Exterior Invernadero

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    —Obvio —respondí casi de inmediato, buscando entre mis cosas hasta dar con la botella y beber un poco—. La vida es jodidamente aburrida sin un niño dentro, me atrevería incluso a decir que no tiene la más mínima gracia.

    Por eso mamá se había apagado, ¿no? Llevaba años reducida a un puñado de brasas, a medio pelo de convertirse en carbón. Yo también me apagaba de tanto en tanto y era... aterrador; o lo era al principio, cuanto menos, hasta habituarse a la oscuridad y entonces todo desaparecía. Lo había pensado en el baño, luego de alejarme de Altan y hundir el rostro dentro del agua.

    Era aterrador un mundo sin fuego.

    Asentí bastante emocionada al oír sus elecciones y golpeteé los palillos entre sí, anclando los codos a la mesa.

    —Buscando a Nemo también~ Es un clásico, oye, jamás me cansaría de verla. —El pecho se me aflojó en una risa breve e inflé el pecho—. ¡Tiburoncín, uh, ja, já!

    Bueno, eso había sido hasta más ridículo de lo que habría estimado pero con Emily no me avergonzaba. Solté otra carcajada suave y meneé la cabeza, buscando un poco de comida para llevarme a la boca. Escuché su historia, bastante sorprendida por todas las coincidencias. El mundo sí que era pequeño, ¿eh?

    Demasiado pequeño.

    —Pero si es una casualidad detrás de la otra, me ha tocado hacer el proyecto de Geografía con Liza. —Y con Kurosawa, pero bueno, detalles—. Eh~ ¿Ni un pequeño rasponcito? ¿Estás segura, segura, segurísima?

    Emily alzó sus brazos ampliamente, llevaba el orgullo pegado en toda la cara y me resultó por demás adorable. Sonreí, repasando lo que me mostraba sin pensarlo demasiado, y asentí.

    —Perdona por no aparecerme en las pruebas —murmuré, regresando la vista al bento—. Quería hablar unas cosas con Al e igual no... no me apetecía mucho hacerlas, la verdad. —Me encogí de hombros, revolviendo la comida con los palillos, y la voz me salió más baja de lo que habría querido—. Ya sabes, el asma.
     
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    Amane

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    No pude contener la risa cuando hizo la imitación de la película, pero no era de burla si no nacida de la más pura ternura. Estábamos en confianza, ¿no? Y una de las cosas que más me gustaban de Anna, al fin y al cabo, era su energía infantil y su capacidad de hacer lo que se le pasase por la cabeza sin temor así que no podría no apreciarlo cada vez que lo viese.

    —¿En serio? No tendréis mucho problema entonces, Liza es muy diligente~

    Quizás demasiado, ¿pero quién era yo para juzgarla, realmente? Si yo siempre había estado dispuesta a sacrificar horas de sueño para estudiar y mantener una media a la altura de lo que se esperaba de mí. Y aquel año tendría que hacerlo incluso más, ¿no? Si quería seguir saliendo de vez en cuando por la noche como lo había estado haciendo esos días... y lo cierto es que sí quería.

    >>¡Nada de nada! —aseguré, decidida, antes de dejar caer los brazos de nuevo sobre la mesa—. No te tienes que disculpar conmigo por eso, Annie~ De todas formas, tampoco te perdiste de mucho, ¿sabes? Unos cuantos alumnos acabaron con el tobillo torcido y hubo algunos raspones, nada grave por suerte.

    Le dediqué una sonrisa sincera, por si quería levantar la vista en algún momento o algo, y al final no pude contener el impulso y rodeé una de sus manos con la mía.

    >>Es bueno anteponer tu salud, cielo, no te avergüences por ello ni nada por el estilo.

    Qué hipócrita.

    >>Así que eso explica tu ausencia y la de Sonnen-senpai —volví a hablar tras incorporarme en la silla, llevándome los palillos a los labios—. También faltaron Vólkov-senpai y Wickham-senpai, ¿sabes? Pero supongo que es solo casualidad~

    Emi you so stupid istg
     
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    Gigi Blanche

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    Su risa me resultó tan pura y cristalina que no pude más que sonreír; fue como si un poquito del peso que llevaba encima se disolviera en el aire. No me molestaba para nada, de hecho las estupideces que hacía, las ideas locas que a veces se me ocurrían, todo solía ir por la línea de entretener o mejorarle el ánimo a quienes me rodearan. ¿Un poco como ella, quizá, si lo pensaba con detenimiento? Me parecía bastante egocéntrico, sin embargo. Emily se echaba bastante tiempo y esfuerzo preparando almuerzos para los demás, no había punto de comparación con mis idioteces que muchas veces pecaban incluso de hipócritas.

    Bueno, su respuesta a su disculpa también me alivió bastante, de modo que me las arreglé para asentir y sonreírle, bajándome otro bocado de comida. La verdad que el almuerzo estaba muy bueno, incluso si no contaba con el mayor apetito del mundo me entraban ganas de comer. También agradecí que Emily no ahondara más en lo que sea que Altan y yo hubiésemos hablado porque, bueno, en sí no habíamos hablado una mierda. Hasta ahora me daba cuenta del detalle y, qué sé yo, quizá ya estuviera condicionada por la mierda infectándome la cabeza pero una ligera chispa de molestia me relampagueó en el pecho.

    No sé, a ver de dónde sacaba ganas de ahora en más para volver a pedirle de hablar.

    Cuestión que Emily siguió hablando y todo el peso que creí evaporado me cayó encima con la contundencia de una roca. Fue literalmente un golpe en la boca del estómago, oír la mención de sus nombres y toda la mierda, recordar la escenita que tuve que comerme a la mañana en paralelo a la otra estupidez de Kurosawa y Altan. Tragué con dificultad el arroz que tenía en la boca, de milagro pasó y me empiné la botella de agua. Uno, dos, tres, cuatro tragos.

    Me cago en Dios.

    Devolví la botella con cierta fuerza agregada que no controlé del todo y le eché mi peso al espaldar de la silla, bufando. A la mierda las apariencias, ¿no? Oportuna que podía ser Emily.

    —¿Casualidad? Sí, claro —espeté, más ácida de lo que habría preferido, pero tampoco vi por dónde contenerme—. No sé dónde ni qué mierda hicieron, pero estaban juntos durante las pruebas. Ese cabronazo de Wickham.

    Lo último lo había prácticamente mascullado entre dientes como el genuino gruñido de un perro o similar. Joder, si es que de repente me estaba hirviendo la sangre. Así y todo volví a resoplar y no dije nada más, que una parte de mí seguía negándose a explotar. Sólo me quedé allí, con cara de culo y los hombros recogidos entre sí. Debía verme pequeñita y todo, como un tanuki enfurruñado.

    Pero me pasabas una cerilla y prendía veinte, más o menos.
     
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    Nekita

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    De forma casi inconsciente tomó un mechón de su cabello para observarlo con cierto cuidado, en su familia realmente no había pelirrojos y tenía entendido que había sacado de su madre cosa que servía para intentar tener algo de ella pero al mismo tiempo la apuntaba su familia como si fuera alguien completamente ajena a ellos.

    ...Pero si era muy bonito.

    —Muchas gracias, puedo decir lo mismo Sabaku-chan —Sonrió enternecida dando un pequeño asentimiento hasta que escuchó el siguiente comentario que la hizo sonrojar por la vergüenza, había olvidado introducirse de nuevo por haberlo dado por hecho —, ¡lo lamento! Akizuki Maria, un gusto...si...si te gusta puedes decirme Akizu, no tengo problema con eso...

    Ni siquiera esperó que la chica iniciara a caminar dejándola algo atrasada y obligándola a apresurar su paso con un pequeño "Espera un poco por favor", alcanzarla para así tratar de guiar el camino como la profesora había indicado, a fin de cuentas, ella debía ser la responsable.

    Cuando finalmente llegaron al invernadero sonrió algo más aliviada y emocionada al ver el camino verde y lleno de flores que tenían en frente.

    —Bienvenida~ si nos adentramos seguro hay cosas más bonitas.

    Kuno Vizard
    Ahorita supongo que ya vamos a interrumpir a Anna y Emi cofcof
     
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    Amane

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    Mentiría si dijese que la reacción de Anna no me tomó por sorpresa. Si hubiese supuesto que se pondría así, ni se me hubiese ocurrido mencionarlo, claro, pero lo cierto es que ni lo pensé. Viéndolo en retrospectiva, tenía sentido porque Anna había demostrado ser muy protectora con sus amigos y era obvio que Jezebel lo era para ella, solo no esperaba que el odio hacia el chico fuese tan... ¿pasional?

    Ah, era un desastre con patas, ¿verdad?

    Lo cierto es que me hizo algo de gracia verla toda enfurruñada pero tuve que disimularlo con una expresión llena de seriedad, alejando el pensamiento lo más lejos posible. Era un tema que claramente le afectaba y la había liado sacándolo a relucir, así que me tocaba a mí intentar solucionarlo de alguna manera.

    —Anna, Vólkov-senpai es una chica inteligente —dije, en voz suave—. Si estuvieron juntos durante las pruebas, supongo que fue porque ella quiso también, ¿no? ¿Acaso no confías en ella?

    Realmente, bien podría haber reaccionado igual que ella, porque la fama que le precedía a Joey era más que merecida y cualquiera se preocuparía de esa manera por alguien que apreciaba. Pero desde mi experiencia... podía haberse aprovechado de mí porque estaba algo vulnerable y decidió respetar mis límites. Así que, no sé, ¿confiaba en que no fuese diferente con Jez?

    Desde luego tampoco iba a decirle eso a Anna, prefería que no me matase ahí mismo o algo.
     
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  6.  
    Gigi Blanche

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    No me había detenido a pensar si mi reacción le generaría algún tipo de incomodidad a Emily, al menos no hasta después de soltarle mi humor de mierda. ¿Me arrepentí? Una parte de mí sí, pero no vi por dónde retroceder, en especial cuando volvió a hablar. Joder, si es que yo era un asco y su tono me sonó hasta condescendiente. ¿Estaba regañándome, acaso?

    —¿Inteligente? —repliqué, otra vez casi de inmediato. Estaba por demás irascible y me obligué a bufar buscando aflojar los músculos, aunque no me alcanzó para cerrar la boca—. Si fuera mínimamente avispada habría notado lo que Al siente por ella.

    Ah, mierda.

    —Pero no, se ha pasado de la meta como una campeona. —Volví a resoplar, increíblemente hastiada, y clavé los codos en la mesa para enterrar el rostro entre mis manos. Arrastré los dedos entre mi cabello, quitando el flequillo del medio; sentí un ligero tirón en las raíces y cerré los ojos fuertemente—. Así que no, no creo que sea capaz de leer a un hijo de puta como Wickham.

    De esos que son puras sonrisas y palabras suaves.

    Que te besan y sientes que eres la persona más puto especial para ellos.

    Y luego te mienten.

    Te ocultan cosas.

    Te tratan como a una estúpida.

    Una muñeca.

    Me erguí en menos de dos segundos, clavé la mirada en Emily y desplomé la espalda en la silla, aflojando también el cuello. Me enfoqué en el techo vidriado, el turquesa del cielo y las nubes deslizándose con pereza. Puta mierda.

    —No digo que vaya a forzarla ni nada, vaya, idiota tampoco es. —Mi voz sonó bastante plana, la verdad, al menos había conseguido quitarle la chispa ácida o brusca que Emily definitivamente no se merecía—. Pero ¿meterse con un tipo como Wickham? Es la peor, la más pésima idea que pudo tener, la muy tonta.

    Y con un tipo como Al a su lado.

    Venga.

    Igual al final del día estaba más resentida que otra cosa, en vez de preocuparme por ella como Emily seguramente dedujera. Ya lo había pensado una vez, ¿verdad? Amaba y odiaba a las malditas princesas por partes iguales. Era débil pero también las resentía, las quería y las envidiaba. Las protegía y me frustraban como nadie. Era una mierda de lo más complicada y en situaciones así parecía incapaz de reconciliar mis emociones entre sí.

    Me quedé allí, con el cuello doblado y la vista fija en el techo, durante un buen rato. Le había soltado un montón de estupideces y todo porque al fin y al cabo, en el fondo, no era más que esa fuga de gas impredecible e incontrolable. Bufé, pestañeando con pesadez.

    —Va a terminar mal —murmuré un poco de la nada, me di cuenta que tenía un nudo en la garganta; tragué saliva pretendiendo hacerlo correr o algo—. Dudo mucho que Wickham planee darle a Jez lo que una chica como ella buscaría.
     
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    Amane

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    Escuché a Anna sin interrumpirla en ningún momento, poniendo atención a todos sus movimientos, expresiones y palabras. Quería realmente comprender por qué se había molestado tanto, si realmente estaba preocupada por Jez o, quizás, ¿había algo más? La mención a los sentimientos de Altan no me pasó desapercibida, pero digamos que tampoco me sorprendió porque había que ser muy denso para no darse cuenta del amor con el que la miraba.

    Ah.

    De repente lo comprendía, lo parecidas que podíamos llegar a ser Jez y yo. Siempre tan atentas a los demás, dándonos cuenta de los sentimientos de todos menos de los que nos incumbían, cómo si fuésemos incapaces de entender que nuestras acciones tenían efectos sobre otras personas.

    Y por eso hacíamos tonterías de ese calibre, porque no éramos conscientes de las consecuencias que podían acarrear.

    Suspiré ligeramente y volví a buscar la mirada de Anna, con un claro deje de arrepentimiento, pero me fue imposible encontrarla con su posición así que solo me quedaba que se me notase en la voz.

    —Lo siento, cielo, no me había dado cuenta de... todo eso. No tenía que haberlo mencionado siquiera —negué ligeramente con la cabeza y volví a centrarme en la comida, jugando con un par de granos de arroz—. Sea como sea, creo que está en su derecho a cometer ese error y aprender de él. Lo único que nos queda es estar ahí para apoyarla cuando lo necesite.

    ¿Nos?

    Como si yo tuviese el jodido derecho de considerarme su amiga o algo así. Pero era inevitable no pensar que acabaría intentando ayudarla a pesar de todo, porque no iba a dejar de ser esa clase de estúpida.

    Había algo que se me escapaba de todo eso, por supuesto, pero no tenía manera de saberlo y no iba a forzar nada. El resentimiento era mucho más complejo de lo que yo podía llegar a entender, era obvio, así que solo me quedaba confiar en que mi sinceridad basada en la más pura ignorancia no acabase siendo peor que intentar fingir que lo comprendía.

    >>O eso creo, vaya... —acabé por añadir, en un murmullo, para nada convencida.

    Seguí comiendo un poco por inercia y la vista se me deslizó hacia la entrada del invernadero, que quedaba algo tapada por todas las flores así que no pude distinguir las dos figuras que se habían aparecido. Escuché el murmullo lejano de una voz, eso sí, y supuse que... ahí acababa nuestra soledad.

    Vaya manera de terminar la conversación, por cierto.

    Me estaba marcando unos plenos interesantes esos días, entre Kohaku y Anna.
     
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    Gigi Blanche

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    Sentía la pesadez en los malditos pulmones, era como si sus paredes estuvieran hechas de concreto y cada respiración las agrietara progresivamente. Derrumbándose, perturbándolo todo, llenándome el cuerpo de polvo y escombros. El aire encontraba menos y menos lugar, se colaba como podía, luchaba y quemaba, hasta que no había espacio para el oxígeno y... bueno, pasaba lo que pasaba.

    En un determinado momento acabé por cerrar los ojos, enfocándome en regular mis respiraciones. La voz de Emily me alcanzó amortiguada, suave y lejana; así y todo desprendía arrepentimiento y preocupación en cada sílaba, era más que evidente, y pensé que no podía herirla también a ella. No podía quemar hasta a la última persona que pretendiera rozar mi desastre.

    No podía.

    —No es tu culpa, Em —concedí, la voz me salió áspera y algo grave; tragué saliva, ya sentía el nudo en la garganta de tan sólo saber lo que iría a decir. Tomé aire para conseguir hablar sin quebrarme—. Sólo... soy un desastre, ¿sí?

    Y lo logré a medias, por eso lo corté allí. No tenía ganas de echarme a llorar frente a nadie, siempre lo había detestado y Emily no era la excepción. Además tenía mierdas más serias de las que preocuparme, ¿verdad? No podía... no podía llorar por líos adolescentes. No tenía sentido.

    Igual no veía que toda la mierda se revolvía.

    Que cuando finalmente lloras no lo haces por una o dos cosas, sino cientos de ellas.

    Emily siguió hablando, intentando ser lo más razonable posible, y de un momento al otro me sentí la estúpida más grande del mundo. Entreabrí los ojos, ligeramente empañados, y los colores del cielo se tornaron borrosos como manchones de acuarela. Me estaba soltando la misma mierda que yo le había soltado a Altan en la enfermería, ¿verdad? Sobre nuestra incapacidad de controlar vidas ajenas, que no nos quedaba más que confiar y... aguardar. Ser el refugio donde pudieran acobijarse cuando la vida los golpeara demasiado fuerte.

    Ser fogatas.

    No incendios.

    No lo comprendí realmente, no sé de dónde salió, pero una idea, una simple frase me rayó el cerebro con una intensidad dolorosa y volví a cerrar los ojos, negándome a soltar alguna lágrima.

    Quise irme.

    Quise irme.

    Y lo hice demasiado tarde.

    Al final del día era el mismo tipo de idiota que Altan, ¿no? Quizá no guardara semejantes manías con el poder, el control y qué sé yo, o quizá sólo se desenvolvieran en torno a otras mierdas. Había pensado que era un niño perdido, ¿cierto? Cuando se echó a llorar, cuando sintió pánico de salir del cuarto oscuro, incluso cuando en ese mismo invernadero se encerró en sí mismo y me dijo que desaparecería si así lo deseaba. Se retraía adonde creía pertenecer, rehuía de lo que no se consideraba merecedor, y al mismo tiempo... lo anhelaba tanto.

    Dios, lo deseaba tanto.

    También escuché la voz a la lejanía, fue por demás sutil pero bastó para inyectarme algo muy parecido al pánico. Me erguí de golpe, secándome el rostro con las mangas del blazer sin mucho cuidado y carraspeé la garganta, enfocándome de regreso en la comida. Tenía los labios tensos en una fina línea y parpadeé un par de veces, ajustando las distancias y los colores un poco mejor.

    —Como sea —agregué al final, en voz baja—. Lo siento, Em. Nada de esto es tu culpa.

    no shoré, pero casi (?
     
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  9.  
    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Ayame Sabaku

    Cuando entraron al invernadero Ayame se sintió casi como en una especie de sitio encantado salido de algún cuento de hadas, aunque ella era más de leer mangas de temática ninja. Avanzó aún deslumbrada por las áreas verdes y el número de plantas presentes, no era una erudita en botánica por lo que apenas reconocía ciertos ejemplares.

    —Esta bien creo que escuché a la sensei mencionar tu nombre, sip...puedo tener un oído muy agudo...como sea ¡muy buen nombre te sienta genial!—respondio a la presentación tardía de su compañera pelirroja; corrió un poco adelantándose (sin olvidar a Akizu) colocando sus manos de manera ver mejor en la lejanía, en un minuto, divisó a un par de chicas en la misma zona del invernadero, era un lugar acogedor para más de uno.

    —Creo que tenemos compañía ¿Las conoces?—inquirio sin apartar la vista del par que conversaba con tranquilidad. De haber estado sola, no pondría excusas para acercarse. Pero le prometió a Misato no caer en problemas, al menos en lo posible.

    —Aunque de lo contrario podríamos dar un pequeño saludo—sugirio sonriente, la curiosidad de Ayame por los nuevos rostros y lugares le animaba a aventurarse en cualquier asunto...incluso si no es de su incumbencia.
     
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  10.  
    Amane

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    De nuevo, me quedé en silencio, dejándole la liberta y el espacio que necesitase para ordenar sus ideas... y seguramente eran unas cuantas. No es que hiciese falta verla realmente para darme cuenta de lo que estaba sintiendo, de las ganas que tendría de llorar por vete tú a saber cuántas cosas acumuladas.

    Ladeé la cabeza, observándola con los ojos ligeramente entornados, y al final digamos que no pude controlarme. Sabía bien que no quería demostrarlo, que lo más inteligente sería dejarla en paz y no agobiarla más, no presionarla.

    Lo sabía y aun así no pude controlarme.

    Dejé los palillos en la mesa y me levanté de la silla en silencio, con una suavidad que realmente no supe de donde salió. Me acerqué a su posición y me incliné hasta rodear su cuerpo con mis brazos, sin apretar demasiado. En definitiva, podría separarse en cualquier momento si le daba la gana y no me molestaría realmente.

    —No eres ningún desastre, cariño —murmuré, dándole un ligero apretón, breve—. Si quieres que me vaya para dejarte tranquila, me lo puedes decir, cielo, pero quiero que sepas que te quiero mucho y que puedes confiar en mí para lo que sea, ¿sí? Cuando sea, sin presiones.

    Me separé finalmente y le di un beso sobre la frente antes de volver a mi sitio, echando la vista un poco a sitios al azar para no presionarla de ninguna manera.

    ¿Y si nos habían visto? Pues no me importaba, a decir verdad.
     
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  11.  
    Nekita

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    —Aun así no es muy educado no haberme presentado de una buena manera... —Comentó en voz baja todavía algo apenada de haber olvidado presentarse de manera apropiada en cuanto a su nombre... no pudo evitar sonrojarse un poco —, ¿tu crees? Gracias, no es algo que me hubiesen dicho antes...eres muy amable Sabaku-chan. —Asintió completamente segura de lo que decía, realmente le parecía una chica bastante amigable y eso sentía que pudiera hacer que las cosas fueran mucho mejor, más fluidas.

    Dejó de prestarle atención un momento para poder observar a su alrededor, centrándose en lo que había más allá de aquel pseudo túnel de plantas notando a dos chicas que...no reconocía en lo absoluto del primer año.

    —No lo creo... pero puedo dar por seguro que son senpais —Era la apuesta más segura, pero definir si eran de tercer o segundo año era mucho más difícil a decir verdad, aunque probablemente no fuera muy relevante —. Podríamos intentar, con suerte no las interrumpiremos demasiado, vamos, Sabaku-chan~ —Interrumpirlas era algo que no deseaba en lo absoluto pero si iba acompañada se iba a sentir algo menos culpable si terminaba siendo el caso.
     
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  12.  
    Gigi Blanche

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    Se me habían juntado un par de cosas, digamos, que ocurrieron bastante en simultáneo y me anularon el cerebro. De por sí ya estaba tensa por las voces acercándose, no tenía idea cómo afrontar la presencia de personas nuevas, en especial si nos hablaban. Estaba pensando en eso, con la vista fija en la comida, cuando noté que Emily se incorporaba. Alcé la mirada de golpe y debo haber seguido su recorrido hasta mí con algo muy parecido al pánico impreso en el rostro. En sí no tengo idea, los engranajes se me detuvieron a medio giro y para cuando volví a procesar el mundo a mi alrededor, Emily me estaba abrazando.

    Era cálido.

    Y sentí terror.

    Estaba absolutamente tensa, tanto que la incomodidad me escaló hasta la garganta y sentí el desmesurado impulso de sacudirme como un perro rabioso, como un animal silvestre encadenado. Pero seguía anulada. Me habló, sus palabras me alcanzaron desde algún rincón lejano pese a la cercanía y las voces extrañas me rebotaron en el cerebro de forma casi dolorosa.

    No eres ningún desastre.

    No.

    Podríamos intentar, con suerte no las interrumpimos demasiado.

    No.

    Si quieres que me vaya para dejarte tranquila, me lo puedes decir, cielo.

    No.

    Vamos, Sabaku-chan.

    No.

    Puedes confiar en mí para lo que sea, ¿sí?

    No.

    No.

    No.

    No.

    Ruido blanco, un enjambre de avispas, lo que fuera, me estaba taladrando los oídos pero no podía moverme. Era agobiante, empezaba a sofocarme y, no lo sé, ¿quizá fue mejor ser incapaz de reaccionar? ¿Y si le hubiera hecho daño a Emily? En ese momento no tenía forma de hilar dos pensamientos pero... estoy segura que me habría arrepentido muchísimo.

    Estaba en blanco.

    Negro, más bien.

    Rayó y rayó y rayó y rayó.

    Golpeó.

    Partió.

    Y el monstruo apareció.

    Me incorporé de golpe, fue tan abrupto que la silla se cayó a mis espaldas. Emily ya se había alejado por suerte, de lo contrario seguramente me la habría llevado en banda. Recuerdo haber reparado en ella, en sus ojos, y ser incapaz de formular una palabra. Era irracional, era exagerado y no estaba bien, pero aquellas voces se seguían acercando y me estaba hundiendo. Necesitaba aire. El monstruo me sonreía detrás de Emily.

    Fue un parchón tras otro.

    Y eché a correr.


    ¿Alcancé a disculparme? ¿Formular alguna excusa estúpida? Estoy segura que no. Corrí y corrí, ni siquiera reparé en las dos chicas acercándose por el pasillo aunque sí noté sus siluetas de refilón. Alcancé el patio, observé alrededor y la vista se me empañó de manchones oscuros aquí y allá. Pestañeé una y otra vez, dolía, necesitaba puto aire y el monstruo no paraba de chillar encima mío. Era insoportable.

    Genuinamente insoportable.

    Ya cállate, maldita sea.

    Otro parchón.


    Eché la espalda contra un tronco, me derramé hasta el césped y tragué saliva entre mi respiración irregular. La pared blanca seguía llena de estrellas negras, necesitaba oxígeno y colé los dedos temblorosos en el bolsillo del blazer. Por suerte lo tenía encima. Inhalé, una y otra vez, inhalé hasta que los escombros se disolvieron, el aire corrió y las estrellas desaparecieron. Los engranajes lentamente se reactivaron y el mundo a mi alrededor recuperó su forma, sus colores y sonidos.

    Dejé caer el brazo junto al inhalador sobre el césped y la pared blanca se tornó borrosa. Cerré los ojos, bloqueándole el paso a las lágrimas, y solté un suspiro tembloroso.

    El monstruo había desaparecido.

    F
     
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  13.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

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    En realidad... no esperaba que sucediese otra cosa. Seguramente si hubiésemos seguido solas hubiese pasado de otra manera, pero era inevitable que la presencia de personas desconocidas no iba a hacerle ningún bien a Anna en aquella situación.

    Quizás lo hubiese hecho con toda la buena intención, pero parecía que lo único que realmente había conseguido hacer fue tirar la cerilla final al incendio.

    Por supuesto que estaba preocupada. Joder, vi a Anna salir corriendo con un nudo en la garganta y el pecho empezando a pesarme. Pero también sabía que seguirla solo empeoraría más las cosas, así que de alguna manera logré controlar aquel impulso y me quedé dentro del Invernadero.

    Me levanté de la silla con un suspiro y recogí las cosas del almuerzo con una calma que realmente no supe de donde saqué, levantando la silla en el proceso también y dejando todo casi como si no hubiésemos estado ahí. De nuevo, no sé como lo hice, pero logré deshacer el nudo y me acerqué a las dos personas que habían entrado con una sonrisa ligera sobre los labios.

    —Buenas tardes~ —saludé con voz suave, inclinándome—. Siento no poder haceros compañía, chicas, pero tengo que irme. Podéis quedaros todo lo que queráis, tenéis una mesa y lo necesario para hacer té también. Tened cuidado con las flores, eso sí, la presidenta les tiene mucho cariño y hay algunas muy sensibles.

    Volví a inclinarme cuando terminé de hablar y me dirigí hacia la salida, acelerando ligeramente el paso una vez les di la espalda y supe que no podían verme el rostro contraído.

    Chale, sorry babys, realmente quería que Emi se quedase con las nenas pero me ha dicho que está muy triste(?)
     
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  14.  
    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Ayame Sabaku

    Ayame estaba a punto de ir hasta el par de chicas a dar un cálido saludo, cuando sorpresivamente una corrió en dirección contraria a ellas, Ayame tuvo que saltar y casi caer por temor a ser atropellada por la chica que parecía huir de algún espectro.

    —hey ¿P-pero a que vino eso?— preguntó mientras sacudía su uniforme aunque no hubiese tocado el suelo, pero antes de obtener respuestas de Akizu la otra chica de orbes púrpura siguió a su compañera alegando no tener intención de acompañarles, Ayame y Akizu tendrían el lugar a su disposición.

    —Aki-chan ¿Habrá sido por como les miraba? —dijo inflando un poco sus mofletes y cruzándose de brazos—como sea si deseas dar una vuelta, yo estaré feliz de la vida peeero...—su tono cambio a uno juguetón, la chica parecía tener confianza con su nueva amiga pelirroja— si existe algún lugar asombroso para conocer ¡Ya sabes a quién avisar!—dijo entre risas; Ayame esperaba la respuesta de Akizu mientras escrutaba con expresión risueña el pintoresco invernadero que engalanaba al instituto Sakura
     
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    Nekita

    Nekita Amo de FFL

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    Definitivamente no pensó que aquel inicio de interacción fuera a terminar de esa forma tan caótica, se apartó lo mejor que pudo del camino de la primera chica y antes de que siquiera pudiera preguntarle algo a Sabaku, la última chica apareció de pronto ofreciendo disculpas antes de abandonar el invernadero con aquella misma aura de su amiga, y a decir verdad lo encontraba bastante preocupante, comenzaba a sentir que realmente habían interrumpido algo muy importante.

    Y luego haber intentado acercarnos terminó por empeorar la situación.

    Definitivamente, no era en lo absoluto un buen recorrido.

    —Yo...no lo sé, no creo que supieran como las estabas mirando Sabaku-chan... probablemente fue...un muy mal tiempo de nosotras dos —Suspiró haciendo una pequeña mueca de preocupación, aunque el gesto tan animado de la pelirroja la distrajo un poco —, no sabría qué decirte sobre algún lugar muy bonito en realidad, solo alguno de los patios de la academia si es que buscas algo que esté al aire libre lo demas...son solo clubes y los salones...
     
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  16.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Santo cielo, ¿cuán aburridas podían ser las clases? Literalmente lo único que me mantenía despierta era la mezcla de nervios y expectativa, de ilusión también, que poquito a poquito se había acentuado en mi estómago conforme las agujas del reloj se movían. Habría que haberme visto clavándole la mirada al pobre bicho como si eso fuera a hacerlo ir más rápido. Lo gracioso del asunto fue que, irónicamente, para cuando sonó la campana del receso me había distraído intentando dejar unos bolígrafos en equilibrio, apilados uno encima del otro. Di un respingo, la torre se me fue a la mierda y junté todo a la velocidad de la luz. La ilusión se me había disparado de tal manera que, por un par de minutos, los nervios y la expectativa se disolvieron.

    Bueno, igual me apresuré en vano porque tenía que esperar a que el profe se retirara para poder sacar la bolsa del locker sin levantar sospechas, ¡y ese señor sí que era lento! Casi quedamos sólo él y yo en el aula, se fijó en mí con una pereza tremenda y yo le sonreí. Bien forzado y bien ansioso, pero le sonreí. Como fuera, el tipo no le dio crédito y siguió a lo suyo. Parecía... parecía... ¡ah, sí! ¡Parecía el perezoso de Zootopia!

    Listo, a partir de ahora sería eso en mi cabeza.

    Ya no sabía bien cómo disimular y acabé sacando el móvil. Creo que tuvo la idea pasajera de decirme que no lo usara dentro del aula, pero también lo dejó pasar y final, final, finalmente se marchó. Me lancé de cabeza al locker, saqué las cosas y me apresuré sin escala alguna en dirección al invernadero. ¡Había perdido tiempo precioso! ¡Y todo por culpa de un perezoso!

    Aminoré el ritmo cerca de la puerta, para colarme como un ninja (por alguna razón) y comprobar que efectivamente estuviera vacío antes de que alguien pudiera verme. Por alguna razón. Bien, no había moros en la costa. Dejé la bolsa en el suelo, volví para cerrar las puertas del invernadero, y una vez me supe sola y lista, bueno. Era hora de preparar todo, ¿no?

    Corrí la mesa un poquito hacia el costado, cosa de que quedara un circuito libre en torno al estanque. Abrí la bolsa y empecé a sacar las cosas. El parlante bluetooth, primero, lo conecté a mi móvil y puse música a un volumen moderado. Era eso o empezar a morirme de nervios. Luego dejé sobre la mesa dos cajitas de bento con sus respectivos palil- espera, ¡no había comprado refrescos! Dios, si sería idiota. Me debatí un par de segundos entre ir y no ir, saltando como un resorte entre mis pies, hasta que solté una queja al aire y corrí hasta la primera máquina expendedora que encontrara. ¡Mierda que hacía frío! Los dedos se me congelaron y tuve que ocuparme de mantener la falda en su lugar tres veces, ¡pero los conseguí! Volví al invernadero, algo agitada, y aproveché el envión para ya mandar todo a la mierda y cambiarme. Sólo esperaba no morirme de hipotermia.

    Me sentí un poco estúpida de repente, los nervios volvieron, me patearon el estómago y tuve que respirar a consciencia para calmarle un poquito a mi corazón. Tan sólo esperaba que el cartel funcionara y nadie pusiera un pie cerca del invernadero, porque... Joder, qué puta vergüenza. Eso era demasiado hasta para mí.

    Esta vez no necesité ayuda para atar las cintas del vestido, cosa que agradecí. Me solté el cabello, lo peiné un poco con los dedos y me subí a los tacones luego de quitarme las medias. Estaba exactamente igual a como había ido a la fiesta del sábado, sólo que sin la máscara porque no tenía idea dónde había quedado. Me eché un vistazo, alisando la falda con ambas manos, y los destellos bajo la luz diurna resaltaron con particular intensidad. Me senté a la mesa de hierro, tomando mucho aire, y agarré el móvil para dar el paso final. A la pasada le eché un vistazo a lo único que quedaba en la bolsa, la camisa negra, la corbata a juego y el saco de vestir que había conseguido prestados del Krait, que venía siendo el único idiota que conocía de un tamaño similar al de Altan.

    Y hablando de Roma, me metí en su chat.

    Heyo~
    No me importa lo que estés haciendo o lo que planees hacer, sólo mueve el culo y ven al invernadero
    Es una orden!
    Pd: si ves un cartel sospechoso en el tablón de anuncios, ignóralo


    Bueno, con eso debería bastar, ¿verdad? Bloqueé al aparato, lo regresé a la mesa e intenté enfocarme en el ritmo de la canción que estaba sonando, incluso me puse a murmurarla en voz baja. Me distraje entre mis uñas, entre los brillos del vestido y el aroma a flores.

    Me sentía estúpidamente mal por haber arruinado lo que debería haber sido una noche especial, así no hubiera sido mi culpa. Había querido hacer un montón de cosas con él, había querido que bailáramos juntos, charláramos un montón, que jugáramos a ser un príncipe y una princesa con todo el descaro que ser adolescentes nos permitía. Había querido grabar a fuego esos recuerdos y acudir a ellos cuando dudara, temiera o me preocupara. Lo había querido todo y lo había echado a perder.

    Pero no estaba perdido como tal, ¿verdad?

    Me agaché hacia la bolsa y saqué los papelitos que había preparado la noche anterior para esconderlos debajo de su bento. Había de dos colores, verdes y anaranjados, y estaban escritos en bolígrafos de gel justo como los primeros cupones. Rezaban utilidades diferentes.

    Para mimitos en el pelo.

    ¡Para besos de película!

    Y me quedé allí sin más, aguardando por su respuesta o lo que fuera, tan sólo intentando que los nervios no fueran a comerme antes de que él apareciera. Poco sabía yo de todo lo que había pasado. Nada, más bien. No tenía idea que, una vez más, las cosas no iban a salir como me habría gustado.


    Yáahl bueno te etiqueto porque le envió un mensaje al niño, aunque sé que no está en la escuela ni nada, pero pa que sepas

    chale im sad
     
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  17.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Si Arata alcanzaba a verme las narices en la academia estaba seguro que me metía, mínimo, una hostia en la boca del estómago capaz de dejarme fuera de juego por el tema de la lesión en la costilla. En general el idiota era desligado de todas las cosas que pasaran a su alrededor, pero cuando le tocaba cuidar de la gente lo hacía y se ponía como un Miura si descataban sus órdenes.

    Así que ni modo.

    Luego de los mensajes de la mañana me había metido tal chute de medicamentos que seguro me tomaba una gota más y dormía un caballo, pero no era para noquearme ni nada, de hecho me forcé a quedarme despierto. Lo cierto es que lo había pensado desde el día anterior, ya estaba retrasando mucho todo y no podía quedarme allí echado todo el día acumulando polvo.

    ¿Cuántas horas dejé que pasaran? ¿Una, dos? Ni siquiera estoy del todo seguro, pero el caso es que a cierta hora de la mañana en la que calculé que en casa no quedaba nadie o al menos que mi madre no estaba, salí de la casa de los Shimizu en dirección a Chiyoda. Era debatible si había sido o no una buena idea, al menos los medicamentos me tenían el dolor casi completamente adormecido y la inflamación de la cara se me había reducido bastante solo por obra divina, además de que los hijos de puta se habían ceñido más con el torso.

    Tenía un apósito cerca de las sienes, por la línea del cabello, el pómulo estaba de un bonito tono púrpura, en general alrededor de los ojos, porque el pedazo de mierda de Sugino me había alcanzado a golpear la nariz y, bueno, era un poco una desgracia. Pero era la puta costilla la que me jodía, dolía respirar, hacer movimientos que involucraran esa zona y hasta estar acostado, el vendaje que me había hecho Yuzuki ayudaba, pero tampoco era milagroso.

    Aún así en cierto sentido era como los animales de la calle, cuando el dolor inicial de las heridas menguaba dejaba de quejarme y pretendía que no había pasado nada. Incluso si dolía como la mierda, pero gracias Dios por las farmaceúticas.

    Al llegar a Chiyoda me colé por la puerta de atrás, escuché ruido en la cocina y si oba-san me vio pasar, lo dejó correr por los momentos. Mi padre estaba en su estudio, mi madre seguramente ensayando con la orquesta.

    Hice todo lo más rápido que pude, me cambié, tomé mis cosas y antes de salir fue cuando casi choqué con mi padre que salía del estudio. No supe muy bien qué sintió al verme, fue un revoltijo de cosas que me costó leer y acabó por suspirar, regresando a la habitación luego de decir una única cosa.

    —Llamaré al Sakura para justificar tu llegada tardía, pero a la noche hablas con tu madre quieras o no.

    No me quedó otra que acceder, poco importaba, mamá se iba a dar cuenta tarde o temprano y lo sabía. Solo había querido que no me viese el preciso día que me agarraron de saco de boxeo, le habría dado un puto infarto. Ya luego me comería su regañina como correspondía y como merecía.

    Me faltaban algunos minutos de tramo cuando recordé que el móvil me había vibrado en el bolsillo, lo saqué pensando que sería cualquier otra persona y me quedé de piedra al ver el mensaje de Anna. Si no sería bruja o algo esta chica, porque si estaba yendo a la academia era para verla a ella y saber cómo estaba directamente, porque parecía un viejo que todo quiere hacerlo cara a cara en vez de por teléfono.

    Para mí propia sorpresa el tanuki se me había adelantado y vete a saber qué planeaba, pero se había juntado con mi idea de pasarme las órdenes de Shimizu por el culo.

    No quería pensar demasiado en cómo iba a reaccionar cuando me viese así, pero podía explicarle toda la mierda si hacía falta. Así que para que no fuese a comer tantas ansias o salir pitando del invernadero le respondí el mensaje.


    Espérame un rato, ya casi llego. Te lo prometo

    Si hubiera podido hacerme tirado del tren lo habría hecho, pero con costos podía caminar unos metros sin agitarme así que tenía que tener paciencia a pesar de que no era lo que se dice mi don. Al llegar Sakura crucé el patio frontal en dirección al invernadero y me cayó encima una ansiedad un poco jodida, porque entendía el punto de Shimizu al decirme que no fuese. Uno no quiere preocupar a la gente de gratis, pero no podía solo quedarme quieto, nunca había podido y eso Anna también lo sabía.

    Quedarme quieto era mi muerte.

    Y a veces ponerme en marcha solo la aceleraba, pero incluso eso era mejor.

    Que no tuviese que entrar al edificio principal fue una suerte, porque habría topado con Shimizu o Dunn en su camino por la planta baja y me habría llevado el golpe y también una regañina del otro, que estaba hasta los huevos de ser un mensajero y un mediador. Me libré por los pelos y ni lo supe.

    Cuando entré al invernadero todavía tenía la ansiedad encima, de hecho tuve que buscar calmarme la respiración a conciencia y avancé por el lugar sin meterme demasiada prisa.

    —Soy estúpido e iba a decir buenos días, pero ya es hora de almuerzo —comenté bastante al aire, todavía traía el móvil en la mano y mientras desviaba la vista a las plantas me lo guardé en el bolsillo. Ya solo la caminata hasta allí me tenía la respiración un poco jodida.

    Cuando regresé la vista al frente fue que la vi, primero no supe distinguir más que los destellos y luego la detallé a ella. El cabello suelto, el vestido, tacones, toda la parafernalia del sábado y sentí que me iba a largar a llorar como un crío. La saliva se me acumuló en la garganta, se hizo un nudo y mientras me obligaba a deshacerlo pensé que allí estaba, así sin venir a cuento.

    Mi princesa.

    —¿Anna? —Eso fue todo lo que me salió de la boca, hasta soné como un chiquillo nervioso, pero no pude controlarlo ni un poco.


    a ver, enviar al pendejo lo pensé desde que aventé el ficazo porque su pinche culo intenso xd and tHEN U GIVE ME REASONS. Aún así los dados que largué recién? Fueron para esto (????

    i was kinda anxious así que si alteré alguna clase de plan futuro basado en el fact de que no apareciera del todo, me dices y aquí no pasó nada (?
     
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  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    El frío que sentía contra la piel tranquilamente podría haberse debido a la temperatura de afuera, lo sabía. El invernadero era espacioso, solía mantener su puerta abierta y respiraba como un organismo vivo, pulsante. No sentía las corrientes en sí, sólo era la frialdad del aire suspendido a mi alrededor. Quieto, silente, pero con la capacidad de erizarme los vellos de los brazos y que sin importar con cuánto empeño los frotara frente a mis ojos, eventualmente regresaría.

    El frío.

    El tiempo transcurría más rápido de lo que a mí me parecía una jodida eternidad, pero no creía poder hacer mucho al respecto. Era una expectativa de mierda, así se estuviera acumulando en pos de algo bueno, era una mierda y punto. Era el mismo frío y las mismas hiedras doblándome el pecho sobre sí mismo. Fuera por esperar un mensaje de texto o el parte de un médico, fuera el resultado de un examen o que los chicos volvieran ilesos, esperar era una mierda. No toleraba quedarme quieta.

    Me congelaba.

    El móvil vibró de repente y casi vomité el corazón o algo, y solté el aire de golpe con una mezcla extraña de decepción y alivio al confirmar que se trataba de Kohaku. ¿Qué iba a hacer? ¿Decirle que cada minuto que pasaba apilaba el miedo de que, una vez más, la vida fuera una puta mierda? ¿Que quería quedarme y también quería irme? ¿Que al final del día siempre se trataba de miedo?

    Que estaba cansada de que las cosas me salieran mal.

    Y me estaba adelantando como una campeona, lo sabía, pero a veces me resultaba imposible ponerme un freno y cuando me obligaba a permanecer quieta, irónicamente, eran las veces que me sentía correr a una velocidad enfermiza. El corazón me golpeaba el pecho con una fuerza demente, la boca se me secaba y ya no quería nada, sólo dejar de sentirme así.

    Pero también quería quedarme.

    Quedarme cerca.

    Su mensaje llegó un rato después, seguía sentada a la mesa y sentí una mezcla de emociones que me aflojó unas cuantas lágrimas sin pedir permiso. Sorbí la nariz, secándome las mejillas, y llevé las manos al teclado. Que lo esperara, decía.

    Siempre

    No sé si sólo era yo y mi jodida capacidad para tornarme pesimista en los peores momentos, pero hubo algo de su mensaje que no me resultó ordinario. Hubo algo que encendió un par de alertas y para la gracia, para seguir contribuyendo a mi ansiedad, mejor me clavé un esfuerzo fenomenal por ignorarlas. Debía enfocarme en lo positivo, ¿no? Altan estaba viniendo. Lo estaba haciendo.

    Sólo tenía que quedarme.

    Su voz me alcanzó un rato después, no lo había oído entrar y el corazón se me congeló en el pecho. Sentí cómo se me tensó hasta el último músculo del cuerpo y me incorporé casi como un resorte, rígida que te cagas. Tenía unos nervios acumulados en el estómago capaces de hacerme devolver el desayuno, y aún así no sé de dónde saqué la capacidad para sonreír. Estaba dispuesta a montarme el show, tragarme la mierda y transmitirle únicamente lo que me había movido a preparar toda esa ridiculez.

    Mi inmenso deseo por mantenerlo cerca.

    Finalmente apareció, su silueta de cuervo se recortó a través de las plantas y el frío desapareció, desaparecieron los nervios y la ansiedad. Desapareció todo, y lo sustituyó algo peor.

    Miedo.

    Sólo miedo.


    Repasé su rostro incluso a la distancia, sin dar crédito a lo que veía. El apósito, los moratones, los ojos cansados. Lo repasé, sentí el sabor de la sangre en mi boca y separé los labios para tomar aire. Era frío, ardía, quemaba y me agotó, como un robot al que le quitan el enchufe.

    ¿Nunca iba a ser suficiente sangre?

    Me olvidé de todo, de lo que había preparado, de mi atuendo, los almuerzos y los cupones. La mente me quedó en blanco y siquiera recuerdo haber avanzado hasta él, hubo una laguna y, luego, alcé los brazos para sostener su rostro entre ambas manos. Lo hice con una lentitud estúpida, los dedos me temblaban apenas y sólo consiguieron detenerse al entrar en contacto con su piel. No me desprendí de sus ojos ni un segundo.

    —Al. —La voz me salió en un susurro y sentí un amargor insoportable en la garganta. Era el miedo, el cansancio, la ira y el amor—. ¿Qué pasó?

    Era el maldito dolor.

    no sé por qué andarías anxious pero no te preocupes, en qué cabeza cabría preparar semejante teatro y pretender no hacer nada al respecto (?
     
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  19.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Sentía tal ansiedad encima que por un momento pensé en lo desgraciada que debía ser la vida de la gente a la que se la comía viva esa sensación cada día, los eternos nervios, los sentidos amplificados y las malditas telas de araña moviéndose a toda velocidad sobre el mundo, plateadas, pero con la capacidad de tapar la luz del sol. Corrían como las cuerdas de los instrumentos, pero el ruido que producían era metálico y frío a pesar de su cualidad orgánica. Recordé el ataque de pánico y solo pude seguir pensando lo que era tener una versión light de eso a diario, sonaba espantoso. Pinchaba, picaba y jodía como una infestación de pulgas.

    Pensé que quizás debí hacerle caso al jodido Shimizu en modo sargento, porque en el fondo aunque el otro era un estúpido había algo en su núcleo que se ataba al mío y por eso seguíamos revueltos. ¿La búsqueda de justicia, quizás? No estaba seguro, pero me quedó más claro que me había llevado a su casa en un burdo intento de proteger a las personas que se preocupaban por mí de comerse la escena.

    Evitar que se empaparan de una sangre que no era suya.

    Se la echó toda encima sin titubear por un bien más grande que el propio, como un chivo expiatorio, una cabeza de turco. Había sido la definición de cajón de scapegoat.

    No sabía si lo que estaba haciendo era egoísta que te cagas, como siempre no sabía dónde comenzaba mi egoísmo para mutar en algo remotamente parecido al altruismo, la preocupación o lo que fuese. Mis límites se desdibujaban, se diluían y no los encontraba hasta que estaba desesperado y los marcaba con una fuerza ridícula. Actuaba por un bien que seguramente no era el bien común, pero era el bien de alguien y acudía a la sombras para usarlas como títeres, pero allí, a la luz del día, quedaba perdido.

    Porque mi lugar estaba en la negregura, había nacido allí.

    Aún así su respuesta a mi mensaje me rebotaba en la cabeza con insistencia, rebotaba, se perdía y regresaba. Era la prueba absoluta de que tampoco habría podido quedarme escondido en el búnker de Arata, que quizás habría hecho incluso más daño de haberme quedado estático y aunque no me temblaba la mano para medio matar a un cabrón en una callejuela, habían cosas que simplemente no podía hacer. Dejar a Anna colgando era una de ellas de repente.

    ¿Qué le había dicho el día del rasguño de Kurosawa? Que estaba acostumbrado. De hecho mi tolerancia al dolor debía dar hasta miedo, aunque claro que nunca me habían pegado semejante apaleada.

    Cuando por fin se giró hacia mí casi pude jurar haber visto el momento en que el alma le dejó el cuerpo, fue apenas verme y ya para cuando me repasó el rostro desde la distancia el frío que debía correrle por el cuerpo se proyectó a mí. El agua helada del océano me congeló los pulmones a pesar de que no reaccioné de forma visible y el nudo en la garganta que había forzado a deshacerse reapareció, apretado.

    Antes de darme cuenta se había acercado a mí, se había olvidado de todo lo demás y estiró las manos hacia mi rostro. Su tacto me resultó estúpidamente cálido en comparación en el viento que soplaba afuera, también paró parte de la ansiedad en seco y tragué grueso. Tomé aire con fuerza, cerré los ojos y relajé el rostro allí, entre sus manos, casi como un perro que alcanzó a llegar a su dueño luego de vagar como estúpido durante días y aunque quería largarme a llorar logré evitarlo gracias a alguna fuerza superior.

    —Akihabara, la parte que pega con Taitō —respondí en voz baja como si fuese alguna confidencia, aunque en sí era porque si alzaba el tono sentía que me iba a romper—. Me fui de la fiesta con Shimizu, terminamos por esos lados ya ni sé por qué, paramos a comprar una botella y cigarros.

    Me retiré de su tacto despacio, sin movimientos bruscos, y sin pensarlo demasiado me acuclillé aunque la movida me hizo arrugar los gestos porque me lanzó la punzada de dolor en las costillas a pesar de estar más drogado que Tolvaj con su oxicodona. Tuve que anclar una rodilla al suelo para no irme de boca, pero todo lo hice para poder envolver los brazos en su cintura, me aferré a ella como un genuino imbécil y seguí hablando desde allí.

    —Un pedazo de mierda le metió mano a una chica, te aseguro que la cara debe haberle quedado bastante peor que a mí. —Inhalé con fuerza otra vez, presionándola un poco más—. Lastimosamente sus amiguitos llegaron al rescate, tres contra uno, pero a los callejones nunca les importó la ley, ¿cierto? Así que la escribe uno mismo, ellos escribieron la suya y yo la mía.

    Como vuelva a poner un pie en Taitō está muerto.

    El solo recuerdo de la palabras del cabrón me lanzó el olor a sangre encima, fue abrumador y me tuve que callar de nuevas cuentas. Reviví el rojo, el negro, el blanco, la cascada de sangre que me empapó la vista y solo el calor del cuerpo de Anna supo mantener el agua teñida en su cauce.

    —Pero tenía que venir a ver si estabas bien, eso era todo. Todavía podía moverme, así que quería hacer al menos eso, lamento preocuparte. —La voz estuvo a nada de quebrárseme—. Lo lamento mucho, An.
     
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  20.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Llegados a cierto punto no me quedaba claro si las cosas simplemente me caían encima o las buscaba adrede. No tenía idea si ya habría nacido así o si en cierto punto del camino, por mala fortuna o malas decisiones, puse el pie justo sobre una mina perdida. El mecanismo se activó, la tierra estalló y me reventó las piernas. De eso no había vuelta atrás, ¿verdad? Sin importar cómo lo disfrazaras, las excusas que pusieras, nada volvía a ser igual. Era un punto de quiebre.

    Era elegir el hilo incorrecto.

    El caso era que ya llevaba tanto tiempo en este laberinto, buscando, buscando y buscando, que sólo me había seguido hundiendo en el fango. La luz era apenas distinguible, ya no recordaba direcciones, caminos o intersecciones. Las paredes, el cielo, el suelo, siempre eran el mismo. Como si diera vueltas en torno a una rueda o como si el paisaje se repitiera mediante una secuencia preestablecida.

    Era un puto bucle.

    Nunca había deseado la sangre ajena, ¿quién en su sano juicio lo haría? El problema fue cuando la primera vez no me asustó lo suficiente. Cuando los nudillos resbaladizos de Kakeru destellaron bajo las luces tenues del callejón y acepté su beso. Olía a sudor, sabía a sangre, era frío, metálico y aún así, decidí quedarme. Decidí hacerlo. El hilo se tensó, se enroscó en torno a mi cuello y el resto fue historia. La sangre no se detuvo, siguió alcanzándome de a ratos y ¿qué podía hacer, más que aceptarla y ahogarme en ella?

    Si era mi culpa.

    Vi a Altan cerrar los ojos y relajar parte de la tensión contra mis manos. Lo recibí sin chistar, mis pulgares incluso se activaron solos y le concedieron un par de caricias suaves. Fue un alivio dejar de recibir su atención por un rato, me di cuenta al sentir todo el peso de la angustia cayéndome encima y le permití fluir, le permití deformarme el semblante como le diera la gana. Podía otorgármelo en tanto Altan no me mirara. Allí estaba, molido a golpes y estúpidamente indefenso. No necesitaba detalles para saber que había sido una puta paliza, que debía doler como la mierda y seguro habría sido aterrador. Ya lo había visto antes, lo había palpado. De ese tipo de sangre ya me había manchado.

    Y sólo seguiría haciéndolo.

    Porque había jalado del hilo incorrecto.

    Aguardé por la historia con el aire congelado en los pulmones. Me grabé cada pequeña palabra a fuego, incluso sin pretenderlo, y las llamas crepitaron. Fue el movimiento de los troncos cuando comienzan a debilitarse y pierden su eje. Se derriban, las chispas bañan los alrededores de la fogata y quizá no ocurra nada, quizá todo siga su curso natural, o quizás una pequeña pizca de ira encuentre terreno inflamable y cause un desastre.

    Akihabara.

    Taitō.

    Shimizu.

    ¿A quiénes conocía de Taitō?

    ¿Nadie?

    Se alejó de mis manos, me confundió un poco pero lo dejé hacer. Seguí sus movimientos con una precaución estúpida, y apenas noté la dificultad impresa en su rostro le alcancé mis brazos para ayudarlo a bajar sin hacer mucho esfuerzo. Creí que me iría a la mierda, creí que iba a romperme en cientos de pedazos, pero estaba demasiado ocupada cuidando que no se hiciera más daño y controlando mi incendio.

    Tres contra uno.

    Joder, lo estaba apaciguando a punta de sudor y manos desnudas.

    No me agaché como tal, me quedé allí y mis manos viajaron a su cabello sin pensarlo ni medio segundo en cuanto se aferró a mi cintura. Comencé a acariciarlo de inmediato, en silencio, imprimiéndole una calma que no sentía pero que me desesperaba por transmitirle. Necesitaba hacerlo. Porque estaba allí, debía dolerle hasta el alma y caminar seguro era ya una puta mierda, pero estaba allí y entre toda la ira burbujeante también había un cariño inmenso.

    Lamento preocuparte.

    Lo lamento mucho, An.

    Había alzado la vista al techo del invernadero, a las nubes grisáceas meciéndose con pereza y al turquesa entre ellas, asomándose de tanto en tanto. Cuando lo hacía, a veces lo acompañaban unas gotas de sol que se derramaban sobre el cristal y me obligaban a entrecerrar los ojos. La voz de Altan se hacía lugar con la delicadeza de una pluma, su fragilidad también. Tomé aire cuando adiviné que habría acabado de hablar, relajé el cuello y me removí para sentarme en el suelo, frente a él. La falda del vestido se expandió en todas direcciones, busqué sus ojos para sonreírle y deposité las manos sobre sus hombros.

    —Con permiso, cielo.

    Lo atraje a mi pecho con el mayor cuidado posible, no sabía a ciencia cierta dónde le dolía y pretendía no causarle ni una pizca de daño. Mi corazón no lo toleraría. Lo acuné a cámara lenta, entonces, apoyé la mejilla en su coronilla y rodeé su espalda, buscando de acariciarla. Paseé mi mirada entre las flores que nos rodeaban y el fuego, ansioso por desatarse, accedió a echarse la correa encima.

    —No tienes nada por lo que disculparte, cariño —susurré, con una suavidad y una calma en la voz que me resultaron ajenas—. No hiciste nada mal, ¿me oyes? Absolutamente nada. Me da un poquito de pena que hayas venido hasta aquí, sólo tenías que enviarme un mensaje y habría salido pitando adonde sea que estuvieras. Lo sabes, ¿verdad?

    Esbocé una sonrisa floja y solté el aire por la nariz lentamente, cerrando los ojos.

    —Pero como sea, no hiciste nada mal. No tienes idea lo mucho que significa para mí que hayas venido hasta aquí, así que no te disculpes, sólo cállate y permíteme agradecerte. —Me separé lo suficiente para presionar los labios sobre su cabello y luego apoyé allí la frente—. Gracias, Al. De todo corazón, gracias.

    Gracias por venir.

    Me alegra haberme quedado.

    De momento podía pretender que lo demás no era relevante, que no había almacenado la información con la precisión de un relojero. Podía pretender que no había ahí afuera tres hijos de puta capaces de apalear a mi niño por la pura valentía de defender a una chica.

    Podía pretender que la correa resistiría.

    Que mi fuego no estaba ya hambriento.


    Me quedé allí, acariciando su espalda en perfecto silencio, porque lo único que deseaba en ese preciso instante era evitar que se siguiera desmoronando. Protegerlo, cuidarlo del puto mundo, darle de mi propia sangre si hacía falta. O ahogarme en la suya, me daba igual. Nunca era mi sangre, lo sabía y era insoportable, pero ¿a quién iría a engañar? Había aceptado la sangre de Kakeru y aceptaría la sangre de Altan la cantidad de veces que fuera necesaria. Era esa estúpida y quizás hubiera jalado del hilo incorrecto, quizá la mina me hubiera reventado las piernas, pero estaba allí, hundida en el fango, y no estaba sola. A mi alrededor había un montón de imbéciles y si lograba nadar hasta ellos, si conseguía prestarles refugio, mierda.

    Lo haría mil y un veces, lo sabía.

    Bebería de su sangre, así me ahogara.

    Porque era Altan.

    Era mi niño.

    —¿Duele mucho? —pregunté de repente, el silencio era tan imperturbable que tranquilamente el mundo podría haber pasado por muerto.


    sO STAY WITH ME MORE THAN MY BODY, YOU'RE MORE THAN MY HEART, YOU'RE MY BLOOD

    chale dice bLOOD no me había dado cuenta hasta precisamente ahora *c mata*
     
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