por mi compañero.
    –No hay problema – dijo el viejo sonriendo – es justo la clase de diligencia por la cual le dimos el título, usted valla a la mansión del duque de Alba, yo me encargaré personalmente de que las cosas marchen bien por estos lugares.
    Dicho esto Isabel se despidió formalmente y se dirigió hacia el pueblo.
     

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