Colección Kill our way to heaven [Gakkou Roleplay | Explícito]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Gigi Blanche, 10 Enero 2021.

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  1. Threadmarks: XXXIV. Samhain
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Escritora
    Título:
    Kill our way to heaven [Gakkou Roleplay | Explícito]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    40
     
    Palabras:
    4328
    N/A: pueden creer que literalmente estaba escribiendo la última línea del fic y sE ME CORTÓ LA LUZ AJSAJKSJKA IT WAS CREEPY AF

    Bueno, SPOOKY SEASON, BITCHES. Cómo me gusta Halloween we. Bueno, esto lo tengo empezado desde hace un tiempo y lo fui avanzando a paso de tortuga bc *brillitos* uni *brillitos*, además de que últimamente no sé escribir fics que no ameriten tres kilómetros de research pERO EN FIN, here we are. En su momento lo dije en un tema del Café, siempre me quedé con el bichito de que estos personajes se conocieran mejor y cuando se me ocurrió esta idea i went for it. Después del fic voy a hablar un poquito más respecto al pROCESO CREATIVO cuz tiene spoilers y porque fue quite funny JAJAJA

    Y como me gusta robar, esta actividad le corresponde a la actividad Fictober de mi amada gabichuela. Obviamente no voy a completarla y menos con ESTA clase de fics, pero a quién le importa eso

    Disclaimer(?): a mitad del fic hay otra canción.

    Sin más cháchara, ADENTRO FIC





    .

    Samhain is the threshold to the Season of Death.
    The fertile fields of summer give way to the bare forests of autumn.

    As crops slowly die and winter takes over,

    the cycle of life is once again approaching a renewal.

    .

    .

    .


    | Morgan O'Connor |
    | David Mason |
    | Kashya Thornton |


    .

    .

    .

    Se le había hecho tarde. La semana de exámenes estaba a la vuelta de la esquina y había optado por cambiar la estrategia, considerando que en casa siempre se distraía. La biblioteca escolar era enorme y muy elegante, decorada, por alguna razón, en un estilo antiguo que más bien recordaba la opulencia europea. Él nunca había frecuentado ese espacio, a duras penas recordaba haber ingresado más de dos o tres veces. Bostezó, pasando la página del libro de historia, y pestañeó con lentitud al sentir los ojos humedecidos. Fue al levantar la vista que advirtió el drástico descenso en el flujo de gente. Por las ventanas se colaba un resplandor opaco, violáceo, que reptaba por los pisos nacarados y perdía fuerza ante la luz de las lámparas. Comprobó la hora.

    ¿En qué momento se había hecho tan tarde?

    Estiró el cuello para asegurarse de que la bibliotecaria siguiera en su escritorio y suspiró, cerrando el libro. Estudiar jamás había sido su fuerte, le aburría y le daba mucho sueño. Ordenó sus útiles dentro del bolso, sin prisa. Las amplias mesas de nogal que conformaban el corazón de la biblioteca se encontraban ya prácticamente vacías. Se incorporó, acomodando la correa en su hombro, y recogió el único libro que no le pertenecía. Se lo había recomendado Sasha como material complementario, alegando que la currícula no siempre les confería los mejores títulos. Era un ejemplar tosco y algo estropeado, de pasta dura y encuadernación a hilo. Como tal, pertenecía a una sección poco frecuentada. Cuando lo había encontrado por primera vez, recordaba, las hojas prácticamente se le habían deshecho entre las manos, su aroma a polvo y humedad se le había impregnado en la nariz, y se preguntó cómo rayos había dado ella con semejante vejestorio.

    Al pasar junto a la bibliotecaria, la mujer levantó la vista y le indicó que en media hora cerrarían. Maze le sonrió, amable como siempre, y asintió con la cabeza. Podría haberle explicado que sólo devolvería el libro y se iría, pero no lo vio necesario. Muchas veces, por muchas razones, no veía necesarias muchas cosas. Se adentró en los pasillos oscuros de la biblioteca, entonces, donde ni la luz de las lámparas ni el resplandor amoratado conseguían filtrarse lo suficiente. Las estanterías eran altas, muy altas, y resguardaban entre ellas el sutil eco de las pisadas contra el mármol. El muchacho avanzó distraído, pues ya conocía el camino de memoria, y viró a la derecha en uno de los últimos pasillos. Recorrió la estantería prácticamente en su totalidad mientras divagaba respecto a la cena de esa noche y depositó el libro en el único espacio libre que había. Fue en ese instante que lo oyó. Un murmullo quedo, en un idioma extraño, que lo envolvió y absorbió su atención. Fue como haberlo percibido de forma inconsciente pues, apenas agudizó el oído, el sonido desapareció. Permaneció quieto, girando la cabeza; sólo lo acompañaba el silbido pausado de su propia respiración.

    Estaba por descartar el asunto y calificarlo de delirio cuando… lo oyó de vuelta. Había alguien cerca, ¿verdad? Era la opción razonable. Había alguien cerca, en los recovecos oscuros de una biblioteca, murmurando cosas en un idioma misterioso. Sí, totalmente razonable. Maze esbozó una sonrisa resignada y la curiosidad le picó en el cuerpo, como una hiedra viva. Era una suerte de pálpito silencioso, provenía de orígenes inciertos y se colaba por las hendijas. Trepaba, se enredaba, acariciaba. En su pueblo natal, a la luz de una fogata y entre las ramas desnudas del otoño; de pie, inmerso en el humedal oscuro de los bosques de Totoro; en los callejones desolados y los semáforos fuera de servicio, volviendo a casa de madrugada. Eran pocos, podían calificar de delirio, pero los recordaba con profunda y aterradora claridad.

    Los llamados, les diría alguien en un futuro.

    Aún algo contrariado, decidió moverse. Avanzó lentamente hacia el final de la estantería y se hundió aún más en uno de los pasillos centrales, intentando discernir el origen del sonido. El corazón se le había agitado sin pedirle permiso, presa de la incertidumbre y, quizá, de la sensación de estar haciendo algo incorrecto. Entonces la vio. A la derecha, envuelta en las penumbras, la silueta de una alumna sentada en el suelo con la espalda contra la estantería. Tenía las piernas ligeramente flexionadas y un libro en el regazo; la densidad de su cabello oscuro, corto, le cubría el rostro. Parecía completamente abstraída en la lectura que, ahora notaba, era la fuente de los murmullos. Maze permaneció allí, de pie, debatiéndose internamente entre la realidad del evento y lo que sentía palpitar desde los recovecos. Sólo era una chica leyendo, ¿por qué habría de ser algo peculiar? ¿Por qué habría de molestarla? No debía, no lo veía necesario. Muchas veces, por muchas razones, no veía necesarias muchas cosas. Pero entonces ella alzó la mirada y la clavó en él, y él, podría jurar, olvidó cómo respirar.

    Transcurrieron algunos segundos absolutamente incómodos en los que ninguno de los dos dijo nada. La recordaba de la clase de al lado, ahora que podía verla. Morgan, ¿cierto? Una vez habían conversado justamente allí, en la biblioteca, y pese a haber pactado una salida y demás, al final no habían hecho nada. Sus razones eran simples, casi ordinarias, y convergían en torno a su visión estática del mundo. Si lo pensaba con detenimiento, puede que radicara precisamente allí el poder tan seductor de los pálpitos negros.

    Eran los únicos instantes donde el tiempo se congelaba y revivía a la vez.

    Los ojos de la chica eran de un morado pálido que, desprovistos de luz, se camuflaban en la oscuridad con maestría. Naturalidad. Maze cambió el peso entre sus pies y estuvo por abrir la boca cuando ella le robó la intención.

    —¿Buscabas algo aquí?

    Su murmullo fue suave y adivinó la mera cordialidad de sus intenciones. Aún no lograba distinguir si era una muy educada invitación a retirarse o una pregunta real, pero al menos le sirvió para destrabar las articulaciones. Parpadeó, la realidad recuperó su forma y meneó la cabeza, esbozando una sonrisa afable.

    —No, perdona. Te escuché y supongo que me ganó la curiosidad.

    Morgan desvió la vista a su libro un instante y Maze siguió el movimiento de su mano, de sus dedos, derramándose por la página con suavidad. Era imposible a esa distancia, pero podría jurar que escuchó la textura del papel contra sus oídos.

    —Ya veo. —Lo miró—. ¿Has oído hablar de la Cacería salvaje?

    La pregunta lo redirigió sin pedir permiso a uno de los archivos contenidos en su memoria; quizá no fuera particularmente inteligente ni hábil en algún campo específico, pero era capaz de relatar al instante las leyendas y fábulas con las que había crecido. El gigante leñador Paul Bunyan, la bruja de Saratoga Springs, las profecías del Mothman. Desde su arribo a Japón se había interesado también por el folclore local. El concepto de la Cacería salvaje, sabía, era increíblemente amplio y se había extendido a lo largo y ancho de Europa, alcanzando incluso los Estados Unidos. Cada cultura, cada religión y cada pueblo poseía su propia Cacería.

    —¿Cuál de todas? —replicó, entonces.

    Morgan sonrió y palmeó el espacio a su lado con ligereza, invitándolo a sentarse. Maze giró el cuello hacia el corazón de la biblioteca, recordando que en media hora el lugar cerraría, pero supuso que quince minutos no le harían daño a nadie. Se acercó, pues, y relajó la espalda contra la estantería. Durante el proceso, la chica había empezado a hablar.

    —La Cacería es más popular en la cultura germana, extendiéndose desde la península escandinava hasta Alemania. Algo curioso, sin embargo, es la importancia que adquirió específicamente en la tradición galesa. El folklore celta le da a la Cacería una connotación particular en ciertas regiones, aunque es mucho más fácil encontrar información sobre Odín, Teodorico el Grande, Sigurd, el Rey Arturo. —Apoyó ambas palmas sobre las páginas, sonriendo con suavidad—. Hasta que encontré este libro.

    Maze estiró el cuello y detalló su contenido. Era antiguo, más antiguo que el armatoste que acababa de dejar. Las hojas, amarillentas, presentaban signos de desgaste en los bordes, y los colores de las impresiones lucían desvaídos. A la derecha se apreciaba una gran escena. Un hombre fornido, de largos cabellos castaños y curiosa piel oscurecida, iba cubierto por frondosos abrigos de piel y una inmensa capa gris; sobre su cabeza llevaba una corona hecha con las astas de un ciervo. Montaba a lomos de un caballo inmaculado, tan blanco como la luna llena encima de ellos, y a su alrededor, decenas de perros, lobos y demás criaturas que no lograba discernir, también del color de la nieve. Algunos, los más parecidos a caninos, poseían orejas carmín. Había algo, sin embargo, en los ojos de todos. Un brillo helado, quizá, fantasmagórico. Parecían estar recorriendo una pradera, al límite del horizonte, y Maze, por un instante, se creyó capaz de oír los corcoveos, los ladridos, los aullidos, y el retumbar de la tierra bajo su imponente desfile. No, no desfile.

    Era una cacería.

    Gwyn ap Nudd. —La voz de Morgan se mezcló con los detalles de la ilustración y el estilo de la caligrafía; ¿qué idioma era ese?—. Rey de Tylwyth Teg, de todas las hadas, y gobernante del inframundo, Annwn. Pertenece a la mitología galesa y aparece en una serie de relatos medievales. Hay un poema, “El diálogo de Gwyn ap Nudd y Gwyddno Garanhir”, donde se desarrolla su labor de psicopompo. Es descrito como la esperanza de los ejércitos, habla de sus prominentes habilidades para la guerra. Cuando le preguntan de dónde viene, él simplemente contesta “provengo de la batalla y el conflicto”. Estaba leyendo este poema cuando llegaste. —Le indicó las últimas líneas de la hoja y las leyó en lo que, Maze suponía, era galés; luego lo tradujo al inglés—. I have been where the soldiers of Britain were slain. From the east to the north, I am the escort of the grave. I have been where the soldiers of Britain were slain. From the east to the south, I am alive, they in death. Aún sigo practicando mi pronunciación, el galés no es mi idioma natal.

    El muchacho la escuchó atentamente y fue comprendiendo la situación. El acento de Morgan era muy diferenciable, duro y algo hosco, por lo cual supuso que provenía, si no de Gales, entonces Irlanda o Escocia. Si la memoria le funcionaba bien, allí se hablaba gaélico. Incluso compartiendo raíces celtas, debían ser idiomas totalmente diferentes.

    —¿Y cómo se relaciona a la Cacería salvaje? —indagó, curioso y algo confundido.

    Morgan asintió suavemente, como si hubiera estado esperando dicha pregunta, y deslizó los dedos sobre la ilustración hasta alcanzar el epígrafe.

    —Este poema es la base para su posterior concepción como líder de la Cacería. Aquí dice que Gwyn ap Nudd recorrería los cielos acompañado de Cŵn Annwn, su jauría de sabuesos, para recolectar almas humanas. Por ello, oír los aullidos de sus perros es un presagio de muerte. Así, como en aquel poema, la misión de la cacería de Gwyn ap Nudd es guiar las almas mortales hacia Annwn. Este evento ocurre en noches específicas: las vísperas de Navidad, de Año Nuevo, en Viernes Santo… y en Samhain.

    Sus ojos se encontraron. Maze llevaba años sin oír ese término, había acabado enterrado en los niveles más polvorientos de su memoria. Imágenes fugaces sucedieron en su mente. Su pequeño pueblo decorado de pies a cabeza con calabazas, guirnaldas y fantasmitas artesanales. Los bosques oscuros en las inmediaciones, las fogatas y las historias. Samhain era un paralelo a la noche de Halloween, un sabbat de los ocho que conformaban la Rueda del Año para los neopaganos. Nunca le había prestado demasiada atención, pero en ese instante regresó a él con la fuerza suficiente para esparcirle un cosquilleo inquieto. La Última Cosecha, la Noche Ancestral; Samhain gozaba de muchos nombres y se celebraba la noche del treinta y uno de octubre.

    Faltaban tres días para eso.

    —¿Qué tienes en mente? —inquirió el muchacho, con una sonrisa bailando en sus labios.

    Morgan se sonrió y cerró el libro con movimientos lentos, arrancándole algún que otro quejido a la encuadernación.

    —Celebraremos Samhain en honor a Gwyn ap Nudd, cuando su Cacería surque el cielo en medio de la noche. Puedes venir, si quieres, pero te advierto: no será sencillo. Primero deberás ganarte el derecho a pisar sus terrenos de caza.

    Un silencio sordo palpitó, se aferró a sus tobillos y comenzó a reptar por su cuerpo, como enredaderas oscuras. Debería haberlo aterrorizado, debería haberle inyectado la necesidad de huir, pero el fuego de la hoguera crepitó desde algún rincón lejano y se preguntó cómo se sentiría.

    —¿Dónde planean hacerlo?

    Por una vez, al menos una única vez, mirar al monstruo a los ojos.

    —Te enviaré la ubicación.

    Y seguirlo.


    .

    .

    .




    .

    .

    .


    Una rama se quebró bajo la suela de sus botas y agachó la vista por reflejo, encontrando no más que siluetas difusas manchadas de negro. Los mensajes de Morgan habían sido bastante crípticos, sólo una fecha, una hora y una ubicación firmados con la expresión de un deseo. Al pasarlo por el traductor descubrió que estaba escrito en gaélico escocés.

    Fàilte don t-seilg.

    Bienvenido a la cacería.

    Le hizo algo de gracia que el punto de reunión fuera dentro de los bosques donde se había desarrollado la prueba de valor del campamento escolar. ¿Tenía sentido esperar que el desfile de la Cacería surcara el cielo sobre Japón? No estaba seguro, tampoco lo cuestionaría. Ya se había hundido en la oscuridad de ese terreno y quizá, por fuera de religiones o identidades, hubiera una verdad subyacente que atravesaba todos los mitos. El velo divisor alcanzaba su punto más delgado la noche de Samhain, permitiendo a los mortales contactar con aquellos que dejaron este mundo. El atardecer era el momento del día donde los planos se solapaban y los yōkai, en un descuido, podían aparecer ante nosotros.

    En distintas formas, idiomas y creencias, el deseo era el mismo.

    A la entrada del bosque había encontrado un cartel escrito a mano, en inglés y con caligrafía cuidada, anudado a la tranquera. Debió iluminarlo con la linterna del móvil para leerlo y éste le indicó que, a partir de ese instante, sólo podría adentrarse en los terrenos de caza en plena oscuridad, que las hadas gwyllion lo vigilarían ocultas en el bosque y sabrían si faltaba a su palabra. Debía escalar la pendiente al Este, guiado por las luces, hasta alcanzar el claro de los manantiales cristalinos. Allí, las hermosas doncellas gwragedd annwn lo esperarían y coronarían.

    Be brave, lad. Fear no manner of ghouls, hags and wraiths.

    We shall wait you.

    For you shall come.

    Maze siempre se había sentido más cómodo cerca de espacios naturales, sintiendo las cosquillas de la hojarasca o trazando el recorrido de las vías abandonadas; pero esto era diferente. Los recuerdos vagos de la prueba de valor no le servían demasiado, su equipo había recorrido otros bosques y además, moverse en completa oscuridad era arduo. De tanto en tanto la vegetación clareaba y le permitía distinguir los relieves bañados en el resplandor pálido de la luna. Las criaturas nocturnas se movían y hacían eco a su alrededor, enviándole ligeros escalofríos por el cuerpo. El entorno agudizaba sus sentidos y le empujaba el corazón contra la piel. Era inquietante.

    Y profundamente fascinante.

    Creyó ir por buen camino cuando percibió al terreno inclinarse gradualmente en el esfuerzo de sus piernas. Avanzó con cuidado, evitando las piedras prominentes, raíces o enredaderas, y trazando la textura de los troncos con los brazos estirados. Las copas de los árboles se habían abrazado entre sí, recelosas, impidiendo que la más ínfima gota de luz se filtrara. Lo divisó, entonces. Un resplandor difuso, cálido, dibujando el contorno de algunos arbustos. Conforme se fue acercando, más y más aparecieron. Al llegar junto al primero comprobó que se trataba de pequeñas lámparas de aceite apoyadas sobre el césped a intervalos regulares. Estaban marcando el camino. Su corazón dio un vuelco, presa de una emoción extraña, y le alivió no tener que seguir andando como si pisara cáscaras de huevo.

    El terreno fue tornándose más y más escarpado, y sobre el silencio se pronunció una canción. Sintió el pálpito oscuro de la biblioteca, aquella breve detención del tiempo que envolvió su cuerpo y lo condujo precisamente a ese instante. Era la voz de Morgan, de alguna forma estuvo seguro, y pocos minutos después lo comprobó. La vegetación no reptaba hasta la cumbre del sexto bosque. Allí arriba el cielo se abría en todas direcciones y las cascadas, borboteando agua, destellaban entre el color pálido de la luna y la calidez de la fogata. Dispuestas a cada lado del fuego se encontraban Morgan y Kashya, cada una envuelta en su elemento. Ambas llevaban vestidos largos, una capa de lanilla y pequeños guantes de encaje, sólo que O’Connor lucía enteramente de negro y su amiga, de blanco. Por un instante Maze sintió estar interrumpiendo algo que no debía, pero entonces Kashya reparó en él. Lo hizo de repente, como si un hada se lo hubiera susurrado al oído. Asintió mientras Morgan permanecía absorta en la canción, alentándolo a acercarse, y él obedeció.

    Wolves asleep amidst the trees.

    Bats all swaying in the breeze.

    But one soul lies anxious, wide awake,

    fearing all manner of ghouls, hags and wraiths.

    Se detuvo frente al fuego y Morgan deslizó la mirada en su dirección con una serenidad absoluta. No pudo saber cuándo lo habían detectado ni de qué manera, pero el recorrido por el bosque, la conversación de la biblioteca y este momento, este escenario, le instaban a creer que era posible. Que las brujas habían vigilado su valiente peregrinaje, que las hermosas doncellas de los estanques los espiaban entre los recovecos de las piedras y que allí arriba, entre la luna y las estrellas, el rey de las hadas lideraría su eterna e incansable Cacería.

    My dear dolly polly, shut your eyes.

    Lie still, lie silent, utter no cries.

    As the Hunter, brave and bold, paid in coin of gold.

    He'll chop and slice you, gut and dice you.

    Eat you up whole.

    Eat you whole.

    La muerte de la canción reinició ante sus oídos el aleteo de ciertas aves, el salpicar de los manantiales y el crepitar del fuego. Transcurrieron algunos segundos hasta que Kashya habló, observándolo con su expresión habitual.

    —Lo lograste.

    —Dominaste el coto de caza de Gwyn ap Nudd —anunció Morgan—, hijo de Nudd, nieto de Beli Mawr, rey de Tylwyth Teg y gobernante de Annwn. Dime, David, ¿oíste los aullidos de sus sabuesos?

    —No.

    —¿Sentiste el tronar de la tierra?

    —No.

    Había respondido prácticamente en automático, compenetrado en la situación. Las chicas intercambiaron una mirada y O’Connor se sonrió. Kashya se agachó y recogió un collar del césped.

    —Muy bien —murmuró Morgan, mientras la albina se acercaba a él y le colocaba el accesorio en el cuello—. No está interesado en tu alma, entonces. No aún, al menos.

    Maze lo alzó ligeramente para detallarlo. Era un disco de plata redondo con una cruz solar de ocho brazos, cada una con un nombre y relieves diferentes.

    —Todas las cosas son cíclicas. Nacemos, crecemos, declinamos y morimos en un ciclo perpetuo ligado a la muerte y el renacimiento del Sol. Los ocho sabbats representan puntos culmines del ciclo. Los equinoccios, los solsticios, y sus intermedios. —Morgan señaló el collar del chico con un sutil movimiento de cabeza—. Hoy, en Samhain, los mundos se entrelazan y los espíritus también celebran. Cabalgan a través del cielo, reciben a las almas moribundas y les dan la bienvenida. Nada desaparece, todo se transforma, y la rueda sigue girando.

    —Nada desaparece, todo se transforma —repitió Kashya—, y la rueda sigue girando.

    El mantra rebotó en la mente de Maze, caló hondo, y transcurrieron varios minutos en los que nadie dijo nada. El silencio no fue incómodo y olvidó el peso del collar prácticamente al instante. En algún punto, Morgan comenzó a murmurar otra vez la canción y él se permitió observarlas con mayor detalle. Tuvo la certeza de que creían en lo que decían; quizá no afirmaran que había hadas en el agua o una auténtica estampida de fantasmas en el cielo, pero ¿no lo llevaba sintiendo él toda la vida? Los pálpitos en los callejones, en las luces descompuestas, entre las ramas desnudas del otoño. ¿Qué había allí sino una certeza? Inexplicable, confusa y de formas indefinidas, pero certeza en fin.

    —¿Habías cedido antes? —La pregunta fue de Morgan y le detuvo el corazón por un segundo—. A los llamados.

    Tuvo que volver a negar.

    —Puedes unirte a nosotras, si quieres —lo invitó Kashya—. No solemos hacer cosas tan importantes como esta, eso le corresponde a los sabbats, pero sí nos reunimos a leer, investigar o contarnos historias.

    —Siempre he sentido curiosidad por las profecías del Mothman, desde que vi la peli. —Morgan le sonrió—. ¿Sabes esa historia?

    Seguían siendo adolescentes ordinarias. El fuego, los manantiales y su aspecto lo habían engañado por un momento, pero seguían siendo chicas como él. La idea le ayudó a comprender que posiblemente no ocurriría nada malo si cedía, o al menos le brindó esa esperanza. Se sentaron, entonces, alrededor de la fogata, y comenzaron a relatar leyendas. Maze accedió al pedido de Morgan y les habló del heraldo de las desgracias, el hombre polilla. Kashya, siendo natal de Gales, profundizó en el mito del rey de las hadas y sus apariciones en la literatura arturiana. Morgan regresó a sus raíces, las Tierras Altas de Escocia, y habló de una criatura que, en mayor o menor medida, era conocida a nivel mundial: el monstruo del lago Ness.

    Conversaron, bebieron y danzaron, perdiendo la noción del paso del tiempo o del mundo más allá de aquella cumbre. Cuando el fuego comenzó a morir y la oscuridad trepó desde los recovecos, amenazando con devorarlos, Maze no sintió inquietud. Alzó la vista al cielo, los tres lo hicieron, y una breve lluvia de estrellas coronó el fin del festival.

    —Nada se pierde, todo se transforma —musitaron las chicas, y él sonrió.

    —Y la rueda sigue girando.




    Ahora sí, sTORYTIME. La idea se me ocurrió cuando me topé con esa canción, Lullaby of woe de Ashley Serena, en un reel de Instagram. I just loved the vibes y la asocié automáticamente con Morgan, so de ahí fui armando el resto. Al buscarla en Spotify descubrí que era una rolita del The Witcher 3 y, para armar el fic, le pregunté a chatGPT por leyendas escocesas. Mi cara fue un poema cuando vi en la lista The Wild Hunt, which happens to be el nombre del videojuego JAJAJA it was meant to be (!!!). Total que me zambullí en artículos y artículos y artículos y empecé en la Cacería salvaje y terminé en los Wicca y el Samhain. En los intermedios me costó un poco enlazar todo y que tuviera sentido, pero el Samhain se relacionó a la Cacería and it all went full circle. It was beautiful.

    A efectos de la trama (? le cambié las lyrics a la canción por "Hunter" en vez de "Witcher" y nada, debería retomar ese juego.

    Thats all, storytime off


    pd: mentira. Tengo la imagen del collar que le ponen a Maze, es este.
     
    • Ganador Ganador x 2
    • Fangirl Fangirl x 1
  2.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    AVER lo digo desde el inicio, sé que tengo un vergo de cosas sin comentar y hasta cosas sin leer porque ando leyéndote la colección en un super desorden indigno de cualquier five, pero mE TOCASTE LA OBSESIÓN Y QUIÉN SOY YO SI NO CHILLO THE WITCHER, AL TRÍO DE PAGANOS Y A MAZE ACERCÁNDOSE A MI CANON DE LA SECTA (!!!!)

    Es más, justo andaba jugando The Witcher porque hace meses empecé una segunda partida, ya con las expansiones, y pausé todo para venir a leer, porque me leí el spoiler final primero ups (?) Cero self-control, I'm not proud of myself but this is who I am, miss. Literal se quedó Geralt en la tele juzgándome porque dejé al cabrón a medio de una decisión JAJAJA lord save me

    Pausa comercial para explicaciones que nadie necesita, pero The Witcher 3 tiene que ser like mi juego favorito de todos los tiempos, me jugué también el 2 pero fue medio meh (por las mecánicas nomás) y también empecé los libros cuz de este viaje nadie me saca. Me comí el primero en pocos días y luego dejé el segundo colgado cuz *brillitos* uni *brillitos* pero en general todo el worldbuilding, todo lo que surgió de esta saga de libros, me parece maravilloso, lo amo. El arte, el lore, la música, pedazo de masterpiece, me cambió la vida. Gracias a quien me regaló este juego hace como cuatro años, no volví a ser la misma desde entonces.

    The funny part is que con esto del Fictober de Gabs algunas palabras como que no me terminaban de conectar like con el Gakkouverse as a concept y pensé, listen to me, largar un AU de The Witcher con algunos pendejos. Nada en plan el otro AU, tan largo no, pero sí como meter a algunos a ese universo just because of the vibes, porque me imagino a varios de los niños, propios y ajenos, con encajando en personajes muy claros. Que meganito es brujo, que fulanito es bardo, que una es hechicera, que otro es mago, que no sé quién es parte de un grupo artístico de no-humanos. La obsesiva me dicen xd

    EN FIN, qué pedazo de asociación libre me mandé acá (?) Pero como hace días todo lo describo con lo inmaculado de las vibes, quiero entrar en ese tema porque hermana wth, fue maravilloso de leer. Encima esta canción la tengo ubicada incluso antes de haber caído en el agujero sin fin que es este juego en mi mente, siempre me gustó mucho y venir a ver que la pusiste en el fic omg i was so happy. Anyhow, a lo que iba es a algo que creo que te he dicho varias veces a lo largo de los años, pero me gusta mucho la manera en que describes en tus fics, en plan, siento que lo logras muy bien y me puedo hacer imágenes claras de las cosas. Todos describimos de manera distinta, algunos más, otros menos, pero la nitidez con la que lo haces tú es diferente, siempre me lo ha parecido. Don't know, sé que llevo tres años y pico leyéndote y tal pero nunca deja de sorprenderme.

    No creo que el comentario me quede muy ordenado ni muy largo, me voy en pura chillería de mi pendejo y eso, perdón (?) Con eso dicho, que vengan las quotes!!! ni recuerdo qué quotee

    Points to that porque yo me pregunté exactamente lo mismo JAJAJAJ Sasha cómo llegaste a eso, por qué lo recomiendas cómo material complementario. Necesito que te justifiques, Sasha, sé que haces pura cosa loca pero esto escapa a mi comprensión y a la de mi hijo, que igual te hizo caso

    LA SECTA, LISTEN TO ME *rompe todo*

    Creo que eso sí lo puse en varios posts en la historia de Gakkou, en plan, desde que metí a Maze al rol y todo. Este fact de que hay algo en los bosques en particular que lo llama y ya no es solo esto de que se siente más tranquilo fuera de la ciudad. Lo llama, no entiende lo que es, pero tampoco creo que pueda ignorarlo el resto de su vida y por eso el otro día que me preguntaste si era canon lo de Maze en la secta te dije que sí JAJAJA *inserte sticker de es broma pero si kieres no es broma*

    Encima la personalidad de este pendejo siento que se presta para este rollo. Sé que con Sasha es muy dulce y todo, pero su nivel de desentendimiento o desconexión idk, no sé hasta que punto es capaz de trazar una línea real de bien-mal si alguien le cae con los argumentos correctos para meterlo en una cosa de estas. Literalmente fue a meterse al bosque porque Morgan le dijo: te mando la ubicación Y LE PONE COSAS EN GAÉLICO ESCOCÉS, HERMANA, Y AÚN ASÍ VA

    Bueno, pensándolo bien, quizás yo también lo habría hecho-

    CRYING, SCREAMING, THROWING UP *inserte todas las apariciones de la Wild Hunt en The Witcher* No me he metido a hacer research fuerte de la Cacería Salvaje, para nada, lo que sé lo sé por el juego y creo que muy poco que leí por fuera but man, si lo piensas hasta el nombre tiene un kick to it bastante importante. Como para abrir una conversación en el bar: ¿Has oído hablar de la Cacería Salvaje?

    Yo me partiría el cuello solo para ubicar a quién lo dijo (?)

    EN CAMBIO del Samhain sí investigué un poco más, de hecho fue para el fic de Halloween del año pasado creo y justo fue por Cayden, no surprise. Lo que investigué en ese momento lo tuve que ajustar bien cabrón al universo de Pokémon y hay cosas que no metí del todo, pero CUANDO LO LEÍ sentí mucho hype porque lo reconocí.

    No sé, estaba muy invested ya en este punto JAJAJA yo sé que implica mucho trabajo y así, pero a veces esta parte del research antes de mandarse la ida de olla es muy interesante. Se aprende muchísimo solo para poder unir los elementos en un solo espacio y me parece precioso, de ahí puedo desprender hasta este concepto que tengo en mi cabeza de los escritores como una suerte de alquimistas (?) im losing my mind, i know

    Y hablando de estar invested, te parece bonito a ti esto??? MIRAR AL MONSTRUO A LOS OJOS Y SEGUIRLO.

    It goes HARD. Así como me mandas unas descripciones preciosas, que me puedo montar toda la peli en la cabeza, luego vienes con otras partes tan contundentes que me quedo helada. Como que me quedo mirando las palabras procesando que escribiste eso y qUE TIENES RAZÓN??

    Es un poco como me comentabas en el AU, creo que en relación a varias oraciones en las que describía a Arata así, con contundencia, englobando su personaje en qué sé yo, menos de diez palabras. Más o menos eso sentí acá y holy shit, idk sentí como un escalofrío

    No me hagas entrar en el tema de las cruces y las ruedas solares oTRA VEZ *definitivamente va a volver a caer allí*

    Ah me quedé sin quotes

    Pero de lo que no cité, cuando ya Maze encuentra a Morgan y Kashya luego de su travesía, incluso antes de leerlo, me las imaginé de una vez así: una de blanco y la otra de negro. Es que no podía ser de otra manera JAJAJAJ pero me gustó mucho eso, dunno. Siento que es una caracterización de las chicas como bien importante, porque siempre me las imagino como una suerte de espejo de la otra io ke c.

    También me encanta la naturalidad de las chicas con todo el asunto, que a ver, justo por eso son el trío del paganismo pero u get my point (?) ¿Meterse al bosque? ¿Esperar que Maze se meta al bosque porque Morgan le mandó la ubicación? ¿Kashya volteándose como si una hada le hubiese susurrado la llegada del otro? This is paganistcore

    Y HABLANDO DE HADAS, esto me llegó apenas escribí lo de arriba y de repente sentí también las vibes bien fuertes. Como que se me fusionó todo el rollo de The Witcher con el Laberinto del Fauno, me imaginé las hadas que creo guiaban a Ofelia por la guarida del monstruo este que tenía las cuencas oculares en las palmas de las manos. Uff, estéticamente como que la manera en que imaginé todo me arrojó mucho a esa peli, pero muchísimo, y siento que también calza super bien. Además de que me encanta juju

    Madre de Dios, este tiene que ser el comentario más caótico que he dado en mucho tiempo (?) Ya no me queda mucho más que decir, solo reiterar que me gustó muchísimo y también me alegra ver que retomaras al trío del paganismo. Me encantó leerlo, really <3 gracias por usar a mis niños every now and then, lo aprecio mucho

    See ya uwu *le pega el ganador en la frente* Btw discúlpame cualquier typo, siempre se me va alguno aunque relea un montón
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kill our way to heaven [Gakkou Roleplay | Explícito]
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    40
     
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    N/A: esto salió super rápido memeo. BUENO, LA SPOOKY SEASON CONTINUES. La idea del fic surgió de este fanart que me salió en pinterest y de ahí deliré como siempre. Me divertí bastante escribiéndolo y me mandé de cabeza a narrar con personajes que apenas conozco porque así soy. Therefore, me disculpo por el posible OoC que haya. Im pretty confident in my skills pero uno nunca sabe :D

    no tengo mucho más que agregar, sólo que obviamente necesitaba usar una rolita de Lola Blanc para mantener la tradition de Sasha en fiestas de Halloween with our dark cabaret queen

    ADENTRO FIC

    edit: AAAA DÓNDE ESTÁN MIS MODALES. Ya te agradecí por wha pero igual quería también agradecerte públicamente por el comentario, Pau <3 It made me happy *rueda*





    .

    All too often, the rabbit hole is as deep as you have dug it.

    .

    .

    .


    | Sasha Pierce |
    | Arata Shimizu |
    | Rowan Ikari |
    | Torahiko Sakai |


    .

    .

    .

    Cuando los chicos arribaron a la dirección indicada agradecieron internamente la idea que había tenido Rowan de rentar un coche. Torahiko lo había dejado correr, acostumbrado ya a ciertas excentricidades de su amigo, pero Arata había soltado una buena risa nasal y le había preguntado si planeaba ir a una fiesta de Halloween o el festival de Venecia. Ikari no había respondido nada, como era usual, inmune a las estupideces y plenamente seguro de su juicio. Bastaba con un mapeo mental de la dirección impresa en la tarjeta para estimar la envergadura de la fiesta de Halloween; o quizá fuera, otra vez, uno de sus privilegios de rico. Daba bastante igual.

    El verano se había evaporado en el aire y la brisa sacudía puras ramas desnudas, huesudas, cuando el auto se detuvo. Lo hizo junto a un portón de reja gigantesco, con guardias y cocheros ubicados a cada lado. La mayoría de los invitados ingresaban, se bajaban del vehículo y le entregaban las llaves a los empleados, sin preocuparse ni un instante por nada. Arata se imaginaba dejando su motocicleta a disposición de un montón de imbéciles pomposos y le daban veinte soponcios, pero vaya. Nada debía doler mucho cuando cagabas el dinero. Ellos sólo habían contratado el servicio del viaje, en todo caso, así que descendieron del auto y éste se retiró calle abajo, desapareciendo tras la esquina. Estaban en las colinas de Shōtō, uno de los barrios más exclusivos de Shibuya. La reja delimitaba un extenso camino de piedra que serpenteaba entre farolas y estatuas hasta derivar en la mansión de proporciones obscenas. La experiencia de Arata con fiestas pijas era limitada, pero podía jurar que esta… casa le doblaba en tamaño y derroche a la residencia de los Akaisa, en Chiyoda. Además, ahora no se trataba de una fiestita de niños ricos. La arquitectura gótica, las gárgolas, la increíble excentricidad de los disfraces y hasta los hijos de puta ¿yendo con sus mascotas? revolvían un hedor a poder y corrupción que se le pegaba a la nariz.

    No lo admitiría nunca, pero Rowan había tenido razón.

    —Y ustedes que querían venir de pantalón y camiseta, “y que los tatuajes hagan el disfraz” —recordó Ikari, ligeramente burlón, y le palmeó el hombro a los otros dos—. C’mon, c’mon. Les prometo que se pondrá peor adentro. Digo, mejor.

    Allí afuera el murmullo de las conversaciones distantes se mezclaba entre la brisa nocturna y el borboteo de las fuentes de agua. Los muchachos se acercaron a la entrada y Rowan, muy sonriente, se encargó de hacer las sociales con el guardia. Le mostró las tres invitaciones, el tipo las escaneó con un aparatito y el brillo de la pantalla le iluminó las facciones, japonesas y adustas. Pareció leer algo, o verlo, o lo que fuera, y asintió con la cabeza, permitiéndoles el acceso.

    —Disfruten la estadía —murmuró, sin cambiar demasiado la expresión.

    Torahiko y Arata, en especial el segundo, estaban encontrando dificultades para asimilar lo que los rodeaba. A su lado pasó una mujer con una peluca gigante de afro albino y un vestido de plumas tornasoladas que se arrastraba por el suelo a sus espaldas. Después, un tío de galera, bigote, bastón dorado y garras puntiagudas que llevaba sujetos de la correa a dos galgos gigantescos. Muchos invitados portaban máscaras, otros se habían maquillado de pies a cabeza, algunos a duras penas llevaban ropa y unos pocos caminaban sobre zancos tan, tan altos, que debían agacharse para cruzar las puertas.

    Fiel a las promesas de Rowan, adentro se puso peor. La música les rebotó en el cuerpo, de un estilo atípico y ¿como de cabaret? La mansión parecía sacada de un libro de Bram Stoker, tan ostentosa y ornamentada de por sí que a duras penas necesitó decoración extra. El recibidor, con las arañas colgantes y el piso acromático de mármol, derivaba en una enorme escalera que dividía el espacio, abriendo todo el perímetro de palcos y volviendo la habitación, si era posible, aún más grande. Arata alzó la vista y muy, muy lejos, encontró un tragaluz finamente diseñado en forma de diamante. Había gente en todas las direcciones y más allá de la escalera, adivinó, debía extenderse el salón principal. Estaban avanzando, él bastante absorto en el entorno, cuando una chica se le apareció de repente. Le siseó cerca del rostro, Shimizu detalló su maquillaje felino y las casi fluorescentes lentillas verdes, y estuvo a medio pelo de mascullar una maldición. Rowan soltó la risa a su lado mientras la muchacha los rebasaba, contorneando las caderas en su traje negro de látex.

    —Relaja el culo, hombre —soltó sobre la música, divertido—. Los ricos son así de excéntricos cuando están aburridos, así que tienes dos opciones: o te espantas toda la noche o te equilibras con su nivel de locura. En cualquiera de los dos casos vas a necesitar alcohol.

    Fue decirlo y que un mozo pasara a su lado con copas de… champagne, o lo que fuera, daba igual. Rowan lo detuvo con fluidez y naturalidad, le pasó dos a sus amigos y la tercera, tras agradecerle al empleado, se la quedó él. Los instó a brindar, a ver si les quitaba la incomodidad del cuerpo, y le dio un buen trago a la bebida. No podía decir que estuviera plenamente acostumbrado a esta clase de eventos, pero tanto su personalidad como experiencia le daban una ventaja evidente. Además, su costado artístico no podía evitar maravillarse con el ingenio de algunos disfraces, el detalle exquisito de la construcción y el perfecto diseño del ambiente oscuro, elegante, que el host había logrado. Había algo retorcido y fascinante en el resultado de ciertos tipos de arte, y fiestas del estilo eran fiel reflejo de ello. ¿Cuánto faltaría para que las restricciones desaparecieran? Era una congregación de adultos demasiado aburridos, después de todo. La idea le dibujó una sonrisa que ocultó tras el cristal de la copa.

    Era el mundo al que había caído su querida compañera de negocios.

    Como la desdichada Alicia por la madriguera del conejo.

    Los otros dos aún parecían peces fuera del agua, así que Rowan tomó las riendas de la situación y los condujo hacia el salón principal. La diversidad y eclecticismo de los invitados era tal que sus atuendos no destacaban en absoluto, bastante simplones en comparación a las mentes maestras de la noche. Se detuvieron junto a una mesa de aperitivos y conversaron un rato, renovando el alcohol con una velocidad ligeramente más pronunciada de lo usual. El tópico más evidente de todos surgió a mitad de camino y Arata estaba desbloqueando su móvil para comprobar la ausencia de mensajes cuando una voz ronroneó sobre su oído.

    Looking good, I see.

    Esta vez no se asustó tanto, pero el cuerpo se le tensó por un segundo y Rowan volvió a reírse. Sasha apoyó las manos en sus hombros, le dejó un delicado beso en la mejilla y se sumó al círculo para saludar a los demás. Le hizo un mimo breve a Sakai, también en el hombro, y Rowan estiró la mano hacia ella llegado su turno. Sasha rió, el chico la instó a dar una vuelta y su cabello, planchado y de un profundo vino tinto bajo las luces tenues, completó el círculo con un movimiento elegante. Lo llevaba atado en un moño alto y prolijo, del mismo tono rojizo que el top y los shorts ceñidos al cuerpo. El resto de su atuendo contrastaba en un profundo negro: la gargantilla, las uñas, el cinturón, la liga a mitad del muslo, las botas bucaneras y el saco largo que colgaba de sus hombros. A Rowan le tomó unos segundos, pero al final se iluminó y abrió grandes los ojos.

    —¡Ah! ¡Me robaste el disfraz!

    —Lo diseñamos juntos, Rowie, eso no es robar.

    En efecto, la única forma de convencer a los otros dos amargados de disfrazarse apropiadamente había sido ideando un disfraz conjunto. A Rowan no le había gustado demasiado la propuesta, pero Sasha se apareció un día en el club y logró convencerlo. La idea no era mala, sólo un poco cliché, pero tenían tiempo para darle una vuelta de tuerca y si eso obligaba a los dolores de muela a sumarse a la fiesta, pues el balance era bueno, ¿no? El concepto de base eran The Rowdyruff Boys, la contraparte malvada de The Powerpuff Girls. La defensa de Sasha era simple pero eficiente, sus colores de cabello coincidían y ya. Internet les había fallado bastante con la variedad de diseños y acabaron con un set de tres trajes formales distinguibles en pequeñas diferenciaciones de color. Rojo para Ikari, azul para Arata y verde para Torahiko. Estaba en el veteado de la corbata, el dobladillo visible de los bolsillos, la camisa y las cintas que decoraban el costado de los pantalones. Rowan se había puesto algo extra y había pintado también la suela de los zapatos. Se veían bien, para qué mentir, y la diversión, indignación, sorpresa del pelirrojo fue palpable al reconocer el disfraz de Sasha.

    Pierce volvió a reírse y lo cazó de la mano que él le había tendido antes, arrancándolo del círculo de conversación.

    Ah, my beloved Bricks! You look marvelous! —exclamó con tono pomposo, llevándolo a la pista de baile.

    Si era su forma de disculparse por la pequeña travesura no lo diría jamás, pero todos lo sabían. La molestia de Rowan no era real, en cualquier caso. Pronto soltó el aire por la nariz y se sincronizó con su energía, relajando las manos en su cintura.

    I could say quite the same thing of you, dear Blossom —bromeó, marcándose el teatro.

    Encima de pelirrojos y casi hermanos perdidos podían ponerse igual de imbéciles cuando les daba la gana; y ahora, con los disfraces a juego, fácilmente engañarían a cualquiera. ¿Amigos? ¿Familia? ¿Pareja con complejo narcisista? Todas las opciones eran posibles y seguramente se montaran una historia diferente para cada idiota con el que charlaran.

    —Gracias por venir —dijo Sasha, manteniendo el ritmo tranquilo de baile que se habían sacado de la manga, y resopló ligeramente—. No tienes idea lo que me estaba aburriendo.

    —Hombre, ¿una fiesta de disfraces en las colinas de Shōtō? ¿Sacada directamente del corazón de la mafia? Cómo perderse semejante evento.

    Pierce volvió a reírse y meneó la cabeza. Incluso si nadie lo decía a viva voz, que Sasha un día hubiera aparecido en el club y los hubiera invitado a semejante evento sólo podía significar una cosa. Ninguno había preguntado ni ella había aclarado, era una de las muchas verdades tácitas que asumían entre ellos y lo dejaban correr. Eran socios, al fin y al cabo, y de forma más o menos directa, todos estaban enterrados en la mierda.

    Al menos podían disfrutar los pequeños privilegios del infierno, ¿verdad?

    —Y se pone mejor —anunció ella, con una amplia sonrisa—. Fuegos artificiales, espectáculo de circo, mimos, actos de magia, ¿y vieron las esculturas de hielo junto a la piscina?

    —No, aún no pasamos de aquí. Hubieras visto a los otros dos pasando la entrada como gatitos mojados.

    Parecía estar curiosamente al tanto del cronograma de la fiesta, pensó Rowan, mas no dijo nada. Sabía de lo que Sasha trabajaba, vivía de primera mano cómo explotaba los vacíos legales y podía imaginar, con el activo flujo de joyas y la ridícula suntuosidad de éstas, que la niña debía tener encantado a más de un ricachón. Los susurros que debían haber alcanzado sus oídos, la absurda cantidad de información que podría usar a su favor si le daba la gana, debía ser ridícula. Pero se estaba moviendo bien.

    El balance entre la prudencia y la ambición pendía de un fino hilo, después de todo.

    —Creo que nos merecemos un premio gordo por haberlos traído aquí, ¿eh? —acordó Sasha, riendo y echándole un vistazo a los susodichos; seguían junto a la mesa, bebiendo y mordisqueando unas finas tartaletas de durazno con cara de ingerir comida alienígena.

    Well, we can make it happen, right? —murmuró Rowan, y su tono de voz captó la atención de la chica.

    Él se detuvo un momento, separó las manos de la cintura femenina y abrió la solapa izquierda de su saco. Mientras escarbaba allí, siguió hablando.

    —Vas a ser mi modelo esta noche —fue un anuncio, no una pregunta, y buscó su mano para calzar un anillo en su dedo índice—. No anticipé que me copiarías el disfraz, you cheater, pero sí que te mantendrías en esta gama de colores. Una mujer siempre sabe lo que le queda bien, ¿cierto?

    Era una pieza de joyería sutil y delicada, con el cuerpo dorado y un pequeño topacio rojo engarzado al frente. En su otra mano ubicó un anillo más, decorado con brillantes a lo largo y del cual pendía una fina cadenita. Sasha se dejó hacer, entretenida con la situación.

    Always a business man.

    Always, dear. ¿Me dejas agregar un collar? Si dices que sí, luego te compro un pastel de fresas de los que te gustan.

    La chica volvió a reírse y asintió. Confiaba en el estilo de Rowan, en especial si se trataba de joyería. Llevaban varios meses trabajando juntos y, como le había prometido en un inicio, se le había pegado casi como garrapata para entender parte del oficio. No le gustaba dirigir una empresa de la cual desconocía el proceso productivo, vaya. El famoso e hilarante club de artesanías se había vuelto un hecho en pocas semanas e, incluso durante las vacaciones de verano, habían seguido quedando para mantener el negocio a flote. Eran un par de muchachitos muy comprometidos con la causa.

    Y con sus caprichos, ya de paso.

    Rowan la rodeó y le corrió el cabello de la coleta sobre un hombro, desabrochando la gargantilla con cuidado. Se la alcanzó a Sasha, ésta la dejó caer en el bolsillo de su saco, y recibió el nuevo collar. Estaba fabricado con una delgada cadena de oro y de ella colgaba una muy bonita libélula trabajada en piedras preciosas. Ikari se lo había mencionado una vez y le parecía lógico, considerando que el chico era un artista. No había forma de que se contentara viviendo de réplicas, así como ella no planeaba echarse la vida robando los originales.

    Estaban destinados a más, lo sabían.

    —Este es nuevo —murmuró Sasha, apreciando la joya, y el muchacho regresó frente a ella—. Rowie, it’s beautiful.

    Thanks.

    Y tenían lo necesario para alcanzarlo.

    Se distrajeron un rato más conversando, hasta que recordaron que habían dejado tirados a los pobres peces fuera del agua y regresaron. Pareció una competencia por ver quién se quejaba primero y más alto, los pelirrojos se rieron y Sasha se acercó a mimar a Arata, mientras que Rowan les preguntó si querían seguir llorando o recorrer la mansión. Eran un grupo algo extraño que, probablemente, sólo funcionaba gracias a los extrovertidos de la ecuación; así y todo, se divertían juntos. Husmearon hasta la última habitación que encontraron sin llave, tuvieron que disculparse con más de una parejita pillada in fraganti y Sasha les fue contando la infinita, absurda, ridícula cantidad de chismes que sabía de esa gente. Las esculturas de hielo fueron parada obligatoria, hicieron competencias de chupitos y, ya con su buena cantidad de alcohol en sangre, disfrutaron del espectáculo de circo como una panda de críos. Sasha cumplió su trabajo y alardeó de las “finas y exclusivas joyas” fabricadas por “una promesa del arte contemporáneo” justo frente a las narices del artista, cada vez con más entusiasmo y agregándole más adjetivos al azar. Sobre el final, con el sol asomando en el horizonte y los cuatro aguardando por un coche sentados en la acera, Arata le preguntó a la chica qué onda con el saco tan aparatoso. Ella se sonrió y le mostró la profundidad de los bolsillos; lo que contenían, también.

    —Hay que sacarle provecho a la situación, ¿no? —había argumentado, junto a una risilla.

    Y luego que Rowan era el hombre de negocios, ¿eh?
     
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    Kill our way to heaven [Gakkou Roleplay | Explícito]
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    [20/11 1:31 a. m.] Belu: Not me pillando un impulso rarisimo de escribir el ficazo del campamento en la app de notas, en medio del campo, sin luz y cuando debería estar durmiendo JAJSJAJ
    [20/11 1:33 a. m.] Belu: Memeo, te mandé eso y la app se me empezó a crashear, ahora no me abre jsjsjs
    [20/11 1:34 a. m.] Belu: ALGÚN PROBLEMA CON LA SHIP, CELULAR???
    [20/11 1:39 a. m.] Belu: Lmao reinicié el móvil y sigue crasheada, MI FIC CHALE
    [20/11 1:39 a. m.] Belu: Ni modo, tendré que seguir escribiéndolo EN WHATSAPP

    El fic pasó por muchos contratiempos y hasta tuve que reescribir una parte porque la app sigue crasheadísima y no pude recuperar ese cacho jsjs pERO NADA IBA A DETENERME. Amane Zireael las etiqueto cuz yes. Con Gabi habíamos dicho de hacer esto canon desde hace mil años y me había comprometido a escribirlo en ficazo, pero como la idea inevitablemente incluía a Maze pues aquí estamos. Like i said, si les parece bien puede quedar canon para el campamento <3

    Me divertí mucho escribiéndolo, en especial porque pillé un impulso de la nada y salió super rápido.

    Yyyyy adentro fic!

    pd: no le den /mucha/ bola al título del fic, no se me cayó una puta idea y le robé a las lyrics JAJAJA





    .

    .

    .


    she says oh, we could do whatever you want
    but boy, don't go falling in love
    you can't stay with me
    all you'll ever have is one day with me


    .

    | Sasha Pierce |
    | Kenneth Thornton |
    | David Mason |


    .

    .

    .

    El alcohol había hecho lo suyo, cuando llegamos al muelle fue por los pelos que evitamos caernos al agua. La primera en bajar fui yo, Kenneth me había cedido el ¿derecho? como todo buen caballero; en el momento no me lo cuestioné, pero el gesto probablemente debiera haber sido al revés en este caso concreto. Remamos hasta estacionar el bote lo más cerca posible, lo más paralelo al muelle que pudimos. La embarcación se tambaleó al ponerme en pie, la tontería me hizo reír y Kenneth estiró las manos en mi dirección, sin llegar a tocarme. Permanecimos congelados por un instante mientras la mierda se estabilizaba, compartimos una mirada y empezamos a reírnos. En silencio, obvio, pues por algún motivo nos habíamos convencido de que era super tarde, que ya todos dormían y los profesores, el FBI, la INTERPOL y quizás hasta el KGB estaba buscándonos. La otra opción era Reiko-sensei rollo madre de película, cuando el hijo llega tarde de una fiesta y la mujer enciende la luz, revelando que estuvo todo el rato sentada en la sala. Pretty boring, right? Nearly psychotic.

    Alright, here I go —me di ánimos, sacudiendo los brazos y estirando el cuello, tras haberme quitado el chaleco salvavidas.

    You can do it, Sash! —susurró Kenny, haciendo megáfono con las manos.

    Con el bote quieto enfoqué toda mi atención en el muelle y, no sé, ¿visualicé mi victoria? Me incliné, despegué el pie y me arrepentí, volví a amagar y me fui en esas un rato más. Kenneth soltó una risita a mi costado.

    —¡Intento concentrarme! —me quejé.

    —Pareces esos gatos en internet que están dos horas calculando un salto de medio metro —susurró, intentando hablar con compostura.

    Solté un bufido encima de la ligera sonrisa que la tontería me había robado y, con el orgullo herido, procedí. El que no arriesga no gana, ¿cierto? El trámite era… una auténtica estupidez, en dos segundos ya estaba sana y salva en el muelle, vaya. Alcé los brazos encima de mi cabeza y me giré hacia el chico para festejar la victoria, y recién entonces noté lo que había hecho: mi impulso había enviado el bote en la dirección opuesta. Kenneth había estado por quejarse y se resignó, meneando la cabeza. Yo contuve la risa por los pelos y me acuclillé, abrazándome las piernas.

    —Eso te pasa por no ser un caballero —dije, alzando ligeramente la voz para que me oyera.

    Él pilló un remo y empezó a impulsarse, pero siendo una sola persona era bastante más tedioso. Tuvo algunos problemas remando en línea recta, el bote de tanto en tanto pretendía irse por donde quería, y yo estaba encantada comiéndome el numerito.

    C’mon Kenny, you can do it. Come, come, come.

    —¿Soy un perro ahora?

    —¡Uno muy bonito!

    No había pretendido decirlo así, pero ya que me daba la idea… Empecé a silbar y chasquear la lengua, dando palmadas suaves, como si efectivamente llamara a mi mascota o, no sé, celebrara los primeros pasos de un bebé. Kenny intentó estacionar el bote con toda la habilidad que habíamos demostrado la primera vez, pero al final se arrepintió. Dejó el remo, se quitó el chaleco salvavidas y yo retrocedí, anticipando que necesitaría espacio. Su desembarco fue más messy que el mío, el agua se agitó y lo recibí para evitar que se pasara de largo y acabara cayendo al lago desde el otro lado. Todo el desastre nos había aflojado el cuerpo en un ataque de risa incontenible, mis manos estaban en sus hombros y las suyas, por motivos desconocidos, habían acabado en mi cintura. Cuando empecé a calmarme alcé el rostro, dando con sus ojos, y no supe quién besó a quién. Tampoco importaba, ¿verdad? Me empujé contra su boca con cierto ímpetu, él me presionó y arrastré los dedos por su cabello. Algunos segundos después nos separamos.

    Well done, Kenny boy~ —murmuré, divertida.

    Él se sonrió, tranquilo, y buscó mi mano al retroceder. Resultó que todas nuestras fantasías persecutorias habían sido eso, una fantasía. Nadie parecía haber notado nuestra ausencia, los profesores estaban repartidos, charlando por ahí, y aún había movimiento de los estudiantes. Conversamos de cualquier tontería en lo que Kenneth, como el impecable no-caballero que era, me escortaba de regreso a mi tienda. Al llegar, él alzó las cejas y sonrió, divertido.

    —¿Compartes tienda con Emily?

    —Sip, ¿la conoces?

    —Es amiga de mi hermana.

    Hablando de ella, me pregunté si ya estarían durmiendo. Kenneth pretendió seguir hablando, pero presioné el índice sobre sus labios y paré la oreja. No se veían luces ni se oían voces de adentro. Me incliné, abriendo apenas la cremallera, y al husmear noté que había… ¿ya eran tres chicas? Emily parecía estar durmiendo con otra niña morena, acurrucaditas entre el montón de abrigo improvisado con mantas, camperas y almohadas. Me erguí, suspirando. No me daba el corazón para despertarlas.

    I think we have a problem here, Houston —murmuré.

    Kenneth arrugó el ceño y le señalé la abertura, por la cual se asomó y reaccionó igual que yo.

    —No puedo hacer mi trabajo de caballero así —se quejó, en tono liviano.

    Yo crucé los brazos bajo el pecho y solté una risa nasal. Bromas a un lado, honestamente no sabía muy bien cómo proceder. Para terminar de hacerla, creía recordar que esa niña de las mechas rosadas compartía tienda con Alisha; habían salido segundas en la competencia, ¿cierto? O terceras. En fin, el intercambio directo no era una opción.

    Oh, dear, shame on you. Llevas mucho sin ser un caballero —lo molesté, inclinándome para hablarle en voz baja y, de paso, distrayéndome de mi propio dilema.

    Él entornó ligeramente la mirada y su sonrisa se suavizó. No lo conocía mucho, pero sí lo suficiente para darme cuenta que era su carita de malas noticias. O buenas, dependiendo quién lo viera.

    —¿Ah, sí? —murmuró, sedoso, y consumiendo aún más distancia agregó—: En ese caso, ya sé dónde puedes dormir.

    Ni el alcohol me permitió no comprender al instante las implicancias de su insinuación. Me sorprendió, cosa que no quise demostrar, y en su lugar hice el primer cuestionamiento que apareció en mi mente.

    —¿Y tus compañeros de tienda?

    ¿Era una excusa de cobarde? Quizá. Su sonrisa se ensanchó un instante, como si hubiera sido la pregunta que estaba esperando, y me respondió con toda la calma del mundo.

    —Había un niño de segundo que tuvo que irse, y el otro… —Me miró directamente—. No tendrá problema, trust me.

    Vaya, esto se había puesto repentinamente extraño. En sí no me molestaba la invitación, sólo me había sorprendido viniendo de Kenneth. Tampoco tenía que tener un significado oculto, ¿verdad? La realidad era que necesitaba una tienda donde dormir y él estaba ofreciéndome una. Detallé su mirada, repasé sus facciones brevemente y suspiré. ¿Cómo era lo del alcohol? Mejor dejarlo ganar terreno y no sobrepensar las cosas, ¿no?

    —Eso suena casi ominoso —bromeé, refiriéndome a su compañero misterioso, y le ofrecí mi mano—. Well then, let’s go, Sir.

    —Ah, ¿ahora vuelvo a mis labores oficiales?

    Shut up.

    Kenneth se sonrió, el gesto fue sereno pero cargó una ligera cuota de suficiencia. No estaba muy segura si había disimulado los nervios a la perfección, y de por sí el diablillo era avispado. Tomó mi mano con delicadeza, se agachó para depositar un beso en el dorso y buscó mis ojos un segundo antes de girar el cuerpo. Algo de vergüenza me había caído encima, no podía negarlo. ¿Acababa de aceptar dormir en la carpa de dos chicos? ¿Qué clase de…? ¿Estaba tonta o algo? La voz de Arata rebotó en mi mente y me mordí el labio, tragándome una risa resignada. Quizás un poco loca sí estuviera.

    Whatever.

    Fui echando vistazos alrededor conforme avanzábamos, sintiéndome repentinamente consciente de lo que estaba haciendo. No que llevara un cartel de neón en la cabeza, pero algo de paranoia me había agarrado. Kenneth aminoró la velocidad conforme nos acercábamos a una tienda dentro de la cual percibí movimiento, y cuando la cabeza rojiza asomó por la puerta se me aflojó una carcajada. Fue una mezcla de diversión, alivio e incredulidad. No le había preguntado al chico la identidad de su compañero, vete a saber por qué, y la tensión de la incógnita se desarmó de golpe.

    The fucking odds, really —murmuré, en lo que Maze reparaba en nosotros.

    —¿Hmm? ¿Qué hacen aquí? —preguntó, reuniéndose con nosotros.

    Noté que su mirada viajaba apenas un segundo a nuestras manos unidas y contuve el impulso de deshacer el contacto. Algo en su sonrisa osciló entre la sorpresa y el entendimiento, pero de cualquier forma aguardó por nuestra respuesta.

    —Verás… resulta que la tienda de esta pobre chica está ocupada por visitantes inesperados —explicó Kenneth, compungido—. Y no podía, no podíamos dejarla dormir a la intemperie, right?

    Right. —Maze deslizó la mirada a mí, subió a mis ojos y su tono se suavizó—. Poor Sash. Tendremos que hacer el sacrificio, ni modo.

    Ya se estaban divirtiendo a mi costa, los cabrones. Solté una especie de risa nasal y me aparté de Kenneth con movimientos delicados, pasando entre ambos para inclinarme y husmear la tienda. No había nada que analizar, sólo por el teatro insistí y asentí un par de veces.

    —Bastante decente —dictaminé, girando el rostro hacia los chicos—. Tendrá que ser un secreto entre nosotros, tho, o nos meteremos en problemas~

    Si no conociera ya a Maze quizá me habría preocupado la facilidad con la cual se amoldó al cambio de planes, y en ese momento pensé que… quizá compartiera más similitudes con Kenneth de las que había creído. Ambos caminaron en mi dirección a destiempo, Kenneth me rebasó para buscar algo en la carpa y Maze se detuvo a mi lado, hundiendo las manos en los bolsillos.

    —Aceptaste dormir con dos muchachos, Sash —me molestó, casi en un susurro—. ¿No te da vergüenza?

    —¿Vergüenza? Vergüenza es robar —repliqué, con la cara dura como un zapato, y él soltó una risa breve—. Besides, sólo están dándole refugio a una pobre desalojada. No hay nada raro aquí, ¿verdad?

    Él solo murmuró un sonido afirmativo, pero el alcohol, la cercanía y la self-consciousness ya me estaban cosquilleando en el estómago. Para coronar la experiencia, de un momento al otro recordé la absoluta estupidez que me había confesado cuando almorzamos aquí, en el Sayama. Era… un giro en los acontecimientos bastante atípico. No podía quejarme, sin embargo.

    Nervios a un lado, la mierda no me desagradaba, ¿cierto?

    Cuando Kenneth regresó, lanzó un vistazo hacia los costados y me sincronicé con sus intenciones, asumiendo que seguía montado en el teatro de los ninjas, o espías, o criminales buscados internacionalmente. Maze permaneció a nuestro lado, tranquilo y bastante risueño, entreteniéndose con la tontería. Ser el sobrio entre borrachos podía ser muy divertido o muy tedioso.

    —No hay moros en la costa —susurró Kenny, haciendo movimientos ¿logísticos? hacia la tienda—. Go, go, go!

    ¿Era una misión comando, acaso? Me agaché y, entre risillas, prácticamente me lancé dentro de la carpa. No mucho después los chicos me imitaron, sólo que con más calma. Maze entró primero, me sonrió al dar con mis ojos y se sentó a mi lado, sacudiéndose las palmas. Kenneth se encargó de la cremallera y, entre tanto, encendí la linterna que tenían colgando del techo. La luz, fría, osciló y recogí las piernas, enganchando mis manos al otro lado.

    —A todo esto, ¿dónde estaban? —inquirió Maze, captando la atención de ambos.

    —Oh, hicimos un picnic —respondí, con un dejo de emoción, y se me coló una risa en la voz—. Pillamos un bote y de alguna forma llegamos a un estanque con luciérnagas, no sé si lo viste durante la prueba de valor. It was nice.

    Maze había sacudido la cabeza suavemente, confirmando que no ubicaba el lugar mencionado, y alternó la mirada entre Kenneth y yo. Su sonrisa se ensanchó y su voz adquirió un tinte sedoso, casi burlón.

    —Hmm, ya veo. A very family friendly meeting.

    La forma en que enfatizó la segunda palabra se notó desde Canadá. Ah, debía haber notado el alcohol que llevábamos en sangre, ¿verdad? O lo habría olido, no se necesitaban muchas neuronas. En cualquier caso, si algo me sobraba ahora mismo era audacia. Estaba ligeramente borracha, había desembarcado con éxito e iba a compartir tienda de campaña con dos chicos. ¡Nada podía detenerme!

    Me encogí de hombros, pues, alegando inocencia, y lo miré de soslayo.

    Jealous, hon?

    —¿De que no me invitaran? Maybe.

    You’re right —intervino Kenneth, invadiendo mi espacio para hablarle a Maze, y luego deslizó la mirada a mí—. Deberíamos incluirlo en el próximo picnic.

    —Deberíamos —coincidí, asintiendo—. Our next date is settled, then!

    Triple date? —dijo Maze, riendo.

    ¿Y por qué no? La gracia se nos contagió a todos y el asunto se diluyó con naturalidad. Le hablamos del viaje en bote, compartimos nuestras experiencias en la prueba de valor, dijimos que la comida había estado muy buena y así, poco a poco, el sueño nos fue ganando. Ya estábamos los tres acostados, murmurando las últimas tonterías de la noche. Kenny parecía ya haberse dormido y le toqué el hombro a Maze, girándome en su dirección.

    —Gracias por dejarme dormir aquí —susurré, ya sobria.

    Él me sonrió boca arriba, meneó apenas la cabeza y se estiró, dejándome un beso en la frente. Para estar ahí metida con dos hombres, lo cierto era que me sentía ridículamente tranquila.

    —Nada que agradecer. Que descanses, Sash.

    —Tú también, cielo.

    No había otra manera, ¿verdad? Eran buenos chicos, y haber dado con ellos… me alegraba mucho. El pensamiento me sembró una calidez muy clara en el pecho y, sin pensarlo demasiado, me acerqué a Maze. Apoyé la cabeza en su hombro, él me rodeó con su brazo y me acurruqué, botando todo el aire de mis pulmones.

    Siquiera noté cuándo me quedé dormida.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Abróchense los cinturones, se vienen muchos chillidos incomprensibles *c truena los dedos* Okay listen, llevo todo el día redactando un informe, me falta información bc I'm a clown así que quise recordar dónde fui feliz antes de tener un meltdown

    XXXV. Rabbit hole
    Te chillé el fic por wha, right? Tengo la percepción de la realidad alteradísima JAJAJAJA voy a asumir que sí, pero en cualquier caso quiero decir que omg this was a fucking masterpiece wtf. Las vibes inmaculadísimas, hermana, desde la canción, las descripciones, los disfraces de los niños y Sasha MA'AM I LIKE BOYS AND I LIKE GIRLS CUZ WTF IS THIS IM SO WEAK

    Me encanta que te hayas mandado de cabeza a narrar con los pendejos que recién conoces cuz u nailed it JAJAJA Igual salen de esquemas de personalidad que siento que sueles manejar bien o que me conoces a mí so, no había por dónde fallar. Fanfiquera certificada, señorita *le sella la frente*

    En cierta manera el contraste da risa, porque en sí Tora también viene de una familia forrada y blablabla, pero siempre parece fuera de lugar por razones obvias y otras que voy desarrollando por ahí. Pero es que una cosa es una fiesta de ricachones y otra la fiesta de halloween de los ricachones, tremendas vibras del Capitolio en THG, es que me encantó eso. En fin, mi point, que sí sin dudas está ahí como pez fuera del agua con Arata JAJAJA pobres desgraciados

    Ahora sí, vienen las quotes!!
    Nah cuz why is this so Aratacore

    Ya conoces muy bien a Arata diría yo, actually conoces bastante bien a mis husbandos principales aka Al, Arata, Cay y Maze (?) pero me hace mucha gracia lo natural que siento que te sale Arata, como que siento que me estoy leyendo a mí misma, nunca te lo había dicho. Y me dirás tú qué tiene, es una frase, pero la comparación toda extra con el festival de Venecia describe lo fuera de lugar que se siente JASHAJ que sí, suelta la risa de siempre y todo, pero el dude está ahí como: la gente con dinero es muy rara-

    *lo apachurra* he is so stupid, i love him

    Obviamente todos los niños que acerco a las artes lo hago desde mi conocimiento, así que cuando leí esto me sentí representadísima. Me gustó mucho este fragmento en general por eso, por esa fascinación de algo que puede ser retorcido, ostentoso, algo que es un reflejo de esta porción de mundo de forma muy directa. Once again, las vibras del Capitolio son intensas

    En fin, que entiendo que Rowan lo fascinen este tipo de cosas, porque a mí me pasa ALMA DE ARTISTA DICEN LOS SABIOS

    Im weak why they so classy, so hot, so perfect

    Interactuaron una (1) vez in-rol, luego mandé el fic, después Sash le salvó el culo con la camisa de Kenny y tal pero yo los amo JAJAJAJ no sé explicar muy bien por qué, pero me gustan mucho juntos y es por este tipo de tonterías

    PAREJA CON COMPLEJO NARCISISTA!!! Es super equis, pero la fuerza que sentí en eso, en el contraste que crea respecto a las otras dos categorías me gustó un montón. Le dio como un aire más oscuro, se ajustó mucho al espacio general y también me lanzó un poco al AU, con los niños ya grandes (?) Tuve esta imagen mental de Ro y Sash montándose el teatro del siglo en cada fiesta de ricachones

    *c inventaba una fiesta auspiciada por el viejo Dunn*

    Nada que reportar aquí, solo me hizo muchísimas gracia imaginarlos JAJAJA

    QUÉ ME HACES, MUJER, CON ROWAN PROMETIENDO PASTEL DE FRESAS ugh

    My redheads, i love them together

    Me imagino lo satisfecho que se quedaría Arata al ver el botín y me parto el culo JAJAJAJ es maravilloso. Yo es que los amo mucho, ya se sabe, en este contexto y en el que sea. Porque siempre es Arata dándole cuerda con las locuras si te fijas, vender un teléfono, falsificar joyas y cuanta mierda más, we love a man that is supportive like that *he's just a mess*

    Bueno acá se me acabaron las quotes, pero te vuelvo a repetir que fue maravilloso de leer y lo disfruté muchísimo. Gracias por escribirlo <33

    XXXVII. But boy, don't go falling in love

    Belu: no le den bola al título
    Yo: why the fuck not, my boy is actually whipped

    BUENO también te lo chillé por Whats, este sí me acuerdo (?) Y girl yo qué sé, es como que super simple pero todo el fic me pone suavecita? Desde todo el inicio con Kenny hasta que aparece Maze y se toma todo con la naturalidad que lo caracteriza idk is so precious. En sí estos tres juntos me gustan un montón

    Acá se viene una asociación libre tremenda, pero también me hace mucha gracia el fact de que Maze solo acepta a Kenny con Sasha y ya, en contraposición al pollo con Arata. El menos prejuicioso le dicen, aunque en este caso pues es justificado cuz Arata es un peligro con patas, pero well I think that speaks. A su manera Maze confía en Kenny y sha, it is what it is y por eso se lo liga en medio pasillo

    Ahora sí, VIENEN LAS QUOTES *abre el telón* siento que cité medio fic, perdón oof
    Nada que ver acá, pero justo un día de estos veía un vídeo de un gato calculando para saltar un aro y le tomó unos sólidos tres minutos JAJAJA me descojoné y pues cuando lo releí ahora fue maravilloso porque tenía esa imagen fresca

    Drunk Sasha is so dumb girl I love her deeply

    Bro knows, he just knows

    Me lo imaginé full 7u7 JAJAJAJ

    Otro 7u7

    Encima me lo imagino echándose todo el pesar del mundo encima así de: pobre niña, no? habrá que dejarla dormir aquí, no podemos dejarla durmiendo afuera, RIGHT?


    El award a la cara menos dura del barrio: Sasha Pierce

    Vergüenza es robar dice y luego anda falsificando joyas hermana ASJBDHE la adoro. En sí Sasha como personaje que gusta mucho, ya lo sabes cuz el AU y demás, pero lo reafirmo con violencia. Le tengo mucho cariño

    AH fue por esta quote que hablé de los celos de Maze, ya me acordé, tremenda memoria de pescado. But lo dicho, justamente porque acepta la cosa, porque confía en Kenny es que bromea con la estupidez tan pancho (?) el award al menos denso se lo lleva Maze, eso sí

    Estos dos los quoteo juntos porque LO SUAVECITA QUE ME PUSE no debe ser legal. I just- El agradecimiento, cómo Sasha se acerca y él la rodea con el brazo y UGH MI CORAZÓN, DIOS MÍO *c infarta*

    Un poco de lo que decías en el comment del AU, como que leerlos don't know, me conectó con ellos (?) Leerlos acá y escribirlos por el otro, aunque estén grandes ya. Los amo mucho y no creo que Maze sea consciente en realidad de lo bien que le hace Sasha a su lado nada más, como que entiende la comodidad y el afecto que le guarda, pero es mucho más grande que eso y se nota en gestos que a veces son pequeños.

    I SHIP IT, YOUR HONOR. My beloved children

    Por acá se me acabaron las quotes también, pero de nuevo muchas muchas gracias por escribirlo. Fue precioso de leer de principio a fin uwu
     
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  6.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    HOLA, ONCE AGAIN

    Como hay DOS FICAZOS CON PERSONAJES MÍOS QUE NO TE COMENTÉ BC IM THE WORST, voy a hacer comentarios individuales de esos y los otros serán más generales, por mi salud mental más que otra cosa, igual ya sabes que a tus bebés los quiero igual que a los míos uwu

    xxxiv. samhain

    ANTES DE NADA, el año pasado... bueno, hace dos años que hiciste el fic de Sashie y Ali (forever in my heart), al final más o menos adiviné que lo harías de ellas porque también me escribiste kinda dejando pistas, BUT ESTA VEZ NO TENÍA NI IDEA DE QUE IBAS A ESCRIBIR ALGO CON ESTOS TRES AND I WAS SO EXCITED (!!!!) es cierto que en este Kashya no aparece mucho, pero la verdad es que lo disfruté muchísimo aun así, like i said, de por sí siento a tus personajes casi como si fueran míos y me emociono igual al leerlos, so there's that uwu además, siempre me encanta poder leer a Morgan siendo bien shady, y el pobre Maze pensando que es un delirio cuando solo era la niña leyendo bien abstraída JAJAJA ¿sabes? lo que más he pensado al leer este fic era que estabas haciendo descripciones muy bonitas y... un montón (?) quiero decir, normalmente narras bastante en tus escritos, pero este en concreto me pareció que tenía más descripciones de la normal y se sintió curioso... ¿sensorial, de alguna manera? como que era muy fácil sentir todo lo que estaba sintiendo Maze en esos momentos, and that was really cool! No sé si esa fue tu intención, but if not... well, you did it anyway (?)

    Como siempre, me encanta leer a Morgan siendo bien random y preguntándole a Maze, incluso sin apenas conocerlo de nada, que si conoce la Cacería y soltándole todo el lore, cuz why not, that's her charm, al fin y al cabo uwu y que luego lo invite, of course, that's really sweet of her. En lo que a mi lado respecta, me encanta imaginar a Kashya going along con cualquier idea que a Morgan se le ocurra hacer, just because le gusta pasar tiempo con ella y tampoco tiene nada mejor que hacer (? ¡e igual a su lado antropológico le gusta! Y la verdad es que luego me imagino a Morgan super invested en montarse el asunto para Maze, incluso si pueda parecer que no le hace ilusión (?) OBVIAMENTE me encantó el detalle de que pusieras a Morgan full on black y a Kashya full on white, they really are el ying y el yang, y aunque no me pongo tan intensa, realmente me gusta mucho la relación que ambas tienen <3 con todo, diría que el final es lo que más me gusta, cuando Morgan le dice lo de la película y Maze está de: ah, we, parecen hadas pero en verdad son dos crías más. No sé, me gustó mucho ese detalle, como para no olvidar que al final son dos chicas con sus gustos raros pero, eh, que se lo pasan bien haciendo sus cosas frikis uwu

    xxxvi. but boy, don't go falling in love

    Ay, acabo de leer la n/a de nuevo y me acordé el caos que fue despertarme con todos esos mensajes cuando encima se suponía que estabas incomunicada JAJAJA it was a fun moment, even tho me dio penita que perdieras parte del fic y así. No sé exactamente lo que perdiste, BUT debo decir que yo estoy muy contenta con lo que leí y lo he disfrutado un montón. Of course, sé que las interacciones con personajes ajenos prefieres rolearlas y que te gusta escribir tramas de tus personajes, cosa que entiendo perfectamente y, obvio, igual disfruto un montón leyendo, PERO, creo que es imposible negar que cuando sí escribes con alguno de mis personajes I GET VERY EXCITED, cuz i reeeeeeally love how you write, y pues idk, siento que aunque hay cosas que es mejor rolearlas, también hay cosas que prefiero verlas en fic? o, no sé, pero como que tengo curiosidad por leer cómo presentas tú una interacción teniendo todo el control?? no sé si tiene mucho sentido lo que estoy diciendo (?) pero QUE ME HACE MUCHA ILUSIÓN, VAYA.

    Dicho eso... leer a Kenny y Sasha borrachos it's so fucking funny JAJAJAJA justo lo hablamos aquella vez, ¿cierto? lo divertido que siempre era poder rolear a los personajes tras haber bebido un poco, porque cuando estás achispado... pues todo es más gracioso (?) y no sé, pero siento que con ellos dos es especialmente divertido, cuz tienen esta imagen más... ¿madura, in a way? No es que sean suuuuper serios, precisamente, pero sí que los puedo ver más con esta vibe de padres (?), so verlos más unhinged es bastante... divertido, yeah JAJAJA ALSO, this is so funny porque me leí este fic en su momento, y no fue hasta que me lo releí ahora que me di cuenta que se besaban????? lmao, im so stupid, but that flew right above my head JAJAJA well, lo bueno es que lo leí ahora y me quedé full on: omg??? and i really liked it, oF COURSE. Cuz además, se quedó pendiente del juego, Kenny boy no se dormía tranquilo sin ese besito unu

    Emi y Anna durmiendo juntitas heals my heart in so many ways???? Also, acabo de imaginar que Emi le pediría un montón de disculpas a Sasha al día siguiente, la pobre, se sentiría super mal de ver que no durmió en la tienda por eso JAJAJA Emi no sabe, claro, que Sasha acabó ganando (?) bc mírala a ella, siendo arrastrada por un Kenny boy bien sneaky y durmiendo entre dos muchachitos tan guapos, eh, pillina 7u7 (y sí, en mi headcanon le hicieron un sandwich a sashie (?). Me encanta la dinámica de estos tres, sé que a Kenny le encanta tesear a Sasha y a Maze, y tiene que gustarle mucho saber que se ligó a dos pelirrojos que se conocían de antes JAJAJAJ ah, this boy

    AND NOW

    Vaya, pensaba que iban a ser más aparte de esos dos, pero como sacaste el de Morgan para el three-shot, al final solo son dos, so... well, that's good, así tampoco te debo tanto como la otra vez :D soooo el primer fic es el de Kaia y Yuta, que recuerdo cuando lo leí todavía no sabíamos mucho de los primitos y fue... curioso, la verdad, porque era todo el mess nuevo y sin saber casi nada al respecto. Ahora ubico un poco más los nombres so it's interesting, surely, y desde luego el padre de Yuta y el padre de Arata parecen más novios que nunca (?) con él otro hablando mal de su hijo delante de su cara y así, like, that's "amigos" behaviour (????) cabe destacar que me gustó mucho leer a Yuta siendo bien ninja al principio, OUR FAV NINJA, WHOOSH. Y el otro es el de Sashie con los otros pendejos, que fue cortito y bastante entretenido de leer también <3 no tengo mucho que comentar, la verdad, me gustó, pero ya son relaciones que me tocan de muy lejos unu but, siempre es un placer leer a Sashie contenta y living her best life disfrazada junto a otro pendejo que le siga el rollo, oye. Plus, Tora y Arata, que para mí son la misma persona a veces, sufriendo con todo el asunto de la fiesta de ricos siempre es gracioso de ver JAJAJAJA

    AAAAAND ufff, ya fue, estoy agotada *c muere* like always, siempre un placer leerte y aquí estaré esperando con ganas por tus siguientes fics <3
     
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  7. Threadmarks: XXXVII. I ain't no good on my own
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Título:
    Kill our way to heaven [Gakkou Roleplay | Explícito]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    40
     
    Palabras:
    3613
    N/A: upload_2024-2-19_7-41-32.png

    Jamás olvido las cosas, JAMÁS. Esta idea me rondó la cabeza un montóoon de veces, pero nunca terminaba de darle forma. Hoy necesitaba seriamente algo que me desconectara un poco and i said, why not? Así que le mandé y acabó saliéndome más largo de lo que estimaba y lo disfruté un montón uwu Las lyrics no tienen taaanto que ver con el fic, pero siguen gritando Kakeru vibes so ahí quedan.

    Esto es canon para el día día 56 in-rol aka viernes 19 de junio.

    También quería agradecerles a Pau y Gabi por sus comentarios uwu Siempre me alegra muchísimo que se tomen el tiempo de dejarlos so they make me really happy, thank u ♡

    Yyyy sin más cháchara, adentro fic!





    i'll be on the streets somewhere telling everyone that i am not alone
    even if nobody cares
    i'm screaming out, screaming out loud

    i ain't no good on my own

    walk with me for just a minute, far from the walls where i've been living
    tell me again you'll be there in the end
    'cause i'm afraid to hear the echoes always telling me to let go


    .

    .

    .


    The Stranded
    | Kakeru Fujiwara |

    .

    .

    .

    La cara de los chicos era un poema. Rei había alzado el brazo sobre su cabeza y la sonrisa, enorme, se le congeló en el rostro; Subaru había volteado al verlo y frunció el ceño, totalmente confundido; Hayato apareció del fondo al mismo tiempo, dispuesto a hablarles, pero notó sus expresiones y siguió la dirección de sus miradas. Yo les sonreí como si nada, habiéndome detenido en la entrada un instante, y el primero en reaccionar fue mi hermano. La carcajada que soltó rebotó entre las paredes, captó la atención del resto de la clientela y yo reanudé mi camino hacia ellos, tragándome la gracia por los pelos.

    —Hola —los saludé, tranquilo.

    —Ahora sí —dijo Hayato tras reunir el aire suficiente, con los brazos recargados en la barra—. Ahora sí te convertiste en un puto príncipe de Disney, enano.

    Y volvió a tener un ataque de risa con la cabeza gacha, estampando la palma de su mano contra la superficie. Rei seguía demasiado sorprendido para reaccionar de forma tan drástica, parpadeó y señaló hacia mi hombro, con una sonrisa de incredulidad bailando en sus labios. A juzgar por su expresión podía estar a punto de preguntarme por un color de cabello extravagante o por el fantasma tras mi espalda, sin escalas; pero el motivo del estupor general era más que obvio, lo sabía, y me estaba divirtiendo demasiado.

    —¿Te molestaría presentarnos a tu… amigo?

    Giré el rostro hacia mi hombro y los ojitos escarlata de Copito se posaron en mí. Sentía la ligera presión de sus garritas sobre la tela de la camisa y removió apenas las alas, en una suerte de gesto inquisitivo. Parecía estar pidiéndome lo mismo que Rei y solté una risilla, regresando la mirada a los chicos.

    —Copito, te presento a Ishi y Rucchan. El homínido muriéndose de asfixia ahí atrás es mi hermano, Haya-kun.

    —Ah, tiene nombre… —recapituló Rei, balanceando el botellín de cerveza en su mano, como si intentara no soltarme en toda la cara la duda que lo carcomía por dentro.

    Pero no todos eran tan considerados.

    —¿Se puede saber qué coño haces paseando con un pájaro, Kakeru? —soltó Hayato, con la cara roja de tanto reírse.

    Tenía hasta los ojos salpicados de lágrimas, por favor. Había dudado bastante si aparecer en el bar con Copito, si no sería más prudente ir derecho a casa y mantenerlo a salvo, pero al final obedecí a mis pensamientos intrusivos y cedí a la tentación de marcarme el espectáculo del mes. Las reacciones de los chicos estaban valiendo su peso en oro.

    —Siempre te dije que quería una mascota, ¿no? —respondí, acercándome para ocupar un taburete adyacente, pero Rei me detuvo.

    —No, no, no, no —repitió, deslizándose él mismo a mi objetivo—. Ahora todos queremos explicaciones, ¿verdad, Rucchan?

    Me senté en medio, entonces, y fue Subaru quien quedó junto al pajarillo. El chico seguía con el ceño fruncido y se batió en un duelo de miradas extremadamente intenso con el pequeñín, postergando su respuesta a Rei por tiempo indeterminado. Los tres nos quedamos atentos a la resolución de la batalla silenciosa hasta que Subaru pestañeó y sus ojos, de un gris oscuro, viajaron a los míos.

    —Es la primera vez que veo un gorrión albino —murmuró, serio.

    —Creo que es la primera vez de todos —acotó Hayato, junto a un suspiro bien teatral—. Y yo que creía que no podía tener más primeras veces en esta vida, cuán bendecido me siento.

    —Ni que fueras un cincuentón, Haya-kun —se carcajeó Rei.

    —Mi alma lo es.

    —Es de una amiga —expliqué por fin, captando automáticamente la atención de todos; ingenuo yo al creer que les seguiría interesando la historia del ave a partir de ese momento.

    —Ah… de una amiga... —Hayato recargó los antebrazos en la barra, inclinando el torso en nuestra dirección, y compartió una miradita en absoluto disimulada con Rei.

    —Conque una amiga... —se sumó el otro imbécil, clavando el codo en la superficie.

    —¿Desde cuándo tienes amigas? —inquirió Subaru, lapidante.

    Fiel a su estilo, no suavizó la pregunta ni de casualidad. El tiro entre las cejas le arrancó otra carcajada a Hayato y yo resoplé. Me había cavado mi propia tumba, me había regalado, no podía culparlos; estaba escrito en el código de amistad. Eso no quitaba, claro, que la vergüenza ahora me retumbara en el cuerpo.

    —Sí, una amiga —afirmé aún así, y estiré el brazo para alcanzar la cabeza de Hayato y darle un empujón hacia atrás—. Cállate un poco y ve a buscarme una cerveza, idiota.

    Su cuerpo cedió, flojito, y se fue… riéndose. Al menos agradecía que mamá ya supiera de Verónica, este imbécil era capaz de irse al almacén trasero del bar y llamarla para chismorrearle que tenía novia, inventarle un nombre y decirle que se dedicaba a rescatar y proteger especies en riesgo. Siempre exageraba las historias y lo que no sabía se lo sacaba de los huevos.

    —No, pero fuera coñas —reanudó Rei—, ¿el pajarillo, Copito, es su mascota? ¿Y qué hace contigo?

    A la primera pregunta asentí; no estaba seguro de que Verónica lo considerara su mascota, creía que Copito cumplía un rol aún más importante en su vida, pero no valía la pena hilar tan fino.

    —No estoy seguro —confesé, y mi sonrisa se ensanchó, entre divertido y enternecido—. Cuando salí de la escuela e iba en camino al tren, Copito sólo apareció y se posó en mi hombro. Pensé que sería porque su dueña andaba cerca, pero no.

    . . .

    Había sido hace pocas horas. Estaba muy cerca de la estación y apenas vi al ave asumí que se trataba de otra de las travesuras de Vero. Era bastante vergonzoso pensándolo en retrospectiva, la forma en que empecé a recorrer los alrededores hablándole a Copito en voz alta, convencido de que ella me estaría escuchando. Luego de un rato de silencio comencé a dudar y miré al pajarillo, el cual ladeó apenas la cabeza.

    —No me digas que viniste solo —murmuré, asimilando la situación.

    De inmediato llamé a Verónica y le dije que Copito estaba conmigo. La noté genuinamente aliviada, algo agitada también, y soltó una risa breve antes de hablar.

    —¡Ese pequeño rufián! Lo estuve buscando por todas partes, me había preocupado. —Suspiró, recuperando la calma, y su voz se suavizó—. Me quedo tranquila si está contigo, Fuji, sé que está en buenas manos. Gracias por avisarme.

    Pese a la paciencia de sus palabras, sentí que aún así estaba apresurada por finalizar la conversación. Ante esa posibilidad me invadió una pequeña, pequeñísima sensación de pánico.

    —Pero espera, lo llevo adonde tú estés. ¿Sigues en la escuela? Puedo volver y…

    ¿Cómo se suponía que cuidara a… un gorrión?

    —¡No te preocupes, Fuji! Buscar a Copito me atrasó muchísimo y llego tarde a mi entrenamiento, ¡tengo que correr! —Otra risilla—. Nos vemos el lunes, ¿sí? ¡Adiós!

    ¡¿Y todo el fin de semana?! ¿Qué comía? ¿Debía conseguirle una jaula? Había gente que tapaba a sus aves de noche para que durmieran, ¿no? ¿O eso sólo era con los loros? Pero si a las gallinas les cubrías la cabeza también se quedaban quietas… A todo esto, ¿qué pensaría mamá de tener un gorrión encerrado en la casa? ¿Y si soltaba sus necesidades como las palomas y bañaba la sala de caca? ¿Se perdería si lo dejaba en el jardín? Ni siquiera sabía dónde vivía Verónica, pero dudaba que el pajarillo se ubicara en Shinjuku. ¡¿Y si abría una ventana y se escapaba?!

    Las dudas me quedaron atoradas en la garganta, pues Verónica colgó y permanecí allí, mirando la pantalla del móvil. Regresé el aparato a mi bolsillo con movimientos casi robotizados y volví a buscar los ojitos del pequeñín. En serio… Ni siquiera creía poder tomar el tren con él.

    —Esta conducta de adolescente rebelde está muy mal, ¿lo sabías?

    . . .

    —Espera, espera, espera —me detuvo Rei a mitad de la anécdota; Hayato ya había regresado y los tenía a los tres prestándome una atención demencial—. ¿Cómo hiciste para venir hasta aquí? El Sakura está en la loma del orto, ¿no?

    —¡Fujiwara! —Un hombre rugió desde una de las mesas, molesto—. ¡¿Vas a traernos las putas cervezas o la silla me meterá las raíces en el culo?!

    Hayato estampó la mano en la barra y se irguió en toda su estatura, cambiando su expresión por completo.

    —¡Ya te dije que estoy muy ocupado, Ryuuen! ¡Mueve el culo y búscalas tú mismo, no soy tu sirviente!

    ¿Era forma de hablarle a los clientes? Suponía que no, pero como no me tocaba manejar un bar en Kabukichō no iba a opinar. Resopló, volvió a inclinarse y regresó a su liviandad anterior como si nada, mirándome con una sonrisita que decía “por favor, continúa”. Hayato era bastante… contundente cuando se lo proponía, así que decidí obedecer e ignorar los insultos y golpes que claramente seguían viniendo desde mi espalda.

    —Tenía que tomarme el tren, sí, es la única forma realista de venir desde allá. —Me reí, encogiéndome de hombros—. No me quedaban muchas opciones y no quería arriesgarme, así que entré en negociaciones con el fugitivo.

    . . .

    Me las había arreglado para ingresar a la estación sin que ningún empleado ni guardia me viera, pero era un viaje largo y no estaba seguro de lo que pudiera ocurrir; ni siquiera sabía si Verónica se tomaba el tren con él o cómo lo llevaba a la escuela. ¿Iría volando? Volví a escribirle, pero no leía mis mensajes y tampoco quise llamarla de nuevo, me daba mucho reparo. Sólo era un ave, ¿verdad? No debía tener mucha ciencia, probablemente sólo fuera yo comiéndome la cabeza. Las pantallas anunciaban el arribo en tres minutos y mi pie no paraba de golpetear contra el suelo.

    —Escucha, enano. —Copito se había subido al dorso de mi dedo índice y entablé el diálogo, ignorando las miradas extrañadas de las personas sentadas a mi lado—. Jamás cuidé un ave, jamás tuve una mascota, de hecho, si ignoramos el hámster que sólo vivió un año… El punto es que necesito tomarme ese tren y necesito que cooperes conmigo, ¿sí? Luego me denuncias por maltrato animal si quieres, pero ahora, por favor, métete ahí.

    Le señalé mi maletín, el ave removió las alas y hundió el pico debajo de una de ellas para… rascarse, acicalarse, qué sabía yo. Me sentí francamente estúpido por estar queriendo negociar con un pájaro y suspiré, extenuado. No iba a hacerme caso, ¿verdad?

    . . .

    —Al final no hizo falta tanto espamento —le dije a los chicos, dándole un trago a la cerveza—. Apenas el tren se detuvo y abrió sus puertas, Copito saltó al bolsillo de mi camisa y se escondió ahí dentro.

    —¿Y se quedó ahí todo el viaje? —inquirió Rei, sorprendido.

    Asentí.

    —Por momentos se asomaba y husmeaba un poco, pero sí, quieto como una tumba. —Sonreí, enternecido, y le rasqué la cabecita—. Supongo que Vero lo tiene entrenado o es mucho más inteligente de lo que creía.

    —Ah… —Hayato volvió a usar esa voz y a lanzarle esa miradita a Rei—. Conque “Vero”, ¿eh?

    —Veo que se llevan muy bien —agregó, de nuevo, el otro imbécil—. Así que son compañeros del Sakura, ¿no? ¿No llevas como dos semanas ahí nada más?

    —Ya es un mes, Ishi —le corregí, con cierta suavidad pero aún así divertido, y él frunció el ceño.

    —¿Qué? ¿De verdad? Dios mío, qué rápido nos ponemos viejos… ¡Oye! ¡No ignores la pregunta importante! Cada día te pareces más a Ko-chan.

    Su gesto era reprobatorio, pero yo me reí y le tuve piedad.

    —Va en tercero, pero estamos en clases diferentes. Nos conocimos en el campamento, ¿se acuerdan que les conté? ¿El de la prueba de valor y todo eso?

    —Pero mírate, más rápido que inmediatamente. —Hayato fingió secarse una lágrima—. Me llenas de orgullo, enano.

    —¡Uh, uh! —Rei se removió y, a juzgar por su ilusión, parecía creer haber hecho la deducción del siglo—. ¿Se conocieron en esa prueba de valor, entonces? ¿Estaban en el mismo equipo?

    —¿Fuiste su caballero de brillante armadura? —aportó Hayato—. ¿La protegiste de los yōkai malvados y se enamoró perdidamente de esos ojitos hermosos?

    Se había estirado para jalarme de la mejilla, lo aparté de un manotazo y, aunque quise molestarme, lo cierto era que no podía enfadarme con ellos.

    —Sólo conversamos —respondí—. Copito también estaba ahí, probablemente fue él quien nos protegió a todos.

    —¡Nada mal, Copito! —Hayato se irguió, brazos en jarra, y asintió con vehemencia—. No esperaba menos de un gorrión tan imponente. Te ganaste mis respetos, muchacho.

    —Me resulta fascinante que haya sido capaz de amansarlo al punto de llevarlo con ella a todas partes —analizó Subaru, abstraído de la constante estupidez de los otros dos—. Y que se mantenga tan calmado en lugares como este, o un tren, o la escuela.

    —Es que sabe que está en buenas manos —bromeó Rei, ignorante de que Verónica había usado las mismas palabras, y se rió—. Copito ya es parte de la banda. ¡Si se meten contigo, chiquitín, se meten con todos! ¡Palabra de boomslang!

    —¿Un pájaro puede ser una serpiente? —inquirió Hayato, tremendamente serio.

    Mientras él y Rei debatían al respecto, yo me quedé atorado un par de segundos en la tontería superpuesta. Era eso, una tontería, cosas que las personas decían al pasar sin otorgarles importancia real, pero en mis oídos rebotaban y hacían eco. Se replicaban, me bañaban el cuerpo de sensaciones específicas y, de una u otra manera, me afectaban. Fueran buenas, fueran malas, permanecían conmigo. Me quedé girando el botellín con una pequeña sonrisa plantada en los labios, sin darme cuenta que Subaru me estaba mirando hasta que me habló.

    —¿Y cuánto te lo quedarás? ¿Todo el fin de semana?

    Era lindo, ¿verdad?

    —Creo que sí. —Resoplé y Copito nos observó desde mi hombro—. Intentaré hablar con Vero y llevárselo mañana, pero quizás esté muy ocupada y me toque cuidarlo hasta el lunes.

    Extremadamente cálido.

    —¿Sabes cómo cuidar un gorrión?

    —No tengo la menor idea —admití, riéndome—, así que se aceptan investigaciones y sugerencias.

    Y hablando de investigaciones…

    —No, hombre, te digo que tiene que ser imposible —insistió Rei, la pantalla del móvil iluminando sus facciones y el cabello dorado—. Mira, escucha: las serpientes cuando se aparean, se pone el macho encima de la hembra y se enroscan las colas. Los apareamientos de las serpientes pueden durar entre tres horas y bla, bla, bla. Cuando acaban de aparearse, las hembras ponen los huevos y los incuban entre dos y cinco meses.

    —¡Por eso te digo! —respondió Hayato, bastante intenso—. Las aves también se aparean y también ponen huevos, y si existe la mula, ¿por qué no podría existir…?

    —De acuerdo, los interrumpiré ahí —los cortó Subaru, invadiendo ligeramente mi espacio para hacerse escuchar—. No hay forma de cruzar aves con serpientes, dejen de delirar.

    Rei miró a Hayato con cara de “te lo dije” y mi hermano, testarudo como sólo él podía ser, arrugó el ceño.

    —De todas formas, ¿cómo mierda se reproducen las serpientes? ¿Que se enroscan las colas, dijiste? ¿Y luego qué? ¿Magia potagia?

    Rei volvió al móvil, encontró algo, se rió y se tapó el rostro. Detuvo la lectura, luego la reanudó y empezó a menear la cabeza, mordiéndose el labio.

    —Esto es muy bizarro, renuncio.

    Giró el aparato y Hayato entrecerró los ojos antes de acostumbrarse al brillo de la pantalla. Primero comprimió las facciones, luego alzó las cejas y entonces soltó una carcajada.

    —¿Cloaca? —exclamó, tan indignado como divertido—. ¿Quién coño le puso “cloaca”? ¡Hay que buscarlo y matarlo!

    Llegados a este punto mi curiosidad era tan grande como mi negación, y de por sí Hayato nunca había tenido muchos escrúpulos. Le arrebató el móvil a Ishi de un manotazo y se inclinó en nuestra dirección.

    —Vale, vale, oigan esto: “como ya se sabe, las serpientes sólo necesitan unir las… —Se le atravesó una risa—, las cloacas, las cavidades exteriores que sirven tanto como aparato reproductivo como urinario. El macho extiende entonces uno de sus ¿hemipenes?, o sea, sus órganos sexuales, en la cloaca de la hembra, donde deposita el esperma. —Miró a Rei—. ¿Qué es un hemipene?

    —Hombre, ya no quiero saberlo. —Hayato comenzó a tipear y Rei se desesperó—. ¡Usa el tuyo para buscar esas cosas, imbécil!

    Intentó alcanzar el móvil, pero mi hermano se alejó y siguió pegado a la pantalla. Ni modo, la barra lo protegía. Ishi resopló, se empinó la cerveza y yo le palmeé la espalda.

    —No creo que sea tan terrible —intenté reconfortarlo, pero Hayato…

    —¡Claro! ¡Como si no te gustara el furry! —Ishi se quedó con la boca abierta, pero finalmente decidió no seguir luchando y Hayato siguió en su mundo—. Ja, las serpientes tienen dos penes. Bueno, hemipenes, da igual. Quién pudiera, ¿no? —De repente arrugó todo el gesto—. Ugh, qué cosa espantosa.

    —Abriste las imágenes, ¿verdad? —adivinó Subaru.

    —Definitivamente. —Suspiré y alcé la voz hacia mi hermano—. ¿Alguna vez te dijeron que le hagas menos caso a tus pensamientos intrusivos?

    —Más de las que crees. —Le regresó el móvil a Rei y sacudió el cuerpo, quitándose la sensación de encima—. Uf, no, quiero el aparatito de los Hombres de Negro. ¿Por qué acabamos aquí, de todos modos?

    —Porque Rei invitó a Copito a los boomslangs —le recordó Subaru.

    —¡Ah, es verdad! Bueno, no necesita ser una serpiente, además ya tiene los ojitos rojos. Son rojos, ¿no? —Se inclinó hacia el ave y la miró tan, tan de cerca, que ésta le picoteó suavemente la punta de la nariz—. Luces de mierda, pero creo que sí. A todo esto, ¿te parece ambiente para traer a una criatura, Kakeru?

    Hayato estaba de muy buen humor, se le notaba y, pese a cuán intenso llegaba a ponerse, una parte de mí no olvidaba lo mucho que me alegraba verlo así. Nuestra relación se había resquebrajado en el pasado, pero ahora… ahora llegaba a olvidar el daño que nos habíamos causado.

    —Yo sólo quería que lo conocieran —me defendí, alegando inocencia—. ¿O me dirás que tu vida hoy no es un poquito mejor que ayer, Haya-kun?

    Entre tanto, Rei había estado rebuscando algo en sus bolsillos. Cuando finalmente lo encontró, exclamó tan triunfante que captó la atención de todos. Lo que había en su puño era un cordón, rojo y de más o menos veinte centímetros, similar a las agujetas de una zapatilla. Carraspeó la garganta, me indicó que me girara hacia él y pasó la cinta tras el cuello de Copito.

    —Copito, Primero en su Nombre, Protector Espiritual, Guardián de Chicos de Preparatoria, Domador de Trenes y Emperador de Kabukichō, acepta este emblema como el más reciente miembro condecorado de los Red Boomslangs. Para honrarnos y protegernos, para cuidarnos y amarnos, en la salud y en la enfermedad…

    —Vale, vale, creo que ya quedó claro —lo cortó Hayato, metiendo la cabeza para husmear, y sonrió ampliamente—. Nada mal, Copito, eh, ¡te ves muy guapo!

    Rei había atado el cordón en torno al cuello del ave y ahora lo lucía como un collarcito, con un pequeño moño y todo. Copito batió apenas las alas e infló las plumas del pecho, arrancándome una risa de pura ternura.

    —¿Te gusta, pequeñín? —murmuré.

    Más tarde le sacaría una foto, una vez estuviéramos en casa, y se la enviaría a Vero. No creía que le molestara, pero de cualquier forma prefería que lo supiera. El resto de la noche se desenvolvió con la liviandad usual. Conversamos, bebimos y nos reímos de cada estupidez que Hayato y Rei hacían, fueran bromas, anécdotas o calurosos debates sin sentido. Cuando nos despedimos a las afueras de Kabukichō y cada uno tomó su camino, me di cuenta que era la primera vez en mucho tiempo que no hacía ese camino solo. Miré a Copito, que se había pasado a mi otro hombro, y reí con suavidad.

    —Shiro-chan tenía razón, de veras eres como un pequeño guardián.
     
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    Bruno TDF

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    Hoy comencé oficialmente mis vacaciones del trabajo para tomarme un buen respiro de todo ese quilombo oficinesco, ¡y no pensé que las iba a arrancar leyendo un fic tan bonito como este!

    Creo que compartimos el tema de no olvidar aquellas cosas o ideas que pueden servir para nutrir nuestras narraciones o las ambientaciones que creamos; me pasa bastante seguido cuando roleo, soy de rescatar detalles a los que puedo dar relevancia más adelante, sin importar cuán pequeños sean en apariencia. “Oportunidad narrativa” creo que le dicen, no me acuerdo bien, me lo explicaron hace un tiempo en un taller de novela.

    Pero retomando: me alegra muchísimo ver que nunca dejaste de tener en cuenta esta idea random que te tiré hace un tiempo <3 Yo tampoco la olvidé, y es más: tenía a mano algunas ideas alternativas para aplicarlas in-rol a través de una salita, porque la curiosidad por ver las reacciones de los amigos de Kakeru era bastante fuerte, jaj.

    Esta lectura fue inmensamente satisfactoria por varios motivos, y no tengo drama en repetir que en eso influyó la impecable estructuración de tu narración, siempre amena y con un ritmo agradable. Pero es que, además, el narrador es mi queridísimo Kakeru, y eso obviamente hizo que el fic fuese aún más placentero. Me gusta muchísimo el tono con el que relata las cosas que suceden a su alrededor: se siente super tranquilo, y es orgánica la manera en que va oscilando entre inquietudes, ironías y una visión bromista de los hechos para luego, en medio, ponerse más chill. Lo adoro, y en esto tampoco tengo dramas en repetirme :P

    AHORA VAMOS A LOS HECHOS.


    La verdad es que me divertí con las reacciones de los muchachotes, se me formó una sonrisa constante y hasta alguna risa se me escapó, he de decir. Tanto a (sexy) Hayato como Rei y Subaru ya medio me los conozco por los fics tuyos que leí hace un tiempo, pero creo que es la primera vez que los veo en un ambiente mucho más distendido. Siempre había un drama de trasfondo, pero acá es distinto, se disfruta como lo que es: una reunión relajada entre los muchachotes, una noche más en Kabukicho, con el añadido de la irrupción de… Copito. La verdad es que me hizo bastante bien verlos así, principalmente a Kakeru.

    El hecho de que el gorrión se fuera con él es algo que le veo sentido por dos motivos: primero, porque aprecia mucho a tu niño, creo que es algo bastante notorio en los post donde Kakeru y Verónica han coincidido; segundo, porque de a ratos es un travieso, como le dijo Vero alguna vez. Detalle aparte, esta no es la primera vez que se va con otra persona, en el pasado ya le dio un buen susto a mi pobre niña JAJAJA (es algo de su backstory que todavía no escribí ni mencioné, pero supongo que sirve como dato). Y que Vero lo deje a su cuidado habla muchísimo de la confianza que le tiene a Kakeru: lo de afirmar que “está en buenas manos” no es un simple decir de su parte; en este punto estuviste acertada, y creo que es un detalle bastante importante del que Kakeru es consciente en cierto punto del fic. Verónica no se habría relajado para nada si el gorrión se quedaba con otra persona que no fuesen él o Jez.

    Por otra parte, amé muchísimo la parte en la que Hayato y los demás empiezan a molestarlo e insinuar cosas sobre su relación con Vero JAJAJA. Era algo que me imaginaba en su momento, con cara de *malevolent hehe*, así que lo disfruté especialmente. Mención aparte, me ha causado mucha gracia la seriedad de Subaru en medio de toda la tontería generalizada, ese pibe estuvo con la concentración al máximo en todo momento, lástima que no tuvo el poder suficiente para ganarle el duelo de miradas al implacable pajarito.

    Y POR ÚLTIMO, COPITO ES OFICIALMENTE UN MIEMBRO DE LOS RED BOOMSLANG AAAAAAAAAAAA. Me reí muchísimo y también me hypeé fuertísimo, fue una escena increíblemente tierna, tanto como todas las que compusieron este fic tan precioso. Lo del collarcito rojo con moño me pareció un detallazo y sé que Vero se va a morir de amor cuando Kakeru le envíe la fotito, snif (y es gracioso porque técnicamente acaba de convertirse en un gorrión pandillero (?)).

    Creo se me acaban las palabras, uf, siempre me quedo con la sensación de que se me quedan cosas afuera. Para cerrar, la frase final de Kakeru es un cierre perfecto, de por sí Copito no se apartaría de su lado. A su manera, el pequeñito lo cuida, así sea ofreciéndole su compañía, haciéndolo reír a él y sus camaradas. Me gusta que este fic también muestra que Copito tiene el mismo poder que Vero para relajar sus pensamientos, y yo es que shoro, me hace feliz ver a Kakeru contento.

    Y acá termino mi tochocomentario, ¡saludos!


    PD: el debate sobre el aparemiento de las serpientes fue tan random y WTF que me morí, JAJAJAJA Fue como un universo aparte dentro del fic, y creo que reflejó bastante bien la realidad paralela en la que se metieron Hayato y Rei en ese momento. Son un desmadre, me hicieron reír bastante.
     
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    Amane

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    Normalmente me esperaría a tener un par de capítulos que comentarte, porque si no siento que se me pueden quedar demasiado cortos, PERO ES QUE YO NECESITO COMENTAR ESTA COSITA ADORABLE DESDE YA (sobre todo después del trauma que fue revivir el fic innombrable (???)

    xxxvii. i ain't no good on my own

    Y BUENO, me lo releí y qué te voy a decir, es que es la cosa más adorable que has escrito en mucho tiempo (you dramatic bitch) y he estado leyéndolo las dos veces con una sonrisa enorme en los labios. Me encanta leer a Kakeru sintiéndose mejor, siendo feliz y, no sé, pasando el rato super tranquilo con sus amigos y su hermano (el krait, omg, hi u///u), así que leerlo aquí, haciendo eso mismo pero con el añadido de Copito it's really sweet and... healing, honestly. Me encantó imaginar la escena de Kakeru llegando con Copito y todos sus amigos quedándose PILLADÍSIMOS al verlo JAJAJA y luego obviamente todas las coñas correspondientes, que deben hacer como buenos amigos que son uwu igual cuando Hayato se pone con Rei a picarlo pro Vero, oh boy, lo veo taaaan claramente y me hace tantísima gracia JAJAJA y Subaru me encanta, el único con preguntas medio normales de todo ese grupo (?)

    Kakeru contando toda la anécdota también es super divertido, me lo imagino además sentado ahí con la atención de los tres pendejos encima y relatando el asunto como un cuentacuentos for real, super metido en la historia y todo JAJAJA y adoro el detalle de que fueras interrumpiendo la historia para ir metiendo las reacciones de los otros chicos, because me imagino que así es como sucedería, que lo cortarían a medio camino para comentar y yadah yadah. Los quiero mucho, la verdad, se ve que se llevan super bien y, once again, después de haber re-leído aquel otro fic de Kakeru, me pone super contenta ver que ahora vuelve a estar bien con sus amigos y, coño, yo creo que no tener el club les ha hecho un favor para su amistad, a mí que me registren preferiblemente el krait. En fin, la conversación de las serpientes reproduciéndose was HILARIOUS y Rei poniéndole el cordoncito a Copito al final WAS SO CUTE, I'M DYING, me lo imagino justamente como describes, inflándose las plumas super orgulloso and i wanna eat him.

    Me tuve que ir a comer entre que lo releí y me puse a escribir el comentario, so si había algo más que destacar, ya no me acuerdo (??? but anyways, you know i've enjoyed a lot, it was really cute and funny, y era bastante necesario entre tanto drama rolero. Como siempre, adoro como escribes, so there's that <3 Y, antes de irme...

    A los clientes no sé, pero a mí puede hablarme cómo quiera y cuando quiera u///u
     
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    Gigi Blanche

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    Título:
    Kill our way to heaven [Gakkou Roleplay | Explícito]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    40
     
    Palabras:
    4061
    N/A: la palabra 2666 de este fic fue tormenta y me hizo mucha gracia bro

    Bueno, nada como una cochinada para cortar con tanto drama, ¿no? ¿No? No tengo na que decir, this is very dirty and i enjoyed it. Llevaba muuucho tiempo sin escribir un fic de setso y pensé que había perdido EL TOQUE whatever that is, pero una vez encontré una canción fitting salió super fluido. Además debo dos cochinadas canon, así que mejor me voy poniendo al día.

    Zireael pensaste que nunca lo haría VERDAD??? yo tampoco me tenía fe. Esto es canon para el día 46 in-rol aka 5 de junio. Y ya que estamos, advertencia de escenas de sexo heterosexual muy cochino

    MUY COCHINO DIJE





    .

    .

    .



    | Sasha Pierce |
    | Arata Shimizu |


    .

    .

    .

    El primer paso obligatorio fue susurrarle a Arata que aguardara afuera un instante y colarme dentro de la casa con precaución. Me recibió un silencio categórico, las persianas bajas, y por la oscuridad replicada en el pasillo asumí que, efectivamente, no había nadie en casa. Aún así comprobé cada habitación, no me habría quedado tranquila de otro modo, y cuando regresé al jardín delantero tuve que tragarme la risa. Arata estaba apoyado contra su moto, de brazos cruzados y cara de “me tienes aquí clavado desde hace media hora”.

    —Eres un exagerado —solté, divertida, abriendo aún más la puerta.

    —Lo mismo digo —replicó, pasando a mi lado.

    Ingresó a la sala sin mayor problema y mientras miraba alrededor yo cerré, eché llave y las dejé puestas. Podría llamarme exagerada, pero más valía prevenir que curar, ¿no? Una vez finalicé el asunto, me giré hacia él con la mano aún sobre el pomo y repasé el velo opaco del ambiente, cómo la luz dorada se colaba entre las hendijas de las persianas.

    —¿Ya tienes tu plan de acción, entonces? —le cuestioné desde atrás, en voz baja—. Dijiste que te vendría en sueños, ¿no?

    Él se dio la vuelta, me miró y una sonrisa apenas burlona danzó en sus labios.

    —¿Lo dije? —dudó, lo juzgué en silencio y su diversión aumentó—. No sé, debo haber dormido tan bien contigo que no tuve tiempo de soñar nada.

    —Qué problema.

    —Un problema, sí.

    Deslicé la mano lejos del pomo, la dejé caer y comencé a caminar en su dirección, acentuando ligeramente los movimientos adrede. Lo rebasé, sin embargo, y a partir de ese instante que estuve fuera de su vista llevé los dedos a mi lazo.

    —Te tomaste muy en serio eso de que te organice la vida —me lamenté, con un suspiro impostado, y justo antes de alcanzar el pasillo me giré hacia él—. Primero podríamos darnos un baño, ¿no?

    Me mantuve en sus ojos, distancia mediante, al deslizar la cinta fuera de mi cuello y dejarla caer en el suelo con delicadeza. De primera mano no respondió nada, pero regresé a los botones de mi camisa, su mirada viajó a mis manos, y una estática suave me lamió la piel al comenzar a liberarlos. No me estaba tocando, no tenía uno de sus dedos encima, y no hizo falta para sentirlos aún así.

    —Podríamos —concedió con un delay casi absurdo, supuse, bastante a gusto con el numerito.

    Seguí y seguí hasta abrir la prenda por completo, la pellizqué por los hombros y me la quité con movimientos lentos. Encontré sus ojos y avanzó, pero apenas lo noté hacerlo retrocedí. Su sonrisa se ensanchó, insistió y giré sobre mis talones, lanzándole un último vistazo divertido. Lo guié hasta el baño al final del pasillo, encendí la luz y, cuando estuvimos ambos dentro, me arrimé a él para empujar la puerta hasta que se cerró. La tela de mi sostén apenas rozó su camisa, lo oí respirar y subí los ojos por su ropa, su sonrisa, hasta encontrar sus ojos.

    —¿Tendré que quitarte la ropa también, cielo? —lo molesté, y él se mofó.

    —Tampoco puedo dejarte hacer todo el trabajo, ¿o sí?

    Estuve a punto de retroceder, asumiendo que había cedido, pero no podía ser Arata si no me tocaba los ovarios. Apenas notó mis intenciones alcanzó mis caderas con ambas manos, me pegó a su cuerpo y se suspendió a centímetros de mi boca. La mierda me pilló desprevenida, congelándome el aire en los pulmones un instante, y me mantuve prendada a sus ojos. Lo sentí delinear el borde de la falda lentamente, la línea de mi piel también, hasta dar con la cremallera lateral. El sonido metálico fue suave, una sonrisa danzó en sus labios y la estática volvió a lamerme el cuerpo. Sus dedos se colaron por la abertura de la falda, bajo el elástico de las bragas, y empujó la ropa con tanta paciencia que el frío me erizó la piel. Evitó mi boca adrede, me dejó un beso casto en la mandíbula y descendió a mi cuello. Bajo la oreja, hundido en la curvatura, cerca de mi hombro, sobre la clavícula. Cerré los ojos y hundí ambas manos en su cabello conforme él deslizaba y seguía deslizando la ropa por mis piernas. Sus dedos se arrastraron por mis muslos con firmeza, presionó los labios en uno de mis pechos y alcanzó mi abdomen, donde se detuvo. Su respiración chocaba contra mi piel, levanté los pies para que pudiera deshacerse de las prendas y lo forcé a incorporarse. Atrapé sus labios al vuelo, me enredé a su cuello y él me empujó contra el lavamanos, hundiéndose en mi boca sin delicadeza. La superficie esmaltada estaba fría, me arrancó un gemido suave y Arata desenganchó mi sostén, lanzándolo en cualquier dirección. Colé las manos entre nosotros, desabotoné su camisa lo más rápido que pude y, mientras se la quitaba, bajé a su cinturón. Se alejó de mi boca, pellizcó la camiseta de tirantes, la mandó a volar y volvió a besarme, alborotándose el cabello en el proceso. Me sujetó el rostro con ambas manos, lo sostuvo firmemente y empujó la lengua. Su pantalón y la ropa interior también cayeron.

    —Espera a emocionarte, cielo —murmuré, agitada, en apenas un instante de tregua, habiendo rozado su entrepierna con el dorso de la mano—. Aún ocupamos la ducha, ¿no?

    La sonrisa le descubrió la dentadura, una risa vibró en su garganta y me mordió suavemente el labio inferior, echándome toda su respiración encima.

    —Abre la puta agua, entonces.

    Estiré el brazo casi a tientas, di con el grifo y la cortina de lluvia comenzó a correr. Volvimos a besarnos prácticamente al instante, ni siquiera supe quién buscó a quién y tampoco importaba. Volví a colgarme de su cuello, se presionó contra mi cuerpo y un gemido suave murió en mi garganta. Se negó a despegarme del lavamanos, me mantuvo allí inmovilizada y movió las caderas, estimulándome de repente. La mierda me comprimió el gesto, volví a gemir en su boca e insistió. Si el hijo de puta intentaba convencerme de mandar el baño a la mierda y follar aquí mismo… pues estuvo cerca, pero no. Me las arreglé para deslizarme a un costado, encontré sus ojos y lo jalé de la mano dentro de la ducha. El agua ya estaba caliente, había comenzado a llenar la habitación de vapor lentamente. La sensación fue reconfortante, me ablandó los músculos y arrastré mi cabello hacia atrás conforme se mojaba, despejándome la cara.

    —¿Me dirás que no te apetecía una ducha calentita? —murmuré, sonriéndole, y me recorrió con la vista luego de reflejar mis movimientos y pasarse las manos por la cara.

    —Supongo que no está mal~

    Me reí con ligereza, alcancé el shampoo y lo abrí, mirándolo con intención. Arata arrugó el ceño, como preguntándome si de verdad planeaba que nos bañáramos en vez de sólo… mojarnos, yo insistí y él soltó el aire por la nariz, presentándome su palma. Sonreí, satisfecha, le dejé un poco del producto y otro poco para mí.

    —Agradece que te presto del mío, ¿tienes idea cuánto sale?

    Se corrió de la lluvia para poder fregarse el cabello y me miró de soslayo, soltando una risa nasal.

    —No tiendo a agradecer lo que no pido, linda —replicó, burlón.

    Fingí ofenderme, despegué las manos de mi cabeza y aproveché la espuma residual para írmele encima, estampándole las palmas en las mejillas. Él cerró los ojos, arrugando la expresión, y dos segundos después estábamos riéndonos. Le barrí la espuma con los pulgares, o al menos lo intenté, y una vez hube despejado sus labios lo besé. Arata detuvo su muy diligente tarea de lavado, rodeó mi cintura y me pegué a él, pasando los brazos por su cuello. Me instó a retroceder, pasamos por debajo del agua y las gotitas comenzaron a chispear alrededor; las sentía recorrerme el cuerpo, trazando caminos azarosos, acentuando lo sensible que de por sí estaba. Se hundió en mi boca, encontré su lengua, bajó a mi cuello y le dejé el espacio, cerrando los ojos. Besó y siguió besando, deslizando las manos hasta mis caderas, y me removí contra él. Lo sentí tensarse ligeramente, me sonreí y respiró encima de mi oreja. Otro vaivén.

    You’re so hot, babe —suspiré al aire, un poco ida, y lo sentí despegar las manos.

    Retrocedió apenas las caderas y no supe qué planeaba hasta que volvió a pegarse a mí y encontré su pelvis. Se movió entre mis piernas, lo presioné con fuerza y su miembro recorrió mi intimidad, arrancándome un gemido del pecho. Sus labios rozaron los míos, no me besó y siguió frotándose, estrujándome los glúteos. No podía pensar con mucha claridad, en un chispazo de consciencia entendí que estábamos acercándonos a un juego peligroso y enredé los dedos en su cabello. Cada vaivén me derretía el cerebro, me tensaba el cuerpo entero y lo besé, incapaz de pedirle que se detuviera. En cierta forma, tentar a la suerte como un par de imbéciles lo volvía aún más estimulante. Imaginarlo, también.

    Estaba muy caliente.

    Y tan, tan cerca.

    No supe muy bien quién le puso un freno, acabé empujándolo de regreso y paseé las manos por todo su torso hasta envolver su miembro. Arata exhaló con pesadez, hice el tonto y me estiré para hablar sobre sus labios.

    —¿No agradeces lo que no pides? —retomé, divertida, y soltó una risa de nada, un poco espeso.

    —¿Ya no entiendes japonés, cariño?

    Tendía a ponerse así el hijo de puta, lo había hecho en el observatorio, hoy temprano, y me temía que le estaba pillando el gusto. Lo miré con cierto reproche, por mantener el juego más que nada, y me escondí en su cuello. Lo mordí con fuerza, de repente, también apreté ahí abajo y una especie de gruñido acabó muriendo en su garganta. Recorrí su piel con la lengua, lo besé y me incliné sobre su oído.

    —No tienes que agradecerme, cielo, pero te aseguro que querrás hacerlo~

    No supe si olió mis intenciones, tampoco me importaba demasiado. Me gustaban mucho los baños, eh, el agua corría y nos dejaba bastante limpitos, cosa que, irónicamente, podía volvernos aún más… dirty. Volví a besar su cuello, mordí su hombro con suavidad, recorrí sus tatuajes con las manos y seguí bajando. Sus pectorales, el abdomen, la pelvis, y no dilaté el asunto. Mis rodillas encontraron el suelo de la tina, afirmé los dedos en la base de su miembro y me lo metí en la boca, recorriéndolo casi de punta a punta. Lo presioné con la lengua, la paseé por los costados e insistí en la punta, mientras mi cabeza seguía moviéndose. Arriba, abajo, arriba, abajo. Lo escuché suspirar con pesadez, se agarró a mi cabello como pudo y soltó alguna que otra mala palabra al aire. Llevaba un tiempo sin comerle la polla a nadie, la verdad, pero puse en práctica todos los conocimientos bien adquiridos y, un rato después, me separé.

    Eh, no había perdido el toque, ¿verdad~?

    La mierda me había calentado (más, quería decir) y no llegué a incorporarme por completo que Arata había vuelto a pescarme el rostro, besándome. Fue intenso, caótico, sentí las rodillas débiles y se me aflojó una risa en un instante de tregua. Me sostenía con tanta fuerza, tanta firmeza, que era en sí mismo una puta maravilla.

    I’m listening~ —murmuré, risueña, llevándome una mano tras la oreja.

    La sonrisa le descubrió la dentadura, meneó la cabeza y empezó a recorrer mi cuerpo.

    —¿Prefieres que te agradezca…? —indagó, la frase en el aire, y me enganchó los muslos hasta despegarme del suelo—. ¿O mejor te devuelvo el favor?

    Volví a reírme, ya tenía la cabeza llena de aire. Al notar sus intenciones lo detuve un momento y, en un chispazo de consciencia ambiental, estiré el brazo para cerrar el agua. Él murmuró una tontería de que seguía siendo la responsable del dúo y salió de la ducha, cuidando de no ir a matarnos. Dejamos un reguero de agua que me importó una auténtica mierda, acuné sus mejillas y me hundí en su boca con repentina paciencia. Fue profundo, me correspondió y en algún momento sentí el frío del lavamanos bajo mi peso. Sus manos delinearon mis muslos, mis caderas, viajaron a mis glúteos y acomodé las piernas en los huecos de su cintura. Se deslizó a mi cuello, dejó un beso casto y alcanzó mis pechos en automático, llevándose uno a la boca casi con ansiedad. Me aferré a sus hombros, su cabello, jugueteó con el pezón y lo mordisqueó suavemente, mirándome desde abajo. Entre el vapor y todo lo demás tenía la respiración desgraciada hacía rato, el pecho me corría en un vaivén irregular y no paré de gemir. Eran suaves, parecidos al aire arrastrándose por mi garganta, y no pude hacer nada contra los escalofríos que me tensaron más y más el cuerpo conforme Arata se acercaba a la mierda que me había prometido. Bueno, prometido era un decir.

    Y de a ratos me olvidaba con quién trataba.

    —No me respondiste —dijo de repente, ya hincado en el suelo, con la puta cara entre mis piernas.

    Le clavé la mirada encima, tenía la diversión pegada a la cara y me pregunté cómo era capaz de seguir siendo tan cabrón incluso ahora. Aproveché la mano enredada a su cabello para propinarle un tirón repentino y él se quejó porque era gratis.

    —¿Tengo que pedírtelo por favor? —reclamé, hastiada, y lo empujé contra mí—. Eat me, you fucker, and shut the fuck up.

    Me pareció que se reía, me dio bastante igual, el imbécil dejó de dar vueltas y me besó la cara interna del muslo, arrastrando los labios hasta recorrerme de punta a punta con la lengua. Tenía ambas manos colgando de mis piernas, me clavó los dedos con mayor o menor fuerza según cuánto repercutía y mis gemidos empezaron a rebotar dentro del espacio. Succionó, besó y me penetró con la lengua como un hijo de puta, sin quejarse por el vaivén cada vez más intenso de mis caderas. Me moví contra su boca, le desgracié el cabello y no lo dejé separarse hasta que me tensé de pies a cabeza, corriéndome.

    Por cinco segundos perdí noción de todo, apenas podía respirar y Arata se incorporó sin prisa. Había acabado dejándome caer sobre el espejo, pestañeé con pesadez y sus manos rodearon mi cintura suavemente, despegándome de allí.

    —¿Ahora se supone que yo te agradezca? —murmuré, riéndome en voz baja.

    Él sonrió, repasó mis facciones y se encogió de hombros.

    —No sé, ya te dije que no soñé nada productivo.

    Volví a reírme, cambié el aire de golpe y apoyé las manos en sus hombros. Las deslicé por los costados de su cuello, su nuca, y las volví a hundir en su cabello. Seguíamos totalmente mojados y no me corrí de sus ojos ni un instante; sonreí amplio, mordiéndome el labio inferior.

    Babe —lo llamé en voz baja y ladeé apenas la cabeza, con un chispazo de inocencia impostada—. ¿Qué te parece si me follas donde tú quieras?

    Un relámpago de incredulidad atravesó el color de su mirada y se rió, acariciándome la espalda con el dorso de los pulgares.

    —Estamos todos mojados, Sasha —argumentó, fuese duda real, fuese una mera comprobación de mi idea.

    —Lo sé —respondí al instante, y me acerqué a sus labios—. Turns out, you did a really fine job just now, and I reeeally want you to fuck me however you want.

    Me alejé, detallé sus ojos y me mofé apenas.

    —¿O necesitas que te lo traduzca, amor? —agregué.

    No precisaba mucho más que una última confirmación, imaginé. Sacudió la cabeza, risueño, y buscó anclar una mano al costado de mi cabeza. El movimiento fue inicialmente suave, se afirmó de repente y se empujó contra mi boca, reiniciando la tormenta. Fue profundo, fue intenso, el calor me lamió el cuerpo y cuando quise acordar me había despegado del lavamanos, lanzándole un manotazo ciego a la puerta para abrirla. Se desvió con precisión a mi habitación, supuse que ya la habría ojeado la primera vez que pasó y me sonreí contra sus labios. Entró, dejó la luz apagada y cerró la puerta con mi propio cuerpo al estamparme y volver a presionarse con insistencia. El movimiento me arrancó un gemido sonoro, uno que murió en su boca, y volvió a bajar a mi cuello ya no sabía por cuánta vez. El resplandor dorado de la tarde se filtraba por las hendijas de la persiana.

    Fue fugaz. Me dejó caer sobre mi cama, reboté suavemente y estiré los brazos para volver a enredarme a su cuello apenas reptó encima mío. El hijo de puta acomodó las caderas y tentó mi entrada, rayándome el cerebro con el deseo totalmente imbécil de pedírselo.

    Que lo hiciera.

    Que me follara sin nada.

    Sabía lo que hacía, ¿eh? Mis gemidos habían aumentado, se frotó contra toda mi intimidad y se separó de mi boca apenas un centímetro.

    —Las cosas —pidió, más bien demandó, en un susurro agitado.

    Estiré el brazo, encontré la manija del cajón de la mesilla de luz y lo abrí. Arata estiró el cuello, ubicó la caja bajo un cuaderno y exhalé con pesadez, mientras erguía el torso y se colocaba el preservativo. Me tomé ese momento para recorrerlo con la mirada, atontada, para repasar sus tatuajes, las gotitas aún discurriendo de su cabello mojado, y le acaricié con cierto mimo la cara externa de los muslos. Buscó mis ojos un instante, se sonrió y abrió el paquete metálico.

    —¿Como yo quiera? —buscó saber, y me hizo reír apenas.

    —En tanto no sea hazaña de contorsionista, claro. Nunca fui muy flexible.

    Él también se rió, desenrolló el preservativo y volvió a inclinarse sobre mí, dejándome un beso cerca de la oreja.

    —Lo tendré en cuenta~

    No se hizo rogar, no esta vez. Se acomodó contra mi entrada y me tensé ligeramente al sentirlo hundiéndose poco a poco. Cerré los ojos, contuve la respiración sin querer, y disfruté como una hija de puta al sentirlo dentro, llenándome por completo. Una vez se quedó quieto, exhalé y relajé las piernas sobre el colchón. Me besó en la sien, la mejilla, la línea de la mandíbula, retrocedió y volvió a penetrarme lentamente, colando la lengua en mi boca. Anclé las manos en su cuello, le correspondí con un poco de delay y los gemidos empezaron a morir en mi garganta. Llevábamos tonteando como imbéciles desde la mañana y ni la comida del baño había terminado de amainar lo mucho que me calentaba el hijo de puta. Además, eran cosas distintas, ¿no?

    Mantuvo aquel ritmo pausado, potenciando cada pequeña sensación y tensándome hasta que alcanzaba el fondo, enviando la pulsada de calor directo a mi cerebro. Nos besamos, se separó, me prendí a sus ojos y siguió moviendo las caderas hasta regresar a mi boca. La ansiedad se apiló sobre los dos y un poco de repente aumentó la velocidad. Los resortes se quejaron, la madera también, empecé a sentir la fricción de la colcha bajo mi peso y flexioné las piernas para alzar las caderas. Me penetró más hondo, fue una puta maravilla y me acompasé a su ritmo, sintiéndolo respirarme en el cuello. Estaba agitado, yo también, tenía mucho calor y se irguió ligeramente, anclando una mano al costado de mi cabeza. Sin detenerse.

    —Como yo quiera —farfulló, la sonrisa le cruzó la cara y presionó la yema de los dedos casi con maña—. Date la vuelta, linda.

    Había olvidado por completo esa estupidez. Me reí, el gesto apenas cargó sonido y me mordí el labio justo antes de besarlo. Lo presioné con ambas manos, salió de mi interior y empezó a erguirse, buscando mis caderas. A medias obedecí, a medias me giró él, aún sin saberlo lo imaginé recorriéndome con la vista y apreté los muslos entre sí, sensible a cagar.

    This is dirty, baby.

    —¿Sí ves con quién te estás juntando?

    Volví a reírme, me apretujó los glúteos y los masajeó. Me acomodé un poco mejor, clavé los codos en la colcha y volvió a penetrarme; la premura le duró una embestida, poor thing. Empecé a rebotar, me aferré a la cama cada vez más deshecha y cerré los ojos con fuerza, con el cerebro derretido. Llegaba profundo, era intenso, caliente y tuve que pasar saliva. Obviamente no se contuvo de dejarme ir una nalgada, la mierda potenció mi gemido y arrastró la mano por mi espalda hasta hacerse con mi cabello húmedo. Atendí el pedido implícito, me arqueé lentamente y soltó el pelo para rodearme el cuello. No apretó, me hizo incorporarme y me agarró la mandíbula con firmeza, respirándome contra la oreja. No daba más de sí.

    —¿Sigo así?

    Yeah.

    —¿Quieres más?

    Yes, baby, gimme more.

    No sabía lo que era el japonés ya. Alcé el brazo a tientas, me aferré a su cabello y coló el suyo por debajo, presionando uno de mis pechos. Lo estrujó, lo manoseó, hizo lo que le salió del culo y bajó hasta frotar dos dedos contra mi clítoris. Las embestidas hacían mucho ruido, no se detenían, eran una puta delicia y ya con ambas cosas perdí la cabeza por completo. Gemí hasta quemarme el pecho, hasta rasparme la garganta, llamándolo y pidiéndole más, más de todo, más así, y el mundo se fue a la mierda.

    Poco después él también acabó, supuse, cuando apenas iba entreabriendo los ojos. Parpadeé, mi habitación se dibujó lentamente y lo sentí aflojar la mano en mi mandíbula, lo escuché respirar, a punto de escupir los pulmones. Apenas me soltó me dejé caer en la cama, giré sobre mi costado y él vino conmigo, acomodándose tras mi espalda. Pasó un brazo bajo mi cuello, con el otro me abrazó y me presioné contra su cuerpo, soltando el aire con pesadez. Eventualmente noté lo húmeda que había quedado toda la colcha y me reí.

    —Fue mala idea hacerlo fuera del baño.

    —¡Fue tu idea!

    —Lo sé —concedí, aún divertida, y me giré para mirarlo—. Que sea la inteligente del dúo no significa que todas mis ideas vayan a ser brillantes.

    Él sonrió, me dejó un beso simple en la frente y me le pegué como una garrapata, robándole calor corporal. Presioné los labios en su cuello, bajo su oreja, y atraída por el rastro, me estiré hasta oler su cabello.

    —¿A que es lindo follar oliendo rico? —dije, buscando sus ojos, y Arata se rió—. Te voy a comprar un perfume. No sé si lo sabes, pero los hombres que huelen bien son muuuy atractivos.

    —Hasta ahora no me hizo falta oler como una muestra de perfumería, ¿o sí?

    —No, pero no puedes darme por sentado, cielo. ¡Tienes que conquistarme todos los días!

    Volvió a reírse, yo también lo hice y murmuró algo parecido a un “está bien” justo antes de besarnos. Fue lento, profundo y dulce, me mantuvo bien pegada a él y deslicé los dedos por su mejilla, su cuello, hasta apoyarme en su pecho. Tendría que revisar la hora, juntar mi ropa desperdigada, poner a lavar estas cosas y analizar el desastre del baño.

    Pero, primero, sólo quería volver a besarlo.
     
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    Gigi Blanche

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    Kill our way to heaven [Gakkou Roleplay | Explícito]
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    Drama
    Total de capítulos:
    40
     
    Palabras:
    7471
    N/A: el tiempo que estuve cocinando esto, la puta madre. Ya ni sé cuándo lo había empezado y ya lo tenía esquematizado y to, pero no pillaba el impulso, la chispa, las VIBES de seguir escribiendo. No me gusta publicar cosas después de tanto tiempo que ocurrieron (tanto tiempo as in, un mes) BUT OH WELL, it is what it is. ¿Qué puedo haber traído, sino más quilombos con los fantasmas?

    Esto es canon para la noche del jueves 25 de junio aka día 60. Pobre Sasha, nunca la voy a dejar en paz.

    Como nota al pie, CREO que es la primera vez que narro un fic donde uno de mis personajes principales aparece tanto, pero sin usar su pov en ningún momento. Se sintió extraño, como que me permitió ver a Sasha desde una posición más neutral... y me di cuenta lo mala madre que soy :D Por otro lado, me encantó narrar con los tres fantasmitas principales. Llevo un montón de tiempo construyendo este grupo y a estos pendejos and im satisfied *puchito de cine*

    pd: recuérdenme no volver a narrar desde el pov de Frank, por favor *lo va a seguir haciendo*





    i'll walk down the mall, stand over the wall
    where i can see it all, find out who you call
    i will drive by your house
    and if the lights are all down

    and i'll see who's around


    .

    .

    .



    The Chaos

    | Frank Dubois |


    The Kelpie
    | Aria Everleigh |


    The Wanderer
    | Haruhiko Sugawara |

    .

    .

    .


    The Kelpie.


    Apenas topé con los ojos de Yaboku supe que no habría buenas noticias. Estaba saliendo de los vestidores, cerrando la puerta tras su espalda, y las luces tenues de la zona del servicio se reflejaron en su mirada fría, siempre tan fría. Ralenticé mi ritmo hasta detenerme en el centro del espacio, él se reunió conmigo y me crucé de brazos. Anda, y yo que venía tan contenta con la pulsera que Take-chan me había regalado…

    —Te espera trabajo ahí dentro —fue toda su advertencia, modulada en un tono sigiloso.

    —¿De qué hablas, Fey?

    —Pierce. Intentó disimularlo, pero algo le ocurre. —Me clavó la mirada encima—. Tenla lista para cuando Frank vuelva.

    La orden fue cuanto menos hilarante. Una sonrisa burlona asomó en mis labios y repasé su semblante; por supuesto que hablaba en serio, el desgraciado.

    —¿La peino, la visto y la perfumo? —repliqué, sedosa, y aún con su eterna seriedad de por medio supe que le había molestado—. ¿Le pinto las uñas, también?

    —No es mi problema, Aria.

    —Es tu empleada.

    —¿Y tengo cara de ser buen apoyo emocional? —espetó, en un siseo—. Además, según recuerdo, te interesaba encargarte de ese sector. Fue tu idea, al fin y al cabo.

    —Las damas de compañía, sí, no el nuevo juguete de Frank.

    —Pensé que empatizarías mejor con las de tu tipo. —Le echó un vistazo a mi muñeca—. Bonita pulsera. ¿Cuántas van este mes?

    La ira me repiqueteó en el cuerpo, la indignación también, pero lo modulé y mantuve el tono bajo que ambos estábamos empleando. Lo peor de Yaboku no era lo que decía, sino la completa certeza de que cada una de sus palabras provenían de una honestidad tenaz, casi salvaje. Qué descaro, de verdad.

    ¿Cómo se atrevía a compararme con la mocosa nueva?

    —Fue mi idea, precisamente —respondí—. Y gracias a mi idea nos está yendo mejor que nunca. Acepté el capricho de Frank, entrené a la criatura, le presto mis malditos vestidos, pero no seré su niñera. Yo no la elegí, no la conozco, no confío en ella.

    —¿Y en qué momento pensaste que eso le importa a los de arriba? A Frank, incluso a tu adorado “Take-chan”. Somos empleados, Aria, entre estas paredes los demás títulos no tienen relevancia. Eres mi empleada, y ¿sabes qué hacemos? Acatar órdenes. Mi orden es satisfacer a los jefes, la tuya es encargarte de Pierce. Simple, ¿verdad?

    —Es ridículo.

    —Nunca dije que no lo fuera, pero es esto o volver a los pozos de donde nos sacaron. No me parece un intercambio tan terrible. —Bajó la vista a una pequeña caja que llevaba en la mano y me la extendió—. Dáselos cuando la veas, son de parte de Frank. Dijo algo de que se los quería ver puestos cuando llegara.

    —¿Por qué no se los diste tú?

    —Porque no me dio la gana.

    —¿Dónde está, a todo esto? —indagué, aceptando la porquería con hastío.

    —¿Frank? Tenía una reunión en RIKEN. —Revisó el reloj en su muñeca y viró el cuerpo—. Ve. Salen en media hora.

    Se fue, lo vi meterse a su oficina y regresé la vista a la puerta de los vestidores. Me llené el pecho de aire, cerré los ojos un segundo y lo solté de golpe, reiniciándome. Este trabajo nos demandaba ser nuestra mejor versión de forma constante, sin interrupciones, y no permitiría que Frank o su fijación de turno arruinaran lo que había construido.

    Estaba por avanzar cuando la puerta volvió a abrirse, esta vez con Erica y Xu, ya maquilladas y vestidas para trabajar. Interrumpieron su conversación al verme y les sonreí, aprobando su aspecto de una inspección rápida. Xu llevaba realmente muy poco tiempo en el oficio y me sorprendía la velocidad con la cual había aprendido. De naturaleza estoica y orgullosa, en un inicio sólo la acepté por haberse tratado de una solicitud de Takeuchi, que a su vez se extendía desde su sobrino. Supuse que valdría para los clientes de baja categoría, que su belleza asiática, tan inmaculada y elegante, compensaría la falta de carisma. La criatura no sentía la más mínima gota de simpatía hacia los hombres y aún así me había cerrado la boca.

    —Preciosas, como siempre~ —halagué, sedosa.

    Era una mentirosa experta.

    El atractivo de Érica era, con diferencia, la dulzura y calidez que exudaban sus rasgos. Sonrió, contenta, y giró sobre sí con liviandad. Verla me suavizó el semblante y me permití relajar un poco más los hombros.

    —Gracias, Aria —murmuró Xu.

    —Espera, espera, espera. —Érica correteó hasta mi posición y alzó mi mano entre las suyas; la pulsera destelló con timidez bajo las luces opacas de la zona de servicio—. ¡Qué bonita! ¿Take-chan?

    Sonreí, asintiendo, y Xu completó la reunión a su propio ritmo. Su análisis fue mucho más escrupuloso y taciturno, y al buscar mis ojos suavizó sus facciones. Esa fue su respuesta.

    —Ah… qué envidia… —se quejó Érica, soltándome, para abrazar a Xu por la cintura y aplastar la mejilla en su hombro—. Yo también quiero un señor con mucho dinero que me regale cosas bonitas.

    —Hazy, a tu tocador no le caben más joyas —anoté, sedosa.

    —Empezaron a invadir el mío —reclamó Xu, cruzando los brazos bajo el pecho—. Ya te he dicho que ordenes tus cosas, Eri.

    —Pero los regalos de Take-chan son los más lindos —insistió, haciendo un mohín.

    Me reí, enternecida, y le pellizqué la mejilla que no tenía derretida contra Xu. Ella arrugó el ceño y se separó, pescando a la chica del brazo.

    —Ni modo, iré a ahogar mis penas en alcohol. ¿Yuuji ya llegó? —me preguntó, yendo hacia la puerta que daba al club.

    —¿Yuuji llegando temprano? —repliqué, con una sonrisa burlona, y ella soltó una carcajada.

    —¡Pues a poner a prueba las habilidades del chico nuevo! Linlin, vamos, vamos.

    Les sonreí hasta que desaparecieron, aún si habían dejado de prestarme atención, y al saberme sola mis facciones retrocedieron como una muñeca quedándose sin cuerda. Quizá sólo fuéramos eso. Inhalé por la nariz, me rasqué el antebrazo sin fuerza y volví a jalar del hilo tras mi espalda. Ingresé a los vestidores como si nada, con una sonrisa liviana plantada en los labios, y encontré a Pierce sentada frente a su espejo. Estaba muy concentrada aplicándose la máscara de pestañas, al parecer no me escuchó entrar y divisar mi reflejo repentino la sobresaltó. Se manchó el párpado ya pintado y, tras congelarse un instante, bufó con evidente hastío, puede que incluso nerviosismo; pero Yabo tenía razón: conectó con mis ojos y sonrió.

    —Cielos, me asustaste —admitió junto a una exhalación, mezcla de risa y alivio.

    ¿La tenía? Podía verlo con más o menos claridad ahora que él me lo había anticipado y no dudaba de su ojo entrenado, pero pensándolo mejor… ¿qué hacía él aquí, en primer lugar?

    —Perdona, linda —murmuré, suave, y ocupé la silla a su lado—. ¿En qué andas pensando? ¿Algún muchachito, quizá~?

    Deslicé el polvo compacto hacia mí y la miré de soslayo, luego su reflejo. Soltó una risa nasal, sacando una pieza de algodón, y la humedeció en crema desmaquillante con calma. Tanta calma. No condecía en absoluto.

    —Eso sería bastante triste teniendo este trabajo, ¿no?

    —¿Por qué lo dices? —repliqué al instante, abriendo el polvo con cuidado de no comprometer mis uñas, y golpeteé la brocha contra él con movimientos rápidos—. Es un trabajo, como bien dijiste. No tiene por qué estropear tu vida personal.

    —La teoría siempre es más sencilla que la práctica. —Se inclinó hacia el espejo y comenzó a quitar la mancha de máscara cuidando la sombra lo mejor posible—. Quizá sea más fácil en un par de meses, o un par de años, pero de momento está todo hecho una ensalada.

    —La peor mentira que puedes creerte es la culpa de la dama de compañía, cielo. —Empecé a distribuir la base por mi rostro con precisión y simpleza—. Entiendo que al principio no es sencillo, pero toma este consejo de veterana: la única que puede decidir qué mereces y qué no eres tú.

    Terminó de limpiarse, noté que el algodón dentro de su mano se arrugaba y lo dejó caer sobre el tocador, manchado de negro. Detuve mi tarea un momento para observar lo que ella, el ojo damnificado, y la escuché suspirar.

    —Tendré que hacerlo de nuevo.

    —Para nada —negué. Dejé la brocha sobre el polvo y alcancé su silla con ambas manos—. A ver, mírame.

    La giré hacia mí y sostuve su barbilla, orientando su rostro según necesitara la luz precisa. Que el daño hubiera ocurrido en el párpado móvil lo volvía un poco más difícil, pero nada que no pudiera solucionarse con un ligero cambio de planes.

    —¿Qué vestido preparaste hoy? —indagué, trayendo sus cosas a mi tocador.

    —Uhm, el rosa pálido satinado.

    Sus ojos se habían desviado a los percheros, eché un vistazo y comprobé a cuál se refería, aún si ya lo sabía de antemano. Debajo de la prenda también estaban los zapatos y, frente a ella, un collar sobrio con unos pendientes más aparatosos. La paleta de colores que había elegido combinaba a la perfección con el conjunto. Regresé a sus ojos y le sonreí. Al menos sabía vestirse y maquillarse. Xu había sido un dolor de cabeza en ese sentido, pobrecilla.

    —Muy bien. —Recogí su pincel en una mano y la paleta de sombras en la otra—. Tú déjamelo a mí, quedarás como nueva~

    Me pareció que quiso quejarse, pero comencé a pintar su ojo tan rápido que no tuvo más opciones que permanecer quieta. Se suspendió un silencio de varios segundos entre nosotras, hasta que la oí inhalar por la nariz y separó los labios. Ella también era una muñeca, ¿cierto?

    —Si fuese una dama de compañía normal, quizá —retomó, en voz baja, y mi semblante se endureció ante sus ojos cerrados—. Así sería sencillo.

    Pero la muñeca de alguien más.

    —¿A qué te refieres, Sashie?

    Yo no la había elegido.

    —No te hagas la tonta, Aria. Sé por qué estoy aquí y sé que todos lo saben.

    Mis dedos se congelaron un instante antes de alcanzar su párpado y me imaginé presionando el pincel con fuerza, arrastrándolo hasta su sien. Escribiéndole la cara con el delineador líquido. Echándole el pote de purpurina en el cabello. Embarrándole los dientes de labial; el sabor era vomitivo, masticarlo aún más. Pero yo no era así, ¿verdad? Me había alejado de todo eso, había prometido hacer las cosas diferente. Yo no era así.

    ¿Y quién era esta mocosa?

    Terminé de pintarle el ojo con movimientos serenos, fluidos, y me separé de su cuerpo. Pierce parpadeó y busqué mi delineador. No se notaba mucho el parche de color, digamos, pero mejor valía disimular el degradado con un trazo fino sobre la línea de las pestañas. Sus ojos demandaban una respuesta, aunque al volver a acercarme tuvo que cerrarlos.

    —Tu trabajo es entretener a un muchacho de tu edad, relativamente atractivo y con buena capacidad de conversación —puntualicé, hablando en un murmullo suave, compuesto, inafectado—. No tienes que soportar el mal aliento de los ancianos, ni las miradas lascivas de hombres que te doblan en edad, ni el olor fétido de los borrachos, ni la saliva que escupen al reírse. ¿Has pensado cómo sería si Frank no estuviera?

    —Yo-

    —¿Has pensado cómo es para Érica y Xu?

    Eres una maldita afortunada.

    Deja de quejarte.

    —¿Por qué su situación tiene que invalidar la mía? —insistió, perseverante, y vi cómo su ceño se arrugaba apenas—. ¿Estoy trabajando? Se supone que sí porque me pagan, pero ¿de qué trabajo, exactamente? ¿Dónde están los límites? ¿Puedo ponerlos yo, siquiera? Una cosa es ser dama de compañía y otra muy diferente es ser el juguete de los jefes.

    —Cuida tu boca, niña —siseé en voz baja, tajante, al notar que empezaba a perder la compostura, y me separé de su rostro para mirarla—. Si eres tan consciente de tu posición, comprenderás también que no puedes hablar como te venga en gana.

    Yabo tenía razón, algo le pasaba, pero ¿esto no era el resultado inminente? La habían engañado. La contrataron y le endulzaron el oído, me hicieron entrenarla, empezó a trabajar sin más y el imbécil de Frank se le plantó enfrente como si fuera un mero cliente. Debía estar tan entretenido con la situación, con el teatro de marionetas que había construido en torno a ella, que no sabía si reírme o sentir pena. Aún con todo, ¿por qué debía comer yo la mierda? ¿Por qué debía limpiar los destrozos del otro lunático?

    Porque era mi trabajo, ¿cierto?

    El trabajo de todos quienes orbitaban a su alrededor.

    Sasha me miró muy fijamente y exhaló por la nariz, cediendo. Pesqué su barbilla, analicé ambos ojos y di mi caridad por concluida. La solté y me giré hacia mi tocador, hacia mi propio reflejo. Las palabras de Yaboku rebotaron en mis oídos. Yo no la había elegido, cierto, pero… ¿éramos tan diferentes?

    —No sé qué hacer —la escuché murmurar, habiendo imitado mi movimiento y jugueteando con la paleta de sombras—. Ya sé que podría ser peor, pero… no sé qué hacer.

    Repasé mis ojos almendrados, la nariz respingada, los labios carnosos y la piel inmaculada. El cabello dorado, lustroso, suave y voluminoso. El cuello delgado, los hombros delicados. Frank primero y Takeuchi después, habían venido de direcciones diferentes o de eso me quise convencer. La miré de soslayo, detallé su perfil.

    —No puedo evitar pensar en el futuro —prosiguió, su tono de voz afectado—. ¿Qué pasa si quiere besarme? ¿Si intenta tocarme? ¿Qué…? ¿Qué se supone que haga?

    Había intentado olvidarlo, ¿verdad? Ser la única víctima estoica era más fácil que tener ante ti el reflejo de tu pasado, de la niña temerosa y herida que creía haber sido rescatada. Meter los dedos entre las costuras de una herida era doloroso e insensato. Había recuperado mi dignidad, me había alzado y echado gasolina sobre los fantasmas. Los había prendido fuego para convertirme en uno. No había espacio para replanteos ni tiempo para segundos vistazos.

    —¿Qué te preocupa? —pregunté, en voz baja—. ¿Que se enfade?

    Sasha se encogió de hombros y detallé cómo presionaba sus labios entre sí.

    —Supongo —respondió—. Que le moleste, o que se aburra. ¿Qué pasa si se cansa de mí? ¿Me despedirán y ya?

    —No lo sé —admití, ¿qué sentido tenía mentirle?—. Es Yabo quien toma esas decisiones.

    —¿Y quién le da órdenes a Yaboku? —soltó de golpe, con una sonrisa amarga.

    Permanecí en silencio unos segundos, dándole vueltas a la conversación, hasta que suspiré con pesadez. Algo que tenía claro era que las chicas casi nunca aceptaban este trabajo a menos que realmente lo necesitaran, por eso acababan siendo utilizadas y abusadas. Por sus jefes, sus compañeras, sus clientes. Nos reducían a marionetas descartables, muñecas de porcelana. Frágiles, perfectas y vacías por dentro. Era la situación que quería evitar aquí, lo que intentaba construir bajo el amparo de Frank y Yabo.

    Y esta chica era la interferencia.

    —No pienses tanto en el futuro —aconsejé, retomando mi maquillaje—. Es tu jefe, pero también es un cliente, ¿no?

    No se suponía que la protegiera.

    —¿Recuerdas todo lo que te enseñé el primer día que viniste aquí? Aprende a conocerlo, a leerlo, y verás los límites que tanto buscas.

    Tampoco podía hacerlo.

    —Si usas bien tus cartas, lo tendrás bailando en la palma de tu mano y podrás hacer lo que quieras. Y si tanto te agobia verlo… ayúdate a ti misma.

    Había hundido la mano en el cajón de mi tocador y de allí saqué una muy pequeña bolsa de plástico. La deslicé en su dirección y seguí cepillándome las cejas como si nada. Sasha me miró fijamente, lo noté, hasta que las agarró. A las pastillas.

    —¿Qué es esto?

    —Estimulantes, pero de los suaves —respondí, rizándome las pestañas—. No es lo ideal, ya lo sé, pero ayudan cuando estás muy cansada o muy dispersa. Te sentirás mejor, créeme. —Solté una risa nasal—. Sobrevivirás la noche, al menos, y de día nada parece tan terrible, ¿verdad~?

    Sonrió, o al menos esbozó una mueca parecida, y no dijo nada. La vi retirarse hacia el fondo de los vestuarios con el vestido y los zapatos, y entre tanto yo acabé mi maquillaje. Esta noche no vendría Takeuchi, no tenía por qué esmerarme demasiado. El pensamiento, la asociación acudió a mi mente como tantas otras veces pero hoy, bajo la mirada atenta de mi reflejo, me sentí extrañamente incómoda. Agaché la mirada. Había definido el vestido de la jornada en base a la pulsera que llevaba puesta.

    ¿Por qué?

    Mi móvil empezó a sonar con una llamada y me incorporé; era… privada, así que la tomaría afuera.

    —Te dejo un regalito en tu tocador —exclamé fuerte para que Sasha me oyera, deposité la cajita que provenía de Frank y ésta quedó junto a la bolsa de pastillas—. Relájate y disfruta, Sashie. Si no, este trabajo no tiene sentido~


    .

    .

    .

    The Chaos.


    —Parece que empieza a hacer calor —comenté al aire, agitando levemente las solapas de mi sobretodo—. Estaba tan lindo ahí adentro que había olvidado cuán abrigado vine.

    Sostuve la puerta para que la mujer pasara, quien me agradeció con una sonrisa fugaz mientras sacaba la cajetilla de cigarros del bolsillo de su delantal blanco.

    —Nunca falta el loco del aire acondicionado en ningún equipo —anotó, con serenidad y cierta diversión—. Ya todos nos volvimos inmunes a esa clase de resfriado.

    —Es como parte del rito de iniciación para volverse investigador.

    —Sí, algo así.

    Se rió entre dientes y encendió el cigarrillo, regresando todo a sus bolsillos. Sus tacones repiqueteaban suavemente sobre el piso empedrado conforme abandonábamos el edificio. La noche había caído como un manto profundo y las luces de las cientos de oficinas, departamentos y dependencias tintineaban a nuestro alrededor, convirtiendo el cielo en una mancha indefinida. Pasamos junto al bicicletero y giramos en el camino angosto rodeado por arbustos y ciertos árboles salpicados. RIKEN era un centro de investigaciones enorme.

    —¿No vuelves a casa? —inquirí, por hacer conversación.

    No estaba seguro por qué ella no se había quedado junto a la puerta, quizá tuviera ganas de estirar las piernas y ya. Fumó sin prisa y la suave brisa veraniega meció su cabellera, corta y rubia. Creí detectar un dejo de su perfume bajo el olor del tabaco.

    —Me gustaría, doy clases mañana, pero… —Otra calada, más humo—. Aún no ordené un papeleo.

    —Suenas como Mike Wazowski —anoté, junto a una risilla, y ella me miró confundida detrás de sus gafas.

    —¿Cómo?

    —Ah, es de una peli… No importa, ya estás vieja.

    —Muchas gracias —replicó, claramente irónica.

    Aquel camino se escurría entre el lateral de dos grandes edificios, uno era el Centro de Neurociencia y el otro, la cafetería. O una de las cafeterías. No me conocía el campus al dedillo.

    —¿Hay alguna otra reunión programada? —pregunté, sintiendo el calor en todo mi torso.

    —Por ahora no, tocan unas pruebas, algo de burocracia, una décimo sexta revisión, y recién ahí te estaría llamando.

    —¿Soy yo o están particularmente pesados?

    —Lo están —concedió, riendo—. No sé qué tanto les preocupa, quizá no esperaron que se apareciera un mocoso francés con un montón de dinero. Ya sabes, siempre son los mismos viejos japoneses de hace veinticinco años. En cualquier caso, el producto ya está listo… claro que eso no me corresponde a mí decidirlo.

    La miré de soslayo y capté la sonrisa cínica que decoró sus labios un segundo antes de cazar el cigarrillo. Ah, qué bien me caía esta señora.

    —Quizá debería preocuparte lo que el mocoso francés con un montón de dinero planee hacer~

    —Quizá, como debería haberme preocupado cualquiera de los vejestorios. El asunto es que me da igual.

    Volví a reírme en voz baja y derivamos en uno de los estacionamientos internos. Apenas aparecimos, las luces de mi coche se encendieron y me giré hacia Linda con las manos en los bolsillos, abriendo las solapas del sobretodo en un gesto teatral.

    —Me encantaría quedarme charlando, ma petite blonde, pero el deber llama~

    Otra de sus sonrisas extrañas y más humo.

    —Nos vemos, Dubois.

    La señora cumplía su rol a la perfección: era simpática, inteligente y no hacía preguntas innecesarias. Me despedí con una reverencia exagerada y recorrí el espacio hasta subirme en el asiento del copiloto. Aiden puso la reversa y estiró el brazo detrás de mi apoyacabeza.

    —¿Todo bien, jefecito?

    —Todo bien, empleadito.

    Compartimos una sonrisa ligera y, al pasar junto al camino, noté que Linda ya estaba regresando.

    —¿Qué edad se supone que tiene esa tía? —preguntó Aiden, estirando el cuello antes de enfocarse en conducir.

    Encendí el aire acondicionado, ignorando la mirada de soslayo de la pobre víctima con decisiones prudentes de guardarropa a mi lado, y me desparramé en el asiento a mis anchas.

    —Hmm… Es una buena pregunta. Parece como de treinta, pero habla como si tuviera cincuenta años. —Giré el rostro hacia él—. No te la recomiendo en absoluto. Está medio loca.

    —Y mira, a ti te quiero y todo —respondió al instante.

    Solté una risa floja, comprobando la ausencia de mensajes en mi móvil, y eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos un momento. Estaba un poco cansado.

    —¿Vamos al Paraja ahora? —buscó confirmar Aiden, y yo murmuré un sonido afirmativo—. Tiene más pinta de querer una cama, jefecito.

    —¿Qué clase de jefecito sería si no pongo la cara un rato, empleadito?

    —Uno promedio. —Se rió con ganas, tan enérgico y desfachatado como siempre—. ¿Y bien? ¿Alguna novedad? ¿O te hicieron venir al pedo por millonésima vez?

    —Ya sabes la respuesta. —Me acomodé en el asiento; el aire me había quitado el calor y me hice una bolita dentro de mi propia ropa—. Pero bueno, yo me metí en este baile, así que… Linda dice que ya está lista la droga, quizá consiga que alguien del departamento me facilite otro par de adelantos. Será más sencillo calcular los números finales de producción con algunos valores preliminares.

    —O sea, ratas de laboratorio.

    —Muy necesarias en todo avance de la ciencia, ¿no?

    —¿Y crees que haya alguien de arriba trabándote el negocio?

    —Es muy probable, pero ¿cuánto tiempo llevan ya estos japoneses roñosos intentando trabarme los negocios? ¿Y adónde llegaron?

    Escuché a Aiden sonreírse y abrí los ojos con pereza. Lo vi bajar el vidrio y despedir al guardia de la puerta oeste como si fuesen amigos de toda la vida; finalmente pisamos la 254.

    —Sería una lástima atrasarnos mucho, siendo que incluso tenemos a Nerima listo —anotó él, tamborileando los dedos sobre el volante tras poner música—. Esa sí que fue buena, eh. ¿Qué hay de Niiza? ¿Y podemos apagar el aire? Me estoy cagando de frío.

    —Pero tengo calor…

    —¿Y si, no sé, te quitas algo de ropa?

    —¿Que me quite algo de ropa~?

    Aiden captó mi miradita sugerente y chasqueó la lengua, lanzándome un manotazo vago al hombro. Solté una risa floja y suspiré, accediendo a su petición.

    —Tranquilo, no planeo que nos atrasen demasiado y Niiza está casi listo, también, sólo tengo que invitarle un cafecito al contacto que me pasó Teruaki —respondí por fin, con los ojos perdidos en la calle y las luces pasajeras de los demás coches; una sonrisa me tintó la voz—. Tengo demasiadas ganas de probar nuestro nuevo soldadito de juguete como para esperar sentado.

    No veía esperanzas de domesticarlo ni de construir el vínculo que había conseguido con Haru, Aria y Aiden, en absoluto. El pequeño Hattori ya tenía sus redes de contención finamente extendidas y gracias a ellas se había permitido el lujo de morder la mano que le daba de comer. O arrancarla, más bien. Jamás me juraría lealtad a mí, sólo aspiraba a endulzarle el oído y forjar una amistosa sociedad.

    —Tú y tus fijaciones me dan miedo —replicó Aiden, arrugando el gesto.

    Técnicamente fuiste una de mis fijaciones, meilleur ami.

    Precisamente a eso me refiero.

    Compartimos una risa breve y me desinflé el pecho, tallándome un ojo. Era como… una hora y media de viaje hasta el Paraja, tiempo más que suficiente para cargar energías.

    —Voy a dormir un rato —avisé—. Si pones la música muy fuerte o empiezas a cantar te dejo sin pelotas.

    Woah, scary~

    Con burla y todo, el imbécil bajó el volumen y no abrió la boca ni para respirar. Me desmayé en cuestión de minutos y me desperté super atontado cuando ya estábamos aparcando en el estacionamiento de siempre, a unos metros del club. Aiden se inclinó hacia mí y me palmeó la mejilla despacito.

    —Frankie, Frankie~ We’re here~ —canturreó en voz baja—. Ya despierta, Bella Durmiente, ¿o quieres un beso de este apuesto príncipe?

    —Pensé que eras el sapo —fue lo primero que fabricó mi neurona.

    Él se rió y bajó del coche, dando un portazo que me sobresaltó ligeramente. Me fregué los ojos, pasándome las manos por el rostro, y estiré el cuerpo lo más que pude. Volví a revisar el móvil en medio de la oscuridad del auto y a medio camino pensé en mi pobre cita. A ver, el kit de emergencias del carro… Me perfumé y peiné frente al espejo, pasé la lengua sobre mis dientes y comencé a mascar un chicle de menta.

    —¿Qué harás? —le pregunté a Aiden tras alcanzarlo en la puerta del estacionamiento; estaba fumando hierba.

    —Seguramente me quede a beber por aquí. No me necesitan en el club, ¿verdad?

    —Esta noche no. Cualquier cosa te llamo.

    —Sus deseos son mis órdenes, jefecito~

    Me guiñó un ojo, galante, y se marchó tras palmearme la espalda con una sonrisa socarrona. Afuera del coche hacía calor de vuelta, por fin me quité el sobretodo y entré al Paraja como si fuera mi puta casa. Bueno, lo era. El ambiente se sentía igual al de siempre. Las copas tintineando, el murmullo estable, exaltaciones esporádicas de los juegos y el jazz sonando de fondo. Identifiqué a Sasha casi al segundo de llegar, llevaba el cabello suelto y un vestido rosa pálido, de una tela que parecía sumamente suave y resbaladiza al tacto; me daba la espalda, sentada en la barra, y su pie en el aire se balanceaba distraído al ritmo de la música.

    Me sonreí. Quizá fuera una fantasía tonta, pero hacerla esperar era uno de mis detalles favoritos. Me gustaba imaginarla justo así, jugueteando con uno de sus aretes mientras giraba la copa sobre la madera, mientras las horas corrían y ella permanecía atada a la simple tarea de aguardar por mi presencia. ¿Se pondría ansiosa? ¿Se aburriría? ¿Pensaría en mí? Llevaba varios días sin encontrarla hablando con ningún hombre, y los posibles motivos me fascinaban uno más que el otro. ¿Era mi culpa? ¿Suya? ¿De Haru o Aria, quizá?

    Dejé mi sobretodo con el muchacho del guardarropas, recorrí el espacio sin prisa, sin quitarle la vista de encima, y regulé la amplitud de mi sonrisa al detenerme tras su espalda. Las posibilidades me cosquilleaban en la punta de los dedos y, tras un breve momento de ponderación, alcé la mano y deslicé su cabello hacia la izquierda. Rocé la piel de su hombro en el proceso, me embebí de su ligero sobresalto y detallé el arete que pendía de su oreja al girar el rostro hacia mí. Se los había puesto, olía delicioso, y exhaló con alivio al reconocerme.

    Así la quería.

    Perfecta.

    —¿Te asusté, ma chère? —indagué en un murmullo suave, abandonando el roce de sus hebras a cámara lenta.

    —Tienes cara de que si digo que sí quedarás encantado —replicó con la liviandad usual.

    Mi sonrisa se amplió al saberme expuesto y suspendí el dorso del dedo índice bajo el arete. Era pequeño y delicado, de oro blanco y con un cuarzo transparente engarzado. Lo contemplé el tiempo que me dio la gana y ella se limitó a permanecer quieta. Era otro de mis detalles favoritos.

    —Cuando los vi pensé inmediatamente en tus ojos. —La miré—. Te quedan preciosos, Sasha. ¿Te gustan?

    Ya sabía la respuesta.

    —Sí, son hermosos~

    Pero adoraba escucharla.

    —Me alegro.

    Me senté en el taburete a su lado e invoqué a Yuuji con un simple movimiento de mano. Le pedí un whisky, Sasha le dio un profuso trago a su bebida y la recorrí con disimulo, de pies a cabeza. Casi siempre utilizaba vestidos con una honda escisión en la falda. Me gustaban las mujeres que sabían lo que les sentaba bien.

    —¿Qué te pediste? —indagué, no era un gin de los de siempre.

    —Yuu me comentó que estaba probando unos nuevos tragos de autor y me dijo si quería ayudarlo. —Se rió con frescura—. Básicamente está experimentando conmigo, ¡pero está muy rico!

    Aquello último lo agregó estirando el cuello y mirando a Yuuji, quien, desde su posición, sonrió y alzó un pulgar.

    —Les damos puntuaciones del uno al diez —explicó él, preparando mi bebida—. Sacamos el promedio y de cinco para abajo, descartados.

    —¿Sólo cinco? —lo molesté, burlón—. ¿Dónde quedaron tus estándares, Shinoda?

    —Junto al aumento que me niegas, Dubois.

    Me reí, profundamente divertido. Ese chico era un descarado y si no fuera el sobrino de Kenichi ya estaría pidiendo la puta limosna debajo de un puente mugroso, pero contra ciertas bestias no se podía luchar. Al menos sus respuestas irreverentes condimentaban la noche, aunque… Miré a Sasha y ladeé la cabeza, preocupado.

    —¿No te ha hecho beber mucho?

    Ella soltó una risa nasal.

    —Si lo que preguntas es si me puso un arma en la cabeza para tomar, no. We’re just having a good time~

    Regresó la atención a su copa, ah, tan indefensa, y la detallé en silencio, sin responder una palabra. Detallé su perfil, sus labios aplastados en el cristal, el movimiento de su garganta y la caída de su cuello hacia sus hombros. La piel tersa, el escote incipiente. La tela de su vestido lucía tan suave… y tan resbaladiza…

    —Aquí tiene, mi Señor —canturreó Yuuji, depositando el whisky frente a mí.

    Parpadeé, la música se reinició contra mis oídos y le dediqué una sonrisa de agradecimiento al muchacho. Los hielos tintinearon al pasar el trago de fuego, placentero, y me relamí los labios. Tenía sed.

    ¿Qué me detenía?

    —¿Comiste algo? —le pregunté a Sasha, mirando por encima de su hombro.

    De pequeño siempre había sido precavido.

    —No, ¿por?

    Me gustaba cuidar mis juguetes.

    —Hay una sala libre. —Me incorporé con el whisky en una mano, la otra la extendí hacia ella—. Acompáñame, linda. Te invito lo que quieras~

    ¿Seguía siendo ese niño?

    Aceptó, por supuesto, recogió también su bebida y tuve que afianzar el agarre en cuanto se puso de pie, puesto que perdió ligeramente el equilibrio. Se rió, yo sonreí y mi pulgar acarició su piel casi con timidez. Tan tersa, tan suave. Las posibilidades me cosquillearon en la punta de los dedos, ponderé y cedí, girando el rostro hacia Shinoda.

    No.

    —Me la llevo, Yuuji. Ojalá me perdones~

    Estaba muerto.

    Lo había matado.

    La respuesta del insecto fue inconsecuente a mis oídos. Comencé a caminar analizando los alrededores, y al no ver a Haru apresuré el paso. Seguro se enfadaba conmigo si me pillaba, ¿verdad? Y Haru enfadado daba algo de miedo, en especial luego de haberme dicho tantas, tantas, tantas veces que no hiciera estupideces. Que no abusara de mis privilegios. Todos los caprichos tenían límites, decía. Era absurdo.

    Dejé pasar a Sasha primera y cerré la puerta detrás de mí. La mesa, rectangular, estaba anclada al centro y era rodeada por un sillón de cuero de tres brazos. Ella se sentó, deslizándose hacia el interior, y yo me ubiqué a su lado. Dejamos las bebidas sobre la madera y me acerqué su copa a la nariz con curiosidad, arrugando el gesto. ¿Cuánto alcohol había consumido ya la criatura? Siempre se regulaba con suma precaución, ingería de a sorbos ligeros y apenas mojándose los labios.

    —Nunca conseguí que me guste el whisky —anotó, divertida, agarrando mi vaso—. Pero dicen que el paladar se educa, ¿cierto?

    No llegué a detenerla. Solté el aire por la nariz, jocoso, y me encogí de hombros, liberando ambas manos. Había pensado en pedir la comida, pero…

    —Estás particularmente encantadora esta noche, mon ange. —Sentí la voz vibrarme en la garganta y giré el torso hacia ella, descansando el antebrazo al borde de la mesa—. ¿Hay alguna buena noticia que amerite mi conocimiento?

    Con aquella distancia su fragancia palpitaba a mi alrededor sin piedad, era dulce y elegante. Su sonrisa se ensanchó, liviana, y percibí una bien conocida lejanía en sus ojos, una nube de confusión empañando su mirada.

    I’m just feeling good. —Me picó la nariz, inclinándose hacia mí, y distinguí su denso aliento a alcohol—. Estaba teniendo días de mierda, ¿sabes? Y me costó un montón venir aquí, pero ahora… ahora me siento bien~

    —¿Te sientes bien? —susurré, recorriendo sus facciones con la vista, y el cosquilleo se expandió a mis manos, mis brazos, la totalidad de mi pecho.

    —Mhm~

    El sonido se me asemejó a un ronroneo, fue exquisito y tenté la piel de su cuello con la yema de los dedos. La oí exhalar por los labios entreabiertos, noté que cerró los ojos y escondí el rostro allí, debajo de su mandíbula. Mi aliento rebotó, sentí la garganta seca y escuché las voces a mi alrededor. Decían que tuviera cuidado, que la tela era frágil, que los brazos podían romperse. Que no debía desplumarlos.

    Que no podía matarlos.

    —Adoro tu cuello —murmuré, embriagándome en la imagen de su piel—. Es tan delgado, tan blanco… ni una pequeña marca…

    También decían que si lo compraba era mío.

    —Impoluto…

    Y si era mío, ¿por qué no podía?

    —Perfecto…

    Desgarrarlo.

    Romperlo.

    Aplastarlo.
    Presioné los labios en un toque suave, parpadeé y ajusté la mano izquierda al otro lado de su cuello. Dos, tres, cuatro besos, me relamí con la punta de la lengua y me acerqué aún más a ella. Oí su respiración agitada, agaché la mirada y la sangre me latió en el cerebro al ver su escote desde aquel ángulo.

    —Frank…

    Pestañeé con fuerza, tenía los sentidos embotados y abrí la boca, besando su cuello con una ansiedad repentina y desaforada. Su cuerpo cedió contra el espaldar, me cerní sobre ella, rocé su piel con los dientes y arrastré la mano hacia la entereza de su pecho. Ardía. Ardía sin tregua.

    —Frank, yo…

    Clavé una rodilla entre sus piernas, forzándola a separarlas, y arrastré la lengua sobre sus clavículas, bajo su garganta, alcanzando el escote del vestido. Su pecho subía y bajaba con frenesí y la textura del plástico me forzó a detenerme. Parpadeé, confundido, y extraje lo que asomaba de su corpiño: una pequeña bolsa llena de pastillas rosas con fantasmas impresos.

    Combinaban con su vestido.

    La idea fue inconsecuente y alcé a mirarla entre mi cabello revuelto, separándome de su cuerpo. Ardía, sí, pero ardía de verdad. Tenía el rostro enrojecido, estaba empapada en sudor y la respiración le iba para la mierda. Reconecté los cables a la fuerza, presioné dos dedos al costado de su cuello y siquiera me molesté en contarle las pulsaciones. Chasqueé la lengua y ella me enfocó milagrosamente.

    —Frank… ¿qué…? ¿Qué me pasa?

    Me puse en pie y saqué el móvil de mi bolsillo. Marqué y esperé mientras la veía desplomándose sobre la mesa, intentando incorporarse. Las manos le temblaban, los brazos, todo el cuerpo. Arrastré mi cabello hacia atrás y bufé, exasperado. No esperé ni a que Haru respondiera cuando me atendió.

    —Ven a la Sala Jade, ya.

    Me eché contra la pared. En cuestión de medio minuto la puerta se abrió, Haru conectó con mis ojos y le señalé a la chica con la barbilla. Estaba lloriqueando y balbuceando en vete a saber qué idioma, era una mezcla indiscernible de inglés, francés y japonés. Dejé caer las pastillas sobre la mesa.

    —¿Me explicarás qué es esto? —demandé, serio y calmado.

    Haru se había quedado congelado y destrabó las articulaciones para acercarse a Sasha. La ayudó a erguirse con una delicadeza impropia, le corrió el cabello del rostro empapado e insistió en encontrar su mirada.

    —No lo sé —reconoció, sin dejar de sostenerla—. No tengo idea, yo…

    Se interrumpió a sí mismo y giró el cuello en mi dirección.

    —Dile a Aria que venga.

    ¿Más gente a la fiesta? Exhalé por la nariz, extenuado, y le marqué también a ella mientras Haru llamaba a Pierce en murmullos suaves.

    —Yo que tú me alejaría, en cualquier momento vomita —le advertí—. ¿Aria? Ven a la Sala Jade. Sí, ahora, es urgente. Yabo dice que vengas.

    No había criatura más diligente que Haru en este mundo, eso quedaba claro. La rubia llegó después de un rato mientras él le daba palmaditas suaves a Sasha en la mejilla, insistiendo en mantenerla despierta. Entró a la sala como si le hubiésemos interrumpido el polvo del siglo y se quedó absolutamente inmóvil al ver a Pierce. Alcé las cejas, curioso.

    —Oh, la, la, parece que Yabo tenía razón. —Separé la espalda de la pared y alterné la mirada entre ambos, absolutamente serio—. Arreglen este desastre. Ahora mismo.


    .

    .

    .

    The Wanderer.


    Frank recogió su whisky y desapareció por donde Aria acababa de llegar. Parte de la tensión que sentía acumulada se disolvió en su ausencia y, apenas oí el cerrojo de la puerta, el apremio burbujeó fuera de mi cuerpo.

    —¿Qué mierda es esto? —demandé, mirando a Aria desde abajo—. ¿Cómo se te ocurrió darle esa porquería?

    —Yo no… —se apresuró por responder y chasqueó la lengua—. No tiene sentido, si son suaves, a mí no me hacen nada.

    —¡A ti! Sólo Frank te saca el listón de las drogas duras, Aria, por favor.

    —Te digo que no tiene sentido —insistió, acercándose, y me forzó a retroceder con un “quita”—. La diseñamos específicamente para que sea de amplio espectro, no debería generar efectos secundarios fuertes, no sin…

    Los dos miramos la copa al mismo tiempo y luego el uno al otro.

    —¿No le dijiste que no podía beber?

    —¡Nunca bebe nada! Se pasa la noche entera con el mismo trago.

    —¿Y no pensaste que esa mierda de ahí podía afectar su comportamiento? —reclamé, enfadado—. ¡Tiene dieciocho años, Aria!

    —¡¿La querías relajada o no?! —espetó, haciendo retroceder mi molestia—. ¿La querías sumisa y maleable para que Frank se divierta? ¡Pues aquí la tienes!

    ¿Me estaba echando la culpa? Comprimí los puños, frustrado, y me forcé a enfriar la cabeza para poner las piezas en orden. Teníamos a Pierce aquí hecha una desgracia y era una empleada del club, bajo ningún concepto podíamos permitirnos exponerla al público. ¿Serviría de algo averiguar qué había consumido? La había visto un buen rato charlando con Yuuji, en la barra. Por otro lado, había un baño femenino a dos puertas de distancia. Agarré las pastillas de un manotazo, las hundí en el bolsillo de mi pantalón y olfateé el trago a medio consumir. Me cagaba en los muertos de Yuuji, apestaba a vodka.

    —Llévala al baño —ordené—. Hazla vomitar. Llamaré a Carter para que las lleve a tu casa, la cuidarás hasta que se recupere. —Noté sus intenciones de quejarse y la corté—. Sin un puto pero. Es tu desastre, Aria, arréglalo. Y llévala con disimulo, no la arrastres por el piso.

    —¿Te piensas que soy imbécil?

    No respondí nada, abrí la puerta con fuerza y luego la moderé al cerrarla. Recorrí el espacio con la vista, todo seguía en orden y me vacié los pulmones conforme me acercaba a la barra. Le di dos golpecitos y Yuuji se acercó, liviano como siempre.

    —¿Sí, boss?

    —¿Qué le preparaste a Pierce?

    Parpadeó, probablemente confundido por la pregunta repentina, pero no indagó y se puso a hacer memoria.

    —Hmm, estuve armando unas recetas nuevas y se las di para que probara. Realmente tenían muchas cosas… Cynar, gin ahumado, cachaza, almíbar de canela, vodka, granadina…

    Qué va, con eso me alcanzaba. Volví a respirar con pesadez y me giré al notar que los ojos de Yuuji se enfocaban a la distancia. Increíble, Aria había logrado ponerla de pie. La llevaba envuelta por la cintura pero desaparecieron rápidamente dentro del baño y sin llamar la atención de los clientes. Saqué el móvil, busqué el contacto de Aiden y me llevé el aparato a la oreja. Al conectar con mis ojos, Yuuji comprendió la orden silenciosa y agachó la mirada, alejándose.

    —Yo sabía que iban a interrumpirme en algún momento… —se lamentó Aiden, suspirando con profundo pesar.

    —¿Carter? ¿Dónde estás? —Escuché la música estruendosa de fondo y fruncí el ceño—. Ven al Paraja, es importante.

    —Sí, sí, ahí voy. Dame quince minutos.

    Esos quince podían convertirse en treinta, pero ya escapaba de mi control. Con la situación contenida, al menos en teoría, recargué la espalda en la barra y resoplé, relajando la tensión a consciencia. Me pasé una mano por el cabello, me rasqué la nuca y le escribí a Aria, avisándole que Carter venía en camino. Sería un poco arriesgado, pero tendríamos que llevar a Pierce hasta la zona de servicio para poder sacarla por la puerta trasera. Miré alrededor y no di con Frank, ¿se habría metido en alguna de las salas de juego?

    Sabía que todo esto era un capricho para él, un entretenimiento personal; sabía de las cosas que era capaz y aún así… No lograba quitarme la imagen de la cabeza. Sus ojos, serenos, impasibles, observaban el cuerpo rígido y tembloroso de Pierce como si fuera un juguete descompuesto. Intentaba controlarlo, mantenerlo a raya, pero ¿no era absurdo en sí mismo?

    ¿Qué mundo veían sus ojos?

    ¿Pretendía atar a un animal salvaje e impredecible? ¿Forzarlo a vivir como los demás? ¿Las cadenas no cederían, acaso, y el rebote me rompería los huesos? A mí, a Aria, a Aiden. A Sasha. Santo cielo, Sasha. Habíamos arrastrado a una niña a este puto infierno sin cuestionarlo. ¿Qué mierda teníamos en la cabeza?

    Siempre me lo había preguntado.

    Y ahora mismo, no sabía si quería una respuesta.
     
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    Gigi Blanche

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    Kill our way to heaven [Gakkou Roleplay | Explícito]
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    N/A: ya a esta altura tengo que buscar cómo se escriben estos números romanos porque me dejas y le pongo XXXX por más pinta de video porno que tenga.

    WE'RE BACK JUA JUA y con más quilombos, oh yeah. Esto es canon para el día 66 in-rol aka viernes 03 de julio. Siempre digo lo mismo but IM SO EXCITED de ir avanzando en los quilombos familiares, digo en la vida de Yuta. Ya de paso empiezo a introducir a las ratas, que llevo meses postergándolo. ¿Son todos del Genshin? Son todos del Genshin.

    No es que sea 100% necesario buuut tener leído el fic anterior enriquece la experiencia de este (? Y ya que lo mencioné, mil gracias a Pau y Gabi por haberlo leído <333

    MEN pasé por veinticinco mil rolitas y la mitad de la discografía de Bad Omens escribiendo esto, pero weno, voy a dejar la canción que escuché los primeros dos segundos y dije THIS IS IT y me impulsó a empezar a escribir este fic de una buena vez, que lo tenía planificado since ages ago. Es lo último que cocinó our king Adam Jensen Y ESTÁ TREMENDO

    Sin más preámbulos, adentro fic!





    when i open up my eyes all i see is truths and lies
    when i move my mouth to speak all i hear is blasphemy

    i’m living inside this steel cage
    dancing in a masquerade
    handguns folded in my suitcase
    monsters at the pearly gates


    .

    .

    .


    The Goryō
    | Yuta Hattori |

    .

    .

    .

    No lo podía creer. Apenas deslicé la puerta mis pies quedaron adheridos a la pasarela, incapaces de avanzar. Sus ojos escarlata chocaron con los míos, esbozó una pequeña sonrisa y tuve que pestañear, incrédulo. La reconocí al instante, aún si el recuerdo era difuso, lejano y estaba borroneado, estropeado, como un rayón grabado con maña sobre una fotografía antigua. En eso se había convertido, en una mancha. Papá había erradicado su existencia de la casa, de la boca de los empleados, y puede que fuera la única decisión que jamás le reproché. Ahora estaba allí, en la sala de audiencias del viejo, con la insignia de nuestro clan tras su espalda. Sentada sobre su zabuton.

    Me tomó apenas un segundo darle la vuelta a la sorpresa. Mi cuerpo se reactivó, solté una risa nasal e ingresé en el espacio. Kaia me imitó, en silencio, y paseé la vista. Mamá estaba sentada frente a ella, sobre el tatami, y al chocar con mis ojos me concedió una sonrisa amplia, entusiasmada y llena de ilusión. O eso intentaba sentir, claro. Las comisuras no se elevaron lo suficiente, el alivio no llegó a su mirada. Se suponía que la felicidad le brotara por los poros, ¿no? Finalmente veía a su hija después de tantos años.

    Pero nada era nunca tan sencillo.

    —Mira nada más, cuánto has crecido. —La voz de mi hermana se elevó, elegante y relajada—. Santo cielo, estás altísimo, Yuta. ¿Cuánto mides?

    Me detuve entre ambas, hundiendo las manos en los bolsillos del pantalón, y me armé de paciencia antes de mirarla. Apenas llegamos de la escuela, un miembro del personal nos atajó entrando a nuestras habitaciones y nos indicó que mamá nos esperaba en la sala shion. Ese era el espacio de Yoshihide por excelencia, la pobre mujer siquiera osaría poner pie adentro incluso con el viejo pudriéndose en un ataúd. Aún menos querría hacerlo. Era probable que estas paredes llevaran impregnada la esencia del infeliz y que le estrujaran el cuerpo hasta reventarle los pulmones. Yo tampoco había entrado desde que los fantasmas se lo llevaron, era una habitación tan sagrada como maldita. ¿Por qué nos convocaría aquí? Se me ocurrieron muchas posibilidades durante el camino, pero ¿esto?

    ¿Ella?

    —El lugar de papá —destaqué, mirando el cojín donde permanecía sentada, y una sonrisa ácida me estiró los labios al regresar a sus ojos—. ¿Te parece, Mirai?

    Su expresión se moduló instantáneamente en preocupación y llevó una mano a su pecho.

    —Si te molesta, Yuta, me moveré de inmediato.

    Me mantuve en sus ojos, esforzándome por dilucidar sus intenciones, la honestidad de sus ademanes, y sentí un claro chispazo de frustración al saberme incapaz. Presioné la lengua dentro de mi boca y giré el rostro hacia mamá. No iba a tragarme el numerito como si esto fuese una puta fiesta sorpresa de cumpleaños.

    —¿Desde cuándo lo sabías?

    —Un par de días —respondió, las manos entrelazadas sobre su regazo siguieron jugueteando entre sí—. Pero en teoría llegaba la semana que viene, yo no-

    —Un par de días —retomé, cortándola, y miré a mi hermana—. Un par de días… Qué casualidad, ¿no? ¿Qué ocurrió, Mirai? ¿Te fue difícil llegar para el funeral?

    —Para nada —admitió, serena, y sonrió—. ¿Debería haber llegado?

    —Igual planeabas venir, ¿no?

    Era consciente de la presencia de Kaia a mi lado, ligeramente por detrás, pero no se movió un centímetro ni pretendió intervenir en absoluto. También era consciente de que Mirai siquiera le había dirigido la mirada.

    —Yuta, no es necesario esto —murmuró mamá, conciliadora, e intentó sonreír—. Llevaban tantos años sin verse, ¿no podrían… saludarse, al menos?

    Me había tragado el impulso de volver a interrumpirla para ver cómo mierda acababa la oración, con qué excusa barata de reencuentro familiar intentaría forzar la ilusión sobre nosotros; sobre todos, como siempre hacía. Sonreí, irónico, y suavicé mi voz.

    —Lo siento, madre, ¿te decepcioné? ¿Querías que nos abrazáramos y empezáramos a llorar? —Sentía el veneno amargo al fondo de la garganta y giré el rostro hacia Mirai—. Hermana, tanto tiempo. ¿Nos trajiste recuerdos? Fueron unas vacaciones largas, ¿a que sí? Debes tener un millón de fotos para mostrarnos.

    —Yuta… —intentó advertirme mamá, conflictuada.

    Pero la voz de Mirai fue mucho más firme.

    —Tan arrogante como siempre. ¿Te satisfacen estos numeritos, Yuta? ¿Alimentan tu ego?

    —¿Cuál ego? —repliqué, filoso, y me incliné hacia ella—. ¿No será el tuyo el problema?

    —Yu.

    Kaia se abrió paso entre la bruma, despejando la ira que empezaba a hacer cortocircuito, y volteé a mirarla. Su mirada era suave, meneó apenas la cabeza y me indicó a mamá, en silencio. La diferencia entre ella y Mirai era abismal. Mi hermana permanecía inmóvil, impasible, con la espalda recta y una sobriedad que la hacía ver compuesta y madura. La silueta de mamá se había encorvado, los hombros le temblaban ligeramente y sus uñas insistían entre sí. Boté el aire, exasperado, y le bajé dos líneas a la intensidad.

    —Tía, ¿vamos a pedir que preparen el té en la cocina? —Kaia avanzó, acuclillándose a su lado, y apoyó una mano en su espalda—. Así bebemos todos juntos.

    Mamá alzó el rostro, le sonrió con suavidad y asintió. Kaia la ayudó a incorporarse y, tras girarse en mi dirección, me dedicó una única mirada que fungió de consejo y advertencia.

    —Les avisaré cuando esté listo —murmuró mamá, sonriéndonos a Mirai y a mí, y se retiraron.

    Bueno, eso era un problema menos. Aguardé a oír la puerta cerrándose tras mi espalda, el silencio presionó y Mirai me sonrió, cortés, indicándome el espacio que mamá había ocupado hasta ahora. La condenada hija de puta se negaba a abandonar el zabuton. Accedí de mala gana pero conservando la fachada de calma, me senté frente a ella y la miré. Sus ojos me recorrieron, tan serenos como analíticos, y arrugó apenas el ceño al derivar en mi mano izquierda.

    —¿Por qué llevas un solo guante?

    —Unas cicatrices.

    —Ah… ¿Puedo ver?

    —Por algo uso el guante, ¿no?

    Soltó una risilla divertida y mi semblante se endureció.

    —Te veo bastante relajada —agregué.

    —Lo estoy, ¿puedes culparme? —Suspiró aliviada, recorriendo el espacio con la vista—. Apenas llegué aquí, a la casa, sentí una opresión horrible en el pecho. Al bajarme del coche, atravesar la puerta y recorrer los jardines. Sentía que me respiraba en la nuca, que oía su voz tras las paredes, que podría aparecer de cualquier esquina y sería mentira que había muerto. Pero al llegar aquí, al ver esta sala vacía… la sensación desapareció por completo.

    —Y lo primero que hiciste fue poner el culo en su lugar. Un simbolismo un poco cagado, ¿no te parece? —repliqué al instante, y ella volvió a reírse.

    —¿Vas a decirme que no te sentaste aquí ni una sola vez en estas semanas?

    Tenía la respuesta preparada en la boca, pero recordé de repente la noche del secuestro y tropecé. Las imágenes de ese momento no eran demasiado claras, aparecían cruzadas por una ira casi cegadora, y las palabras de Mirai reflotaron un detalle que había anulado. Sí lo había hecho, ¿verdad? Con Yoshihide maniatado, sudado y sangrando frente a mí, me había desplomado precisamente en el lugar que ahora ella ocupaba. Fue breve, pero la cabrona detectó mi duda y se sonrió, complacida. Ya no tenía sentido que negara nada, mucho menos podía alardear de ningún supuesto derecho. Ni siquiera mamá sabía lo que habíamos hecho.

    Aún así, me tocaba las pelotas.

    —¿Cómo ha estado mamá? —preguntó, deslizando la mirada a la puerta cerrada con una nota de melancolía—. Supongo que todo esto ha sido difícil para ella, la noto… frágil, pero es entendible. También supuse que mi regreso empeoraría ciertas cosas, sólo esperaba que aliviara otras. —Volvió a mirarme y suspiró, decepcionada—. Aunque no ayudaste nada, Yuta.

    Se me aflojó una risa, fue inevitable. ¿Ahora yo tenía la culpa? Reajusté la posición, flexionando una pierna y apoyando dicho antebrazo en la rodilla.

    —Si tú también querías un abrazo lo hubieras dicho antes —ironicé, y el disgusto se me imprimió en el semblante—. ¿Cómo ha estado? ¿Cómo crees que ha estado, Mirai? Dime una cosa, ¿cuántas llamadas no regresaste? ¿Cuántas navidades no tuviste la decencia de venir? ¿Tienes idea cuántas veces la tuve que escuchar quejarse de que su propia hija la trataba como una extraña?

    —La invité varias veces a visitarme en Sapporo y ella nunca accedió —replicó, serena.

    —Ah, ¿querías que fuera con los infelices que la vendieron como ganado?

    Se encogió de hombros.

    —¿Y ella quería que viniera con Yoshihide? Yo fui la que tuvo que irse de su casa con catorce años.

    —Y a ella la despacharon de Hokkaidō con apenas diecinueve, pero ¿qué es esto? ¿Una puta competencia? —reclamé, molesto—. Si vas a venir, al menos ahórrate el acting, Mirai. No le hagas creer que te preocupas por ella para que al próximo volunto mental te vuelvas a ir a la mierda.

    Mantuvo la mirada sobre mí, en silencio. Me miró como si fuera un crío berrinchudo y me removí, incómodo. Tenía que mantener la calma, lo sabía, pero estaba aquí. La hija de puta estaba aquí, muy fresca, y no podía perdonarla.

    Llevaba nueve años sin poder perdonarla.

    —No planeo hacerlo —negó, cerrando brevemente los ojos, y esbozó una pequeña sonrisa. Su mirada escarlata se ciñó en mí—. No planeo irme, Yuta.

    Tuvo la contundencia de un golpe. Éramos iguales, los dos reflejábamos con una precisión casi siniestra los rasgos característicos de nuestro clan y como tal, como la sangre que fluía en nuestras venas, lo sabía. Sabía que Mirai era una existencia que me había convenido mantener alejada, que todo lo que había logrado había sido gracias a su ausencia. La resentía por abandonar a mamá, por abandonarme a mí, y al mismo tiempo había deseado que jamás volviera. La observé, tan regia, tan elegante, sentada sobre el zabuton, y lo comprendí.

    —¿De veras crees que te aceptarán? —indagué, ácido.

    —Tendrán que hacerlo. Sé que los detestas, Yuta, pero los Aoyama fueron increíblemente gentiles conmigo. Me acogieron, escucharon mis deseos y me instruyeron en todo lo que Yoshihide siempre me negó. Entiendo que lo que hicieron con Mashiro-

    —Mamá —la interrumpí, rotundo—. Mamá, Mirai.

    Ella parpadeó y suspiró.

    —Lo que hicieron con mamá estuvo mal —retomó—, pero mi historia es diferente.

    Yo no tenía intenciones de suceder al viejo en sus responsabilidades oficiales, ¿pero eso Mirai lo sabía? ¿Tenía forma de saberlo? Repasé las posibilidades a velocidad, casi frenético. Los Aoyama eran uno de los principales clanes militares en Hokkaidō, sostenían el peso del Ejército del Norte desde hacía generaciones, pero su enfoque y especializaciones distaban de las nuestras. Mirai no tenía forma de haber sido instruida en el ninjutsu… ¿verdad? En ese caso, ¿qué hacía aquí? ¿Pretendía desafiarme abiertamente?

    ¿Con qué derecho?

    —¿Estás hablando en serio? —Le di una última oportunidad de retractarse, Mirai asintió y una sonrisa de mierda me descubrió los dientes—. El viejo no debe haberse ni podrido bajo tierra ¿y tú ya apareciste aquí con pretensiones? ¿Como si tuvieras alguna clase de derecho en esta casa? ¿Quién mierda te crees que eres?

    —Soy tu hermana mayor, Yuta. Quieras aceptarlo o no, tengo tanto derecho como tú a vivir aquí. Los Aoyama-

    —Y si tan bien te trataron esos infelices, ¡¿por qué mierda no te quedas con ellos?! —La cadena se zafó y sentí el corazón en la garganta—. ¿Qué mierda pretendes aquí? ¿A qué viniste?

    —No lo entiendes. —Negó con la cabeza varias veces, masajeándose la frente, y soltó el aire por la nariz—. Por supuesto, ¿cómo lo harías? Siempre fuiste el niño dorado, engreído y caprichoso de Yoshihide.

    El desprecio me recorrió el cuerpo, lo envenenó y consumí la distancia de un movimiento rápido, jalándola hacia mí del pliegue de la yukata. Su cabello era una pesada cortina nívea que le alcanzaba las caderas, reaccionó al sacudón y sus ojos, de la misma sangre que los míos, se cernieron a mi figura con algo muy parecido a la ira.

    —¿Piensas que te tengo una pizca de respeto por ser mayor que yo? —siseé, cerca de su rostro—. No eres la única que vivió un infierno bajo la sombra del viejo, pero te fuiste como si todos fuéramos tus enemigos. Tú me convertiste en un enemigo, Mirai, tú te lo ganaste, ¿y crees que ahora puedes aparecer aquí toda digna y estirada, arrastrar a mamá a esta sala, darme órdenes? ¿Crees que te dejaré hacerlo? Fue Kaia la que tuvo que consolar, abrazar y sostener a tu madre mientras tú jugabas a los soldaditos en la otra punta del país.

    —¿Y qué hace una cría sosteniendo a una mujer? —replicó, aferrándose a mi brazo con fuerza; sentí cada uno de sus dedos a través de la camisa—. Mamá siempre fue débil, no es mi culpa. No iba a sacrificarme y desperdiciar mi vida por ella. Tú siempre tuviste un futuro aquí, Yuta. Yo no.

    Quizá lo oí incluso antes de que lo dijera precisamente por la cadena que nos unía. Pensé que se callaría, que no seguiría empujando, pero su sonrisa fue un augurio horrible y con la mano libre empuñó la daga.

    —Además, ¿qué me reclamas? Una necesitaba una hija y la otra, una madre.

    Y la enterró.

    Me aferré aún más a su ropa, el aire me silbó entre los dientes y la jalé con tanta fuerza que la arranqué del zabuton. Trastabilló, la oí maldecir y forcejeamos hasta que me deshice de su agarre y la empujé hacia un lado, lanzándola sobre el tatami. Me incorporé al instante, el cuerpo me hervía y la miré desde arriba. Ahí estaba, la verdad debajo de la elegancia, las sonrisas corteses y toda la demás mierda prefabricada.

    Nuestros ojos eran de sangre y de fuego, nada más.

    —Tienes razón —mascullé—. Vete de aquí, Mirai. Vete y no vuelvas nunca. Nadie aquí te necesita.

    Consumí la distancia hasta la puerta completamente cegado, la hice rebotar dentro de sus rieles y me detuve de golpe, a punto de chocar con Kaia. Sus ojos me vieron muy abiertos, yo contraje el semblante y la rodeé, siguiendo mi camino por la pasarela.

    .

    .

    .

    Le di una calada al porro y bajé el brazo, distrayendo la vista en el fluir nocturno de Shinjuku. Estaba rodeado de edificios, coches y luces de neón. Luego de pitarme de casa fui directamente a lo de Taichi y allí consumimos oxígeno hasta que, un par de horas después, quedamos con los demás. Los seguí hasta aquí sin una pizca de pensamiento y antes de entrar con ellos al pub de mala muerte me excusé con el cigarro de turno. El móvil me había vibrado hacía cinco minutos y Taichi había comprendido la señal, se los arrastró a todos y me dio la privacidad que necesitaba; que estos cabrones demandaban, más bien.

    Un coche negro aminoró la velocidad conforme se acercaba y se detuvo frente a mí, activando las balizas. La ventanilla del conductor descendió y apareció un muchacho rubio con sonrisa de modelo de revista, que apoyó el codo en la puerta y se inclinó ligeramente, manteniendo la otra mano en el volante.

    —¿Hattori? —arriesgó, supuse, por costumbre antes que otra cosa.

    —El mismo —concedí, bastante teatral, sin despegar la espalda de la pared—. Pensé que vendría Yaboku.

    —Sí, bueno, tenía cosas que hacer. —Su sonrisa se ensanchó—. Pero ¿a que soy mejor que ese perro viejo~?

    Tapé una risa floja con el porro, retuve el humo sin prisa y, conforme lo soltaba, consumí la distancia que me separaba del coche. Él quitó el codo de la puerta y yo ocupé dicho espacio con ambos antebrazos, agachándome.

    —Va a parecer que te estoy vendiendo una comida de polla —bromeé, liviano, y él se carcajeó.

    —Eso depende de cuánto cobres, pretty boy.

    —Nah, te la tendrías que ganar. —Me repasé los dientes con la lengua y golpeteé apenas el porro que colgaba entre mis dedos, sin quitar la vista del tipo—. Al menos los voy cazando de a uno, como pokemon salvajes.

    El rubio se relajó en el asiento y soltó otra risa. Le eché un vistazo disimulado al interior del coche pero no detecté nada relevante, ninguna pieza de información personal. Debía ser un vehículo de trabajo, probablemente intercambiables.

    —Un placer conocerte, rookie. Espero que trabajar contigo sea más fácil que con los otros locos.

    —Seguro te decepciono.

    —¿Qué haces por aquí? ¿Saliste a beber?

    ¿La small talk era necesaria? ¿El riesgo de que nos vieran no crecía exponencialmente con cada segundo que pasaba? O quizá debiera apagar el cerebro, frenar los circuitos y dejar de buscar amenazas en cada recoveco.

    —Sí, los chicos están adentro —respondí, echándole un vistazo breve a la esquina a mi izquierda—. ¿Y bien? ¿El chico de los recados trajo el recado?

    Aye, sir~ —canturreó, risueño, y hundió una mano en el bolsillo de su chaqueta.

    Las luces de neón le arrancaron chispazos fugaces al revés metálico del blíster. Lo acepté sin quitarlo aún del coche y detallé las pequeñas pastillas alineadas en su interior. Eran rosadas y triangulares, de bordes redondeados, como púas de guitarra. Una sonrisa me torció la boca. Llevaban impreso un fantasmita caricaturesco.

    —Adorables —murmuré, divertido, y de un movimiento rápido y fluido las desaparecí en el bolsillo de mi pantalón—. ¿Tienen nombre ya?

    Ghost. No nos matamos mucho pensando, evidentemente, pero es mejor mantenerlo simple, ¿no? —Regresó las manos al volante—. Ni se les ocurra aún venderlas, Hattori. Hay un montón de detalles de mercado y distribución y bla, bla, bla que mejor los hablas con Yabo, él es el inteligente de la sociedad. Considera esto… una muestra gratis. Pruébalas con tus amiguitos y luego nos traes el feedback, estamos juntando data preliminar.

    —¿Alguna recomendación?

    —Hmm… Se supone que es de amplio espectro y que los efectos secundarios están controlados. El otro día voltearon a una niñita, pero era su primera vez consumiendo y la mezcló con vete a saber cuánto alcohol. Así hasta una pitada de maría te da vuelta, ¿no?

    Asentí, sereno, y él siguió hablando.

    —Como sea, no le des mucha cabeza. Está diseñada para ser de administración segura, ni siquiera genera dependencia. Sólo hagan lo de siempre, tomen una y diviértanse. —Me dedicó una sonrisa encantadora, llena de confianza—. ¿Todo listo, pretty boy?

    —Todo listo —afirmé, dándole una palmadita a la puerta y separándome del coche.

    No había detenido el motor en ningún momento, conforme empezaba a deslizarse la ventanilla fue subiendo y eventualmente desapareció calle abajo. Eché un vistazo alrededor de pura manía, reviví el porro con un chispazo rápido y le di una calada, comprobando el móvil. Vi la hora, los mensajes acumulados de Kaia y de mamá, y lo hundí de regreso en mi bolsillo, empezando a caminar. Estaba a media cuadra del Neo Masquerade, el bar roñoso al que solíamos ir cuando andábamos por Shinjuku.

    La esquina no destacaba casi nada, si acaso ostentaba algunos paneles neón y un par de carteles modestos con la información básica. Alcancé las escaleras y guardé el porro mientras descendía hasta la entrada del local, donde me detuvo el gorila de turno. Al alzar la mirada noté que no era el de siempre y sonreí, sacando la billetera.

    —¿Eres nuevo? —indagué sin esperar respuesta, relajado. Le mostré mi identificación y, en el mismo movimiento, metí un puñado de billetes en el bolsillo de su saco, palmeándolo justo después—. Nos vemos, grandulón.

    Los bajos de la música me retumbaron en el cuerpo, las luces parpadearon en multitud de tonalidades opacas y repasé el espacio con la vista, buscando a los chicos. El bar era pequeño y asfixiante, delimitado entre el rojo y el negro. El remedo de arañas colgando del techo eran tan baratas que darían ganas de llorar a cualquier madre; los tubos metálicos y las fotografías enmarcadas en las paredes no ayudaban, y aún menos lo hacía aquel maniquí femenino ataviado con ropa interior en el corazón del espacio. Las mesas negras bordeaban el bar, cada una con su pequeña vela electrónica junto al cenicero, y al fondo se desplegaba la barra.

    Los cuerpos de la gente palpitaban, hacía calor y empecé a sortearlos. Taichi fue el primero en verme, alzó el brazo con entusiasmo y me acerqué al grupo, reunido en torno a dos mesas cercanas a la barra. En total éramos siete, por lo que andábamos bastante apiñados. Habían comprado ya un montón de botellines de cerveza, me facilitaron uno y me lo empiné en automático, bajándome una buena cantidad de tragos. Taichi se rió y me echó el brazo sobre los hombros, sentado en un taburete. Teníamos un parlante a dos centímetros de distancia, era tan insoportable como electrizante.

    —Más despacio, vaquero, que la noche es joven —exclamó cerca de mi oído, y me arrimó a su cuerpo—. ¿Todo bien?

    No le hice caso, bebí aún más y apoyé la bebida sobre la mesa con cierta fuerza. Al mirarlo, sin embargo, esbocé una sonrisa bastante suave, casi burlona. Sus ojos eran de un tono azul opaco, y allí lucían tan sucios que fácilmente podrían pasar por negro.

    —Claro —concedí—. Me dieron un regalito y todo, a ti te encantará.

    Su semblante se iluminó como un crío en Navidad y se removió, zarandeándome. Este lunático era quien me enviaba a robar medicamentos de la enfermería escolar, el mismo que había cultivado el hábito en la Musashi y se forraba vendiéndolos entre los estudiantes. Era el niño de papá mimado y aburrido que había metido el hocico en los estratos bajos de Nerima porque sí, por diversión, y había hecho migas con el montón de ratas que ahora nos acompañaban aquí.

    —Qué pena que Shin-chan no quiso venir… —se lamentó, suspirando.

    —Podemos guardarle una —propuse, sacando el blíster para contar las pastillas—. Creo que alcanzan.

    Teníamos quince. Taichi me lo arrebató y su sonrisa se ensanchó con clara diversión. Ni siquiera lo verbalicé, él se las guardó en el bolsillo y el tema murió allí. A mí no me iban tanto las drogas sintéticas, el trabajo de repartirlas caía sobre su figura por default. Me palmeó el hombro, fue un “buen trabajo” silencioso y me liberó, clavando ambos codos a la mesa e integrándose a la conversación que mantenían entre gritos y risotadas. Mi atención se desvió al otro lado, topé con los ojos de Ren y me incliné luego de que me lo pidiera con el dedo índice.

    —¿Y eso? —inquirió, curioso.

    Esta vez fui yo el abrazador. Le eché parte de mi peso encima, despreocupado al tener la pared tras su espalda, y exhalé todo el aire de golpe.

    —¿Eso qué? —lo molesté, divertido.

    —No lo preguntaré dos veces, Yuta.

    Una risa me vibró en el pecho. Ren llevaba el cabello recogido en un rodete improvisado, un par de mechones le enmarcaban el rostro y toda su cabeza era básicamente un revoltijo de azabache y aguamarina. El diseño de tatuajes que le recorría el brazo derecho asomaba bajo la sudadera grisácea, esa que no tenía mangas, y la delicada cadena que conectaba entre su oreja y su boca tintineaba con cada uno de sus movimientos, hasta los más sutiles. Señalé a Taichi con la mano donde sostenía la cerveza y deparé en los ojos de Ren, amarillentos.

    —¿Eso? No deberías preguntarlo ni una —reclamé—. ¿No estás como muy pequeño para interesarte en esas cosas, Renren?

    —¿Hasta ahora te das cuenta?

    Me carcajeé. Era un pequeño diablo de reacciones rápidas, me gustaba la tranquilidad e insolencia que tendía a ostentar aún siendo el menor de entre todas las ratas.

    —Vale, tú ganas —cedí—. Me dejaron… algo para que probemos.

    —¿Es lo que tendremos que vender?

    —En teoría, sí.

    Asintió, pensativo, y estiró el brazo en dirección a Taichi, captando su atención. El naranjita alternó la vista entre nosotros, buscando comprender la situación, y Ren movió sus dedos con insistencia. Yo me encogí de hombros, desentendiéndome, y aún si no logré oírlo noté que Taichi reía.

    —¡Te vas a quemar el cerebro, enano! —exclamó con fuerza, entretenido, y tras manipular el blíster bajo la mesa estampó una pastilla en la palma de Ren.

    Fue la alarma. Todo el grupo advirtió el intercambio y se le fueron encima a Taichi, quien tuvo que empezar a distribuirlas. Observé la escena con calma mientras Ren, a mi lado, detallaba el comprimido, se lo metía en la boca y lo bajaba con un trago de cerveza. Lo miré de soslayo, risueño.

    —¿Tan apurado estás por crecer? —lo pinché, hablando sobre su oreja.

    —¿Pueden venderse ya? —preguntó, girando el rostro en mi dirección, y no esperó una respuesta—. No sé cuántas tengan, pero yo que tú se lo dejaría bien claro a Taichi.

    Ren tendía a desconfiar de la gente, como un gato callejero. Suponía que tenía fundamento. Aún siendo mi mejor amigo, sabía que Taichi mostraba cierta tendencia a moverse en solitario y, claro, también estaba su… afición por vender cosas. No se trataba de maldad ni una estrategia premeditada, probablemente bastara la droga y el alcohol para nublarle lo suficiente el juicio y ponerlo en modo negocios. Tomé su recomendación con la seriedad que ameritaba, le palmeé el hombro y en el proceso lo estrujé un poco. Él gruñó y, aprovechando su reacción, le hundí la mano en el cabello, revolviéndolo.

    —¡Basta! ¡Lo vas a desarmar!

    —Anda, con lo bonito que te queda el pelo suelto…

    —¡Yuta!

    Me carcajeé, lo dejé en paz y me dediqué a terminar la cerveza. A esa le siguió otra, con la tercera finalmente acepté la pastilla de los cojones y aproveché para pasarle la advertencia a Taichi. Él le restó importancia, palmeándome el pecho, y yo lo sostuve de la muñeca hasta que cedió. Nos quedamos un rato hablando de cualquier estupidez, riéndonos de anécdotas viejas y jodiéndonos con que nadie se excediera demasiado hoy, que mañana tocaba torneo. El calor iba en aumento, la música me vibraba en el estómago y la pocilga se llenó tanto que a duras penas se podía caminar. Yo había logrado quitarme la sensación amarga del cuerpo.

    Poco a poco nos desperdigamos, siempre ocurría. Algunos se quedaban bebiendo, otros se iban a ligar, rebotábamos como pelotas de ping pong y si desaparecíamos, recién pedíamos señales de vida al otro día. Lo más probable era que estuviéramos follando o intentando hacerlo.

    Empecé a sentir el efecto de la mierda mientras sorteaba el mar de gente sin un objetivo concreto. La energía me bañó el cuerpo, la música se mezcló entre los colores y a cada parpadeo las siluetas se ralentizaban, como frames pegados. En la barra encontré a Taichi, Ren y dos ratas más, estaban arengándose y cuchicheando con la vista puesta al frente. En los caños había chicas bailando, en ropa interior y con extravagantes máscaras de carnaval puestas. Me quedé prendado de la imagen como un auténtico imbécil, con los sentidos embotados, hasta que una mano cayó sobre mi hombro.

    —A las tres en punto. —Taichi habló en mi oído y deslicé la mirada acorde a sus indicaciones—. ¿Cómo la ves, Yu?

    Eran, naturalmente, un par de chicas. Taichi y yo solíamos recurrir el uno al otro para estas cosas, sin más motivo que el de las meras probabilidades. Ren era bonito pero aún conservaba facciones bastante aniñadas y se ponía algo nervioso, los demás… bueno, no eran particularmente agraciados. Detallé a las tías de arriba abajo, una de ellas percibió mi atención y, luego del cuchicheo, no se alejaron. Sonreí, dejando caer la cabeza hacia atrás. Me había recostado en Taichi sin darme cuenta y su pendiente rubí me rozó la mejilla.

    —La veo bien —respondí por fin—. ¿Tú la pelirroja y yo la rubia?

    Su cabello naranja pasaba por cualquier cantidad de colores, era un pequeño espectáculo para mis ojos. Asintió, nos pusimos en movimiento y consumimos los escasos metros que nos separaban de ellas. Él se encargó de los saludos preliminares con su sonrisa de casanova y el resto fue historia.

    Un rato después, Taichi se había alejado y el sudor me pegaba la camiseta a la espalda. Tracé la piel de la cintura femenina con mi mano derecha, colando apenas el pulgar bajo el elástico del top, y sentí sus manos enredarse en mi cabello. Deshizo la media coleta que llevaba, se rió sobre mi oreja y rocé su cuello con la punta de la nariz, absorbiendo su aroma. Le dejé un beso, seguimos deslizándonos al ritmo de la música y bajé las manos a sus caderas, arrimándola a mi cuerpo. Ella suspiró, presioné la lengua y jaló suavemente. Avancé, retrocedió, topó con el cemento de la columna central y le comí la boca sin una gota de delicadeza. Le clavé los dedos en la espalda baja, se colgó de mi cuello y moví las caderas.

    Estaba completamente ido, era cerrar los ojos y olvidar dónde estaba, con quién, incluso mi propia existencia se diluía. Todo desaparecía más allá de mi cuerpo, el calor que sentía, la presión dentro del pantalón y la lengua que buscaba con ansiedad. Al beso le siguieron los gemidos suaves contra mi oído e iba colando los dedos bajo su falda cuando una fuerza extraña me arrancó de la chica, jalándome hacia atrás. Llegué a trastabillar, espeso, y me tomó unos sólidos cinco segundos reconectar con el espacio.

    —¡¿Quién mierda eres tú?! ¡¿Qué haces con mi chica?!

    Ah, Dios. Ni modo, hora de espabilar. Me pasé la mano por la cara, hastiado, y los observé. Tenía al imbécil escupiéndome encima y dos más detrás suyo dándole apoyo moral. Lo recorrí de arriba abajo, era más petiso que yo pero lucía bastante musculoso.

    —¿Tu chica? —repliqué, burlón—. La hubieras cuidado mejor, no sé.

    La tía en cuestión pretendió intervenir, algo de que la dejara en paz, que ya no estaban juntos, y la escenita me estiró la sonrisa. El imbécil sudaba como un cerdo, debía estar pasadísimo de alcohol. Sus dramas personales me traían sin cuidado, pero fue tenerlo frente a mí y que todos los sistemas se reiniciaran de golpe. El veneno, la amargura, la ira y la frustración. Qué conveniente.

    Me trajeron una piñata.

    —No te le vuelvas a acercar, ¿me oyes? —amenazó el cabrón, ignorando a la chica—. La tocas y te parto la cara, imbécil.

    —No eres muy intimidante desde ahí abajo, ¿sabías? —lo piqué, divertido—. Además, ¿eso no debería decidirlo ella?

    —¿Te piensas que no voy en serio?

    —Ah, ¿que debería asustarme, dices?

    —Me estás tocando los huevos, infeliz.

    —Qué problema~

    Se estaba cargando como si fuera a cuerda, era tan predecible. Le di la vuelta a la energía que llevaba acumulada, el tiempo se diluyó y fui absurdamente consciente del espacio, del cuerpo de este idiota, de su ira y la cuenta regresiva colgando sobre su cabeza. Tres, dos, uno…

    Intentó pillarme de la camiseta y retrocedí, esquivándolo sin esfuerzo. Le tomó un instante comprender que había fallado, buscó mis ojos y le sonreí, relajado. Su semblante se comprimió aún más y volvió a avanzar; me moví a un costado. Lo dejé perseguirme un rato, hasta que se cansó de pretender inmovilizarme y comprimió los puños. La gente a nuestro alrededor se había acomodado para dejarnos un pequeño ring circular, noté las caras de mis amigos aquí y allá, y me limité a seguir esquivándolo. Sus golpes eran lentos y aburridos, predecibles a cagar. Lo escuché gruñir con frustración aún sobre la música, se me aflojó una risa y amplié los brazos hacia los costados, teatral.

    —Pensé que querías golpearme, ¿a qué esperas? —lo provoqué.

    Si le quedaba algún rastro de autocontrol, en ese momento desapareció. Se abalanzó como un animal salvaje, lanzó uno, dos, tres puñetazos, y lo seguí eludiendo sin siquiera tocarlo. Cuando estuvo cerca de darme, conecté con su muñeca sin problema y desvié su trayectoria, provocando que todo su cuerpo cambiara de dirección y trastabillara. Se giró hacia mí al instante y volvió a arremeter. Empecé a bloquearlo, por no aburrirme más que nada, hasta que una interferencia tras mi espalda captó mi atención y me abrí rápidamente. Uno de sus amiguitos había avanzado dentro del espacio. Mi sonrisa se ensanchó, me descubrió la dentadura y el sabor de la sangre, fantasmal, se instaló al fondo de mi garganta.

    —¿Haciendo trampa, cabrón? —siseé para mí, y una risa me sacudió el pecho—. Mala, muy mala decisión.

    Solté la cadena que había mantenido tensa hasta ahora, el metal retumbó con pesadez y la pobre criatura no tuvo ni una chance. Para cuando quiso comprender la situación ya estaba encima suyo, lo tenía agarrado de la camiseta y lo jalé con violencia, estampándolo contra la columna. Contraje la mano derecha porque quería sentirlo y apunté directo a su cara horrible. Uno, dos golpes, le solté la ropa y conecté con la boca de su estómago. Se dobló sobre sí, incapaz de respirar, y acabó de rodillas en el suelo. La interferencia volvió a tocarme los putísimos huevos y el puñetazo viajó conmigo al girarme. Lo estampé contra la nariz de su amigo, podría jurar que sentí el hueso romperse y cuando me agaché, cuando pretendí asirme del pelo asqueroso del cerdo, los chicos intervinieron. Taichi me anuló los brazos, me jaló hacia atrás y los demás nos rodearon, impidiéndome escapar.

    —¡Suéltame! —bramé, impaciente y furioso—. ¡Que me sueltes, hijo de puta!

    —¡¿Planeas matarlo, pedazo de imbécil?! —rugió en mi oreja.

    Junto a su voz se materializó Ren frente a mí, quien descargó un golpe breve y preciso contra mi garganta y me dejó tosiendo como un condenado. Con eso pudieron arrastrarme fuera del bar fácilmente, el aire nocturno enfrió el sudor que me bañaba el cuerpo y me soltaron.

    —Por Dios, Yuta. —La voz de Taichi estaba cruzada por el esfuerzo físico—. No puedes moler a golpes a cada idiota que te moleste, madura de una vez, ¿quieres?

    Apenas iba terminando de toser. Los recorrí con la mirada, furioso, pero no moví un músculo en ninguna dirección.

    —¿Estás bien, Yu? —murmuró Ren, ligeramente preocupado.

    —No, no está bien —intervino Taichi, exasperado, y bufó—. Muy bien, se acabó la fiesta. Me llevaré a este infeliz a casa, que si lo dejamos suelto mañana amanece en una comisaría.

    Me pasé el dorso de la mano por el rostro, barriéndome el sudor, y noté mis nudillos lastimados. También estaba salpicado de sangre ajena. No dije una palabra, tampoco me resistí, y los chicos se diseminaron en diferentes direcciones. Taichi me cazó del cuello de la camiseta, por la espalda, y me instó a caminar. Me removí, quitándomelo de encima, y lo miré.

    —Bueno, al menos nos divertimos un rato —rescató, aparentemente de mejor humor, pero al instante frunció el ceño y me empujó—. ¡Aunque me arruinaste un polvo, idiota! ¡Te lo voy a cobrar!

    —Debería volver a casa… —rumié en voz alta, y Taichi me miró.

    —Ni hablar. Eres capaz de asfixiar a tu hermana con una almohada. Hoy dormirás en casa y ya mañana vemos si te dejo ir dependiendo cuán bien te portes.

    No había matado a mi viejo para tener otro, ¿o sí? El pensamiento me cruzó la mente y la sombra de una sonrisa alcanzó mis labios. Exhalé de golpe, moviendo la mano derecha, y volví a mirármela.

    —Creo que le rompí el tabique —recordé.

    Taichi me vio de soslayo y soltó una risa nasal. Poco a poco fui reconstruyendo la escena, lo que acababa de ocurrir, y rellené algunos espacios vacíos con su ayuda.

    —Al menos espero que te hayas quitado algo de la bronca, miedo me habría dado si te presentabas al torneo así —bromeó luego de un rato, mientras esperábamos el bus.

    —Igual fue esa mierda, también —mascullé, arrugando el ceño—. La que tomamos.

    —Échale la culpa a la pastillita inofensiva si te hace sentir mejor. Estuvo bastante bien, por cierto. Tú te quejas, pero yo creo que sin tanto alcohol de por medio esa mierda puede hacer maravillas.

    Giré el rostro hacia él, tenía plantada en el rostro una de sus sonrisas de “tuve una pésima y fantástica idea”. Taichi me miró y me estampó la mano en el centro de la espalda.

    —Mañana podemos hacer… un pequeño experimento~





    Since i have them, dejo linkeaditos los físicos de Mirai, Taichi y Ren.
     
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  13.  
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    ¿Te acuerdas cuando te dije que planeaba comentarte, tú me dijiste que no te hiciera ilusiones y yo no te dije nada porque hehe? Bueno, tardé más de lo planeado, BUT HERE I AM. Ya te he dicho esta mañana que afuera ha estado cayendo la de dios y estoy al día con los roles so i thought ¿qué pega hacer con este tiempo? ¡Comentar, of course! (???? Así que sin más dilación... allá le voy uwu

    XXXIX. Les Revenants | et l'obsession

    Ahora que estoy aquí tengo que decir que no sé cómo he estado tanto tiempo sin comentarte, porque claramente este es uno de mis fics favoritos y uno de los que más disfruté leer JAJAJAJA but well, you know that because te lo chillé, and that's probably also why i haven't commented this yet, cuz te lo CHILLÉ UN MONTÓN. Y uf, no me acordaba que empezaba con la narración de Aria, todavía me hace ilusión que hayas narrado desde su punto de vista, me lo tomo básicamente como si hubieras usado un personaje mío fr (?)

    Omggggg. Yassss queen, tú disfruta de tu pulsera e ignora a Haru, que el pobre está amargado porque Kohaku no quiere commitearse con él :< just kidding, pero debo decir, me encanta el detalle de que de buenas a primeras Aria venga de ver a Teriyaki-san con un regalo caro nuevo y justo después tenga ese intercambio sassy con Haru, it's a very good layout of her character y las relaciones que tiene con su compañero de trabajo y, bueno, los demás.

    Ni caso, está celoso. @Kohaku cómprale una pulsera a tu novio, hombre, que dices que estás forrado :<

    WAIT, acabo de caer en esta aclaración and now im like?????? should i BE JEALOUS?????? KOUCHII???????? im gonna be jealous, tf.

    Honestly, same (?)

    Luego no he citado nada más de esta parte, pero bueno, todo el intercambio con Sasha es super interesante. Para empezar... ¿hay algo más homoerótico que una chica maquillando a otra? I highly doubt it. Por otro lado, la situación de ellas... well, por muy fancy que Aria pretenda hacerlo y todo lo demás, sigue siendo bastante bullshit; siguen siendo chicas que están vendiendo su cuerpo porque necesitan el dinero y sí, claro, te acabas acostumbrando y hay lugares más abusivos que otros, but still... my point is que entiendo el punto de vista de ambas, vaya. Entiendo que Aria le diga a Sasha que no se queje, porque viene de un background mucho más abusivo y ha estado lo suficiente en este mundillo como para saber que hay destinos peores que tener que pasar el tiempo con Frank (even tho, Frank da muchísimo miedo and she should know that (?), but of course Sasha tiene miedo, no le gusta y no quiere pasar por eso... no le vendieron el puesto de trabajo como eso y, bueno, es una situación muy jodida and she's just a child after all :( Que Aria le dé drogas, en FIN, you are a very bad bad bad influence baby girl, but that's okay, I love you the same uwu

    It's still so crazy to me que haya metido a la profa en todo ese embrollo JAJAJAJ movida de 3000 de iq, of course, BUT CRAZY

    Oh dear God no me acordaba que estos dos se ponían a tontear nada más cruzarse en el coche....... gayyyy.

    Chico, menores o mayores, tú no pierdes una oportunidad (?)

    gayyyyyyy

    super gayyyyyy

    ¿por qué cada diálogo que pasa se van volviendo todavía más gayyyyyys? es amazingggg

    La escena con Sasha uffffff tengo sentimientos encontrados, im gonna admit it here, publicly. Por un lado, obviamente es muy disturbing porque es FRANK estando obsesionado con Sasha y pensando cosas muy cochinas de ella, pero es que por otro lado es muy attractive por que es FRANK estando obsesionado con Sasha y pensando cosas muy cochinas de ella (from a dark romance girly point of view, you understand me). Por un lado it's so bad, and it gives me shivers, but por otro lado i'm like uhm? *se pasa el pelo detrás de la oreja*. IT'S SO BAD, IM NOT ASHAMED AJAJAJAAJ pero bueno, en definitiva el hecho de que Sasha quiera drogarse para aguantar a Frank y que no esté realmente consintiendo nada de esto hasta que, OBVIAMENTE, tire más para el lado disturbing y malo malo. Al menos Frank para al ver las pastillas, aunque TBH, no sé si hubiera parado de no haberlas visto y con Sasha todavía en ese estado (?) o por lo menos hubiera seguido bastante más, maybe (?)

    is that what they call... pretty privilege?

    Hombre, Haru, llámame loca but I kinda agree en que algo de culpa tienes, eeeeeeh. Rebobinemos unos párrafos antes en este mismo fic...

    you did say it...

    LIKE OKAY, I MAY BE BIASED, PERO AQUÍ TODOS TIENEN LA CULPA DE ESO, WHY IS THE POOR GIRL HAVING TO DEAL WITH EVERYTHING, HUH???? IT'S BECAUSE SHE'S A GIRLY??? I SEE WHAT YOU ARE ARE, HARU, you are a bad bad bad gay (????

    Pobrecito, no puede tener un rato libre para ligar, el muchachote :((

    Y buen, la parte de Haru es super cortita, así que no tengo mucho más que decir al respecto. But, it was really exciting leer el punto de vista de los fantasmotes principales and, OF COURSE, todas las apariciones estelares que a mí me conciernen... well, im egoistic, i kinda love it more because of that *ojitos*

    XL. The Goryō | inside this steel cage

    Y ahora nos vamos a por el fic de Yuta, let's gooooo. Seguramente no me salga muy largo, eso sí, porque son casi la una y estoy empeñada en acabarlo esta noche, even tho ya me ando medio muriendo de sueño JAJAJAJ a ver, primero las citas (?

    Pero míralo nada más, todo un galante caballero uwu and also, metido en todos lo fregados JAJAJA como buen chico de los recados, por otro lado (?)

    Pero bueeeeeeeno...... Aiden, me estoy empezando a cuestionar tu heterosexualidad y eres mi NPC JAJAJAJ also, if only they knew who they had in common (?)

    ¿Sabe Taichi que gracias a él Ri y Yuta se besaron? Cuz I feel that's important to know (????)

    Ehehehehe

    Not @ Yuta icono feminista, de repente (???)

    Okay, en cuanto al fic en sí mismo, me acuerdo que me quedé loquísima cuando vi que de repente Yuta tenía una hermana JJAJAJAJ no sé si lo mencionaste alguna vez, yo juraría que no and that also makes sense con el hecho de que desapareció y él le tiene tirria por eso, but if you did then it flew over my head y ME PILLÓ DESPREVENIDA. Y la situación que se presenta con ella también parece complicadilla, incluso si no tengo todo el contexto, cuz al parecer ella decidió huir de una casa en la que claramente el padre era abusivo y claro, no puedes juzgar a una niña por huir de un ambiente así, pero a la vez.... la mamá me da pena, porque claramente ella no eligió eso, y tampoco tenía mucho poder, y perder a tu hija de esa manera, encima habiéndose ido con las personas que al parecer la metieron a ella en esa situación..... like yeah, entiendo que Yuta le tenga asco y no quiera verla ni en figuritas, tbh JAJAJAJ encima, pf, imagina trabajar tanto your ass off para quitarte a tu padre de encima para que luego venga tu hermana mayor, la que lleva tanto años sin tener que aguantar sus abusos, a reclamar su posición como si nada. Like im sorry, that's fucked up (??? Welp, en definitiva, let's see a dónde vas con todo esto uwu

    Luego toda la escena del bar estuvo muy nice, especialmente para conocer un poco más lo que es Yuta por fuera de la escuela y los entrenamientos que ya vimos en otro fic, así como su relación con las ratas y un poquito de pista de lo que va a ser él con los fantasmas. La parte de la pelea pues... es una pelea, you know, machitos JAJAJ of course mola ver ese lado de Yuta dando pelea as well, y también como puede llegar a perder la cabeza con todo lo que está pasando. Una pena que le hayan jodido los polvos con Sasha y Ali- digo, con las npcs que definitivamente no se parecen a nadie, but alas, así es la vida.

    WENO, maybe it was a bit lacking in the end, but im SO TIRED NOW. Anyways, no te puedo decir nada nuevo en cuánto a la trama o cómo escribes porque ya sabes que me encanta, que disfruto un montón todo lo que creas y estoy aquí para leerte siempre, porque me lo paso genial and it's amazing, todo lo que haces uwu nos vemos a la próxima <3
     
    Última edición: 29 Octubre 2024
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