One-shot Kiss me [Godslayer] [Kashya x Charlotte]

Título: Kiss me.
Fandom: GodSlayer | AU.
Personajes: Kashya & Charlotte.
Palabras: Ni idea lol
Summary: "Su voz fue menuda y susurrante. La joven clavó en ella la mirada de sus ojos café tintados con el rojizo anaranjado de la tarde que se colaba a través de las ventanas.
La atmósfera era pacífica, silenciosa. Típica de las tardes en la academia.
—¿Qué se siente al dar un beso?"
N/A: No sé que estoy haciendo gg. Lamento el—probablemente enorme (enorme)—OoC. Entiendo el comportamiento de las kuudere pero ni idea con Charlotte. Nada Gabichuela, espero que te guste :D (?)
***

~Kiss me~​

El silencio, a solas con Kashya, tendía a resultarle exasperante. Se sentaba allí en la biblioteca y podía pasarse horas y horas estática con la cabeza metida entre las páginas de algún grueso volumen.

Charlotte solía observarla con una obvia expresión de circunstancias. ¿Tan interesante era? Ella, que por supuesto formaba parte del club de atletismo escolar siempre se había mantenido alejada de aquella clase de menesteres. No entendía el pasional amor de su compañera por la lectura. Y aún así solía acompañarla siempre que estaba libre, aunque Kashya ni negaba ni aceptaba nada. Y si lo hacía, sus respuestas eran un mudo asentimiento. Un escueto "Mmh". A veces ni siquiera usaba palabras.

Charlotte había tratado de entretenerse leyendo algún libro de los muchos que se acumulaban en las estanterías pero había terminado cerrándolo hacía minutos. Prefería aquellos libros de los que pudiese obtener algo útil. Pero aquellas solo eran historias. Cuentos sin fundamento alguno. Tenía las piernas cruzadas sobre la mesa y dejó caer la cabeza hacia atrás. Su largo coleta trenzada casi rozó el suelo.

—¿Todavía no acabas chica pokér?—preguntó.

No hubo respuesta. Kashya leía y leía, enfrascada en su lectura. Un libro del que por cierto Charlotte no había alcanzado a leer el título. El único sonido que perturbó el silencio fue el efímero susurro que hacían al pasar las hojas.

No se conocían de hacía mucho tiempo realmente. Y casi era un milagro el hecho de que siendo tan dispares fuesen amigas. Kashya era la chica callada, taciturna e inteligente que difícilmente destacaba y siempre se sentaba atrás, en el fondo del aula, lejos de las charlas ociosas, hormonales, típicamente adolescentes del resto de sus compañeros. Charlotte era todo lo contrario. Una belleza de ébano que encandilaba a todos con su extrovertida personalidad. Era una líder nata, audaz, de gran carisma.

—Charlotte.

Su voz fue menuda y susurrante. La joven clavó en ella la mirada de sus ojos café tintados con el rojizo anaranjado de la tarde que se colaba a través de las ventanas.

La atmósfera era pacífica, silenciosa. Típica de las tardes en la academia.

—¿Qué se siente al dar un beso?

Aquella pregunta lanzada al aire en aquel tono monocorde, átono, dejó pasmada a Charlotte por unos instantes. Sus ojos se abrieron grandes de la impresión. Por un momento creyó haber oído mal. Pero la expresión indiferente—siempre indiferente— de su compañera la hizo percatarse de que su duda era real. Muy real. Cuando se dio cuenta de eso no pudo evitar, sin embargo, estallar en carjadas.

—¿Qué? No puede ser—rio— ¿Es en serio?

Kashya no parecía encontrarlo divertido. Se quedó quieta, observándola con atención desde el lado opuesto de la mesa. Sus extraños e inexpresivos ojos violeta la observaron con seriedad. ¿Era una pregunta que causase ese efecto por algún casual? ¿Era un chiste gracioso? ¿Una divertida anécdota? Repentinamente cerró su libro y se incorporó de la silla.

Charlotte la observó rodear la mesa y caminar hasta su dirección. Sus risa enmudecieron perdiéndose en el fondo de su garganta cuando Kashya se detuvo frente a ella. La brisa suave meció sus cabellos albinos.

El sol arrancó destellos dorados de sus ojos. Sus labios apenas se movieron cuando pronunció aquella única palabra. Sin titubeos. Sin miedos. Sus mejillas permanecieron níveas, sin el más mínimo atisbo de calor.

—Bésame.

Pidió. Pragmática, con un tono átono y sin sentimientos. Una voz suave como la caricia de una pluma.

Charlotte quedó muda. No esperaba algo como eso. Nunca hubiera esperado algo como eso. Dejó caer las piernas de la mesa. Su compañera aprovechó para sentarse sobre sus muslos. Sobre sus piernas fuertes y torneadas fruto de su duro entrenamiento en el club de atletismo.

—¿Q-qué dices?

No pudo evitar que le temblase ligeramente la voz.

Ella, que era tan salvaje, tan rebelde, una líder nata... simplemente quedó sin palabras ante el atrevimiento de su silente compañera.

—Lo leí en el libro—sentenció Kashya—. Debes juntar tus labios con los labios de una persona por la que profesas fuertes vínculos afectivos.

Apoyó sus manos sobre sus mejillas. El cuerpo de Charlotte se tensó bajo el tacto frío de sus dedos. Nunca en su vida había tenido a Kashya tan cerca. Nunca había podido observarla con atención, con esa atención milimétrica con la que Kashya solía observarla a ella.

—Wow—susurró. Y a pesar de las circustancias una pequeña sonrisa socarrona se dibujó en sus labios—. Nada mal ¿eh? Casi veinte palabras en una sola frase. Debe ser un nuevo récord.

>>Escucha chica póker... hay como una regla rara con los besos. No puedes besar a alguien en la boca solo porque te cae bien o lo que sea ¿lo pillas?

Kashya dejó caer los hombros ligeramente. Sus impasibles ojos mostraron un ligero atisbo de duda.

—Mhm—asintió—. Lo sé. También he leído sobre eso.

Charlotte la miró con interés.

—¿Sobre qué ?

—Amor.

—¿Amor?

—Mmh.

Hubo un instante de silencio. Por unos segundos solo se quedaron allí, observándose la una a la otra. Charlotte casi agradeció que su piel oscura y el tono anaranjado que se colaba por las ventanas disimulase el rubor que se apoderó de sus mejillas.

Kashya la observaba con intensidad, con calma, perdida en sus ojos café. Como si tratase de bucear en ellos. Inconscientemente quizás los dedos de la mano que reposaba sobre su rostro acarició su piel... y la notó inusualmente caliente al tacto.

—¿Tienes fiebre?—inquirió.

Charlotte sintió los labios secos y se vio forzada a humedecerlos con la punta de su lengua. Sacudió la cabeza.

—No—dijo—. Pero está empezando a hacer un calor del demonio.

—Mmh.

Ella también lo sentía, por supuesto. Ese calor sobre la piel, esa sensación casi eléctrica que recorría sus nervios. Ninguna podía negarlo ni tenía intenciones de hacerlo.

Acortó un poco más la distancia entre ellas. No perdían el contacto, por alguna razón, un extraño magnetismo, era incapaz de romper el contacto visual con ella. Y a Kashya le pasaba lo mismo.

—Charlotte.

Fue un murmullo.

—¿Qué?

—Bésame.

Repitió.

Y Charlotte cortó todo pensamiento en su mente y atrapó sus labios en un beso necesitado, que nunca hubiese esperado desear con tanta intensidad.

Ese día Kashya descubrió que no todas las emociones, sentimientos y sensaciones pueden describirse en las páginas de un libro.