de Inuyasha - koroso kawaii hanyou( matar al apuesto hanyou)

Re: koroso kawaii hanyou( matar al apuesto hanyou)

CAP. XXXVII:


Tres meses. Hacía tres meses que Inuyasha se había marchado abandonándola bajo la lluvia.
Estuvo toda la noche sollozando en que le lugar, suplicándole que volviera, gritándole que le perdonaba lo de su madre. Cómo podía ser capaz de perdonarle que asesinara a su madre?
Sentía que estaba traicionando su memoria al dejarlo pasar pero es que le quería demasiado. Si aquella noche hubiera apretado el gatillo estaría lamentándose toda la vida. Lo sabía.
Se levantó de la cama haciendo uso de un gran esfuerzo y se dirigió hacía el armario. Ese día era domingo y debía vestirse para ir con su padre a misa.
Se puso un sencillo vestido de un color cobrizo y se sentó ante el tocador para peinarse. Tenía una dama que le acompañaba a todas partes para ayudarla en todo pero le imploró a su padre que le otorgara otro trabajo a aquella señora. No le gustaba anda que estuvieran todo el día en cima suyo.
Se trenzó la larga melena y se levantó de la cómoda silla. Ojalá nunca le hubiera dicho Kaede que conocía a Inuyasha, así nunca lo hubiera sabido y nunca hubiera tratado de atacarle. Aunque eso, hubiera evitado que su hermano se lo llevara???
Salió de la habitación y encontró a su padre en el pasillo esperándola. Le sonrió tratando de tranquilizarle al ver su expresión de preocupación y se colgó de su brazo.

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- Cómo va todo? – preguntó Sango desde la entrada a la habitación de Miroku.

- Sango? – la miró emocionado- hacía mucho tiempo que no nos veíamos...

- He estado ocupado...

- Durante estos últimos tres meses?

- Sí... – murmuró decaída.

Se agarró la larga falda blanca de muselina y se sentó junto a Miroku en el primer banco de la iglesia.
Todo ese tiempo había estado tratando de consolar a Kagome y a sí misma. Amaba tanto a Miroku que le dolía el alma cada vez que pensaba que él no le hacía caso. Había preferido evitar el contacto con él para olvidarse de todo lo que sentía perol o único que consiguió fue aumentar aquel sentimiento. Por qué no podía olvidarse de él?

- Hace mucho que no cazamos ningún demonio- comenzó Miroku- parece como si de repente hubieran desaparecido todos. No hay tan siquiera hombres poseídos... – murmuró- ... las noches son largas y... se vuelven muy pesadas sin ti...

- qué?

- Te echaba de menos, Sango- le agarró la mano- contigo me divierto mucho- sonrió- sabes? Hacía mucho que no sentía esto por nadie...

- Miroku yo te a...

- Shhhhhhh... – le puso un dedo en los labios para callarla- lo sé y créeme que yo también a ti pero soy un fraile y dentro de poco el sustituto del sumo sacerdote. Mejor olvídate de mí y búscate a un hombre que pueda ofrecerte lo que te mereces.

- Pero Miroku...

Se calló al ver que él se levantaba y se marchaba. Le había dejado muy claro que no podría estar con ella nunca. Pero, ahora que sabía que la amaba estaba completamente segura de que sería imposible el intentar olvidarlo tan siquiera.
Cómo podía haberse enamorado de un hombre de Dios?

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Kagome entró en la iglesia agarrada a su padre y se sentó en un banco junto a él hacía la mitad de la larga hilera.
Se quedó extasiada mirando las imágenes de Dios pintadas en aquellos cuadros en las paredes. Cuando era pequeña le daba miedo mirar algunos cuadros pero gracias a Miroku se le paso el miedo. Miroku... el solo pensar en él la hacía sonreír.
Pero los buenos recuerdos, siempre iban acompañados de algunos dolorosos. Aquella noche hacía 17años. No sabía cómo pero lo había soñado.
Pocas noches después de que Inuyasha se fuera soñó todo lo que ocurrió. Recordó cómo Inuyasha convertido en demonio la miraba sonriente, cómo tras haber atacado a su madre trató de ayudarla llevándola a la iglesia., cómo se quedó en el tejado de la iglesia observando hasta asegurarse de que estarían bien.
Por qué ella había visto eso?
Escuchó al sumo sacerdote reclamar silencio y juntó las manos en su regazo comenzando a rezar por el bien de Inuyasha.

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- Ya hemos reunido a las siete fracciones amo Sesshomaru y... joven Inuyasha.

Inuyasha miró gruñendo a aquel demonio. Era Jaken, un fiel súbdito de Sesshomaru. Pequeño verde, con los ojos saltones de color amarillo, los dientes afilados...
Se sentó en el trono antes ocupado por su padre y observó a su hermano con atención. Había cambiado tanto desde que se casó con Rin.

- Kikio, Kouga y Kagura ya han retomado su lugar en sus fracciones- comenzó Sesshoamru- y Kanna ha vuelto a su puesto como vidente del rey.

- Estupendo!!! – exclamó satisfecho- qué hay de la fracción de los dragones?

- Muy a pesar de estar con furiosos con usted por matar a su antiguo jefe- contestó Jaken- han dicho que le ayudarán y han proclamado a un nuevo líder.

- Los muertos vivientes ya están entrenando en el patio trasero del castillo- murmuró Sesshomaru mirando por una ventana- los ángeles caídos están esperando órdenes y los recolectores de almas están más que impacientes.

- Tendrán que esperar a que Naraku de el primer paso- vio a su hermano que parecía inquieto- puedes irte con tu esposa si lo deseas. Aquí ya has terminado por hoy.

Sesshomaru le sonrió y se retiró de allí con Jaken.
El castillo era húmedo y oscuro. Se sentía fuera de lugar allí sentado sobre el trono de su padre.
Su lugar estaba en la tierra junto a Kagome que era todo su mundo. Había tenido que limitarse a ver de lejos a Kagome llorando por él y algunas noches se materializaba en su habitación para calmarla en sus sueños.
Días después de irse, se materializó en su habitación con un talismán de su madre y mientras lo agarraba recordando lo ocurrido hacía 17 años agarró una mano de Kagome. Si todo había salido bien, Kagome debía de haber visto en sueños lo que ocurrió. No quería mentirla. Quería enseñarle toda la verdad y lo había hecho.
Aprovechando que no había nadie, se puso de rodillas en el suelo y juntó sus manos rezando por el bien de Kagome.

Continuará...

 

Re: koroso kawaii hanyou( matar al apuesto hanyou)

CAP. XXXVIII :


Se sentía desesperada mientras corría por las calles de Londres en la oscuridad de la noche. Un vano recuerdo de aquel sueño en el que veía lo ocurrido con su madre se cruzó en su mente. Era igual.
Ella corría con su bebé en sus manos mientras que un demonio la perseguía surcando los cielos.
No era Inuyasha. Si fuera él no le haría daño.
Había pasado un año entero desde que él se fue y había descubierto que había quedado preñada de sus largos encuentros con él. Hacía tres meses había dado a luz a un niño albino de ojos dorados y cabello de un color plateado con algunas mechas azabaches. Aún era muy corto el cabello pero se podía distinguir bien.
Apretaba con fuerza a su bebé envuelto en una manta azul tejida por ella misma y trataba de no resbalar en el suelo mojado por la lluvia. Tenía que darse cuenta en encontrar un lugar seguro. No solo para intentar conservar la vida sino que además para evitar que el bebé cogiera una pulmonía.
Miró al frente viendo una enorme verja de hierro. No había anda más. Era o entrar allí o huir por un descampado dejándole regalada su presa al depredador.
Escuchó los llantos de su bebé escondido bajo su capa y sintió como las lágrimas le surcaban todo el rostro. Nunca le iba a perdonar a ese demonio el intentar atacarlos.

- Tranquilo, pequeñín... – llegó a la verja- no permitiré que te ocurra nada...

De un empujón abrió la verja y empezó a correr. Ya no había calzadas sino que el suelo era barro pegajoso que la hacía detenerse en su carrera.
Correr en el barro era totalmente inútil.
Miró alrededor viendo las lápidas por todo el lugar y supo que había llegado al cementerio.
No era el mejor escenario previsto para esconderse pero en ese momento era lo único que tenía.
El cielo estaba cubierto por los altos fresnos que llegaban allí guardando el lugar durante siglos. El barro húmedo junto a el olor que desprendían las hojas de los fresnos servirían para camuflar su aroma ante el demonio. Lo único que necesitaba era un buen escondite.
Sonrió satisfecha al encontrar un mausoleo no muy lejos de ella. Lentamente y meciendo al bebé para que no llorara descubriendo su posición se dirigió al mausoleo de piedra que estaba a unas tres tumbas de ella.
Tuvo la suerte de que la puerta no estaba cerrada con candado. Con cuidado para que no chirriara al abrirla entró en el pequeño espacio y bajó las largas escaleras de piedra en espiral hasta llegar a la tumba.

- Cómo estas pequeñín?

Sacó de debajo de su capa a su pequeño bebé cubierto por una manta y le destapó la cara con cuidado.

- Qué rico res!!! – exclamó viendo como hacía pequeñas pompas con l saliva- anda, no me seas baboso que mira cómo te estas poniendo.

Sacó de un pequeño bolsito blanco un pañuelo de encajes rosa y le limpió con cariño toda la mandíbula. Extendió la mantita sobre una tumba de piedra que le llegaba hasta la cintura y tumbó a su bebé allí. Sabía que no era lo más adecuado para un bebé pero en ese momento no le quedaba otra cosa que hacer.
Se arrodilló ante la tumba y palpó con sus manos el suave grabado en piedra. `` Eleanor Miller´´ , era el nombre de la difunta. Juntó las manos en una oración implorando perdón a los difuntos por interrumpir su letargo y suplicando la salvación de su bebé.

POM


Seguidamente se oyó el chirriar de una puerta y otra vez el ruido... y así continuamente.
Entonces fue cuando se percató de que se había dejado la puerta del mausoleo abierta. Se incorporó mirando a su bebé que parecía inquieto por el ruido. No le gustaba la idea de dejar solo a el bebé y subir a cerrar la puerta pero sabía que el demonio ya les tendría localizados. Si subía con él lo podía poner en peligro.

- Pequeñín... – le acarició el corto cabello- te tengo que dejar un momentito- le sonrió- mamá vuelve en seguida...

Se subió el vestido hasta el muslo y cogió la pistola que siempre llevaba allí amarrada. Agarró con ambas manos el mango de la pistola y fue subiendo lentamente las escaleras hasta llegar arriba.
Nadie. No había ni nada ni nadie en los alrededores. Lo único que oía era el ruido de las ramas al agitarse por el viento y la lluvia contra el suelo y lo único que podía atinar a ver era el agua de la lluvia.
Agarró el pomo de la puerta y cuando la estaba cerrando unas manos agarraron los barrotes intentando evitar que la cerrara.
Sus manos y las de Kagome agarradas de la puerta forcejeaban por llevar la puerta hacía el lado contrario.
Kagome vio las grandes garras que parecían poder cortar cualquier cosa. Sintió como su cuerpo temblaba de miedo.
Sabía que no podría ganarle, nunca tendría tanta fuerza como un demonio así que rápidamente soltó la puerta y apuntó con el cañón de la pistola a la bestia.

- Hasta nunca!!!

BANG BANG BANG


Tres disparos limpios que alcanzaron a la bestia. Uno en la cabeza y los otros dos en el pecho. El demonio cayó agonizante en el suelo mientras luchaba en vano por intentar respirar.
Kagome se acuclilló bajo la lluvia junto a él apuntándole en el corazón con la pistola. Sabía que el demonio iba a morir pero podía matarla antes de ese momento.

- Por qué querías matarme?

- Yo no... eran órdenes... – escupió algo de sangre- quería que te atrapara...

- Quién?

- Naraku... – cerró los ojos durante unos segundos que a Kagome le parecieron eternos- él está aquí y si no te das prisa... se llevará a tu hijo...

- Qué? – viendo que se relajaba el cuerpo del demonio- NO!!! Espera!!! No me dejes así!!!

Se levantó rápidamente del suelo y echó a correr al interior del mausoleo. Bajó las escaleras dando tumbos hasta llegar al lugar de la tumba.
No estaba. Su bebé no estaba allí, dónde lo había dejado.
Sintiéndose desesperada se dejó caer al suelo de rodillas abrazando su cuerpo mientras sollozaba.
Una risa. Había escuchado el sonido de una carcajada. El inconfundible sonido de una carcajada de su hijo.
Se giró viendo a su bebé en brazos de un demonio escondido en las sombras.

- EDWARD!!!

Continuará...