Yamanashi Kai

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 6 Septiembre 2020.

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    Amelie

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    Kirara escuchaba a Kenzaburo justo cuando Mao llegaba con ellos, escuchando las palabras de su maestro.

    "Y necesito tu palabra por si mueres en Kamakura"

    Takeda sonrió, pues conocía la forma de expresarse de Kenzaburo; mientras que Kirara miró a Takeda con preocupación.

    —Tienes mi palabra; pero volverás a informarme, pues no planeo perder— dijo entre risas —Pero sería mejor que no fueras solo, también al igual que yo, no dominas tu sigilo; deberías considerar llevar a Mao a tu lado si ella está de acuerdo, ella podría ayudarte a ser más discreto.

    —Perdiste ante mi — mencionó Kirara en voz baja, aquella dinámica entre ellos la había relajado un poco al ver a Takeda reir.

    —Hiciste trampa junto a Taiyo; y aun así honré mi promesa —Takeda señaló a Kirara, recordando como en su pelea cuando se conocieron, Taiyo había interrumpido, provocando que Takeda cayera y perdiera.
     
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    Amelie

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    Takeda reunió a todos nuevamente; Kenzaburô; Mao; Hideyoshi y Kirara ya estaban a su lado cuando aquellos aun en el dojo salieron preparando sus cosas; Taiyo y Yami regresaron con los caballos que tenían de sobre por la pérdida de sus demás integrantes, así que Togashi; Kenzaburo, Mao; Hideyoshi y Takeda pudieron tomar estos animales prestados, con la condición de cuidarlos en el camino. En el pueblo les vendieron a Tetsuo y a Terunobu otros dos para emprender el viaje. Riku ya tenía el suyo así que también lo subió a él despidiéndose de Inosuke. Hinata salió de Kai, como ella había ya anunciado, no viajaría a Kamakura pues debía reunirse con los demás integrantes de su clan para darles la noticia de la existencia de Takeda.
    Los aldeanos se despidieron con lágrimas, la abuela de Taiyo le besó la frente y este le abrazó con fuerza, ya no podían estar allí, habían comprometido la seguridad de la aldea con sólo su presencia, debían irse para que Kai volviera a desaparecer del mapa.

    Así, emprendieron su camino hacia Kamakura, el cual sería más corto gracias a los caballos, esperando que la suerte estuviera de su lado en el recorrido.






     
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    John Whitelocke

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    Soga no Hideyoshi 曽我秀吉

    En Kai

    Se cruzó a Tetsuo, asintiendo con una sonrisa de oreja a oreja al instante en que se vieron. El plan funcionaría porque Takeda estaba decidido, y esto le permitiría al clan elevar a Takeda al nivel de un caudillo, y convertirse en un imán para conseguir aliados de cara a la guerra. Estaba seguro que Tetsuo entendía su gesto alegre, y qué era lo que quería decir con ello. No era necesario mediar palabras.

    Luego se volvió hacia Kenzaburo, con quien había entablado una relación más sólida que con el resto del grupo (a excepción de Takeda claro).

    Si desapareces luego de nuestros asuntos en Kamakura no me dejarás más opción que pensar que estás huyendo de nuestro "asunto" pendiente... salvo que aún sigas con la idea de reemplazar nuestro duelo de entrenamiento con una cacería. No me digas que el temerario Kenzaburo huye ante el "viejo" Hideyoshi—, dijo refiriéndose a sí mismo en tercera persona, con una risa indisimulada que lo hacía ver muy divertido.

    Y en efecto, estaba de muy buen humor. Las cosas parecían ir bien.
     
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    Amelie

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    Afueras de Kai
    [Mao; Murai]


    Habían vuelto a aquella pequeña ciudad, seguía tan vacía como la recordaban.

    —Aquí fue nuestro primer encuentro pequeña Kobayashi —mencionó Murai sonriendo a pesar de no poder ver aquel sitio —Pero yo tenía otro rostro en ese momento; el de Yami. Sabes, el también fue mi alumno —dijo con tranquilidad —Fue una lástima que no cumpliera mis parámetros. Así como tampoco lo hizo Yoshio...—se giró hacia dónde se encontraba Mao, deseando poder ver su rostro con lo que le diría a continuación —...el hombre a quien mataste en Tsu.

     
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    Kaisa Morinachi

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    Masuyo/Mao

    Di un bufido en cuanto me dijo que impediría llamarme por mi nombre, en verdad estaba hastiada de que pasarán por alto mis jodidos deseos; Hideyoshi, ahora Murai. Sonreí con sorna ante la comparación; putas víboras estaban hechos.

    —¡A ver, jodido ciego! —exclamé con voz firme y grave, no era "Ryouma", ni tampoco Mao, estaba lejos de ser como la risueña e infantil Masuyo también; le quería dejar en claro quién tenía el control... O de lo contrario, que se atreviera a humillarme— Vas a llamarme como yo te pida, ¿quedó claro? O lo siguiente que perderás será parte de tu lengua —hablé de manera gutural, pero mi voz salía limpia; las enseñanzas de cantar desde la infancia, no era contra alto por nada y había ampliado mi rango de voz por diversos motivos— Y créeme, Murai —volví a hablar con mi voz grave y femenina normal, acostumbrándome al andar del caballo—, no querrás meterte con una torturara sádica, ¿verdad?

    Detuve el andar del caballo, y por ende, el otro relincho y también se detuvo. Miré al ciego por sobre mi hombro; tanto mi mirada como mi voz eran gélidas, estoicas y sin compasión.

    >>Ya no eres el enfermo desvalido, el preso sin esperanzas; Sugita no Murai, estás en deuda conmigo— Una sonrisa gatuna y aterciopelada cubrió mi boca, lástima que no la viera, al menos podía escucharla—. Y yo puedo ordenárte lo que desee, Murai; y ya me has autorizado para tocarte a mi antojo—. Volví a observar el frente— ¡Ara, ara! —El caballo volvió a trotar suave, y yo seguí hablándole monócorde y seria a Murai.

    >>Te estoy dando una oportunidad para redimirte; oponiendóme a los Minamoto, poniéndome entre las garras de los Fujiwara y traicionando la corazón de mis amados amigos...

    Kenzaburo, Taiyo...
    Kuroki, Kohaku...

    Una sonrisa cínica y suave cubrió mis labios.

    >>Sí eres Taira, un enemigo, no tengo problemas en eliminarte, Murai —hablé con voz aterciopelada—, al fin y al cabo, esa es la última orden que recibimos los Kobayashi; eliminar a la escoria que sea Taira, proteger a los débiles de ellos.

    Una risa suave y cantarina, altanera, brotó desde mi alma y mi ser.

    >>¡Miento! —Y volvió a la absoluta gravedad de inmediato—, lo de eliminar escorias es trabajo auto-impuesto, no quiero que el apellido de mi familia se manche por mis acciones egoístas. Estoy intentando auto-exhiliárme de todos los Clanes, Murai...

    Silencio, para seguir hablando con seriedad luego.

    >>Al único que no odiaba era el que custodiaa mi familia; pero le han arrebatado mi madre a mi padre, y a mi me arrancaron...— La voz se volvió gutural, llena de odio—; me arrancaron a mis hermanos de cuajo, Murai; tú habrás decidió matar al tuyo...— Lo miré sobre los hombros un instante, de inmediato volví a centrar mi severa mirada al frente—, pero yo no tuve elección ni poder sobre la elección de los Taira por matarlos...

    Sonreí con sorna, soltando una risa monosilába sin nada de gracia.

    >>Y fui la única que, a pesar de gritonearle a Kato y inmiscuirme en sus discusiones con su hijo menor... no fui castigada por él— Sonreí con satisfacción, autosuficiente—, estoy por encima de ti, Murai; porque dejé en vergüenza a Fujiwara, que te dejó reducido a nada a ti. No recibí el castigo de Kato, a pesar de que él sí castigo severamente a Takeda...

    Le sonreí, mirándolo por sobre el hombro, confiando en la guía de mí caballo.

    >>Estás hablando con la futura líder de un Clan, pero ese no es el Clan Kobayashi —Miré otra vez al frente—, pues mi padre es el líder de este, y sigue vivo...

    Silencio, seriedad absoluta...

    >>Y tal vez llegue el día en que tenga que matarlo con mis propias manos, espero que así no sea...

    Brisa, viento; relincho, caminar; muerte, traición; deseo, vida...

    Fortuna

    >>Pero estoy dispuesta a darlo todo por mis propios ideales, pues ya no me puedo encasillar en ningún Clan; porque todos me han decepcionado a su estúpida y grave manera.

    ...

    Seguimos el viaje en silencio, en un momento nos encontramos con un joven de buen aspecto y... Tan solo pude soltar un suspiro hastiado, palmeandóme el rostro, al ver el espectáculo vergonzoso que me brindó Murai...

    ¿Seiryo?... Ryo... Je...

    —Maldito y jodido viejo —Bajé con agilidad del caballo para ir a socorrer al, por ahora, minusválido— Sí no te matan por altanero, te morirás por estúpido; métete bien procesadas mis palabras en tu jodida cabeza de canario imprudente— Me quejaba sin pudor mientras le ayudaba a levantarse; le sacudía la ropa con cuidado, observaba la herida de su pierna, en busca de agravasiónes.

    >>Eres un jodido viejo ciego, no tuerto Murai —dije con crudeza y dureza por igual, ayudándole a subirse otra vez al cabello. Una vez él arriba, le tironeé el cabello con mucha, mucha fuerza—; ¡¿Me escuchaste, o pasaste mucho tiempo con los gritones de los Fujiwara, que aparte de ciego también quedaste sordo?! —Le solté el cabello con brusquedad para subirme a mi propio caballo, estresada y alterada. Al menos con él no sentía lástima alguna al momento de las agresiones físicas.

    Me mantuve el resto del camino en silencio, malhumorada, aunque de vez en cuando tarareé bajo alguna que otra canción de cuna popular entre los Kobayashi, muchas relacionadas a la luna y los bosques.

    ...

    Entonces llegamos a Kai, nos bajamos de los caballos y decidimos ir a pie... El recuerdo de Kirara sometida... estar en Kai...

    Yoshio... Me quedé estática, la sangre se me heló por un momento, me quedé sin aire...

    Y el siguiente movimiento fue fluido; el gélido frío de mi katana estaba acariciando la mejilla de Murai, miraba sus ojos vendados con mi mirada entornada en su máximo punto; ninguna parte de mí vacilaba, mi respiración era casi insonora.

    Mi voz salió jodidamente grave, sin elección de preferencia. Gélida.

    >>Me vas a decir todas las putas mierdas relacionadas a él, al Ronin Desterrado Kenzburo; cómo se conecta indirectamente todo esto con Rengo Harima y el espadachín Natsu; ¿Entendido, Murai?

    Envaíne mi katana y le di la espalda, volviendo a agarrar la rienda de mi caballo.

    —Vamos —espeté con brusquedad, empezando a andar—. Y desde ahora eres ciego y mudo, Murai; hasta que yo decida cuando puedas hablar— Apenas y miré sus ojos vendados por sobre mi hombro, sin parar de caminar con tranquilidad—, porque desde ahora y hasta que puedas valerte por tu cuenta sin hacer el puto ridículo, yo dirijo, hago las estrategias, tomó decisiones finales y, sobre todo Murai; decido qué es lo mejor, qué está mal y que camino es preferible tomar...

    Miré al frente; Kai.

    >>Porque soy Mao; la araña que teje su propio destino—. Y volví a mirarlo por sobre el hombro—, y ese, Murai, es el nombre que más atesoro en todo este puto y jodido mundo, así que respetalo más que mi apellido.

    Volví a mirar al frente.

    >>Pues Masuyo no Kobayashi es un fantasma; esa chica murió junto a sus hermanos, siempre estará al igual que ellos.

    Cabizbaja, murmuré lo último—, pero nunca podría volver a ser ella.

    Y cinco o más lágrimas surcaron mis mejillas en mi más absoluto silencio, cosa que solo un buen oyente podría presenciar, y un mal ciego pasaría por alto.
    ...
     
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    Afueras de Kai
    [Mao; Murai]

    Murai había ignorado las palabras de Mao antes de ingresar a Kai; pero las recordaba, trataba de entenderlas; trataba de entenderla a ella, su comportamiento, sus valores, su manera de actuar.

    —Puedes quitarme la lengua si quieres; soy impertinente, es algo que viene de mi y no podrás cambiar, si quieres imponerte ante mi has lo mismo que hicieron los salvajes de los Fujiwara, sigue ese camino de tortura —mencionó al recordar la discusión sobre si llamarla Mao o no. Después recordó lo que mencionó de sus hermanos, también del suyo.

    —Hablaste de matar, has dicho que incluso matarías a tu padre; somos iguales, estás abandonando tu apellido al decir esas palabras — avanzaba sin precaución con sus manos extendidas, aun sobre el caballo—Te prometí que hablaría de mi hermano contigo, pienso cumplir esa promesa; pero para mi siempre serás una pequeña; porque yo no digo los nombres a la ligera.

    Sonrió —Me ha gustado que me dijeras canario imprudente, porque lo soy, sólo canto y molesto a las personas; eso era mi día a día, porque podía, porque era el mejor. Ya no lo soy mas —no dejaba de sonreír —Pero seré algo más, porque las personas debemos transformarnos, así como las serpientes cambian de piel, así debemos ser, así eres ahora. Una como yo; pero más pura.

    Comenzó a reír —Vaya que los Fujiwara son gritones, sobre todo Shinko— demostrando que él también tenía sentido del humor.

    Después de bajar de los caballos Mao habló.

    "Me vas a decir todas las putas mierdas relacionadas a él, al Ronin Desterrado Kenzburo; cómo se conecta indirectamente todo esto con Rengo Harima y el espadachín Natsu; ¿Entendido, Murai?"

    —¿De qué me estás hablando, pequeña? —preguntó en verdad confundido —Tú dime como es que has conectado todo eso en una oración. Sé que Kenzaburo es pupilo de un viejo maestro que sirve a los Taira. Del niño Rengo no sé nada, lo conocí de vista en el ascenso a la montaña, a Natsu igual. No me interesan en lo más mínimo— esta vez extendió sus manos con precaución para no chocar con nada.

    Comenzó a reír —Perdona pero no puedo ser mudo si me estás haciendo preguntas; no me des imposiciones imposibles —sonrió — Las contradicciones son el peor defecto en un shinobi, si no mantienes tu historia perfectamente ordenada, no podrás jamás obtener información como es debido, debes calmar tus emociones; no dejes que los demás te controlen con ellas; porque créeme, eso es fácil de hacer.

    Escuchó lo último con atención —Toma las decisiones entonces; seguiré tu guía si es lo que tanto deseas. Estás en ventaja ante mi, así que respeto tu poder — mencionó con un tono alegre en su voz — Dime entonces que es lo que quieres hacer; yo te he sugerido un plan; pero ya eres una mujer, decide tú, confío plenamente en tu juicio. Yo obedeceré mientras sostengo tu saco con monedas —mencionó sujetando el saquito que le dio al encargarle la economía del equipo —No seas mala, ¿Podrías buscarme una vara con la cual pueda estar tentando el suelo? Ya ves que soy un canario imprudente, si sigo sin practicar mi nuevo andar, mi nueva realidad me consumirá — trataba de mejorar las palabras, pues no podía dejar de molestar o de ser imprudente, esa era su naturaleza, así como la del escorpión que encaja veneno cuando está asustado — No me vaya a caer y causarte más vergüenza
    Mori puedes moverte de prefectura, si es así avísame para tirar la lista y ver quien tira el dado de movimiento.
    También puedes permanecer en Kai si lo prefieres.
     
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    Kaisa Morinachi

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    ¿Mao?
    A las afueras de Kai.

    Escuché sus palabras en silencio, varias veces quince contra-argumentarle, pero su hilo narrativo era tan bueno que ya estaba procesando los primero dicho, cuando pesaba a responderme lo siguente, supongo. Vaya, pobre hombre.

    —Detente —demandé monócorde,.con voz autoritaria, pero apacible. También me aseguré de que el caballo no fuera a escapas. Luego me acerqué a él, tomándolo del brazo con firmeza y la mayor delicadeza que me fuera posible; que apoyara su peso en mi, que dejara descansar su pierna. Lo acerqué al caballo, lo dejé estacado cerca de él, para así poder entregarle las cuerdas—, Ahora tu guía a mi caballo, el guiará al tuyo y yo a ti —expliqué de manera... ¿clara y concisa? Espero que allá sido clara.

    Entonces me coloqué frente a él, para colocar con delicadeza su rostro entre mis ambas manos... Vaya, sí que era cambiante.

    —Inclina la espalda, grandísimo idiota —esperé a que me obedeciera— Un poco más... más... ahí —solté aún monótona, en cuanto estuvo a la altura deseada, aún con su rostro en mis manos, me alcé de puntillas y besé su frente con demasiada ternura. Solo un beso casto, luego de eso los solté, me erguí como correspondía y solté una risita síguela, cohibida, pero alegre. También había terminado por enlazar mis manos tras mi espalda.

    —¡Te ayudaré en todo lo que necesites, Murai, menos en matar gente! —exclamé suave, dejando después lo risueña para hablar solo con calma. Extendí mi mano derecha hasta acunar su mejilla izquierda, acariandóla con precaución y mimo— No me gusta la muerte, Sugita no Murai, por eso...— Desvié la vista, murmurante, pero aparte de la nostalgia, la tristeza ni arrepentimiento se filtró en mi voz— soy médica; como Natsu, Yuzuki entre los Harima...— Volteé a encararlo otra vez, con una sonrisa compungida y algo más de arrepentimiento en la voz, y puede que un tono tristón— Natsu se ha ido, yo también— Despréndi su mano de su mejilla, me la enlace de nuevo con la otra tras la espalda, cabizbaja y con una voz monocórde y desenfadada.

    >>Le has quitado uno de sus pocos médicos a Takeda...— Apreté los labios con fuerza, inhale hondo por un tiempo prolongado, luego exhale lo más imsonoro posible, despacio. Me coloqué al lado de Murai donde estaba su pierna herida y no los caballos. Lo agarré con firmeza del hombro, listo para ayudarlo a caminar.

    >>Antes que nada, Murai —hablé con calma y cierta dulzura se coló en casa acción mis; una que no sacaba desde ese fatídico día, una que solo Kenzaburo había sido capaz de presenciar, de sentir...

    De descubrir...
    ¿Estaría él bien?
    >>Yo seré tu bastón de momento hasta que encontremos uno de gran calidad que sirva para las labores que te interesen, obviamente, en esa categoría debería estar incluida la lucha cuerpo a cuerpo —expliqué con paciencia, ni idea a dónde se había ido toda mi lucha y rabia, toda mi frustración y tristeza. De la nada ahí estaba; siendo buena con un hombre horrible.

    Horrible...

    Debía ser horrible matar a dos de tus discípulos, aparte a tu hermano, ¿no?

    —Jeje...

    Vaya hombre más estúpido.

    Empatamos a caminar bajo mi tutela, con lentitud, él se encargaba de que los caballos nos siguieran. Hablé con el estoicismo suave que me había llegado de repente; arrullánte.

    —No puedo pedir que te calles por siempre, y yo deseo mucho hablar contigo se cualquier estupidez —sinceré, soltando una leve risa fresca y cohibida por lo último, cabizbaja; luego alcé la vista, apacible—, pero si hay algo que odio... eso sería no tener el control sobre la situación; no por malvada, me gustaría pensar...— Volteé a verle, poco me importaba que ahora fuera ciego; le sonreí avergonzada, con una hilera de dientes algo descuidados, a ojos cerrados— Soy la hermana mayor, Murai; debíamos tener el control sobre los pequeños, para que nada malo les pase.

    Miré al frente otra vez, viendo como nos acercábamos cada vez más a la pequeña Kai.

    >>Harima no Jiin, el hermano mayor que tenía Takeda... Takano también sufre de eso, Kirara es de las que más se descontrolan a causa de eso.

    Me detuve en seco, cabizbaja y con la sonrisa leve y afable aún en mis labios, pero lo dicho contradijo en total mi siguiente oración; más teniendo en cuenta la voz quebrada, aunque monocórde, que acariciaba el llanto, pero seguían siendo palabras habladas.

    >>Nunca te perdonaré haber matado a los Fujiwara, Murai; porque Kirara ya hizo suficiente dejándonos chance de escapar...— Sorbí con fuerza la nariz, me dijeron dos pequeños espasmos, hipidos silenciosos, no demoré en desprenderme de Murai para poder limpiar el par de lágrimas incontenible.

    Inhala.... Exhala... Inhala...

    —Ah... —solté un suspiro pesado, con mi mirada vacía. Luego me aferré otra vez a su brazo. Lo siguiente lo dije con absoluta seriedad, la ternura había desaparecido.

    —Kirara te odia tanto como yo a Gendo Taira; por eso fue capaz de someterte hasta el más último asoecto— Una sonrisa ladina me ganó la seriedad— Je... menos la esperanza, estúpida alimaña —hablé más afable, sin perder mi tono monocorde—. Eres bastante jodido, ¿sabe? —Me detuve, para terminar de hablar antes de adentrarnos en las calles de Kai. Miré a la cara a Murai—, te vas con el Clan más grande, de esa manera siempre tendrás "aliados"

    Luego solté un gruñido furiosa, gutural e improvisto hasta para mí escupiéndo con brusquedad al costado de Murai, sin tocarlo a él con la saliva. Me limpié la boca con el antebrazo. Luego clavé mi mirada en el piso, empuñe una mano a mi costado y con la otra apreté el hombro de Murai, ejerciendo la misma fuerza en ambas; que sintiera mi furia.

    —Ellos lo traicionaron, no sé bien qué pasó, pero tengo datos inconexos —murmuraba, ya no como un siseo; era tan sencillo como un gruñido gutural.

    Los lobos famélicos
    >>Me importa una mierda quienes le eran leales o no; lo emboscaron y... y...— La última vocal me quebró la voz, todo mi gesto se entristeció, y me aferré con la mano en el hombro de Murai con aún más fuerza, pero era un agarre distinto y se notaba; buscaba sostenerme. Di un bufido sonoro, que me permitió volver al ton monocorde y serio de mi voz—, casi lo matan, Murai; te puedo perdonarlo mil errores, pero nunca que mate a un inocente...

    Diablos...
    Jejeje...
    Al final...
    Me paré de puntillas, afiance el agarre de su hombro, solo que ahora esa mano se aferraba al cabello de su nuca; bajándole la cabeza para poder murmurarle al oído;

    —Como mates a uno solo de mis tesoros, ya sea mío o de las personas que amo, Murai... No te salvas, te juro que te mataría en un abrir y cerrar de ojos...— Melosa, no sensual; una daga de hielo hirviendo— solo por que te tengo compasión

    Kenzburo era lo más importante.

    Lo solté, dejé que se tomara otra vez la compostura, pero antes de que me hablara le hice callar con un chitido.

    >>Esto será lo último de momento que me digas por voluntad, Murai; cuando entremos a Kai, solo responderás a las preguntas que te haga: Esa será tu forma de comunicarte con otros, ¿entendido? —empecé afable, pero como la mayoría de las veces...

    Terminé bastante seria.
     
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    [Mao; Murai]

    Sintió el beso y sonrió, nuevamente se limitó a escuchar, mientras jalaba a los caballos. Hasta que escuchó el escupitajo e hizo una mueca de asco; no tenía que ver la acción para expresar sus emociones.

    —No necesito tu ayuda para matar; puedo hacerlo incluso en este estado siempre que tenga mis venenos. Soy ciego, no estúpido — colocó su mano sobre la de Mao la cual reposaba en su brazo — Mi mente sigue siendo privilegiada.

    Hizo una pausa mientras pensaba el las palabras de Mao —Dime quienes son tus tesoros, y prometo no tocarles ni un sólo pelo de su cuerpo— mencionó con seriedad —Hiro— mencionó con voz seca, su rostro se mantenía al frente mientras sujetaba la correa y escuchaba los cascos de los caballos detrás suyo —Mi misión era detener a los traidores; y él había cometido el crimen de traición al ayudar a los Fujiwara a escapar de Kioto un día después del asesinato a los Minamoto. Por culpa de los Fujiwara mi hermano tuvo que intervenir, si los Fujiwara hubieran sido lo suficientemente fuertes o al menos lo suficientemente valientes, mi hermano no hubiera intervenido como lo hizo. Ellos lograron escapar pero Hiro se quedó atrás para que ganaran el tiempo necesario para huir.

    De nuevo hizo una pausa —Prometí a Akishino que eliminaría a todos los Fujiwara, a cambio de ello perdonaría a Hiro. Me dió un límite de tiempo el cual no pude cumplir, los desgraciados escaparon, seguramente ocultándose en esta maldita ciudad perdida de los mapas; ciudad dónde seguro Taiyo los encubrió hasta que se recuperaron.

    El agarre fuerte de la cuerda se escuchó, sus manos estaban rojas —Akishino lo tenía que sentenciar, era culpable de traición. No culpo al emperador por seguir un protocolo tan básico; por eso no culpo a Takeda de decidir lo mismo conmigo —suavizó el agarre de la cuerda —De rodillas acudí a Akishino, estuve allí hasta que las rodillas me sangraron mientras rogaba por el perdón ante mi hermano, él no podía hacer nada; estaba tan desesperado que lo amenacé —sonrió —Le dije que si no lo perdonaba, yo dejaría de estar a su servicio. Tomé mi tanto y amenace con matarme allí mismo. Akishino pateó el tanto; me dijo que él no podía perdonar a Hiro por su traición; pero si podía decidir su muerte y su ejecutor. Me dijo que debía ser yo, y si no lo hacía yo; terminaría matando de la peor manera a Hiro.

    Volvió a guardar silencio por unos instantes mientras caminaban—No permitiría que nadie tomara su vida, así que acepté. Le dije a mi señor que yo mataría a mi hermano a mi manera; con un veneno que recién había creado —sonrió —El accedió; y tuvo que respetar mis métodos. Usé un veneno que pasa desapercibido y va matando lentamente; de esa manera Hiro podría salir de Kioto, y así vivir sus últimos años en paz, antes de que mi sentencia surtiera efecto.

    —Yo maté a mi propio hermano; pero lo hice de una manera misericordiosa —se giró hacia Mao, a pesar de no poder verla —Gracias a mi, Takeda pudo conocerlo ¿No crees que me lo debería agradecer? Yo fui quien le dio un segundo padre, prestándole la vida de mi hermano.

    Bajó la mirada —Me creí muy listo pequeña; creí que en ese tiempo mientras el veneno destruía a Hiro, que yo sería capaz de encontrar un remedio que no fuera inmediato; y fallé. No pude salvar a mi hermano. Cumplí mi misión, y él su sentencia.

    Comenzaban a ingresar a Kai, se aproximaba su silencio impuesto —Así que vuelvo a preguntarte, dime quienes son tus tesoros y no los tocaré. Pero te advierto, si en esa lista está un Fujiwara; no cumpliré con mi promesa. Porque aun quiero matarlos a todos, no confundas mi perdón ante Kirara en la mazmorra, quiero que vengan por mi ahora que yo no puedo ir por ellos; porque cumpliré con lo que prometí. Exterminaré a los Fujiwara, y para eso no necesito que intervengas.

     
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    Masuyo
    A las afueras de Kai

    Lo miraba fijamente, seria, pero... cuando todo cobró sentido mi agarre se afianzó debajo de su propia mano. Los gimoteos casi ínsonoro, los leves espasmós estaban, imperceptibles a la distancia. Pero me callé en lo absoluto cuando llegó la resolución que había hecho él con sus propias manos. En mitad de la última parte del relato solté todo el aire contenido con sonoridad por la nariz, cabizbaja aún desde que empezó el llanto. También había empezado a mover mi mano con sutileza, de izquierda a derecha, buscando discíparle la pesadez. Luego, a un par de pasos, cerca del final, deje de servirle como bastón humano; entrelacé mi mano con la suya libre, afianzando el agarre; suave, pero demasiado firme. Un agarre que solo yo, u otra mujer maternal, lograría tras mínimo 8 años de práctica.

    —Eres fuerte, Murai —comenté cabizbaja, firme y clara, pero con un volúmen bajo, sosegado—, pero un gran idiota, y de los egoístas.

    Miré al frente, estoica y con pensamientos ambivalentes.

    >>No matarás a los Fujiwara, lamento informarte que intentaré matarte antes de eso, estimado. No por Kirara; Por Taiyo, por su hermano menor y... por su nuevo integrante, Riku...

    Di un pesado suspiro, deshasiéndome con ello de mis emociones, pero el sentir nunca me abandonaría.

    >>Por Takeda y por su alianza; por la victoria... Recuerda que soy enemigos de los Taira, Murai...

    Y frené en seco, sin soltarle la mano. Lo miré, a su cabeza, a nada en específico de ahí, y seguí hablando serio.

    >>Pero de momento, el motivo que más me parece necesario recalcar, Murai...— Y sonreí, ladee la cabeza y le sonreí con una ternura que hace lunas no sentía con tal intensidad— que, por sobre todos los motivos, no quiero que mates a los Fujiwara por ti...

    Reanude la marcha, amoldándome a su ritmo, marcando el camino.

    >>Porque... vengarte no te dará más que vacío; porque estoy segura de que Hiro no hubiera querido eso, porque es el padre de Takeda, su último padre. Y ningún padre quiciera que su hijo fracasara... y la alianza con los Fujiwara es primordial para eso; la victoria— Me callé un rato, solo para que procesara lo dicho, pues al mínimo indicio de habla volví a alzar la voz.

    —Aún no estoy lista para eso, pero... Mi padre sigue vivo; los Kobayashi siguen de pie... pero yo morí junto a mis hermanos ese día, Kimura y mi propio Hiro— A pesar del estoicismo y la apacibilidad, la pena y dejes de angustia eran inevitables, manchando mi relato de voz tierna con una amargura profunda; pero miraba al frente, al pequeño pueblo cada vez más cercano, esperanzada—. Ya no puedo ser una Kobayashi, porque sé que no podré cumplir con ninguna labor ahí impuesta, lo sé pues no por nada soy hija de quién manejó las riendas del Clan por años...

    Encare a Murai, mirando de reojo el camino inminente.

    >>Y tampoco quiero que seas un Fujiwara... y mucho menos un Taira, Murai Sugita...— Mi voz se agravó al punto de sonar como un crío, pero seguía fusionándose con la cordialídad y suavidad que me había encargado de sabotear por mucho tiempo, más del necesario; grave, baja— Quiero que renazcás, renazcás bajo la sombra de un Clan que sepa apreciarte, protegerte.

    Entorné los ojos, sientiéndo de golpe las lágrimas perlandólos, se me apretó la garganta con un nudo. Inspiré hondo, tragué grueso. Silencio, no derramé ni una sola, mirando al frente.

    Suspiro pesado.

    >>Hasta que ese día llegué, usemos nombres clave, que serán el indicio de algo más grande... Llámame Suzuhī hasta que encontremos un lugar seguro y privado...

    Fresco y resplandor...
    >>¿Me dejarías llamarte Kagayaki? Siento que lo mereces.

    Y tras sentenciar eso, cruzamos la línea invisible que separaba un lugar deshabitado de una comunidad.
     
    Última edición: 13 Febrero 2021
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    Amelie

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    Afueras de Kai
    [Mao; Murai]

    —No me dejas vengarme; pero tú deseas destripar a Gendo —comenzó a reír fuertemente — Quieres salvarme de un destino que yo mismo he elegido, entonces permíteme poder hacer lo mismo contigo; aléjate de Gendo o terminarás muerta sin cumplir ninguno de tus objetivos. Entiende que vivir es la bofetada más grande que puedes darle a la vida—sonrió —Es como yo ahora, pensando en cómo los Fujiwara estarán en estos momentos, sabiendo que me tenía, que estaba bajo su control; pero no contaban contigo, Kirara seguramente desea verte en la misma fosa común conmigo.

    Era directo, aquel hombre había vivido demasiado; conocía más al mundo, sabía como se movía —Puedes llamarme como quieras, pequeña Suzuhi—mencionó al aceptar el nuevo nombre. Pues no podía pronunciar el de Mao.

     
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    Kaisa Morinachi

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    Suzuhi/MAO
    Calles de Kai --> En busca de un hospedaje o lugar para comer.

    Solté una risa suave y agraciada, melodiosa sin perder mi característico tono de terciopelo. Negué con suavidad la cabeza, sonriente ante el camino que teníamos al frente.
    —¿Aún me tienes en tan baja estima, Murai? Lo siento, digo; Kagayaki—. Mis ojos se entornaron y alcé un poco el mentón, algo altiva, pero más bien divertida. No soltaba la mano del hombre en ningún momento, es más; había empezado a acariciar con suavidad el dorso de esta tras un leve cambio en la manera de agarrarla—. Una persona no puede morir dos veces —dije con calma, apacible como estaba ese día, aparte de que el volumen solo era el suficiente para que los atentos oídos de Sugita me escucharan—, yo morí aquel día, sin saberlo; ahora soy otra, y esa otra no está destinada a morir en manos de Gendo Taira, por eso mismo no voy en su búsqueda. Aparte, el señor Kobayashi me ha ordenado, indirectamente, no enfrentarme sola a él; mientras ese caballero viva, es el único encargado de destronar a Gendo de su poder, ya sea matándolo o, como bien intentaron hacer contigo, reducirlo a la nada misma. Somos despiadados, pero...— Mi tono, que se había tornado serio, bajó un poco su volumen; murmurante—, perdonamos demasiadas cosas. Confío en que papá, sí es que vive, sabrá impartir la correcta condena. Parece un hombre bastante sabio.

    Mientras caminábamos había empezado a mirar con vertiginosidad todo a mi alrededor, solo con las pupilas, con suerte y virando un poco el rostro; en busca de un lugar donde descansar en paz, privado. Y puede que una cara conocida sí se daba el caso.

    —Suzuhi será tu única aliada, Kagayaki; las otras te tendrán algo de compasión, pero la piedad igual mata. Recuerda estas pocas palabras, cada día soy alguien distinta, una persona en un momento cambiante. Flujo, cambio, versatilidad; complemento, equilibrio—. Lo miré de reojo, sonriente—, El Camino, estimado Yaki; el camino que nos llevará a la victoria se compone de todo eso—. Volví a mirar al frente, por sí era capaz de reconocer un lugar dónde almorzar—, ¿te gustaría aprender sobre el Taoísmo? Siento que te ayudará a organizar toda esa mente privilegiada que tienes, y de paso dejar de comportarte como un descerebrado sin juicio valórico.

    ¿Qué sí el viejo era sabio? ¿A costa de cuantos errores? Tal vez estaba lejos de alcanzar su conocimiento; pero mi instinto era más perspicaz que el suyo, definitivamente. Sí no hubieran sido Taiyo y Kirara, sí hubiéramos sido Kenzaburo y yo... La sonrisa sutil se mantuvo, ambivalente, calmada.

    Sí que éramos unos monstruos, ¿no?
    Que pena por los Taira.
     
    Última edición: 14 Febrero 2021
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    Amelie

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    Afueras de Kai
    [Mao; Murai]

    —No, no me interesa —dijo ante su pregunta sobre el taoísmo —Pero sé que me lo embarrarás en los oídos de todos modos —mencionó mientras se acercaban al shukusha —Y yo tendré que escuchar en silenció — Sopló la mecha de su pelo que caía en su rostro.




    [​IMG]

    El dueño del shukusha los miró sorprendido, pues no solían recibir ninguna visita en aquel pueblo, estaba sentado jugando shogi con un amigo, se levantó y los recibió con una leve reverencia —¿Qué es lo que los a traído a Kai? —inquirió con una mirada celosa.

    Murai sonrió; pero no dijo nada. Ahora eso era responsabilidad de ella.

     
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    Kaisa Morinachi

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    Suzuhi/Mao

    Solté un pesado suspiro a su respuesta, decidiéndome por soltarle la mano.
    Dolía.
    Si, había vuelto el dolor.
    —Eso a sido más fuerte... de lo que quisiera admitir —murmuré, con una voz gélida, como a quien le raspa la ventisca la garganta—, pero no. No pienso hablarte de aquellas enseñanzas como corresponde, si no estas interesado en ello—. Y volvía, la nada, la ira inconclusa, el sentimiento de vacío; hablé, monocorde, pero distinta a lo anterior, un leve rencor—. No te lo mereces.

    Entramos al lugar en silencio, no demoraron en hablarnos.
    —Vamos de paso...— Cerré los labios en una fina línea, los miré en silencio, dubitativa a pesar de que mi expresión era una máscara que no expresaba nada. Vacío, vacío, vacío—. Somos yo y mi hermano —hablé al fin a los pocos segundos—, lo encontré hace poco en estas míseras condiciones, cerca de por acá, en los bosques —proseguí monocorde, para luego acercarme al dúo, guiando a Murai al llevarlo de la mano. Una vez frente, saqué un pequeño saquito, donde guardaba unas pocas monedas para las acciones del día; el resto del dinero estaba mejor guardado, con Sugita—. ¿Cuánto ofrecen por día? No los incordiaremos por demasiado tiempo, pues tenemos un lugar a donde volver.

    Mentira, Masuyo:
    Tú no tienes a dónde volver.
    Acéptalo de una vez.
    Sonreí con suavidad, ladeando un poco la cabeza.
    —Si es que no es mucha molestia, ¿tendrán para un baño? Y solo necesitaremos una habitación, pues no tenemos problema en compartir—.Volví a tomar la mano de Sugita, con suavidad, para voltearme a él sonriente a ojos cerrados—. ¿Verdad, hermanito? —solté con una dulzura impostada, aunque me salió casi tan natural como seguir respirando.

    Pero el nudo de la garganta subía.
    Quemaba.
    Y me preguntaba por qué seguía viva.
    Porque no tenía el derecho de morir
    no cuando ellos partieron primero.

    —Oh, casi se me olvidaba —hablé con calma volviendo a direccionar mi mirada algo sorprendida al grupo de hombres, luego les sonreí cordial a ojos cerrados—. Soy Suzuhi, él Kagayaki. Ah, y en lo posible, necesitamos alimentar a nuestros caballos.
     
    Última edición: 15 Febrero 2021
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    Amelie

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    Shukusha
    [Mao; Murai]


    Murai afirmó ante las palabras de Mao, parecía querer decir algo pero se contuvo; Mao ya había puesto las reglas y planeaba respetarlas.

    El hombre observó a Mao para luego dirigir su vista hacia Murai —Suzuhi, y Kagayaki; hermanos ¿Eh? Tienen una diferencia de edad muy marcada —mencionó con una sonrisa —Perdón, perdón —dijo agitando su mano frente a su rostro en vergüenza —No debo meterme en temas familiares; pueden descansar aquí sin ningún costo si es que nos ayudan a cazar algo, cerca de aquí hay jabalíes; el pueblo es en mayoría ancianos y niños, así que no contamos con mucha fuerza de la juventud —miró a Murai —Esos jóvenes, siempre abandonan su vieja aldea por viajar y conocer grandes ciudades. Usted señor Kagayaki puede descansar, dudo que pueda atrapar algo en sus... — volvió a mover su mano frente a su rostro —...perdón, perdón.

    El hombre avanzó dejando a su amigo frente al tablero de shogi —Síganme, les mostraré su habitación y los baños. Sus caballos también serán atendidos. no se preocupen.

    Les indicó que los baños eran públicos, justo saliendo del shukusha, sin distinción de género, después los guio por el pasillo del shukusha para mostrarles una pequeña habitación; diminuta comparada con la que Mao vio en Kamakura; pero para Murai, dormir en un futón representaba el fin de su cuerpo tensado y lastimado.

    —Cualquier cosa no duden en gritarme; no salgo mucho de aquí; pero me duermo temprano, así que por la noche no los escucharé— sonrió —Caigo rendido ante el sueño.

    El hombre salió deslizando la puerta para cerrarla y que ellos se acomodaran. Murai se recostó en el suelo, estaba cansado.

     
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    Kaisa Morinachi

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    Suzuhi
    Dentro del Shukusha

    Nada en mí debería generar agresividad, con una mano por sobre la otra, brazos caídos y aferrándome a mi monedero; una sonrisa que marcaba demasiado mis pómulos, parpados cerrados sin tensión alguna. La cabeza algo ladeada, las cejas no expresaban nada, libres de tensión también, todo esto en cuanto mencionó nuestra gran diferencia de edad, y luego se disculpó. Asentí con lentitud ante sus preguntas.

    Claro, todo era una farsa, pero ya me estaba montando una justificación para ello en la cabeza... Y no era una linda historia. Volví a abrir los ojos con calma y apacibilidad, observando siempre el rostro de quien me habla, sin necesidad alguna de observar sus movimientos; ya conocía Kai, y no iba a desconfiar de quienes nos hospedaron con calidez en su momento, no sospecharía del pequeño pueblo que defendí...

    Murai...
    ¿también mató a los Taira que estaban en esa disputa?...
    Era un suceso a tener en cuenta.

    Muy en cuenta.
    —No se tiene que disculpar por decir la verdad, señor —hablé con calma sin perder la sonrisa ahora pasiva, restándole importancia al asunto con un sutil movimiento de manos—; yo no me ofendo por lo dicho, y él, mi hermano; debe aceptar que ya no podrá hacer las mismas cosas que antes—. Eso sí que no era una mentira. Cerré los ojos, ampliando mi sonrisa suave—. Aunque, claro; eso no significa que se volverá un inútil.

    Ahhh,
    jodida impostora.
    Eres peor que Murai Sugita;
    el asesino de los Taira, osea...

    El que asesina por los Taira,
    que gracioso,
    la fragilidad de las balanzas.

    Sonreí entonces de manera distintas; con convicción, acompañando la decisión en mi expresión frunciendo el ceño con determinación. Empuñé mi manos, para flexionar el brazo y, tras haber guardado con rapidez y sin dificultad alguna mi monedero, toqué mi músculo endurecido con la mano libre... Estaba bien, pero seguía siendo un brazo de niña.
    >>Yo me encargaré de que este hombre se vuelva un ser productivo—. Entonces otra sonrisa, a ojos cerrados y ahora mostrando mi hilera de dientes, algo descuidados—; jijiji, ¡daremos lo mejor de nosotros!

    Tanta energía, tanta felicidad; esperanzas...
    pero...
    al final era solo un recipiente vacío
    siendo llenado por cosas impostadas.

    Como el balde con el que limpié a Murai;
    Primero fue una ayuda medica...
    Luego un arma esencial para la traición y huida.
    Desastroso.
    Desagradable.
    Vomitivo.
    Le sonreí al viejo dejando caer un poco mis parpados, una sonrisa suave y sobria, poniendo una de mis manos sobre la otra: hice una leve reverencia.
    —No soy la mejor montando a caballo, pero confío en mis dotes de caza; me esforzaré hasta dar lo máximo de mí, y pagar así la gran hospitalidad que le han ofrecido a unos forasteros que nada significan en este pequeño pueblo; nosotros...

    Pero...
    Al menos ya los salvaste una vez, Mao...
    Si; podía estar feliz por eso.
    Ahora... si que era una felicidad genuina.
    Eso era bueno.


    Masuyo "Mao" Kobayashi
    Habitación del Shukusha
    —Bueno, hermano Kagayaki —dije una vez dentro de la habitación, con el volumen suficiente para que solo él me escuchara, apacible—; ahora solo tenemos esto, y bueno... Iré a hacer mis cosas de niña, cuidadora y demás...— Empecé a andar en la habitación, buscando algún futón... al menos pude encontrar una almohada de momento. La tomé con calma, siempre con pasos y movimientos amortiguados, hasta mi propia voz—, supongo, y aparte lo veo, que vas a descansar. Me parece bien; aprovecha de meditar en silencio, tal vez cantar algo que... hayas aprendido de pequeño, sí es que te sientes... con ganas de soltar estupideces —concluí ya posicionada delante de él.

    Me arrodillé, acaricié sus cabellos con suavidad, buscando desenredarle unas pocas hebras... La mirada que poseía yo... era genuina ternura...
    Porque...
    era inevitable.
    Le acaricié con sumo cuidado la mejilla, con el dorso de la mano; esa que aún tenía herida.
    >>Te he traído una almohada, así que levanta la cabeza, Kagayaki onii-chan —musité.

    Onee-chan.

    Parpadeé, logrando soltar un par de lágrimas en silencio; mientras mi respiración se volvía lenta, profunda y monótona. Y mis lágrimas dejaron de caer tan proto como Murai apoyó la cabeza en el objeto. Le brindé una última caricia a sus cabellos, de paso un casto beso sobre su frente; con una sonrisa amplía a ojos abiertos, tras besar su frente con los parpados cubriéndome la vista.
    —Descansa, Sugita —murmuré a su oído, con una voz feliz—, y no salgas de la pieza hasta que yo vuelva a entrar en esta, ¿vale? A menos que te sientas amenazado o algo.

    Llevé la mano a su nuca, metiendo mis dedos entre sus cabellos igual de negros que los míos; me aferré a la zona con suavidad, para acariciarla con los cinco dedos a la vez. Ahora dejé de murmurar, pues estaba más lejos, aunque mi voz seguía siendo arrulladora.
    >>Sigue el siguiente proceso; convencer, huir, encontrarme; esperar mi orden, matar. El último es matar, Kagayaki; el último de los últimos, solo cuando tu vida penda de un hilo y no sea capaz de defenderte —hablé con calma y suavidad, casi como sí estuviera diciendo la cosa más linda de mi vida; sin dejar de acariciar su cabeza—. Recuerda que, entre los tesoros que mencioné—. Cerré los ojos, soltando una risa monosílaba y casi inaudible a ojos cerrados—, ahora estás tú.

    Me levanté por fin, estirándome un poco en silencio para deshacerme de cualquier tensión. Caminé hasta la salida.
    —Nos vemos en la tarde, onii-cha~ Descansa~ —exclamé cantarina y a voz alta, a posta; todo por la fachada... pero cada vez se volvía más genuina. Tras eso cerré despacio la puerta tras mío y me dirigí hacia la recepción.

    Tras comprobar que no estaba el señor que me atendió, salí afuera en busca de los caballos, suponiendo que encontraría a los hombres cuidándolos o alimentándolos.
    —Hola otra vez —saludé con una leve reverencia, para luego mirarlos con una sonrisa y ojos apacibles—, ¿sabrán ustedes en cuál dirección se da mejor la caza de esta zona?

    Vamos Masuyo; no importa cuanta costumbre pierdas: Siempre puedes remontar con más fuerza. Demostraría... me demostraría que aún podía ser aquella niña pequeña, que corría por los bosques; que lograba sus objetivos: Cazar lo qué sea que se propusiera.

    A cazar se ha dicho uwu
     
    Última edición: 16 Febrero 2021
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    Amelie

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    Fuera del Shukusha
    [Mao]


    Dos hombres acercaban a los caballos cerca del dojo, había allí una estructura para amarrarlos y que ellos comieran. El hombre señaló hacia el bosque —Allí hay muchos jabalíes, son muy escurridizos; el bosque es muy seguro así que no temas —mencionó el hombre —Estamos bendecidos por Amaterasu, el sol siempre es nuestro aliado —dijo sonriéndole a Mao para después sonreírle a su compañero quien afirmó.

    Mori
    Deberás tirar un conjunto de 5 dados de 10 caras, dependiendo del resultado sumado de los dados será el resultado de la acción.
    1-14= El animal los descubre y sale corriendo sin que puedas atraparlo.
    15-30= Hieres lo suficiente al animal; si en tu siguiente tirada vuelves a sacar este rango de números lo habrás obtenido.
    31-50= Logran cazar sin problemas a su objetivo.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Suzuhī
    Bosque---> Dojo

    Asentí con una sonrisa risueña a las primeras palabras sobre jabalís, porque... vamos, sí en el fondo una de las cosas que más amaba eran cazar; desde que me escapaba de mi casa, hasta los días que empecé a viajar con Kenzaburo. La caza, siempre respetando a nuestra presa, era una de las mejores cosas que podía hacer; un bien para mí, ejercitándome, un bien para otros, otorgando esa comida; un bien que tenía que ser renumerado a la naturaleza, porque... sí no los kami se enfadarían. Y sí de algo padecían los Kobayashi, es que no les tenían benevolencia, vaya a saber uno por qué o desde cuando, no me contaron toda la historia... y tal vez ya era demasiado tarde para descubrirla.

    La sangre...
    maldita...
    de los Kobayashi.
    —¡Woah, así que Amaterasu-kamisama —exclamé con genuina sorpresa, pero todas mis acciones eran impostada; la expresión rozando la ternura de impactada, cerrando las manos en un solo aplauso insonoro, ladeando la cabeza al son de mis muñecas dobladas, par dejar mis manos en forma vertical. Sonreí con pena, "nerviosa"—, mi familia no ha podido valerse de Amaterasu—. Los observé entonces con calma, estoica y apacible, con una mano por sobre la otra—. Las tierras de donde vengo son más frías, las noches nos acompañan más que los días soleados—. Ladeé la cabeza mientras confeccionaba mis mentiras; tejía la fachada.

    También me enseñaron bordado y costura, era una de las materias que más disfrutaba, pero era la más demorosa y tediosa. Un intercambio equivalente de belleza por fuerza y resistencia; lo que me daba aún más motivos para pensar que, entre salvar a un hombre o a una mujer, salía más beneficioso salvar a una mujer...

    Por eso era mejor que estas supieran salvarse solas;
    para proteger a los hombres

    de su propia estupidez
    —Yo vengo del norte, así que aprecio mucho a Genbu, y todo lo relacionado con él—. Ladeé la cabeza, sonriendo a ojos cerrados con inocencia—, ¡pero Amaterasu siempre será la gran diosa, así que no importa que tan poco sol veas, siempre hay que agradecerle la calidez de las llamas! —exclamé sin alzar la voz, calma, para luego abrir los ojos y mirarlos con júbilo—, ¿no creen lo mismo?

    Luego hice una reverencia formal, tranquila.
    >>Me marcho a cazar ya, deséenme suerte, que nunca hace falta a pesar de tener a los dioses de nuestro lado.

    Mao/Masuyo Kobayashi
    ...¿Qué le había dicho Takeda a Kenzaburo? Eso; que no fuera un tortuga. Sonreí con cierta ternura mezclada con esa al adentrarme al bosque, con sigilo. Muy mal ahí, Takeda; no es malo ser una tortuga, lo malo es no saber serlo. De todas formas, Kenzo nunca lo fue; siempre valiente, temerario... fraternal.

    Me enlodé unas parte del cuerpo, me cubría el cabello con hojas y demás, para luego ponerme en busca de... Jabalís; ahí estaban. Trepé un árbol cercano, sin ninguna dificultad al estar descalza. Sí algo sabían hacer los niños del gran bosque, era eso; trepar, escalar y nadar contra corriente. Observé entonces a los jabalí; eran varios, iban en manadas separadas, como siempre.

    Había... un padre, una madre... algunos más grandes, varios pequeños... Vale; ideé mi plan, y en cuanto tuve todo planificado, siempre mirando a las criaturas, me puse en marcha; lo ideal sería cazar dos, tres era ya excederme. Iría a por el padre y a por la cría más grande, que ya estaba pronto a convertirse en adulta. Investigué el área subiéndome a distintos árboles, siempre con sigilo y evitando ponerme bajo cualquier sentido de la manada de jabalí. Una vez tuve el mapa mental de la zona, empecé con la acción; les prepararía una emboscada, seguramente uno me intentaría atacar para defender a las crías, ahí yo intentaría matarle.

    Debía tener cuidado, pues eran varios y sí bien se me podían escapar, el peor de los casos es que se pusieran de acuerdo para embestirme y similar. Vamos, que yo seguía siendo una cría sí de cuerpo habláramos...

    Bueno; cada día menos, pero detalles.

    —¡Wuaaaa! —grité entonces, con la mano en el mango de mi katana; huyeron, fue cosa de verme y las criaturas arrancaron ante mi presencia. Chasqueé la lengua, frustrada, pero bueno; corrí con el mayor sigilo posible entre las sombras y luces del bosque, tomando una ruta que ya había visualizado con anterioridad y, según el comportamiento que vi en los animales, supondrían que seguirían. Estaba de suerte, pues había acertado y cuando vi a uno grande encabezando la marcha una sonrisa de autosuficiencia cubrió mis labios. Prácticamente me avalancé, me antepuse al primero y desenfundé mi katana; lo dañé, pero no fue suficiente y solo soltó un alarido.

    Yo caí en el suelo y antes de cualquier cosa, tras enfundar mi katana con rapidez, me alejé dando tres vueltas de carnero; luego parándome y no demorándome a subirme a uno de los árboles más cercanos. Mi respiración estaba agitada, y desde ahí vi como la pequeña manada volvía a alejarse. Je, aún no acababa.

    Me desprendí del tronco y corrí otra vez entre hierbas y arbustos, cada vez con menos camuflaje, pues el barro se iba secando y desprendiendo; mi verdadero olor se esparcía por el bosque, alertando a las criaturas. Pero ellas eran sistemáticas, y yo estaba acostumbrada a intentar predecirlas, era mi pasatiempo desde que pude saltarme la gran cerca de madera. La cosa es que se volvió a repetir la escena; aparecí con un grito bramador, asustando a los más pequeños, que huyeron seguramente con su madre, otros tres quedaron para embestirme; uno algo pequeño, los otros dos eran el mediano y el padre.

    El mayor no demoró en embestirme, los otros dos le siguieron; con dos movimientos de katana logré matar al mayor, pero no sonreí, pues me faltaba esquivar el ataque de los otros dos; así lo hice, y terminé por volver a treparme a un árbol, para evitar que esos colmillos peligrosos siquiera me toparan un poco de mi piel. Una apuñalada de esas cosas y me podía dar por muerta, ¿no?

    Miré como bramaban, acertándole envestidas al árbol de tronco grueso; no servía de nada, y mientras intentaban hacer justicia por su líder caído, yo los miraba sin ninguna emoción en especifico. Terminé sonriendo con sorna, pero por que en realidad me daban demasiada ternura; eran como Kenzaburo y yo, quién sabe cuantos más. Me terminé de trepar al árbol, para recostarme a descansar y dormitar en una de las ramas, hasta que se aburrieran de golpear sus caras contra el tronco. No demoraron en detenerse al percatarse de que no bajaría, en cuanto dejé de oír sus estampidas me asomé entre las hojas y ramas a ver que hacían. La pena no demoró en cubrir mi rostro; ahí estaban, oliendo el cadáver de su compañero muerto, del que seguramente era el padre de todos ellos.

    En ese momento de distracción, a pesar de todo, vi la oportunidad para cazar al segundo más grande; así que no demoré en bajar con el mayor sigilo que podía y propinarle un corte en el cuello al mediano. No sirvió de mucho, pues apenas corté su carne dio un alarido y se fue corriendo con velocidad a las profundidades del bosque, seguido de su hermano menor. Me quedé observando el camino que dejaron atrás, recuperando el aliento con parsimonia. Agité la katana en el aire, luego la limpié con mis propias ropas, hasta dejarla lo mas limpia posible; no quería arruinar tan pronto el trabajo arduo de Fuji. Dijo que las katanas se oxidaban por la sangre, ¿no? Así que debía evitar que la sangre se derramara por ella, sí quería que siguiera funcionando como debía... Buena estrategia, la verdad.

    Enfundé la espada y luego me eché el jabalí a los hombros sin mayores problemas; pesaba, pero más pesaba Kenzaburo inconsciente, y no eran pocas las veces que el hombre no despertó por problemas de inanición. Todo por preferir que yo comiera mejor que él. Un grandísimo idiota, la verdad. Una vez con patas traseras y delanteras sobre mis hombros, dejando que el peso mayor recayera en mi espalda alta; inclinándome hacia adelante para equilibrar el centro de gravedad, entre otros detalles; me dirigí sin prisas de vuelta a Kai.


    ...

    Suzuhi/Ryouma/Kobayashi
    —¡Heeey, he vueltooo! —grité con mi voz más femenina, pero con un vozarrón digno de admirar; mi voz se expandió lejos, muy lejos, pero casi parecía que tan solo estaba hablando, las ventajas de ser criada para cantar y bailar, siempre mis maestras tendrían una gratitud eterna por mi parte. Me acerqué al dojo, sin dejar de gritar para que se enteraran de mi presencia, bajando el volumen a medida de que me acercaba.

    Era... triste, y melancólico, estar otra vez cerca de esta estructura que significó nuevas esperanzas; pero al mismo tiempo fue lo que inició que Takeda perdiera su espada... Todo por culpa de Hideyoshi; el es como un estratega, ¿no? A falta de Takano, el debe conocer la mente de un general, como Takano debe aprender a pensar como el mismísimo Murai y entender los métodos e ideologías de alguien como Hide... Hideyoshi, Hideki. Sonreí con cierta pena, agraciada de la coincidencia. Pobre Takeda; tal avecita cantora, las víboras frente a él estaban a la orden del día.

    >>¡¿Hay alguien por acá?! ¡Necesito ayuda! Solo una pesada y buena noticia —seguí hablando, adentrándome cada vez al terreno del dojo.

    Mi ropa estaba manchada con rastros de sangre, lodo y estaba lejos de presentable; pero la situación era irrisoria sí veían mi sonrisa de orgullo y expectación infantil cubriéndome la cara sucia de tierra.

    Como la niña que conoció, cuidó y atesoró Kenzaburo; Kai me estaba devolviendo a mis raíces solo con existir... Definitivamente; este era un pueblo que había que defender a toda costa.

    Como lo hacía mi padre.​
    Como lo haré yo.

    Mamá estaría orgullosa...
    Nah...
    seguro que lo está.
     
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    Pasó el tiempo en Kai, ya era medio día.

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    Fuera del Shukusha
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    Los dos hombres se aproximaron; estaban revisando las tierras, dónde no hace mucho se enterraron unos cuerpos; ellos no habían estado presentes así que no reconocían a Mao como una de las que ayudaron a salvar Kai.
    Sonrieron al ver como traía a un jabalí —Eres muy hábil. Seguramente tus padres estarán orgullosos de ti —mencionó uno de los hombres. El otro se acercó para sostener un lado mientras el otro sujetaba el otro —Es pesedo, comeremos bien por mucho tiempo, es un jabalí grande—mencionó con una amplia sonrisa

    El dueño del shukusha sonrió —Lo agradezco mucho, has saldado tu cuenta en mi establecimiento, disfruten de las comodidades —mencionó señalándole el shukusha —Al parecer tu hermano está animando a mi vieja mujer con su canto; pobre hombre, espero encuentre pronta resignación, perder la vista... no puedo ni imaginarlo.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Las afueras del Shukusha ---> Buscar a Murai

    Sonreí con pena en cuento mencionó lo de los padres, más que avergonzada.
    —Es difícil —fue lo único que respondí, con simpleza, sin abrir los ojos aún. Cunado lo hice, esos señores ya no estaban demorando en ayudarme a sostener el gran jabalí—. Gracias —respondí con genuina gratitud, calma y suavidad mezcladas a pesar de las pintas y olores que me cargaba.

    Cuando fui despojada del animal, sin demora empecé a hacer estiramientos para mis huesos y músculos de mi torso para arriba; hombros, brazos, manos, cuello; con delicadeza y exactitud. Mientras, iba respondiendo con genuina diversión impresa en la cara a lo que ellos me decían: Como que Murai había estado cantándole a una señora, ehhh, que curioso.

    Una sonrisa sutil y rozando lo sensual adornó mis labios ante esa información, pero no demoró en volverse una carcajada melodiosa e infantil.
    —¡Así que sabe cantar, estoy sorprendida! —sostuve la mirada de los hombres, pudorosa sin dejar de hacer mis estiramientos, bastante tímida en realidad; les hablé monocorde, algo cabizbaja—; no estoy segura cuántas veces lo vi de pequeña, pero la verdad es que hace demasiados años que no lo he vuelto a ver.

    Sacudí mis brazos y giré mi torso con soltura, terminando el estiramiento. Me llevé las manos a la cadera, ladeando la cabeza con las cejas arqueadas con pena, pero mi sonrisa extensa y apacible se mantenía.
    >>Lo encontré...— Desvié la mirada al suelo, en verdad dolida, pero no por la situación que le relataría... no tan así— En el bosque, malherido; lo atendí pensando que era un cualquiera, pero cuando me dijo su nombre y me fijé en sus facciones —musité con calma, para luego brindarles una sonrisa avergonzada y mostrado los dientes, ojos cerrados, a los ancianos—. Supuse de inmediato que nuestro padre era el mismo.

    Me erguí como correspondía, firme y estoica, calmada y liviana; sosteniendo ahora la mirada de los tipos con una sonrisa calma.
    >>Me bastó un día para descubrir que, de verdad, éramos hermanos; me contó su historia y todo coincidía...— Mis facciones se arrugaron con pena, también se filtró en la voz, pero la sonrisa se mantuvo— con lo que mi fallecida madre me relató más de una vez.

    Luego, ojos cerrados y sonrisa tan amplia como tímida, negué con mi mano izquierda buscando restarle el peso al asunto.
    —¡Pero no sientan lástima por nosotros, creo que estamos en el momento más pacifico de nuestras vidas! —solté monócorde, pero con una energía que atestiguába mis palabras.

    Esperé una respuesta a las que respondí con cordialidad, para luego despedirme con una reverencia.
    —Iré en busca de mi hermano, tengo que limpiarles las heridas y yo sacarme este barro. Así que sí no les molesta; compartiremos baño. El de mujeres, sí lo tienen dividido—. Alcé la vista para erguirme como correspondía, sonriendo con calma—; es ciego, así que no se preocupes—. Y cerré los ojos, divertida—, ¡ahora no puede ser un pervertido con la vista, y en caso de cualquier problema con las señoritas, yo me encargo de darle su merecido!

    Volví entonces a mirarles con firmeza, amplia sonrisa y ceño fruncido, tocandóme el músculo que presumía de mi brazo.
    >>¡Sí puedo con un jabalí, podré con un ciego cojo desarmado!

    Una última despedida menos formal y más infantil para el dúo, y me retiré en busca de Murai
     
  20.  
    Amelie

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    Los dos hombres la miraron con tristeza ante su historia, uno de los hombres se giró al otro con expresión de enojo —Por entrometido la has hecho revelar su triste pasado, deja de decir tantas tonterías —miró a Mao —Lo siento mucho criatura; has lo que veas necesario.

    Después los hombres avanzaron detrás de ella para dejar el jabalí. Mientras que Mao avanzaba por el shukusha guiada de una voz familiar, pero ahora melódica.


    Murai estaba en un salón rodeado de mujeres; dos ancianas, y tres mujeres de edad media. Una de ellas acompañaba el canto con un viejo shamisen. Murai escuchó los pasos de Mao y sonrió; era algo que era capaz de hacer incluso antes de perder la vista, su habilidad de sigilo era mucho mas desarrollada.

    —Pequeña Suzuhi — mencionó Murai —hermanita mía, ven; estamos disfrutando de la música.
     
    Última edición: 20 Febrero 2021
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