Kanagawa Kamakura

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Noviembre 2020.

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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Silencio, sigilo, silencio, lluvia, silencio, suavidad. Pero cada una de las palabras, cada unas de las respuesta, cayeron en mi espalda como una piedra tras otra; golpe, raspón, golpes, moretón, golpe, torcedura, golpe, resisto, golpes, ira, golpe, flaqueo; Una sentencia de muerte, y la ira estalla. El jodido dragón ya no está tras mi espalda, lo siento en mí.

    RYOUMA

    Con el sigilo de Masuyo me traslado hasta la playa, con la frente en alto me detengo solemne tras Kato, sin pensarlo dos veces mí expresión se arruga hasta la rabia continua de Mao; avanzo sin vacilar, mi corazón va a mil pero no me tiembla ni el más mínimo cabello, la sangre fluye rauda; lista para matar, pero entonces mis dedos ágiles se mueven por inercia, la inercia que me inculcaron desde que nací, la que perfeccioné con Kenzaburo, la que ahora brilla en con todo su esplendor.

    MAO

    Una vez tengo el mango de mi katana natal la lanzo lejos, con precisión, cuidado y fuerza, llegó a parar mínimo a un metro de distancia; al mismo tiempo y son lo hago con la otra, esa que le perteneció a un Taira, la que me llevé luego de que ayudáramos a los Fujiwara; esa fue a caer entre la arena, al lado izquierdo.

    Y ahí, desarmada, fue que alcé el mentón para enfrentar la inminente mirada de Kato, caminando con mis manos empuñadas con fuerza, pero el temple era tal que simplemente no me paraba a cuestionar nada; fluía entre los negros y blancos, entre lo bueno y lo malo, entre lo cruel y piadoso.

    MASUYO.
    —¡Escuchadme bien, fuerte y claro, dúo de estúpidos egoístas! ¡Porque eso son, la mayoría de los seres de Kamakura son jodidamente egoístas e individualista, y por eso mismo ven a Takeda como sí fuera un jodido niño débil que no sabe controlar un Clan inminente, cuando él es en realidad el único apto y capacitado para derrocar a cualquiera de todos los Taira que estén en la cabecilla, no ustedes, que solo esperan con hipocresía ser condenados!

    Me detuve, a una distancia más que prudente, sosteniendo con fiereza la mirada de Kato, porque a Rengo no había cómo mirarlo y, en realidad, poco me importaba con lo cobarde que era, de seguro ya estaría lloriqueando y temblando cuando ni siquiera estaba dando ni la mitad de lo que era capaz de dar.

    >>¡La única persona, escuchen bien, a la única persona que le puede pertenecer esa jodida cajita musical es a Miko, a Hana, a la madre de Takeda; no a Takeda, no a Kato, no al ladrón sinvergüenzas de Rengo! ¡Esa caja musical es de Hana ahora, antes y por siempre, no importa que tan muerta esté su carne, que tan frío su recuerdo, que tan olvidada su puta existencia! ¡Porque Miko, mí Miko sigue con nosotros!— Me llevé la mano al corazón, sin presionar, extendida; porque estaba siendo honesta, y no necesitaba golpearme le pecho como los machos alfa para demostrar mi valía.

    >>¡Porque no importa lo físico cuando estamos en guerra, y la muerte es inminente todos los días; no importa qué tan perdidos estemos, que tan corruptos nos volvamos, que tan inhumanos seamos, que tan débiles parezcamos! ¡Mientras nuestros deseos, anhelos y esperanzas sean puros y genuinos, nuestra alma será digna de perseverar más allá de la muerte! ¡Hana sigue con nosotros, quieran o no, ella sigue con nosotros; desde el recuerdo, desde la enseñanza y, sobre todo, desde el jodido amor que le brindó a cada persona que pudo!

    Y la voz se me cortó, la lágrimas brotaron, pero mi rostro iracundo se mantuvo solemne al igual que mi voz; sobrepasando cualquier otro sentimiento que no fuera la perseverancia. Mis manos se volvieron a empuñar, mi rostro estaba rojo y mis brazos caían como lianas a mis costados.

    >>¡Así que dejen de putamente echarse la culpa, de lloriquear y patalear como jodidos críos de seis años, porque ninguno lo es, y solo estarían estresando y haciendo sentir mal a Hana, poco importa sí ya está muerta y mil pisos bajo tierra!

    Otra vez las lágrimas, pero en vez de bajar la cabeza me hicieron alzar aún más el mentón, inhalando hondo para que al momento de tragarme el nudo doliera lo menos posible. Bufé tal buey descontrolado, agachando un poco la cabeza, pero nunca soltando los ojos de Kato.

    >>¡Y sí alguien tiene el puto derecho de poseer esa maldita caja musical, soy yo! ¡Porque yo se la devolví a Hana, porque yo intenté que no viera a Kenzaburo como un asesino despiadado!— Otra vez mi mano extendida sobre mi pecho—, ¡Yo arriesgué mi puesto en el Clan Minamoto, estaba dispuesta a hacer las trastadas más sucias, perras e indignas, solo para que una desconocida tuviera su condenada cajita musical de vuelta, para que no me jodieran a Kenzaburo por sus errores! ¡Porque siempre ando como una puta idiota arreglando las cagadas más jodidas que ningún machito como ustedes se atreve a enfrentar sin recibir ni una puta cosa a cambio! —había cerrado los ojos, la solemnidad se fue solo para llevar mis manos hacia atrás, "reverenciar" un poco; tal ave que grazna hacia sus enemigos.

    Alcé el rostro entonces, mi pecho subía y bajaba, alterada, furiosa; buey, era un jodido buey de carga que había perdido su temple, que arremetía como poseído contra quienes lo sobreexplotaban en su trabajo, buscando matar a sus torturadores ignorantes.

    Me di vuelta hasta dar la espalda a Kato, pero no me marché;

    me arrodillé con solemnidad,
    con más decisión que nunca.

    >>¡Atrévete a golpearme por la espalda, sin que yo pueda defenderme siquiera, sí sientes que lo que digo no tiene lógica, que lo que digo es erróneo! ¡Descarga tú jodida frustración de anciano estresado e idiota con una niña de 14 años sí tantos cojones tienes, Kato Harima!

    Harima... llegó como una epifanía.

    Y sí no estuviera furiosa, por dentro sonreiría altanera, pero cada vez se me hacía más inimaginable verme como alguien superior a otros.

    Dioses,
    padre...
    mamá...

    ¿Esto es lo que viste...


    en los
    Kobayashi?
     
    Última edición: 23 Enero 2021
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    Monpoke

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    Riku

    "¿Crees sea Kamakura?". Me muevo un poco revisando de diferente ángulos la pintura. Si es kamakura o no, no pudo asegurarlo, no se cuantas ciudades hay en montañas. "Solo es... más animado".

    Extiendo una mano para tratar de llevármela, tal como la pintura del bosque, pero la detuve antes de siquiera hacer contacto con el lienzo.

    "Sera mejor irnos. El edificio no estará en condiciones, pero es un lugar tranquilo para un artista". Retiro por completo la mano y me vuelvo hacia Shinko. "Dudo alguien olvide estas pinturas a propósito, y si fuera así, si el exterior es un ejemplo, esta habitación se vería descuidada".

    Hago una seña para sugerir a Shinko que abandonemos la habitación con cuidado permaneciendo en sigilo, cerrando la puerta detrás de él. Bajamos las escaleras y volvemos a la calles, es entonces noto el momento del día en cual nos encontramos.

    "Si paso el tiempo". Susurro un poco al aire. Entonces recuerdo el trato echo con Kirara y me pregunto si ya tendrá su respuesta. "Kamakura tiene mucho que mostrar... lastima no sea como Kai en los ánimos... odio la guerra".

    "Pienso visitar la arbolaria, cuando termine volveré al patio frente la mazmorra". Le informo a Shinko de mi plan siguiente, buscando ponerle fin a esta exploración con el lugar el cual ya he visitado dos veces. "¿Quieres acompañarme?"

    "Te aseguro esta vez no peligramos caernos de ningún lado". Rió con algo de gracia, el puente destruido y mi idiotez de escalar, no fueron las zonas o acciones más seguras de todas.


    a la herbolaria
     
    Última edición: 24 Enero 2021
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

    Leo
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    Yuzuki Minami
    Castillo de la tristeza

    Estaba preparada para una respuesta como esa, así que si acaso reaccioné asintiendo con la cabeza aunque no concordaba.

    Todas las tristezas eran distintas, claro, algunas estaban revueltas con dolor, otras con ira y a veces ambas por decir algo. La mía, en general, estaba revuelta con lo segundo y siempre, sin falta, estaba acompañada por un miedo crudo, visceral y casi inutilizante.

    A veces era al revés, era miedo o ira mezclado con tristeza, pero el orden en general no cambiaba demasiado el resultado.

    El dolor de Iwakura.

    El del bosque, en la jaula.

    El de no haber logrado salvar a Hana.

    El de todo mi clan.

    Esa mezcla de emociones parecía inherente a mi persona y no tenía idea de cómo hacía para ignorarla en algunas oportunidades, cuando las circunstancias parecían no dejarme mucho más que hacer. Pero estaba allí, estaba segura gracias a lo que había hecho Jiin por nosotras y...

    Me negaba a creer lo que el demonio disfrazado como mi padre había dicho.

    Le dediqué una sonrisa de agradecimiento a Jiin por haber convencido al señor y entré de nuevo, regresando a una expresión más neutral. Vi a Takeda caminar de regreso a la almohadilla, para sentarse allí como un muerto en vida.
    Le di su tiempo, incluso si se decidía por no hablar, porque lo que me importaba realmente era que no estuviera solo. Nadie merecía del todo estar solo, mucho menos él.

    Cuando se levantó lo seguí con la mirada, lo vi sacar el instrumento, afinarlo y finalmente tocar, bastaron las primeras notas para estaquearme al suelo, como si alguien hubiese cavado una zanja y me hubiese lanzado a ella, cubriéndome de tierra hasta el cuello.

    Me tomó lo suyo reaccionar, porque me cayeron encima los recuerdos de Tsu, de lo que quedaba de mi familia y de mi madre cantando, aunque siempre terminara llorando justo como estaba haciendo él.

    Nuestro Takeda.

    Cuando terminó la canción y la música se extinguió, reinicié el canto, cada palabra, cada pausa. No tenía una melodía que me acompañara ya, aunque tenía la flauta y podía tocarla, no encontré el impulso de hacerlo pero las palabras salieron solas casi, cargaron consigo la misma emoción que mi madre les había impregnado por haber perdido a mi padre, eran de hecho la representación absoluta del dolor de todo el clan.

    El pensamiento que tuve respecto a Fuji en algún momento se repitió, ahora respecto a Takeda, ¿qué edad tenía? ¿Cercana a la de Takano? El otro parecía llevar no sé cuántas vidas encima, con esa cara de perro viejo, y Takeda, mientras tanto, me pareció un niño roto de repente. Absolutamente destrozado y solo.

    Las últimas palabras de la canción fueron prácticamente un murmuro, se fusionaron con el silencio hasta perderse. Quería llorar con él aunque ya lo había hecho en la mañana, de hecho deseé llorar como lo había hecho en Iwakura, aferrada a la katana enterrada en la tierra, y como deseé hacerlo en el bosque.

    Pero no lo hice.

    Me acerqué a él entonces, estiré los brazos pero me quedé a medio camino, dudando visiblemente ante la estupidez que había pensado hacer, porque no era así como me habían criado, porque me estaba saltando posiblemente todos los principios morales habidos y por haber pero si me había parecido un niño roto, ¿por qué no hacerlo? Si era, a fin de cuentas, una persona como todas las demás.

    —Escuché esta canción hasta el último día que estuve en Kamakura —dije y aunque había pretendido evitarlo, era evidente que tenía un nudo en la garganta—. La toqué en Tsu, pero nunca... Me había atrevido a cantarla.

    En los labios se me formó una sonrisa de lo más amarga.

    —Permiso, señor —dije mientras posaba las manos en su rostro—. Si mi clan existiera todavía posiblemente todos me considerarían una irrespetuosa ya. Me habría llevado más de un castigo.

    Busqué su mirada sin soltar su rostro todavía y lo acaricié con el mismo afecto con que había abrazado a Rengo para tranquilizarlo.

    Lo que para mi clan habían sido defectos quizás eran mis únicas fortalezas reales.

    El cachorro débil de la camada... Y el único que había decidido cargar con el peso de todos los perros incluso así.

    —Duele, ¿no? Todo duele desde hace tiempo, es confuso y extraño, casi un sinsentido.

    Solté su rostro y aunque volví a dudar, lo rodeé con los brazos con cuidado, abrazándolo. Un gesto que reservaba para mis hermanas, mi madre y los Harima, pero consideré que lo necesitaba. Que sí, había merecido la bofetada, pero también necesitaba el otro camino.

    Lo cierto es que estaba aterrada por haber hecho semejante cosa, por lo que significaba, porque estaba haciendo todo lo contrario a lo que mi clan exigía. Porque si ya me habían enviado un demonio para hacerme dudar de mis decisiones, era muy probable que se repitiera con esta.

    ¿Iba a despertar otro día pidiendo perdón? Quizás, pero los perros saben cuándo merecen un castigo y algunos se limitan a tomarlo, aunque duela horrores.

    —No tienes que hablar nada conmigo si no quieres, pero no estás solo, ¿de acuerdo, Takeda? —Le acaricié la espalda como si de verdad fuese un chiquillo—. La tristeza en solitario es muy dolorosa, lo sé bien.
     
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    Puerto
    (Natsu; Rengo; Kuroki; Kato; Mao)


    Rengo escuchó la voz de Natsu, después patearon su escondite y lo jalaron para incorporarse. La última oración de Natsu lo hizo sonreír, eso quería oír de algún modo; pero no se lo diría, odiaba imponer sus ideas, así como también organizarlas.

    Kato los observaba sin hacer o decir nada, mientras que Rengo parecía haber bloqueado su presencia mientras corría arrastrando el bote a la orilla; ya en el agua se subió al barco y le hizo señas a Natsu —Vámonos, sube de una vez— seguía algo mareado y parecía no ser consciente que aquello era ridículo. Pero el sentimiento estaba allí, quería irse de allí.

    Mientras tanto Kato miró nuevamente a Mao, la misma voz impertinente de esa mañana —Te lo he dicho ya; hablas mucho para lo poco que sabes— dijo cruzándose de brazos, una actitud que le recordó a Takano, pero la diferencia era que Kato no mostraba enojo, simplemente seriedad —No te castigaré; no es tu culpa ser ignorante a los temas de los que hablo.

    Rengo ya se había bajado del bote, pues al escuchar las palabras sobre Hana de boca de Mao lo hicieron bajar con determinación, salpicando a sus anchas, avanzando hacia dónde estaba Natsu, pues confiaba en él. Cada palabra de Mao lo sumergía cada vez más a una obscuridad profunda, su liviandad y sonrisa desaparecieron casi al instante en que alguien se atrevió a pronunciar aquel nombre.

    "¡Hana sigue con nosotros, quieran o no, ella sigue con nosotros; desde el recuerdo, desde la enseñanza y, sobre todo, desde el jodido amor que le brindó a cada persona que pudo!"

    —¡¿El amor que brindó a cada persona que pudo?!—Rengo repitió en pregunta las palabras de Mao, su rostro era acusatorio —Miko habrá sido un alma atormentada; pero Hana era un demonio; esa mujer a la que ciegamente defiendes condenó a un niño a vivir un infierno.

    —¡Rengo!— Gritó Kato aun con los brazos cruzados.

    Rengo se contuvo por un momento, miró a Kato —Sé que siempre vas a defenderla; no importa cuanto mal ha hecho; tu mismo has cometido más crímenes que yo portando a shidijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas —Y a mi, que no me he atrevido a dañarte... me rechazas constantemente. Me encantaría poder ser el demonio que crees que soy —Limpió sus lágrimas —Deseo convertirme en ese demonio que todos quieren; porque la maldad es mejor pagada en este mundo— dijo mientras sacaba un papel de su ropa.



    Kato también buscó en su kimono y sacó la caja de música; la cual abrió y la música se hizo presente. Rengo inmediatamente se llevó las manos a sus orejas cubriendo lo que podía del sonido para que no llegara a sus oídos; se dejó caer de rodillas con los ojos llenos de furia hacia Kato.

    Kato avanzó hacia Mao y le entregó la caja de música aun abierta —La caja de música es un sello —dijo mirando a Rengo a un lado de Natsu; aun tapándose los oídos con rabia —Aleja a los demonios —volvió hacia Mao. Volvió a mirar a Rengo, después volvió a darles la espalda —La gente débil sólo sabe quejarse; los fuertes aceptan y siguen adelante — dijo avanzando hacia la escalinata. No tenía más que decir.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Misato Aoyama

    Mientras hablaba con Yin note que la conversación entre Takano y Kenzaburo adquiría un toque misterioso. Takano había decidido enviar a Kenzaburo hasta Tsu, la capital de Mié.

    Apenas comprendía lo que ambos decían, una misión Tsu, era aquella misma misteriosa y oscura ciudad, precisamente el barrio viejo donde nos hospedamos tras la huida de Nara, allí la vida de Takeda corrió peligro a causa de un hitodama. Ese día recordé como el mundo de espíritus nunca debía ser menospreciado y extraños seres sedientos de alguna justicia manifieste su poder y si aquel día el perder casi la vida fuese una nimiedad, Takeda pierde a su madre Hana a manos de un enigmático y cruel asesino desconocido...¿quien habría sido? ¿Descubriria algún día la verdad? Lo que si estaba segura era que dicha cuestión rondaría mi mente cuando pise la ciudad.

    —Estoy de acuerdo—me acerque más a los presentes— Apenas esté lista y de la orden partire, si Kenzo está de acuerdo por supuesto—dije ofreciendo mi ayuda, la gravedad de una inminente guerra requería cada fibra de voluntad, aún sentía renuencia por la enigmática ciudad pero algo me decía que encontraríamos cosas muy interesantes.

    —eh Yin—me acerque tocando su hombro— solo prométeme que estarás bien ¿Si? Estoy segura que nos veremos antes de lo esperado...rezaré a los dioses por los dos...—le anime dibujando una sincera sonrisa, misma sonrisa que amansaba con encanto a los más necios, pero esta vez sería la imagen para motivar un futuro y pronto reencuentro...Yin lo entendería muy bien.

    >> Espero atentamente su respuesta y órdenes...
     
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    Gigavehl

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    Kuroki

    Avanzamos, y terminamos en el Puerto sin mayor drama, conseguí ocultarme bien junto a Masuyo y desde ahí se escuchó bien como se pudo ver totalmente la situación pese a la lluvia.

    Rengo estaba muy borracho y desaliñado, parecía haberse caído en la arena. Sin en cambio... Lo que temía, si bien no hubo violencia como hace un par de días, las palabras calaban en mi.

    "Hubiera sido mejor que muriera ¿no es así? al menos de ese modo estarías ahora entendiendo que mataste a alguien inocente"

    Rengo...

    Juraría que alguien más me acompañó en ese momento cuando dije eso, aunque seguro fue por recordar un breve instante lo que me contó ayer. Aún así, cuando Kato completó su frase y miró su puño, por inercia yo hice exactamente el mismo gesto, donde aún estaba la venda...

    ¿Como Kato había dado con eso? ¿Acaso Itami se lo acababa de decir? Argh, con la apatía de este hombre era difícil saberlo.

    Como fuese, Natsu parecía estar a punto de irse y yo susurré lo más bajo posible a Mao...
    "No vayas a-

    Si, Kuroki. Sigues teniendo demasiada fe ciega.

    Cuando me di cuenta, Mao se había adelantado y solo pude sentir rabia e impotencia...

    "¡Porque Miko, mí Miko sigue con nosotros!"

    Detente...

    "¡No importa qué tan perdidos estemos, que tan corruptos nos volvamos, que tan inhumanos seamos, que tan débiles parezcamos! ¡Mientras nuestros deseos, anhelos y esperanzas sean puros y genuinos, nuestra alma será digna de perseverar más allá de la muerte!"

    ¡Detente! ¡Estupida! ¡Rengo no lo verá de esa manera! ¡¡Aun no!!

    "¡Hana sigue con nosotros, quieran o no, ella sigue con nosotros; desde el recuerdo, desde la enseñanza y, sobre todo, desde el jodido amor que le brindó a cada persona que pudo!"

    ¡¡MALDITA ESTUPIDA!!

    Tu
    No
    Sabes...

    NADA

    Absolutamente toda la jodida delicada pero pacífica conversación en la clínica acababa de irse a la mierda.

    Por esto... ¡Por esto necesitaba hablar! ¡Para prevenir momentos como estos! Pero no... Tenía que padecer de un jodido sello cuando solamente quería ayudar a alguien como Rengo.

    Maldita sea...

    "¡Así que dejen de putamente echarse la culpa, de lloriquear y patalear como jodidos críos de seis años, porque ninguno lo es, y solo estarían estresando y haciendo sentir mal a Hana, poco importa sí ya está muerta y mil pisos bajo tierra!"

    Ja... Pero que gracia... Te encanta hablar a los cuatro vientos como si supieras lo que sucede con todo puto mundo. Por algo siempre intento entender contextos y nunca atacar cuando sea necesario y sé que tengo la información. Maldita sea... Mao.

    Lo único que haces es hacer el ridículo... Tenía tanto que decirle pero no podía ni valía la pena...

    Niña, después de todo.


    Solo pude hacer de indiferente como hice en Nara. Kato no pudo haberlo dicho mejor, pero cuando pude ver a Rengo estallar era lo más normal del mundo... No podía culparlo pese lo polémico que estaba siendo esto.

    "Miko habrá sido un alma atormentada; pero Hana era un demonio; esa mujer a la que ciegamente defiendes condenó a un niño a vivir un infierno."

    Yo solo pude gemir por lo bajo, desolado... Incapaz de poder hacer algo más.

    "Deseo convertirme en ese demonio que todos quieren; porque la maldad es mejor pagada en este mundo"

    Rengo... Maldita sea... ¡No!

    Y nuevamente... Esa caja, la maldita caja.

    Rengo se tapó los oídos, cosa que me hizo fruncir el ceño, confuso. Kato decía alejar los demonios, claro. Él no era distinto después de todo.

    Vi como le dio la caja a Mao y soltó un comentario final, después fue subiendo, para ir abandonando el sitio.

    Suspiré con claro hartazgo. Mao solo había cagado algo que Natsu ya había hecho bien, y salí de mi escondite para empezar a subir con esa misma cautela, no era necesario hacerme a notar pues ahí solo estaban rostros conocidos.

    Fulminé a Mao con la mirada, diciéndole en la misma mientras alternaba entre la caja y sus ojos con un "no cierres esa caja" ya que no fuiste capaz de seguirme el ritmo, esta bien.
    Luego miré a Rengo, suavizando un poco mi claro gesto molesto, pero a Rengo le expresé clara tristeza pero a la vez frustración, negándole con la cabeza mientras me giré de nuevo y comenzaba a subir de vuelta.

    La misión tenía que seguir... Después de todo.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Masuyo/Ryouma/Mao
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    No te castigaré; no es tu culpa ser ignorante a los temas de los que hablo.

    Tan exactas, tan acertadas, tan conciliadoras que básicamente fueron como dos pinzas que, al estar tan herida, ni siquiera dolían; solo me aliviaron tras sacarme una de las muchas espinas, ramas, fragmentos de espadas incrustadas. El dolor, el jodido dolor punzante y constante que me dejó Miko fue removido, ahora solo sangraría la nostalgia cada vez que la recordara, como solía recordar a Chikusa, pero la espina que dejó el seguía estando muy adentro de mí, sería el triple de difícil removerlo por completo. Fue cosas de escuchar esa frase de Kato para soltar un pesado suspiro que me sacudió todo el cuerpo, me libró el último par de lágrima, la escasa expresión de angustia.

    Me había liberado, por fin me había liberado:
    De la muerte de mis hermanos.
    Del sacrificio de mi madre.
    De las heridas in-cerrables de mi padre.
    Todo por el amor de Kenzaburo,

    y ahora por la sabiduría de Kato.

    Estaba en deuda, claro; nunca se lo diría, que él lo considerara era su trabajo. Apenas me sentí renovada me alcé, ya sin ningún anhelo de seguir peleando, pues Kato y yo al parecer ya teníamos claro que tipo de persona éramos, y aunque no se disculpó, mucho menos me trató con simpatía; no me castigó, no me castigó cuando Kato amaba castigar por el más mínimo detalle. Ese logro, esa acción, demostraba que ya había conquistado a Kamakura; a mí manera, a mis tiempo y por mis propios objetivos y anhelos; los de una Kobayashi, nada nunca relacionado ni directamente vinculado con los Minamoto, ni siquiera los Harima. Ahora que no éramos el bosque, debido que estábamos reducidos a cenizas, ni el agua, que se amolda a lo que necesitan los demás; éramos el viento, libre, retador, individualista, pero que solo puede hacer acto de presencia sí un tercero lo presencia. Solo ante ojos ajenos puede existir.

    Caminé hacia Rengo y Kato, acercándome más a este último, cuando sacó la cajita y vi que la empezaría a tocar, la hermosa y última noche con Miko vino a mi cabeza, a mis memorias, y eso fue lo que movió mis siguientes acciones; ya no más peleas, ya no más gritos; ya no más guerra, ya no más muerte.


    Juegos, risas; paz, vida. Flui, al más estilo tradicional japonés, ese que me habían inculcado mis profesoras, cada una con un aire, sentimiento, método y pasión distintos; fui como Kamakura mientras me movía a mis anchas, era la solemnidad, el viento delatador, la lluvia sinuosa, la tierra infértil, pero el árbol gigante que no moría, a pesar de que todo estaba marchito a su alrededor; y ese gran árbol, es el que seguía desperdigando las flores por las tierras muertas de Kamakura. Kato era el árbol, el pilar de cada una de sus frágiles y poderosas flores. La idea me sacó una sonrisa, pero no pude expresarla, porque apenas me puse en movimiento mi boca y lengua también; pues antes de aprender a ser una charlatana, antes de hablar con educación: escuchaba poemas, canciones de cuna, cuentos y leyendas.

    Inhalé hondo, mientras me dejaba fluir al son de la música, de tal manera fue que canté; le di forma a las palabras que Miko no pudo formar esa fatídica, fatídica pero brillante noche:

    "Aquel invierno, invierno crudo, despliega tus alas y alza el vuelo, pequeña ave de seno. Aquel invierno, doloroso, aquel invierno brillante, aquella estación blanca y manchada de sangre; alza el vuelo, escapa lejos; huye, enfrenta, esfuérzate. Todos han caído, cada cascarón se a rompido, eres el único que queda, entre tanta desgracia, entre tanta entrega.

    Así que vuela, hasta encontrar la primavera melancólica; vuela, hasta encontrar al verano sofocantes; no te detengas, hasta que te topes al otoño gentil. Y cuando aquel invierno crudo, despiadado, cruel vuelva; sigue volando, descansa lo que sea necesario, cae las veces que se hagan eternas, pero no dejes de volar.

    No dejes de batir las alas de tu corazón, no dejes de mover el pico que te alimenta, no dejes que se enfríen tus patas frágiles; no las dejes soportar el peso de la tierra, así que vuela.

    No corras como los conejos, no muerdas como las serpientes; no perteneces ahí, la tierra sucia e injusta; vuela, porque allá está tu gente, allá están tus hermanos; volando contigo en el cielo, amando contigo entre las nubes, quedando contigo en las noches más frías; en los dolores más cálidos. No importa dónde vayas, que tan lejos llegues, serás el mismo pajarito que partió del nido...

    cuando seas un gran ave, ya nadie recordará esa fragiliza."
    Me detuve solemne, deteniéndome a la par de la música con firmeza, los brazos levemente alzados a mis costados. Alcé la vista de pronto, destensé mis brazos para que rozaran mi figura. Escuché las últimas palabras y afirmé en silencio, aceptándolas gustosas. Que me diera la caja me removió otras vez el pecho, el escalofrió corrió desde mi espalda baja hasta la lave inhalación ahogada. Kato se marchó; mi más reciente miedo me dio la espalda, para seguir con su propia vida. Observé entonces a Rengo, solemne, a pesar de que quería llorar al igual que él, compartir sus penas y dolores, no podía; no podía permitirme ser una niña, no tras enfrentar así a Kato Harima.

    Fue cosa de segundos, me acerqué a él y a la par que me ponía a su altura, le brindé una sutil y efímera caricia a su costado izquierdo; me puse delante de él, tratando de igualar su altura, buscar sus ojos. Mi mano izquierda sostuvo su mejilla derecha, con sumo cuidado, limpié las lágrimas que sentí el derecho de limpiar; una o tres solamente. Después, cualquier gesto de solemnidad se rompió, lo miré con la angustia y compasión real que sentía con él, ladeando la cabeza. Que la voz utilizada me recordara a mi madre solo me volvió a remover el pecho, tanto que tuve que tragarme otro nudo más en mi garganta, esperar un poco mientras acariciaba la mejilla de Rengo, mientras me calmaba yo primero.

    —Rengo, ¿qué te han hecho?— Entorné la mirada, mis ojos se entornaron de la más pura y genuina pena, angustia; seguí hablando, como el murmullo de un río sinuoso, como la lluvia ligera de Kamakura; me adapté al ambiente, mi voz era una sumamente suave que sentía, no había escuchado en años... cuando con suerte llevaba más de medio año desde que todo cambió. Nunca detuve la caricia monótona y lenta, tranquila y cuidadosa, en la mejilla de Rengo. Buscaba sus ojos, los sostendría solo sí él se dignaba a mirarme; para que viera que no era ningún peligro. Inhalé hondo, solté un suspiro abatido antes de hablar, otra vez entornando la mirada.


    >>Rengo, escúchame; no es normal, nunca será natural y mucho menos sano considerar a un ser humano un demonio—. Silencio, donde apreté los labios y contuve las lágrimas, otro suspiro, esta vez suave y poco perceptible. Mi caricia en la cabeza viajó a los cabellos de su nuca con sigilo—. Eso solo significa que te estas corrompiendo, Rengo. Hana, Kato... Ellos no son demonios, porque ellos no se corrompieron. Hana perdió la memoria, porque de otra manera sería incapaz de olvidar cada mala acción que hizo—. Se me cristalizaron los ojos y alcé un poco el mentón al sentir el quejido lastimero que no pude contener. Exhalé por la nariz, cerrando los ojos, aplicando la fuerza suficiente para que Rengo no se me fuera de las manos; junté su frente con la mía, cerré los ojos, nuestras narices estaban a escasos centimetros de distancia, distancia que no iba a cruzar ni aunque me amenazaran de muerte...

    Eso... eso lo hacía con mis hermanos, ¿no? Cada vez que intentaba consolarlos, cada vez que los "regañaba" Sin darme cuenta, mis dos manos se aferraban con firmeza a los costados de Rengo, sin dejar de ser delicada, y dejé caer en silencio las lágrimas que necesitara.

    —Rengo —retomé, con la pena, fragilidad y angustia transparente en mí voz; pero aún seguía perseverante, no me echaría a patalear como una cría—. ¿Sabes por qué me tengo miedo, Rengo? Porque sé que puedo hacer cosas atroces, sé que puedo matar a sangre fría, sé que podría torturar a alguien... y llegar a no arrepentirme nunca por ellos. Eso, Rengo, es lo que me da más miedo en esta vida, y eso Rengo, es lo que comparto con Kato y, seguramente, a través de lo que me dices; comparto con Hana Harima.

    Me separé, le di una suave caricia en la coronilla, como quien mima al cachorro que fue tantas veces golpeado, que cuando le tiendes una mano te la muerde sin importar tus intenciones. Me erguí, lo miré desde arriba, con la pena en mis ojos, pero la seriedad en mi expresión.

    >>Sí quieres hablarme de algo, soy libre de escucharte. Sí quieres decirme un secreto, puedo intentar protegerlo con mi vida. Sí quieres un aliado que no te va a dejar, no importa cuantas veces metas la pata, creo que soy capaz de ser esa persona. Porque a mí, Rengo, no me importa ya la imagen que tengan los demás de mí, solo me interesa lo que yo puedo hacer y me gusta creer en lo que puedo llegar a ser capaz de hacer. Por eso mismo, ahora, Kamakura tan solo me parece un lugar arduamente triste, pero no una amenaza hacia mi persona. Nunca lo fue, a pesar de que estuve todo este tiempo sintiendo el peligro inminente, peligro que nunca se concretaría conmigo, pero sí contigo. Por eso Kuroki y Natsu te defienden.

    Solté un suspiro pesado, despojando mi cadera de mis manos que fueron a descansar ahí.

    >>Espero mínimo una negación de tu parte, iré a recoger mis katanas.


    Creo que encontré Seiyuu para Hideki (?)
     
    Última edición: 24 Enero 2021
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Natsu Gotho

    Por un momento frunció el ceño. El estar cerca de irse de ahí para luego salir de la nada aquella chiquilla era tan... Fastidioso estarla escuchando hablando sobre cosas que meramente intuía, creyendo que tenía la última palabra en cualquier asunto. Le sorprendía que siguiera con vida, si a los más bocones eran los que siempre se trataba de callar.

    Escuchó el agua salpicar a lo que denotó a Rengo bajando del bote para acercarse a su lado, soltando las palabras de tropel.

    Atormentado.

    Demonio.

    Condena.

    Infierno.


    Le miró entre las pestañas con parsimonía. Aunque su apatía no le dejase entrever la solidaridad, la tolerancia, el amor... Si le permitía sentir el odio, la vida anestesiada, el asco y la cólera; sin embargo, Rengo en ese instante no le parecía tan diferente, quizá porque buscaba escabullirse de cualquier estímulo que trajese a colación recuerdos manchados de sangre, tal y como hacía él cuando era aún más chiquillo.

    Pestañeó como si estuviese ajeno a los sonidos exteriores, inmerso en su mundo grisáceo en dónde lo único que flotaba sobre su cabeza eran fichas con símbolos borrosos, o llanamente en blanco.

    Pero, la mocosa lo sacó de su mundo interno al tratar de consolar a Rengo, luego de haber provocado que estuviese ahí en el suelo.

    —¿Siempre eres así? —se refirió a Mao—. ¿Hablas sin parar sobre hechos que no te conciernen de la vida de los demás? —su expresión se mantuvo plata pese a su voz ácida—. ¿Qué sabes si un ser humano puede ser un demonio al hacerlo vivir un infierno? —su filosa mirada se mantuvo sobre las olas del océano—. Aprende a cerrar la maldita boca —la escudriñó con la mirada, nublándose su cabeza al traer recuerdos asquerosos que trataba de olvidar pero...

    Seguían martillando si se escarbaba demasiado.

    Mao se desdibujó ante sus orbes ámbar, tomando la figura de una mujer adulta que provocaba y su sangre se deslizara por sus venas como un ácido corrosivo. Fue entonces que la espada del viejo palpitó, sacándolo de la oscuridad que comenzaba a manchar su alma.

    —Rengo, muévete.

    Comenzó a caminar rumbo a los botes.

    No tenía pensado, seguir ahí.

    Shi era prioridad ahora.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Masuyo Kobayashi
    La luz de Natsu uwu

    Cuando volví con Rengo tras haber recuperado mis espadas, encaré a Natsu mientras me ajustaba las armas donde y como correspondía. Lo escuché con atención, escuadriñándo sus ojos al entornar mi mirada. Inhalé hondo, inflé el pecho y suspiré pesadamente, nunca sin apartar su vista y con mis manos en la cintura.

    Antes de hablar, me crucé de brazos.

    —Antes que nada, señor Natsu, no se vayan sin avisarle a Kuroki de sus acciones; yo puedo avisarle en privado sí desean, pero sí se van sin más, solo angustiaran y preocuparan más al chico.

    Solté otro suspiro, ahora suave, cerrando los ojos cabizbaja.

    >>Y si, Natsu; toda mi vida me he metido en los problemas ajenos, en los que no me corresponden, y sí me corresponden, no permito que sean problemas, solo inconvenientes.

    Alcé otra vez la vista, sostenido su mirada.

    >>Desde que vi la figura de un samurái rojo sobre el cuerpo inerte de mis dos hermanos, Kimura solo un poco más alto que yo, Hiro ni con suerte me llegaba al hombro, pues bueno; me callé, y el terror al ver la sonrisa de mi madre, sádica y desquiciada, me llevó a paralizarme. No siempre he sido una charlatana, al contrario señor Natsu: Charlata e impulsiva es lo que más odio ser.

    Suspiré otra vez, siguiéndolo hasta terminar de explicarme, relajando mi pose al desenlazar mis brazos y volver a posar las manos en mi cadera, a ojos cerrados, caminando como cuando caminé junto a Kuroki camino al castillo.

    >>Kobayashi no Hideki, pero ahora solo es Hideki —volví a observarlo, decidida—: Sí necesitan ayuda, un aliado o alguien de quién fiarse, para descansar o huir. O simplemente se lo topan de casualidad, díganle que Masuyo les debe un favor, y les ayudará sin cuestionarlo mucho.

    Mi mirada se afiló, crítica.

    >>Aunque te lo advierto, es mi único familiar de sangre vivo, como le generen la muerte indirecta o directamente alguno de ustedes dos, la segunda opción será un duelo a muerte con katanas, la primera entender el motivo tras su muerte.

    Seguí caminando, siguiéndolos sin perder las seriedad.

    —Los acompañaré de momento, de todas formas debo volver al castillo, a Murai le robaron la vista y le dejaron imposibilitada una pierna —hablé con clara frustración y odio contenido, enterrando mis dedos en mi cadera, soltando un leve gruñido—. Está sucio, hediondo a orina de perro, y soy la única dispuesta a limpiarlo, a ayudarle a que dejé de ser una escoria por lo menos físicamente. Y estoy más que dispuesta a seguir mesclándomeme con él, hasta que los Fujiwara dejen de ver la escoria que supuestamente creen que es, para que dejen de verlo como una sombra amenazante y difusa; y vean sus real esplendor, su verdadera calidez.

    Volteé a ver a Natsu a los ojos otra vez.

    —Por eso no busco matarte, Natsu, quiero ser tu aliada y la de Murai, también la de Kato; porque ustedes son el tipo de persona que no pueden involucrarse con los Minamoto, así que yo me involucraré con ustedes, así Takeda tiene más aliados de lo que es capaz de ver y sentir.

    Lo miré otra vez, pues mientras hablaba devolvía mi vista al camino inexistente y debía enfrentar sus ámbar de nuevo. Una sonrisa confianza, tanto en mí como para él.

    >>Somos la parte intangible que ayudará a derrocar a los Taira, Natsu; y nadie nos recordará por esa hazaña.

    Le di una sonrisa gatuna, mis ojos se entonaron y me reí tal tirana en su cara, tapándome la boca con el dorso de la mano; grave y melodiosa.

    >>¡No tendrán idea qué los golpeó cuando todos sus aliados se vayan en su contra!
     
    Última edición: 24 Enero 2021
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    Entonces el diplomático había partido, siempre raudo en asuntos políticos. El ronin le dedicó un largo pensamiento, deseándole buena fortuna en silencio. Ojalá ambos estuvieran vivos en el próximo otoño, donde las cazas eran más adaptables en esa estación del año. Miró también a Misato y afirmó en su dirección.

    —Le contaré más de este viaje cuando hayamos empezado, señorita Misato. Agradezco su ayuda; una mujer en la senda del shinobi será de gran ayuda si debemos infiltrarnos en una ciudad infestada de Tairas. —miró entonces al estratega. —No conozco a tu hermano, pero si dices que es de confianza, le daré un punto en tu honor. Después de todo, estaremos yendo a la boca del lobo y debemos estar preparados. —"a la boca del dragón" era como más se ajustaba a su realidad, pero decidió ignorar el pensamiento de su cabeza. —Solo espero llegar a la batalla. Si partimos ya mismo, podremos tener margen. El equipo debe ser reducido, estás en lo cierto. Una persona más con nosotros y ya seremos muy visibles; te lo dejo en tus manos, Takano, después de todo tú conoces más al resto. Aunque confiaría más en alguien con tu apellido en estos momentos, más si esta persona entiende sobre estas... cosas.

    Su mente comenzó a trazar un mapa desde Kamakura hasta Tsu. Debían atravesar muchos kilómetros y mantenerse al margen si querían llegar vivos. ¿Lo lograrían? Estarían justo en las líneas enemigas. Pero mientras el viejo Hideyoshi, con sus dolores físicos y todo lo que acarreaba una vida al servicio de un palacio, incluso él se arriesgaba y viajaba en una misión secreta por el bien del clan, Kenzaburô no debía de hacer menos.

    —Tengo que hablar con mi informante. Si vamos a Tsu, no podremos descansar en cualquier lugar. Quizá ella tenga algún sitio preparado para que pasemos desapercibidos. Antes de irme debo despedirme de unas personas, luego podremos comenzar este viaje, señorita Misato. Y atender estos golpes, claro... —las heridas sobre su cuerpo comenzaban a formarse en manchas violáceas. —¿Algo más que debamos saber antes de irnos de la ciudad?
     
    Última edición: 24 Enero 2021
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    Amelie

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    El sol se ocultaba lentamente, Kamakura cerraba lentamente el telón a otro día de eventos que no podían ser predichos, o al menos así muchos lo creía.

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    Interior del dojo
    (Takano; Misato; Clan Tao; Kenzaburo)

    Yin sonrió con un dejo de melancolía ante las palabras de Misato; pero a la vez estaba alegre de saber que la alianza entre los dos clanes permanecía fuerte, así que su reencuentro sería grato —Espero un buen viaje para todos; aunque compartamos la luz de la luna desde la distancia. Sólo deseo su bien Misato-dono — mencionó hacia el grupo pero sin dejar de ver a Misato.

    Takano afirmó ante la iniciativa de Misato al querer unirse al grupo de Kenzaburo, le gustaba saber que su círculo de confianza comenzaba a crecer con el paso del tiempo; esta vez confiaba en ambos, aun así sentía que una adición a su equipo era necesaria —Hablaré con mi hermano; pero si no accede creo que tendré que hablar con Matsuda para que los acompañe; esta misión requiere habilidades de sigilo, aun así también requiere de fuerza pues no sabes que pueda ser esto que llaman dragón —dijo sin siquiera tratar de imaginar un dragón de carne y hueso, incluso le parecía más factible encontrarse con el fantasma de su difunto abuelo — Kenzaburo —mencionó ante él —Irán a Mie pero no entrarán directamente por Tsu; y como bien lo has dicho; debes informarle a tu equipo de los detalles de esta misión —dijo mientras señalaba un pasaje de esa carta —Primero tendrán que pisar Shizuoka, les pediré que envíen una misiva con Hideyoshi; pero no se queden a dormir allí, enseguida muévanse hacia Chiryu, en la prefectura de Aichi; tu amiga menciona un pasaje que los llevará a a Tsu, a las cavernas mismas dónde dice vive el dragón. Así es como llegarán a Tsu. Este viaje a caballo debe tomarles seis días si es que no planean matar a sus montas; así que no deben tardarse en investigar si es que quieren ayudar en Shizuoka. Revisen que tantos hombres de los Taira se quedaron atrás en Tsu, así podremos prevenir una segunda ola de ataque.

    Miró hacia Zeng —Me preocupa más que el apoyo de los Tao no llegue a tiempo para Shizuoka.

    Zeng afirmó —Apretaremos el paso para disminuir ese tiempo; por lo mismo debemos partir de inmediato.

    —¿Viajarán con Satou y Ujihisa? ¿No es así? —preguntó mientras organizaba mentalmente el acomodo —Debo pensar si enviar a alguien mas con ustedes simplemente para mantenernos informados.

    Takano veía a todos los del clan; pero no podía dispersarlos a diestra y siniestra, sería mandar a barcos a la deriva, debía analizar como mover al resto —Hagan lo que tengan que hacer, curar sus heridas por ejemplo; la noche seguramente está sobre nosotros, y no deben perder más el tiempo; iré a buscar a los demás que quiero los acompañen, mientras tanto hagan sus despedidas; los veo en las afueras de Kamakura, debo ayudarlos a descender la montaña, no quiero que se maten en el proceso —dijo hacia los presentes —Esta noche no descansarán, iniciarán su viaje porque el tiempo está arrinconándonos.



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    Habitación de Takeda
    (Matsuda; Takeda; Yuzuki; Shinrin)



    Aunque ames las dulces canciones de un pájaro enjaulado. ¿Quién sabe la tristeza que hay en su corazón?

    Takeda dejó a un lado el shamisen, mientras escuchaba a Yuzuki con la mirada baja; esa canción siempre

    "La toqué en Tsu, pero nunca... Me había atrevido a cantarla"

    —Yo la había escuchado en Nara de un monje ciego; tampoco la había cantado, me había apartado de la música para enfocarme en el combate— mencionó recordando ese momento, él como lo hizo transportarse a su infancia cuando sólo la música parecía ser importante en su vida —El té a la larga se enfría; pero el calor de la música dura para siempre ¿No crees?— dijo mientras jalaba una de las cuerdas del shamisen junto a él.

    Yuzuki pasó sus manos en el rostro de Takeda, levantándolo; se veía cansado, ausente. Tanto que aquel tacto no pareció alarmarlo de ningún modo; como si a esa persona pudieras traspasarlo con un cuchillo sin que este se inmutara, ese era el grado de vació espiritual, a pesar de que la nostalgia parecía ser lo único presente. Lo acarició sintiendo la aspereza de su piel, demostrando su falta de nutrición, incluso en Tsu se veía más vivo.

    "Duele, ¿no? Todo duele desde hace tiempo, es confuso y extraño, casi un sinsentido"

    Lo abrazó. ¿Hace cuanto no le daban un abrazo? pensba Takeda absorto en ese pensamiento, recordando a su maestro; Hiro. Las lágrimas corrieron nuevamente y correspondió el abrazo. Las palabras de Yuzuki lo hicieron soltar un quejido, la emoción estaba allí

    "La tristeza en solitario es muy dolorosa, lo sé bien"

    —Esa katana, mi katana —decía — fue suya antes que mía. Mi maestro...— dijo rompiendo en llanto, apretando con fuerza a Yuzuki —... me la entregó confiándome su alma en ella; y yo no soy capaz de protegerla. Suguita-sensei... —dijo con dolor profundo — He fallado al código bushido, ni siquiera soy capaz de impartir justicia a su hermano por su muerte, no tengo coraje, no tengo respeto, no tengo honor. Fallo como hijo; como discípulo; como maestro; como líder. No puedo defender a nada ni nadie. No estuve a un lado de Chikusa cuando murió; no pude defender a mi madre. Todo se me escapa de las manos —Parecía estar temblando ante aquellas inconexas oraciones.

    —No soy capaz de pelear nuevamente. Mi incompetencia los llevará a todos ustedes a la muerte. Pero tampoco puedo huir; si lo hago también los condeno al mismo destino.

    Comenzó a sollozar, por el dolor de pérdida, de impotencia. Ese vació de una derrota total, de alguien que no podrá levantarse solo.
    El llanto era otra melodía, una que tenía su propio ritmo, una que llegaba a cada nota sensible del cuerpo, resonaba por la habitación rebotando una y otra vez —Perdónenme...— dijo rompiendo aquel ritmo, mientras el llanto comenzaba a cesar con lentitud, para después cerrar con una fuerte respiración de parte de Takeda, Yuzuki sintió como su cuerpo se relajaba, cómo si un fuerte peso hubiera sido levantado —Gracias por escucharme.

    Justo en ese instante la puerta volvió a deslizarse, era Shinrin. Yuzuki y Takeda se separaron de inmediato para evitar confusiones.

    Shinrin no parecía estar molesta, de hecho sus ojos estaban rojos; posiblemente porque escuchó algo de lo que hablaban; se sentó a un lado de Takeda y extendió un hachimaki, una cinta para la cabeza; era la clásica tela blanco con los mil puntos rojos de la eterna buena suerte en la guerra —Lo comencé a tejer desde el día que te conocí —mencionó sonrojada — Estas cintas representan la constancia, la perseverancia y el esfuerzo; y ayudan a que el sudor o la sangre no nublen tus ojos — dijo mientras se la colocaba arreglando un poco su cabello — Tú me salvaste de mi misma hace dos inviernos, es mi turno de salvarte a ti.

    Mencionó mientras servía tres tazas de té, el que ella había preparado.
    —Así que esta es mi respuesta; no puedo casarme hasta que regrese el Takeda que conocí y me hizo cambiar —le sonrió —pero voy a ayudarte; como ya lo dijo Yuzuki, tú no estás solo —confirmando que había escuchado algo de aquella conversación entre Takeda y Yuzuki—Esa cinta es mi regalo hacia ti, considéralo una promesa. Pues de ahora en adelante, yo seré la cinta que evitará que tus ojos estén nublados, yo haré que tu frente siempre esté en alto —Tomó la mano de Takeda y colocó la taza de té en ella— Y si caes; lo haremos juntos. Para levantarnos nuevamente.

    Miró a Yuzuki con cariño, le entregó también una taza de té; hizo una leve afirmación en gratitud a sus palabras y afecto hacia Takeda; pues ella había levantado la primera capa en todo aquel montón, una tan pesada como lo era la culpa.

    Takeda talló sus ojos para después dar un sorbo al té; era delicioso y aun cálido, cómo el abrazo sincero de Yuzuki —No sé cómo planeas reconstruir algo tan roto —levantó su mirada —Pero estoy dispuesto a intentarlo.

    Shinrin sonrió.




    Fuera del castillo
    (Kato; Ryohei; Kuroki)


    Kato llegó al castillo, Ryohei ya lo esperaba afuera recibiéndolo con una reverencia. Aquel que era el sirviente que ls recibió la primera noche en Kamakura comenzó a hablar. Si Takano no se equivocaba, estaría dándole el reporte del día en Kamakura, seguramente diciéndole y recamarcando la falta de organización y unión que tenía el Clan Minamoto.
    Aquella conversación no duró demasiado, Ryohei se desipidió nuevamente con una reverencia; mientras Kato se alejaba nuevamente a las calles aledañas. Kuroki volvió a seguirlo en silencio.

    Gigavehl
    Continua en "Sección abandonada de Kamakura"




    Sección abandonada de Kamakura
    (Riku; Shinko)


    "¿Crees sea Kamakura?"

    Shinko negó señalando los árboles de cerezo; Kamakura no tenía ese árbol como se mostraba allí.

    "Dudo alguien olvide estas pinturas a propósito, y si fuera así, si el exterior es un ejemplo, esta habitación se vería descuidada".

    Shinko afirmó; aquel sitio parecía mantenerse habitado por un artista, y sería mejor dejar de irrumpir en aquel sitio, aun así; estaba maravillado por la técnica del trazo. Aun así, siguió a Riku para salir de aquel lugar con sigilo.

    "¿Quieres acompañarme?"

    Shinko negó, no le gustaba el olor de las herbolarias, muchas plantas que a veces lo hacían estornudar; por lo que terminaron alejándose uno del otro, al parecer Shinko regresaría al castillo.
    Monpoke
    Continua en Herbolaria



    Kato caminó con tranquilidad en esa parte de Kamakura la cual hizo recordar a Kuroki el barrio antiguo en Tsu; allí no arecía vivir nadie, las casas parecían caerse a pedazos o estar en un completo abandono.

    Kato se detuvo frente a una vieja casa de dos pisos, entró y se dirigió al segundo piso; los escalones crujían ante su peso, por lo que Kuroki debía ser extremadamente delicado; pero esperó un poco hasta escuchar como Kato deslizaba una puerta arriba en el segundo nivel, hasta nuevamente escucharlo deslizarla para cerrarla.

    El estar en un sitio tan cerrado, hacia las tácticas de sigilo más complejas; en aquella casa se escuchaban los más mínimos sonidos, incluso una respiración forzada podría alertar a Kato, Kuroki subió con cuidado los escalones, para llegar al segundo nivel y encontrarse con aquella puerta cerrada, para su fortuna, la casa era vieja y algunas secciones del papel de arroz en las puertas y paredes estaba desgastado, por ello Kuroki pudo contemplar el interior.

    Allí estaba Kato; extendiendo un rollo de papel en el suelo; meticulósamente colocó los pinceles a un lado y en un pequeño plato comenzó a tallar una barra negra en agua, creando una tintura negra profunda.

    Mientras Kato preparaba sus herramientas; Kuroki pudo observar alrededor con algo de dificultad, era evidente que aquello era un estudio y que Kato al parecer era el artista. Las pinturas eran como aquella que vió en el bosque; inclusive podía reconocer algunos rostros en los trazos en los papeles en las paredes; Shinrin; Kiba; Jiin, incluso Takano más joven. También había paisajes y rostros que no podía reconocer.

    Había un biombo, allí resaltaba una pintura completamente distinta al resto a tinta negra; era a color, al parecer era una ciudad en las montañas, rodeadas de árboles de cerezo el flor.

    Kato iniciaba a trazar en ese rollo de papel, el corazón de Kuroki dió un brinco, como si este se alertara ante un ataque; pues la decisión de los trazos de Kato evocaban ese sentimiento, una energía que era como el crepitar de un fuego negro y letal. El negro de la ceguera, el negro de una fuerza asesina. Los trazos comenzaron a tener forma; lentamente en el papel se mostraban los ojos de alguien, demostrando una furia impresionante, Kato era tan bueno con el pincel como con la espada; pues demostraba que veía mucho más de lo que sus ojos podían ver, tiene la capacidad de visializar con la toralidad de sus sentidos. Sin demasiados trazos lograba dar con la emoción y la forma; mostrando en el papel un rostro conocido, era Rengo.

    Gigavehl
    Puedes enfrentarlo y hablar con Kato; o regresar a buscar a Takano y darle la información; o si quieres ir a otro lado primero.



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    Herbolaria
    (Riku; Kiba)


    Riku entró a la herbolaria; sólo para encontrarse con Kiba, el lobo. Lo miraba con recelo, en aquel lugar no había nadie mas; por lo que si entraba debía atenerse a las consecuencias de un lobo defendiendo su hogar.




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    Puerto
    (Natsu; Rengo; Kuroki; Kato; Mao)


    Kuroki se alejó recriminando con la mirada a Mao y negando hacia Rengo; este lo observó, siguiendo a Kato; lentamente alejó sus manos de su rostro, controlándose ante lo que acababa de suceder, había perdido el control debido a su padre; pero gracias a ello ahora si entendía perfectamente lo que sentía ante él, un completo odio, no existía más ese leve sentimiento de cariño y respeto; se había esfumado.

    Sintió la mano de Mao en su rostro, limpiando sus lágrimas; en su mirada aun había odio por todo lo que sucedió, y las lágrimas seguían su cause hasta la arena ya humedecida por la lluvia.

    "Rengo, ¿Qué te han hecho?"

    Las caricias continuaron; así que Rengo movía el rostro constantemente; no le gustaba el tacto, estaba desesperado, abatido, profundamente herido; en sus ojos seguía mostrando enojo. Mao siguió hablando, esta vez acercando su rostro al suyo, mientras le hablaba de las personas de las que menos quería oír. Se contuvo, tomó aire suficiente como para aguantarlo, sus manos lo sujetaron, con la delicadeza con la que conocía del tacto de Yuzuki; pero en ese momento no sintió calidez, su mente no estaba en el lugar correcto y sus emociones estaban más erráticas que de costumbre, emociones que no solía demostrar y le drenaban energías; estaba harto de llorar, estaba tan molesto que sólo pensaba en desquitar su ira con su padre.

    "Por eso Kuroki y Natsu te defienden"

    Y casi por reflejo a esa oración; Natsu se acercó a él, defendiéndolo sin siquiera saber que había en su mente, pero Natsu podía entenderlo en niveles que nadie lo había hecho jamás; todos sufrían en este mundo de una u otra manera; pero sin saber nada del pasado del otro, ambos compartían esa soledad, el aislamiento desde una tierna edad dónde conciben que aquello es normal.

    "Rengo, muévete"

    Era esa frase que siempre lo lograba levantarse de dónde estuviera; inclusive de los brazos de Yuzuki dónde sentía la comodidad más apacible del mundo, pues Natsu tenía ese poder sobre de él, estaba feliz a su lado porque vivía muy parecido a él. Cada quien a su ritmo, sin presionar uno al otro, no había preguntas, no había juicios; sólo había una extraña conexión que los hacía parecidos y por tanto, inseparables. Su objetivo era claro. Rengo sonrió, nuevamente relajando su mirada, fue tonto como siempre; no iba a recuperar el tiempo perdido con sus hermanos, no iba a poder estar más con Yuzuki, no podía hacerlo; sólo acarreaba problemas a dónde fuera. Si era un demonio, uno distinto; uno que sin quererlo hacia daño suficiente.

    "Qué egoísta he sido al querer que alguien cuide de mi para variar..." pensó mientras escuchaba las palabras de Mao. Por eso lo defendían Natsu y Kuroki; ambos sabían que él no podía solo. Y eso le dolía. "He vivido solo toda mi vida ¿No es así? No necesito que me defiendan, no necesito que me cuiden y quieran. Sólo necesito acabar con todo esto, y así por fin poder decidir que hacer con mi vida"

    "Kobayashi no Hideki, pero ahora solo es Hideki"

    Grabó el nombre en su memoria, mientras seguía a Natsu hasta el bote. Mao hablaba de Murai, algo que a Rengo no le importaba en lo más mínimo; su hermano seguía con vida, por lo que lo demás pasaba a ser intrascendente en su mente.

    "...dejen de ver la escoria que supuestamente creen que es, para que dejen de verlo como una sombra amenazante y difusa; vean sus real esplendor, su verdadera calidez"

    Rengo soltó una risa burlona para después dirigirse a Mao —Evítale la pena a ese hombre de creer que las personas te pueden ver de manera distinta a tu propia naturaleza — Estaba convencido de ello —Tú misma lo has dicho ¿De que sirve preocuparse en lo que los demás crean de ti? No lo harás cambiar de opinión, guarda saliva, nada vale la pena; todos te van a juzgar de todos modos. Además, no puedes ser aliada de cada persona, no puedes mantener a todos felices; deja de mentirte. Cuida a los tuyos como yo cuidaré a los míos — dijo clavando su mirada en la de ella, indicándole que se alejara, pues ellos iban a irse de Kamakura —Puedes decirle a Kuroki que en verdad lo siento; no quería causarle más problemas. Y también...—dijo mirando hacia Kamakura —...dile a Yuzuki que lo siento; que algún día regresaré con ella. Y si no lo hago... —culminó con una sonrisa nostálgica mientras subía al bote junto a Natsu, no le gustaba pensar tan a futuro.

    Miró a Natsu con tranquilidad, tomando los remos —Tendrás que confiar en mi Natsu— dijo mientras comenzaba a remar fuera del muelle; miró por última vez hacia Mao—¡Será mejor que no nos sigan, porque no me haré responsable si se terminan metiendo en nuestros asuntos! — volvió a mirar a Natsu —¿Oye...—hizo una pausa mientras remaba más lejos dejando la orilla —...y tu abrigo?


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    Kaisa Morinachi

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    La risa, la idiotez, la estupidez. Apreté mis puños, se tensaron como dos jodidas piedras mientras miraba al frente cabizbaja, el gruñido leve fue constante y llegó a ser algo sonoro a medida que las palabras de Rengo continuaban. Solté un bufido tal buey hastiado, por la nariz, conciso y abrumador.

    Volteé todo mi cuerpo en dirección hacia Rengo; en posición de una estrella de mar, manos en la cadera, pies separados verticalmente, cabeza erguida con solemnidad. Mi rostro era de seriedad absoluta y respiraba hondo y exhalaba insonora, con movimientos demasiado sutiles para tal simple acción, sigilosa.

    —Tres cosas Rengo; los aliados no son tus amigos, tus seguidores no te aman y la muerte siempre es la opción más tentadora, la vida es un hastío y fastidio. Sí me molesto por salvar gente de pacotilla como Murai, o no me interesa matar engendros malnacidos como Natsu, ni si quiera eliminar escoria cobarde y egoista como tú; recuerda, es por que yo vivo y lucho por la vida y el arrepentimiento, no por la muerte y la condena. Porque estas últimas solo traerán más y más guerras, Rengo. Adiós, y no pienses que le diré algo a Yuzuki, no es conocida mía.

    Y me volteé solmene, caminando a paso lento tras un pesado suspiro.

    —Maldita sea, jodido crío, y yo pensaba que era buen tipo, argh—. Escupí en la arena, de pura prepotencia, me pasé el antebrazo por la boca, no sé, en un intento de limpiarme la venenosa esencia que se cargaba Rengo. Diablos, sí se muere será culpa suya....

    ¡Eso!

    Corrí volviendo sobre mis paso, seria, y le grité desde la orilla.

    —¡La cobardía te lleva a la muerte, y solo puedes sentirte orgulloso de salvar una vida, no de matarla! ¡Esas dos cosas te van a librar de varios inconvenientes, crío malcriado! —solté, cuando finalicé quité las manos de los costados de mi boca, sonriendo con sorna.

    ¿Qué diablos era? ¿Mi hijo? Kato, te voy a cobrar esto algún día, estúpido inoperante.

    Mucho más calma y alegre, aunque aún mosqueada, decidí hacer estiramientos y calentar un poco. Tras eso troté y troté, para terminar corriendo a un ritmo constante. Ya me estaba empezando a arder un poco la cabeza.

    Masuyo/Mao/Ryouma Minamoto.
    Castillo --> Mazmorras

    Volví entonces al castillo, recogí las cosas que para mi fortuna seguían donde mismo y a paso calmo y ya algo agotada, me dirigí a las mazmorras. Diablos, tendría que volver a salir en busca de agua una vez dejara todas las cosas en la celda. Espero que Murai haya comido algo, o no esté pasando frío...

    Ya no era nadie, ¿verdad? Ahora mismo era una simple médica, como la que atendió a Chikusa y salvó la vida de ese viajero que llegó en muy mal estado a Nara. Así de sencillo era, existían los guerreros y los médicos; yo era médica que sabía pelear como guerrero. Sin más rodeos. A ver sí Rengo no moría antes de poder decirle eso.
     
    Última edición: 25 Enero 2021
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    Monpoke

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    Riku

    Miro por unos segundos al lobo directamente a los ojos, buscando sentir su determinación al querer defender su hogar.

    "Puedes estar tranquilo. No voy a hacer nada". Tranquilizo al perro sin tocarlo o acercarme, no queriendo poner aprueba el temperamento de un animal.

    Saco la seta misteriosa que encontré el otro día en el puerto. Me muevo lentamente, solo movimientos de manos simples, manteniendo los pies en el lugar.

    Le doy un análisis más adecuado, su tamaño, color y un poco del olor. Preguntándome si podría llegar a saber sus efectos con esos simples detalles y, quien sabe, reconocer si es la seta la cual se nos enseñó el día de ayer o sus propiedades.

    Miro el interior, es una seta que encontré aquí en kamakura, probablemente tenga un par de estas. Mejor si tiene todo a la vista y etiquetado, así puedo darle un nombre y descubrir más de ella por la forma en cual tenga todo ordenado.

    Con mi estudio echo, salgo antes de llevar el lobo al límite.

    Hacia donde este Kirara
     
    Última edición: 25 Enero 2021
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Natsu Gotho

    Sin duda alguna, Mao era de ese tipo de chicas que procuraba mantener a mil metros de él, tenía tanta energía para hablar que hacía tambalear aquel deje de pensamientos pragmáticos en los cuales solía estar metido, y no le apetecía para nada que ella estuviese forzando las capas que cubrían su ser del mundo externo.

    No detuvo sus pasos hasta llegar al bote, memorizado de igual forma todo el discurso de la mocosa, sintiendo la presencia de Rengo seguirlo sin siquiera titubear.

    <<Tendrás que confiar en mí Natsu>>

    Llevó los brazos tras su nuca en silencio, mirando los últimos rayos del sol desaparecer tras la capa de nubes al elevar la mirada. No tardaba mucho para que llegara la noche, y consigo el silencio de la soledad al separarse nuevamente del grupo.

    La pulga siguió gritando desde la orilla, haciéndolo cerrar los párpados. Nunca había conocido a alguien tan insistente y temeraria.

    Vaya mocosa.

    Su semblante se mantuvo impasible, hasta que Rengo habló, provocando que se frunciera su ceño levemente. Aquel abrigo había viajado con él tantos años...

    —El idiota de Takano y su mujer —siseó.

    Imaginaba la probabilidad de que dicha prenda ya no existiera.

    —No importa —concluyó, entornando los ojos en búsqueda de algún pez globo a medida que Rengo remaba.

    Aquella prefectura se hacía cada vez más lejana.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    Afirmó con energía a las palabras de Takano, él siempre demostró ser alguien práctico y las despedidas no eran su tipo, pero debía de despedirse de dos personas importantes. No sabría si volvería vivo.

    —En diez minutos me encontraré en la puerta de la ciudad. Hasta entonces. —saludó a la mujer y al estratega, junto a los chinos del clan Tao, y salió del dojo. Caminó a paso vivaz, sintiendo las heridas en su cuerpo cada vez más irritantes. ¿Habría un doctor en la clínica? Eso esperaba, aunque primero debía de hablar con alguien...

    Silbó una melodía de código, ya de sobra conocida para su informante. Era un silbido de tres tonos graves y un último agudo. Similar a los de un pájaro matutino, aunque esta vez la noche ya estaba sobre la ciudad. Se acercó al puente destruido con premura, buscando a Ayame.

    Uso la habilidad de informante
     
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    Amelie

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    Actualizo el post general en la tarde; por el momento necesito cerrar este para saber a dónde se mueven por ese hermoso dado de 9
    [​IMG]
    Puerto
    (Natsu; Rengo; Mao)


    Mao gritaba desde la orilla; podían ignorarla pero Rengo volteó, sus palabras lo obligaron a dejar de remar por un momento "¿No le dirá nada a Yuzuki?" aquello le dolió; lo hizo dudar porque no quería lastimar a la única persona que lo trató con cariño en su infancia, apretó los remos; sabía que iba a decepcionarla.

    "¡La cobardía te lleva a la muerte, y solo puedes sentirte orgulloso de salvar una vida, no de matarla! ¡Esas dos cosas te van a librar de varios inconvenientes, crío malcriado!"

    Esa palabras, eran ciertas. Pero Rengo no podía entenderlas con facilidad, pues la muerte ha estado más presente en su crecimiento que la vida, pero la palabra cobardía le ardía en el pecho; mucho más que sus heridas en la espalda. Huir de los sentimientos era el camino fácil; aun así seguía siendo el camino que Rengo sabía navegar.

    "El idiota de Takano y su mujer"

    Eso sacó a Rengo de su mente y lo hizo sonreír, recordando la cálida noche en la herbolaria; dónde recuperaba su vida lentamente gracias a los cuidados de Natsu y el calor de aquel sitio. Y no era simplemente el fogón; la suave piel que Kohaku le brindó; el contacto de Kiba; era mucho más que todo eso.

    Miró hacia la luna que comenzaba a iluminar su camino; sujetó los remos con mayor fuerza —Si uno sabe nadar no tiene dificultad en flotar en el agua; pero si no sabe nadar, se hunde—comenzó diciendo Rengo hacia Natsu, se notaba la melancolía en sus palabras; pero seguía sonriendo — El miedo pesa, Natsu.
    [​IMG]

    El sonido de una cascada se escuchaba a la distancia; pero ambos parecían demasiado absortos en sus pensamientos para entender lo que aquello significaba. El bote lentamente era arrastrado hacia una destrucción inminente. Sería un viaje largo y tedioso para ambos, además de doloroso y vergonzoso.
    Cuándo Rengo sintió la fuerza del agua debajo del bote, trató de jalarlos fuera de la corriente; pero eran los brazos de un niño de diecisiete años en contra del mar, era una pelea que perdería. Natsu simplemente tuvo que fingir desinterés; pero sabía que aquella caída iba a doler.








    El rol de Natsu continúa en este post

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Yuzuki Minami
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    Me dejó tocarlo como si nada, no era que esperara que me apartara porque se notaba que no era capaz de hacerlo, pero aún así fue impactante la poca reacción que recibí de su parte. Como si hubiese desfundado la katana para rajarlo en dos, era posible que Takeda no hubiese reaccionado hasta sentir el filo del arma abriéndole la piel.

    ¿De un monje en Nara?

    También era preocupante su estado general, no parecía siquiera estar alimentándose bien y eso estaba empezando a costarle ya en el cuerpo, cosa que me lanzó otra oleada de preocupación encima, acentuando la sensación de que al final no era más que un niño perdido, confundido y terriblemente lastimado. Pero incluso así bastaba un toque, solo uno; a veces un simple gesto podía derribar una muralla entera si le dabas justo donde tenía un defecto de construcción o dónde había recibido ataques anteriormente.

    Y... me correspondió el abrazo, reaccionó por fin. Tragué grueso tratando de arrojar lejos la idea de que recibiría un castigo por mi comportamiento, todo para poder aumentar apenas la fuerza del agarre alrededor de su cuerpo, apresionándolo suavemente.

    Estoy aquí.

    Está bien.


    Escuché sus palabras mientras hacía un esfuerzo exagerado por no soltarme a llorar con él porque lo que necesitaba en ese momento era un soporte, alguien que lo sostuviera, y por supuesto eso sacaba del asunto mi propia tristeza que no tenía cabida allí.
    Se rompió en mis brazos, se hizo añicos como una taza de cerámica y solo me quedé allí, oyéndolo mientras acariciaba su espalda, tratando de brindarle algún tipo de consuelo.

    Su maestro.

    La katana que Kato le arrebató.


    Justicia.

    Coraje.

    Respeto.

    Honor.

    Todo se me escapa de las manos.

    Estaba diciendo un montón de ideas que parecían inconexas entre sí, pero lo cierto es que todas estaban unidas por un hilo, era fino como la seda que se usaba para coser heridas y aún así saltaba a la vista, al menos para mí, como si estuviera cubierto de algún metal pulido. Cada palabra, cada expresión y cada lágrima derramada venían directamente de la perdida.

    Había perdido desde que tenía uso de razón, ¿no?

    E iba a seguir perdiendo, porque esto era una guerra.


    Ambos teníamos que hacernos a esa idea, lo quisiéramos o no, que podíamos perder a cualquiera de los amigos que lográramos hacer en el camino, que podíamos perder lo que quedaba de nuestras familias. Que él podía perder al segundo al mando por el que había perdido la cabeza y yo...

    ¿Había sido así de estúpida toda mi vida o Kamakura me había afectado más la cabeza?

    Su llanto se convirtió en una melodía en sí misma y Dioses, dolía de una forma espantosa, no era capaz de entender cómo no me hacía trizas allí con él, pero lo cierto es que aunque lo intentaba con tanta fuerza ya el nudo de la garganta estaba por atragantarme y me estaba obligando a arrugar los gestos para no soltarme a llorar como una chiquilla, cuando era su turno de hacerlo. El sonido rebotaba en la habitación, en mi propio cuerpo y regresaba a él, al punto de crear una cacofonía terrible.
    Pidió perdón, justo como se lo había pedido yo a la nada, y no hice más que seguirlo sosteniendo hasta que sentí su cuerpo relajarse y no mucho después lo dejé ir al escuchar la puerta abrirse, Shinrin había regresado.

    ¿Escuchaste todo?

    Vaya esposa tan entrometida~

    Como debe ser, supongo.

    La vi extenderle el hachimaki, el solo gesto me arrancó una sonrisa bastante pequeña y giré el rostro porque ya no pude contenerlo, algunas lágrimas me corrieron por el rostro y me las arreglé para limpiarlas lo más disimuladamente que pude con la manga del kimono. Las palabras de Shinrin habían dado de lleno en otras cuestiones también, así que un poco hecha trizas sí que estaba. Me las arreglé para tragarme la correntada de lágrimas y regresar la vista a ambos, dedicándoles una sonrisa para luego recibir la taza de té de Shinrin, dándole un sorbo que me ayudara a bajarme todo lo demás.

    Dejé la taza al frente solo para levantarme y hacer una reverencia para ambos. Solté las palabras que debí haber dicho desde la mañana en lugar de pedir perdón como una idiota.

    —Mi lealtad está puesta con el clan Minamoto —dije sin siquiera tener que alzar demasiado la voz— y los hijos de Kato. Tienes a Shinrin y ambos me tienen para lo que necesiten, pueden acudir a mí siempre que lo requieran. Puedo escucharlos o zarandearlos un poco, ustedes eligen.

    Lo último lo dije con cierto tono de broma mientras me enderezaba. Volví a tomar asiento y alcancé la taza de té para seguir bebiendo. La verdad es que al menos me ayudó a calmarme.

    —Shinrin. —La llamé, mirando la taza de té entre mis manos—. No creo que lo sepas pero nada pierdo intentando, ¿alguna idea de si ya Takano dejó el dojo?
     
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    Amelie

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    Interior del dojo
    (Takano; Misato; Clan Tao; Kenzaburo)

    Kenzaburo salió del dojo; Yin también junto con Misato; pues tratarían sus heridas con Satou mientras Zeng salía también del dojo para buscar a Ujihisa; Takano estaba listo para también salir de allí cuando en la puerta se encontró con Kuroki.

    Kuroki notó como Takano estaba herido, aun así se mantenía derecho y sin mostrar signos de dolor; pero el cansancio era algo que no podía ocultarse, ambos tenían los ojos hundidos, demostrando un día de concentración tanto mental como física.

    —Supongo que has dado con algo de información con mi padre —dijo mientras daba un paso fuera del dojo, para después girarse nuevamente viendo a la entrada, haciendo una reverencia a aquella área de combate, para después cerrar sus puertas —Podrás decirme mientras busco a mi hermano menor, debo preguntarle algo; pues los planes cambian constantemente y debo apresurarme para poder pensar todo con la suficiente calma— mencionó mientras bajan las escaleras para comenzar a alejarse del dojo. Muchas decisiones caían sobre los hombros de Takano últimamente, y comenzaba a notarse en su rostro.

    Fuera del dojo
    (Takano; Kuroki)


    —El plan en el dojo funcionó; a pesar de que no fuera con las personas que había planeado ayer. Si traes buenas noticias, podré enfrentarme a Kato de una vez por todas, y así evidenciar que el clan está preparado, que no somos un grupo de débiles — mencionó Takano mientras se cruzaba de brazos, su ceño era el de siempre; pero en su voz no estaba el pesimismo usual.



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    Puente destruído
    (Ayame; Kenzaburo)


    Ayame avanzó hacia él; portaba un sombrero de paja y ropas negras que la cubrían de pies a cabeza. Ante aquella luz de luna parecía un espectro, el cual se acercaba sin sonido alguno.

    —Han sido días muy ocupados— mencionó Ayame mirando hacia el río debajo de ellos, corría con fuerza y gran destrucción, caer en él podría significar la muerte, aun así, era agradable al oído, melódico y sereno. Ayame comenzó a hablar con Kenzaburo con aquella voz característica en ella, tan baja pero sumamente entendible.


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    Herbolaria
    (Riku; Kiba)


    Riku logró enfurecer a Kika, quien comenzó a gruñir. Aquel animal no permitiría la entrada de nadie a menos que Shinrin estuviera allí y lo permitiera. Sus gruñidos eran poderosos y resonaban en las paredes, Kiba estaba preparado para atacar si Riku no se alejaba de inmediato.

    Monpoke
    Continua leyendo en mazmorra




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    Habitación de Takeda
    (Matsuda; Takeda; Yuzuki; Shinrin)


    Takeda escuchó las palabras de Yuzuki, esta vez sonrió con genuinidad; pues a pesar de que las heridas del alma no cierran con facilidad, el dolor se aminora cuando alguien las deja ir, gracias a Yuzuki pudo hacerlo; algo que no había logrado hacer con nadie desde la muerte de Chikusa, quien fue su mejor amigo, al que le contaba todo, fuera importante o fuera intrascendente; Yuzuki le quitó ese gran peso de sus hombros, comenzaba a respirar con normalidad, a disfrutar del sabor del té. Porque a veces eso era lo único que se necesitaba para no desplomarse.

    —Estoy en deuda contigo; Yuzuki— mencionó Takeda — siéntete con la libertad de pedirme un favor cuando lo necesites, yo responderé tan fuerte y presente como tú lo has hecho hoy conmigo. Lo agradezco desde lo más profundo — concluyó.

    Shinrin seguía sonriendo por aquel avance que veía en el ánimo de Takeda, todo gracias a Yuzuki; sabía que ella no hubiera sabido como actuar, a pesar de querer hacerlo. Tenía mucho que aprender de ella, y desaprender de Kato.

    Shinrin sacudió su cabeza saliéndose de su ensimismamiento —El dojo... —mencionó —... día del fuego, hoy los entrenamientos terminan temprano; en la noche el dojo cierra sus puertas. Pero posiblemente aun logres encontrarlo allí; sabes que tiende a quedarse tiempo adicional para perfeccionar su técnica.





    Habitación Tao
    (Yin; Satou; Misato)


    Yin deslizó la puerta, dejándola abierta para que Misato pudiera entrar y que aquello no llevara a malas interpretaciones. Satou estaba en el interior de la habitación leyendo unos rollos históricos, levantó la vista hacia los recién llegados y sonrió.

    —¿Cómo ha sido su día?— preguntó cortésmente Satou.

    —Muy productivo mi estimado señor Fusatada; hemos entrenado demasiado — mencionó Yin.

    —Veo que necesitan de mis habilidades — dijo Satou notando como Misato parecía sentir incomodidad ante ciertos movimientos —Nada que no se pueda solucionar con un tratamiento oportuno. Aunque me parece raro que no fuera Ujihisa quien atendiera estas heridas ¿No estaría con ustedes en el entrenamiento?

    —Ya lo conoce; es especialista en abandonarnos si no cuidamos de nosotros mismos — sonrió recordando como se había molestado al ver a Kenzaburo desafíar sus cuidados, exigiendo mas a su cuerpo.

    Satou sonrió alejando lo que estaba haciendo para comenzar a curar las heridas de Misato, que aunque eran superficiales, siempre era mejor tratarlas para evitar daños peores a futuro. Usó un ungüento que olía muy bien, a diferencia de otros que habían utilizado en ella.


    • pv= 60




    Mazmorra
    (Inosuke; Taiyo; Kirara; Mao; Riku)


    Mao bajó las escaleras alertando a los presentes, Kirara la observó —Bienvenida, Taiyo me ha comentado todo lo que conversaron esta mañana —se cruzó de brazos —Murai no se unirá a los Fujiwara, en verdad no sé cómo has podido pensar semejante cosa— mencionó con tranquilidad —también me ha dicho que buscas estar a solas con él, si eso deseas le diré a Taiyo que abandone su posición, así ambos vigilaremos la entrada mientras tu estás con Murai —dijo con la autoridad que le correspondía como captora de Murai.

    Observó a Taiyo quien afirmaba.

    —Me has demostrado que sabes defenderte sola, si eso quieres puedo dejarte con él —mencionó mientras Taiyo la veía con inseguridad, Kirara lo notó —¿Qué sucede Taiyo?

    —No es que desconfíe de la fuerza de Mao; me preocupa la habilidad de Murai con las palabras, no me gustaría dejarla sola — mencionó Taiyo mirando a Mao con tranquilidad y una leve sonrisa.

    —Pues te daré dos opciones entonces —dijo Kirara ante Mao— Podemos irnos ambos, o simplemente yo, y me llevaría a Inosuke que esta demasiado inquieto porque no ha salido —dijo mirando con asco al perrito porque había dejado sus heces en una esquina alejado del resto.

    Después de las palabras de Kirara, apareció Riku. Volviendo al lugar de dónde se había separado de Kirara, esperando encontrarla allí, y así fue —Eh, Riku; estoy esperando la respuesta de Mao; si es necesario saldremos de aquí.

     
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  19.  
    Kaisa Morinachi

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    Cargaba el balde con ambas manos, más por comodidad que otra cosa, y en cuanto visualicé a Kirara junto a Taiyo mi ceño de por sí serio se tensó a un más, y aunque seguí con la mirada al frente, estaba segura que incliné hacia abajo la cabeza, solo un poco; porque mirar de esa manera era una forma pasiva de desafiar a mi oponente. Y la líder de los Fujiwara no era mi enemiga, o eso estaba intentando creer en estos momentos, donde cara vello de mi piel se erizó, provocando que me moviera con absoluto sigilo a pesar de que mis acciones eran las mundanas. Me detuve como a dos metros de distancia y no demoré en alzar el mentón para enfrentar de inmediato la mirada de Kirara; una mitad de mi estaba centrada en respirar sin que se notara, la otra tenía todos los sentidos puestos sobre la chica. Las únicas reacciones relevantes fue que entornaba los ojos ante ciertas palabras, y sentía las ganas de gruñir, pero logré contenerlas sin mucha dificultad.

    Muñeca de porcelana.

    Le había dicho, verla tan calma solo logró que todo un escalofrío recorriera mi espalda, uno que era lo opuesto a cuando Kuroki alagó mi nombre. Como respuesta a ese latigazo de realidad, inhalé hondo irguiéndome aún más sí era posible, solté el aire con suavidad y lentitud por la nariz, dejando de alzar el mentón para afirmar la mirada de Kirara con aún más firmeza.

    Estaba decidida a ayudar a Murai.
    No por mí.​
    No por mi padre.​
    No por los Kobayashi.​
    No por ellos.​
    Ni por Takeda.​
    Ni mucho menos por Murai.

    Por la vida, ¿no?
    Sí, porque detesto la muerte.

    Con movimiento lejos de estar tensos, hago une reverencia de 90 grados.

    —Kirara, tal vez no demostraste el mejor comportamiento anteriormente en estas mazmorrar —solté plana y monocorde, con suavidad, no buscaba ser desafiante—, y yo en verdad lamento no haberte considerado en mi discusión con Taiyo—. Mantenía la apatía en mí voz lo mejor que podía, pero no estaba carente de sentimiento; suavidad, calma. Algo tensa, pero no cortante, ni mucho menos estática; fluía como un arroyo—. Me nublé, nublé mi juicio, mis objetivos, mi...

    Un par de lágrimas cayeron, el nudo en la garganta dolió y por un momento me sentí sin aire. Inhalé hondo, mientras hacia eso me erguí hasta mirar el techo, y antes de que pudieran ver mis ojos ya me los había cubierto con la manga del yukata. Exhalé con fuerza, la voz no me tembló, pero sonaba abatida. Me quedé así, esperando que escurrieran las gotas. Eran muchas, demasiada, pero bueno; respiré con calma y profundidad. Me tomé mi tiempo. De todas formas, me quedé mirando al techo y cubriendo mi vista. No salió la mejor voz, estaba triste, pero seguía siendo algo monocorde.

    >>No lo hago por él, Kirara; esto es por mí—. Se me contrajeron las facciones otra vez, unas últimas gotas, sorbo por la nariz; me limpio todo con un eficaz movimiento de brazo y vuelvo a enfrentar la mirada de Kirara, sosteniendo el balde otra vez con ambas manos.

    Ira.

    La única que me salva del llanto.
    —Líder Kirara —suelto con voz apagada—, odio las heridas, detesto la muerte, ¿quedó claro?— Lo último lo había dicho desafiante, levantando un poco el mentón y entornando mi mirada, pero nunca alcé la voz ni perdió su sensación de murmullo.

    Cerré los ojos y al bajar la cabeza suspiré pesado.

    >>Eso era todo.

    Camino hasta entrar en la celda y dejar las cosas a un lado de Murai, empezando a ordenar todo a mi pinta. Una vez con el balde vacío vuelvo a sujetarlo con ambas manos, tenía que ir a buscar bastante agua antes que nada.

    —Iré a buscar agua primero —comento mirando a los dos por igual, por sobre mi hombro—. No me molesta que Taiyo se quede, mientras mantenga silencio, supongo. Y finja no escuchar nada.

    Doy otra vuelta para quedar de frente a ellos y direcciono mis paso a la salida de la celda, luego les doy la espada y empiezo a andar a paso calmo.

    >>Decidan ustedes sí él se queda o no. Es irrelevante.
     
    Última edición: 26 Enero 2021
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    Mazmorra

    No me meteré en asuntos que de verdad no me conciernen, la niña se dirige a Kirara y así se debería de quedar. Impartir educación por simple placer de querer hacerlo, no esperen eso de mi.

    Quisiera tirarle su obvia idiotez, si tanto lo odia ¿Por qué esta aquí en primer lugar? Nadie espera encontrarse con un campo de flores en una mazmorra ¿O tanto la pesa la conciencia de que hay alguien herido aquí? Hay personas más necesitadas de atención medica, siendo Murai reparte esa muerte que dice odiar, es el último quien daba merecer salvación. Solo agrava más la situación.

    Solo suspiro disimuladamente, deshaciendo de forma fugas esos pensamiento irrelevantes. No lo diré así como no profundizare en ellos, no tengo razón para querer relacionarme con alguien así. Ni busco intentarlo.

    "De acuerdo". Enfoco la mirada, notando la suciedad canina en la esquina. "Esperare afuera mientras se deciden. Dejare que Inosuke corra un poco por el patio".

    Me golpeo levemente una rodilla para llamar la atención del can. "Ven, Inosuke. Salgamos". Le hago señas un poco exageradas, haciendole entender que quiero que me siga.

    Al patio de la mazmorra.
     
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