Chūō Keihan Tsukiji Ginza Grande [Hotel]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 5 Octubre 2023.

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    Gigi Blanche

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    Uno de los tantos hoteles que pueblan Ginza. Calificado con tres estrellas, es una torre moderna y lujosa inaugurada en 2018. Cuenta con salas de reuniones, jardines japoneses, gimnasio, servicio de lavandería, bar y restaurante. Sus habitaciones poseen una vista privilegiada de la escena urbana.

    Keihan Tsukiji Ginza Grande [Hotel].png

    Barrio de Tokio: Chūō
     
  2. Threadmarks: I. Jueves 11 de Junio [noche]
     
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    Era bastante gracioso cómo uno podía regresar a la normalidad de un momento al otro si la situación lo ameritaba. Tras alejarme de Suiren, carraspeé ligeramente y tomé mi trago, echándole un vistazo general al bar. Le quedaba poco contenido, me lo acabé en lo que él pedía que nos cobraran y estaba abriendo mi bolso para sacar mi billetera cuando noté que ya había entregado su tarjeta. Lo miré, luego al empleado ya cobrando nuestra visita y suspiré.

    —A la próxima te invito yo —ofrecí, aunque por la forma en que lo dije y el dedo con el cual lo apunté sonó más a amenaza.

    Me dio algo de ternura que buscara mi mano, era un gesto que no me había esperado ni tenía muy interiorizado, por contradictorio que resultara con mis tendencias generales. Entrelacé mis dedos con los suyos y le dediqué una sonrisa, comenzando a caminar hacia la salida. El sonido de nuestras pisadas, de mis tacones, rellenó el silencio cada vez más notorio, y sentí el aire frío apenas alcanzamos la acera. Era una noche templada, sólo fue el cambio de temperatura. Su pulgar acarició mi mano, fue otra tontería que me pilló desprevenida y asentí al oírlo decir que ya había llegado el coche. Me tragué la gracia.

    El coche, ya que estábamos. Jamás en la vida me tomaba coches y los últimos que había utilizado eran por el trabajo.

    Una sonrisa suave curvó mis labios al verlo abrirme la puerta e ingresé al auto, imitándome Suiren poco después. No tenía idea adónde iríamos y tampoco creía que fuese ningún misterio, vaya. En cualquier caso, Ginza estaba repleto de hoteles. Su mano descansó sobre mi pierna y giré a verlo, detallando su perfil al estar él distraído en la ventana. Era... un poco nostálgico, suponía; la sensación quizá me golpeó con más fuerza por culpa del alcohol.

    Estaba por decirle algo y Suiren se me adelantó. Solté una risa breve, bastante suave, y me arrimé un poco en su dirección. Era curioso pensar en las facetas que me estaba mostrando hoy, cosas que no había esperado recibir de él; no de forma tan natural, al menos. Alcé un brazo y estiré la mano para acariciarle el cabello de la nuca. No pretendía captar su atención, sólo hacerle un mimo.

    —De maravilla —murmuré, entre divertida y contenta—. Al final sí podemos decir que es una cita, ¿no? Aunque sigo sin saber cómo te habrías preparado para una...

    Dejé la frase suspendida en el aire y me incliné un poquito más, pestañeándole con toda la intención del mundo. Al fin y al cabo, llevaba queriendo saber esa tontería desde el principio de la noche.
     
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    La amenaza ímplicita no pasó desapercibida. Relajé los hombros y murmuré un está bien; si hacíamos lo de las uñas y Copito podría invitar lo que comeríamos en mi casa, o los ingredientes a ver si preparabamos algún postre, lo que surgiera en su momento. Ya luego de salir al exterior y adentrarnos en el coche repasé superficialmente el paisaje. Las luces tenues decoraban la oscuridad de la ciudad, notando que aún así había parte de vida nocturna en movimiento al pasar por algunos establecimientos en los que se veía grupos de personas, disfrutando de una noche de jueves, como nosotros.

    Entre tando Pierce acarició mi cabello, no me inmuté ni nada, tan solo mantuve la vista en el vidrio escuchándola y disfrutando su caricia. La sonrisa amable me decoró en algún momento el rostro ante sus palabras. Lo cierto era que, sería la segunda mujer que llevaría a un hotel, a fin de cuentas ese tipo de espacios solo me los había permitido con mi ex-novia en su momento, algo que podría ser obvio.

    —Una cita —cité sus palabras, mirándola por el rabillo del ojo, notando como casi me hacía ojitos por una respuesta. Solté el aire por la nariz de forma suave, pero aún así representó un tipo de risa liviana—. Probablemente si hubiese sabido que era una cita, habría traído conmigo algún presente —me había pasado el pensamiento cuando noté lo elegante del bar, hubiese optado por obsequiar algunos chocolates, y además, no hubiese dejado los preservativos en casa, situación que no me estresó al saber que los hoteles solían dejar un par en las habitaciones de pareja—; además, me hubiese tomado el tiempo a ver distintos lugares, hasta definir uno para llevarte luego de la cena.

    A fin de cuentas el que había elegido fue un poco al azar al ser una situación que me llevó a actuar sobre la marcha.

    El vehículo se detuvo, indicando la finalización del viaje. Le extendí el billete al conductor, me regresó las monedas sobrantes por el pago y abrí la puerta, extendiéndole la mano a Pierce para ayudarla a bajarse en lo que preguntaba:

    —Y tú, ¿sabías que se convertiría esta salida en una cita?

    Keihan Tsukiji Ginza Grande se me asemejó a un hotel de lujo, la torre se abría paso en dicho barrio de tokyo, siendo algo vistoso por lo que esperaba y el interior tampoco decepcionara. Volví a entrelazar sus dedos con los míos, empezando a caminar hacia dentro de la residencia. Nos recibió el lobby, habían dos muchachas sentadas, cada una con un portátil frente a ellas. Una de éstas alzó la vista, nos dió la bienvenida con una sonrisa en lo que nos acercamos, preguntó que habitación deseabamos, pregunté por una de los últimos pisos al suponer que traían vista a la ciudad, ella accedió sin demora y buscó en el sistema una disponible, me extendió las llaves luego de explicarnos donde estaba ubicado el ascensor, y los servicios con los que contaba el servicio a la habitación, y el hotel en general.

    Agradecí en un murmuro de cortesía. Noté que llegaba una pareja también al lobby, acercándose a las recepcionistas por lo que guié a Sasha conmigo, de camino al ascensor. Presioné el botón que desprendió una luz blanca, el ascensor comenzó a bajar hacia nosotros, y entre tanto volví a proponer conversa, preguntando.

    —¿No pondrán problema en casa si llegas más tarde de lo que contemplaste inicialmente?
     
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    Gigi Blanche

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    Una sonrisa dulce me curvó los labios conforme respondía a mi duda y acabé soltando el aire por la nariz, sin detener en ningún momento las caricias en su cabello. ¿Un presente? Me daba bastante igual lo que fuera, la simple idea me puso de lo más suavecita. Me habría muerto de la ternura, de amor y de todo junto si se hubiera aparecido con algo entre manos. El detalle del "lugar al que ir después" era menos inocente, pero en sí el concepto denotaba lo detallista que era Suiren.

    Oh, boy —me lamenté, medio en broma, medio en serio—. Ahora me arrepiento de no haberte invitado formalmente.

    De a poco me iba mentalizando con que no iba a dejarme pagar mucho (o nada) esta noche; cuando le extendió el billete al chofer ya no reaccioné y lo dejé correr. Luego me encargaría de regresarle el favor de alguna manera. Me despedí del hombre tras el volante con un leve agradecimiento y Suiren siguió comportándose sobre la misma línea al extenderme la mano para ayudarme a bajar. Me mordí el labio para reprimir parte de la sonrisa, lo acepté y me erguí a su lado, alzando la vista hacia la enormidad del hotel. Parecía... algo costoso, ¿no?

    —No —respondí con honestidad, y me adelanté un poco antes de girarme y extenderle mi mano; algo de diversión me tiñó el semblante—. No lo sabía, pero una mujer siempre debe estar preparada para todo, ¿cierto?

    La idea, la invitación y la elección de outfit se habían equiparado a la posibilidad de algunos besos y otra tontería del estilo en el bar, ni de coña había estimado que acabaríamos aquí. Ingresamos al lobby, entonces, se veía muy pulcro y mayoritariamente decorado en tonos claros. Dejé que Suiren se encargara de hablar con la recepcionista mientras yo paseaba mi mirada aquí y allá. De ahí buscamos el ascensor y él lo llamó, preguntándome si tendría problemas en casa por llegar tarde. Mi vista se distrajo en el visor del número de piso al menear la cabeza y poco después lo miré.

    —De todas formas donde trabajo cierran a las tres, y entre que me acomodo, llego a casa y todo se me hacen las cuatro, cuatro y media. —Las puertas del ascensor se abrieron e ingresé primero, girando hacia él tras jalar de su mano. En la movida presioné el botón del piso correspondiente y seguí retrocediendo hasta encontrar la pared vidriada con mi espalda—. Y de todas formas, papá no me diría nada.

    El cubículo comenzó a ascender y me desprendí de su mano para apoyar las mías en su pecho. No vi necesario regresarle la pregunta; en líneas generales se le solían aplicar menos restricciones a los hijos varones.

    —No es que no se preocupe o le dé igual, supongo que... no siente el derecho de limitarme. —Me encogí de hombros, distrayendo la vista en el punto de contacto—. En casa nos encargamos de todo prácticamente por igual, es como si fuéramos dos adultos y ya.
     
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    Comprendí de inmediato el hecho de que realmenye no importaba mucho la hora a la que ella llegara a casa por la dinámica familiar que mantenían, así que supose que no había problema en demorarnos más de lo que teníamos pensado en un inicio. El ascensor abrió sus puertas y me jaló hacia dentro, una sonrisa divertida amenazó con plasmarse pero un poco la frené en el proceso. Me recosté contra la pared del mismo al igual que ella. El solo ascensor dejaba en evidencia lo elegante del sitio. Asentí, noo para que supiese que la estaba escuchando, aquello era lógico, sino porque en algún momento compartí su sentir, eso de tener que adelantarse a su edad y representar alguna figura adulota en casa era por demás... un poco injusto, pero era lo que nos había tocado a ambos por diferentes circunstancias.

    El ascensor llegó, mi mano izquierda se posicionó en su cintura baja, encaminándonos a la habitación. Encontré el número correspondiente, pasé la tarjera por el censor y el seguro de la puerta se desvaneció en automático. Al ingresar se sinyió un ligero aroma a vainilla, conservaba las tonalidades generales del hotel en tonos claros. Había una cama queen en el centro de la habitación, cerca al ventanal que daba a la ciudad, una pequeña mesa con dos sillas a un costado, un televisor amplio y el acceso al baño. Aparté mi tacto de ella en cuando miré los interruptores de las luces.

    —A ver como funcionan —murmuré, notando que con uno de éstos se graduaba la luz, lo cual hice para luego quitarme el reloj de la mano y dejarlo sobre la superficie más cercana, por ahí derecho me acomodé las mangas de la camisa, suponía que era una manía el que la ropa estuviese en su sitio. Busqué su mirada entonces—. ¿Qué tipo de música sueles disfrutar?

    Pregunté un poco por cortesía y otro poco porque no lo sabía, en lo que sujetaba el control luego de ubicarlo sobre la mesita de noche, el que modulaba el parlante que residía también, sobre una de las mesas luego de encenderlo. Había música pre-grabada y la radio como tal, por lo que aquello era más bien suerte si se daba con alguna buena emisora. Lo dejé enonces en la pre-grabada al notar que la canción inicial concordaba con la primera que habíamos escuchado juntos en la azotea, alrighty aphrodite sino mal recordaba el título.

    —Parece que nos estaban esperando —comenté jocoso, acercándome tras ella, le corrí el cabello sobre el hombro contrario en el que descansé el mentón, y respiré ligeramente cerca de su oreja.
     
    Última edición: 6 Octubre 2023
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    El eco sordo de los tacones se amortiguó contra el piso de alfombra que tenía la habitación. La inspeccioné conforme me adentraba y dejé la cartera en una silla a la pasada, aunque la atención se me fue prácticamente de inmediato al gran ventanal frente a la cama. Me detuve frente a él de brazos cruzados, algo embobada con el paisaje nocturno de Tokyo desde aquella altura. La inmensa cantidad de luces se replicaban hasta el más lejano horizonte, las cuales parecían tintinear a ritmos intermitentes. Le negaban su brillo a las estrellas, cierto, pero seguía siendo una imagen que tenía su encanto.

    Las luces se encendieron gradualmente, permaneciendo a un nivel moderado. La pregunta de Suiren me alcanzó desde mi espalda y me encogí de hombros, sin voltear.

    —No escucho mucha música, la verdad —confesé, junto a una sonrisa floja—. Así que elige tú, si quieres.

    Fui adivinando sus movimientos conforme los pequeños sonidos que me alcanzaban. El pip del parlante al encenderse, el impacto leve del control regresando a la mesa. La música comenzó a rellenar el silencio sin ser invasiva y seguí sus pasos hasta sentir su mano corriendo mi cabello. Me sonreí, parpadeando con cierta lentitud, y lo recibí en mi espacio con gusto. Era cálido, en cierta forma, y el paisaje de la ventana lucía terriblemente frío. Hermoso, pero helado.

    Su comentario me hizo soltar apenas el aire en una risa nasal y le presté más atención a la canción; era una de las que habíamos oído juntos en la azotea, ¿cierto? Desenredé mis propios brazos y busqué sus manos a tientas, envolviéndome con ellas. Comencé a mecerme muy suavemente, apenas un balanceo, al ritmo de la canción.

    Take a seat back in your clamshell —canté en voz baja, distraída—. If the oceans not enough, nor am I.

    Giré sobre mis talones, apenas encontré sus ojos le dediqué una sonrisa y relajé los brazos en sus hombros, enganchando mis manos detrás de su cuello.

    Rollin in, I feel a dark swell crawling up the skin of my spine —proseguí, sin detener el balanceo, y una risilla se me coló en la voz antes de agregar—: You know? I once read this song is like staring at your crush while you're drunk.

    Ni siquiera reparé a tiempo en que lo había soltado en inglés, pero hasta el momento Suiren nunca había demostrado problemas entendiéndome y me relajé.


    le robé la idea a un comentario de youtube :D

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    Lo cierto era que no solía desprenderme de lo que había interiorizado desde niño, era muy probable el hecho de que la existencia de mi hermana marcara el trayecto de mi vida, también, desde niño. El como cuidar a una mujer, el hacerla sentir parte de; además, la relación de mis padres antes de la confesión de mi madre por el verdadero progenitor de mi hermana había sido por demás armoniosa, llena de respeto y detalles que podía denotar desde que me levantaba hasta que me acostaba, las discusiones eran minímas y cuando las habían sabían separar a sus hijos del conflicto, bueno, hasta la noche de quiebre.

    El aroma de su perfume se paseó por mis fosas nasales en lo que centraba los orbes en el ventanal, distrayéndome con la voz de Pierce acorde a la canción que sonaba en ese instante, dejándome llevar por el suave movimiento de su cuerpo, hasta el momento en que lo frenó para darse vuelta sobre su posición, di el espacio para permitirsélo y no tardé en recibir sus ojos, sus manos se engancharon en mi cuello por lo que en automático ubiqué las mías sobre su cintura, siguió cantando con lentitud hasta que deparó en un comentario, me sonreí ligeramente.

    —¿Alguna vez te ha pasado? —pestañeé con liviandad—, el mirar a la persona que te gusta, mientras estás ebria.

    Ceñí mis manos en sus caderas como si detallara la tela del vestido. Era algo inculcado, como lo había pensado en algún momento, el tratar de la manera que pensaba correcta a una señorita, sin embargo el que fuese Sash lo hacía surgir de una manera partícular, ¿habitual? No, era como si lograse complementar en un equilibrio entre lo natural y la sensualidad. Tenía aún moviéndose por mi cabeza lo que ella había dicho en lo que mis desdos descendieron hasta su espalda baja, por lo que retomé el aire que había dejado medianamente en el aire con anterioridad.

    No tienes idea las mierdas que he hecho.

    —¿Con lo que dijiste en el bar, preferirías que me ponga al día para tratar de alcanzarte lo que has hecho hasta el momento, o te inclinarías por mostrarme parte de ello, Sash?
     
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    vibeé un montón este post y fue gracias a este pEDAZO DE HOE ANTHEM WHATS THIS

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    Suiren se acopló a mis movimientos e intenciones, sentí sus manos reposar en mi cintura y mis dedos, de tanto en tanto, rozaron sin pretenderlo las puntas de su cabello. De derecha a izquierda, suavemente, mantuvimos aquel balanceo mientras la canción corría. Mi comentario le estiró una sonrisa ligera en los labios y repasé sus facciones, un poco distraída. Replicó, lo hizo de la forma que había solicitado los caprichos en el bar, y me hizo su gracia. Quién lo habría dicho, ¿cierto?

    Several times, yes —respondí en voz baja, el acento me vibró en el pecho y busqué sus ojos, quizá, con la picardía de saber que me estaba desviando de sus intenciones—. You see, I get drunk quite easily.

    No perdí detalle del movimiento de sus manos, prácticamente en un delirio logré oír el sonido de la tela al deslizarse bajo sus dedos. Me cosquilleó en el cuerpo, disfruté la sensación y regresé apenas los brazos, lo suficiente para enredarme en su cabello suavemente. Era liviano, como copos de nieve, y me distraje apreciando los detalles que las luces tan sutiles le arrancaban a los mechones sobre su frente. Su voz desgarró el encantamiento, deslicé la mirada a sus ojos y percibí el cambio de canción. Los tonos bajos vibraron en mi cuerpo y mi expresión se tornó pensativa. Lancé la vista al techo, a la pared, y una sonrisa curvó mis labios.

    —Tenemos que reescribir la historia, ¿no? —convine, divertida, y me desprendí suavemente de su cuerpo—. Necesitas una buena anécdota para la próxima vez que acabes metido en un juego de confesiones.

    Me paseé por la habitación con aire distraído mientras seguía hablando. Recorrí el ventanal, bordeé la mesa, caminé frente al televisor.

    —Puedo contarte si te da curiosidad, puede servirte de inspiración, pero te advierto: hay reglas. —Me senté al borde de la cama con movimientos lentos, justo frente a él, y estiré los brazos para usarlos de apoyo. Me anudé a sus ojos y crucé las piernas, despegando una mano de la colcha—. Si te cuento una historia, estarás obligado a oponerla por completo. Si quieres las dos, tendrás que cumplirme un capricho sin chistar.

    Nunca íbamos a despegarnos demasiado de los juegos y los desafíos, al parecer. De cualquier forma, la tontería me entretenía. Regresé la mano con la cual había numerado las opciones a su posición y le sonreí sin más, sintiendo un muy ligero frío en las piernas.

    La expectativa, quizá.
     
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    El tacto de sus dedos en mi cabello fue relajante, se sentía como una especie de mimo que no se concretaba a la vez que contestaba mi pregunta, decía que en varias ocasiones lo había hecho, y ya luego confesó que el alcohol solía colarse con facilidad, por lo que era lógico que los cócteles por su dulzor terminarán haciendo de las suyas en algún momento, ya que solía ser la bebida que te alcoholizaba y no te enterabas sino cuando te levantadas de tu asiento. Se motró pensativa después y aguardé con la tranquilidad de costumbre, escuchándola en lo que retiraba su tacto de mi cuerpo, abandoné el mismo en lo que se daba vuelta sobre sus tacones.

    No me permití soltar la risa ligera que cosquilleó en mi garganta, porque el hecho de que ya parecía algo común los juegos de preguntas, como había pasado en casa con la sesión de estudios, aunque lógicamente no había deparado en nada similar de lo que estaba sucediendo en este momento.

    Con Pierce simplemente escaló, sin medias tintas; y tenía sentido. Nuestra amistad se había reducido a un galanteo concurrente, que nunca deparaba en nada. Esto no era más que la consecuencia de lo que de ambas partes se quiso desde el inicio. En lo que recorría la habitación me recosté contra el borde de la repisa, cerca al sonido de la música luego de que pasara cerca al televisor. Descansé los antebrazos ahí, siguiendo sus movimientos al terminar deparando sentada en la cama.

    Bueno, estaba informando de inicio que eran dos anécdotas destacables, por lo que prefería ir por partes, comenzando a hacerme una trazabilidad de su juego.

    —A ver Sash, empecemos por el principio —comenté con la ligera jocosidad colándoseme en la voz—. Tengo algo de curiosidad, efectivamente —declaré en lo que paseé la vista por la pared tras ella, meditando mi respuesta.

    Me había dado dos opciones, la primera, oponer la vivencia de una de sus relaciones sexuales pasadas, o la segunda, que me contara dos situaciones del mismo contexto pero a cambio, cumpliría un capricho sin protesta. En el bar había confesado que de haber ganado me hubiese pedido visitar a Copito, algo bastante blando a comparación de mi solicitud.

    Parecía que estaba algo caprichoso esta noche.

    Relajé los hombros al regresar mis pupilas a las suyas. Era su juego, y había decidido jugarlo.

    —Cuéntame una, por ahora.
     
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    Aguardé con calma hasta que Suiren regresó la mirada a mí e hizo su elección. Asentí, comenzando a mover el pie en el aire, trazando círculos lentos, y repasé las historias. A medio camino se me ocurrió una tontería y le di a elegir entre el armario de enseres y el observatorio. Mejor dejarlo en manos del azar, ¿cierto? Escogió la segunda opción, finalmente, y me sonreí. No iba a soltar identidades de ningún tipo, no cumplía ninguna función y además, creía que contribuía a lo que nos concernía.

    Alright, we were having lunch. Acabamos comiendo en el observatorio por... una serie de razones, conversábamos y una cosa fue llevando a la otra. —Me incorporé de la cama y empecé a caminar en su dirección sin prisa—. Él estaba sentado sobre el escritorio al centro de la sala y yo de pie, al frente suyo. Le hice una propuesta laboral, llamémosle, y la idea lo dejó bastante encantado.

    Me detuve justo delante de Suiren y detallé sus ojos adiamantados un segundo antes de proseguir con la historia. Mi mano navegó el espacio intermedio hasta alcanzar su cuerpo, donde comencé a rozar las zonas que mencionaba.

    —Me dejó un beso en la mejilla, otro sobre la mandíbula, me corrió el cabello y me besó también aquí, en el cuello. —Descendí la vista por su silueta y mis manos acariciaron apenas la tela del pantalón sobre sus muslos—. Yo estaba apoyada aquí, la tontería me hizo algo de cosquillas y lo presioné un poco. Sin querer, claro. —Reflejé lo que dije y la última mentira me ensanchó la sonrisa. Me separé por completo de su cuerpo y me incliné, rozando sus labios—. Luego me acerqué, le pedí que me consiguiera algo y, tras cumplir su parte...

    Ahogué las palabras en su boca. Recogí su rostro entre mis manos, lo hice con cierta firmeza y lo besé. La tontería me cosquilleó en el cuerpo, propagó ondas de calor aquí y allá, y colé la mano dentro de su camisa. Encontré la piel de su costado, afirmé la presión y avancé hasta anclarla en su cintura. Antes de profundizar el asunto, sin embargo, retrocedí, removiendo la mano también. Tenía un trabajo que cumplir, ¿no?

    —¿Qué crees que sigue ahora, cielo? —murmuré, navegando los botones de su camisa con la punta de los dedos—. Si adivinas, sumas un punto~
     
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    Pierce gestionó con calma la solicitud, pareció pensarlo por unos minutos y cuando dió las opciones me incliné por un espacio que no conocía, hasta el momento recordaba que había un observatorio por el simple hecho de la construcción que se presentó en su momento, sin embargo no me producía encanto el ir a recorrer la escuela más que turnándome entre la cafetería, la azotea y la piscina, dependiendo el clima. Recordé también la vez que acompañé a Alisha a la enfermería y le ayudé limpiando los raspones de las piernas, ella me proporcionó una insinuación directa, y bueno, era de poner límites cuando algo no me apetecía, pero en parte, el tener intimidad en la escuela era algo que no me producía disposición, por lo que de parte de Sasha, se notaba el contraste al menos en esto, aunque era una variable que podría cambiar, dependiendo la persona y el qué me inclinaría a ello. La sonrisa le decoró las facciones, y me dediqué a escuchar.

    Se levantó de la cama y dispuso sus pasos en mi dirección. Me prendé de sus orbes pese a sentir el tacto en lo que narraba la anécdota. Habló de una propuesta de trabajo y me imaginé una tontería; relató el recorrido de los besos y sus uñas se deslizaron desde mi mejilla hasta el mentón, luego depararon en la zona del cuello y parpadeé con cierta pesadez al sentir sus dedos sobre mi pantalón, la caricia fue breve y el roce de sus labios también, pero bastó para que la expectativa se me deslizara por la piel. La voz se perdió en mis labios y aunque no moví las manos correspondí con la profundidad con la que habíamos dado el último beso en el bar, su caricia me tensó ligeramente y me relamí los labios en cuanto se alejó, enterrando las manos en mis bolsillos.

    Me dió la posibilidad de acumular un punto y me pregunté que ganaría con los puntos extras.

    —¿Qué creo que siguió después del beso? —murmuré. Ella estaba de pie, él estaba sentado sobre un escritorio, luego se presionó cerca a los muslos del sujeto, lo besó y después...—. Te subiste sobre él, es decir, con una pierna a cada lado de él, sobre el escritorio, podría asumir que continuaron besándose —ladeé ligeramente la cabeza—, ¿acerté o fallé?

    La expectativa surcó el zafiro de mis pupilas sin ningún tipo de atisbo, y aguardé, con la paciencia de siempre.
     
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    Fruncí ligeramente los labios en cuanto arriesgó, sin poder evitar la idea de que era kinda cute que hubiera ladeado así la cabeza. Le piqué apenas la punta de la nariz y suspiré, descansando las manos en sus hombros.

    Wrong. Y eso que te había dado una pista y todo, eh —me lamenté, exagerando la decepción, mientras mis dedos regresaban a la línea de botones. Recuperé la sonrisa, encontrando sus ojos—. Le dije que quizá quería desvestirlo y ya, and that's what I did.

    Deshice el primero, entonces, el segundo y el tercero también, pero interrumpí la labor ahí. Deslicé el tacto por el contorno de su brazo, encontré la piel de su muñeca y colé los dedos dentro de su bolsillo, guiándolo fuera de allí. El detalle transparente del vestido traía, curiosamente, un lazo sobre el cuello también. Suspendí su mano por encima de mi pecho.

    —Deshizo esto —susurré, sin reflejarlo realmente, y seguí guiando su mano en descenso. Sus dedos rozaron la curvatura de mis pechos, lanzándome un escalofrío ligero a la columna, y recorrió mi abdomen—. Y desabotonó mi camisa, también. —Me sonreí y retrocedí de repente, hasta el centro de la habitación—. Pero se estaba tardando mucho y decidí encargarme yo del asunto.

    Aquí no tenía prenda que abrirme y la cremallera del vestido estaba en la espalda, así que tocó improvisar. Le sonreí y, mientras giraba sobre mis talones, recogí mi cabello sobre uno de mis hombros. No busqué mirarlo como tal, sólo le mostré mi perfil.

    Mind giving me a hand, baby?
     
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    Insane

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    Me tocó la punta de la nariz y por el hecho supuse en automático el que había errado, ella lo comprobó no mucho después. Nada que hacer. Me causó gracia el dramatismo sobre el fallo aunque no lo demostré notablemente, continuando el hilo de la historia. No me sorprendió en realidad, ya había notado esta noche que cuando le apetecía se dejaba de juegos y era directa sin problema alguno.

    Sentí sus dedos rozar los botones de la camisa, paseé la lengua por el paladar y tragué luego solo por reflejo. El primer botón cedió ante su movimiento, luego e segundo y finalizó en el tercero, dedicándose a recorrer mi brazo, el cual cedí para que sacara mi mano del bolsillo, terminando guiado sobre su pecho. Entorné las pupilas que comenzaban a opacarse sin siquiera percatarme de ello. No hice presión, me limité a que fuese la caricia que deseaba mostrar en el contorno de su seno. Abandonó mi mano la cual cayó a mi costado y se alejó con los pasos elegantes de costumbre, ubicándose al centro de la habitación.

    —Imagino que tenias prisa en ese momento —murmuré luego de que informará que el muchacho se estaba tardando en el proceso. Ella se dió vuelta y al mover su cabellera de fuego denoté el cierre. Acorté los pasos, me ubiqué tras ella y apoyé la izquierda en su cadera, la derecha la llevé a la cremallera—. ¿Y ahora también tienes prisa, Sash?

    La guié para que se girara ligeramente, aún dándome la espalda al seguir el ritmo de sus pisadas para mantenerme en la misma posición, y con la mano que dejé en su cadera le indiqué que diera un par de pasos al frente, hasta que quedáramos con el ventanal a sus ojos. Mi reflejo apareció en el cristal y deparé en el plata de sus ojos que se deformaban por la luces del paisaje.

    —Mencionaste que debía hacer lo contrario a la historia, supongo que con la información que me proporcionaste hasta el momento puedo dar forma, además, soy de tomarme mi tiempo —susurré en advertencia sobre la tela transparente de su hombro, deslizando por fin el cierre de su vestido.

    Denoté la piel de su espalda, y deslicé el dorso del dedo índice sobre parte de su columna, deparando en dónde la tela ya no me lo permitió, enterrándome en la parte posterior de su cuello. Besé, cosa de nada, y ya luego mordí con cierta intensidad, ajustando mi distanciamiento a sus espaldas para no dejar ni un milímetro de espacio. Pregunté por su aprobación contra la dermis.

    —¿Puedo empezar entonces?
     
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    Gigi Blanche

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    No lo estaba mirando, así que volví a adivinar sus movimientos según lo que oía. Sus pasos, amortiguados, comenzaron a acercarse y una fina capa de expectativa me recorrió la piel. Apoyó una mano en mi cadera, la otra viajó hasta su objetivo y sonreí al aire; sentía la cabeza bastante liviana.

    —¿Prisa? Not at all —susurré—. Tenemos todo el tiempo del mundo, ¿no?

    Mi cuerpo obedeció en automático. Le permití que me girara y guiara en dirección al ventanal. La tontería me ensanchó la sonrisa pero no dije nada, creyendo haber adivinado sus intenciones. El reflejo de nuestras siluetas apareció en cuanto estuvimos lo suficientemente cerca, su cabello blanco parecía un manchón de nieve perdido en la inmensa negrura. Su voz se deslizó en un susurro bajo, su aliento acariciando mi hombro por encima de la tela transparente, y pestañeé con cierta pesadez.

    —Eh~ Pero faltaba la mejor parte —me quejé porque sí, no hubo molestia real en mi voz.

    Recorrió mi columna apenas con un dedo, la mierda me lanzó un escalofrío y al besarme, morderme y pegarse a mí, tuve que soltar un suspiro al aire. Fue profundo, cerré los ojos un instante y mi mano buscó hundirse en su cabello a tientas. Me presioné contra su cuerpo, incluso si no era necesario.

    Please. —Busqué el reflejo de sus ojos y mi sonrisa se ensanchó—. Be my guest.
     
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    Insane

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    Se acopló, bromeó, obedeció y disfrutó con el suspiro que había escapado de sus labios. Lo había estado reprimiendo, me imaginaba, por lo que conllevabamos jugando desde el bar, además, por mi parte también estaba reprimiendo varias cuestiones, y ella podía notarlo con una facilidad risoria al haber invisibilizado la distancia de nuestros cuerpos, presionándose además. Respiré sobre su piel, y con la mano libre ascendí hasta la tela que decoraba su cuello. Deslicé los hilos con gracilidad al sentir su mano en mi cabello recibiendo su sonrisa. Parpadeé de pura inercia. Alcancé su mano entonces y la guié ubicarse en el cristal de enfrente.

    —Será un placer —murmuré en mi idioma natal, haciendo referencia a su invitación. Sabía que no entendería, pero la cabeza simplemente me estaba funcionando a medias al tratar de seguirle el hilo a los movimientos de mi cuerpo al colarse el instinto sobre la necesidad del contacto físico.

    Deslicé la tela por sus hombros con ambas manos, apartandome apenas al dejar su dorso al descubierto. Cuando el vestido llegó a sus caderas continué halando suavemente hacia abajo hasta que deparó en el suelo. Visualicé Las prendas restantes que venían en el mismo color, con algo de encaje que ya había denotado con el tacto hacia un rato; sentí una ligera tensión que me bañó el cuerpo en una corriente de satisfacción visual, me sonreí a sus espaldas, deslizando la yema de mis dedos por su cintura ya desnuda, reposé el mentón sobre su hombro y confesé lo obvio:

    —Voy a comerte Sash.

    Las pupilas se opacaron por completo, me tomé el tiempo para besar su oído, sujetar su lóbulo entre mis dientes y presionar con ligereza en lo que ascendía el tacto hasta el broche del sujetador. Quité el pequeño seguro y descendí la lengua hasta la curva posterior de su cuello. Me apropié de su otra muñeca para invitarla también a apoyarse sobre el cristal, continué descendiendo entre besos húmedos por su espalda, mordiendo cada tanto tramos de su piel expuesta.

    Terminé flexionando las piernas y mi soporte fueron mis manos al rededor sus caderas. Eché el aliento sobre la tela de sus pantaletas, y busqué su mirada desde mi posición, descubriendome los dientes en una sonrisa que permitía mostrarle luego de tantas charlas e insinuaciones, sagaz, oscura, fría, sexual.
     
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    Gigi Blanche

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    La presión que busqué fue un absoluto capricho, la exigencia silenciosa de comprobar por mis propios medios lo que esperaba encontrar en su cuerpo. Me removí apenas, lo sentí y la satisfacción que me bañó el cuerpo rozó lo ridículo.

    Siempre tan compuesto y mírate ahora, cielo.

    Su aliento empañó mi piel y seguí el movimiento de su mano de soslayo. Encontró las cintas que rozaban mi pecho, jaló de una de ellas y deshizo el nudo del accesorio. Se hizo con mi muñeca, también, y me separó de su cabello. La superficie del vidrio estaba fría y presioné apenas las yemas de los dedos, obedeciendo sin chistar. Su murmullo me resultó incomprensible, como tal no le di importancia y solté el aire por la nariz, siguiendo en nuestro reflejo el descenso de mi vestido.

    Se lo había dicho, ¿cierto? Los estímulos visuales funcionaban particularmente bien conmigo. La piel se me erizó con suavidad conforme fue descubierta, hasta que el vestido acabó en el suelo y removí los pies, enganchando la prenda en un tacón para hacerla a un lado. Noté en el reflejo que Suiren me recorría con la mirada y la mierda me dibujó una sonrisa de plena satisfacción en la cara.

    —¿Dije que el vestido? —murmuré, y medio giré el rostro para verlo de soslayo—. Esta también la escogí para ti~

    Percibí el contacto en mi cintura, volví a recibir su voz en el oído y la mierda que soltó me aflojó una risa de nada, una mera vibración. No respondí, cerré los ojos y una corriente de electricidad alcanzó mi vientre. Descendió por mi espalda, me instó a apoyar la otra mano en el vidrio y, con ese soporte, me incliné ligeramente hacia adelante. Algún que otro suspiro me descomprimió el pecho y recorrí el paisaje con la mirada de forma vaga. Estábamos bastante alto, pero aún así.

    Su aliento chocó contra mi ropa interior, pensé en la mierda que había dicho recién y divisé su sonrisa en el reflejo. El cuerpo entero me cosquilleó, inquieto, pero no abandoné la posición.

    —Apaga las luces, cielo —fue lo único que le dije, en voz baja.
     
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    Su pedido me llegó difuso, y era más que obvio que se debía a la vista que estaba teniendo en este momento, aún así el deber aclamó por lo que recordé el control que había ubicado sobre la mesilla, esa que estaba cerca a nosotros. Estiré la mano, miré las opciones con parsimonia hasta ubicar con la que se graduaban las luces, pese a haberlo hecho al inicio con el nivelador de la pared. Presioné el botón con el símbolo correspondiente y la única luz que quedé fue la que proporcionaba el ventanal. Dejé el aparato en el suelo, cerca a donde ella había lanzado su vestido. Regresé mis manos a sus caderas, besé sus glúteos y luego mordí su piel.

    La postura era sensual, evidentemente, aún así para lo que requeríaa debía ajustarla. La insté a girarse, y en cuanto lo hizo la miré desde abajo, me relamí los labios en lo que deslizaba mi tacto por la piel tersa de su pierna; en una petición silenciosa subí su muslo derecho sobre mi hombro, importandome poco si los tacones manchaban alguna parte de la camisa blanca; hundí mi rostro en la tela, besé sobre la misma y succioné ligeramente. El destello de mis pupilas, opaco, se mantuvo preso del metal de las suyas en el procedimiento. Recorrí sin prisa la intimidad cubierta hasta humedecerla lo suficiente, presionando su muslo y manteniendo la otra mano sobre su espalda baja, con firmeza, quizá algo de dureza.

    Pierce había mencionado que también, el conjunto de lencería lo había elegido para mí, por ende podía apropiarme como me apeteciera de ello por esta noche, ¿no?.

    Con la punta de la lengua moví la tela, la humedad se me deslizó entre los labios, la recorrí hasta deparar en el botón que terminé succionando de apoco. Parpadeé con una pesadez impropia. Solté el aire de mis pulmones por la boca sobre su intimidad expuerta y regresé de nuevo, ejerciendo pequeños movimientos que me pasaban pequeñas corrientes eléctricas por la espalda, con cada suave lamida que le proporcionaba.
     
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    Gigi Blanche

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    Seguí sus movimientos de soslayo al recoger el control y luego regresé la vista al paisaje, con aparente paciencia. Las luces se consumieron hasta desaparecer, dejando únicamente las siluetas cerúleas de la ciudad, y fue como si la temperatura de la habitación descendiera. La oscuridad me echó un balde extra de electricidad al cuerpo y presioné las yemas de los dedos en el ventanal apenas lo sentí besarme. Acabé presionando los muslos en un gesto casi inconsciente.

    Las manos en mis caderas me instaron a girarme, obedecí sin chistar y lo primero que encontré fueron sus ojos. El cabrón estaba entre mis piernas, me había clavado la mirada encima y sentí los labios secos. Me relamí apenas, exhalando con pesadez, y descansé el peso de mi pierna en su hombro. Desde aquella posición y con la abertura de su camisa llegaba a denotar, parchada por la oscuridad, la piel de su pecho. Por un segundo quise quitarle la prenda a la mierda pero el deseo se me atoró con el aire en la garganta. Encontró la ropa interior, la besó, la lamió y todo el calor que se me había acumulado me lanzó un relámpago de placer directo a la columna. Volví a suspirar, seguí respirando por la boca y mi cuerpo encontró el ventanal de pura inercia. Estaba frío, jodidamente frío y el contraste de sensaciones me arrancó un muy suave gemido.

    No le quité la vista de encima ni un segundo, en algún momento me hizo gracia que estuviera haciendo trampa en mi propio juego pero su puta madre iría a detenerlo. Estaba más sensible que la mierda y el cerebro se me derritió en un instante cuando corrió las bragas y alcanzó mi intimidad directamente.

    Empujé apenas las caderas en su dirección, fue más fuerte que yo y mi mano acabó enredada en su cabello. Eché la cabeza contra el vidrio, cerré los ojos con fuerza y me mordí también el labio, los gemidos desvaneciéndose en mi garganta.

    God —se me coló en medio de una exhalación al aire, fue pesado y me aferré a su pelo con cierta fuerza.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Sentí su cuerpo contraerse, sus dedos se afianzaron en mis cabellos y continué con mi trabajo hasta sentirla derramarse entre los gemidos suaves que se le escapaban por la garganta. Distancié apenas mis labios y me limpié la comisura de los mismos al repasar la punta de la lengua, dibujándoseme la sonrisa torcida en lo que abandonaba su muslo para dejarla de nuevo sobre el suelo, mantuve mis manos en sus caderas y me levanté, sobrepasando su altura.

    El calor en sus mejillas, la respiración pausada y su piel sensible me inclinaban a continuar con algo de necesidad.

    Tanto así, que había pasado al platillo principal de manera consciente. Atrapé sus labios en un movimiento rápido, entorné los ojos y deslicé mi tacto sobre sus nalgas para levantarla, invitándola a entornar sus piernas en mis caderas. Busqué su lengua en el beso húmedo, presionándo su espalda contra el vidrio, denotando los brillos borrosos de las luces externas del paisaje. Busqué un poco de aire y junté mi frente con la suya. No salieron palabras, mi tren de pensamientos estaba parchado en tonos negros, parpadeé apenas y caminé con ella en mis brazos hasta la cama, la abandoné en la colcha, sentándola con delicadeza en el borde.

    Me quité los zapatos, la repasé desde arriba y murmuré ronco:

    —¿Me ayudas con mi ropa, Sash?
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    En algún resquicio de consciencia llegué a preguntarme si acabaría su trabajo o me dejaría a mitad de camino, aunque no tuve mucho tiempo, ganas, ni neuronas para preocuparme demasiado. La estimulación era precisa, había acompasado mis caderas sin darme cuenta y la estaba pasando de puta madre, para qué negarlo. Era sucio que te cagas, pero la idea de estar haciéndolo contra la jodida ventana sólo me ponía más. Ya me lo habían dicho un par de veces.

    Algo loca puede que sí estuviera.

    El cerebro se me fundió por completo y siquiera fui consciente de mis movimientos o mi agarre en su cabello cuando me vine, ahogándome por un instante en la tensión, la presión y la ola de placer que me bañó el cuerpo. Poco a poco recuperé consciencia del espacio, aflojé el agarre de mi mano y entreabrí los ojos en lo que él se incorporaba. Deposité mi mirada en su rostro como me fue posible, aunque mi cara debía ser un poema y tardó cero segundos en besarme. Lo recibí aún algo atontada al principio, pero la intensidad y la forma en que me presionó contra la ventana bastaron para regresarme la cabeza al cuello. Relajé los brazos en sus hombros, el agarre en mis glúteos me trabó un suspiro en la garganta y obedecí, brincando apenas para enredar las piernas en sus caderas. Mi lengua encontró la suya, el vidrio ya no se sentía frío y tras separarse, tras unir nuestras frentes, mantuve los ojos cerrados y me quedé allí, oyendo nuestras respiraciones. De un segundo para el otro me di cuenta que estaba a punto de follar con Suiren y ¿la verdad? No me importó en absoluto. No tenía por qué hacerlo.

    Me despegó de allí y podía imaginar el próximo destino.

    Estaba algo más centrada ahora, aunque toda la situación seguía lanzandome líneas sutiles de pólvora por el cuerpo. Suiren me depositó al borde de la cama con delicadeza y seguí sus movimientos con una sonrisilla pegada al rostro, bien relajada. A ver, nadie iría a culparme, ¿cierto?

    Su pedido sonó ronco a mis oídos y me ensanchó la sonrisa. Lo recorrí con la vista de pies a cabeza, satisfecha, y me incorporé sin prisa. El sostén me había quedado sobre los hombros, desabrochado, suspiré y me lo quité con cierta indiferencia, lanzandolo sobre la cama. Me detuve frente a él, tomé aire por la nariz y deposité las manos en sus hombros. De allí arrastré por sus brazos, regresé y repetí en su torso, inclinándome en su dirección.

    —¿Que te quite la ropa, dices? I wonder why.

    Acabé de susurrar la tontería sobre la línea de su mandíbula, donde deposité un beso. Fue casto, mi mano se ancló del lado opuesto de su cuello y deslicé los labios, humedecidos, por su piel. Volví a besarlo, lo hice con ganas y luego de los primeros tres besos me dediqué a comerle el cuello como me dio la gana. Alcancé su hombro, donde jalé de su camisa y deslicé la punta de la lengua. Lo mordí apenas, también. Me sonreí con la tontería y mis manos, a tientas, se encargaron de desabrochar los botones restantes. Colé los dedos por la abertura de la tela, la arrastré por sus brazos y acabé presionando ambas manos en su cintura, empujándolo hacia mí. Mis pechos se aplastaron contra su torso, la mierda me arrancó un suspiro que eché en su cuello y volví a comerselo; esta vez, me encargué del pantalón.

    Para el final del numerito ya había vuelto a encender buena parte de la pólvora desperdigada, la manía me impulsó a pellizcar su piel con los dientes y deslicé los labios, completamente mojados, a su oreja. El pantalón cayó al suelo.

    Now what, baby? —jadeé, acariciando su entrepierna por sobre la ropa interior sin una pizca de vergüenza.
     
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