Invierno y Primavera

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Pam, 28 Agosto 2009.

  1.  
    Pam

    Pam Usuario común

    Acuario
    Miembro desde:
    25 Diciembre 2006
    Mensajes:
    484
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Invierno y Primavera
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    5705
    Invierno y Primavera

    Hola a todos. Después de mucho aparezco por aquí y vuelvo a escribir una historia...pues quería compartirla con ustedes y que me den su opinión al respecto. Es tan sólo un one-shot pero agradecería sus críticas para que así pueda ir mejorando en todos los aspectos posibles :D.
    Espero que sea de su agrado, la historia la escribi yo y nadie más que yo (es sólo para dejarlo bien claro xD) y sin más preámbulos les dejo leer.

    Invierno y Primavera


    Desperté en la mañana y observe la cama vacía con tristeza. Las sábanas enredadas seguían a mi lado pero la persona que me acompañaba todas las noches ya no estaba. A veces creía que era un fantasma que habitaba por algunas horas esta lujosa casa. Pensaba en ciertas ocasiones si algún día volvería a conversar con él sin estar todo el tiempo pendiente del reloj.

    Me levanté con pereza y fui a asearme tranquilamente para seguir con mi rutina diaria. Fui a desayunar en aquel enorme comedor tan iluminado gracias a los amplios ventanales que poseía éste, admirando con desdén todo cuanto me rodeaba. El desayuno se veía delicioso pero en mi boca sabían a nada. Al rato logré ver el rostro de una mujer mayor que me sonreía a medida que se acercaba a mí.

    —Buenos días, señorita Evans —me saludo amable Rita, la encargada de la cocina.
    —Buenos días —dije tratando de aparentar alegría—. ¿El señor ya se ha marchado…?
    —Sí —contestó notando mi angustia—, pero me aseguró que vendría más temprano —agregó para alegrar mi existencia.
    —Eso espero —dije no muy convencida de ello—. Puedes llevarte el desayuno, ya estoy satisfecha.
    —Pero si no ha comido casi —expresó Rita preocupada.
    —No tengo mucha hambre —declaré con naturalidad—. Sólo dígale a James que prepare el auto porque voy a salir.
    —Como usted ordene —recogiendo la mesa en silencio.

    Me puse de pie como una autómata y me dirigí a mi habitación para recoger mi bolso y arreglarme lo mejor posible. Una vez que baje a toda prisa y me metí al automóvil sabía muy bien que buscaría en vano en los centros comerciales lo que ya tenía desde ayer. Sólo quería hacer pasar el tiempo y esperar a que mi amado regrese y pueda verlo otra vez, aunque sea por un instante.

    ~~

    —Te amo, Sam —me susurraba al oído—. Te amaré siempre —besándome el cuello lentamente—, no lo olvides nunca.
    —También te amo pero…prométeme una cosa —pedí mirándolo a los ojos.
    —Lo que quieras —llevándome hasta el sofá para que estuviéramos más cómodos.
    —Que no me dejarás sola en esta casa —dije admirando aquellos ojos verdes que tanto adoraba.

    Él tan sólo me abrazó con ternura por unos instantes y separándose un poco de mí me tomó de la barbilla y dijo:

    —Te lo prometo —afirmó sonriente—. Quiero que sepas que si no estoy aquí es porque mi trabajo me mantiene ocupado más horas de lo que yo desearía. Mi padre ni siquiera quiere que pierda tiempo en dejar las cosas para después —dijo con fastidio al recordar el negocio familiar—. Pero haré lo posible por escaparme para estar contigo, ¿de acuerdo?

    Tan sólo asentí en silencio con una sonrisa en el rostro. Él se acercó a mí y volvió a tomar posesión de mis labios. Me besaba con la misma pasión con la cual había profesado ante el altar que me aceptaba por esposa y como la única mujer que amaría toda su vida.

    ~~

    Suspiré al rememorar aquella promesa que parecía que se llevaba el viento. Había llegado tan pronto al centro comercial intentando distraerme con cada uno de los modelitos de diseñador que exhibían que, según mis ojos oscuros, parecían ser sólo trapos que cubrían nuestra desnudez. El frío abrazador que sentía me congelaba el alma a medida que recorría los aparadores. Si seguía quedándome por más tiempo caminando por allí no duraría mucho en convertirme en un cubo de hielo gracias al terrible clima frío de aquella mañana.

    Caminé desganada hasta el estacionamiento donde la encantadora sonrisa de James parecía tratar de alegrarme el día que cada vez se volvía más oscuro y gris para mí.

    —¿A dónde quiere ir, señorita? —me preguntaba cortés mientras me abría la puerta del auto.
    —A casa —pedí calmada—. Creo que ya no me quedan muchas opciones el día de hoy —proferí con profunda melancolía en la voz, acomodándome en el asiento de atrás.
    —Como guste —declaró cerrando la puerta del auto.

    Unos treinta minutos más tarde ya estaba de nuevo en mi casa, más bien, en el lugar más solitario del mundo. Ni bien ingresé sentí que alguien me abrazaba efusivamente. Ni siquiera me di cuenta que mi amiga Rachel estaba allí reteniéndome entre sus brazos y me observaba alegre al volver a verme. Parecía que mi alma había abandonado mi cuerpo por unos instantes al sentirme tan sumida en mis pensamientos y no percatarme de lo que tenía en derredor.

    —¡Sammy, tanto tiempo sin verte! —exclamó contenta separándose de mí mientras yo sonreía ante aquella demostración de afecto.
    —¿Cómo has estado? —dije empujándola blandamente hasta el salón contiguo—. ¿Qué tal el trabajo? —pregunté ridículamente al no encontrar alguna pregunta más acorde a la situación.
    —Me va muy bien, la verdad es que aproveché este día para visitarte exclusivamente a ti, por eso decidí esperarte —me explicó pacientemente acomodándose en el sofá mientras yo veía con atención cada uno de sus movimientos.
    —El te, señorita Evans —dijo una de las muchachas del servicio que traía consigo la charola con el te y las galletitas, sirviéndonos a cada una un poco de aquel líquido humeante.
    —Gracias —emití con suavidad mientras veía que se alejaba segundos después—. Agradezco que hayas venido pero… ¿existe algún motivo en especial? —pregunté intentando no ser grosera o descortés con ella.
    —¡No puedo creerlo, querida! —chilló—. ¿Acaso has olvidado qué día es hoy…? —interpelo incrédula al ver que ni siquiera tenía en cuenta los días que iban pasando.
    —Perdóname Rachel, es que ya ni siquiera tomo en cuenta las fechas. El trabajo me mantuvo más ocupada que de costumbre y…
    —¡Es tu cumpleaños por todos los cielos! —me interrumpió con rapidez mientras yo la veía con atención.
    —Vaya —manifesté sin emoción alguna.
    —¿Cómo pudiste olvidarlo…? —acercándose un poco más a mí—. Es tú día. Un día muy importante para ti, para Henry…
    —¿No te importaría si vamos a dar un paseo…? —interpelé tratando de evitar recordar aquel nombre por un instante.
    —Me parece bien —contestó sonriente—. ¿Vamos en mi auto?
    —Claro —dije recogiendo nuevamente mi bolso mientras abandonaba una vez más aquel horrible lugar.

    Habíamos recorrido un poco alrededor del lago que quedaba no muy lejos de la casa. Estacionó el auto frente a unos bancos que daban una preciosa vista al lago y nos quedamos allí a platicar un rato. Ella aprovechó que estaba muy distraída esa mañana y fue a comprar un pastel pequeño en una de las reposterías que estaba cerca para festejar mi cumpleaños a su manera. Me cantó animada y feliz aquella canción que todos conocían mientras algunos nos veían sonrientes en tanto yo esperaba a que termine la canción. Parecía que después de mucho tiempo volví a sonreír.

    —Ahora sopla las velitas —pidió al ver que mis ojos se posaban en las velas que delataban mi edad.
    —Cumplo 21 el día de hoy —dije riendo para luego proceder a apagarlas—. Creo que ha pasado mucho tiempo desde la última vez en la que nos habíamos reunido en la casa de mi hermano, ¿recuerdas? —rememorando a mi amoroso hermano que quien sabe dónde andaba en esos momentos—. Y justamente fue en mi cumpleaños cuando empezó a llover y tuvimos que quedarnos todo el día en su casa —dije entre risas.
    —Es verdad, Alex era tan dulce —dejando escapar un suspiro—. Fue uno de esos momentos que jamás olvidarías aunque pasaran varios años —argumento un poco apesumbrada dejando a la vista sus sentimientos por él.
    —Aún lo quieres, ¿verdad? —atisbando en su ojos color café aquel sentimiento que siempre estuvo reservado para él.
    —Sí, lo quiero y lo seguiré queriendo —me dijo sonriente.
    —Él te adora, Rachel. Te sigue queriendo como el día en que se conocieron —comunique—. Alex tan sólo se fue porque no tuvo opciones…o escapaba o iba a la tonta escuela militar por órdenes de mi padre —mirándome esperanzada por un instante.
    —No sé si aún me recuerde pero ya es tarde —tratando de no hacerse ilusiones.
    —Nunca es tarde para ser feliz —dije posando mi mano sobre la suya—. Yo sé que él no te ha olvidado, lo vi en sus ojos el día en que se despidió de mí…búscalo y se feliz a su lado. Te lo mereces.
    —¿Tú crees que deba…?
    —Por supuesto —aduje de prisa—. ¿Qué haces aquí? ¡Ve a buscarlo! Estoy segura que él esta haciendo lo mismo.
    —De acuerdo, me iré. Pero si me rechaza vengo a ajustar cuentas contigo —me advirtió amenazante.
    —Esta bien —declaré riendo.
    —Casi lo olvido —arrebatándome el pastel—. Esto se va conmigo a casa —anunció sin más.
    —¡Que lo disfrutes! —exclamé alegre mientras la veía marcharse con entusiasmo.
    —Lo haré —gritó desde lejos mientras la veía subirse en su automóvil y se alejaba a toda velocidad por la carretera.
    —Te llevarás una gran sorpresa —susurré feliz puesto que mi hermano tenía pensado pedirle para que sea su esposa.

    No podía negar que yo también tenía mucho que ver con el plan. Estaba muy contenta de que ella fuera a encontrarse con él después de tanto tiempo. No sabía como lo encontraría puesto que solamente yo tenía la mera idea de dónde se había alojado el mes pasado.

    —No creo que sea tan difícil encontrarlo —me dije a mi misma a sabiendas de que Alex también estaba tras su paradero.

    Abandoné aquel sitio y me dispuse a ir caminando a mi hogar mientras nuevamente aquel sentimiento volvía a mí una vez más.

    Tarde como una hora en llegar hasta allá. Subí a mi alcoba y acomode mis ropas en un bolso grande de modo que pueda introducir en el todo lo que iba a necesitar para mi viaje de última hora.
    Las siguientes horas en las que permanecí en mi habitación fueron sólo para ver la televisión en la cama y esperar a que llegue aquel espectro nuevamente a mí.

    Ya a las once de la noche oí su automóvil que se estacionaba frente a la casa. Me puse de pie de un salto y fui hasta la ventana a verificar que fuera él. Pude ver como se perdía aquella sombra en la puerta principal mientras yo esperaba a que entre en la habitación.

    Al oír que la puerta se abría tan sólo esperaba a que dijera algo en tanto sentía a mi corazón latir enérgicamente. En cuanto contemplaba con atención a mi hermoso fantasma de ojos esmeralda, yo temblaba de pies a cabeza bajo aquel tapado azul a medida que avanzaba en mi dirección.

    —¿Sam…? —emitió dudoso al verme parada junto a la ventana—. Creí que ya estabas dormida —dijo mirándome con extrañeza—. ¿Y esto…? —preguntó al ver aquel bolso enorme que yacía en el diván.
    —Me iré de viaje —dije con alegría fingida—. Quisiera buscar a mi hermano. Tengo la mera idea de dónde esta alojado en estos momentos y me pareció…
    —Ese no es el motivo —me interrumpió secamente al acercarse aún más a mi—, ¿qué sucede?
    —Nada, ¿tendría que suceder algo…? —contesté a punto de desmoronarme en mil pedazos.
    —Sam —mirándome a los ojos fijamente—. ¿Por qué razón quieres irte?
    —Ya te dije el motivo —alejándome de él antes de que las lágrimas hicieran su aparición—. Es que aproveché que tengo vacaciones y quise ir a ver a Alex, ¿acaso no puedo ir a visitarlo? —pregunté tomando el bolso en manos.
    —Por supuesto que puedes, pero tengo la impresión de que me ocultas algo —contestó—. ¿Qué sucede? —interpeló una vez más.
    —No sucede nada. Creo que te estás imaginando cosas —proferí dando unos pasos—. Lo siento, Henry. Se me hace tarde y debo alcanzar el avión. Sólo te esperaba para comunicártelo —aduje lo más natural posible en tanto me dirigía a la puerta con un poco de prisa.
    —No irás a ningún lado —expresó molesto arrebatándome aquel enorme bulto que pensaba llevar, arrojándolo a unos metros de mi—. ¿Qué esta ocurriendo? —preguntó mirándome enojado—. Llego a casa y tú piensas viajar sin habérmelo dicho antes y ni siquiera me das una respuesta convincente.
    —No te enojes conmigo —pedí suplicante—, pero me iré de todos modos con o sin bolso —manifesté intentando huir.

    Recogí mi billetera que estaba en el estante lo más rápido que pude pero al intentar alcanzar la dichosa puerta, sentí las manos firmes de aquel espectro que me impedían proseguir con mi camino. Esa noche, él se había materializado verdaderamente ante mí una vez más.

    —¡Te dije que no irás a ningún lado! —vociferó más molesto que antes.
    —No me hagas esto —aduje sintiendo mis mejillas algo húmedas—. Sólo será por unos días y si no voy ahora ya no tendré oportunidad de verlo —notando que se acercaba peligrosamente a mí y me secaba el rostro con el dorso de su mano.
    —¿Por qué lloras? —cambiando de humor drásticamente—. ¿Qué te ocurre, cariño? —inquirió confuso—. Vamos, Sam. No entiendo lo que sucede contigo ni porque razón repentinamente piensas viajar.
    —Nunca estas en casa y no tienes porque molestarte si no estoy, será lo mismo para ti —dije a modo de reproche ya sin poder contener aquel mar de lágrimas que estaban ocultas tras mis ojos.
    —¿De qué hablas? —atisbando en sus ojos verdes cierta confusión que iba en aumento—. ¿Cómo se te ocurre pensar algo así…? —replicó—. Eres lo más importante para mí.
    —¿Lo dices en serio…? Porque últimamente sólo te veo unas horas, ni siquiera los fines de semana te quedas en casa —declaré dolida y algo avergonzada—. A veces pienso que…
    —¿Qué?
    —Qué tú estas…con…con…
    —Con otra mujer —finalizó él mientras yo me avergonzaba más al intentar decirle algo así—. ¿Eso pensaste? —acorralándome contra la pared como nunca antes—. Ahora entiendo, piensas irte…eso pensabas hacer: huir.
    —Henry, yo…
    —No digas nada —separándose de mi lado bruscamente, como si mi cercanía lo dañara de la peor manera—. Pensé que todo estaba en orden y ahora me doy cuenta que todo es un caos —llevándose ambas manos en la cabeza en señal de frustración.
    —No quiero que tú vida sea un caos —emití con firmeza y desesperación—. Por eso pensé que lo mejor era que me fuera así tendrías más tiempo para descansar. Sé que tu trabajo te esta agotando mucho y que necesitas tiempo para ti mismo —explicaba sintiéndome cada vez peor—. Yo…tan sólo te causaría más problemas —manifesté con tanta prisa al intentar enmendar mi error por decirle tales barbaridades.
    —Nena —girando en redondo para acercarse a mi—, no pienses eso…te amo, te adoro —manifestó dándome un beso fugaz—. ¿Qué parte de “eres todo para mí” no entiendes? —me preguntaba apresurado tratando de evitar que me aleje.
    —Me siento sola aquí y hasta me hago ideas de que sólo huyes de mi y que no quieres verme, que encontraste a alguien más con quien pasar el rato o que el trabajo es mucho más importante que nuestra relación. —Contesté a toda prisa sintiendo que mi corazón estallaría al haberle dicho tales pensamientos que había ocultado con tanto recelo—. Ya no podía soportar que estuvieras lejos de mí —caminando de un lado a otro como animal enjaulado—. Te extraño mucho, Henry y por amor a ti decidí que lo mejor es que…
    —Ni siquiera lo pienses —me interrumpió de nuevo—. Yo también te extraño, más de lo que te imaginas —admitió tomándome del talle—. Y lo que yo realmente deseo es que te quedes aquí, conmigo —musito—. Es tú deber como esposa, como amante, amiga y compañera…te quiero a mi lado y no quiero separarme de ti nunca —reteniéndome entre sus brazos con ternura—. Hoy llegué un poco más temprano porque quería dejar todo en orden las cosas del trabajo para que me puedas acompañar a un lugar —empujándome blandamente hasta la puerta mientras me conducía al exterior de la habitación con lentitud.
    —¿A dónde me llevas…? —interrogué sin comprender que pretendía hacer.
    —Ya lo verás —manifestó.

    No sabía si él seguía molesto conmigo después de todo lo que le dije en nuestra alcoba; pero el momento en que deje de pensar en el asunto, nos situamos frente a una pequeña casa que estaba detrás de la nuestra. Lo reconocí de inmediato puesto que allí se alojaban las herramientas que se utilizaban para jardinería entre otras cosas sin importancia.

    —¿Por qué me trajiste hasta aquí? —interpelé confusa al sentir que me empujaba con tranquilidad hasta la puerta de la pequeña casita.
    —Espero que sea de tu agrado —abriendo la puerta para que entre.

    Todo estaba oscuro y no se podía distinguir mucho lo que había allí; pero en cuanto cerró la puerta y encendió las luces, mis ojos se maravillaron con lo que veían en ese instante. Había preparado una cena íntima, iluminado con unas velas para darle un ambiente más romántico.

    El sitio lucía acogedor. La decoración se había realizado con dos jarrones de rosas rojas, un pequeño sofá de color rojo ubicado en un rincón y junto a él un equipo de sonido para darle un ambiente aún más agradable con la música. La decoración era sencilla pero era lo más hermoso que había apreciado después de nuestra fiesta de bodas.

    Yo seguía de pie, inmóvil mientras veía todo aquello ante mí hasta que derepente oí la voz de Henry nuevamente.

    —Feliz cumpleaños, Sam —susurró en mi oído logrando estremecerme de pies a cabeza—. Lo preparé especialmente para esta fecha —explicó—. Ojala compense todos aquellos días en que te dejé abandonada —declaró regalándome una de las tantas sonrisas que yo conocía y adoraba.
    —Todo esto lo preparaste… ¿para mí? —pregunté atontada de la emoción.
    —Así es —envolviéndome en sus brazos con delicadeza—. Lamento haberte dejado así por tanto tiempo…pero a pesar de todo lo que pasó hace un momento, no te culpo. Fue culpa mía al no haberte hecho sentir especial ni dedicarme a escucharte o pasar el día contigo —agregó visiblemente incómodo.
    —Descuida —emití por lo bajo—. Lo que realmente importa es que estás aquí ahora, junto a mí —manifesté acariciando su rostro.

    Él no dijo nada más, tan sólo me beso como si no hubiera un mañana. Deposito todo su amor y toda su pasión en aquel beso que yo correspondía de la misma forma, dejándome muy en claro lo que sentía por mí.
    Una vez que la falta de aire nos impedía proseguir, tan sólo la sonrisa de mi amado pude ver reflejado en su tez de alabastro mientras me invitaba a sentarme frente a la mesa para disfrutar de aquel delicioso platillo. Estaba preparado exclusivamente para él y para mí, una cena íntima que había esperado por mucho tiempo. En tanto me acomodaba, Henry decidió colocar una música agradable para disfrutar de aquel bello momento.

    Todo era perfecto: la cena, el baile, aquella platica que tanto nos hacía falta y ni que decir de los besos que me elevaban hasta las nubes y me trasladaban a otro universo.

    Ya no sabía cuanto tiempo pasamos encerrados en aquel pequeño lugar que se volvió en el sitio más acogedor en todo el mundo. Lo único que me importaba era que estaba con él, ¡con él! Con ese hombre que lograba transformar mi mundo en el lugar más maravilloso.

    —¿En qué piensas? —pregunté al notar que me veía fijamente.
    —En el tiempo que perdí —explicó dejando escapar un leve suspiro—. Si supieras todo lo que he hecho en todo ese tiempo que ni siquiera nos hemos visto lo suficiente…
    —Cuéntame —pedí con ansias de saber más al respecto.
    —Pues…tengo mi propia empresa ahora y aunque mi padre me sigue ayudando con algunos detalles que faltan, al menos ahora podré pasar más tiempo contigo —tomando mi mano derecha—. Además…
    —¿Hay más…? —interrumpí sin salir de mi asombro.
    —Sí, algo que te va fascinar —sonriendo alegre.
    —Ya dime y no me dejes en ascuas, por favor.
    —Te lo diré, después —profirió con tranquilidad.
    —Vamos, mi vida. Dímelo ahora. No es justo que hagas eso —le explicaba acercándome aún más a él—. ¿No crees que bastante has hecho con ocultármelo por tanto tiempo…? —poniendo cara de borrego para que me diga lo que ocultaba.
    —No, esta vez no cederé —me aseguro poniéndose de pie—. No me convencerás con esa mirada, te conozco y sé lo que intentas.
    —Entonces debo buscar otra forma de convencerte —dije incorporándome del pequeño sofá—. Creo que no me dejas alternativa —cruzándome de brazos para hacerle entender que no dejaría de insistir.
    —Ya veremos si logras saberlo, pero te daré una oportunidad de todos modos —adujo sonriendo con picardía—. Si logras llegar primero a nuestra alcoba te diré lo que quieres saber.
    —Me parece bien —dije alzando una ceja no muy convencida de que me dijera lo que quería.
    —¿Estás lista…? —preguntó abriendo la puerta.
    —Lista —aseveré preparándome para correr mientras me despojaba de aquel tapado que traía puesto.
    —A la cuenta de tres comienza la carrera —anunció entre risas—. Uno…dos…y… ¡tres!

    Ni bien oí el tres corrí lo más rápido que me permitían mis piernas, pero la carrera con él no era nada sencilla puesto que siempre lograba ganarme. Para suerte mía el piso estaba resbaladizo y logró que él tuviera que ir más lento, de modo que me dio tiempo para entrar a la casa antes que él.
    Subí lo más rápido que pude las escaleras y llegue a la habitación casi moribunda pero triunfante al mismo tiempo.

    —¡Gané! —susurré al ver la sombra de Henry junto a mí.
    —No puedo creer que perdí la carrera —dijo decepcionado.
    —Ahora dime…lo que quiero saber —pedí acercándome a la jarra con agua que estaba sobre la pequeña mesita de noche.

    Bebí un poco hasta que con ello volví a recuperar el aliento, pero me agité al instante ni bien oí la respuesta de mi amado.

    —Aún no te lo diré —acercándose lentamente a mí—. Te dije que no cedería.
    —¿Y me hiciste correr en vano…? —pregunté visiblemente molesta.
    —Esa expresión quería ver en tu rostro —admitió burlándose.
    —¡No es justo, Henry! —exclamé—. Se supone que gane —alejándome de su lado mientras hacía pucheros—. ¡Ah! Detesto cuando me haces esto —caminando en dirección al baño para tratar de calmarme.

    Ni antes de que llegara él me cargo en brazos logrando darme un susto aún mayor. No pude evitar gritar y patalear cual niña pequeña puesto que seguía molesta por lo que me había hecho.

    —¡Ya bájame! —exclamé furiosa al sentir que mis pies tocaban el piso de inmediato.
    —¿Sigues enojada…?
    —No —emití con sarcasmo—. ¡Por supuesto que sigo enojada! —bramé.
    —Hace tiempo que no peleaba contigo —argumento—. Ya extrañaba verte así —emitió riéndose a sus anchas.
    —Sabes, creo que si me iré de viaje. Ahora que lo pienso debería dejarte solito en esta casa para que sepas que se siente —chillé molesta sin darme cuenta que mi esposo estaba mirándome atentamente y en absoluto silencio.

    Me callé al verlo tan pensativo y pensé que en verdad se molesto por lo que acababa de decirle. Pensé que había metido la pata una vez más y que no lograría solucionar tan fácilmente ese pequeño inconveniente.

    —¿Qué…sucede? —interpelé algo nerviosa al verlo así.

    Él tan sólo me dedico una hermosa sonrisa y se acercó para darme un abrazo.

    —Luces aún más hermosa cuando estas molesta —admitió separándose un poco de mi lado para acariciar mi pálido rostro con suavidad—. Y sé que piensas que estoy molesto contigo por lo que acabas de decirme —abriendo mis ojos desmesuradamente al verme descubierta—, pero no te preocupes. Sólo lograste que aumente más mi interés por ti —sonriendo cálidamente.
    —¿Qué quieres decir con eso…? —pregunte confusa.
    —Te abandoné un año y ni siquiera tuve muchas oportunidades de verte reír, llorar, gritar, enojarte…en fin —dándome un beso fugaz—. Te extrañé como nunca y sentía que enloquecía al no poder ni siquiera disfrutar mis fines de semana contigo todo por culpa del trabajo. Ni me puse a pensar que por culpa mía talvez tú ya te hubieras ido —notando su molestia al recordar lo que paso unas horas atrás.
    —No pienses en eso —aferrándome a él con fuerza—. Tú sabes que no sería capaz de irme sin avisarte —hundiendo mi rostro en su pecho.
    —Lo sé —admitió sonriendo con dulzura—. Pues, aclarando el asunto con respecto a mujeres… —profirió con lentitud— quiero que sepas que hubo una mujer que me enloquecía como nadie —logrando atraer mi total atención ante aquel comentario.

    Me separé de su lado lo suficiente como para verlo a los ojos. No fui capaz de decirle alguna cosa, solamente me dispuse a oír petrificada lo que pensaba contarme. Yo sentía que mil agujas se incrustaban en mi corazón mientras él intentaba proseguir con su relato sobre aquella mujer.

    —¿No te interesa saber de quien se trata? —inquirió al ver mi rostro pálido iluminado por las lámparas.

    Yo sólo asentí en silencio mientras en sus ojos atisbaba un sentimiento de inmensa alegría al recordar a esa persona. Él seguía manteniendo esa bella sonrisa que parecía ser distinta a todas las que había visto desde que lo he conocido. Mientras analizaba cada una de sus expresiones, sin que me hubiera dado cuenta, él ya me había llevado a nuestro tálamo nupcial. Estaba completamente acostada junto a él mientras me veía fijamente como si tratara de descifrar mi reacción tan pasiva.

    —Te quedaste muy callada —comentó rompiendo el silencio que nos rodeaba segundos atrás.
    —¿No piensas decirme nada más de esa mujer…? —interpelé sin emoción alguna.

    Una pequeña risa salió de los labios de él mientras yo con el asombro que se apoderaba de mí intentaba comprender lo que era tan obvio para mi esposo.

    —¿Acaso no sabes quien es esa hermosa mujer que me enloquece y me convierte en el hombre más feliz del mundo? —preguntó notando que yo seguía tan sumida en mis pensamientos al intentar contestar esa pregunta.
    —N-No —titubee con sinceridad.
    —Eres tú —murmuraba besándome ambas manos con delicadeza—. Te amo, Sam y te amaré siempre —me susurró ciñéndome más contra su cuerpo.
    —Te amo, Henry —emití aliviada al oír su confesión, acercándome poco a poco a su rostro—. Gracias por existir —finalicé al saber que me amaba plenamente al igual que yo a él.

    Parecía que había despertado después de aquella revelación. Lo último que pude ver fueron sus ojos cálidos regalándome una de las miradas más hermosas que nunca había visto en él, hasta ese día.

    Se preguntarán por qué fue lo último que había visto…pues, después de eso, él y yo volvimos a estar juntos, enredados en esa pasión que parecía volver a nacer esa noche.

    Esa fría noche de invierno se había convertido en la primavera que había ansiado por tanto tiempo y me había regalado el más hermoso anochecer junto al amor de mi vida. Ya ni siquiera me importaba lo que él me tenía que decir, sólo me interesaba saber que él me amaba y que estaría nuevamente a mi lado, pero esta vez…para siempre.


    Fin​
     
  2.  
    Clhoe

    Clhoe Entusiasta

    Capricornio
    Miembro desde:
    29 Abril 2008
    Mensajes:
    56
    Pluma de
    Escritor
    Re: Invierno y Primavera

    La idea es muy enternecedora. Me gusta ese final romántico que le has dado.
    Tienes algunos fallos ortográficos como la ausencia de comas. Pero es algo normal, yo también me lío mucho al ponerlas.
    En general me gusto bastante como lo escribistes. Espero ver más cosas tuyas.;)
     
  3.  
    Pam

    Pam Usuario común

    Acuario
    Miembro desde:
    25 Diciembre 2006
    Mensajes:
    484
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Invierno y Primavera
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    82
    Re: Invierno y Primavera

    Gracias, aprecio mucho tu comentario al respecto. La verdad que siempre olvido la cuestión de las comas y se me pasan otros detalles que, pese a que la he leído miles de veces, parece que nunca voy a notarlas ToT._..
    Trataré de escribir una historia más larga la próxima vez y ya veremos que resultados obtengo del mismo (espero que mejores). Intetaré mejorar para la próxima. Te estoy eternamente agradecida ToT.
    Sayonara.
     

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso