Emily Hodges Mis dedos acabaron viajando de nuevo hacia los chats y abrí uno que estaba vacío, aun dudando si teclear o no. ¿Era quizás muy temprano? I-iba a quedar como una desesperada, ¿v-verdad? Pero tenía tantas ganas... Akaisa-senpai ¿Podríamos vernos esta noche? Solo si estás libre, claro... Y si quieres... Bueno, ahí iba. Añadí un par de emojis sonrojados; al menos si se molestaba por haberle mandado demasiados mensajes de golpe, podría perdonarme si le daba algo de pena con eso último. Porque de verdad que me estaba muriendo de nervios. Dejé finalmente el móvil sobre la mesa de nuevo, bocabajo, porque ni quería pensar en ello, y me acabé lo que quedaba de té prácticamente de una. Miré a los otros dos con una sonrisa, intentando esconder los nervios pero agh. ¿Qué demonios? Comprobé la hora una última vez y me puse en pie de golpe. —Felicidades, senpai, sabía que llegaría este día, estoy tan orgullosa~ —bromeé, con una ligera risilla. Me giré después hasta la chica y me incliné en una reverencia. >>Me tengo que ir ahora, lo siento. ¡Nos vemos la semana que viene, senpai! —me giré un última vez hacia el chico, inclinándome también pero con una expresión algo más relajada—. Yo te he enseñado el invernadero, ahora te toca enseñarme el templo, no lo olvides~ Le guiñé el ojo y finalmente me dirigí hacia la salida del sitio. Si Katrina me decía que sí... iba a necesitar tiempo para prepararme. Y si me decía que no, iba a necesitar tiempo para morirme de vergüenza. Así que lo mejor era volver a casa, síp. Contenido oculto ¿Qué haga un relleno AÚN más gay? obvio
Kohaku Ishikawa —Muchas gracias, Mamiya-san. —Inclinó la cabeza, solemne, y le concedió a ambas chicas una sonrisa cálida—. Me pone muy contento estar en tan agradable compañía. ¿Hablaba de las flores? ¿De las muchachas? Quién sabe. Cuando Emily se incorporó, excusándose para irse, estaba acabando su taza de té. Revisó la hora rápidamente y la imitó. —Ah, ¿irás a la biblioteca para recoger a Thornton-san? Deja te acompaño, así vuelvo con Morgan. —Se inclinó hacia Mamiya y le sonrió como si nada—. Ha sido un placer, Mamiya-san, nos veremos pronto. Gracias por el té. Dicho eso, comenzó a caminar hacia la salida del invernadero y le sonrió a Emily, alentándolo para que lo siguiera.
Emily Hodges Mentiría si dijese que no me pasé gran parte de las clases pensando en lo que Katrina me había dicho. ¿Habría notado mi reacción o solo estaba molestándome como solía hacer? No sabría decirlo con claridad pero, indudablemente, había conseguido su objetivo. ¿Que la llamase si necesitaba algo? Claro. Sabía a lo que se refería y sabía que ella era consciente de eso. Además, no era para nada educado negar la ayuda de un senpai, ¿verdad? Las clases se hicieron especialmente pesadas, la lluvia no estaba ayudando mucho a que me concentrase y en realidad, solo me apetecía echarme un rato y dormir. Aun así, hice mi mejor esfuerzo en concentrarme y entender lo que estaba explicando, porque sabía que me costaría el doble de trabajo estudiar luego si no lo hacía. La campana anunciado el fin de las clases fue, sin embargo, un alivio enorme. Me despedí de Dante con una sonrisa y me dirigí hacia el aula 2-2, distinguiendo a Kashya pero no a Anna, cosa que... me preocupó bastante. Avisé a la albina de que me quedaría hasta que acabase su club y bajé las escaleras con paso algo pesado. Lo que iba a hacer... estaba teóricamente prohibido. Pero no pasaba nada, ¿verdad? Era solo un mal menor en comparación... a otras cosas. Sabía muy bien que no habían pillado a otros alumnos rompiendo otra clase de reglas, ¡no me pasaría nada! Así pues, con el maletín sobre la cabeza (porque rayos, ni se me había ocurrido traer un paraguas), aceleré el paso por el patio hasta alcanzar el invernadero. Nada más entrar me sacudí porque algunas gotas habían acabado quedándose sobre mí y no tardé en dirigirme hacia la mesa que había al final. Con un suspiro me dejé caer sobre la silla, estirándome sobre la misma segundos después. Lo bueno es que, en teoría, no tendría que haber nadie ahí así que podría estar tranquila. Saqué el móvil después de un rato y busqué el chat de Anna. ¿Pensaba que iba a escaparse de mí? Ni en sus mejores sueños. An-chan~ Si sigues en la Academia, ¿puedes venir al Invernadero? Me gustaría hablar de algo y aquí estaremos tranquilas~ Bueno, ya solo quedaba esperar, ¿verdad? Contenido oculto Gigi Blanche OLA BEBÉ LET'S BE GAY AND DO CRIMES cuando acabes con suzu ofc we are patient bitches
Muy bien, ¿qué hacía entrando al invernadero? Repasemos. Les había dicho a Suzu y Altan que los esperaría fuera, pero la siesta me devolvió toda la energía que me había drenado durante el fin de semana ¡y es tan jodidamente aburrido esperar! Además, siendo honestos, mi plan secreto era poder espiar lo que hablaban pero, pero, ¡pero no se oía nada! Y mira que paré la oreja, la pegué a la pared como si pretendiera atravesarla, qué se yo. Pff. Muy bien, primer factor. Segundo, estaba matando el tiempo en el móvil y me topé con el chat de Kakeru, y uní los puntos y, bueno, el jodido aliento de la hiena volvió a soplarme en la nuca. Me di cuenta que estaba sola y no me apetecía, en verdad, topármelo. No cuando había recuperado parte de mi alegría y, con ella, algunos colores. ¡Tercer factor! En medio del estrés absoluto reconocí la cabellera cian de Kohaku cerca de las escaleras y, hombre, nunca me eché un pique tan rápido. Me aparecí encima suyo como si nada, como si un rato antes no hubiera estado a punto de devorarlo. Dio un respingo al oírme llamándolo prácticamente en su oído y ¡oh, coincidencia! También se dirigía al invernadero. ¡Tenía que ser cosa del destino! Me enredé a su brazo y lo arrastré por las escaleras, a lo que él me preguntó qué hacía en el pasillo de tercero y me iluminó. —Mini Ishi, en verdad eres un ángel —dije con toda la carga melodramática encima, sacando el móvil. Busqué el número de Konoe y tipeé rápidamente. Suzu! Me encontré con un amigo y vamos a ir al invernadero Cualquier cosa, bueno, voy a estar ahí~ Al final entre tanta broma y estupidez seguía sin pedirle el número a Altan. ¡Quizá moriría sin saberlo nunca! ¡Y así acabé en el invernadero! Vaya, una parte de mí sentía que se había salvado por los pelos de toparse con Tomoya, pero quién sabe. Quizá sólo estuviera siendo ridículamente paranoica. Cruzamos el camino principal, era mi primera vez allí y no podía borrarme la sonrisa del rostro. Inhalé profundo, la fragancia de las flores era en verdad exquisita. Cuando la vi a Emily, sin embargo, el cuerpo se me tensó un poquito. No es que estuviéramos mal, pero... no había sido muy justa con ella. Tenía que disculparme. —Hola, Em —la saludé, más calmada, junto a una pequeña sonrisa—. ¿Cómo va? Kohaku hizo como si nada y se puso a buscar las cosas para hacer el té, luego de saludar también a la chica. Yo me quedé de pie frente a ella, como si no tuviera el derecho a sentarme o qué se yo. A veces podía ser bastante idiota. Contenido oculto Yugen te etiqueto por las dudas porque hay un mensaje para Suzu (?
Emily Hodges En verdad me estaba empezando a quedar dormida; entre la tranquilidad del invernadero y las gotas sonando tan lejanas, el sopor acabó cerniéndose casi por completo sobre mí. Por suerte, la respuesta de Anna me llegó en el momento justo antes de caer rendida y eso me permitió tener tiempo para despertarme por completo para cuando la chica llegase. Como había dicho, no tardó mucho en llegar y en cierta medida me alivió ver que venía con Kohaku porque eso haría las cosas menos incómodas, en el peor de los casos, ¿verdad? Aunque eso también hacía que fuese algo más difícil sacar... ciertos temas. Sea como fuere, lo saludé con una sonrisa hasta que lo vi alejarse y centré después toda mi atención en la chica. —Todo bien~ Contenta de que hayan acabado las clases, la verdad~ —respondí, sin perder la sonrisa. Me fijé entonces en que se había quedado de pie y extendí los brazos por la mesa, hasta dar un par de golpecitos en el extremo que había delante de mí. >>Siéntate si quieres. ¿Cómo estás? Te noto más contenta~
Recibir sus ojos me envió una descarga de culpa y alivio a partes iguales. Emily lucía igual que siempre, no encontré el menor rastro de molestia o rencor en su semblante y... mierda, ¿es que todo me lo había inventado yo? ¿Otra vez? Una parte de mí aún cargaba con la idea de haberla utilizado para parchar mis heridas, estaba cansada de sentir que usaba a la gente para lo que necesitara. Y no sabía dónde trazar la línea, hasta dónde exigirme y qué cosas tolerarme. En el fondo lo sabía, ¿verdad? Aunque no consiguiera evitarlo. Que era estúpidamente dura conmigo misma y utilizaba ese reflejo sobre los demás, resguardándome en la idea de que todos me verían así. Solté una risa vaga y me rasqué el brazo. Las clases, ¿eh? No podía opinar, no era como si hubiera asistido o algo, así que lo dejé fluir sin mayores complicaciones. Al recibir su invitación para sentarme asentí, obediente, y me apresuré hacia la silla que me había indicado. Alisé la falda debajo de mis muslos en un movimiento algo impropio de mí, como si toda la ceremonia de tomar té me hubiera activado en la cabeza un chip para ser más educada o delicada. ¿Cómo estás? Te noto más contenta. Pestañeé, alzando la vista a Emily, y esbocé una sonrisa tranquila. Eh, era verdad, la última vez que me la había topado fue cuando recién, recién arrancaba el día y seguía hundida en la mierda. Luego me vio... bueno, vio el rollo de Astaroth y me desaparecí en el baño sin siquiera hablarle, cuando había sido ella la primera en acercarse al notar cuán alterada me encontraba. Me mordisqueé la mejilla y me corrí el cabello detrás de la oreja, entrelazando las manos sobre la mesa. —Estoy... mejor, sí —acordé, en voz baja, y asentí en un intento por reafirmar mis palabras, para convencerme a mí misma de ellas; mi sonrisa se ensanchó—. Más tranquila, por suerte. Había sido un día caótico, justo como el viernes, pero las piezas tendían a encontrar su camino para encajar entre sí y no había estado sola, Altan me había ayudado a ubicarlas en el rompecabezas. Puede que nos hubiéramos acercado, que hubiera echado mi cabeza en su regazo y que él me hubiera besado con otras intenciones, pero de alguna forma, en el camino, lo logramos. Volver a nuestros ejes. —¿Tú cómo estás, Em? ¿Qué tal... tu día?
Emily Hodges Observé con cuidado sus movimientos hasta que sentó en la silla y le dediqué una sonrisa amable al verla finalmente sentada. Lo cierto es que no pude evitar la pequeña chispa de diversión en mi mirada al ver como se estaba comportando. ¿Y todos esos nervios? Ni que fuese ya una extraña. ¿Preocupada por su actitud, quizás? Bueno, ella no sabía ciertamente que estaba más que acostumbrada a toda clase de reacciones por parte de mis amigas. —Me alegro, cariño~ —dije, sincera, apoyando la cabeza sobre las palmas de mi mano para mirarla mejor—. ¿Mi día? Ha estado bien, supongo. El almuerzo ha sido un poco... interesante, diría. Pero en el buen sentido~ Me quedé un rato en silencio, meciendo mis piernas mientras sopesaba lo que quería decir, y finalmente le dirigí una mirada de soslayo a Kohaku antes de inclinarme un poco más en la mesa y bajar el tono de voz. >>Yo... esto... quería saber si algo de lo que hice el sábado te molestó, Anna —dije, notando como un inevitable rubor se me colocaba en las mejillas y tuve que apartar la mirada después de un rato—. Porque quería decirte que lo siento, no quería incomodarte...
A cada segundo que pasaba lograba relajarme más y más, con la dulzura inherente a la voz de Emily, sus maneras y la forma en que me miraba; era cálido, seguro y libre de problemas. Me hizo sentir verdaderamente estúpida por haberme comido tanto la cabeza en torno a mierdas que no estaban del todo allí. ¿Me arrepentía de lo que había ocurrido el sábado? Era difícil de definir, si tuviera que hilar fino... más bien me arrepentía de las condiciones en que todo se había dado. Pero no de haberla besado en sí. Se me escapó una risa floja al oír el tono curioso que utilizó para hablar del almuerzo, que me relajó el cuerpo y me alentó a clavar los codos en la mesa y mirarla con mayor confianza. —¿Eh~? ¿Y por qué fue interesante, si se puede saber? Luego se inclinó hacia mí y noté que había chequeado la distancia de Kohaku antes de abrir la boca. Tragué saliva, los nervios repentinamente habían regresado pero así como llegaron se fueron. ¿Se estaba... disculpando? —¿Qué? —repliqué, notando luego que había hablado fuerte y me encogí un poco, cubriéndome los labios por reflejo; se me escapó una sonrisa y miré a Emily—. ¿Molestarme? Por Dios, no, Em. Yo... en verdad... quería ser yo la que se disculpara contigo, ¿sabes? Siento que te presioné y te llevé a lugares que quizá no fueron buena idea y... —El calor me subió al rostro y también le eché un vistazo a Kohaku, pero estaba muy enfocado seleccionando hierbas—. Y luego lo del parque, y... no lo sé, Em, siento que hice eso, presionarte, porque no estaba muy bien y no pensé en ti y en si te sentirías cómoda y... Me obligué a tomar aire y soltarlo poco a poco, así de paso calmaba la verborragia. —En fin, que yo quería disculparme contigo. —Busqué su mano en un impulso ansioso por calmarla y le di un apretón suave—. Pero no pienses que me molestaste de alguna manera, por favor, porque no hay nada más alejado que eso. Me divertí mucho, de hecho, y... Solté sus manos para regresar a mi posición original poco a poco, mientras el maldito calor volvía a asolarme las mejillas. Clavé la vista en mi falda, jodidamente nerviosa, y me puse a arrugar y doblar sobre sí los tablones entre mis dedos. —Y me gustaría seguir haciendo cosas así contigo, ir al cine, un helado, lo que sea. Hacía muchísimo tiempo que no salía con una amiga, ¿sabes? Y... de verdad me divertí mucho.
Emily Hodges Quizás estaba un poco más nerviosa de lo que quise aparentar, me di cuenta cuando suspiré aliviada y mi cuerpo se destensó al escuchar su respuesta, sin siquiera haberme dado cuenta de que me había tensado al esperarla. Negué rápidamente con la cabeza cuando dijo lo de presionarme pero no dije nada, prefería no interrumpirla en ese momento. La escuché con atención y correspondí al apretón de manos, en un gesto mutuamente conciliador. La vi después, jugando nerviosamente con la falda mientras terminaba de hablar y lo cierto es que no pude controlarme, se veía demasiado tierna. Me levanté casi de un salto y rodeé la mesa hasta quedar a su espalda, pasando los brazos por encima de sus hombros para atraerla hacía mí en un abrazo quizás demasiado efusivo. —Me encantaría, Annie~ —respondí, cantarina, mientras restregaba la mejilla contra la suya—. Hay un montón de sitios a los que quiero llevarte~ Reí ligeramente, contenta ante la idea, y me incorporé solo un poco, para dejar la barbilla sobre su cabeza pero aun con los brazos sobre ella. Comencé a menearme de un lado para otro, suavemente. >>No me sentí para nada presionada, cielo. ¿Sabes? De hecho me siento muy cómoda contigo, como si supiese que no me va a pasar nada malo mientras estés ahí, estemos donde estemos. Además, debes haberte dado cuenta también, ¿verdad? Tampoco soy ninguna santa~ Le piqué la mejilla con cierto aire juguetón antes de separarme finalmente y volver a mi asiento. >>¿El almuerzo dices? —continué, alzando un pozo la voz para que el chico no sospechase demasiado—. Estuve con nuestro senpai aquí y Akaisa-senpai, pero luego vinieron un par de amigos de la chica y... digamos que los chicos eran nuevos y no saben con quién se meten~ Ishikawa-senpai puede decir también lo que pasó~ A veces podía ser un poco mala también.
¿Cómo había conocido a Emi, exactamente? Fue en la fiesta de la azotea, esa mierda super ilegal a la que llegué con la cabeza programada para cagarla y acabé consiguiendo calor, amistad y cariño. El tiempo con Jez en el aula, los retazos de verdad que le confié y el abrazo. El primer abrazo en mucho tiempo. Luego Emi, que apareció bastante de la nada y... ¿qué me había dicho? Dios, ya ni recordaba, y tampoco tenía mucha idea cómo habíamos progresado de eso al presente pero ¿quién era yo para quejarme? Emily rodeó la mesa y antes de poder razonarlo ya me había echado los brazos sobre los hombros, buscando pegar su mejilla a la mía. Mis manos, hace un momento jugueteando con la falda, se congelaron un momento antes de volver a mi regazo, relajadas, y solté el aire por la nariz junto a una sonrisa genuinamente dulce. Incluso cerré los ojos un instante, como un cachorro siendo acariciado. ¿Sitios a los que ir? —¡Yo también! —exclamé, mientras ella comenzaba a balancearse y yo me mecía a su mismo ritmo—. Podríamos hacer una lista y todo~ Solté una risa breve, repentinamente emocionada con la idea. Si en algo contribuía mi culo inquieto era para mantenerme siempre activa, cuando salía de la escuela temprano y no quería volver a casa; había acabado recorriendo cualquier cantidad de lugares de Tokyo por puro amor al arte. Joder, sus palabras seguían y seguían siendo un auténtico ansiolítico o algo así. Me ponía tan contenta saber que se sentía cómoda conmigo, que se había divertido, que... no se arrepentía, o la había espantado y, Dios, creo que hasta entonces no fui consciente de cuán aterrada estaba de que Emily me botara a la basura. Por fenómeno, loca, pandillera, perra, lo que fuera. Por cualquiera de las mierdas que me habían dicho y había acabado pintarrajeando en mi reflejo. Quizá fuese una estúpida por quedarse conmigo pese a todo, una suicida, incluso, pero no era lo suficientemente valiente para apartarla y, si debía ser franca, tampoco me apetecía. Me agradaba Emily, me divertía con ella y quería que fuéramos amigas. Además, debes haberte dado cuenta también, ¿verdad? Tampoco soy ninguna santa~ —¿Eh~? ¿Dices? —la molesté por igual, riendo suavemente—. No lo sé, Em, no estoy muy segura. Quizá tengas que seguir convenciéndome de que no lo eres~ Me picó una mejilla, a lo que arrugué la nariz y solté otra carcajada, y la seguí con la mirada mientras volvía a sentarse. Me di cuenta en su cambio de voz, asumiendo que la conversación privada ya había pasado, y me permití relajarme. Eché la espalda hacia atrás y me crucé de piernas, dejando caer la cabeza para ver a Kohaku, unos cuantos metros detrás mío. —A ver, mini Ishi, ¿me ayudarías aquí~? La señorita parece no querer hablar. —Enderecé mi vista, entonces, y la clavé en Emily—. ¿Debería obligarla~? La voz de Kohaku nos alcanzó desde allá, ni siquiera se había girado. Estaba muy concentrado aún seleccionando hierbas o lo que fuera, el té siempre había sido un jodido ritual para él y era futil pretender sacarlo de ahí. —Ah, eso —dijo—, bueno, vamos a decir que hemos caído en una auténtica escuela de exhibicionistas. Y las tradiciones son bastante contagiosas, ¿a que sí, An-chan~? Me giré casi violentamente hacia él, bueno, su espalda, y rogué por que el calor no llegara a mis mejillas. Jodido cabrón, ¿era lo que pensaba? Tuve el puro impulso de taparme el cuello con la mano pero habría sido demasiado obvio, así que me contuve y, en su lugar, busqué acomodarme el cabello sobre los hombros de la forma más disimulada posible. Hijo de puta.
Fumarme un cigarro se había convertido en fumarme dos de corrido, sin pausa prácticamente, a como me lo permitió tener todavía el pulso jodido y los sentidos alterados, exageradamente afilados a cualquier mierda. La lluvia, cada gota, alguna puerta abriéndose de la última gente que se estaba yendo ya fuese a casa o a sus clubes, mi propia respiración y la sangre palpitándome en los oídos. El rojo y el negro. Al menos tuve la decencia de enjuagarme la boca al salir y esculcar en la mochila hasta encontrar un caramelo viejo de café, que seguro se me había quedado ahí desde quién sabe cuándo, para sacarme algo del sabor a humo aunque realmente casi no lo sentía ni yo mismo. ¿Qué trataba de hacer, aparecerme como si no me hubiese metido hasta el final del Inframundo y echado un vistazo al Tártaro desde dónde los titanes me miraron directo a la cara? Sin dudas, mierda. Al salir miré hacia la 3-1 de puro reflejo, luego de nuevo hacia el final del pasillo para comenzar a caminar hacia allí y bajar para dirigirme al invernadero. Había que ver el poder destructivo de esas bestias, el que yo les había conferido solo con los fragmentos sueltos que Anna me había confiado, que solo haberlo visto el hijo de puta había logrado sacarme de mi centro los centímetros suficientes para que todo lo que había logrado estuviese al borde de irse a la mierda. De nuevo el humo. De nuevo la ira sin dirección. Crucé el camino de piedra sin siquiera molestarme en taparme de la lluvia al menos con la chaqueta o la mochila, realmente me daba un poco igual, después de todo yo mismo era agua así que no era importante. Di los primeros pasos dentro del invernadero con cautela, sintiéndome totalmente fuera de lugar pero bueno ya me había decidido y no me iba a regresar así porque sí. De cualquier manera me distraje con las plantas aquí y allá, que reactivaron el archivo de forma tenue. Nombres de flores, variedades de color, significados posibles, temporadas de floración. ¿Por qué sabía tantas mierdas de esas? Bueno, a mamá le gustaban las flores así que me parecía normal o algo así, servía para hacerle conversación. ¿Qué Mamiya no se enterara había dicho Suzu? Hecho, porque total me caía en los huevos la jodida. Eso sí, me había recordado que se suponía no debía haber gente en el invernadero por la lluvia y no sé qué mierdas, pero la verdad era que romper esa regla no se comparaba ni con la mitad de desastres que había hecho en ese día e incluso de no haber sido así, me daba bastante igual seguir rompiendo normas a diestra y siniestra.
Emily Hodges Alcé las cejas, entre sorprendida y divertida cuando escuché lo que dijo, para después sonreír ligeramente y guiñarle el ojo como única respuesta. No lo habíamos mencionado directamente pero ambas lo sabíamos, ¿verdad? Que no nos arrepentíamos del tonteo y los besos, después de todo. Qué divertido~ Aun con la sonrisa divertida impregnada en los labios le devolví la mirada y después la llevé hacia el chico en cuanto habló. Y entonces, lo noté, porque aunque no lo mostrase era jodidamente perceptiva... sobre todo para esa clase de cosas. Me incliné de nuevo sobre la mesa, hasta quedarme a unos centímetros de la chica, y casi de manera inocente aparté un par de mechones del pelo que había intentado acomodar. —Anda, An-chan, pero si parece que tu receso ha sido más interesante que el mío, ¿no~? Rocé con la punta de los dedos la marca de su cuello antes de dejarme caer de nuevo sobre la silla, cruzándome de brazos y sin perder la sonrisa en ningún momento. >>Eh, un segundo —solté entonces, como si de repente recordarse algo de vital importancia—. Ahora que lo recuerdo. Senpai, ¿no te fuiste de la cafetería a mitad del almuerzo? —intercalé miradas entre ambos entonces, con una expresión de sorpresa—. No me digas que... Claro que sabía que no, ¿pero qué mal podía hacer fingir un poco?
Joder, pasó lo peor. Estaba viendo a Kohaku como si pretendiera perforarle la espalda o algo cuando sentí un tacto suave en la piel de mi cuello. Di un respingo, encontrándome a Emily estúpidamente cerca, y me congelé mientras corría unos mechones de mi cabello. Tragué saliva y sentí, no lo sé, toda la sangre del cuerpo en mi cara. Ojalá me tragara la tierra. Y la cosa no acabó allí. Emily pareció rumiar en torno a una idea que no hacía más que preocuparme y cuando soltó la pasta, yo apenas llegué a alzar las cejas y sacudir enérgicamente la cabeza; la reacción estrella se la llevó Kohaku. —¿Eh? —Se giró de golpe hacia nosotras, tenía una taza en una mano y un frasquito en otra—. ¡No, no! ¡N-nada de eso! Es que recibí una llamada de Gotho-kun para que lo ayudara con unas cosas, entonces fui a la enfermería y luego hablé con Morgan y... Él también estaba rojo como un tomate y eso me arrancó una risa, pese a mi propia vergüenza. Me tapé la boca con una mano antes de señalarlo, como si de repente Ishikawa fuera la única víctima en todo esto, y me incorporé para ir donde él. —Calma, calma, cariño, respira conmigo —lo molesté, sedosa, y Kohaku soltó el aire por la nariz como un toro cabreado. Alternó su mirada entre ambas antes de volver a girarse hacia sus cosas, quizá en busca de conservar la poca dignidad que le quedaba, y su voz llamó mi atención. —Ah, Sonnen-kun. Fue una especie de bote salvavidas y guillotina al mismo tiempo, pues ahí llegaba el verdadero culpable de esa puta marca que sólo me traía desgracias y no quería que Emily atara cabos, así que me lancé encima de Altan antes de que se uniera al desastre y, con suerte, la chica dejaría de indagar. —¡Al! —Atrapé su muñeca a la carrera y lo obligué a girar en redondo, para que le diera la espalda a los demás sin... saber muy bien por qué, estaba un poco agitada y entrada en pánico—. ¿Todo bien? ¿Qué tal te fue con...? Miré en todas direcciones, contrariada. Si estaba ahí era porque Konoe había leído mi mensaje, ¿no? —¿Dónde está Suzu?
Emily Hodges No pude evitarlo, la verdad, prácticamente estallé en carcajadas al ver la reacción de ambos y hasta tuve que limpiarme una lágrima que amenazó con salirme de los ojos. Ah, dulce, dulce venganza~ Giré la cabeza con curiosidad cuando escuché el nombre y vi a Anna prácticamente salir corriendo, alzando una ceja al analizar su reacción. Tomando más en serio el tema... ¿podría haber sido él? Habían ido a la enfermería y Altan parecía tranquilizarse con ella. Sea como fuere, al final del día no era una persona maliciosa y no insistiría demasiado por el momento. Parecía, además, que tenían algo de lo que hablar así que... Me levanté de la silla y, en silencio, me acerqué hasta la posición de Kohaku. —¡Te pillé! —exclamé, atrapándolo con los brazos por la espalda en una especie de ataque sorpresa algo infantil—. Lo siento por molestarte, senpai~ —murmuré, ladeando la cabeza hacia un lado para buscar su mirada—. Aunque es lindo ver que te puedes sonrojar tanto~ ¿De dónde salían esas confianzas, a ver? Me separé después de unos segundos y me quedé a un lado suyo, apoyada sobre la mesa en la que estaba preparando el té. Recuperé entonces un poco de seriedad y algo de preocupación, a decir verdad. >>Aunque en realidad sí quería preguntarte... ¿pasó algo grave? Contenido oculto WE ARE SO CHAOTIC also hold my chill ship
Estaba distraído todavía pero me llegó la voz de Hodges, amortiguada por la lluvia de afuera. Medio pude escuchar de qué hablaba, pero no le di la importancia suficiente en realidad, al menos no hasta que la situación giró hacia el pobre diablo de Ishikawa que parecía estar siempre en el momento incorrecto en los lugares incorrectos. Por la dignidad de no morir bajo la ira de Anna obviamente me iba a quedar callado hasta dónde me fuese posible. La voz del chico llamó mi atención. —Ishikawa~ —saludé, dándole dirección a mis pasos hacia donde estaban los tres—. ¿Todo en orden? No me refería al pedazo de desastre que se estaba montando Hodges por el cuello de Anna, obviamente, sino a la mierda de la enfermería más que nada incluso si no me respondía más que un par de palabras de rutina. Apenas había dicho eso cuando Anna se me lanzó encima prácticamente, obligándome a darle la espalda a los demás. El pánico se le veía en la cara y la agitación que se cargaba, a pesar de no ser mucha, y la verdad es que aunque venía de haber topado con otra versión de Satanás personificado la cuestión me hizo gracia y contuve la sonrisa que me bailó en los labios. —¿Qué pasa, An? ¿Nerviosa? —Al menos tuve la decencia de no alzar demasiado la voz, pero Dios qué jodido hijo de puta. En su defecto lo dejé ir sin más—. Me fue bien, en realidad mucho mejor de lo que esperaba. Suzu quería hablar con el maldito estúpido de Gotho, creo que lo vi en los casilleros así que bueno... Estarán a la vista de todo el mundo, nada de qué preocuparse, y le dejé mi número para que me llamara si necesitaba cualquier cosa. Ah, eso me recordaba algo. Esta vez dejé que algo de la sonrisa se me filtrara y me incliné apenas hacia ella, mientras me sacaba el móvil del bolsillo y se lo extendía. >>Venga, déjame tu número antes de que se me vuelva a olvidar, cielo. Otro susurro, casi ronroneo, que Hodges luego de haberse descojonado y volcar su atención en Ishikawa no tenía por qué escuchar realmente. Bueno bueno, ¿pero no venía del absoluto colapso? En realidad todavía tenía el pulso un poco en la mierda, inestable, y se notaba en la mano que sostenía el móvil frente a ella pero esperaba que estuviese lo suficientemente paniqueada para que lo pasara por alto.
Estaba terminando de preparar las hierbas dentro de los infusores cuando apareció Altan. Anna se le fue en banda y Kohaku alzó la mirada al oír que el otro lo saludaba. Su pregunta le arrancó una sonrisa suave pues comprendía la carga subyacente, pese a parecer una cuestión tan cotidiana, de manual, y asintió. —Todo bien, Sonnen-kun, gracias. ¿Te quedarás para tomar un té? Lo había preguntado aunque, siendo honestos, ya había buscado un cuarto infusor entre los utensilios metódicamente organizados de Mamiya-san. Les quitó la atención de encima en cuanto él y Anna se pusieron a hablar; Kohaku sabía la verdad de esa... marca o, bueno, estrictamente hablando la intuía. De cualquier forma su intuición solía funcionar mejor que los ojos de muchos idiotas. Como fuera, podría haberle pasado la pelota a Altan y librarse del asunto, pero allí entraba en juego su paquete de límites morales y por muy poco tiempo que llevaran conociéndose, Altan le caía bien. Y cuidaba a Anna. Era más que suficiente para serle leal. Había oído a Emily acercándose por detrás pero su abrazo lo pilló desprevenido, como aquella vez en el patio donde de una broma a otra había acabado... besándolo. Bueno, no en la boca boca, sino algo cerca pero... se entendía el punto. Kohaku dio un respingo y cerró el infusor algo de golpe, preocupándose inmediatamente por haberlo forzado o similar. Tras inspeccionarlo suspiró de alivio y digamos que también lo aprovechó para intentar relajarse y disipar el suave rubor de sus mejillas. Esa jodida niña se divertía harto molestándolo, ¿verdad? Le recordaba a otra enana. Sin dudas se llevaban bien. ¿Lindo era verlo sonrojado? Venga ya. Se limitó a soltar el aire por la nariz de golpe, como había hecho recién, y enfocó toda su atención y voluntad en proseguir con su labor aunque, siendo sinceros, de soslayo no le perdió pista a los movimientos de Emily. Ya no quería más bochorno ni sorpresas. Estaba acomodando los infusores dentro de cada taza y estas en sus platillos cuando la chica volvió a abrir la boca, ahora para tratar un tema digno de Dios. Kohaku contuvo el suspiro de alivio y la observó un breve instante antes de seguir preparando todo. —¿Grave? No, no, para nada. No tienes de qué preocuparte, Hodges-san. ¿Qué se suponía le dijera, de todas maneras? El auténtico desastre que lo había recibido en la enfermería era tal que ni él pudo brindarle origen, causas y consecuencias. Fue como empezar una película por la mitad, o peor, sólo ver los últimos diez minutos. Luego ató algunos retazos con lo que contó Alisha, luego Altan y... ugh, ni siquiera le apetecía pensar en eso. Había sido francamente desagradable y aunque jamás fuera a resentirse con ella, aún le pesaba un poco la furia de Anna. No le había generado miedo, pero sí una profunda incomodidad que le apretó la garganta y le inyectó este deseo tan intenso por huir de allí. Lo había ahogado sin siquiera tocarlo, como un auténtico círculo de fuego. Mal que mal, la pregunta de Emily también le recordó lo importante o, bueno, al menos en lo que él prefería enfocarse. Dejó sus manos quietas un minuto para buscar en su bolsillo y pender frente a la chica una bolsita de plástico transparente atada con una cintita verde. Dentro había cualquier cantidad de hierbas deshidratadas. —Por cierto, ¿te gustaría quedarte esto, Hodges-san? Son hierbas de mi casa para hacer infusiones, oferta limitada~ —Le sonrió un poquito más amplio, ladeando la cabeza, como si la invitara a agarrarlo—. Si gustas puedo contarte qué hay y para qué sirven. Identifiqué más allá de Altan que Emily se le había lanzado encima a Kohaku y que el pobre diablo casi escupió el alma por la boca. Dios, qué inmisericorde podía ser esa chica cuando quería. Me recordaba bastante a mí. Para colmo, Altan se subió al tren de la joda y aunque hubiera mantenido la cara de culo de siempre al molestarme pude notarlo, ahora que poco a poco lo iba conociendo. Le clavé la mirada con los ojos entrecerrados y le hice burla silenciosa antes de relajar el semblante para oír cómo le había ido con Konoe. Aproveché para suspirar y liberar algo de tensión contenida tras todo ese ataque despiadado, y en verdad, sin importar cuán imbécil se hubiera puesto, saber que todo había ido bien me arrancó una sonrisa casi de oreja a oreja. —Me alegro mucho, Al, de verdad. Aún me preocupaba un poco que Konoe lo siguiera buscando pero bueno, la entendía. Entendía su necesidad de afrontar a los lobos y oír las cosas de sus propias bocas porque... estaba en las mismas. Una parte de mí, más allá de la ira y el terror, necesitaba encarar a Tomoya y preguntarle mierdas que a día de hoy seguían carcomiéndome la cabeza. —¿Viste que no iba a ser tan malo~? —lo molesté, codeándolo suavemente, y solté una risa floja—. Ah, finales felices, me encantan. ¿Qué se dice ahora~? ¿Hmm? En verdad me daba igual mi rol en todo eso, si me agradecía o no o la mierda que fuera. Mi única prioridad era que Altan y Konoe recompusieran su relación, en ascuas desde el viernes, y ahora que por fin parecían haberlo conseguido... estaba tan contenta que una sensación cálida se había alojado allí, entibiándome el pecho. ... y le dejé mi número para que me llamara si necesitaba cualquier cosa. Abrí la boca a punto de decirle lo mismo que él había recordado, y verlo sacar su móvil me hizo reír sumamente divertida. Sin embargo no me esperaba semejante cambio de actitud, que aquella sonrisa revoloteara en sus labios y su ronroneo bajo me arrojara de vuelta a las luces rojas del cuarto oscuro. Eh, juguetón~ Le sostuve la mirada y le arrebaté el móvil prácticamente a tientas, motivo por el cual no reparé en su falta de pulso; bueno, eso y que en general era un poco tonta. Lo vi de soslayo, habiéndome girado hacia un costado, y una sonrisa similar a la suya curvó mis labios mientras sostenía su móvil entre ambas manos, golpeteando uno de los bordes con la yema del dedo. —Hmm~ ¿Cómo debería agendarme? —tonteé, en tono suave, y el aparato alcanzó a cubrirme los labios—. ¿Alguna idea, cariño?
La pregunta de Ishikawa me había hecho regresar la atención a él un instante, luego de escuchar su respuesta de cajón. —Bueno, vine hasta aquí así que eso supongo. Pobre criatura eso sí, Hodges se cargaba una cantidad de pólvora en el culo que casi le hacía competencia a Anna y se notaba a leguas que Kohaku era, bueno, un japonés todavía más prototípico que yo para algunas cosas. Esa cercanía podía ponerlo de los nervios. Era posible, por otro lado, que se oliera ya lo que había pasado luego de que me quedase esperando a Anna en el pasillo de tercero. Ishikawa se hacía el desentendido, pero tonto no era. En su defecto debía agradecerle en algún momento el voto de confianza que me estaba dando. Me había ayudado con la mierda de Gotho, confiaba en que cuidara de Anna, incluso si en los intermedios me la hubiese terminando comiendo en un puto cuarto oscuro a mitad de la escuela. Pero bueno, detalles. Cuando Anna me codeó para decirme lo de la charla con Suzumiya solté el aire con algo de fuerza, un poco como había hecho ella cuando le recordé lo de la marca en el cuello. —Sí, sí. Gracias y eso —solté junto a una risa floja. Luego me arrebató el móvil, así que obviamente no notó que se me bailaba el pulso y con eso me bastaba. Regresé la mano a mi espacio, mientras la jodida loca me seguía el rollo aprovechando que los otros dos estaban en su propio mundo. Avancé unos pasos, los suficientes para matar la distancia entre ambos y le enredé el brazo en la cintura unos segundos, cuando la dejé ir deslicé los dedos por su espalda baja con toda la intención. Al menos me contuve de no buscar colarle la mano bajo la ropa. Había que tener algo de piedad con los demás, solo en caso de que se giraran o qué sé yo. De nuevo aprovechando la distracción de Ishikawa y Hodges, me incliné apenas para alcanzar a hablarle al oído. —¿No se te ocurre nada? —murmuré—. Princesa. Miré a los otros de soslayo como ella me había mirado a mí, antes de dejarle un beso en la mejilla y apartarme por fin. Contenido oculto SLOOOOOW DOOOOOWN IT'S A SCIEEEEENCEEEEEE HE CAN HOLD U AND SHAKE U CHIIIIILD Al y Anna: uy wey esto quizás sea weird después Also Al y Anna: que liguemos frente a todo dios disen
Emily Hodges Me giré un poco para mirarlo mejor, a la espera de su respuesta y suspiré algo aliviada, relajando la postura al escuchar que no había sido nada grave. Bien podría estar mintiendo o quién sabía, pero no parecía ser ese tipo de persona... y en todo caso, él parecía estar bien así que era lo único que realmente me importaba. Asentí con la cabeza ligeramente, sonriéndole, antes de dirigir mi atención hacia los utensilios para hacer el té, realmente curiosa por ver el proceso que el chico seguía. Eh, parecía que le ponía mucha atención, quizás pudiese aprender algo~ Sea como fuere, paró sus movimientos y tuve que levantar la vista para mirarlo, pestañeando un par de veces sin entender. ¿Quizás prefería que me fuese y trabajar en paz o...? Bajé la mirada hacia la bolsita que me estaba extendiendo y tuve que volver a mirarlo un par de veces antes de finalmente aceptarla con una sonrisa de genuina alegría y las mejillas sonrosadas, solo que en aquella ocasión no por vergüenza si no por la sensación cálida que estaba teniendo en el pecho. Era una tontería, ni siquiera lo había preparado específicamente para mí pero... me lo estaba dando, y era más que suficiente. —Muchas gracias, senpai~ —dije con suavidad, llevándome la bolsita cerca de la nariz para olisquearla—. Me gustaría mucho saber lo qué hay dentro, síp. Aunque me gustaría mucho más no tener que abrirlo y guardarlo, la verdad. Contenido oculto Emi está tan en su jodida burbuja de softness que va a ignorar a los pendejos AUN cuando podría divertirse tanto (????
Nunca había sido una persona, digamos, demasiado centrada. Tendía a irme en banda con facilidad, y no sólo con respecto a conflictos, ira y toda la mierda. Me dejaba arrastrar por la corriente con facilidad, en ese sentido me parecía a Kohaku aunque él jugara un rol más bien pasivo, como una estrella de mar cediendo a las mareas; yo intentaba conseguir relevancia, autoridad, lo que fuera, con semejante testarudez al punto de ser fuego y pretender convertirme en agua. Incluso durante mis tiempos con los boomslangs, a pesar del silencio y la apatía, puede que me hubiera amoldado lo suficiente hasta convertirme en serpiente. Y me disfracé como un elemento natural del paisaje. Volví a corroborar dónde tenían puesta la atención Emily y Kohaku cuando noté que Altan iba a acercarse; fue un presentimiento, quizá. Se movió silencioso y sentir la presión en mi cintura sólo consiguió ensanchar mi sonrisa. Le sostuve la mirada mientras su mano se retiraba lentamente, bordeando como el cabrón que era la línea de mis caderas. Una parte de mí había esperado que colara al menos un dedo por dentro de mi camisa, y fue esa expectativa la que me arrojó un sutil escalofrío por la columna antes de morir frustrada. Qué desilusión~ No había que ser muy espabilado, ¿verdad? Tampoco me interesaba fingir mierdas que no estaban ahí, ya fuera desinterés, incomodidad o desagrado. Era, si se quiere, absurdamente transparente con esa clase de emociones y no me avergonzaba lo suficiente para obsesionarme con esconderlo. Que bastaba una sola de sus manos encima mío para querer que me siguiera tocando. Cuando se inclinó hacia mi oído los dedos me cosquillearon y apoyé una mano sobre su pecho, no para apartarlo ni establecer límites, sino por el mero impulso de... llevar mi mano allí. Su voz arrastró esa jodida nota juguetona y una risa suave murió en mi garganta. Ah, cabrón. —Muy bien —accedí, viéndolo de reojo, y mis dedos recorrieron la línea de los botones de su camisa con cierta ligereza impostada. Eh, ¿ya no tenía la corbata? Qué aburrido. Devolví ambas manos al móvil—. Sus deseos son órdenes, mi rey~ El beso que estampó en mi mejilla me arrancó una sonrisa mientras meneaba la cabeza, ya enfocada en el aparato. Agregué mi número, cambié el teclado y lo agendé bajo el nombre de Princesa en español, pues porque sí, y mis labios se curvaron un poco más ante la idea que se me había ocurrido. La voz de Kohaku llegó a mis oídos, hablando sobre té con Emily, y antes de regresarle el móvil abrí el chat conmigo y me envié un mensaje. Ahora que tienes mi número, si alguna noche andas por Kabukichō me avisas, guapo~ Eché un vistazo sobre su hombro para, una vez más, corroborar el público que estuviéramos o no teniendo, y busqué su mano a tientas para dejarle el aparato entre los dedos sin haberlo bloqueado ni nada, de hecho dejé el chat abierto. Aproveché la cercanía para ponerme de puntillas y echarle un buen vistazo a su cuello antes de hablar. —No habrá más mierdas así la próxima vez, ¿me oyes? —susurré, era suave aunque cargara consigo prácticamente ningún derecho a réplica. Regresé sobre mis talones, divertida, y mientras pasaba a su lado para regresar junto a los chicos agregué, un poco al aire: —Al menos no en lugares visibles~ ¿Acababa de explicitar sin la menor preocupación que, de hecho, planeaba seguir comiéndole la boca? Bueno, sí. Tenía esta facilidad para arrastrarme con la marea, para amoldarme a bordes ajenos y reflejarlo todo, y de una forma u otra, cualquier mierda capaz de arrojarme de regreso al cuarto oscuro... bueno, activaba los interruptores correctos para convertirme en eso. La loca de mierda que podía llegar a ser. Emily aceptó la bolsita de té, como había esperado que hiciera. Bueno, quizá lo sorprendiera de tanto en tanto pero seguía siendo esta muchacha amable y cariñosa que contaba con la invaluable capacidad de alegrarse, pero alegrarse de verdad, con detalles así. Su sonrisa era contagiosa y Kohaku soltó una risa suave mientras el agua terminaba de hervir. Le quitó la bolsita de las manos con movimientos cuidadosos y le fue señalando las hierbas como podía a través del plástico. —Están un poco desordenadas, quizá debería haberlas puesto en bolsitas separadas, pero bueno. Estas de aquí son de té verde, en general ayudan con la presión sanguínea y con la memoria, aunque suene descabellado, y no tienen mucha cafeína. A veces lo tomo con un poco de miel. El de aquí es verde también, pero matcha; es bastante amargo, así que yo que tú tendría cuidado con la cantidad que le echas al agua. También hay menta, esta de aquí, es digestivo y si lo mezclas con jengibre queda realmente delicioso. Ah, y esta es hibisco, vaya, casi no recordaba que la había agregado. El color de este té es precioso, de un rojo profundo, no tiene cafeína y puede combatir infecciones y eso. Le devolvió la bolsita luego de echarse el monólogo de su vida y quitó la pava del fuego, para verter el agua en la tetera con movimientos metódicos y fluidos. —En sí, todos ayudan con problemas cardíacos y esas cosas, ya sabes, saludables. —Rió suavemente y levantó la bandeja con ambas manos, sonriéndole a Emily—. ¿Vamos? Así no se enfría. Le echó un vistazo a los otros dos y procedió hacia la mesa al ver que Anna ya estaba acercándose. —Espero que les guste, hice una mezcla algo extraña de hierbas. —Miró a Emily mientras agarraba la tetera y le sonrió—. La combinación de infusiones será tu segunda clase~
Emily Hodges Dejé que cogiese la bolsita y detallé con la mirada cada uno de sus movimientos, escuchándolo con una atención que ni en clases ponía. De vez en cuando levantaba la mirada, echándole un vistazo fugaz de soslayo, y renovaba la sonrisa enternecida. Se notaba que de verdad le gustaba todo aquello, lo relacionado al té, y se veía hasta lindo hablando de ello. ¿Y qué iba a hacer yo? ¿No quedarme con la imagen grabada? Volví a coger la bolsita con otra sonrisa, murmurando un "gracias~", y lo seguí hasta la mesa, comprobando también que Anna se estaba acercando. Se había relajado un poco, ¿verdad? ¿Debería seguir molestándola? Qué dilema~ Me senté en la misma silla que antes y guardé la bolsita en mi maletín con extremo cuidado, dejando la misma en el suelo después para liberar espacio en la mesa. Volví a apoyar la cabeza sobre una mano, dejando el codo sobre la mesa, y con la otra di un par de golpecitos con los dedos sobre el cristal. —¿Eh? ¿En serio? Mira que hasta me voy a sentir mal de que me des clases privadas gratis, sensei~ No había absolutamente ningún motivo para arrastrar aquella última palabra de esa manera pero aun así decidí hacerlo. Cosas que pasaban cuando una estaba demasiado cómoda, suponía.