Ilusión

Tema en 'Relatos' iniciado por Sheik, 19 Agosto 2014.

  1.  
    Sheik

    Sheik Usuario común

    Piscis
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    Ilusión
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    Romance/Amor
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    @Syel @Alessandra

    Cuando naces, no tienes conocimiento del mundo. No sabes lo que vendrá antes o después de cierta acción. No naces siendo sabio pero quizá es lo que desearías.

    Melanie era una chica que disfrutaba de la vida y de los beneficios que ésta le había otorgado: era más que bonita. Sus cabellos negros y ondulados cubrían su rostro pálido. Sus ojos grandes y oscuros hacían juego con sus rosados y pequeños labios. Con sólo doce años de edad, era una niña muy alta para los estándares. Sí, la vida le había hecho favores pero le había quitado otros.

    —Hija, he hecho galletas, ¿gustas alguna? —Preguntó su madre que tenía las mismas características pero un poco más maduras. Melanie volteó, alejando la mirada de su celular y bajando las piernas de la ventana para sonreírle.

    —¿Qué? —respondió confundida. Su voz era delicada y suave. La madre soltó una risita y repitió lo que había dicho—. ¡Ah! Claro, ¿tienen chispas de chocolate?

    —Por supuesto.

    —Entonces quiero muchas —bajó de su sitio y comenzó a caminar hacia la puerta como sus ojos puestos en su celular, ¿por qué él no le respondía? Comenzaba a ponerse nerviosa, nunca se había tardado más de tres minutos en contestar. Una vez en el comedor, jaló la silla para sentarse, tardó más de la cuenta pues seguía concentrada en la pequeña pantalla. Eric estaba demorando.

    —¡Melanie, suelta ese celular! ¿No me has oído? —Replicó su madre. Ella alzó la vista, centrándose en el ceño fruncido de la mujer. Estaba realmente enfadada.

    —¿Perdón? ¿Has dicho algo? —Estaba tan concentrada en el celular que no había escuchado las órdenes de su madre.

    —¿Es que no prestas atención? Te he dicho muchas veces que dejes ese celular —azotó el tacón de su zapato en el suelo, señal de su irritación. La chica no se quedó atrás, cerró la pantalla con fuerza y lo aventó por sobre la mesa. Últimamente su madre la molestaba seguido, la mayor parte del tiempo estaba molesta con ella o con cualquiera que la hiciera irritarse… Como Eric que apenas había contestado al mensaje.

    —¡Lo siento por no ser perfecta como tú! —jaló el plato que descansaba en el centro de la mesa y masticó con la boca abierta, sabiendo que aquello hacía enojar más a su madre. Está, fastidiada por su actitud, la ignoró y regresó a la cocina a limpiar sus utensilios.

    Algo estaba mal, Melanie no era así de niña, era tan obediente y respetuosa. ¿Era acaso la etapa de la adolescencia que apenas iba a comenzar? Se encogió de hombros y continuó con su labor.

    La menor, satisfecha, subió de nuevo a su habitación y se colocó en su lugar favorito en todo el mundo: la ventana. Miraba la pantalla, ¿debía responder o no? Eric no se lo merecía, había tardado demasiado en responder. Con un suspiro aventó el aparato a su cama y miró a través de la ventana. El parque que estaba debajo de ella estaba lleno de niños que revoloteaban de aquí para allá, sonriendo y tropezando. Todo era tan normal que le molestaba, frunció el ceño y bajó de la ventana para irse a acostar a su cama lila. Tomó el celular y le respondió a Eric antes de intentar dormir, últimamente las horas de su sueño se habían disminuido sin razón alguna ya que no podía durar mucho tiempo con los ojos cerrados.

    Los años pasaron, Melanie creció para ser una adolescente de 15 años demasiado hermosa. Ya no eran sus facciones sino todo su cuerpo el que llamaba la atención. Lamentablemente para ella, no podía acercarse a aquellos chicos que le llamaban la atención. Era demasiado arriesgado. “Algún día” se confortaba. Como cuando era niña, se sentó en la ventana de su habitación y contempló el parque que tenía enfrente. Ahora era más hermoso, pues una fuente adornaba el centro y miles de árboles naranjas por el otoño acompañaban sus alrededores, creando maravillosas sombras en el pasto amarillento. Un suspiro salió de sus labios, todo era tan normal que le fastidiaba. Frunció el ceño, estaba a punto de retirarse hasta que una melodía suave tocó sus tímpanos. Movió la cabeza y ahí, sentado en soledad, con la mirada perdida y el viento meciendo sus rizos negros se encontraba un hombre.

    —Que guapo —fue lo primero que pensó. No lo veía bien pero podía adivinar que era mayor que ella por pocos años. Su tez era caramelo y sus brazos delgados abrazaban una guitarra marrón. Era increíble como una melodía tan hermosa podía salir de sus dedos. Se quedó ahí un par de minutos, con la cabeza apoyada en el marco y los ojos cerrados, deleitándose con las notas.

    —Hija, es hora de la merienda —interrumpió la voz de Ava. Melanie, abrió los ojos sorprendida y miró a la mujer y luego al parque progresivamente. Él ya no estaba, su sonrisa se borró—. ¿Sucede algo?

    —Mamá, había un hombre ahí, tocando música. La más hermosa melodía que jamás te hayas imaginado —dijo con cierta emoción en la voz. Su madre ignoró esas palabras y continuó con sus labores.

    Día a día, después del instituto, se sentaba en su ventana por horas. Esperando a que él regresara y tocara de nuevo para ella. Comenzó a creer que esa música era solo para ella, que el hombre sabía de su existencia y tocaba para su deleite. En ocasiones él acudía pero en otras no aparecía por días. Pronto, la escuela para ella no fue un obstáculo, salió por órdenes de sus padres y estaba más que feliz. ¿La razón? Poco le importaba, con tal de verlo más de lo que podía era feliz.

    Justo en su cumpleaños 16, ella lo escuchó mucho antes de que subiera a su hogar, después de acompañar a su madre al médico. Intrigada, paró su caminata y volteó a ver a la fuente. Ahí estaba él, con sus hermosas facciones perdidas en el horizonte y sus dedos creando notas que maravillaban a Melanie. Su corazón comenzó a galopar, ¿cómo era posible que esa persona provocara eso en ella? Con nerviosismo volteó a ver a su madre para comprobar que no se había percatado del chico. Afortunadamente se había entretenido hablando con la vecina.

    —Mamá, iré al parque por unos minutos —logró articular. Está le dirigió una mirada con una sonrisa. Había accedido. Como una niña, comenzó a dar saltitos hasta colocarse frente a él.

    —Hola, soy Melanie —le dijo con cierta dificultad pues estaba temblando. El chico paró su música y la miró por largo tiempo, hasta que sonrió.

    —Hola Melanie, soy Hugo –saludó. Tan pronto se presentó comenzó a tocar de nuevo, esta vez una melodía distintas. La chica estaba extasiada, incluso su voz era hermosa, ¿había algo que no fuera perfecto en él? Decidió preguntar más, curiosa por “Hugo” pero su madre la tomó del brazo y a rastras la dirigió a su casa. Mientras iba pataleando se percató de que Hugo había soltado la guitarra y la miraba con confusión, eso en parte la alegró.

    —Mamá, mamá, ¡sé su nombre! ¡sé su nombre! —decía con evidente emoción. Ava no le contestó, la subió a su habitación y dejó que corriera a su ventana. Melanie tomó un cojín y lo apretujó en el pecho. Estaba tan contenta que creería que el corazón se le saldría del pecho. No pensaba quedarse ahí, necesitaba saber más.

    ¿Cómo podía comunicarse con él sin que su madre se diera cuenta? Pronto, encontró una solución, algo vaga y poco ortodoxa. En una hoja escribió lo que pensaba de las melodías y doblándolo en forma de avión lo aventó. Ésta llegó a sus pies. Detuvo sus dedos y se agachó para recoger el mensaje, ella emocionada sonrió como nunca lo había hecho.

    —Hugo, me fascina todo de ti, quisiera que tocaras algo más —comenzó a decir mientras este pasaba sus ojos en cada línea de papel—. Desde la primera vez que te oí, no he dejado de observarte. Espero siempre puedas venir y algún día yo podré tocar contigo —tan pronto terminó este subió la vista y la observó. Le sonrió y como si hubiese sido una petición comenzó a deslizar sus dedos en las cuerdas. Melanie extasiada cerró los ojos y recargó su cabeza en el marco de la ventana, deseando que ese algún día llegara.

    Los días transcurrieron, las hojas de papel que volaban a través de la ventana eran más constantes y a pesar de que ella no obtenía contestación, con que Hugo le dedicara sus canciones era más que suficientes. No volvió a escuchar su voz desde aquella última vez pero esa escena se había guardado para siempre en su memoria. En una ocasión, cuando lanzó un avión de papel diciéndole que esperaría todo lo que fuese para que estuviera junto a él, recibió una contestación escrita. Sorprendida por el cambio de la rutina, alzo el papel del suelo de madera y lo desdobló. La letra era tan elegante que sintió celos de su propia escritura.

    —Melanie, eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Con tus dulces palabras haces que tenga una razón para continuar tocando, mi corazón late con fuerza cada vez que me miras y sonríes. ¿Acaso es esto amor? Siento que cada día que pasa, es más largo que el otro porque no puedo verte por muchas horas. Ten por seguro que algún día, estaremos juntos y nada volverá a ser igual —emocionada por esas palabras, llevó la hoja a su pecho y la arrugó con sus dedos. ¿Estaba soñando? ¿Cómo era posible que pensaran exactamente igual? Los obstáculos a vencer eran grandes pero no imposibles, necesitaba hacer algo. Quizá hablar con honestidad ante su madre podía ser suficiente. Cuando regresó la mirada para verlo marcharse, Hugo ya se había ido junt0 con su felicidad.

    Dispuesta a todo, al día siguiente, obedeció las órdenes de sus padres, especialmente de su madre. Arregló su habitación, comió todo lo de su plato, practicó su lectura y las palabras que salieron de su boca no fueron más que para agradecer y pedir. Buscó en su armario la mejor de sus prendas para vestirla y por primera vez, se colocó un brillo labial y máscara de pestañas. Peinó sus rizos negros y largos en una coleta, que adornó con un listón.

    Una vez lista, Melanie se sentó en la ventana de su habitación, subiendo ambas piernas y estirándolas sobre el pequeño balcón azulado. Sintió la brisa golpear su blanquecino rostro lleno de pecas, mientras una sonrisa se formaba en sus labios. Eran las tres en punto, y eso provocaba que su corazón diera un vuelco gigantesco. Lo iba a ver nuevamente, y ella sentiría pequeñas mariposas revoloteando en su estómago otra vez.

    Posó su mirada entonces en el pequeño parque que se veía a través de su ventana, podía notar como los niños jugaban en el mismo, siempre en compañía de alguien más. Y, si se concentraba en ello, podía hasta escuchar sus risas y los llantos de otros cuando caían al suelo. Pero eso, ciertamente, no era algo que le interesara, ni la razón de que su corazón estuviera palpitando tan fuerte contra su pecho.

    Suspiró, queriendo relajarse, mientras con la mirada buscaba a la razón de sus ilusiones. Y lo vio ahí, en la fuente, sin nadie a su lado. Sus facciones eran hermosas a sus ojos, ¿lo eran para los demás? Sus manos se movían por las cuerdas y los oídos de Melanie se derretían por dentro.

    Ahí estaba él tocándole a ella.

    Si bien no se conocían como era debido, si bien ni siquiera habían cruzado sus miradas por más de un minuto, Melanie se había enamorado de ese chico. Amaba su música, la suave melodía que producía, y la manera tan sutil de sus movimientos.

    Era el amor que tantas veces había anhelado y por fin había aparecido ante sus ojos, sin razón alguna.

    —Cariño, la merienda está lista. He hecho galletas, ¿vienes a la cocina conmigo? —La voz de su madre era suave, nada que ver con la que usaba cuando ella era pequeña.

    —En un rato, mamá. Él ha vuelto, me está tocando, quiero escucharlo.

    Su madre, de repente, contuvo la respiración.

    —Melanie…

    —Está ahí, mamá. Velo, escúchalo —apuntó con su dedo al lugar donde estaba sentado el guitarrista, con el brillo en sus ojos.

    Su madre se acercó y volvió su mirada hacia la ventana, observando el parque y los niños jugar. Veía palomas volar, escuchaba niños reír y llorar, el agua caer y subir de la fuente, pero eso era todo. No había nadie más en el parque, sólo las madres de los pequeños.

    —¿Dónde hija? Quiero verlo —luchó para que su voz sonara suave y tranquila, pero ésta amenazaba con quebrarse al igual que su corazón en ese instante.

    —Está ahí mamá —volvió a señalar un lugar en el parque—. Tiene camisa azul, está solo. Está tocando su guitarra.

    La madre sintió una punzada en su estómago a medida que observaba con bastante intensidad el paisaje. Ahí no había nadie. Oh, seguro que no. Nunca había nadie. Respiró hondo, tragándose las lágrimas que amenazaban con bañar su rostro.

    —¿Lo ves mamá? ¿Lo escuchas? Es hermoso.

    Ahogó su sollozo en ese momento, mientras asentía con frenesí. Oh, su Melanie. Ella se había enamorado de una ilusión creada por su mente. Una mentira. Pero la veía tan feliz, tan tranquila y dichosa, no quería arruinar su fantasía

    —Sí, Melanie, lo veo, lo escucho. Él toca para ti —murmuró con el corazón el garganta, sentía que esa pequeña mentira le estaba asfixiando, pero Melanie era su hija, y ella su madre.

    —Lo amo, mamá. Algún día estaremos juntos –respondió esta con un suspiro sin apartar la mirada del parque, en especial de la fuente. Recargó la cabeza en la ventana y se meció suavemente, siguiendo las notas.

    —Sí hija, algún día podrán estar juntos —la consoló con esas palabras mientras acariciaba su cabello y sentía como el corazón se le partía en trozos. Todos los días ella se sentaba a observar y escuchar un chico que simplemente no existía.

    Más allá de la habitación, bajando las escaleras, cruzando la puerta de la cocina, se encontraba un sobre y una hoja de papel doblada donde se podía alcanzar a leer:

    Paciente: Melanie Cross.

    Diagnóstico: Esquizofrenia.

    Intervención médica urgente.
     
    Última edición: 19 Agosto 2014
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  2.  
    Fénix Kazeblade

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    Que poderosa puede ser la mente de algunas personas para que se creen un mundo y lo que habita en el para ellas solas, me agrado tu texto la forma de describir las cosas enfocan con tanta minuciosidad esa forma tan maravillosa y curiosa en la que solo las chicas saben enamorarse y mira que el final que bajo un contexto realista hubiese sido considerado una tragedia no lo era tanto, al menos para mi, estaré igual de loco, pienso que mientras algo nos haga feliz y no dañe a otros se debe de seguir, no sé al menos en su cabeza estaban juntos, no vi algún error que señalar, solo si he de aclarar algo quitando un poco el sentido lírico del texto, la esquizofrenia no se presenta tan joven.

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