Kanagawa Kamakura

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Noviembre 2020.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
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    Yuzuki Minami
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    Rengo parecía feliz de poder compartir ese lugar con nosotros y solo verlo así me sosegó el corazón, porque se me ocurrió que aunque fuese despacio lo estábamos ayudando a salir de su cueva, de la humedad del archivo y a dejar como meros recuerdos más de una cosa. También pensé que quizás habría querido llevar a alguien antes pero no lo tenía permitido y ahora, digamos que libre de algunas ataduras, había podido hacerlo por fin.

    No más secretos.

    Lo dejé tomar mi mano y llevarla a su frente, así como él cerró los ojos yo me permití una sonrisa tranquila, dedicándole una caricia liviana con la punta de los dedos.

    —No más secretos —repetí en su susurro, como quien recita un mantra.

    Retiré la mano cuando noté sus intenciones de hablar en otra dirección, a Kohaku, y apoyé el peso del cuerpo en la barandilla mientras lo escuchaba. El viento todavía nos agitaba el cabello, seguía arrastrando cosas consigo, entre ellas las palabras de Rengo que se alzaban, nos rodeaban y finalmente se extinguían arriba, por la montaña.

    La razón por la que pierde fuerza se debe a su benevolencia.

    Kibo.

    Escama, regalo.

    Kibo entrega vida por vida.

    Sus escamas... son un regalo que da a los mortales para salvarnos.

    Miré al menor de los Harima con el rabillo del ojo cuando mencionó eso, como si me anticipara al resto de lo que iba a decir, porque podía hablarme hasta el cansancio de dar vida por vida y quizás lo entendiera de principio a fin, al derecho y al revés. Cerré los ojos, esta vez fui yo la que tomó aire y las palabras de Rengo me atravesaron el pecho con una facilidad estúpida.

    —Le debo la vida de Takano a Seiryu —dije al aire para no interrumpir a Rengo, que seguía hablando.

    Cada palabra me clavaba más profundo la flecha que había arrojado y me había dado directo en el corazón, la responsabilidad tan grande que ahora recaía en Kohaku también me estaba preocupando. Dioses, me preocupaba horrores, porque no dejaba de ser un niño y habían tantas cosas que sentía que no debían cargar todavía. Rengo con Shi y Mara, y ahora Kohaku con Ebisu, el saber que tomaría energía de Seiryu.

    Solté la baranda despacio y me senté al borde junto a Rengo, repasando todo lo que acaba de decirnos y dejé la vista puesta en el paisaje frente a nosotros antes de estirar la mano, tomar la de Rengo y girar suavemente el mala de Takeda en su muñeca. Había tardado mucho en darme cuenta que estaba unida a Takeda por algo más allá que el deber, que éramos hermanos y además nos unía algo diferente, la benevolencia que había estado por rechazar.

    ¿Hasta dónde podía llegar la benevolencia de uno?

    Seiryu respondía a eso al entregar sus escamas aún a costa de sí mismo.

    —La benevolencia es lo único que verdaderamente necesitamos —murmuré con la vista puesta en el objeto que hasta entonces había cargado Takeda, ahora en manos de Rengo. Básicamente estaba repitiendo lo que había dicho en Saitama cuando tuve que enderezar a Takeda—. Sin ella caminamos sin rumbo en un bosque oscuro, no hay sol, no hay fuego, no hay nada que nos guíe y es horriblemente frío. Actos como los de Seiryu, sacrificios de esa clase, se hacen por una fuerza que es más grande que nosotros. Todos, capaces o no de usar el Qi, saben el precio de los fragmentos que entregan para guiar, proteger o directamente salvar a los demás.

    Regresé la mano de Rengo a su espacio, volví a tomar aire y hasta entonces busqué la silueta de Kohaku desde abajo. Le sonreí prácticamente con el mismo cariño que le sonreía al menor de los Harima, fue un gesto cálido que me salió sin más y sabía que solo había una cosa que podía hacer por él, por la responsabilidad que ahora le correspondía.

    —Tienes nuestro apoyo, hablo incluso por los que no han podido acompañarnos. Es tu camino ahora, pero no te dejáremos recorrerlo solo, estamos detrás de ti y te vamos a sostener de ahora en adelante siempre que haga falta. —Volví la vista al frente—. Confío en ti desde Tsu y en las decisiones que tomas.


    tremendo tochopost ayuda, kamakura siempre me hace esto
     
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    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

    Cáncer
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    Kuroki Fusatada

    Observe a Rengo cuando volvió a hablar, si bien se sentía alegre y el sitio permitía relajarse de algún extraño modo... lo que revelaría sería muy... cruel.

    Despegue una mano del pasamanos para mirar de costado a Rengo, escuchando con atención, no evité entrecerrar los ojos a la par que bajaba un poco la mirada, después de todo lo que había visto y descubierto, solo notaba que no había nada que no fueran sacrificios... sacrificios y mas sacrificios. Ni siquiera para los propios Shijin...

    Armas creados por dioses, un costo vital abrumador, poderes a costa de más vida... todo era tan perturbador, pero ciertamente ya me estaba acostumbrando.

    Fue cuando Rengo me miró de nuevo y se explico que entendí la razón por la que no quería separarse del niño, sumado a lo que mencionó de Shiryu...

    No evité suspirar mientras cerraba los ojos, sonriendo con orgullo, sabía que Rengo no era tonto, si no era como yo, se hacia el torpe o el alegre para ocultar mucho. Ya sabía que se olia ese asunto y me despegue del pasamanos para ir con Rengo, aunque me detuve a cierta distancia, asintiendo.
    —Se lo prometí... que fuese un secreto—. Dije, pero con eso fui claro. Aún así, me aclare, mirando a los presentes.
    >>Shiryu... el abuelo de Kibo, es Byakko... el Tigre Blanco, del elemento Viento. Le prometí no revelarlo a nadie, pero así como el me confió el secreto, yo confío en todos ustedes para que eso no salga de entre nosotros—. Confesé al fin, para seguir escuchando a Rengo y terminé por mirar hacia Kohaku, aunque Yuzuki se adelantó y no evité sonreír.

    —Si hay un experto en estar dando cosas sin esperar nada a cambio, incluso al contrario, aunque llegue a perder, soy yo—. Dije, para mirar a Kohaku y sonreírle ampliamente, asintiendole decidido.
    >>Sabes que cuentas con mi apoyo... Ko, tal vez el costo sea alto, pero yo también ya estoy en esto pese a no haber sido bendecido por nadie. —rei, con dejé divertido—, pero eso no impide que pueda ayudarte, e inclusive entenderlo. Después de todo, ya me contagié de suficiente veneno de Rengo, así que venga, amigo. Deja esa cara larga, estamos juntos y es ahora más que nunca cuando debemos mantener la frente en alto...—. Dije, sonriéndole ampliamente a ambos, y de paso fastidiando un poco a Rengo por lo del veneno, en referencia a la sanguijuela.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Kohaku Ishikawa
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    Hubo algo que cambió. En el ambiente, el aire que corría o las personas que me rodeaban. No lograba definirlo, pero algo cambió y lo hizo con la fuerza suficiente para instalarme un ligero agobio en el centro del pecho. Fue casi una reacción instintiva, una que me obligó a repasar los alrededores en busca de la disrupción, hasta que la voz de Rengo perturbó el silencio y los hilos se tensaron desde su dirección, desde su cabello ondeante y el rostro de facciones amables.

    Seiryu está herido.

    Le presté toda la atención que poseía y el agobio fue creciendo, así no lo demostrara. Al dragón lo estaba acabando su propia benevolencia, su deseo de ayudar a los humanos. Cada escama que desprendía de su cuerpo, un aliento menos. De repente me sentí de lo más estúpido por haber regalado una de las tres que había conseguido, ahora que sabía la enorme importancia que poseían. Al menos se la había entregado a un herborista y no un comerciante cualquiera, sólo me quedaba confiar en que supiera brindarle un uso medicinal y que no acabara en una joya de la nobleza.

    Y las dos que cargaba se sentían más pesadas que el acero.

    Rengo nos siguió confiando información y todo se apiló a una velocidad vertiginosa. Qi se llamaba la energía que utilizaban los espiritistas, emplearla consumía la vida de los mismos y... ¿Hana había estado sellando a Shi, la espada de Rengo? ¿Por eso la habrían matado? Pero y si no había sido Rengo, ¿entonces quién? La pregunta palpitó en mi mente, infectó los recovecos y un hilo extraño se desprendió del joven Harima, desvaneciéndose lejos de nosotros. Sólo era una sensación sin fundamento, pero me retumbó en el pecho a un ritmo imposible de ignorar.

    Natsu.

    Rengo tenía que saberlo, ¿verdad?

    Quién había matado a Hana.

    Rengo volvió a dirigirse a mí, con determinación. Francamente creía saber de responsabilidades, responsabilidad era lo que se me había confiado desde el mismo día de mi nacimiento, desde que la gracia de la villa recayó sobre mí y el hecho de que portara la máscara. La responsabilidad del primogénito, del futuro regente, de prepararme física, mental y espiritualmente para el cargo. Todo en mi vida había sido responsabilidad.

    Y ahora debía asumir otra.

    Era de esas decisiones que tomaban a uno, incluso antes de llegar a procesarlo, y sacrificar una escama de Seiryu, sacrificar una porción de su vida, era probablemente de las primeras cosas que nacían de mi egoísmo. De mi deseo. Hablar con Ebisu, comprender mejor el legado de los Ishikawa y todo lo concerniente a mi energía espiritual. Y si lo lograba, si conseguía utilizar mi Qi, podría ponerlo al servicio de los demás. Podría ayudar a mis compañeros y honrar el sacrificio de Seiryu, así fuera desde mis propias escamas. Era el ciclo de la vida.

    Tanto Yuzuki como Kuroki se dirigieron a mí luego de que Rengo terminara de hablar, sus palabras me arrancaron una sonrisa suave y asentí, cargándome los pulmones de aire.

    —Sé que no estoy solo —murmuré, ligeramente nervioso por recibir la atención simultánea de tantas personas, aunque me fui relajando a medida que el tiempo discurría—. Nunca lo he estado realmente, ni siquiera cuando así lo creía. Nunca estamos solos.

    Desvié la mirada un segundo hacia Kamakura, recordando aquellos tiempos de solitud dentro y fuera de la villa, allí donde sentía algo, no sabía qué, pero era algo que me acompañaba. Que me impedía sufrir de la soledad. ¿Sería consecuencia de mi energía espiritual? ¿De veras poseía... un poder diferente, uno nacido de la bendición de los dioses? ¿Esto era verdaderamente lo que significaba ser un Ishikawa?

    ¿Mi padre poseería Qi?

    —Lo haré —declaré, extrayendo una escama simplemente para observarla en mi palma—. Quiero hablar con Ebisu y comprender mejor todo esto, y quizás así... quizás así también sea capaz de honrar el sacrificio de Seiryu.

    Miré directamente a Rengo.

    —¿Me enseñarías cómo?
     
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    Amelie

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    [Yuzuki; Kohaku; Kuroki; Rengo; Satou; Shiori]

    Yuzuki depositó su confianza en Kohaku, del mismo modo lo hacía Kuroki; quien con sus palabras hizo sonreír a Rengo —Te advierto que ni Yuzu ni Kuro te van a soltar jamás —cerró los ojos aun sonriendo; pues bromeaba al respecto, pero estaba agradecido de que fuera así, porque sin ellos; él no estaría allí.

    "Lo haré"

    Las palabras de Kohaku no sorprendieron a Rengo

    "¿Me enseñarías cómo?"

    Rengo afirmó —Para abrir las puertas debes escucharlo por primera vez... — se acercó a la orilla y esta vez se sentó sobre sus piernas viendo hacia la neblina; le indicó a Kohaku que se colocara a su lado, después tomó las manos de Kohaku y las acomodó, juntó su dos pulgares y sus dos índices creando una triangulación; después entrelazó los dedos restantes —Es el símbolo del agua —explicó mientras colocaba la escama recargándola sobre los dedos medios quedando rodeada de la triangulación realizada con los dedos pulgares e índices.

    [​IMG]

    —Cierra los ojos... y escucha— mencionó mientras el viento golpeaba la montaña.

    Y Kohaku escuchó...

     
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    Gigi Blanche

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    Atendí a todas las indicaciones de Rengo en silencio, sintiendo una ligera bruma de nerviosismo agitarse en mi pecho. El lugar donde sentarme, la posición de las manos y demás. La escama rozó mi piel, allí se asentó y podría jurar que algo cambió, no tenía idea qué. Observé la niebla, con la voz de Rengo colándose entre las hendijas, y finalmente cerré los ojos.

    La oscuridad fue total y cuando regresé en sí, cuando recordé dónde y junto a quiénes me encontraba, no tuve idea si habían pasado cinco minutos o una hora. Parpadeé, repasando el paisaje. La neblina había retrocedido, con ella la negrura, y paseé la mirada entre los demás. Tragué saliva, deteniéndome en Rengo a mi lado.

    —Tengo que hablar contigo —murmuré, precavido, y rumié brevemente antes de agregar—: A solas.

    No era que no confiara en los demás, pero tenía demasiada información extraña en la cabeza, demasiada confusión como para preocuparme por hilar mis palabras con cordura frente a un montón de personas. Necesitaba tranquilidad y quizá fuera, otra vez, uno de los primeros actos egoístas que perpetuaba.
     
    Última edición: 24 Septiembre 2021
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    Amelie

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    [Yuzuki; Kohaku; Kuroki; Rengo; Satou; Shiori]

    Al abrir los ojos, la escama se rompió en las manos de Kohaku; para acto seguido enfocar sus palabras en Rengo; este parpadeó y afirmó —Bajemos— mencionó con naturalidad. Se levantó y observó al resto —Volveremos en unos momentos; prometo ser precavido —esto último lo dijo hacia Yuzu — Pueden seguir explorando en el archivo si lo desean; o platicar aquí en este sitio —aclaró para después guiar a Kohaku por las escaleras adheridas en la montaña, guardó silencio hasta llegar a una distancia prudente, dónde nadie podía verlos o oírlos.

    Gigavehl Yáahl madarauchiha Pueden volver al archivo si gustan y volver a tirar un dado de 20; o quedarse allí, esperando a que terminen su plática.


    [​IMG]

    Se sentó en uno de los escalones; talló sus ojos y levantó la mirada a Kohaku, dejando a shi a un lado —Podemos hablar aquí— Y por un momento, algo parecía verse algo borroso detrás de Rengo, nublado; como cuando caía agua en los ojos, pero sin sentido alguno; pues todo lo demás era completamente nítido, Rengo, las escaleras, las flores del infierno.

    Gigi Blanche puedes hacerlo en post o mandar un mp; depende de lo que tú quieras hacer :3
     
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    Zireael

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    La respuesta de Kohaku a nuestras palabras me arrancó una sonrisa ligera, aún con la vista clavada en el paisaje, y aunque no lo estaba mirando me quedé pendiente a lo que dijo, la forma en que lo hizo también y liberé el aire despacio al escucharlo decir que lo haría, que hablaría con Ebisu y quizás así pudiese honrar el sacrificio de Seiryu. La sonrisa se me amplió y me quedé donde estaba, que Rengo lo orientara y pasara lo que tuviese que pasar.

    Cuando Kohaku volvió en sí y le pidió a Rengo hablar a solas con él no me sorprendió, fuese lo que hubiese ocurrido, lo que hubiese visto o escuchado tenía que ser un montón de información rara, compleja, y aunque éramos gente de confianza entendía que entre más gente hubiese costaba más expresarse cuando eso pasaba.

    Me levanté sin prisa de donde me había sentado y asentí con calma a las palabras de Rengo que sabía iban dirigidas a mí, que pasaba pendiente de cuanta gente tuviese alrededor y de él en particular. Los observé bajar aún así, atenta a ellos hasta que se me perdieron de vista y entonces giré el cuerpo con intenciones de volver adentro.

    —Regresaré al archivo, si pasa algo o lo que sea me buscan —dije para Kuroki y Shiori antes de comenzar a caminar.

    Al entrar la ventisca se detuvo, aunque se escuchaba de nuevo. Me recibió el frío, el olor a humedad y el silencio que solo era roto por el crepitar del fuego en las lámparas que Rengo había encendido.

    Quizás encontrara algo como quizás no, pero la verdad es que incluso si lo que acababa encontrando era otra nota de Rengo me daba por satisfecha también. En sí quizás solo quería un momento a solas por la intranquilidad que había sentido en el pecho, del desazón que me había quedado en el cuerpo y parecía haber traído el viento, venido de ninguna parte.

    me sorprende? no, para nada
     
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    Amelie

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    [Yuzuki]

    Yuzuki se adentró nuevamente al archivo; recorrió los estantes para encontrar un pequeño papel escondido en uno de los rollos; al principio parecía ser un separador; pero no, era una rana de origami junto a ella estaba un papel con la misma caligrafía anterior.

    かえる Kaeru (rana)
    帰る Kaeru (volver, regresar)


    Guarda la rana en tu saco de monedas para que el dinero siempre regrese
    Esta ranita es de la suerte; aplástala y vela brincar; pero siempre procura que regrese a ti.

    "Kero kero" dice la rana "Kero kero"


    [​IMG]

    Yáahl No has encontrado nada de utilidad.
     
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    Gigi Blanche

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    Rengo accedió sin problema a mi solicitud y paseé la mirada entre los demás antes de seguirlo. Me seguía sentando un poco mal la idea de que llegaran a pensar que no confiaba en ellos, pero era algo con lo que debería lidiar en el futuro, llegado el problema. Ahora había otras prioridades.

    Rengo nos condujo por las escaleras que se extendían sobre la ladera de la montaña. Bajé sin prisa, atendiendo al aullido del viento y rozando apenas las higanbana que se mecían suavemente. El muchacho se sentó, dejó a shi a un lado y la observé durante unos cuantos segundos, las palabras de Ebisu rebotando en mis oídos. La observé como si nunca la hubiera visto antes y pasé saliva, regresando la mirada a Rengo. Fue entonces que noté... ni siquiera sabía qué era, o si era algo en absoluto, pero parpadeé y desapareció. Fuera de la forma que fuera, una sensación desagradable se asentó en mi pecho.

    Me decía que no estábamos solos.

    Y es que nunca lo estábamos, ¿verdad?

    Las imágenes de Mara que me había mostrado Ebisu se agitaron con fuerza, y me cargué los pulmones de aire antes de hablar antes de sentarme junto a Rengo, dispuesto a hablar. Quizá fuera una tontería, pero lo sentí necesario y por ello me quité la máscara, dejándola de frente sobre mis rodillas. Entretuve mis ojos en el paisaje, en las flores, para narrar lo que había ocurrido.

    —Ebisu me contó una historia. Era una historia sobre dos... dos almas, una de luz, otra de oscuridad. Una vivía aislada, la otra oculta. Cuando Tsukuyomi venció a Amaterasu, el eclipse se cernió sobre el mundo y recrudecieron las calamidades. Entonces las dos almas abandonaron sus hogares y lograron encontrarse, guiadas por el eclipse. Ebisu dijo que Amaterasu necesita tanto de la luz como de la oscuridad para ser liberado, pero que hay... hay algo intentando apoderarse de la energía oscura.

    Un escalofrío me recorrió la espalda y apreté los labios, juntando valor para volver el rostro hacia Rengo. Esperaba que hubiera comprendido lo que yo, que lo viera en mis ojos. Miré a shi un breve instante y seguí, precavido.

    —Dijo que era Mara, Rengo. —Sabía lo mucho que Mara significaba para el muchacho, comprendía sus sentimientos pero aún así—. Que Mara está intentando utilizar el eclipse para evitar la liberación de Amaterasu, y por eso... por eso existe shi. Ebisu dijo que no debemos destruirla, sino purificarla, y que para eso necesitamos encontrar a los cuatro Shijin.


    pedazo de arco wey im trippin
     
    Última edición: 26 Septiembre 2021
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    Amelie

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    [Kohaku; Rengo]

    Rengo se mantuvo allí en silencio por un momento atento a Kohaku, terminó de hablar y Rengo bajó la mirada a sus manos, estaban entrelazadas con fuerza, impidiendo así que sus dedos se movieran inquietos ante la plática que se había convertido incómoda para él; eran temas que últimamente era forzado a hablar mas al respecto; pero esta vez no se le exigía una respuesta, podía mantener el silencio; Kohaku no le preguntaba qué es lo que haría ahora, ni siquiera le preguntaba que era lo que pasaba por su mente sobre Mara. Sólo le estaba informando, le estaba advirtiendo y dejando la decisión en su poder.

    —Mara me ha ayudado en mi soledad, me ayudó a soportar los castigos de Itami y la indiferencia de mi padre. Por muchas estaciones fue la única voz que parecía querer escuchar la mía —apretó aun mas sus manos — Tú me dijiste que aun conservaba mi voz; y la razón por la que creo conservarla es por Mara, pues nunca me silenció mientras los demás querían hacerlo... —no levantaba la vista, se mantenía atento a sus manos, controlándolas — Siempre he vivido siguiendo órdenes, nunca he tenido ese poder de decisión, me es más sencillo que alguien mas tome las decisiones por mi, eso me ayuda a librarme de repercusiones o culpas —levantó su mirada, tenía miedo —Sólo Mara me dejaba decidir, nunca me obligó a hacer nada, incluso...—tragó saliva pero no desvió la mirada; pero tampoco destensó sus manos que ya comenzaban a palidecer por el corte de circulación —... incluso cuando me dijo que debía matar a Hana para ayudarlo; nunca me obligó a hacerlo, nunca me apresuró o forzó a actuar como él quería que lo hiciera, siempre me ha dejado... ser—tomó a shi entre sus manos y la abrazó a su pecho — No quiero herir a nadie, Kohaku. — aun con shi en sus manos, llevó la saya a su rostro cubriendo sus ojos —Kuro me ha dicho que no debo huir; así como Yuzu me dice que no debo ocultar mas secretos; y la misma Hana me hablo del deber que tengo. Pero lo único que quiero hacer es correr lo más lejos que pueda, alejarme de todo; como lo hacía junto con Natsu —bajó a shi mostrando sus ojos nublados — ¿Por qué algo tan grande debe estar en nuestros hombros? —negó — No soy lo que todos esperan que sea. Sólo soy yo. Ya no tengo energía espiritual... ¿Ni eso me hace libre?

    Hizo una pausa mientras dejaba correr un par de lágrimas; dejando a shi nuevamente a un lado para después limpiar su rostro mientras su cuerpo temblaba—¿Por qué debemos ser nosotros? Somos mortales en un asunto de Dioses— de rodillas en el suelo dejó caer sus manos — ¡Es absurdo! —gritó — ¿Cuánto más debemos de sangrar para que aquellos que no sufren en la tierra puedan estar conformes?— Y allí, en esa posición, miró el mala que Takeda le había obsequiado en Shizuoka, sus palabras en aquel momento mientras acomodaba el mala en su muñeca lo hicieron sentir en paz, protegido. Pero sobre todo se sintió exonerado, y con la capacidad de elegir.

    "No seguir adelante es perder la fe, haber avanzado sin llegar al final; y si uno no termina lo que ha empezado, todo el dolor en el camino ha sido en vano, todas las vidas...La calma en medio de la quietud no es verdadera calma; mantenerse tranquilo en medio de la turbulencia, esa es la verdadera calma"

    —Me toca elegir si seguir con el camino...—dijo para si mismo recordando las palabras de Takeda.

    "... Es como estar en el mar, el miedo pesa y te hundes; mientras que la verdad te ayuda a flotar. Es así como puedo estar en calma en la tempestad. Esa es mi verdad"

    En aquel momento, las palabras de Takeda sólo le parecían frases del budismo; conocía muy bien los diferentes dogmas, por lo que no encontraba nada nuevo que aprender. Pero sólo en aquel momento frente a Kohaku logró entender el objetivo que Takeda le proponía sin obligarlo —Buscar la verdad... —levantó la vista a Kohaku. Aun había muchas preguntas que resolver de ese intercambio verbal que tuvo con el último de los Minamoto, pues Takeda no le estaba dando una cátedra filosófica, le estaba ayudando a unificar sus emociones, las cuales aun Rengo no entendía y por ello siempre acababa huyendo de todo —Busquemos a los Shijin —afirmó —Sólo cuando sepa toda la verdad, decidiré que es lo que debo hacer — aclaró ante Kohaku —No puedo prometer nada ahora; no hasta que no exista duda en mi. No tomaré decisiones sin conocer todo. Eso es el camino del Sabio —talló su rostro y sonrió con sinceridad —Porque yo no conozco a Ebisu como tú; así como tú no conoces a Mara como yo —clavó su mirada en la máscara de Kohaku— Debe existir un punto medio ¿No crees? Algo que ni tú ni yo hayamos visto.

    Y no era lo único que Kohaku vería; ahora con sus puertas abiertas al vínculo entre la tierra y el cielo, su visión se expandía. Una visión que tal vez no deseaba tener pero ahora poseía. Por eso veía una imagen nublada detrás de Rengo que aparecía y desaparecía esporádicamente; así como veía a otra más nítida subiendo los escalones. Era un hombre, el cual parecía portar a shi. Rengo no parecía reaccionar ante la presencia de aquel sujeto.

    [​IMG]


    Gigi Blanche super arco que parecía ser improbable.
     
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    Gigi Blanche

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    A medida que hablaba realmente había temido que la conversación sobrepasara a Rengo, que lo agobiara lo suficiente para huir o, aún peor, encerrarse en sí mismo. No quería eso, no quería ser el responsable de arrebatarle la voz que había logrado conservar y cuando desvió la mirada, cuando por rebote detallé también el fuerte agarre que mantenía en sus manos, por un instante me arrepentí. Sentí que estaba apresurándome demasiado, que lo estaba forzando. Sin embargo, también sentí que seguía siendo lo correcto. Y allí permanecí, en una brecha gris incapaz de reconciliar ambos lados.

    Claro estaba que no confiaba ciegamente en Ebisu, si me preguntaban seguro acabaría inclinando la balanza por él si en el otro plato se encontraba Mara, pero aún así. Yo también dudaba de todo, incluso de mí mismo, de lo que ahora podía ver y sentir. De mi familia también. Además, cada vez comprendía mejor a Rengo. Su miedo e incertidumbre, su soledad forzada y la autoimpuesta también. Comprendía su deseo por desapegarse del mundo, por no cargar con culpas o responsabilidades. Quería comprender su oscuridad, ahora, y su relación con Mara, no sólo ver lo importante que era para él. Quería respetar ese vínculo también, no pretender pisotearlo.

    No quiero herir a nadie, Kohaku.

    Y las preguntas se acumularon, descendieron con la pesadez de una catarata y me llenaron los oídos de ruido.

    ¿Por qué algo tan grande debe estar en nuestros hombros?

    ¿Por qué debemos ser nosotros?

    ¿Cuánto más debemos de sangrar para que aquellos que no sufren en la tierra puedan estar conformes?

    Se había abrazado a shi, utilizó su saya para cubrirse el rostro y sólo pude quedarme allí, manteniendo la vista fija en mi máscara para permitirle ese momento de privacidad. Su grito me sobresaltó un poco, mas seguí inmóvil y con la expresión contraída. Entendía sus emociones, las entendía pues yo también las sentía, así me resultara imposible canalizarlas de una forma tan genuina y clara como él. ¿Quería huir, llorar, gritar hasta vaciarme los pulmones? ¿Quería ignorar todo lo que había pasado y regresar al corredor de mi casa, a la compañía de Chiasa y los niños lanzándose bolas de nieve? Pues sí.

    Pero eso también era imposible.

    Le regresé la mirada en cuanto noté sus ojos sobre mí, lucían enrojecidos y me partió el corazón echarle aún más peso sobre los hombros. Sonrió, sin embargo, lo hizo con la sinceridad que había percibido emanar de él desde mi primera vez en Kamakura, quizás incluso desde aquella noche en el shukusha de Shizuoka, y reflejé el gesto sin siquiera razonarlo. El cuerpo entero me había gritado siempre que podía confiar en Rengo y planeaba seguir haciéndolo. Puede que ahora hubiera incluso más cosas que debería aceptar sin comprender del todo, y estaba bien. Tenía que estarlo.

    Aceptar que vivíamos en un espacio gris, de desconocimiento y plena reverencia.

    Recorrí a shi con la mirada cuando afirmó que lo haría, que me ayudaría a buscar a los cuatro Shijin, y asentí. No tenía que creerme de inmediato, de hecho jamás esperé que lo hiciera. Sólo debía aguardar y no destruir la espada, al menos hasta que aclaráramos el panorama.

    —También creo que tiene que haber más de esta historia, no sólo lo que Ebisu me haya dicho a mí o Mara a ti. —Mi sonrisa se ensanchó y llevé una mano a su cabello, fue una caricia breve que me surgió de un lugar recóndito, uno que ya había enterrado—. Gracias por escucharme y por aceptar. Está bien que dudes, Rengo, yo también lo hago. Es muy sabio de tu parte.

    Lo último pretendió poseer un tono más liviano, una suerte de broma desprendida de sus propias palabras, aunque tampoco era ningún genio de los chistes así que corrió con bastante normalidad.

    La sombra detrás de Rengo seguía ahí, apareciendo de a intervalos irregulares, y en buena medida me forcé a ignorarla para enfocarme en el muchacho. Lo que no pude ignorar fue la otra presencia, esa que se trazó en el espacio con la nitidez suficiente para distinguir a un hombre. Llevaba sus ropas corroídas y el cabello rojo, como de sangre. Parpadeé, el corazón se me congeló en el pecho y la seguí con la vista durante varios segundos. Una mezcla de miedo y confusión se me revolvió en el cuerpo y me quedé inmóvil, casi como si temiera respirar. No había dudas, lo veía con demasiada claridad para estar inventándolo.

    La presencia portaba a shi.

    —Rengo —lo llamé, en una exhalación ahogada que intentó recobrar compostura al regresar a sus ojos—. ¿No viste a ese sujeto?


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    [Kohaku; Rengo]

    Rengo se tranquilizó al escuchar las palabras de Kohaku, pues pensó que iba a obligarlo a tener que decidir en ese momento entre un bien y un mal para el cual no tenía definición; sin saberlo, Kohaku le había quitado algo de ese peso, pues Rengo no lo había arrastrado a ese mundo como lo había hecho con los demás; Kohaku ya venía arrastrando ese lado sin saberlo.

    Después vino la pregunta, a lo que Rengo volteó a todos lados, mientras tallaba sus ojos —¿Qué sujeto? —pensó que venía alguien por esos escalones pero no había nadie —¿Qué es lo que ves? ¿Tiene pelo rojo? Porque si tiene pelo rojo mejor corremos ahora —Rengo sabía que sus puertas estaban bloqueadas, el Qi no fluía en su cuerpo como lo hacía ahora con Kohaku.

     
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    En ningún momento se me ocurrió concederle pensamiento al efecto que mis palabras o acciones pudieran tener en los demás. Haciendo memoria, de hecho, jamás había sido el caso. Como si la vida transcurriera bajo el mandato errático del aire, de sus corrientes y vendavales, como si mi existencia no fuera más que un pétalo liviano y no poseyera poder real sobre nadie o nada. Todo se lo llevaba el viento, todo fluía junto a él. Nada permanecía estático o permanecía en absoluto.

    No éramos más que energía en constante cambio.

    No lo pensaba, pero percibí el alivio en sus ojos y eso calmó la tormenta que, quisiera o no, se arremolinaba al centro de mi pecho. El asunto fue que luego distinguí la presencia en el aire, lo tornó denso, lo tornó rojo y las palabras de Rengo me arrojaron un frío helado por la espalda. No le había dicho el color de su cabello así que no quedaban muchas opciones.

    Tuve que tragarme las dudas, quién era o cómo lo conocía, y me incorporé de un movimiento rígido. Regresé la máscara a mi rostro, lo hice de forma tan automática que siquiera fui consciente y pasé saliva en lo que comenzaba a subir los escalones a velocidad. ¿Era el único capaz de verlo? ¿Eso significaba que estaban todos en peligro y sólo yo lo veía?

    Dioses.

    Me aseguré que Rengo viniera junto a mí y tras alcanzar la terraza, el frío helado regresó a mi espalda.

    —No es seguro aquí —anuncié, enmascarando los nervios debajo de un tono plano.

    Irónico, considerando que Rengo lo había llamado precisamente así, pero bueno. Repasé el espacio con la vista, a los allí presentes, y noté que faltaba Yuzuki. Asumí que tendría que haberse regresado por el pasadizo, considerando la escasez de caminos allí, y volví a preocuparme por que todos me siguieran de regreso. Cada paso era plomo, cada centímetro se sentía más helado y me di cuenta, de un instante al otro, que había confiado plenamente en las palabras de Rengo.

    El hijo de la oscuridad.

    Tal y como había pensado, encontré a la última del grupo en el archivo. Contuve un suspiro, mezcla de alivio y ansiedad, y la rodeé para observar el sitio. Miré en todas direcciones, sin quitar la mano de mi saya.

    —Rengo —lo llamé, aún vigilando—. Tú lo conoces, ¿verdad? ¿Quién es?
     
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    Zireael

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    Recorrí los estantes con calma, solo el ruido del viento, mis propios pasos y el rozar de la ropa me acompañaba, me envolvía y me hacía sentir parte de esta cueva extraña, como si me hubiesen fundido a la montaña o a Kamakura misma. Me pregunté de repente, quizás por el motivo por el que estábamos allí, realmente cuántos espíritus tendría Kamakura consigo y se me ocurrió que no se me apetecía del todo conocer la respuesta.

    En lo que seguía avanzando, antes de elegir algún rollo o lo que fuera, mi mente se deslizó a Takano y solté el aire un poco de golpe, como si me reprochara a mí misma por andarme comportando como si tuviese la edad de mis hermanas o algo. Aún así, llegar a él me hizo pensar en Hayato, también en Takeda y me di cuenta que ni había caído el sol, pero ya los echaba en falta.

    Era algo cálido y amargo a la vez, era lo que tenía formar lazos de familia con las personas y luego tener que separarnos de ellas. Lo sentía al dejar a mi madre atrás, cada noche cuando pensaba en la cantidad de días que llevaba sin ver a las gemelas y aún así insistía en cumplir lo que sentía que me correspondía. Acompañar a unos u otros, hacer elecciones, poner prioridades y todo eso a veces bifurcaba los caminos, pero confiaba en nuestra capacidad para volver los unos a los otros.

    Regresar a las personas a las que nuestras vidas les pertenecían.

    Estaba en dándole vueltas a ese montón de pensamientos cuando vi el papelito sobresaliendo de un rollo, me hice con él solo para dar con una rana de origami y el papel con la misma caligrafía de antes. Lo que decía me arrancó una sonrisa ligera, giré la ranita entre mis dedos y con la mano libre doblé el papel para guardarlo con la otra nota de Rengo.

    —Kero kero —murmuré tragándome la risa, dándole un último giro a la rana antes de guardarla también.

    Acababa de hacer eso cuando escuché pasos, los que venían liderando el camino no eran de Rengo y al primero que vi aparecerse de nuevo fue a Kohaku, repasé al niño con la vista porque noté su agitación, la alerta en sus movimientos y busqué cualquier señal en su cuerpo que me dijera si le había pasado algo, lo mismo con Rengo.

    Kohaku me había rodeado, su mano estaba en la saya, y el cuerpo me respondió en reflejo. Encontré la empuñadura de mi propia arma, del colmillo robado. Una tensión inmensa me cayó encima de la nada, producto de la incertidumbre suponía, y mis ojos regresaron al camino que dirigía al pasadizo por el que habíamos salido.

    —¿Qué pasó? —pregunté por fin, no fue demandante, pero sí se me notó la preocupación en la voz. No necesitaba que me soltaran un montón de información, solo que me dijeran por qué ese estado de alerta—. Ko, ¿qué pasó?

    El pesar del pecho no hizo más que aumentar, estaba a nada de transformarse en verdadero miedo y despegué la vista del pasadizo para deslizarla por todo el espacio. Estábamos encerrados allí, en la cueva dentro de la montaña.

    Era una tumba.
     
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    Amelie

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    [Yuzuki; Kohaku; Kuroki; Rengo; Satou; Shiori]

    Rengo entró al archivo y sintió sus piernas entumecerse, no sólo por miedo sino también por su falta de entrenamiento físico; algo que se recriminaría después.

    —Nunca había subido tanto, nunca había llegado a Kamakura, siempre se mantuvo en los perímetros del bosque— mencionaba Rengo ante Yuzuki para después mirar a Kohaku, reparando en que traía de nuevo la máscara — Es... era... es...Kaito Harima; mi abuelo — se talló el rostro mientras Satou los observaba algo confundido.

    —Nunca ha hablado conmigo; sólo se acerca amenazadoramente con la espada desenvainada— dijo con miedo, no temblaba, pero en su semblante se notaba el miedo que le causaba tal aparición —Tal vez ha subido porque es atraído por shi... su katana. ¿Cómo no se me ocurrió que sentiría su presencia? —se recriminó — ¿Traspasará paredes? Es un espíritu seguramente lo hará— por un momento miró su palma —Si tan solo tuviera mi energía podría protegernos de su presencia; pero no tengo nada, pero... Tal vez Itami dejó alguno y...— Rengo buscaba en el archivo pero fue inútil.



    Era tarde, primero sólo Kohaku podía verlo; lentamente se fue materializando a los ojos de los demás. Era Rengo el único que no podía verlo.

    [​IMG]

    Satou fue el primero en reaccionar —Él fue quien forjó a shi junto con su hermano; ¿no es cierto? tal vez busque recuperar su vieja arma— Satou observaba a Kaito con intriga; era el famoso demonio carmesí —O busque venganza contra su propio hijo quien le causó la muerte —miró a Rengo —Si es alguna de estas opciones; tú tienes la respuesta en ambas, Rengo. Portas a shi en tu cintura y con tu sangre tienes un sello a muerte con Kato.

    —Vaya... eso me tranquiliza —mencionó Rengo observando la mirada del resto para atinar en dónde se encontraba su abuelo. Estaba bastante alterado, pero sobre todo frustrado al sentirse tan inútil.

    El demonio carmesí se acercó a Kohaku; lo miró de frente.

     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa

    La voz de Yuzuki me alcanzó desde atrás, sonaba apremiante y pasé saliva para ordenar un poco mis ideas, aún recorriendo el archivo con la vista en todas direcciones.

    —Vi... Vi una aparición y Rengo dijo que corriéramos.

    No tenía pies ni cabeza, decirlo en voz alta lo hacía aún más descabellado, pero tampoco tuve tiempo para replanteármelo. Nos reunimos todos allí adentro, estábamos prácticamente encerrados y Rengo empezó a hablar. Lo miré un breve instante, procesando la información lo más rápido que pude, y volví a vigilar el archivo. Conque era su abuelo, Kaito Harima, quien había forjado a shi. Nada de esto me gustaba, no se veía bien y... Dioses, ¿qué iba a pasar? El suspenso me estaba carcomiendo los nervios.

    El padre de Kuroki atajó la idea de que estuviera buscando su espada, que quisiera recuperarla, pero las palabras de Ebisu rebotaron en mis oídos y la idea sólo me echó más tensión encima. Al menos, comprendí que ya no era sólo yo quien lo veía. Se irguió frente a nosotros, en silencio, y sentí el mismo frío helado al deslizarse por las escaleras. Pasé saliva, paseando la mirada entre los demás, y noté algo desalentador.

    —¿No puedes verlo? —le pregunté a Rengo, tenso.

    Fue en ese momento que noté por el rabillo del ojo que el espíritu se movía. Regresé la atención a él, con todo el cuerpo agarrotado, y se detuvo frente a mí. Apreté la saya con tanta fuerza que los dedos me dolieron.

    Y lo escuché.

    Su voz me congeló aún más la sangre, si eso era posible. Supe que tenía que tomar una decisión rápida, que ya no había espacio ni tiempo para medias tintas y que Rengo no podía verlo. Dioses, no podía verlo.

    Desenvainé mi katana, retrocediendo para conseguir algo de distancia, y no le quité los ojos de encima ni un instante. No tenía idea de nada, ni siquiera llegaba a comprender lo que estaba ocurriendo, pero no tenía sentido.

    —¿Por qué? —le pregunté en voz alta, intentando sonar lo más firme posible—. ¿Qué es lo que quieres?
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami

    La respuesta me envió una sensación de frío por toda la espalda, ni siquiera me lo cuestioné, como si este niño me decía que había visto al mismísimo Seiryu mientras yo estaba aquí metida seguro le creía. Ya no solo porque como le había dicho, confiaba en él, sino porque yo misma había visto a mi padre muerto en Minami, su espíritu había estado frente a mí.

    Ya cualquier cosa era posible.

    Cuando la voz de Rengo se hizo lugar en el espacio me di cuenta que el corazón parecía querer romperme las costillas, latía con fuerza, presa del miedo que iba haciéndose lugar y cuando el muchacho soltó el nombre de su abuelo respiré por la boca, como si me hubiesen soltado un golpe en el estómago. Rengo no podía ayudarnos, su energía lo había abandonado o lo que fuese, Kohaku apenas estaba tratando de entender el poder que tenía.

    Y seguíamos metidos en esa tumba.

    Pasé saliva una, dos, tres veces y cuando la silueta de Kaito comenzó a materializarse frente a nosotros el frío que sentía en la espalda pasó a ser hielo directamente. Las palabras del padre de Kuroki me llegaron amortiguadas, como de otro mundo, no podía ni despegar los ojos de la imagen que tenía frente a mí.

    —Rengo. —Lo llamé y soné bastante más entera de lo que me sentía en realidad—. Detrás de nosotros.

    Fue un instante, pero la cabeza se me puso en funcionamiento para querer levantar paredes a su alrededor, porque era mi niño, porque no podía ver a Kaito y si Satou llevaba algo de razón, debía haber algo que pudiéramos hacer incluso con el faltante de la habilidad de Rengo.

    El demonio carmesí se acercó a Kohaku, el miedo me pateó el estómago de nuevo y se me erizó la piel, lo sentí, como un perro al que se le eriza el lomo. Desenvainé la katana sin pensarlo, fruncí el ceño sin siquiera darme cuenta y si el niño retrocedió yo me adelanté un paso.

    —No te acerques más, di lo que quieres —solté, esta vez el miedo sí se me notó en la voz y no me pudo importar menos—. Solo si lo dices podemos hacerlo.

    ¿Negociando con una aparición? Maravillosa jugada, Yuzu.


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    [Yuzuki; Kohaku; Kuroki; Rengo; Satou; Shiori]

    Rengo negó —No puedo verlo, no puedo sentirlo —dijo con impotencia, y al ver que Kohaku desenfundaba su katana no dudó en colocarse a su lado, Yuzu también desenfundó su katana lista para atacar.

    El espectro sólo emitía un sonido, como del viento chocando en las rocas.

    Rengo también se colocó en posición de ataque, desenvainando a shi.

     
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    Kohaku Ishikawa

    La situación siguió fluyendo, avanzando a velocidades vertiginosas, y así como el aire sólo me quedaba amoldarme. No necesitaba comprender su forma ni ritmo, sólo imitarlo y remontar con el viento. Era lo que había hecho toda la vida, ¿verdad? Ahora se sentía diferente, ahora era más difícil pero eso tenía que dejar de importar. Tenía que ser aire, sólo aire.

    Yuzuki avanzó, apareció en mi campo de visión y me rectifiqué de inmediato, colocándome a su misma altura. Se nos unió Rengo también, los tres habíamos desenvainado y aguardé, tragándome el agobio, a que Kaito respondiera. Su voz volvió a lanzarme un frío helado por la espalda y afiancé el agarre en mi katana, intentando pasar el aire a consciencia para regular mi respiración.

    —No podemos hacerlo —dije al aire, iba dirigido en parte a Yuzuki y en parte a Kaito, y alcé la mirada hacia éste último, hacia donde se suponía estarían sus ojos—. Sus canales están cerrados, ¿para qué quieres hablar con él? ¿Qué quieres decirle?

    Qué va, como si tuviera alguna idea sobre todo esto, pero sabía lo suficiente para desconfiar de sus intenciones. Igual tampoco tenía mucho sentido jugar de forma unilateral, así que acabé por echarle un vistazo a Rengo antes de hablarle. Quizá fuera extraño, pero un poco de severidad se me coló en el tono de voz.


    —Dice que quiere hablar contigo. ¿Hay forma de que pueda hacerlo en tu estado?
     
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