[I Ciudad] Manarola (Zona) [FSN]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Tarsis, 6 Mayo 2019.

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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Jezebel Vólkov.

    Sonrió para sí misma al notar como la castaña desviaba la mirada de golpe luego de su comentario. Se limitó a observarla de reojo y le dio la sensación de que debía estar teniendo un debate mental, porque de la muchacha gruñona que habían visto en la sala dorada ahora no veía nada. La pobre estaba empapada, en medio de un colapso emocional y entre un montón de desconocidos.

    Lena. Así que ese era su nombre.

    Lo siguiente que dijo la castaña casi le sonó a súplica y de hecho le aceleró el pulso. Le colocó la mano en la espalda, arriesgándose de nuevo, para dedicarle una breve caricia.
    Se levantó prácticamente después.

    —Deberíamos irnos, sí —dijo adquiriendo de repente la misma determinación que había demostrado al invocar a su servant en aquella sala dorada. Proyectó la voz para que los demás pudieran escucharla—. Ir a la dirección de la que venían Dai y Lena no es la mejor de las ideas. La otra opción son las colinas, donde caí con Mila.

    De repente recordó lo que Caster había accedido a responderle y sintió el corazón, antes corriendo a toda velocidad, detenérsele de golpe en el pecho. ¿Era esta gente con la que iba a tener que luchar, el alegre Joey, el enérgico Daichi, la gruñona pero colapsada Lena, la inocente Mila, incluso Satō?

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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    Mila Vitale

    Sus ojos se deslizaron por los recién llegados. Una pizca de curiosidad brilló en sus ojos por las ganas de hablarles, pero le ganó aún más el sujetar a Joey por la mano y entrelazar sus dedos con los de él. No lo reemplazaría con nadie. Escuchó atenta todo lo que decían pero al no entender mucho suspiró con desgano. El visto de yo no sé qué cosa. ¿Desde cuando uno podía dejar a alguien en visto? Es más, ¿cómo se lograba aquello? Si ella miraba a las personas pero no por eso eran dejadas en... visto.

    —Joey, ¿quienes son? —susurró con las mejillas brillando tenuemente en ilusión. La curiosidad le ganaba al ver el rostro de la mujer que parecía levantarse con el pie izquierdo, tal y como su enfermera encargada. Se encariñaba con tan solo verla y asemejarsele a una persona conocida.

    Y pese a que no entendía lo que sucedía, y lo veía más como un patio de juegos en donde se reencontraba con su preciado amigo, no dejaba de sentir como si su servant la mirara con suma desaprobación, aguantándose las ganas de jalarle las orejas.
     
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    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    El sol ha comenzado a menguar,
    mientras que una suave y fresca brisa se comeinza a instalar.
    Falta poco para el comienzo de la noche.
     
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    Etihw

    Etihw ghost Comentarista empedernido

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    Daichi Nishimura~

    Sintió la mano de Jez sacudiéndole la arena mientras todavía trataba de recuperarse de la carrera, sonriéndole, sintiéndose culpable por preocuparlos. Esta se dirigió hacia Lena, que estaba a pocos pasos de él, y se veía realmente mal. Y era comprensible, aquella situación fue tan escalofriante como molesta, y el trato que aquel hombre le dio probablemente la había asustado muchísimo. Él también se asustó, por supuesto, pues sintió que podía reventarle la cabeza con solo ese par de manos.

    ¡Estúpido! ¡Vuelves a clavarme visto tantas veces y te bloqueo de la vida real!

    De la nada notó cómo Joey se tiraba encima de él, acabando ambos tumbados en el suelo. Primero pensó con preocupación lo sucios que debían de estar su pelo y la ropa que se había puesto ese día, todo empapado y con la suciedad del suelo pegándosele. Pero dejó esas nimiedades a un lado cuando una dolorosa punzada en su pecho le hizo recordar esos días en los que su hermano le abrazaba de aquella forma cuando regresaba de la escuela, tan efusivo y animado, queriendo jugar o enseñarle algo nuevo que había aprendido. Pero con el paso del tiempo solo acabó recibiendo aquella fría mirada suya y el más absoluto de los silencios, acabando aquello con su hermano conectado a máquinas en un hospital cercano, solo pudiendo esperar que sus ojos, tan rojos como dos brillantes rubís, se abriesen un día de estos.

    Esos pensamientos hicieron que apretase con fuerza el cuerpo de Joey contra sí, queriendo transmitirle que, por más poco que se conociesen, la confianza que sintió con él creció en los escasos días que hablaron. Creyó que aquel muchacho y él podrían congeniar en nada, y estuvo en lo cierto. Conocerlo a él, a Jez y a Lena le encantó, y pensó que aquello podría convertirse en una bonita amistad, siendo que al parecer tenían algo en común. Pero… lejos de lo que pensó, la realidad era distinta, y aquello no iba a ser nada bonito, y eso le cayó como un balde de agua helada en la playa. La muerte los perseguía, debían mancharse las manos con sangre para sobrevivir, debían quitarse la vida entre los presentes. Debían… debían morir.

    Apartó con cuidado a Joey, mostrándole una pequeña sonrisa culpable, y se levantó del suelo sacudiéndose los pantalones, ayudando a Joey a ponerse en pie también. Escuchó las presentaciones de los demás, y observó a la pequeña albina dándole la mano al muchacho, enterneciéndose.

    —Hola, Mila, yo soy Daichi, encantado —le dijo agachándose a su altura, sonriente. Ver lo confiada que estaba junto a Joey, como si estando a su lado se sintiese más segura, le ablandó por completo el corazón, apartando cualquier tipo de pensamiento negativo que estaba dañándole el pecho—. Veo que Joey te está cuidando muy bien, eh.

    Con una pequeña sonrisa siguió con su pequeña ronda de presentaciones, aunque claro, solo quedaba una persona más que todavía no conocía.

    —¡Y encantado de conocerte a ti también, Sato! —Alzó su mano hacia ella, alegre, y le guiñó un ojo—. Y por si no lo escuchaste lo digo de nuevo, soy Daichi.

    Un ligero escalofrío le recorrió al sentir la brisa fresca atravesando sus húmedas ropas, comenzando a temblar ligeramente. El sol comenzaba a ponerse, y la noche estaba por llegar. Debían de prepararse y encontrar un lugar para dormir. Un lugar seguro.

    —Ir a las colinas no va a ser seguro ahora —comentó en alto, acercándose a Lena con una pequeña sonrisa tranquilizadora—. Debemos encontrar una casa algo escondida para dormir. Además, si Lena y yo no nos bañamos y cambiamos de ropa de una vez, probablemente sí que acabemos pescando un resfriado.

    Le tendió una vez más la mano a Lena. Aquello ya parecía algo normal entre los dos, algo especial que ya ni palabras necesitaba.

    —¿Os parece bien?



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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Joey Wickham

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    La verdad, sentir cómo Daichi lo estrechaba con fuerza lo tomó desprevenido. Se le había lanzado encima porque lo había preocupado, sí, pero sobre todo a modo de broma. Su intención había sido, a lo sumo, arrancarle una risa. Pero cuando sus brazos lo presionaron y luego le sonrió de aquella forma tan extraña, sintió un trago amargo en la garganta. Le echó un vistazo a todos los presentes mientras se incorporaba con la ayuda de Daichi, y luego reparó en Mila cuando ésta le tomó la mano. Tragó saliva. Estaban llevándose demasiado bien a pesar de las circunstancias, ¿verdad? Sabía... sabía que estaban haciendo todo mucho más difícil. Pero ¿cómo evitarlo? No había una sola persona allí presente con la cual no le surgieran ganas de tomar algo, charlar y conocerse mejor. Era un buen grupo, parecían buenas personas. Estar con ellos era divertido y le agradaba.

    Pero tendrían que matarse entre sí.

    Su servant aguardaba bajo las sombras de una casa cercana, observándolo en pétreo silencio. Joey lo miró y frunció el ceño; la conversación de Daichi llegaba difusa a sus oídos, pero la mano de Mila se comprimió un poco más alrededor de la suya y eso lo devolvió a escena.

    "Joey, ¿quienes son?"

    —Son amigos, Mila —murmuró, sonriéndole—. Estoy seguro que te encantará conocerlos.

    Daichi se acercó a ellos y se acuclilló frente a Mila, presentándose. Joey observó la escena en silencio, con una pequeña sonrisa plantada en el rostro, y luego asintió ante la idea del chico.

    —Lo mejor será encontrar una casa y pasar la noche ahí, sí. ¿Les parece hacer guardias? Por si el tipo que Daichi mencionó nos encuentra.


    Pueden creer que esto empezó a sonar mientras escribía el post y ahora estoy más deprimida que la shit??? fuck, i wanna kill myself
     
    Última edición: 22 Mayo 2019
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    El Calabazo

    El Calabazo Y dime, ¿Quién soy yo?

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    Mizuki Satō
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    Jezebel, Daichi, Mila, Wick...perdonen la pregunta pero ¿exactamente de donde son? Todos se ven de etnias diferentes y sus nombres concuerdan con dichas diferencias... ¿Soy la única que se pregunta si es meramente normal que todos hablemos el mismo idioma? y que hay con esto — se detuvo un momento para mostrar su mano y la marca que había en ella — ¿Exactamente que son estas marcas?

    Trago saliva un momento mientras miraba a todos a su alrededor y recordaba las palabras que había escuchado antes.

    — Lo siento... solo estoy cansada de todo esto, aunque apenas es el comienzo... Sí Daichi tiene razón sobre que hay alguien tras nosotros... ¿Qué tan loco suena tenderle una emboscada? no podemos simplemente huir una y otra vez... — dijo preocupada.
     
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    rapuma

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    Kozakovicht

    El atardecer era un bello espectáculo de luces anaranjadas y rosas, pero mucho mejor era ver arder el alma de pecadores bajo su puño. Es por esa razón que abandonó la playa y caminó hacia el pueblo, con su servant siguiéndole de cerca. A estas alturas seguro el muchacho y la niña se habrían escondido, pero era cuestión de tiempo para que los oliera y les diera caza.

    El pueblo le pareció pequeño pero con unas calles empinadisimas y unas cuestas aún más. Se detuvo para recuperar el aliento, oyendo las cadenas tintineantes de su esclava. El belga movió el cuello para tronarse los huesos y siguió adelante, viendo casas abandonadas y un silencio sobrecogedor. Su piel se erizó apenas un poco al sentir la frescura del mar de las cercanías... había dejado sus ropas a excepción de su pantalón en la arena. Llevar los símbolos sobre su espalda, pecho y brazos era un orgullo que no todos los de su calaña podían ostentar.

    -¿Por dónde? -inquirió el calvo, intentando oír algunas palabras en la distancia.

    -Pronto. -musitó ella, acariciando el tatuaje con forma de espiral sobre su pectoral izquierdo. -Pronto correrá sangre.

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    Tarsis

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    El sonido los alertó a cada uno en el lugar en el que estaba. La gran cúpula verde comenzó a retraerse a la vista de todos. Por un segundo una mirada de confusión cruzó sus rostros, la el sol parecía darle paso a la luna y nuevamente la luna al sol. Todo en menos de un minuto y frente a sus ojos sorprendidos. Los siete sintieron un leve retorcijón enla boca del estómago y un súbito cansancio repentino por unos minutos.

    Comienza el Día 2.

    Todos tienen 10 menos de vida.

    SweetSorrow Insane rapuma The Pacman Liza White Yáahl Gigi Blanche
     
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    rapuma

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    Kozakovicht

    Cuando el día transcurrió el belga gritó y su enorme corpachon se dobló por su cintura. Le habían mermado vida, lo sentía; su alma lastimada y el emblema en su palma le ardía más que nunca.

    Su servant se tapó los oídos al escuchar a su amo gritar. Las cadenas tintinearon y Kozakovicht la azotó para que haga silencio.

    —Nuestro tiempo se acaba... —musitó, limpiándose la sangre de sus labios con el dorso de la mano. —Será cuestión de tiempo para que sigamos siendo castigados. Debemos encontrar un sacrificio.

    —Amo, si seguimos estancados aquí será poco proba... —no pudo terminar su frase porque el hombre la sujetó del cuello y la alzó con una sola mano; la fuerza del polaco era bestial.

    —Tú me ayudarás a encontrarles. O te mataré primero a ti.

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    Tarsis existe la posibilidad de hacer q mi servant llame a otro? Y así poder atraer a alguien hacia mi?
     
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  10.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Jezebel Vólkov.

    Supuso que era cierto, ir a las colinas no era la decisión más sabia. Lo mejor sería encontrar una casa que les permitiera ocultarse, descansar.
    Tomó a Daichi del brazo y comenzó a caminar, arrastrándolo consigo, antes de saber si la castaña había tomado la mano del chico o no.
    Estaba preocupada por ellos, por todos, más que por sí misma.

    —Vamos, no quiero que pillen un resfriado por nuestra culpa —murmuró casi para sí misma—. Y lo mejor será hacerle caso a Joey en lo de montar guardias. No queremos una sorpresa de esas, mucho menos la pobre Lena.

    Mientras seguía avanzando escuchó la voz de Satō, preguntaba por sus nombres y el hecho de que todos hablaran el mismo idioma a pesar de ello. Cuando mencionó la marca en su manos, detuvo sus pasos y extendió la mano, mirando la marca que tenía en ella y luego se giró hacia Daichi, para hacer lo mismo con la suya.
    Estaban marcados.
    Marcados para morir como cerdos en el matadero.

    La noche había caído sobre ellos, pero el sol había vuelto a aparecer prácticamente después, dando un efecto terrible de que el mundo giraba a una velocidad vertiginosa. El estómago le dio un giro y tuvo que sujetarse con fuerza del brazo de Daichi para no irse de bruces, por el mareo que aquel efecto le había provocado. Se sentía repentinamente cansada, pero gradualmente volvió a la normalidad.

    —Lo siento —dijo, mientras retomaba la marcha. Le dio vueltas a otro de los comentarios de Satō y finalmente volvió a alzar la voz, para que todos la escucharan—. Si nos vemos obligados, como parece que será, no duden en defenderse. Quien sea que se vea amenazado por ese tipo, recibirá apoyo de los demás. No dejaremos a ninguno a su suerte, ¿entendido?

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    Intenté no traerme el angst hasta aquí, pero algo se contagió de todas formas xdxdxd
     
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  11.  
    Hygge

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    Lena Sallow

    La mano de Lena se movió casi por impulso, desviando la mirada en el proceso porque no iba a darle las gracias ni a sonreírle mientras al fin aceptaba su ayuda, después de tres intentos por parte del pobre Daichi. Quiso atribuir aquel gesto a que el cansancio le había nublado la razón, porque su orgullo le impedía aceptar que le había dejado salirse con la suya aquella vez. Dio la espalda al chico, cruzada de brazos, sus mejillas aún coloreadas con suaves pinceladas rosas. Cuando Jezebel comenzó a caminar junto a él, liderando la marcha, se volvió para mirarle de reojo sin dejar de fruncir el ceño.

    Qué chico tan terco. ¿Acaso una bofetada no bastaba para que dejase de intentar acercarse a ella? ¿Por qué él era tan distinto al resto? Lena jamás lo entendería.

    Echó un vistazo a su alrededor cuando todos comenzaron a caminar en busca de alguna casa donde resguardarse, desconfiada, y decidió finalmente seguirles cuando se aseguró de que ningún loco maniático les seguía, sin otra opción a su alcance de momento. A pesar de que no deseaba interactuar con ninguno, el impulso del miedo en su corazón le hizo acelerar sus pasos hasta adentrarse dentro del grupo, con la mirada gacha y los brazos rodeando la chaqueta de Daichi sobre sus hombros.

    A pesar de la extraña sensación que recorrió su cuerpo y de un chasquido volvió a iluminar el cielo, sus pies no se detuvieron. Aunque fuese el mismísimo fin del mundo encontraría una casa donde resguardarse y cambiar aquella desastrosa ropa por cualquier otra a su alcance. Un simple mareo no la detendría.

    No cuando él aún estaba cerca.


    ***

    Regresó escaleras abajo, sintiendo el rechinar de la madera sobre sus pies. Algunos se encontraban aún en la entrada de aquel humilde hogar, vigilando la puerta en caso de emergencia.

    —Está vacía —informó entones, con cierta pesadez en la voz. Se hizo a un lado por si deseaban subir al segundo piso, observando el resto de la sala de estar con aparente desinterés. Ya era la cuarta casa que registraban, ¿cuándo podrían asentarse de una maldita vez?—. ¿Esta sí os sirve? Hay tres habitaciones, por si os interesa.

    Se apoyó entonces sobre la pared, huyendo del reflejo del espejo que decoraba el pasillo frente a ella. No quería verse en ese estado tan deplorable y recordar su maldita suerte. Solo deseaba cerrar los ojos y regresar a su hogar al abrirlos.

    Pero el destino contaba con un planes totalmente diferentes para ella.

    Aquí casual, intentando socializar mientras regresa Tars para que todo sea más sad ofc (?) okno
     
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    Tarsis

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    La delgada y mágica tela de la cúpula se encendió de un verde esmeralda, haciendo que todos voltearan hacia el cielo, hacia aquel precioso espectáculo de colores que bañó la ciudad. El sonido empezó tenue y luego comenzó a acrecentarse, piedras enormes comenzaron a bajar una tras otra por las colinas hasta formar una avalancha. Las piedras se estrellaron con la zona cercana a la ciudad, siendo las casas las que lograron detener la avalancha. Todos corrieron hacia el lado contrario, en dirección a la playa, lo más alejado de la montañas derrumbándose. Todo se obscureció por unos segundos, dejándolos en completas penumbras.

    El sello en sus manos brilló, haciendo que cayeran al suelo sintiendo la debilidad en sus cuerpos.

    Nuevamente el sol se restauró al inicio de la ciudad... Había comenzado un nuevo día.


    **
    Comienza el día 3.

    -Las colinas y parte del pueblo está destruído. Sólo queda la playa, y la orilla del pueblo que da al acantilado.
    -10 puntos de vida menos para todos por comienzo de un nuevo día.
    -Y recuerden Gigi es la encargada de cerrar la ronda (cofcofangsamorirporfiscofcof)
     
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  13.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Joey Wickham
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    Habían estado buscando refugio, chequeando algunas casas —todas vacías— y decidiéndose por la más apta. Joey había oído la idea de Mizuki sobre tenderle una emboscada al hombre del cual Daichi y Lena habían huído, pero entonces Mila estrujó su mano con fuerza y el muchacho descartó la posibilidad. De momento, lo más importante era conseguir un lugar donde descansar y recuperar energías. Aquel era un escenario aparentemente normal, solo que abandonado; la cúpula rodeándolo, sin embargo, contaba otra historia. Hasta la alternancia de los días parecía no ser natural. Todos habían notado el sacudón previo en sus cuerpos, y de alguna forma lo sabían.

    Esa ciudad era un campo de batalla diseñado a consciencia, y su tiempo de pelea estaba contado de antemano. No podrían decidir rebelarse y quedarse en el pueblito, viviendo de la pesca y la cosecha. Si no moría uno, morirían todos. Así tenían que ser las cosas, ¿eh?

    Joey apenas soltó la mano de Mila por diversas razones. Sus ánimos parecían mantenerse a tope, ofreciéndose con una reverencia a registrar las casas, haciendo bromas sobre querer compartir habitación con Daichi, persiguiendo a Jez para darle sustos de muerte, o probándole ropa antiquísima a Mila. Pero, la verdad sea dicha, no podía remover de su pecho una creciente y jodidamente molesta sensación de inquietud, nerviosismo y ansiedad.

    ¿Tendría que matar? ¿Otra vez? ¿Qué clase de destino macabro le había llovido encima?

    Ocurrió mientras acababan la inspección de una tercera casa, aparentemente la mejor. Joey estaba bajando del segundo piso, ahorrándose cuatro escalones con un gran salto que sacudió el piso de madera, cuando no solo eso empezó a temblar. Se apresuraron afuera, y los relámpagos de brillante verde se apoderaron de la voluntad de Joey por breves segundos. La cúpula brillaba frente a sus ojos con la intensidad del fuego, era un espectáculo casi hipnótico. Pero el suelo bajo sus pies se tornaba más y más inestable, y supo tenían que reaccionar. Un murmullo lejano, similar al movimiento de las olas, captó su atención. El sonido fue aumentando en intensidad y los cabellos de su nuca se erizaron. Los acantilados habían comenzado a desprenderse, resultando en una corriente furiosa de piedras. Joey tomó la mano de Mila y la arrastró en su carrera hacia el lado contrario de la ciudad, lejos de la avalancha.

    —¡Corran! —gritó, como si fuera necesario decirlo.

    Una vez a salvo, cerca de la playa, Joey soltó a la chica y se desplomó sobre el suelo boca arriba, buscando recobrar el aire. La cúpula, entonces, y todo el cielo diurno, se oscurecieron de repente. Joey abrió los ojos, percibiendo un destello por los costados de su visión, y alzó la mano frente a su rostro. La marca refulgecía, mermando la energía de su cuerpo. Apretó los dientes y se irguió no sin dificultad, advirtiendo que el sol volvía a brillar sobre sus cabezas.

    —¿Qué mierda...? —farfulló agitado, cubriéndose la cara con una mano, mientras permanecía sentado en el suelo.
     
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    rapuma

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    Kozakovicht
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    El suelo se estremeció cuando las primeras rocas se desprendieron e impactaron en las casas, destruyéndolas como si fueran de paja. El polaco casi pierde el equilibrio cuando parecía que el suelo mismo se alzaba, producto del desprendimiento. Comenzó a reír histericamente, alzando ambos brazos a sus costados y sintiendo las pequeñas piedrecillas golpear su rostro y su cuerpo.

    Raider, por supuesto, le salvaba apenas de las grandes rocas que hubieran impactado en él; las destruía con sus cadenas o simplemente las desviaba en otra dirección.

    —Esto fue el poder del Santo Grial, estoy seguro. Está enojado, se necesita de un sacrificio. —se dió cuenta que se encontraba atrapado en el interior del pueblo, rodeado de rocas y escombros. —¿Los hueles? ¿Están cerca?

    El servant no dijo nada, simplemente bajó el mentón en señal de sumisión al belga de apellido polaco. La gran mano de boxeador la tomó sin delicadeza y la obligó a que le mirara directo a los ojos.

    —Me han mermado vida de nuevo, si yo muero tú nunca serás libre. Morirás conmigo. —la soltó de mala gana y describió un círculo completo con sus pies. —Por aquí. Ábreme camino.

    Raider obedeció y comenzó a romper las piedras o apartarlas a medida que Kozakovicht avanzaba en dirección a la playa, el ruido podría escucharse en todo el condado.
     
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    Zireael

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    Jezebel Vólkov.

    La orden de Joey fue lo que la hizo reaccionar por fin, no pensando en su propia seguridad, sino en la de aquellos de que la acompañaban.
    Vio la silueta borrosa de Joey llevarse a rastras a Mila. Su cuerpo, su instinto que había sido producto de sus intentos de cuidar a su familia, la obligó a volverse hacia Lena y Daichi, con el terror dibujado en el rostro, y arrastrarlos consigo, si hubiera tenido otra mano libre hubiera arrastrado también a Sato.
    Siguió los pasos de Joey y finalmente se desplomó de rodillas a su lado, respirando con dificultad. La marca en su mano refulgió de nuevo, un recordatorio además de aquel repentino agotamiento, que le decía que pronto no les quedaría otra salida que asesinarse entre ellos.

    —¿Por qué tenían que elegirnos a nosotros? —murmuró para sí misma, mientras se doblaba sobre su estómago, dejando que el cabello le cubriera el rostro—. ¿Qué caso tiene?

    Ni siquiera se dio cuenta de que Joey, a su lado, se había incorporado. Se había metido en una pequeña burbuja, que esperaba que la ahogara antes de tener que asesinar a uno de sus nuevos amigos porque... tendría que hacerlo. Tendría que hacerlo para volver a casa, ¿no?

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    Hygge

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    Lena Sallow

    Aún podía sentir el estridente sonido de aquel derrumbe en sus oídos ensordecer el mundo a su alrededor. Se dejó caer sobre sus piernas, apretando el dorso de su mano, intentando ocultar aquel brillo extraño que parecía estar mermando sus fuerzas. Tuvo que hacer un esfuerzo titánico por no desgarrar su voz en un grito desesperado, cargado de la rabia y la frustración que había estado acumulando.

    Apretó los ojos, y no supo comprender si aquel ardor en su pecho era debido a la impotencia que sentía, o quizás al miedo que había comenzado a abrirse paso frente al resto.

    ¿Miedo a morir, quizás? No, Lena no le temía a la muerte. Entonces, ¿a qué le tenía miedo, exactamente? Alzó la mirada débilmente, su cabello castaño cayendo a ambos lados de su rostro, y mordió su labio inferior, contando en silencio.

    Todos estaban allí. Él estaba allí.

    Y entonces, al escuchar más rocas romperse con una fuerza muy distinta al resto, un escalofrío recorrió su espalda. Se levantó con las pocas fuerzas que le quedaban, sin apartar la mirada de la distancia. Un horrible presentimiento se había instaurado en su pecho.

    —Ese hombre... —hizo una pequeña pausa, mirando directamente hacia Daichi—, viene hacia aquí.
     
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  17.  
    Tarsis

    Tarsis Usuario VIP Comentarista supremo Escritora Modelo

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    Mila Vitale
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    Corrió detrás de Joey, sin soltar su mano, dejando que la fuerza del chico la arrastrara tras de él. Las palabras de Lancer en su mente comenzaban a dar vuelta una y otra vez. Ni siquiera el escozor de su mano logró distraerla. Vio a Joey tirarse al suelo, respirando agitado y consternado. Se detuvo frente a él, cayendo de rodillas y dejando que su cabello rosase su cuerpo.

    —¿Estás bien, Joey? —Sus labios temblaron nerviosos. Se lanzó hacia a él para abrazarlo al todo volverse negro—. Tengo miedo...

    Y las lágrimas brillaron en sus ojos. Nunca había tenido amigos, ¿y ahora tendría que matarlos?

    No son tus amigos, estamos en guerra niña tonta. No, no, no, no. Él era su amigo. A ella no le gustaban las guerras.
     
  18.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

    Piscis
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    Joey Wickham
    Zona: Pueblo
    Vida: 80/100


    Habían logrado escapar con vida de la avalancha, ¿pero ahora qué? Mila se había lanzado sobre él, muerta de miedo, y Joey la rodeó con los brazos por mero reflejo. Asintió vagamente con la cabeza ante su pregunta, pero su mente permanecía distraída dentro de un mar de dudas y pensamientos. La situación en la que estaban era un asco, pero esa niña debía estar pasándolo aún peor. Él, muy a su pesar, comprendía. Comprendía la situación, aunque le pareciera surrealista; comprendía la sensación de matar a alguien, aunque deseara borrarlo de su mente más que nada en el mundo.

    Pero Mila no. Mila no entendía una mierda, y ¿cómo explicarle? Era imposible.

    Le echó un vistazo a Jez a su lado, y tragó saliva. ¿Sería acaso... el más apto para el trabajo? No podía imaginar a alguno de ellos asesinando a alguien.

    "Ese hombre... viene hacia aquí"

    Alzó la mirada hacia Lena al oírla hablar, y luego se volvió. Se separó de Mila con suavidad, dedicándole una sonrisa, y le acarició la cabeza. Luego, estiró una mano hacia la joven a su lado.

    —¿Jez? —murmuró—. Jez, levántate. Vamos.

    Su voz era suave y paciente, a pesar de cuán imperiosas podrían sonar sus palabras. Si aquel hombre estaba cerca, tenían que estar preparados.

    No quería ver a nadie de ellos morir, tampoco quería matar a nadie. ¿Hasta qué punto era buena idea mantenerse unidos como grupo? No lo sabía, pero tampoco podía evitarlo. Estaba metido en una gran bola de contradicciones, y ni siquiera quería pensar en eso. Estaba pateando la realidad, echándola lejos, como si aplazarlo tuviera algún beneficio. Estaba siendo terco seguramente, pero... no podía.

    Quería tranquilizar a Mila, echarle una mano a Jez, ayudar a los demás. No matarlos.
     
    Última edición: 25 Septiembre 2019
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  19.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Leo
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    Jezebel Vólkov.

    Las palabras de Lena hicieron que un escalofrío le recorriera la columna vertebral y tuvo que contener las lágrimas que amenazaban con brotarle de los ojos, ¿por qué no podía volver a casa? Es más, ¿volvería siquiera o iba a morir también? ¿La iban a sepultar junto a sus padres, toda la familia Vólkov bajo tierra? Sí.

    Jez.

    La voz de Joey junto a ella la trajo a la realidad, la terrible realidad y alzó sus ojos dorados hacia él, para ver que él había extendido su mano en su dirección, y aunque no rompió a llorar, ahogó una suerte de sollozo mientras tomaba la mano del chico con fuerza, levantándose a duras penas. ¿Tendría que hacerle daño a Joey? ¿Cómo era siquiera capaz de pensarlo?


    Zona: Pueblo.
    Vida: 80/100.
     
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  20.  
    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kozakovicht
    Vida: 80

    La última pared de roca que separaba al polaco de los críos se resquebrajó por una fuerza invisible, dejando paso al belga con su andar lento y metódico mientras las rocas que caían sobre él eran destruidas por arte de magia; como si un aura de energía lo envolviera.

    La servant de Kozakovicht se alertó al ver el resto de sirvientes rodeando a sus respectivos amos. Le dedicó una mirada significativa a su amo pero éste solo pensaba en aniquilar a los infieles no merecedores del premio mayor. Él había sido entrenado para esto y para esto servía; era un perro de lucha que lejos de la guerra se echaba a perder.

    El insulso balanceo de hombros se detuvo justo a centímetros del grupo de jóvenes. Desde su altura monumental el belga los despellejaba vivos con su mirada de saurio; sus tatuajes marcaban aún más la maldad latente en él.

    —Tú. —alzó un brazo y apuntó con la diestra a Daichi Nishimura. Su brazo parecía una lanza gigante. —Muere aquí mismo. —alternó su mirada entre las chicas y chicos... hasta que localizó a Lena. Sonrió levemente antes de volver su mirada a Daichi. —¡Tu alma será castigada eternamente a vivir un infierno en el más allá!

    Su acento vulgar y marcado, su voz grave, sus tatuajes de espirales por todo un cuerpo entrenado para hacer daño. Golpeó sus nudillos y el estruendo se asemejó a un martillo golpeando un yunque.

    —Rider. —pronunció el nombre pero la aludida sabía que era una orden. La mujer se materializó frente al grupo, con sus enormes cadenas, su largo cabello lila y sus peligrosas cadenas. —Mata a ese niño.

    La servant se relamió los labios y dirigió un ataque de cadenas a una velocidad espeluznante contra Daichi mientras Kozakovicht miraba con atención los movimientos, como si estudiara a su servant, pensando en castigarla si erraba alguno de sus ataques.
     
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