Personas reales John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Andrea Sparrow, 15 Agosto 2016.

  1.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    1183
    Cap. 21

    John no pudo menos que enternecerse al ver a su padre. Sin embargo, no esperaba verlo en esas circunstancias.

    - ¿Qué…te ha pasado?

    Su padre bajó los ojos y luego se encogió de hombros.

    - No pensé que me volverías a ver así…por lo menos, no lo deseaba. Hubiera querido que vinieras antes pero…casi podía intuir que no lo harías…lo siento. Esto es lo que ha quedado del padre enérgico y violento que tuviste.

    John bajó los ojos y luego los levantó.

    - No quiero que volvamos a mirar hacia el pasado…han ocurrido demasiadas cosas en todo este tiempo como para que sigamos hablando de lo que pudo haber sido y no fue. No tiene caso eso pero tampoco tiene caso tratar de recuperar el tiempo perdido.

    - Sé que no fui un buen padre…pero…quisiera por lo menos hacer algo para ayudarte.

    - Por ahora no hay nada que puedas hacer para ayudarme. Sólo he venido a verte y a decirte que te he recordado todo este tiempo…ah, y de paso a traerte algo de dinero para que puedas sostenerte. Ahora…sólo quiero recorrer este lugar…visitar a algunas personas y distraerme…tengo cosas en mente.

    Su padre asintió y luego preguntó:

    - Dime…¿puedo saber a qué te estás dedicando?

    Dillinger hizo una pausa y luego añadió:

    - Pues…por si no te has dado cuenta…soy el enemigo público número uno de los Estados Unidos.

    Su padre asintió.

    - Dime- continuó John- ¿ha cambiado en ti algo después de esto?

    Su padre movió la cabeza.

    - No, para nada…creo que hicieras lo que hicieras, siempre sería una especie de cómplice tuyo.

    John sonrió.

    - Temía que dijeras eso- comentó mientras se servía un vaso bien servido de whiskey.

    Y durante semanas, padre e hijo se dedicaron a tratar de entenderse después de mucho tiempo de no hacerlo. Corrían una que otra farra, bebían hasta perderse y de paso, organizaban alguna fiesta en las afueras de Mooresville.

    Sin embargo, John sabía que eso era solamente un paliativo para una relación con su padre que no tenía fundamento…que sólo tratarían de cerrar exteriormente.

    Un par de días más y John dejó una gran cantidad de dinero para su padre.

    - Es innecesario decirte que espero que me ayudes pronto, ¿cierto?

    - Por supuesto- observó el padre.- Sé que nunca he sido el padre responsable que querías, pero te aseguro que, si llegas a tener algún inconveniente, yo estaré ahí para hacer lo que esté en mis manos. Pierde cuidado.

    - Entonces- continuó John- si llego a necesitar traer gente aquí, ¿puedo hacerlo?

    - Puedes…aunque no te lo aconsejo- contestó el señor DIllinger- si lo haces, será el primer lugar donde te buscarían. Así que te recomendaré con algunos de mis amigos para que te ubiquen en algún lugar seguro.

    John extendió un papel y aclaró.

    - Contacta a este amigo mío…Hamilton es su apellido…le decimos “Rojo”, es policía pero ha hecho mucho por nosotros. Así que…si hablas con él, es seguro que no me traicionará por nada del mundo.

    - Bien, si así lo quieres…John…si esta es la despedida…quiero que nos bebamos una copa más…algo me dice que quizás ésta sea la última…

    John frunció el ceño y observó:

    - ¿En qué te basas para decir tal cosa?

    - En que…realmente pienso que quizás ya no me volverás a ver la próxima vez que venga…y si lo haces, tal vez ya no podamos hablar…

    - No digas eso…tú me debes muchas, viejo- dijo John ahogando el llanto- no te puedes ir antes de que me pagues todo…

    El padre le palmeó el hombro.

    - Entonces…la próxima te lo pagaré todo…ya lo verás. Ahora…prométeme que te cuidarás…

    - Lo haré, te lo aseguro. Voy por los muchachos a Michigan…ellos se han arriesgado mucho y ahora me toca a mí devolverles el favor, después de que se han portado como nadie. Pero necesitaré a Rojo. Así que…ya sabes…

    - Bien…entonces…suerte.

    John salió de su casa, mientras su padre se quedó llorando un rato más. A pesar de todo, era el único de sus hijos que se había acordado de él y había decidido enfrentar el pasado junto a él.


    Por fin llegó la hora de la verdad.


    John arribó a Michigan oculto en un auto. Cuando se entrevistó con Rojo fue en casa de la familia Hamilton.

    Polly era la que estaba más feliz de volver a verlo.

    - John…sabes que aquí estarás seguro si decides venir.

    - ¿No hay otro lugar intermedio, Rojo?- preguntó John- la verdad no quiero comprometer a tu familia.

    - Hay una granja…allá vive otra de mis hermanas…seguramente ahí todo estará bien…

    - Perfecto…entonces, en cuanto los muchachos salgan nos iremos ahí. Prepara todo para que podamos llegar directamente ahí.

    Rojo avisó a Polly.

    - Avísale a Betsy que estaremos pronto en la granja…que se prepare…que John y los muchachos necesitaremos todo para poder huir…

    - Sí- dijo Polly, sonriendo a John.


    Aquella tarde en la casa de los Hamilton, John observaba a los árboles moverse con el vaivén del viento otoñal.

    Polly se le acercó.

    - John…quería agradecerte por todo lo que has hecho por mí…ya me contó mi hermano que toda la ayuda ha sido de parte tuya.

    - No tienes nada que agradecer, Polly…tú eres una muy buena amiga mía.

    Ella bajó los ojos. John le levantó el mentón y le dio un dulce beso en la mejilla y otro en los labios.

    - Si no fuera porque Rojo es tu hermano…ahora mismo tú y yo estaríamos en otro lado.

    - ¿De verdad?- preguntó Polly, ilusionada.

    - Sí- dijo John- sólo que…creo que es mejor que sea así…yo no te convengo en ningún sentido…además, ya le dije a Rojo que no permitiera que siguieras como sigues…

    - John…tú me conociste haciendo lo que hago…tú lo ves…mi familia es pobre y yo…realmente sé que me necesitan.

    - Pero…no me gusta que la hermana de mi mejor amigo esté haciendo…lo que haces…no porque desprecie eso sino…porque es algo que no es fácil sobrellevar. Y yo…te agradezco que me hayas tratado bien…

    - John…yo…yo te amo…

    John bajó los ojos. Luego la besó de nueva cuenta, esta vez con más intensidad.

    - Polly…tú eres una nena linda…y buena…tú te mereces otra vida…y estoy seguro que un día llegarás a ser una mujer muy feliz…

    - Eso…déjaselo al destino, ¿quieres?

    John sonrió.

    - Me gusta como piensas…-sonrió John- de igual forma…créeme…siempre, siempre…voy a estar pendiente de ti…te lo prometo…

    Rojo llegó entonces y dijo.

    - Ya está, John…tengo todo planeado…

    - ¿Cómo será?

    Rojo explicaba el plan a John. Todo parecía estar perfecto. No habría contratiempos…todo tenía que salir a pedir de boca…
     
  2.  
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    1278
    [​IMG]


    Cap. 22 El exitoso escape

    Era muy de mañana cuando la policía en el condado de Michigan preparaba una llegada de material para los presos de la prisión estatal.

    La seguridad parecía estar bien arreglada. Todos los elementos estaban colocados en sus puestos respectivos.

    Las calles de la ciudad estaban despejadas. El movimiento era normal.

    De pronto, un grupo de caballeros llegó al banco Central.

    En cuestión de minutos, un auto con dos hombres a los costados custodiándolo, avanzaban a alta velocidad.

    El incidente causó ligera conmoción entre la gente. La policía se movilizó y en un par de horas, uno de los mejores agentes, Hamilton, llevaba al cabecilla de la banda.

    - Aquí está...era la banda de Dillinger.
    - ¿Dillinger?- preguntó otro policía- ¿Qué no acaba de salir de prisión?
    - Ya los conoces- dijo Hamilton- no pierden la oportunidad de volver.

    Al poco rato ya iban en un auto Hamilton manejando y Dillinger, en calidad de detenido.

    Llegaron a la prisión de Michigan y esperando pasar los controles de seguridad, se adentraron en el lugar.

    En el taller donde los presos comenzaban a abrir las cajas para sacar las madejas de hilo, dos hombres, Pierpont y Dietrich, vigilaban al resto de los presos y a los policías que custodiaban la entrega de las cajas.

    Por fuera, Dillinger era revisado.

    - Te conozco- dijo uno de los policías- eres John Dillinger...no tardaste mucho...
    - Así es...duré diez años.
    - Pues...bienvenido, John- dijo burlón.

    Dillinger lo miró con ironía y comentó:

    - Mis amigos me llaman John...pero un hijo de perra como tú debe llamarme...Mr. Dillinger...

    Entonces entre Rojo y él golpearon a los policías, los desarmaron y se adentraron en el lugar.

    En el taller Pierpont y Dietrich hacían lo suyo. Los presos de la banda de Dillinger se concentraron en una de las puertas y llegaron hasta donde estaban John y Rojo.

    - Bien hecho, John- dijo Dietrich.
    - Aquí estamos ya, Walter- sonrió John.

    Los hombres exigieron a los policías que se quitaran los uniformes. Sólo uno de ellos miraba extrañamente a Shouse, uno de los de la banda. Éste se molestó y le gritó:

    - ¿Qué me ves?- entonces lo golpeó inmisericordemente, haciendo molestar a Dillinger, quien a gritos le exigía que lo dejara.

    - ¡Shouse, basta!- exclamaba Dillinger.

    Era curioso...John nunca había sido partidario de la violencia. No le gustaba que se agrediera a nadie al grado de causarle la muerte. Si algo podía admirársele a John Dillinger, era el hecho de no haberse manchado las manos con sangre. Nunca le había quitado la vida a nadie...y quizás...nunca lo haría.

    En cuanto pudieron salir, aunque tras haberse accionado la alarma y escapar lo más rápido posible, abordaron el auto que Rojo les había ya dispuesto. Pero al tratar de hacerlo, hirieron a Walter Dietrich. John trató de sostenerlo para salvarlo, pero le fue imposible.

    Dillinger estaba desconcertado y molesto. En un arranque de fiereza de uno de los suyos, su "mentor" y gran amigo Walter Dietrich había perdido la vida. Los miró a todos como interrogando.

    Ya dentro, John exigía la decisión que tomaran todos sobre la cabeza de Shouse.

    - ¿Qué piden?

    Su incondicional, Homer, comentó:

    - Tú decides, John...

    - ¿Pete?- preguntó Dillinger a Pierpont.

    - Lo que tú digas, John...

    Entonces se dirigió a Shouse y le dijo:

    - Por tu culpa, Dietrich murió...


    Y sin más, le dio un golpe y lo bajó del auto en plena carrera.

    ----------------------------------------------------------------

    El camino era largo hacia la granja de los Hamilton.
    John se sentía tranquilo de haber podido contar con la ayuda de Rojo para ello.

    Su gente se sentía temporalmente liberada. Pero los muchachos necesitaban alimento y armas.

    Cuando llegaron, Betsy Hamilton les tenía todo preparado.

    La mujer preguntó a su hermano a solas:

    - Hermano...¿crees que haya algún problema por recibirlos?

    - Ninguno, querida- aclaró su hermano- ellos son mis amigos y serán siempre bienvenidos. Sin embargo, deshazte de las evidencias...pronto me pondré en contacto contigo y te enviaré dinero...

    - Llévenme con ustedes...
    - Lo siento, linda...no podemos...

    Mientras hablaban todos comían, aunque apresuradamente, pero se encargaban de revisar las armas para estar listos de ser necesario.

    Afuera, John Dillinger contemplaba el paisaje. La campiña...la visión de las cosechas a punto de obtenerse...la quietud del campo, le traían nostalgia.

    Recordaba sus años de infancia...a pesar de todo, todo eso era para él un lugar importante. Ahí conoció a la mujer con la que se casó...a la que ahora formaba ya parte de su pasado...

    Los muchachos terminaron de comer y de armarse.

    Salieron rápidamente hacia la carretera.

    El objetivo ahora: Chicago.

    Se dirigieron camino a Chicago. John les explicaba.

    - Iremos por dinero y mejores autos...estaremos bien...tenemos que ver a un gran amigo mío...en cuanto le llevemos un poco de dinero y nos instalemos, tendremos tiempo de divertirnos. Pete, te gustará nuestro grupo.

    Todo parecía estar bien para ellos. Sin embargo, no contaban con un suceso que removería la inquietud de la policía: la muerte de Pretty Boy Floyd, a manos del agente Melvin Purvis del Buró de Investigación. Y aunque ellos se sentían seguros, no debían confiarse demasiado.

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    Llegaron a Chicago. Fueron a casa de su amigo rumano, esposo a su vez de Anna, la dueña de la casa de "muñecas" que John y su gente frecuentaban.

    Él recibió una fuerte cantidad de dinero y él les garantizó seguridad e inmunidad.

    Después de un rato, John se dirigió a esa casa donde revisarían armas y les esperaba un auto nuevo.

    Una de las chicas, que era su incondicional, lo recibió efusivamente.

    - ¿Qué hay, muñeca?- preguntó para darle un beso en los labios.

    - Todo bien, John. ¿Ya hablaste con Showen?
    - Sí- dijo ella.

    Tras haber hablado con algunas personas más, dijo a la chica.

    - ¿Me extrañaste?
    - Mucho, John...¿nos vamos a divertir ahorita?
    - En un rato más, linda...pero...espérame...tengo mucho que darte...


    Cuando estuvieron a solas, se besaban intensamente, mientras bebían un par de copas.

    - Estás divina...será por el tiempo que no te he visto.
    - Espero que no sea eso...¿te vas a quedar mucho tiempo en Chicago?
    - Eso espero...aunque pronto quizás vayamos a otro lado...pero mientras tanto, quiero que la pasemos muy bien...

    Entonces la tomó en peso y la fue descubriendo con sensualidad hasta llegar a la profundidad de su intimidad y hundirse lentamente hasta el fondo...inclementemente...

    La chica bebía de sus labios hasta perderse en la potencia sexual de John Dillinger.

    Los movimientos de éste nublaban su mente...gozaba sin control, abrazándose a él.

    Postura tras postura, la muchacha se desbordaba de placer hasta sentir cómo aquel hombre se detenía de su cuerpo para adentrarse con mayor furia.

    Por fin, descansó de tanta presión, en cuanto dejó que su virilidad se liberara...

    Permaneció un rato más con ella.

    - Prométeme que mientras yo esté aquí, sólo vas a estar conmigo, ¿ok?
    - Lo prometo, John...eso no me cuesta trabajo prometértelo...siempre espero el momento en que vuelvas.
    - Sólo no te encariñes demasiado conmigo...yo no tengo por el momento forma de enamorarme de nadie...aunque tú...me encantas...

    - Lo sé, John- dijo la chica- pero mientras estés aquí...trata de no estar con otra, ¿sí?

    - Lo intentaré- dijo John acurrucándola un momento junto a él.
     
  3.  
    Andrea Sparrow

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    Cap. 23

    Cuando se levantó, fue con el resto de la banda y les dijo:

    - ¿Cómo se siente por ahora?

    Todos respondieron afirmativamente. Rojo comentó:

    - Perfecto, John…todos estamos bien, esperando indicaciones. Bueno, de mi parte, sabes que puedo darle tranquilidad a todos. La llegada a Chicago fue venturosa y no tuvimos casi ningún inconveniente…

    John guardaba silencio. Recordó a Walter…todo lo que habían pasado juntos…todo lo que le había “enseñado”, el tiempo que él y Dietrich habían pasado en prisión. Las lágrimas asomaron ligeramente a los ojos de John Dillinger. Después reaccionó y dijo:

    - Bueno…pues entonces, será fácil lo que viene- continuó John- permaneciendo unidos Chicago será un paraíso…tenemos todo lo que necesitamos…nada ni nadie podrá detenernos. Así que…salud- dijo brindando con whiskey.

    Pasado un rato, Rojo intervino.

    - ¿Qué es lo que sigue?

    - Por el momento hay que prever el siguiente trabajo…será fácil, estoy seguro que todo saldrá a pedir de boca.

    Rojo asintió. John insistió muy animado:

    - Tienes razón…creo que la policía ha decidido descansar un rato, quizás ya se dieron cuenta que no pueden con nosotros- comentó.

    Sin embargo, Rojo era más sensato. Y meditaba la posibilidad de que, ahora que estaba muerto Pretty Boy Floyd y que John Dillinger había escapado de prisión, la policía estaría planeando reforzar la vigilancia a fin de poder capturarlo. Así que tenía que investigar lo que el Buró de Investigación estaba planeando. Trató de poner al tanto a Dillinger. Pero éste se encontraba demasiado feliz tras su escape.

    - Deberíamos- continuó Dillinger- conseguir sangre nueva que permitiera reforzar nuestro trabajo…Homer ingresó de esa forma, así que no será difícil encontrar a quien sea capaz de darle nuevos bríos al grupo…

    - John- intervino Rojo- hay que tener cuidado…el Buró de Investigación debe estarse preparando…¿crees en verdad seriamente que se quedarán de brazos cruzados después del escape? Ya ves lo que sucedió con Pretty Boyd Floy.

    John asintió moviendo ligeramente la cabeza.

    - ¿Sabes quién fue el que le quitó la vida al muchacho?- preguntó John fumando.

    - Dicen que su apellido es Purvis, ya me encargaré de saber bien el nombre pero no faltará mucho para eso.

    - Investígalo- instó John Dillinger como petición. – En tanto voy a dar instrucciones a los muchachos para dar el golpe.

    Rojo hizo una pausa y luego observó.

    - John…Betsy quería venir con nosotros…

    - Lo sé- señaló Dillinger- a mí también me lo pidió.

    - Tiene miedo de que algo nos pase…y también de que algo te pase a ti…

    - Debería estar tranquila…su hermano es un gran hombre- dijo palmeando el hombro de Rojo.


    Mientras éste se dirigía con la policía para tratar de averiguar más al respecto, John y sus hombres se encargaban de planear el siguiente atraco.

    - ¿Ya revisaron las armas de alto calibre que estaban en la bodega?- señaló mientras revisaba un rifle de largo alcance.

    - Sí, John- dijo Homer- todas están en excelente estado.

    - Bien…este es el plan, muchachos. En ese banco estará una gran cantidad de dinero que los banqueros han escondido para después inyectar a sus cuentas…dicen que ese dinero proviene de la ficticia Gran Depresión que terminó hace un par de años…sumieron a más de la mitad de la gente en la miseria, aunque algunos de ellos se fingieron totalmente en bancarrota para poder establecer bien su mentira…pero ahora, seremos nosotros quienes aprovecharemos ese dinero, ¿estamos?

    Homer dijo:

    - Habla, John…te escuchamos.

    DIllinger continuó.

    - Bien…Homer, vigilarás la entrada…Rojo nos esperará en el auto. Pete, Ben y yo entraremos por la puerta principal del banco. El resto se preparará para indicar a la gente que se agazape. No quiero heridos ni muertos, ¿entendieron? Sólo los asustaremos, el tiempo suficiente para que yo lleve al presidente del banco a la caja fuerte. La cantidad es buena: cuarenta mil dólares por cabeza. ¿Qué dicen?

    - Listos- dijo Pete.

    John sonreía satisfecho. Aquel atraco sería el primero en mucho tiempo aunque no iba a ser precisamente el último.


    Así preparados, dos mañanas después, Chicago despertaba con un clima ligeramente frío.

    El dinamismo de la ciudad era exactamente igual al de siempre. Solo el movimiento del banco hacía la diferencia.

    Tres caballeros de aspecto normal entraban por la puerta principal. Otro esperaba a alguien en la entrada, como un ciudadano normal.

    Un auto estacionado en la entrada parecía también tener a alguien dentro que aguardaba movimiento en un par de horas.

    El camión blindado hacía ya dos horas que había llegado, dejando en la caja fuerte la cantidad necesaria para las operaciones bancarias.

    La tercia de caballeros se adentró en el banco. Dos de ellos gritaron.

    - ¡Todos al suelo!

    La gente dudaba. Algunos nunca habían presenciado aquel espectáculo tan desagradable.

    Otros sacaron su dinero y lo dejaron sobre una de las mesas.

    John Dillinger tenía ya en su poder al presidente.

    - Vamos a jugar un juego, señor Presidente- empezó- se llama: vamos a abrir la cajuela…y si lo hace rápido, gana usted…¿le parece?

    El presidente dudó. El miedo lo tenía paralizado. Pero John no tenía tiempo para esperar que saliera de su asombro. Con un golpe en el rostro, Dillinger lo hizo reaccionar.

    - Dése prisa…le conviene ser un cobarde vivo que un valiente muerto…decida…no crea que porque se dice que nunca he matado a nadie no voy a hacerlo esta vez…

    Al fin la caja fuerte se abrió y John Dillinger accedió a ella y sacó la cantidad que buscaba.

    Sin embargo, no salió solo.

    - Venga conmigo…vamos a dar un paseo.

    La asustada secretaria los miraba cuando otro de ellos la tomó del brazo.

    - Ven lindura…tú también vas a dar ese paseo con nosotros.

    Homer dio la señal. Rojo se adelantó, todos subieron rápidamente y uno de cada lado del automóvil, adoptarían la forma antigua de llevarlos a descampado y ahí atarlos a algún árbol para irse, de tal forma que les quedaron sólo algunos minutos para soltarse y así evitar ser perseguidos.

    La chica los miraba dubitativa cuando subió al auto.


    Un par de kilómetros adelante, John se quitó el sombrero y se lo regaló, tras haberle dejado su saco también, uno de muy buen precio, por cierto.

    - Toma, linda…para que me recuerdes- le dijo con total descaro.

    Ella tomó el sombrero, aún asustada. Afortunadamente para ellos y para el resto de la gente del banco, John no era un ladrón común y corriente. Sólo le interesaba el dinero de los banqueros…el de la gente común le parecía verdaderamente sagrado.

    Cuando avanzaban, Homer dijo a la chica.

    - Yo, cuando no hago esto, recluto talento para las películas.

    - ¿En serio?- preguntó la chica.

    Todos rieron ante aquella broma que parecía sacar del temor a la joven.


    Sin embargo, metros más adelante, cumplieron al pie de la letra aquella antigua costumbre.

    Quedaron atados el presidente y ella al árbol, para que al poco rato, ya no quedara rastro de ellos.

    Pero…¿qué era lo que motivaba a John Dillinger a ponerle ese plus a cada uno de sus atracos? La adrenalina, quizás. Eso era lo que lo hacía interesante…lo que lo hacía atrayente, a pesar de que la actividad en sí misma podía llegar a agotarse…robar bancos por el momento era sencillo y divertido, pero..¿hasta cuándo dejaría de ser para ellos el modus vivendi? Asi pues, Dillinger se alimentaba de adrenalina, más que de la satisfacción externa que le producían los atracos.

    Aunque, claro, no desperdiciaba lo que la actividad le ofrecía. Era amante de los buenos automóviles, los cuales actualizaba continuamente, a fin de que la policía no descubriera siempre los mismos vehículos, comprando así el silencio y la lealtad de las agencias de automóviles, que lavaban el dinero de sus robos. Lo mismo sucedía con la telefónica y con las carreras de caballos.

    El dinero de los robos también generaba a John y sus muchachos fuertes divisas para tener otra clase de lujos: departamentos caros, bebidas finas, como el mejor whiskey que John acostumbraba consumir; hoteles y restaurantes de la mejor categoría, así como las chicas más sofisticadas del medio en Chicago.

    El beisbol era para Dillinger su otra pasión. Aunque no tan grande como su “profesión”, también lo era aquel deporte tan importante para los norteamericanos entonces. Era un excelente jugador y un mejor aficionado.

    El dinero que recibía en aquellos asaltos, como el que acababan de realizar, le permitía presenciar las mejores temporadas.

    Para ellos, estar en Chicago era un paraíso que no podrían mejorar en ningún otro lugar. Y por el momento, a la policía le era complicadísimo averiguar en dónde estarían la siguiente vez, porque nunca dejaban evidencias que establecieran el itinerario y porque ellos planeaban el atraco una vez que ya tenían bien identificadas las posibilidades, así como los riesgos inherentes y probables, lo que los hacía estar en mejor posición a comparación de las autoridades.


    Sin embargo, el buró de Investigación pronto podría contar con una nueva cabeza.


    En aquella casa de citas, John reía con un par de chicas a las que había invitado a su habitación.

    - Dinos, John…¿qué te dijo el hombre de la licorería?

    - Si quiere todo el licor de la tienda…lléveselo, pero no el dinero.

    - ¿Y qué hiciste?

    John dudó.

    - La oferta fue tentadora…así que…me decidí. Le vacié la tienda…creo que fue una mejor decisión. Aquel hombre tenía una reserva inmejorable.

    Una de ellas lo besó profusamente, mientras la otra servía una nueva copa de whiskey.

    - John…¿puedo hacerte una pregunta?

    - Claro, dime- insistió él bebiendo.

    - ¿Por qué no robas a la gente común y corriente?

    John se secó los labios y tras besar a la otra chica, se recargó en su regazo y tomó la mano de la que había preguntado primero, mientras la otra acariciaba su cabellera.

    - Verás, muñeca…eso no tiene nada de entretenido…o sea…¿qué hay de divertido en eso? Por eso me gusta añadir algo de sazón. La gente común tiene sólo eso…su dinero, si le quitas eso, lo podrás hacer solamente una vez…es deprimente ver a un hombre que lleva dinero a depositar que muchas veces ni siquiera es propio…entonces la cosa es mucho más delicada…por un error puedes enviar a un hombre inocente a prisión.

    - Eso habla muy bien de ti- señaló una de las chicas.- Por eso la gente te admira tanto.

    John entrecerró los ojos.

    - ¿De verdad lo creen?

    - Por supuesto.

    - A mí no me gusta que me admiren del todo…sólo quiero que sigan viéndome como un ladrón incapaz de dañar a la gente común…eso es lo que quiero…que la gente me tenga respeto, no temor…

    - No creo que pidas lo mismo de los banqueros…

    John asintió, mientras acariciaba una de las manos de la muchacha.

    - Tienes razón, dulzura…esos banqueros tienen tanto dinero como planes de acabar con nosotros, así que no se merecen ninguna consideración. Si les quitas esa cantidad, producirán más dinero ficticio, el valor del dinero se lo dan ellos…eso es lo que nos gustan…que hagan tanto escándalo por un dinero al que ellos le han dado el valor…se azotan y se torturan por papel que sólo sirve para gastarlo…ellos no saben lo que significa tener un poco de esto y gastarlo a manos llenas sin el menor remordimiento. Ellos ponen su corazón en el dinero y por eso hacen una tormenta en un vaso de agua.

    - ¿No les tienes miedo, Johnny?- dijo otra acariciando su pecho.

    Dillinger negó.

    - Por supuesto que no, linda…ellos no me inspiran miedo…y estoy seguro que ellos me tiene más miedo a mí…y si un día tratan de quitarme del camino, les costará mucho trabajo- dijo sonriendo, al tiempo que seguía con aquella fiesta de tres que tenía con qué solventar.

    Las chicas devoraban su piel, bebían el licor de sus labios, gozaban con sus caricias, pero John no era feliz. No había encontrado el amor. No era su prioridad por el momento. Sin embargo, cuando las mujeres aquellas quedaban exhaustas y John se marchaba, viajaba siempre con una pena interna que lo hacía sentirse más solo que nunca.


    Rojo un día le preguntó.

    - ¿Pasa algo?

    - Es que…en ocasiones me pregunto si…he de correr la misma suerte que corrió mi padre con la mujer que lo engañó durante años.

    - Dices que tu madre fue una buena mujer.

    - A la que mi padre no supo valorar- dijo John- pero yo no quiero eso para mí. Cuando me retire, quiero encontrar una mujer buena que me ame…a la que yo pueda amar sin reservas…por la que me arriesgue como sea…que no sea como Bethel que se convirtió en una zorra…quiero a alguien que sea sólo para mí y yo para ella…y estoy seguro que la voy a encontrar.

    - Pues entre estas chicas lo dudo, John.

    Dillinger externó.

    - Lo sé…aquí no…pero sé que el día menos pensado va a llegar a mi vida.
     
  4.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

    Acuario
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    16 Enero 2015
    Mensajes:
    415
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    1062
    Cap. 24

    Habían pasado ya algunas semanas y John Dillinger y sus muchachos se dedicaban a asaltar sin problemas los bancos de Chicago. La policía se sentía totalmente rebasada. Cada día que pasaba, parecía un día más a favor de la banda de Dillinger y un punto más en contra de las autoridades.

    Era el tiempo idóneo para que un hombre como John pudiera hacer de las suyas sin ser realmente perseguido.

    Y así lo demostraban en aquel sofisticado restaurante de Chicago, donde se reunían a escuchar a una de las bandas de moda, mientras disfrutaban de la comida y de la bebida, así como de las chicas más hermosas y su compañía.



    Aunque el local no era solamente para gente de su condición, sino que también había allí banqueros o gente de negocios, era precisamente esos sitios para codearse con gente importante.

    John y los suyos estaban sentados en una gran mesa, degustando la cena y la bebida. Reían y comentaban los últimos chismes.

    - ¿Todo en orden, Rojo?- preguntó.

    - Claro, Johnny…todo está en perfecto orden, siempre y cuando nosotros mismos no nos metamos en problemas.

    Homer era el que estaba más animado de todos. Y Pete ya había estado revisando a qué chicas del lugar podía invitar a bailar.

    - Sólo es cuestión de tiempo- decía. –Ya tengo a más de dos dispuestas a todo conmigo.

    - Tengan cuidado- recomendó Rojo- no deben perder la cabeza por ellas.

    Homer intervino.

    - ¿Por qué no? Si perder la cabeza en ese hermoso par de piernas es lo que más nos gusta.

    Todos rieron por el comentario. Pero John estaba a la expectativa.

    El hombre que se acababa de sentar era viejo conocido suyo.

    - Hola, Johnny…oye…te tengo noticias. ¿Recuerdas la información que me pediste respecto al…negocio de la banca?- preguntó.

    John asintió con la cabeza. Sabía perfectamente de qué se trataba.

    - ¿Qué hay de ello?- indagó Dillinger.

    El joven Maxwell le dijo en voz baja:

    - Es una gran cantidad…Reserva Federal, hermano…de menos un millón por cabeza…tú dices…

    - ¿Qué hay que hacer?

    - Secuestrar al gerente…luego atracar el banco. Lo del secuestro lo podemos hacer nosotros…

    Johnny negaba.

    - Eso de los secuestros no va conmigo…yo soy de la idea de que a la gente le importa lo que hago o no.

    - ¿La gente? ¿O sea que esperas estar siempre a gusto con lo que la gente quiera?- preguntó Maxwell.

    - No exactamente…sin embargo, sí me importa la visión que tenga la gente de mí. Mi reputación se esconde en la cortina de la admiración de mi gente…ellos son los que me protegen…ahí me resguardo, Maxwell…y si fallo, perderé su aprecio y eso no me conviene…-respondió Dillinger muy seguro de su comentario.

    Maxwell asintió con la cabeza.

    - Quizás tengas razón…lo dicho…del secuestro mi gente se hará cargo…tú haces lo que haces mejor, así todos estamos contentos.

    - Bien…entonces quedamos de acuerdo…

    - Es suficiente- continuó Maxwell- como para el retiro.

    John sonrió ligeramente.

    - Sólo que…aún no me pienso retirar..

    Maxwell sonrió también pero increpó.

    - Johnny…esto no va a durar por siempre…hay que pensar en el futuro.

    - Quizás pero…por ahora estamos pasándolo bien…nos divertimos…todo está en orden.

    - Pero…no por mucho tiempo, lamentablemente- dijo Maxwell.- Mira, Johnny…yo tengo pensado irme a otro lado.

    - ¿A dónde?- preguntó John.

    - A Cuba…quiero conocer Varadero…¿tú a dónde irías?

    - Quizás a Brasil…o a otro lado que no sea Cuba…

    El amigo asintió y se despidió.

    Rojo le preguntó:

    -¿A qué vino?

    John sonrió.

    - Esa mala costumbre que tienen algunos de venir a hablar de negocios en momentos de diversión.

    Rojo entendió.

    Homer se levantó de la mesa.

    - Voy a ver qué quieren ese par de chicas de mí.

    Pete hizo lo mismo al ver a una hermosa chica presentada por Anna, llamada Angelica.

    Rojo y John se quedaron a solas en la mesa.

    - ¿Y bien?- preguntó Rojo.

    John estaba ido. Llevaba rato mirando hacia un punto en específico.

    - ¿Y bien, qué?- preguntó a su vez Dillinger.

    - No has dejado de mirar a la chica de la otra mesa, casi desde que llegamos- observó el policía.

    John sonrió ligeramente.

    - Sólo la observo…me extraña su forma de comportarse…hay un par de caballeros a los que ni siquiera ha sonreído ni respondido…y uno más con quien no quiso bailar…es extraña…quizás no es de aquí.

    - Puede ser…

    John cambió de tema.

    - ¿Qué piensas de lo que propuso Maxwell?

    - Suena interesante- dijo Rojo- sólo que siento que si es mucho algunos pueden dejarse engañar.

    Dillinger asintió.

    - ¿Y cómo ves a Homer?

    - Bien…tranquilo- dijo Rojo.

    - Lo noté ansioso cuando vino Maxwell. Además, estuvo hablando del asalto a la cervecera durante horas…-contestó Dillinger, preocupado.

    Rojo lo tranquilizó.

    - No te preocupes…no es de cuidado…Homer es así, un tanto exagerado en sus expresiones.

    - Walter Dietrich decía: Nunca trabajes con alguien que esté desesperado- contestó John.

    Rojo continuó:

    - Y yo digo que: no te acerques a las mujeres.

    - Sin las mujeres…es como estar en prisión- dijo John Dillinger sonriendo.

    - Para eso están las prostitutas- continuó Rojo.

    Dilinger negó.

    - No es lo mismo, Rojo, y tú lo sabes.

    El policía trataba de hablar con más sensatez.

    - Johnny…en esto no podemos darnos el lujo de hablar de formar una familia…de serle fiel a una sola mujer.

    - ¿Por qué no?- preguntó Dillinger.- Cuando encuentras a la adecuada, claro que se puede…

    Rojo movió la cabeza.

    - Eso es difícil…

    John miró de nuevo a la muchacha a la que llevaba rato observando.

    - No lo creo- dijo.- Espérame…ya vuelvo.

    Dillinger volvió a las andadas. Pero esta vez, la mujer de la otra mesa no lo rechazó.

    - No sé por qué razón rechazaste al caballero de hace un rato pero…me alegro- evidenció Dillinger.

    La chica le sonrió.

    - ¿Te puedo invitar una copa?- preguntó John.

    La chica asintió. Quizás Dillinger comenzaría a cambiar de horizontes en el amor.
     
    Última edición: 3 Julio 2017
  5.  
    Andrea Sparrow

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    Título:
    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    1178
    Cap. 25

    La joven a la que Dillinger había invitado una copa se levantó y fue con él, ante la admiración de las muchachas con las que estaba sentada a aquella mesa.

    Mientras tanto Rojo ya se había marchado, llevado por la invitación de Anna, tras haberle presentado a una tal Verónica. Por un momento, parecía que la bien organizada banda de John Dillinger estaba dispersa. Sin embargo, ellos sabían volver a reunirse en el momento oportuno.

    John llevó a la chica a beber una copa mientras era interrogado por ella acerca de su nombre.

    - Dime…¿cómo te llamas?

    - Jack…-mintió- ¿y tú?

    - Billie…Billie Frachette.

    Él sonrió. La chica era muy hermosa. Se notaba que tenía ascendencia francesa y su apellido lo denotaba.

    John apreciaba su belleza cuando escuchó que ella le preguntaba:

    - ¿Bailas, Jack?

    - No mucho –dijo él- es más…no sé bailar realmente.

    - Ven, yo te enseño- dijo ella tomando su mano, dejando que John colocara la otra en su cintura y la siguiera.

    Una pieza cadenciosa y sugerente comenzó, mientras ella le preguntaba.

    - Dime, Jack…¿a qué te dedicas?

    - A ponerme al día…a conocer una chica como tú…justo ahora…¿y tú? ¿A qué te dedicas?

    - Pues…mi vida no es muy interesante, Jack…

    - Frachette…francés, ¿cierto? ¿Y, qué hay del otro lado?- preguntó, refiriéndose al apellido materno.

    La chica hizo una breve mueca de molestia. No le gustaba que le preguntaran al respecto, especialmente porque si lo hacían, era solamente para burlarse.

    - Mi madre…es una india menomini, ¿estamos? A la mayoría de los hombres no les agrada eso…

    - Pero yo no soy como la mayoría- dijo John- a mí ese tipo de cosas me tienen sin cuidado…-continuó con los ojos centelleantes de emoción.- Ven…¿te parece si te llevo a otro lado?

    Ella asintió. Por un instante dejó que los ojos castaños de John la hipnotizaran para permitirle marchar hacia otro punto de la ciudad.

    Apenas un par de sus muchachos se percató que John se había ido a otro restaurante, especialmente a uno de gente adinerada.

    Cuando entraron, Billie se sentía un poco cohibida.

    John no dejaba de mirarla.

    - ¿Ya te diste cuenta?- preguntó él.- Todos te miran…

    - Sí- dijo ella- no habían visto a una chica en su restaurante con un vestido tan barato…

    - No digas eso…te miran a ti…

    - Tú me estás mirando- dijo ella- ¿Puedo saber por qué?

    - Si tú vieras lo que yo estoy viendo ahora…también estarías como ellos.

    - Ellos miran lo exterior…lo que no pueden concebir en un lugar de tanto prestigio como éste…un lugar por los que realmente no acostumbre venir.

    - Me alegra entonces ser el primero en traerte a uno de ellos- sonrió John Dillinger.

    Billie también trató de sonreír. Pero había en la mirada de John algo que le impedía creer en todas las palabras que le decía. Un velo de seducción que le otorgaba un poder casi sobrenatural sobre su persona y la hacía imaginar que se trataba de un ser de otro mundo, quizás.

    John intervino tras notar que ella guardaba un profundo silencio.

    - ¿Por qué tan callada?

    - Por nada- dijo ella- apenas te dije a qué me dedico…y ya me has traído a un lugar como éste.

    - ¿Por qué no? A mí no me importa lo que los demás piensen o quieran…anda, cuéntame…a qué te dedicas…

    Ella miró a un lado y dijo casi en secreto.

    - Guardo abrigos en un casino y he contado puntos en el bar Stauber…

    - Por mí no hay problema, ya te lo dije…a mí sólo me importa la belleza que tengo ante mí.

    - Aún no me has dicho bien a bien a qué te dedicas…

    John hizo una pausa. También miró a un lado, gesto que la hizo reír. Pero mientras él hablaba, la sonrisa de diversión se tornó por nerviosismo y algo de sorpresa.

    - Soy John Dillinger…el asaltabancos…donde esta gente invierte su dinero…

    Billie apenas podía creerlo. John la miró fijamente. Seguro, ahora que le decía la verdad, ella se apartaría. Era mejor así. Pero la reacción de Billie lo sorprendió.

    - ¿No crees que…es demasiada información para una chica a la que apenas conoces?

    - No te comprendo bien- dijo John, como siempre que fingía no entender algo para llegar más allá.

    - No tenías que revelarme eso tan delicado cuando apenas me conoces.

    John sonrió ahora porque notó que ella no era prejuiciosa y quizás estaba dispuesta a aceptar más de lo que él imaginaba.

    - Te lo revelé- comenzó- porque…no quiero comenzar con mentiras…porque…realmente veo que eres diferente…y si tú quieres…poder empezar a ser más que sólo conocidos.

    - Apenas sé quién eres…apenas si sabes quién soy yo…

    - A mí sólo me importa a dónde va la gente…y tú y yo podemos llegar lejos, hermosa.

    Billie sonrió.

    - Ven…vámonos de aquí- dijo él.

    La llevaba hacia afuera cuando un individuo lo reconoció y lo llamó “Johnny”. Eso molestó a Dillinger, quien instó a Billie para que lo esperara afuera.

    Sin embargo, a ella le molestó a su vez la forma en que él le pidió abandonar el restaurante y esperarlo. Ya estaba cansada de tipos que sólo buscaban pasar el rato. Creía que él era diferente pero no…comenzó a pensar que Dillinger realmente tenía una vida muy complicada y oscura. Así que se marchó sola de allí, en el primer taxi que pudo abordar.

    Dentro, la escena para Dillinger no era muy grata que digamos. Los tipos que había encontrado eran contactos que lo conocían y a quienes le convenía frecuentar para poder ocultar sus robos en acciones y servicios más honestos.

    - Hola, John- dijo uno de ellos- ven…quiero presentarte desde aquí al tipo que se encargará de cuidar tus intereses, obviamente él no lo sabe del todo.

    - ¿Quién es?- preguntó John.

    - Ese…el tipo de bigote…Frank Nitty.

    - ¿Ese, que parece barbero?

    - Sí, pero te conviene respetarlo y hacerte su amigo en su momento, yo sé lo que te digo. Ahora…vete tranquilo. Estamos para servirte.

    John asintió. Había reforzado un poco sus relaciones públicas en un instante. Sin embargo, por ellas, acababa de perder el comienzo de una relación amorosa que parecía ser muy interesante y agradable.

    - Disculpe- preguntó al valet parking- ¿no vio a una chica vestida de rojo?

    - Sí…-dijo el primero- se fue en un taxi hace ya un rato.

    John estaba molesto. No le gustaba que las mujeres lo dejaran plantado. Pero había algo en ésta que lo instaba a no dejarla ir así como así. Ahora era él el que no podía perderla como si nada.

    Y mientras eso sucedía, un nombre comenzaba a sonar entre los círculos policiacos: Purvis era su apellido y su fama era aún más extensa que su apelativo.
     
  6.  
    Andrea Sparrow

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    Título:
    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
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    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    1389
    Cap. 26

    Una mañana húmeda vio a un par de hombres armados seguir a alguien por un camino realmente complicado y enredado.

    Corrieron rápidamente por entre aquel huerto, cuando distinguieron a alguien quien huía de ellos: Pretty Boy Floyd.

    El joven delincuente corría lo más rápido posible, tratando de escapar del huerto, antes de que alguna de las balas lo cercara.

    Había pensado esconderse un tiempo. Pero tal parece que la policía ya tenía un nuevo elemento que iba a darles muchos problemas a los gangsters y asaltantes de moda. Purvis era su apellido.

    El joven Purvis era un prominente policía que había hecho un historial verdaderamente íntegro en la búsqueda de delincuentes y había apresado personalmente a varios en la lista de los más buscados por el FBI. Sin embargo, su nombre no había sido tan sonado, en vista de que había una figura muy prominente que opacaba su carrera: la de Jonathan Vaugh. Ese policía, a pesar de no tener experiencia práctica en la persecución de delincuentes, era socialmente más famoso.

    Sin embargo, para Melvin Purvis mostrarse ante los medios presumiendo una brillante carrera no era la prioridad. El avance de la delincuencia era inminente y él tenía la consigna de detenerlo en la medida de sus posibilidades.

    Y precisamente en esos instantes, ponía todas sus energías en la búsqueda y captura de uno de los delincuentes más jóvenes y más peligrosos que había tenido hasta entonces la Unión Americana.

    El campo destilaba olor a manzanas…el viento fustigaba en el aire el veneno de la muerte que se cernía sobre Pretty Boy Floyd. Y por fin, unos pasos más adelante, Purvis hizo detonar sobre el cuerpo del joven ladrón una descarga de una escopeta de alto calibre.

    El joven, tirado en el césped, se retorcía, al notar que la bala había perforado su cuerpo profundamente.

    Purvis se acercó para escuchar de sus labios una confesión posterior, sobre los nombres de los integrantes de su banda. Pero un “vete al infierno”, soltado mientras la bala quemante perforaba su corazón, fue el último suspiro del muchacho.

    Melvin Purvis había acabado con un peligroso delincuente pero se había quedado sin los nombres de los integrantes de la banda.

    - Uno menos- pensó- pero todavía falta el más peligroso…John Dillinger.


    Mientras tanto, John Dillinger había actuado extrañamente después de haber conocido a aquella joven de ascendencia francesa que había causado tanta conmoción en su vida.

    Los muchachos de la banda notaron que Dillinger se comportaba más extraño que de costumbre.

    Rojo fue el primero que intentó hablarle.

    - John…¿ocurre algo? Desde el atraco de anoche estás muy raro…

    Dillinger mientras revisaba sus armas, respondió a su amigo.

    - Nada, Rojo…es algo sin importancia…realmente no es nada interesante.

    - Pues…el otro día en el bar, la chica con la que estabas, parecía importante.

    John Dillinger se notó evidenciado.

    - Rojo…sólo en ti puedo confiar…pienso cortejar a esa muchacha…

    - Pero John…es peligroso, para ella y para ti, ¿qué te hace confiar en esa mujer?

    - No lo sé pero…estoy seguro que ella no tiene interés en mí solamente en el dinero o en tener una vida más interesante. Sin embargo, me dejó solo en un restaurante a donde la llevé a cenar. ¿Crees que no le haya yo agradado?

    - Al contrario…estoy seguro que esa mujer tiene interés en ti pero quizás no es como todas las demás.

    Dillinger asintió.

    - Estoy seguro que tienes razón. Esa mujer debe ser diferente a las demás…diferente a Bethel, mi exmujer…tengo que volver a verla. Pero no sé si acercarme. No quiero salir innecesariamente. El último golpe está aun reciente.

    - Si quieres, puedo investigar algo antes…

    - ¿Serías capaz de hacer eso por mí?- preguntó John.

    Rojo respondió con una sonrisa.

    - Por supuesto, John…yo podría indagar algo que a ti te gustara saber respecto a ella.

    - Sólo quiero saber si está trabajando donde dijo que estaba. Sólo eso.

    - Bien, entonces, te tengo esa información disponible mañana mismo.

    - Gracias, Rojo, eres un buen amigo.

    - No hay nada que agradecer- señaló Rojo- sin embargo, no me parece que debas estar arriesgándote tanto…deberías ser más precavido.

    - Lo seré, Rojo- aseguró Dillinger.- El amor verdadero no tiene por qué entorpecer nuestro trabajo.

    - Ojalá los muchachos piensen igual.

    Dillinger permaneció serio un segundo.


    Rojo estuvo vigilando bien el terreno, respecto a los asuntos de los atracos de la banda de Dillinger. Y entre esa vigilancia, encontró entre las últimas noticias que Melvin Purvis ocupaba los encabezados y las primeras planas de varios periódicos. Eso iba a ser muy interesante para Dillinger y sus muchachos.

    Aquella noche fue al club Stuben y ahí fue a jugar un poco, mientras dejaba su abrigo en la recepción.

    - Buenas noches- lo recibió Billie, quien no lo reconoció.

    - Buenas noches, señorita- dijo dejando su abrigo.

    Entró al club un rato para matar el tiempo. Cuando salió la joven estaba aún ahí a punto de salir. Espero a que la muchacha saliera y luego volvió por su abrigo. Otra chica se lo entregó.

    - ¿Se divirtió, señor?

    - Claro, aunque…me gustaría invitar a una chica como tú a salir un día de éstos.

    La joven se sintió halagada por la invitación de Rojo.

    - A mí también me gustaría pero necesito tener tiempo…avisarle a mi amiga Billie.

    - Vamos…seguramente te darán permiso…lo pasaremos muy bien, créeme.

    La chica sonrió.

    - ¿De dónde eres?

    - De Massachussets- dijo ella- pero ya ve, estoy aquí en Chicago tratando de ganarme la vida.

    - Ya veo…ustedes trabajan mucho, ¿cierto?

    - Cierto, mi pobre amiga, la que se acaba de ir, viene de provincia. Ojalá que ella tuviera mejor suerte que yo. Me contó que el otro día un chico la invitó a bailar y a cenar en un bar. La pobre casi nunca sale.

    Rojo entendió que quizás se refería a John.

    - ¿Ah, sí? ¿Y si supieras que…yo soy amigo del chico que se interesó en tu amiga?

    - ¿De verdad? Vaya…esto sí que es suerte. Ahora veo que también soy igual de afortunada que ella.

    El ex policía asintió.

    - Los afortunados somos mi amigo y yo, linda. Dile a tu amiga que quizás pronto le avise a mi amigo para que vengan juntas a cenar. ¿Cómo te llamas?

    - Marion- dijo la chica.

    - Por cierto…mi amigo dice que quiere enviar un ramo de rosas a tu amiga pero no sabe a dónde enviarlo.

    - Puede enviarlo aquí, si quiere. Cualquiera de nosotras, aunque ella no estuviera, se la entregaríamos.

    - Gracias, muñeca- dijo Rojo, acariciando el rostro de la joven.- Así que recuerda…tú y yo vamos a salir pronto- añadió guiñándole el ojo.

    Al salir dejó una fuerte propina. La chica la tomó y se mordió los labios sintiendo que aquel pretendiente iba a ser muy interesante para ella.


    Dillinger leía un periódico mientras esperaba noticias respecto a la ciudad. Ahí encontró el rostro de Purvis.

    - Por fin te conozco, perro policía- se dijo mientras mascaba tabaco.- Ya nos veremos las caras, Purvis. Por ahora…tengo mucho que divertirme.

    Homer llegó donde él y le dijo:

    - Va a haber un buen golpe pronto, John. Parece que Baby Face Nelson está también interesado.

    - Baby Face Nelson puede actuar a solas, Homer. Nosotros no tenemos absolutamente nada que ver con él y su gente.

    - Quizás habrá que actuar rápido antes de que ellos nos tomen la delantera.

    - Despreocúpate, que lo haremos todo a tiempo y bien. Pero de momento, estoy en la búsqueda de un tesoro muy importante para mí.

    - Ya veo, capitán…¿es de mucho valor ese tesoro?- preguntó Homer.

    - Mucho, Homer- señaló John- sin embargo, sólo quiero que tranquilices a todos. El hecho de que el chacal busque pareja no es motivo para que la manada se inquiete, ¿entendido?

    Homer le palmeó el hombre.

    - Entendido, John…no te preocupes…todo está bien. Suerte con la gatita que estás buscando…

    - Pronto esa gatita ronroneará en mi tejado, Homer, ya lo verás- dijo aunque realmente no pensaba en ella solamente como una diversión. Y quizás estaba cometiendo un gran error.
     
  7.  
    Andrea Sparrow

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    Título:
    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
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    38
     
    Palabras:
    1939
    Cap. 27

    El tiempo transcurrió realmente lento para John Dillinger. Hubiera querido que las semanas pasaran rápidamente pero no podía acelerarlo. Quería que su último atraco se hubiera desvanecido rápidamente en la memoria de la gente de Chicago, hasta el momento del siguiente. Pero estaba aún más preocupado porque no sabía nada de Billie, a excepción de lo que Rojo le había comentado.

    - ¿La has vuelto a ver?- preguntó John.

    - He visto a su amiga- señaló el ex policía- ella se va temprano. Así que si quieres verla, tendrás que ir antes de las diez de la noche.

    John asintió con la cabeza. Era lo que haría en cuanto pudiera.

    - Por ahora no puedo arriesgarme. En cuanto demos el golpe del Banco Central, nos ocultaremos en los departamentos Shouden. Y ahí, escondidos, nos moveremos de Chicago.

    - Totalmente de acuerdo. Ya hablé con Anna acerca de esto y dice que tenemos todo lo que nos haga falta.

    - Bien…entonces, manos a la obra. Llama a los muchachos.

    Cuando todos estuvieron juntos, Homer fue el primero en hablar.

    - Oye, John…¿qué decidiste respecto a lo del asalto al tren? ¿Y al…secuestro?

    John lo miró con algo de dureza.

    - ¿Todavía no has entendido, Homer? No se trata de irnos sobre lo primero que se nos aparezca. Eso déjalo para el desesperado de Baby Face Nelson. Ese es muy impulsivo.

    - Impulsivo y todo pero consigue lo que quiere.

    John negó.

    - Ese tipo sólo ha tenido un golpe de suerte. Ya verás cómo el día menos pensado caerá y ninguno de los suyos estará para verlo.

    Las palabras de Dillinger sonaron casi proféticas.

    Rojo trató de calmar los ánimos.

    - Hey, muchachos, tranquilos…John tiene todo bien organizado, ¿cierto, John?

    - Por supuesto, por eso los he llamado. Hay que distribuir los roles convenientemente.

    - ¿De qué se tratará este golpe?

    - Es un gran robo al Banco Central. Nos dividiremos de la siguiente manera: Homer y yo iremos adentro para entrar como si nada. James amagarán a los que estén más cerca del gerente y yo me lo llevaré para que abra la caja fuerte. Afuera, Rojo esperará en el auto. Homer me dará la señal y todos sin excepción saldremos, incluyendo a los dos civiles que vayan con nosotros.

    - ¿Cuánto tiempo tardará en realizarse todo?

    - Es cuestión de minutos. Por eso deben ustedes estar en el lugar correcto en el momento adecuado. Créanme, todo saldrá bien- sonrió.

    Todos estuvieron de acuerdo, listos para lo que estaba por venir al día siguiente.

    Sólo John llamó a solas a Rojo.

    - Hey, dime, amigo…¿qué sabes de Billie?

    - Su amiga me dijo que ella no ha tenido mucha suerte.

    John sintió una profunda ternura.

    Rojo preguntó.

    - ¿Qué es lo que quieres con esa mujer? Habiendo tantas…podrías divertirte en cuanto termine el atraco…sabes que siempre ha habido alguien esperando por ti. Esa chica, por ejemplo, la que viste cuando recién llegamos a Chicago. Ella es una buena opción.

    John estaba un tanto ido. Luego le confió a Rojo.

    - Tú y yo somos amigos…sabes que quiero mucho a Polly y que hemos estado en momentos muy importantes. Por eso te voy a confiar algo…

    - No es necesario que me lo digas…ya sé de qué quieres hablar…

    John Dillinger permaneció en un breve silencio.

    - ¿Y bien? Explícame.

    - Tu confesión tiene nombre de mujer…Billie…

    Dillinger movió la boca y luego añadió.

    - Es verdad…me conoces bien. Sabes que nunca había yo estado así, con el pensamiento puesto así en alguien más. Y por ser la primera vez…me cuesta trabajo entender algunas cosas.

    Rojo asintió.

    - Sí, me imagino que te cuesta trabajo saber por qué la chica te dejó en el restaurante solo, al salir, ¿cierto?

    John estuvo de acuerdo.

    - No sé a qué se debió…qué fue lo que hice mal.

    - Cuando estabas ahí con ella, debiste salir con ella y no hacerla salir así de esa forma. Ella pensó que te quedarías con esos tipos y la habías hecho que se marchara porque no te interesaba.

    - ¿Pero, por qué? Le revelé quién soy realmente.

    Rojo se puso serio.

    - ¿Eso hiciste?

    - Por supuesto, no podía mentirle. No a ella…me interesa en serio.

    El ex policía insistió.

    - John…¿te has puesto a pensar en la clase de vida que llevará cerca de ti?

    - La mejor, de eso no te quepa duda. Yo voy a cuidar de ella y a protegerla. Pero primero necesito volver a verla.

    - Eso es cierto, quizás ella ya no quiera saber más de ti.

    - Por supuesto que lo hará. Ella ya sabe que me interesa. Se lo hice saber en el restaurante y no me gustó nada que se fuera y me dejara esperándola afuera. Debe entender eso.

    - Según me estoy dando cuenta- continuó Rojo- que estás actuando egoístamente con esa chica. ¿Te parece lógico? Ella no es de tu propiedad…

    John insistió.

    - Será mi novia…mi mujer, mi todo. Entiende, Rojo. Yo no he tenido nada mío. Bethel fue sólo un espejismo. Esa mujer nunca me quiso a mí. Sólo al dinero que le di. Mi padre…bueno, ni qué decir del viejo. Nunca le interesé. Pero esta muchacha es diferente. No sé qué es lo que me ha unido irremisiblemente a ella…es como un anhelo oculto que me hace sentirla tan cerca de mí. Y al mismo tiempo, tengo miedo de mí mismo. Y siento ganas de defenderla de quien sea…con uñas y dientes. De hacerla mía, que sea la princesa de mis horas…no pienso cederla a nadie. ¿Cómo podría no ser egoísta y no sentirla de mi propiedad, si parece que el destino me la puso para que yo la amara y fuera yo su único poseedor. Ese día, ella no quiso bailar con ningún otro y tampoco aceptó una sola invitación a beber una copa o algo más. Sólo a mí ¿te das cuenta? Ella también me ama, estoy seguro.

    Rojo resolvió hablar.

    - Entonces…cualquier cosa que te diga no servirá de nada.

    - De nada, Rojo. Amo a esa mujer a morir y necesito verla de nuevo.

    - Después del golpe…

    - No…tiene que ser antes…

    - Tienes que entender, John…el golpe será el motivo para que tú dejes de verla. Eso te expondrá y no podrás salir. Por ahora es más sencillo.

    John por primera vez pensaba que quizás Rojo tenía razón.

    - Creo que te haré caso. Tú tienes más experiencia que yo en eso del amor, así que…dejo ese asunto en tus manos.

    - Gracias.


    Días después, Melvin Purvis se acreditaba frente a la corporación para hacer la investigación relativa a John Dillinger. El jefe y administrador le hizo saber que lo quería a cargo del asunto y que le daba toda su confianza.

    Melvin sentía suma seguridad en lo que estaba por hacer. Sin embargo, su prueba de fuego aún no había llegado.

    Una pista de parte de la cajera del banco que habían asaltado semanas antes, permitía que se centraran en la búsqueda de Dillinger.

    - La señorita ha traído este abrigo…es un rompe vientos, de más de mil dólares. Sabemos en qué tienda fue comprado y cuándo. Así que podemos llegar a averiguar un poco más respecto al paradero de Dillinger. Traten de averiguar lo que puedan. Cualquier pista es importante. Ah, y sobre todo…si alguno de ustedes quiere de una vez desistir de esto, retractarse y renunciar a la investigación, puede hacerlo ahora mismo, sólo tiene que decirlo.

    Ninguno de esos hombres movió un músculo. Todos estaban dispuestos a continuar, sin saber lo que podía suceder después.


    Sin embargo, John Dillinger seguía con la expectación. No quería presentarse directamente a Billie después de lo de aquel incidente afuera del restaurante, pero tampoco estaba dispuesto a permitir que alguien más captara su atención. Así fue como se decidió a averiguar todo lo posible y a seguirla.

    Billie no se había dado cuenta que John la había seguido durante una semana. Y durante ese tiempo, John se percató de que ella no había vuelto al bar que ellos frecuentaban al llegar a Chicago. No había conversado con ningún hombre, se iba temprano a su casa y curiosamente, leía los diarios para estar enterada de las novedades.

    La vio comprar el periódico todos los días durante la semana en la que la vigiló.

    Al percatarse de ello, se decidió a escribirle una carta. No se consideraba bueno haciéndolo, puesto que casi nunca había utilizado ese medio para conquistar a una chica. Así que, si a ella no le agradaba del todo, no podía culparlo. Era su naturaleza.

    Sin embargo, ahora estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de ganar su corazón.

    Los muchachos lo buscaron para revisar algunas armas. Pero Dillinger les pidió.

    - Lo siento…por ahora no puedo atenderlos…denme tan sólo un par de horas y revisamos el armamento.

    - Pero, John…es urgente.

    - ¡Ya les dije que no me molesten! Sólo un par de horas y se acabó…

    Al poco rato ya se encontraba totalmente solo.

    - Ahora voy a poder escribir a gusto…

    -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Las horas pasaban tediosas para Billie. Aquella actividad de resguardar los abrigos de los hombres que iban a jugar en el casino, no era para nada agradable y mucho menos divertida.

    Pasaba el tiempo leyendo revistas o conversando con sus amigas. Aunque trataba de tener todos los abrigos ordenados y bien colocados. Trataba de hacer de esa actividad algo ligeramente entretenido. Y las otras chicas ayudaban de mucho.

    - Tan sólo imagina por el olor de este abrigo a qué se dedicará este caballero.

    - Este tiene aroma de banquero- dijo una.

    - Este otro tiene aroma de músico- comentó otra.

    - Es difícil que en este lugar haya gente de mucho dinero- respondió Billie.- Yo llevo más tiempo que ustedes y puedo asegurárselos.

    - Por cierto, el otro día vino un joven rubio preguntando por ti…aunque me dijo que es un amigo suyo el que está interesado en ti- sonrió la amiga.

    BIllie hizo un gesto de asombro. Tenía tanto que nadie se percataba de su presencia.

    - ¿Ah, sí? Pues qué raro, porque yo últimamente no conozco a ningún hombre que me interese y que pudiera notar que yo le interesara.

    - Pues el joven rubio dijo que a su amigo le habías causado muy buena impresión.

    - Déjate de monsergas- dijo Billie- mejor vamos a organizar los abrigos de acuerdo a la hora en que los caballeros llegaron.

    - Ese criterio no sirve- dijo otra- no necesariamente los que llegan primero se van primero.

    - Tienes razón –concluyó Billie- entonces intentemos otro criterio.

    - Podría ser…guapo…normal…feo.

    Todas rieron a carcajadas. De pronto un muchacho llegó con una carta.

    - ¿La señorita Billie Frachette?

    - Soy yo- repuso Billie.

    - Me pidieron que se la entregara en mano.

    Cuando la recibió no lo podía creer. Era una carta con una forma muy peculiar de cerrarse.

    - ¿Quién te escribe?

    - No lo sé…no trae remitente…

    - Léela, ¿quieres?

    Billie negó.

    - No ahora…la leeré en casa y luego las pondré al tanto.

    La joven no tenía ni idea de quién se trataría. Lo que menos imaginaba era que se tratara de aquel John Dillinger que tanto le había agradado.

    - Ni pensarlo- comentó para sí misma.- ese hombre no ha de pensar ya en mí para nada…
     
  8.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    Título:
    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    1395
    Cap. 28 La carta de John Dillinger

    Billie salió mirando a su alrededor para evitar distracciones o llamar demasiado la atención de algún tipo indeseable. Se decía últimamente en los diarios que la policía estaba investigando respecto al paradero de la banda de Baby Face Nelson y sobre el de John Dillinger.

    Ella no quería tener que ver con el asunto. ¿Por qué? Porque no quería comprometerlo. Hubiera dado en ese momento todo lo que fuera por no tener que encontrárselo, con tal de no perjudicarlo.

    Apretó la carta con fuerza y se la llevó ligeramente a la nariz. El aroma de la loción que la impregnaba era sumamente varonil. Y pudo reconocer el olor. Era de John DIllinger.

    - ¿Por qué estoy pensando yo tanto en él? No puede ser…ese hombre no puede estar interesado en una mujer tan insignificante como yo…-movía la cabeza.

    Caminó un poco más rápido hasta llegar al departamento que ocupaba.

    Encendió la luz y comenzó a leer la carta:





    “ Chicago, Illinois, a 20 de abril de 1933


    Estimada Billie:

    Antes que todo, creo pertinente decirte que no soy muy bueno en esto de escribir cartas de amor, por la simple razón de que nunca había escrito una. Así que espero que valores un poco el esfuerzo que hago en esta ocasión y que mi atrevimiento se vea compensado con una sonrisa tuya.

    Después de eso, quiero que sepas que me urge verte. No sé cuánto tiempo ha pasado ya desde el día que nos volvimos a ver en el bar pero no he podido por ello dejar un solo día de pensar en ti. Y eso es grave para mí realmente. Mi gente está preocupada por ello, por eso espero una respuesta afirmativa a mi propuesta de volver a encontrarnos. No puedes decirme que no. Sería insoportable para mí que te negaras a salir conmigo. Sé que quizás no soy un buen partido, pero te aseguro que nada te pasaría y que además nada te faltará.

    No puedes argumentar que tienes otro compromiso, puesto que te he seguido por una semana y no has salido con nadie. Por lo tanto, ese es otro motivo de peso para que accedas a mi petición. Espero tu respuesta cuanto antes. Atentamente. J. D.”

    - ¿J.D.?- se preguntó Billie.- ¿Acaso piensa este hombre que esta es forma de firmar una carta?- exclamó para sí.

    Sacudió contra su mano la carta. Se quedó pensando largo rato qué hacer con ella. Se vio tentada, incluso, a deshacerse de ella. Pero algo la hizo recapacitar. Casi podía escuchar en sus oídos el crepitar del papel en el fuego…¿cómo se sentiría si hiciera eso?

    Entonces movió la cabeza negativamente. Se dio cuenta que no podría hacerlo y decidió guardarla en un lugar muy oculto de su departamento.

    - Lo siento, “J.D.”- dijo- pero no soy una muñeca a la que puedes manipular como quieras.


    Dillinger estaba pensativo, mientras revisaba el interior de dos autos. Rojo accedía mientras el demostrador ponderaba las características del vehículo.

    - John…¿éste te parece bien? John…escúchame…

    John reaccionó.

    - Perdón, Rojo…¿qué decías?

    - Un momento- dijo Rojo, disculpándose con el dependiente.

    El ex-policía llevó a un costado a Dillinger.

    - Hey, Johnny…explícame…¿qué te ocurre que estás tan distraído?

    - Nada…sólo no te escuché…

    - No es eso…estás muy extraño. ¿Te sientes mal? ¿Te preocupa algo?

    John miró a la nada y luego añadió:

    - No es eso…es esa mujer que tiene el poder de descolocarme.

    - Lo sabía…deberías dejar de lado ya eso. Esa mujer no te conviene…

    Dillinger movió la cabeza.

    - Nada más falso, Rojo. Es precisamente porque sé que la quiero que me siento tan extraño por no haber recibido respuesta a la carta que le envié.

    - ¿Le enviaste una carta?- sonrió Rojo.- Eso es nuevo.

    - No te burles…-dijo John un tanto nervioso.- No me gusta estar así pero mientras no sepa nada de ella no puedo sentirme tranquilo.

    - Trata de calmarte. Lo del golpe es más importante, así que, relájate.

    John trató de no contrariar a Rojo. Pero no estaba de acuerdo. Para él, Billie era ya más importante que cualquier golpe. Sin embargo, no iba a descuidar su “trabajo” por pensar en ella. Así que decidió que tomaría cartas en el asunto.

    Tenían ya todo listo para el golpe: autos, direcciones, lugares, movimientos y tiempo. Así que sólo era cuestión de este último a fin de esperar el momento adecuado.

    Habían revisado los periódicos y estaban al tanto de los movimientos realizados por el nuevo agente Purvis para la detención de su banda. Sin embargo, no había forma de localizarlos porque pocos lo conocían realmente más que de nombre.

    Eso era una garantía para él y perder eso tan sólo por dejarse ver demasiado ponía en riesgo no sólo a su persona, sino también a los demás. Y por ellos, trataría de ser prudente.


    Un par de días después, Billie estaba trabajando cuando sus compañeras le preguntaron sobre la carta.

    - Dinos, Billie…¿qué decía la carta? ¿Quién te la envió?

    - Un joven, amigo de tu amigo- dijo a la que preguntaba, la cual también era la que Rojo se había encargado de contactar.

    - ¿Lo ves? Yo estaba segura de que sí había alguien en tu vida.

    - El hecho de que me envíen una carta no significa que haya alguien en mi vida…-replicó Billie sin mirarla.

    - Pero…leíste la carta, ¿cierto? Además…sabes de quién se trata…

    Billie hizo una pausa y luego añadió.

    - No vale la pena…la carta es muy…egoísta.

    - ¿No te gustan los hombres así, que sean capaces de decidir un poco por ti?- preguntó.

    - No exactamente…ni siquiera estoy segura de cómo me gusten…

    - Por eso no tienes novio, Billie- insistió otra.- A mí me gustan los tipos decididos…que sean capaces de arriesgarlo todo por mí. De dejar lo que estén haciendo por saber cómo y dónde estoy.

    - Eso es muy delicado- comentó Billie.- Además, ese tipo ni siquiera se ha tomado la molestia de venir personalmente…prefirió enviar una carta.

    - Pero dinos, ¿qué te dice en la carta?

    Billie guardó ligeramente silencio. No podía decir mucho al respecto. No quería poner en más peligro a John.

    - Sólo dice que quiere salir conmigo…nada más.

    - ¿Y vas a aceptar?

    Billie las miró recorriendo sus rostros uno por uno.

    - Eso no se los voy a responder. Será mejor que sigan trabajando, que no nos pagan para charlar…


    Así pasaron dos día más, hasta que John fue directamente al club Stuben para buscar a Billie.

    - Hey…-comentó dirigiéndose a ella.- He venido por ti, linda.

    - ¿Puedo saber para qué?- comentó ella recibiendo un abrigo.

    - Tienes que prometer que no volverás a dejarme plantado en la calle- señaló Dillinger sin importarle lo que ella le había preguntado.

    - No voy a prometer nada…apenas te conozco- señaló.

    - Sólo dilo: Prometo no volver a dejarte plantado- continuó.

    - Ya dije que no- contestó Billie.

    El siguiente cliente preguntó nervioso.

    - Un momento…¿me podrían dar mi abrigo, por favor?

    Dillinger tomó el ticket, se metió al guardarropa, sacó el abrigo, lo lanzó al cliente y recibió el dinero con algo de violencia.

    Billie se notaba contrariada. Las chicas observaban con preocupación.

    - ¿Y bien? ¿Crees que así vas a conseguir algo?

    - Ya me oíste, linda. Sólo di que no volverás a dejarme plantado. Si vas a ser mi novia no puedes hacer eso.

    - ¿Y quién dijo que voy a ser tu novia? Como dije…apenas sé quien algo sobre ti.

    John tomó el saco de ella y dijo saliendo, mientras ella dejaba a su compañera para atenderlo a solas.

    - Perdí a mi madre cuando tenía tres años…mi padre me pegaba porque no sabía cómo educarme, me crié en una granja de Indiana, me gusta el béisbol, la ropa cara, los buenos autos, el whiskey…y tú…¿hay algo más que necesites saber?



    Una de sus compañeras la miró con un ademán de decisión.

    “Ahora o nunca”- parecía decirle.

    Billie salió recibiendo de manos de John aquel saco. Comenzaba a surtir efecto la carta que Dillinger escribiera.
     
  9.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    959
    Cap. 29

    - ¿Y a dónde se supone que vamos, "J.D."?- preguntó Billie con ironía.

    - Yo por mí, te llevaría al fin del mundo- dijo sonriendo, mientras colocaba su abrigo en las espaldas de Billie.- Pero...me gustaría que fuéramos a un restaurante.

    - A uno no muy caro, por favor...ya no quiero que esa gente me mire raro.

    - Eso pronto ya no va a pasar. Por ahora, iremos a uno donde ya tengo una reservación. Estamos prácticamente...solos.

    Billie sonrió bajando un poco la cabeza.

    Cuando llegaron, John pidió la mesa y los acomodaron.

    - ¿Y bien, cuál era su insistencia en hablar conmigo, caballero?- preguntó ella, indagando.

    - Billie...no te burles. Antes que todo, dime, ¿te gustó la carta que te escribí? Si me dices que sí, significa que ya aprendí a escribir cartas de amor.

    La muchacha sonrió más tranquila.

    - Pues...la verdad, no. Es una carta algo fría y también muy autoritaria.

    -¿Autoritaria? Yo le llamaría...directa y firme.

    - ¿Te parece firmeza el seguir a una chica durante una semana y hacerle ver que o sale contigo o sale contigo?

    - Billie...me interesas, ya te lo dije. Y no tengo tiempo para perderlo imaginando o no si puede haber algo entre nosotros. Cuando me gusta una mujer, se lo digo y ya.
    Además, nunca me había interesado tanto alguien...en verdad. Es por eso que no quiero dejar pasar más tiempo.

    Billie dudó un poco.

    - Dime...¿qué es lo que te gustó de mí?

    John recorrió su mirada y respondió decididamente.

    - Todo...no habría forma de explicar en particular qué...toda tú me encantas...así que...ya no tienes escapatoria...

    - ¿Soy acaso tu...rehén o algo así?

    John se puso un poco serio.

    - No me gusta llamarlo de esa forma pero...si te opones, probablemente sí seas mi rehén...pero...estás ahora a punto de decidir si te quedas...o te vas. Aunque, creo que no podrás decir que no porque...la forma en que te miro te dirá qué tan interesado estoy en ti.

    La mirada de John Dillinger era sumamente profunda hacia ella. Billie se turbó. Realmente pudo ver amor en los ojos del delincuente más buscado de Estados Unidos.

    - Está bien, John...

    - Bien...entonces, no se hable más. Brindemos por ésto...

    Mandó traer champaña y bebió con ella un par de copas.

    Luego, la llevó a su departamento.

    Iban conversando en el camino.

    - Queda un poco lejos donde vivo y sobre todo, la zona no es muy agradable.

    - Estoy acostumbrado a todo.

    - Antes que todo, quiero que sepas que...no me gustaría que te arriesgaras por mí...

    John tomó su barbilla y le dijo.

    - No me importaría arriesgarme por ti, linda- dijo recorriendo su mirada, para luego depositar un suave beso en sus labios.

    - John...realmente me siento extraña...tenía tanto de no salir con alguien. Las chicas me hacen burla continuamente.

    - Ya no lo harán más porque saben que estás conmigo- siguió Dillinger abrazándola suavemente.

    Luego preguntó ella.

    - Pero...dime...si me preguntan cómo se llama mi novio...¿qué les digo?

    - Jack...diles que me llamo Jack y sólo eso, ¿ok? No tienes que darles tantas explicaciones. No las necesitan.

    - Gracias, John...

    Llegando al umbral de su puerta, Dillinger la acorraló un segundo.

    - ¿No me invitas a pasar?

    Ella dudó pero luego añadió.

    - No, hoy...sólo hoy, ¿ok?

    John sonrió ante la negativa.

    - Sólo porque ya somos novios te paso que te niegues a invitarme, pero...la próxima vez...nos veremos en otro sitio...en mi departamento, por ejemplo, y yo...pienso invitarte a pasar...y espero que no me digas que no...

    - Hasta ese día, Johnny...

    - Hasta pronto, Billie...

    La chica entró a su departamento. John se marchó de ahí bien pronto, tratando de que nadie lo reconociera.

    -------------------------------------------------------

    Un par de días después, tres caballeros llegaron al banco. Nadie imaginaba de quién se trataba pero eran ellos: John Dillinger y su gente.

    Se disperaron todos. John fue hacia la caja fuerte, mientras Rojo cuidaba en el auto y Homer vigilaba la entrada.

    El dinero de la caja fuerte fue saliendo en bolsas que caían al suelo hasta que todos, tirados en el piso, esperando que todo terminara con bien.

    La cajera y el administrador salieron junto con John y Homer al auto. La policía arribó media hora después pero ya no había ni rastro de ellos.

    Dieron un par de vueltas por la carretera y se adentraron en el bosque.

    Ataron a los rehenes y se marcharon.

    ------------------------------------------------------

    Ya en la casa de Marty y Anna, conversaban respecto a los hechos.

    - Fue bastante grande el botín. Estarán detrás de nosotros...
    - Tenemos que irnos lejos...-dijo Rojo.
    - Así es...- comentó Homer.

    John dijo:

    - Nos iremos en cuanto cambiemos autos y nos compremos algo de ropa.

    - Baby Face Nelson está hospedado en los departamentos Shouden. Podríamos despistar a la policía.

    - Buen punto, Rojo- dijo John.- Hagan lo posible por conseguir escondernos ahí.

    Los muchachos recibieron su parte y se dispusieron a cambiar de auto y de ropa.

    Rojo miró a John. Estaba un poco serio.

    - Sé en qué...o mejor dicho...en quién estás pensando, John...

    - Si lo sabes, entenderás que la llevaré conmigo, ¿cierto?

    - Así es. Hoy mismo te consigo el departamento. Llevaré un par de amigas ahí y tú podrás verla.

    - Bien...sólo voy a ir hoy por ella. Quizás tarde un tiempo en volver a Chicago después de ésto.

    Rojo le palmeó el hombro. Nunca había visto a John Dillinger tan interesado en una mujer.
     
  10.  
    Andrea Sparrow

    Andrea Sparrow Usuario común

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    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
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    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    1896
    Cap. 30

    Durante un par de días, Billie no podía dormir. Estaba preocupada por su relación con John Dillinger. Ocultó todas las evidencias que pudieran perjudicarlo. Después de todo, quizás John estaría de vuelta pronto ahí.

    Sin embargo, John no volvió por el lugar en una semana. Ella no quiso indagar. Era seguro que Dillinger estaba escondido. No habría forma de localizarlo. Sólo trató de ir al trabajo y volver inmediatamente a fin de evitar que la siguieran innecesariamente.

    Su trabajo monótono le pareció un poco menos, gracias al hermoso recuerdo de las palabras y los besos de John. Una de las chicas le preguntó.

    - Estás pensando en tu novio, ¿verdad?

    Billie la riñó diciendo:

    - ¿Te han dicho lo entrometida que eres en ocasiones, Minnie?

    - No es eso, Billie, es que…te veo rara, nunca habías estado tan distraída y también te ríes sola. Eso no es normal en ti.

    Billie la miró con algo de dureza:

    - No es fácil manejarlo pero…créeme, estoy enamorada.

    - Aunque, creo que él no mucho de ti…-observó.

    Billie le dio la espalda.

    - Tu comentario está de más, Minnie. No tienes que hablar al respecto.

    La otra chica contestó.

    - No te preocupes…no quise ser imprudente. Oye y…¿cómo se llama?

    Billie hizo una pausa.

    - Jack…se llama…Jack…

    - Qué nombre…pero si puedo decirte algo está…guapísimo.

    - ¿Te parece?- indagó Billie.- Eso no me agrada mucho…


    - No seas celosa, Billie- dijo Minnie- yo sólo hice un comentario. Pero seguramente vendrá a buscarte pronto, ya lo verás.


    John estaba distraído. No había podido salir como deseaba más que a revisar los autos nuevos, pero tenía que hacerlo sin llamar mucho la atención. Y no había podido ir a buscar a Billie.

    Rojo notó su nerviosismo y la forma en cómo fumaba y bebía.

    - Johnny…ten cuidado…estás muy intranquilo y los muchachos se preocuparán.

    - Tú sácalos de dudas, Rojo- comentó John.- Hazles saber que no tienen nada que temer…que sólo estoy a la expectativa. Que tenemos que movernos cuanto antes pero no se desesperen…

    - Está bien- dijo Rojo- los tranquilizaré. ¿Supiste que Baby Face Nelson se metió en problemas esta semana?

    - Sí, algo leí en el periódico- dijo John, estrellando el cigarrillo en el cenicero.- Pero, para serte sincero, es muy tonto.

    Rojo sonrió mientras fumaba él otro cigarrillo.

    - Lo de los departamentos ya está listo. El dueño de los departamentos Shouden dice que nos podemos hospedar ahí el tiempo que sea necesario. Que nos protegerán sin ningún problema.

    - ¿Y respecto a la gente de Florida?

    - Eso tampoco es problema- dijo Rojo- están enterados de que el dinero que les llevamos tendrá buena canalización. Moveremos el este de la Unión Americana, Johnny.

    Dillinger asintió con la cabeza. Rojo insistió.

    - ¿Y…qué hay de Billie?

    - Sólo en cuanto los muchachos estén listos, nos reuniremos…e iré por ella.

    - Espero que sepas lo que estás haciendo. Traer una mujer contigo en calidad de algo más que “amiga” es peligroso, Johnny.

    El delincuente respondió muy seguro.

    - Billie no es problema…será mi mujer…y ella me acompañará a todos lados. Cuando sea necesario, la dejaré en un lugar seguro. Así que ustedes tampoco deben preocuparse. ¿Avisaste ya a Polly que saldremos de viaje?

    - Sí, aunque parece que no le hizo mucha gracia.

    - Me imagino-respondió John con una media sonrisa- pobrecilla…le gustaría tanto poder verte continuamente.

    - Y a ti también…-dijo Rojo.


    John sabía que Polly Hamilton, la hermana de Rojo, estaba interesada en él, como más de una ocasión se lo había demostrado. Pero John Dillinger no era pieza fácil. Y en esta ocasión su corazón lo había conquistado Billie Frachette.


    Por fin, una de las noches en el club Stubben, mientras Billie guardaba abrigos.

    De pronto un caballero llegó ante ella y dijo:

    - Señorita…¿podría guardar mi abrigo?

    Billie se volvió. Era John Dillinger. Bajó la cabeza y no le dijo una sola palabra. John se molestó un segundo y entró.

    - Billie…

    Ella apenas si reparó en él y le dijo:

    - Caballero…estoy ocupada.

    Pero John la tomó por la cintura.

    - Tenemos que hablar…pero no aquí…

    Billie miró a sus amigas. Ellas asentían con la cabeza.

    - Está bien…ya regreso- les dijo a ellas.

    Al salir, tomó un taxi y se la llevó.

    Billie le preguntó.

    - ¿A dónde vamos?

    - Ya lo verás.

    - Si no me dices a dónde vamos no voy…

    Pero John la miró dulcemente y le dijo:

    - A que sí…-susurró mientras acariciaba su mejilla robándole un beso.


    Billie suspiró un segundo. Tras ese beso, acompañaría a John Dillinger hasta el fin del mundo.


    Al bajar del taxi, se encontraban ya en los departamentos Shouden. Ella avanzó lentamente. Pero el brazo de John le daba confianza y se decidió a avanzar un poco más rápido.

    - ¿Es aquí?- preguntó débilmente.

    - Así es, linda- dijo la voz aterciopelada de John Dillinger.

    Billie llegó con él hasta la habitación. John estaba muy contento. Su sonrisa denotaba un poco de emoción y deseo contenidos.

    - Toma asiento- dijo dejando las llaves de la habitación en una repisa.

    - ¿Aquí vives?

    - Sí- dijo él- desde ayer…

    Billie entreabrió los labios. Pero lo más importante es que el estar ahí, frente a John Dillinger, a punto de ser algo más que una amiga, la ponía un poco intranquila.

    - ¿Quieres beber algo?

    - No, gracias.

    John la miró con ternura.

    - No me digas que no…tenemos que brindar por volver a encontrarnos.

    Ella dudó pero luego resolvió.

    - Primero dime…por qué no volviste a buscarme.

    John, copa en mano, se sentó cerca de ella y dijo:

    - Perdóname…no podía…estaba muy ocupado…tenía muchos pendientes y no podía ir a verte…-luego añadió, un poco más cerca- pero me moría por hacerlo…

    Ella tembló ligeramente. John la miraba ya directamente a los ojos.

    - Billie…¿me extrañaste?

    Ella se puso de pie, dándole ligeramente la espalda.

    - ¿Por qué me haces esa pregunta?

    Él se acercó y la tomó por la cintura diciendo:

    - Porque…es muy importante para mí.

    Entonces, la colocó justo frente a él y sin más acomodó sus labios en los de ella y los fue presionando dulcemente mientras buscaba cobijo entre ellos para saborearlos a placer.

    Billie estaba tan estremecida que no sabía cómo reaccionar ante el tacto de John Dillinger. Pero él se mantuvo al margen, tratando de no asustarla.

    - Billie…¿me tienes miedo?

    - Si te tuviera miedo…no habría venido contigo- dijo ella.

    John asintió.

    - No quiero que tengas miedo de mí…porque…quiero que vengas conmigo…

    Billie dudó.

    - Es que yo…

    - Ven…será muy hermoso el lugar a donde iremos…haremos muchas cosas juntos…habrá un gran futuro para ti.

    La muchacha sonreía a John cuando vio a Rojo entrar a otra habitación con dos prostitutas.

    Billie le dio de nuevo la espalda.

    - Creo que…me confundiste…

    John negó.

    - Por supuesto que no…él es él…yo soy yo…yo te traje aquí porque…quiero estar contigo…sólo contigo…porque me gustas, porque nunca me había enamorado así de otra mujer. Y por eso…quiero que sepas algo más de mí.

    Billie se volvió de nuevo frente a él.

    - Dime…

    El interés de la muchacha dio confianza a John, quien comenzó a contar.


    - Hace tiempo salí de casa. Mi padre y yo nunca nos entendimos. Conocí a una chica en Michigan…era linda…la amaba y me casé con ella…pero era muy joven. Cuando vine por primera vez a Chicago, todo iba bien hasta que me di cuenta que ella sólo estaba interesada en mi dinero…y se olvidó de mí. Buscó a otro hombre y…se perdió en la nada. Durante mucho tiempo me juré que jamás volvería a enamorarme. Pero ahora…todo es diferente contigo. Desde que te vi, supe que jamás te dejaría ir…jamás me arrepentiré de haberte elegido…y espero que tú tampoco…porque te quiero demasiado como para permitir que te vayas de mi lado.

    Billie casi llora. Ella también había fracasado en una ocasión en el amor. Pero ahora tenía ante sus ojos una oportunidad, aunque quizás no fuera la más adecuada.

    Sin embargo, John le demostraba verdadero amor.

    - Mira- desvió ligeramente su mirada hacia el sofá- te compré esto.

    Ella lo miró y luego entreabrió la caja. Ahí estaba un abrigo hermosísimo. Ella sonrió débilmente y los ojos de John Dillinger se encendieron de deseo.

    Con dulzura la fue llevando hasta la habitación.

    Estando ahí, en penumbra, besó sus labios con delectación. Susurró mil palabras de amor en sus oídos. La hizo ilusionarse de nueva cuenta.

    El tiempo parecía detenerse. Pero John sólo quería tenerla para él…quería llenar sus ojos de su fisonomía…quería sentir entre sus manos aquel cuerpo que parecía ofrecérsele tiernamente.

    Dillinger acarició sus labios con las yemas de los dedos mientras iba retirando de su cuerpo el saco y la tomaba por la cintura.

    - Dime que jamás te habías sentido así antes…

    - No como ahora- reveló.

    John se dedicó entonces a besarla tiernamente hasta tenderla suavemente sobre la cama…las caricias sobre la ropa fueron mucho más ardientes que lo que hubieran podido ser sobre la piel, porque revelaban lo que dentro de él había…esas ganas de entregarse definitivamente.

    Billie se mordió los labios y sintió la forma en que John acariciaba sus brazos…sentía la línea delicada de su espalda arquearse ante las caricias un poco más intensas y descaradas.

    Pero a pesar de todo, John fue tierno como quizás no lo había sido desde que había perdido a Bethel. Esta vez sabía que era totalmente correspondido y esa seguridad, le permitió continuar con la seducción.

    Los besos tiernos transformaron a una tímida mujer en una deseosa de amar y ser amada…la ropa fue apartándose de sus cuerpos lentamente, aunque no del todo. Esa era la manera en que John deseaba hacerlo…imaginando temporalmente el resto de su amada…pero ella le permitió que viera y percibiera lo que él más deseaba. Pronto él ya se amoldaba y la hacía llorar de placer…el cuerpo de Dillinger era fuerte y de dimensiones probadas, así que era una dulce tortura que la acometiera de esa forma…aún así, consiguió hacerla sonreír y encenderla a tal grado que ella lo ayudaba a guiar el contacto.

    Los vaivenes, las palabras…las sonrisas, el deseo y el espacio tan breve que los separaba consiguió que estallaran en mil pedazos en aquella habitación.


    El resto de la noche la plática se tornó serena.

    - Hacía tiempo que vivía en la campiña…pero…no había para mí nada interesante.


    John le reveló.

    - No te preocupes…conmigo vivirás algo totalmente distinto. Nos iremos mañana mismo. En algunas maletas hay ropa hermosa para ti…nada te faltará.

    - No estoy contigo por eso- dijo ella.

    - Lo sé- contestó John- eso es lo que más amo de ti.

    Y mientras ellos se amaban y se reconocían, Purvis buscaba la forma más adecuada de sorprenderlo, sin poder hallarla. Y quizás en su búsqueda, la muerte se asomaría en su camino.
     
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    Andrea Sparrow

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    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    1135
    Cap. 31

    John Dillinger estaba viviendo por fin las horas más felices de su vida.

    Escuchaba aquella música tan dulce, mientras sentía la cabeza de Billie reposar sobre su pecho.

    <iframe width="420" height="315" src="Swing: Don Bestor&#39;s Orchestra - Beloved, 1933 - YouTube" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

    Miraba al techo y de vez en vez a aquella hermosa muchacha que dormía un rato entre sus brazos. Sí, lo que sentía por ella era totalmente distinto a lo que había sentido por Bethel. Billie le otorgaba un amor más maduro, dispuesto a enfrentar los peligros. Estaba seguro de que ahora que la muchacha estaba con él, sería más juicioso y quizás podría sentar cabeza. Un tiempo más de dedicarse a esa vida repleta de aventuras y peligros y después todo sería calma y bienestar.

    Estaba ligeramente consciente que un día todo eso se acabaría. Pero no quería demostrar que quizás faltaba muy poco para que eso sucediera.

    Pero por ahora no tenía ánimos para pensar en el futuro lejano. Ahora sólo quería disfrutar al lado de aquella hermosa mujer.

    Trato de dormir un rato mientras llegaba la hora en que tuvieran que salir sorpresivamente de los departamentos.

    Pasado un rato, dejó a Billie descansando y salió al cuarto contiguo.

    Ahí estaban Homer y Rojo. El segundo miró a John y le dijo.

    - Nunca creí que fueras capaz de hacerlo…

    John comenzó a fumar frente a ellos y dijo:

    - Tú sabías que lo haría…no sé por qué te sorprende.

    Homer no decía nada pero estaba consciente de que había cierta fricción entre Rojo y Dillinger.

    Rojo continuó.

    - Pensé que dudarías…que tomarías en cuenta las dificultades de las que somos objeto…no es justo que la hayas traído sin consultarnos.

    Dillinger movió la cabeza.

    - Rojo…tú lo sabías…te pedí que hablaras con todos para ponerlos al tanto. Además, no pienso desampararla…ella me necesita…y yo a ella. Ustedes y yo hemos vivido siempre mendigando y pagando por unas cuantas caricias de una mujerzuela…pero eso no es el amor. Un hombre para poder vivir y seguir adelante necesita de la fuerza y la inteligencia y sobre todo…la ternura de una mujer…que sea capaz de arriesgarlo todo junto con el hombre que ama…eso es Billie para mí; la mujer que arrostrará a mi lado los peligros. Muchachos…ustedes siempre cuentan conmigo…siempre estoy ahí para ustedes…pero ¿y yo? ¿No tengo derecho acaso a tener el amor que tanto anhelaba? Ese amor es puro…ha sido lo mejor que tengo…sólo puedo decirles esto…no más. Rojo…quizás tú puedas entenderme…alguno de ustedes…pónganse en mi lugar.

    Todos hicieron una pausa. Luego Homer comentó.

    - ¿Sabes, John? Yo…yo nunca me he enamorado como tú…tú sabes que he pasado el tiempo divirtiéndome con la primera mujer que se cruza por mi camino…y eso todo…no he pensado en compromisos a ningún nivel…vivo al día…sin otra ilusión que el siguiente golpe y la cantidad de dinero que pueda tener a mi disposición…eso ha sido todo en mi vida. Y aunque no puedo comprenderte porque nunca me he enamorado…puedo sentir lo feliz que debes estar…porque te envidio en verdad…me gustaría estar como tú ahora…poder respirar el aroma de alguien distinto al de las hormonas de ustedes o las de una mujer en celo…de tantas que hemos tocado…

    Lo primero hizo reír a todos y lo segundo logró entristecerlos un poco. Habían derrochado tanto en brazos de mujeres de mala reputación que prácticamente habían dejado de lado la posibilidad de ser verdaderamente amados.

    Rojo entonces asintió.

    - Tienes razón, Homer…John merece tener a alguien que lo quiera. Serás muy feliz con Billie, ya lo verás. Cuando dejes esto…seguramente ella esperará por ti…y si no estás seguro de ello…por lo menos lo esperas, ¿cierto?

    John asintió.

    - Veo que eres más comprensivo de lo que pareces, Rojo.

    Todos rieron y comenzaron a hacer planes para salir de ahí.

    - Es aún de noche. La policía no nos distinguirá.

    - La policía de Chicago es la más ciega de todas- observó Homer.- Esos no distinguirían ni a su propio perro.

    - Pero a Dillinger quien sabe- dijo Rojo.- La ventaja que tenemos es que Nelson aún está aquí.

    - ¿Es seguro, Rojo?- preguntó John.

    Rojo se dio cuenta que lo preguntaba por Billie solamente.

    - Sí, John…es seguro…no te quepa duda.

    Entonces decidieron alistarse para salir aunque separados para no despertar sospechas.


    John entró a la habitación donde estaba Billie. Ella estaba despierta.

    - ¿Dónde estabas?- preguntó.

    - Afuera…con los muchachos…¿lista, preciosa?

    - Sí…ya todo está en orden…eres muy previsor.

    - Quería que todo estuviera listo para cuando llegaras…Billie- dijo acariciando su rostro- quiero que siempre confíes en mí…yo nunca te voy a mentir…y quiero que confíes también en todos nosotros. Somos una partida de delincuentes, pero jamás dejaríamos que una dama corriera peligro, ¿entiendes?

    - ¿Mosqueteros acaso?- preguntó Billie.

    John se acercó aún más a Billie y dijo.

    - Yo…soy muy bueno con el mosquete…¿acaso lo dudas?

    - Por supuesto que no- rió Billie.- Ahora…defiéndeme, mosquetero…

    Dillinger la besó y le dijo:

    - Por ahora hay que irse, corazón…pero ya habrá tiempo para poder mostrarte mis habilidades…por favor…cuando te dé la señal, sales inmediatamente.

    - De acuerdo.


    John y los demás comenzaron a salir por una de las puertas traseras.

    Purvis llegó con sus hombres unos cuantos minutos después. El nuevo agente del Buró de Investigación se dedicó a repartir a sus hombres en lugares estratégicos.

    - Si ven algo sospecho, no duden en comunicarlo.

    En cuanto se dispersaron, él entró por un pasillo central, para tratar de averiguar el paradero de Dillinger.

    Un contacto averiguó que un amigo del dueño de los departamentos lo era del administrador de la agencia de automóviles y les dijeron que probablemente Dillinger estaría ahí.

    Purvis trató de ser eficiente. Sus hombres se movían con rapidez. Sin embargo, cayeron en la trampa.

    Tocaron una puerta. El mismísimo Baby Face Nelson estaba dentro. La chica con la que estaba fingió ser su prometida. Baby Face cenaba aparentemente cuando Purvis lo interrogó.

    - ¿Puedo interrumpirlo?

    Dio un nombre falso pero Nelson lo identificó como el nuevo agente del Buró.

    - Vi la foto de su ingreso…felicidades…

    - Gracias- sonrió levemente Purvis.

    Y mientras éste se distraía, dos de sus hombres morían en el intento de captura.

    Cuando Purvis volvió los encontró tirados a medio pasillo. Nelson salió con los suyos, burlando a la policía.

    Pero…¿y John Dillinger?

    Ya estaba en camino a Florida.
     
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  12.  
    Andrea Sparrow

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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    1341
    Cap. 32

    <iframe width="560" height="315" src="Public Enemies Soundtrack - Ten Million Slaves Otis Taylor - YouTube" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

    El automóvil en el que John viajaba con Billie y los chicos eran totalmente exclusivo. Acababa de salir de la agencia. Era cero kilómetros y todos estaban emocionados de poder correr en esa máquina nueva sin ningún problema.

    - ¿Te había ya dicho que me encantan los autos, preciosa?- preguntó a Billie.

    Ella, un tanto cohibida por viajar con los muchachos de John, asintió débilmente.

    Pete trató de romper el hielo.

    - No te sientas mal, linda. Todos somos amigos de John. Todos cuidaremos de ti. Yo soy Pete, él es Homer, Dan, Howart, Rojo…

    John añadió mientras mascaba tabaco.

    - No podrás decir que los muchachos no son educados-rió Dillinger.

    Todos le acompañaron con una carcajada.

    Así fue como emprendieron el gran viaje a Florida. Sin embargo, harían algunas escalas en algunos lugares.

    Uno de ellos, era pequeña finca que tenía Rojo en un paraje cercano al Missisipi.

    Para Billie, el lugar era precioso.

    Al descender, reconoció el sitio. John la miró de espaldas a ella. Se sentía realmente endiosado con la muchacha.

    - ¿Te gusta el lugar, Billie?- preguntó Dillinger tiernamente.

    Billie respondió con una sonrisa.

    - Sí…es muy bonito, Johnny…

    - Algún día un lugar como éste será tuyo…y le pondremos Billietown…¿te parece?

    Ella sonreía dulcemente de nuevo. Se acurrucó ligeramente en los brazos de John para respirar el aire puro del lugar.

    - Cualquier sitio donde yo pudiera estar, si es contigo…es un paraíso.

    Dillinger sentía su corazón henchido de alegría.

    Rojo se acercó tratando de no interrumpir el idilio.

    - Lamento molestar pero…hay que apurarnos. No podemos detenernos mucho aquí.

    - Rojo tiene razón, Billie. Siempre que escuches la voz de Rojo anunciado el peligro…lo hay realmente.

    La muchacha asintió.

    - Te creo…y todo lo que tú digas…también es verdad para mí.

    Entraron a la finca entre risas, puesto que Homer decía tener demasiada hambre.

    - Sólo hay algo que puede detener mis ganas de una mujer…el apetito.

    - Creo que a todos nos pasa eso de vez en cuando- rió Pete.

    Dillinger, abrazado de Billie, entró en la casa.

    - Ellos son como mis hermanos, linda.- refirió.- Ellos y yo hemos pasado por lo mismo…son buenos para las armas, para los autos…para todo lo que tenga que ver con los asaltos. Y creo que después de ti, jamás podría separarme de ellos.

    - John- dijo ella- yo no te pido eso. No quiero que dejes de ser lo que eres sólo por mí…porque yo así te quiero…así como eres…a pesar de lo bueno o lo malo que seas.

    Un tierno beso los hizo quedarse un momento más en la entrada de la finca.

    Una hermana de Rojo se acercó y les dio la bienvenida.

    - Cualquier amigo de Rojo es también amigo mío.

    Billie se acercó a ella. John la presentó cordialmente.

    - Vickie…ella es Billie…mi novia.

    - Señor Dillinger- dijo Vickie Hamilton.- Ya saben…pueden quedarse el tiempo que necesiten. Billie…¿vienes conmigo?

    John la miró. Ella quería preguntar si podía ir.

    - Cosas de mujeres, muñeca- respondió Dillinger sonriendo.

    <iframe width="560" height="315" src="Public Enemies Soundtrack Chicago Shake - YouTube" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

    Un rato más tarde, bebían cerveza mientras revisaban los últimos acontecimientos.

    - Baby Face dejó una nota para el dueño de los departamentos Shouden- dijo Rojo.- Dicen que el plan que tenía de despistar a Purvis y su gente funcionó al cien…

    - ¿No lo descubrieron acaso?- preguntó Dillinger mientras destapaba otra cerveza.

    - Claro- dijo Rojo- pero lo hicieron cuando él y sus hombres ya estaban muy lejos de ahí.

    John asintió con la cabeza, al tiempo que bebía de aquella Ginger Ale.

    - Me alegro un poco de que Nelson sea tan inteligente como “cara de niño”- sonrió.

    - Aún así, le falta experiencia- dijo Homer.- Yo llegué a cruzar dos palabras con él en una ocasión y me pareció un poco inexperto. Es muy impulsivo.

    Dillinger aceptó aquel comentario.

    - Es verdad…

    Rojo intervino.

    - Pero te admira mucho.

    John movió la cabeza.

    - La admiración no lleva a otros a ser iguales ni mejores en esto. Será mejor que tratemos de ser precavidos en todos los detalles. ¿Qué dicen los diarios respecto a Purvis?

    - Dicen que su técnica inicial en el Buró de Investigación ya cobró la vida de uno de los mejores agentes de la corporación.

    - Esas son palabras mayores- dijo John Dillinger.- Ahora va a tener que actuar con más cautela, si no quiere seguir perdiendo compañeros.

    Rojo comentó.

    - Dicen que es muy inteligente…quizás lo que le falta es un poco de más…malicia…

    - Astucia- añadió Dillinger.- Ese muchacho sólo necesita astucia…eso no lo enseñan en la Academia de Policía, ¿cierto, Rojo?

    El muchacho Hamilton contestó.

    - Es verdad…en la Academia hay cosas que no le enseñan a uno…como aprovechar mejor las oportunidades o…conocer amigos como ustedes.

    Dillinger brindó personalmente con él mientras escuchaban algo de música.

    Un poco más bebidos, Dillinger dijo:

    - ¿Saben algo, muchachos? Ese tal Purvis no me cae tan mal…creo que hasta puedo llegar a admirarlo. Pero…primero tiene que convencerme.

    Todos rieron. Eso quería decir que debía “hacer méritos” como policía para poder considerarlo a su altura.

    Homer comentó.

    - ¿A dónde iremos después de aquí, Johnny?

    - Por el momento, Homer, vamos a repartir el botín, vamos a conocer el pueblo, a descansar y a revisar el armamento. Rojo trajo unas metralletas formidables…sólo habrá que adecuarlas para utilizarlas en el momento oportuno.

    Así, pasó un rato, mientras reían, escuchaban por el radio el último partido de beisbol y consumían un poco más de cerveza.

    Algunos se fueron al pueblo a buscar a alguna mujer. Otros, las encontraron a mitad del camino.

    <iframe width="420" height="315" src="Bye Bye, Blackbird with Lyrics [Public Enemies soundtrack] - YouTube" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

    Al caer de la noche, John se quedó solo en la sala. Billie lo miró desde la puerta de la habitación.

    John se le acercó lentamente. Ella entró en el cuarto mientras John se le aproximaba y la acariciaba sobre el vestido. Luego aspiró el aroma de su piel y besó su cabello.

    - ¿Ya terminaste de bromear con los chicos?

    - Un poco…fue un momento agradable…pero el que sigue…contigo…lo será aún más.

    John se dedicó a besar los labios de Billie mientras ya iba ayudando a despojarse de las prendas.


    Los momentos a su lado fueron mágicos…Billie disfrutaba de la pasión de Dillinger hora tras hora…nunca hubiera podido imaginar que alguien la hiciera sentir tan feliz. ¿Era, quizás, que Dillinger necesitaba tanto amor como ellas? Tal vez. ¿La dificultad…el riesgo…? También podía ser. Todo eso se conjugaba para amalgamar el amor que tanto le profesaba.

    John la sometía a tormentosas y deliciosas caricias y acometidas que la hacían perder la noción del tiempo y del espacio.

    Él mismo se sentía tan pleno que apenas podía soportar tanto placer…

    Cuando ya juntos, respiraban agitados, John dijo.

    - ¿Te imaginas una casita como ésta en el campo? Digo, para los fines de semana.

    Billie sonrió.

    - Claro que la imagino, Johnny- dijo ella.- Aunque…no sé si para ti…eso sea muy pronto conmigo.

    - No digas eso- repuso John Dillinger.- Estoy tan seguro de este amor que creo que desde siempre te estuve esperando.

    Ellos dos preferían reír mientras se tomaban de las manos, escuchaban el radio y se preparaban para pasar la noche. En tanto, los muchachos disfrutaban un rato en el campo pero tenían también presente que aquella paz era totalmente efímera.
     
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    Andrea Sparrow

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    Palabras:
    1225
    Cap. 33

    Dillinger había pasado una noche deliciosa entre los brazos de Billie. Un poco de paz era lo que necesitaban para recuperar la tensión.

    No había aún despertado. Yacía en la cama hasta que el sol salió, estrechando la almohada, con el torso desnudo, gimiendo un poco, quizás por tanto agotamiento.

    Cuando se despertó no encontró a Billie en la cama. Miró el reloj. Era tarde.

    Se levantó y se cubrió para asomarse.

    Tras vestirse, vio a los muchachos que revisaban armas y un buen auto.

    Se aseó y encontró a Billie conversando con Vickie Hamilton.

    - ¿Lo quieres mucho, verdad Billie?- preguntó Vickie.

    - La verdad, sí- dijo Billie- es un tipo muy especial.

    - Y que lo digas- señaló Vickie.- Es atractivo, sensual, dulce a la vez…inteligente, tiene liderazgo. Mi hermano siempre lo ha admirado mucho.

    Billie bajó los ojos y luego preguntó.

    - Dime, Vickie…sabes si…¿ha tenido muchas…?

    - ¿Muchas mujeres? Pues…digamos que sí, pero no amor…eso creo que sólo lo ha conocido contigo. Aunque…hace mucho se caso y…

    - Ni lo digas. Eso es algo que pertenece a su pasado y no quiero ahondar en él.

    - Haces bien- respondió Vickie.- John te ama y no tiene caso que quieras averiguar algo que no tiene nada que ver contigo. Lucha por él, siéntete segura y disfruta de tu relación.

    John se acercó enseguida y dijo:

    - ¿Qué tanto le cuentas a Billie? No vayas a ponerme en mal con ella.

    - Nada que ella no sepa, John- le guiñó el ojo.- No te preocupes. Ya vuelvo, Billie- señaló la joven rubia mientras John se acercaba a su novia.

    - Me dejaste solo en la cama…-señaló a su oído Dillinger.

    Ella sonrió tímidamente, mientras John la besaba suave pero deliciosamente.

    - Quise ayudar a Vickie. Ella no puede sola con todo. Además…el resto de las chicas pues…

    - No digas más. Los muchachos siempre son así. Pero no te afanes tanto en trabajar. Estamos de paso y no podrás hacer muchas migas con Vickie, aunque creo que ya lo conseguiste.

    - Así es…es una chica encantadora.

    - Es cierto,tanto ella como Polly son dos dulzuras. Rojo se sacó el premio mayor con sus hermanas.

    - Dime, ¿nunca te ha dado por…interesarte en ellas?

    John negó con la cabeza.

    - No, Billie…ellas son sagradas. Son las hermanas de mi mejor amigo. Y eso entre hombres, es un código de ética. Ningún hombre se mete con las hermanas de su mejor amigo.

    Billie sonrió.

    - Estoy aprendiendo esos códigos ahora.

    - No todos los respetan, pero yo sí. Además, hay otro…una novia nunca debe dejar a su novio en la cama…solo…

    - ¿Es…peligroso?

    - Sí- dijo John- es peligroso…porque cuando él se levanta…le da por hacer…travesuras.

    - ¿Y qué clase de travesuras?

    Dillinger la besó y luego preguntó.

    - ¿De verdad…quieres averiguar?

    - Por supuesto- insinuó Billie.

    Entre risas la llevó a un riachuelo hermoso y ahí mismo se duchó con ella, al tiempo que le hacía el amor tiernamente.

    Billie estaba muy feliz. Cuando salieron del agua, John pescó para ambos un par de piezas.

    - ¿Te gustan las truchas?- preguntó John.

    - Mucho- respondió Billie, mientras se secaba el cabello- hace tanto que no como una…

    John le mostró lo que había pescado y sonriendo le dijo.

    - Vamos a desayunar aquí. Luego iremos con los muchachos a la ciudad y de regreso iremos a bailar, ¿qué te parece?

    - ¿Bailar? ¿A dónde?

    - A una finca cercana. Un matrimonio negro muy amigo de Rojo nos espera.

    - Me agrada la idea.

    Pasado un rato, revisaron algunos diarios y se dispusieron a ir a la ciudad, aunque todos dispersos.

    Billie y John fueron a una joyería. John compró para ella un hermoso collar mientras que él se compraba un anillo.

    Luego fueron a una tienda de ropa. John se compró algunas camisas y le compró a Billie hermosos vestidos y zapatos.

    Al regresar fueron a la finca del señor Mc Gregor. Ahí bailaron un rato música campirana.

    Billie se sentía feliz entre tanta gente sencilla.

    John la miraba desde lejos mientras bebía una copa y brindaba a su salud.

    <iframe width="420" height="315" src="Public Enemies Soundtrack - The Last Round Up (Little Doggies) by Gene Autry in 1933 - YouTube" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

    Uno de los negros de la finca preguntó a Billie.

    - ¿Es usted la novia del señor Dillinger?

    - Sí- dijo ella.

    El negro sonrió.

    - Esa canción es la preferida de Johnny. Le recuerda su infancia.

    - Ya veo…algo me contó.

    El hombre repuso.

    - La pide cada vez que está por entrar en riesgo.

    Billie se puso triste.

    - Señorita- continuó el negro- debería hacerse a la idea. Mr. Dillinger siempre vive así…y no es fácil para él. Si lo ama, sígalo a donde quiera que vaya…hasta que el destino diga la última palabra.

    Ella se quedó a solas. John se le acercó.

    - ¿Qué te dijo Mc Gregor?

    - Nada…que…el peligro siempre va contigo.

    John asintió.

    - Así es…peligro es mi segundo nombre. Cuando era niño los chicos me apodaban: John “Danger “ Dillinger…

    Billie sonrió. John acarició su mentón.

    - Que nada de lo que puedan decirte pueda opacar tu sonrisa, Billie. Dime…¿hay algo de lo que te arrepientas?

    - No- dijo ella- te amo y…estoy segura de querer estar a tu lado.

    - Esa es mi chica- dijo John- ven…vamos a bailar.

    Y así tratando de olvidar lo venidero, Billie y John se divertían un rato más en aquella finca.


    Era de madrugada. John acurrucaba a Billie y ella suspiraba.

    - ¿Por qué tuvimos que quedarnos?- preguntó Billie mientras escuchaban el chirrido de las ranas y de los grillos.

    - La patrulla federal está peinando la zona. Si salíamos a la carretera nos encontrarían.

    - ¿Y no entrarán aquí?

    - No, linda. Les parece tan lejano este sitio que no se adentran a menos de que les hayan dado alguna pista de que hay alguien sospechoso.

    Billie se sintió más tranquila.

    - John…cuéntame…¿cómo fue tu infancia?

    - Ya te la conté…-dijo John recordando el resumen de su vida en diez segundos que le soltara cuando la conoció.

    - No eso…cuéntame…detalles…

    John movió la cabeza.

    - No hay nada que contar cuando diariamente ves a un padre borracho, a mujerzuelas deambulando por la casa…cuando tu madre murió ante ti y no pudiste hacer nada. Cuando te vas de casa por días y a tu padre parece no importarle. Y regresas y a él le da igual. No, linda…no tiene nada de interesante una infancia así. Es mucho más interesante imaginar cómo serán nuestros hijos…cuando los tengamos, todo cambiará. Ellos no tendrán que pasar por lo que nosotros pasamos.

    Billie preguntó.

    - Y dime…¿hay mucho peligro esta vez?

    - ¿Por qué lo preguntas?

    - Porque…no quiero perderte…

    Dillinger negó.

    - Nunca…óyelo…nunca nos vamos a separar, my blackbird- dijo sonriendo, para luego besarla intensamente.

    Billie tenía entre sus manos un pedazo de cielo, mientras Purvis buscaba a un delincuente que el parecía casi inalcanzable.
     
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    Título:
    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    847
    Cap. 34

    La noche fue larga. Algunos de los muchachos aprovecharon para beber en la madrugada y charlar acerca de lo que les esperaba en la siguiente ciudad.

    - Yo ya quiero estar en Florida- dijo Homer.

    - No comas ansias- contestó Rojo- ya pronto estaremos ahí y podrás aprovechar para hacer todo lo que quieras.

    - No sé por qué- añadió Homer- pero tengo un mal presentimiento.

    Johnny seguía con Billie. La contemplaba dormir. Y mientras ella descansaba, él decía:

    - Billie…lamento mucho tenerte aquí, en este lugar…escondida, como yo. No me gusta que estés oculta, sufriendo escasez, teniendo que estar como una fugitiva. Pero verás cuán pronto todo esto pasará y nos reiremos de estos momentos.

    La dejó recostada mientras él se reunía con el resto.

    - ¿Cómo ves a Homer? Como ave de mal agüero…

    Homer los miró dubitativo.

    - Cuando algo pase, ya verán si era yo acaso eso.

    Johnny los acompañaba y dijo.

    - Muchachos…el lugar ya no va a ser seguro. Así que, seguramente mañana o pasado mañana vamos a tener que irnos. Ustedes están conscientes.

    - Por supuesto, Johnny- dijo Homer.- Nos alistaremos, no te preocupes.

    Dillinger asintió. Rojo le ofreció una cerveza.

    - ¿A dónde iremos?- preguntó John.

    - A Saint Louis Missouri, es un lugar tranquilo. Y entonces, cuando haya pasado mínimo una semana, podremos irnos a Miami.

    John asintió. Rojo preguntó.

    - ¿Cómo ves a Billie?

    - Tranquila. Le dije que nos tendríamos que quedar porque la patrulla estaba peinando la zona. Pero sé que no voy a tranquilizarla por mucho tiempo.

    - Sin embargo, es una chica inteligente y sabe darse cuenta de que no podemos permanecer en el mismo sitio durante mucho tiempo.

    - Así es…pero ¿sabes? Por primera vez…me avergüenzo un poco de lo que soy…de lo que hago, de lo que he vivido. Quisiera ser mejor para ella…no se merece un hombre como yo. Y luego reacciono y agradezco que me ame a mí, a mí precisamente, a quien ni su padre quería.

    - No te atormentes, Johnny- repuso Rojo.- Ella por ahora entiende eso y sabe que estás con ella…estar contigo es lo que ella en verdad quiere. No te acongojes. En cuanto decidas acabar con esto, tendrás tiempo para darle la vida que deseas.

    Johnny asintió.

    - Eso es algo que anhelo hacer cuanto antes.

    Rojo asintió.

    El resto de la madrugada y parte del día siguiente revisaron armas, autos, revistas, e incluso algo de ropa.

    - Tenemos que estar atentos para cambiarnos de ropa por si es necesario- señaló John Dillinger.

    - A mí me quedan las prendas que deje Johnny- señaló Homer.

    Todos rieron.

    Billie, mientras tanto, ayudaba a la hermana de Rojo a preparar comida para ese día y para la tarde por si tenían que irse.

    - Gracias, BIllie…realmente creo que John será muy feliz contigo.

    - Yo también lo creo. Siento que desde que lo conocí, mi vida ha cambiado para bien. Aunque hay momentos en que quisiera darle la oportunidad de alejarse de esa vida.

    - John es así…temo decirte que dudo que cambie algún día pero…quizás por ti sí lo haga. Eres candidata perfecta a conseguirlo.

    Billie sonrió con ojos humedecidos.


    Horas más tarde, Johnny encendía el radio y escuchaba con Billie aquella canción.

    - ¿La recuerdas?

    - Claro que sí…amo Bye Blackbird…casi tanto como a ti.

    John le dijo.

    - Creo que nos tendremos que ir mañana temprano.

    - No importa…si consideras que será buen momento…

    - Así es-señaló John- Rojo dijo que iba a esperar a las noticias de la mañana.


    Y justo en la mañana, muy temprano, llegó un muchacho en un auto.

    John estaba dentro con Billie. Rojo lo reconoció.

    Entró rápidamente.

    - ¿Quién eres?

    - Estoy con Baby Face Nelson…él y su gente están en una finca cerca de aquí.

    John salió.

    - ¿Qué hay?

    - La gente de Purvis están rondando el área. Nos buscaban por el rumbo de Wisconsin.

    - Nada que ver- dijo Homer.

    - Sí, pero alguien les dijo que estábamos cerca de las afueras de Chicago, peinaron el área y ahora están no muy lejos de aquí.

    - ¿Qué sugieres?- preguntó Dillinger a Rojo.

    - Será mejor que nos quedemos aquí un poco más. Si están buscando cerca dudo que vuelvan por aquí.- dijo Rojo acordando con el recién llegado la localización y trayectoria de la policía.

    John asintió.

    - Ya escucharon, muchachos- dijo Dillinger- es momento de que se preparen y estén listos por si hay que marchar.

    Billie se dio cuenta de todo lo que sucedía. Y todo la tenía preocupada.


    Rojo revisaba el periódico.

    John se le acercó.

    - ¿Qué dice respecto al zorro Purvis?

    - Dice que…parece que va a necesitar refuerzos…

    Dillinger hizo una mueca.

    - De aquí a que se los envían…

    Sin embargo, Johnny no sabía que los refuerzos estaba pisando ya la estación de tren de Chicago y estaban por ser recibidos por el mismísimo Purvis.
     
  15.  
    Andrea Sparrow

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    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    653
    Cap. 35


    Después de aquel espacio en el que los muchachos disfrutaron un poco de la compañía de las chicas y se dedicaron a revisar las armas y a preparar los víveres, era momento de entrar en acción.

    Una casa de seguridad en Massachussets sirvió de resguardo a Poly y Vickie Hamilton, así como a Billie Frachette quien ahora se unía al grupo de prófugas.

    La noche anterior al asalto, John se entregó como nunca a Billie, deseando que el tiempo jamás se terminara.

    - Sigue, Johnny, por favor...-suplicaba Billie, mientras John la amaba intensamente.

    - Sí, Billie...entrégate...que quizás pase mucho tiempo antes de que podamos disfrutar ésto. Pero no te preocupes...yo te amo...y va a haber más instantes como ésto y mejores...

    Y entre gemidos y susurros ardientes, aquella pareja terminaba exhausta y enamorada.

    Billie decidió recuperar el aliento y decir a John.

    - Por mí no te angusties. Sé que todo saldrá bien, ya lo verás.

    - Lo mismo espero, muñeca- dijo él.- Los muchachos y yo estamos concentrados y preparados. Deben actuar con cautela, porque hasta donde sé, ese zorro apellidado Purvis sigue pisándonos los talones.

    - Supe que ya le llegaron refuerzos.

    - No son tan buenos como nosotros- guiñó el ojo a Billie y la besó tiernamente.

    --------------------------------------------------------------------

    A la mañana siguiente, tres hombres elegantemente vestidos llegaron a las puertas del banco Central de Massachussets.

    Avanzaron lentamente para no despertar sospechas. Rojo vigilaba con la placa puesta. El resto estaba disperso, aguardando la orden de Dillinger.

    Éste levantó ligeramente la bolsa del saco y los demás hicieron el resto, mientras él se dirigía a la bodega y obligaba al gerente a abrir la caja fuerte.

    Como en cada asalto, todo fue cuestión de segundos.

    Cuando salían ya con el botín, John los contó a todos.

    - Pete, Rojo, Homer, Dan, Willie...¿todos están?
    - Todos, Johnny.
    - Bien...en la casa del campo repartimos todo y nos vamos a Florida, ¿estamos?

    Rojo asintiò.

    -Es buena elección Florida- dijo éste. - Estoy seguro que no nos encontrará Purvis ahí en un plazo.

    John preguntó.

    - ¿Qué sabes sobre Baby Face Nelson?
    - Está tranquilo. Nos alcanzará en las afueras de Chicago.

    - Me cae bien el tipo pero no estoy de acuerdo en trabajar con él.
    - Él te admira- dijo Rojo.
    - Sí, pero como te he dicho: está desesperado.

    Homer lo miró con intranquilidad.

    Llegaron a aquella casa y se repartieron el botín. Luego, volvieron a donde las chicas y se tomaron otro tiempo para cambiarse de ropa.

    John ya se había dejado crecer el bigote, a fin de no ser reconocido en Florida.

    Billie demostró un poco de molestia.

    -Así que ahora cambiarás de apariencia...

    John la miró con duda.

    - ¿Te molesta acaso?
    - No es eso...es que de pronto me parece como si...estuviera con otro...
    - No seas tonta, Billie...soy el mismo.

    Pero Billie le dio la espalda.

    - Tengo miedo y a ti te parece algo normal.
    - Lo es, linda- dijo él.

    Sin embargo, Billie no pensaba igual.

    - Te he dicho que tengo miedo. Así que...si no quiero ir contigo, no podrás obligarme.

    John sintió la dureza de sus palabras.

    Al día siguiente, decidieron partir.

    Billie aún estaba ahí, desconcertada.

    John no había querido hablarle.

    Rojo le advirtió.

    - Si ella está molesta, es mala señal. Debes darle confianza.

    - Si no quiere confiar en mí, no puedo traerla. Ya pensará mejor todo.

    Todos se iban. John iba por delante. Subieron al auto y justo cuando ya arrancaban, Billie llegó corriendo.

    -¡John!

    Dillinger se detuvo y la abrazó.

    - ¿Vienes?- preguntó.

    - Sí- dijo ella besándolo.

    - Bien...entonces...sube nena- dijo más animado.

    - Ahora sí, muchachos...no vamos a dejar que ese tal Purvis trate de aplastarnos...

    Pero el peligro parecía cernirse sobre ellos cada vez más pronto.
     
  16.  
    Andrea Sparrow

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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    615
    Cap. 36

    El camino que los llevaba hasta Florida estuvo repleto de diversión.

    Hacían paradas continuas en diferentes fincas, donde podían enterarse de los avances de las autoridades.

    Una noche antes de llegar a Florida, John Dillinger dijo a Rojo, mientras bebían y leían el periódico:

    - Parece que ya tiene ayudantes Melvin Purvis.

    Rojo respondió.

    - Así es. Y parece que son gente especializada.

    - Es difícil que lo puedan ayudar a conseguir su objetivo. No son tan buenos.

    - Algunos estuvieron en los asaltos, vinculados con la mafia de Al Capone.

    John Dillinger recordó que él estaba preso entonces, cuando Al Capone hacía de las suyas.

    - Lamento no haber estado ahí. Pero creo que…ya se les acabaron las energías.

    Billie escuchaba detrás. No estaba totalmente convencida de la forma en que John bromeaba con las dificultades que se cernían sobre ellos.

    Pero para todos era motivo de diversión y de juego.

    Dillinger, sin embargo, ocultaba su preocupación por la muchacha. Quería protegerla de quien fuera y no quería que saliera lastimada o perjudicada.

    Por eso, tendría dispuesto el lugar correcto para que Billie estuviera cómoda junto a él. La estancia en Florida sería una buena oportunidad de descanso para todos, a fin de que Chicago y el resto del este se olvidaran un poco de él.

    Sin embargo, Purvis no pensaba igual.

    Realizó una exhaustiva investigación, tratando de llegar a los rincones donde John Dillinger había estado y tratar de comprar a aquellos que estuvieran dispuestos a dar informes acerca de Dillinger.

    Y con éxito consiguió información de quienes sólo dijeron lo que sabían. Y sin embargo, la gente que ahora lo rodeaba y colaboraba con él, sabían que el comportamiento de Dillinger no era errático ni impredecible, sino que podía ir en función de aquellos que habían colaborado a hacer de John Dillinger la figura que ya era. Esperaban que sus decisiones estuvieran vinculadas quizás a las de Al Capone, o a las de Baby Face Nelson, de quienes ya tenían previstas sus acciones inmediatas.

    Sin embargo, Dillinger se sentía seguro y así, fue como avanzó sin restricciones hasta Florida.


    El hipódromo. John y sus muchachos estaban presentes, junto con Billie, observando las carreras y aprovechando su racha de suerte a fin de ganar un poco más de dinero.

    Cuando se sentaron, Homer dijo a John:

    - ¿Qué te parece, Johnny?- preguntó.- Aquí dice: Dillinger…muerto o muerto.

    Todos rieron irónicamente.

    Sólo Billie permanecía seria.

    John continuaba jugando con la situación, hasta que notó la seriedad de la muchacha.

    - ¿Ocurre algo, linda?- preguntó John.

    Billie comentó.

    - Gracias por haberme traído en este viaje, Johnny. Pero…sé que quizás no vuelva.

    - ¿A qué te refieres?

    - A lo que dijo Homer: muerto o muerto.

    - Lo que dijo Homer no es precisamente una aseveración: eso es lo que la policía espera pero nosotros no les daremos el festín. No ahora…despreocúpate, por favor.

    - Pero es que…

    - Olvídalo…si se trata de bromas, esas déjamelas a mí. Tú tienes que confiar en mí porque yo nunca te voy a desproteger.

    Billie dudó un momento.

    - Linda…somos demasiado buenos para ellos…no pueden estar en dos lados al mismo tiempo, así que no podrán predecir lo que haremos. Purvis no sabrá exactamente por dónde comenzaremos y seremos cuidadosos.

    - Johnny…tengo miedo.

    - No debes tenerlo…yo estaré bien…todos estaremos bien. No moriré…envejeceré en tus brazos. Y tú y yo estaremos juntos y felices…todavía hay a donde ir juntos…¿quieres venir?

    Billie asintió entre lágrimas.


    Besó los labios de John, mientras la carrera terminaba. La confianza volvió al corazón de la muchacha.
     
  17.  
    Andrea Sparrow

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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    589
    Cap. 37


    John Dillinger ahora estaba camuflajeado en Florida. Todo indicaba que nada ni nadie lo molestaría en lo más mínimo. Pero él mismo no tenía idea del alcance de sus acciones.


    Conocidos suyos lo ubicaron y lo invitaron a despejarse y distraerse en los mejores lugares de la región. De acuerdo con lo que ya había hecho, parecía un nuevo rico, dispuesto a pasarla bien en un lugar alejado de la mira de la policía.


    Billie admiraba mucho a John y estaba segura de que éste sabía lo que hacía.


    Al salir del hipódromo, se dirigieron al hotel a donde pernoctarían.


    Dieron nombres distintos y se dispusieron a tener una feliz estancia.


    Ya en la habitación, John arregló todo para estar al pendiente de lo que pudiera suceder.


    Sacó las armas, las acopló en las ventanas de tal forma que no se notaran y se dispuso a esperar la champaña con la que brindaría con su novia esa tarde.


    Billie aprovechó el jacuzzi para relajarse y esperar a John, a quien recibiría entre sus brazos y con quien pensaba hacer el amor hasta quedar rendida.


    ---------------------------------------------------------------


    Purvis había hecho lo correcto. Pedir refuerzos en un momento como ese era lo mejor que había podido hacer. Era momento de seguir con el plan. Los cabos sueltos iban a ser la mejor estrategia para encontrar la guarida del ratón.


    La policía de Florida fue puesta al tanto de lo que sucedía. Lo buscaban y fueron encontrando rastros de la personalidad de Dillinger en diferentes lugares.


    Y por fin, aquella tarde, mientras John se disponía a pasarla bien con Billie, la policía irrumpió abruptamente en su habitación y la sacó a empellones. Billie se tuvo que vestir inmediatamente para ser conducida lejos de Florida.


    Cuando bajaba la escalera, sus compañeros eran conducidos también.


    - ¿Qué pasó?

    - Hubo un incendio en el hotel. Los bomberos vieron nuestras armas y dieron parte a la policía.

    - ¿Y a dónde van?

    - A Ohio.

    - ¿A Ohio?- preguntó John alterado.


    Puesto en los separos preguntó.


    - ¿A dónde enviaron a Billie?

    - Tu novia va de vuelta a Chicago. La estaremos vigilando.


    - Déjenla en paz. Ella sólo venía conmigo porque yo decidí cuidarla. Pero no la involucren en nada.

    - Eso haremos. Pero si insistes en hacer cosas que no debes, ella también pagará las consecuencias.

    - No- dijo él terminantemente.- Déjenla en paz.


    La policía decidió aceptar el trato. Sin embargo, Purvis no estaba dispuesto a eso. Quería tener a Dillinger vivo o muerto.


    En la celda, Purvis visitó a John Dillinger. Éste sonreía mientras masticaba tabaco.


    - Vaya...usted es...Melvin Purvis...un gusto...

    - Lástima que no pueda decir lo mismo- dijo Purvis.-


    John lo increpó.


    - Dígame...¿qué se siente lo del hombre que mataron por equivocación en los departamentos Shouden?


    Purvis trató de no caer en su juego.


    John insistió.


    - Cuando se van, dicen que sólo se quedan mirando...y se pierden en la nada...eso debe quitar el sueño...


    Purvis preguntó.


    - ¿A usted, qué le quita el sueño, Dilllinger?


    - El café...


    Purvis aguantó la burla. Luego insistió.


    - No se acostumbre demasiado al lugar...pronto lo llevaremos a otro sitio.


    - No es necesario...puedo cuidar esta celda el tiempo que sea necesario...


    Otro de los policías dijo.


    - No te animes tanto...te mandaremos a otra cárcel más cómoda.

    - ¿A dónde?

    - Indiana...


    Dillinger se quedó pensando y dijo:


    - ¿Y yo...qué demonios tengo que hacer en Indiana?
     
  18.  
    Andrea Sparrow

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    John Dillinger Tales (Basado en Public Enemies con Johnny Depp)
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    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    38
     
    Palabras:
    768
    Cap. 38

    Billie soñaba. El dolor hacía presa de su corazón. Las horas vividas recientemente junto a John Dillinger eran tan recientes e intensas que apenas si podía olvidarlas.

    En sus sueños, John viajaba con ella…podía sentir sus besos, sus caricias, su placer, su amor. Y cuando despertó, sobresaltada, jadeando y dándose cuenta de que nada era cierto, sollozó para luego llorar a grito abierto y desahogarse sin medida.

    - John…¿por qué te arriesgaste tanto? ¿Cuándo te veré otra vez?

    Encendió el radio. Por el momento, no había nada que le pudiera hablar de John. Esperaría a que él tratara de ponerse en contacto con ella. Lo haría, estaba segura. Él le había prometido que no la dejaría sola. Pero no quería que se arriesgara más. No quería que por buscarla, fuera procesado inmediatamente. ¿Qué le depararía el destino a John? ¿Lo condenarían? ¿Qué tendría pensado la policía contra él? ¿Qué tendría pensado hacer él para salir adelante?

    Se despertó totalmente. Respiró hondamente y se cambió de ropa. Sin embargo, asomó su rostro por la ventana. La estaban espiando. Era la policía.

    Era arriesgado salir a la calle. Mientras esos policías estuvieran ahí, debía ser prudente y evitar problemas contra John. ¿En qué estaría él pensando ahora?


    Ahora que estaba en la cárcel, apenas si pudo meditar sobre lo que le pasaba. Todo había sido tan vertiginoso…el tiempo se había detenido para él. Tenía tantos sueños, tantas cosas que compartir con Billie y con sus compañeros, casi hermanos, cómplices. Quería darle a Billie la vida que no había podido tener desde niña, las cosas que la vida le había negado y quería compartirla con ella. Ofrecerle una forma diferente de encontrar la felicidad.

    ¿Y qué le había dejado? Tan sólo la soledad y seguramente, la preocupación de no saber cómo estaba. Billie debía estar angustiada. La amaba tanto…quería estar a su lado. La necesitaba demasiado. No había forma de despedirse de ella. No podía enviarle ningún mensaje. No podía hacerle saber lo mucho que la amaba en verdad y decirle que nunca había pensado en hacerle daño.

    Ella debía saberlo. Seguramente ella no le guardaba rencor. Ella lo entendía y lo aceptaba como era. En cuanto pudiera le explicaría todo. Pero, ¿cómo le haría saber dónde y cómo se encontraba? ¿Con quién podría hacerle llegar información? Rojo. Sí, él debía ser el único contacto que tendría con la muchacha.

    No tuvo mucho tiempo de pensar. Aquella mañana, lo despertaron para que se alistara.

    - Hey, Dillinger. Prepárate. Nos vamos a Indiana.

    Él estaba serio. No quería decir una sola palabra.

    A empellones y con esposas en las muñecas fue llevado hasta el automóvil que lo llevaría al hangar del aeropuerto. Y en breve, el avión especial que lo llevaría hasta Indiana ya estaba listo.

    Los periodistas se alistaron. Querían tener la nota precisa que informar a la Casa Blanca.

    Por fin, de aquel avión descendió John Dillinger. Los flashes lo deslumbraban. En el automóvil que lo llevaría hasta el centro de Indianápolis, agitaba levemente la mano. Aquella gente lo recibió. Para ellos era casi un héroe. Era su paisano, pero todos tenían una buena opinión sobre él.

    - Sólo ha tenido mala suerte- dijo un hombre.

    - Dicen que es un hombre muy interesante- señaló una mujer.

    Él llegó al penal. Dentro, la encargada de la cárcel, se puso al frente y le presentó a su abogado, comenzando con las primeras diligencias de ley.

    Sin embargo, los periodistas querían hacerle algunas preguntas:

    - Dinos, ¿cómo fue que comenzó todo?

    John pensó aprovechar el momento para hacerse célebre.

    - Pues…recuerdo que fue hace tiempo, en la tienda de un buen amigo de mi pueblo. Lamento haberlo hecho, era un buen tipo y era mi amigo pero en fin…después estuve en prisión un buen tiempo.

    - ¿Estaba pendiente de sus amigos?

    - Siempre lo he estado…

    - Díganos, ¿le da gusto estar en Indiana?

    - Tanto como a Indiana le agrada verme.

    Algunas preguntas más que hicieron reír a los periodistas.

    - ¿Qué pasó después?

    - Me tuvieron resguardado unos diez años. Pero nunca me olvidé de mi gente. Y ahora estoy aquí.

    - Ah, una pregunta más. ¿Cuánto tiempo lleva un asalto como los que realiza?

    - Bueno…minuto y medio…¿y el flash?

    Todos rieron hasta la observación.

    Sin embargo, John sabía que la diversión estaba lejos de continuar por el momento. A partir de entonces, su encierro comenzaría y con él, la ausencia de Billie y los sufrimientos debidos a su próxima condena, la cual podría estar relacionada con la silla eléctrica.
     

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