Igual aunque intercambiáramos bromas aquí y allá, lo cierto era que la chica se mantenían también en su labor de forma bastante profesional, cosa que me hacía algo de gracia por alguna razón. Era lindo de su parte de todas maneras, así que jamás se me ocurriría decir nada al respecto que pudiese entenderse mal ni nada, pues agradecía que hubiese aceptado pasar su receso de esta manera. El cerezo me distrajo unos sólidos minutos aunque escuchaba la conversación detrás, atento, simplemente me había quedado dándole vueltas a alguna manera de reinterpretar algo tan clásico de Japón como estos árboles. No llegué a ninguna conclusión inmediata, así que solo regresé el foco de atención a Tora y Alethea para volver a incorporarme en la dinámica. Ella me habló del club de arte, que lo llevaba Akaisa supuestamente y me permití una sonrisa al escuchar el apellido de Katrina, porque ya de por sí sabía que estaba en esta academia así que luego pensaría si la molestaba con ese asunto o no. Ethans siguió hablando sobre los otros posibles clubes, diciendo que tenía una amiga en el club de teatro y toda la cosa. Todo eso lo dijo mientras caminábamos hacia el invernadero, ambos fuimos asintiendo cuando lo creímos necesario para que supiera que la escuchábamos, pero ya cuando llegamos a nuestro destino Tora se distrajo en el acto y se acercó al primer grupo de flores para husmearlas con cierta urgencia. Sonrió para sí mismo, me di cuenta, y se quedó allí mirando lo que tenía más cerca como un mocoso que de repente se desentiende de quien le habla. Por rebote solo yo recibí la señal de silencio de Alethea cuando notó a la muchacha que estaba cuidando las plantas sin atender a nuestra presencia, de milagro el otro solo se quedó callado y yo, bueno, le hice caso a la chica. Tampoco quería interrumpirle el momento de meditación a la niña, me parecía bastante grosero, así que para no tener que alzar mucho la voz me acerqué un poco más a mi compañera. —Me daría pena matarles alguna planta por ser despistado, la verdad —dije en voz baja recorriendo el espacio con la vista, era realmente lindo—. Muchas gracias por mostrarnos la escuela y hasta hablarnos de los clubes, así al menos no quedamos tan perdidos. Fue bonito además, ya Tora se distrajo pero sé que debe pensar algo parecido. Contenido oculto con este post voy cerrando la cosa cuz time, pero muchas gracias por rolear conmigo y mis niños gabs uwu it was really nice
Como ya solía ser habitual, la situación real acabó siendo mucho menos dramática de lo que había llegado a imaginar en mi cabeza, pues Kakeru aceptó intercambiar número sin demasiado problema. Cogí su móvil en cuanto me lo extendió, guardando mi contacto con un simple 'Emi' acompañado de un emoji de una flor, y se lo devolví habiendo recuperado la sonrisa prácticamente al segundo de haber escuchado su aceptación. Asentí con la cabeza ante su promesa de tener cuidado y me despedí de él con un movimiento de mano, volviendo a mi aula justo después. Los mensajes que Kakeru me envió los vi ya en el receso, cuando me permití coger el móvil para no irrumpir las clases, y me sonreí con cierta diversión mientras le enviaba unos simples sticker en respuesta. Después de eso, me dirigí hacia el pasillo y me asomé a la clase de Kashya y Anna, esperando encontrarme con ambas al hacerlo; sorprendentemente, a la única a la que realmente pillé fue a Kashya. ¡Igual tampoco era tan extraño! Anna no era del tipo de persona de quedarse demasiado tiempo en un lugar, y probablemente menos todavía si ese lugar era un aula. —¿Vamos a almorzar juntas? —le pregunté a la chica en cuanto llegó junto a mí, libro en mano como siempre, y esperé pacientemente hasta que asintió brevemente con la cabeza. Nos dirigimos así hacia el Invernadero, pues suponía que ese era otro de los privilegios con los que contaba en la escuela, y estuve todo el camino hacia el lugar contándole a Kashya cómo había sido mi fin de semana, ya que aún no había podido verla desde entonces. ¡Y teníamos que ponernos al día, oye!
—Últimamente estás de peor humor, ¿sabías? Haru no reaccionó, al menos no de inmediato. Sabía que no era un solecito, pero la última semana andaba con una cara de perro que se le caía y ya no sabía mucho qué hacer, más allá de colarme en su casa para hacer el tonto o sacarlo a comer. ¿Por qué me estaba encargando de él como si fuera una mascota, para empezar? Bueno, quizá sentía que se lo debía. Por loco que sonara, Haru se había portado demasiado bien conmigo, y lo que era aún más irrisorio: me gustaba pasar tiempo con él. Las razones no las sabía ni me interesaban. Mamá me había empacado un montón de comida, así que fui hasta su pupitre y me lo arrastré para almorzar en un lugar más bonito. Mi primera opción fue el invernadero, claro. Estábamos cruzando el patio cuando le solté la tontería y él frunció el ceño como perro viejo... o como crío, dependiendo el ojo ajeno. —El trabajo me está dando pesadillas —masculló, soltando el aire por la nariz. —Trabajo, trabajo, trabajo. Es lo único de lo que hablas. —Suspiré dramáticamente—. Pero no pasa nada, Ko-chan te devuelve los años de vida perdidos. Le palmeé la espalda, sonriente, y él sólo me miró de soslayo. Recorrimos el pasillo principal del invernadero y las voces femeninas nos alcanzaron más o menos a la mitad. Bueno, la voz, en realidad. Me dio la sensación de que Haru también la reconoció, o quizá fuera el simple hecho de topar con otro ser humano el que lo instó a detenerse y girar. Fue un impulso que controló sobre la marcha, sin embargo, y le sonreí con orgullo. Él chasqueó la lengua bajito. —Emi-chan —saludé al dar con las niñas, estaba con su amiga de segundo, la del apellido impronunciable. Dios me lleve—. Buen día, ¿interrumpimos algo importante? Había evitado nombrarla, me dirigí a ambas y aguardé por su respuesta. Haru, a mi lado, las saludó con un simple asentimiento. Contenido oculto vi dos niñas lindas y no pude contenerme u-uwu
Seguí dándole la tabarra a Kashya incluso cuando nos terminamos de sentar en la mesa que había al final del invernadero, porque para ser una persona normalmente tranquila, lo cierto era que tendía a ser todo lo contrario cuando me encontraba con la chica; suponía que no podía controlarme cuando había alguien que me daba tanta pista libre. ¡Al menos le había preparado un buen almuerzo! Así que podía quedarme tranquila pensando que estábamos en paz. Estaba tan metido en la anécdota de turno que ni siquiera me di cuenta de las nuevas presencias en el lugar hasta que distinguí la voz de Kohaku a nuestro lado, haciéndome parar en seco para girar la cabeza y mirarlo con una ligera expresión de sorpresa; mirarlos, más bien, porque venía acompañado, además. —¡Oh! ¡Buenos días, senpais! —saludé, procurando recuperar la sonrisa lo más rápido posible, y negué con la cabeza al mismo tiempo que Kashya les devolvía el saludo con un escueto 'hola'—. Para nada, solo le estaba contando a Kashya lo emocionante que ha sido mi fin de semana cuidando a Alice en casa —admití, dejando escapar una leve risa avergonzada ante aquella revelación. Sabía que no tenía motivo real para sorprenderme por la presencia de los chicos, pues Kohaku tenía el mismo derecho que yo a aparecerse por ahí cuando le diese la gana (y básicamente cualquier otro alumno también, para ser honesta), ¡pero lo había hecho! No venía solo, además, y lo cierto era que no podía evitar sentirme un poco nerviosa ante la presencia de ambos. ¿Acaso habían venido al invernadero juntos como si fuese... una c-cita? >>Uhm... imagino que queríais almorzar aquí, ¿no? Si preferís estar a solas, Kashya y yo podemos ir a otro lugar sin problema... Contenido oculto oh my, y estas dos niñas se sienten halagadas de encontrarse con estos dos muchachotes tan guapos u///u
Emily nos saludó con cierta efusividad que interpreté producto de la sorpresa. Había notado que estaba muy enfrascada en su relato y que básicamente solté el saludo encima de sus palabras, a sabiendas de que la pillaría desprevenida. Intenciones malvadas aparte, de todas formas sonreí como si nada y aguardé a su saludo inicial para reiniciar la marcha hacia la mesa. Haru me siguió un poco desde atrás. —Alice era tu hermanita, ¿cierto? —recordé, apoyando el bento—. Imagino lo emocionante que debe haber sido. ¿Qué hicieron juntas? Su oferta a dejarnos el lugar liberado me hizo un poquito de gracia, mas no lo expresé. Podría haberlo negado y ya, en su lugar deslicé la mirada a Haru y me detuve de sentarme. —¿Qué dices, Haru? ¿Les pedimos que se vayan? El muchacho frunció el ceño y se dejó caer en una silla, sin hacer realmente contacto visual con nadie. —No digas estupideces —fue toda su respuesta. Mi sonrisa se mantuvo allí, inocente, y mi voz se suavizó al mirar a Emily y murmurar: —No pasa nada, Emi-chan, no te preocupes. Mientras más, mejor, ¿no? —acordé, sentándome por fin. Ese grupo no era el más indicado para hacerle honor a la frase, pero bueno.
Asentí un par de veces con la cabeza ante la pregunta inicial de Kohaku y, después, no pude disimular la sonrisa de emoción renovada que se me plantó en los labios por el interés que mostró al preguntarme sobre lo que habíamos estado haciendo juntas. Intercambié una mirada fugaz con Kashya, a modo de disculpa por tener que escucharme contar lo mismo dos veces, y volví a centrarrme en los chicos con la sonrisa algo más ensanchada. —Estuvimos todo el fin de semana solas, así que pudimos hacer unas cuantas cosas. Por la mañana fuimos de compras, luego estuvimos haciendo galletas y por la noche hicimos una pijamada, así que el domingo nos quedamos durmiendo hasta tarde~ —expliqué, sin perder el ánimo en ningún momento. Mi relación con Alice era algo más complicada de lo que podía parecer en primera instancia, y ni siquiera yo era completamente capaz de entender por qué a veces me costaba mucho más ser la hermana mayor tan buena que podía llegar a ser en cualquier otro momento. Prefería no darle demasiadas vueltas al asunto, de todos modos, y mucho menos cuando sabía que habíamos podido pasar un fin de semana tan bonito habiendo estado las dos solas. Nos lo habíamos pasado bien juntas y eso era lo único que realmente importaba, ¿cierto? Sea como fuere, Kohaku no respondió directamente a mi posterior propuesta de dejarles a solas, si no que le redireccionó la responsabilidad al pobre Sugawara-senpai. Su respuesta no fue excesivamente efusiva, pero sí lo suficientemente clara como para no albergar más dudas al respecto, y mi expresión volvió a suavizarse al captar la atención de Kohaku de nuevo; a decir verdad, una parte de mí ya se había tranquilizado en gran medida al ver que el chico se lo tomaba con tanta ligereza. >>¿Y vuestros fines de semana qué tal? —pregunté una vez los chicos también se hubieron sentado, aprovechando el momento para colocar el bento que había estado compartiendo con Kashya más hacia el centro de la mesa. —Yo me he terminado dos libros —contestó ella, con la típica tranquilidad que le imponía a todas sus palabras, y eso junto a la respuesta en sí logró sacarme una risilla divertida antes de que la atención de ambas virase hacia los chicos.
—¿Una pijamada? Dioses, hace años que no tengo una —recordé, riendo brevemente—. ¿Vieron pelis? ¿O alguna serie? Luego de sentarnos, Emily colocó su bento al centro de la mesa y decidí hacer lo mismo con el mío, atiborrado de comida. Le pasé un par de palillos a Haru y pesqué un poco de carne de la caja de la chica. Noté que Sugawara me miró brevemente y, aún con lo inexpresivo que era, ya lo conocía lo suficiente para traducir sus caras de póker. "¿Es que no tienes vergüenza?" me estaba diciendo, y yo sólo fingí demencia. —Estuve bastante en lo de Haru —respondí a la pregunta de Emily sobre nuestros fines de semana, señalando al chico con los palillos un instante antes de buscar más comida. —Me tomó el piso —dijo Haru, serio, en lo que se llevaba algo de mi arroz a la boca. —Es que tu tele es gigante y tienes la play —argumenté, muy tranquilo—. Y puedo jugar hasta la hora que quiera. Técnicamente, todas esas mierdas caras y tecnológicas eran de Frank, que nadie sabía de dónde sacaba el dinero. Pero el tío rara vez se pasaba por el apartamento y a Haru le importaba de poco a nada que las usara. Sugawara no respondió más, se limitó a lanzarme un vistazo y seguir comiendo. La respuesta de la amiga de Emily fue bastante inesperada, pero la soltó con una tranquilidad tan pasmosa que captó mi atención. —¿Qué libros leíste?
Mi plan inicial para el receso había sido encerrarme en la biblioteca para seguir leyendo, como ya era costumbre en mi día a día de todas formas, y lo cierto es que era curiosa la manera en la que había acabado haciendo todo lo contrario. No me molestaba pasar el receso con Emily y, de alguna manera sorprendente, tampoco me molestó especialmente cuando los otros dos chicos acabaron por unirse a la pequeña reunión; para empezar, ya sabía que ambos eran relativamente tranquilos, así que dudaba que fuese a ser un receso muy diferente a cómo lo hubiese sido estando a solas con Emi. —¡Entonces te invitaré a la próxima que hagamos, Ko! —exclamó Emily hacia el muchacho en cuanto este mencionó la pijama, sonriendo como si nada, para posteriormente asentir con la cabeza por su siguiente pregunta—. Empezamos a ver una serie nueva, 'Besos, Kitty', pero la verdad es que no avanzamos casi nada porque nos parábamos a comentar cada escena posible. La chica devolvió la pregunta al resto de los presentes, y tras mi propia respuesta, los muchachos tomaron pie para contar cómo había sido su fin de semana. Yo aproveché el momento para observar el panorama, por la simple inercia de ser algo que siempre solía hacer, y no pude evitar que mi atención se acabase centrando con cierto énfasis en las reacciones de Emily; me había estado contando sobre Kohaku desde el primer día y ya era imposible para mí ignorar todo lo que podía llegar a notar sabiendo tanto de ello. Un poco después deslicé la vista hacia el moreno, curiosa, antes de notar que me dirigían la palabra. —'La letra escarlata' y 'Asesinato para principiantes'. Los dos me gustaron, aunque el segundo fue más fácil de leer. —¿Y tú qué hiciste, senpai? —retomó Emi la palabra, dirigiendo su atención hacia Haruhiko—. ¿Te quedaste jugando con Ko o hiciste otra cosa? Ay, ¿os gusta leer? Kashya lee un montón, ¡seguro que conoce algún libro que hayáis leído alguna vez! Es impresionante. Contenido oculto gracias por darme la excusa perfecta para poner canónicamente el headcanon que tengo de que kashya 100% se leería (y amaría) agggtm uwu also, not me mencionando una serie de 2023 en un rol que ocurre en 2020 (???)
Se me aflojó una risa breve. ¿Una pijamada con Emily y su hermana pequeña? No estaba seguro de que la chica hubiera anticipado todas las posibles implicancias de ese escenario mental, lo cual contribuyó a la mezcla de diversión y ternura que me provocó su invitación. Noté de soslayo que tenía la mirada de Haru encima, casi podía oírlo regañándome en mi cabeza, así que fui buen chico y me comporté. —¿Besos, Kitty? Ah, sí, creo que Anna me la nombró el otro día. La chilló, más bien. Muchos nombres coreanos y que adoraba a... ¿Yuri, era? La respuesta de Kashya a mi pregunta fue bastante concisa y de por sí no era un lector muy ávido, al menos no de literatura. Me limité a asentir y entonces Emily redirigió los tiros a Haru. Miré al muchacho, en silencio. Justo estaba tragando y clavó los ojos en Hodges. No era una de sus caras de perro, digamos, pero en sí la mirada de Haru podía llegar a ser bastante intensa incluso sin pretenderlo. Conmigo se había quejado mucho del trabajo y me hacía una idea de lo que eso implicaba, pero no había forma de que lo soltara aquí. —Este es un vago y un descuidado —anotó, señalándome a mí—. Si por él fuera se echaría dos días jugando y sin comer. Tuve que ocuparme de la casa, estudiar y hacer las compras. Me eché encima una sonrisa inocente y resoplé apenas. —Qué malo, Haru. Pasa que cocinas muy rico. En sí no era particularmente cierto. Su comida estaba bien, pero no había nada que la destacara del resto. Bueno, al menos se defendía mejor que yo y eso ya era algo. Él me miró, meneó la cabeza y se llevó una buena porción de comida a la boca. —Empezaré a cobrarte alquiler si sigues parasitando en mi sofá. —Por cierto —destaqué, virando mi atención hacia Emily—, no. No suelo leer mucho. No libros, al menos. Con los chicos nos intercambiamos muchos cómics y mangas, eso sí. ¿Tú lees algo?
Quizás había sido consciente de que la invitación que le había hecho a Kohaku podía llegar a tener un montón de implicaciones, pero lo cierto es que no fui capaz de darle demasiadas vueltas al asunto cuando, inmediatamente después de mencionarlo, me imaginé lo enamorada que Alice se quedaría del pelo del muchacho y lo poco que tardaría en secuestrarlo para hacerle todos los peinados que se le pudiesen pasar por la cabeza, incluso si parecía imposible que hubiese demasiadas opciones para un chico. La cosa no fue a más, de todos modos, y en su lugar sentí como la sonrisa se me ensanchaba ante la información de Anna habiéndose visto ya esa serie y el hecho de que le hubiese gustado tanto; no me sorprendía para nada, honestamente. —Ah, qué bien, ahora tengo otra excusa para acabar de verla en estos días, gracias~ Mientras Kashya respondía la pregunta de los libros que Kohaku le había hecho, yo aproveché para coger algo de comida de los bentos y llevármela a la boca. Terminé de masticar justo cuando la chica terminó de hablar, permitiéndome así redirigir la atención hacia Haru sin demasiado problema por mi parte. Recibí su mirada sin demasiada complicación tampoco, extrañamente tranquila al saber que había más gente a nuestro alrededor, y escuché la discusión de ambos con toda mi atención puesta a la misma, sin poder reprimir la sonrisilla divertida que se me coló en el rostro mientras tanto. >>Eh, parecéis un matrimonio~ —canturreé, de manera para nada disimulada, antes de llevarme otro bocado de comida a los labios. Intercalé una breve mirada con Kashya tras decir eso, sin recibir nada demasiado destacable por su lado, y volví a buscar los ojos de Kohaku cuando noté que su voz venía en mi dirección, recuperando una expresión más tranquila en mi rostro. >>Sí, ¡algo! Sobre todo lo que Ka-chan o mi hermano crean que me pueda gustar y me recomienden, la verdad. Algunas veces también libros que encuentre yo, pero debo admitir que soy más de ver series y películas... Tampoco leo mucho manga, ¡pero sí me gusta ver anime! —¿A qué juegos estuviste jugando mientras Sugawara te cuidaba? —le soltó entonces Kashya, neutra como solo ella sabía ser incluso con esa pregunta, y no pude evitar girar la cabeza para mirarla con el deje de una risa amenazando mis labios.
Las tres parecíamos estar más que dispuestas a volver al ambiente animado con el que habíamos empezado el receso, lo que se tradujo en más que obvios esfuerzos de todas partes para intentar recuperarlo; la intención de las tres facilitaría la tarea, estaba convencida de ello. Me daba algo de pena, pues de verdad quería intentar hacer que Anna se sintiese mejor y no solo pretender que nada había pasado, pero entendía perfectamente que no era el momento ni el lugar... así que me tocaba tragarme los malos sentimientos también. —Oh, no es para tanto... —murmuré, sin poder reprimir la ligera vergüenza que obviamente sentí por las palabras de mi amiga, y al mismo tiempo acepté el zumo que ella misma se había ofrecido a comprarnos—. La cocina es como cualquier otra habilidad, creo, lo único que importa es practicar y no rendirse. Mientras tanto, yo no tengo problema en seguir alimentando a mis polluelos~ —bromeé ligeramente, pillando a Anna para darle un beso de nada sobre el cabello, sin pretender forzar nada más de lo necesario. Quizás sí que fuese como una madre, porque lo que podía llegar a preocuparme por los demás podía llegar a rozar lo excesivo a veces. Mientras seguíamos en el pasillo, me di cuenta de que alguien se nos acercó a saludar, y casi sin poder evitarlo, mi expresión se iluminó ligeramente al descubrir que se trataba de Joey; le devolví el saludo con una sonrisa, siguiendo con la vista su camino hacia el interior durante un par de segundos, justo antes de volver a centrarme en las chicas. Negué con la cabeza cuando Karou se disculpó por no haber preparado nada, porque lo cierto es que todo había sido un plan medio improvisado y medio sorpresa de mi parte, así que lo último que había esperado era que supiese algo al respecto. Intenté tranquilizarla diciéndole eso, así como también le dije que no hacía falta que hiciese nada por este almuerzo, pero que por supuesto no me iba a oponer a otra posible quedada si disfrutaba de esta. Así, hablando tranquilamente, salimos de la academia y alcanzamos nuestro objetivo. >>¡Bueno! ¡Este es el invernadero! —exclamé con cierta emoción extra, adelantándome un par de pasos para poder presentarles el lugar como era debido—. Tenemos todo tipo de plantas aquí, como puedes ver, ¡y es super bonito! Kohaku es otro amigo nuestro y es con quien suelo cuidar el lugar. Y aquí es donde vamos a comer~ Eso último lo dije una vez alcanzamos el final del pasillo, claro, al mismo tiempo que dejaba el almuerzo sobre la mesa que ahí se encontraba. Les indiqué a las chicas que podían sentarse donde quisieran, quedándome yo con el espacio sobrante entre ambas, y abrí los bentos para dejarlos en el centro y mostrarles lo que había preparado. >>He traído un poco de todo porque no sabía que podía gustarte, Karou, ¡espero que haya algo de tu agrado! De Annie ya sí sé, pero está invitada a probar algo nuevo también~ —les sonreí, recogiendo los brazos sobre la mesa a la espera de que ellas comenzaran a comer antes de nada—. ¿Qué tal la vuelta a clases? Creo que no he hablado con ninguna desde el campamento. Contenido oculto perdón por la tardanza, he perdido por completo la noción del tiempo :'D
Las dos chicas aceptaron las bebidas sin chistar y eso me permitió hundir la mano libre en el bolsillo de la chaqueta, esa que a veces reemplazaba al blazer. La lata del otro lado estaba fría e intenté concentrarme en esa sensación. Usualmente no me costaba nada en lo absoluto mantener conversaciones, lo sabía, y quizá fuera el detalle lo que más rabia me daba. Estaba muy cansada de muchas cosas, honestamente, y no me apetecía repetir patrones del año pasado. —Ya somos dos —concordé con Karou, alzando la mano de la lata para chocarla con la suya en un movimiento desenfadado—. A este paso creeré que Em tiene un radar de adolescentes desahuciados o algo parecido, porque entre todos no hacemos uno, te lo juro. Incluso si mi arroz con pollo era decente y sabía hervir fideos, la cocina nunca había sido una actividad que disfrutara ni me interesara perfeccionar. Cocinaba para sobrevivir, literalmente, y de por sí eran pocas las veces que debía encargarme de ello. Podía criticarle muchas mierdas, pero mamá siempre fabricaba el tiempo para llenar los platos de comida sobre la mesa. Quizá debiera valorarlo más. Emi se acercó para dejarme un beso en el cabello y lo acepté sin más, si acaso agaché la mirada al suelo un instante. Me daba pena, pero no era un gesto que pudiera apreciar ahora mismo; más bien... prefería mantener cierto espacio. Estaba tranquila, me veía tranquila, pero no confiaba mucho en mí misma. Karou se disculpó por no haber traído nada y Emi pretendió tranquilizarla, por supuesto. En lo que empezábamos a caminar, esbocé una sonrisa floja y solté, medio en broma, medio en serio: —Ahora nos debes un postrecito a ambas. El invernadero era precioso, sí, pero ya lo tenía totalmente conocido y suponía que hasta las cosas más hermosas perdían parte del encanto por culpa de la cotidianeidad. Avancé hasta la mesa, apoyé allí la lata y me giré, recargando las caderas en el mueble. Seguí los movimientos de Karou con cierta expectativa, siendo que era la invitada de honor, y al oír que Emi desenvolvía los bentos eché un vistazo sobre mi hombro. Su puta madre iba a poder disfrutar ahora la comida, ¿cierto? La primera brasa chispeó en mi pecho y parpadeé, desviando la mirada. Me senté a la mesa con movimientos algo pesados y tuve que tomar muchísimo aire para disimular la molestia que se me había anudado al cuerpo. Como tal podría haber respondido, pero preferí cederle el lugar a Karou. Le dejé caer mi atención encima, entonces, mientras hacía girar la lata sobre la mesa.
Sonreí ante las palabras inspiradoras de Emily sobre la cocina. Supongo que tenía razón, es verdad, la cocina después de todo era una habilidad más y como tal, habría que seguir practicando. Tomé nota mental de aquello para cocinar al menos unas galletitas cuando tenga algún tiempito libre. Acto seguido, Emily le dio un pequeño beso en el cabello a Anna, quien seguía viéndose como si no se sintiera bien. Aunque no la conocía del todo, eso me preocupó. ¿A quién le gustaría ver a alguien sufriendo de esa manera? El problema es que no sabía muy bien qué hacer en esos casos. Emily saludó de pasada a otro muchacho que iba por ahí y luego me tranquilizó, lo cual valoré mucho internamente. Anna me dijo que les debía el postre, a lo cual asentí con energía. A continuación, llegamos al dichoso invernadero, el cual era un enorme lugar lleno de plantas bellísimas. Se podía respirar un aire fresco y limpio, y sentí como si me limpiara el alma. La sensación que tenía era bellísima. Hace mucho tiempo no me sentía así, tan libre. La naturaleza era de verdad un fenómeno extraordinario. —Wow… —susurré. Dediqué un pequeño momento a admirar el lugar y luego seguí a las chicas hacia una mesa. Me senté al lado de Emily y me tocó admirar algo por segunda vez, siendo en esta ocasión la comida que había traído—. Se ve todo absolutamente delicioso… ¡Gracias, Emily! Tomé los palillos con cuidado y cuando quise recoger la primera comida que vi, se me cayó en el mismo bento. Me sonrojé y enseguida les expliqué: —Ay… Todavía no domino muy bien el control de los palillos… Lo siento —les dije. Intenté otra vez y esta vez sí logré llevarme esa comida a la boca. Lo disfruté de una manera inexplicable. La cocina de Emily era de verdad deliciosa. Más tarde escuché la pregunta de Emily, y como Anna se notaba muy afectada por lo que había pasado y se encontraba sin ganas de hablar, tomé la palabra yo—. En mi caso, me he sentido muy bien aquí. A decir verdad, si les soy sincera… En Italia, mi madre sufría de una extraña enfermedad. No la pudimos salvar, y mi padre se volvió adicto al alcohol. —Mis palabras simplemente fluyeron. A pesar de que no era la mejor socializando, sabía que era sincera y pensaba que la sinceridad podía llegar a las otras personas. Quizás, y solo quizás, eso podría hacer que nos acercáramos más—. Mi vida allí había dejado de ser vida hacía tiempo… Por eso, apliqué para la beca con la que vine aquí. Y en esta academia, me siento mejor. Sí, estoy sola, no tengo el apoyo de mi familia y tampoco he hecho casi ningún amigo, pero me siento feliz porque puedo volver a respirar después de mucho tiempo, como estas plantas de aquí, que crecen verdes hacia un futuro lleno de posibilidades. Antes no tenía eso. Me quedé un momento en silencio para que podamos procesar lo que acababa de compartir y luego dije: —Y ahora tengo a dos lindas muchachas que me acompañan a comer una deliciosa comida. ¡Qué más puedo pedir! Les dediqué una dulce sonrisa y observé a Anna fijamente. —No sé lo que te haya pasado pero quiero que sepas que no estás sola.
Incluso si quise que no se me notase demasiado, lo cierto es que me fue muy difícil esconder la emoción y curiosidad que sentí por querer ver la reacción de Karou una vez entramos al invernadero. Con el tiempo me había acostumbrado al paisaje, y aunque nunca sentí que perdiese su encanto aun así, la verdad es que no dejaba de ser un poquito emocionante ver a alguien nuevo entrando al lugar por primera vez. Me sonreí con orgullo cuando recibí la de Karou, pues, y después con un poco más de vergüenza cuando reaccionó de manera parecida por mi comida. Mientras empezábamos a comer y hablábamos, no pude evitar echarle más de un par de miradas a Anna de vez en cuando, sin pretender intimidarla ni presionarla de ninguna manera, pero sin poder tampoco esconder que seguía algo preocupada por ella. Cuando Karou empezó a responder a mi pregunta, sin embargo, viré toda mi atención hacia ella para escucharla; la cosa empezó con normalidad, aunque al final terminó siendo algo... oscuro, por decir algo. —Vaya, lo siento... —fue todo lo que alcancé a decir, en voz baja, antes de intentar suavizar el ambiente de nuevo—. Me alegra que estés mejor aquí. ¡Y aquí nos tienes, sí! Hay gente muy amable en el Sakura también, así que seguro con el tiempo haces más amigos —agregué con una pequeña sonrisa, antes de hacerme con unos palillos para comer algo mientras Karou se dirigía hacia Anna. Contenido oculto ya queda poquito de receso y dijiste que no ibas a poder postear estos días, lari, así que pues no le veía sentido a alargar haciendo más preguntas y así uwu y bueno, me lo pasé bien aunque al final no fue exactamente como había imaginado, so a ver si repiten en otra ocasión las niñas <3
La reacción de Karou ante el invernadero fue la esperada, detalle que me arrancó una muy ligera sonrisa. Era bonito, suponía, poder ver a las personas durante esa clase de momentos. Permanecí allí un par de segundos, quizás algo abstraída, hasta que regresé a Tierra y reparé en el despliegue que Emily estaba haciendo sobre la mesa. Nos acomodamos en nuestras sillas y Karou halagó el aspecto de la comida. Quise imitarla, la verdad, al menos con un nivel de emoción similar, pero no lo logré. —Gracias, Em —fue todo lo que murmuré, aunque bien pudo haberse perdido debajo de sus voces. Estaba por pillar algo de arroz, asumiendo que sería lo más fácil de pasar, cuando a Karou se le resbaló la comida y se sonrojó. Le eché un vistazo a Emily, suponiendo que se encargaría de responderle, pero a mitad de camino me molestó seguir empeñada en ese plan y miré a Bright, dedicándole una pequeña sonrisa. —Yo también fui nueva en este país hace algunos años, así que sé lo que es —compartí, recordando mis primeras hazañas y bochornos con los palillos fuera de casa. De por sí había sido durante la época que no encajaba en la escuela; los almuerzos se habían convertido en otra buena excusa para lanzarme vistazos de reojo y soltar risillas dañinas. Vaya, hacía mucho tiempo de la última vez que había pensado en eso. Intenté quitarme la sensación del cuerpo y cambié el aire en mis pulmones, masticando por fin un bocado de arroz. Karou se dispuso a responder la pregunta de Emily y recién alcé la mirada hacia ella cuando mencionó lo de la enfermedad de su madre y el alcoholismo de su padre. El gesto fue relativamente brusco en un primer momento, producto de la incredulidad, y me contuve a consciencia de fruncir el ceño. Sus palabras siguieron corriendo pero yo me quedé algo atorada allí. La respuesta de Emily me sirvió de soporte para reaccionar, así fuera con una sonrisa de aliento, y parpadeé al recibir de lleno la atención de Karou. Que no estaba sola, decía. Sí, eso lo sabía, y también sabía que era egoísta de mi parte no valorarlo lo suficiente. Pero ¿qué iba a decirle a una chica que acababa de soltarnos que aún no había hecho amigos y su familia ya no la apoyaba? ¿Que su madre estaba muerta? Mis problemas parecían un puto chiste y ¿sabía algo ella, de todos modos? Acababa de conocerme. Tuve que morderme la lengua, contenerme entre cien ataduras, para dar una respuesta de manual. —Gracias, Karou —murmuré, fabricando una muy breve sonrisa. Era eso o ser una hija de puta. Volví a soltar el aire y estuve por buscar algo más de arroz por puro reflejo, pero el estómago se me había ceñido en dos y descarté la idea. Me contuve, también, de dejar los palillos sobre la mesa con fuerza. Estaba conteniéndome tanto que no sabía si sería una buena idea a largo plazo, pero de momento era lo mejor que tenía. Con cada minuto que pasaba estaba más y más furiosa. Aún así, me las apañé para ser mínimamente decente hasta que acabó el receso. Al ingresar a la escuela me excusé con las chicas y me metí al baño tras despedirme con una sonrisa. Estaba exhausta, el corazón me iba a mil por hora y fue suficiente dar con mi reflejo en el último lavabo para que los ojos se me llenaran de lágrimas. Otro chispazo, otra llamarada y me encerré en uno de los cubículos de un portazo, dejándome caer sin delicadeza alguna en la tapa del inodoro. Me rasqué las raíces del cabello con fuerza y sorbí por la nariz, rebuscando en todos mis bolsillos hasta dar, milagrosamente, con un porro empezado. Lo observé y solté una risa amarga, sintiendo el peso tan incómodo de aquel metal en torno a mi cuello. Ya estaba, ¿no? Contenido oculto weno, voy cerrando por acá as well. Perdonen el mood de Anna y que no haya salido tan bonito como habíamos previsto :( podemos repetir anytime la semana que viene ♥♥
Me sobresalté con el sonido de la campana. Todos los días ocurría de la misma manera. Me avergonzaba seguir teniendo una reacción tan penosa frente a un sonido al que ya debería estar acostumbrada, y el rubor que me encendía el rostro no ayudaba a sentirme mejor… incluso cuando sabía que nadie reparaba en mi nerviosa presencia. Me encogí en la silla y no despegué mis ojos del pupitre, por el miedo que me daba cruzarme de casualidad con la mirada de otra persona que estuviese juzgándome por ser tan asustadiza y torpe… Me hundí en la rutina solitaria de siempre: esperé a que la cantidad de voces a mi alrededor se redujera, como señal de que el salón quedaba lo suficientemente vacío como para salir sin que me notasen. Apenas me aseguré de que el ambiente era seguro, tomé de mi mochila el estuche donde guardaba mi consola portátil y busqué mi almuerzo, pero… lo único que hallé fue la cajita del postre: tres dorayakis con crema dulce… M-Me había olvidado la comida en casa… otra vez. El sentimiento de torpeza se incrementó, al extremo de provocar un ligero temblor en mis labios, y todo cuanto atiné a hacer fue salir de salón a toda prisa, con los ojos muy cerrados, abrazando la consola y los dorayakis contra mi pecho. Fue un milagro que no chocase con nadie. Hoy me sentía más agobiada de lo habitual, ¿tal vez? Llevaba dos meses asintiendo a la academia, completamente escondida de los demás. En todo este tiempo, la única persona con la que había tenido un intento de conversación fue Yukie, pero no volví a verla. De todos modos… no se acordaría de mí, ¿tal vez? P-Pero yo sí la tenía presente… porque, desde entonces, no había logrado cruzar palabras con nadie. Pararme frente a alguien me provocaba una opresora parálisis que refrenaba mi voz. Y-y-y n-ni hablar si de casualidad veía a alguien a la cara… Mi propio rostro se ponía colorado y no podía hacer otra cosa más que desviar mis ojos hacia un costado, incapaz de formular palabras concretas o coherentes. Por eso… prefería estar sola, aunque no me gustase. Cuando me aislaba, por lo menos me ahorraba los ligeros temblores y el miedo a quedar mal. Era triste, pero así pude sobrevivir estos dos meses en la academia. Ayer escuché a mis compañeros de clase hablando sobre un invernadero. ¡F-fue sin querer, ¿tal vez?! ¡N-no soy chismosa! Pero… Pero… Pensé que a lo mejor allí no habría nadie. Lugares como los patios, la cafetería y los pasillos… eeh… me aterraban. Había mucha gente siempre, durante estos recesos. Pero un lugar repleto de plantas sonaba a sitio tranquilo donde podría esconderme a gusto, bastaría con sentarme entre dos macetas grandes… si es que había, ¿tal vez? No-no perdía nada con averiguarlo, así que me dirigí hacia el lugar con la vista en el suelo y la cabeza lo suficientemente levantada como para adivinar, a tiempo, los pies de personas a las que esquivar. El invernadero… Era grande. Era… Era lindo. Con mucho silencio. No sentí el murmullo de ninguna voz, cosa que me permitió avanzar por el pasillo, eso sí, con mucha cautela. Había flores de todos los tipos y colores que captaron mi atención, sacándome por un segundo de la inseguridad que me envolvía. Incluso cuando estaba así de sola, el temor de cruzarme con alguien seguía latente, ¿q-qué se suponía que debía decir si eso pasaba? ¿Saludar con un “Hola” o con un “Buenos días”? ¿Me verían feo si no decía nada? Intentar sonreír no sería una opción, pero… Pero… Sacudí la cabeza para espantar este repentino azote de incertidumbre y aceleré un poco el paso. Al final del pasillo había una mesita con sillas. La miré con muchísimas dudas encima, era claramente un punto de reunión. Tras echar un vistazo a mi alrededor, noté una maceta grande un poco apartada. Era una sola y estaba enfrentada directamente hacia la mesita. Pero no me quedaba más opción. Me senté en el suelo, pegada a esa maceta, y me llevé un dorayaki a la boca. Sostuve el dulce entre mis labios al sacar la consola de su estuche, una Nintendo Switch que me habían regalado hace poco, para la que tenía que usar ambas manos. Así me quedé, entretenida en lo mío, en esta pesada soledad. Contenido oculto Zireael Acá te dejo a la bolita de nervios uvu
Cuando sonó la campana estiré el cuerpo en la silla, aflojando la tensión de la espalda, y suspiré con cierta pesadez antes de levantarme. Puse la mochila en el pupitre para sacar el bento tamaño monstruo que había enviado mi padre, asumiendo que lo compartiría con Tora como siempre y mientras estaba en eso el susodicho chifló para llamar mi atención. Estaba sentado un par de lugares más allá. —Mi madre me envió almuerzo hoy —anunció para que no me preocupara por eso—. ¿Vas a ir afuera? Hace un sol bestial. —Tenía ganas de ir al invernadero. —Es casi lo mismo, los invernaderos guardan un montón de humedad. —Dios mío, deja de llorar, Tora. Iré solo —contesté en lo que regresaba la mochila al suelo—. Igual si está la chica del otro día seguro la pones nerviosa. Quédate aquí con el airecito y que te aproveche el almuerzo, te veo luego. No me molestó ni nada, solo me fui y lo dejé allí esperando que no significara la misma tragedia que había significado el día que me ausenté las primeras horas. A veces dejar a Tora sin vigilancia era una puta cagada, la verdad fuese dicha, pero tampoco tenía que ser su niñera toda la vida y eso lo tenía ya internalizado, porque después de todo confiaba en el chico que prácticamente había moldeado. Total que salí de la clase, bajé por el ascensor y me detuve en la expendedora del pasillo para comprar un par de botellas de agua, pensé en llevarle la segunda a Tora para la tarde así que me ahorré tener que comprarla cuando fuese a subir otra vez. Con todo listo, bento en mano y botellas bajo el brazo, seguí mi camino hacia el invernadero, recorrí el sendero de piedra y entré con cierta cautela, porque no quería interrumpir las actividades de la muchacha del otro día si estaba dentro. Me tomé la libertad de dar un pequeño recorrido en silencio, observé las plantas y las flores cuidadas con cariño, las miré de cerca un par de minutos. En determinado momento asumí que estaba solo, así que solo me tomé mi tiempo antes de seguir hasta la mesita que seguramente también usaban los del club, dejé las cosas allí y en algún momento me pareció detectar una silueta con el rabillo del ojo. Volteé el cuerpo despacio, tuve que husmear con algo más de intención para notar a la muchacha que estaba sentada en el suelo, pegada a la maceta jugando con la consola y comiendo dorayakis. La mata de cabello corta y oscura, la silueta pequeña y los ojos me lanzaron de inmediato la imagen de Katrina a la mente, aunque estaba seguro que esta chica tenía el color invertido en comparación a los ojitos de gato de Kat. —Buenas tardes —saludé mientras me acuclillaba a cierta distancia y le sonreí desde mi posición—. También tengo una Switch, ¿qué juegos te gustan? ¿Así nada más? Pobre criatura, ni siquiera sabía que era una bola de nervios y había venido a caerle yo encima. Contenido oculto ola vengo a matar a Bea de un infarto
Comer mientras jugaba era una costumbre de la que me avergonzaba. Pero… Pero… no encontraba mejor forma de aprovechar los recesos. P-P-Pasaba la mayor parte del tiempo rodeada por mis compañeros de clase y yo… aún era incapaz de manejar mi extrema timidez. Jamás miraba a la gente mientras pudiera evitarlo, pero eso no aplacaba la sensación de estar siendo observada… De estar siendo juzgada por mi torpeza y la manía de ruborizarme por todo. Los videojuegos eran como un cálido nido donde podía sentirme algo cómoda, porque me gustaban… mucho. A-a-aunque sonara infantil. ¡Pe-pero no lo es, ¿tal vez?! Me ayudaban a relajarme lo suficiente para soportar la segunda parte de mis días de clase, por eso intentaba dedicar cada minuto de los recesos a la compleja tarea de relajarme y saciar mi apetito… al mismo tiempo. Cuando me acomodé junto a la maceta y empecé a jugar a la consola, con el dorayaki en mi boca... me mataron dos veces en el juego. E-Es que al principio estuve como alerta, ¿tal vez?, porque lanzaba miradas por encima de la pantalla para asegurarme de que no había nadie en el lugar. Mis dedos se deslizaban con cierta torpeza sobre los joy-con. Pero en algún momento logré concentrarme un poco, ya que la batalla que tenía lugar en el videojuego era… eeh… algo exigente. N-no era muy buena, p-p-pero tampoco lo hacía mal, ¿tal vez? —Buenas tardes. También tengo una Switch, ¿qué juegos te gustan? El latido que sacudió mi pecho debió sonar demasiado fuerte, o al menos yo sentí su retumbar en mi interior. Al mismo tiempo, un sobresalto contrajo mis hombros y casi pareció que di un saltito con mis caderas, mientras las manos se me cerraban sobre los controles de la Switch. Y para completar la penosa escena, mordí por reflejo el medio dorayaki que pendía de mi boca, haciendo que se cayera sobre mi falda. Fue un milagro que la crema no manchase la tela. Alcé los ojos con una expresión entre asustada y sorprendida, encontrándome de frente con una persona en cuclillas. E-e-e-era… Era, era… era… Un chico. E-E-Estaba a una pequeña distancia, p-pero lo sentí demasiado cerca de mí. Mi rostro se cubrió de un rápido e intenso rubor, pude sentirlo en el repentino calor de mis mejillas y orejas. ¿M-Me habré puesto tan colorada como sus cabellos, tal vez? ¡Y-y-lo estaba viendo a la cara! No tardé en desviar la mirada hacia un costado, encogida sobre mí misma, con la consola contra mi pecho como si fuese una coraza y… y… y…. Eeeh… Me levanté de un brinco. El medio dorayaki que había sobre mi falda… despegó por la inercia. El corazón se me comprimió en el pecho al notar que se dirigía directamente hacia el chico y… Cayó directamente sobre uno de sus zapatos, manchándolo con un poco de crema. Tuve que hacer un esfuerzo descomunal para no emitir un grito ahogado. —¡Lo-lo-lo siento! —exclamé con la voz atropellada a causa de los nervios— ¡F-f-fue sin querer! Yo no quise… Yo no quise… Yo… —mi voz se desvanecía conforme me daba cuenta que volvía a mirarlo de forma directa; desvié los ojos hacia las plantas— P-Perdón… Mi rostro estaba más acalorado que hace unos segundos. Apreté los labios, agobiada por mi torpeza. Y tenía… tenía miedo de que se enojara. ¿Q-Q-qué debería hacer si se molestaba conmigo? ¿Y... Y... acaso había dicho que tenía una Switch?
No esperaba una reacción tan intensa, eso tenía que admitirlo, por un momento me preocupó geniinamente la posibilidad de haberle causado un colapso y me dio algo de vergüenza, porque entonces imaginé que se había escondido con intenciones de no ser molestada. La pobre se había ruborizado de forma salvaje, se llevó la consola al pecho y casi la usó de escudo, eso sin mencionar que el dorayaki se le cayó de la boca. Contuve mis propias reacciones, la sorpresa y el leve sobresalto, porque intuí que solo la pondría más nerviosa y esperé. Al final los nervios la propulsaron como un resorte, se levantó de un salto y el dulce acabó precipitándose en mi dirección, cayendo sobre mi zapato y manchándolo un poco. Dios la librara de topar con Tora o Shimizu, seguro se moría. Escuché su disculpa atropellada, la dejé soltarla como pudiera y la sonrisa se me suavizó bastante con el avance de las palabras. Podía ser físicamente parecida a Katrina, incluso tenía una estatura parecida, pero en lo demás no tenía nada en común y con eso asumí que debía ser paciente, más que de costumbre. Levanté el dorayaki del suelo, limpié un poco la crema con los dedos y me enderecé despacio, para no provocar más reacciones de la cuenta de su parte. La niña había desviado los ojos a las plantas, intuí que no me miraría demasiado, pero aún así mantuve la sonrisa tranquila y negué con la cabeza suavemente.. —No pasa nada, aunque por mí perdiste un dorayaki. Perdóname —dije casi en voz baja y le eché un vistazo a la mesita, allá donde había dejado mi almuerzo juntos a las botellas de agua—. Me llamo Rowan, ¿y tú? Había pensado en invitarla a comer conmigo, pero opté por retener la idea hasta que... ¿Hasta que confirmara que no se moriría de un infarto? Bueno, que mejor lo decía después.
Era… era la primera vez que alguien del colegio se acercaba a hablarme. E-En realidad ya m-me había ocurrido durante estos meses, pero con cosas puramente relacionadas con los estudios, asuntos más… Eeeh… formales, ¿tal vez? N-No fueron tantas, pero en todas esas ocasiones tuve las mismas reacciones bochornosas con las que me estaba avergonzando ahora mismo: sobresalto, miedo, tartamudeo… y rubor, este incesante rubor que me caracterizaba incluso más que mi heterocromía. Con Yukie había sido diferente, pero incluso más vergonzoso, porque la había chocado en los casilleros… Y también le tartamudeé, me ruboricé y le pedí disculpas por mojar sus zapatos.... El fugaz recuerdo me hizo sentir triste, porque significaba que no había cambiado nada desde entonces… Que mi nueva vida escolar no estaba siendo diferente a como hubiera querido... Permanecí quieta frente a esta persona, sin siquiera atreverme a mirarla de soslayo. Mis ojos se concentraban en la hoja verde y brillante de una planta cercana, porque de otro modo podrían acelerarse demasiado los latidos de mi corazón galopante… Es que… Es que… Era un chico… L-L-Los c-chicos hacían q-que mi timidez fuera m-m-m-mucho más fuerte, la sola idea de ha-ha-hablar con uno me daba una inmensa vergüenza… Pero… Pero… Él dijo que tenía una Switch… Aunque parecía enfrascada en la planta, el resto de mis sentidos permanecían puestos en él, por lo que llegué a escuchar su movimiento. Oprimí un poco más la consola contra mi pecho, como si con eso impidiera que mi corazón saliese volando, y me atreví a espiarlo de reojo. Mi rubor había disminuido un poco, con la misma rapidez que me había alcanzado, pero volvió a concentrarse en mis mejillas cuando noté su cabello rojo. S-Se estaba levantando... sin dejar de mirarme. Me preparé para recibir un reproche… Pero... Me habría sentido aliviada cuando dijo que no pasaba nada por lo de su zapato manchado. Pero cuando se disculpó por lo del dorayaki, la pena atravesó mi rostro. ¡N-No tenía que disculparse conmigo! Sacudí la cabeza en respuesta, quizá de forma demasiado enérgica. —D-des-descuida… —respondí con un hilo de voz; no pude seguir enfocada en él por mucho más, así que mis ojos hallaron el suelo— Me… Me quedan dos más —señalé una cajita que había junto a mis pies, la que por suerte no había pisado, y la tomé rápidamente con una mano; enseñé los dos dorayakis de su interior sin mirarlo a la cara—. ¿V…Ves? Eeeh… N-no te p-preocupes… Fue… Eeeh... mi culpa… Apreté los labios. Interactuar me costaba demasiado. Pero… Pero… Había algo que me impedía escapar… Tenía miedo, pero me negaba a irme… P-Porque… ¿Por qué? —Soy B… —la frase se detuvo en mi garganta; suspiré, avergonzada, y cerré los ojos para darme el impulso de seguir hablando— Soy Beatriz... Beatriz Luna…