Justicia poética

Bueno, este escrito se me ocurrió por la actividad "Creatividad espontanea", se fue haciendo más y más largo hasta que decidí publicarlo :D Recién lo terminé, no lo revisé así que seguramente tenga errores pero es que no tengo ganas de esperar xD En fin, espero que les guste :)

Justicia Poética​

– Está cumplido lo que se me ha ordenado, ya no tengo más que hacer –me mira con sus profundos ojos almendrados antes de continuar–. Me retiro con su permiso –hace una reverencia y se marcha a sus aposentos, dejándome con mi padre y una gran tristeza.
– ¿Qué quiere decir ese mero sirviente? –dice a penas sale Santiago del cuarto.
Suspiro, esta discusión no tiene sentido
– Solo dice lo que cree –cierro los ojos un momento, intentando armarme de valor–. Y tiene razón.
– ¿Qué? –lo miro directamente, decidida al fin.
– Nos amamos –retuerzo mis manos, estoy nerviosa por su reacción–. Queremos casarnos.

Cuando casi estoy segura de que está congelado, una consecuencia llega. Una fuerte cachetada marca mi mejilla y me empuja hacia atrás, donde choco con un estante y tiro todo lo que se encuentra allí, provocando un corte en mi brazo. Me siento y miro mi brazo, este sangra y es bastante profundo, temo que se me vaya a infectar por lo antigua que era esa taza de porcelana.

Atónita, observo desde el piso a mi padre, quien tiene un semblante oscuro y sombrío.

– No te casarás con ese joven. Antes muerto.
– Pero padre...
– No y fin del tema.

Me paro sin decir nada y voy a mi habitación. Envuelvo mi brazo izquierdo y me tiro en mi cama, pensando en que haré. Amo a Santiago pero no puedo estar con él, tampoco puedo escaparme con él ya que mi padre no lo permitirá y aunque lo logremos, no tenemos forma de vivir solos. Solo queda una opción, asesinar a mi padre.

Me levanto de golpe de mi cama y llego al cuarto de Santiago. Dulcemente lo despierto y le cuento mi idea con una extraña voz, casi como si no tuviera sentimientos o alguien más lo estuviera contando.

– ¿Estás segura? –pregunta, apoyándome en todo como siempre, sin cuestionarme.
– Si, es la única opción y no puedo esperar más –asiente, sonrío y lo beso.

No tengo miedo, puede que esté algo confundida y triste pero no estoy aterrada. En cierto modo estoy feliz, finalmente podré estar con el hombre al que amo sin problemas. Además mi padre nunca se ocupó de mí, nunca me prestó atención ni me conoció. Él lo único que hizo por mí fue concebirme, el dinero siempre lo puso mamá (hasta su fallecimiento) y él nunca me brindó cariño. No se merece vivir, no cuando nos abandonó a mi madre y a mí cuando solo tenía cinco años y mamá estaba enferma. En realidad estoy haciendo justicia poética, por él mi madre está muerta y yo no puedo ser feliz, debe morir por sus pecados.

Agarro un cuchillo y subimos las escaleras en completo silencio, el resto de los criados duerme y nadie merodea la casa, ni siquiera las mujerzuelas de mi padre. Escuchamos a través de la puerta, solo se oyen respiraciones acompasadas y lentas, mi padre duerme con alguna mujer. Aprieto con la mano derecha el arma, ni siquiera es capaz de disimular, lo hace en mis narices. Santiago abre la puerta de a poco para evitar que rechine; asomo mi cabeza y lo veo en la oscuridad, tendido en su enorme cama con una jove castaña en sus brazos, la hermana de Santiago, una de las criadas. Me enfurezco, no la culpo a ella ya que no tiene opción pero es repugnante, ¡ella es solo una niña! Una razón más para cometer el crimen.

Con Santiago a mis espaldas avanzo hasta la cama y observo el perfil de mi padre por unos minutos, pensando. ¿Debo matarlo o no? Sé que no vale la pena ensuciar mis manos por él pero es la única opción, si no hago justicia nadie lo hará por mi.

Levanto el cuchillo, apuntando al cuello. Santiago posa su mano en mi hombro y me da un apretón, instándome a hacerlo de una buena vez. Presiono el arma en el blanco cuello de mi padre, provocando que una fina línea de sangre salga y él se despierte. No suelta un grito aunque sus ojos están desorbitados. Yo le sonrío, lo despido y finalmente asesino.

Me quedo mirando la cabeza casi degollada de mi padre y la sangre que sale, manchando las pulcras sábanas.

Entonces busco a Santiago y lo veo con su hermana en brazos, quien sigue dormida, preparado para salir de allí y preparar una escusa. Asiento, comprendiendo lo que ocurrirá y me marcho sola a mi habitación, dejando el cuchillo al lado del cuerpo inerte de mi padre.

En mi cuarto espero a Santiago, intentando no pensar en lo que acabo de hacer. Él llega unos segundos después y me sonríe, haciéndome pensar que todo valió la pena. Me acerco a él, preparada para abrazarlo y besarlo. Solo cuando estoy a unos pasos noto que tiene el cuchillo que dejé al lado de mi padre en sus manos. Igualmente sigo caminando hacia él, a pesar de que cada parte de mi ser me dice que no lo haga, que me aleje. No puedo hacerlo, lo amo demasiado como para poder irme lejos de él.

Con una mano caricia mi rostro y me besa intensamente. Entonces siento un fuerte dolor en la espalda y el posterior río de sangre que emerge de allí. Pero eso no es lo que más duele, lo peor es sentirlo alejarse de mí, despreciándome y traicionándome.

Lo miro sin mirar realmente, estoy vacía y siento como mi vida se va de a poco. Santiago observa atentamente como muero, incluso cuando estoy recostada en el piso, casi sin poder respirar. Luego me coloca el cuchillo en la mano y cierra mis ojos para luego susurrarme “Lo siento”, como si eso sirviera de algo.

Es en ese momento en el que comprendo lo que pasó y por qué; en cierta forma lo acepto y le esbozo una débil sonrisa. Luego todo se vuelve negro y ya no siento más nada.

Fin.