Invernadero

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    No tendía a juzgar a las personas basándome en lo extraño o no de sus acciones, en esencia porque habían pocas cosas que me parecieran los bastante raras como para ser mencionadas. Mi paciencia quizás provenía de esa idea, no estaba muy seguro, pero el caso era que no me parecía que hubiese algo especialmente raro con esta chica, las cosas que le provocaban curiosidad ni con sus nervios. Cada persona era diferente, punto.

    Una vez dejé el móvil a su alcance otra vez noté que abrió una de las fotos de perfil de Katrina y me pareció que Bea se saltó una respiración. La observé en silencio, pendiente de sus reacciones, y me pregunté qué sentiría yo al encontrarme una espejo como el que le estaba mostrando a esta niña. En cierta medida conocer a Sasha había sido algo parecido, pero gris y rojo, pero sentía que esto era diferente.

    Quizás solo dejé una idea al aire para poder ver lo que sucedería con el paso del tiempo.

    Relajé la espalda en la silla, me mantuve callado y sonreí para mí mismo al ver que la chica negaba con la cabeza, luego asintió y supuse que estaba luchando con dos ideas dicotómicas. Lo que me contestó terminó de confirmarlo, así que ahora fui yo el que asintió con la cabeza y mantuve la sonrisa en el rostro, como durante casi todo el rato que llevábamos aquí.

    —Por supuesto, Bea —concedí en un tono bastante suave.

    Hubo otro asentimiento de su parte por la pregunta del almuerzo, también agradeció con una inclinación y el gesto volvió a estirarme la sonrisa lo suficiente para entrecerrarme los ojos. Era consciente de que no era ningún santo, estaba metido en mierdas de lo más sketchy por decir poco, aceptaba negocios de una chica que se sacaba las joyas de vete a saber dónde y de su secuaz, reconocido en el Triángulo como un antiguo Capitán. Domaba a Tora, lo aceptaba como amigo y jugaba con su sentimiento de deuda.

    No era inocente si me sentaban en una corte.

    Sin embargo, reconocía la bondad en mis propias acciones y sabía que la gentileza de mi carácter, combinada con buenos límites, era una de mis mayores fortalezas. En un mundo donde los grandes y los abusones absorbían a los pequeños y frágiles personalidades como las mías hacían contrapeso. Le mostrábamos a los demás que había una manera más amable de vivir. Que no todo eran sombras con fauces llenas de dientes.

    Que me ofreciera un dorayaki, así fuese con un hilo de voz, solo sirvió para confirmar mi teoría de que la paciencia era capaz de muchas cosas. Asentí despacio, estiré la mano para hacerme con uno y le di una mordida. Mastiqué con calma, le eché un vistazo al invernadero y de repente tuve una idea, de las de siempre si debía ser honesto.

    —Podemos almorzar juntos cuando quieras, ¿te parece? —Le solté luego de haber bajado el bocado para no hablarle con la boca llena—. Si quieres compañía durante un receso puedes buscarme o trato de hacer telepatía hasta que el instinto arácnido me diga "¡Bea quiere pasar el rato con alguien!" o algo parecido.

    Igual estaba dando muchas vueltas, ¿no? Ni idea. Al darme cuenta suspiré con cierta pesadez y busqué una aproximación más clara, también menos efusiva.

    —Lo que quiero decir es que estoy para lo que necesites, sea lo que sea.
     
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    Si… si seguía dejándome arrastrar de esa forma por los nervios, iba a terminar por sentirme mareada. Es que… Demandaba… mucha fuerza de espíritu… mantener la mirada sobre Rowan mientras extendía la cajita en su dirección, a la espera de que aceptara uno de los dorayakis de su interior. ¡P-pero no pensaba a-a-apartarla esta vez! Al menos no hasta que… respondiera… Es que había pasado parte del receso con los ojos esquivos, huidizos, por no mencionar mi rostro tomando color en diversos momentos. El rubor era imposible de dominar, pero al menos podía seguir luchando para no dejar de enfocarme en Rowan. Porque quería marcar una diferencia. Más que para él, para mí misma. Demostrarme que era capaz de mirar a los demás y, así, conectarme con las personas… ¿tal vez?

    Mi acción de invitarle un postre era sencilla, simple, típica, pero… a mí no me definían esos adjetivos. Mi timidez, mi ansiedad y mis temores… todo lo complicaban… y me aislaban de los demás. Por eso, tal vez, esto estaba siendo demasiado importante para mí. Los dorayakis eran mi postre favorito, siempre traía una cajita de tres unidades a la academia para disfrutar después del almuerzo; por eso no era poca cosa, para mi corazón removido, compartirlos con alguien.

    Porque era mi primera vez invitando algo por voluntad propia.

    Al ver el dorayaki en la mano de Rowan, una correntada de alivio me atravesó por dentro, si bien mi plano exterior no dejaba verlo. Porque pude tomar el dorayaki que había quedado en la cajita y centrarme en darle un pequeñísimo mordisco, de esa forma podía por fin bajar un poco la mirada y serenarme. También me aliviaba que el postre fuera del agrado de Rowan, no por nada le había preguntado si le gustaban; porque en medio de la invitación me dio miedo a estar dándole algo que le resultara feo. D-de todas maneras, la sensación de haber logrado invitar algo y que saliera bien… fue inmensamente gratificante. Algo… Algo nuevo y desconocido.


    Podemos almorzar juntos cuando quieras, ¿te parece?


    Alcé los ojos con confusión al escucharlo decir aquello.... ¿Ha-había entendido bien...? ¿Rowan estaba diciendo de repetir este momento? La sola idea me generó una catarata de pensamientos contradictorios y el remolino se aceleró dentro de mi tórax como una tormenta. Pero de todos modos tuve el temperamento necesario para continuar oyendo lo que decía… Que podía ir con él si quería compañía… Que usaría sus ¿sentidos arácnidos…? Los pensamientos siguieron chocando caóticamente en mi cabeza.


    Lo que quiero decir es que estoy para lo que necesites, sea lo que sea.


    Y esa sola frase… no resolvió el caos. Pero a su manera, logró ordenarlo…

    Abrí la boca para decir algo, fue una separación muy leve de mis labios. Nada. Los cerré. Tuve que hacerlo con fuerza para que no se notara el temblor que iba a sacudirlos. Mi mano libre, la que no sostenía el dorayaki, descendió hasta mi falda y apretó la tela con más intensidad de lo habitual. Bajé la mirada y asentí con la cabeza, mientras daba otro mordisco a mi dorayaki.

    —De… Debo volver…

    Mi incorporé con movimientos suaves, o eso creí, porque la silla a mis espaldas no hizo un ruido rechinante ni se precipitó al piso. Dejé el dorayaki sin terminar dentro de la cajita, la cual cerré. La abracé junto con el estuche de mi consola y, tras dos o tres amagues, también me hice con mi botella de agua. Dediqué una rápida reverencia a modo de despedida y empecé a enfilar rumbo a la salida del Invernadero.

    Pero a medio camino me detuve. Giré con lentitud. Rowan seguía sentado en la mesa, me había ido tan rápido que no le di tiempo de reaccionar. Lo miré, sonrojada como siempre.

    —Gracias… —dije, sin darme cuenta de lo honesta que estaba siendo— Volveremos… Volveremos a vernos… —prometí, tras lo cual le di la espalda; me estremecí— Gracias… Ro-senpai…

    Apuré el paso y me fui de allí. Si permanecía un minuto más enfrente de él, iba a notar el nudo que se me había formado en la garganta. Pero no dolía. Porque nacía de un sentimiento contrario a la tristeza y la soledad.

    **Bea salvaje huyó**

    Por acá doy por cerrada la interacción. Lamento lo repentino, pero me temo que no pudo ser de otra forma JAjajs

    Muchas gracias por prestarme a Rowan, es el sol que Bea necesitaba para iluminar su camino <3
     
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    No iría a reconocerlo a viva voz, pero estos procesos podía resultad agotadores a su propia y extraña manera, así que si a mí me lo parecían, no quería imaginar la cantidad de energía que le requerían a esta chica. En cierta forma la resistencia y la cura tenían la misma fuerza, ninguna era fácil de sostener, así que si se prolongaba el peso comenzaba a sentirse en el cuerpo, como al tensar una liga.

    De alguna manera yo había aparecido allí, me había metido en su espacio y había comenzado a tensar la liga lentamente, probando su elasticidad. Beatriz colaboraba hasta donde su propio carácter se lo permitía, a veces más, a veces menos y así todo el rato. La liga había sabido controlarla para que, como mínimo, no reventara antes de tiempo.

    Cuando le solté la invitación alzó los ojos, la confusión se le notó en la mirada y comencé a preguntarme si no me había pasado de confianzudo para variar. Era lo que tenía no estar con Tora, a veces dónde empezaba mi comodidad y terminaba la ajena era algo medio difícil de establecer, las intervenciones de Sakai, que era incómodo por naturaleza, ayudaban a darle un norte más claro.

    Nuestro contrato establecía esa clase de cosas después de todo. Yo le enseñaba a ser amable y él que la amabilidad también podía ser tomada como una amenaza en ciertos espacios de tensión. En el espacio había criaturas que habían sido forjadas de miedo y carencia, por ello incluso una buena intención era capaz de adquirir formas intimidantes.

    La niña quiso decir algo, no lo logró, su mano regresó a la falda y asintió con la cabeza. Soltó de repente que debía volver, mi sonrisa se tiñó de resignación y no dije nada, dejándole espacio a que procesara sus propios pensamientos y emociones. Logró incorporarse sin la energía nerviosa del inicio, guardó su dorayaki y tomó todas sus cosas, botella de agua incluida, para después hacer una reverencia a modo de despedida y retirarse.

    A pesar de que no se levantó con ansiedad, sí que no me dejó mucho espacio a despedidas pero me conformé con eso. Por lo mismo no esperaba que se girara hacia mí de nuevo, agradeció, dijo que volveríamos a vernos y quizás fuesen parte de mis delirios de grandeza o quién sabe qué, pero sentí que su agradecimiento correspondía a varias cosas.

    —No fue nada, Bea. —Alcancé a decirle desde mi posición y me despedí de ella con un movimiento de mano—. Cuídate.

    Apenas me dio tiempo de decirlo antes de que saliera pitando, pero cuando supe que había quedado solo me permití una risa que se prolongó en el invernadero. Esperé unos minutos, me terminé la botella de agua, el dorayaki y recogí mis cosas sin ninguna prisa. Al receso todavía le quedaban algunos minutos, así que daría una vuelta por ahí antes de regresar a la clase. Tora no se sorprendería demasiado al escuchar que había terminado almorzando con alguien, como siempre.


    Me siento como en la zona safari, no te miento JAJAJA

    Once again, gracias a ti <3 estuvo bien bello, me hizo bien al corazón en medio de todos mis quilombos (???
     
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    Ingresé a ritmo demasiado apresurado hacia los interiores del invernadero, con el bento y la cajita de dorayakis en mis manos temblorosas. Las flores fueron completamente ignoradas mientras atravesé el camino de piedra con los labios apretados. Sus colores, que resplandecían incluso bajo una tarde nublada, no tuvieron la capacidad suficiente para frenarme. Porque la angustia me carcomía, como si fuera una llama voraz. No sabía muy bien cuál era la verdadera razón, o si se trataba de una mezcla de cosas.

    La mesa me recibió igual que el día anterior: vacía.

    La miré sin verla, con el corazón todavía acelerado. Estuve más concentrada en recuperar el ritmo habitual de mi aliento. Demoré unos minutos en equilibrar todo, bajo el lejano rumor de la trompeta que afuera sonaba... Cuando por fin me hallé completamente recompuesta, fui consciente de que la tristeza que estaba sintiendo era mayor a lo habitual. Pesaba más. Y aunque en la soledad del invernadero me sentía más segura, no implicaba que la recibiera como un refugio salvador... No hoy...


    Había pecado de ilusa.


    Los rumores se habían apiñado con lentitud durante la mañana de clases. Voces a mi alrededor, cautelosas para no advertir al profesor, llegaron a mis oídos hablando del evento que ahora tenía lugar en el patio norte. El misterioso show de baile, que había logrado captar una pizca de mi dubitativo interés. Rechacé la sola idea de asistir a algo así, porque el lugar de seguro se hallaría a-atestado de g-g-gente. Mezclarme con una m-multitud n-no era opción.

    Sin embargo... terminé dirgiéndome al lugar citado, con el almuerzo en mis manos. Me movió el mismo impulso que llevó a que aceptara el almuerzo con Rowan, en este mismo lugar: la esperanza de seguir cambiando, de a poco, mi realidad

    Pero fue un error. Fue un error.

    El sonido de la trompeta me había distraído bastante, lo necesario para que atravesara buena parte del patio norte sin darme cuenta. ¿Por qué soy así, tan irremediablemente torpe? Pa-para cuando quise darme cuenta… Me hallé rodeada por una cantidad muy grande de personas… M-m-más de lo que podía soportar. Demasiadas. En mi pecho estallaron latidos muy fuertes, las manos habían temblado sin que pudieran controlarlas y la vergüenza me hizo sentir tanto calor en el rostro, que a la ansiedad se sumó el miedo a marearme. No sé cómo hice para detectar la entrada al invernadero y escapar. Pero lo hice. Lo hice.


    Me aliviaba y me daba tristeza. Era una mezcla confusa de sentimientos que me pesaba mucho.


    Con un suspiro largo y apesadumbrado, miré hacia la maceta junto la que me había sentado a jugar ayer... Pero tomé asiento en la mesa.

    Era contradictorio, ¿tal vez? P-porque sentarme aquí... me exponía a que alguien me viera al instante… ¿tal vez… quería que eso pasara? ¿O era porque buscaba sentir los rastros de la calidez de ayer? Sacudí la cabeza, sintiéndome demasiado tonta... Si seguía pensando así, me sentiría aún más triste. Destapé el bento sin sentir hambre realmente, sólo buscaba distraer la mente con pequeñas acciones. Movida por esa misma intención empecé a comer sin apenas reparar en los sabores. Inconscientemente, alcé la mirada en un par de ocasiones, entre ansiosa y expectante, con la idea de que Rowan, a lo mejor, vendría a mirar las flores hoy también... Pero, en su lugar, me llegó el sonido de aplausos lejanos...

    Me sentí muy sola.

    Rellenito con Bea sólo para desbloquear el logro: "Roleé con todos mis personajes en un mismo Día" (?)

    De todos modos, ahí queda a disposición :P
     
    Última edición: 24 Octubre 2023
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    Había pasado de sentirme culpable el día anterior a sentirme estúpida por un conjunto de cosas que ni siquiera tenían sentido. Ya para comenzar haber decidido aparecer en el patio norte no había sido mi mejor idea, para nada, pero eso no lo supe hasta después cuando ya me había comido el primer fiasco y el primer relámpago de ira.

    La manera en que la rubia estaba pegada a Zoldryck era delatora en sí misma y me cuestioné si el susodicho era imbécil o solo fingía serlo. La aparición de Katrina, su comentario y toda la estupidez del día anterior con Paimon se apilaron, mi círculo de fuego se reinició luego de semanas relativamente inactivo y opté por fundirme entre la gente, como una sombra.

    Desaparecí de la vista de Katrina, también pretendí desaparecer de los posibles ojos de Kasun y seguí observando. La cosa no hizo más seguir tomando forma, empeorando y me pregunté si no haría siempre esta estupidez, rondar a personas que realmente nunca debían haberse juntado conmigo por un motivo u otro. Si no debía solo retroceder, regresar a los límites de mi mundo de hilos y olvidarlo todo.

    La idea no me dejó en paz en ningún momento y cuando el evento comenzó de forma oficial, cuando noté al muchacho darle el teléfono y los audífonos a Shimizu noté la silueta de Altan junto a él; oscura, de aspecto cansado, pero presente y supe que no podía haber otra razón. Recordé que Hiradaira se había salido de clase antes de tiempo y la realización me pateó la garganta.

    Se lo había dicho a Ootori.

    Envidiaba eso, lo que ellos podían tener.

    No sabía lo equivocada que estaba, claro, y el sentimiento de disgusto siguió creciendo, como una rata en las cloacas, apenas vi a la chica precipitarse del árbol y al otro casi infartarse por ello. Observé el espectáculo, reconocí el esfuerzo, la calidad del resultado y lo impactante de la cantidad de movimiento, aplaudí también pero tenía el ácido atascado. Se me había pegado en el pecho, corroyéndolo, y sentí que no podía quedarme. Que no había manera de que lo hiciera sin entrar en frenesí.

    Me levanté de donde me había sentado cuando noté a la gente acercándose a Hiradaira y su compañero de baile, me deslicé por la periferia de la multitud y busqué el camino al invernadero. Ni siquiera supe por qué lo hice, si en el tiempo que llevaba en la academia si acaso lo habría pisado una o dos veces, pero me pareció más cercano y tampoco lo pensé mucho más.

    En la entrada me detuve, tomé un montón de aire y me enjuagué los ojos con cierta fuerza. Di un paso, otro y acabé girando en círculos siquiera antes de entrar al invernadero, lo hice por un minuto, dos o tres. No estaba segura, pero cuando reuní la capacidad mental para entrar lo hice ya habiendo reseteado mis sistemas, pero aún así no contaba con que hubiese alguien aquí.

    Cuando reparé en la mesa noté la silueta menuda y el cabello corto, oscuro. Si no la confundí con Katrina fue porque le faltaban las mechas rojas y porque la había visto en el patio, pero nada más. Me quedé a unos pasos, pero supuse que ya era tarde para solo retroceder y tonta como era solo seguí avanzando.

    —Lo siento, no creí que habría alguien aquí —dije con voz suave y entrelacé las manos tras la espalda—. Si prefieres estar sola puedo irme, no pasa nada.


    no estaba bromeando cuando dije que mandaría a alguien *whoosh*
     
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    Aquel rumor de aplausos, de notoria alegría compartida entre quienes se hallaban afuera, había derrumbado mis pocas intenciones de seguir probando bocado. Con un codo apostado en la mesa y mi mejilla apoyada en la mano, me quedé jugueteando con los palillos dentro del bento, entremezclando carne y arroz sin entusiasmo. Sobre la mesa reposaban un par de palillos extra, limpios, envueltos en un papel. Mi madre los había puesto allí sin decirme nada. Se mostró realmente sorprendida después de que le confesé, no sin ponerme colorada, que había almorzado con un chico el día de ayer; su entusiasmo posterior fue demasiado abrumador, me hacía sentir que ahora tenía una gran responsabilidad con mi senpai… ¡P-pero n-no importa, de verdad! Porque… Porque Rowan hizo algo muy importante para mí, más de lo que él podía imaginar: me ofreció un comienzo.

    Pero me había dejado llevar por lo de ayer, ¿tal vez? No… En realidad, era un hecho que me precipité. Aunque hubiese compartido todo un receso con alguien, eso no tenía por qué significar que algo había realmente cambiado en mí. Me había hecho una idea equivocada por lo atípico del día anterior, por mi voluntad de no escapar de alguien. Y por esa razón, allí afuera, sufrí una devastadora consecuencia. Torpe. Siempre torpe y tímida.

    Demasiado tímida para enfrentar el mundo.

    Suspiré, desanimada. Las contradicciones se replegaban en mi fuero interno. Por un lado, encontrarme aislada en el invernadero me entristecía y, al mismo tiempo, me otorgaba paz; aquí no existían los latidos estrellándose contras las costillas, ni manos temblorosas, ni ansiedad. No había nada. Y por otra parte, esa misma paz era a la vez un peso sobre los hombros. Los palillos adicionales en la mesa resaltaban mi soledad… Llegué a pensar que mi madre cometió un error al colarlos en mi bento. Ese sólo pensamiento me hizo doler el pecho con una punzada de asfixiante culpa, porque la quería mucho y sabía que sólo quería que hiciera amigos. Yo de verdad deseaba los mismo, en serio lo quería, pero la perspectiva de socializar me agotaba. Y para colmo, no tenía forma alguna de contactar a Rowan para preguntarle si quería venir, para contarle que me sobraban unos palillos si tenía hambre... debido a que por mi abrupta retirada de ayer, no nos dimos la oportunidad de intercambiar números.

    Concentrada como me hallaba en cuestiones que resquebrajaban mis ánimos caídos, la aparición de la chica me hizo dar un respingo. Fue igual de vergonzoso que la mayoría de mis sobresaltos. Los hombros se sacudieron por reflejo, los palillos escaparon de mi mano para precipitarse al interior del bento y alcé la cabeza como un animalito asustado. La vi de pie, con las manos en la espalda; s-sus ojos naranjas estaban f-f-fijos en mí y eso llevó a que mi espalda, inconscientemente, hiciera contacto con el respaldo de la silla. Pero aunque mi confusión fue arrolladora, la impresionante negrura de su cabello tuvo la fuerza suficiente para llevarse parte mi atención. Era como una cascada de oscuridad absoluta, no había brillo.

    Logré retomar el control de mis sentidos al oírla hablar. Sobre todo reaccioné cuando... cuando dijo que podía irse...
    si prefería estar sola.

    —¡No! —mi respuesta surgió como una exclamación; fue una escena tan bochornosa que me ruboricé y bajé la mirada, con las manos otra vez arrugando con algo de nerviosismo el regazo de mi falda— Eh... Quise decir... Uh... Que no... No me molesta... que estés aquí —sacudí la cabeza, sentía que la conversación no fluía bien; pero me esforcé—. Puedes quedarte... si quieres, ¿tal vez?

    La miré de reojo, en un intento por hacer contacto visual. Mis ojos se posaron por un instante en la otra silla de la mesa, antes de regresar a ella.
     
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    La chica dio un respingo, alzó la vista revelando la heterocromía, pero su figura se desprendió de la de Katrina de inmediato y se lanzó sin ninguna clase de aviso a la de Nagi, al menos como la había conocido: nerviosa y sola. Con ese paralelismo también me alcanzaron otros fantasmas, más viejos, confundidos y resentidos que los anteriores. A pesar de ello me mantuve en mi lugar, respeté la distancia y mi temple, como era lo más usual, no se alteró un solo instante.

    Esta muchacha no tenía absolutamente nada que ver con mi caos, todavía era capaz de diferenciar eso.

    Ofrecí retirarme porque me pareció lo más decente, pero su negativa fue contundente, casi desesperada me habría atrevido a decir. Le dio vergüenza, por supuesto, y volvió a bajar la vista pero trató de explicarse. Dijo que no la molestaba que estuviese allí, que podía quedarme si quería y me pregunté qué era lo que quería en realidad. Era una pregunta legítima, una que arrastraba desde hace tiempo y había venido a caer en este espacio.

    Intentó hacer contacto visual, también miró un momento la silla y yo seguí de pie sin dar señales de tomar una decisión. Mis ojos viajaron por los puntos más cercanos, por las plantas, la mesilla, la silueta de la chica y hasta el techo del invernadero. Aquí se condensaba el cuidado de un grupo de personas que mantenían con vida el espacio.

    ¿Yo no llevaba reduciéndolo todo a cenizas desde hace meses?

    No respondí, pero corté la distancia con pasos lentos, regresé las manos a los costados del cuerpo y al sentarme las apoyé en la mesa. Miré a la chica sin ninguna intención particular, lo hice solo porque me parecía normal.

    —¿Cómo te llamas? No recuerdo si te he visto antes. —Ese fue mi intento por comenzar a mover una conversación, hablé con el mismo tono de antes—. Ah, soy Kurosawa Shiori. Gracias por dejarme acompañarte.
     
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    Le había pedido que no se retirara de una manera que… que podía interpretarse como una imploración desesperada, rallante en lo patético. Me sentía realmente avergonzada por el tono de mi negativa. Mi rubor era tan persistente que ni siquiera se redujo en las posteriores aclaraciones con las que intenté salvaguardar la situación, se aferraba a mi piel como una nube tormentosa. A veces, en la soledad de mi habitación, solía pensar que era una suerte que el calor de los bochornos no quemara, porque de otro modo viviría con incesante dolor en el rostro. Pero poco se podía hacer frente a esta torpeza, la única opción que quedó a mi alcance fue la de esperar la respuesta de la chica… mientras luchaba por alejar el miedo de que estuviese juzgándome mal. Que no respondiera al instante me generó un vacío en el estómago, pero traté de mantener la compostura mientras la veía allí de pie, con su mirada recorriendo el espacio a nuestro alrededor.

    En realidad… No sabía muy bien qué quería que respondiese, pese al impulso con el que permití que se quedara. Nuevamente… padecía la falta de claridad de mis propios pensamientos. Porque la presencia de la chica había hecho que los hormigueos del nerviosismo recorrieran mi piel con sensaciones desagradables; era una de las reacciones más típicas de mi timidez, una clara señal de que seguía siendo la misma Beatriz de siempre, de que lo de Rowan era una excepción y no un cambio, ¿tal vez…? Sin embargo, que estuviera aquí también hizo retroceder el sentimiento de inmensa soledad que estaba provocándome grietas en el corazón mientras la alegría del show de baile retumbaba débilmente en las afueras. No sabía quién era, ni lo que iba a ocurrir entre nosotras. Pero ella sólo intentaba ser considerada conmigo, ¿tal vez?

    Cuando ocupó finalmente su lugar en esta mesa, los nervios vibraron en mis músculos y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no estremecerme, porque me sentía demasiado patética como para seguir sumando más reacciones vergonzosas. Ella me miró y yo, con timidez, hice lo mismo, aunque sin enfrentar directamente nuestros rostros.

    —No es nada… —respondí a su agradecimiento.

    Estuve a punto de hacer lo mismo, de agradecerle que se hubiera quedado conmigo. Y... No sé... Me dio miedo continuar dando una impresión de desesperación. Me azotó otro arranque de culpa, estaba siendo injusta. Porque realmente… me habría gustado ser capaz de darle las gracias. Estaba agradecida de que hubiera aparecido en mi momento de vulnerabilidad. Los sonidos del exterior ya no me lastimaban tanto, porque ahora estaba acompañada por ella.

    Y aunque me provocase un sinfín de nervios y ansiedad… Me iba a aferrar a este momento hasta donde me lo permitieran.

    —Soy… —continué con un hilo de voz— Me llamo… Beatriz… Beatriz Luna… —tuve que girarme para dedicarle una reverencia formal, muy leve, tras lo cual aparté la mirada con timidez— Es… un gusto conocerte, Kurosawa-san —antes había hecho el comentario de que nunca me vio y sentí la necesidad de aclararlo. —. Quizás... Eeeh... Nunca nos vimos porque... porque somos de diferentes cursos, ¿tal vez? Yo... soy de primer año...

    Callé entonces. Le había dicho mi curso aunque no me lo preguntó... ¡P-pero, pero...! Serviría para que la conversación fluyera, ¿tal vez?
     
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    No tenía manera de saber qué le pasaba a ella por la cabeza más allá de sus señales de nerviosismo y la desesperación con que había dicho que no me fuera. Por demás no tenía pistas, no sabía que estaba allí sentada pensando que la interacción del día anterior era una excepción y todo lo demás. En lo que a mí me concernía solo era otra persona ansiosa, punto, que se había metido aquí para evitar el bullicio.

    Aunque era claro que no quería estar sola como tal.

    Le agradecí, ella dijo que no era nada y luego se presentó. Su nombre sonaba terriblemente extranjero, pero había hecho una reverencia y eso me confundió un poco. Supuse que tal vez pasaba con ella algo similar a lo que pasaba con Altan y Cayden, que habían nacido aquí y se habían criado con nuestras costumbres, o solo estaba siendo prejuiciosa y ya.

    Cuando explicó que era de primero sonreí con suavidad, asentí con la cabeza como dando a entender que eso lo explicaba. Tenía mucho tiempo de no poner un pie en el pasillo de primero, me la pasaba en clase o me juntaba con los de tercero casi por accidente y así.

    —Puede que sea por eso, sí. Yo soy de segundo —contesté sin perder la sonrisa—, además llevo un tiempo en que no salgo mucho del salón durante el receso.

    Lo que puse en el post del dojo x2
     
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    Mantuve la mirada posada en una flor cercana luego de decirle mi curso, porque ahora no estaba plenamente segura de que tal dato sirviera para esclarecer el hecho de que Shiori nunca me vio. La realidad era otra, lastimosamente evidente: ella desconocía mi existencia porque yo misma me ocupaba de esconderme de las personas, fue lo único que realicé con precisión durante el presente año escolar. Para empeorar el sentimiento de inseguridad, existía la probabilidad de que la chica también fuese de primero, ¿tal vez? Porque, así como nadie lograba reconocerme, me ocurría algo similar con los demás, por culpa de mi tendencia a deslizar la mirada en el suelo... Sólo podía identificar a una compañera de clase Satoko. Y ahora a Rowan y… Eeeh… Katrina Akaisa (a-a-aunque no la había visto en persona).

    El sonrojo era persistente en mis mejillas, arrojaba más dudas sobre la impresión que estaba dejando, a-a-así que i-intentaba tranquilizarme p-pensando en que sentía el calor con menos intensidad, casi como si fuese una caricia en las mejillas, ¿tal vez? Por fortuna, no me distraje tanto como para no notar, de reojo, el asentimiento de Shiori. Me atreví a mirarla de nuevo… y me encontré con su sonrisa. Era suave, me pareció amable y perseveró en sus rasgos asiáticos cuando me habló. Tuvo el poder de arrasar una pequeña parte de las sensaciones negativas que me carcomían, su sonrisa incluso evitó que me pusiera más nerviosa ante la revelación de que era mi senpai.

    Contó que no salía mucho de su salón, lo que me hizo alzar un poco la cabeza. Seguía sin girarme completamente hacia ella, pero mi interés fue notorio.

    —Yo tampoco… salgo mucho de mi salón… —me animé a admitir, al saber aquella suerte de parecido— Suelo preferir… eeeh… lugares tranquilos como este, ¿tal vez?

    Solía preferirlos, no eran en sí mismo un gusto personal. Aunque tenían su encanto si no los pensaba como refugio de mi ansiedad social, ¿tal vez? El invernadero era lindo, tenía muchas flores y plantas… Repasé el lugar con una mirada dubitativa, preguntándome qué debería decir a continuación… Mi siguiente pregunta fue el colmo de las obviedades…

    —¿T-te gustan las flores… Kurosawa-senpai? —entonces reparé en un detalle que me hizo apilar otra pregunta, completamente inconexa de la recién formulada— ¿No has venido a almorzar?
     
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    Zireael

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    Me di cuenta de que ella ponía la vista en casi cualquier lado con tal de no mirar demasiado a la persona que tenía delante y supuse que esto ocurría con todo el mundo, no solo conmigo, así que no encontré ningún motivo para tomármelo personal. En cierta manera recordaba a los ciervos que crecían lo bastante lejos de las personas para temerles, en lugar de aceptar trozos de manzana de la primera mano que prometía comida. Era pequeña y nerviosa, amenazaba con saltar al otro lado del invernadero ante la mínima señal de hostilidad.

    Quizás todos deberíamos recordar que, de hecho, el mundo era bastante hostil.

    Pero a mi hermano y a mí se nos había otorgado un poder.

    No hubo una sola de sus reacciones o sus comportamientos que me afectaran, nada me alteró, me desconcertó ni me provocó rechazo. Me mantuve en la silla, tranquila, le sonreí y seguí como si nada, como si no estuviera aquí sentada pensando que bastaba algo de suavidad para que ella también se quedara en su lugar. Me había tirado cuatro años de mi vida creando una máscara capaz de inspirar confianza incluso en personas que eran directamente peligrosas. Una chica de la estatura de Katrina y así de ansiosa no debía ser un gran reto.

    Todo era cuestión de paciencia, de tirar hilos y luego tensarlos.

    Cuando confesé no salir mucho de mi salón noté su interés, alzó un poco la cabeza y todo antes de admitir que ella tampoco lo hacía. No había que tener un cerebro marca Sonnen para imaginarlo, pero bajo ninguna circunstancia iría a decírselo a ella y volví a recorrer el invernadero con los ojos cuando mencionó que prefería espacios tranquilos como este. Algo me hizo pensar más en zonas de confort que espacios tranquilos, pero tampoco lo dije.

    —Supongo que me gustan, sí —respondí a lo de las flores mientras regresaba la mirada a ella y volví a sonreír. En general no tendía demasiado a confesar mis propios pecados, pero me pareció que la sinceridad era una forma de estirar las hilachas correctas en dirección a esta chica—. Iba a quedarme en el patio viendo el espectáculo, pero luego me di cuenta que había mucha gente y no me apeteció tanto. Terminé aquí porque me pareció que estaba más cerca que mi salón, pero puede que fuese un poco lo mismo.

    Había sido una verdad cortada, tomé la parte que servía, corté la que no y la lancé a la basura sin dudar. A nadie más que a mí misma y la metiche de Katrina le correspondía saber por qué estaba aquí en vez de estar en el patio, el conjunto de cosas que me habían enviado aquí rozaban lo ridículo de todas maneras. El descubrimiento de que podía seguir haciendo el imbécil con Paimon, la revelación de que había una tercera en discordia que podía comerse una mierda solo porque Kasun se había negado a dejarme en paz incluso cuando le vomité lo de Kaoru en la enfermería y el hecho de que me ponía enferma ver a Altan con Hiradaira incluso si estaban peor que nadie.

    Nada de eso debía saberse.

    Recordé un poco de repente que había sentido el móvil vibrar, así que me excusé un momento con Luna, saqué el aparato y vi el mensaje. Mi calma no trastabilló, tampoco reí como habría querido hacerlo, pero el círculo de fuego aumentó de temperatura y comencé a preguntarme si era realmente una buena idea que nos juntáramos el sábado. Además, ¿por qué me había escrito luego de clavarme tremendo visto? En fin.

    Invernadero
    Estoy con una kōhai


    Fueron dos mensajes terriblemente escuetos porque me dio la gana más que nada, pero también para no tener a la chica colgando más que unos segundos y dejé el aparato con la pantalla contra la superficie de la mesa. Al volver la atención a la chica me disculpé por la interrupción y sonreí de nuevas cuentas.

    —¿Hay algún otro lugar tranquilo dónde te guste pasar el tiempo?


    Insane le contesté el mensaje a Zold ahora sí, memuero
     
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    Bruno TDF

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    A causa de la impresión, aún reinante, que me produjo la aparición de Shiori… había demorado en advertir que vino al invernadero con las manos vacías. Fui repentinamente consciente de que mi bento continuaba sobre la mesa, destapado; se apreciaba la comida revuelta en su interior, una combinación de arroz con pequeños trozos de vegetales surtidos, acompañado de dos bolas de carne con salsa sobre las cuales habían ido a precipitarse mis palillos, ya no podría usarlos sin engrasarme los dedos. ¡Pa-Pa-Para c-colmo...! Una incomodidad más contundente había surgido en mi abdomen y se extendió rápida y voraz, como una pequeña llama abrasando un frágil papel. La pregunta que encimé sobre la otra, más que por curiosidad, respondía a los constantes temores que rebotaban en mi mente con ruidos sordos que me aturdían… ¿Esto… e-esto estaba r-realmente bien…? ¿No me estaría… viendo egoísta ahora mismo, como la única con almuerzo? ¡Pe-pero, m-más importante que eso! ¿Y si Shiori tenía hambre y no me lo quería decir? ¿Le gustaban los dorayakis?

    Mi senpai no alcanzó a presenciar toda esta tensión, ¿tal vez? Ya que… Debido a que su mirada volvió a analizar el espacio en un deslizamiento suave. Fue un instante breve, pero el silencio y la lentitud de esa acción hizo que a la tensión general se sumara otro vacío en el estómago. No sabía si por inquietud, expectativa o por presuponer que mi pregunta había sido tan tonta que necesitaba darse esos segundos para ofrecerme una respuesta.

    Para cuando volvió a mirarme, mis manos se removían sobre mi falda. Pero esta vez me animé a verla de frente. Si había algo que podía señalar a mi favor, era el hecho de que tenía menos dificultades para mirar las chicas a los ojos. No significaba eso que no demandara angustiante esfuerzo, pero al menos no rehuiría de forma constante como con Rowan. Presencié de nuevo la sonrisa de Shiori, que lanzó otro destello de alivio a mi cuerpo, como si su gesto ejerciera algún tipo poder sobre mis nervios. Eso permitió que pudiese escucharla con claridad, su respuesta sobre por qué vino al invernadero. Hallé ahí otra conexión, otro punto con el que sentirme identificada… Pero tuve que agachar la cabeza para ocultar la tristeza de mis ojos… ¡O-Ojalá no pensara que era lá-lástima o algo así! Es que… Yo… A mí… Me seguía doliendo mi lamentable episodio en el patio… De verdad me habría gustado ver el show de baile con los demás… Pero no estaba lista para ro-ro-rodearme de ge-ge-gente.

    Al menos seguía contando con la oportunidad que creía perdida.

    Alcé tímidamente los ojos en el momento que se excusó. La miré con una mezcla de duda y curiosidad al notar que revisaba su móvil. Me sentí repentinamente invasiva, como si fuera una chimosa, ¡n-no lo era!, así que esperé con la vista puesta en la misma flor de hace unos momentos. Me atreví a mirar a Shiori sólo cuando volvió a dirigirme la palabra, con eso asumí que había terminado de atender sus asuntos privados.

    —Des… Descuida… —atiné a decir frente a su disculpa; no me había molestado, aunque también me di tiempo para pensar una respuesta. Mis ojos se perdieron por un instante en la mesa, volví a reparar en el bento y resurgió mi inquietud de hace unos momentos— Eeeh… Creo que el salón de actos… —era fácil aprovechar mi tamaño para ocultarme tras una butaca para jugar con la consola— Y… el observatorio, ¿tal vez? Sólo fui una vez —proseguí, avergonzada por mi falta de desarrollo— Y… Eeeh... Uh... Algún día… me gustaría ver la sala de arte…

    No sabía bien si aquello último era cierto, lo sentí más como una improvisación de mi parte. Pero pensé en Rowan y Katrina al mencionar la sala de arte, así que cabía la posibilidad de que fuese un interés genuino, ¿tal vez? Un lugar dedicado al arte me hacía pensar en la paz de un museo, por algún motivo. ¿Habría esculturas?

    —¿Qué… qué lugar de la academia… te gusta más? —devolví la pregunta, mientras mis ojos volvían a deslizarse hacia al bento— Si… Si no almorzaste… p-puedo i-invitarte un poco… Si quieres —me había vuelto a ruborizar y poner nerviosa, señalé los palillos extra al hablar— Yo ya… estoy saciada.

    Aparté la mirada, abochornada por seguir entremezclando todo. Me llevé las manos a las mejillas para ocultar el rubor, aunque eso sólo estaba haciéndolo más evidente. Tuve que reprimir un suspiro de resignación. Aún así, miré de reojo a Shiori, mi ojo celeste hacia ella, a la espera de sus respuestas.

     
    Última edición: 30 Octubre 2023
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    Zireael

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    Era raro en mí no cargar almuerzo, pero ese día sencillamente me había dado pereza dejar algo listo por la noche y no había quedado nada de la cena, así que supuse que por comer en la cafetería un día no iba a volverme ni más pobre ni más rica. El caso fue que con todo el revuelo del patio al final lo olvidé y ahora que estaba sentada aquí, con esta chica y su almuerzo, lo recordé pero no sentí apetito alguno y en parte por eso evité contestar la parte de si había venido a almorzar.

    Cuando le respondí bajó la mirada, pero lo atribuí más a sus nervios que ninguna otra cosa y solo mantuve la sonrisa, pues porque parecía calmarla con ese gesto. Suponía que era lo que pasaba siempre, lo había hecho Kaoru con sus chacales, lo hacía yo con tres cuartos de la población y sería así hasta el fin de los tiempos seguramente. No conocía una forma distinta de hacer las cosas, no al principio.

    La escuché responde a mi excusa, respondí los mensajes de Zoldryck y eso le dio tiempo para hilar ideas, o eso creí, porque consiguió responderme lo de los espacios tranquilos. Mencionó el salón de actos, el observatorio nuevo aunque solo fue una vez y que le gustaría visitar la sala de arte; sentí que eso último no calzaba con lo demás y me pregunté si quizás alguien le había hablado de ese espacio o algo parecido, aunque era difícil viendo que no salía mucho de su clase y cuando lo hacía... Bueno, le reconocía el esfuerzo de no salir corriendo.

    —Tal vez puedas ir a ver la sala de arte en estos días —comenté o más bien sugerí—, creo que durante el receso no suele haber nada o al menos es raro que haya gente.

    Con su ansiedad no creí que me regresara la pregunta, pero lo hizo y me di cuenta de que no había pensado en una respuesta desde mi lado. Mientras pensaba me ofreció de su bento, escuché el móvil vibrar de nuevo pero me pareció más importante el hecho de que Luna, con sus nervios, me estaba ofreciendo de su almuerzo que cualquier otra cosa.

    —¿Estás segura? —tanteé asegurándome de que no sonara como una negativa—. Aunque estés satisfecha, llegué de improvisto.

    Supuse que ya preguntármelo le había significado un esfuerzo monumental, así que volví a sonreír y acabé por asentir suavemente con la cabeza, aceptando la comida. Además, quien fuese que le había empacado la comida o incluso ella misma se había anticipado a la posibilidad de que alguien apareciera, viendo el par extra de palillos.

    —Me gusta el club de cocina y el patio norte cuando no hay tanta gente —contesté a la pregunta que me había regresado mientras estiraba las manos con cuidado para alcanzar el bento y los palillos extra—. El club porque me gusta cocinar, supongo, y el patio...¿Porque me parece bonito?

    Antes de hacer nada más agradecí por la comida, me excusé una segunda vez después de eso y atendí el mensaje. La pregunta de Zoldryck fue de lo más extraña, quería decir, podía haber preguntado si estaba bien si llegaba, pero había preguntado si me molestaba y me pareció un ordenamiento de ideas un poco raro. Como fuese, el tema era que me parecía que la niña aquí presente ya bastantes problemas tenía intentando hablar conmigo como para sumarle otra alma, así que prefería no tentar a la suerte.

    Creo que mejor no. La chica es como que muy nerviosa
    Apenas puede hablar conmigo, me da miedo que ver a alguien más la asuste mucho y justo me ofreció de su almuerzo
    Puedo subir antes de que termine el receso si necesitas algo


    Había pasado de ser horriblemente escueta a soltar un montón de información, pero bueno daba lo mismo. El último mensaje fue bien innecesario, pero me sonó como lo más normal de mi parte así que para disimular. Igual silencié el teléfono y lo regresé al bolsillo, porque me parecía un poco grosero no prestarle toda mi atención a la chica. Lo revisaría de nuevo en otro momento más cercano al fin del receso, que seguramente lo dictara el ruido que llegaba desde el patio.


    mis neuronas oof

    Insane última respuesta de Shio en un rato
     
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    Bruno TDF

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    Sentía bajo los dedos la acumulación del calor que desprendían mis mejillas, tan abundante que llegué a creer que se filtraría entre las finas aberturas que había entre las falanges, como si fuese una emisión de energía. La idea era tan absurda como improbable, aún así logró que afirmara la presión de mis manos en el rostro, tan empecinada estaba en reducir la cantidad de señales que delataban mi vergüenza, así fuese ocultándolas en vano… Luchaba, pese a todo, por mantener mi contacto visual con Shiori, porque no quería ser grosera con ella. Y más que nada, tenía miedo de que su sonrisa se borrara a causa de mi comportamiento asustadizo…

    P-pero el bento aguardaba sobre la mesa, provocando contundentes latidos… M-me había p-puesto así de n-n-nerviosa porque… consideraba el almuerzo, ¡e-es decir, la comida!, como algo muy p-personal, ¿tal vez? S-sabía que era lo normal ofrecer a otros, no por nada mi madre había dispuesto un segundo par de palillos, pero la sola idea de compartir la comida me seguía provocando cierto impacto. Ayer me había puesto muy ansiosa cuando Rowan me dio parte de sus alimentos; ahora lidiaba con la misma sensación de pesadez al ocurrir lo mismo con Shiori... Con la enorme diferencia de que, en el presente caso, e-e-era yo la que o-ofrecía...

    Respondí con un asentimiento cuando preguntó si estaba segura, al segundo siguiente mutó en una negación luego de que mencionara que llegó de improvisto. Los extremos de mi cabello rebotaron y oscilaron por lo pronunciado de estos movimientos de cabeza.

    —No… No te preocupes… por haber venido de pronto… —dije bajito, casi en un suspiro—. Yo…


    …agradezco que estés aquí.


    —…espero que te guste.

    Shiori aceptó la comida con una afirmación silenciosa a la que sumó, otra vez, su sonrisa. Aquello fue suficiente para que mis manos descendieran lentamente, revelando que mi rostro había recuperado parte de su color habitual, aunque estaba segura de que conservaba resabios rosados. Esta vez me acomodé sobre la silla, no sin algo de dudas, para enfocar en ella ambos colores de mi mirada. Sentía un poco de alivio por una mezcla de cuestiones: su sonrisa, el evitar la vergüenza de ser la única comiendo, el haber sido capaz de ofrecer algo personal y que lo aceptara. Pero me daba cuenta que, por sobre todas las cosas, me tranquilizaba por el bienestar de Shiori, ¿tal vez? ¡E-E-Es que…! Me había angustiado la idea de que pasara el receso sin comer; a mí me pasó eso muchas veces por olvidarme el bento y... y era terrible pasar el resto de la tarde con el estómago vacío. Ese fue origen mi impulso de ofrecerle mi comida, fue algo que sobrepasó cualquier barrera de mi timidez.


    Respondiendo a mis preguntas, mi senpai dijo que le gustaban el club de cocina y el patio norte… cuando no había mucha gente. Para mí siempre estaba repleto, pero era muy posible que nos estuviésemos conduciendo con parámetros diferentes, los míos podían llegar a ser extremos. Eso no quitaba su belleza al patio, de todos modos, pero seguía siendo un sitio al que no podía acercarme... Y muchos menos, tras la experiencia que me había arrojado al invernadero... Era una lástima, hasta había pensado en juntar pétalos del cerezo...

    El detalle que quedó aferrado a mi mente fue que a Shiori le gustaba cocinar. Frente a tal mención de su afición, alcé la cabeza con una temerosa curiosidad. Aunque sentí culpa cuando la vi respondiendo otros mensajes en su teléfono, pues empecé a preguntarme si no la estaría reteniendo frente a otros compromisos. Pero decidí ignorar el pensamiento en el momento que el móvil quedó reposando, pantalla abajo, sobre la mesa.

    Retiré mis palillos de dentro del bento para que pudiera comer con comodidad. Mis dedos quedaron un poco engrasados, pero lo disimulé.

    —Eeeh... Uh... ¿Qué es lo que más... te gusta cocinar? —pregunté con curiosidad, encogiéndome un poco entre mis hombros, pero logrando mantener el contacto visual con algo de esfuerzo— D-Digo... Me refiero a que... Si tienes un plato... que se te de muy bien —apreté los labios y negué con la cabeza, como si con eso espantara la angustia de sentir que no estaba siendo clara al hablar— Como una... especialidad, ¿tal vez?
     
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    Zireael

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    La verdad era que esta chica tenía suerte de que nadie más hubiese venido a meterse aquí, quería decir, alguien que no fuese yo aunque en sí otro molde de persona también era difícil de imaginar aquí. Todo lo que sabía era que habían ciertas caras, algunas que yo conocía más de la cuenta, que seguramente la habrían matado de un infarto solo con su presencia.

    Solo quedaba rogar porque nunca chocara con alguno de ellos.

    Cuando le pregunté si estaba segura asintió, luego negó y consiguió decirme que no me preocupara por haber llegado de la nada y que esperaba que me gustara el almuerzo. Me perseguían doce diablos diferentes, y eso que ni siquiera sabía que Paimon andaba por ahí bailando con la nueva tan pancho, pero los esfuerzos de esta niña despertaban cierta ternura. Se notaba que le costaba interactuar en general, pero lo intentaba y eso ya era de reconocer.

    También consiguió mirarme de manera un poco más directa, lo que me ensanchó la sonrisa. En cualquier caso, respondí los mensajes, noté que sacaba los otros palillos del bento y yo entonces pesqué algo de comida con los míos para permitirme el primer bocado, modesto. Sonreí esta vez para mí misma, mastiqué con calma y su pregunta me hizo mirarla.

    —¿Postres, quizás? Me gusta hacer galletas y supongo que se me dan bien, pero preparo un poco de todo. No estoy muy segura de tener alguna especialidad, aunque me gustaría —respondí con sinceridad y comí un poco más—. ¿Quién preparó tu almuerzo?
     
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    Bruno TDF

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    Tras retirar mis palillos del interior del bento, me ocupé de envolverlos con una pequeña servilleta que reposaba en uno de los bordes de la mesa, estaba asegurada bajo la cajita de los dorayakis. Los palillos se habían semicubierto con salsa en casi toda su longitud debido a la aparatosa caída que sufrieron, cuando sin querer los solté ante la sorpresiva aparición de Kurosawa, así que mi mano también debió padecer el penoso espectáculo de las manchas. Me la limpié como pude con la misma servilleta que usé para envolverlos, sonrojada de pena, pero en mis dedos y entre ellos prevaleció una sensación desagradable y resbaladiza. N-no dije nada de t-todos modos, n-n-no era c-co-como si fuéramos a d-d-da… da… ¡d-d-d-darnos la mano!, o algo así. Disimulé ocultando ambas manos bajo la mesa, pero ahora no podría estrujar mi falda para calmar la ansiedad, ya que la mancharía. Me sonrojé más, incómoda, pero pude sostener la mirada en Shiori.

    Mi pulso se aceleró en el momento que la observé dar el primer bocado. Desvié ligeramente mis ojos porque de repente me sentí invasiva, movida por esta idea de que el almuerzo era algo muy personal. Había giros traicioneros dentro de mi cabeza, movimientos bruscos que siempre amenazaban con derrumbar la escaza paz interior que lograba reunir... Es que… Así como me había apenado ser la única comiendo, ahora creía que mi presencia resultaba inoportuna por no estar haciéndolo y que por eso no tenía derecho a mirar a Shiori, bajo la idea de que la llenaría de incomodidad, a-así que mejor fingir que no e-estaba aquí, ¿tal vez…? Era un escenario diferente a mi encuentro con Rowan, porque ayer comíamos los dos; esta situación nunca la viví, evidentemente debido a mi falta de contacto social, por lo que de repente no sabía qué hacer. Poco faltó para que volviera a estrujar mi falda, pero me atajé a tiempo al recordar que los dedos de una mano estaban impregnados; busqué la opción de frotarme las manos sobre el regazo, pero el tacto resbaladizo fue tan incómodo que desistí... Por lo que... Frente a la falta de una vía de escape para mi ansiedad... Decidí que lo mejor era tratar de prestar más atención a sus palabras, evitando mirarla de más.

    A Kurosawa le gustaba preparar postres, parecía tener experiencia con las galletas y en mi mente surgió la pregunta, obviamente no formulada, de si sabía hacer dorayakis. Pude verla cara a cara, al menos antes de que se llevara un segundo bocado a los labios, momento en el que mi mirada hacia siguió de largo para caer en una planta que había a sus espalda. Tragué saliva antes de responder su pregunta, luchando contra los pensamientos intrusivos.

    —Hoy… lo preparó mi madre —respondí, mirando el bento—. En mi casa… todos cocinan. Incluso mis hermanos saben… —agaché un poco la cabeza— Yo… Yo no tengo habilidad… Soy muy torpe y me da miedo quemarme… P-Perdón —me sonrojé y sacudí la cabeza; esa disculpa había sido completamente innecesaria y lo supe al instante—. Me alegra que… que puedas disfrutar de algo como eso.

    Hice una pequeña pausa, pues de pronto me debatí sobre lo que estaba por expresarle. Mi mirada siguió recayendo en el bento, en la comida, en los palillos que Shiori sostenía. Ladeé la cabeza unos milímetros, sin advertir que estaba haciendo demasiado evidente mi meditación. Creo que aún me sentía muy sensible por mi episodio en el patio y por lo horriblemente sola que me sentí al escuchar los aplausos lejanos de la gente, lejos de mí.

    Tal vez... por eso no puse freno a mi sinceridad.

    —A mi madre… le va a hacer muy feliz saber que… que alguien más probó su comida.
     
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    Noté su colapso con los palillos, era demasiado evidente, pero no dije nada porque supuse que la pondría incluso más nerviosa y era mejor guardar silencio al menos respecto a eso. Ya de por sí se estaba esforzando para mantenerse allí, para ofrecerme su almuerzo y sostener una conversación. Si mencionaba su desastre arruinaría todo eso, lo sabía.

    De la misma forma supuse que dejó de mirarme cuando empecé a comer porque le pareció raro, mal educado o cualquier otra cosa quedarse observando. A mí me daba más bien igual, pero tampoco iría a decírselo así que la dejé manejar la situación como mejor pudiera. Cada quien trabajaba con lo que tenía.

    No tenía apetito, en lo más mínimo, pero cuando probé la comida pude reconocer que estaba bien preparada. Tenía buen gusto, además de que ya con los palillos extra se notaba que quien lo hubiese empacado tan siquiera esperaba que esta chica comiera con alguien. En ese gesto, incluso si era propio, había algo de esperanza o de afecto.

    Mi pregunta no fue la mejor, no quería decir que pensara que fuese a molestarla, me refería a que las posibles respuestas no ayudaban al resto de mis enredos. Cuando Luna respondió que había sido su madre quien lo preparó bajé la mirada a la comida, mantuve la calma y respiré. Respiré a conciencia, como si dejar de hacerlo significara que olvidaría cómo pasar aire a los pulmones y aunque seguí escuchando a la chica algo me punzó el pecho.

    Dijo que sus hermanos también cocinaban, pero que ella no por torpeza y miedo a quemarse, pero yo me quede atorada en sus hermanos, me quedé atascada en su madre y seguí girando allí. No mostré señal alguna de alteración, incluso tomé algo más de comida con los palillos y mastiqué todavía sin quitar los ojos del bento.

    A su madre la iba a hacer feliz esto.

    Tenía una madre que reparaba en ella.

    No recordaba la última vez que había comido algo cocinado por mi madre, no desde que Kao había quedado pintado en la calle. Era posible que ni siquiera papá recordaba el sabor de la comida de su esposa o algo que tuviese que ver con la persona que era ella antes de esto. De esta pesadilla sin fin.

    —¿Puedes decirle de mi parte que estaba muy rico? —pedí casi en voz baja, regresando la atención a ella y sonreí como si nada—. Dices que te da miedo quemarte cocinando, ¿alguna vez has pensado intentar preparar algo que no requiera que uses la cocina? El calor quiero decir, que no vaya cocido.

    bajame del quilombomovil dont
     
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    No pude seguir mirándola tras decirle lo de mi madre, mi rostro se desvió ligeramente hacia algún sitio vacío del aire. Al rubor creciente de mis mejillas se sumó un ligero temblor de los labios, los cuales apreté en un vano intento por controlar el movimiento involuntario. Eran los nervios y, también, la lucha contra la tentación de lanzar sobre Shiori una ola de aclaraciones y justificaciones, que de nada servirían para aliviar el peso de algo que consideraba una confesión… P-Pues… al señalar que mi madre se sentiría feliz de que alguien más probara su comida, este almuerzo que traía a la escuela… también estaba admitiendo que yo era una chica que no tenía a nadie en la academia, con quien compartir cosas.

    Aislada. Solitaria. Sin amigos… (E-era muy pronto para considerar a Rowan como uno… ¿tal vez?)

    D-de todas maneras, esta soledad era algo que se podía inducir a primera vista, con sólo presenciar mis ademanes nerviosos y mis más que evidentes dificultades para involucrarme en interacciones sociales mínimas, n-ni siquiera podía reaccionar con normalidad frente a un acercamiento. P-Pe-Pero sentía que el asunto adquiría un peso mucho mayor, más contundente, cuando era yo quien lo ponía en palabras, así fuese de forma indirecta. No me gustaba la soledad y, por lo tanto, rechazaba con fuerza la sola idea de confesar que no tenía a nadie a mi lado, en esta academia.

    Pero… ¿no era esto, tal vez, otro paso para seguir cambiando las cosas? ¿Admitir mi debilidad?

    Pude notar de soslayo cómo Shiori mantuvo la mirada sobre mi bento al saber lo de mi madre. No respondió al instante, se limitó a seguir probando el alimento sin alzar la vista, a la vez que yo seguía siendo incapaz de volver a enfocarme en ella por temor a su reacción. Hubo, allí, una instancia de desconexión, ¿tal vez? Como si, repentinamente, ambas nos hubiésemos refugiado en nuestras propias cuestiones, ¿tal vez...? Me estremecí, incómoda, preguntándome si debía añadir algo más. Pero ya estaba demasiado agobiada como para aventurar una nueva frase. Por suerte, Shiori no tardó en retomar la palabra para pedirme que transmitiera a mi madre su opinión sobre la comida.

    Asentí nerviosamente.

    —Se... Se lo diré... Gracias —respondí; sumé una torpe reverencia a mi agradecimiento y escuché su pregunta, que me dejó algo dubitativa— Eeeh... N-no lo había pensado... Uh... —me atoré en la indecisión, pues ninguna idea clara acudía a mi mente— Hacer platos como... ensaladas, ¿tal vez? O verduras en general... —estuve a punto de frotarme las manos nuevamente, como para ayudarme a pensar, hasta que recordé que estaban ligeramente sucias— Podría... podría empezar con... ¿con algo así? Con recetas que no requieran usar cuchillos. Me dan miedo los cuchillos —confesé, poniéndome aún más colorada.

    Primero el miedo a quemarme, ahora el temor hacia los cuchillos, d-debía de estar d-dando una imagen lamentable frente a una cocinera como ella. N-No pensaba que Shiori fuese a burlarse, ¡p-parecía s-ser una buena persona!, pero de todos modos creía que me estaba avergonzando a mí misma... Ante todo esto, se me ocurrió sacar mi móvil y mirarlo, como un modo de lidiar con el oleaje de pensamientos instrusivos que amenazaba con irrumpir en mi mente, hasta que advertí el horario...

    Quedaba poco tiempo de receso. Sin embargo, desde el exterior seguían llegando los lejanos rumores del evento de baile y, de pronto, fui consciente de que tendría que pasar entre todas esas personas para regresar mi salón. La perspectiva me provocó ansiedad, haciendo que contuviera el aire en mis pulmones. Miré a Shiori, debatiéndome internamente sobre otra idea.

    —Eeeh... Kurosawa-senpai... —dije, intentando mirarla a los ojos— El receso va a terminar... Y yo... Uh... —me ruboricé ligeramente y me llevé el dorso de una mano a los labios, para ocultar su temblor— ¿Te molestaría si... voy contigo hasta... los pasillos? ¿Por favor?

    Quizá esta siendo una petición egoísta, pero en este momento necesitaba de una presencia como la suya. Si me concentraba en su cabello, o en sus ojos... o en su sonrisa, quizá pudiera atravesar el gentío sin entrar en pánico.

    Al final resultó ser que mi "resfriado" era tremenda bronquitis y me tuvo inhabilitado hasta hoy unu (¡ya me estoy recuperando igual!)

    Por acá dejo un semi-cierre con Bea, hice lo que pude (?).

    Muchísimas gracias por caerle, evitaste que se le rompiera el corazón en pedacitos al no dejarla sola <3
     
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  19.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Parte de mi desconexión al menos le quitó mi atención de encima a la chica, aunque quizás también la había puesto más nerviosa, pero apenas estaba comenzando a tirar hilos, todavía no podía controlar demasiado bien el cómo o qué decir. Entre todo al menos había que reconocerme que había conseguido que la chica no saliera corriendo de allí, aunque con lo que me dijo de su madre supuse que también estaba luchando contra sí misma, que quería quedarse aquí pero también quería correr.

    Era valiente a su manera.

    Dijo que le diría a su madre lo de la comida, se me estiró un poco la sonrisa y luego escuché el resto de su respuesta con atención. En realidad me parecía normal tenerle miedo a la hornilla, a los cuchillos y a tres cuartos de las cosas en la cocina, algunas podían hacerte daño, otras simplemente eran intimidantes, así que no me pareció raro como tal. Tampoco la interrumpí, claro, supuse que la pondría más nerviosa.

    —En algunas ensaladas puedes deshojar y rasgar la lechuga con las manos, o usar tomatitos de estos pequeños para no tener que cortar uno grande —dije con suavidad cuando terminó de hablar—. Hay algunas opciones, por si alguna vez gustas probar.

    Cuando ella miró su teléfono fui consciente del tiempo, así que hice lo mismo, noté la hora y los mensajes de Zoldryck, que al final dijo que no hacía falta que subiera o yo qué sé. No supe qué más contestar, así que solo dejé los mensajes allí y la voz de Luna atrajo mi atención de nuevo. Lo que me pidió me hizo sonreír con ternura, no pude contenerlo y asentí suavemente con la cabeza.

    —Con mucho gusto te acompaño —añadí cuando se me ocurrió que el asentimiento por sí solo podía entenderse mal.

    Esto... También lo echaba en falta, ¿no?

    Cuidar de otra persona.

    KACHOW

    Espero que sigas mejorando, Brunito <3 y no es nada, fue un placer caerle a Bea, obvio uwu
     
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  20.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Con el trabajo de Dios hecho, me retiré de los casilleros y subí a mi clase. Me preocupaba por las personas pero tampoco quería agobiarlas, y suponía que en ese espacio gris era donde me había habituado a jugar a ser Robin Hood. Ni idea, me quedaba más tranquila sabiendo que había aportado mi granito de arena y ya.

    A nuestra clase llegó un chico nuevo y su apellido me quedó rebotando en la mente un par de segundos, aunque al final me enfoqué en las lecciones y me olvidé del asunto. La campana del receso vibró, me tensó parte del cuerpo y solté el aire por la nariz. Era más sencillo sentarme y tomar apuntes que... tener tiempo para pensar, la verdad. Enganché la bolsa de mi bento en un dedo y me incorporé, rebotando la caja contra mi pierna conforme caminaba. No tenía mucha idea de qué hacer ni adónde ir.

    Tenía que comprarme algo que beber, pero al notar que Joey ocupaba la máquina del pasillo seguí hasta la cafetería. Hice un poco de fila, me hice con una botella de agua y salí al patio. Lo recorrí con calma, recordando el evento del viernes, y una sonrisa ligera navegó mis labios. Había sido un receso muy bonito, la verdad, incluso si yo no había participado de ninguna forma particular. Me había alegrado venir a la escuela, con las pocas horas de sueño y todo.

    En mi camino sin rumbo acabé divisando el invernadero. Arrugué apenas el ceño, dándome cuenta que... ¿alguna vez, en mis tres años de preparatoria, había visitado ese lugar? En mi mente era territorio del club de jardinería y quizá por ello, sumado a tantas otras cuestiones, siquiera me lo había cuestionado. Se veía muy lindo desde afuera y me picó el bichito de la curiosidad. Además, la idea de encontrar un lugar sereno y silencioso era tentadora.

    Recorrí el pasillo inicial ya con el asombro a flor de piel, pues la cúpula de cristal y las paredes rebosantes de flores bastaron para encogerme el corazón. Era genuinamente precioso, percibí un ligero chapoteo y derivé en la zona central. Me acerqué al estanque de peces koi, giré hacia la mesa de hierro y entonces lo vi. Había un muchacho acuclillado frente a una planta, que reparó en mí casi al mismo tiempo y ambos abrimos la boca para hablar.

    —Ah, lo siento —me apresuré por decir, recortando un poco la distancia con el pasillo—. No sabía que había gente.

    El chico tenía el cabello de un color turquesa bastante peculiar y su cara me sonó, aunque no supe definir de dónde. Me sonrió, fue sereno y meneó la cabeza, conservando la posición.

    —Descuida, no tienes que irte. El invernadero es un espacio para todos. ¿Venías a almorzar? —Asentí, repentinamente cohibida, y me indicó la mesa—. Yo sólo vine a revisar algo que me había olvidado, así que no te preocupes. Ponte cómoda.

    Aún lo dudé, pero me había transmitido tanta ¿calma? que no sentí que lo dijera por mera cortesía. Él regresó a su trabajo y yo me acerqué a la mesa, aún sintiéndome un poco fuera de lugar. No quise darle mucha cabeza, probablemente en unos minutos se me pasaría. Me senté, quité el bento de la bolsa y observé los alrededores. Había mucha paz allí adentro.

    Poco a poco, mi corazón se calmó.
     
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