Inocente

Información: Este drabble es con motivo de la actividad One Shots y Drabbles ¡Griegos y mitológicos! El mito que escogí para esta ocasión es el de El juicio de Paris, en el que se narra como Paris, como juez de un concurso de belleza debe elegir entre Hera que le prometía el reinado de Asia, Afrodita que le prometía el amor de la mujer más hermosa y Atenea que le prometía sabiduría y vencer en las guerras.

Mi historia toma como temática el posible punto de vista de Atenea acerca de Paris y la participación de la misma en el concurso. La historia, a pesar de estar inspirada en el mito, goza personajes diferentes y la considero como original.

Inocente​

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Debía ser su jovialidad y su poca experiencia en asuntos del amor. Sí, eso era lo único medianamente razonable que podía excusarle.

No podía dejar de pensar en ello. La razón era simple. Me irritaba muchísimo que huyera de lo evidente. Que ignorara todo lo que constantemente me esforzaba por advertirle. Al parecer, como siempre, gozaba de hacer su soberana voluntad, solo para provocar la furia en mi semblante, tradicionalmente calmo.

Mi mente se inundaba de pensamientos volátiles que rezaban que tal vez no debía preocuparme tanto y dejarlo hacer su voluntad. Pero, no eran admisibles dado iban en contra de mi naturaleza, yo era su guía y la verdad no estaba en mis planes dejar de sustentar el rasgo de portadora de sapiencia con el que muchos me habían bautizado. Eso y que no iba a permitir que se fuera por el despeñadero, que eligiera, por sobre todo, satisfacer una pasión mundana, algo tan elemental y poco razonable. No, el debía velar por su futuro, por su nación, por su propio orgullo de príncipe. Y yo no iba a permitir el escarmio público que conllevaba no poder instruir a feliz término a mis allegados.

Y a pesar de que siempre fuimos disímiles había algo diferente ahora. Ese detalle radicaba en algo que no comprendía y que no sabía si alcanzaría a comprender. Solo tenía una certeza, muy efímera y poco admisible, pero tal vez la perfecta. Amadeo era mi niño, mi escucha inconstante pero afable y no estaba dispuesta a dejarle marchar y mucho menos sabiendo lo que le esperaba si se equivocaba.

Recuerdo que en esos momentos clandestinos me embargaba una duda francamente incómoda. Pensaba en si de verdad era tan común elegir las hormonas por sobre las obligaciones. Y sí, al parecer eso era una consigna clara entre los adolescentes como él. Lo que no sabía ninguno, y mucho menos mi frágil Amadeo, es que una cosa puede conducir a la otra y yo iba a demostrárselo. Iba a jugar el rol de mujer atrayente para subyugarle y encaminarlo a lo correcto.

Al parecer solo me quedaba esperar a que diese resultado mi estratagema y no caer condenada en el intento.