Aichi Iwakura

Yuzuki Minami
Shukusha

Escuchó a Takano con atención, mientras lo veía deshacerse de la parte superior del kimono para que pudiera ver su lesiones. Teniendo en cuenta que le estaba dando la espalda, aprovechó para permitirse una sonrisa casi condescendiente al escucharlo intentar justificarse.

—¿No debería ser al revés? La tranquilidad sosiega la mente —dijo entonces, mientras se acercaba para examinar de cerca la inflamación, deslizó los dedos con cuidado sobre la lesión y comprimió los gestos al imaginar lo que había dolido ese golpe—. Al menos debería hacerlo, incluso mentes como la tuya, pero me da la sensación de que no es solo la tranquilidad de este lugar lo que te está alterando.

Tomándose confianzas que ni ella sabía si le correspondían, rodeó a Takano para ver también el golpe del pecho, ese que había recibido porque no pudo detenerlo a tiempo. Volvió a arrugar las facciones al observarlo de cerca.

—Este de aquí no me preocupa tanto como el del cuello, aunque bueno, no estás en tu mejor momento, Takano —comentó con cierto aire de broma casi imperceptible—. Está demasiado inflamado, podría haberte arruinado el músculo o algo más, y eso tarda bastante en sanar. ¿Qué tanto te duele? ¿Se extiende a la espalda o al brazo? Podemos buscarte algo para el dolor y bajar la inflamación con telas humedecidas en agua fría, pero es probable que si haces algún movimiento brusco como andar lanzándote a árboles con este tipo de lesiones, solo las empeores. Además, que utilices tanto los músculos de la zona solo va a hacer que sane más lento.

Lo estaba reprimiendo casi como si fuera un chiquillo y apenas se estaba dando cuenta, a decir verdad.

—Conseguiste lo que necesitabas en la casa del viejo, ¿no? El resto de cosas pendientes vas a tener que dejarlas en nuestras manos unos cuantos días, si extiendes una lesión de estas vas a empezar a relentizarnos más que ayudarnos. —Vaya brusquedad, por todos los Dioses, pero sabía que podía hablarle así—. Tienes un grupo bastante decente de trabajo aquí contigo, si me permites la falta de humildad, podemos manejarnos. Además logramos solucionar el vacío de mi arma el primer día y bueno, no es que vaya a matar a nadie como hicieron en Tsu solo por estar armada.

Golpe bajo además.

Toda la crianza de los Minami estaba brillando como lámpara de aceite.

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se me desató la Yuzu alv

 

Yuzuki Minami
Shukusha

Ahora mismo no tenía presente cuántos años adelante iba a Takano, parecía haber olvidado de repente que le sacaba seis años completos, pero allí estaba ella regañándolo. ¿Había sido siempre así, ella sacando a la luz las metidas de pata de Takano y sus hermanos?
De nuevo se limitó a escucharlo en silencio, que le dijera todo lo que realmente lo estaba molestando, lo que lo alteraba y que no era, como había pretendido decir, la tranquilidad del lugar. Era un brusco, pero no era tonto, había preferido soltarle todo antes que dejarla hacer las preguntas.

No puede girar el cuello.

La tensión se extiende a los brazos.

—Te voy a tener que inmovilizar el cuello, ¿de acuerdo? Te estoy avisando, no es opcional —murmuró en una de sus pausas, sin perder detalle de sus palabras. Enderezó su cabeza hacia el frente sin molestarse en pedir permiso e inició su tarea.

Bueno, estaba hecho un absoluto desastre física y mentalmente, ¿no?

—Sentir no es un error —dijo entonces, aún centrada en su tarea—. Quiero decir, creo que ninguno de nosotros es capaz de hacerlo con libertad, al menos me di cuenta de ello al estar junto a Fuji, es como si algo nos mantuviese siempre encadenados con la vista puesta en el frente. Pero incluso las guerras son movidas, bajo la mesa, por las emociones que orientan los intereses políticos, las creencias de un grupo de personas. No existe ninguna cabeza que pueda ser fría todo el tiempo.

Guardó silencio unos segundos, ordenando sus propias ideas, tratando de encajarlas con todo lo que acababa de decirle.

—Si quieres culparte por lo que pasó con Hana Harima no voy a detenerte, incluso el mismo señor llegó tarde, ¿no te das cuenta? Todos llegamos tarde, la vimos irse, Takano, y tardamos en reaccionar. La vi irse... y pude haber ido tras ella en ese mismo instante, pero me quedé mirando a pesar de que lo sentí en el pecho, que algo estaba terriblemente mal. Tendremos que lidiar con cualquiera que sea la reacción de tu padre a este compilado de cosas que recibirá. —Se relamió los labios que de repente sintió exageradamente secos, al igual que la boca. Recordar lo de Hana era como recibir una patada en el estómago—. Sin embargo, querido Takano, hay una parte de tu amplio dilema moral que como buena Minami puedo solucionar.

Se incorporó y le echó la parte superior del kimono sobre la espalda de nuevo. Tomó la katana que mantenía sujeta al cinto de su propia ropa, no la desvainó, así protegiendo el filo con la saya todavía le acertó un golpe en el centro de la espalda entre las vértebras del tórax y las lumbares. Ni siquiera midió la fuerza, le atinó como hubiese deseado atinarle a los bambúes de Masamune en el primer golpe.
Lo miró desde arriba, con los ojos prácticamente chispeando y el flequillo albino desordenado sobre el rostro.

—En nombre del señor. —Su actitud era casi amenazante aunque sabía que la diferencia de fuerza física y habilidad era importante entre ellos, la traía sin cuidado—. ¿Incapacidad de pedir disculpas? ¿Qué eres, Takano, un niño? Si pudiste pensar en disculparte, eres perfectamente capaz de hacerlo y si tengo que llevarte a golpes frente al señor también lo haré, lo sabes muy bien. ¿Crees que permitiré que te vuelvas a meter en una celda y te llames fracasado? No me hagas estrenar la katana de Tokiharu Masamune contra un herido, eso sería muy bajo para la sangre Minami.

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Qué joya de interacción JAJAJA

 

Yuzuki Minami
Shukusha (dándole de hostias a Takano(?)

Soltó una risa sin gracia ante la pregunta de Takano, luego de permitirse tranquilizarse también. Había sido un movimiento impulsivo, pero no se arrepentía, lo había puesto en su lugar en cosa de segundos.

—Sé que dijiste que podíamos usar técnicas poco decorosas y sabes que no me tiembla la mano para tomar las cosas que necesito cuando las necesito —dijo regresando la katana al cinto, para después cruzar los brazos bajo el pecho—, pero no. Fuji le demostró que sabe forjar y accedió a darnos un arma, por haber dudado de las capacidades de dos mujeres. Nos hubiese dado el arma de todas formas, pero acepté demostrarle que sabía usarla. Ya sabes, cosa de orgullo.

¿Dejar el sable en la saya? ¿Afilar? Dioses, es que le gustaba ser críptico.

Se encogió de hombros al escucharlo agradecerle y se permitió sonreírle entonces, dejando de lado completamente aquella actitud con la que la había asestado el golpe.

—Siempre dispuesta a acomodarte las ideas de un golpe —respondió junto a una risa—. ¿Algo más que requieras de mí, Takano?

 

Kohaku Ishikawa
Shukusha

La energía de la señorita Fuji era algo avasallante para esas horas del día, pero a Kohaku le resultaba también fresca y alegre. Le agradaba ese tipo de personas, tenían un poder casi inexplicable para entibiarle el corazón. Fue sonriendo y asintiendo a medida que le contaba su día, y quizá se permitía soltar una risa suave al notar que empezaba a desvariar. Una infancia difícil, ¿eh? Bueno, su infancia había sido increíble, al menos así le gustaba segmentar sus recuerdos para mantener intactos la mayoría.

—Todo salió muy bien, de hecho. Pude distraer al anciano el tiempo que Takano necesitaba, aunque de buenas a primeras se olió algo sospechoso en mí y creí que iba a fallar. —Se llevó una mano a la nuca y Chiasa chilló en su hombro—. ¿Quién podría haber adivinado que una pequeña ardilla luciría tan malvada a ojos de un buen anciano?

Se preguntó cómo reaccionaría el hombre al notar las pertenencias faltantes. ¿Se angustiaría? Esperaba que no le significara un dolor demasiado profundo; ya estaba entrado en años, después de todo.

—Parece que usted y la señorita Minami han tenido un buen día —acordó, con una gran sonrisa—. Me alegra mucho saberlo. En cuanto a Takano, no tiene de qué preocuparse. Puede que sea algo huraño pero, sorprendentemente, diría que... ¿hacemos un buen equipo?

Probó las palabras con cierta incredulidad, y un dejo de diversión danzó en sus labios al no sentarle mal. Sí, se podía decir que hacían buen equipo.

Se aseguró de prestar suma atención al fragmento de historia que Fuji compartió con él, y sonrió enternecido por la emoción que la mujer le imprimía al relato. Se notaba que le tenía mucho cariño a su familia.

—Me pregunto cómo estará la señorita Suguino —comentó al aire, recordando la noche que la había escoltado a su casa tras el funeral de Chikusa—. Y con respecto al señor Matsuda, ¡espero que no se tope con ningún veneno o no podré torturarlo con sanguijuelas a tiempo!

Soltó una risa fresca ante su propia broma. A pesar de las palabras del anciano, esas que habían logrado adherir ideas pesadas y extenuantes en su mente, la charla con Fuji había logrado aligerar su espíritu y lo agradecía enormemente.

 

Yuzuki Minami
Shukusha

Asintió ante las palabras de Takano sobre el orgullo, porque ciertamente creía que tenía razón. El orgullo era lo que movía a los guerreros.

—Cuidado con ese cuello. Si tengo que volver a revisarte, te suelto otro golpe antes de ponerte en orden —comentó, seria también. Iba a retirarse cuando él habló de nuevo.

¿Su familia?

Se congeló allí, en medio de la habitación ajena, y los brazos se desenredaron de debajo de su pecho sin permiso alguno, cayendo a ambos lados de su cuerpo. Le tomó por lo menos un sólido minuto poner en orden sus pensamientos, a pesar de que casi acababa de partirle la espalda con una katana sin desfundar.

Había dicho que quería disculparse con Takeda, ella no pretendía que se disculpara con ella y con su clan completo; ni siquiera lo había pensado nunca, que tuviera algo por lo que disculparse.
No tenía tiempo tampoco para darle vueltas, pero era... de nuevo, una cuestión de orgullo.

—Perdí la cuenta de los que prefirieron quitarse la vida antes de decidir servir a los Taira o morir bajo su mano, mi padre incluido, pero si viviera ceñida en eso deshonraría a mi propia sangre. —Enderezó la postura y caminó para salir de la habitación, pasando a su lado. Habló mientras se retiraba también para darse un baño—. No hay nada por lo que debas pedirme perdón y si lo crees necesario, toma el moretón de tu espalda como una prueba de que estás disculpado, sea lo que sea que signifique para ti. Estoy aquí en nombre de todo un clan, no tengo tiempo para detenerme a pensar en cómo habrían sido las cosas. Además, tú también creciste a mi lado, ¿no? Debes saber que no necesito disculpa alguna. Más disculpas te debo yo a ti por no haber podido protegerte de ese golpe que llevas en el pecho.

No se detuvo a esperar una respuesta, se limitó a seguir su camino una vez terminó de hablar.

 

Yuzuki Minami
Shukusha

Abrió los ojos despacio al escuchar el repiqueteo suave de la lluvia afuera. El futón estaba cálido, pero la mano que tenía fuera de este estaba fría.
Se enderezó, enjuagándose los ojos con algo de fuerza y segundos después se puso de pie, para comenzar a colocarse el kimono azul que sí había conseguido recuperar en la prisión. Se ajustó la katana al cinto y salió de la habitación mientras se desenredaba el cabello con los dedos, aún bastante adormilada.

—Buenos días —dijo mientras se sentaba también a la mesa.

¿Qué se supone que hicieran ese día? Bueno, realmente la pregunta era por dónde debían comenzar.

 

Yuzuki Minami
Shukusha

Estaba por explicarle a Ukita que había atendido a Takano en la noche, sin mencionarle el incidente del golpe en la espalda, y que le había tenido que inmovilizar el cuello y además necesitaba que descansara cuando una persona ingresó al Shukusha.

Ya solo la apariencia del hombre que acababa de entrar había encendido todas las alertas, que solo aumentaron el grado de preocupación cuando Ukita murmuró aquello.

Tenía que haber despertado a Takano de otro golpe con la katana en la saya, sin duda.

¿Qué tantas posibilidades habían de armar un escenario para que Ukita adelantara al viejo o, en su defecto, pudiese hacerlo ella en su lugar?

Extendió la mano para tomar su propia taza de té y le dio un par de sorbos.

Si tan solo... Se le resbalara. Tendría una excusa.

Conectó su mirada con la de Ukita.

 

Yuzuki Minami
Shukusha

La aparición de Fuji había sido más que ideal, no iba a mentir, incluso con aquella intervención que pecaba de grosera. Ukita había entendido su mirada, de todas formas, así que si la chica no aparecía habrían tenido que recurrir a una estrategia bastante más torpe.

Aprovechó el momento en que Ukita se levantó para fingir reprender a Fuji para levantarse en silencio, tendría que colarse por la espalda del viejo. Si tenía suerte podría aprovechar el hecho de que carecía un ojo para ello, aprovechando el punto ciego ampliado.

Tragó grueso antes de ponerse en movimiento. Advertir a Takano y Kohaku a tiempo dependía de ella.

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tengo miedo help

 

Yuzuki Minami
Shukusha

Escuchó el nombre del hombre mientras lograba pasar a sus espaldas, gracias a que Ukita mantuvo a Fuji distraída.

Hashimoto.

La casa donde había ido a conseguir las semillas de ricino y donde se había encontrado a Takano, cayendo del árbol con la gracia de una fruta pasada de madura y picoteada por los pájaros. Lo entendió todo entonces, las cosas que había tomado Takano eran de ese hombre.

De verdad tenían problemas.

Avanzó hasta las habitaciones, abrió la puerta corrediza de la de Takano y se coló dentro. Bueno, le había dicho que descansara, pero ahora no eran momentos para estar durmiendo tan plácidamente.
Se acuclilló junto al futón, tomó al hombre por los hombros y lo zarandeó sin demasiado tacto, como siempre.

—Levanta de una vez —dijo, tratando de no alzar demasiado la voz—. Hashimoto está aquí.

 

Kohaku Ishikawa
Shukusha

La conversación con Fuji había sido muy animada y, ciertamente, incluso le ayudó a conciliar mejor el sueño. La noche transcurrió apasible y Kohaku amaneció con los primeros rayos de sol, como acostumbraba. Chiasa estaba hecha un rollito en la almohada, a su lado, y su pelaje le hizo cosquillas en la mejilla.

Se incorporó y se preparó para salir de la habitación, tenía hambre y casi podía oír su estómago rugiendo, cuando ciertas voces captaron su atención. No lograba oír con claridad, pero de cierta forma tuvo un mal presentimiento y antes de que pudiera hacer algo al respecto unos golpes sonaron a su puerta. Dio un leve respingo, algo alterado, pero se relajó al topar con Fuji. Miró a Takano y Ukita y tragó grueso, con la máscara ya puesta.

—¿Qué ocurrió? —murmuró, aún un poco adormilado—. Creí oír... ¿al anciano de ayer? ¿Es posible?

Enfrentarlo. Aquella palabra le lanzó señales de advertencia a su cerebro y se precipitó hacia el pasillo, era probablemente la primera vez que alzaba la voz frente a quienes consideraba adultos experimentados, figuras de autoridad.

—¡No podemos luchar contra él! —Notó su arrebato de inmediato y retrocedió un poco en sus pretensiones, suavizando su tono—. Es un anciano...

 

Yuzuki Minami
Shukusha

Frunció el ceño al escuchar las palabras de Hashimoto, dejando claro que sólo había estado jugando con ellos desde el inicio, como un gato con su presa.
Casi gruñó en respuesta aún allí en la habitación de Takano, luego de haber pensando en despertarlo con otro golpe de los buenos.

Al final él había tenido razón. La tranquilidad de Iwakura era engañosa, los había relajado lo bastante para que Hashimoto, para que Inugami, terminara por encontrarlos.

—La próxima vez podemos empezar por los títulos terroríficos de la gente para ver si tomamos sus cosas o no, o si hacemos un plan más elaborado para internarlo siquiera —masculló. Entre las lesiones viejas de Takano, su lío mental de la noche y el susto que les había pegado el viejo, no tenía por dónde ser tan suave como de costumbre.

Cuando escuchó la voz de Kohaku alzarse clavó la vista en él, aún con los gestos comprimidos por el fastidio, aunque se forzó a suavizarlos ligeramente.

—Estratega y rastreador —comenzó, soltando un suspiro—, podrá ser un anciano con una lesión de guerra pero no es ningún desvalido, no se ganó ese apodo por ser piadoso, ¿o sí? Si no hacemos algo al respecto podría costarnos caro.

Podía ser cautelosa, no actuar por impulso como algunos de los otros integrantes, pero cuando la situación se ponía compleja no dudaba en hacer lo que tuviese que hacer con tal de evitar percances más graves.

Por eso el robo, por eso los venenos.

No era ninguna doncella en apuros. Lastimosamente, la edad de Hashimoto no era un obstáculo moral lo suficientemente importante para hacerla dudar.