Exterior Invernadero

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Tenía cierta experiencia con gente difícil, Tora por poco no me había escupido encima ante mis primeras aproximaciones, ahora tenía que vivir sin tomarme en serio al bufón que era Shimizu y antes de eso había tenido que moldearme al carácter dominante de Katrina, básicamente llegar a acuerdos sin dar el brazo a torcer. Era un ir y venir de demostrarle a las personas que podía ser bueno, amable y servicial en tanto no me tocaran las pelotas.

    Sin embargo, debía ser sincero al decir que nunca había tenido que enfrentarme a los nervios tan claros de otra persona. En cierta medida era más fácil lidiar con los que eran respondones, porque al menos me miraban a la cara y podía crear cierta conexión, pero esta niña, bueno, apenas parecía capaz de respirar el mismo aire que yo sin saltarse por lo menos tres latidos del corazón.

    Seguía escudada con la consola, no sabía si así impedía que el corazón se le escapara del pecho o se sentía un poco más segura, pero no pude evitar ser consciente del detalle. La disculpa me salió un poco para el culo, me di cuenta en el momento en que negó con la cabeza con demasiada energía, lo que me hizo temer que se torciera el cuello en el proceso, y algo de vergüenza se me coló en la sonrisa pero anulé el sentimiento tan pronto como pude.

    Me señaló la cajita en la que quedaban todavía dos dorayakis, suspiré con cierto alivio y me rasqué la nuca con la mano libre. Me había preocupado mucho que por mi intromisión se hubiese quedado sin comida, pero con su aclaración pude respirar con algo de calma. Ella siguió hablando, se quedó atorada presentándose y yo le di su tiempo.

    —Beatriz —repetí con suavidad y la sonrisa me cerró los ojos—. Mucho gusto.

    Me acordé de repente de que seguía sosteniendo el dorayaki que había caído en batalla, así que lo miré un segundo y luego volví a mirar la mesa. No sabía muy bien cómo seguir con el asunto, así que me limité a seguir improvisando.

    —Ehm, ¿te gustaría almorzar conmigo allá en la mesita? —tanteé sin alzar mucho la voz—. Solo si quieres.


    *shy rowan noises*
     
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    Los latidos dentro de mi pecho habían reducido sus violentos golpes… Se sentían un poco más ligeros, pero seguían siendo acelerados, como una pequeña vibración que intensificaba mi timidez… Quería que el rubor en mis mejillas se fuera, pero su calurosa persistencia desataba un ciclo de eterna vergüenza. Me daba mucha pena porque sabía que estaba incomodando a este chico… Incluso si él lograba disimularlo, no había manera de que no provocara otra sensación en las personas que se me acercaban. Mi timidez era demasiado notoria, los nervios relucían a plena luz del día sin ningún tipo de impedimento… Y al final… Al final, aunque me diese mucha tristeza… la mejor opción era la huida… ¿Tal vez?

    Y lo peor de todo era que, a causa del miedo a que se enojara y el posterior abatimiento que me hizo sentir su disculpa… no escuché con claridad su nombre. E-empezaba con “Ro” y al final había una “a”, de eso estaba segura, pero… ¿y-y el resto? ¿Dijo que se llamaba Rowan, tal vez? ¿O Ronald? Eeeh… ¿Román…? El corazón me dio un vuelco: habernos presentado era como pequeño logro para mí, p-pero ahora advertía que fue un mal comienzo… ¿Qué tan mal quedaría si me equivocaba al dirigirme a él?

    Lo escuché repetir mi nombre con suavidad… A-Al menos él fue lo suficientemente atento para registrarlo… a diferencia de mí, ay. Que dijera que era un gusto conocerme me hizo sonrojar más, pero asentí sin emitir palabras; la presión de la consola contra mi pecho se redujo levemente, sin que advirtiera mi propio movimiento. Me atreví mirarlo de reojo una vez más y…


    Me invitó a almorzar con él.

    Los latidos incrementaron su aceleración. La sorpresa me hizo voltearme hacia él… Cosa que duró apenas dos segundos, ya que evadí su rostro para concentrarme en unas flores. La cajita de dorayakis seguía en mi mano. En la otra, sostenía la consola por uno de los joy-con; la cual elevé hacia mi rostro para ocultar mi bochorno, porque otra vez me había puesto más colorada de lo que podía soportar… ¿A-almorzar con un chico? ¿D-d-de verdad? S-si alguien n-nos veía, ¿n-n-n-no se iba a malinterpretar? Me embargó el impulso de negarme. De huir, como siempre hacía. Lo miré de reojo otra vez, reparando en la mesita de más atrás…

    Mis labios se separaron, ocultos tras la consola y… y…

    —Sí… —respondí; desvié la mirada, avergonzada— Si no te molesta…
     
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    Si me lo preguntaban, prefería disimular la preocupación que sus nervios me causaban que imaginar que se fuera y ya. Quería decir, que alguien se fuese y te dejara hablando solo era bastante feo en casi cualquier contexto, así que en parte por eso estaba actuando con tanta cautela. Sentía que si daba un paso en la dirección incorrecta, si pisaba un palito en medio del bosque, la chica iba a salir corriendo como un venado en el más absoluto de los pánicos.

    La cláusula de amabilidad básica al decirle que era una gusto conocerla aumentó la violencia de su sonrojo, a este paso estaba comenzando a preocuparme que se le subiera la presión. Aún así, la fuerza con que presionaba la consola contra ella se redujo y yo me quedé atento, esperando, íbamos bien hasta que le solté la invitación a almorzar y la pobre volteó a mirarme como si tuviera monos en la cara.

    Estaba bien que era un poco confianzudo, pero iba a comenzar a tomármelo personal.

    Fueron dos segundos si acaso, regresó la atención a unas flores como si fuesen más interesantes que yo (de nuevo, iba a comenzar a ponerme triste y todo) y cuando me di cuenta pretendió ocultar el rostro detrás de la Switch. Pensé que me rechazaría, me anticipé a la negativa y volví a rascarme la nuca, cerca del nacimiento del cabello, repentinamente ansioso.

    Iba a decirle que no pasaba nada, que nos veíamos otro día por ahí y toda la parafernalia cuando accedió. Fue una tontería, pero que me dijera que sí bastó para iluminarme el rostro, sonreí de nuevo, el gesto alcanzó a entrecerrarme los ojos y negué con la cabeza con cierto entusiasmo.

    —Gracias por aceptar —dije, soné hasta aliviado y enderecé los pasos hacia la mesa.

    Al llegar desenvolví el bento, traía unas servilletas entre la tela y la caja, así que tomé una para envolver el dorayaki caído y con la otra me limpié las manos. Cuando terminé busqué a la chica con la mirada, después de hacerlo traje los ojos hasta la mesa, invitándola a sentar donde se sintiera cómoda.
     
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    Todo cuanto pude hacer frente a su agradecimiento fue asentir, dubitativa y con los labios muy apretados, gesto que no podía notarse al estar escudado tras la consola. Si llegaba a emitir una sola palabra en ese momento, el temblor de la voz me haría ver absurda… Porque había demasiadas sensaciones que se acumulaban en mi pecho y chocaban entre sí hasta formar un gran remolino, debido a mi inesperado impulso de… de aceptar un almuerzo… c-con un chi-chico… La sola idea me sobrecogía en demasía, p-pero… aún así… luchaba internamente para alejarme de la tentación de dar marcha atrás… Mi cuerpo reclamaba refugio en otra parte, pero yo no quería eso… No quería... No quería...

    Al ser consciente de las cosas que me pasaban por dentro, me asaltó una mezcla de culpa y pena, porque de seguro se me estaba notando. Ya… Ya había incomodado mucho a este chico, ¿tal vez…? P-por eso sonó aliviado cuando me dio las gracias, ¿tal vez…? No deseaba seguir causándole malestar a alguien que sólo intentaba ser amable, él no tenía la culpa de que yo fuese así de asustadiza… Por lo que junté fuerzas para despejar mi rostro y voltearme ligeramente en su dirección con la intención de decir algo tranquilizador, pedirle que no se preocupara, ¡lo que fuera necesario! Pero al final me giré justo al mismo tiempo que él me dio la espalda para caminar en dirección a la mesita. Sin embargo… Llegué a ver su sonrisa. Tan amplia… que le entrecerraba los ojos.

    Me sentí confundida por su repentino ánimo… y también conmovida.

    ¿De… de verdad lo había hecho sonreír así? ¿Por qué? ¿Tanto lo animaba mi presencia, aunque no me conociera? No estaba acostumbrada a expresiones tan informales como la de este chico, al menos fuera de mi hogar. Pero gracias a esa sonrisa, el remolino en mi pecho redujo sus caóticos giros y la mayoría de mis músculos se destensaron... No del todo, pero se relajaron...

    Su mirada me llegó desde la mesa, donde un bento relucía junto a unas botellas de agua. Bajé el rostro con timidez al sentirme observada y me acerqué con pasos que no se podían describir como firmes. Pero avanzaba. Aunque me diese temor, debía ir hacia adelante, aferrada a este impulso. Tomé asiento e-e-e-e-enfrente s-s-suyo y coloqué junto a sus cosas la cajita de dorayakis junto con la consola, que había guardado en su estuche. Ahora que caía en cuenta... de seguro había vuelto a morir en el juego, pero no pude comprobarlo porque... bueno... la apagué sin querer, cuando este chico apareció.

    Ahora estábamos más cerca que antes. Frente... a frente. No tardé mucho en descender la mirada hacia mi regazo, donde con las manos juguetaba con la tela de mi falda... Intenté alzar mi rostro hacia Ro. Una vez. Dos veces. En ambas ocasiones no duré demasiado y la vergüenza volvió a cruzar en mi gesto. Pero... no quería seguir actuando de esta forma. Por lo que opté por mirarlo de costado, posando sobre él mi ojo celeste.

    —Vienes... eeeh... —empecé a decir con timidez— ¿Vienes seguido... a almorzar aquí?

    Fue la primera pregunta que se me ocurrió hacerle.
     
    Última edición: 24 Septiembre 2023
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    Si algún día llegaba a enterarme que además de su ansiedad natural, el hecho de que yo fuese un chico había empeorado todo seguro me dejaba la vida en disculpas porque me habría dado cuenta de lo insistente que había sido. En ese sentido a Tora no le faltaba razón cuando me decía que iba a incomodar a las personas, se me iba la mano y no lo procesaba demasiado.

    Por otra parte, esta chica estaba subestimando el poder real que tenía su presencia, como la de muchas otras personas, y era que como había quedado claro ayer me gustaba conocer nuevas personas. Aprendía mucho de cada una y obtenía de ellas cosas que yo, en mi encierro y mis dolencias, a veces no podía alcanzar del todo; en este caso en particular sentí que estaba recuperando un poco el estatus que había perdido al cambiarme de escuela a voluntad.

    Las conexiones con los otros me permitían crear un colchón sobre el que caer cuando fuese necesario.

    A pesar de sus nervios, la muchacha al final tomó asiento frente a mí, así que me quedé allí en vez de sentarme a su costado. Ella bajó la vista al regazo, intentó volver a mí algunas veces y yo me mantuve sereno; destapé el bento, observé la comida y me di cuenta que mi madre, como siempre, había colado el par de palillos extra de Tora.

    Estaba haciendo maromas mentales de cómo dividir la comida, quizás usando la tapa como plato, cuando la voz de Beatriz me alcanzó de nuevo y regresé los ojos a ella. Su pregunta me sacó una risa bastante suave, casi apenada.

    —Es la primera vez, llegué a la escuela apenas la semana pasada —contesté con la sonrisa en el rostro todavía, aunque ya más calmada—. Pero una compañera de clase accedió a mostrarme el lugar el primer día y me gustó mucho, así que quise venir a almorzar aquí.

    Después de responderle tomé un par de palillos, pasé a la tapa del bento una buena porción de carne, bastante arroz, verduras hervidas y algo de la ensalada de lechuga que había puesto mi madre. Fue como si hiciera un segundo almuerzo allí, así que al verlo quedé satisfecho con el resultado, coloqué los palillos limpios sobre el bento y lo empujé suavemente en dirección a Beatriz, yo me quedé lo que había servido en la tapa, que no era poca cosa tampoco.

    —Mi madre siempre me envía comida para compartir, porque sabe que de una forma u otra termino hablando con alguien —admití como si no fuera la cosa más obvia del mundo. Lo de la comida era verdad y mentira a la vez, era el almuerzo de Tora pero como él trajo el suyo ahora era de quien lo quisiera, algo que ella no tenía por qué saber—. Puedes comer si gustas y si no, no pasa nada.

    Revolví un poco el arroz, tranquilo, y volví a mirar la Switch.

    —¿A qué jugabas? —Así como su pregunta, esa fue la primera que se me ocurrió a mí.

    Luego de la sarta de cosas que le había soltado antes, quería decir.
     
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    —Ah… ¿En… en serio? —musité al oír que lo habían transferido la semana pasada y que apenas era la primera vez que venía a almorzar al invernadero; mis ojos retornaron a mis manos mientras dudaba, no sabía qué decir— Eeeh… Uh… ¿Bienvenido…?

    Otra oleada de rubor me cubrió las mejillas, pero me pareció que fue más leve, ¿tal vez? El remolino en mi pecho seguía girando. Era un poco menos agobiante, así que mis sentimientos de pudor relucían con menos intensidad… o eso quería creer. En todo caso, mi sonrojo se originó porque me sentí torpe, ya que hice sonar la bienvenida como una pregunta y con eso, de seguro, arruiné el recibimiento con el que intenté hacer que se sintiera bien acogido… Incluso una palabra tan formal como “Bienvenido” era difícil de pronunciar para mí, pero hice acopio de fuerzas para no dejarme llevar por la inseguridad que amenazaba con ahogar las palabras en mi garganta.

    Aunque esta conversación me supusiera una gran dificultad… m-me iba a e-e-esforzar…

    El chico, al que sólo podía nombrar como “Ro” ya que no logré definir el resto de su nombre, permaneció concentrado en su bento. Eso podía percibirlo por el sonido de los palillos. Alcé la mirada lentamente, entre curiosa y temerosa, sólo para reparar en que estaba pasando parte de su almuerzo a la tapa… y que había unos palillos extra en la mesa. Me azotó una mezcla de sentimientos tras adivinar su intención... ¡No… no hacía falta que hiciera eso! ¡Y-Yo ya tenía mis dorayakis! Me… Me dispuse a decir algo al respecto, iba a sentirme mal si pasaba el resto del día con hambre. Pero… Pero Ro fue más rápido.

    Deslizó el bento en mi dirección. Me estremecí con la misma suavidad con la que acercó su almuerzo, compungida con el hecho de que no me estaba ofreciendo la tapa como había creído en un principio. A lado del bento, los dorayakis se vieron muy pequeños e insuficientes para saciar el hambre de cualquier persona. Volví a tratar de acotar algo, pero mis labios apretados detuvieron cualquier frase… Su amabilidad estaba siendo tan cálida que… que me dejaba sin palabras… No estaba acostumbrada a que se me acercaran de este modo, y no podía asegurar que no me provocaba ansiedad y nervios. Pero pensé que sería injusto desmerecer las acciones de Ro con sentimientos de culpa, así que me aferré a su conversación con la idea de distraerme (a-aunque sin mirarlo directamente a la cara).

    Contó… que siempre le preparaban comida para compartir… Porque tenía la costumbre de hablar con la gente… A mis oídos, lo suyo sonaba como una hazaña admirable, que alguien como yo no podía soñar. Bajé la mirada hacia mis dedos inquietos, que retorcían la tela de mi falda con algo más de insistencia. Me sentía tonta por envidiar su facilidad para acercarse a las personas.

    —Eso... Eso es... lindo, ¿tal vez? —dije con labios temblorosos, y como no se me ocurrió otra cosa que añadir, junté las manos frente al bento con toda la tranquilidad de la que fui capaz... la cual no era tanta— Gracias por la comida.

    Al llevar una porción diminuta de carne a mi boca... el remolino de mi pecho volvió a reducir su velocidad... Estaba muy rico. Mi expresión se suavizó al concentrarme en el sabor. Fue entonces cuando me llegó la pregunta de Ro sobre lo que estaba jugando hace unos momentos. Tragué con rapidez.

    —Eeeh... Dragon Quest XI —respondí mirandolo de costado, esta vez con el ojo gris porque giré la cabeza en la dirección contraria— Me... me gustan mucho los... los juegos RPG, ¿tal vez? —completé con ciertas dudas, pues con aquello también contestaba a la pregunta que hizo cuando se me acercó; algo tan pequeño como retomar un interrogante que había quedado en el aire, hizo que me sintiera sorprendida de mí misma— Antes... dijiste que tenías una Switch, ¿tal vez? —tanteé con timidez— ¿Qué estas jugando... Eeeh... ahora?
     
    Última edición: 25 Septiembre 2023
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    Asentí con la cabeza a su pregunta de si en serio era nuevo, la niña me dio la bienvenida aunque sonó a pregunta también y me permití una risa bajita, que fue más de ternura que de cualquier otra cosa. Seguía haciéndome algo de ruido el parecido con Katrina, los ojos de tormenta que yo conocía eran muy diferentes y todavía tenía que ajustar esa idea a los esquemas, pero en lo que me concernía Beatriz solo era una muchachita asustada pero se estaba esforzando.

    —Gracias, Bea —contesté sin procesar las confianzas que me estaba tomando hasta que fue demasiado tarde y la miré con cierta vergüenza—. Perdona. Si no te gusta que te llame así me lo dices.

    Seguía preocupado por el tema de su presión sanguínea y eso, pero estaba ignorando bastante su desastre emocional por su bien y por el mío. Nadie ganaba nada si me ponía a preguntarle cosas tan personales como, por ejemplo, si era usual que fuese tan nerviosa o si la estaba incomodando demasiado; no era la clase de conversación que uno tenía con alguien que acababa de conocer.

    Admití lo del almuerzo, que tenía la costumbre de hablar hasta con las paredes si podía y observé a la muchacha, ella seguía sin mirarme y me pareció que retorcía la tela de su falda para manejar la inquietud que le corría por el cuerpo. No estaba demasiado familiarizado con los nervios, con sentirlos en mi carne quería decir, ni siquiera cuando tenía una mala semana y me la pasaba en cama así que aunque me faltara vivirlo en mi piel, bueno, entendía que ella lidiaba con el tema como podía.

    —Supongo que lo es —respondí a lo de que era lindo y por la manera en que agradeció por la comida entendí que aunque no tenía nombre japonés, sí tenía sus costumbres.

    La observé dar el primer bocado sin ser demasiado directo, su expresión se había suavizado en ese momento y yo respiré con algo más de calma. Tomé algo de arroz, me lo llevé a la boca luego de preguntarle por el juego y ella me contestó que era el Dragon Quest XI. Nunca había jugado mucho a los Dragon Quest, pero al menos me sirvió para saber qué tipo de juegos podían gustarle y ella acabó confirmando que le iban los RPG.

    No creí que retomara lo que le había dicho al comienzo de su colapso, pero lo hizo y asentí cuando recordó que le había dicho que tenía una Switch. Ya de paso me preguntó qué estaba jugando ahora, aunque más bien me pasaba saltando entre juegos, pero entre el tiempo invertido en el Animal Crossing y el Pokémon me acordé de otro, lo había comprado cuando salió para la consola pero lo postergué hasta hace algunos días.

    Ori and the Blind Forest —respondí luego de haber comido un poco—. Plataformeo metroidvania... Un poco como Hollow Knight, diría yo. Visualmente es muy bonito.


    del episodio "haré que Altan haya visto una de mis series favoritas" de algunas temporadas pasadas de Gakkou, viene "haré que Rowan juegue al Ori porque puedo"

    Altamente recomendado btw, lloré y todo jugando al Ori (????
     
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    Cuando me llamó “Bea”, un latido brincó en medio de la ligera aceleración de mis pulsaciones… Y sin embargo negué con la cabeza cuando se disculpó, intenté hacerlo de forma suave ya que seguía asediada por el temor de agraviarlo con mis ademanes y gestos. Oír que me llamaba de esa forma, con tanta soltura, me removía un poco las sensaciones del cuerpo. Pero… algo de paz hallé cuando noté que él también se veía avergonzado. ¿So…? ¿Sonaría muy tonto si decía que eso me hizo sentir… bueno, que me hizo sentir acompañada? P-para ser honesta… n-no me molestaba si quería dirigirse a mí como “Bea”, incluso si se trataba de un chi-chi-chico. En realidad... Oh... Ay...

    Un… ¡Un momento! La... L-La negación con la cabeza…

    ¿Se interpretaría como que no me molestaba o… que no me gustaba que me llamara así?

    Fue la preocupación que quedó instalada en mi pecho durante el resto de la interacción e, incluso cuando le pregunté sobre lo que estaba jugando, dicho pensamiento continuaba asentado. Los alimentos que tan amablemente me convidaba... ayudaban a retener los nervios. Apenas terminé de probar la carne, observé que tomaba una porción de arroz y, un poco dubitativa, lo imité; también di cuenta de una verdura. Estuvimos así unos segundos… comiendo.

    Cada bocado calmaba el remolino. No se trataba solamente de la delicia… El sabor de esta comida también reflejaba la calidez de un hogar. ¡N-no es que desmereciera la comida de mi casa! ¡F-fue un accidente que m-me o-o-olvidara mi bento! Pero… Esto tenía su propia frescura, ¿tal vez? Como la identidad del lugar de donde Ro venía… Y, para mí, se trataba la primera vez que un compañero me invitaba a probar lo que preparaban en su hogar... Me… Me sentía ridícula. Porque esto debía ser algo demasiado común entre la gente.

    Pero… a mí... me conmovía. El solo hecho de, tras dos meses de soledad, estar pasando el tiempo con alguien...

    Intenté sostener su mirada cuando me contó sobre lo que jugaba. Otra vez no pude, pero en esta ocasión no desvié el rostro. Mis ojos se perdieron sobre la tapa de su bento.

    —No jugué al Ori... —empecé a contar— Lo vi en la Eshop... y siempre me llamó la atención... Eeeh... Podría darle una oportunidad, ¿tal vez? —alcé mis ojos hacia los suyos, esta vez el gris y el celeste hicieron contacto... por menos de un segundo— Pero jugué al Hollow Knight... Aunque no lo terminé porque... —un leve rubor me acarició el rostro— Me cuesta un poco, es difìcil... ¡P-p-pero...! ¿Entonces... te gustan los juegos de plataforma?.

    Fue la pregunta con la respuesta más obvia del mundo, mas no pude pensar otra cosa. Mi mente seguía atascada en la inquietud inicial, que retomé con desesperada rapidez para aclarar un posible malentendido:

    —Y... Y... N-no me molesta que... que me digas "Bea" —la vergüenza fue inevitable, se notó cuando empecé a jugar con un mechón de cabello entre mis dedos— Yo... Eeeh... ¿Te puedo... uh? —atajé la frase involuntariamente, sintiéndome atrevida por lo que iba a añadir; tuve que tomar una bocanada de aire para seguir hablando— ¿Me dejas decirte "Ro"? ¿Por... por favor? —completé con timidez, y volví a tratar de conectar con sus ojos.

    Me conveciste, compraré el Ori en cuanto la billetera esté preparada (?)
     
    Última edición: 26 Septiembre 2023
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    Su negación era medio ambigua, pero en la misma ambigüedad yo me tomaba demasiadas libertades y quise asumir que era que no le molestaba la manera en que la había llamado. Igual trataría de filtrar un poco la cosa de ahora en adelante, pero no podía hacer promesas porque se me resbalaban las confianzas más seguido de lo que me gustaría admitir.

    Al final me parecía que lo del almuerzo había sido una buena opción, de alguna manera le daba algo en lo que distraerse en vez de tener que lidiar conmigo de manera directa. Con todo y mis rescoldos de vergüenza o preocupación, ese pequeño triunfo me fue suficiente, algo de suficiencia se me debió de colar en la sonrisa aunque ella no iba a notarla porque me miraba un segundo ínfimo cada treinta. El tiempo suficiente para regular mi personalidad.

    Había logrado domar a Tora.

    Una niña con ansiedad social no debía ser un reto tan complicado.

    Todo se traducía en paciencia y perseverancia, algo con lo que no contaba todo el mundo pero que yo había adquirido con el paso de los años. Cuando no podías mover un brazo sin que todas las articulaciones te dolieran, lo cierto era que no quedaban muchas opciones más que esperar; esperaba a médicos, esperaba el efecto de las drogas, esperaba que algo cambiara o no lo hiciera en absoluto. Podía esperar a una chiquilla un receso o dos o tres o quién sabe cuántos, podía esperar cosas por años.

    Hasta observar sus resultados.

    Se había quedado mirando la tapa de mi bento, yo seguí comiendo sin demasiada prisa y la escuché cuando reunió la capacidad para responderme. En el momento en que pudo mirarme, luego de decir lo de darle la oportunidad al Ori, asentí con la cabeza y luego atendí a lo demás. No me sorprendía que dijera que le costaba un poco Hollow Knight, tenía ciertos elementos Soulslike, pero también era un trabajo de persistencia. Al memorizar patrones el juego se volvía más sencillo y por eso existían los DLC.

    —Es un poco complejo en la primera vuelta —admití respecto al Hollow Knight y luego atendí a lo demás—. ¿Los de plataformas? Sí, diría que sí, pero también me gustan ciertos RGP y tal. Pruebo un poco de todo, supongo.

    La pobre al parecer se había quedado atorada en el inicio, con lo del nombre, y escucharla aclararlo me hizo reír un poco. Comí un poco más, esperé a que formulara su pregunta y cuando por fin lo hizo volví a reír.

    —Puedes. De hecho cuando me dicen Rowan siento que me regañan, en casa me dicen Ro y mis amigos también me llaman de otras formas, cada quién se inventa la suya —respondí en vez de decirle sí o no a secas. Después me fui un poco por la tangente, pero la duda me surgió de repente—. ¿De qué grado eres?


    ando en tremendo parkour emocional x2 de hecho se me salió un poco de dark rowan a medio camino pero finjamos que no pasó (?
     
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    Me angustiaba mucho mi dificultad de sentir alivio por algo y estaba luchando para que no se me notara la angustia, que golpeaba en un intento por colarse en mi semblante. Aclararle que podía llamarme con un diminutivo de mi nombre debería haber supuesto un buen motivo para relajarme, ya que con eso eludí el riesgo de un malentendido… Pero fue escuchar su primera risa e inquietarme al instante por lo que aquello podía significar... Seguí hablando pese a todo y… Bueno… No sé… Cuando volvió a reír, comprendí que no tenía por qué implicar algo malo, ¿tal vez? Reía con tranquilidad, la sonrisa suavizando su rostro. Volví a tomar un tímido bocado de alimento en cuanto él lo hizo, y gracias al sabor me tranquilicé un poco, concluyendo que era una buena persona y que, por lo tanto, no se estaba burlando de mí. Haber considerado esa idea... me hizo sentir culpa. No lo conocía, pero sabía que alguien como él no podía ser así… Alguien que me compartía su almuerzo, que se quedó conmigo pese a mis reacciones de ansiedad, que mostraba interés por conocer a alguien tan torpe y tímida como yo…

    Lo peor de todo... era que no podía disculparme. Él no entendería el motivo y yo me dejaría muy mal parada si le explicaba. Suspiré de forma inconsciente... Y al final... Le pedí perdón en mi fuero interno, algo que jamás sabría.

    Tampoco me ayudaba a sentirme mejor el motivo por el que pedí que me dejara llamarlo “Ro”. No era una cuestión de confianza hacia él. Si solicité algo tan atrevido e impropio de mí, se debió a que no había escuchado bien su nombre: todavía no me decidía entre Rowan, Ronald y Román. Si llegaba a equivocarme al dirigirme a él, el bochorno sería demasiado grande. ¡No… No quería quedar mal…! No quería, ahora que por fin estaba pasando el rato con alguien, pese a mis dificultades para socializar. Por tal motivo, aguardé con expectativa su respuesta, incluso pude sostener un poco más la mirada en su rostro, lo suficiente para advertir que mi pedido no le desagradaba. Y para mi gran alivio, volvió a mencionar su nombre: Rowan. Y según lo que decía… yo iba a empezar a llamarlo como solían decirle en… e-en su casa… A-Ahí también le decían "Ro"... Asentí mientras seguía comiendo.

    Tras su explicación, hubo un ligero cambio de tema: preguntó por mi curso.

    —Soy... Soy de primero —respondí, mientras jugueteaba con los palillos dentro del bento—. Estoy aquí... Eeeh... Desde que empezó el año escolar. Mi clase es la... la 1-3 —le miré de reojo— ¿Y tú?
     
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    En general no solía teñir mis gestos de burla, ese trabajo estaba reservado para bufones como Shimizu, así que no llegué a pensar que la pobre se inquietara por la posibilidad de que significara algo malo. Tenía ciertas tendencias manipulativas, vaya, no iba a negarlo, pero no era un bully ni nada, reírme de la gente no me gustaba a menos que fuese la mecánica de un grupo específico y nadie terminara realmente ofendido.

    Igual si ella pensaba cierta cosa de mí no era un problema porque todos lo hacíamos, todos leíamos a las personas basadas en la información que teníamos y esos datos, por desgracia, no eran tenían por ser buenos todo el tiempo. Jugaba la experiencia, los esquemas y hasta los prejuicios, porque nadie estaba exento de ellos. No había mucho sentido en quedarse atascado en primeras impresiones.

    Al acceder a que me llamara Ro, por el motivo que desconocía, había logrado mantener la mirada en mí un poco más de tiempo, supuse que solo para esperar que no hubiese molestia en mis facciones o algo el estilo. Le resolví la duda existencial sin querer, así que todos salíamos ganando, más o menos.

    Le pregunté por su curso porque asumí que no era de tercero, tenía más carita de niña que Katrina a pesar de que la estatura era la misma, le aposté a segundo pero cuando me dijo que era de primero un bocado se me quedó en el aire, suspendido por los palillos. Dios santísimo, me sentí viejo y todo, ¿qué debía tener? ¿Quince años? ¿Y yo con diecinueve? Qué horror.

    —De tercero, estoy en la 3-1 —contesté regresando el bocado de comida a mi plato improvisado—. Y... ¿Te gusta esta escuela?


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    N-No me consideraba una chica observadora. La mayoría de las veces centraba la atención en eludir a las personas, o quedaba perdida entre los nervios cuando los encuentros se volvían inevitables. Mi mirada barría el suelo con demasiada constancia, se mantenía baja durante más minutos de los que me gustaría admitir. Por eso… no advertía los detalles, sin importar lo grandes o pequeños que fuesen. Sólo un hecho o una frase puntual lograba el efecto necesario para despertar… eeeh, ¿mi curiosidad, tal vez…? ¿Quizás… un pequeño interés? Entonces... Fue así que, cuando Ro preguntó sobre mi curso… Sin querer, el color dispar de mis ojos se deslizó para registrar mejor sus facciones... Dándome cuenta de que eran marcadas, muy… masculinas. Me sonrojé al verlo de ese modo. Fui repentinamente consciente de su estatura; incluso cuando nos hallábamos sentados, debía verme pequeña en la silla.

    No puede ser…

    Los latidos volvían a ser potentes para cuando mencioné mi pertenencia a primer año. De igual manera, esas palabras provocaron una suerte de ¿impacto? en Rowan, porque su bocado quedó detenido en el aire, entre sus palillos. Los míos también se paralizaron en el interior de su bento. Quedamos rodeados por un breve silencio, ambos pensando en la cuestión de la edad…

    De tercero —dijo—, estoy en la 3-1. ¿Te gus-

    ¿Eh?

    Me estremecí.

    No puede ser...

    N-n-n-no sólo era un chico

    ¡E-E-Era un chico… mayor!

    Y… P-por lo tanto… ¡¿Mi senpai?!

    La realización aceleró el remolino de mi pecho. Tuve que hacer acopio de fuerza de voluntad para no levantarme de la silla con brusquedad, evité así un vergonzoso escándalo. En cambio, mis manos retrocedieron para estrujar la falda otra vez.

    Me incliné hacia él, en una reverencia, con los ojos muy cerrados.

    —Eeeh… Uh… ¡Gra… Gracias por invitarme, Ro-senpai! —expresé con voz temblorosa; como su kohai, debía mostrar gratitud y respeto hacia mis senpais, pero aquello era un responsabilidad tan grande que las palabras se atropellaban— Y… Y… p-perdón… por mis descortesías… si las tuve¿tal vez?

    Al erguirme, volvía a estar colorada. Sentía que acababa de generar una escena pese a todo. Cacé los palillos entre mis dedos y comí una pequeña cantidad de carne para desacelerar mis nervios. Era un milagro que aún recordara la pregunta que me hizo hace unos segundos.

    —La escuela... me gusta… —respondí en voz baja, con ciertas dudas encima; si debía ser honesta, no estuve disfrutando mi estancia aquí, pero aquello no era culpa de la escuela— Es linda… Amplia… Y… ¿con muchas flores? —finalicé con torpeza, centrándome en los pétalos coloridos de una maceta, pensativa; y como no era creativa con las conversaciones, porque no acostumbraba tenerlas, otra vez le devolví la pregunta— ¿A ti te gusta estar aquí?

    En realidad, sorprendentemente... Sí que fui capaz de añadir unas preguntas propias:

    >>¿Por qué... te transfirieron? ¿De... de qué... de qué escuela vienes?

    Ay Dios

    Beatriz:
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    Rowan:
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    Suponía que ella, así como yo, había recibido la realización definitiva demasiado tarde porque solo cuando me dijo que iba a primero caí en que eso implicaba, en el mundo japonés donde me habían criado, que ella debía ser respetuosa conmigo y no sé qué más cosas. Era su senpai, vaya, y aquí estaba yo repartiendo almuercito como si estuviéramos en el jardín de niños o algo.

    A ambos se nos cortó el almuerzo, mi bocado paralizado y sus palillos pausados nos delataron sin dejar espacio a cualquier intento de mi parte por disimularlo. Yo había hecho la pregunta, era demasiado tarde para pretender anular el impacto de mi propia respuesta; la pobre niña (ahora más que nunca me parecía una) retrocedió las manos a la falda y se las arregló para hacer una reverencia que casi me atora la saliva en la garganta.

    Dejé los palillos a un lado de la tapa, me cubrí la boca y tuve que tragarme parte de la tos, pero me permití carraspear con la garganta para reajustar un poco las vías con tal de no seguirme ahogando. La repentina formalidad cruzada con la confianza, porque a la pobre no le había dado más que mi primer nombre, junto a la disculpa por las descortesías (no sabía cuáles) bastaron para hacer que algo de color me alcanzara el rostro también.

    Y eso que no era yo el nervioso en la mesa.

    —No fue nada y no hay ninguna descortesía que perdonar —respondí bastante compuesto a pesar de todo.

    Su respuesta sobre la escuela fue bastante genérica, ni idea, porque de por sí le había preguntado por la escuela como espacio no por lo que sucedía en sus paredes o cómo lo percibía ella. Me regresó la pregunta, así que le eché un vistazo al invernadero. Recordé el almuerzo con Kathe, luego la conversación con Sasha por el negocio en la azotea y me permití una sonrisa de las de antes, sosegada.

    —Supongo que sí. Estoy conociendo nuevas personas y eso siempre me gustó —respondí con genuina alegría. No obviaba que esa obsesión por conocer gente se equiparaba a mi disgusto general con el compromiso y las ataduras, pero no era eso ninguna sesión de terapia gratis—. Además el espacio es lindo también.

    Había añadido otra pregunta extra, algo digno de señalar viendo que era ella quien la formulaba, así que le contesté mientras recordaba la existencia del par de botellas que agua que había quedado a un costado de la mesita. Tomé una, la dejé frente a la muchacha y entonces me dispuse a contestarle.

    —Iba a un instituto de varones en Nerima, el Musashi —contesté y volví a tomar los palillos ahora que me creía capaz de seguir comiendo sin atragantarme—. Me transferí por puras cosas de prestigio podría decirse, el nombre de esta academia resalta bastante y quería tenerlo en el historial. Quiero estudiar arte en alguna buena universidad, si consigo buenas notas en los exámenes y quizás algunas cartas podría abrirme más puertas.

    ¿Qué si me sentía más viejo que antes? Absolutamente, a este paso iban a comenzar a salirme canas para el final del receso, pero no había mucho que hacerle.

    —¿Tienes que viajar mucho para venir a esta academia? Queda medio lejos del centro de Tokyo.


    con cada minuto que pasa a Ro le sale una cana y a mí me sale otra, porque tuve que mandarme alta research de escuelas privadas en tokyo

    nada que ver, pero volví a revisar las fichas de estudiantes y me di cuenta que los dos cumplieron añitos en mayo :( qué cute
     
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    Rowan había aclarado que no existieron descortesías por las que debería disculparme... pero la forma en que asentí no reflejó para nada el inmenso alivio que me hizo sentir. N-Ni siquiera podía describirse como una afirmación, y-ya que sólo había sacudido la cabeza con el mentón muy cerca del pecho.

    Que no considerara ninguna de mis acciones como una falta de respeto me ayudaba a sentirme menos mal conmigo misma, ¿ta vez? Porque… Bueno, porque... M-mi timidez no sólo suponía una pesada carga cuando comprimía mis músculos y sacudía los nervios hasta acelerar mis latidos… M-Mi timidez también me provocaba la sensación de que era grosera con las personas… Como cuando no las miraba, cuando me alejaba unos pasos de alguien, o por el sólo hecho de hablar lento o provocar accidentes con mi torpeza, como manchar zapatos ajenos con crema de dorayaki… De ahí surgía el constante miedo a ser juzgada... Era algo con lo que me costaba mucho lidiar...

    El chico… ¡N-No, q-quiero decir… mi senpai…! A mi senpai le gustaba estar en la academia porque también la consideraba linda, pero volvió a hablar del placer de conocer gente. Decía aquello con llamativa soltura, de una manera alegre. Se notaba lo contento que le ponía poder estar frente a personas nuevas y compartirles una parte de sí mismo…

    Incluso eso parecía estar incluyéndome a mí misma... ¿Yo también estaba siendo causante de esa sonrisa?

    La fuerte presión volvió a caer sobre mi corazón, como un martillazo. Sin querer, mis ojos se deslizaron desde la falda al suelo del invernadero. Oprimí los labios para reprimir la vergüenza que estaba a punto de llenarme las mejillas de color, porque otra vez me atravesaba esta envidia tan bochornosa... Por algo tan simple y común para los demás… Envidiaba la facilidad de Rowan para hablarme de esta forma tan cálida, siendo apenas una kohai a la que estaba recién conociendo.

    Aunque no lo aparentara, mi senpai y yo compartíamos el deseo de conocer personas. ¿T-también me gustaba eso, tal vez? N-no, e-e-era una forma demasiado grande de definirlo... Más bien, me hacía bien que me hablaran, ¿tal vez? Sí, quizá era eso... Pero tenía esta personalidad tan tímida, nerviosa, ansiosa y torpe... que me impedía disfrutarlo como lo hacía él.

    Sacudí la cabeza para quitarme los pensamientos de encima: no quería ponerme triste enfrente suyo. Así que presté atención como pude para enterarme de que venía de un instituto de varones de Nerima (¿y así y todo... no le ponía nervioso hablar con una chica?) y que planeaba estudiar arte luego de graduarse del Sakura. Ese último detalle me salvó de seguir atorada en cuestiones ajenas a la conversación, porque me llamó la suficiente atención como para alzar los ojos hacia él... por tres segundos... B-bueno, a-al menos la cantidad de tiempo de mis miradas iba incrementando, ¿tal vez?

    —Creo que no... ¿tal vez? —respondí la cuestión de los viajes a la academia; comí otro pequeño bocado de almuerzo y advertí que el bento estaba casi vacío— Soy de... de Tokorozawa... Vivo cerca de la estación Kotesashi —conté—. Debo viajar bastante... pero menos que los que vienen del centro de Tokio, ¿tal vez? —opiné con pudor, tras lo cual me animé a mirarlo de vuelta—. ¿Vienes desde ahí?

    >>Y... Y... ¿qué tipo de arte haces?

    Había apilado dos preguntas completamente inconexas. La curiosidad que sentía era tan genuina que barrió, aunque sea por un fugaz instante, la timidez de mis ojos.

    Lamento la pequeña demora, también tuve que hacer research de la ubicación del Sakura y sus barrios cercanos :P

    Y lo de que cumplieron años en el mismo mes es tan tierno, ay :(
     
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    Era posible que para que considerara algo una falta de respeto esta chica tuviese que, no sé, ofender a toda mi familia, a mis ancestros y quién sabe qué más. Ya de por sí me preocupaba poco con esas cosas y se había visto en mi contacto con Shimizu y Sasha en la azotea, incluso si me molestaban sabía discernir cuando la cosa era amistosa y cuando no. En el segundo caso, la situación podía ponerse un poco más espesa y prefería no tener que acudir a que se me saliera el apellido para controlar ciertas situaciones.

    Por demás la muchacha solo era una bola de nervios, eso en sí no era descortés, era solo una característica de su personalidad e incluso en ese caso, la verdad era que se había quedado aquí a pesar de todo. Los motivos daban igual, estaba enfrentándose a su ansiedad, conversando a su ritmo y había sido capaz de comer, lo que era más importante viendo que todo lo que traía eran los dorayakis.

    En lo que a mí me concernía tal vez ella no se viera a sí misma como alguien que disfrutaba de conocer nuevas personas, en lo absoluto, pero sí me parecía que el hablarle tenía cierto efecto. Al pensar en eso me pregunté cuánto tiempo se habría pasado sola, quizás sin quererlo en realidad, pero sin tener idea de cómo aproximarse a alguien, y mi sonrisa adquirió algo de ternura que no pude disimular.

    La confesión de turno de que quería estudiar arte al salir de aquí pareció servirle de ancla para no quedarse dándole vueltas a Dios sabría qué cosas, alzó los unos por unos breves segundos y a mí se me estiró un poco la sonrisa. Atendió a mi pregunta como llevaba haciendo desde el inicio de por sí, la respuesta siempre tenía algo de duda impresa pero nada grave.

    —Supongo que depende del trayecto que hagas, pero sí podría ser menos que viniendo del centro —respondí luego de hacer un pequeño mapeo mental y asentí a su pregunta—. De Bunkyō.

    Preguntó también por lo del arte, la tontería me arrancó una risa liviana y me pareció que le ganó más la curiosidad que el miedo, como a los gatitos. En cierta medida ella era como los gatos asilvestrados, pero no los que rasguñaban y mordían por todo, si no los que se pegaban al fondo del cuarto pretendiendo que la falta de movimiento los volviera invisibles.

    —Un poco de todo, era el presidente del club de arte del Musashi —contesté mientras abría una de las botellas de agua para darle un sorbo—. Me gusta mucho dibujar con grafito eso sí y también trabajo con metales en pequeña y gran escala desde hace un tiempo. ¿Te llama la atención alguna forma de arte, Bea?

    La última pregunta había pecado de lo mismo que la suya, pura curiosidad.


    no pasa nada, Bru uvu
     
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    S-suponía que Rowan procedía del centro de Tokio porque fue la primera ubicación que mencionó cuando se refirió a los viajes que yo debía hacer para asistir a la academia. P-Por eso le había p-preguntado directamente si venía de ahí, ¡p-pero yo n-no soy buena deduciendo cosas! Fue sólo una corazonada, ¿tal vez?, que supe acertada cuando el chico me dijo que era de Bunkyō. Su respuesta fue esperable porque se acercaba a lo que asumí tan atrevidamente… pero de todos modos me recorrió una sensación de estremecimiento en el cuerpo… Porque la distancia entre Bunkyō y la Academia Sakura era muy grande, y yo no podía imaginarme haciendo viajes tan largos todos los días… muchos menos en tra-transportes p-p-públicos...

    Tales inquietudes no lograron imponerse sobre la curiosidad que me había despertado su relación con el arte. Mi interés había sido tan repentino, tan incomprensible, que tardé un largo instante en advertir que lo estaba mirando más de la cuenta mientras me hablaba. Tenía, de todos modos, la cabeza hundida entre mis hombros y los dedos de mis manos jugueteaban entre sí sin un patrón específico, porque seguía siendo una tímida sin remedio. Mi senpai contó que había sido el presidente del club de arte de su anterior escuela y que, además, dibujaba; también hacía trabajos con metales, lo que incrementó todavía más mi curiosidad. Asentía levemente sin darme cuenta. Hasta que su pregunta me hizo ser consciente de la excesiva atención que estaba depositando sobre él.

    Aparté la mirada con un leve rubor en las mejillas.

    —Arte… Arte conceptual —contesté en un murmullo; mis ojos se desviaron al estuche de la consola, que descansaba sobre la mesa— Me gusta… mirar el arte conceptual de los juegos que tengo… Eeeh… Ver las primeras ideas con las que surgieron… —hice una pausa para darme tiempo de elegir las palabras; tardaron un poco en acudir a mis labios, por lo que tomé la botella de agua entre mis manos y la destapé, como para justificar tanto silencio— Eeeh… Y… Y también me llaman la atención las esculturas.

    Ambas formas no tenían relación entre sí, ¿tal vez? P-pero le estaba diciendo la verdad. No era un tema en el que pensara, pero siempre que surgía, me recordaba la fascinación que sentía por la gente que podía sacar formas a un enorme bloque de piedra o construir figuras con diversos materiales. E i-incluso en los videojuegos pasaba algo parecido, ¿no? Cuando se modelaban los personajes y escenarios…

    —Su... Supongo que entraste al club de arte de la escuela, ¿tal vez? —mencioné; intenté mirarlo a los ojos, pero el corazón se me aceleró tanto que tuve que concentrar la mirada en uno de sus hombros— Y... Eeeh... ¿Qué haces... con los metales?

    Y como no supe qué más decir, bebí un trago de agua.
     
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    A mí comerme el viaje desde Bunkyō no me parecía un gran drama, si venía en el tren con Tora pues nos incomodábamos los dos y si por alguna razón alguien podía traernos en coche pues mejor todavía. Seguía siendo un viaje largo que te cagas, eso no iba a negarlo, pero sin dudas el reto era bastante más digerible para mí de lo que podría serlo para ella. Dios librara a esta criatura de subirse a un tren cuando iba tan lleno de gente que podías hasta leerle la mente a los otros.

    De la manera que fuese, la curiosidad parecía haberle aflojado un poco la lengua, un poquito apenas pero fue notorio. Fue capaz de mirarme por más tiempo, quizás movida por eso mismo, y yo no cambié mi comportamiento para no ir a espantarla más de la cuenta. Me pareció que solo se dio cuenta de ello cuando le hice la pregunta, porque desvió la vista y volvió a sonrojarse.

    Si se lo decía seguro se infartaba, pero me parecía que estaba manejando la situación tan bien como sus recursos se lo permitían.

    Me contestó que le gustaba el arte conceptual, por definición de libro me fui a mierdas más rollo... Duchamp con La Fuente, que pasaban por lo ridículo hasta mutar en una genialidad artística. Dudaba que ella se refiriera a ese tipo de arte conceptual, acabó confirmándolo al decir que le gustaba ver el arte conceptual de los juegos que tenía y eso tuvo más sentido. Los libros que reunían esas ilustraciones eran una maravilla, permitían que uno comprendiera mejor el proceso que había llevado a nuestros ojos el producto final.

    El trabajo incansable de los artistas.

    No mucha gente apreciaba el proceso, les parecía desordenado, aburrido e incluso sucio, pero si los libros de arte conceptual existían era porque alguien los consumía. Habían personas como Beatriz, pequeñas niñas que jugaban videojuegos, que disfrutaban observando cómo sus personajes y paisajes habían sido diseñados. Quizás era un pensamiento extraño, por lo excéntrico del carácter de muchos artistas, pero esa gota de apreciación, sin importar de quién viniera, a veces era más importante que la opinión propia sobre nuestro trabajo.

    El arte era un catalizador, pero si no había nadie allí para observarlo, ¿era capaz de significar algo realmente? Era definido por los ojos que lo observaban desde sus etapas tempranas hasta su final.

    —¿Las esculturas? —reboté casi en automático y alcé los ojos al techo del invernadero unos segundos—. Es bastante sorprendente esto de poder darle formar orgánicas a un pedazo de roca, la verdad, o casi cualquier material en realidad.

    Cuando regresé la mirada a nuestra pequeña reunión ella intentó mirarme, pero al final no lo logró y acabó con los ojos puestos en otro lado. La dejé ser, porque de por sí me hizo otra pregunta, y busqué el móvil en el bolsillo para desbloquearlo y buscar entre las fotos. Busqué las esculturas más sencillas en términos prácticos, mayoritariamente hechas con placas de metal martillado y otras texturas, y le dejé el teléfono cerca para que pudiese mirar.

    —Esculturas de diversas dimensiones, entre otras cosas. Los mismos principios pueden aplicarse a la joyería —dije regresando el brazo a mi espacio pero dejando el celular allí, a su alcance—. El metal puede modificarse con fuerza o con cambios de temperatura, sean bajos o altos. Es un material interesante, resistente en más de un sentido, requiere la misma paciencia que todos los demás.

    Acababa de terminar mi monólogo cuando recordé que no había atendido la pregunta del club de arte de la escuela. Hice otra pausa para tomar agua, asumí que su velocidad de reacción me lo permitiría, y entonces sí le contesté.

    —¿Del club de esta escuela decías? Todavía no. Lo lleva una chica que conozco, creo, o pretende que lo lleva, el caso es que no he hablado con ella todavía. Se parece a ti —dije y señalé mis propios ojos, primero el derecho y luego el izquierdo—, tienen ojitos de cielo.

    Hasta entonces había ignorado su heterocromía, que parecía natural porque dudaba que la niña tuviera la extravagancia suficiente para andar poniéndose contactos, pero entre una cosa y la otra al final lo traje sobre la mesa. ¿Era mi mejor opción? Quizás no, pero igual me lo podía dejar pasar, ¿no? Con lo buenito que estaba siendo con ella y todo.


    no había establecido imágenes ni nada pa los trabajos de rowan, pero lo que le mostró sigue esta línea
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    also perdón ahí el momento de estudiante de artes JAJAJ ¿que sí corté el post para dejarle tiempo de reacción a bea? yes i did
     
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    Bruno TDF

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    Cuando Rowan habló de lo sorprendente que era poder sacar formas a las rocas o a cualquier material… me sorprendí. P-pero el motivo también era ajeno a la conversación, y me apenaba estar distrayéndome de nuestra reunión así, por asuntos personales. ¡P-perdón, me p-pasa s-sin querer! Es que… no pude ignorar el hecho de que sus palabras parecían describir mi pensamiento, la opinión que no emití al mencionar las esculturas. Expresó la misma fascinación que yo tenía frente al surgimiento de las formas a partir de otras más, ¿grandes y toscas?, como un bloque de piedra. Hubo allí un tipo de... ¿conexión?

    Me dio una impresión… rara. ¡N-no era algo m-malo! Sólo me parecía rara, ¿tal vez?


    Tampoco supe qué hacer cuando dejó su teléfono a mi alcance. El móvil quedó sobre la mesa con la galería abierta, mostraba la fotografía de una pequeña figura hecha con metal. Me incliné sobre el aparato para apreciar mejor la imagen y, quizá sin darme cuenta, en mis ojos brilló una leve cuota de admiración, porque el trabajo me parecía bastante… difícil. Miré de reojo a Rowan, algo temerosa, como pidiendo permiso de tocar su teléfono. Pedido bastante absurdo, ¿tal vez?, porque por algo lo dejó a mi alcance... ¿no? P-p-pero conociéndome, me daba miedo romperlo. ¿Y si le volcaba agua encima? El pensamiento hizo que alejara mi botella hasta el borde opuesto de la mesa.

    Acerqué la mano a la pantalla... La duda me hizo retroceder... Volví a acercar el dedo índice... Y... con un suspiro que me sirvió para darme valentía... empecé a deslizar las fotos. Ya había almorzado directamente de su bento, así que no pasaba nada si tocaba algo suyo, ¿tal vez?

    —Me… gustan... —fue lo único que llegué a decir.

    La honestidad con la que dije eso fue tan abrumadora que mi pecho volvió a acelerarse. Seguí pasando las fotos para ignorar los latidos y me enfoqué en las explicaciones de Rowan, en sus respuestas. Lo de los metales sonaba complicado... No era lo mismo que picar o tallar, ¿tal vez? También se me hizo extraño que no estuviera en el club de la Academia, a lo mejor no tuvo tiempo... ¿debería buscarle un formulario? No, no podría ayudarlo, por mucho que quisiera me daba extrema vergüenza... P-pero él estaba siendo amable conmigo, quizá...

    Oh... E-e-e-espera...

    ¿Una chica que se parece a mí?

    Rowan mencionó a quien dirigía el club de arte, una conocida suya. Cuando dijo que teníamos "ojitos de cielo", alcé la mirada hacia su rostro y pestañeé bastantes veces, tan interesada como sorprendida por la revelación. Lo de "ojitos de cielo" me hizo sonrojar, pero no por que lo dijera Rowan, sino porque me recordó al episodio que viví la tarde anterior con el chico danzante, que se había presentado como Markus Ferrari; él también me llamó "Ojos de cielo" nada más verme, pero lo había dicho en español...

    Que en esta academia hubiera una chica con mi misma condición... era una casualidad muy extraordinaria.

    A mí... bueno... no es que pensara tanto en mis ojos, porque mi heterocromía venía de nacimiento y ya tenía naturalizada la diferencia de colores. Lo que sí sucedía era que resultaban llamativos en una sociedad como la japonesa y eso... no era bueno para mí extrema timidez, porque las personas se acercaban sólo para mirarme directamente a los ojos, curiosos. Saber que había alguien como yo me hizo sentir... ¿acompañada, tal vez? Aunque no supiera quién era y que ella desconociera mi existencia.

    —¿Quién es? —quise saber mientras frotaba mis manos, sin mirarlo, pero con un tímido interés— ¿De... de dónde se conocen?

    Te quiero mucho Pau que me enseña diferentes cosas de arte a través de sus post (?)
     
    Última edición: 4 Octubre 2023
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    Imaginaba que toda la gente que sentía aunque fuese un mínimo interés por las esculturas lo hacía por el mismo motivo, al menos yo no podía imaginar ningún otro, así que mi pensamiento en voz alta rozó lo genérico pero no por ello me pareció que tuviera menos importancia. A veces uno perdía de vista cosas por considerarlas poco relevantes o inútiles, cuando realmente cada idea tenía una propósito, incluso si era el de simplemente llenar información de formas un poco erráticas.

    En cualquier caso, no me detuve a hacer mayores observaciones y seguí con la conversación sin más. Me di cuenta que cuando le dejé el teléfono al alcance medio no supo qué hacer, me miró como pidiendo permiso y yo solo mantuve la sonrisa, asumiendo que eso respondía. No hacía falta tanta cautela, pero como parecía inherente a su persona solo le di el tiempo que necesitara.

    Alejó la botella, algo que respondió a la posible idea trágica de volcarla sobre el aparato, retrocedió al pretender tocar la pantalla pero finalmente comenzó a pasar las fotos. No le había puesto la carpeta de las cosas más enfocadas en joyería pues porque no pintaba mucho, además de que en cierta medida no quería darle tanta importancia a eso al hablar con terceros. Por lo menos no ahora que estaba el negocio latente con los otros dos.

    Total que dijo que le gustaban, el comentario me estiró la sonrisa y seguí con el monólogo a pesar de eso. Sabía que me escuchaba, lo había demostrado desde el primer momento incluso si le costaba responderme o hacer contacto visual. Con personas evitativas o reactivas tenía que hacer maromas para saber que me escuchaban, Beatriz incluso a su extraña manera lo dejaba más claro. Su esfuerzo era consciente, algo que decía mucho de su carácter o quizás me dejaba a mí como un necio, ni idea.

    El comentario de la chica parecida a ella y lo de ojos de cielo la hizo reaccionar, me miró, le regresó el bochorno y como parecía lo normal en ella no pretendí asignarle un motivo particular. Por otra parte suponía que uno dejaba de ser consciente de las propias peculiaridades después de vivir con ellas por años, la noción se traslapaba a cuestiones físicas y mentales.

    Como fuese, la existencia de una hermana perdida suya sirvió para volver a activarle la curiosidad. La tontería me hizo reír suavemente, estiré la mano para volver a tomar mi teléfono, abrí Instagram, busqué el perfil de Katrina y volví a dejarlo a su alcance.

    —Katrina Akaisa, de tercero también —respondí con simpleza y tuve que tragarme la risa por la pregunta que de dónde la conocía, pues porque una cosa llevaba a la otra pero ella no necesitaba tanta información—. Me la encontré en una exposición de arte hace algunos meses y seguimos coincidiendo desde entonces. Te la puedo presentar si quieres, ¡pero no te sientas obligada!

    Katrina era brusca, pero dudaba que el corazón le permitiera ser mala con una niña de primero solo porque sí. Quizás tenía mucha fe en la humanidad, quizás no, daba lo mismo. Era idealista de mi parte, pero quise pensar que Bea podría sentirse acompañada al conocer a alguien con características parecidas a las suyas, incluso si en lo demás era completamente distinta.

    —¿Estás bien con el almuerzo? ¿Quedaste satisfecha? No sé si te puse suficiente.


    Siempre para servirle, mi estimado Bruno uvu (?
     
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    M-mi repentina curiosidad no se estaba viendo rara, ¿no? ¿Q-quizás era exagerado interesarme en una persona, por el sólo hecho de que nos parecíamos físicamente? Pensamientos intrusivos intentaban decirme que no era para tanto que tuviésemos heterocromía, que eso le pasaba a muchísimas personas en el mundo. Al fin y al cabo, yo… yo no me sentía especial por mis ojos ni nada parecido… Sin embargo, esa chica y yo no sólo asistíamos a la misma escuela, incluso coincidíamos en el color de nuestros ojos, por algo nos llamaban “ojos de cielo”. No podía dejar de pensar en eso. Eran demasiadas casualidades como para que no se sintiera… Eeeh… ¿Especial? P-Por mucho que mi mente insegura tratara de negar lo destacado de esta revelación.

    Rowan dejó el teléfono sobre la mesa luego de revisar algo. En la pantalla ahora se vislumbraba un perfil de Instagram, el de Katrina Akaisa, alguien con quien se había cruzado en una exposición de arte. Me tomé el atrevimiento de abrir una de las fotos del perfil. Su imagen se expandió para permitirme apreciarla mejor. Contuve el aire al verla... ¿por impresión o por ilusión?

    Mi senpai tenía razón: nos parecíamos. Por el cabello corto y oscuro, la complexión era similar (¿creo?) y estaba la heterocromía; noté que la suya era… ¿inversa respecto de la mía? Ya que su ojo azulado era el derecho, pero igual hacía pensar en un cielo con nubes, porque nuestros grises tenían el mismo tono. Era realmente extraño mirar a alguien tan parecida a mí... ¡D-de t-t-todos modos, había cosas que nos diferenciaban! C-creo que mi rostro es de facciones más redondeadas, y… y… la mirada de Katrina tenía más agudeza, ¿tal vez? Sin indicio alguno de temor.

    Negué con la cabeza cuando Ro dijo de presentarnos, aunque luego… mi movimiento se convirtió en una leve afirmación. Me agobiaba la perspectiva de conocer a alguien y, tristemente, seguiría luchando contra esa opresión por un tiempo… Pero deseaba aprovechar esa oportunidad…

    Quería cambiar mi realidad…

    —Cu… Cuando me sienta lista… ¿tal vez? —acepté en voz baja.

    Asentí doblemente para que no se preocupara por lo del almuerzo. Gracias a él, podría sobrellevar las siguientes clases sin hambre, por lo que le agradecí con una respetuosa inclinación, quizá exagerada por los nervios. Seguía nerviosa, sí, pero los deseos de huir se habían esfumado por completo... No sólo era mi esfuerzo el que me permitía permanecer en esta mesa con un chico. También era gracias a él. Rowan era una buena persona y, sobre todo, tenía la gentileza de adaptarse a mis nervios y mi ansiedad. Sin juzgarme. Lamentaba importunarlo de esta forma, me daba pena, pero al mismo tiempo me... ¿me reconfortaba, tal vez?

    Que alguien se quedara conmigo y tratara de entenderme... era lo que necesitaba.

    La cajita de los dorayakis estaba sobre la mesa. La tomé entre mis manos y, con mucha vergüenza encima, extendí los brazos hacia Rowan en un claro ofrecimiento. La voz me tembló cuando hablé.

    —S-sé que no es mucho... en comparación a lo tuyo. Pero... puedes tomar un dorayaki —invité con un hilo de voz, sosteniéndole la mirada como podía— ¿Te gustan los dorayakis?
     
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