Kanagawa Kamakura

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Noviembre 2020.

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    John Whitelocke

    John Whitelocke Usuario popular

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Interior del castillo

    Entró en la habitación sin contestar a Ujihisa. Se posicionó frente a Zeng, con la cabeza en alto y sin dejar de mirarlo a los ojos.

    —Vengo a ofrecer mis sinceras disculpas por lo que oyeron. Mis palabras no reflejan la opinión del clan Minamoto, ni las actitudes del mismo. Era una opinión privada y particular que fue oída en un momento inoportuno. El clan Soga tiene sus razones para sentirse de esa forma respecto de China, pero no el clan Minamoto.

    Carraspeó antes de seguir hablando, y dejó de mirar a Zeng, para enfocarse en Yin.

    —Les ofreceré una solución diplomática al conflicto que hay entre el clan Minamoto y el clan Tao. Depende de ustedes, ahora, el que quieran escuchar—, se inclinó en modo de reverencia, para luego sentarse—. Como he aclarado, lo dicho expresa de manera exclusiva mi pensar sobre China, pero no tiene que ver en absoluto con lo que piensa el resto de los miembros del clan Minamoto, pero comprendo que mientras yo sea un Minamoto eso implicará un conflicto. Por lo cual abandonaré el clan y me exiliaré de Kamakura—dijo con seriedad—. Eso debería resolver el conflicto existente entre los clanes.
     
    Última edición: 4 Diciembre 2020
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    Kaisa Morinachi

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    Gracias Hitori por enseñarnos el mundo de los anaegramas y está bella canción (?)

    Mao/Masuyo Kobayashi
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    Los sollozos continuaron, cada vez bajando la intensidad de su volumen, hasta que escuchó los pasos que se acercaban a ella. Se tensó por completo, deteniendo cualquier sonido, al tragar le dolió el nudo en la garganta. Había hecho bien en no tocarla, porque aún en sus condiciones habría recibido un debilitado manotazo.

    La llamó por aquel apodo que ya hasta consideraba un segundo nombre, en cuanto se acuclilló a su lado tan solo se encogió más, empezando a respirar con fuerza. Le estaba costando un montón contener las lágrimas y, aunque no lo pareciera, sus oídos estaban atentos a las palabras del hombre.

    Toda la historia de Fuji fue algo que no se vio venir, estaba tan asombrada que si hubiera podido hablar no tendría las palabras para hacerlo. Fingir algo que no eras era difícil, pero a diferencia de ella que lo hizo para desligarse aún más de lo que alguna vez fue, por miedo a que la descubrieran, Fuji había sido criada por bastante tiempo desde su nacimiento de aquella manera, solo para complacer la codicia de un hombre que no sabía lo que tenía. Eso podía hasta explicar su dedicación a las espadas, labor escasa de mujeres.

    Tampoco entendía por qué le había contado todo eso, pero había logrado distraerla un momento del torbellino de pensamiento desencadenantes en lágrimas, a pesar de que el corazón seguía palpitando con fuerza y mantenía la respiración sonora. También se lo agradecía, el detalle de contarle hasta detalles más personales como lo que alguna vez opinó. Aún tomando en cuenta lo ocurrido, Matsuda seguía depositando cierta confianza en ella. Y sin demora soltó lo siguiente, no sabía cómo llegó a esas palabras, pero había acertado en el centro de la diana.

    No estás sola,
    afianzó el abrazo en sí misma y tensó su expresión en una profunda pena.

    Un leve silencio.​

    ¿No sé había dado cuenta?, ¿o tan solo lo había ignorado todo ese tiempo? Lo que perdió ese día, y el posible motivo por el que se unió a los Minamoto; más allá de acabar con quiénes le hicieron daño o luchar contra los que atemorizaban Japón, un objetivo en común como mero pretexto para conseguir lo que en verdad deseaba: Una familia, cuando aún ignoraba que su padre seguía con vida.

    Un lugar dónde sentirse protegida, dónde entregar el cariño encadenado que le quedaba, algo que defender. Algo por qué vivir.

    Soltó un quejido lastimero y el llanto brotó desde el fondo de su garganta, desgarrador, las lágrimas fluyeron con rapidez. Su rostro ya no se ocultaba entre sus piernas y torso.

    Y aunque intentara detener el llanto, el cielo no pedía permiso para llover.
     
    Última edición: 7 Diciembre 2020
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    rapuma

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    Kenzaburô

    "Solo tengo una noche", se dijo a sí mismo mientras escuchaba la resolución de la ejecución de Murai. Lo miró de reojo, viendo la cabeza lánguida sobre el pecho. Tampoco dijo o hizo nada ante la reverencia de Kirara, solo la siguió con la vista hasta que desapareció por las escaleras que conducían hacia el exterior de las mazmorras.

    Escuchó las palabras de Takeda y negó lentamente.
    —Nunca me preocupé de lo que dirán. No es momento de pensarlo ahora. Sé muy bien quién soy y eso es suficiente. —lo miró con atención; últimamente Takeda había pasado por mucho estrés, parecía que pronto se derrumbaría. También notó que faltaba su katana, siempre fiel en su cintura. Decidió no preguntar y quitarle un peso de encima. —Preocupate por tí, al menos esta noche. Descansa y medita. O lo que sea que hagan los budistas. Habla con alguna planta. —sonrió levemente; aunque Takeda era el líder, poco a poco el ronin lo tomaba como un hermano pequeño, de esos que hay que enderezar para que camine altivo. —Yo estaré bien.

    Afirmó a las palabras de Jiin y cuando se quedó solo, se sentó contra una de las paredes de la celda. Miró a Murai, estudiando el momento. ¿Y si él hubiera terminado siendo un Murai? ¿Y si él mismo estaría allí ahora, en esos instantes, colgado de muñecas y tobillos? ¿Sus enemigos tendrían compasión o serían letales? Se acarició la barba mientras pensaba.

    El silencio y la humedad de la mazmorra le traía una extraña paz.
     
    Última edición: 4 Diciembre 2020
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    Ikoma-kun

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    Misato Aoyama

    Presenciar aquello era la peor forma de acabar un día donde superamos un gran desafío...era necesario un pequeño respiro antes de la gran tormenta que podía desatarse en Kamakura.

    Contuve mi respiración al ver que efecto tendría el puño de Kuroki sobre el señor Hideyoshi. Pero no ocurrió. El puño fue detenido en acto de gran sensatez de parte de Togashi, el vagabundo que alimentamos y recogimos en Tsu mientras entrenaba, las cosas ya no escalaria a peor...pero en ese momento Mao atacó pero su puño fue menos que una brisa veraniega frente al bloqueo de Hideyoshi.

    Entre todo el conflicto, el diplomático relataba la dura historia de traición y dolor sufridos por el clan Soga...

    El clan Aoyama podía lamentar la misma pena...al final sufrimos deshonrosa traiciones de parte de quienes juraban ser nuestros "hermanos" para al final olvidarnos a su conveniencia.
    Hice oídos sordos a toda aquella historia cuando vi a la pequeña Mao caer y encogerse como una frágil criatura hundida en la desesperación...sentí encoger mi corazon. Verla logró que unas lágrimas brotan, mismas que limpie a tiempo; di unos pasos para acercarme y calmar su dolor...pero ella ya había huido, al igual que Yin ella estaba herida. Era demasiado.

    Matsuda fue tras ella y Kuroki, Satou junto a él mismo Hideyoshi buscarian disculparse con los Tao. Todo había acabado y me limité a suspirar, necesitaba relajarme cuanto antes, Mao debía estar en compañía de Matsuda,Kuroki debía estar bien su padre le acompañaba y pese a lo visto el niño no perdía tan fácil el control.

    —Pasen buenas noches—me despedí con una apresurada reverencia y me encamine hasta los baños, al pasar cerca de Natsu libere el listón de mi cabello dejándo caer este último.
    En los baños femeninos me despoje de toda vestimenta para sumergirme en el estanque, cerré mis ojos mientras el agua tibia diluía todo el estrés del dia.

    —Mao...—susurre al recordarla en aquella posición, desprendía una aire tan parecido a...cuando tome una vida por primera vez a su misma edad. Toda mi familia pero sobre todo mi madre se vio escandalizada por tal suceso.

    Apenas escuchaba sus reclamos, pues solo permanecí abrazándome como si multitudes de ojos me condenas en por solo existir, ajena a la realidad con el deseo que aquello fuese solo un mal sueño...pero era mi destino y un destino que deseaba seguir.

    —Puede que las cosas no sean como antes.

    Estruje mi cabello y busque el peine de Kaede que reposaba al lado de las katanas, en la mañana había olvidado mi sagrada costumbre...al menos en ese calamitoso momento peinar mi cabello traería alivio a mi corazón.
    Más tarde iría a ver el estado de Yin y su grupo...ahora tocaba despejar mi mente lo mejor posible.
     
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    Bruno TDF

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    Togashi

    Castillo. Baño/Zona de habitaciones


    Había alcanzado el puño de Kuroki por muy poco. Pese a que los siguientes acontecimientos, con el chico fulminándole con la mirada, Mao llorando y Satou regañándolo por intervenir contra su hijo, para él fue afortunado haber detenido aquel golpe. No quería imaginar qué hubiera llegado a suceder si llegaban a lastimarse físicamente entre miembros del clan, qué pensaría Takeda si se enteraba de que algo así había pasado. El otro daño, el moral, ya estaba hecho. En un principio se sintió molesto por el comentario de Hideyoshi. No por su tono discriminativo, a él le daba igual y comprendía que no eran más que opiniones ajenas que provocaban diferentes reacciones; tan solo no podía creer lo inoportuno que había sido con su comentario sobre los chinos, cuando se hallaba presente en el mismo lugar un clan originario de China. En verdad comprendía las razones de todos a su alrededor, pero poco podía hacer ante las diferencias de opinión, de perspectiva. Sólo observar, con pena en su interior, cómo sus compañeros de clan de marchaban uno por uno.

    Cómo se distanciaban.

    Cerró los ojos y bajó un poco la cabeza. Tenía la tranquilidad de estar seguro que había hecho lo correcto al evitar que Hideyoshi saliera lastimado, mas seguía habiendo razones para lamentar esos últimos acontecimientos.

    Se marchó del lugar en dirección a los baños masculinos, donde se tomó un baño. La temperatura del agua no era la más idónea, pero le sirvió para despejar un poco la cabeza y no perderse en preocupaciones sobre cómo eso afectaría al clan de ahora en adelante. Estuvo un buen rato, y al salir de los baños, ató sus cabellos con la cinta roja y se colocó un yukata que había allí, para estar más cómodo. Hecho esto, regresó a la zona de las habitaciones, donde dio cuenta de la comida en la soledad del lugar, esperando a Kenzo y Takeda para enterarse de las novedades acontecidas en la mazmorra.

    Tantas cosas ocurrieron de golpe, que llegó a olvidar que estaba envenenado. El agotamiento era más fuerte.
     
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    Riku

    Seguí sin dudar tras Kirara al exterior, abandonado y dejando a Murai vivir una noche más. A la vez que al fin recibiría el descanso deseado desde que se llego aquí. Este día se hizo bastante largo.

    Kirara ha hablado. Si eligió que su muerte sea al día siguiente, de tal forma sera. Ante su decisión, todos mis pensamiento de asesinar a Murai retrocedieron. Al menos, por que queda de la noche.

    Suelto suspiro relajado, sintiendo a un paso lento el volver a ser yo mismo.
     
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    Zireael

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    Leo
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    Yuzuki Minami
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    No le gusta ver sufrir a otros.

    Lo miró mientras hablaba, un poco ida todavía con todos los hechos del día, con los recuerdos que Kamakura y las palabras de los Harima eran capaces de traer a la superficie. Lo cierto es que entendía a Rengo, podía llegar a hacerlo porque también su sufrimiento siempre se desprendía directamente del de los demás y poquísimas veces de ella misma. Estaba visto ya desde su infancia, había salido a la luz en Iwakura y ahora allí, de regreso en lo que era algo así como su hogar.

    Quizás, muy en el fondo, también entendía aquello de que había pensado que morir era lo mejor para todos. Porque ya lo había pensado en Shizuoka, de los Harima al que más podía llegar a parecerse era a Rengo.

    Y quizás los cachorros desnutridos estaban destinados a morir, pero allí seguía ella. ¿Por qué?

    Al final había sido bastante más sencillo de lo que esperaba, porque con todo había conseguido mantenerlo tranquilo y el cansancio que se cargaba encima, las heridas, el veneno que había dejado su sistema debía estar absolutamente drenado. Al final se dignó a descansar por fin y la fuerza en su mano cedió lentamente, conforme se sumía en el sueño.

    —¿No preocuparme más? —murmuró para sí misma—. Ya veremos.

    Permaneció allí un rato, sin más ruido que el del fogón y las respiraciones pausadas de ambos Harima, además de Kiba, pegado a Rengo como una garrapata, sin dejar ir la mano de Takano a pesar de que ya estaba dormido.
    Dicho estaba también eso, lo egoísta que podía ser de tanto en tanto, solo haciendo lo que quería, tomando lo que necesitaba sin pedir permiso siquiera. Por eso se había levantado las monedas de Mao con manos ligeras, antes de saber que era parte del clan; por eso también le había soltado un discurso al Inugami de su justicia, por eso había abrazado a Takano y estaba allí, tomando su mano.

    Era lo que tenía luego de verlo al borde de la muerte dos veces e iba a aferrarse a ello.

    Separó con cuidado su mano de la de Takano y ahora que por fin se había dormido pudo levantarse con pasos amortiguados, parecidos ya no a los de los perros que los podían anunciar a gritos, sino a los de los lobos, a los del propio Kiba.
    Avanzó hacia donde estaba la saya de la katana de Murai y la tomó con un cuidado exagerado, sabiendo que aunque no tenía una cantidad enorme de veneno ya, algo había quedado en su interior. Era lo que restaba del arma que casi le había arrebatado la vida a Takano, era el maldito colmillo de la serpiente...

    El fuego crepitó, haciéndola regresar la vista a los futones donde descansaban los hijos de Kato.

    Iban a ejecutar a Murai, ¿cierto? Por supuesto y era una lástima no poder acabar con su vida con el mismo veneno que él arrebataba otras, con el que se había atrevido a atacar a su familia, pero las cosas eran lo que eran y ella había elegido quedarse allí con ellos, anteponiendo el deber de cuidar a ese par de idiotas sobre su deseo de cobrar venganza. Aún así, ¿podía llegar a funcionar? ¿La estupidez que estaba pensando podía llegar a servir?

    Hacerse con lo que quedaba del colmillo de serpiente, como Takano había heredado el colmillo de perro de Inugami. No era parecido ni por asomo, ciertamente, porque no era ella quien había alcanzado a atrapar al maldito traidor, pero tampoco era muy quisquillosa con esas cosas. Al final del día todos los perros eran bastante oportunistas, mucho más que los propios lobos.
    Aunque solo quizás, con ayuda de Shinrin... pudiesen replicarlo, aunque siempre podía impregnar las katanas, las flechas y cuanta cosa alcanzara con veneno de rana y pronto con bufotoxina, de acuerdo a Shinrin, pero no era ni de cerca igual de letal.

    Y vaya que quería letalidad ahora.

    No iba arrebatarle el objeto a Shinrin como tal, ni de broma, sabía con cuáles de los hijos de Kato podía tontear y con cuáles no, Shinrin no estaba en la lista. Podía verse, si se quiere, como una custodia.

    Para no dejar el objeto allí, en manos de cualquiera que fuese a aparecerse.

    Mira que para inventarse excusas también era buena.

    Podía dejar una de sus propias sayas atrás dado el caso, no importaba demasiado. Suspiró con pesadez, regresó al futón y dejó la saya ajena junto al armamento que se había montado de la nada, justo al alcance de su mano, pero alcanzó a cubrirlo con parte del futón para que no fuese a ser lo que primero que viese ninguno de los dos al despertar.

    Quizás solo Kiba podría juzgarla, si es que su movimiento lo había despertado.

    En cualquier caso ahora que tanto Takano como Rengo habían caído redondos ella no tardó en seguir el mismo camino, rindiéndose por fin al agotamiento que arrastraba desde hace horas. Era, sin embargo, un sueño liviano como si su propio cuerpo se negara a descansar del todo.


    Ame pa qué me recordaste la saya del pinche Murai (????)
     
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    Herbolaria (Takano; Yuzuki; Rengo)

    Kiba observaba a Yuzuki moverse pero sin hacer nada al respecto, estaba cómodo a un lado de Rengo, su mirada en ella no se separó, estuvo atento hasta que ella volvió al futón y se recostó. Era momento de dormir en la Herbolaria, necesitaban descansar.

    Kiba se mantuvo un momento despierto, pues esperaba que alguien entrara por la puerta; pero nadie lo hizo, así que lentamente bajó su cuello para volver a tocar con su cabeza el suelo, cerrando sus ojos lentamente.


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    Mazmorra
    (Takeda; Kenzaburo; Jiin)

    Takeda rió ante el comentario de Kenzaburo —Hablar con una planta — Negó aun sonriendo — Si hay un árbol Bodhi cerca posiblemente sea una buena opción; así podría meditar hasta alcanzar la iluminación— Jiin los miró extrañado por aquel encuentro de palabras, pero no preguntó.

    Hizo una leve reverencia ante Kenzaburo —Agradeceré en mis oraciones por haberme encontrado contigo en esta vida —mencionó Takeda —Si no hubieras mantenido el orden seguramente hubiéramos perdido el control de la situación.

    Jiin afirmó. No conocía a nadie de los presentes en aquella interrogación; pero no podía negar el hecho de que la presencia de Kenzaburo menguó el interrogatorio, sobre todo estaba agradecido de que esa noche no dormiría en la celda.

    —Estoy muy cansado, yo...— Takeda se detuvo y volvió a sonreír, no debería estarse quejando —Aprender es siempre un regalo, incluso cuando el dolor sea el maestro — repitió tratando de interiorizar lo que decía — una frase de Buda —suspiró — cada día me resulta más difícil seguirlo —concluyó antes de salir con Jiin de la mazmorra.

    No tardó un sirviente el bajar con alimento para Kenzaburo; arroz, un poco de té y encurtidos.

    Murai se mantenía allí sin movimiento, pero parecía estar babeando.


    Exterior
    (Matsuda y Mao)

    Matsuda se mantuvo a su lado mientras lloraba, atento a que nadie estuviera espiando sus movimientos, alerta a cada sonido. Dejaría que Mao sacara todo, no la detendría, lo necesitaba; así como todos lo necesitan de vez en cuando. Pensó en Fuji, en cómo hubiera reaccionado ella ante Hideyoshi, en como ella también hubiera llorado, posiblemente allí mismo, junto a Mao. Sonrió mientras sus ojos se nublaban, hasta que la imagen se volvía nítida nuevamente gracias a que un par de lágrimas escurrieron, aquello se sentía bien, era adecuado. Aún así las limpió con su manga.


    Interior del castillo
    (Yin; Zeng; Ujihisa, Satou; Kuroki; Kohaku; Natsu; Misato; Hideyoshi; Tetsuo; Terunobu; Daichi; Togashi; Takeda; Jiin)

    Zeng permanecía inmovil, con una postura de descanso. Yin en cambio, ya había bajado sus brazos al escuchar las palabras de Hideyoshi —Señor Soga — inició con cortesía, pero carente de formalidad, así como la entrada tan abrupta y las palabras tajantes de Hideyoshi —Aceptamos sus disculpas; agradecemos que hable por usted y no por todo su clan. Pero debe entender nuestra posición, usted es el diplomático de su clan; nosotros perdimos al nuestro en la ciudad de Higashiomi en la prefectura de Shiga, lo perdimos porque no calló cuando debió hacerlo, eso llevo a un ataque inesperado en el que casi todos nosotros perdemos la vida. Fue Ujihisa, Satou; dos japoneses quienes salvaron nuestras vidas —suspiró al recordar las dos vidas perdidas aquel día.

    Zeng era un hombre de pocas palabras; pero no por ello nulas — Usted está en una estima muy alta con su señor; él confía en usted y sus decisiones. Pero veo falta de atención y carácter en el líder de los Minamoto, falta de juicio al no ver en usted imprudencia e impulsividad —mencionó sin mostrar emociones, tan estoico como el mismo Hideyoshi ante ellos.

    Yin esperaba más palabras de parte de su hermano, pero no fue así; por lo que miró a Hideyoshi —Usted está aquí asumiendo sus acciones, se requiere valor para hacerlo y sobre todo sé que su orgullo está siendo lastimado en este proceso. Eso demuestra la lealtad que tiene sobre los suyos.

    —Yin— mencionó Zeng con tranquilidad para que este callara, después se dirigió a Ujihisa —Vamos— se levantó sacudiendo ambas mangas hacia atrás para caminar con sus manos a la espalda —Takeda Minamoto no está preparado para ello, así que yo asumiré las acciones por los Tao — no miró a nadie de los presentes, pero las siguientes palabras estaban dirigidas hacia Hideyoshi —No necesitas salir de tu clan, uno debe exigirse mucho a sí mismo y esperar poco de los demás. Así se ahorrarán disgustos.

    Satou quien permanecía allí con Kuroki trató de detenerlo —Señor Tao...— Ujihisa lo detuvo sujetando su muñeca.





    Kirara y Riku fueron los primeros en acercarse hacia las habitaciones, él ladrido de Inosuke los guió hacia la habitación dónde Taiyo y Shinko bebían té; al verlos entrar los saludaron, nuevamente los Fujiwara estaban reunidos.
    Kirara avanzó hacia Shinko y lo abrazó con fuerza, Shinko sólo se estremeció y comenzó a llorar, algo en él sabía que se enteraría tarde o temprano al interrogar a Murai —Juro que los Taira pagarán por todo, lo juro — dijo Kirara con un desprecio absoluto.

    Taiyo los observaba confundido no quiso preguntar, mientras tanto Inosuke se restregaba en Riku quien había regresado.

    Kirara se separó de Shinko para después limpiar las lágrimas de su hermano —Descansemos, mañana por la mañana hablaremos de todo esto.




    Jiin y Takeda avanzaban por las habitaciones —...Insisto Takeda; deberías usar las habitaciones superiores, una de ellas era de tus padres, es tu derecho—

    —Olvídalo Jiin, por favor — mencionaba Takeda con un rostro de confusión al ver varias de las bandejas con comida aun llenas, un par parecían haber sido consumidas; Natsu estaba allí, comiendo. También estaba Togashi de pie; no muy lejos se encontraban Daichi y Kohaku. En la pared recargados se encontraba Tetsuo y Terunobu, al parecer en una discusión acalorada. Notó como ninguno de los Fujiwara estaban en aquel pasillo, suponiendo que estarían hablando con Kirara en privado. Algo no estaba bien, era evidente.

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    Misato Aoyama

    El tiempo pasó y sentía como la noche estaba en su apogeo, había aprovechado para remover el mal olor de mi vestimenta...esperaba no cruzar tan seguido un pantano. Al salir tome las katanas venenos, la peineta de Kaede y un yukata de los baños, hubiese vuelto a mi kimono esmeralda pero permanecía doblado y oculto en mi nueva ropa como un buen recuerdo.

    Deje salir un bostezo señal del gran agotamiento que el desafío de Kamakura produjo en mi, ver a los Tao y a Yin debía esperar, debía tomar un descanso con la esperanza de que aquella rencilla hubiese sido resuelta; era deber de Hideyoshi a fin de cuentas...se supone que es nuestro diplomático.

    Ignorando a cualquiera que estuviese en el pasillo deslice una puerta para entrar en una habitación muy acogedora, me deje caer en el futón con la katana que habíamos encontrado en la montaña.

    Con calma removi la saya dejando a mi vista un filo muy bien cuidado, observé mi reflejo en la hoja por un rato hasta que la guarde y coloque al lado de la katana del abuelo...ambas descansando a mi lado.

    —¿De verdad lo enfrentara?

    En mi mente rondaba la cuestión del ineludible enfrentamiento de Takeda con aquel hombre llamado Kato...solo los dioses sabrían que era capaz tan temible guerrero.

    Demasiadas cuestiones por esa noche, sacudí mi cabellera y me recosté cerrando los ojos para dejar mi mente en perfecto orden.
     
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    No se contuvo ni un poco, lloró como hace tiempo que no hacía, tan expresiva como una niña pequeña. Se detenía a ratos, con la respiración entrecortada y volvía a llorar. "Los extraño, los extraño mucho" soltó entre medio, sin siquiera especificar quienes. Entonces, después de un buen rato, el volumen de sus sollozos fue disminuyendo hasta el total silencio. Abrazaba sus piernas apegándolas a su pecho, con el mentón sobre sus rodillas resentidas. Soltó un suspiro cansado, para luego sorber su nariz.

    —Gracias —atinó a murmurar mientras su vista divagaba en el paisaje oscuro. Sentía todo el cuerpo pesado y la cabeza le dolía horrores, su cuerpo estaba entumecido mientras sus mejillas ardían, ¿se abría enfermado?

    Volteó su cabeza para observar a Matsuda, apoyando esta sobre sus rodillas, la luna ahora despejada le permitía notar que él también había soltado un par de lágrimas.

    —Lo escuchaste, ¿no? —murmuró otra vez, acto seguido se irguió, trastabillando en el proceso. Volvió a respirar hondo, soltando el aire con suavidad, limpiando cualquier rastro de lágrimas—. Mi apellido —aclaró—. No... no es que lo deteste, o me avergüence... —siguió con el tono bajo, agotado y aún algo quebrado—, sería incapaz de eso, solo... Tenía miedo... aún tengo mucho miedo —dijo casi inaudible, apretando sus puños con fuerza.

    Había muchas cosas que quería externalizar, aclararlas sobre todo con Takeda, y se veía capaz de hablarlas con Matsuda; pero la luna ya estaba demasiado alto, y sentía que en cualquier momento su consciencia se desconectaría.

    >>Mañana... le diré a Hideyoshi que no me avergüenzo de mi Clan —prosiguió con algo más de firmeza, con un deje de seriedad en su rostro— y yo decido como defenderlo.

    Volvió a suspirar con fuerza y alzó la vista hacia Matsuda, aún se veía bastante compungida, pero sobre todo agotada.

    —¿Vamos? —pareció preguntar con algo de timidez, inclinando su cabeza hacia la entrada del castillo.

    Sería todo un tedio encontrar el camino de vuelta.


    Mao/Masuyo Kobayashi
    Sección de habitaciones

    Solo faltaron un par de pasos para sentir la fuerte punzada en su estómago, al fin empezaba a sentir las consencuencias de no comer nada desde el día anterior, solo atinó a cubrirse el torso con un brazo de momento. El camino de regreso fue bastante largo, en parte por qué el lugar era laberíntico, pero sobre todo por andar con lentitud debido a su cansancio. En algún momento se aferró a la manga de Matsuda sin pensarlo mucho, dejándose guiar por él al estar demasiado centrada en la presión en su cabeza, que no hacia más que intensificarse.

    Llegaron a la sección de habitaciones, Matsuda por delante, la mayoría de los anteriores presentes se habían esfumado. Miró de reojo a Kohaku y quiénes tenía cerca, aún estaba avergonzada de que vieran su pasada actitud, así que no demoró en posar su vista en otro lugar. Ahí reparó en que Takeda había llegado, acompañado de un hombre que no reconocía de nada. Tragó grueso, afianzando el agarre en la manga de Matsuda.

    —Hey... —murmuró con el volumen necesario para que la escuchara, mirándolo de reojo desde abajo—, ¿le informarás tú de todo el asunto? —desvió la vista al piso, soltándolo—, yo... estoy agotada.

    Y aunque fuera cierto, le sentaba como una vaga excusa. Cabizbaja, sin reparar en nadie en especial, se acercó arrastrando los pies hacia donde estaba el té, generando un pequeño sonidos de roce en el proceso. Se sirvió un vaso como pudo, frunciendo el ceño ahora por el dolor de cabeza. Por todo el tiempo que había pasado, el té no estaba hirviendo, así que sin ningún problema se tragó todo el contenido de una a ojos cerrados, exhalando al final. Luego, tras agradecer por la comida, comió ansiosa el tazón de arroz, sin siquiera molestarse en conseguir unos palillos, lo había hecho con las manos. Tras eso carraspeó la garganta y sorbió la nariz, comer a esa velocidad había sido un total error, sumándose a sus malestares.

    Luego, con las últimas energías que le quedaban, se dirigió al baño de mujeres. No demoró en encontrar lo que buscaba, que no era bañarse a pesar que lo deseaba, pues podía resultar hasta peligroso con lo somnolienta que estaba. Solo se despojó de las prendas que le entregaron los Azai en su momento, su expresión exteriorizaba el desagrado que ahora le daban, y así las cambió por un ordinario yukata. Guardó todas sus cosas entre sus nuevas prendas con lentitud, arrodillada, y una vez finalizó no pudo contener un largo y sonoro bostezo.

    Se encaminó a un cuarto vacío, algo alejado del resto, el cansancio era tal que ni siquiera había reparado en que faltaba Kenzaburo, y tras cerrar la puerta tras de sí se desplomó sin más sobre el futón. Se quedó un rato así, luchando por no dormirse, para poder deshacerse de todos los objetos que llevaba y dejarlos a un costado. Sus lazos y el daruma junto al amuleto de su padre fue lo único que dejó entre sus ropas, antes de hacerse un ovillo cubierta hasta la cabeza de mantas.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburô

    "Y también tendrás amigos, si los sabes elegir"

    La frase voló fugazmente por su mente, recordaba las palabras pero no podía acordarse del timbre de voz de su maestro al decirlas. ¿Takeda podría considerarse un amigo? No lo sabía, pero a ciencia cierta estaba seguro que no dejaría que nadie le lastime no sin antes probar su katana. Minamoto le había agradecido por toparse con él y Kenzaburô en un principio lo odiaba por tener que ser parte del clan por una cuestión de honor, cuando Fuji limpió su katana, obligando a servir a su nuevo señor.

    Sacudió la cabeza de todos esos pensamientos mientras bebía té y comía arroz. Pronto quedó satisfecho, terminando un poco con los curtidos que era lo que más le gustaba. Miró en dirección a Murai, el cual colgaba flácido de las cadenas.

    —No veo justo que se te prive de una última comida antes de tu muerte. —habló fuerte, la voz retumbó entre las paredes húmedas. —¿Me oyes?
     
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    Terminé ignorando el resto de las cosas para con papá y Matsuda, solamente me limité a caminar, a revisar las habitaciones abiertas pues sabía que habían cerrado con molestia, pero por la rabieta no vi donde exactamente.
    No paso mucho para que mi padre y yo llegáramos a la habitación de los Tao, el cual el primero se adelantó por obvias razones a tocar y anunciar quién era.
    Ujihisa fue el que nos abrió, para que Satou ingresase a la par de mi. La breve vista no delataba algo preocupante, aunque no pasó mucho para que el mismo Hideyoshi ingresara también, antes de que yo pudiese decir algo.
    Avanzó hasta el líder de los Tao y comenzó a hablar, inclusive sentándose frente a Zeng. Solo me limité a guardar silencio, después de todo, en teoría el estar yo ahí demostraba que también había venido a lo mismo.

    No evité sorprenderme ante las palabras finales de Hideyoshi. ¿Exiliarse? Esta bien que el asunto es tenso pero yo no veía precisamente necesario algo tan extremo como eso. No hablar de cosas así en momentos tan inoportunos era lo importante, pero aún así. Tanto Zeng como Yin respondieron.
    Mencionaron a un diplomático fallecido en Higashiomi. Si no me equivocaba, tal vez. Se trataba de aquél chico que tenía mi edad.
    Al final, parecía que el colmo no era exclusivamente el hecho de que Hideyoshi hablara en mal momento, si no que el evento les había dejado severa mella. Aunque la respuesta de Zeng también tenía razón.

    Esto era una maldita lucha de ego e ideal. Cosa ya muy difícil en sí.

    Pese que Hideyoshi habló, a Zeng no parecía inmutarle, así que se levantó y comenzó a retirarse, yo solo gemí preocupado, mi padre reaccionó como yo lo hubiese hecho, sin en cambio, Ujihisa reaccionó antes, delatando obvio que no sería lo mejor.
    —S-Señor...—fue lo que apenas alcancé a decir, mientras suspiraba frustrado y me tocaba la frente, bajando la mirada.
    ¿Que podía decir? Nuestro diplomático no parecía ofrecer la disculpa suficiente... Yo apenas si pude forjar la alianza y Matsuda era el que se esforzó más. No sé qué dijeron entre Zeng y Takeda antes de adentrarse al monte. Y... Yo... Bueno, por enecima vez. ¿Que podía hacer?

    Solo pude apretar mi mandíbula y no miré a nadie en concreto, por lo que solamente relajé mi postura.
    —Siento el mal rato... Ojalá al menos nuestra relación no tenga porqué romperse por este... desafortunado evento.—le dije a todos los Tao, refiriéndome claro a la noche antes de ir a Shizuoka, cuando entre todos juntos tomamos un poco de sake, después de haber desafiado a los Yoshioka.

    —¿Podemos... Ir a dormir?—le pregunté a papá. Visiblemente decaído ya, ni apetito tenía.
     
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    Monpoke

    Monpoke Absol

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    Riku

    Tan distraído como andaba, casi me pierdo totalmente unas bandejas de comidas al exterior de la habitación. Había demasiadas comidas, así sin piscq de vergüenza tome dos. Llevando la extra para Kirara.

    Sutilmente la dejo a distancia de ella, manteniendo la distancia y no arruinar su momento.

    Recorro un momento la habitación, buscando, el rincón más aceptable tanto para comer y descansar.

    Como todo sin discriminar entre el contenido de la bandeja, comida que agarro, comida que me llevo a la boca. Estoy hambriento.

    Mantengo la boca cerrada mientras la lleno de comida, manteniendo solo el sonido de mí masticar.

    Poco importa si es buen o mal acompañante, es este momento donde más quiero ese sake. El tè se encuentran en una tarea imposible de comparación, pero, a regañadientes me conformo, diciéndome no es el momento o la ocasión.

    Finalmente aquel contenido de la bandeja se acabó, la aporto a dónde no moleste y me acuesto.

    Estaba por dormir de una buena vez, al ver a los Fujiwaras nuevamente reunidos.

    Está atmósfera no es la habitual del Clan, y aún así, un sentimiento de tranquilidad me invade.

    "Estaré a la altura de esa venganza". En un susurro dirijido solo para mí, hablo sin estar consciente de las palabras que suelto.

    Lentamente mis ojos se cierran por fin, mí cuerpo se relaja así como la mente fatigada acepta su esperado descanso.

    ...

    Murai...

    ¿Por qué no me mataste?

    Un pensamiento débil surge... Y se pierde. Olvidado y dejado en el mundo en cual se formó, el subconsciente.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Natsu Gotho

    Dejó el vaso de té vacío sobre una de las pequeñas mesas del lugar, dándose vuelta para volver a las habitaciones. No le habían puesto un dedo encima en señal de agredir a Kuroki, por lo tanto no intervino en ningún momento, ni siquiera le surgieron ganas de ver a Hideyoshi como un pequeño insecto. Deslizó sus dedos por su cabellera húmeda al sumergirse en uno de los cuartos, mirando de forma superficial el futón en el suelo.

    La alianza que al parecer habían conseguido en su ausencia pendía de un hilo. ¿Qué diría Takano sobre ello? Le freiría la yugular a Hideyoshi. Eso sería entretenido de ver con un vaso de té negro entre manos. Se acostó entonces, con parsimonia, dejando las espadas que cargaba en su cintura al lado izquierdo, cerrando los párpados para hundirse por fin, en el mundo oscuro de los sueños.
     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Interior del castillo

    Se apresuró a responder antes de que Zeng se largara, con todos los presentes aún oyendo:

    Imprudencia e impulsividad, puede que sí. No lo negaré. ¿Pero acaso usted piensa que ser un diplomático es simplemente prudencia y precaución? A veces uno se lanza, se arriesga, y así se consiguen alianzas, convenciendo a enemigos y neutrales, a indecisos y temerosos, con un poco de pasión y efusión. Es un arma de doble filo, con esa misma imprudencia y falta de autocontrol pueden perderse amigos. No voy a ser deshonesto con ustedes—volvió a enfocar la vista en Zeng—, usted me desprecia por mi opinión privada sobre los chinos. Una opinión privada que por falta de oportunismo fue oída por la persona menos indicada para tolerar algo así, un Tao, un chino. ¿Pero cómo ha reaccionado usted, señor Tao? Con otro insulto, con una ofensa que en la cosmovisión china es algo tan poco honorable como mis palabras propinadas con liviandad. Así somos incluso los diplomáticos, nos sentimos insultados... e insultamos. Los Soga nos sentimos humillados por China, por hombres del imperio chino y la poderosa flota T'ang que en su momento se burlaron del trabajo de mis ancestros, esos hombres que quizás ustedes admiraron si es que han tenido algo de curiosidad por su propia historia. Los insultos corren a través de generaciones en la familia, y no se olvidan. Lo más que me quedó a mí, como un Soga que se sintió defraudado por el imperio chino, fue una opinión muy privada que solo expresa un momento de furia acerca de un recuerdo difícil de borrar. Puede despreciarme si quiere, y sé que lo hará, cuando nos sentimos insultados, es lo que pasa.

    Desenfundó una de sus kodachis, con temple y calma, para que nadie se alarmara. Se la extendió, ofreciendo la empuñadura al señor Tao, por si quería tomarla.

    —Parece que no puede perdonar con facilidad mi ofensa, porque la solución que yo le ofrezco parece no ser una solución para usted, o no lo satisface. Me pongo a disposición de cualquier tipo de retribución o justicia que usted quiera impartir por mi ofensa, así sea en el código japonés o en el código chino. Superaremos este altercado, aunque nunca vayamos a ser amigos, pero tendremos que combatir juntos—hizo una pausa—. Por cierto, puedo insultar con el espíritu, pero con la cabeza soy muy consciente de la historia china y que de incivilizados tienen muy poco. Cuando uno quiere ofender no siempre usar la verdad como arma, así como las palabras de un diplomático.

    "Acepta, guárdate el orgullo, chino presuntuoso, y acepta este armisticio", pensó con la sangre hirviendo.
     
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    Amelie

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    Amelie

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    Mazmorra
    (Kenzaburo)

    Murai no respondió, seguía en el mismo estado, su baba mezclada con sangre caía en el suelo creando un pequeño charco. Seguramente tenía contractura de mandíbula por los golpes; pero hizo un movimiento, lentamente levantó el rostro haciendo mover las cadenas en sus manos y cuello. Su rostro comenzaba a hincharse, tenía un ojo completamente cerrado y el otro a medio abrir, en su nariz había sangre seca, sus labios estaban rojos y llenos de sangre.

    —Te oigo— sonrió — cállate y deja dormir.


    Exterior
    (Matsuda y Mao)

    Sonrió ante el agradecimiento de Mao, después por un momento, Matsuda pensó en mentir, decirle que no había escuchado su apellido; pero él no era bueno mintiendo, sólo lastimaría más a Mao — Lo escuché, pero no lo nombraré si no quieres —dijo tratando de ser delicado —Takano en ese sentido es como tú ¿Le habías escuchado el apellido Harima? no, usa el apellido de su madre. Takeda tampoco usaba su apellido; Fuji usa el de el señor Hatsu. Yo desconozco el de mi nacimiento, pero utilizo con orgullo el de mi padre —rio — incluso Yamagata ocultaba el suyo — se levantó, tratando de pensar el por qué siempre decía cosas sin saber a dónde se dirigía con ello —Apellidos, dirigirse con ellos es muy formal para mi.

    —Vamos— dijo avanzando hacia el castillo

    Interior del castillo
    (Yin; Zeng; Ujihisa, Satou; Kuroki; Hideyoshi; Misato; Heya; Daichi; Mao; Matsuda; Tetsuo; Terunobu; Natsu; Kohaku; Togashi)

    Mao y Matsuda ingresaron, este sintió como Mao se aferró a su manga y no pudo evitar sonreír, tenía un fuerte deseo por ser padre algún día así que se sentía realizado, a pesar de que sabía no había hecho el mejor trabajo para reconfortarla.

    Matsuda afirmó ante Mao antes de que ella se soltara de él para empezar a comer; Takeda la miró preocupado, pues sus ojos se veían rojos; pero antes de que este pudiera preguntarle algo Matsuda se colocó frente a él; a un lado estaba Togashi y Jiin, Matsuda estaba avergonzado por no acudir a Takeda antes, en ese momento en el que Kato le arrebató su katana, así que tardó un poco en articular palabras —Takeda, hubo una pelea entre los Tao con Hideyoshi y los Azai, se dijeron cosas fuera de lugar y Zeng a amenazado con deshacer la alianza entre los clanes.

    Takeda se llevó una mano hacia el cabello, en su rostro se notaba el cansancio que tenía encima, la desesperación —¿Cuales fueron sus palabras, las recuerdas?

    —Dijo algo como que eran menos inútiles y bárbaros de lo que el creía...— Mencionó llevando su mano al cuello por nerviosismo ante lo que sucedería —Se dirigieron a aquella habitación — señaló la que aun permanecía abierta.

    Takeda tomó una respiración profunda, y se adentró a la habitación; allí aun estaban Kuroki y Satou; justo cuando Kuroki decidía irse a dormir, Hideyoshi inició su discurso.

    "Imprudencia e impulsividad, puede que sí. No lo negaré. ¿Pero acaso usted piensa que ser un diplomático es simplemente prudencia y precaución?"

    Takeda lo escuchó, sabía por Matsuda a grandes rasgos la situación; pero confiaba plenamente en las habilidades de Hideyoshi, y quería solucionar este conflicto lo más rápido posible; los problemas diplomáticos siempre le causaban dolor de cabeza, en verdad comenzaba a detestar todo lo que tuviera que ver con la nobleza.

    —Por favor, Señor Tao, Hideyoshi, yo soy quien debe disculparse en nombre de mi clan— comenzó a decir Takeda pero fue completamente ignorado, ninguno de los dos desvió la mirada al escuchar su voz.

    —Tus palabras son certeras, acepto tus nuevos términos — dijo Zeng tomando la kodachi que Hideyoshi le extendía —No tomaré tu vida; pero si saldaré la ofensa.

    Takeda llevó su mano a donde debería estar Genji, su katana, y maldijo su debilidad al no tenerla con él, corrió lo más rápido posible.

    La kodachi hizo su recorrido apuntando al estómago de Hideyoshi; el corte no fue profundo; pero si bastante doloroso.

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    Takeda estaba muy molesto ante aquel acuerdo; pero sabía que había sido decisión de Hideyoshi para enmendar sus errores, era un movimiento de un samurai, no sólo de un diplomático.

    Zeng miró a Takeda, que debido al cansancio no podía ocultar su desaprobación —Nuestra alianza se veía en peligro; pero todo ha quedado saldado— mencionó Zeng extendiéndole la kodachi de Hideyoshi a Takeda, quien la tomó —Una pequeña imprudencia puede arruinar un gran proyecto— mencionó Zeng, tanto por las acciones de Hideyoshi como de la ira que Takeda contenía en sus ojos.

    Yin miraba con preocupación la situación mientras Ujihisa y Satou se apresuraron a ayudar a Hideyoshi.

    Takeda respiró a profundidad, recordando las palabras de Kenzaburo, quien lo había ayudado a conservar su calma en la mazmorra.

    —Señor Tao — Inició Takeda al ver que Zeng parecía también estar más calmado debido al trato realizado con Hideyoshi — No estaba presente al momento de la imprudencia de Hideyoshi; por ello también yo debo ofrecerle una disculpa —mencionó haciendo una reverencia que Zeng, igual a la que había ofrecido en la herbolaria. Después se levantó, viendo a Zeng en completa paz— Pero no soy sólo yo, quien responde ante las acciones de los míos; o Hideyoshi quien cometió la ofensa; quienes únicamente deben ofrecer una disculpa; usted también señor Tao — Yin quien escuchaba estaba temiendo por otra afrenta mientras Satou y Ujihisa se concentraban en curar a Hideyoshi; que al no haber sake en el castillo aparentemente, no podían anestesiarlo, así que atendieron con salvajismo al hombre para detener y suturar antes de que hubiera una hemorragia mayor.

    —Al impartir justicia a uno de los míos sin consultarse conmigo antes de ser ejecutado, también debe considerarse como una imprudencia— mencionó Takeda.

    Zeng desvió la mirada pues tenía razón. Y aquello le molestaba. Avanzó hacia Takeda e hizo una reverencia de disculpa sincera. Zeng no respondía ante Takeda como un superior directo; pero al atacar a uno de los suyos le debía aquella cortesía al menos para no perder su alianza.

    —Señor Tao, he perdido a mi familia una vez; entiendo que usted ha pasado por algo similar. Por lo que espero entienda que estas personas son mi familia ahora, y no puedo perderlos— mencionó Takeda para después hacer otra leve reverencia ante Zeng —No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino.

    —Confucio— mencionó Yin hacia Takeda, su rostro mostraba completa preocupación mientras era atendido.

    —Es una frase muy usada en los campos de arroz; la he escuchado más de una vez — concluyó Takeda con una leve reverencia hacia los Tao, los cuales respondieron igual.

    Takeda salió de la habitación; Jiin ya no estaba allí, se había dirigido a atender otros asuntos. Matsuda miró perplejo los nuevos vendajes de Hideyoshi; este le explicó lo sucedido tanto a él como a Togashi que se mantenían allí.

    Heya y Daichi ya se habían ido a una habitación cada quien, pues no sabían cuando terminaría aquella discusión. Kohaku también se había retirado, al igual que Mao; Misato y Natsu. Los Azai aun permanecían allí, atentos esperando la resolución. Al ver a Hideyoshi herido corrieron a sostenerlo.

    —Ahora todos vayan a descansar— sonrió Takeda hacia Matsuda, Togashi; Kuroki, Satou y Hideyoshi, pues los demás ya estaban descansando — Es una orden.

    —Meishu— mencionó Matsuda — Síganos, estaremos más seguros si permanecemos la mayoría juntos.

    —Debo hablar con Hideyoshi en privado; vayan— Takeda le indicó a Hideyoshi que lo siguiera a una de las habitaciones, los Azai se mantuvieron afuera dejando que ambos se adentraran a la habitación.



    Habitación Fujiwara
    (Taiyo; Shinko; Inosuke; Kirara; Riku)

    Taiyo y Shinko extendieron los futones cerca del fuego, mientras comían gracias al alimento que había acercado Riku, Shinko tomó té mientras Taiyo parecía revisar sus finanzas —¿Saben si hay un herrero? Gracias a Kirara tenemos que reponer katanas nuevamente — dijo bromeando un poco, para tratar de relajar el ambiente.

    Shinko fue el primero en acostarse, mientras Kirara lo despedía con un beso en la frente; después fue Taiyo quien se recostó mirando que Inosuke se durmiera primero, pues no quería que lo ocupara de baño.

    Kirara se acercó a Riku —Gracias por acompañarme; fue bueno ver como alguien más lo golpeaba — dijo con seriedad —Mañana debes estar sereno, no caigas en ninguna provocación.

    Inosuke se acostó a un lado de Riku mientras este cerraba los ojos, para después Taiyo hacer lo mismo, seguro de que Inosuke no le tendría una sorpresa nocturna.



    Habitación
    (Takeda; Hideyoshi)

    Tomaron asiento en el tatami; Takeda dejó escapar una respiración profunda de alivio, para después llevar sus manos al rostro, estaba sumamente cansado.

    —No sabía que tenías problemas con los chinos; eso es un problema, pues no sólo los Tao tienen esa ascendencia— mencionó sin separar las manos de su rostro —Lo que menos necesitaba ahora era otra aspereza dentro del clan — estiró su espalda y esta tronó por la tensión — Hideyoshi, tu eres mi consejero; la única persona que conozco que sabe como comportarse en la corte, como hablar con los señores feudales, incluso sé que sabrás mas de etiqueta que yo, confío plenamente en ti—miró hacia Hideyoshi —Por eso te he dado la libertad de acompañarme a audiencias importantes, dónde me has demostrado más de una vez que eres alguien inteligente del cual puedo aprender; pues mi educación en mi infancia se limitó a las artes, mi caligrafía era impecable; podía recitar poemas y tocar la flauta, me daban tareas como esas para pasar el menor tiempo posible con mi familia y mucho más tiempo con tutores; leí bastante en mi tiempo libre, es por ello que hablo con proverbios —sonrió — Confucio fue uno de esos autores.

    Se quedó en silencio por unos momentos —Te necesito a mi lado como mi diplomático, nadie más sabe lo que tú —mencionó con un dejo de preocupación al ver su reciente herida, una que se pudo haber evitado —Pero así como yo confío en ti, necesito que tú confíes en mi; no soy el Emperador aun, no hablo con intereses de poder; estoy hablando como un soldado más al decir que necesitamos toda la ayuda posible y no quiero conflictos internos que después nos guíen a una traición.

    —Si este equipo se divide, los Taira habrán ganado mucho antes de pelear con nosotros — sujetó a Hideyoshi de los hombros —Siempre protegeré la espalda de aquellos que me siguen, por ello te pido que incidentes como este no vuelvan a ocurrir, necesito de tu ayuda; y prometo que algún día podre compensártelo como es debido.

    Se levantó para retirarse —Me preocupa que tu visión se vea nublada por tus intereses personales; no me hagas dudar de ti, eso me hace dudar en mi mismo.





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    rapuma

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    Kenzaburô

    Bebió la último que le quedaba de té y suspiró de placer antes de dejar la taza en el suelo. Miró a Murai mientras apoyaba la cabeza contra la pared.

    —Mañana morirás. —le informó sin preocupación, como si le estuviera informando a alguien sobre el clima del próximo día. —No sigo aquí para interogarte, eso ya terminó. Simplemente estoy de guardia para evitar que alguien, ofuscado por el odio, baje y te quite la vida antes de tiempo.

    Lo contempló en silencio. El sujeto seguía teniendo la coraza de hielo en su corazón.

    —Tampoco busco que me pidas clemencia, supongo que sabes que sería imposible retrasar está ejecución. Solamente te daba la oportunidad de hablar una última vez con alguien con quién no tiene nada en contra de tí. Mataste gente, yo también. Asesiné a tantos que ya perdí la cuenta y eso me atormenta todas las noches, creo que me acompañaran siempre, hasta el día final... Atormentandome hasta mi juicio en el otro mundo. —se cruzó de brazos, buscando una posición más cómoda. —Pero yo no maté a nadie de mi sangre, de mi familia; no sé si hay un infierno reservado para los asesinos de su propia sangre. Dudo que tengas el corazón tan oscuro para decir que ese acto no influye sobre tí. Si no quieres hablar, si no te interesa desahogarte con alguien al cual no te guarda rencor, no lo hagas. Pero yo estando en tu lugar creo que me gustaría contar mi historia por última vez. Que alguien recuerde mis decisiones y mi memoria. Pero eso ya depende de tí, Murai. Tú morirás mañana, no yo.

    Se quedó un rato en silencio, desviando la atención del shinobi y mirando un punto fijo en la pared del fondo de la celda.

    —¿Crees en los dragones? Yo no. Al menos no creía hasta hace poco. Una amiga mía me dijo que existen y se encuentra en Tsu. ¿Sabes que me contaban de niño las viejas de mi aldea? Que existían dragones en el oeste... ¡Dragones! Bueno, supongo que los encontramos; los encontramos o los creamos... o nos convertirmos en ellos. —suspiró. —Cada uno tomó su camino en esta vida y creo que nadie puede juzgarnos: ¿que otra opción tuvimos?

    La pregunta fue sin esperar respuesta. Si Murai no respondía él al menos dormiría sabiendo que lo intentó.
     
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    Bruno TDF

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    Togashi

    Zona de habitaciones

    Para cuando terminó de comer y beber, Takeda y Kenzaburo todavía no habían llegado a la zona de las habitaciones. Togashi los esperó de pie en la puerta de su habitación, en paciente silencio. Ahora que había pasado un rato desde la discusión anterior, su mente estaba un poco más tranquilizada, pero no por eso se sentía menos preocupado.

    No pasó mucho tiempo hasta que vio llegar a Matsuda con Mao aferrada a su brazo, ambos parecían sentirse mejor. En el mismo momento hicieron acto de presencia Takeda y otra persona a la que no conocía, pero supuso que se trataba del Harima al que habían apresado, pues nunca lo vio entrar a las mazmorras y quedaba deducir que lo habían sacado de allí. Kenzaburo no estaba con ellos. Togashi se aproximó con intenciones de preguntar por los datos averiguados durante el interrogatorio, pero antes se acercó Matsuda a ponerlo al corriente sobre los últimos acontecimientos entre Hideyoshi y los Tao, tras lo cual Takeda se dirigió a la habitación donde habían ido a conversar.

    Siguió en actitud de espera junto a Matsuda, expectante, pero demasiado cansado para formular cualquier pregunta. Ambos se mostraron perplejos cuando vieron salir a Hideyoshi con un vendaje a la altura del estómago, pero Takeda se encargó de explicarles la situación, revelando que se habían tratado de un especie de disculpa que a Togashi ciertamente le pareció cuestionable, pero entendió que se trataba del código samurái.

    Se despidió con una leve reverencia cuando el líder Minamoto les ordenó irse a descansar. Una vez dentro de la habitación, se dejó caer en la cama. Tardó pocos minutos en quedarse dormido.
     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Interior del castillo

    Cayó de bruces en un grito contenido de dolor. Contenido porque no permitió abrir los labios para espantar a todos en el castillo, no era un yurei, era un ser humano. Por ende, todo su sufrimiento quedó dividido entre el color amarillento de su piel, y las palpitaciones de sus labios, mientras sus manos tomaban la zona de su estómago. En el suelo, solo le preocupaba su dolor, pero sabía que su espíritu podía estar tranquilo luego de solucionado este asunto con los chinos.

    Takeda empezó a hablar por él, parecía no estar demasiado satisfecho con los términos del acuerdo final. Pero la alianza seguía en pie.

    —Takeda, déjalo, este asunto está saldado—dijo, con lo poco que tenía—. Señor Zeng—antes de que este se fuera—, mi kodachi era solo para esto, no lo confunda con un regalo, por favor. Déjenla aquí antes de irse.

    Se apresuraron a curarlo, pero Hideyoshi cerró los ojos, y empezó a morderse la muñeca. Sin sake, el dolor era insoportable. Debe haberse desmayado durante unos breves instantes porque cuando volvió a abrir los ojos Takeda seguía en la habitación pero Yin y algunos de los otros ya no estaban. Tomó su kodachi prestada, y siguió a Takeda.

    —Lo entiendo, mi señor. Mi visión no está nublada, confíe en mí. Lo que fue mi opinión privada es algo que debo cuidar ante los oídos de algunos, pero no algo que haya hecho adrede. Por lo demás, todo lo que hago es pensar en lo que se viene, en la inminente guerra con los Taira. De hecho he venido pensando en algo, pero esto es decisión de usted. Luego me dirá lo que piensa acerca de esta idea—le extendió un hanafuda convertido en carta—. De todos modos es algo para reflexionar, es solo una idea.

    En el tatami se sentía algo incómodo, sus heridas estaban curadas, pero aún tenía la sensación a flor de piel del ardiente corte de los Tao. No había duda que los chinos eran particulares a la hora de solucionar sus conflictos. Él agradecía no haber perdido la vida.

    Miró a Takeda y le mostró una moneda de origen chino.

    El Kengen Taiho, como ve, tiene dos caras. Sigue siendo una misma moneda, una sola.
     
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