Kanagawa Kamakura

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 2 Noviembre 2020.

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    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

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    Kuroki

    Pese a todo. Ni Matsuda ni nadie más de ellos me respondió, por lo que no evité suspirar bastante desanimado, empezaba a sentir que eso me mermaba de más y solo pude sonreír en cuando Matsuda me correspondió un poco. Así, pues. Me alejé, ignorando al resto para hallar una habitación y puse todo para comenzar con el té.

    Al haber tardado un poco de más, fui con una charola para volver con mi padre y compañía, trayendo vasos para todos, ya me había despejado un poco la mente, y estaba un poco más tranquilo pero seguía muy tenso y frustrado.
    Cuando volví no solo ya habían traído la comida, si no que hasta habían traído vasos para beber el té, suspiré un tanto triste pero igual me acerqué con el pequeño grupo cuando escuché un breve chiste de Hideyoshi que me tensó. No por mi, si no por los de la alianza, los Tao.

    Y como pasó, Yin trató de detener a Zeng y fue completamente inútil, técnicamente dejó un ultimátum sobre la alianza y esa frase de "esperaba más de este clan" fue la gota que colmó el vaso...
    Sostuve tembloroso la charola para dejarlo en el suelo, primero hablando Hideyoshi a espaldas del clan y ahora esto, una alianza que formé por un enemigo en común y que... Si bien Matsuda les convenció, yo fui el que dio la iniciativa, así que el ofendido no solamente eran los chinos.

    Ensombrecí mi mirada, no quería estallar, aun conseguí contenerme cuando Mao comenzó a hablar, yo no la conocía aún del todo, mucho menos a Hideyoshi y a los Azai... Pero precisamente por eso no me iba a tentar el corazón, una vez lo suficientemente picado, yo ya no pensaba, dejaba de ser yo.

    Inhale y exhale con suma presión mientras mi corazón saltaba, yo sólo me desplace en frío silencio cuando Mao se retiró, y sin miedo alguno, me paré a lado de Hideyoshi y reverencie apenas nada.
    —Estimado compañero... Para su información... Soy un Minamoto, como usted... Y el hecho de que desconfíe tanto de nosotros, es comprensible, sin en cambio, si Takeda nos ha aceptado, ¿no cree que es por una buena razón? Yo no sé que clase de vida haya tenido y no me interesa, ya no. Pero yo, en especial yo, hice un esfuerzo enorme porque el clan Tao se uniese a nuestra causa, y me parece que el que bromee de esa forma es... Bueno, de mal gusto—. Dije, mientras mantenía una calma increíble aunque el tono de voz delataba que deseaba estallar a gritos.

    >>Así que... Disculpe, solo, pido que si tiene un problema con ellos. Lo atienda conmigo, ¿estamos de acuerdo? Sin en cambio. Yo no puedo quedarme así, cuando yo me esforce mucho como todos aquí para llegar hasta este punto.

    Sin previo aviso, ejecuté un puñetazo que juraba fue sin siquiera ser consciente de aquello, literalmente era una necesidad que necesitaba saciar, no por nada quería aprender acerca del budismo.
    —Si tiene algo que decir, le escucho—. Dije mientras retrocedía apenas dejando un par de pasos de espacio, a mi no me aterraba que todos me mirasen mal por eso. Era el colmo, tanto esfuerzo... ¿Para nada?

    Al demonio. Ya tenia demasiadas mierdas encima como para tolerar esto.
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Natsu Gotho

    Se mantuvo de pie frente al pasillo que conducía hacia las habitaciones, escuchando la explicación breve y concisa. Harima, ¿ese era el apellido de la mujer a que le arrebató la vida? Se giró sin interés en el asunto pese a que el tablero en su cabeza comenzaba a desdibujarse, aunque no le perturbara en realidad la calma de sus pensamientos. Sin embargo, el único ruido causado era ser informado sobre que Rengo había asumido aquel asesinato. Re acomodó la dirección de sus pasos hacia donde estaba el resto, divisando a Kohaku, y otros más que conocía desde la primera prefactura, a excepción de un par.

    Y entonces, comenzó a oír sobre la alianza armada que aparentemente, comenzaba a resquebrajarse por los comentarios del viejo. El mismo viejo que había hablado de los costosos trapos que tenía puesto, de lo olvidado que sería al morir, solo. Una sensación extraña le terminó recorriendo el estómago, aproximándose a la multitud de los presentes.

    Su cabello aún estaba húmedo por el baño, pero su cuerpo se sentía mucho más descansado.

    Deslizó entonces su filosas pupilas por Hideyoshi, manteniéndose en silencio al escuchar a Mao hablar.

    El ser reprendido por una mocosa, para un tipejo orgulloso como se le veía, le resultaba algo placentero en realidad, mirándola el cómo se alejaba luego de sermonearlo, notándosele algo nerviosa al final.

    Era una niña a fin de cuentas.

    En cuanto iba a hablar la voz de Kuroki se elevó, mirándolo entonces con parsimonia.

    Estaba alterado, demasiado.

    Estiró la mano hasta uno de los vasos de té y comenzó a beberlo, recostándose en la pared sin quitarle las pupilas de encima a Hideyoshi. No tenía ninguna intención en permitir que Hideyoshi le pusiera las manos encima a Kuroki, aunque no lo consideraba tan imbécil como para hacerlo, lo único que provocaría con ello es que todo el clan se le fuese encima, por imbécil.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Yuzuki Minami
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    Lo vigiló mientras se bebía el agua, dejaba el vaso a un lado y se acomodaba en el futón por fin. Sabía que le había soltado eso de que no haría ninguna imprudencia porque la conocía, porque no era tonto, y si se había quedado allí no era para cuidar las heridas de ninguno de los dos ni los rescoldos de venenos, estaba allí para impedir que salieran a seguir haciendo estupideces cuando ya podría haber suficientes ocurriendo en el castillo.

    —¿De Kato? Como tal no y cuando llegué a la entrada tampoco lo vi. —No pensaba soltarle que su padre había atravesado a Rengo sin atisbo alguno de remordimiento y que lo había dejado para morir en medio del pasillo, al menos no en ese momento. Se iba a llevar cualquier reclamo que surgiera después—. Se llevaron a Murai al castillo, obviamente. Supongo que ahora mismo deben estarlo interrogando. El resto... depende de Shinrin, sí.

    Fue hasta que terminó de hablar que se acomodo en el futón, aunque se quedó sentada con la vista puesta en el fuego. Volvió a revisar a Rengo, ya por puro reflejo nervioso, antes de recostarse por fin aunque no cerró los ojos a pesar de que el cansancio la estaba consumiendo.
    Había algo en Kamakura, ¿no? Algo con la capacidad de impedir que pegara el ojo, que la obligaba a que se mantuviera más alerta que nunca, ceñida en la tarea que se le había encargado.

    Vigilar.

    Vigilar.

    Vigilar.

    Para eso había sido criada.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Misato Aoyama

    Dentro de los apocentos del castillo nuestro recibimiento había sido grato, al menos en esos momentos...para mi calma Yin y el resto del grupo llegaban con bien a pesar de ser capturado por los guardianes.

    —Es una alegría verte, en verdad me preocupe...

    Tras unas palabras todos fuimos hasta la estructura central, allí, nos fue mostrada todas la comodidades posibles. Baños, habitaciones con lo necesario para preparar un té y disfrutar una llevadera estancia.

    Sentados en el comedor a todos nos fue servido un sencillo plato de arroz con verduras...la verdad nada ostentoso para un castillo, pero era comida al final. Agradecida como el platillo y tome el cuenco de té mientras notaba como el ambiente se mantenía neutro, por mi mente cruzó lo que pudiese venir a continuación. ¿Como enfrentaría al tal Kato Harima? Harima...ese era el apellido de la madre de Takeda...aquello era otro misterio ¿Quién y con qué intención llevaría a cabo tal crimen de asesinato?

    Ya culminando mi plato pude notar como Kuroki parecía observar con cierta vehemencia al señor Hideyoshi...como si algún asunto personal aguardase con el.

    Aquel ambiente, sentí que pronto estaría a punto de cambiar, como si fuese un presentimiento...

    Una pena que no fue así...

    Contrariada tape mi boca de asombro al escuchar la "broma" de quien se suponía era el miembro más culturizado y elocuente en todo el clan ¿ De verdad había dicho aquello tan tranquilo? Note muy preocupada como Yin y el resto del clan Tao se vieron claramente ofendidos...Dioses...¿Como alguien podría atacar una cultura tan fascinante como la china?

    Tras una breve pero dura respuesta Yin y su clan se retiraron hasta las habitaciones..

    —¡Yin esper...!

    Fue inútil...solo pude observar con una gran pena en mi corazón al ver como Yin...un hombre que portaba con gran orgullo su cultura y dispuesto a convivir con nuestra cultura, tal como con nuestra última salida en el mercado...irse claramente herido.

    Lentamente mi pena se transformó en molestia, observé a Hideyoshi con una clara indignación, alguien debía decirle unas cuantas palabras.

    Pero fue la pequeña Mao quien tomó la palabra, cada palabra denotaba su furia, Hideyoshi estaba arruinando una alianza recién formada, el ambiente era de total confrontación.

    Cuando la pequeña se retiró justo iba entrando el niño Kuroki. Al verlo supe que estaba enterado de la afrenta contra el clan tao...hablo con calma pero no hacía falta gran perspicacia para sentir que iba a estallar como una gran tempestad...

    Y así ocurrió...hice el ademán de tratar de pararlo pero sabía que el mas que todos tenia razón de su furia...después de todo el junto a Matsuda consiguió con esfuerzo dicha alianza...pobre Kuroki.

    Solo me limité a observar en caso de este supuesto diplomático tuviese la tonta idea de tocar un solo cabello a Kuroki... bajo la manga del hitatare mi puño estaba listo por si algo como eso ocurría...vaya forma de mantener la unidad.
     
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    Bruno TDF

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    Togashi

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    No llegaron a recibir una respuesta por parte de Kohaku. No pudo despejar sus dudas, porque al tiempo que conversaban se pudo escuchar la voz de Hideyoshi, con claridad, en aquella habitación silenciosa, seguida de una carcajada de Tetsuo que le supo incómoda, desagradable y tan inoportuna como las frases que el diplomático había soltado. Tuvo una sensación parecida a la que había padecido en la Herbolaria, cuando pareció que Yuzuki iba a atacar a Mao. El aire denso, pesado, en donde no sabía qué hacer ni qué decir…

    El primero en reaccionar fue uno de los miembros de aquel clan. Si no se equivocaba, eran los Tao. El solo apellido le sugería que provenía de China, pero la contestación de uno de sus miembros se lo confirmó del todo. Estaba altamente ofendido por los dichos de Hideyoshi, recriminó el insulto proferido, pero en el camino optó por responder en el mismo tono, cuestionando aspecto de la cultura japonesa. Lo que más hizo alarmar a Togashi fue la amenaza de terminar con la alianza que habían forjado. No podía creerlo… Justo ahora… En un momento tan clave como aquel…

    La siguiente fue la propia Mao, que se acercó a dirigirle unas palabras. Estaba tan dolida como la otra persona que había contestado, Togashi compartía el pensamiento de ambas personas y también se sentía molesto por el atrevimiento completamente innecesario que se había permitido Hideyoshi. Pero no le gustó nada cuando la chica lo tomó de la parte superior del kimono. Aquello estaba escalando.

    Luego de ella, vio como Kuroki se acercaba. Desde la distancia Togashi se dio cuenta de lo alterado que aquel muchacho se encontraba por la situación, pues al parecer tenía una estrecha relación con los Tao y hablaba de lo mucho que se había esforzado por lograr una alianza con ellos. Observó detenidamente los ademanes, los movimientos de Kuroki, y se dio cuenta de que, tal vez sin ser consciente, el chico se estaba preparando para golpear a Hideyoshi. Aquello iba a escalar demasiado y no podía permitirlo, no mientras los demás estaban tratando asuntos importantes con un prisionero.

    Se movió con la agilidad que era característica, casi silencioso. En el camino hacia Kuroki vio como éste alzaba el puño. Hideyoshi ya lo había arruinado, pero no podía permitir que hubiera violencia entre miembros del clan. No ahora.

    Tomó un último impulso, con la mano estirada para atrapar el golpe.
     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Interior del castillo

    No esperaba que lo dicho fuese a causar semejante revuelo. En un principio porque se trataba de una verdad inmutable, y en segundo lugar porque él estaba teniendo una conversación privada con sus camaradas del clan Azai.

    Teru se mantuvo serio y estático pero Tetsuo comenzó a reír sin inhibiciones, lo cual quizás agitó aún más la situación que se estaba presentando, sin que lo supieran.

    —Un buen sake no estaría de más, ¿no es así camarada?—mientras reía disfrutando de la compañía de los Azai.

    Todo lo que vino después lo tomó muy por sorpresa. Los reclamos orgullosos del indignado de Zeng, los reclamos de Ujihisa, a Yin que se alejaba.

    "Chinos me rodean... que desgracia", pensó.

    No tuvo tiempo a hablar mientras se ponía de pie, antes de que escuchara una voz chillona diciéndole otras cuantas cosas que tampoco se había esperado. Era la niña, claro, que ya le tenía recelo desde Tsu. Empezó a responderle una vez que los chinos se retiraron alejados, para que no pudieran volver a oír conversaciones privadas.

    —Niña, tu apellido es Kobayashi, ¿no es así?—ignorando lo que le había demandado—. No pretendo que entiendas mucho del costo de tener chinos en nuestra alianza a tu corta edad, pero al menos supongo que entiendes que tienes sangre japonesa, apellido japonés, costumbres japonesas, eres japonesa. Me revuelve las tripas que por unos chinos entrometidos que escuchan conversaciones privadas donde, además dicho sea, no se dice más que la verdad inmutable de este mundo—y lo dijo muy seriamente—te pongas tan histérica. No necesitamos chinos en nuestra alianza, no los necesitamos metidos en nuestros asuntos, o luego lo lamentaremos.
    ¿Sabes acaso que es lo que nos han hecho los chinos a lo largo de la historia?

    No terminó de hablar cuando entonces fue Kuroki quien se acercó.

    "Otro fisgón, sin lugar a dudas este no es mi día", pensó con desprecio.

    Escuchó igualmente con atención las palabras soltadas con un denodado intento por conservar la calma, aunque ridiculamente evidente. El colmo llegó cuando vio que la mano del fisgón se lanzaba sobre él. No podía creerlo, un japonés molesto ante la verdad inmutable del universo, y encima intentaba golpearlo.
     
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    Monpoke

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    Riku

    En el fondo, sentí satisfacción al ver cómo se desmayaba, por lo que intuyo, de dolor. No obstante, el muy terco no dejo ver su sufrimiento.

    En el exterior, mostré una expresión confusa mientras lo observaba con atención. Viendo esa sangre pérdida luego del ataque de tos.

    "No golpee tan fuerte". Digo distraído queriendo no ganar atención sobre mí.
    Bien, si, me pase de raya al golpearle. Es dudoso eso sea suficiente para llevarlo a tal estado.

    Me encamino lejos de todos, acercándome en donde deje mí túnica y la recojo. Acabando colocándola sobre mí hombro.

    Violencia, dolor, tortura. Todos esos pensamientos se disiparon en cuanto se desmayo. Nada de eso importa si permanece incidente.

    Y fue para bien...
    No he actuado como yo. Desde conocer a este Murai me deje guiar más por un lado violento. Considerandolo como la acción adecuada.

    El interrogatorio a Murai y todo este maldito tiempo desde la salida de la montaña. No ha echo más que raspar mis recuerdos de todo aquello que busco olvidar.

    Entonces, descargue en èl. Se lo merece. Pero no es el tipo de tarea que yo mismo llevaría acabo.

    Me peino el cabello hacía atrás usando una mano libre. "Necesito sake". Suelto esas palabras sin rastro de emoción, totalmente fuera de lugar con la situación.

    No doy la intención de irme ni nada, permanezco de pie mirando al cuerpo desmayado de Murai. Así no sirve.

    Quisiera expresar abiertamente mí interès de quitarle la vida en este momento. No llego a entender que tanto buscan seguir sacándole, atinar a lo que si sabe, va a ir resultando complicado. Más no creo lo suelte de buena gana.

    Pero lo contengo. Lo que menos deseo ahora es una discusión por diferencia de opinión. Desde ahora, escucharé y verè, reaccionando solo si lo veo necesario.
     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Interior del castillo

    Todos parecían condenarlo. Natsu al menos se limitaba a ver, Misato parecía cuestionarlo con su mirada y Togashi fue el único sensato que se dispuso a intervenir para evitar ese puñetazo inesperado.

    Había pensado en responderle algo a la altura al entrometido de Kuroki.

    "Por empezar, ¿por qué debía escuchar conversaciones privadas y por qué los Tao lo hacían sin más?", pensó. "Tengo todo el derecho a pensar como quiero, sobre todo cuando se trata de la verdad, y compartir mis opiniones con mis compañeros japoneses. ¿Has ganado chinos a la alianza? Pues yo he ganado japoneses a la alianza, y a los chinos mejor perderlos que encontrarlos", pero no tuvo tiempo de decir todo lo que pensaba.

    El puñetazo iba rápido y amenazante, solo alcanzó a percibir que Togashi se anteponía, ¿con éxito?
     
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    Kaisa Morinachi

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    Lo intentó, hablar por sobre la voz de Hideyoshi en un intento vago de ignorar sus palabras, pero no pudo, siendo el golpe más fuerte que empezara por mencionar su apellido. Ante todos, aquello que tanto buscaba proteger, proteger ya no solo por el miedo a que los Taira la descubrieran, ahora su padre también estaba en juego. ¿Sí la atrapaban para amenazarlo? o al revés, ¿qué diablos haría en ese caso? Logró mantener algo de compostura cuando llego ante Kohaku, pero ya no solo sus piernas temblaban, sus labios también y su vista no hacía más que empeñarse.

    ¿Qué le importaba lo que habían hecho otros chinos? Había japoneses que podían llegar a ser demonios, cosa peor que simples bárbaros, e independiente de eso, su madre... No podía ser así, no la imaginó nunca como un ser despreciable, una vergüenza para el clan. Siempre tan calma y sonriente, agarrando la seriedad y hasta crudeza solo en los momento necesarios, entregándole variedad de conocimientos no solo a ella, sí no que a todos los que se hayan relacionado una vez con los Kobayashi.

    Y se desvivía tanto por su familia como por el clan completo, siendo factor importante para que su padre pudiera partir a defender pueblos que eran amenazados por los Taira y similares. Murió por eso, en un lugar que no era su tierra natal y aún así logró considerar hogar. Soltó un par de hipidos.

    —Diablos —masculló para limpiarse con rapidez el par de lágrimas que no pudo ya contener. No deseaba verse así, opacada por una profunda tristeza. No quería llorar, no más.

    Otra cosa, otro sentimiento, el único que tenía a mano era el enojo, e intentó pensar cualquier cosa solo para avivarlo mientras no dejaba de sollozar despacio. Hablaba sin conocerla, cometía actos descuidados, sentía que la ponía en riesgo soltando información así como así. Tensó sus puños, sin siquiera fijarse que Togashi ya había partido a detener el ataque de Kuroki. Sin lograr entender cómo, el enfado logró detener el tiritar de su cuerpo agotado, pero la presión en su cabeza no hizo más que crecer.

    Fue rápida, en un instante había dado la vuelta y en dirección a Hideyoshi, aún amortiguando sus pasos a pesar de todo con lo que estaba lidiando. Soltó un golpe directo al epigastrio.

    Era consciente de lo bajo que están cayendo, la decepción de sus actos aunque no acertara el golpe.
     
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    —Kirara. —ordenó hacia la mujer, ladeando el cuerpo para que pudiera pasar por su derecha y atender al herido. Fue por unos segundos que cayó en la cuenta que había dado una orden directa a una líder de un clan; rápidamente intentó cambiar la voz, diciendo con firmeza pero sin autoridad. —No es propicio para el clan que Murai pierda la vida. Incluso... —alternó la vista entre los presentes, no sabía como decir lo que estaba pensando. —...tengo pensado llevarlo conmigo. No es novedad para Takeda saber que nuestros caminos se separarían una vez completado el ciclo de esta ciudad. Pero necesito que confíen plenamente en mí. —se llevó una mano al pecho y cerró el puño. No podía decirles que planeaba volver a Tsu; tampoco darles la idea de que volvería únicamente por una misiva, y aunque ponía las manos en el fuego por su informante, era muy poco creíble. ¿Cómo decirles que volvería para atrapar a un dragón milenario? ¿Le creerían? ¿Se reirian de él? Takeda le entendió cuando le enseñó la carta en Gifu, y con eso bastaba. No era necesario ahondar más en el tema.

    —Pienso reclutar un aliado importante que dejamos pasar por alto en Tsu. Alguien que no solamente unificara el apellido Minamoto, sino que sembrará con Takeda los principios milenarios de Japón. Sé que Murai no tiene perdón, no busco darle uno tampoco. Pero es valioso: seguro sabe dónde se encuentra el herrero de élite de los Taira, de seguro también sabe ciertas cosas que podré sacarle con el tiempo. Además, tener de aliado al shinobi que nombré anteriormente, al que responde al nombre de Kaze.

    Miró a todos por igual, al menos se veía, luego de tanto tiempo mintiendo, sincero. Sincero en verdad.

    —Aún no planeo irme pero necesito tener su palabra en que la vida de este criminal sea respetada, de momento. Llegará su hora de ser ejecutado pero no como un cordero, sino de la propia justicia del único Minamoto puro presente.
     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

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    Togashi detuvo el golpe con éxito, por lo que la situación no pasó a mayores aunque ya era bastante grave. Hideyoshi estuvo a punto de llevar su zurda a la kodachi pero no hizo nada finalmente.

    —Eres japonés, soy japonés. No te atacaré como lo has hecho tú. Si quieres hablar más tranquilos de este tema lo haremos—Hideyoshi entendía la frustración de Kuroki, después de todo—. Hay una razón, no, no solo una, varias razones para detestar a los chinos, y menos quererlos en nuestra alianza. Podría explicártelo, pero solo basta con ver lo que somos, y conocer un poco nuestra historia. No sé si lo sabes, pero nuestro gran país consiguió durante fines de la era Kofun y principios de la era Asuka, cuando los Yamato gobernaban, un glorioso asentamiento continental. Los chinos se aliaron en nuestra contra, nos debían mucho y nuestras relaciones eran escasas, sí, pero buenas... y ellos denostaron todo lo que teníamos y se unieron a Corea para barrer la colonia japonesa en la península—los ojos se le hinchaban cuando hablaba de historia, todo lo que significaba el pasado para Hideyoshi era de suma importancia—. Mis antepasados, los Soga...—en eso lo interrumpió la niña, de nuevo.

    La niña dijo unas palabras maldiciéndolo, en medio de las lágrimas. Hideyoshi no entendía ya lo que le pasaba a esa jovencita. Y vino de nuevo, otro intento de agresión directo a su panza.
    Hideyoshi bloqueó con la empuñadura de su kodachi, por lo cual la niña seguro terminó magullándose la mano, y él sonrió de nuevo.

    —Sí que eres temperamental. Y todo esto por tu apellido, deberías portarlo con orgullo y no ocultarlo. No importa la razón que haya detrás de tu actitud... si tienes un apellido lo portas y dices bien alto. Se trata de tu familia, tu sangre, tu gente—aun así, pensaba—, no obstante, si tanto te molesta no lo mencionaré más. Pero recuerda, no importa lo mucho que esté manchado tu apellido, o lo mucho que pueda ser perseguido por enemigos. Siempre dilo en alto, con orgullo. El orgullo lo es todo, y si pierdes el orgullo, no eres nadie.

    Luego de eso se volteó para seguir con Kuroki, con quien aun no había terminado.

    —Como te decía, mis ancestros trabajaron mucho por aquella colonia, por las buenas relaciones con los chinos. E incluso luego del insulto de los chinos a mi familia, mis ancestros más recordados: Soga no Iname, Soga no Koma y Soga no Karako siguieron apreciando y respetando a los chinos, ¡incluso se preocuparon por difundir el budismo que yo aún profeso! Pero yo no perdono tan fácil. Lo que le hicieron a mi familia los chinos durante Kofun y Asuka, el insulto a mi familia... ¡eso es traición! Y cualquier ofensa a mi familia es una ofensa hacia mí, incluso tantas centurias después. Los Soga nunca tomamos represalias contra China por ello, al contrario... y ahora se ofenden por una simple opinión en privado de un descendiente de los Soga cuyo único pecado es conocer su historia—su furia era ya evidente—. Y tú vienes a golpearme, sin siquiera preguntarme el motivo de mi odio, ¡muchacho!

    Se dio media vuelta, y mientras se alejaba, dijo unas últimas palabras.

    —Nunca cambiaré lo que pienso de los chinos. Los odio. Pero no toleraré que un japonés me trate de esa manera, un aliado, alguien del clan—, lo miró una última vez—. Me disculparé con los Tao, aunque no lo merezcan. Me disculparé, me humillaré, me humillarán de nuevo, como han humillado los chinos desde hace siglos a mi familia. Me humillaré de nuevo, no te preocupes.

    Los pasos que daba al irse de la habitación no ocultaban la mezcla de frustración y desazón con un espíritu iracundo, un espíritu que las enseñanzas del budismo no podían contener, y que el sintoísmo aún arraigado en su corazón le decía con fuerza: "el budismo viene de China, pero eres un Soga, y los Soga profesan el budismo". Que contradicción tan difícil de resolver.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Mao/Masuyo Kobayashu
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    La chica no había prestado atención a ninguna de las palabras que soltó luego Hideyoshi, pues de por sí le costaba bastante siquiera correr. El mayor reaccionó con rapidez y su golpe fue vergonzosamente endeble, aún así su gesto se resintió al dolor. Se quedó estática un momento y cuando el viejo volvió abrir la boca sus piernas al fin cedieron.

    Se escuchó el golpe de sus rodillas contra el suelo, cabizbaja fue agachándose con lentitud para abrazarse así misma, mientras escuchaba con cierta dificultad las palabras del hombre. Había dejado de sollosar un momento, el nudo en la garganta dolía y ni sabía cómo era capaz de contener la respiración. Terminó hecha una bola ahí en el suelo, frente a todos.


    Tan, tan pequeña.

    Tan, tan frágil.

    Aún incapaz de sostener el peso de un apellido,
    de todo un clan.
    Entonces, todo alrededor se le tornó ajeno, extraño. Hasta atemorizante, con un corazón que no dejaba de correr. ¿Qué hacía ahí?, ¿por quiénes estaba luchando? No era capaz de pensar en nada, solo ruido blanco con sus facciones tensadas en claro gesto penoso. Soltó todo el aire contenido, la voz le tembló por completo y se rompió al final.

    Ya no quería estar ahí, sintiéndose sumamente vulnerable. ¿Dónde se había metido Kenzo? Se levantó trastabillándo en el proceso, hipiando, con dificultad y cabizbaja vio por última vez a Hideyoshi de reojo, en cuanto este empezó hablar de sus ancestros. Ya ni había rastro de furia, solo lástima. Fue incapaz de mirar a los otros.

    Había caído igual de bajo, ¿no? Mientras el viejo se ensuciaba la boca con barro, ¿ellos querían mancharse las manos con sangre? Asco. Inhaló profundo, alzando el rostro hasta el techo con ojos cerrados. Su cabeza dolía como los mil demonios y contrastaba con la frialdad de su cuerpo. Antes de botar el aire se dió media vuelta y corrió nuevamente, sin fijarse siquiera en no chocar contra alguien, en dirección a una salida dejando al resto atrás.
     
    Última edición: 4 Diciembre 2020
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    Gigavehl

    Gigavehl Equipo administrativo

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    Kuroki

    Para cuando me di cuenta, mi golpe fue frenado en seco contra una fuerza igual de fuerte a mi furia del momento, por un momento había pensado que Hideyoshi me había detenido, tardé en caer en cuenta que había sido aquél vago que Takano halló en Tsu, Togashi.
    Solté un bufido, fulminando con la mirada a este, sin atisbo alguno de culpa o calma o alegría que siempre mostraba, odio y rabia era lo que podía expresarle sólo con mirarle.

    No le dije nada, después de todo, inconscientemente entendía el porqué me detenía, aunque en realidad solo podía pensar en Hideyoshi. Ni pude ser capaz de ver a Misato, a Natsu o a alguien más.
    Así pues, Hideyoshi comenzó a hablar y, pese a todo, le escuché con atención, estaré rabioso pero no era un salvaje tampoco.
    Miré a Mao, como intentaba golpearle también pero tampoco fue así, soltó su verdadero nombre y eso parecía ofenderle a Mao. Tampoco dije ni hice nada al respecto.
    Luego Hideyoshi me siguió hablando, por lo que nunca le dejé de mirar, aún pese que se notaba su dolor y frustración, hasta odio en sus palabras para con los chinos. Aún cuando técnicamente me gritaba traidor.

    —¿Humillarte? No eres el único humillado aquí—. Dije, aún severo el cual mi tono ya no podía ocultarse. Si es que era avispado, estaba claro que también tenía que poner mi cara para con los Tao y pedir que volviesen.
    ¿Leccion? Si, tal vez me ha dado una lección, una que para colmo no merecía ya que solo estaba siguiendo órdenes, Takeda fue claro, allá donde fuéramos, teníamos no solamente que recolectar información, si no también si era posible, ganar nuevos aliados. ¡El estaba ahí, por los dioses! Le gustara o no, incluyéndome, se tenía que hacer, porque lo necesitamos, tenemos a un enemigo titánico y hasta me atrevería a decir que invencible encima que eran los Taira como para cometer cosas como estos, teníamos órdenes que seguir, y eso hice. Así que mi molestia tampoco era cosa de orgullo o porque le traicione a él. Era porque me sientía culpable por no poder preveer algo como esto y actuar en consecuencia.

    Por eso, tenía que intentar ganar a los Yoshioka.

    Suspire con claro hartazgo, acomodándome el kimono, incapaz de notar la huida de Mao. No miré a nadie mas y solté otro suspiro algo más calmado, la tensión ya me podía.
    —Con permiso... Yo también tengo que humillarme con Zeng—. Dije, a secas, para comenzar a ir tras Hideyoshi, le gustase o no, tenía que hacerme cargo también, la alianza la formé yo, y era técnicamente mi responsabilidad hablar con ellos también.

    Menudo día...
     
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    Amelie

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    Herbolaria (Takano; Yuzuki; Rengo)

    Takano suspiró —Saber que Murai está en la mazmorra me tranquiliza; después me gustaría saber como fue atrapado, quien quiera que lo haya derrotado debe entrenar conmigo; yo no logré ni herirlo — mencionó sin humillación, parecía calmado, tal vez era el simple agotamiento —Cuando me fui con Takeda tuve que abandonar mi entrenamiento aquí; en su momento lo detesté, odiaba tener que viajar con el ruidoso de Chikusa y el amable de Takeda; yo estaba próximo a obtener mi grado como maestro, aquí. Por eso los odié por tanto tiempo, odiaba mi deber — colocó sus manos sobre su pecho —Eso es algo de lo que ya he hablado contigo, lo sé. A decir verdad esperaba el día en el que pudiera volver a Kamakura, mi progreso se vio disminuido en este tiempo con Takeda, estas cicatrices serán un recuerdo de ello —miró a Yuzuki —Pero no me avergonzaré de ellas, porque sigo vivo.

    Takano parecía más reflexivo, su mente no parecía estar corriendo como siempre lo hacía, siempre pensando en eventos futuros para intentar prevenirlos, estaba allí, pensando en su pasado y presente, con calma.

    La ignorancia si es felicidad.


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    Interior del catillo
    (Yin; Zeng; Ujihisa, Satou; Kuroki; Kohaku; Natsu; Misato; Hideyoshi; Tetsuo; Terunobu; Daichi; Togashi y Mao)

    Las palabras se tornaba cada vez más hostiles en contra de Hideyoshi, mientras Tetsuo se mantenía a su lado y Terunobu detrás de Tetsuo como su guardían. Primero fue Mao quien dejó salir sus emociones conteniendo sus puños; Matsuda, quien había tratado de contenerse comenzó a respirar agitado, sabía que Fuji sentía aprecio por Mao, las palabras de Hideyoshi las entendía, en verdad que lo hacía; pero no soportaba que lastimaran así a las demás personas por un comentario tan poco atinado.

    El siguiente en reaccionar fue Kuroki; Satou no lo detuvo, sólo observó como su hijo hablaba, no era normal verlo así, tan molesto; al grado de levantar su puño; pero fue Togashi quien detuvo el impulso del muchacho. Satou no se acercó a Kuroki sino a Togashi, tomándolo del hombro alejándolo de su hijo —Sé los motivos por los que lo hace señor Togashi; pero soy yo quien educa a Kuroki.

    Natsu se mantenía atento a la situación pero era el único que parecía al menos aprovechar los alimentos. Misato también observaba, pero de una manera mas protectora hacia Kuroki, pues la ofensa de Hideyoshi no sólo les costó una alianza, sino una buena amistad.

    Hideyoshi defendió su postura ante Kuroki, algo que Satou escuchó por respeto para después abogar por su hijo, sin siquiera acercarse a él; Kuroki sabía defenderse solo y por ello era su más grande orgullo. Lo observó afirmando a aquellas últimas palabras que le dedicó a Hideyoshi antes de irse.

    —Mi hijo ha sido muy claro. Has humillado a tu señor con esa falta de modales frente aliados. Si ellos están bajo el mismo techo que tú, es porque tu señor así lo quiso y le has faltado al respeto a sus decisiones, tus acciones deben ser juzgadas—dijo Satou con severidad. No iba a decir nada más, la historia del clan Soga era sólo de Hideyoshi a guardar en su memoria, así como la historia del clan Fusatada en la suya, no necesitaba sacar a sus ancestros para defender a su hijo.

    Matsuda observó a Satou, aquellas palabras calmaron un poco lo que sentía, lo cual era muy confuso y profundo. Miró la reacción de Mao y le quebró el corazón, y volvió a quedarse allí, helado. Así como lo había hecho ante Takeda y Kato. Mao salió corriendo y no pudo hacer nada mas que pensar en Fuji, en como ella si hubiera tenido la valentía de sostener a Mao en ese momento.

    Matsuda se acercó a Hideyoshi y lo miró con los ojos rojos, irritados de contener sus emociones en público —Yo —inició trémulo —Yo entiendo tu odio desde lo más profundo de mi espíritu. El odio se arraiga, es difícil de sacarlo y nadie puede obligarte a hacerlo, eres tú el único que puede decidir perdonar el pasado, así como también aceptar que no lo dejarás ir aunque sea lo correcto en el budismo. Te entiendo Hideyoshi—miró hacia la salida, por dónde había corrido Mao —Pero has hablado de odio, y lo has lanzado incluso a los más cercanos de los Minamoto, mira los rostros de estos japoneses que juzgan tus acciones; puedes sacar tu odio si te apetece, pero no debes quejarte si el odio regresa a ti — concluyó para después salir hacia la búsqueda de Mao, no podía dejarla sola.




    Mazmorra
    (Takeda; Kirara; Riku; Kenzaburo; Jiin)

    —No fueron tus golpes, es su debilidad de espíritu —mencionó Kirara mientras observaba las acciones del miembro de su clan, juzgando su sed por alcohol con una sonrisa en el rostro, no podía cambiarlo en sus vicios, así como tampoco a Taiyo pudo quitarle el vicio por la apuesta. Pero su sonrisa se desdibujo al escuchar a Kenzaburo, en inicio no tomó en consideración que le hablara con tan poca formalidad, ella tampoco lo hacía con nadie; eran las demás palabras, esas que parecían ser una aguja clavada por cada justificación a dejar con vida a esa escoria.

    Kirara se acercó a Kenzaburo y con ambas manos tomó el cuello de su ropa para acercarlo a su rostro con ferocidad —Esa es mi presa; yo la capturé; es mi derecho decidir que hacer con ella, y no me la vas a quitar tan fácilmente— parecía que en lugar de hablar gruñía, sus manos temblaban, no de miedo sino de exceso de energía.

    —Por favor Kirara... —mencionó Takeda mientras Jiin lo veía confundido.

    —¿En serio estás considerando en dejarlo con vida?— dijo Jiin —¡Este desgraciado es capaz de suplantar a cualquier persona!

    —Takeda, escucha bien— mencionó Kirara —Conozco mi deber como líder del clan Fujiwara, sé que debo seguirte y apoyar tus decisiones. Pero no voy a escuchar nada de lo que tengas que decir sobre la vida de esta escoria —dijo señalando efusivamente a Murai —Mató y torturó a mi sangre, se infiltró en mi clan y no se te olvide que casi mata a tu segundo al mando.

    Kirara se giró hacia Kenzaburo —Además, Murai dijo que fuiste un Taira, como es posible que Takeda...

    —¡Silencio!— gritó Takeda llamando la atención de los demás; se estaba comenzando a cansar que todos hablaran por él.

    —Kenzaburo; confió en ti, eso no está en duda —miro a Kirara —No deben de dudar en mi juicio con las personas, conocía el pasado de Kenzaburo, jamás me lo ocultó, ha peleado a mi lado y ayudó a tu clan ante un ataque en Kai; merece tu confianza y respeto.

    Kirara bufó alejándose y se posicionó nuevamente junto a Riku.

    Takeda miró a Kenzaburo —Sé que tus palabras son ciertas, y tu estrategia de búsqueda de información me parece correcta; pero no puedo dejar que saques a Murai; lo que necesitas lo puede hacer el viejo Obata; líder de los ninjas en Iga. No necesitamos a ningún Koga que responde a los Taira. Envié a Matsuda junto al resto justamente a atender esta necesidad para el clan antes de separarnos en Tsu. Así como yo confío en tu juicio, espero tu confíes en el mío.

    —En cuanto a su ejecución — dijo mirando a todos, al parecer más calmados — Los Fujiwara merecen decidir el momento de su muerte; yo, líder de los Minamoto, decidiré el método. ¿Están de acuerdo con mis palabras?






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    Monpoke

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    Riku

    Tal como suponía, rápidamente tomo lugar la discusión que agradezco no formar parte. Y de rápido se formo, también se disipó.

    "Estoy contigo". Asiento hacia Kirara, rompiendo en menos de unos minutos mi supuesto pacto de no interactuar. "Si no hay más por hacerle, prefería sea esta misma noche, aquí, mientras él permanece consciente". Suelto con sierta irritación un riquisito hacia su cuerpo desmayado que puede ni llegar a saber que murió. Siendo una muerte demaciado gentil para alguien como él.

    Por supuesto. Eso es hablando de si sufre una muerte directa, sin darle tiempo a su mente de despertar. Lastima, no se aclara donde queda la tortura en medio de todo esto. Quedará confiar en el método de Takeds.

    "Pero. Temo que en la espera se acabe postergando demasiado". Termino de decir simplemente, luchando con mis diferentes opiniones de cual es la opción indicada.

    Pedir su sufrimiento. No logro encuentrar donde se origina esa voz.

    "¿Quién hace la acción entonces?"
    Dirijo los ojos a Kirara, ella misma lo dijo, es su presa. Ella debería decidir quien le clava los dientes o si ella misma es quien lo hace.

    "Déjenme hacerlo".
    Dejando salir los pensamientos malvados que mantuve en silencio, suelto esas dos palabras en total determinación. Firme y decidido en llevar acabo la tarea.

    Me demoré en registrar eso mismo que dije con tanta naturalidad, cambiando a una expresión de leve confusión.

    ¿De verdad lo dije?

    Aun dudoso sobre el porque lo dije, no solté ni una palabra más. Menteniendo el silencio, sin decir nada para negar lo anterior.

    ¿De verdad lo quiero? Quitárselo a Kirara...

    ... Necesito ese Sake...
     
    Última edición: 4 Diciembre 2020
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    Yuzuki Minami
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    —Fueron los Fujiwara pero no tengo los detalles, lo siento. —Se enjuagó los ojos con algo de fuerza.

    Se limitó a escucharlo entonces, paseando la mirada por el espacio, allí donde le alcanzaban los ojos. No le había pasado desapercibida, eso sí, la saya de la katana de Murai pero prefirió hacer la vista gorda en tanto Takano siguiera despierto, cosa que iba para largo en apariencia.

    Poco sabía ella que en el castillo Hideyoshi se había montado otro de sus escenarios por no saber cuándo mantener la boca cerrada, pero así como había mantenido a Takano tranquilo al negarse a decirle lo de Kato, ella tenía el lujo de estarlo también al haber decidido quedarse allí en lugar de haber ido con los demás. Porque tampoco se hubiese medido, se le habría ido al viejo encima ya fuese a puñetazo limpio o con la katana.

    Después de todo fuera del bosque no era líder de nadie.

    —Bueno sí, disminuyó tu progreso y lo que quieras, pero en medio de una tarea que odiabas encontraste otras cosas, ¿no te parece? —Levantó la cabeza para soltarse el cabello, dado que lo había olvidado antes de acostarse y soltó un suspiro pesado al sentir que algo de la tensión en su cráneo se liberaba con eso. Se recostó de nuevo, girando sobre su costado para poder mirar a Takano—. Pareciera mentira pero varios estaban preocupados por ti, Takeda para empezar, luego el chiquillo, Kuroki, y bueno Rengo que es tu hermano obviamente. Pobrecillo, cuando me los encontré en el bosque intentó ocultarte de mi vista... Como si hubiese roto todos los platos y no quisiera que lo viese.

    Estiró la mano y alcanzó la suya, sin pensárselo demasiado realmente. De nuevo era quizás una forma de tener presente que sí estaba allí, que no eran delirios de fiebre o quién sabe qué.

    —A lo que quiero llegar es que eso, tener gente a la que le importas, es lo que hace que estar vivo sea algo por lo que debas alegrarte. —Presionó suavemente su mano—. Las cicatrices son un recordatorio de que a pesar de que quizás faltó habilidad, al menos tuviste la fuerza para regresar con tu familia. Así que me alegra que no vayas a avergonzarte de ellas.

    Cerró los ojos un momento y quizás, sólo quizás, estuvo por caer redonda, agotada como estaba pero reaccionó de nuevo. Se supone que los estaba vigilando y, además, estaba eso... La saya.

    —Ahora te lo diré una última vez, descansa. Elije, te duermes voluntariamente, te duermo de un golpe o toco una canción para dormir como si fueras un niño. —También estaban las agujas de Shinrin, pero ese era otro tema—. O nos quedamos despiertos como idiotas, porque no pienso pegar ojo hasta que no lo hagas tú.

    Bueno, eso decía pero quién sabe qué tan capaz iba a ser de cumplirlo.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

    Tauro
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    Mao/Masuyo Kobayashi

    Su cuerpo se sentía más pesado que nunca y su respiración se agitaba a medida que avanzaba, sus lágrimas seguían fluyendo y aunque a veces lograba contener los hipidos y sollozos, estos siempre volvían sin mucha demora. Con la poca claridad que quedaba en su mente intentó recordar el camino que los había traído a la sección de habitaciones, con una desesperación palpable, quería dejar de sentirse encerrada entre tantas paredes. Más de una vez tomó un camino erróneo llegando a pasillos sin salida, abrió varias puertas con nula delicadeza sin encontrar lo que buscaba, otras tres veces tropezó cayendo directo al suelo, ganándose un par de rasmillones y más dolor en las rodillas.

    Y aún con todo, no demoró demasiado en llegar a la inteperíe. La brisa gélida parecía ser el único sonido de compañía, tornando más ruidosas las inhalaciones profundas. Lo primero que hizo tras salir fue buscar la luna en el firmamento, pero el gajo blanco no demoró en ser cubierto por un nubarrón oscuro, dejando todo a su alrededor en las mismas condiciones.

    Un quejido dio paso a nuevos sollozos, tan solo atinó a abrazarse otra vez, ya sin saber si por consuelo o frío. Sus labios temblaban y sus piernas volvieron a ceder al peso de su cuerpo, aunque esta vez logró caer con algo más de suavidad. Su cabeza palpitaba con fuerza, está parecía hervir a comparación del resto del cuerpo, el cual desminuía su temperatura queriendo llegar a la par del ambiente. Se encorvó y encorvó, empequeñeciéndose en el lugar, como si así fuera a mimetizarse y pasar desapercibida ante los demás. Entonces las palabras de Kenzaburo le perforaron la mente.

    "No puedo estar seguro de decir que tu madre quisiera verte así a tan temprano edad"
    Soltó un quejido más fuerte antes de seguir con sollozos casi tímidos, con la vista borrosa oscurecida por su posición, intentó visualizar a su madre. A la mujer viéndola así: destruida tras ser una bola de rabia, incapaz de canalizar sus emociones, temblando endeble como hoja otoñal ante la brisa ajena. Tragó grueso, era claro que no estaría feliz ante ese despliegue de violencia, y aún así intentaría consolarla. La acurrucaria en sus brazos, acariciando con suavidad sus cabellos, diciéndole con su voz calma en que había fallado y cómo enmendarlo.

    Pero no estaba ahí, y esas alturas eso era lo que más le dolía, era imposible recibir su cariño, escuchar su risa o hasta sentir sus reprimendas. Ni las de ella, ni las de sus hermanos. Se habían marchado por siempre y a veces volvía a preguntarse por qué no se fue con ellos.
     
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    rapuma

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    Kenzaburô

    Aunque no la amenazó directamente, sí que la fulminó con la mirada en el preciso momento que Kirara lo tomó del kimono y le rugió nariz a nariz. El entrecejo del ronin estaba muy junto, logrando que sus ojos, siempre filosos, la mirarán con un aspecto torvo. No dijo nada pero la mirada era tan explícita que no era necesario agregar algo más.

    "No me toques, mujer", pensó para sus adentros, pensando más en la reacción de Takeda que en la suya propia. Sus labios se tensaron y la comisura derecha se levantó con un gruñido, como si fuera un lobo dando un aviso muy claro: soltarle o morderia.

    Kenzaburô miró también a Jiin y luego la vista volvía a Kirara. Si él mismo se consideraba alguien muy simple de pensamientos, por no decir obtuso, estaba más que claro que esos dos no entendían lo que lograban teniendo a Murai con vida, y lo que podrían lograr con el shinobi yendo de una prefectura a otra: era oro puro. Pero no dijo nada, ya las palabras de Minamoto habían sido claras.

    Kenzo pensó por unos momentos dar un poco de luz a su pasado bajo el estandarte del señor imperial Akishino, pero dada la situación no lo veía necesario: eran palabras que nadie de los presentes, a excepción de Takeda, entenderían por más que se los explique de una forma u otra. Personalmente nunca se sintió un Taira, aunque probablemente lo haya sido. Miró a Kirara por última vez y descubrió que, el atractivo que veía en la mujer se había desvanecido como una bruma en primavera; solo veía a una chiquilla temeraria, no a una mujer. Miró a Takeda.

    —Que así sea, Takeda.

    Notó la tensión en su mano derecha, la cuál estaba aferrando el pomo de su katana. Al darse cuenta de ello, relajó los músculos y todo su cuerpo cambió de postura, perdiendo el aura asesina que sin saberlo había aflorado en el aire hasta el punto de ser palpable en la piel. Pensó que también había cambiado de mentalidad, en otro momento habría desenfundando y todo estaría más complicado.

    —Si hay que cuidar al prisionero me ofrezco voluntario de la primer guardia. Nada le pasará estando yo aquí.

    La verdad es que estaba cansado y el hambre le comía los intestinos, pero consideraba necesario sacrificarse un poco más a costa de conseguir más información relevante para el clan.
     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    Interior del castillo

    Toleró en silencio la respuesta de Kuroki y las reprimendas de Satou y Matsuda. Desde las menciones al budismo, la extraña teoría del odio que enarbolaba Matsuda, y la frustración de alguno de los presentes, ante todo se mantuvo callado. Ya había dicho lo que tenía que decir y no podía seguir discutiendo acerca del tema. En ningún modo se arrepentía de haber opinado en privado como lo hizo, en todo caso, lo que le molestó es haber sido oído por las personas más inoportunas, los chinos mismos, los Tao. Aprovechó unos minutos en soledad y sacó dos hanafuda en blanco para utilizarlas como cartas. Redactó en ambas el mismo mensaje. Luego se dispuso a terminar la comida, al fin y al cabo, tenía hambre.

    "Parece que no habrá demasiada salida para esto, que mi salida", pensó, cabizbajo.

    Se dirigió a buscar a los Tao para ofrecerles una salida diplomática al conflicto.

    A donde sea que estén los Tao ahora, sobre todo ese Zeng
     
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    Amelie

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    Herbolaria (Takano; Yuzuki; Rengo)

    Takano sonrió para soltar una risa ahogada, la risa de aquellos que trataban de ocultar que querían reír aun más fuerte —He encontrado muchas cosas, entre ellas personas a las que debo proteger; y puedo imaginar esa reacción en Rengo, siempre fue el más castigado, así que siempre trata de ocultar lo que hace o ocultar los desastres ajenos —lo miró dormir —No le gusta ver sufrir a otros, Kato siempre dijo que esa era su mayor debilidad y eso me arrastró a mi a castigos más severos para que Rengo aprendiera a controlar su compasión.

    Sintió la mano de Yuzu sobre la suya, por un momento sintió vergüenza por la aspereza de estas. Escuchó sus palabras mientras negaba sonriendo —Gracias Yuzu, trataré de no preocuparte mas —cerró sus ojos —Prefiero dormir a voluntad, no necesitas amenazarme, en verdad estoy cansado. Ahora serás tú quien duerma al último, lo siento.

    Lentamente se fue quedando dormido, el cansancio logró que esto sucediera más temprano que tarde, Yuzuki podía notar como la fuerza abandonaba la mano de Takano, indicando que había entrado a sueño profundo. Mientras tanto Rengo seguía igual, lentamente recuperando color, una buena señal. Kiba permanecía a un lado, dormido sin ser alterado, pegado cuerpo a cuerpo con Rengo.


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    Exterior
    (Matsuda y Mao)

    Matsuda no era un hábil rastreador, pero en estos momentos Mao no estaba siendo sigilosa como siempre; sus pequeños sonidos eran perceptibles en un lugar tan callado como ese, era seguir el camino de agonía de una pequeña, algo que destruía incluso al más fuerte. El lugar era enorme pero el eco era algo muy notorio, incluso los pasos de Matsuda se escucharon antes de poder acercarse por completo a Mao; quién había llegado hasta una sección sumamente abandonada del castillo, dónde el musgo cubría las paredes y el sonido de las aves nocturnas era lo único que peleaba contra el sonido de los sollozos de Mao.

    —Mao...— dijo sin acercarse demasiado; Matsuda era consciente de las emociones de Mao, desconocía el núcleo de ellas pero las comprendía, y más desde que la lanzó al estanque, sabía que ella no era alguien a quien debían de tratar de modos tan descorteses. Se hincó para no parecer amenazante o controlador — Mao, quiero contarte la historia de Fuji —dijo mientras se acercaba un poco más — Ella nació en China; su padre siempre buscó el varón en su descendencia, amenazando a su madre de que él no aceptaría a ninguna otra niña más en su familia; Lan fue la primera niña de los Yon, Lan después adoptaría el nombre de Suguino aquí en Japón. Después nació Fùqīn, y su madre la hizo pasar por varón, Fùqīn más tarde optaría por el nombre de Fuji aquí en Japón, cómo la gran montaña, un nombre que incluso aquí en Japón se considera de varón. Su padre la quiso porque pensaba que era el varón que tomaría el control de sus comercios; pero no podían ocultar por mucho tiempo esa verdad, cuando se supo las abandonó, Fuji era pequeña y no entendía como de aquel orgullo y cariño que expresaba su padre por ella, pasara tan abruptamente al odio y desprecio —suspiró por lo que iba a decir —Por mucho tiempo tenía un odio por China, sólo porque un hombre le hizo tanto daño a alguien a quien amo. Pero fue Fuji la que me dijo lo mal que estaba por generalizar a toda la cultura a causa de un hombre, pues ella también era parte de China— sonrió mientras miraba avergonzado al suelo —Jamás voy a perdonar a ese hombre; pero aprendí mucho acerca de otra cultura, yo estaba cerrado a ello y el amor de Fuji me ayudó a entenderlo.

    Terminó por sentarse en el suelo de madera —No sé por qué no simplemente te consolé en lugar de contarte la historia de mi esposa — suspiró, siempre fue malo en esto, incluso con Fuji —Pero no estás sola Mao, y no quiero que nadie te haga sentir que lo estás; llora todo lo que quieras —dijo mientras el también limpiaba sus ojos, y sacudía su nariz —Llora y ten en cuenta que estoy aquí por si necesitas de un abrazo.


    Interior del catillo
    (Yin; Zeng; Ujihisa, Satou; Kuroki; Kohaku; Natsu; Misato; Hideyoshi; Tetsuo; Terunobu; Daichi; Togashi)

    Satou siguió a Kuroki, sabía que adentrarse a la habitación de los Tao sería algo difícil; así que avanzó para golpear a la puerta antes de deslizarla —Soy yo Satou— mencionó para tranquilizar a los que en su interior se encontraban.

    La puerta se deslizó, Ujihisa era quien la abría, dejó pasar a ambos.

    Zeng se encontraba sentado frente al fuego controlado, su mirada estaba fija en un punto y sólo parpadeaba esporádicamente. Yin estaba de pie, recargado en una de las paredes con los brazos cruzados.




    Tetsuo tampoco decía nada, así como Hideyoshi se mantuvo sereno ante tanto conjunto de sentimientos; pero no pudo quedarse quieto al ver lo que Hideyoshi hacía después, trató de detenerlo pero Hideyoshi avanzó hacia la habitación de los Tao. Entró al ver la puerta abierta por las acciones de Kuroki y Satou. Ni Zeng ni Yin reaccionaron ante esto.

    —¿A qué has venido?— preguntó Ujihisa




    Mazmorra
    (Takeda; Kirara; Riku; Kenzaburo; Jiin)

    Kirara estaba en tensión mientras Riku hacía el ofrecimiento y Kenzaburo respaldaba la decisión de Takeda, quien tallaba sus ojos; estaba cansado, el veneno aun estaba en su sistema, no había sido curado aun y la carga de sus decisiones parecían mostrarse en su rostro, un poco más demacrado, sin atisbo de la sonrisa que antes parecía caracterizarlo.

    —Mañana— mencionó Kirara hacia Riku —Matarlo ahora mientras perdió el conocimiento se me hace una salida rápido a todo el dolor que causó; al menos que pase esta noche sin que nadie atienda sus heridas.

    —Bien— mencionó Takeda —Me gustaría meditar el método de ejecución; pero sé que no tengo tiempo, no quiero ningún tipo de entretenimiento, no quiero un combate injusto, no quiero verlo morir lentamente. Tampoco quiero verlo morir con honor, así que se cortará su cabello para después cortarle el cuello de un tajo.

    Kirara afirmó para después dirigirse a Riku —Serás tú quien tome su vida; no quiero darle la oportunidad de que me insulta antes de irse de este mundo.

    Hizo una reverencia ante los presentes, le indicó a Riku que la siguiera mientras salía de la mazmorra.

    Takeda se dirigió a Kenzaburo —Perdona que tuvieras que escuchar eso; yo me encargaré de que nadie vuelva a juzgarte de ese modo —miró a Murai —Creo que eres el único capaz de cuidarlo por ahora, después podré cambiar guardia contigo; mientras me encargaré de que alguien baje a darte algo de comer.

    Jiin se acercó a Takeda —Déjame guiarte a tu habitación; yo me encargaré del resto para que el señor Kenzaburo pueda estar lo más cómodo— se giró hacia Kenzaburo —Volveré lo más pronto posible con alimento.




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      -3 defensa (veneno)

     
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