One-shot La chica de morados cabellos

Cruzó aquella puerta que rechinaba hasta con una pequeña brisa, observó el lugar cubierto de tierra, húmedo en las esquinas del tejado y con algunas partes variadas de la casa cubiertas de moho. Suspiró sabía que aquella apuesta que le habían hecho sus compañeros era un tanto abrumadora, pero no tenía intenciones de perder.

Su rostro era tranquilizado, sus ojos profundamente reflejaban algo de temor en ellos, con sus manos por poco presionaba a cortar una cuerda de la guitarra que llevaba dentro del estuche al que se aferraba con fuerza. Efectivamente parecía vacía, helada y algo lograba incomodarlo. Sin embargo, logró asentar su parte posterior en el suelo, al lado de una de las ventanas, comenzando a tocar y tararear al compás de la música que realizaba por ensayo.

Largo un suspiro envuelto en resignación, debía pasar toda una semana allí. Solían pasar a veces por aquella vivienda cada vez que se dirigían a algún lugar o incluso al estudio, solían bromear sobre aquel establecimiento cuando podían, al igual que él. Pero hace poco, no tuvo mejor idea que decir que no parecía tan aterradora, cayendo finalmente en una torpe apuesta. Ulteriormente a una reflexión, decidió recorrer más allá de la sala. Cruzó la puerta de la izquierda, ingresando a la habitación, contaba con una cama bastante decente para los años que llevaba abandonada la casa, un pequeño mueble de roble con un espejo al centro. Se aproximó a él, mirándose su reflejo.

—Es lindo mi mueble, ¿Cierto? —

Estrepitosamente sintió escalofríos recorrer todo su cuerpo, observó a aquella, su cabello era ridículamente largo según sus orbes, de un tono morado, cambiando a un grisáceo en las puntas, vestía un simple vestido celeste pastel y sus pies estaban descalzos. Rió al ver su reacción, Eve sintió algo de vergüenza, para su edad asustarse así era un tanto "desubicado" a sus criterios. — Lo lamento, no sabía que alguien vivía aquí

—Sin problema, pero ¿Que haces aquí?

—Aposté estar una semana aquí

— ¿De verdad?— estaba alegre —Ya ni recuerdo la ultima vez que tuve visitas, ¿Gustas algo de té?

—Claro

—Sígueme entonces—.

El dúo se encaminó a la cocina, mientras ella preparaba lo necesario, Eve se sentía tonto de algún modo, seguramente ella mantenía limpia esa habitación, ¿Pero y el resto de la casa? ¿No era eso muy extraño?

No dudó en olvidar cuestionarios, después de todo él había irrumpido en su hogar. Al darse cuenta, ya estaba listo, lo bebió con tranquilidad pasando el tiempo en una charla común. Preguntándose cosas un tanto, obvias. Le había encantado saber que era una chica muy agradable, que no parecía molesta por su intromisión. Algo le decía que los días le pasarían volando, y así fue. Pasaba la mañana practicando cuanto podía, aunque el lugar estaba descuidado, le era útil en ensayos. Por la tarde solía pasar hablando con aquella chica hasta su hora de ir a grabar y al volver seguía estando con ella. A la hora de dormir, tenía ahora preparado un saco para evitar inconvenientes en su descanso. Y sin darse cuenta llegó al último día.

—Hoy será mi último día, creo sin dudas que ganaré la apuesta — expuso victorioso a la joven. Ella sólo río y dio unas palmadas suavemente.

— ¿Una hora cierto? — indagó —Puedes practicar ahora si deseas, estaré esperando aquí sentada — prosiguió, colocándose a su lado, bajo esa ventana rota y mugrosa.

Eve comenzó a tocar, tararear y deleitarse la vista con su única compañía esos días un tanto tenebrosos para su gusto. Aquella joven le parecía tierna, pero no sabia nada de su vida, no entendía que hacía en una casa como esta. Tenía una necesidad absurda de preguntar, pero su parte racional le decía que era algo que quizás un niño preguntaría. Sin embargo no pudo contenerse — ¿Que hacías tu en esta casa sola? — lanzó sin dejar de tocar el instrumento. La de hebras moradas rió.

—Mi familia vivía aquí, pero un día entraron unos bandidos intentado buscar dinero, cuando salí del cuarto, recuerdo que algo golpeó mi cabeza, pero cuando desperté me habían dejado sola. Estuve durmiendo en mi cuarto hasta que llegaste aquí — le miró —Tu música es linda — impuso con voz ténue. Aquel no comprendía, ¿No era una casa abandonada? ¿No eran años los que permaneció vacía esa casa? ¿De dónde salió esa chica?

Estaba totalmente quebrada su mente, sin embargo, el vaivén de la cabeza de la muchacha en su hombro le había dado gusto, olvidando sus cuestionamientos. Al tocar la ultima cuerda de su canción, miró a su lado, dormía plácidamente y él sonrió al instante. Comenzó a pensar que quizás vendría más seguido a esta casa, algo en ella le daba un cosquilleo.

Se levantó a la cocina, mirando la hora en su celular, solo faltaba un minuto. Estuvo atento a cada segundo, al delatar que ya marcaba la hora, corrió en encuentro de la joven de la cual desconocía el nombre. Aplaudía con una sonrisa, sus ojos a medio cerrar, dedicándole un "felicidades", desapareciendo lentamente. Soltó su teléfono, empezó a guardar su instrumento con premura y tomó su móvil nuevamente. Salió por la puerta de entrada, tropezando en la vereda para luego levantar y continuar su huida. No podía negarlo, estaba feliz y más que aterrado.