Santuario budista /Distrito Imperial [Gendo; Saizo] [Yurei: Kyogi] [Yokai: Kuroki] El niño los observó, no pareció reaccionar hasta ver aquel pincel. Fue en ese momento que se sentó y abrazó sus rodillas. —No ha venido a castigarte, No has hecho nada malo ¿O si?— Preguntó Kyogi. El pequeño se quedó en aquella posición; pero levantó la mirada desafiante. —Tengo un nuevo encargo para ti, y son varias cosas que hacer; debes tenerlas a tiempos. O bueno... — Miró hacia Kuroki — Ya sabes... El niño desvió la mirada y asintió. Kyogi comenzó a explicarle algunos detalles; mientras que Gendo exploraba un poco el lugar, maravillado. —Siempre pensé que este amigo secreto que tenías iba a ser algo como la prisión de las islas Oki — confesó Gendo —¿Con quién más hiciste todo esto? —dijo tocando un talismán sin arrancarlo de su sitio. —Fue con Kawa, bajo los aposentos de Taiki Ishikawa — se burló Kyogi mientras observaba a al pequeño avanzar hacia una pequeña fragua. No se veían armas de metal o madera, pero si mucha arena y otros polvos; en el suelo había vidrio roto y aquel niño lo pisaba sin lastimarse. Junto a la fragua sintieron nuevamente calor; el agua hervía y soltaba vapor como si fuera de sauna. Mientras que aquel niño trabajaba, si se recargaba un poco para descansar; Kyogi avisaba a Kuroki para que este se acercara con el pincel para presionarlo, una táctica que funcionaba siempre. Tardaron bastante allí dentro; pero Gendo salió con una gran caja llena de objetos. Cuando iban saliendo, Saizo levantó la trampilla y el niño gritó con fuerza. —¡MAMÁ! ¡ESTOY AQUÍ! Saizo cerró la trampilla de inmediato, dejando a los tres allí abajo con el kami. Kyogi esperaba aquel grito, lo hacía siempre que visitaban a aquel niño. Al que ni siquiera agradecían sus servicios obligados. Cómo siempre, Kyogi sonrió e intentó acariciar la cabeza de aquel niño sin éxito alguno, este se alejaba siempre a su contacto. —Te lo he dicho muchas veces; ella ya no te está buscando. Allá afuera hay otro joven, tiene tu mismo cabello — afirmó — Fuiste sustituido por él, es él a quién ahora cuida tu madre —llevó su mano al pecho — Trataré de cuidarte de él, su ejército viene ahora mismo para acabar contigo. Debes mantenerte aquí, estás seguro. Él afirmó. —Abre, Saizo —aseguró Kyogi y la trampilla volvió a abrirse. Salieron sin dificultad o prisa; el niño se quedó al fondo, mirando la luz del exterior sin hacer un sólo movimiento por salir. Hasta que por fin, la sombra volvió a abrazarlo. Contenido oculto Gigavehl