Yuzuki Minami Katsura [Palacio] En medio de mis propias palabras se me ocurrió que al final nuestras bases nos fuesen más que eso: rebeldía absoluta. Nos negábamos a aceptar las vidas que habían sido arrasadas por estas personas, las vidas de los nuestros que habían caído antes y durante nuestro conflicto, uno que se prolongaba todavía en el tiempo por mucho que Akishino estuviera aquí hablando de derrota, de debilidad y señalando el gran error que significaba para Takeda haber puesto su ejército en manos de una mujer, porque las mujeres teníamos otro propósito. Decirle semejante cosa a una Minami, de todas las mujeres posibles de Japón, debía ser la provocación de ira más grande que a uno se le pudiera ocurrir. Aún así guardé silencio, aunque comprimí las facciones, pero en el momento en que la mujer ataviada de amarillo entró y noté que cargaba un niño relajé los gestos sin darme cuenta, incluso antes de escuchar su nombre y entender que era la Emperatriz. El cansancio de ella era innegable, por más que estuviera vestida con las mejores ropas no había manera de anular el vacío en sus ojos. Esta mujer, como mínimo, merecía estar descansando todavía, porque se notaba el embarazo aún. ¿La habían dejado tumbarse siquiera? ¿Refrescarse el rostro? ¿Cargar a su niño en silencio, luego de traerlo al mundo? La seguidilla de preguntas internas me tensó el cuerpo con la furia contenida, sin importar la sangre que corriera en las venas del niño ni el hecho de que fuese Shino la que estaba allí. Él presentó al pequeño como Kinsuke, preguntó si estábamos listos para tomar un arma y derramar su sangre, sacó el tanto que lanzó hacia Takeda y tuve que hacer un esfuerzo bestial por contener el impulso que tuve de escupirle encima a Akishino. La tensión, la misma que se observaba en los animales que desean arrojar una mordida, se me debió notar en el cuerpo pero no la disimulé porque, por real que fuese, era parte del espectáculo de nuestro colapso, nuestro inminente quiebre. Además, lo entendía, lo entendía con tal claridad que no pude detener el enojo incluso de haberlo querido. Este hombre mataría a mis niños sin dudar, esos que no llevaban mi sangre, si le parecía que servía a un propósito, si servía a una suerte de bien común que solo él comprendía. Él no haría o lo haría uno de los suyos, esparciría la sangre en el suelo y seguiría con su vida sin más. Pero yo no podría matar a Kinsuke. Ni siquiera después de cazar a Kobayashi. Para empeorar la situación le quitó al recién nacido de los brazos, ella quiso luchar pero no tenía fuerza y odié sentir lástima por estas personas, pero esta mujer era una madre e incluso si no tenía hijos que llevaran mi sangre, que yo hubiese traído al mundo, cuando me arrebataron al que crié como si lo fuera fue espantoso. Akishino dejó al niño sobre el tatami, Takeda se acercó para cargarlo con cierta dificultad y yo me aproximé a ambos. Kinsuke seguía llorando, pero Takeda comenzó a cantar la canción y yo estiré una mano hacia el bebé, depositándola suavemente en su cabeza. No duró demasiado de todas maneras, le arrebató el niño, lo regresó a su madre y lo que dijo Takeda terminó de darme el empujón que necesitaba. El empujón de la resistencia, de la rebeldía y el amor, ese que Akishino, Kato y quién sabe cuántos más habían señalado como una debilidad. Estaba cansada de comerme este discurso una y otra y otra vez de parte de personas diferentes, todos varones. Mi padre había defendido esta justicia, había muerto por ella. —Es un niño que acaba de venir al mundo —repliqué, furiosa, y me acuclillé para levantar el tanto que Takeda había ignorado—. Los hombres deben comenzar a cambiar sus discursos sobre la debilidad, empiezan a sonar todos iguales. La madre de su hijo necesita descansar, Emperador, de no ser que considere eso una debilidad también. Arrojé el tanto a los pies de Akishino, aburrida, cansada y quién sabe qué más. De por sí no lucharía contra el Emperador, el ejército y quién sabe quiénes más solo con un filo que no servía nada más que para abrirme el vientre. —Ya que parece considerar como tal la compasión en cualquiera de sus formas. —Tomé aire de forma audible, moderé el fastidio que me corría por el cuerpo y hablé con calma y formalidad a pesar de lo que dije—. Me he cansado de las faltas de respeto a mi Señor, le ruego que se retire junto a su familia. Contenido oculto cada post que mando siento que estoy un paso más cerca de la muerte ehe
Kuroki Fusatada Tal como supuse, mi ignorancia hizo reaccionar de distintas maneras a los presentes, bueno... en realidad pensaba que, o todos me ignorarían o todos se molestarían, y la reacción fué variopinta... Sayuri sonrió, mientras Gendo me miraba con un rostro cargado de alegría y Saizo cargado de reprobación, terminé por cruzarme de brazos, yo apenas llegaba a Kioto, creo que era hasta lógico que no me enterase de lo que estaba pasando. Sin embargo, Gendo fue el que respondió por todos, aclarando de todos modos la duda, así que Kinsuke era el próximo heredero al trono... El Imperio tenía un nuevo Emperador después de la partida de Akishino... Sí, sin dudas era suerte. Pero creo que ellos cantaban victoria muy pronto. De todos modos, debía admitir que Saizo ya empezaba a recordarme a Kyogi y eso comenzaba a hacerme ruido, y no del modo positivo... Yo ya no estaba para más estúpidos como ella. Evidentemente no dije nada, solo miré al hombre, con seriedad y tranquilidad, comprendía las razones por las que había propuesto lo que hizo, pero antes de que nadie pudiera decir más, la puerta se abrió con energía y eso nos hizo voltear a todos, era Daidoji, mencionando lo del hijo de Akishino. La mención de la boda no era nada nuevo, desde que recibí el informe hace mucho había dejado precisamente la semilla que querían que sembrara, por lo que no me preocupé, sin embargo, las palabras finales de Daidoji y Gendo me paralizaron por un instante, y mi única reacción había sido abrir ligeramente la boca, a modo de sorpresa pero que ya no lo podía expresar como antes... ¿Cómo... que Takeda estaba aquí? Literalmente, lo había visto abandonar Nagoya cuando yo me estaba dirigiendo a Shima ¿Qué había pasado? ¿Acaso habría sucedido algo en Wakayama? Se supone que era un punto de reunión segura... ¿Porqué estaba aquí? ¿Algo había salido muy mal? La intriga de la razón por la que estaba aquí me estaba abrumando, por un momento me había preocupado de la tal "promesa" de Rengo, fuese cual fuese, y personalmente todo era tan repentino como para siquiera intentar pensar en algo pero... ¿Takeda? Recordé las palabras de Gendo sobre que asistiríamos hoy a una ceremonia diferente... Ya para qué seguía abrumándome, para ser honestos... Relajé la expresión y miré a Gendo, relajando la postura. —No sé si sea conveniente interrumpirlos, si están en una reunión debe haber una razón poderosa de por medio, además, la ceremonia de hoy... es una boda, ¿cierto? Entre Takeda y Tomoe—. Inicié, hablando con tranquilidad, efectivamente ya no me refería a Takeda como señor. De cualquier modo, casi en todos lados de Japón hablaban ya de la famosa e inminente boda entre los clanes Taira y Minamoto, por lo que en lo personal, era de intuirse. >>Eso quiere decir que lo terminaré viendo hoy mismo tarde o temprano—. Dije con seguridad, suponía que en verdad tendría que dejarme llevar de ahora en adelante. —Aún así, si desean ir a ver al futuro Emperador, evidentemente no voy a ser quién se oponga, sería hermoso ver a nuestro futuro señor—. Finalicé, mirando por un instante a Saizo, si quería intimidarme, esos días ya pasaron en definitiva...
Dojo Militar [Kuroki; Gendo; Saizo; Sayuri] Gendo afirmó ante las palabras de Kuroki —Veremos al niño Emperador — sonrió orgulloso. Los demás siguieron el paso a Gendo quien ya avanzaba hacia la salida; su destino no quedaba muy lejos. —Además... — agregaba Gendo —... Es importante que nuestro señor Akishino veo la nueva adición a mi ejército. Los pasos eran fuertes, decididos. No había nadie esperando afuera, no había comitiva que los guiara por la ciudad. Ellos avanzaban y los demás se apartaban de su camino, era la fuerza del fuego consumiendo todo a su paso. Si no salían de su camino, enfrentarían las llamas. Contenido oculto Gigavehl Continúa abajo Capítulo V リンドウまたは菊 Rindō matawa kiku - Genciana o crisantemo Katsura/Palacio [Kuroki; Gendo; Saizo; Sayuri; Daidoji; Akishino] Llegaron al hermoso palacio justo cuando un palanquín parecía estarse levantando del suelo, siendo escoltado por un gran número de guerreros que protegían aquel elemento. —La dama Shino aun sigue sin asignar un nuevo escolta oficial después de la muerte de Kozaemon ¿Cierto? — preguntó Sayuri a Saizo quién negó. —Aun sigue Matahachi como uno de los candidatos a asumir ese puesto; pero son sólo habladurías — contestó Daidoji — Deberían darle ese sitio a Sen. —Se lo darán a Sen — aseguró Gendo mientras observaron salir el Emperador Akishino. Al instante se colocaron de rodillas e inclinaron el rostro. —Está bien, Gendo. De pie — habló Akishino. Gendo se puso de pie dejando a los demás en la posición de reverencia. —Mi señor. Hemos venido a congratular el... Akishino detuvo las palabras de Gendo con un ademán de su mano —Lo agradezco; pero en estos momentos tenemos asuntos que deben atenderse con premura —Akishino observó a todos los presentes y el cabello de Kuroki lo hizo señalarlo mientras observaba a Gendo. —No sólo usted ahora tiene a alguien a quién puede considerar su sucesor — mencionó Gendo con orgullo — El es Kuroki Fusatada, ahora es mi alumno. —Fusatada... —Akishino observó las facciones visibles de Kuroki — Era el desperdicio de Mito. Es una de las vidas que me costaron una promesa...es un sirviente Minamoto—miró a Gendo —¿Por qué lo has reclutado? —Fue el que logró matar a Tamano no Mae junto con el difunto Ishikawa... — dijo con gran dolor en sus facciones — Llegamos muy tarde a ayudarle; pero ellos ya habían derrotado a la desgraciada yokai que mantenía la maldición sobre nuestra amada emperatriz. Akishino afirmó —Y gracias a ello, por fin pudo nacer uno de mis hijos. La maldición se levantó, y el precio fue mi mejor amigo —Akishino apretó los puños en desesperación. —Fue Kuroki quién ayudó a Taiki, mi señor. Al ver la condición de Taiki, estoy seguro que sin ayuda de Kuroki no hubiera podido vencer a la yokai. Bajo este sol tendríamos dos muertes, la de su onmyoji y la de su primogénito. La maldición seguiría... —Su valor es indudable; pero su lealtad es otra moneda — aseguró Akishino; pero al instante sonrió — Pero tengo la prueba perfecta a su nueva afiliación — miró a Gendo — allá adentro hay una mujer insolente. Quiero que le de una lección, ha levantado su voz ante mí; debe entender las consecuencias. —¿La quiere muerta, mi Señor?— preguntó Gendo. —Esa decisión te la dejaré a ti, quiero que le demuestren nuestro poder. Tanto a ella como a su Señor — Soltó una mofa casi ceremonial — Takeda aun sirve sin un brazo, así que sé creativo. Gendo sonrió ampliamente — Usted no me tiene en este puesto por ser creativo, estoy aquí por saber ejecutar sus órdenes. Aun así, haré lo mejor que pueda, y sé que puedo prometerle al menos un buen espectáculo, digno de ser narrado. Akishino avanzó hasta dónde estaba Kuroki y los demás, se detuvo a su lado, susurró algo a su oído, inaudible para el resto. Después se irguió y habló con voz grave —Veremos la valía de tus acciones sobre tu palabra — concluyó para después partir en una segunda caravana. Esta vez Saizo lo acompañó, dejando al resto junto a Gendo quien ya avanzaba hacia Kuroki. —Yo iba a divertirme con esa mujer; pero te ha tocado esa oportunidad —dijo Gendo hacia Kuroki — Avancemos. No habían conocido al pequeño Kinsuke; en cambio, una nueva y fatídica misión caía sobre los hombros de Kuroki. Contenido oculto Gigavehl Continúa abajo [Takeda; Yuzuki] Akishino y Shino salieron de aquel sitio sin responder a las palabras de Yuzuki. Pero no serían olvidadas. —No pudimos contenernos —dijo Takeda con vergüenza — Debí haber bajado el rostro, dejar que me humillara con cada palabra. Debí haber hecho tanto... pero jamás me arrepentiré de no haberle arrebatado la vida al pequeño Kinsuke. —Un grave error... Aquella voz era intimidante. Un golpe en el aire. Contenido oculto — Lo que queda de los Minamoto... —negó mientras una mujer entraba detrás de él. Contenido oculto —Matar a Kinsuke aquí y ahora hubiera evitado el mismo camino que tu has recorrido, niño — dijo recriminando a Takeda —¿Pero qué puedo esperar de los Minamoto? Me han demostrado su estupidez en Mito. Por último, entró otro hombre, este jalaba a Kuroki. Contenido oculto Takeda se alarmó al ver a Kuroki. Pero rápidamente Daidoji comenzó a golpear el hombro de Kuroki en compañerismo. —¡Qué afortunado!— reclamó Daidoji a Kuroki — Es la General Minami ¿No es cierto? —Esta última pregunta la dirigió a Gendo. —Así es, una de las responsables por la muerte de mi progenitor en Shizuoka— mencionó con una sonrisa para después mirar a Kuroki — Esta es tu nueva misión. Pelearás contra ella, no la matarás pero me traerás una pierna o un brazo, tú decide. Me da igual. —¿Kuroki?— preguntó Takeda —¿Qué está sucediendo? —Ahora está de nuestro lado, verás...— interrumpió Sayuri —Ustedes no supieron apreciarlo, Gendo ha visto su gran potencial. —Esto es una mentira... es una trampa... es... —Esto es la realidad, Takeda Minamoto —Gendo interrumpió a Takeda. Instintivamente, Takeda se colocó frente a Yuzuki. Algo que enterneció a Sayuri — Se parece tanto a Hana —mencionó con tristeza. —Si, Noishi se parecía más a Sogo. Takeda mucho más a Hana. Shigeari... él si era un híbrido entre.... —¡Basta!— gritó Takeda para después clavar su mirada en Kuroki. —¿Qué está sucediendo, Kuro? Contenido oculto Zireael Gigavehl
Kuroki Fusatada Afirmé con calma ante la respuesta de Gendo, en realidad, aún siendo ya parte de Gendo no me podía confiar en que de algún modo yo pudiese ponerme a explorar Kioto, mi presencia no podría pasar desapercibida, mi única opción seguía siendo estar a lado de Gendo por ahora... Empezamos a avanzar, escuchando las últimas palabras de Gendo acerca de Akishino, lo cual tenía razón, era el Emperador, no podía estar desinformado. Caminé con el resto, percibía como la gente se apartaba, no hacían preguntas, no perdían el tiempo, solo se quitaban como si lo hicieran más por miedo que por respeto. Aún así, fijé poco después mi vista al frente, tenía que centrarme aunque no quisiera... Llegamos a otra edificación, una realmente imponente y bella, no pude distraerme mucho con los detalles ya que la atención se la robó una especie de comitiva que protegía con recelo, algo que hizo reaccionar a Sayuri y se lo comentó a Saizo, parecía que el tal Kozaemon se dedicaba a este tipo de cosas. De cualquier modo, el Emperador hizo acto de presencia y me vi forzado a reverenciar, solo replique e hice la reverencia más formal que conocía para quedarme a esperar allí. Akishino habló con Gendo, yo solo cerré los ojos para no distraerme con nada y prestar más atención a las palabras de ambos hombres y los tonos empleados. Lo que escuchaba no hizo más que hacerme suspirar con discreción, así que Taiki en verdad era la mano derecha de Akishino, o como mínimo un amigo en extremo importante, y haberle dejado vía libre para romper la maldición de su esposa para por fin tener al sucesor... Jamás había podido llegar a odiar tanto a un hombre en mi vida... De cualquier modo, Gendo, por mucho que no se revelase y fuese alguien tan cercano al Emperador, le mintió descaradamente al hombre más importante de Japón, diciendo que yo había ayudado a Taiki, y que juntos habíamos acabado con la Yokai, me extrañaba que el Emperador no se cuestionarse porqué yo estaba con Taiki en primer lugar, pero podrían haber varias posibilidades, así que no quise indagar de más en esa idea para no distraerme. Como era de esperarse, Akishino cuestionó mi lealtad, más no mi valor, algo que todos parecían concordar... Sin dudas, tenía que ser algo que tomase en cuenta... De cualquier manera, no percibí sonido alguno de que alguien se levantase, abrí los ojos, buscando verificarlo de reojo, pero lo que percibí fue al fuertemente protegido y armado Emperador aproximarse hacia mí, se agachó, y me susurró unas palabras, unas que se tomaron unos instantes en pronunciarlas, me hizo comprender cómo pondría a prueba mi valía, y poco después se retiró, permitiéndome al fin erguirme. Mire por un momento la espalda del Emperador retirarse, siendo seguido por Saizo y sus guardias, los lujos y la imponencia en cada guerrero era abrumador, me imaginaba Kioto como un lugar fuera de lo normal, pero no a este extremo... Escuché pasos y volteé a ver, siendo Gendo y compañía los que se reunían conmigo. El Líder Mori parecía haber entendido lo que pasaba, pues comprendía que yo debía hacerme cargo con una mujer que había incordiado profundamente al Emperador y a su esposa, no entendía a qué podrían referirse, pero esperaba que no fuese algo en extremo complejo... Como me equivocaba... —Me haré cargo, no se preocupe—. Respondí a Gendo, y de nueva cuenta les seguí el paso. Lo siguiente que pude presenciar, fué literalmente una actuación digna de volver loco a cualquiera, Takeda había dicho algo de Kinsuke, pero Gendo y Sayuri no tardaron en dejar en claro el error que había cometido el Minamoto, y Daidoji no tardó en jalarme, cosa que me hizo fruncir el ceño confundido, quisiera o no verlo, iba a ingresar de todos modos. Me acomodé allí donde me había jalado para ver a los presentes, sorprendiendome en ver a nadie más ni nadie menos que a Yuzuki... ¿Pero qué había sucedido? ¿Porqué estaba aquí? Por mucha sorpresa que sintiese, seguía sin poder expresarlo en su totalidad, todo lo que podrían llegar a percibir era apenas una parte de toda la expresión, el extraño bloqueo simplemente no se iba... Relajé pronto la expresión, viéndolos a ambos, viendo sus vestimentas, me parecía tan... Surreal la situación actual, el lugar y los presentes... Daidoji me golpeó en forma de camaradería y volteé a verlo un instante, para volver la vista a la pareja, escuchando la confusión y shock de Takeda, aunque desvié la vista a Gendo cuando me dijo lo que quería que hiciera, y pronto volví la vista a Yuzuki en concreto, por mi parte afirmé, aún así, aunque yo quisiera hablar, entre todos me lo estaban impidiendo, ¿Yo tener que pelear contra ella para quitarle alguna extremidad? No creí verme en esta tesitura tan rápido... La exclamación final de Takeda parecía haber abierto por fin el espacio para que yo pudiese decir algo, y el Líder Minamoto me miró, con fuerza, preguntando lo que estaba sucediendo. Era evidente que, por mucho que Gendo le mintiese por alguna razón a Akishino, le estaba obedeciendo, no creía que fuese solo por dar con Hoshi, pero tenía tan poca información como para hacerme una idea por ahora, de cualquier modo, lo que imperaba era el ahora, lo que tenía que decir. Volví a recordar todo el viaje que recorrí para llegar hasta donde estaba ahora, todo lo que había sacrificado aún de más por una decisión tan jodida, y verme en este momento tan rápido no me daba tiempo a saber qué decir sin que pudiesen malinterpretarme nada, ayudaba esta nueva frialdad, pero también tenía sus contras. Suspiré, largo, pesado... Y me preparé para hablar. Era hora de ver si en verdad, todas mis acciones habían sido lo suficientemente valerosos para ellos dos... —Sucede que terminé de perder la paciencia y una parte muy importante que me volvía el niño que conociste, conservarlo me ayudaba a ser tan expresivo como tanto adorabas... Pero cierto "amigo" no solo terminó de aplastarlo vilmente y despedazarlo, si no que me hizo sentir como una plaga que había decidido egoístamente y no se lo puedo perdonar, lo que es hoy en día... Lo es gracias a esas precisas decisiones tan... Estúpidas—. Dije, sincero, firme, sin titubear porque de hecho estaba diciendo lo que no quería terminar de decir en su día... Estaba dañado, demasiado, tanto como nunca en mi vida, y ya había llegado a mi límite... >>Sucede que ya no pude soportarlo más, no obtuve las respuestas que buscaba pero pude ver en acción la fuerza que puedo llegar a demostrar, Gendo lo vió, y aquí estoy... Demostrar que lo que dije iba por completo en serio—. Culminé, no quería explayarme ni detallarlo, no quería un drama, no quería rodeos... Yo ya no estaba para esos trotes, y tampoco veía la pena discutir con nada. En todo momento miré a Takeda, pese a mis palabras, no fuí rudo o similar, él quería saber qué estaba pasando y ahí lo tenía, dudaba que pudiese vincularlo con Kohaku, pero en lo personal no me importaba que lo hiciera ahora, después de todo, no creo que Kohaku también hubiese sido amigable en el mensaje que pudo dar, o quién sabe, lo que era realidad, es que el chico había brutalizado mucho más de lo que su padre pudo haber logrado en mí. Era demasiado perder una serie de cosas desde Kamakura... Y perderlo a él como a Shiori ya era el colmo.
Yuzuki Minami Katsura [Palacio] ¿Algún día nos arrepentiríamos de no haber tomado la vida de un bebé? Las palabras de Takeda me dejaron claro que no y si eso, al final del día y de la historia, nos volvía débiles a los ojos del enemigo supuse que entonces lo que estaba mal era el mundo. Si este mundo, donde estábamos nosotros y Akishino, exigía que tomáramos la vida de una criatura recién nacida... Era irreparable. Tan sencillo como eso. El futuro era desalentador y ni siquiera sabía si llegaría a observarlo, no aquí, en estas paredes donde podía morir. La voz que irrumpió antes de contestarle a Takeda, luego de que Akishino se retirara, me heló la sangre en la venas incluso si no supe a quién pertenecía. Giré el cuerpo, observé al hombre, la mujer que entró tras él y entró otro, jalando de alguien que... Kuroki. ¿Kuroki? ¿Era Kuroki? ¿Qué hacía aquí este niño, con esta gente? ¿Qué estaba pasando? Debió reflejarse en mi expresión la absoluta confusión que me inundó el cuerpo, que no hizo más que aumentar al ver los gestos de aparente compañerismo. Cada vez que una de estas personas me reconocía como la General Minami una nueva aguja cargada del más visceral de los miedos me punzaba el corazón, me atravesaba el pecho hasta salir por la espalda y en lugar de paralizarme parecía exigirme que luchara. Que reaccionara de una vez, que peleara, porque si iba a perder la vida no lo haría congelada. Ahora está de nuestro lado. Ustedes no supieron apreciarlo. Kobayashi. Kuroki. Kohaku, ¿dónde estaba Kohaku ahora? ¿Estaba vivo siquiera? ¿Sentiría lo mismo que había empujado a dos niños diferentes a apuñalarnos por la espalda de esta manera? ¿De verdad éramos nosotros el problema? ¿Dónde estaba Hayato? ¿Seguía con Takano? ¿Alguien había podido evitar que Takano entrara a buscarme y le había recordado que tenía que cuidar al niño por mí? ¿Hayato sentiría lo mismo que Kuroki? ¿Lo sentiría si Takano no podía cuidar de él? No, no podía ser así. No podía estar pasando esto, tenía que ser una pesadilla. Un delirio absoluto producto de una infección sin tratar. Alguien tenía que despertarnos. La cantidad de dudas que me alcanzaron la mente fue capaz de silenciar algunas de las cosas sucediendo frente a nosotros, escuché que yo era una de las que había asesinado al progenitor del hombre frente a nosotros, medio oí a Takeda y de repente tuve su silueta delante de mí. Solo entonces hilé los ecos lejanos de sus voces, del pedido a Kuroki. Un brazo o una pierna. Era una herramienta contra Takeda. Yo era desechable, pero hasta entonces jugarían conmigo. Sentí la mirada del chico encima, luego escuché su respuesta y sentí que iba a perder la razón de una vez por todas. Sentí náuseas, amenazaron con voltearme el estómago al revés, y por un instante al parpadear el mundo quiso quedarse negro, impidiéndome ver a las personas frente a mí. Quería reaccionar, quería patear, rasguñar y morder, pero estaba rodeada de enemigos. Estaba rodeada. Era un perro con el hocico atado. Lancé la mirada a algún punto de la espalda de Takeda, pasé saliva y di un paso al costado para recuperar espacio. Esta vez fui yo quien coló el cuerpo frente a él, después de todo eran mis extremidades las que estaban pidiendo, ¿no? Por responderle a Akishino.
Katsura/Palacio [Yuzuki; Takeda; Kuroki; Gendo; Sayuri; Daidoji] "Sucede que ya no pude soportarlo más, no obtuve las respuestas que buscaba pero pude ver en acción la fuerza que puedo llegar a demostrar, Gendo lo vió, y aquí estoy... Demostrar que lo que dije iba por completo en serio" Gendo sonrió con orgullo mientras miraba a Takeda, su expresión era totalmente de incredulidad. Su boca permanecía ligeramente abierta mientras miraba a los ojos de Kuroki. —Por favor...— dijo Takeda acercándose a Yuzuki, sin pensarlo la sujetó con su único brazo; estaba temblando. Sabía que por más que dijera algo, por más que intercediera por Yuzuki, no tomarían sus palabras. No cambiarían ninguna parte de Takeda por una de Yuzuki. Aun así, la voz de Takeda se hizo presente — Yo me volveré un simple accesorio si es necesario. ¿Quieren que acepte este matrimonio sin queja alguna? Lo haré, nadie notará que estoy obligado a ello. Celebraré cada palabra, sonreiré en cada ovación y palabra. Lo haré si perdonan este... atrevimiento — Esta última palabra la dijo con profundo rencor, no había lágrimas en Takeda había rabia. —Puedes ir amarrado en toda la ceremonia; a nadie de los que asistan les importará — Intervino Daidoji —Puedes estar llorando si lo deseas. Nadie que esté hoy en la ceremonia estará allí por tu bien, no habrá rostros que piensen en tu desgracia; no habrá nadie que te ayude — mencionó Sayuri. —Kuroki... —Inició Takeda —Un guerrero no ha de dar su palabra, no ha de prometer; el simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto de hacer...—Esas eran las palabras que le había dedicado en Nara cuando decidieron seguirlo. 誠 Makoto; Honestidad. Natsu había perdido su honor; Mao el respeto y Kuroki perdía su honestidad. Takeda lo miró —Aun tienes mi lealtad. Por ello, si continúas en este camino yo me encargaré de detenerte. Porque les he prometido que yo me haría responsable de sus acciones y pasado. Les prometí que yo cargaría con ese peso. Gendo comenzó a reír—No podrás detener a Kuroki, no serás ni capaz de acercarte a él. Tu debilidad también es física, ha de ser patético verte intentar blandir un sable. Has hecho bien en no matar a Kinsuke. Kinsuke no crecerá con un odio hacia ti de ninguna manera, no representarás ningún obstáculo a vencer. En cambio, Kinsuke crecerá admirando a Kuroki —colocó su mano en el hombro de Kuroki —Has elegido bien, Kuroki. Ahora tráeme algo de esa mujer...—soltó una risa macabra para después mirar a Sayuri—¿Traes tu dado, Sayuri? Sayuri sonrió y afirmó. —Hey, Kuroki — dijo Gendo mientras extendía su mano hacia Sayuri para que le pasara los dados, al recibirlos los balanceó en su mano y miró a Kuroki —Hagámoslo más divertido —dijo entregándole un dado. Kuroki observaba el dado. En lugar de números; había palabras. —Un dedo de la mano; uno ojo; una mano; un pie; una oreja o la lengua — dijo Sayuri mientras observaba a Kuroki —Por si no te decides que traer. —Todos aquí somos coleccionistas, Kuro — dijo Daidoji con holgadez — Gendo colecciona katanas; Yo colecciono objetos especiales y nuestra querida Sayuri colecciona partes de cuerpo —soltó una pequeña risa — Por eso no tiene esposo... seguro ella les... Sayuri golpeó a Daidoji mientras le decía que se callara, ambos reían. Eso era para ellos. —Puedes usar el dado o elegirlo por ti mismo —dijo Gendo hacia Kuroki —Ahora estás con nosotros. Cumple mis órdenes y demuestra quién es superior —sonrió Gendo mientras se despojaba de una de sus katanas y se le extendía a Kuroki. Tanto Sayuri como Daidoji se exaltaron al ver aquello —Konton... —Esta es una katana creada por el mismo Kyuzo; fue forjada en inspiración a mi espíritu de batalla. Con ella he ganado cada combate en el que he estado... úsala —dijo Contenido oculto: Konton Aquella arma relucía mucho más que la otra que llevaba consigo, a comparación se notaba que Konton tenía mucha más elegancia. Contenido oculto: Arma de Gendo Gendo avanzó hasta Takeda y Yuzuki; los separó y sometió a Takeda, lastimándolo intencionalmente. Sayuri y Daidoji se acercaron a Yuzuki para impedir que ella interfiriera con Gendo. —¡Kuroki! —Gritó Takeda; pero Gendo lo sujetó fuertemente del cuello con su propia mano, apretando lo suficiente para sofocarlo ligeramente e impedir que hablara; a su vez, forzándolo a mirar, y mientras lo hacía, Gendo le susurraba. Era momento de actuar. Daidoji y Sayuri estaban listos para someter a Yuzuki si era necesario. Contenido oculto Zireael Gigavehl Dados Un dedo de la mano Un ojo Una mano Un pie Una oreja Lengua
Kuroki Fusatada Esperé paciente ante la respuesta de ambos, pero, incluso para mi sorpresa, Yuzuki no dijo nada, solo parecía que estaba por desmayarse en cualquier momento y era lógico, entendía su agonía... Era exactamente el mismo que sentí por haber insistido tanto con Rengo y haberme desvivido tanto por salvarlo del destino que otros le habían impuesto injustamente... La miré un momento, pero regresé mi vista hacia Takeda, quién se mostraba incrédulo, miré un momento a Gendo y el mismo sonreía con orgullo, luego regresé la vista al Minamoto... Bien. Takeda se puso a suplicar algo que honestamente veía venir, y la respuesta también era algo predecible, me seguía carcomiendo el hecho de intentar comprender qué había sucedido y porqué Takeda estaba aquí, no lo entendía, no era para que esto sucediera ahora, pero así... no serviría de nada saberlo ya. Aún así, miré a Takeda cuando se dirigió a mí, y escuché sus palabras... De seguro lo que quería lograr era conmoverme... pero no era algo que lograse ahora. Entendía que perdía mi Honestidad, pero... aún ahora nunca había dejado de ser honesto, incluso mi decisión que me ha llevado hasta ahora tampoco había sido deshonesto, ni siquiera cuando decidí matar a Taiki tampoco había dejado de ser honesto... Aún así, me mantuve en frío silencio... De todo lo demás que dijo; rescaté algo muy importante: "Aún tienes mi lealtad" Y eso era todo lo que necesitaba escuchar. Gendo no tardó en mofarse, y miré al mismo cuando me tocó el hombro, por lo que era momento de actuar, aunque antes, le pidió algo a Sayuri, un dado. Cuando me hicieron entrega de ello, miré lo que estaba escrito, empezando a intuirme lo que querían de esto... Miré a Sayuri y afirmé, mientras Gendo volvía a dirigirse a mí, dándome una de sus katanas, una que hasta hizo reaccionar a Sayuri y a Daidoji, desenfundé una parte para verlo bien, el brillo era singular, miré un momento la cintura de Gendo, la otra katana que poseía se veía menos lujosa. Volví a guardar la katana en silencio, agradeciendo a Gendo el gesto, para ver las acciones finales... Así que Daidoji coleccionaba cosas, Sayuri partes y Gendo armas... Tendría que tomarlo en cuenta. Ví cómo Gendo sometía a Takeda, y Yuzuki quedaba aparte rodeada por Daidoji y Sayuri, mientras yo sostenía en la mano derecha al tal Konton y en la izquierda el dado, todo estaba preparado para dar el castigo que tanto Akishino le había pedido a Gendo y a mí en esencia... Miré el dado un momento, siguiendo un poco el juego que ellos parecían gozar... Dejar pasar cuantos segundos fuesen suficientes para torturar sin siquiera hacer algo sangriento, eso es algo que me enseñó muy bien Kyogi, que sin estar presente era capaz de intimidarme, intenté aún ahora comprender cómo es que Gendo y compañía confiaban tanto en mí solo por haber aceptado la solicitud de Gendo, estaba bien, Daidoji no parecía a gusto, pero era... extraño, el nivel de cosas que me dejaban, aún si eran prestadas. Seguí sin decir nada, aventé el dado en vertical, y dejé que tocase el suelo, el dado rebotó lo suficiente para terminar por dar una cara en específico, por lo que lo miré, lo recogí y lo vi, no reaccioné, no lo haría aunque quisiera, guardé el dado un momento mientras Takeda me gritaba. No lo miré, mi vista estaba fija en la de Yuzuki, si es que me miraba en primer lugar, aunque suponiendo yo quisiera ayudarlo, aunque suponiendo no estuviese yo consciente de las consecuencias de esto, la realidad es que aquí, ahora... no podíamos hacer nada. Ya había dicho lo que quería decir, todo quedaba en si Akishino lo veía suficiente... —La mano—. Ordené hacia Yuzuki, nunca especifiqué cuál, pero eso era lo que había dictado el dado, y cumpliría con ello. No le dejé mucho tiempo a pensarlo, la verdad, porque desenfundé Konton, acomodé un poco la postura y la distancia, y yo seguía sin expresar nada. Dejé unos pocos segundos más, y preparada o no, con ayuda o no, alcé el filo y dejé caerlo con fuerza y seguridad, cortando la mano de tajo mientras veía el mismo tocar el suelo como si fuese un objeto cualquiera. Gruñí por lo bajo, mientras limpiaba la katana y la enfundaba, recogiendo el miembro cercenado y tomando una fina seda que estaba por allí, envolviendo el miembro mientras miraba a Gendo. —Está hecho
Contenido oculto Yuzuki Minami Katsura [Palacio] Takeda me tomó con su brazo, estaba temblando, pero yo ya estaba fuera de mí, como si estuviera observando todo este caos desde otro lugar. No escucharían a Takeda, tampoco a mí y todo lo que quedaba era que un niño, otro niño desgraciado, decidiera sobre mi vida. El detalle estaba allí, ¿cierto? Los niños que yo había tomado jamás me harían esto. Rengo no podía hacerme esto, Hayato tampoco, pero justo por eso el que estaba aquí era Kuroki. Lo habían dejado solo demasiado tiempo y el imbécil no había sabido tomar una decisión decente fuera de la mirada de un adulto. Y lo aborrecí por ello. —No te escucha —murmuré aunque posiblemente no me escuchó nadie y mantuve la mirada en un punto muerto—. Ya es tarde. Ahora tráeme algo de esa mujer. ¿Dado? ¿Un dado decidiría mi destino? Dejé de escuchar, los veía hablar, intercambiar cosas, vi el dado y supe que estaba condenada, que lo había estado desde que pasé las murallas, desde que dejé a Takano y Hayato atrás. Lo estuve desde que me negué a seguir a Ukita, lo estuve incluso antes, años antes, cuando mi padre y los Minami se abrieron el vientre frente a Kato. Estaba maldita. Había apestado a muerte durante años. Nos separaron, el miedo me aplastó el cuerpo y me revolví por fin, aterrada y furiosa, quise alcanzar a Takeda pero los infelices me rodearon, dispuestos a someterme apenas pusiera más resistencia. Estaba luchando por pasar aire al pecho, para no desmayarme todavía, lo único que me mantenía consciente era la cantidad inmensa de ira que me atenazaba el cuerpo, funcionaba con nada más que furia y me negaba a entregarles todo lo que poseía. Me negaba a dejar de ser yo incluso aquí, con las paredes de la fosa colapsando sobre mí por fin, creando la tumba que me cubriría. La mano. ¿La mano? Dijo que la mano. Dioses, no, iban a arrancarme los dientes. Iban a arrancarme mis preciados colmillos, los que había afilado por años. Me arrebatarían la posibilidad de empuñar el colmillo por el que había luchado tanto, la réplica del objeto que había estado por matar a Takano, mi lucha se reducía a esto. Era el cobro por no guardar silencio, por resistirme, por no agachar la cabeza nunca. Ahora este maldito niño desgraciado iba a dejarme como a Takeda, a media fuerza, que era lo mismo que una sentencia de muerte para mí. La ira me estalló en el cuerpo por fin, usé toda la fuerza que tenía en revolverme como una desquiciada. El relámpago de cabello blanco, el que me delataba como hija de Shiro, se revolvió frente a mis ojos producto del forcejeo y todo lo que tuve tiempo de hacer fue usar un señuelo, uno terrible. Puse toda la fuerza en la mano izquierda, incluso si frente a Akishino había delatado que mi mano dominante no era esa, pero lo hice, lo hice y cuando me sometieron, aprisionándome el brazo entero para dejar la mano expuesta el miembro que apañaron fue el izquierdo. El filo ajeno subió, descendió y el rostro inexpresivo del mocoso fue lo último que vi con la consciencia intacta. El dolor me reventó en el cuerpo, corrió como un incendio y me alcanzó el fondo de la cabeza, consumiendo todos los resabios de pensamiento lineal, ordenado, que me quedaran. El grito que me rasgó la garganta fue horrible, surgió de alguna parte que no reconocí como propia y rebotó en el espacio. Todo el miembro se me quedó inútil, asolado por el dolor, por el tajo que me había desprendido la mano de su sitio y todo el mundo se me fue a negro. No vi a Kuroki recoger mi mano como si fuese un pedazo de carne para dársela a los desgraciados y tampoco supe qué más hice con mi cuerpo en general porque toda la fuerza me abandonó. Ni siquiera supe si pude atraer el resto del brazo a mí, no pude hacer nada, y cuando el grito parecía ir a terminar se reiniciaba. Las lágrimas habían empezado a empaparme el rostro desde que la katana cortó el aire, pero no me di cuenta. —¡Maldito niño desgraciado! —No estaba pensando, ya no podía. Las maldiciones se colaron en medio de los gritos y el llanto—. ¡Debimos matarte! ¡A ti y a Kobayashi! ¡Teníamos que matarlos! ¡Malagradecidos, codiciosos infelices! ¡¿Qué querías de nosotros?! ¡¿Qué más querías, maldito mocoso?! ¡Te van a cazar como una plaga, todos ellos! ¡¿Me escuchas?! ¡Vas a morir por lo que le hiciste a Takeda y por lo que acabas de hacerme a mí! ¿Todos ellos? ¿Quiénes? Jiin, que había salvado a mi familia. Shinrin, que había sido mi hermana y mi cómplice. Rengo, al que había criado como si fuese hijo mío. Takano, al que había amado contra las advertencias de Kato. Mi madre, que ya había perdido al hombre al que yo me parecía. Hayato, el niño que había salvado del fuego Taira. Me había desplomado en algún sitio, ¿el suelo? No tenía idea, todo mi costado contrario estaba en alguna parte y creí haberme golpeado la cabeza, pero el dolor en el brazo era tan agudo, tan asolador, que no pude saber qué pasaba más allá de él. El llanto me quebró la voz, volví a gritar al pretender mover el brazo y entonces sentí que iba a desvanecerme. No me quedaron fuerzas para maldecir, ya no. —Takano —balbuceé como si fuese mi único puerto a tierra, ni siquiera creí que alguien además de yo misma lo hubiese oído—. Ayúdame, por favor, sácame de aquí. Sácame. Estaba pidiéndole salvación a alguien que ni siquiera estaba allí, pero no había forma de que pensara correctamente, de que uniera las ideas con la boca. Bastó desear que apareciera venido de ninguna parte, bastó llamar a su nombre, para que toda la fiereza del carácter se me despedazara y lloré consumida por el peor dolor físico que había sentido nunca. Lloré como una niña, con el olor de mi propia sangre llenándome la nariz y el estómago amenazando con devolver la poca comida que había tragado antes. Iba a desmayarme, ¿no? Iba a morir, no hoy, pero pronto. ¿Y el tanto? ¿Dónde había quedado el tanto? Si me apartaban del lado de Takeda, incluso en este estado, estaba destinada a morir. Tenían que dejarme con él, por favor, tenían que dejarme con él. La negregura que me cubría los ojos retrocedió un instante, apenas pude identificar la silueta de Takeda todavía sujeto por esta gente, y en medio de mis lágrimas gesticulé sin alzar la voz. —No dejes que me aparten de ti. Fue la única súplica racional que pude pensar.
Katsura/Palacio [Yuzuki; Takeda; Kuroki; Gendo; Sayuri; Daidoji] —Igual que hace quince veranos. Sigues sin tener fuerza para hacer algo por aquellos que amas— Gendo soltó a Takeda quién se arrastró hacia dónde se encontraba Yuzuki; rompió sus vestimentas con ayuda de sus dientes; creando un vendaje improvisado para hacer un torniquete, detener la hemorragia. No sabía lo que hacía, no era médico y Yuzuki no estaba en condiciones para atenderse a si misma. Takeda no resistió más; comenzó a llorar, no podía más. Gendo y los demás observaron aquella escena con placer por unos momentos, después Gendo se acercó a Kuroki y tomó la mano envuelta, un detalle que le pareció una censura innecesaria. Sonrió al sentir cómo aun estaba tibia. —Un trofeo más al desplegado que haremos en la plaza— mencionó Gendo antes de salir de allí seguido por Kuroki. Sayuri y Daidoji salieron después con burlas mientras caminaban hacia la puerta. Katsura/Patio [Kuroki; Gendo; Daidoji; Sayuri] Gendo recibió de regreso a Konton — Habrá un día en que no me regreses esta katana; será tuya cuando aprendas mi técnica. —Pero Gendo... —interrumpió Daidoji —No tenemos ni siquiera una de las de Hiro Sugita para sustituir la forja de Kyuzo. Ninguno de estos dos venía armado; la katana de Moromichi sigue perdida y sólo quedaría la de Sayuri. No puedes regalar una katana de Kyuzo así porque si. —Conseguiremos a Kusanagi nuevamente ¿No es cierto?— dijo mirando a Daidoji con enojo. —Lo haremos — afirmó Daidoji. —O podemos dar caza a Kato Harima —mencionó Sayuri — seguramente el desgraciado aun tiene la katana de Kotaro —dijo apretando los dientes con rabia. —Podemos hacerlo —comenzó a reír Gendo — Estoy harto de su simple presencia en Japón. Y con él, destruiríamos la última esperanza de los Minamoto por lograr algo. El tiempo se les ha terminado y no consiguieron nada... ya les hemos dado suficiente ventaja, es momento de movilizarnos. Es momento de enderezar Japón. Katsura/Palacio [Yuzuki; Takeda] Nadie más entró. Nadie vino a ayudarlos. Takeda logró detener la hemorragia cómo pudo; no dejaba de temblar. Sus lágrimas no se detenían. —Yuzu... El dolor que ambos experimentaban los traspasaba, no había manera de sanar lo que estaba roto. —Yuzu, tienen razón... no puedo, no puedo... soy incapaz de tomar Japón, de liberarlo. No puedo mantener a los míos en el mismo bando. Fui insuficiente para Natsu, para Mao y ahora Kuroki. Por mi ineptitud ahora tú has pagado ese precio. Pero Yuzu...— dijo —Los haré pagar, Yuzu... haré lo necesario para enderezar lo sinuoso, convertir la adversidad en ventaja. Takeda se arrastró hacia dónde habían dejado el tanto; lo tomó y guardó entre sus ropas. Avanzó hacia Yuzu —Estarás a mi lado; no permitiré que te aparten de mi. Creerán que somos inútiles en este estado; pero las palabras correctas aun pueden voltear este tablero a nuestro favor ¿No crees? ¿No es lo que Takano diría? —Acarició la frente de Yuzuki; deseando poder al menos tener un paño con agua fría para mitigar su dolor, lo entendía perfectamente; sabía por lo que pasaba pero al menos él pudo suavizarlo con un poco de alcohol. Takeda limpió sus lágrimas. —Si yo no puedo hacerles daño; buscaré a quién pueda hacércelo — la voz de Takeda no era la misma; su rabia resonaba en cada fibra de su ser. Ya había soportado demasiado, se había contenido todo lo que le era posible —Ya no más Yuzu... ya nadie más se burlará de nosotros. —Kanon... debo buscarla...—dijo apretando su puño con fuerza — Tengo un nombre... esta vez si tengo un nombre para ti... Fuera de Kioto [Hoshi; Enmascarados] —Practiquen el engaño en la guerra y tendrán éxito— mencionó Hoshi a dos enmascarados —La concentración o la división de las tropas debe ser decidida por las circunstancias. Dejen que su rapidez sea como el viento y su firmeza como el bosque. En las redadas y saqueos sean como el fuego, en la quietud como una montaña. Dejen que mis planes sean tan oscuros e impenetrables como la noche, y cuando se muevan, caigan como un rayo. Ambos afirmaron y se dispersaron con gran velocidad, dejando a Hoshi solo, listo para entrar a Kioto. —Vencerá aquel que haya aprendido a enderezar lo sinuoso. Esto es el arte de la maniobra táctica...esto es la guerra. En alguna parte de Kioto; alguien esperaba. Con su visión aguda; sus reflejos implacables; su mente más afilada que cualquier sable en todo Japón. Movió otra ficha en su tablero de Go. —Todas las piezas que he movido están presentes.... La silueta del guerrero se irguió, dejando atrás el tablero, sus armas relucían; poseía varias, algunas reposando a una distancia prudente — La verdadera partida, inicia ahora. Contenido oculto Zireael Gigavehl si quieren dejar un post adelante. Pero ya mi siguiente post será en grande. ¡Siguiente post es el bodorrio mis estimados! Allí etiquetaré a todos aunque no estén en Kioto.
Yuzuki Minami Katsura [Palacio] Supuse que el que vendó el destrozo fue Takeda, aunque no pude saberlo, el dolor que me lanzó la presión del torniquete y del tacto me lanzaron otra oleada de dolor incluso más intensa. Iba y venía de la inconsciencia, al menos así se sentía, porque el mundo era negro, era blanco y era rojo, pero nunca dejaba de apestar a sangre. ¿Esto había sentido Takeda cuando le arrancaron el brazo? ¿Cómo lo había soportado? ¿Cómo alguien podía soportar esto? En uno tanto de los parpadeos de mi conciencia escuché a Takeda llamar a mi nombre, boqueé por aire, lo hice para no volver a desmayarme, pero no pude moverme. El mínimo movimiento de mi cuerpo reiniciaba el dolor agudo en el lugar donde antes había estado mi mano, lo enviaba con fuerzas renovadas a mi cabeza y sentí otra correntada de lágrimas correrme por el rostro. ¿Quería que Takeda liderara Japón? ¿Ahora mismo quería eso? No. Quería que alguien cobrara mi sangre, mi hocico desprovisto de la mitad de sus colmillos. Alguien iba a pagar por lo que acababan de robarme. Lo escuché hablar, quise poder anular la niebla espesa que el dolor colocaba en mis pensamientos, quise dejar de ser esto. Este saco de carne inservible, esta víctima, pero en el momento en que Kuroki me arrancó una mano también se llevó consigo un trozo inmenso de lo que yo era. Ya no porque necesitara de ella para empuñar correctamente cualquier arma, si no porque el dolor me había conectado con el miedo de una manera diferente; con una versión de mí misma que había rechazado incluso cuando los Minami se mataron frente a Kato, cuando Inugami le abrió el pecho a Takano y cuando Murai casi lo mata, una que había rechazado al saber que Kato había estado por matar a Rengo y cuando lo que abracé de él fue un cascarón vacío. Era el miedo paralizante de quien acepta la muerte. Me arrebató también una de las manos con que cuidaba de Rengo, de Hayato e incluso de Takeda, me arrebató una de las manos con la que había sanado las heridas de Takano. Me arrebató un trozo inmenso de lo que yo era, de mi conexión con el mundo y los míos. ¿Qué era yo sin una mano capaz de sujetar un arma, de sanar a un herido y de cuidar a los míos? ¿Qué era yo cuando un mocoso imbécil me había quitado todo de un solo movimiento? No era nada. —Quería casarme —murmuré al aire con un hilo de voz y las lágrimas fluyendo sin pausa—. Quería una ceremonia donde estuvieran ustedes, mi madre y mis hermanas. Quería seguir entrenando con Hayato y volver a ver a Rengo. ¿Por qué hablaba como si estuviera muerta? —Quería tantas cosas que sabía que no tendría. Kato tenía razón, esta era mi condena, el desgraciado tuvo razón todo el tiempo. Las lágrimas eran tantas que no veía nada, ni siquiera sabía qué estaba diciendo en realidad porque las palabras no venían de mi cabeza, no las escuchaba antes de decirlas. Tenía mucho dolor y muchísimo frío, tanto que debía estar temblando aunque eso posiblemente fuese la respuesta de mi cuerpo a la violencia de la amputación, al dolor. Ni siquiera pude sentir la caricia que me brindó. A Takeda no le habían dejado más que ira y a mí terror, habían jugado bien. Lo habían hecho porque al herirme a mí, al obligarlo a ver, lo dejaban si uno de los soportes que poseía. Yo lo había traído de regreso cuando cazamos a Kobayashi, ¿pero quién lo traería ahora? Yo no podía y de poder tampoco quería hacerlo. Estaba demasiado adolorida, demasiado aterrorizada y aturdida como para poder traer a Takeda de regreso. Solo podía empujarlo. —Takano tendría que habernos enseñado a callarnos —apañé todavía en medio de mis delirios e hice un esfuerzo titánico por estirar la mano que me quedaba intacta con tal de sujetar a Takeda por la ropa—. Tenía que haberme dicho que cerrara la boca en vez de seguirme la corriente todas las veces. Usé el punto de ancla para arrastrarme, el dolor me azotó y tuve que morderme la lengua para no seguir gritando, pero el llanto no me dio tregua un instante. Respiré como pude, tomé muchísimo aire aunque seguro sonaba como un pez fuera del agua y mi consciencia volvió a titilar como el fuego de una vela. Estaba luchando para no apagarme. —Búscala —exigí con la voz tomada por el llanto y me aferré a su ropa con la fuerza que poseía, porque la presencia de Takeda era lo único que me aseguraba que seguía viva—. A Kanon. Dale un nombre, me da igual, dale un nombre. Contenido oculto la manera en que lloré con este post no tiene nombre jsjsj chao nos vimos en el bodorrio
Kuroki Fusatada Todo estaba transcurriendo tal como esperaba hasta que Yuzuki, por lógicas razones, se desfogó, de un modo que no era de extrañar, pero las palabras empleadas si que me hicieron mirarla con extrañeza e incluso con un deje de molestia. ¿Debieron matarme? —¿Qué carajo..?—. Mascullé, realmente confundido, ¿En qué momento yo había impulsado tanto eso como para que pareciera que se lo hubiese estado guardando por tanto tiempo? ¿Es que yo en algún momento había dado tantas razones como para que al menos ella hubiera pensado en matarme a lado de Masuyo? ¿Pero cuándo? Lejos de dolerme, aquello me ofendió profundamente, pero relajé la expresión y no dije nada, me era... Irrisorio cómo todo se desmoronaba tan fácil con ellos... De cualquier modo, no hacía falta que me dijera esas cosas, el camino que había tomado lo había hecho ya pensando en morir más temprano que tarde, ni haría falta que me cazaran, no sería un cobarde ante las consecuencias, pero no había caso decirlo ahora. Gendo tomó la tela, no había hecho lo que hice para censurar nada, el detalle tenía otro tinte, pero también empecé a retirarme con el resto cuando decidieron salir por fin, ahora quedaría lo más complicado de hoy... Cuando salimos, le devolví la katana a Gendo, mencionando que un día de estos no se lo devolvería, pues sería cuando yo aprendiese su técnica, a lo que desató una breve discusión con Daidoji y Sayuri. Personalmente no sabía decir si alcanzaría el tiempo, me fastidiaba no poder informarme como me gustaría aquí, pero solo quedaba hacer algo... Una última cosa. —Estoy de acuerdo...—. Hablé por fin, dedicando una breve sonrisa y mirando al horizonte. >>Ya es hora de acabar con esta guerra, y corregir lo que aún no se ha arreglado. Creo que todos ya estamos cansados de tantos dilemas y problemas. Es hora de darle el respectivo cierre—. Añadí, para mirar a Gendo. >>Será todo un honor aprender su técnica, aunque no me importa no tener a Konton ahora, lo mejor se hace esperar, la katana estará en mis manos cuando sea el momento—. Finalicé, para volver mi vista al horizonte. Era momento de ver si pasaría a la historia, o al eterno olvido... Personalmente, cualquiera de los dos resultados serían trágicos para mí; y estaba preparado para ambas.
[Afueras de Kioto] [Shinrin; Oboro] —Es una locura, Shinrin...— mencionó Oboro. —Lo sé... — respondió Shinrin mientras volvía a vendar sus heridas y colocar el tanto en su cintura; ese que le había entregado Takeda —... Pero no pienso quedarme sin hacer nada. —Hay momentos para actuar; este no es uno de ellos —la retuvo Oboro —debemos investigar con calma. —No me importa morir hoy, Oboro — dijo Shinrin soltándose del agarre de Oboro —Mi moneda no está... Quien sea que nos atacara, ha usado eso en su contra, yo lo sé. Buscan manipularlo con algo que me pertenece... —Eso aun no lo sabemos... debemos... —Prefiero que me vea morir a que usen mi nombre para herirlo. Yo sacrificaré todo por él... así que no me detengas. O tendré que matarte —la interrumpió Shinrin Oboro suspiró tras ver la determinación de Shinrin —Sólo esperaré hasta el anochecer... si no vuelves buscaré al resto. Shinrin afirmó, para después alejarse de ella. [Entrada; Mercado 1] [Hoshi] Hoshi entró discretamente a Kioto, sus dos elementos ya se habían desplazado con anterioridad así que tuvo que actuar solo. Ya había planteado que se escabulliría allí, necesitaba comprobarlo... tenía que ser él. Hoshi avanzó entre la gente con dificultad, tanto bullicio lo desorientaba, le costaba trabajo ubicarse sin tropezar. Su andar era lento, inconexo. Pero no le importaba saber que pisaba o a quien, sólo le importaba escuchar. —Dos shinobis de Koga— dijo entre risas un joven — Perdieron en su cuidad y Gendo se los entregó a Sayuri y Saizo para que los asesinaran. Míralos, aun puedes ver sus facciones. —Qué asco— respondió una joven. Fue en ese instante que un instinto asesino tomó el cuerpo de Hoshi; podría parecer un viejo por fuera; pero sus actitudes y muecas habían dejado de ser de Hoshi, era Murai Sugita. Y él sabía que frente a él tenía a dos hombres a los que consideró sus hijos. —Ese cráneo de largos cabellos; ese era Kaji Akamatsu — el mismo joven le decía a la chica a su lado. Nuevamente Murai se estremecía; allí habían dejado a Kaji. —Otro traidor —continúo la joven —Ya vez lo que han dicho los rumores... Inazuma torio. El plan de los tres relámpagos para caer sobre el Emperador. Murai sintió como la sangre hervía en su sistema. Era por eso, por ello les habían retirado el apoyo del Imperio. Su plan se propagó a pesar de la casi extinción del clan Fujiwara. —Si; era una conspiración, dicen. Entre Murai Sugita; Sakurai Taira y Kaji Akamatsu. Sólo falta una cabeza en una pica — habló el joven para después reír. "¡Un Fujiwara... un maldito Fujiwara!" pensaba Murai en su interior; conteniendo las ganas de degollar a ese par de inútiles frente a él; ese par de ojos que miraban con burla a sus hijos, a su amigo... que se mofaban del gran Sakurai "Si supieran estas imbéciles... si supieran lo insignificante que es su vida para mi..." trató de controlar sus impulsos, calmándose. "Pero sigo estando un paso sobre ti, Gendo. Sólo has adelantado una guerra, creen que tienen todo bajo control... no será así. Hoy me arrancó el último grillete que me mantenía agachando la cabeza... No caerán los tres relámpagos. No acabaremos hoy con todo; pero un relámpago agitará su suelo lo suficiente; hoy entenderán que su poder no es suficiente" Murai apretó los dientes; no podía hacer nada para que dejaran de deshonrar los restos de quienes amaba; había demasiada gente. No podría escapar si hacía algo. "Volveré... lo prometo" Katsura/Palacio [Kanon] —Entonces... tienes un nombre... Dijo Kanon mientras recogía la moneda que le había pertenecido a Shinrin. En el palacio Katsura ya no había nadie; los preparativos estaban hechos. Takeda y Yuzuki eran dirigidos al imponente castillo Imperial. Kanon se deslizaba entre el tatami, revisando la sangre fresca en el suelo. —Un nombre dado a tiempo... Nos hubiera evitado este problema— En la moneda estaba tallado el nombre "Gendo" Kanon sonrió —Una petición muy difícil, mi señor. Haré lo que pueda. Castillo Imperial/Mazmorras [Yuzuki] A pesar de las súplicas de Takeda; Yuzuki fue separada de él. Sayuri y Daidoji la llevaron a las mazmorras del castillo; allí junto a ella había otro hombre; su cabello largo y enmarañado, una mirada perdida. Yuzuki conocía muy bien esa mirada, también había sido torturado; pero él conservaba cada miembro de su cuerpo, tal vez... —Bien, nos tocó cuidarlos— dijo desanimado Daidoji mientras se sentaba en una almohadilla cercana —¿Qué podemos hacer para divertirnos, Sayuri? —No lo sé— dijo Sayuri con molestia— Pensé que mandaría a Kuroki aquí por ser el nuevo. —Tal vez aun no confíe de todo en él, imagínate dejarlo aquí y que libere a esta mujer — reclamó Daidoji para después mirar al otro hombre junto a Yuzuki —¿Y éste? —Su nombre es Konan —sonrió Sayuri —Hijo de Kozaemon. Daidoji miró a Sayuri con interés —¿Este es el que quedó?— se acercó a Konan —A tus hermanos los clavaron en la plaza del mercado — después miró a Yuzuki — Allí pondremos también tu mano. Mano izquierda de los Minamoto; se verá muy bien cuando tengamos la derecha de Takano. Ambos rieron. Castillo Imperial/Plaza Imperial [Takeda; Akishino; Gendo; Kuroki; Saizo; Yokubo] Akishino observaba junto a Gendo y Kuroki hacia abajo, en una de las tarimas debajo de las escaleras que daban a su posición; se encontraba Takeda junto a Saizo, quién lo mantenía en su sitio. —Un hermoso día para una boda — Sonrió Akishino. —La emperatriz ya debería estar también aquí; mi señor. Kuroki puede ir por ella— insistió Gendo. —Está agotada por el parto; puede descansar—mencionó Akishino. En ese instante... La gente a nivel del suelo comenzó a contemplar la silueta que avanzaba escoltada hacia ellos.... Tomoe lucía el traje de nupcias ceremonial; así cómo Takeda portaba el suyo. Los presentes estallaban en júbilos. —Yokubo tiene un puesto enorme que llenar, Gendo— mencionó Akishino cuando vio al omnyoji descender a un lado de Takeda y Saizo —Ese ere el sitio de mi mejor amigo. Contenido oculto —Estará alerta si se aparece el niño demonio; su energía nos alertará— le recordó Gendo con confianza a Akishino. —¿Los crisantemos están en guardia?— preguntó Akishino. —Así es, mi señor. Su líder está presente — mencionó con seguridad Gendo— También los mensajeros están listos para escuchar las respuestas de cada prefectura de acuerdo a esta ceremonia. —Bien... entonces todo estará bajo control. Pero en uno de los tejados, alguien esperaba atento. Sigiloso. "Tensa el arco, a todo lo que tu cuerpo te permita; úsalo bien, es un Sugawara, un gran arco que hará gran parte del trabajo por ti. Todo depende de este tiro. Todo mi plan trazado por años depende del disparo de alguien en el que no confío..." La voz de Murai resonaba en su mente. "¿Pero por qué me das a mi esta misión?" "Porque frente a ti está la persona por la que darías la vida. Frente a ti está tu señor. Si fallas... el muere. Por eso te doy a ti esta misión... esta flecha te separa de él. Posiciona bien tus piernas... o la fuerza del disparo te hará perder el equilibrio. Si pierdes el equilibrio te descubrirán y no podrás ayudar a nadie más" Sacó una flecha del carcaj y la posicionó —Si fallo...el muere— musitó mientras tensaba el arco —...no puedo fallar. La flecha salió disparada; su velocidad asesina. Su sonido mortal. Contenido oculto La flecha se clavó directamente en el corazón de Tomoe, el objetivo había caído. Los presentes tardaron en reaccionar, los guardias se aglomeraron alrededor de Tomoe mientras el público comenzaba a gritar. Y el arquero perdió el equilibrio; la máscara blanca cayó. Pero sus pies fueron más rápidos, no cayó junto a la máscara; pero hubo alguien que logró ver su rostro. Saizo corrió a enfrentar a aquella amenaza. Dejando atrás a Takeda. Gendo le indicó a Kuroki que corriera hacia dónde estaba la emperatriz; él había conocido brevemente el castillo Imperial mientras se hacían los preparativos de la boda, así que corrió hacia ella; debía protegerla. A ella y Kinsuke. Akishino fue escoltado por Yokubo a un sitio seguro; mientras que Gendo corría a las mazmorras —Esta es otra cortina de humo; esta vez no me engañarán. Nadie escapara...¡Maldita sea! ¿Dónde estás... Kanon? Castillo Imperial/Mazmorras [Yuzuki; Konan; Sayuri; Daidoji] Konan levantó la vista al escuchar la conmoción en el exterior; algo en la ceremonia había salido mal. Él sonrió. Daidoji y Sayuri se levantaron; preparados tras escuchar un golpeteo en las escaleras, era evidente que la persona que ingresaba a las mazmorras se estaba haciendo presente. Bajaba lentamente las escaleras, una a una. —Te estamos esperando — mencionó con enojo Daidoji, sacando de entre sus cosas un espejo de bronce. Dos silbidos, rápidos. Daidoji y Sayuri llevaron sus manos al cuello con un semblante de frustración. Lentamente, fueron perdiendo motricidad, dejando caer sus armas, luego sus cuerpos con un gran estruendo. Konan se acercó a los abarrotes que lo aprisionaban junto a Yuzuki; pero no encontró un rostro conocido; sólo vio una máscara. La máscara de zorro blando; llevaba un yoroi completo, y sus guantes estaban llenos de sangre. Konan lo observó con detenimiento, y al no ver reacción alguna en aquel hombre, se apartó de los barrotes. El enmascarado los miró detenidamente; después observó a Sayuri y Daidoji inconscientes. Iba a acercarse a Daidoji cuando escuchó un andar particular; rápidamente se escondió en otra de las mazmorras vacías. El sonido por fin fue acompañado de un rostro; era un rostro que le evocaba recuerdos a Yuzuki. Algo había de Kato en esas facciones, también de Rengo. Era extraño. El hombre trastabilló con Sayuri y Daidoji en el suelo, luego se giró hacia los barrotes. Alguien más ya había pisado esas mazmorras. —Hoshi, cui... La voz de Konan se vio interrumpida por el zorro blanco que brincaba encima de Hoshi; ambos rodaron por el suelo mientras Hoshi lograba detener una firme kunai que se apresuraba en clavarse en su cuello. Hoshi logró empujarlo lo suficiente para después lanzar su katana hacia dónde Konan se encontraba. Este la levantó y con ella cortó las firmes ataduras que lo mantenían encerrado, empujó los barrotes cuando estos se liberaron de cada cadena. El zorro blanco se iba a abalanzar sobre de Hoshi nuevamente, quien comenzaba a perder tinturas en el cabello; pero Konan se interpuso, haciéndole un corte trasversal tan profundo que obligó al zorro blanco a escapar en las profundidades de las mazmorras. Hoshi limpió su rostro, borrando todo rastro de maquillaje. Revelándose sin realmente buscarlo ante Yuzuki. Ella pudo verlo; en dónde antes estaban sus cuencas vacías, brillaban unos ojos falsos de cristal; parecía que la observaba; pero no era así. Allí estaba, el hombre que tanto tiempo buscó. —¿Quién más está aquí?— preguntó Murai a Konan. —La mano izquierda de los Minamoto; una mujer de cabello negro con una mecha blanca. Murai sonrió —Busca la llave y entrégasela — dijo Murai a Konan mientras este se desprendía de un mon de sus ropas el cual dejó junto a la llave; frente a Yuzuki. No dijo nada más; se fue con Konan, dejando a Yuzuki con una llave para liberar su única mano atada. Contenido oculto Murai y Konan partieron, mientras Yuzuki con la boca logró liberarse de las ataduras. Pero logró escuchar algo que se acercaba ¿Acaso volvería Murai? corrió hacia dónde se encontraban las escaleras, y se escondió detrás de la gran puerta de metal que ahora estaba abierta gracias a la intrusión de varias personas. Los pasos por las escaleras eran fuertes, pero únicos; una sola persona descendió aquellos escalones y revisó rápidamente el corredor; allí vio en el suelo a Daidoji y Sayuri a quienes revisó de inmediato. —¡MALDITA SEA! —Gritó. Esa fue la señal para que Yuzuki saliera de atrás de la puerta; podía golpearlo por la espalda, pero la fuerza no sería suficiente; tal vez si aun tuviera su mano... Yuzuki sabía lo que era mejor en esos momentos, salir de allí y buscar a Takeda, así que eso hizo. Subió las escaleras con delicadeza para evitar ser descubierta por Gendo. Castillo Imperial/Plaza Imperial [Yuzuki; Takeda] Al salir... Yuzuki se encontró en los pasillos del castillo Imperial. Había sido arrastrada allí descaradamente por los guardias que lo separaron de Takeda; cuando parecía que los iban a permitir estar juntos en la ceremonia. Por ello, Yuzuki sabía cómo salir a la plaza principal. Los guardias no estaban en el castillo, seguramente conmocionados. Y los pocos que habría en en interior estarían protegiendo al Emperador. En la habitación más alta del castillo seguramente, ella estaba saliendo de prácticamente el desagüe, así que estaría a salvo. Avanzó con cautela; aun llevaba las ropas ensangrentadas que le dieron en el Palacio Katsura; por lo que llamaría la atención si algún noble o cortesano la veían, su situación era precaria, debía buscar a Takeda; con sumo cuidado, asomó la vista por una de las ventanas que daban hacia el patio; allí pudo ver la conmoción, todos corrían desenfrenados. Y en el centro de todo, pudo ver el cuerpo inerte de Tomoe, estaba muerta. Dos de los guardias sostenían a Takeda, obligándolo a mantenerse de rodillas; mientras el resto de guardias se reagrupaba. Si salía, su posición estaría comprometida, aun había arqueros los cuales buscaban entre los tejados; pero otros seguían atentos a la plaza dónde se encontraba Takeda. Yuzuki miró a todos lados para buscar algo que la pudiera ayudar; un arma al menos. Pero lo que vio fue algo que pocos pudieron. En uno de los frondosos jardines del palacio se llevaba a cabo una pelea. Yuzuki no conocía a uno de los hombres; pero si reconoció a uno. Llevaba su cabello más largo que la última vez; su rostro estaba ensangrentado, cargaba un arco pero peleaba con un simple tanto y kunai. Contenido oculto Era Matsuda, sin lugar a dudas. Se veía más delgado pero su fuerza parecía superior a la de su enemigo; el cual quedó inconsciente en aquel momento. Yuzuki no pudo enfocarse demasiado en ello; pues escuchó un silbido, uno que perforó la cabeza de los dos guardias que sostenían a Takeda. Yuzuki dirigió su vista hacia la que había sido la trayectoria de aquella flecha mortal. Otro rostro conocido. Era Shinrin; quién levantó la mirada y brincó hacia el patio principal. Yuzuki aprovechó ese momento para reunirse con ambos en el patio principal. —Shinrin... — dijo Takeda mientras escuchaba a Shinrin suspirar con tranquilidad. Ambos miraron a Yuzuki, la sonrisa en ambos se suavizo para después ser empujados por Shinrin a uno de los pasillos del castillo. Era momento de huir, y lo harían por atrás. Castillo Imperial/Mazmorras [Gendo; Daidoji; Sayuri] Gendo comenzó a perder la fuerza en sus extremidades mientras lentamente caía al suelo, a un lado de Sayuri y Daidoji. Allí, un rostro ensangrentado lo esperaba. —Mata...hachi— dijo Gendo antes de perder por completo la motricidad. —Un veneno que al parecer usaron en los tuyos, muy útil — dijo buscando entre las pertenencias de Daidoji mientras tomaba el espejo para después revisar las cosas de Sayuri, encontrando los dados. Matahachi se hincó frente a Gendo que estaba completamente extendido, mirando hacia el techo sin posibilidad de moverse. Matahachi le mostró el dado y lo dejó caer en su pecho; no rodó demasiado, cayó en "dedo" — No puedo matarte, no aun que debes entregar todo lo que has visto a tu superior — dijo levantando el dado para mostrarle en lo que había caído — Un dedo... Creo que ya he tomado algo más grande que eso. Matahachi se sentó en el pecho de Gendo — Los crisantemos negros ya no existen desde hace mucho tiempo. Ahora somos los crisantemos blancos; y vamos a destruirlos a todos ustedes. Basura. Dijo para después levantarse y usar un tanto para cortarle su pulgar derecho. Sonrió con satisfacción para después salir de aquel sitio. Al ir subiendo las escaleras fue limpiándose el rostro; guardando el cabello falso con delicadeza entre sus ropas —Lo siento, mi señor Takeda. La muerte de Gendo tendrá que esperar. Pero le he arrebatado algo que le era útil... algo que debía hacerse. Castillo Imperial/Aposentos de la Emperatriz [Shino; Fureku] Shino lloraba desconsoladamente. Había despertado y su pequeño Kinsuke se encontraba destajado en su habitación. Había sido un ataque con gran malicia, y habían dejado una daga por completo limpia para ella. Shino miró aquel tanto con los ojos llenos de lágrimas; y cuando estaba dispuesta a tomar aquella arma. Una mano la detuvo. Shino gritó con fuerza; pero él le tapó la boca —Shino, escucha mi voz. Shino se mantuvo en silencio y aun llorando, levantó sus manos para quitarle la máscara. Contenido oculto —¿Fuiste tú quien... —No— interrumpió el enmascarado a Shino —Jamás lo haría, había venido... por ustedes. Shino lo abrazó con fuerza mientras lloraba en su pecho. Él también la abrazó —Perdón... perdón por tardar tanto tiempo. El enmascarado apresuró a Shino, a su vez, cargó a Fureku que aun seguía dormido. Junto a ellos escapó. Murai y Konan lo esperaban. Castillo Imperial/Aposentos de la Emperatriz [Kuroki] Cuando Kuroki llegó a la habitación de Shino encontró un gran desastre. Todo estaba fuera de lugar; y sobre todo, había sangre en todos lados. En el centro de la habitación estaba la cama llena de sangre, dónde los trozos de quién alguna vez fue Kinsuke, estaban regados. Y sobre la frente del difunto bebé había una flor. Un crisantemo blanco. Afueras de Kioto/Sur [Oboro; Shinrin; Takeda; Yuzuki] Habían logrado escapar aprovechando el caos en capital; Shinrin comenzó a atender a Yuzuki para que su mano no se infectara. Sus ojos llenos de lágrimas por lo sucedido. —Pensé que... —mencionó Takeda a Shinrin —Cuando vi la moneda que te había dado Misato, yo... —Tendremos tiempo para hablar cuando nos reunamos con el resto— interrumpió Shinrin para terminar de vendar el ahora muñón de Yuzuki —Están esperando nuestro informe... debemos ir —dijo mirando a Yuzuki. Takeda se acercó a Yuzuki, la miró con lágrimas en los ojos para después abrazarla con fuerza —Vamos a casa. Afueras de Kioto/Cementerio [Murai; Konan; Hannya; Shino; Fureku] —¿En verdad crees que vuelva? — preguntó Hannya quien consolaba a Shino, quién lloraba en silencio para no ser descubiertos. —Esperaremos un poco más— aclaró Murai —Hice una promesa con él. —Murai...yo —mencionó Konan con dificultad. Había evitado hablar con él desde lo sucedido con Kozaemon, había algo en él que culpaba a Murai por haber abandonado a su padre; a su vez, sentía una necesidad intrínseca de hablar con Murai, de decirle que estaba agradecido por lo que había hecho, regresar por ellos. Quería disculparse por ser incapaz de proteger a Dojun y Kozaru, por fallar tantas veces. Pero antes de que Konan pudiera sincerarse; a la distancia apareció un ensangrentado Matsuda. —Allí está— mencionó Hannya Matsuda extendió el arco hacia Murai; quién negó torpemente aceptarlo. Matsuda no lo pensó dos veces, lo volvió a colgar a su espalda. —El clan de los cuatro rombos está en movimiento, espere a que la templanza del líder caiga, así ni la avalancha de la montaña más alta podrá frenarlos en su ascenso— dijo Murai hacia Matsuda. Matsuda bajó el rostro y comenzó a llorar. Dio media vuelta y se comenzó a alejar del grupo. —Tan sensible —mencionó Murai. —Con ese mensaje le has demostrado que Takeda y los suyos jamás pararon de buscarle —mencionó Konan mientras Murai afirmó. —Así como nosotros— dijo Murai extendiendo los brazos a Konan —Bienvenido. Konan no pudo evitarlo y corrió a abrazar a Murai. Y allí, al igual que Shino, lloró inconsolablemente en silencio. Contenido oculto: Etiquetas Gigi Blanche Gigavehl Ikoma-kun John Whitelocke Zireael Bruno TDF Monpoke Slam madarauchiha Nekita rapuma Ayeah Gigavehl +100 exp Zireael +650 exp ganar una pelea en desventaja
Yuzuki Minami ¿Debimos darle un nombre a Kanon ese el inicio? Tal vez, pero no fue hasta que Kuroki me amputó la mano que realmente tuvimos uno, aunque cualquiera habría pensado que teníamos muchos antes. No confiábamos en Kanon, no confiábamos en nadie dentro de estas paredes, pero no teníamos más opciones y el tiempo se nos había agotado de por sí. No importó cuánto suplicó Takeda, dio exactamente lo mismo, me apartaron de su lado como el animal moribundo que era y me llevaron a las mazmorras, donde me dejaron con uno de la misma especie: torturado. La mirada que encontré fue un reflejo de la mía, perdida, completamente ausente. Escuché y a la vez no a los otros hablando, ¿el mocoso liberándome? Era un sueño de opio e incluso si fuese posible quizás preferiría pudrirme aquí. ¿Hijo de Kozaemon? ¿Uno de los Generales muertos por Kato? Era el que quedaba, el resto estaba en la plaza y los imbéciles dijeron que allí clavarían mi mano, la mano izquierda de los Minamoto. Comenzaba a ganarme reconocimientos que solo habían servido para colocarme un centro de tiro en el pecho, corría más peligro ahora que era reconocida como importante para Takeda del que había corrido mucho antes. Al haber movido las tropas, al volverme su General, había tomado el otro lado junto a él. Éramos Takano y yo, derecha e izquierda. Éramos armas y puntos débiles, lo éramos todo y no éramos nada. Pero jamás permitiría que le hicieran lo mismo que acababan de hacerme. La conmoción que se escuchó del exterior me tensó el cuerpo, solo pude pensar en Takeda, pero no podía moverme. Tenía el cuerpo todavía prisionero del dolor y estaba aquí, encerrada, no había nada que pudiera hacer. Tarde o temprano todas las flores se marchitaban, ¿no? Quizás me había tardado en hacerlo, quizás solo llevara viva más de lo que se suponía que me correspondía. Todo lo que comenzó a ocurrir después fue extraño de por sí, pero cuando vi al enmascarado y cuando reveló su rostro comencé a pensar que algo aquí estaba incluso más fuera de lugar de lo que parecía. Tenía rasgos que recordaban a Kato y a Rengo, pero no supe darle un nombre al rostro. Otro enmascarado apareció, todo siguió ocurriendo a velocidad y Konan estuvo libre de un momento a otro, defendiendo al extraño. ¿Tinte? ¿Maquillaje? Todo rastro de la bruma mental que me causaba el dolor del brazo se desvaneció de repente, como si el cuerpo me hubiera lanzado una correntada de algo más potente, y mis ojos se abrieron en una mezcla de sorpresa y absoluta furia. En las cuencas vacías de Murai Sugita había dos ojos de cristal, falsos, parecía que me miraba pero sabía que no era así. Lo había buscado tanto tiempo. Al maldito que había reducido la vida de Takano a una segunda dosis de veneno. —Serpiente —murmuré, estupefacta. Sonrió cuando le dijo quién era yo y supuse que optaría por, no sé, rematarme o solo dejarme pudriéndome aquí, pero le dijo a Konan que buscara la llave y me la entregara. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué me dejaban la llave en vez de matarme? ¿Qué estaba pasando afuera? Un mon quedó con la llave, se fueron y conseguí liberarme con la boca, pero el destrozo del brazo me lanzaba oleadas de dolor que todavía me hacían ver el mundo en blanco y negro. Tuve que forzarme a permanecer atenta, a usar el cuerpo, y fue así como pude esconderme cuando escuché movimiento y temí que Murai hubiese vuelto, pero no fue el caso. Tampoco podía ponerme a jugar de intrépida, con una mano menos, desarmada y débil no podía enfrentarme a nadie. Tenía que salir, buscar a Takeda y largarnos de este baño de sangre, incluso si eso implicaba perder a Murai de nuevo. Al salir todo era un caos, a mí me seguía delatando la ropa llena de sangre, pero al menos podía intentar buscar un punto de visión. Al hacerlo di con el desastre del patio, habían matado a Tomoe y tenían a Takeda inmovilizado. No podía salir sin arriesgarme a recibir una flecha en el pecho también, tenía que conseguir un arma, incluso si no podía blandirla correctamente. Eso era lo que buscaba, pero di con algo completamente distinto. Matsuda. Matsuda estaba vivo. El silbido delató otra cosa, otra flecha de precisión mortal cruzó el aire y dio directo en la cabeza de uno de los guardias que sostenía a Takeda. Al girar el rostro hacia el origen de la flecha di con Shinrin, di con nuestra Shinrin y recordé que le había gritado a Kuroki que estaba muerto, que todos lo cazarían. Recordé también que le habíamos reñido a Akishino justamente esto y ella era la prueba de que, una vez más, alguien había subestimado el poder de una mujer y el amor por los suyos. Me reuní con ellos y pronto estuvimos en movimiento, dispuestos a largarnos aprovechando un caos que, por lo que veía, ni siquiera habíamos causado nosotros. Logramos llegar a las afueras donde Shinrin pudo atender el tajo que me había despojado de mi mano izquierda, noté sus ojos llenos de lágrimas y recordé a Hayato, como había soportado que le curara su ojo, así que hice un esfuerzo inmenso para soportar. Me fui, al menos mi mente se fue, observé a Shinrin atender lo que ahora era un muñón y no supe reconocerlo como parte de mí. Justo ahora mi mirada era la misma que había tenido en la mazmorra, la misma que había tenido Konan, y no sabía si algún día podría volver a ser la persona que era antes. La parte de mí que habían arrancado junto a la mano no volvería, me di cuenta en el momento en que Takeda me abrazó y al corresponder el gesto pretendí sujetarlo con la mano que me faltaba. —Vamos a casa —dije a pesar de que se me había vuelvo a anudar la garganta y lo abracé con toda la fuerza que pude usar con la mano derecha, al haber salvado mi miembro dominante a costa del otro—. A casa, hermano mío. Shinrin nos ha salvado hoy porque Akishino subestimó la fuerza de otra como yo, no pienses en lo que perdimos. No pienses en lo que perdí. Deshice el abrazo con cuidado, tomé aire con algo de dificultad y giré el rostro hacia Shinrin, habiendo recuperado algo de conexión con mi propio cuerpo. Las facciones se me quisieron descomponer, pero seguí pensando en que debía ser fuerte como Hayato y me contuve, pero me acerqué a ella para envolverla en un abrazo. —Gracias —le dije en un murmuro y al separarme, aunque no supe qué haríamos con esa información, no pude solo guardarla—. Matsuda estaba adentro... pero no sé, no entiendo por qué o con quiénes. Lo vi antes de que dispararan la flecha que atravesó al guardia que sostenía a Takeda. Sabía que no podíamos regresar a buscarlo, que tampoco podía ir tras Murai en este estado y era horrible saber que no podía ni siquiera volver por Matsuda para llevarlo de regreso con Fuji, pero tampoco podíamos arriesgarnos más. Tendríamos que recorrer el camino largo hacia él y hacia la serpiente, ahora teníamos que volver con los demás. —Hay que ir con el resto, ahora no podemos hacer más. Contenido oculto aprovecho pa dejar post porque esta semana no estaré muy disponible
Afueras de Kioto/Sur [Oboro; Shinrin; Takeda; Yuzuki] [Ukita; Fuji; Yamagata; Hayato; Inukawa; Inuzuka; Takano; Hashimoto] El rostro de Takeda había envejecido un poco; o al menos eso parecía cuando miró a Yuzuki. Sonrió ligeramente en ese instante rodeado de mujeres; estaba más a salvo de lo que él hubiera deseado. Y cuando Yuzuki mencionó a Matsuda parecería que Takeda iba a correr nuevamente a Kioto; pero se frenó. Las palabras de Yuzuki lo hicieron. Por el momento, no podían hacer más. Yuzuki tenía razón. Avanzaron lejos de la capital; siguieron su camino hasta dónde un pequeño grupo esperaba oculto. En la oscuridad de la noche. Takano fue el primero en mostrar su rostro, abordando a Yuzuki casi de inmediato. La tomó de los hombros, mirándola a los ojos. Deslizó sus manos hasta alcanzar las suyas, fue en ese instante dónde no encontró los dedos que siempre entrelazaba. Su corazón se aceleró mientras con ambas manos envolvía la faltante de Yuzuki. En los ojos de Takano se vio reflejada la angustia antes que la rabia; su impulsividad había sido opacada por el profundo amor que sentía por Yuzuki, por aquella mujer que respondía a su mirada. Le habían quitado pétalos a su flor más preciada. —Dime quién ha sido —mencionó Takano a Yuzuki mientras Hayato se acercaba a ellos, notando que no tenía una mano a la cual extender la suya. No lloró, levantó la vista a ambos y esperó el nombre, esperó para dejarlo fundirse en su memoria. Contenido oculto: Etiquetas Zireael —TSSSS Un sonido detuvo el andar de Matsuda; este volteó sin ver a nadie; desenvainó su katana, la misma que Fuji le había forjado. Podía ser un enemigo, o un animal salvaje. —He llegado muy lejos... no puedo caer ahora que estoy tan cerca. Fuji...— musitó mientras sujetaba con fuerza su katana. El zorro negro apareció frente a él, junto iba un enmascarado más —Mi maestro a puesto los ojos en ti... nos acompañarás... tienes un nuevo amo —dijo el hombre junto al zorro negro. Matsuda llevaba tiempo creyendo que le habían olvidado; pero las palabras de Murai le hicieron recuperar la esperanza que lentamente moría en él. —Yo ya tengo un señor al cual servir — mencionó Matsuda. El zorro negro chasqueó y su acompañante se abalanzó en Matsuda. Matsuda lo derrotó, y estaba preparado para enfrentar a aquel nuevo oponente. Pero este sólo lo miró, negó y le dio la espalda para continuar su camino. Matsuda estaba cansado, y estaba muy cerca de reunirse con los suyos. Envainó su katana y algo en él lo obligó a sujetar aquel arco nuevamente, tomó una flecha de su carcaj y tensó la cuerda. Sin pensarlo demasiado, soltó la flecha que cortó levemente por encima del hombro derecho de su enemigo. Este se giró, la máscara de zorro negro lo miró por unos instantes. Matsuda se preparó para atacar; pero su oponente sólo continuó su camino. Castillo Imperial/Aposentos de la Emperatriz [Saizo; Kuroki] Saizo entró a los aposentos dónde estaba Kuroki; observó todo con cautela sin juzgar al muchacho por lo que se veía a simple vista. Llegó hasta dónde se encontraba Kuroki y levantó el crisantemo blanco. Fue entonces que Kuroki notó como Saizo tenía sangre; aun así no se veía gravemente herido —Entonces es el crisantemo blanco nuestro nuevo enemigo. Al parecer con esto nos está diciendo que apoyarán a los Minamoto... Un golpe detrás de ellos los hizo voltear al instante. Era Akishino. —Mi señor; no debería entrar... nosotros nos haremos cargo. —¡¿Cargo de qué exactamente?!— reclamó Akishino quien ya había entendido lo sucedido —Ya es muy tarde para hacerse cargo; el enemigo se ha mofado de nosotros —dijo adentrándose en la habitación —Perdí a mi sucesor; se han llevado a mi mujer; y asesinaron a su hermana menor mientras recuperaban a Takeda. ¡Hemos sido humillados! ¿Quién ha sido el responsable? ¿Los Minamoto? Saizo le mostró el crisantemo blanco — El crisantemo negro no apareció en todo el ataque; creo que esto lo explica todo. Ahora son traidores, unos que apoyan a los Minamoto. Akishino tomó el crisantemo blanco y lo apretó en su mano —Lo que hemos construido por varias primaveras nos fue arrebatado en una sola noche... —Aun lo tenemos a usted, mi señor —le recordó Saizo. —Las nuevas semillas tardarán en germinar, Saizo. —Puede darle una de sus hijas a Gendo — mencionó Saizo —Es la única manera de asegurar su poder. Aun el Imperio puede mantenerse de pie —dijo para después hacer una reverencia —Déjeme a mi cuidar de los restos de mi pequeño señor; yo le prometo que encontraremos a los culpables. Akishino suspiró —Hazlo, Saizo. Serás recompensado. Akishino salió de la habitación. Saizo se irguió y miró a Kuroki —Fue Matsuda quien asesinó a Tomoe a distancia. Uno de los hombres de tu antiguo señor; dime todo lo que sepas de él. Contenido oculto Gigavehl Afueras de Kioto/Cementerio [Murai; Konan; Hannya; Shino; Fureku] Murai separó a Konan cuando Hannya reaccionó, dejando a Shino y Fureku junto a Konan mientras daba pasos hacia enfrente con cautela, desenvainando... Tsubaki encendió una antorcha para mostrar su rostro por completo al grupo, sus manos completamente vacías. Hannya se relajó y se acercó a él mientras este observaba a Murai con molestia; Hannya lo obligó desviar su mirada tomándolo del hombro para que lo mirara fijamente a él. —El aroma —mencionó Tsubaki hacia Hannya — Me has llamado. —Sabía que estarías cerca— respondió Hannya para después darle un puñetazo en el rostro a Tsubaki. Puñetazo que este ni siquiera intentó esquivar, sólo cerró los ojos. —Fue su idea, y decidí confiar en él —se justificó Tsubaki sin siquiera sobar su rostro, sólo se irguió nuevamente mirando directamente a Hannya. —Corrieron con suerte; si no hubiéramos interferido Takeda estaría atrapado para siempre. Existiría una falsa unión Minamoto y Taira. Y con ello tendrían el control absoluto —Hannya, quién siempre parecía mantener el control de sus emociones ahora se mostraba molesto; sujetó a Tsubaki de la casaca, jalándolo hacia él sin resistencia de Tsubaki —Tu decisión pudo habernos costado muchas vidas. Tsubaki golpeó el brazo de Hannya para que este lo soltara; lo hizo —La decisión de Takeda —corrigió. —Iemoto... —recriminó Hannya. —He vuelto al nombre de Tsubaki, el nombre de Iemoto vuelve a ser tuyo— volvió a corregir Tsubaki. El sonido de aquel nombre hizo que Murai bajara el rostro. —¿Acaso insinúas que has dejado de ser mi alumno? — le preguntó Hannya a Tsubaki quien no despego la mirada de la de él. —¿Por qué he de continuar siéndolo? ¿Me dirás quién eres?— Tsubaki respondió con otra pregunta para quien era su viejo maestro. —Sigues sin estar listo para saberlo. Ahora más que nunca —Hannya se preparó para atacarlo. Tsubaki cerró los ojos, esperando el que sería su castigo. —Espera —interrumpió Murai. —Si lo dejo ir, hablará —dijo Hannya hacia Murai. —Te ha abandonado como maestro; porque ha aceptado a Takeda. No ha desonrado su promesa; ha cuidado de él —Murai decía mientras se acercaba torpemente hacia ambos. —Escuchas en su voz a Hiro, estás actuando sin pensarlo correctamente— recriminó Hannya sin bajar su arma. —Si. Es el único hijo que ha dejado mi hermano. Era natural que llegara a Takeda y decidiera abandonarte por él, busca protegerlo. Y con ello mantiene su promesa como tu alumno. No puedes quitarle tus enseñanzas, no puedes volverlo un maestro de tu escuela y ese es suficiente castigo. —No necesito que intercedas por mí — señaló Tsubaki —Si fuera por mi, te mataría en estos momentos. Murai sonrió mientras detenía el avance de Hannya. —Déjalo. Es igual de ignorante que Takeda...— Murai dio la espalda haciendo que Hannya lo acompañara. Tsubaki esperó un poco; pero jamás llegó el castigo que él esperaba. Los miró alejarse, y no pudo hacer nada más. Konan ayudaba a Murai a caminar mientras Hannya ayudaba a Shino y el joven Fureku los seguía. —Va a hablar —Dijo Hannya hacia Murai. —Que lo haga. He entendido que hay alguien más que nos ha estado manipulando —dijo con frustración —He sido descuidado, no supe entender las señales. Ahora lo entiendo, mi plan ha sido revelado en el Imperio hace ya demasiado tiempo. Por eso nos han atacado. No me importa que los Minamoto lo sepan ahora. —Los Minamoto entenderán mal el mensaje; nos seguirán viendo como su mayor enemigo— mencionó Hannya —Siempre lo harán; pero ahora también irán contra nuestro enemigo. Y podemos usar eso a nuestro favor —Jamás dejarán de buscar su muerte— insistió Hannya. —Tienen sus razones; que busquen e intenten encontrar mi muerte, su venganza me es indiferente comparada a la que yo voy a formular contra ese último eslabón, el nuevo Kaze si así debo decirle —Murai comenzó a reírse, se le notaba aliviado —Hoy hemos derrotado al Imperio. Un desnutrido, un renegado, y un maldito ciego y cojo —Murai no podía parar de reírse. —La lluvia cae; los relámpagos también lo hicieron. Han quedado expuestos por lo que son. ¡SAKURAI! ¡KOZAEMON! ¡HEMOS GANADO! Los tres relámpagos cayeron. Hemos liberado al clan Taira de las ataduras del Imperio. Ya no tienen poder sobre nosotros Murai se dejó caer de rodillas en el ahora fango a sus pies —Me han quitado mucho en este camino... Sakurai; Hiro; Kozaemon; Mao; Kizaru; Hidaru; Kodoku; Kaji; Kozaru; Dojun...Koga; Otsu... pero hoy he liberado a los míos... hoy he cumplido mi promesa. Hoy podría haber muerto en paz; pero sigo respirando, sigo aferrándome a la vida y lo seguiré haciendo si eso irrita a mis enemigos. ¡Porque yo no vivo más para servir a nadie; la vida me sirve a mi!
Yuzuki Minami Afueras de Kioto [Sur] Sabía que cuando mencionara a Matsuda Takeda querría ir por él, pero si volvíamos estábamos condenados a morir, algo que el mismo Matsuda debería poder entender. Seguiríamos buscándolo, se lo habíamos prometido a Fuji, pero ahora no podíamos solo ir por él, no sin arriesgar nuestras vidas una vez más y tal vez incluso arriesgar aún más la suya. Miré a Takeda con pesar en medio de mi propio agotamiento, del dolor que amenazaba con regresar con toda su fuerza a pesar de las atenciones de Shinrin, y fue mi manera de pedirle perdón por no poder animarlo a ir por él. Matsuda era parte de nuestra familia tanto como todos los demás, dejarlo atrás nos dolía horriblemente, pero no teníamos opciones ahora mismo. Habíamos gastado toda nuestra suerte por un rato. Nos retiramos entonces, avanzando lejos de la capital, y en algunos momentos tuve que pedirles una pausa porque me sentía agotada y la peste a sangre a la que otras veces parecía tan acostumbrada ahora parecía marearme. Saber que dejábamos atrás el desastre parecía haberle dado el aviso a mi cuerpo de que era demasiado, que era tiempo de descansar. En la oscuridad un grupo nos esperaba y cuando Takano mostró el rostro antes que todos los demás, recordé que en medio del caos, de mi sangre, la mano faltante y la traición había llamado a su nombre. No le había pedido a un solo Dios por mi destino, había llamado a Takano para que acabara con la pesadilla, para que me sacara de Kioto. Había venido. Parpadeé con pesadez, temiendo que fuese un delirio por mi estado, pero cuando sentí su tacto en los hombros lo miré como si fuese la primera vez en mucho tiempo. Repasé su rostro con la vista, inexpresiva, aturdida y entumecida todavía, pero reparé en la cicatriz, en sus cejas, en cada pestaña y cabello sobre su cabeza. Lo sentí deslizar el tacto hasta mis manos y cuando se di cuenta de la ausencia la realización me pateó incluso con más fuerza que cuando Takeda me abrazó. Envolvió mi brazo, vi su angustia en lugar de la furia y el peso real de la mano faltante siguió aplastándome, inmenso. Mi expresión no cambió, pero las lágrimas se me acumularon en los ojos y pronto fluyeron a borbotones. Para cuando Hayato apareció en mi campo de visión, resquebrajado por las lágrimas, sentí que grueso de mi llanto no hizo más que aumentar en silencio. El niño no lloró, alzó la cabeza y esperó. Esperó el nombre de quién le había arrebatado una de las manos que habían cuidado de él desde Fujimi. —Kuroki —escupí apenas pude abrir la boca y usé la mano que me quedaba para limpiarme el rostro—. Lo enviaron con Gendo Mori, fue un castigo. Debí callarme, tenía que haberme callado. Lo siento mucho. ¿Por qué pedía perdón? Por lo que me habían arrebatado, por lo que se había perdido junto a la mano. Tragué grueso, el montón de lágrimas quiso ahogarme y tomé aire con algo de dificultad. Adentro creí que iba a morir, que iba a dejarlos solos, pero ahora estaba aquí con ellos y el dolor emocional quería sobrepasar el físico. Esto no iba a sanar pronto, lo sabía, me refería al brazo restante y el desastre que me habían dejado en la cabeza. —Dijeron que pondrían mi mano en la plaza y que esperaban hacer lo mismo con la tuya —solté en tropel, rebasada ahora sí, y las palabras que repetí después habrían sonado a sinsentido en otras circunstancias—. Izquierda y derecha. Izquierda y derecha. Fue involuntario, pero pretendí usar la mano que ya no tenía para alcanzar a Takano y notarlo solo me vació el corazón, sentí el pecho hueco, corroído, y sacudí la cabeza como si eso fuese a quitarme la sensación. Al final hice un movimiento diferente, cauteloso por el dolor, pero alcancé su cuerpo, envolviéndolo al usar la flexión del codo para atraerlo y estiré la mano que conservaba hacia Hayato. Ahora mismo los necesitaba a ellos, eran lo único que podía sostenerme ahora que no tenía colmillos con los que defenderme.
Kuroki Fusatada La boda ya se llevaría a cabo, y terminé como era de esperarse, a lado de Gendo, pero también del Emperador, me quedé observando en silencio el entorno y todo el movimiento, contemplando cómo Takeda era sujetado por Saizo. Escuché la breve conversación de Gendo con Akishino, todo se acomodaba para dar el remate, y sería entonces el momento de determinar el curso de la guerra... Me quedé en silencio igualmente, sin dejar de observar discimuladamente, al menos hasta que hubo ajetreo, y era porque Tomoe, había hecho acto de presencia. Yokubo también se presentaba, el nuevo Onmiyoji, el que reemplazaba a Taiki, y como era evidente, ni Gendo ni yo dijimos nada más. Llegaba el momento de actuar, por lo que suspiré lento, mentalizandome, cuando de pronto, algo sucedió. Expresé sorpresa cuando de pronto, Tomoe veía su corazón atravesado por culpa de una flecha, y eso me hizo voltear de inmediato a los tejados, intentando buscar el origen, me recordaba esto tanto a Iga. No hubo tiempo, pronto recibí la orden de buscar a la Emperatriz y eso hice, en su caso, tendría que aprovechar el caos... Acabé llegando hasta el sitio, el cual me costó un poco de trabajo encontrar de todos modos, si bien había visto parcialmente el palacio por los preparativos, no dejaba de ser todo esto nuevo, pero cuando llegué, el escenario era un absoluto caos. Había sangre por todos lados, especialmente sobre una cama, me acerqué a verlo y pude presenciar cómo el bebé, que era Kinsuke, estaba descuartizado, y en su frente estaba un Crisantemo blanco. Miré alrededor un momento, incluso salí un momento a los pasillos antes de volver, no había rastro de nadie más, ni siquiera estaba Shino por aquí, todo se había movido muy bruscamente de pronto. Para cuando me dí cuenta, miré sobre mi hombro y era Saizo, quién comprendía la situación y mencionaba que el Crisantemo blanco era el nuevo enemigo, no reaccioné, pero tampoco hacía falta decir nada. Fué un golpe lo que nos hizo voltear a los dos, siendo Akishino el que ahora se hallaba presente, exclamando con evidente bronca lo que sucedía, todo se desmoronaba, pero los dejé hablar, no es como que justamente ellos dos me tuviesen en confianza, o al menos, yo de ser ellos, no me fiaria aún. Miré a Saizo cuando se dirigió a mí y lo encaré. —Matsuda... Es un Shinobi, del extinto clan de Iga, efectivamente es un Minamoto, yo llegué a luchar a su lado, nos llevábamos bastante bien, pero desde que tomamos caminos separados por tomar una misión desde Kamakura que ya no supe de él, supe que estaba presente antes de que la guerra en Shizuoka se desatase, pero es todo, odio decirlo pero no sé más de él. Personalmente me sorprende que siga con vida, hacia soles que no escuchaba nada de él. ¿Ha escapado?—. Consulté, creía que era una pregunta bastante lógica, y aunque quisiese decir algo más, genuinamente no conocía, por ser ni tenía la fuerza que tenía antes y mucho menos conocía aún a Kyogi cuando lo ví por última vez... Fuese como fuese, yo parecía alguien que se tomaba con calma las cosas, pues no me alegraba pero tampoco me entristecia, había aprendido que era importante centrarse en el ahora y no preocuparse por el futuro, no por ahora, lo que quería hacer sin duda alguna no había sido como siquiera hubiese esperado, pero agradecía el tiempo extra. Me acercaba más a lo que quería conseguir.