Kanagawa Kamakura

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Noviembre 2020.

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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô



    No supo bien en qué momento Kato se colocó frente a él, no pudo percibirlo. Solo vio de reojo como el guardián que combatía para él yacía en el suelo, incapaz de seguir. Observó la saya y la katana, también la que extendía hacia Takano. Escuchó la pregunta con el ceño fruncido, la rabia aún seguía en su interior aunque comenzaba a disiparse poco a poco. Miró la empuñadura de la katana de Takeda y luego a Kato.

    "Tu pareces una luciérnaga y yo la oscuridad que la rodea. Míralas: no es fácil ser una luz en el medio de la oscuridad pero ellas salen y brotan contra todo pronóstico, marcando el camino del vigilante. Hay miles de luces esperando contagiarnos su ilusión, su bondad, su esperanza. Se iliminan entre ellos, los unos a los otros, en la noches más oscuras. Los Minamoto son así y agradezco tu hospitalidad, algo que creí arrancado del yugo de la humanidad como una hierba mala"

    Recordó sus propias palabras hacia Takeda en aquella noche de Gifu, cuando ambos pudieron conectar más allá de la pobre visión de un líder y un vasallo; quizá Kenzaburô nunca podría tomarlo como demandante en su camino, pero sí podría adoptarlo como parte de sí mismo, de modo que el ronin defendería a capa y espada el honor de su amigo. Sí, su amigo. Quizá el único en el mundo.

    —El valor de Takeda puede verse a simple vista. No es alguien que empuja a sus subordinados con el poder del miedo, él está en primera línea, eso es lo que lo caracteriza. Takeda es el pegamento que todos necesitamos. —y de un movimiento fluido, desenfundó la katana de Takeda. Al tacto era casi similar a la suya, después de todos ambos coincidían en tener espadas gemelas. Miró a Takano, la furia que había pedido sangre había desaparecido. En cambio, su semblante llevaba grabada una verguenza purgada e inmisericorde. Esa rabia, despertada por su instinto propio de su coreazón, ahora se endureció para volverse una resolución tan devastadora que la muerte misma parecía una carcajada a su lado. Similar a lo que había ocurrido con Kirara.

    No sabía a ciencia cierta si alguno moriría, pero sabía que el tablero estaba más inclinado del lado contrario.
     
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    Amelie

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    Amelie

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    Dojo
    (Kato; Takano; Misato; Clan Tao; Kenzaburo; Mao)


    La katana desenvainada sonó filosa ante un dojo expectante; nadie más hacía otra cosa que observar aquel combate. Kato y el guardián que luchaba junto a Kenzaburo se alejaron.

    —Creo que esto es un poco radical, inclusive para alguien como Kato —mencionó Ujihisa hacia Zeng abriendo por completo los ojos al ver como Kenzaburo tomaba la katana.

    —El peligro pone al límite a las personas; eso las hace hacer cosas grandiosas — mencionó Zeng ante la preocupación de Ujihisa.

    Mientras tanto; Yin esperaba a un lado de Misato, y en voz apenas audible para ella mencionó:

    —Están equivocados al creer que esta es la verdadera pelea; confían demasiado en sus ojos como para entender el verdadero objetivo. Estos hombres no están peleando para demostrarle a Kato quien es más fuerte; están peleando para demostrar la fe que tienen en su líder— Yin sonrió al saber lo difícil que era esta pelea para aquellos que sabían del plan de Takano —Esto, Misato-dono es el verdadero espíritu de lucha. Y estoy orgulloso de poder ver un duelo como este.

    Kenzaburo arremetió con fuerza hacia Takano, como si un nuevo impulso lo controlara, haciendo un ligero corte en el brazo de Takano; quien con la saya de su katana también golpeó con fuerza sobre el hombro de Kenzaburo.

    —¿Eso es todo lo que tienes?— preguntó Takano para poder ocultar la satisfacción que sentía al ver a Kenzaburo defendiendo el honor de Takeda de aquel modo, a su modo. Las dudas que tenía con sus decisiones de enviar a Takeda con él a Gifu no fueron erradas, se culpó por varias noches de haber enviado a Takeda con un grupo de desconocidos, en especial con Kenzaburo, que se especializaba en buscar conflictos; pero estaba equivocado con respecto al espíritu de ese guerrero, ahora veía una resolución en los ojos de Kenzaburo, un objetivo que no tenía antes; aquel hombre que usaba la palabra ronin tan a la ligera, era el samurai más leal a su señor.


    Estás en un entrenamiento (no suban atributos de sus katanas); pero si son descuidados pueden morir. Su oponente es nivel 4; ustedes son nivel 2 (así que pueden derrotarlo):

    Tirar un dado de 16 caras. Este representará el ATAQUE
    Tirar un dado de 10 caras. Este representará la DEFENSA
    Tirar un dado de 5 caras. Este dado representa la SUERTE de tu personaje; si en el dado sale “4” o “5” se le sumarán +5 de ataque.
    Tirar un dado de 5 caras. Este dado representa un ESQUIVE de tu personaje; si en el dado sale “5” esquivarás el ataque de tu oponente

    Tu oponente tirará:

    Tirar un dado de 18 caras. Este representará el ATAQUE
    Tirar un dado de 10 caras. Este representará la DEFENSA
    Tirar un dado de 5 caras. Este dado representa la SUERTE de tu personaje; si en el dado sale “4” o “5” se le sumarán +5 de ataque.
    Tirar un dado de 5 caras. Este dado representa un ESQUIVE de tu personaje; si en el dado sale “4” o “5” esquivarás el ataque de tu oponente
    Tirar un dado de 5 caras. Este dado representa un BLOQUEO de tu personaje; si en el dado sale “4” o “5” bloquearás el ataque de tu oponente, si ya has esquivado no necesitas tirar este dado.
    Tirar un dado de 5 caras. Este dado representa un DESARME a tu oponente; si en el dado sale “5” desarmarás a tu oponente; este podrá en el siguiente turno tratar de recuperar su arma, con un dado de 5 caras; si el dado sale "3" "4" o "5" podrá recuperarla.


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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

    Leo
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    Natsu Gotho

    Una minúscula sonrisa se coló en mis labios, de aquellas soberbias que eran de las pocas que sabía crear al ver el sake en las manos de Rengo. El niñito tenía las manos pequeñas pero ágiles. Ahora que lo recordaba, la vez que se conocieron iban a tomar un trago, pero por cuestiones que no tenía muy presente se dejó de lado, y realmente no me era de interés si se gastaba aquella botella que cargaba conmigo desde varios sitios atrás.

    Al menos, el clima estaba ideal para sentir la garganta hirviendo.

    En cuanto se abrió la puerta no tardé en identificar el pequeño cuerpo de la niñita, sin embargo, su nombre no llegó de golpe. Pestañeé con parsimonia al sentir su mirada encima, sin mostrar ni un ápice de emoción.

    Natsu... Verano.

    La niñita osaba simplemente decir mi nombre a diestra y siniestra, manteniendo aquella postura en conjunto a una mirada desafiante, como toda una mocosa caprichosa e insolente. Qué fastidio. Recosté mi espalda en el muro de la pared, perdiéndose mis manos entre las mangas del kimono sin dejar de verla como si fuese un pequeño insecto, de esos que no dejan de saltar de aquí para allá.

    Como una pequeña pulga.

    Kuroki comenzó a hablar, manteniéndome en silencio pese al señalamiento sobre el asesinato de la madre de Takeda. Ese tema... como cualquier otro, no me producía más que una sensación extraña en el estómago, de esas que nunca me permitía sentir ni reflexionar al respecto, como un muro grueso y gélido cubierto de capas y capas de hielo.

    —Natsu, ¿alguna vez te has pensado qué ata a las personas?

    El chiquillo extendió las manos por arriba de su cabeza, bostezando de hambre y sueño.

    —¿Qué?

    —Esfuérzate, piensa.

    ¿Por qué?

    Las piezas empezaron a flotar en mi cerebro, como un partida sin inicio y fin mientras la mocosa seguía dejando su discurso sin frenar la lengua a la vez que el otro niñito respondía con calma.

    ¿Miedo?

    La mocosa, ¿se daba miedo?


    Y venía ahora a hablar con la voz rota, pequeña mocosa estúpida, hablando a sus anchas cuando ni siquiera tenía control sobre sus emociones. Parpadeé apenas, como un animal que está apaciguado y desinteresado de su entorno, viéndola cruzar sus hombros mientras Kuroki hablaba.

    <<Y la idea del sake fue de ellos.>>

    Vaya mocoso, lavándose las manos luego de toda esa palabrería.


    Frunció el ceño casi como si estuviese quebrándose el cerebro al idear una respuesta, hasta que algo llegó, punzando en su cabeza como una aguja filosa.

    —¿El odio?

    El anciano elevó ligeramente las cejas, sin dejar de acomodar el futón.

    —¿Por qué el odio Natsu?

    El chiquillo resopló casi ensimismado.

    —Si te ensucias las manos con alguien, alguien más vendrá a matarte. ¿No sería eso una cadena interminable de odio?

    Definitivamente, el haber empezado a andar con Rengo y Mara no había traído más que insectos a mi alrededor.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    —Habrá un momento en tu vida que elegirás la cuarta posibilidad en un combate, Kenzo.

    —¿La cuarta posibilidad? —Kenzaburô no parecía entender.

    —En la vida todo son opciones. —comenzó su maestro. —Eso he creído siempre, y somos hijos de nuestras decisiones. Tendrás, en principio, cuando estés en combate o en una situación crítica, cuatro opciones: rendirse, luchar o huir. Al final, siempre elegirás la segunda, porque para eso te entrené. Pero cuando tengas un objetivo, cuando tengas una meta, una decisión irreparable, elegirás la cuarta opción. Una por la que muy pocos se deciden. Ya no quedan valientes.

    —¿Cual es esa cuarta opción? —preguntó el niño arrugando la frente.

    —Morir, Kenzaburô, morir luchando hasta el final. Ésa es la cuarta opción cuando los samuráis entran en combate por el honor de su señor. No quedan hombres así


    Las palabras de su maestro resonaron como ecos distantes en su mente mientras combatía a Takano, el cual representaba un muro inexpugnable que hablaba de años de practica y de algo terrible, de una justeza imposible. Takano solo peleaba con la saya y no era un duelo parejo, al menos para la mente de Kenzaburô que no pensaba en el caso de que si el estratega militar pudiera tener la posibilidad de portar la katana con su filo, quizá el combate ya hubiera terminado desde hace mucho antes.

    El ronin finalmente luchaba con una idea en su mente, después de tanto tiempo. No lo hacía con rabia ni con odio, tampoco sentía algo particularmente negativo hacia su contrincante. Él era un fantasma del pasado, una espada a un servicio; en cambio Takeda era distinto. Era todo lo que se podía pedir de un señor a mando de un país devastado por la guerra y el odio.

    —El bambú que se curva es mas fuerte que el roble que resiste. —repitió las justas palabras de Takeda ante la provocación. "Ahora eres parte de mi familia, y evitaré que te pierdas a ti mismo. Porque confío en que ustedes harán lo mismo si yo pierdo el camino; si esa luz que dices ves en mi deja de brillar". Las palabras del joven Minamoto volvieron a sus oídos y le dió suficiente fervor para continuar con la misma intensidad de antes.
     
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    Amelie

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    Amelie

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    Dojo
    (Kato; Takano; Misato; Clan Tao; Kenzaburo)


    Las palabras de Kenzaburo calaron en Takano; si de algo se caracterizaba Takeda era en sus proverbios que él consideraba molestos; pero debía admitir que eran proverbios por algo, su certeza en momentos clave, pues la flexibilidad del bambú es su verdadera fortaleza, y aun así siempre crecía recto hacia el sol. Eso era la filosofía base de Takeda, quien no se consideraba el más fuerte, tampoco el más sabio; simplemente quiere ser recto como el bambú, inclinándose ante el viento sin romperse. Y Kenzaburo lo entendía; Takano había sido ciego a ese detalle. Jamás recuperarían a Chikusa; pero las amistades crecen, igual de rápido que el bambú. Eso era la verdadera lealtad.

    Takano no dijo nada; hubo un choque de katanas, la de Takeda sobre la saya de la de Takano, después Takano regresó el ataque bajando la katana que portaba Kenzaburo para romper su defensa. Ahora confiaba en el hombre que tenía enfrente. Pero debía probar sus límites.

    —Esta es tu última oportunidad de hacerme verdadero daño— mencionó Takano desenvainando su katana y lanzando la saya al suelo. Algo que no sólo impactó a los presentes, hizo que Kato sujetara el mango de sus armas. "Esquiva mi siguiente ataque Kenzaburo" pensaba.


    Estás en un entrenamiento (no suban atributos de sus katanas); pero si son descuidados pueden morir. Su oponente es nivel 4; ustedes son nivel 2 (así que pueden derrotarlo):

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    Tu oponente tirará:

    Tirar un dado de 18 caras. Este representará el ATAQUE
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    Kaisa Morinachi

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    Tauro
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    Kobayashi no Masuyo
    Mazmorra


    Cualquier rasgo de relajo o mínima sonrisa se perdió con la lluvia cuando Kuroki habló hacía Rengo, no fue ni necesario que se dirigiera hacia a mí, ya tenía todo el cuerpo tensado como una cuerda tirante; y yo estaba aferrada a ella, la cual estaba amarrada a una frágil rama y a mis pies solo quedaba un acantilado como los que podía observar tras pasar límite tras límite de lo que me permitían mis padres: Como por el que caía Hiro en aquel mal sueño, sin poder hacer nada para evitarlo.

    Simplemente me encogí,
    abrazándome a mí misma,​
    buscando hacerme más pequeña.
    La araña.
    Araña.
    Venenosa.

    Encogerme, encogerse. Desaparecer, desaparecer. Pero no podía, simplemente no podía; no sabiendo que mi padre estaba vivo, no luego de que Kenzaburo quisiera por primera vez a alguien, a mí. Era simple y llanamente egoísta, yo no podía ser egoísta, iba en contra de mis costumbres. Iba en contra de todo lo que significaba ser una Kobayashi que, a pesar de que sí respetaba el apellido, Hideyoshi tenía algo de razón en sus palabras; no merecía tenerlo, no estando en la situación que estaba. Por eso el corte de cabello, supongo. Alejándome cada día más y más de de la primavera que alguna vez fui.

    Y los recuerdos llegaban como una hoja extraviada en el viento, con la brisa de otoño; fragmentos muy antiguos, que mi memoria había pasado por alto, pero ahora parecían resurgir por necesidad; instinto, supervivencia, dolor. Recordarme por qué seguía viva, quién era y a dónde iba. Perdida en mi mente mientras las palabras de Kuroki se me incrustaban como dagas heladas y nada piadosas, como era de costumbre cuando los Taira llegaban a tu vida; sí no duele por fuera, duele por dentro, y pocas veces deja de doler de verdad.

    Invierno.
    Sobrevivir.
    Enfermedad.
    Peligro.



    Había luchado mis primeros cinco años de infancia por sobrevivir, por salir adelante, por no morir al paso de las estaciones.

    Hasta que nació Kimura, y mi papel sin siquiera cuestionarmelo ni que me lo inculcaran se volvió protegerlo.
    Que el sobreviviera al paso de las estaciones, con Hiro acompañándolo.

    No yo

    Había sido tan idiota. Conocí mucho menos de Chikusa que tú, Kuroki, pero su muerte pudo ser la más significativa que haya tenido luego del fatídico día de Noviembre, luego la de Hana, la última la del tipo que intentó matar a Kenzaburo... Y el rostro apático de Natsu se me venía a la mente, mientras aún divagaba en lo ocurrido en aquel fatídico día: Pocos días después de mi cumpleaños... de mi día de nacimiento. Las lágrimas escurrían, las dejé estar, porque no tendrían por qué ver algo, lo único que se escuchaba era una respiración entre cortada, que no llegaba a ser acelerada, como alguien que tiene sus últimos alientos. No podría gritarle ni aunque quisiera, sentía una jodida piedra caliente bloqueándome la tráquea. Esa que había cortado más de una vez.

    Vamos, Kuroki; ahí la diferencia, ¿serías capaz de matar a un desconocido y no tener ningún tipo de arrepentimiento luego? Llegaba tarde o temprano, el arrepentimiento, pero cuanto más tarde más inhumano te volvías.

    Kuroki, tu eres humano.
    Yo cada día menos.

    Cuando me di cuenta me encontraba de pie, volviendo a ser el alma en pena que era... en el fondo, cada vez que estaba sumamente vulnerable, tal vez nadie lo veía al completo, por cambiar cada tanto me diera la gana, pero... era tan frágil, tan sumamete frágil que solo me quedaba tragarme el miedo y ser altanera, porque de otra forma simplemnte me pisotearían, me escupirían; me matarían como Natsu mató a Hana.

    Rabia. Fuego. Verano.
    Me dio las energías para tragar grueso, alzar mi mirada demacrada, y mirar a Kuroki directamente, poco me importaba sí en verdad me miraba de vuelta.

    Yo nunca, nunca bajaría la vista cuando las cosas que iba a decir sentía que debían ser escuchadas.
    Y sí la bajaba, gritaría el doble de fuerte.
    —Kuroki —solté casi en un murmuro, desganada, pero sonó más alto de lo que podía entender, pues la jaqueca estaba llegándome con fuerzas; una apatía nacida del más puro deterioro físico y mental. Mi ojos vacíos estaban fijados en el cabello albino.

    Como la nieve. Y tenía unos lindos ojos azules, como el cielo o el oceano; no como los amarillos de los lobos o aves nocturnas que poseía yo, ahora carente de algún brillo que recordara a estrellas o soles. Tal vez, solo tal vez, el amarillo se asemejaba a una herida infectada, pero ni con suerte; eso significaría que el cuerpo sigue vivo.

    ¿Y la persona?
    ¿El alma?

    ¿A dónde fue tu alma, Masuyo?
    ¿Por qué no sientes nada?

    >>¿Sabes lo que le hacen a las mujeres cuando mueren? —solté con toda la solemnidad que pude, pero la postura de no poder sostenerme a mi misma, la cabeza ladeado con pesadez y los ojos muertos no representaban nada.

    Y la llama se prendía, para apagarse de nuevo. Se prendía, para volver a apagarse. La llama roja... mi hitodama, ¿no?

    >>Kuroki, cuando las mujeres mueren en batalla contra un samurai maldito, desgraciado o el insulto que se te ocurra; tienden a profanar sus cuerpos, Kuroki. Toman tu cuerpo ya muerto y lo usan para el placer que les plazca.

    Fuego. Se prendió, y ahí estaba; llamas. Fría y azul, en Natsu; Roja como la mía, en Kuroki; morada, en la de Rengo a lo lejos. Tomé aire, suspiré hondo y agaché la vista, porque esto era algo que, en lo preferible, deseaba que nadie escuchara. Tan así, que pasé un brazo por delante de mi torso, para sotener el otro, desviando ya mi mirada en el piso a un costado. Porque en verdad no quería, pero sentía que debía, y ahí estaba otra vez; partiéndome más y más hasta sangrar por personas que, tal vez, no valían la pena. Pero bueno, ¿qué importaba a estas alturas? Sí eso me mataba de alguna forma, pues lo aceptaría. Hago lo que se me plazca, porque por algo sigo viva.

    —Yo solo vi a mi madre suicidarse, con una sonrisa cínica en la cara, una sonrisa que a veces veo en mí cuando mi rostro esta lleno de furia o seriedad absoluta. Eso, Kuroki —tomé aire otra vez, soltando un suspiro pesado que me sacudió todo el cuerpo—. Eso es lo que me da miedo. Yo sigo acá por qué hui de la muerte, porque no acepté mi destino; yo debería estar muerta, como mis dos hermanos, como mi madre y el resto de personas que podría haber considerado familia en ese momento...

    Alcé el rostro, el deje de furia llenaba un poco el vacío. No se que tan estoica era mi postura, aun defendiéndome el torso, pero mis ojos buscaban los de Kuroki: Muéstrame tu Hitodama, sí te crees tan valiente. Lo siguiente lo solté sin anestesia, porque yo ya estaba anestesiada, sintiendo un leve calor que no sabía sí era por una fiebre inminente o qué sé yo que mala gracia del mundo.


    >>Kuroki, nunca supe sí los enterraron, sí los quemaron junto a todo mi hogar, que no era tan solo una casa; era un bosque, mi bosque.

    Odio.
    Paz
    >>Mi bosque y el de todas las criaturas que vivían ahí, Kuroki: Todas.

    Y lo sentí.
    Las llamas del dragón a mis espaldas, soltándolas hacia el cielo como un llamado al combate.
    Lo sentí, la araña tejiendo los hilos sobre mi cabeza.

    Lo sentí.

    Era Masuyo Kobayashi quien se paró más firme que un tronco que no ha caído con los años,
    no importa sí murió hace mucho.
    Con las llamas de las fogatas del invierno ardiendo en mis ojos de bestia.

    La voz salió firme.
    Mis manos estaba empuñadas.
    Y volvía a respirar.
    Lista para atacar.
    Aunque no lo fuera hacer;
    aunque ellos no lo fueran a hacer.

    —¡Los malditos Taira quemaron todo sin piedad, todo! ¡Y no sé cuanto vulneraron a los míos antes de eso, Kuroki! ¡Robándoles, aprovechándose de sus cuerpos, quién sabe qué cosas pudieron haberle echo a los niños, Kuroki, a los niños del pueblo que tenían la edad de mis hermanos!

    Estaba respirando agitada, poco me importaba sí había soltado lágrimas o no, pero el ardor de mi cara me confirmo que eran más de las que sentía; aún así mi voz no vacilaba, mis acciones tampoco. No había tiempo para dudar y vacilar. O huías, o luchaba. Kenzo siempre elegía la segunda. Me golpeé el pecho con fuerza, tanta que llegó a sonar, pero de manera tan precisa que ni siquiera me hizo cosquillas, para seguir gritando lo que me había callado por tanto tiempo.

    >>¡Así que los buscaré, no a los guerreros Taira, por que a ellos ni siquiera los conozco! ¡Buscaré a quienes planificaron ese ataque, a quienes comandaron ese ataque, Kuroki! ¡Yo no me voy en contra de la gente pequeña e insignificante, cada cosa insginificante y tonta que hago; como probar la lealtad de Taiyo, la compasión de Murai y la solemnidad de Kato; las hago para crecer yo misma, para resurgir, para dejar ser una jodida florecita que se rompe por una brisa fuerte y convertirme en el condenado roble, pino o cualquier digno árbol que merezca no ser cortado para el beneficio ajeno, Kuroki! ¡Porque eso es mi familia; un bosque, un jodido bosque que por las noches te puede matar, en el día te puedes perder, pero siempre, siempre significa una oportunidad para quienes les cerraron todas las malditas puertas! ¡Porque la naturaleza nunca te da la espalda, y yo deseo formar parte de ella!.

    Inhalé hondo, con convicción. Suspiré pesadamente, buscando relajarme, con las manos en la cintura. Luego volví a ver a Kuroki, lo atravesé con la mirada, ya vería él que tan profundo llegaba.

    >>Así que, Kuroki, lamento decirte que sí—. Metí una mano con agilidad entre mis ropas, para extenderle con solemnidad ante sus ojos el amuleto de mi padre sanguineo, sería cosa de él sí quería acercarse o no, pero básicamente era el Yin y el Yang—. Te seguiré viendo como a un hermano menor, como a un niño pequeño, hasta que me demuestres que eres capas de matar a sangre fría sin corromperte y mostrar compasión sin ser engañado.

    Me guardé el amuleto nuevamente entre las prendas, cerrando los ojos y aún medio bufando. Vamos, que entre caballo y buey no había mucha diferencia. Una vez sentí que no volvería a gritar cada pequeña cosa que me tiraran al frente, volví a abrir los ojos; mirándolos a todos, pero sosteniendo los azules ojos de Kuroki. Mi posición era tan estoica como relajada, con las manos descansando entre mis ropas y mirando a Kuroki con la altanería que poseía; al fin y al cabo, yo siempre veía las cosas como sí pudiera alzar el vuelo, a pesar de que mi comportamiento era más que rastrero. No por nada a ratos parecía un jodido kitsune.

    Vamos, sí al final la mitad de los mosntruitos eran invenciones y especulaciones, yo misma me las inventaba para espantar a mis hermanos y alejarlos del bosque; ese bosque que yo sí exploraba cuando me pintaba la gana y no me pillaban. Eran buenos días, y lucharía por los niños del futuro para recuperarlos, cueste lo que cueste, cueste lo que me cueste.

    —Eso sería todo, Kuroki. Y por ahora, Natsu para mi ya es más que un adulto, Takeda también. Rengo me falta evaluarlo, porque no lo conozco, pero quiero que te quede bien claro lo siguiente, Kuroki: Que yo diga "un niño" refiriéndome a Takeda, no hablo de Takeda en sí: hablo del niño que alguna vez fue.

    Y entonces mi mirada ambar brillante, la fogata en las noches frías y peligrosas, se posaron sin temor alguno sobre los de Natsu.

    >>Y se que Natsu también lo tiene, por eso no deseo matarlo a pesar de que le arrebató la vida casi sin compasión a Hana, a Miko: Quiero entenderlo, que saque todo su potencial.

    Volví a clavar mi mirada en Kuroki.

    >>Como ahora lo está sacando Kenzaburo, solo, enfrentándose a Kato; porque no puede depender de mí para sentirse amado, no pude depender de mí para ser buena persona, no puede seguir dependiendo de mí para no volver a ser el akuma o shinigami que alguna vez sé que fue. Para que no lo sigan traicionando, para que él no siga defraudando y, sobre todo: Para que conozca su real potencial como guerrero, Kuroki. El único que va a pasos lentos y cuidadosos eres tú.

    Solté un suspiro pesado al decir eso, cerrando los ojos al ser consciente de la dureza de mis palabras. Volví a buscar los cielos azules, me había cruzado de brazos sin darme cuenta.

    —Eso no es malo, eres como Misato; a tú ritmo, tranquilo y calmado. Pero nosotros, Kenzaburo y yo, tenemos que movernos con las estaciones, al compas de los depredadores, aprovechándonos de cualquier pizca de bondad, porque sí no hubiéramos hecho eso estaríamos muertos, muertos y no tendríamos valor alguno; porque ahora nuestro único valor es luchar contra nosotros mismos y, sobre todo, contra las injusticias que presenciaron nuestros ojos.

    Hice un reverencia, solemne.

    >>Eso es todo, gracias por escucharme.

    Y me quedé ahí, fija, sin levantarme, a la espera de alguna reacción.





     
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    Kuroki Fusatada

    Comencé a creer que había dejado a Mao en un estado mucho peor del que habría imaginado, pero por fortuna no había sido del todo así. No del todo debido a que poco a poco, si bien parecía resquebrajarse, al final fue tomando fuerza hasta que en algún momento se levantó y volvió a tomar, al menos a mi parecer y en cierta medida, la actitud de antes, aunque en un aspecto más personal de lo que habría esperado.

    Miré con parsimonia a Mao, sin decir nada, ni siquiera sin estar serio, solo la miré, atento y esperando cualquier tipo de accionar y reacción de toda índole que ejecutase, la analizaba, inclusive los tonos de voz. Todo, porque sabía que estaba reluciendo ahora lo que es ella en realidad.

    Su mirada era vacía, contrastaba por competo mi mirada inclusive mi actitud. Muchas veces, podría sentir que me desafiaba pero no estaba seguro, solo la escuché, como se desahogaba no solo ante mis palabras si no también de forma emocional. Pese que no era esto lo que buscaba, la verdad es que... me daba alegría, si. Alegría porque al fin la conocía más y, por lo tanto, podía entender mejor sus actitudes.

    La historia, sin duda alguna, era cruel, deprimente y oscura. Cada palabra, lo escuchaba con suma atención, en silencio, un silencio respetuoso, uno que no cortaría por nada. El espacio era totalmente suyo y yo no pretendía interrumpirlo.
    El dolor en sus palabras era real, uno que confesaba no creí ver algún día en ella, su trauma, su rabia no hacia mi, pese que provoqué eso, si no hacia los Taira. Era lo que, sin querer, buscaba desvelar. Las razones de sus accionares.

    Como había pensado hace mucho, mi vida no tuvo un gran drama, pero sí un corte muy severo en la misma cuando mi madre murió, el tiempo, día tras día. Con la inocente esperanza de que se volvería a mover como en un inicio, luego se levantaría algún día, luego con las esperanzas de que volviese a despertar. Hasta que al final la realidad me dio una apuñalada.
    Y antes de todo eso, su regalo, mi katana. Arma que acaricié en toda la historia de Mao mientras la seguía escuchando, sin despegar mi vista de ella... En ningún momento.

    No sé que clase de cosas debo hacer entonces para que diga algo como que soy su hermano pequeño, pero juraría que he demostrado lo suficiente ya, no tanto a los presentes. Si no a Takano mismo o a mi padre que, efectivamente. Podía valerme.

    El Yin Yang, desde que escuché de aquello, había quedado fascinado por su historia y significado, algo que quería buscar en mi vida. Un perfecto equilibrio con todo. Y conmigo mismo.

    Suspire con calma, dejando a Rengo para avanzar un poco hacia Mao, sin temor alguno. Para mirarla con calma y seguirla escuchando. Si bien sus palabras para conmigo eran duras, tampoco la culpaba y de hecho las entendía mucho antes de que se disculpara. Tampoco juzgaba sus métodos, todos aprendemos a nuestro ritmo, y a veces ni eso. La vida te impone un ritmo y como no la siguieses, morirías.

    Esperé lo demás, hasta que, al final. Mao finalizó y reverenció un momento para después mirarme, con calma. Y lo que yo hice, con gesto serio y mirada clavada en ella, aún inclusive sintiese me calaba muy profundamente, todo lo que hice fue... Sonreír.
    No era maliciosa, ni burlona, ni siquiera fingida. Era una verídica, como alguien que se enorgullecía por algo, como alguien que terminaba de atar cabos. Era una sonrisa más de consuelo que de molestia o disgusto o algo.

    —Mao—. Hablé por fin. —Siento mucho revivir tus traumas. No era mi intención, tampoco, como dije, no era mi intención atacarte. Si lo sentiste así, con sinceridad y respeto, me disculpo—. Dije para reverenciar también y volver a mirarla de nuevo, aún con mi rostro vivo, radiante y tranquilo. Era una calma tal que hasta yo mismo me sorprendía.

    —¿Sabes porqué me uní a los Minamoto? Si bien ahora he encontrado a mi padre, la realidad es que también. Tuve una vida, digamos de flores a comparación de la tuya, no voy a mentirte. Sin en cambio, no es necesario sufrir una tragedia tan horrorosa como la tuya para, tal vez. Entender muchos aspectos que dices. Si, si. Sonará estúpido. Pero solo he matado una persona, Mao. Y fue más que suficiente para que ya la poca inocencia se fuera. Fue más que suficiente para entender muchas cosas, fue más que suficiente para traspasar esa barrera de incertidumbre si, con matar, me provocaba algo más que shock. Me da mucha tristeza que tu vida haya sido arruinada de esta manera, es por eso que estoy aquí. No solo por mi padre, si no porque desde que conocí parte de las motivaciones de Zeng, todo era claro. No solo los Taira, cualquier persona puede crear un caos tal en miles de corazones que puede hacer algo tan horrible como aquél clan. Y por eso es que creo en Takeda. Porque sé que su humildad es suficiente como para no caer corrupto por el poder, si no todo lo contrario, llenará de sabiduría y justicia ahí por donde pase. Y por eso, me duele, en especial. No poder ser un soporte para él. Porque me hace dudar si mis capacidades están desarrolladas. Yo no he dudado de Takeda, si, una vez Kato me hizo dudar. Pero la incertidumbre fue más por todo el shock de la agonía de Takano y una serie de situaciones que me dejaron fatal hasta ahora.

    >>Aprenderé a mi ritmo. Pero no solo confío en ese ritmo, si no que definitivamente sé que este ritmo es el que necesito, y esta en mi decisión si quiero cambiarlo o no. Siento que pasaras por días en la intemperie, yo en parte las pasé cuando mi padre no volvió a casa y mi madre murió. Tuve que arreglarmelas, ¿pero sabes? Sobreviví a mi manera, y a día de hoy no me arrepiento de nada, no. Todo lo contrario. Me impuse este camino y esta vida desde el inicio, pude haber sido un campesino, un arquitecto, lo que tu quieras. Pero yo siempre he querido ser esto, un guerrero. ¿Que aún soy inmaduro? Esta bien, lo acepto. Sé que aún tengo defectos, no lo puedo negar. Y por eso también estoy aquí, porque quiero mejorar... En todo. Quiero poder, no para mi beneficio, si no para evitar más tragedias como la tuya. Como la de otros. Quiero ser tan sabio como Takeda, tan temple como Takano, tan poderoso e invencible como Kato. Y tan firme, como Yuzuki. Quiero actitud, personalidad, fuerza y sabiduría. Y yo confío en que no solo sufriré de todo, tal vez y caiga muerto en el camino. Pero sé que si de verdad voy con determinación y seguridad, cumpliré mi sueño. Seguro con decir que quiero ser poderoso sonaré siniestro. Pero yo no creo eso. No todos buscan poder para hacer lo que quieran, yo lo quiero por un bien común. Y buscaré hasta el último rincón necesario por dicho poder, sabiduría, lo que sea. Con tal de sentirme completo. Yo controlo mi destino y mi vida. No los demás. Por eso seguramente soy tan enérgico, terco y estúpido a ojos de los demás. Tal vez es cierto, pero yo ya estoy decidido—. Dije, para después, mirar hacia la ventana, con la lluvia de fondo.

    —Admiro tu lucha, Mao. De corazón, y comprendo tu actitud.—volvi mi vista hacia Mao. —Ojala algún día encuentres la paz. Si aún así quieres limitarme, adelante, cuidame, vigilame, haz lo que tengas que hacer. Pero de una vez yo también te digo que no me dejaré someter, porque como dije, no eres alguien a quien deba obedecer. Eso lo ocupan los altos mandos de los Minamoto y mi padre, punto—. Dije con firmeza, aunque no soné agresivo ni severo, era, tal cual. Un aviso.

    >>Mao, Kamakura no es un infierno, es la vida. Nos está entrenando, terminando de reforzar nuestras mentalidades y fortalezas. Y lamentablemente muchos están perdiendo esta prueba. Pero yo no, ya no. No ahora que he comprendido muchas palabras de varios maestros. Además, Takano me dijo que me entrenaría arduamente aquí, en su casa, Kamakura. ¿Y sabes? Estoy dispuesto a lo que sea...—miré a Rengo. —Asi inclusive tenga que dejar de tener cosas que aprecio, porque eso me enseñó la muerte de mi madre. Nada es eterno. Y hay que hacer sacrificios, muchos—. Dije hacia todos en realidad, pero en especial a Rengo. Conociendo su historia confiaba en que entendería, inclusive el punto del pacto de sangre. Para volver a mirar a Mao.

    >>Si no quieres verme como un adulto esta bien, pero Takano me ve como un guerrero, y eso no tiene porque ser poca cosa. Si quieres saber el porqué, puedes decirle. Preguntale, a ver si te miento. Pero estoy listo para lo que sea, Mao. Y Kamakura me ha dado la bofetada de realidad que necesitaba—. Añadí como ultimo, girándome de vuelta hacia Rengo para volver a su lado y cruzarme de brazos, en silencio. Sin hacer ni decir nadamas.

    No me arrepentía de nada.
     
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    Respiraba con pesadez, el aire escapaba por sus labios con un silbido endeble; un ojo cerrado y otro abierto para no perder de vista a su oponente. Su adrenalina estaba subiendo, incrementándose en cada momento que su cuerpo intuía que estaba más cerca de un final. ¿Estaría bien terminar así? ¿Muriendo por el honor de su amigo, enfrentándose a un traidor de Takeda? Hay quién dice que morir sin haber alcanzado sus objetivos personales es morir como un perro; pero seguir viviendo sin haber alcanzado sus objetivos es de cobardes. Pero morir por una causa no es un acto de fanatismo, no es deshonroso. Ésa es la esencia del camino del samurái y finalmente Kenzo lo entendía, alcanzó la liberación en el camino del guerrero.

    Atacó nuevamente, sintiendo los dolores en su cuerpo y su energía menguando; pero su espíritu era fuego puro y mientras éste le sirva de cómo energía pura, no caería. Si su cuerpo estaba fatigado, si sus piernas temblaban por el peso de su propio cuerpo, su espíritu de guerrero se encargaría de moverlo. Esa era su verdadero voluntad.
     
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    Mao&Kenzaburo

    Al inicio la rabia proseguía, luego pasó a una seriedad cada vez más calma, terminando por caminar en círculos a ojos cerrados; porque debía hacer algo para canalizar toda esa energía que tenía de repente, hacerlo privandome de la vista caminando me relajaba y quitaba la pesadez, más aún centrándome en cada pequeña acción de Kuroki. Ciega, tenía los ojos cerrados como la ceguera de Murai, pero daba vueltas en círculos demostrando que estaba dispuesta a moverme hasta el final.

    En cuanto mensionó a Zeng y demás, que supuse que sería uno de los chinos, me detuve con una sonrisa amplia y enternecida. Ni siquiera sabía en qué parte de la clínica estaban, sí la verían, pero no es como sí quisiera ocultarla o algo. No tenía nada que ocultarle a Kuroki, por eso era como era con él, más qué retarlo a él, mi lucha interna aparte de conmigo misma era en estos momentos con Natsu y Rengo, en especial el primero.

    Ya lo presentía, ¿no? Por eso mismo lo sentía cercano a un hermano, nos parecíamos en varios aspectos, pero contrastábamos de manera fuerte en muchos más. Parecido al Yin Yang, cuando me quise dar cuenta soltaba una risita entre cansada, ligera y enternecida ante eso, nuestras similitudes; volviendo a la seriedad cada vez que marcaba las diferencias, o hablaba con más convicción, a pesar de que todo lo que decía lo tenía.

    Cuando terminó el discurso, parecido a lo ocurrido en la mazmorra, cualquier enojo, ira contenida, melancolía y pena se había esfumado. Yo estaba parada, de brazos cruzados y cabizbaja, en dirección hacia Kuroki. Mantuve el silencio, por mero placer de molestar que no sabía poseer de manera tan desquiciada hasta que empecé a meterme de lleno en la vida de Kenzo. Dejé un rato la expectación, pero antes de que alguien pudiera decir algo me moví, fluí como me tocaba fluir con el viento huracanado o calmo que era Kuroki: el viento que va aún más a su ritmo y gusto que el agua misma, está última siempre amoldándose a todo. El viento era libre.

    Agua, viento. Seguir, chocar. Pesado, liviano. Presente, futuro.

    ¿Yo, Kuroki? Si, podría ir por ahí, por mi parte era tierra y agua, el podría ser hielo y aire. Por la mente fría que me está demostrando tener, esa que en mí misma es una fachada más que otra cosa. En sus últimas palabras lo miré directamente otra vez, ya renovada y con una sonrisa suave, sencilla, compasiva y alegre en los labios.

    —¿Qué Kamakura te ha dado una bofetada de realidad? Ya me gustaría a mí haber sido el engendro del demonio que lo hiciera —solté otra risa desganada y ligera, manteniendo el silencio al ver como se volteaba.

    Cuando Kuroki empezó a volver, lo seguí con sumo sigilo y toda la rapidez posible, cosa de que antes que pudiera voltearse y dejar de darme la espalda, ya estaba aferrada con ambos brazos a su cuello; con cuidado para no pasarle a llevar, pero con la firmeza de alguien que ha salido de las aguas más profundas como de sus propias pesadillas, para seguir respirando, ya sea metafóricamente o no. Entonces, tras deshacerme de mis sandalias y ponerme de puntillas, no tuve ni una pizca de compasión y acerque mis labios a su oído.



    Solo habrían uno o dos centímetros de diferencia, el recuerdo de cómo conocí a Heya también me vino a la cabeza, y a pesar de todo el sonrojo que me mandó a la cabeza, seguí con mi estupidez. Diablos, el mocoso debía ser capaz de notar el pulso acelerado con su espalda.

    —Así que puedes ser mi héroe~ —susurré melodiosa a su oído, sin tirarle aire de más que le molestara, solo las palabras directas y con una voz grave que no dejaba de ser melosa, algo dulce y levemente femenina—. Es una lastima, no tener a un lindo y pequeño hermanito cómo tú —proseguí con un falso tono penoso y aquejumbrado, pero vamos, me metía tanto en el papel que hasta yo creía hablar en serio—. Espero que estés listo para correr, kawaii usagi~

    Entoné al final, pasando mi lengua a lo largo de su oreja con suavidad, apegándome aún más a su cuerpo a consciencia, procurando que la saliva desperdigada no fuera desagradable. Tras ese primera movimiento le besé con rapidez y precisión la oreja en sí y, tras otra lamida similar a la primera, saboreé el lóbulo de su oreja, el cual para nada tenía un sabor digno de mención. Terminé por soplar con cuidado su oreja para que la saliva se sintiera helada, para luego lamer lo poco de cuello que me dejaba el yukata.

    Y todo eso fue absolutamente rápido, porque cuando me quise dar cuenta ya había saltado hacia atrás y me alejé unos tres metros en el proceso, en una posición agazapada; lista para huir más que atacar, mis ojos ámbar brillaban con decisión, retadores cual lobo que decide jugar a huir de la liebre más rápida que ella.

    —No soy tan solo rabia y pena, Kuroki~ —solté pecando de seductora a pesar que mi posición no era para nada atractiva; piernas flexionada, torso agazapado, brazos levitando a mis costados; y aún así, me sentía lleva de vida.

    Gracias, Kuroki.

    >>Insisto, sigo pensando que aún tienes más cosas de niño que de adulto~

    Solté lo último con clara mofa, aunque sin quitar la... ¿sensualidad? De mis palabras. Mi madre y tutoras no me enseñaron mucho al respecto, pero con lo que conocía ya podía suponer de que trataba:

    Bailar, mientras te preparas para dar puñetazos, algún beso o morder sí te da la gana. Vamos, Kuroki, ¿eres capaz de ganarle a una chica que sabe moverse al compás de su alrededor desde los 6 años?

    Porque yo quiero comprobarlo.

    Sí me ganas te digo otro secreto~

    Nada que no haya pensado en que podría ocurrir XD
     
    Última edición: 18 Enero 2021
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    Amelie

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    Habitación de Takeda
    (Jiin; Matsuda; Takeda; Kirara; Rei; Yuzuki; Terunobu; Shinrin)


    Yuzuki acompañó a Rei hasta el castillo; avanzaron sin problemas por el desolado lugar hasta llegar al pasillo que daba hacia las habitaciones. En las escaleras hacia el segundo piso vigilaban Terunobu y Shinrin; Terunobu de pie en posición marcial mientras que Shinrin estaba sentada tomando lo que quedaba de su taza con té.

    —Yuzuki— mencionó Shinrin para después mirar a Rei, el cual le parecía conocido.

    —Asakura, Rei— mencionó con una leve reverencia — Vengo a hablar con el Señor Minamoto— dijo irguiéndose.

    Terunobu se interpuso —No podrá verlo en estos momentos; lo mismo dije a la señorita Fujiwara unos momentos atrás; todo lo que deseen hablar con él puede esperar al día de mañana, hoy no se encuentra bien.

    Shinrin logró reconocerlo, aunque tardó en hacerlo ya que los Asakura se mantenían muy alejados de ellos en sus entrenamientos a Kamakura.

    —Lo entiendo; pero debe saber que es una descortesía rechazar a un invitado sin siquiera avisarle a su señor que lo han venido a ver. Eso puede desatar malentendidos ¿sabe? Los Asakura somos un clan que ha servido a los Minamoto por generaciones, también es el caso de los Minami —mencionó al señalar con cortesía a Yuzuki —Así que por favor; sea tan amable de avisarle a mi señor que viejos aliados están ante él y no planean irse, sin hablar con él. No deseo una audiencia, entiendo que mi señor no se encuentre en ánimos de ello; pero necesito platicar con él como un potencial aliado en la guerra —Miró a Terunobu con seriedad —Porque al tener a alguien prohibiendo el acceso en un castillo me hace creer que han encerrado a un ruiseñor en una jaula, y eso me hace querer liberarlo.

    Terunobu afirmó —Está bien, síganme— dijo guiándolos al segundo piso. Terunobu tocó a la puerta y al abrirla encontraron a Jiin el cual los observó extrañado.

    —¿Rei?— preguntó en la entrada —Ha pasado el tiempo y...

    Rein interrumpió a Jiin con una reverencia completa —Señor; no puedo verlo a los ojos por favor, no puedo más que agradecer todo lo que ha hecho por mi clan. Y hoy responderé a sus actos de benevolencia.

    —Para, para — mencionó Jiin dando palmaditas a sus hombros —¿Qué te ha traído por acá?

    Rei se irguió y miró a Jiin —Reciprocidad Jiin; por eso estoy aquí parado frente a ti. Estoy muy feliz por los Minamoto y los Harima.

    Jiin lo miró y se llevó una mano a la boca, acordándose de lo que había hecho —¡Oh Rei, no pensé que los Asakura responderían tan rápido!

    —¿Cómo no lo haríamos ante una misiva de Jiin Harima? — volvió a hacer una reverencia.

    Jiin se golpeó suavemente los pómulos para después sacudir su cabeza —Pasen por favor — mencionó ante Rei y Yuzuki. Detuvo a Shinrin y ella le frunció el ceño —Necesito que vayas por incienso, del mejor; y también té, y alimentos.

    —Puedo decirle a Ryohei — mencionó Shinrin cruzándose de brazos.

    —Por favor Shinrin, el té de Ryohei siempre sabe fatal, el tuyo es el mejor en Kamakura — mencionó Jiin haciendo sonreír a su hermana.

    —De acuerdo— dijo Shinrin regresando al primer nivel junto con Terunobu

    Jiin cerró la puerta detrás suyo; la habitación era mucho mas hermosa que las comunes, incluso tenía un balcón dónde se podía ver que Matsuda hacía guardia.
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    En una de las almohadillas estaba sentado Takeda, tomando té. Lo que significaba que Jiin había engañando a Shinrin. La mirada de Takeda estaba perdida en el vapor de la bebida.

    —Señor Minamoto —mencionó Rei con una reverencia mientras Takeda levantaba la vista— Mi nombre es Asakura, Rei; he venido a hablar y entregarle algo específicamente de frente; pero antes... — dijo tomando asiento y esperando que el resto hicieran lo mismo, así el ambiente era menos formal.

    —Hinata me habló de su encuentro en Kai —mencionó mientras sacudía la brizna de su haori —Mi señor; hablo de parte de los Asakura al decir que lamento que una de los míos lo presionara a tomar una decisión tan apresurada— dijo haciendo una reverencia completa hacia al suelo, para terminar de erguirse por completo sin necesidad de que Takeda le indicara que lo hiciera como era su costumbre.
    Jiin miró la interacción con tristeza y pasó un poco de té para los presentes.

    —Usted no debe aceptar nada de manera tan apresurada, la culpa de las acciones que hoy lo atormentan no son sólo suyas—Tomó su taza de té y sopló a ella —El castigo a Kato es justo para muchos; pero primero debió haber caminado en las calles de Kamakura, en los suburbios de Yamato; en los comercios de Chigasaki, cada ciudad de Kamakura; así hubiera entendido la visión de su gente con respecto a Kato. Matarlo suena como algo perfecto; pero debe investigar más antes de hacer un movimiento como ese —dijo tomando su taza de té y soplando; estaba hirviendo, así no se calentaba el té; pero a Rei no parecía importarle.

    —Los Asakura tienen muchas reglas; demasiadas diría yo. Y nos hacen aprendérnoslas desde pequeños, recitábamos mandamientos antes de sostener un arma, porque ese es el método de mi familia, y no por ser mi familia diré que es el más adecuado —Dio un sorbo a su té; lo disfrutó demasiado, un poco de calor dentro de su cuerpo después de un viaje frío y largo —Los Asakura atacamos con la espada recitando nuestras reglas—imitó con sus manos el agarre de una katana —No aceptes ningún rumor —hizo un movimiento de ataque al aire— no aceptes nada por mera traición —hizo otro, y así lo haría con cada oración— no aceptes nada sólo porque está de acuerdo a las escrituras; no aceptes nada por mera suposición; no aceptes nada por simple inferencia; no aceptes nada simplemente considerando los motivos; no aceptes nada sólo porque está de acuerdo a tus ideas; no aceptes nada porque meramente parece aceptable— relajó su postura —Pero cuando sabes por ti mismo que estas cosas son inmorales, censurables, rechazadas por los sabios, que estas cosas cuando se realizan y se llevan a cabo llevan a la ruina y la tristeza, es entonces que debes rechazarlas —Rei señaló a Takeda —Cuando conozcas por ti mismo lo contrario, que estas cosas cuando se realizan conducen al bienestar y la felicidad, entonces vive actuando en consecuencia.

    Takeda levantó la vista, eso ya lo sabía —¿Pero cómo puedo tomar una decisión que sé que es por un bien mayor; pero causará desgracias a otros? — preguntó conflictuado.

    —La guerra es difícil señor Minamoto; pero es por eso que debes aprender a delegar acciones. Si tienes a tu estratega militar, será él quien te ayudará a tomar decisiones difíciles como la que mencionas. Tienes problemas con la política, debes delegar la responsabilidad a tu diplomático. Tienes problemas de confianza, confían en tus espías. Confía en tu gente; dales rangos y valía; pero sobre todo dales paga, porque de honor no se vive. Es por eso que yo he venido hoy ante usted— de su haori sacó una carta la cual extendió ante Takeda; en ella estaba el sello oficial de los Asakura.
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    Takeda tomó el papel y lo comenzó a leer con calma, sus ojos se ampliaron, levantando nuevamente la vista hacia Rei.

    —Señor Minamoto; el clan Asakura está muy agradecido de que han resuelto este tema de manera más amena; es por eso que el Clan Asakura será benefactor de este importante evento; así como nos gustaría ayudarlo de la misma manera en un futuro para las cuestiones bélicas, pues los bolsillos de los Asakura tratarán de solventarlo—dijo con extrema seriedad. Mientras Takeda seguía soplando a la taza de té ardiente.

    —Pero le dejo algo muy en claro señor Minamoto; el dinero y la comida puede comprar ejércitos; pero jamás comprará la lealtad, eso es algo que ustedes deben ganarse como clan, porque si alguien ofrece más a un enemigo; posiblemente cambie el color de su bando.

    Rei tomó un gran sorbo de té hirviendo con alegría; Rei venía de una familia adinerada; pero se comportaba con humildad y educación —Bien, eso era todo lo que venía a hacer en Kamakura; fue más sencillo de lo que creí— dijo alegre mientras terminaba su taza de té. Takeda dió el primer sorbo a su té ahora con temperatura decente; después miró a Jiin quien se levantaba para servir mas té, después Takeda miró a Yuzuki, estaba muy confundido y se le notaba.

    —¿Entonces has venido a ofrecerme gran suma de dinero? ¿Por pura bondad de tu corazón? —La formalidad de Takeda no estaba presente ese día, estaba muy deprimido y a la vez onfundido. Desde que salió de Kioto vivió una vida humilde por lo que no concebía la idea de que alguien se volviera su benefactor.

    —La prefectura de Niigata está de su lado señor Minamoto; el señor Asakura Gotou, mi padre; estará feliz de recibirlo siempre. Así como también a cualquiera de los presentes. Estamos muy complacidos de la celebración que se llevará a cabo— mencionó Rei también confundido por la confusión de Takeda.

    —¿Qué celebración?—preguntó Takeda

    Jiin quien estaba detrás de Takeda negó con ambas manos hacia Rei; pero Rei no parecía entender el secretismo.

    —Su boda, mi señor...— mencionó Rei.

    Takeda tiró la taza de té en sus piernas —¿Mi... qué...?

    Jiin ya no sabía dónde esconderse.



    Patio fuera de la Mazmorra
    (Shinko; Riku)


    Shinko se detuvo de golpe; estaba ya muy adentrado en el entrenamiento que descuidó el estado de Riku, al verlo se sintió mal por no haber sido más atento, pero no se sintió culpable de haber dejado toda su fuerza expuesta, hasta él se sintió sorprendido por su mejora. Después observó las posiciones de Riku, había fallas aun pero que pronto con los entrenamientos, su memoria muscular sería adecuada.

    Kirara tardó en aparecer, se le notaba tranquila pero al llegar frente a ellos frunció el ceño y se cruzó de brazos —Quería hablar antes con Takeda; pero no me dejaron subir al segundo nivel de las habitaciones—miró a Riku — tomé en cuenta tus palabras, así que traté de pensar mejor y no armar una pelea allí con Terunobu y Shinrin; así que salí del castillo y trepé por la ventana —rio orgullosa de su acción— Matsuda me descubrió; eso del sigilo no es lo mío —sonrió —pero me prometió que me dejaría hablar con Takeda mañana por la mañana, porque hoy se encontraba indispuesto. La verdad es que me lo esperaba, sigue abatido por todo lo sucedido —observó a detenimiento a Riku — No te ves muy bien, primero déjame arreglarte esos golpes antes de que yo termine de romperte.

    Kirara atendió las heridas de Riku, a diferencia de sus ataques, al menos aquellas atenciones eran delicadas. Descansaron unos momentos mientras veía como Shinko sonreía alegre al haber demostrado toda su fuerza; Kirara le dió unas palmaditas en los cachetes orgullosa, después se giró hacia Riku y lo miró burlona.

    —¿Estás listo para mi? —Dijo tronando sus dedos — Tú usa tu saya; yo sólo defenderé con mis manos

    Monpoke
    Kirara entrenará con sus manos; no utilizaré dado de ataque y defensa para ella; vas directo a atacar los atributos que tiene. Tampoco utilizaré el dado de ruptura así que no te preocupes.

    • PV= 100
      Fuerza= 11
      Protección= 19

    • PV=60




    [​IMG]
    Clínica
    (Rengo; Natsu; Kuroki; Mao)

    La situación comenzaba a ponerse tensa; Rengo abrazó la botella de sake mientras Mao lo observaba atentamente; algo que lo tensó nuevamente, parecía que iba a decirle algo preocupante y esto lo alarmó; pero sus palabras se fueron suavizando y siguieron de una reverencia junto a una disculpa porque fue raptado en el bosque. Sus músculos se destensaron, la verdad es que no recordaba aquello, pues después de aquel rapto sólo tuvo mente para salvar a Takano. Desvió sus pensamientos para evitar recordar el rostro de Kato.

    Iba a responder, pensaba que era necesario; pero Mao siguió hablando, incriminando a Natsu, todo sucedía muy rápido; su mente estaba cansada y trataba de hilar todo lo que decían. Las palabras de Mao culpando a Natsu las tomó personales, bajando la mirada, odiaba oír de todo lo sucedido con Hana Harima, odiaba que culparan a Natsu de ello.

    "Unión"

    Levantó de nuevo la mirada al escuchar su nombre; como un niño pequeño al cual le están pidiendo que ponga atención. Habalaba de las combinaciones peligrosas, pero Kuroki y Natsu no eran peligrosos, no para él; y eso en verdad lo creía, lo habían protegido. Esto lo hizo recordar lo sucedido en el santuario, dejó a un lado la botella de sake para entrelazar sus dedos frente a él, pues nuevamente sentía el frío.

    Mao habló del significado de sus nombres, y de cómo ella sentía miedo de sí misma. Era demasiada información; temía que esperaran información a cambio. Fue entonces que sintió la mano de Kuroki en su hombro.

    "Vamos Rengo. Has estado peor"

    Vaya que si lo había estado; pero aquello no era lo que le preocupaba. Lo vio acercarse a Mao. "¿No la va a dejar dormir? Ella dijo que quería dormir..." pensaba al ver como Kuroki no se quedaba callado. "¿Atacó a Kato?" aquel pensamiento lo inundó de temor, miró a Kuroki; no estaba herido. Y siguió hablando y una profunda admiración lo llenó por completo. Kuroki había enfrentado su más grande temor; y era menor que él; en ese instante se dio cuenta de su inmadurez hacia las situaciones, en como había estado viviendo limitado a las experiencias que le enseñarían a base del fracaso. Él sólo sabía hacer lo que siempre le dijeron que hiciera, y si bien, era desobediente simplemente para molestar; era bueno en su arte.

    Kuroki hablaba de sus superiores con respeto; y mencionó lo inútil que se sentía al no poder decir nada para ayudarlos; pero ese era el grado de madurez que tenía, pues buscaba ayudar aunque no pudiera hacerlo. Algo muy opuesto a él, que siempre huía de sus problemas, y por eso siempre alejaba a los demás.

    "Y la idea del sake fue de ellos"

    Sonrió; ante aquel escenario tan serio logró sonreír al recordar que había robado el sake de Natsu, y como este también dejaba escapar una ligera sonrisa. Lo miró, recargado en la pared; hablar con él siempre era más sencillo, lo miró para después dirigir su vista a Mao y Kuroki peleando, como intentando leer en la mirada de Natsu lo que sucedería.

    Pero las palabras de Mao interrumpieron sus pensamientos más amenos, regresando a la obscuridad al hablar de su pasado. Mas muerte; instintivamente se tapó los oídos, pero lentamente bajó las manos. A veces por instinto. Mao también habló de venganza, era un idioma que también conocía. Esos gritos los entendía a la perfección, entendía esa desesperación; él sacaba esas frustraciones de otra manera pero el sentimiento era el mismo. Después vio el amuleto del Yin y Yang; fue ahí que se arrastró hacia atrás.

    "...hasta que me demuestres que eres capas de matar a sangre fría sin corromperte y mostrar compasión sin ser engañado..."

    Esas palabras de Mao lo hicieron nuevamente temblar, por un momento le recordó a Itami; por miedo no pudo reclamarle; quería decirle nuevamente que el culpable no había sido Natsu, pero el rostro de Itami se le impregnó en la retina.

    Nuevamente Kuroki habló con madurez; aquello parecía una pelea entre el resentimiento y la comprensión; un tema que si podía empatizar.

    "No todos buscan poder para hacer lo que quieran, yo lo quiero por un bien común"

    Mencionó Kuroki haciendo que Rengo lo observara confundido. ¿Sus motivos eran egoístas?

    "Asi inclusive tenga que dejar de tener cosas que aprecio, porque eso me enseñó la muerte de mi madre. Nada es eterno. Y hay que hacer sacrificios, muchos"

    Las palabras de Kuroki lo abofetearon. Era egoísta, lo era. No podía creer lo que había obligado a hacer a Kuroki y ahora estaba sujeto a sus palabras limitadas; su vida estaba en sus manos. Le había hecho lo mismo que le habían hecho a él.

    Se levantó, se sentía mareado y no era por la pérdida de sangre. Ignoró lo que sucedía con los demás, simplemente quería escapar sin darse cuenta de lo que ahora sucedía con Mao y Kuroki.

    Él sabía que sus acciones no eran buenas, pero juraba que caminaba en esa delgada línea entre el bien y el mal, un sitio en el que no afectaba a nadie; pero no era así. Todos sus pensamientos y acciones siempre sentían que eran justificables a pesar de la manera en la que fueran ejecutados. Pero estaba afectando a los que quería proteger, había condenado a una persona inocente simplemente por miedo e impulsividad.

    Debía salir de aquel lugar; era por eso que no debía hablar. Miró Kuroki, demostraba una profunda tristeza —Soy realmente un demonio ¿cierto?— desvió la mirada hacia Natsu —Hice algo imperdonable —miró a Mao y colocó su mano temblando en el pecho —Fui yo quien decidió que Hana debía morir, yo cree ese camino—sonrió mientras se tapaba los ojos —Itami tiene razón— avanzó hacia la puerta, seguramente si regresaba y se disculpaba con Itami podrían solucionar todo; tal vez necesitaba otro escarnio para enmendar sus errores. Porque no merecía estar frente a personas que sufrían de modos inimaginables, mientras él sólo maniobraba actos infames hacia los demás.




    [​IMG]
    Dojo
    (Kato; Takano; Misato; Clan Tao; Kenzaburo)


    Takano observó a Kenzaburo; atacó con velocidad aprovechando el estado de cansancio de su oponente; Kenzaburo atacó pero Takano esquivó sin problemas para después levantar su katana y cortar el pecho de Kenzaburo.
    Los presentes guardaron silencio mientras las gotas de sangre caían. Nadie impidió aquel suceso; Kenzaburo y Takano estaba oreja a oreja; escuchaban el aliento cansado de cada uno. Takano sonrió, había ganado. Pero no sonreía por eso, lo hacía porque el entendía el corazón de un guerrero; vio como la humillación habían destruido a Takeda. Kenzaburo era más firme que Takeda en ese sentido, ser derrotado no lo hubiera destruido con facilidad; pero Takano no iba a humillarlo; porque Kenzaburo era un samurai. Y Takano también lo era.

    Takano había ganado el combate.

    Kenzaburo se sintió al filo de la muerte; sintió su cuerpo caer sobre el de Takano; quien lo sujetó; quitándole la katana de Takeda para entregar el cuerpo a Ujihisa que estaba preparado para atenderlo lo más rápido posible.

    Takano le entregó la katana de Takeda a Kato, el cual la tomó para enfundarla nuevamente en su saya; después cerró su puño y golpeó con extrema fuerza a la boca del estómago de Takano, haciéndolo encorvarse del dolor.

    —No vuelvas a deshonrar mi dojo ignorando mis reglas — mencionó mientras Takano trataba de enderezarse del golpe —Pero ahora sé que estás nuevamente enfocado en tu entrenamiento —miró a Kenzaburo, estaba satisfecho con aquel combate.

    La visión de Kenzaburo estaba nublada; pero viviría.

    El primer dado de 20 que tire con Takano era para ver cuanto podía engañar a Kato con aquel combate. Sacó un dado de 20, así que está a salvo. Kato confía en Takano. Así que el plan va viento en popa.
    Y Kenzaburo no esquivó pero Takano no lo mato :3!


    • Ataque= 9
      Protección= 6
      Genji= +10
      PV= 7



    • Ataque= 17
      Protección= 13
      PV= 63
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Volví a la actitud gélida como sí me hubiera caído de la cumbre más calurosa directo al lago más helado. Miré con seriedad y solemnidad a Rengo, pero mis ojos no debían trasmitir ningún sentimiento de enojo, desprecio o algo, porque no sentía eso. Era mera convicción.

    Lo vi moverse y, atenta como estaba, agarré su muñeca con fuerza, impidiendo que se marchara; sí se movía, correría tras él.

    Ni esperé a que me mirara, simplemente hablé con la confianza de Kenzo en su experiencia y la de Takeda en sus metáforas.

    —La muerte de Hana es sencilla y llanamente culpa de ella, Rengo. Sí yo muero, nunca culparé a mi verdugo por ello, la que no estuvo a la altura sería yo. Lo que sí siempre debemos tener en cuenta, es el odio que pueden generar las muertes traídas por nuestras manos: Siempre cargamos con los muertos que creamos, por decirlo de alguna manera.

    Hablaba calmada, con voz lenta y comprensiva, aunque no dejaba de ser seria.

    >>Mi padre Hideki, a través de la voz de mi madre, decía: "Cuando matas a una persona te llevas sus cargas, sus emociones, buenas o malas; sus problemas, sencillos o complejos; sus alegrías, sus penas. Te llevas todo, y debes saber cargar con ello" Eso dice, pero eso nunca significará que sí uno mata a otro, es culpa nuestra. Es culpa nuestra solo cuando el otro está enfermo, está herido, es un niño o no quiere pelear, cosas así. También tenemos que evitar que sea una pelea desigual, en la mayor cantidad de sentidos posibles, para que la vida no sea "arrebatada", sí no que "ganada"

    Y lo miré con aún más fuerza, sin perder la templanza de mi voz, a pesar del deje de odio que sí se filtró en mis ojos.

    >>Y me importa poco que tú hayas sido el de la idea, al final del día Natsu la mató, sí el hubiera sido más fuerte de lo que es ahora, nada de esto habría pasado.

    Concluí, negandomeme a soltar su muñeca.

    —No me harás cambiar de opinión este día.
     
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    Monpoke

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    Riku

    "De acuerdo". Asiento lentamente al gesto de Kirara. Retrocedo un par de pasos de distancia, buscando una mejor defensa al aprovechar su alcance más limitado. "Primero aprende a trepar una muro antes de destruir una muralla". Escupo un refrán inventado con cierta gracia.

    Una muralla, eso uso para definir la resistencia de Kirara. Me está dando una ventaja, en este caso, no soy lo suficiente tonto y creído para exigir que lo de todo.

    Naturalmente, la imitaria y pelearía a manos desnudas. Pero se supone debo mejorar el uso de la katana, no de mis puños.

    "Estoy listo". Prepararme me llevo menos tiempo que la vez anterior, aprovechando la correcciones aún fresca en mí mente. Me dispuse a darlo todo en este entrenamiento.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Misato Aoyama

    Por unos instantes me sentí algo apenada por haber rechazado el entrenamiento, las pesadillas y el ambiente de Kamakura inspiraba poca seguridad...sin embargo presentía que el plan seguía su curso imperturbable...todo saldría bien.

    —Muy pocas veces lo había visto Yin...hace mucho que no veía tal espíritu—respondi al susurro de Yin acerca del combate entre Kenzaburo y Takano. El primero irradiaba la voluntad y fuerza que muy pocas veces había visto...solo el abuelo me dio a conocer tales principios, el resto de los guerreros en mi tierra natal, habían perdido casi todo lo que conformaba un guerrero honorable...para entregarse al vicio y la vida egoísta de auténticos criminales.

    El Ronin estaba librando un combate feroz, llevándose a si mismo al límite.

    Takano...que es solo una farsa...

    Permanecí inmutable observando el encuentro pero en mi interior la tensión bullía como un caldero. Incluso si el estratega al final tuviese todo calculado.

    Dio todo de sí mismo, al saber que viviría sobre todo de dar tan gran batalla, me di cuenta porque la pequeña Ryouma llegaba admirarlo...no les había visto mucho tiempo juntos pero no hizo falta gran inteligencia para deducir que eran maestro y aprendiz. Podía decir que tuve la fortuna de ver a este problemático, enseñarnos la verdadera fortaleza y convicción de un samurái.

    Cuando Ujihisa se acercó atenderle me acerque a verlo mejor, yacía allí desgastado pero de seguro se levantaría más revitalizado...solo esperaba que lo hiciera cuando todo este plan triunfase.
     
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    Insane

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    Natsu Gotho

    No la entendía, el cómo simplemente lo señalaba como si hubiese estado en vivo y en directo aquella noche en la que asesinó esa mujer. Se mantuvo sereno pese a cualquier señalamiento, reclamo y demás, como si simplemente aquello no tuviese nada que ver con él, denotando el cómo se formaba una dicotomía entre el mocoso 2 y la mocosa 3, permaneciendo inerte a toda la palabrería que soltaban sin parar.

    —¿Siempre eres así de escandalosa y hormonal? —siseó mirándola entre las pestañas, sin mostrar ápice de sorpresa al ver la cercanía que comenzaba a tener con el albino.

    Casi soltó la última palabra con un deje de burla. La niñita no era ante sus ojos algo más que un ser mínimo con emociones desbordantes que divagaba como un insecto saltando de aquí para allá. Kuroki en definitiva, tendría bastante para lidiar, porque a él en definitiva no le apetecía para nada agregar una niña más a la guardería con la que andaba.

    Sus filosas pupilas viajaron a Rengo. El niñito comenzaba a tambalear como si tanta charla lo hubiese punzando en fibras sensibles que para él, eran complejas de comprender. Apático estiró la mano para entornar su muñeca entre sus dedos, deteniendo cualquier índice de caminar, tirando de él para acercarlo lo suficiente para soltarlo y darle un zape en la frente, frunciendo el ceño.

    —Vas a quedarte aquí y vamos a beber aunque la estúpida se pare de cabeza —advirtió. No tenía ninguna intención de ir a buscarlo nuevamente y encontrarlo todo ensangrentado como una sabandija.

    Miró de soslayo entonces a Mao, la cual volvía a hablar sin parar, atajando sus palabras.

    —Deja de hablar como si me conocieras mocosa —la escudriñó con la mirada—. No sabes nada de mí, ni de lo que he hecho, así que cállate pequeña insolente.
     
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  18.  
    Kaisa Morinachi

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    Ya, simplemente me estaba transformando con suma facilidad al más pequeño e insignificante estimulo que poco me importaba de dónde venían las ideas o a dónde se direccionaban las energías: A fluir se había dicho, que el instinto que me había mantenido vivo hasta ahora siguiera con su labor. Entonces, ante aquella fugaz idea que ni procesé, solté con cuidado la muñeca de Rengo, para luego darle una precisa y suave caricia en el hombro, casi como sí digiera: "Tranquilo, todo saldrá bien" Pues esos pequeños gestos eran las que lograban calmar a Kenzaburo de manera casi mágica... a veces.

    Entonces, con mi mirada aún anonadada, pero sintiendo la sonrisa socarrona de "Masuyo" tras mi espalda, me acerqué un par de pasos a Natsu: mi figura corporal, de momento, expresaba el poco peligro que me significaba. Brazos hacia los costados, caídos, con las palmas extendidas hacia él, mientras inhalaba profundo formando una pequeña "o". Me mantuve a unos cuatro pasos lejos de él, entonces; la sonrisa altanera cubrió mi boca, pasé una mano por mi vientre para aferrarla con firmeza y tranquilidad, mientras que con el dorso de la otra "sostenía" mi mentón altivo con gracia y elegancia.

    No podía sentirme más cínica, y aunque mi sonrisa no fuera de desquiciada, las ganas de reírme en su cara sí. Ahhh, como me gustaba juguetear con gente peligrosa, pero bueno: Era Natsu, sí no nos había fulminado a todos de alguna u otra manera ya, como hacía Kato, era por que en unos niveles de peligro menos estaba. Tal vez se regía por su propias leyes, como yo y Kenzaburo.

    —¿Te he ofendido, anciano? —solté con una voz cargada de melosidad grave, lejos de sonar como una gatita chillona, poniendo ojitos de cachorrito regañado. Exagerada y teatrera como había sido en mi mas tierna juventud, hice una inclinación más exagerada de lo que en realidad sentía, porque a pesar de representar lo contrario, por dentro la estaba pasando como sí de un fiestón se tratara.

    Hasta parecía ser un día soleado y todo, mira tú, "Natsu". Tras poner mis manos en un solo aplauso suplicante, en una inclinación algo lejana a los 90 grados, hablé:

    >>¡Lo siento mucho, estimado abuelo! —agregué todas las tonalidades y dramatismo que fuera necesario para que resultara creíble—. ¡Yo, o pobre alma condenada, no sé lo que es el respeto a los mayores! ¡Pues mi estúpido e ignorante padre no respeta ni a sus menores! —solté con una voz exageradamente apenada, que no dejaba de ser melodiosa; una puesta en escena.

    Lo miré a los ojos, con falsa angustia y llevándome ambos puños al pecho, como sí en verdad estuviera herida por sus palabras.

    >>¿Puedes creerlo? ¡Oh, pobre hombre! —solté, para estirar mi espalda hacia atrás, casi tanteando mi habilidad de equilibrio, mientras con el dorso de mi brazo tapaba mis ojos, como la hormonal y dramática que era—. ¡No tiene salvación!

    Y me dejé caer de rodillas, cubriéndome el rostro tanto con las manos como con el pelo, empezando a hipear de manera bastante convincente a falta de que vieran mi rostro; aunque claro, que se lo creyera era otra cosa.

    —¡Oh, Verano! ¡¿Crees que aquella alma perdida tenga salvación entre la oscuridad, entre el frío de la indiferencia?! —volví a mirarlo a los ojos, llevándome las manos al pecho casi como sí tuviera el propio collar de cuencas de Takeda entre mis manos, mirándolo suplicante; en verdad suplicante, porque ya no era Masuyo, era una puesta en escena—. ¿Sabrás tú, de casualidad, la solución?

    Entonces me erguí, cabizbaja y con pesadumbre, en un silencio que podía pecar de mortal. Me di media vuelta, dándole las espaldas a mi "asesino", dejando que la lluvia llenara los silencios: alcé las manos al cielo, igual que la cabeza, nunca saliéndome de mi personaje abatido y suplicante.

    >>¿¡Pero sabes, verano?! —soltaba con fuerza en la voz, pero estaba lejos de que fuera un grito o algo fuera de control—; no ha llegado, nunca le llegará un verano a ese ronin fortuito.

    Entonces volteé a verlo por sobre mi hombro, bajando los brazos hasta volver a ser el árbol "endeble" que era; mi mirada era seriedad absoluta, pero mis ojos refulgían con un brillo extraño.

    Pasión.
    Hace meses que no volvía a tener mi pasatiempo favorito entre mis manos.
    Casi parecía que fue hace años.
    —Ya no necesita del verano, Natsu—. Y sonreí, no con soberbia, sí no con orgullo sano; orgullo dirigido hacia Kenzo de mi parte—; pues Kenzaburo a sobrepasado sus crudos inviernos con mi mirada; su única y propia primavera—finalicé con un sutil levantamiento de hombro, rozando lo coqueta.

    Entonces me volteé, para mirarlo con firmeza y de brazos cruzados, como sí fuera una versión miniatura y aún más ruidosa que Takano; pulgosa, como bien había acertado Natsu.

    >>¿Y bien? ¿Tú cuál quieres de mí?: Primavera, otoño, verano o invierno—. Le brindé una sonrisa más suave, con amabilidad genuina, a pesar que no deshice del todo mi estoicismo y solemnidad, porque estaba hablando enserio; muy enserio—. Intentaré ser la que prefieras contigo. Aunque bueno, no puedes fiarte tanto de una mocosa pulguienta, ¿no?

    Agregué lo último encogiéndome de hombros, alzando las palmas hacia el cielo y negando con la cabeza como sí ya hubiera perdido la batalla.
    Derrotada, cuando ni siquiera estábamos empezando a acercarnos.

    Vamos, Natsu; contra ataca.

    ¿Quién no conoce a quién acá?
     
    Última edición: 18 Enero 2021
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    Insane

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    Natsu Gotho

    Arqueó su ceja izquierda, casi cínico ante las palabras que utilizaba la niñata de aquí para allá, aguardando calmo a que terminara de soltar todo lo que quería decir, impasible a su ser pese a sentirla como un fastidio para su estímulo visual y auditivo, sintiéndose como si estuviese en las calles de alguna prefectura recóndita invadida de alimañas que se la pasaban en los mercados fingiendo algo de demencia para inmiscuir sus narices donde no debían, donde en realidad no les convenía, porque esas actitudes no eran más que de una pequeña, confundida y estúpida niña.

    Todo un fastidio.

    Venía a sacarse de quién sabe donde el nombre del tipejo que deparó en la cárcel en Nara; ¿qué esperaba? ¿Qué le importara? En definitiva, no era más que una mocosa jugando a saberse el mundo cuando no podía ni con ella misma.

    <<¿Y bien? ¿Tú cuál quieres de mí?: Primavera, otoño, verano o invierno>>

    —Nada —interrumpió cortante—. De una chiquilla tan idiota como tú, jamás esperaría nada.

    Porque en definitiva, si algo caracterizaba a Natsu Gotho, era no esperar nada de nadie.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    La sangre le ahogaba; tosió y escupió unas flemas manchadas de ácidos estomacales y de su propio líquido carmesí que comenzaba a perder, al punto de que su visión nublosa era porque estaba por perder el conocimiento. Delante de él vio por pequeños momentos a un Kenzo pequeño, el chiquillo que no tuvo infancia, tampoco amigos, solo soledad y dolor. Se vio así mismo por pocos segundos y luego la imagen se difuminó y mostró unos ojos ámbar, peligrosos, atentos. Un lobo gris caminando hacia él. Kenzaburô estiró la mano aún más, intentando llegar hacia él. El lobo le olfateó los dedos manchados de sangre y echó hacia atrás las orejas, como si estuviera muy familiarizado con su olor. Intentó hablar pero solo salió un gorgoteo de su boca; el lobo aulló y la imagen se distorsionó al punto de que era capaz de volver a enfocar la vista. Por encima de él se encontraba el médico de los Tao y la señorita Misato, a quién confundió con un ángel.

    Estaba en el suelo. Había perdido, pero seguía con vida. ¿De qué le servía eso? ¿Había podido dejar por sentado lo importante que era Takeda para él? ¿Para todos? Movió la cabeza hacia los lados, buscando a Takano con la mirada. Y buscando también la espada de Takeda. Utilizó los codos para enderezarse un poco.

    —La katana... —gruñó con esfuerzo, estaba débil. —La katana de Takeda. —demandó como si la lucha no hubiera ocurrido. Podría haber perdido, podría quedar incapacitado, pero mientras aún su tórax se moviera para respirar, él seguía siendo indomable, como su espíritu.

    "Yu; coraje"

    La voz de Takeda nuevamente en su cerebro, recordando que Kenzo representaba el coraje dentro de los Minamoto. Y así debía de ser.

    —Me la llevaré luego de terminar este entrenamiento. —se agarró con fuerza del kimono de Ujihisa y lo usó de impulso para levantarse poco a poco; aún así se quedó apoyado en él. —Cúrame, no estoy en condiciones de seguir en este estado. —le miró, con los cabellos pegados en la frente por la transpiración y el tufo de su propia sangre. Y finalmente miró a Kato, ¿sería capaz de ganarse el entrenamiento de los Harima?

    "Dime qué es mejor ¿Nacer benévolo, o superar tu naturaleza malvada atravez de un gran esfuerzo?"

     
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