Three-shot Isn't it strange to create something that hates you? [Gakkou Roleplay]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Gigi Blanche, 29 Enero 2024.

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  1. Threadmarks: I. The price is pain to make this right
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Escritora
    Título:
    Isn't it strange to create something that hates you? [Gakkou Roleplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    3955
    N/A: *tentada de ponerle género horror*

    Buenas buenas, mi gente. Fa, hacía banda que no lograba terminar un fic, tengo el de Morgan juntando polvo desde noviembre. Esto era algo que quería desarrollar bien desde que lo planteé in-rol pero entre la vida, la paja y cierta falta de inspiración lo fui pateando y pateando. El otro día somewhat logré encastrar las piezas y darle forma a la historia que quería contar, cómo quería contarla, so HERE WE ARE *excited*

    Va a ser un three-shot contado desde tres personajes diferentes y engloba, básicamente, todo el pollo relacionado a los Hattori, los fantasmas, el viejo de Yuta y el viejo de Arata *c abrocha los cinturones*

    Esto es canon y transcurre entre el 12 de junio (viernes) y el 15 de junio (lunes) in-rol.





    can you see yourself through the bruises when the makeup melts?
    in the dark when all the power's out?

    .

    it's a burning coal you're walking on
    and in a second all the pain is gone

    .

    i want things that money can't buy

    the price is pain to make this right
    and i could buy a thousand lives so you can try to kill me
    but i can't fucking die


    .

    .

    .


    The Wanderer
    | Haruhiko Sugawara |


    The Goryō
    | Yuta Hattori |

    .

    .

    .

    La noche estaba cerrada. Recorrí la villa con la mirada, todo lo que me permitiera mi posición desde el corredor externo. Las linternas alumbraban los jardines, salpicando la grava, los arbustos y las piedras de reflejos dorados. El agua de un shishi-odoshi cercano fluía con calma junto al golpe suave, intermitente, de la caña de bambú al llenarse. En el pasado se habían utilizado para ahuyentar a los animales que amenazaran los cultivos, como ciervos y jabalíes. El tiempo lavó su significado, la modernidad lo despojó de su razón de ser y ahora la gente tenía estas mierdas en sus casas sin saber el motivo. No deberían olvidar. La memoria podía mantenerlos a salvo. Ahora, nada había capaz de ahuyentar a los depredadores.

    Y aquí estábamos.

    La brisa sabía dulce y el bambú seguía rebotando. Golpe, golpe, golpe. Junto a él se oía el forcejeo de un hombre condenado, las maldiciones impacientes de los intrusos y las botas pesadas sobre un tatami que no debería mancharse. Golpe, golpe, golpe.

    —Yaboku. —Uno de nuestros hombres asomó la cabeza por la puerta abierta y me indicó el interior de la estancia—. Ya quedó.

    Sonaba ligeramente agitado. Despegué la espalda de la pared, le eché un último vistazo a aquel jardín tan bonito y solté el aire por la nariz. Recorrí la pasarela sin prisa hasta alcanzar la única habitación que estaba iluminada por dentro; bajé la vista al riel de la puerta corrediza, detallé el tatami extendiéndose y entré. Qué más daba, ya se había salpicado de sangre.

    Era una sala de audiencias, finamente decorada y ostentosa a su manera; toda la villa lo era. Observé el enorme kakemono que colgaba de la pared a la izquierda y la respiración agitada de Yoshihide Hattori, pasados algunos segundos, atrajo mi atención. El aire silbaba a través de la mordaza que le enrojecía el rostro, empapado en sudor, bajo la venda negra. Tenía la mejilla aplastada contra el suelo y las manos y tobillos atados. Avancé lentamente, sin quitarle la vista de encima, y me detuve frente a él. Debió notar la proximidad, pues se forzó a silenciar su respiración y, con ello, la estancia se sumió en una inmensa quietud. Inhalé por la nariz, tranquilo, y los sonidos del jardín encontraron espacio entre nosotros. El agua, el bambú. La sangre discurría desde su cabello, mojaba los trapos sucios y goteaba sobre el tatami. Golpe, golpe, golpe.

    —Les dije sin violencia —acusé, en un murmullo frío, sin mirar a nadie en particular.

    —Se resistió demasiado —argumentó alguien a mi espalda y medio giré el rostro, viendo la herida que uno de los hombres sostenía en su brazo—. Tenía un cuchillo escondido.

    Nos estábamos enfrentando a un puto shinobi, después de todo. Viejo y retirado, pero shinobi en fin. Regresé la vista a Hattori, pensé en lo patético que lucía y retrocedí dos pasos, escaneando la sala. Estaba la puerta por la que habíamos ingresado, a mi espalda, y otra cerrada frente a mí. Me resultaba surrealista lo inmóvil que se encontraba una residencia de semejantes dimensiones y por un instante me escoció en la nuca la inquietud de la paranoia.

    —Ya ven. —Alcé la voz, mi invitación se suspendió en el aire y mantuve los ojos clavados en la puerta cerrada, oscura—. Así podemos irnos.

    —¿Creíste que me perdería el espectáculo?

    El cabrón habló a mi espalda, sobresaltándome ligeramente. No escuché un ruido ni percibí una presencia, nadie lo hizo. Giré el cuerpo, Yuta Hattori permanecía de brazos cruzados contra el umbral de la puerta y me sonrió con calma; su ropa era negra de cabo a rabo y le cubría la totalidad del cuerpo, tenía pinta de ser una especie de uniforme. Al oírlo, el viejo Yoshihide se revolvió con desesperación e intentó hablar. Lo intentó, intentó e intentó.

    —Quítale la mordaza. —Yuta consumió la distancia y me rebasó, ocupando el lugar frente a su padre. Suspiró con liviandad—. Nadie lo oirá, de todos modos.

    Había dicho que se encargaría de los guardias y alegó el empleo de un método que no podía revelarnos. Esto de los shinobi era bastante irritante, con sus secretos, sus técnicas ancestrales y demás mierdas. Frank había decidido confiar en él pese a mi clara reticencia y hasta ahora no habíamos encontrado contratiempos, cierto, pero su existencia en sí seguía haciéndome ruido. Un fantasma buscó mi aprobación, yo asentí y se acercó, desatando la mordaza de Yoshihide. Observé a Yuta, quien miraba a su padre, y no encontré en sus ojos ni una gota de contradicción, o remordimiento, o tristeza. La disrupción palpitó cuando se mordió la punta de un guante, lo removió y se agachó, agarrando un puñado de su cabello.

    Y sonrió.

    —Mírate nada más —murmuró cerca de su rostro, zarandeándolo apenas—. ¿Qué tal la estás pasando? ¿Te ataron muy fuerte? ¿Te duele el golpe?

    —Yuta, ¿qué mierda-? —masculló el hombre, pero el crío había deslizado la vista al charco de sangre y no lo dejó terminar.

    —Ah, el tatami. Qué desperdicio.

    Lo soltó de golpe. Yoshihide, ciego y maniatado, no lo previno a tiempo y su cabeza cayó sobre el líquido espeso. Un gruñido vibró en su pecho, apretó los dientes, pero no dijo nada. Cuando intentó separarse del suelo, Yuta le pegó la palma de la mano al cabello humedecido, pegajoso, y lo estampó de regreso. Reparé en su piel, pálida e irregular, consumida por una vieja cicatriz que debía haberle devorado la piel. Parecía una quemadura.

    —No, no, no, quédate ahí —susurró, como si mandara un puto bebé a dormir, y su tono se oscureció considerablemente—. La sangre asquerosa y venenosa que te corre por las venas es lo único que mereces probar, así que quédate ahí.

    Yoshihide se removió, identifiqué la ira fungiendo de gasolina en su cuerpo y la trasladé a su hijo. Se parecían, los ojos escarlata y el cabello albino. Yuta usaba un mechón rojizo y el blanco del viejo lucía ceniciento, pero bajo aquellas luces cálidas, opacas, no había demasiado que los diferenciara. Me daban igual los motivos del mocoso, sólo estaba siguiendo órdenes de Frank, pero en ese momento me pregunté si la causa que el imbécil creía perseguir no sería más que el reflejo de su futuro.

    Si matar a su padre no era matarse a sí mismo antes de tiempo.

    —¿Qué es esto, Yuta? —indagó Yoshihide, agitado, esforzándose por conservar su boca lejos de la sangre.

    —¿Te sorprendí? —En la voz de Yuta bailó una ilusión tan pueril que ni él logró contener la risa—. Hmm, es difícil definirlo. ¿Una trampa? ¿Traición? ¿Justicia? ¿Venganza? ¿Cómo le llamarías tú, padre?

    —Déjate de putos juegos, mocoso —espetó, furibundo—. Fuiste tú, ¿verdad? Tú dejaste entrar a estas ratas.

    —Encantadora elección de palabras, como siempre. —Despegó la mano de su cabeza, hizo una mueca y se irguió, repasando la sala—. Sí, fui yo. No queda mucho por hacer cuando el enemigo ya está adentro, ¿no? Tú me enseñaste eso. Me enseñaste a memorizar patrones, estudiar conductas, predecir comportamientos. Me enseñaste a aparecer y desaparecer a mi antojo, a manipular las narrativas.

    Delante del kakemono había un zabuton dispuesto sobre el tatami que milagrosamente había permanecido inmune al desastre. Yuta se sentó sobre él con una pierna flexionada y el codo apoyado en su rodilla, soltando el aire.

    —Conque así se ve desde aquí —prosiguió, observando la habitación—. Siempre lo imaginé mucho más imponente y magnánimo, pero… es patético, de verdad.

    Otra risa le vibró en el pecho y meneó la cabeza. En aquella posición Yoshihide quedaba prácticamente a sus pies. El hombre había intentado moverse pero no había mucho que pudiera hacer. Yuta alzó las cejas.

    —Ah, déjame que te ayude. —Despegó el pie del suelo, estirando la pierna, y tocó apenas la cintura de Yoshihide; el hombre perdió el equilibrio y se volcó sobre su costado, tensando la mandíbula—. ¿Mejor?

    —¿No vas a decirme por qué? —masculló el viejo, al borde de su paciencia—. ¿Por qué mierda hiciste esto? ¿A qué imbéciles me vendiste?

    —¿Debería? —Esbozó una sonrisa tranquila—. Hmm… A una parte de mí le gustaría escupírtelo en la cara, pero ahora que lo pediste… como que no quiero darte el gusto. Ah, qué dilema. ¿Ves cuán complicada era nuestra relación?

    Era.

    La palabra resonó en mi cabeza y pareció hacerlo también en Yoshihide, quien por un segundo se congeló. El semblante de Yuta se suavizó, lucía satisfecho y no dijo más nada. Transcurrieron varios segundos de silencio hasta que el viejo separó los labios tras pasar saliva.

    —A tu propio padre. A tu propio padre, Yuta. ¿No te da vergüenza?

    —Kaia era tu sobrina. —La frase fue precisa, contundente, como una flecha disparada a velocidad—. ¿Eso te detuvo?

    —¿De qué mierda-? —Chasqueó la lengua, hastiado—. Ya te dije que no era parte del plan. ¿Sigues culpándome por eso? Ni siquiera estaba ahí.

    —Te culparé hasta que me entierren en mi puta tumba —espetó, repentinamente enfadado—. Era tu misión, tu plan, tu objetivo, era tu trabajo predecirlo. Pero no te importaba, ¿verdad? Te importaba una putísima mierda lo que le pasara a Kaia, jamás te preocupaste por ella desde que puso pie aquí.

    —Sólo la crié como a ti, ¿o creías que se merecía un trato diferente por ser mujer?

    Yuta descargó el dorso de su puño sobre el tatami y el golpe tapó la voz del viejo, quien se sobresaltó apenas y guardó silencio. Mantuvo los ojos cerrados un par de segundos y, al abrirlos, había recuperado la calma.

    —Ese fue tu error —murmuró—. Creer que repetir mi crianza era una buena idea. Qué curioso es, ¿verdad? A un perro puedes golpearlo toda la vida y seguirá siendo fiel a ti, pero si provocas el mismo daño sobre otro de su manada es capaz de arrancarte el brazo. Me diste un espejo, padre, uno donde finalmente pude verme. Ese fue tu error.

    No pude evitar rememorar mi pasado en Osaka, la relación turbulenta con mis padres y la existencia de Aya en medio de la tormenta. Ella siempre había sido la hija predilecta, siempre la habían mimado entre algodones, pero si la hubieran tratado como a mí… ¿Podría haber abandonado la ciudad tan tranquilo? No necesitaba pensar la respuesta, la llevaba impresa en la piel, el corazón, el cuerpo entero. Miré al muchacho y la voz de Kaia rebotó en mi mente. ”Yukkun y yo tenemos nuestras razones”.

    Eran una alianza.

    Eran familia.

    Y eso les daba poder.
    La risa de Yoshihide me arrancó de mis cavilaciones. Sonó hueca, amarga, y le descubrió la dentadura ensangrentada. Su cabello níveo se había empapado de sangre, los bordes del kimono también, y miré a Yuta. Permanecía impasible.

    —Qué charlatán estás. Llevabas años sin abrir la boca para hilar más de dos frases seguidas. ¿Cuánto tiempo llevas planeando esto, chico?

    —Más del que tiene que ser sano.

    La risa del viejo se replicó y soltó el aire de golpe.

    —¿Qué error utilizaste? ¿Dónde me equivoqué? —Su sonrisa fue amplia—. ¿O tampoco me darás el gusto con eso?

    Debía conocer bien a su hijo, de cualquier otra forma me parecía sumamente estúpida la actitud que había decidido adoptar. Las personas que se veían condenadas se volvían peligrosas o alcanzaban la cúspide de su idiotez, sin escalas. Yoshihide nunca me había caído bien, de todos modos.

    —Tu error fue meter aquí al desgraciado de Shimizu —respondió Yuta, mascullando el apellido—. Se ve que la estupidez es contagiosa, apareció y en un pestañeo ya la cagaste. Quizá sea más correcto decir que tu error fue subestimar a todos, absolutamente todos quienes creías inferiores a ti. Tu hijo, tu sobrina… los fantasmas.

    Alzó a verme por primera vez desde que había iniciado el diálogo, nuestras miradas se conectaron y Yoshihide enmudeció por un instante. Luego, de repente, soltó una risa nasal.

    —Ah… Ya veo. —Giró el rostro en mi dirección y me di cuenta que, aún vendado, era capaz de precisar la ubicación de cada alma en esta habitación—. Son ustedes. Alianza mis huevos, ¿no? Hijos de puta.

    —Tú faltaste primero al acuerdo —resolví, monocorde.

    —¿Cómo crees que llegué a ellos? —intervino Yuta—. Tenías bien, bien escondido el secreto, pero estabas demasiado contento de tener aquí a tu amiguito de la infancia y olvidaste una de tus primeras lecciones: hay oídos en todas partes. Además, siempre bebiste mucho. ¿Sabías que el alcohol turba nuestras capacidades cognitivas?

    —¿Vas a ir al grano o te divertirás con esto hasta que salga el sol, Yuta? —interrumpió Yoshihide, exasperado.

    No era, de hecho, una mala pregunta. Le clavé la mirada encima al mocoso con intención, él comprendió y me sonrió. Fue una sonrisa serena y amable que contrastó por completo con la versión que había mostrado hasta ahora.

    —Tranquilo, tenemos tiempo —murmuró, dándose un golpecito en la oreja—. Si pasa cualquier cosa, Kai te avisará.

    Se refería al auricular que llevaba puesto, que conectaba con su prima, con Carter, y con el segundo grupo que, si los cálculos no me fallaban, debía estar dándole caza al otro imbécil ahora mismo. Yuta regresó la mirada a su padre y suspiró, su suavidad se disolvió en el aire.

    —Fue un coñazo oír sus conversaciones de borrachos noche tras noche, si de algo sirvió fue para convencerme de que eres la basura que creía. Le diste refugio al perro sarnoso de Shimizu y te creíste muy inteligente al conectar los puntos, ¿verdad? Al poder revelarle la identidad de los tipos que lo tenían agarrado de las pelotas en Shinjuku. Fue entonces cuando conseguí las pocas piezas que faltaban. De ahí, contactar a los fantasmas fue un juego de niños. —Se sonrió y meneó la cabeza, lentamente—. Qué patéticos, de verdad. ¿Creíste que eran un montón de mocosos estúpidos sólo porque Shimizu se les escapó? ¿Que tenías la influencia y la astucia suficientes para aprovecharte de ellos? Quizá lo habrías logrado si la realidad fuese así de simple, pero no lo es. Nunca lo es.

    —Ryouta… también lo vendiste.

    —¿A ese? Con moño y todo. De hecho… —Me miró y en ese preciso instante la comunicación del auricular se abrió, avisándome en una simple frase que habían capturado exitosamente a Shimizu. Yuta sonrió—. Ya está hecho, ¿no?

    —Ya está hecho —confirmé, ignorando el escalofrío que quiso correrme por la nuca.

    ¿Había sido una mera coincidencia? Tenía que serlo, pero qué sabía yo ya. No me gustaba nada lidiar con shinobis, eran excéntricos e impredecibles, y de eso tenía de sobra con Frank. Algo se removió en Yoshihide, el aire silbó entre sus dientes y se sacudió con violencia. Se sacudió y se sacudió, cada vez más impaciente, hasta que un grito le desgarró el pecho.

    —¡Mocoso desagradecido! —rugió, furioso—. ¡¿Quién mierda te crees que eres para hacer esto?! ¿Te crees inteligente? ¿Crees que ganaste? ¡No hiciste una mierda! ¡No hay nada más cobarde que atacar a quien confía en ti, pedazo de idiota! ¡Eres una desgracia! ¡Una desgracia!

    —¡La desgracia eres tú, hijo de puta! —escupió Yuta, se arrastró hasta su padre y volvió a agarrarlo del cabello, pero esta vez con violencia—. Eres una basura, una basura inmunda, eres un hijo de puta ¿y esto? ¡Esto es lo menos que te mereces!

    Había alzado el puño y logré detenerlo por los pelos. Sostuve su muñeca con firmeza, él intentó zafarse por instinto y recién entonces me miró. Estaba furioso, pero también había una nota de súplica en sus ojos.

    —¡Suéltame!

    —Sin violencia —le recordé, forzado a levantar la voz por el barullo general—. No puedes golpearlo, tranquilízate.

    —¡¿Por qué no?! ¡Ustedes le abrieron la cabeza!

    —Fue una medida necesaria.

    —¡Ya suéltame!

    —No. —Miré a los muchachos—. Llévenselo.

    Obedecieron al instante. Se interpusieron entre Yuta y Yoshihide, volvieron a amordazar al viejo y lo cargaron como si fuera un saco de papas. Mantuve la contención sobre el chico hasta que todos los demás desaparecieron de la sala y recién entonces empezó a calmarse. Dejó de forcejear, de maldecir y de repetir, necio, que no se lo llevaran. Cualquiera diría allí que había una resistencia contradictoria y quizás así fuera.

    —Ya está, ya se acabó —murmuré, acuclillándome a su lado. Él aún respiraba agitado—. Nosotros nos encargaremos del resto, ahora ve y descansa.

    —Prométeme que sufrirá. —Pasó saliva y me clavó la mirada—. Prométemelo, Yaboku.

    Sus ojos eran de un rojizo anaranjado, más similar a una puesta de sol que al color de la sangre. No entendí cómo podían lucir tan viscerales en ese momento, tan desesperados por el sabor de la carne ajena. Contuve la mueca incrédula, no fuera a ser que se las agarrara conmigo.

    Esta criatura tenía un desastre atorado en el cuerpo.

    —¿Qué quieres que hagamos? —indagué.

    —Me da igual el método.

    Asentí, procesando la información, y él se incorporó. Se pasó las manos por el rostro con cierto nerviosismo, bufó y sacó su móvil. Me lanzó un vistazo antes de llevárselo a la oreja.

    —Ya váyanse —me dijo, oí el resquicio de otra voz por el parlante del aparato y comenzó a alejarse—. Hola, sí, ya acabamos aquí. Ven a los dormitorios, tenemos que iniciar la segunda etapa.

    ¿Qué clase de entrenamiento les habían dado a esos chicos para que sus mentes funcionaran así con apenas diecisiete años? Sólo pensarlo me inquietaba. Solté el aire por la nariz con pesadez, me permití hacerlo por primera vez, y paseé la mirada por la estancia. El plan era bastante simple, siendo honestos. Ahora los niños se ducharían y se irían a dormir, sin más. El servicio reanudaría sus tareas a las cinco y media de la mañana y alguna de las mucamas sería la primera en notar la ausencia de Yoshihide en sus aposentos. Yuta y Kaia se despertarían a las seis con excusa de su entrenamiento diario y se moverían lo suficiente para recibir noticia de lo ocurrido. Nos habíamos llevado uno de los coches del viejo, el que usaba de forma personal, y teníamos los datos de sus tarjetas de crédito. La reserva en el hotel de Shinjuku ya había sido hecha. El único problema era… este charco de sangre.

    Suspiré, fui hasta el mueble contra la pared opuesta al kakemono y abrí las puertas inferiores. Saqué unos vasos kiriko, la botella de sake y regresé al centro de la habitación. Dejé caer un envase aquí, el otro allá, destapé el alcohol y lo volqué sobre el tatami. No podíamos cambiar el panel ni quitar la mancha, la mejor opción era atenernos a la narrativa ilusoria y que los escenarios tuvieran sentido en la mente de las personas. La evidente afición del viejo por la bebida nos facilitaba la tarea. Retrocedí, observando cada centímetro de la sala, y finalmente me retiré. Tendría que confiar en las habilidades actorales de los mocosos pero, tras haberlos visto en acción, pocas dudas me quedaban de sus capacidades.

    Veníamos bien.

    El otro de nuestros coches ya se estaba yendo cuando alcancé el propio. Me subí del lado del copiloto y Carter, al volante, me recibió con una sonrisita divertida.

    —Hombre, esto sí que fue emocionante. Me dejaron en el auto, pero no importa, en las pelis siempre alguien se queda en el auto. ¡Es una regla básica de los secuestros importantes! ¿Viste lo que es esta casa? Yo flipo, te juro que flipo, y eso que sólo la vi de afuera.

    —Ya conduce, Carter.

    Con el vehículo en movimiento pude comenzar a relajarme. Nos deslizamos por la escena nocturna de Tokyo, la música sonaba a un volumen moderado y Aidan tarareaba las canciones, risueño. Estábamos abandonando Nerima cuando saqué mi móvil y, además de la hora, reparé en las llamadas perdidas que se habían acumulado. La más reciente tenía ya veinte minutos y todas eran de Kohaku. Bufé, llevándome el aparato a la oreja. Lo había olvidado por completo, joder.

    —Reviviste —fue todo lo que dijo al atender; no sonaba molesto, sonaba igual que siempre.

    —Lo siento, me surgió un contratiempo. ¿Sigues ahí?

    —No te preocupes, Dubois-kun me abrió. Llegó un poco después que yo.

    Qué raro, Frank decidiendo no avisarme que pasaría la noche en casa. Contuve el impulso de bufar y clavé el codo en el borde de la ventanilla, repasándome la frente con dos dedos. ¿Por qué no estaba en el Paraja?

    —De acuerdo, en un rato estoy allá. —Lo dudé un poco, pero al final agregué—: Hay refrescos en la nevera, por si quieres.

    —Vale~

    Corté la llamada y oí la risa contenida de Carter. Lo miré de soslayo, serio, y él mantuvo los ojos en la calle.

    —”Hay refrescos en la nevera por si quieres” —me burló, suavizando la voz hasta sonar imbécil, y rodé los ojos—. Hombre, en cualquier otro mortal esa frase es totalmente ordinaria, ¿pero viniendo de ti? Dime cuándo sueno las campanas de boda, por favor.

    —No digas estupideces —siseé, girando el rostro hacia la ventanilla—. Somos amigos, ya lo sabes.

    —¿Y cuál es su actividad de amigos favorita? ¿Completar el kamasutra? —Soltó una risa despreocupada y al final suspiró, recuperando parte de la seriedad—. A todo esto… El niño no tiene la menor idea de las cosas que haces, ¿verdad?

    —¿Te parece que se lo pueda decir? —repliqué—. Su mayor pecado es vender hierba, por supuesto que no sabe nada.

    —Yabo, yo te entiendo, pero… Ah, no lo sé. No se siente del todo correcto.

    —No somos tan cercanos como crees, él tampoco habla nunca de sus mierdas y estamos bien así.

    Hablé con la contundencia suficiente para que la conversación muriera ahí; Carter era molesto pero no idiota. Continuamos nuestro viaje bajo las luces artificiales de Tokyo, en medio de esta gigantesca jungla de concreto, y conforme atravesamos los barrios especiales me pregunté cómo había caído aquí realmente. Quizá Frank tuviera razón.

    Quizá todo era en realidad un patio de juegos.
     
    • Ganador Ganador x 2
    • Fangirl Fangirl x 2
  2. Threadmarks: II. To return from the ashes you call
     
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    Mensajes:
    6,995
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Isn't it strange to create something that hates you? [Gakkou Roleplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    4922
    N/A: gracias por leer el primer capi, muchachines, y gracias por los ganadores *rueda* Boy, cómo adoro los ganadores.

    Bueno, esto fue una EXPERIENCIA. Dudé muchísimo de antemano si escribir esto en primera o tercera persona, no sabía cómo iba a salirme ni cuán cómoda llegaría a sentirme; al final dije fuck it y me tiré directo al infierno. ¿Lo disfruté? Sí, la puta madre, y no me va a alcanzar el agua bendita del mundo para lavar mis pecados.

    Con eso dicho, vale aclarar que hay descripciones algo sensibles de violencia. ¿Recuerdan que dije que estuve tentada de mandarle el género horror? *smiles in pain*

    Sin más cháchara, adentro fic. El fic tiene dos rolitas, a la que pertenecen las lyrics es la última.



    mama, we all go to hell
    it's really quite pleasant except for the smell


    .

    but there's shit that i've done with this fuck of a gun
    you would cry out your eyes all along

    .

    we're damned after all
    through fortune and flame, we fall
    and if you can stay, then i'll show you the way

    to return from the ashes you call


    .

    .

    .


    The Chaos
    | Frank Dubois |

    .

    .

    .

    Cacé mi chaqueta al paso y encabecé la salida de la sala, secándome la nuca con una toalla pequeña. Inspeccioné la prenda mientras caminaba, olfateé la mancha y arrugué la expresión, suspirando. Ah, ah, qué desgracia, había seleccionado mi atuendo específicamente para la ocasión y se había arruinado así. Los gajes del oficio, vaya.

    Íbamos por la mitad del pasillo cuando alguien dobló en la esquina y mi rostro se iluminó al reconocerlo. Extendí ambos brazos en el aire y de casualidad no golpeé a nadie.

    —¡Yabo! ¡Llegaste tarde! —me lamenté, aunque nada en mí expresara pena.

    Nos detuvimos al encontrarnos, él me escrutó, inspeccionó al grupo que me seguía y frunció el ceño.

    —¿Y Fujiwara?

    —Ah, no vino…

    —¿Otra vez?

    Me señaló el rostro y, al tocar mi mejilla, sentí un leve pinchazo de dolor. Vi la sangre residual en mis dedos y me encogí apenas, desviando la mirada. Los regaños de Haru eran los peores, cuando te clavaba esos ojos encima y te congelaba directo al corazón hacía que te cuestionaras hasta lo que habías comido en el desayuno; además, sabía que llevaba algo de razón. Kakeru estaba descuidando sus responsabilidades y no era la primera vez que se ausentaba por motivos vagos.

    —No te enfades… —murmuré, bajito, y mi actitud cambió de repente al rebasarlo—. No pasa nada, nada pasa, todo salió bien. Ven, ven, vengan todos, vamos a tomar algo antes de irnos. ¡Yo invito!

    Fuera su resignación o mi demencia, no insistió y alcanzamos el ambiente principal del club en un santiamén. Los empleados iban y venían, las chicas bailaban en el escenario, en sus caños, y salpicadas entre las mesas había parejitas haciendo cosas un poco indebidas, ¡qué desvergonzados! Sorteamos el gentío hasta ubicar un sitio vacío y nos sentamos los muchachos, Haru y yo. Aria permaneció de pie y echó un vistazo alrededor, luego a su móvil. El brillo cerúleo de la pantalla le iluminó las facciones, ligeramente contraídas.

    —¿Qué ocurre, ma reine? —pregunté, sedoso.

    Su mirada, sin embargo, se clavó en Haru con cierta hostilidad.

    —¿Qué pasó? —demandó.

    Intercambié la vista entre ambos, confundido. El chico se desinfló los pulmones y, de una orden fugaz, mandó a los demás a comprar las bebidas a la barra. Aria entonces se quitó el cabello rubio del hombro y se acomodó a su lado, aún a la espera de una respuesta.

    —No pasó nada —dijo, algo hastiado, y soltó el resto con la monotonía usual—. El viernes le asignaron un cliente a Pierce y estuvo trabajando con él estos días que tú no fuiste al Paraja. —Me miró a mí—. Pero hoy al parecer malinterpretó sus intenciones, o sus atenciones, más bien.

    —¿Le hizo algo? —insistió Aria.

    Haru sacudió la cabeza.

    —Lo vi de casualidad entrando al baño de mujeres y llegué antes de que escalara. Estaba muy borracho y había encerrado a Pierce contra una pared, pero eso fue todo. Lo echamos del club y fue agregado a la lista negra.

    Aria tomó aire y lo soltó con pesadez, asintiendo. Me ahorré el comentario de turno por mucha curiosidad que me generara verla preocuparse por una de sus compañeras y cuando recibí la atención de ambos pestañeé, alzando las cejas con cierta inocencia. Estaban… esperando mi opinión, ¿no?

    —Buen trabajo, Yabo. —Le palmeé el hombro y enseguida deshice el contacto, echándome contra el espaldar—. Ese tipo de imbéciles ni se merecen pasar tiempo en el Paraja. —De repente volví a erguirme con urgencia—. Espera, ¿Aiden está afuera, pobrecito? ¿Y nosotros aquí por beber?

    —¿Y qué planeas que haga con el coche? —replicó Haru, serio.

    —Qué sé yo, que lo meta en un estacionamiento, da igual, ¡pero que venga! Es un gran día para nosotros, les revenants, se merece participar de los festejos.

    —Imagino que fue bien —comentó el chico, sacando su móvil—, a pesar de los riesgos.

    —¿Dudas de mi juicio, acaso? —repliqué, ligeramente socarrón, y solté una risilla—. Te lo diré por décima, no, trigésimo octava vez, Yabo: no hay nada de lo que preocuparse. Si los conozco a ustedes, imagina cómo conoceré a mi familia.

    —¿La familia a la que coincidentemente traicionaste?

    Mon dieu, ç'est tellement dramatique. —Resoplé y dejé caer las manos sobre mis muslos, sin poder creer el aguafiestas que tenía de compañero—. Cómo le gusta a la gente esa palabra, ¿eh? ¿Has pensado que es irritantemente reduccionista?

    Haru envió un mensaje rápido y regresó el móvil a su bolsillo. Me miró, serio, y como no abrió la boca tomé la posibilidad de hacer una de mis cosas favoritas: seguir hablando.

    —Escucha, querido amigo, las esferas del mundo funcionan sobre un equilibrio. Es delgado, a veces mucho, pero existe. ¿Qué desventaja tienen estas personas? Pertenecen a la esfera pública. Gozan de una protección distinta, es verdad, los defiende el escudo de la hipocresía, pero ¿cuando la cagan? ¿Cuando dan el paso incorrecto hacia la otra esfera? Pillan el virus y… —Chasqueé los dedos—. Game over.

    Aria paseaba la vista por las bailarinas, distraída, jugueteando con un mechón de su cabello. Haru a veces era demasiado paranoico para su propio bien, y temía que llegara el día donde su autoproclamada precaución cavara su tumba.

    —Estamos cubiertos —proseguí, con una sonrisa amplia, tranquila—. Y si llegara a no ser el caso, lo sabremos dentro de pocos días. Es la esfera pública, al fin y al cabo, y allí las personas no pueden desvanecerse en el aire. El precio de la protección son explicaciones molestas e innecesarias que a nadie le interesan. —Los muchachos regresaron con un montón de bebidas y tomé la copa que me extendieron; el líquido cobrizo destelló bajo las luces de colores y sonreí—. En la narrativa que construyan tendremos nuestra respuesta, pero he aquí la clave: nada importa más que las instituciones, que su reputación y la opinión pública. Si quieres luchar contra ellos sólo tienes que exponer su mierda, estarán demasiado ocupados tapando el pozo como para venir a buscarte. Además saben que no les conviene tocarnos los huevos, si somos quienes manejan el mercado de sus vicios y, por ende, de sus secretos.

    Aiden apareció de repente, dejó caer las manos sobre mis hombros y lo recibí en la fiesta con una alegría casi pueril. Brindamos, hicimos un par de bromas y lentamente la reunión se aligeró. Eso, claro, hasta que el chico hizo la tan esperada pregunta.

    —¿Y bien? ¿Cómo les fue?

    Aria se sonrió, yo bebí de mi trago y una oscuridad diferente me permeó el gesto. Solté una risilla de nada, inocente, casi traviesa, y arrastré mi cabello hacia atrás al dejar caer la cabeza contra el borde del espaldar. Las luces espiralaron, embriagaron mi mente nublada por las sensaciones y esbocé una sonrisa incontrolable.

    —Ah… ¿Por dónde empiezo?

    .

    .

    .




    .

    Golpeteé, golpeteé y golpeteé la mesa de vidrio, tanto, que mi huella quedó impresa en la superficie. Me detuve al notarlo de casualidad, alcé las cejas y me encorvé, detallando la mancha de cerca hasta que el vaho de mi respiración la escondió. Las luces moradas y azules se alternaban sobre nosotros, sobre la penumbra, y aplasté la mejilla en el vidrio; estaba frío. Suspiré.

    —Estoy aburrido —me quejé, con los brazos colgando en peso muerto hacia el suelo.

    —Tú decidiste la dosis.

    Le clavé la mirada a Aria desde mi posición y fruncí el ceño, los labios también. Estaba apoyada contra la pared junto a la puerta, muy concentrada en sus uñas. Junté aire, lo solté en un resoplido que me aflojó el cuerpo y erguí el torso, dejándome caer hacia atrás. En el mismo movimiento alcé y extendí los brazos, relajándolos al borde del espaldar. Repasé las bebidas sobre la mesa, las copas vacías y los destellos que las luces reflejaban en su diseño; las paredes oscuras, con las inscripciones y dibujos fluorescentes destacando en verde neón; el espacio reducido, el equipo de música apagado y los dos hombres ocupando el mismo sillón que yo. Me deslicé hasta uno de ellos, el que me quedaba a mano, y le piqué la mejilla. Su cabeza descansaba contra el espaldar, plácida, y tenía la boca abierta. Iban a entrarle moscas.

    —Hooooola. —Lo observé bien, bien de cerca y le di unas palmaditas suaves en la mejilla—. Tierra llamando a Shimizu, ¿me oyes? Hooooola.

    No había caso, era imposible que- ¡Ah! El viejo Hattori se removió y comenzó a incorporarse con la agilidad de un troll. Lo miré, regresé la vista a Shimizu y fruncí el ceño. ¿Estaban conectados por Bluetooth o algo?

    —Está despertando —avisó la chica.

    —Ya lo vi, Aria, gracias.

    Recargué el antebrazo en la mesa y le eché parte de mi peso encima, conservando la posición. Yoshihide se tomó su tiempo en reconectar los cables; ah, pobre anciano… Detallé cada uno de sus movimientos, los absorbí, como si pretendiera grabarlos en mi retina. El preciso instante donde se despertó, donde la realidad le golpeó el cerebro, se reflejó perfectamente en sus ojos y mi sonrisa se estiró. ¿Cuánto llevaba esperando? ¿Quince minutos? ¿Cuarenta y ocho horas? ¿Esperaba, quizá, desde que la chiquilla apareció en el Paraja y le puso precio a la cabeza de este saco de huesos? Qué más daba, el reloj había dejado de correr. Las agujas se habían detenido en el momento que ingresamos a esta habitación y… no me apetecía darle cuerda.

    Era hora de jugar.

    —Buen día, remolón —murmuré, Yoshihide volteó a mirarme con cierta torpeza—. ¿Dormiste bien~?

    Apenas me reconoció su cuerpo reaccionó. Intentó incorporarse, rabioso, pero seguía muy atontado. Se tambaleó, la mesa rebotó sobre su base fija y, cuando quiso alejarse, estuvo a dos pelos de comerse el suelo. Se estabilizó, insistió y por fin le prestó atención al quejido metálico que provocaba su tonta y adorable desesperación.

    —Y luego dicen que los mocosos son los maleducados. —Suspiré, decepcionado, y aplasté la mejilla contra mi mano—. Siéntate, vamos, no puedes ir a ninguna parte.

    Pero seguía muy ofuscado en las cadenas que lo ataban al pie de la mesa, cielos. Lo dejé que jalara y jalara, y fue Aria quien perdió la paciencia. Consumió la escasa distancia que la separaba de Yoshihide y lo empujó de los hombros, regresándolo a su lugar. El viejo cayó como pudo, lo cual fue bastante patético y una risa me quedó atorada en la garganta. Ella suspiró y volvió a la pared, en silencio.

    —¿Qué es esto? —balbuceó Hattori, con la voz aún pastosa—. ¿Qué…? ¿Qué mierda van a-?

    —Ah, ah, qué dramático. —Agité mi mano libre y estiré el brazo para golpetear la mesa cerca de él—. ¿No ves? Vamos a beber y conversar un rato, como hacen los amigos. Este de aquí es eso, ¿no? Amigo tuyo. Aunque, mierda, cómo duerme. ¿Con qué estará soñando? Bah, da igual. Podemos empezar sin él.

    Alcancé el whisky y nos serví a los tres una medida. Le mostré la botella a Aria, entusiasmado, y ella sacudió la cabeza. Mi sonrisa desapareció en un segundo.

    —Vamos, ¿ni un vasito?

    —No tengo ganas, Frank.

    —Qué aburrida… ¡En fin! —Deslicé mi vaso sobre la mesa y lo choqué con el de Hattori—. Y… ¡Chin chin!

    Bebí el whisky de un trago y me serví otro, pero Yoshihide se negaba a tocar el suyo. Suspiré, chasqueando la lengua bajito, y me masajeé la frente.

    —Qué público difícil. ¿Tantos años siendo un alcohólico asqueroso y ahora te niegas a beber conmigo? ¡Mira! ¡Es un Ballantine’s! Dieu… ¿Tengo que recurrir a otros métodos? ¿Me harás recurrir a otros métodos?

    —Sólo di qué mierda quieres de nosotros —espetó, el voto de silencio le había servido para recomponer la voz y me clavó la mirada encima—. ¿Nos tienes encerrados Dios sabe cuánto tiempo y ahora nos traes aquí? ¿Para qué?

    —¡Ya te dije! —Dejé caer los brazos y miré a Aria, indignado—. ¿Estoy hablando en francés sin darme cuenta? ¿Tú entiendes los sonidos que salen de mi boca?

    —Tus invitados no parecen muy cooperativos, Cerveau —apuntó ella, ligeramente sedosa, y deslizó la mirada a Hattori—. ¿Deberíamos enseñarles de modales?

    —Charlar y beber, ya te dije —insistí hacia Yoshihide, puntualizando las palabras con un dedo contra la mesa—. Haz caso o tendré que dejarte a su merced, y créeme: no quieres eso.

    El viejo bufó, bajó la mirada al vaso y finalmente lo tomó con dedos temblorosos. Le dio un trago, arrugó el gesto y recuperé la sonrisa. Di un aplauso repentino, sobresaltándolo, y erguí la espalda.

    —¿Ves? No era tan difícil. Está bueno, ¿verdad? —Él asintió a regañadientes, sin alzar la vista, y me estiré hasta darle un toquecito a su vaso—. Otro.

    El movimiento me forzó a recostarme sobre la mesa y pude encontrar sus ojos desde abajo. Lucían cansados, irritados, confundidos. ¿Dónde había quedado el estoico e inquebrantable teniente coronel de la ambición voraz? Qué mala pasada le habían jugado los años de servicio. Se creyó tan importante, tan astuto, y aquí estaba. Sonreí de oreja a oreja, sin quitarle la vista de encima.

    —Otro —repetí.

    Obedeció de mala gana, pero a este paso íbamos a disfrutar de nuestra conversación en Navidad. La molestia me chispeó en el cuerpo y estuve a punto de incorporarme cuando su amiguito, Shimizu, comenzó a despertarse. Recuperé el entusiasmo al instante y lo esperé, observándolo bien, bieeeen de cerca. Movió la cabeza, confundido, y cuando enfocó mi rostro abrió los ojos de golpe, retrocediendo. El idiota chocó a Yoshihide y éste lo sostuvo sin decir nada.

    —¡Bienvenido a la fiesta! Ya era hora. —Me puse de pie y apoyé las palmas sobre la mesa, frente a ellos—. Tengo un pequeño juego para ustedes, muy popular entre los jóvenes hoy día. Yo diré afirmaciones y ustedes tendrán que beber si son verdad; si no, pues no beben. Sencillo, ¿verdad? ¿Empezamos?

    Shimizu murmuró algo y Hattori le respondió, aunque la distancia no me permitió discernir a la perfección cada palabra. Podía imaginarlo, de cualquier forma. Las reacciones de las personas tendían hacia parámetros absurdamente predecibles al ser puestas en situaciones límite. El primer instinto era la búsqueda de información, la necesaria para calmar la paranoia del cerebro. ¿Qué está pasando? ¿Dónde estamos? ¿Por qué? Nunca, nunca, nunca hacían las preguntas importantes, qué tedioso. Se atascaban en sus miedos primordiales y se volvían máquinas repetidoras. Básicas, simples, aburridas. Pero ese era mi trabajo, ¿verdad? Sacarlos de ahí.

    Con la cuota de caos necesaria.

    —Muy bien, empezaré con una sencilla. —Alcé mi vaso en el aire y Shimizu me miró, confundido—. Tienen hijos, ¿correcto?

    Pobres retoños, desde ya. Encima de imbéciles sus padres eran lentos a cagar. Yoshihide, tras algunos segundos, le dio un sorbo a su bebida. El otro giró el rostro y le clavó los ojos encima como si fuese un alienígena, pero Hattori masculló “sólo bebe”. Aguardé, expectante, hasta que ambos cumplieron. Regresé mi vaso a la mesa y volví a aplaudir.

    —¡Muy bien! Sabía que podrían hacer una tarea tan simple. Siguiente afirmación. —Mi gesto se arrugó, entre compasivo y con reticencia de seguir hablando—. No se llevan como que muy bien con sus hijos, ¿correcto?

    Shimizu se sonrió y meneó la cabeza, bebiendo con algo más de ímpetu que antes. Yoshihide se había reducido a un punto neutro pero, oh, bueno, al menos estaba jugando. Iba a darle puntos por eso.

    —¿La gracia de este juego no es descubrir cosas nuevas, coloradito? —ironizó Ryouta, ácido.

    —Me sé su historia familiar, es la razón de que estemos aquí, ¿pero la tuya? —Alcé las cejas y sonreí, divertido—. ¿Qué te hace pensar que un solo detalle de tu vida es relevante, blonde lâche? Pero va, ya que quieres enseñarme a jugar mi juego: ¿y tú qué le hiciste a tus pobres hijos? ¿Los abandonaste?

    —Es una pregunta capciosa, ¿no crees?

    Dieu, qué innecesariamente filoso y prepotente era. Su existencia salía de un molde. Había trabajado en Shinjuku, robado, apostado y causado disturbios hasta el cansancio; en Nerima siguió haciendo lo mismo, pero bajo la protección de Yoshihide. Si había infelices ahí afuera con la desgracia de haber salido de este hombre desde ya tenían mis condolencias. Hattori al menos había amasado su dinero, Ryouta ni eso.

    —De acuerdo, la reformularé: llevas tiempo sin vivir con tus hijos y tampoco los mantienes económicamente, ¿correcto?

    Sonrió, pasándose la lengua por los dientes, y alzó el vaso en el aire antes de darle un buen trago.

    —Eso es abandonarlos, imbécil —espetó Aria desde atrás.

    —¿Y a ti quién te habló, bonita? —replicó Shimizu al instante, mientras yo rellenaba sus vasos.

    —Siguiente afirmación: firmaron un contrato con los fantasmas y lo incumplieron, ¿correcto?

    Había intervenido antes de que Aria reaccionara, aún si sentí sus vibras asesinas emanar desde mi espalda. Ambos me clavaron la vista encima, pero sólo Hattori bebió. Miré a Ryouta, ladeando ligeramente la cabeza, y él alegó inocencia encogiéndose de hombros.

    —No sé de qué crímenes me acusan, pero yo no me piré de Shinjuku, me sacaron.

    —Tampoco volviste.

    —Habría sido un suicidio.

    Pestañeé, sonreí con suavidad y no dije una palabra, sólo esperé a que bebiera. Él finalmente lo hizo, chasqueando la lengua, y una risa vibró en mi pecho. Ah, las ironías de la vida, ¿verdad? Las decisiones de algunas personas eran entramados complejos y ordenados, obras dignas de admiración, y luego estaban quienes se ahogaban en sus propias redes. Mientras más se movieran, más se resistieran, la tela los seguiría y seguiría enredando. Era la conducta triste y errática de los débiles, los cobardes, o los desafortunados a secas. El caos podía ser tan cruel…

    Y las personas, tan estúpidas.

    —Siguiente afirmación: han pagado más de una vez por la compañía de una mujer, ¿correcto?

    Las consignas parecían no obedecer a ningún objetivo o hilo conductor, pero el juego bastó para mantenerlos comportándose y bebiendo. Rellené sus vasos una y otra vez conforme avanzábamos, cada pequeño sorbo alimentando la poesía del cuadro. Indagué en sus vidas, en sus gustos y defectos, fluí desde las cuestiones más ordinarias hasta aquellas que les escocían en el cuerpo. Jugamos, jugamos y jugamos, hasta que Yoshihide frunció el ceño y pasó saliva. La disrupción me resultó evidente y lo observé, interrumpiendo la formulación de la siguiente frase. Shimizu le palmeó la espalda.

    —Oye, ¿te sientes bien? —le preguntó, sus palabras se barrieron entre sí.

    —No bebimos tanto —murmuró Hattori, atando cabos, y me miró—. ¿Qué día es?

    Mi sonrisa se ensanchó.

    —Siguiente afirmación: pensaron que podrían salirse con la suya, ¿correcto?

    —Escucha, enano de mierda —espetó Ryouta, señalándome, y parpadeó con pesadez—. Responde la puta pregunta que te hicimos.

    —Siguiente afirmación: creyeron que éramos un montón de niños inexpertos, ¿correcto?

    —¡Que respondas, imbécil!

    Shimizu pilló su vaso y lo lanzó en mi dirección a velocidad. Llegué a cubrirme el rostro con el antebrazo por los pelos, el cristal estalló contra la manga de mi chaqueta y las esquirlas, tintineantes, se desparramaron alrededor de mis pies. La tela se embebió de whisky y quedó goteando al inspeccionar el lugar del impacto. Chasqueé la lengua, nadie movió un músculo y me quité la prenda, lanzándola sobre el sofá con cierto desprecio. Miré a Ryouta, luego a Yoshihide, bebí de mi trago y caminé en línea recta un par de veces, pensativo. ¿Debía…? No, no, no, aún no. Tentador, desde luego, pero totalmente infructuoso. Después me arrepentiría cuando la ira se esfumara. Tampoco podíamos seguir como veníamos, ¿cierto? Lo había arruinado. La rata asquerosa tenía que arruinarlo. Me reí en voz baja, aún sosteniendo mi vaso, y me rasqué entre las cejas con el pulgar. Me detuve por fin.

    Rat dégoûtant —mascullé, sorbí por la nariz y de un manotazo retiré la bebida de Yoshihide de la mesa—. Muy bien.

    .



    .

    Deposité todo en una repisa sobre la pared contraria y manipulé el equipo de música, justo debajo, para iniciar una canción en bucle. Habiendo liberado la mesa volví a descansar allí las manos. Me incliné hacia los hombres, los escruté lentamente y absorbí cada pequeño detalle. Los miré y los miré, saboreando la mera expectativa de quien no necesita adivinar el futuro pues es quien lo decide. No quería perderme ni un segundo de sus rostros, sus horribles y desagradables rostros. Mis ojos se abrieron muy grandes, mi sonrisa destelló.

    —Siguiente afirmación —susurré—: morirán esta noche.

    Y el verdadero juego comenzó.

    Las personas tendían a lidiar sin mucho éxito con conceptos tan complejos como el destino, el azar y la condena. La resistencia ante la muerte era humana, pero la insensatez también, y al caer en ese espacio gris intermedio acababan anulándose. ¿Qué hacer cuando el verdugo te mira a los ojos y dicta sentencia? ¿Qué haría yo, el día que mi hora llegara? No lo sabía ni me interesaba. La muerte no era maligna ni caprichosa, la muerte era puro caos y, como tal, la única forma de sobrellevarla era aceptándola. Quienes se ahogaban en sus redes fallaban esta tarea tan simple.

    Y los aplastaba el peso de sus propias decisiones.

    Ninguno reaccionó. Shimizu palideció, Yoshihide agachó la mirada y permaneció en silencio. Yo me erguí y le lancé un vistazo a Aria, quien comprendió y se deslizó fuera de la habitación. Recorrí el espacio con la mirada, resoplando ligeramente, y comencé a arremangarme la camisa. Hacía algo de calor de repente.

    O quizá fuera la emoción.

    —Piénsenlo de esta manera: si sus hijos no van a extrañarlos, ¿quién podría hacerlo realmente? Nadie sufrirá por lo que ocurra aquí, nadie les buscará justicia. El mundo se los tragará de un bocado y será como si nunca hubiesen existido. —Suspiré, y miré directamente a Yoshihide—. No te preocupes, Nerima queda en buenas manos.

    Los fantasmas ganaron.

    Como siempre.

    —¿Y este circo? —inquirió Hattori, sorprendentemente tranquilo—. ¿Dónde se supone que estamos? ¿Por qué haces todo esto?

    —Shinjuku —respondí con suavidad, medio sentándome al borde de la mesa—. El mundo es demasiado hermoso para desaprovecharlo, ¿no creen? Y la muerte, por burda y ordinaria que sea, es también un evento fundamental. Todos nacemos, todos morimos, y allí radica su belleza. Si nos esforzamos tanto por vivir y diferenciarnos del resto, por dejar una marca, ¿por qué no poner la muerte al servicio de la vida? ¿Por qué impedir que nuestro último momento refleje la verdadera naturaleza que habita debajo de nuestra piel? Con tantas mentiras contaminando el mundo, tanta hipocresía, y con lo hermosa que es la honestidad. —La puerta se abrió y detrás de Aria ingresaron cuatro de nuestros hombres; tanto Yoshihide como Ryouta se tensaron, dejaron de prestarme atención, y mi sonrisa se ensanchó—. Por ello planeé hasta el último detalle de sus muertes. Espero que les guste.

    Me despegué de la mesa y dejé que trabajaran. Se dividieron en dos grupos y los abordaron desde lados opuestos. Las ratas se resistieron, pero el alcohol había causado ya estragos en sus cuerpos. Eventualmente se cansaron y no pudieron evitar su destino. Los separaron y redujeron contra la mesa para atarles los brazos tras la espalda.

    —Es domingo, de madrugada —seguí respondiendo sus preguntas viejas, aún si eran incapaces de oírme con el terror respirándoles en la nuca—. Llevan dos días sin comer ni beber, y para no correr riesgos también les extrajimos medio litro de sangre. Podrían haberle dado dos sorbos de cortesía al whisky y aún así quedar inútiles. Al menos su último trago fue de calidad, ¿no?

    Me acerqué a Aria, quien cargaba mi maletín, y lo tomé de sus manos con movimientos cuidadosos. Los fantasmas se retiraron al fondo de la habitación y apoyé el estuche sobre la mesa, abriéndolo frente a los condenados. Había una generosa colección de cuchillos en una de las tapas y, sobre la otra, dos tubos plásticos, blancos.

    —Cinco gramos por litro. —Pillé uno y lo inspeccioné de punta a punta, sin prisa—. Es la tasa de alcoholemia necesaria para sufrir un shock etílico. Les explicaría las fases del proceso pero ya deben estar acostumbrados a ellas. Euforia, intoxicación, confusión, hasta ahí deben haber llegado. ¿Saben? Hay una frase que me fascina.

    Me acerqué a Yoshihide, lo miré desde arriba y acaricié su cabello ceniciento; estaba suave. Disfruté la sensación algunos segundos y finalmente me aferré a él, forzándolo a alzar el rostro. Se resistió a abrir la boca, por supuesto, y la otra rata pretendió intervenir antes de que los fantasmas lo inmovilizaran. Ah, la resistencia humana. Tan noble y futil. Mantuve el agarre, impasible, sin moverme ni un centímetro de los ojos escarlata del pobre anciano, hasta que el cuerpo lo traicionó y dejó una abertura. Introduje el tubo en su boca y lo empujé hasta su garganta. Se retorció, las lágrimas le salpicaron los ojos y todo su rostro enrojeció.

    —”Morir en la propia ley” —proseguí, recogiendo la botella de whisky—. Honrar a la muerte con la vida y a la vida con la muerte, ¿no es un concepto inherentemente hermoso? ¿Existe mejor forma de aceptar lo inevitable, de invitar al caos y abrirle la puerta?

    Vertí el líquido con calma, mientras hablaba. Yoshihide siguió haciendo ruidos francamente grotescos, vacié la botella y estiré el brazo, a la espera de una nueva. La música rebotaba entre las paredes y los gritos necios de Shimizu se mezclaban con la melodía, mi tarareo y las convulsiones fúnebres del cuerpo de su amigo.

    —Te fuiste de casa, alquilaste un hotel y traicionaste la fidelidad de tu esposa por enésima vez. Acabaste el fin de semana en un seku kyabakura de Kabukichō con tu fiel amigo de vicios, pero la mezcla de sustancias les jugó una terrible pasada y… al cerrar el establecimiento… los encontraron muertos en una sala privada.

    Hasta la última gota.

    Su cuerpo ya había cedido. Dejé la botella vacía en la mesa y extraje el tubo, retrocediendo. Él se dobló automáticamente y tosió, empapándose de whisky, saliva y vómito. Ryouta se calló al ver que Yoshihide apenas reaccionaba y el terror que encontré en sus ojos, tan vívido, tan crudo, me bañó el cuerpo de un calor diferente.

    Se resistió con un empeño considerablemente mayor. Puede que una parte del viejo Hattori ya hubiera muerto con la traición de su hijo; Shimizu, en cambio, era un animal salvaje, furioso y enloquecido, lo que hizo todo mejor. Dos fantasmas tuvieron que sostenerlo mientras le agarraba la mandíbula y lo forzaba a abrir la boca, trepando encima suyo. El corazón me iba como loco y tenía el cuerpo empapado en sudor, y comencé a vaciar la botella por su garganta sin la paciencia que le había tenido a su amigo.

    —”Habría sido un suicidio” —repetí, bajo su apasionante resistencia y la ira reverberando en sus ojos—. Habría sido un suicidio volver a Shinjuku, dijiste. ¿Qué se siente, blonde lâche? ¿Qué se siente saber que estabas muerto sin importar lo que hicieras? ¿Que tu querido amigo, tu salvador, fue tu condena? ¿No es irónicamente poético?

    Tras acabar, me alejé de la mesa y Shimizu, también, tosió como loco. Buscó a Yoshihide con la mirada, quien ya había perdido el conocimiento y yacía tirado sobre el vidrio, y me miró a mí. Nos miró a todos. Intentó decir algo, fue evidente, pero el cuerpo dejó de responderle y sus ojos se desviaron un segundo antes de caer rendido.

    Suspiré, recuperando el aliento, y volví a acercarme a ellos. Los observé desde arriba, posé las manos sobre sus cabezas y me agaché lo suficiente para poder susurrarles. Apestaban a alcohol, a mugre y a muerte. Era hermoso.

    —¿No es extraño, acaso, crear algo que acabe odiándote?

    Era caos.
     
    • Ganador Ganador x 2
    • Espeluznante Espeluznante x 2
  3. Threadmarks: III. But happiness is an illusion, an analog confusion
     
    Gigi Blanche

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    Isn't it strange to create something that hates you? [Gakkou Roleplay]
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    N/A: En el mundo hay dos tipos de personas:

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    Nah, gracias por leerme, bebitos <3 La verdad que ir escribiendo mientras hablaba al respecto de las weas que pasaban me hizo la experiencia super enjoyable, so también gracias a mi Gabichuela por soportarme y tenerme miedo, y gracias a Brunito por sus TEORÍAS LOCAS

    WUJUUUU hoy por fin no tuvimos cuarenta grados a la sombra y con el fresquito hermoso revivieron mis ganas de escribir. El fun fact del día es que los tres capítulos del three-shot los escribí de una sentada en sus respectivos días y boy, oh boy, it felt GOOD. SO GOOD que me voy a ir al infierno, pero eso ya lo dije.

    Con esto cerramos el trauma de la semana. Like i said quería agradecerle a quienes me fueron leyendo, espero no haberlos traumado mucho *kawaii uwu* As another fun fact, el impulso final que realmente necesitaba para sentarme a escribir esto me lo dio la canción de este cap, VAN. Desde que la oí i saw it all so clearly, so thanxs a lot Bad Omens y Poppy son mi casita

    EDIT: MENTIRA más fun facts. El título global del three-shot también sale de esta rolita *vibea el metalcore*





    happiness is an illusion, it’s an analog confusion
    you are nothing more than a thought
    existential execution, just a fluke in evolution
    history already forgot


    .

    .

    .


    The Wandering Spider
    | Connie Dubois |

    The Krait
    | Hayato Fujiwara |

    .

    .

    .

    Suspiré desde lo más hondo de mis pulmones, fue una descarga de absoluto hastío al ver el desastre con mis propios ojos. Crucé los brazos bajo el pecho, dejé caer el hombro contra el marco de la puerta y escaneé la habitación. Había botellas de whisky vacías por todas partes, un vaso sobre la mesa, otro hecho añicos en el suelo, y los dos idiotas tirados sobre la mesa. La habían palmado en charcos de su propio vómito y… mi expresión se arrugó, asqueada, cuando la primera ola de peste alcanzó mi nariz.

    —Qué pedazo de imbéciles —mascullé, y Hayato me rebasó para ingresar a la habitación.

    —Vamos, ¿ni una pizca de compasión por los muertos? ¿No? —bromeó con ligereza, cuidando dónde pisaba para evitar las esquirlas de vidrio.

    —No entre estas paredes —repliqué, seria, y apoyé también el costado de mi cabeza contra el marco, girando hasta descansar la espalda—. Tienen todo el planeta, literalmente un mundo entero para pudrirse, ¿y vienen a hacerlo aquí?

    —Son los gajes del oficio, bonita.

    Seguí sus movimientos de reojo y fruncí el ceño cuando agarró un puñado de cabello albino para verle la cara al cadáver número uno. Y luego era yo la loca. Chasqueé la lengua, a punto de espetarle que no lo tocara como si fuera una puta rata apestada, cuando él pareció notar algo.

    —¿Hmm? La cara de este me suena… —murmuró, acercándose un poco más al tipo, y tras un breve debate mental lo olfateó; al instante retrocedió, tapándose la nariz—. Joder, huele para la mierda.

    Solté una risa nasal y desenredé los brazos, yendo junto a él.

    —No era momento de hacerle caso a tus pensamientos intrusivos, cielo. A ver, quita. —Me incliné yo, entonces, y me desenredé el pañuelo del cuello para manipular al saco de huesos; lo miré y lo miré, pero no fui capaz de asociarlo a nada—. A mí no me suena.

    Ya que estábamos repetí el proceso con su amiguito, sin éxito. Bufé, retrocediendo, y cuando Hayato se recompuso de su momento de idiotez volvió a analizar al albino. Tapándose la nariz, claro.

    —Sí, sí, estoy seguro que lo he visto —aseveró, gangoso—. Pero… ¿de dónde?

    Mientras Hayato se entretenía jugando al detective, volteé al oír pasos provenir del pasillo. Apareció uno de los empleados, claramente nervioso, y sonreí casi de oreja a oreja tras soltar una risa nasal. Ni siquiera era de los más experimentados, pobre criatura, lo habían arrojado aquí a comerse las hostias y me importaba una completa mierda quién había sido el cobarde. Habían arruinado mis vacaciones, el único momento de paz que tendría en años, y no me interesaba quién lo pagara.

    Sólo que alguien lo hiciera.

    —¿Les parece molestarme por una estupidez como esta? —espeté, yendo hacia él, y el niño temblequeó como una hojita.

    —S-señorita, creímos que debía saberlo para…

    —¿Para qué? —Los tacones me dejaban por encima de él, de por sí encogido en su lugar, e invadí su espacio—. ¿Para arruinar mis vacaciones? ¿Forzarme a volver? ¿Para qué les pago, manada de imbéciles, si no es para ocuparse de los problemas?

    —L-lo siento, señorita, lamento mucho haber interrumpido su descanso.

    Por Dios, tenía que estar a punto de mearse los pantalones. Era patético.

    —Oh, ¿lo lamentas? —ironicé, inclinándome hacia él, y con cada centímetro consumido sentí la energía correrme rauda por el cuerpo; reduje mi voz a un murmullo pausado—. Si vas a pedirme disculpas hazlo como corresponde, porcelet effrayé.

    Permaneció inmóvil, sin responder ni obedecer. La única vista que tenía de él era su patética cabecita con el cabello japonés, lacio y castaño, perfectamente peinado, y me pregunté qué idiota había contratado a este bebé de pecho. Habría entrado por mero nepotismo, sería el sobrino o el hermano o la puta mascota de alguien.

    —Ya, deja en paz a la criatura. —Hayato se acercó a nosotros y posó una mano en mi hombro, instándome a retroceder; me lo quité de encima con un movimiento brusco y me alejé—. ¿Hay información de estos clientes? ¿A nombre de quién reservaron la sala?

    Empecé a caminar como un animal enjaulado por el pasillo, aún así oyendo la conversación. El bebé de mamá se relajó frente al tono amable de Hayato y volvió a ser una persona más o menos decente.

    —No figura nadie en el registro, suponemos que sobornaron a alguno de los guardias.

    —Eso, o era alguien conocido —sopesó Hayato, su voz viajó en mi dirección y me detuve, creyendo comprender su razonamiento—. Vamos a ver las cámaras, chico.

    Si eran simplemente dos viejos verdes que salieron a follarse crías de la edad de sus hijas no tenían por qué sobornar a nadie y tampoco eran clientes regulares, ni siquiera pertenecían a la lista negra. Eran completos desconocidos que la habían palmado en una sala anónima, si habían llegado hasta aquí era a través de alguien. Alguien conocido que apareció, hizo su trabajo y se esfumó.

    Como un fantasma.

    Solté una risa nasal, entre incrédula y resignada, y arrastré las uñas por mi cabello. Lo hice con fuerza, el relámpago de dolor me reactivó los músculos y colé el cuerpo entre Hayato y el gatito asustado, que seguía sin moverse. Alcancé su hombro, lo giré con brusquedad y lo empujé hacia adelante. No quería saltar a conclusiones apresuradas pero una, sólo una cara se dibujó en mi mente y, lo juraba por Dios, que no fuese el mismo que apareciera en las grabaciones. Que no fuese él.

    —Vamos, muévete.

    Por el bien de todos.

    En el camino seguí empujando y apurando al crío de tanto en tanto, sintiendo cómo mi paciencia, escasa de por sí, se agotaba a tropel. Era la filtración de un tanque, quebrándose poco a poco bajo la presión del agua. Subimos hasta la sala de control, me impuse al frente para abrir la puerta y dejarla ir. Chocó contra la pared, agarré al niño de un brazo y lo arrastré hasta sentarlo frente a los monitores. Si no sabía controlarlos tendría que aprender, no tenía otras opciones.

    Me clavé detrás de él, como una sombra, y me crucé de brazos. Hayato era el único relajado de los tres, se situó a mi lado y la risilla que soltó me hizo fulminarlo con la mirada de soslayo. Siquiera se inmutó.

    —Presiento que esto se pondrá interesante —murmuró, divertido.

    Resoplé, a punto de volver a descargar mi impaciencia sobre el niño, cuando ubicó las grabaciones de la madrugada del domingo y comenzaron a reproducirse en los monitores. El brillo cerúleo de las pantallas absorbió por completo mi atención y detecté la cámara que buscaba, la que vigilaba el pasillo donde acabábamos de estar. Agarré el espaldar de la silla, tenía ruedas y mandé al crío a volar para ocupar su lugar. Me incliné sobre el panel y aumenté la velocidad de reproducción, con los ojos clavados en la imagen. Los minutos corrieron y corrieron, cada vez más frenéticos, y la energía se acumuló y se acumuló en mi cuerpo. El movimiento del pasillo era de escaso a nulo hasta que una comitiva ingresó a la sala y pude verlos bien, de frente, cuando salieron. Congelé la grabación y me acerqué al monitor, hasta que los pixeles deformaron la imagen y todo se volvió confuso. Frank y su cabello de sangre y Aria y su vestido de topacio. Toqué el vidrio, lo sentí bajo la yema de mis dedos y una risa hizo eco en mi pecho, vacía. Frank y su cicatriz y Aria y su cascada dorada. Rebotó, tensó, ardió. Frank y Aria, Frank y Aria, Frank y Aria.

    Frank.

    Un grito me desgarró el pecho, arrancó los cables y mi aliento humedeció la pantalla. Me temblaron las manos, las arrastré por el vidrio y descargué el puño contra el monitor. Una y otra vez, rabiosa, gritando, clavándome las uñas en la piel. Sentí algo sobre mi hombro y me revolví, frenética, y la ira recuperó un idioma y escuché sus risas y vi la burla en sus ojos de agua y en mi lengua había sangre.

    —¡Hijos de puta! ¡Hijos de su putísima madre! ¡¿Quiénes se creen que son?! ¡¿Cómo se atreven?! ¡¿Qué es esto, hijos de puta?! —El aire me quemó en el pecho y un par de brazos me rodearon con fuerza, separándome del panel—. ¡¿Qué es esto?! ¡Los voy a matar! ¡Voy a matarlos, hijos de puta! ¡Suéltame!

    Nadie respondió, no veía nada, sólo el río de sangre empapándome los ojos. Ardió, se convulsionó, chilló y me arañó la piel. Me seguí revolviendo como un animal enjaulado, seguí gritando, mi cabello agitándose en todas direcciones, hasta que la energía aplastante comenzó a agotarse. El tanque había estallado, el agua se precipitó y los fragmentos de vidrio se clavaron como estacas por todo mi cuerpo. Sangró y drenó. Las risas hicieron eco, alejándose.

    Me vació.

    Otra vez.

    Lo único que quedó fue mi respiración frenética. Cuando parpadeé y recuperé claridad noté que el crío ya no estaba, que Hayato me había arrastrado al suelo y su barbilla estaba apoyada en mi hombro. Tenía un calor asqueroso, las heridas en las manos me ardían y me había enterrado la punta de los tacos en los tobillos, lacerándolos.

    —¿Regresaste? —murmuró él, en un tono de voz plano.

    Aflojó el agarre de a poco, me corrí el cabello del rostro y asentí, volviendo a clavar los ojos en la pantalla. Frank y Aria, esos hijos de puta.

    —Creen que pueden jugar conmigo —siseé, y tras pasar saliva sonreí sin gracia—. Muy bien, muy bien… Muy bien…

    Me incorporé y saqué el móvil del bolsillo de mis shorts, alejándome. Me tumbé en la silla que había quedado al fondo de la sala, al abrigo de la oscuridad, y al girar sobre sus ruedas vi que Hayato también se erguía y suspiraba.

    —¿No prefieres esperar un poco?

    —¿Para qué? ¿Alargarles la fiesta? —bramé, llevando el aparato a mi oreja, y solté el aire por la nariz—. ¿Aún no confías en mis capacidades, mon amour?

    No respondió nada, se masajeó la barbilla y recostó las caderas sobre el panel de control. Los tonos se sucedieron una y otra vez hasta que la voz cantarina de Frank apareció del otro lado.

    —¡Primita! ¿Disfrutando la playa?

    —¿Qué es esto, Frank? —cuestioné, demostrando una calma casi ridícula.

    —¿Hmm? Oh, no me digas… ¿Ya encontraste el regalo? ¿Pero no regresabas hasta la semana que viene?

    Sonaba decepcionado y todo, el cabrón. Solté una risa nasal. Como si no hubiese planeado desde un primer momento arruinarme las putas vacaciones.

    —Tuve que cambiar las fechas, ya sabes, cuando el deber llama…

    —Desde ya, por supuesto, sí, sí, sí. Somos personas muy ocupadas.

    —¿Y bien? —Cambié el aire de mis pulmones, repiqueteando las uñas de la mano libre en el apoyabrazos de la silla—. No dejaste ni una tarjeta, ¿a qué le debo el honor de tu atención?

    —Ah, no es nada, primita, no tienes que agradecerme. Sólo dime, ¿te gustó mi obsequio?

    La ilusión pueril que destilaba su voz era ridícula. Pedazo de hijo de puta.

    —Original, desde luego, aunque un poco de mal gusto. Olía bastante feo.

    —¿Feo? ¿Pero cómo? Con lo que disfrutaste siempre hacer sangrar a la gente.

    —Apestaban a vómito y mierda, Frank —espeté, arrugando el gesto, y una risa vibró en mi garganta—. ¿Eres un gato ahora, trayéndome las presas muertas que cazas para que te palmee la cabecita?

    —Algo de reconocimiento no estaría mal —ronroneó suavemente, y lo oí relajándose al lanzarse sobre algo, fuera un sofá o una silla—. Fue mucho trabajo prepararte la sorpresa, ¿sabes? Entre la planificación, la ejecución, y encima cuando probamos las cadenas se falsearon y tuvimos que…

    —Al menos dime quiénes son los desgraciados.

    No tenía sentido pedirle las razones. Lo había hecho para tocarme los ovarios por enésima vez, para seguir siendo el puto bufón de la familia. Por cosas como esta lo habíamos pateado a la mierda y sabía que su rencor sería eterno, sabía que fantasearía con nuestras muertes hasta poder bailar sobre las tumbas. Quizá no nos metiera un tiro entre ceja y ceja, era más inteligente que eso, pero se encargaría de forjarse un nombre por fuera del apellido. Era lo suficientemente lunático y peligroso. El par de cadáveres sólo eran un juego de niños para nosotros, una mera molestia metida a presión para arruinarme el humor un par de días.

    El equivalente al pajarillo muerto en la puerta de tu casa.

    —¿Cómo? ¿No lo sabes? —replicó, sorprendido, y chasqueó la lengua un par de veces, decepcionado—. Ah, Connie, te falta cultura… Va, conseguí mis galletas favoritas y me agarras de buen humor, así que te daré una pista: métete en la wikipedia de la Armada, más concretamente…

    —¿En serio? ¿El puto ejército, Frank? —lo corté, despegando la espalda de la silla, y mis ojos conectaron con los de Hayato.

    —... la Fuerza Terrestre —completó él, y sonó molesto—. Es de mala educación interrumpir a las personas, Connie.

    Hayato frunció el ceño y bufó, hastiado, sacando el móvil para ponerse a buscar algo. Clavé el codo en el apoyabrazos y me masajeé la frente, invocando la paciencia de mil santos.

    —El puto ejército, Frank —insistí, asimilando la idea, y cerré los ojos con fuerza antes de abrirlos de golpe—. Mon Dieu, je veux te tuer.

    —El otro es un don nadie, da igual —prosiguió como si nada, masticando algo—. Puedes revisarlos si quieres, pero creo que quedaron bastaaaante bien. Le pusimos colcha a las esposas de los pies, usamos cuerdas de seda, les metimos un poquito de heroína con la extracción de sangre, bla, bla, bla. No sé si les lastimé la garganta, eso sí, me dejé llevar… un poquito.

    La sonrisa tuvo que cruzarle el rostro de cabo a rabo, pude oírla con claridad y resoplé, pellizcándome el puente de la nariz un par de segundos. No necesitaba más información que esa, honestamente. El imbécil había montado la puesta en escena con una atención obsesiva al detalle, siempre había sido esa clase de persona. En algún momento lo habría llamado artista, ahora… ahora era algo mucho más complejo y retorcido. ¿Seguía siendo arte?

    Dependía a quién se le preguntara.

    —Gracias por arruinarme la semana —destaqué, irónica a cagar, y él soltó una risilla.

    —Siempre para servirte, prima. Dale mis saludos al tío cuando lo veas~

    Colgué, exasperada, y Hayato se acercó para mostrarme la pantalla de su móvil. Ante mí apareció una foto del albino que tenía rezumando sus jugos gástricos por la boca en el primer piso. Yoshihide Hattori, se llamaba, y era, había sido, el jodido teniente coronel de la Fuerza Terrestre. Tomé el aparato de un manotazo y bajé por el artículo, asimilando la situación. Mientras más lo pensaba, más me irritaba.

    —Qué putísimo coñazo —bramé, regresándole el móvil a Hayato.

    —Ni modo, será cuestión de seguir pasándonos el muerto como pelota en los quemados —resolvió, suspirando, y afianzó el brazo en el panel de control a mi lado para inclinarse hacia mí—. ¿Me encargo de contactarlos?

    Asentí, balanceándome de lado a lado suavemente, pensativa.

    —Tienen la sede aquí, en Shinjuku, y el viejo este estaría a cargo de la Primera División en Nerima. Habla con Nishiguchi-san o con papá, es lo mismo, ellos sabrán a quién debemos contactar específicamente. —Dejé caer la cabeza hacia atrás, mi cabello se precipitó hacia el suelo y solté una risa floja—. El puto ejército... Da igual, no hay forma de que no tengan ya un acuerdo firmado con Nishiguchi-san si respiran el mismo aire.

    —¿Por qué se lo cargó, de todos modos? —planteó Hayato, frunciendo el ceño—. ¿Cómo el loquito de tu primo llegó a tener problemas con la Armada?

    —No lo sé ni me importa.

    Suspiré por enésima vez y detuve mis movimientos; el resplandor opaco, cerúleo de los monitores destacaba los ojos de Hayato como jades en bruto y pellizqué el borde de su chaqueta, instándolo a inclinarse aún más. Las heridas me palpitaron, en las palmas de las manos, en los tobillos, y despegué el cuello para buscar sus labios. Él me forzó a regresar de un empujón, exhalé antes de volver a besarlo y encontré su lengua. Su aliento poseía un resabio de tabaco y el olor de la muerte se me pegó a la nariz.

    —Trae al imbécil que deba recoger la basura —susurré, separándome ligeramente, y arrastré las uñas por el costado de su cuello—. Mientras prepararé el jodido speech.

    .

    .

    .

    No había nada como la eficiencia de los organismos públicos cuando debían tapar su mierda. Sin los uniformes y las trescientas medallas los soldados se camuflaban bien entre los civiles, pero había un dejo de arrogancia y rectitud que los delataba bajo el ojo entrenado. Por los pasillos de Blackout y por todos los demás seku kyabakura de Kabukichō se paseaban a diario coroneles, capitanes, almirantes e incluso, en los clubes más exclusivos, aquellos regenteados directamente por el Sumiyoshi-kai, generales. Era un secreto a viva voz, el pacto establecido entre las partes para convivir en armonía. Ellos nos dejaban el circo en paz mientras que nosotros les proveíamos servicios útiles y discretos. Como le llamaba Frank, administrábamos el mercado de sus vicios.

    Algo tan necesario como respirar.

    La broma del payaso no era letal, de cualquier otra forma no la habría ejecutado. Sabía que la Armada vendría a barrer bajo la alfombra sin chistar y que yo no lo delataría, pues no valía la pena instigar un conflicto directo con el Yamaguchi-gumi. Su teatro cumplía una doble función.

    El hombre que apareció por la puerta tendría unos cincuenta años y de casualidad rozaba el metro setenta. Lo seguían dos muchachos claramente mejor entrenados y con mucho más potencial que sus huesos viejos. Era curioso cómo todo en la vida se reducía a acabar detrás de un escritorio si acumulabas el mérito suficiente. Aparentemente era un coronel, Hayato insistió en la información y en que, al menos, lo saludara como dictaba la cultura. Obedecí con mi mejor cara de muñeca y guié a los hombres hasta la primera planta, hasta la sala donde aún se pudrían los pobres infelices. El señor coronel arrugó el ceño, estoico como todo buen militar, e ingresó a la habitación. Las esquirlas tintinearon bajo sus botas.

    —Realmente es una tragedia —afirmé, acongojada, desde el umbral de la puerta—. Mis empleados tienen órdenes estrictas de no molestar a los clientes de las salas privadas a menos que sean convocados, por ello los encontraron recién al cerrar el club.

    —¿Y eso fue ayer a la madrugada? —tanteó el hombre, inclinándose hacia Hattori.

    —Me llamaron, estaba de viaje —respondí, fingiendo no advertir el tinte acusador de su pregunta—. Apenas llegué a Tokyo me encargué del asunto y los contacté a ustedes. Asumí que les interesaría ser los primeros en saberlo.

    Con aquella última frase el tipo me clavó los ojos encima. Permanecí inmutable, sin borrar la pequeña sonrisa cortés de mi rostro, y él soltó el aire por la nariz, irguiéndose.

    —Es Yoshihide, sí. Esto es… muy desafortunado. Lamentamos los inconvenientes que le fueron causados, señorita Dubois. —Se inclinó en disculpa con ambos brazos pegados al cuerpo, no le creí una palabra y le echó un vistazo al otro muerto—. ¿Ese hombre quién es?

    —Tenía la esperanza de que ustedes lo supieran. —Fabriqué un suspiro—. Vino con Hattori-san, así que asumo eran amigos…

    —Ya veo. —Sacó un pañuelo del bolsillo de su chaqueta y se secó la frente con movimientos mecánicos—. Ayúdenme con los cuerpos.

    Los muchachotes fornidos obedecieron como robots y retrocedí al pasillo, dándoles espacio para maniobrar; el coronel hizo lo mismo y se situó a mi lado.

    —Me temía que algo como esto ocurriera algún día —lo oí lamentarse, y sus ojos oscuros se posaron en mí—. Agradezco su discreción, señorita Dubois. Es fiel hija de su padre.

    Solté una risa breve a lo que me pareció un insulto encubierto y meneé suavemente la cabeza, juntando las manos al frente.

    —Por favor, soy una buena ciudadana ante todo.

    Tras hablar con Frank habíamos recabado algo de información en el barrio. El viejo este aparentemente ya se había labrado una reputación durante años. Atendía clubes con frecuencia, pagaba los servicios de prostitutas de forma descuidada y sufría una dependencia severa al alcohol. Comprendí, entonces, que Frank había preparado una escena que reflejara sus vicios con el empeño suficiente para que sus compañeros, hastiados de por sí, no se molestaran en indagar demasiado. Así como el enano no nos degollaba mientras dormíamos, la Armada no quería encargarse del anciano con sus propias manos; pero si alguien más lo hacía, tampoco pondrían el grito en el cielo. Costearían el velorio, el desfile y el entierro, aprovecharían la oportunidad para alardear sus enormes medallas y todos a casa. Probablemente descorcharían un champagne en la soledad de sus oficinas mientras los noticieros lamentaran la repentina muerte de Hattori-san; la gente, cenando, haría un comentario superficial al respecto, y al irse a la cama ya todos habrían olvidado la tragedia. Su nombre desaparecería como si nunca hubiese existido, las cenizas se lo tragarían.

    Y la rueda seguiría girando.

    Los observé irse por la puerta de servicio, donde los esperaba una furgoneta de buen tamaño. Arriba ya estaban limpiando el vómito de la mesa, recogiendo las botellas y barriendo las esquirlas de vidrio. Esa misma noche habría un grupo de infelices que, sin saberlo, beberían y se reirían en el sofá donde acababan de morir dos personas. El mundo no se detendría ni medio segundo por las vidas perdidas y era nuestra culpa.

    Nosotros le dimos su forma.

    Hayato se materializó a mi espalda, apoyó las manos en mis hombros y las deslizó hasta poder abrazarme. Suspiré, observando las marcas en mis palmas, y él dejó un beso en mi mejilla.

    —¿Ya te sientes tranquila? —murmuró, suave.

    Un sonido afirmativo vibró en mi garganta y Hayato, bastante de repente, me soltó. Parpadeé, aún atada a la imagen de mis heridas, pero sus brazos habían desaparecido de ella y me pregunté qué debíamos pagar a cambio de no estar solos en el mundo, de hacer las cosas bien y escapar de las cenizas. Ya sabía la respuesta.

    Y se asemejaba a la muerte misma.





    como más fun facts que a nadie le importan, en el three-shot de Kakeru y en este acomodé los títulos de los capítulos para que formen de por sí una idea coherente. En el de Kakeru sólo agarré una frase y la partí en tres, pero acá las frases son efectivamente de canciones distintas ASÍ QUE LO QUERÍA DESTACAR. La frase quedaría:

    The price is pain to make it right, to return from the ashes you call, but happiness is an illusion, an analog confusion.

    A la última frase tuve que agregarle un "but" para darle cohesión BUT THATS ALL, im happy about it bai- no, mentira, tengo otro más que casi olvido (!!) También lo hice con la frase final de cada capi, tal que la idea queda así:

    Quizá todo era en realidad un patio de juegos, era caos, y se asemejaba a la muerte misma.


    Qué optimista soy

    Si llegaste hasta acá muchas gracias por leerme <3, y si abriste este spoiler antes de leer el capi: cómo viene la ansiedad por casa?
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    La verdad es que no estaba entre mis planes comentarte esto tan pronto pero idk, lo tengo reciente y lo hemos estado hablando tanto por privado as well que me entraron ganas de comentártelo ahora JAJAJ SO LET'S GO, SIEMPRE HAY QUE APROVECHAR EL IMPULSO PARA COMENTAR, DESHO?

    Antes de nada, debo reafirmarme en el hecho de que me das miedo. Te sigo queriendo, of course, BUT MIEDO TE DIGO.

    i. the price is pain to make this right

    So empezamos fuerte, OF COURSE WE DO, and im so in, sister. Like yo bromeo con que me das miedo, pero actually disfruto un montón leyendo todo lo que haces, incluso tus fics más oscuros (aka todos????) so, realmente desde que me pasaste aquel trocito con Aiden para que te comentase, yo ya estaba con ganas de leerlo (creo que lo publicaste al día siguiente, además? por tener que revisarlo y así, i guess, and i was like: aaaa i wanna read). La verdad es que es super loco pensar que estos niños están en la escuela mientras se dedican a VENDER PADRES, SECUESTRAR GENTE Y DEMÁS, aunque por supuesto entra lo que ya dijimos alguna vez de que no nos queda otra más que asumir que es posible porque si no, es imposible desarrollar cualquier cosa interesante JAJAJA

    So, tenemos a Haru siendo un sneaky bitch con su trabajo y luego tenemos a Yuta siendo un even MORE SNEASKY BITCH... uN NINJA, IF YOU WILL. Me parece muy loco que haya vendido a su padre, MUY LOCO TE DIGO, aunque estoy 100% convencida de que el papá se lo merecía. In fact, me quedo con la gran duda de que le hizo a Kaia, tuvo que ser algo muy feo para que Yuta llegase a este punto???? i mean, en el último post con él dejaste caer que le pegaba (o eso entendí yo, al menos (?), pero no sé si igual es algo más o... well, igual si les pega está bastante feo, me gustaría que no fuese nada más (?) ANYHOO, el chico de verdad se desahoga con el padre, and you know what? you go king, you get your moment (?) me sigue haciendo tantísima gracia el hecho de que a los días haya estado tirándose los tejos con Aali en el patio como si nada JAJAJAJ ah, la vida (?)

    Y acabamos con la conversación entre los pendejos que, girl, honestly, me sigue haciendo tanta gracia JAJAJAJA Aiden es un pendejo, no se toma nada en serio, y eso es taaaan canon. In fact, me lo imaginé excited like a puppy cuando le dijeron que iban a secuestrar a alguien y que él condujese JAJAJAJ ¿algún día aprenderemos a hacer onvres normales, i wonder? Y las confianzas que se tiene con Haru, i love it JAJAJAJ lo del kamasutra con Ko, alas, me pilló desprevenida but i was like: you get it (?) y lo hipócrita que es de meterse a decirle a Haru lo que debe o no debe contarle a Ko, cuando él nunca le contó la mitad de las cosas a Ali, AAAA, pendejo (!!!) CON TODO ESTO VOY A QUE me reafirmo en que lo manejaste muy bien uwu7

    ii. to return from the ashes you call

    OH THIS CHAPTER, OH FRANK YOU CRAZY EVIL BITCH, HOW SCARED IM OF YOU. Antes de nada, tengo que decirte que me gustó mucho la decisión que tomaste de dividir el capítulo en tres partes, y sobre todo que pusieras la reunión al principio para luego hacer como un flashback, it's really nice (!!!) y creo que queda mucho mejor, yes. Y EN ESTE CAP SALE ARIA, LET'S GOOOO, I LOVE HER. Ya te lo dije por privado, pero me reafirmo públicamente: cuando se salió de la sala pensé que sería para que no viese la escena, cuz she's a woman, BUT THEN SHE CAME BACK AND I WAS LIKE: OKAY, LET'S GO QUEEEEN, we love to see a badass!!! Y, mira, once again lo digo, Ryouta merecía lo que se le vino por hablarle feo; o lo mataba Frank o lo mataba ella directamente, i just know it (? well, ya sabes que siempre me emociono mucho cuando salen mis pendejos en tus escritos, especialmente la niña cuz i think she is really SEXY- OH, OH, also, cuando se preocupó por Sashie i was like... what???? but then, i guess, no le debe hacer gracia que haya un estúpido que la haya acorralado en el baño (!!!) encima, si es como dijo Haru que ella no ha estuvo en el Paraja esos días, es como... no puede dejar el sitio sin vigilancia, really (?

    ANYWAY, la verdad es que, a pesar de que matas A DOS PERSONAS y es un poco creepy, debo decir que no me resultó muuuy traumatizante, y eso también lo hablamos ya en su momento. Tienes una capacidad muy chula de hacer que incluso este tipo de cosas sean disfrutables, de alguna manera. No diría que es exactamente elegancia, porque no dejan de ser situaciones bastante turbias, pero... idk, no eres bruta con las descripciones y eso hace que no te sientas incómodo al leerlo, así que al final lo recuerdas como que, oh sure, mataste a alguien, pero no te da tan mala sensación. And i think that's really cool, creo que mola mucho poder escribir algo tan oscuro de manera que no haga al lector... idk, arrepentirse de haberlo leído (?

    Frank está loquísimo, eh, pero igual el momento en el que se pidió que viniera Aiden para celebrar y luego se alegró al verlo, ay, i kinda love their weird friendship JAJAJAJ

    HE SAID IT (!!!)

    iii. but happiness is an illusion, an analog confusion

    OH CONNIE YOU PSYCHOTIC BITCH, HOW SCARED IM OF YOU. Y llegamos al final de este three shot lleno de demasiadas emociones para mi pobre corazoncito (?) mira que me dijiste que Connie iba a salir en este cap, pero ni de coña me llegué a imaginar que era porque el loco de Frank mató a los otros en el local de ELLA, OMG, stos primos... La verdad es que pobrecita, imagina estar tan tranquilamente en la playa y que te jodan las vacaciones por culpa de Frank, yo también estaría psicótica perdida (?

    Tengo mucha curiosidad por Connie, la verdad, sé que en su rol original estaba ida de la cabeza, y obviamente esa idea se ha mantenido aquí en Gakkou. Siento que aún hay mucho que no sabemos de ella que puede ser interesante???? Y no, esto no es yo intentando descubrir más de la relación de ella con Hayato porque mi hombre no me cuenta nada, para nada (??) No, pero en serio, si no recuerdo mal, en el fic de Kakeru se menciona que toma pastillas right? and she clearly has issues, so i'm really curious. Y me dijiste que Connie te daba más miedo que Frank, pero idk, eh, la competición es dura (?) i mean, yeah, se puso a golpear la pantalla como loca y todo, pero es que el otro mató a dos personas a sangre fría, no sé yo qué es peor (??? again, es posible que Connie también tenga las manos manchas de sangre, but that i don't know for sure.

    Y oh, el momento en el que ve que son Frank y Aria, oooh. Me dijiste que definiste que se conocieran y que tenían una relación complicada, and im so in, honestly (?) is she jealous porque trabaja con su primo en lugar de con ella? does she just love angry lesbian sex? maybe both???? aNYWAY, a mí me daría miedo que Connie conociese mi cara y mi nombre, así que pray for her (????)

    AAAAA maybe me faltaron cosas por decir, pero verga, hace tanto que no comento que tampoco espero mucho de mí, ¡esto es como un músculo! Igual estuvimos hablando bastante del fic por whats, like i said before, so estoy contenta porque de todas formas te he contado mi opinión al respecto. Anyway, just to make sure, me gustó mucho y disfruté un montón de leerlo, me parecen super interesantes estas tramas (+ el hecho de mis pendejos, i would never get over them being here) y, bueno, siempre adoro leerte (even tho me pierda y me olvide de cosas, ya me conoces) <3 espero con ganas seguirte leyendo uwu

    Y PARA FINALIZAR, MI OPINIÓN EN GENERAL CON EL FIC IS:
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    Zireael

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    I'M SO SALTY I CANNOT EXPLAIN IT ayer iba ya terminando de comentar el segundo capi, pero por alguna razón le di refresh a la página y todo el comentario se me fue a la reverenda mierda. No soy capaz de explicar la frustración que siento ahora mismo porque estaba releyendo uno por uno para las quotes y para no revolver info, así que ahora quién sabe cómo me va a quedar esto ;; weon no me va a quedar igual

    Bueno time-out para procesar mi fracaso y vuelvo con las quotes que pude recordar de cuando releí los primeros dos (?) Mi time-out se extendió hasta hoy *smiles in pain*

    Quería dejar este comentario antes de entrar a la uni, que vuelvo el lunes jsjs, y pues soy un desastre que deja todo para última hora pero aquí estoy. Como siempre, comentario general de las VIBES INMACULADAS porque oh boy, oh boy, this was so amazing, entre la narración y la música estaba en un viaje intensísimo.

    Gracias Bad Omens por tanto y perdón por tan poco, god bless ese día que me empezaron a saltar cosas de Noah en Insta ya que estamos.

    Bueno viste lo del mundo desesperanzador, tus conexiones con el contenido que consumo y eso? Bueno *anota el fic en la libreta junto a the witcher, nitw y sharp objects* there we go-

    Que se vengan las quotes que pude recordar de los dos primeros capis osi osi


    I. The price is pain to make this right
    Es el capi de apertura y es brutal, déjame decirte. Marca la pauta de algo que será oscuro que da gusto, que incomoda, asusta y un montón de otras cosas. El universo este NO TIENE LÍMITES, ES TODO O NADA, la ley no existe. También te digo, a Haru lo enfrentas a la versión más cagada del mundo y el dude ahí como well, así es el trabajo, pero luego se va a la shit en pleno evento escolar. Such a mess even tho i get him (?

    PROCEDAMOS
    A ver, dejemos las cosas claras, todo el capi goes hard as hell, pero hay frases muy específicas que me dejan en modo tieso. En general toda la narración esta desde Haru es 20/10 ya de por sí, pero hermana ir apenas empezando y que caiga esto *chef kiss*

    La idea esta de que la gente no debería olvidar, que la memoria nos mantiene a salvo, me lanzó a la frase repetida hasta el cansancio de que la historia está condenada a repetirse. Al olvidar la función de los objetos, la existencia del peligro, estamos condenados y allí los ves, pasando del objeto que alejaba depredadores y todo valiendo madres en todas direcciones

    No deberían estar allí, pero están. Siento que eso describe bastante bien a los fantasmas como un todo.

    MY HUSBAND-

    por qué simpeo tan duro a este hombre más allá de que es kazuha yahoo respuestas

    Pero ya fr, es ver aparecer a Yuta y que me alcancen las vibes INMACULADÍSIMAS del fic que está en la colección, qué maravilla por dios. También hay que admitir que verlo llegar es como que empeora todo lo que ya era malo de por sí jsjs bro is bad news

    Oh sí, aquí viene mi Shimizu más hateado, existe solo para arruinar a todos a su alrededor, nació para ser apuñalado, golpeado y asesinado cuz man deserves nothing else

    este apellido y "buenas decisiones" nunca están en la misma frase de por sí- está pero curseadísimo
    YOU GO, KING

    Esta frase estaba antes que la otra, pasa que me acordé de ella cuando ya había añadido todo y regresé para sumarla, pero UFF my sister in christ, la siento en cada fibra de mi cuerpo. I love this shit, u know me, suelo regirme mucho por esta idea de "yo puedo vivir de esta manera, pero si le haces lo mismo a los míos, tenemos problemas". Estoy aquí por la venganza, la ira, el desastre, LOS ESPEJOS, las nociones de lealtad y familia. Venga, si alguien iba a detener a Yuta no iba a ser yo, porque encima mi pOBRE KAIA, si la niña es un sol ;; dónde me apuntaba para putear a Yoshihide con Yuta, a ver

    Ay al final no lo quoteé entre mi fracaso tan grande, pero recuerdo que antes de que se me borrara el comentario tenía una idea alrededor de esto. Desde la narración de Haru, cuando ya se llevan a Yoshihide y está agarrando a Yuta por esto de "sin violencia", que a la criatura se le vuela la pinza y no quiere que se lo lleven, no caí en que en algo de eso había algo de resistencia contradictoria hasta que fue Haru, poquito después en su narración, que lo apuntó y apuntó que Yuta tenía un desastre atorado en el cuerpo. He does, indeed, and im here for my messed up husbands, i have a type called troubled boys-

    TAMBIÉN SE ME OLVIDÓ pero cuando mencionas la jungla de concreto ya cerrando el ficazo *vibes* I CLIMBED TO THE SUN AND I FELL IN A CONCRET JUNGLE

    II. To return from the ashes you call
    Para empezar, yo leo el nombre de Frank y me meo encima, lo siento. Mis nervios no pueden con el miedo que este tipo me provoca (?) con eso dicho, continuemos

    Y HABLANDO DE RAGE AND REVENGE ANTES (????)

    Me acuerdo que leí de esto en el post de los casilleros, creo que también en otro post de Sasha, luego lo vine a leer a acá de nuevo y lo releí. Oh hell no, mira yo y tus niños, tus niños y yo, esto es un eterno drama sin fin lo que quiere decir que pierdo la cabeza al menos tres veces por semana (ola mundo desesperanzador is that u) y me como todo el caos con papitas aunque sufra mucho en todas direcciones

    lista negra who, i want murder-

    SE VIENEEEEE *no estaba preparada aunque lo leyó dos veces*

    Yoshihide y el pelotudo de Ryouta estaban hechos el uno para el otro, tanto que los matan juntos (?)

    SHIMIZUCORE ES ESTO BASTA AHSVDHE por qué no tienen sentido de la preservación, es que no puedo más

    Okay esto sí no me lo olvidé, olvidé donde estaba la quote porque creo que iba antes que las otras que puse. Anyways, en esta parte, cuando leí lo de iban a entrarle moscas, tuve una imagen mental que tiene todo y nada que ver al mismo tiempo, fue muy cruda en su momento y proviene como de nociones más gráficas y grotescas de idk, el contenido que consumo (??) y la forma en que yo misma leo o escribo. Todavía no estaban muertos, oye, pero yo de inmediato me los imaginé ya tiesos y con las moscas. Shit was disgusting alguien que me censure alegando protección a la audiencia o algo

    Se empareja luego con las narraciones del tercer capi, cuando Connie y Hayato encuentran el cuadro renacentista que pintó Frank (?????)

    THERE'S NO HOPE

    NO REDENTION

    NO SALVATION

    Es extremadamente frustrante desde fuera o yo estoy muy invested, no sé, pero leer esto fue como ponerle el último clavo al ataúd aunque yo sepa cosas dEL FUTURO. Seguimos a mediados de 2020, sabes, hay mucho trecho que recorrer, demasiado y yo tengo: miedo

    Quoteado solo porque es LA FRASE (!!!) lo voy a decir acá pues porque ya que estoy, pero estos detalles me gustan un montón aaa como las frases que fuiste completando al cerrar cada capi, me pareció maravilloso. Satan bless you, sister-

    Encima todo esto de Yoshihide, Ryouta y metamos acá a cualquier figura paterna de mierda de Gakkou es como, no sé, la frase es como muy contundente. Sus hijos están allí, son su sangre y los aborrecen de formas que les atraviesan en el cuerpo lo suficiente para querer cargárselos ellos mismos o que, si se mueren, realmente sea más un alivio que una tragedia. Es complejo y pesado también pensar que las cosas que hicieron hayan sido tan pero tan fuertes para detonar esta clase de emociones en muchachos tan jóvenes.

    THERE'S NO HOPE-

    III. But happiness is an illusion, an analog confusion
    Bueno, luego de una parada técnica para comer e hidratarme porque no se supone que en esta parte del país haga este calor (?) Im so back, llevo acá sentada desde medio día, tengo el culo CUADRADO pero it is so worth it

    Back on track. Leo el nombre de Connie y también me meo encima. Aparece un Dubois y me da un colapso nervioso istg, cumplen perfectamente su función de dar TERROR, genuinamente yo no sé cuál me da más miedo en este punto. Me acuerdo de Connie en su rol original, los fics que salieron y cuando decidiste sumarla a Gakkou en este contexto and shit is scary as fuck, está mal mal de la cabeza, pero Frank es Frank y están los fantasmas y están los pendejos muertos and-

    El Krait es lo único que me mantiene cuerda en este capítulo, el crush de medio gakkou (???) Thanks, king *kneels* espera, así no era

    De este no tengo tantas quotes, pERO ESTUVO BUENÍSIMO WTF. Todo el breakdown de Connie, como lo describes y el embrollo este del ejército dejando que las cosas pasen porque les mantienen los vicios en resumidas cuentas, dunno. Me gustó mucho mucho leerlo, de nuevo es oscuro, nefasto y no nos da muchas esperanzas o ninguna en lo absoluto (?) este mundo existe, es donde vivimos y así son las cosas. Da miedo, pero también siento que es frustrante y esa frustración potencia el miedo inicial, que acaba por convertirse en parálisis o en ira en mi mente.

    Este comentario del capi está patrocinado por V.A.N, dicho sea de paso. Al principio esta canción no me gustaba tanto, tengo que confesar, pero luego del fic la empecé a vibear durísimo JAJAJA hace unas semanas la tuve en loop varios días.

    En fin, acá dejo las poquitas quotes
    LA FRASE EN CURSIVA HERMANA

    *c infarta en todo el mess de los fantasmas y toda la gente que acabó embarrada* For real, aparecen, hacen lo que tienen que hacer y se esfuman en el putísimo aire. Todo esto de los fantasmas en sí es super angustiante si me preguntas, es una pedazo de plot maravillosa no sé si te lo he dicho y si no lo digo ahora, pero angustiante y ya justo por la manera que tienen de moverse. Las cosas pasan, vemos gente golpeada, asaltada, secuestrada, TIPOS MUERTOS, ¿pero y las manos que lo causaron? Madre de dios santísimo, que fuerte y tODO LO QUE FALTA aint no way *prende cien velas*

    Ay acá lo que decía de cómo narraste el colapso de Connie. Ni siquiera es una cosa larguísima ni nada, pero me dio una imagen mental tan clara, tan cruda, que se me eriza el pelito girl (? Insisto, me da un huevo de miedo esta mujer, pero también me da curiosidad en el gakkouverse como saber qué creó esto u know, que a ver todos los Dubois están salidísimos, pero tú me entiendes. Los ambientes empeoran condiciones que ya se poseen o tendencias de las personas, so yeh

    igual *c persigna*

    AL CHILE, EL PUTO EJÉRCITO

    Único momento en que alguien, y fue Connie encima, tuvo una reacción normal a todo esto. EL PUTO EJÉRCITO *finge que no lo sabía desde antes* todavía Ryouta a todo el mundo le importa tres mierdas, sabes, pero Yoshihide jsjsjs igual se me olvidó, pero aprovecho esto para mencionar que la planificación de las muertes holy shit, fue una cosa maravillosamente desviada. Todo montado para aprovecharse de los vicios de los cabrones, este fact de que nadie los va a llorar más que por compromiso y tal

    TAMBIÉN casi me olvido de esto aunque llevo pensándolo hace días no sé cómo va a reaccionar Arata y su familia cuando se enteren de que el tipo la palmó/se lo cargaron por aquello que le dijo Sasha a Arata de que había oído su apellido and stuff (? o sea, excelente porque era un hijo de puta, pero shit is complex u get it

    aaaaa i made it *c muere*

    Seguro me faltaron cosas que chillar, porque solo a mí se me ocurre venir a comentar esto todo de corrido, pero de verdad fue simplemente increíble. Tengo las sensaciones, las vibras, todo muy impreso en la mente y en el cuerpo. Imagina que hasta donde te di un espeluznante era un ganador, pasa que me ganó el miedo JAJAJAJ pero de verdad gracias por tremendo contenido wth, im blessed de poder leer estas maravillas.

    Muchas gracias también por sumarme a esta trama <3 con Ryouta metido en toda la cagada y acabando tieso por imbécil, para variar (? no me acuerdo dónde lo dije o si solo lo pensé, pero seh, cargarse a Ryouta casi fue una caridad de parte de esta gente, a todos nos sirve más muerto okno oksi

    Y bueno, hasta aquí mi chillería uwu
     
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