Otro Impulso

Tema en 'Relatos' iniciado por The Makoto, 15 Abril 2017.

  1.  
    The Makoto

    The Makoto Wireless

    Aries
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    Ella estaba en mis brazos otra vez, desangrándose mientras posaba sus débiles ojos y su última mirada en mi rostro. Todo aquello actuaba sobre mi imaginación, otra vez.

    Tenía el cuchillo ya en la mano. No recuerdo que es lo que estaría por cortar. Limones, juraría. Mientras ella lavaba los trastos dándome la espalda. Yo quería lavarlos, me gustaba hacerlo; pero a ella le gustaba más y aquella era una batalla que no era capaz de ganar. No es que me molestase. No es que fuese a esforzarme más de lo necesario en llevarme ese terreno. Los trastos eran suyos y no pretendía alterar el orden natural de las cosas. Además. Me daba una oportunidad única. Pero no lo haría. Tenía el cuchillo en mano, pero preferí que solo los limones, o lo que fuese que estaba cortando aquel día, sufrieran contra su filo.



    Aún no entiendo porqué sentía tan inoportunos impulsos de realizar una obra tan macabra. No es que la odiase. No es que realmente pudiese soportar mi vida sin su existencia. Sin nuestra vida juntos. Pero ahí estaban, luchando por salir y apoderarse de mis extremidades y acabar con su vida. Como alguna noche que recuerdo haber visto claramente mis manos rodear su cuello mientras teníamos relaciones. Los espasmos de su cuerpo habían sido reemplazados por forcejeos. El placer se había convertido en una lucha por la supervivencia que tarde o temprano perdería. Y yo seguiría rozándome contra su cuerpo inerte debido a la inercia del momento, aún cuando este no me respondiese. Pero ella me sonrió extasiada, viva como nunca, mientras mis brazos se apoyaban en la cama y no en sus vías respiratorias.



    Me pregunté algunas veces si debería buscar ayuda psicológica. Pero descartaba la idea rápidamente. Esas personas ayudan a los pobres enfermos que ni siquiera saben que tienen una enfermedad. Yo sé lo que tengo. No es una enfermedad. No califico para un consultorio de psiquiatría. Y mientras mis extrañas ideas no sobrepasen los límites de la realidad no sería tampoco candidato para una prisión, lugar que odiaba y temía por partes iguales.

    Le pregunté qué pensaba de los psiquiatras. Me respondió algo muy similar a mi pensamiento y sobre como algunas personas creen estar peor de lo que realmente están. Preguntó luego el motivo de mi propia pregunta. Fue entonces que la empujé sin hesitar hacia la carretera. Porque estábamos caminando por una acera suavemente concurrida. Había olvidado mencionarlo. Fue justo entonces que un vehículo atravesaba nuestro lado a alta velocidad y ella no tuvo tiempo apenas de reaccionar. Observé a la distancia como se alejaba sin detenerse. Como si asesinar a una persona no fuera suficiente motivo para inmutarse. Como si llevar el cuerpo muerto de alguien sobre el parabrisas no, por lo menos, disminuyera el campo de visión del conductor.

    Volví la mirada hacía mi esposa, quien aún esperaba una explicación. Y una adicional por haberle prestado tanta atención, ciertamente innecesaria, a ese vehículo aleatorio que transitaba una calle aleatoria al lado de una pareja aleatoria, nosotros.



    He pasado un tiempo pensando en ese concepto. Sobre la aleatoriedad. Preguntándome si realmente existe tal virguería. Tal excentricidad de la naturaleza, que pese a ser tan ordenada, a tener siempre una razón hasta para lo más mínimo, aún se da el gusto de soltar cosas al azar. Por consiguiente contemplo dos hipótesis bastante claras.

    Por un lado somos un plan concebido por el orden natural de este mundo, sea por simples fines reproductivos para la especie o por motivos más fuertes como deberían ser el susodicho amor y el desaventurado destino, sensaciones y conceptos tan etéreos que pretendemos controlar. Pero al final nos controlan ellos a nosotros.

    Por el otro, somos dos simples seres que se encontraron en medio de la más fortuita de las situaciones. Sin ninguna pretensión previa ni siguiendo el reglamento de un ser superior. Simplemente somos seres tan insignificantes que la naturaleza ni nos contempla ni ha tenido ninguna clase de plan para nosotros. Probablemente seríamos simples seres que existen, se juntan y desaparecen luego sin la más mínima trascendencia.

    Por último; la tercera hipótesis. La más bizarra. Tan bizarra que dije hace poco que solo tenía dos, pero esta ha irrumpido en mi mente con la misma fuerza que mi esposa acaba de golpear contra el suelo tras caer, por mi culpa, de la ventana del sexto piso. Es que tal vez, solo tal vez, tanto naturaleza como destino tenían un plan diferente para nosotros. Nos convertimos entonces en dos valientes aventureros que decidimos enfrentarnos a los planes que nos deberían superar. Nos animamos a negar a estar junto a las personas que estaban pre-escritas para pertenecernos y pertenecerles. Escogimos quedarnos juntos e ignorar cualquier futuro impuesto silenciosamente para formar uno juntos. Ruidosamente, claro está. Y de momento es la teoría que más me gusta. Porque somos quienes realmente tenemos el poder. Somos quienes controlan su propio vehículo a través del diseñado plan del orden de las cosas y del universo.

    Es perfecto. Es más, si lo adorno puede sonar bonito. Se lo diré a mi esposa en cuanto mi imaginación deje de jugar y ella vuelva a estar aquí a mi lado, de este lado de la ventana, y podamos continuar la vida a la que ya estamos acostumbrados.
     
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  2.  
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Un relato algo tétrico y melancólico.

    Creo que la mayoría de las personas tiene a tener esa clase de impulsos de hacer algo que sabes está mal, tales como el hecho de pensar en el suicido, es algo por naturaleza¿? Sin embargo, creo que cuando se llega a tales extremos si es bueno ir con algún especialista pues aquello puede llegar a convertirse en alguna enfermedad mental. Una lastima para el protagonista que esta vez su mujer no podrá estar más con él pues, esta vez, dejó que aquellos impulsos terminaran dominándolo, y que aquella imaginación se convirtiera en la realidad.
     
  3.  
    Rahzel

    Rahzel Usuario popular Comentarista empedernido

    Aries
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    Me dejaste sin saber qué comentarte. Quizás, si su esposa hubiese tenido una idea diferente de los pisquiatras, podría estar del otro lado de la ventana. La distorsión que tiene de la realidad el protagonista es increíble y la manera de llevar el suspenso para 'salvar' a la mujer de todas las formas de asesinarla que tiene, me ha encantado. Es un loco muuy reflexivo, me gustaron sus teorías. Una pena que no haya llegado a diferenciar la imaginación de la realidad y realmente se haya convertido en un homicida.
    ¡Un abrazo!
     

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