[I Ciudad] Manarola (Zona) [FSN]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Tarsis, 6 Mayo 2019.

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    Hygge

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    En vez de escribir Lena escribí Rachel, idk how to feel (???)

    Lena Sallow

    "Venga, va, hagamos algo: tú me dices tu nombre y yo te prometo que no me voltearé en ningún momento, ¿qué me dices? No puedes dejarme con la curiosidad para siempre"

    —¿Ah? —alzó una ceja con notoria incredulidad, temblando de frío tras su espalda. Sus dientes castañeando con cada choque de la brisa marina contra su piel—. Estamos perdidos en algún lugar desconocido por quién sabe qué, pudiendo enfermar... ¿y a ti lo que te preocupa es saber mi nombre? ¿Acaso tienes serrín en la cabeza? ¡Muévete ya!

    Pero Daichi no iba a moverse, claro que no. Estaba decidido a saber su nombre, con una insistencia que la abrumaba, y en aquel tira y afloja por más que le irritase todo indicaba que ella tenía las de perder. A pesar de que le empujaba para que retomase la marcha, sus pies volvían a clavarse en la arena. E insistió y volvió a insistir, mordiéndose la lengua con disgusto, sin saber realmente la razón de por qué se estaba negando tanto.

    ¿Qué tenía este chico para que la pusiese tan a la defensiva?

    Sin embargo, mientras la chica empujaba y el chico se sostenía, alguien más apareció en medio de la fiesta. Aquel hombre corpulento, el primero que había osado tomar el cáliz, se acercaba hacia ellos en la lejanía, dejando sus enormes huellas sobre la arena. Lena frunció el ceño, deteniendo sus movimientos, y sintió su cuerpo tensarse de un escalofrío. Algo en aquel hombre, sin comprender aún la situación en la que se encontraban, le hacía sentir peligro.

    —Daichi, muévete. Alguien se acerca —alzó la voz, seria, sin dejar de observar al hombre que se acercaba. Apretó el agarre de la camiseta entre sus manos, tensa, sin notar que era la primera vez que llamaba al chico por su nombre—. Maldita sea, ¿quieres hacer el favor de moverte? ¡Se está acercando, demonios! —pero por más que tirase, no parecía ceder hasta que no se cumpliese su parte del trato. Apretó los dientes, frustrada, su rostro enrojecido por el enojo—. ¡Está bien, tú ganas! Me llamo Lena, ¿suficiente? ¡Ahora muévete de una vez, idiota!

    Y volvió a tirar de él, desesperada por salir de allí como fuese.


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    Etihw

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    Daichi Nishimura~

    Miró con sospecha y desconfianza el hombre que se les acercaba en cuanto la muchacha lo nombró. Fue el primero que se esfumó aquel día que se conocieron, sin dudas y sin temor tocó aquel cáliz para luego desvanecerse. Y también por ello, ni Daichi ni nadie sabía ni un poco de cómo era ese hombre. Se notaba que era mucho mayor que ellos, que no superaban los veinte, y sus ojos tan fríos y serios hicieron que un escalofrío lo recorriese. Trató de mantener la compostura, tragando con ciertos nervios, y con un brazo intentó que Lena se mantuviese lo más oculta posible, acercándola más a él. Quizá era buena gente, quizá no. Pero prefería no confirmarlo, mucho menos si ella estaba asustada. Desde que Saber le contó lo que aquella guerra significaba no estuvo ni un segundo sin pensar en lo que podría pasarle a él y a la gente que acababa de conocer, ni tampoco en lo que se negaba a hacer.

    Esa situación le carcomía. Era agobiante.

    —¿Lena, dices? ¡Es precioso! —Comentó mirándola con una gran sonrisa, cogiéndole acto seguido de la mano con suavidad—. Vámonos ya, sí, Joey y Jez están en el pueblo y quién sabe si el resto también. Además —le guiñó un ojo—, necesitamos quitarnos estas ropas tan mojadas, ¿eh?

    Y empezó a tirar de ella para que caminase rápido, manteniéndola en el lado contrario al hombre que se les acercaba, sin siquiera mirarlo.


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    Hygge

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    Lena Sallow

    Uh... Daichi había firmado su sentencia de muerte desde el mismo instante en el que se giró hacia Lena para sonreírle. La chica lanzó una exclamación ahogada, abrazándose a sí misma con su rostro totalmente enrojecido, y lo último que el chico pudo ver fue una mano que se volvía a toda velocidad hacia él, impactando contra su mejilla en un ruido sordo. Tan inesperado fue que perdió el equilibrio acabando, efectivamente, comiendo tierra como fue anteriormente advertido.

    —T-T-Te he dicho que no me mirases, imbécil —gruñó, temblorosa. Casi parecía echar humo por la cabeza. Tan irritada estaba que comenzó a caminar por su cuenta hacia el pueblo, dejando al chico recomponerse atrás, farfullando una serie de insultos que no llegó a advertir. Sin embargo, la presencia de aquel hombre en la lejanía hizo que Lena detuviese sus pasos un par de metros de distancia, volviéndose hacia él de brazos cruzados, altiva—. ¿Vas a quedarte mucho más ahí y ser carne de cañón? No es como si me importase, de todas formas.

    Claro que le importaba. Parecía que Daichi sabía dónde estaban los otros, por alguna razón que desconocía, y ella necesitaba ubicarse. Estaba perdida, y odiaba permanecer sola en medio de aquella situación que se le desbordaba. Pero por supuesto su estúpido orgullo se anteponía a sus pensamientos, impidiéndole sincerarse y decir lo que pensaba. Por ello simplemente permaneció allí, de pie, a la espera de que el hombre acabase por alcanzarla.

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    Kozakovicht

    A medida que se acercaba el gran belga desataba su cinturón y alternaba la mirada entre hombre y mujer. Una vez con el cinto en mano lo usó a modo de látigo, hendiendo el aire y gatillando el aire.

    —Tú, renacuajo. —se dirigió a Daichi, ignorando deliberadamente a Lena. —¿Dónde hay una taberna?

    Se hizo silencio, pero para el calvo era un sonido de paz; solo roto por las olas rompiendo sobre sus tobillos. Escupió un gargajo y la saliva salió veloz como un meteorito, alcanzando a otra gaviota que lanzó un graznido y murió.

    Miró entonces a Lena y cuando sus miradas se cruzaron se pasó la lengua por los labios.

    —¿Cuánto cuesta la niña? No tengo oro pero pago con mis puños. ¿A quien deseas sacarte del camino? Me aseguraré de eso y luego tomaré a la niña.

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    Tarsis

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    El sol parecía quemar, estaba en el centro del cielo en su pleno apogeo.
    Al parecer, ya estaban a la mitad del día.
     
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    Mizuki Satō
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    — No ganas puntos por usar la misma táctica que yo ¿sabes? pero esta bien.... Wickham, Wick sera.

    El muchacho no parecía mal chico, no realmente, Mizuki pensó que podía confiar en él, al menos un poco por ahora. Alguien tan desvergonzado y simplón no podía ser realmente una mente maestra o algo parecido, Wickham se veía muy estúpido para planear cosas turbias.

    De repente llegaron nuevas personas, todos interactuaban entre sí con cierta confianza y eso generaba algo de pánico en ella, ¿Había hecho lo correcto lanzándose por el grial sin anteriormente detenerse a conversar con alguien mas? ya no lo sabia. Ellos eran su mejor oportunidad.

    — Sí, me... me gustaría bajar de aquí. — Mizuki se detuvo y camino firmemente hasta estar frente a Wickham y lo miro a los ojos mientras jalaba de su abrigo con ambas manos para acercarlo a ella, aunque lamentablemente sus manos le temblaban por el miedo a tener que saltar y poder lastimarse, miedo de que al igual que ella, los otros hubieran hablado con alguna otra cosa y este tambien les permitiera una pregunta... y que la respuesta que les diera fuera la misma que ella obtuvo.

    —¿Has visto algunas escaleras o deberemos improvisar?
     
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    Insane

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    Mila Vitale

    Mila escuchó atenta a Jezebel pero sus palabras se hicieron lejanas en cuanto elevó la mirada al tejado y notó el como aquella desconocida jalaba del abrigo de Joey. Algo en su estómago se revolvió, como si un vacío bajo sus costillas la zarandeaba. Miró a Jezebel de vuelta y la tomó de la mano, atrayendo su atención.

    —¿Por qué lo está tocando? —preguntó con las mejillas encendidas en cólera, apretando la mano de Jezebel entre la suya—. Dile que lo suelte —le rogó en una súplica mientras mordía su labio inferior, sin dejar de sentir como aquella emoción desconocida le jugaba una mala pasada en su estómago y estado de ánimo.

    No volvió a mirar al tejado, y no miraría hasta que aquella persona dejara de tocar a Joey... bueno, el abrigo de Joey.
     
    Última edición: 16 Mayo 2019
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Joey Wickham

    —¡Ah, Wick! —repitió, sonriendo super divertido—. Nunca antes me habían dicho así, ¡pero me gusta! Wick... Suena a algo un poco malvado, pero también cool y justiciero. Sí, sí. ¡Definitivamente sí!

    Iba a seguir desvariando sobre cuánta ilusión le hacía su nuevo apodo cuando escuchó unas voces que conocía. Se interrumpió, desviando la vista hacia abajo, y su rostro volvió a iluminarse al identificar a las recién llegadas.

    —¡Mila! ¡Bellabel! Anda, al fin llegas, rezagada —le dijo a Jez, colocando los brazos en taza—. ¡Oye! ¿Has sabido algo de Daichi? No responde hace bastante y me tiene preocupado.

    "¿Has visto algunas escaleras o deberemos improvisar?"

    Unas manos tirando de su abrigo captaron su atención, y se volvió hacia su compañera de tejado. La observó un poco extrañado, pero acabó por descartar el asunto y hacer como si nada. Al parecer, a esa chica le gustaba jalar ropa o similar.

    —Creo que tendremos que improvisar, princesa —comentó con simpleza, viendo en todas direcciones—. Mira, este tejado conecta con uno más bajo. Supongo que tendremos que ir saltando hasta alcanzar el suelo.

    Dicho eso, se adelantó hasta el borde y saltó, flexionando las piernas en el proceso para suavizar el impacto. Una vez estabilizado, se giró hacia Sato y envolvió su boca con las manos para amplificar su voz.

    —¡All clear! ¡Puedes bajar!
     
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    Zireael

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    Jezebel Vólkov.

    Cuando Mila tomó su mano nuevamente, haciéndola regresar la vista a ella, la sorprendió ver su rostro enrojecido.

    ¿Por qué lo está tocando?

    ¿Qué? ¿Qué clase de pregunta era esa?

    Dile que lo suelte.

    La exigencia de Mila la tomó desprevenida, haciendo que la confusión se reflejara en su mirada. Inhaló con fuerza, buscando alguna forma de responder a aquello, cuando finalmente la encontró, tomó a la chica de ambas manos, apretándolas ligeramente.

    —Mírame, Mila —dijo con tono tranquilo—, y ahora mírala a ella, parece asustada, ¿no crees? Si yo estuviera asustada, ¿te molestaría que sujetara a Joey como lo hace ella?

    No esperó por su respuesta, por encima de su voz escuchó la de Joey, diciendo el nombre de la chica.

    >>Venga, tranquilízate, no le hará nada, ¿de acuerdo? Además mira, tiene su atención en ti, ¿no te parece?

    Le guiñó un ojo, antes de volverse de nuevo hacia el tejano y cuando escuchó la forma en que Joey se dirigía a ella, su rostro se enrojeció violentamente.

    —N-no —La voz le salió entrecortada, aumentando su sonrojo—. Tal vez no tiene señal o algo.

    Cuando el chico bajó y se volvió para alentar a la muchacha a bajar también, Jezebel se cubrió el sol con las manos para poder ver y le hizo una seña, para que se animara a seguirlo.

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    Insane

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    Mila Vitale

    Mila soltó la mano de Jezebel. Joey era un idiota, un idiota de los grandes, y eso diría Mila si supiese el significado de la palabra idiota en su totalidad.

    Desvió sus orbes carmín a las colinas que había dejado atrás. Se hubiese quedado allá con los pájaros revoloteando en vez de bajar a buscar al idiota de Joey que ya tenía mejores amigas que ella. Su rostro seguía colorado de la ira.

    —Joey es mi amigo Jezebel —le susurró por lo bajo para que ellos, a propósito no escucharan—. Y es mío —sí, hacía completa referencia a él como cuando peleaba por sus peluches de felpa que le pertenecían unicamente a ella.
     
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    rapuma

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    Kozakovicht

    El silencio le agradaba, pero aquellos críos habían estado en silencio demasiado tiempo y eso significaba dos cosas: o planeaban algo contra él o simplemente eran dos insectos que merecían ser aplastados por su benevolencia. Sea cual de las dos opciones la salida era una sola. Morir aplastados por su tormento.

    —Espero que antes de abandonar sus hogares pudieran encontrar la paz en sus almas. Yo, el gran Kozakovicht, seré el encargado de enviar sus almas a lo más oscuro del tormento. Seré el amo de sus destinos y el verdugo de sus sueños. ¡Oh, tú que todo lo ves! ¡Guía mi mano y odio hacia aquellos que son débiles para seguir en este camino! Y juzga, tú qué ves los astros desde el Inframundo, si son aptos para seguir por la senda del pecado. De todas formas, solo uno seguirá vivo y ése, solo ése... será el más fuerte entre los mortales. —sus ojos cambiaron drásticamente a blancos en un parpadeo y chocó sus enormes puños, el ruido de los nudillos era terrorífico; manos peligrosas, que sabían golpear.

    Tarsis quiero pelear! Cómo hago para combatir ?
     
    Última edición: 17 Mayo 2019
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    Etihw

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    Daichi Nishimura~

    Sintió su cara arder tras el repentino golpe que sintió en su mejilla, haciéndole perder el equilibrio. Pronto su rostro chocó contra la arena, y aquello ciertamente dolió. Se sentó al cabo de unos segundos, con los ojos y la boca fuertemente cerrados, y se pasó ambas manos con cuidado por encima, sacudiendo hasta el más pequeño granito. Para su desgracia, tenía el pelo aún mojado, por lo cual no pudo hacer mucho por quitarse la arena de él.

    Pronto sus orbes rojos se posaron con molestia sobre Lena, que parecía estar esperándolo para su alivio. Su ceño estaba arrugado y se mordía el labio pensando que aquella bofetada fue pasarse un poco. Pero no le iba a decir nada, no por ahora, que parecía que aquel hombre se dirigía hacia él, con el cinturón demasiado “suelto”.

    ¿Cuánto cuesta la niña? No tengo oro pero pago con mis puños. ¿A quien deseas sacarte del camino? Me aseguraré de eso y luego tomaré a la niña.

    Lo miró con estupefacción, abriendo los ojos de par en par. Sintió asco. Asco y enojo brotaban rápidamente por su cuerpo, como burbujas de agua hirviendo. ¿Estaba tratando a Lena como un objeto? ¿Trataría así a todas las personas? ¿Solo a las mujeres?

    Tragó nervioso y enfadado a partes iguales, viendo sus brazos demasiado fornidos para poder hacer algo contra él. Daichi no tenía oportunidad de plantarle cara, por más que le apeteciese.

    Sus siguientes palabras hicieron que reaccionase, sintiendo que podría hacerles cualquier cosa en cuestión de segundos, así que se levantó y se acercó corriendo a Lena, quitándose la chaqueta en el camino. Se la puso por encima para que se tapase de ojos indiscretos y, sin aviso alguno, la cargó en brazos. Cada segundo contaba.

    —Creo que está chalado, no le hagas caso, no te pasará nada —le comentó observando de soslayo al hombre. La miró con una pequeña sonrisa nerviosa y comenzó a correr dirección al pueblo—. Muy bien, Lena, hoy eres una princesa en apuros, así que más te vale no entorpecer la huida.

    Y así, sin mirar hacia atrás en ningún momento, trató de ir lo más rápido que sus piernas y el peso adicional de la muchacha le permitían por aquellas calles empinadas y llenas de canoas, buscando como podía la ubicación de Joey y Jez. ¿Habrá llegado esta última donde Joey?

    Pronto le llegó la respuesta al ver frente a una casa en medio de la calle a Jez junto a aquella muchacha tan inocente que vio la última vez, y ya sin aliento apenas dejó a Lena en el suelo con cuidado, sentándose en el asfalto sin importarle la suciedad ni que estuviese mojado.

    Por primera vez corrió por su vida.

    Respiró como pudo mirando el final de la calle por la que vino, temiendo que el bárbaro aquel les estuviese siguiendo, y pronto se dirigió a las muchachas con una sonrisa cansada.

    —Me alegra veros… de una sola pieza… —comentó entre jadeos, y miró hacia los techos de las casas de aquella calle recordando el mensaje de Joey, viendo como efectivamente estaba allí con la otra chica, bajando con cuidado—. Tenemos que estar atentos, hay… alguien bastante violento por aquí.



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    Jezebel Vólkov.

    La actitud de Mila, por primera vez, estuvo por colmarle la paciencia. Su inocencia ya no solo la hacía actuar como una niña, sino como una niña caprichosa y ninguno de ellos tenía tiempo para eso.

    Suspiró y se hizo a un lado, esperando que la chica siguiera a Joey y bajaran al fin, con la esperanza de que eso detuviera el berrinche de Mila. No quería desatar su frustración con ella, eso era todo.

    De repente la distrajo ver a alguien acercarse corriendo en su dirección, tardó en reconocer al joven de cabello oscuro que cargaba a aquella muchacha de ojos eléctricos. Estaban empapados y distinguió el olor salado del agua.

    Apenas y pudo prestarle atención a lo que decía el chico, que se había sentado luego de bajar a la castaña, porque de inmediato se acercó a él, con el rostro lleno de preocupación.

    —¡¿Pero qué les pasó?! —Su voz sonó más aguda de lo que esperaba y, sin esperar una respuesta, extendió sus manos hacia el chico, sacudiéndole la arena que a pesar de la carrera se había negado a caerse de su cabello.

    Notó que tenía una mejilla más enrojecida que la otra y estuvo por abrir la boca para preguntar qué le había ocurrido, pero calló.

    —Joey estaba preocupado por ti —murmuró, casi a modo de reproche. Se apartó de él, esculcó en sus bolsillos y se acercó a Lena, cautelosa, extendiéndole un pequeño pañuelo de tela sin mirarla directamente—. Sé que estás destilando agua, pero algo es algo, al menos para que te quites el agua salada del rostro. Me alegra que Dai te haya traído con él, estamos más seguros todos juntos.

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    Lena Sallow

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    ¿...Qué?

    Lena abrió los ojos, sumamente desconcertada, sintiendo todo su cuerpo paralizarse ante la ronca voz de aquel gorila salvaje que se había acercado hacia ellos. Su asqueroso aliento a muerto llegaba hasta sus fosas nasales, y destilaba sudor por cada poro de su ser. Parecía un hombre sacado de las cavernas, y su aparente ideología retrógrada solo hacía acrecentar la furia que hervía en todo su cuerpo. Pero, a su vez, su sola presencia le inspiraba el más profundo terror. Porque era consciente de que aquel orangután iba completamente en serio, y que solo bastaría un movimiento para acabar tumbando al idiota de Daichi, dejándole completamente a su merced.

    Dio un paso atrás, con los ojos desencajados y lágrimas amontonándose en sus cuencas.

    —No... —murmuró, aterrada, llevándose las manos a la cabeza. Sus pulmones comenzaron a exigirle la entrada de oxígeno, respirando con fuerza de manera entrecortada—. No... No... No... ¡No! ¡No te acerques! ¡D-Déjame.... déjame en paz!

    Su cuerpo se curvó al escuchar de nuevo aquella voz ronca salida del mismísimo infierno. Iba a matarles. Iba a matarles. Aquel psicópata iba a acabar con sus vidas, la iba a violar y no podría hacer nada por evitarlo. Estaba completamente sola, ella no... No...

    No fue capaz de intuir cuándo, pero al volver a abrir los ojos estaba lejos de la playa, en brazos de Daichi. Su mente estaba complemamente nublada, apenas atendía a razones, y fueron sus brazos los que se movieron solos, abrazando el cuello del chico con fuerza mientras enterraba su rostro en su hombro, sollozando aterrada. Estaba en shock, apenas era consciente de lo que salía de sus labios.

    Fue dejada con delicadeza, sus piernas temblorosas una vez más sobre el suelo, y se dejó caer sentada, incapaz de sostenerse por sí sola. Con las manos en el rostro simplemente boqueaba por aire, en su cabeza reproduciéndose una y otra vez la mirada lasciva de aquel miserable que había intentado comprarla como si fuese un puto juguete. Sin embargo, en menos de sus sollozos, una suave voz llegó hasta sus oídos. Apartó las manos de su rostro, empapado por el agua y el llanto, y pudo ver cómo aquella chica albina de antes le tendía un pequeño pañuelo sin mirarla a los ojos, intentando que pudiese limpiarse. No supo qué decir. No supo cómo reaccionar. Aún estaba traumada por todo lo sucedido, y aún así... lo tomó, soltando un pequeño hipido, y se lo llevó al rostro con cuidado en un intento por calmarse, secándose como podía.

    Y a pesar de que su orgullo se lo impedía, las palabras salieron solas de sus labios.

    —Gracias... —susurró, desviando la mirada con las mejillas enrojecidas por la vergüenza y el llanto. Se sentía realmente miserable en aquel momento. Perdida, humillada, aturdida, aterrorizada. No comprendía nada, y los sucesos continuaban ocurriendo uno tras otro sin brindarle apenas una sola explicación. Ahora estaban todos allí de nuevo, pero aquello no era lo que le importaba.

    Dirigió la mirada hacia Daichi, quien intentaba recuperarse de la caminata. Había arriesgado su vida por sacarla de allí, siendo un mero lastre para él. ¿Por qué... por qué había hecho eso con alguien que le había tratado tan mal? ¿Qué ganaba con eso? Y sin embargo, en mitad de sus cavilaciones, su opinión de él cambió en el fondo. Supo que podría confiar en él, y así lo haría.
     
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    — ¡Si miras bajo mi falda mientras bajo voy a golpearte! — replicaba Mizuki mientras bordeaba aquel techo para saltar desde la orilla flexionando sus piernas mientras sujetaba su falda para suavizar el impacto y evitar mostrar de mas. Una vez en el nuevo piso junto a Wick procedió a acercarse al nuevo borde, estaba a pocos metros de diferencia del suelo y a dos chicas allí mirando hacia la posición de su compañero.

    — Oye, no me habías dicho que tenias un grupo tan variopinto. ¿Esas dos son las chicas de la otra vez no es verdad? las que estaban contigo momentos antes de que yo me fuera... supongo que son todos "amiguis forevar" o una de esas tonterías. — Le mencionaba a Wick a sus espaldas mientras se inclinaba en el borde para saludar y hacer señas de que terminarían de bajar en unos segundos.

    — Bueno, señorito. Esta vez me toca ser la exploradora... ¡te veo allí abajo, atontado! — dijo Mizuki momentos antes de tirarse sin voltear para estar de frente con aquellas dos, parecían un buen grupo, o algo así.
     
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    Gigi Blanche

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    Joey Wickham

    Joey alzó los brazos en señal de bandera blanca mientras Sato lo amenazaba de muerte si veía más de lo que debía. Le dio la espalda mientras bajaba, buscando la mejor forma de llegar al suelo, soltando una risilla baja. Si quisiera apreciar el color de su ropa interior, recurriría a métodos más efectivos que fisgonear como un pobre inexperto.

    "Oye, no me habías dicho que tenias un grupo tan variopinto. ¿Esas dos son las chicas de la otra vez no es verdad? las que estaban contigo momentos antes de que yo me fuera... supongo que son todos "amiguis forevar" o una de esas tonterías."

    La vio mientras comenzaba a hablar, con un deje de curiosidad, pero rápidamente se sonrió y volvió los ojos al suelo donde debían llegar. Esa chica hablaba innecesariamente de más, pero a él le traía sin cuidado.

    —Ya sabes —le comentó, mientras pasaba a su lado para bajar—, puedes quedarte sola con ese violento dando vueltas, o unirte al grupo de amiguis forevah —la imitó, con un deje de diversión en su voz—. Es tu decisión, niña.

    La siguió rápidamente, porque ver a Daichi en una pieza le arrancó una exclamación de la garganta y se lanzó sobre él, casi derribándolo en el suelo.

    —¡Estúpido! ¡Vuelves a clavarme visto tantas veces y te bloqueo de la vida real!


    por si a alguien le quedan dudas

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    Última edición: 17 Mayo 2019
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    El Calabazo

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    Mizuki se quedo viendo al cielo por un momento mientras pensaba sus opciones... era mejor dos chicas aparentemente normales y un idiota, que un loco rondando cerca.

    — Entonces me uno al Amiguis forevah, ya que, no necesitas pedírmelo dos veces... tú sabes que quieres... — le mencionaba Mizuki sonriendo, le gustaba bromar.

    Mizuki abrió los ojos de repente cuando vio a Wick lanzarse encima del otro chico sin previo aviso, ¿pero estos dos desde hace cuanto se conocen? volteó luego a ver al resto en el lugar y procedió a saludar amablemente mientras pedía disculpas por no presentarse correctamente la primera vez.

    — ¡Hola... soy Satō, un placer! ¿Ustedes son...?
     
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    Zireael

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    Jezebel Vólkov.

    El estado de la muchacha castaña le rompió el corazón. No sabía qué les había ocurrido y de repente no quería saberlo, porque si había logrado derribar el carácter de aquella chica, debió ser algo grave, sobre todo teniendo en cuenta ese comentario de Daichi, de que había alguien violento por allí.

    Gracias.

    El susurro de la chica la hizo aún más consciente de su estado.
    Se sentó junto a Lena, con la misma cautela que se había acercado a ella, buscando no empeorar su estado con una aproximación brusca. Extendió su mano hacia la de ella, tomándola con delicadeza y le dio un suave apretón antes de soltarla nuevamente, temerosa de su reacción, a pesar de que le parecía que necesitaba saber que alguien estaba allí con ella.
    Notó como desviaba su mirada hacia Daichi y sin darse cuenta sonrió levemente.

    —Parece un buen chico, ¿no? —murmuró, sin esperar realmente una respuesta.

    Cuando escuchó a Joey y a la chica desconocida bajar por fin del tejado, regresó la mirada a ellos, solo para ver cómo el primero se abalanzaba sobre Daichi, expresando su preocupación de una forma que le resultó graciosa.

    Escuchó a la desconocida presentarse por fin y, sin levantarse del lugar que había tomado junto a Lena, dirigió su mirada hacia Satō.

    —Jezebel —dijo señalándose a sí a misma, luego señaló al joven de cabello oscuro y a la otra albina—. Daichi y Mila.

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    rapuma

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    Frunció el ceño viendoles escapar. ¿Qué clase de enemigos eran si huían de una batalla? ¿Acaso el Santo Grial no significaba nada para ellos? Volvió a colocarse el cinto sobre su pantalón, ajustándolo a su cintura y se quedó en el lugar, quieto.

    —Rider. —gruñó y se arrodilló en la arena, sintiendo el fuerte sol del mediodía, justo cuando el astro se encontraba en su cénit.

    Sintió su presencia, el tintineo de cadenas, y su ropa siendo desgarrada. Su servant se mostró frente él, sumisa. Con esos enormes y expresivos ojos violáceos. Él quería que lo castigue, había caído en el pecado de los mortales, el cual el físico había sucumbido por un rostro bonito.

    Se arrancó la playera, dejando ver una espalda, torso y brazos con diversos tatuajes en forma de espiral. Algunos tatuajes estaban escritos en lenguas muertas, que habían dejado de hablarse mucho antes que el latín. Magia negra.

    —Házme merecedor de esta cruzada. Házme merecedor del Santo Grial. Guíame con tu sabiduría y poder contra aquellos que no merecen respirar está ideología. Llévame con tu fuerza contra el muro de aquellos que no tienen la voluntad de sobrepasarte por mayor que sea su esfuerzo. Házme digno.

    Raider ladeó la cabeza y le miró con curiosidad. Lo complacería porque ahora le pertenecía; sabía lo que el humano ansiaba, lo podía leer a través de su mente, de su alma y de su cuerpo. Le daría aquello que necesitaba para seguir en la búsqueda del Santo Grial.

    —Como deseé, amo. —lo tumbó suavemente en la arena y con una mirada cómplice lo instó a que le levantará.

    Lugar
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    Vida
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    Luego de hacer sus necesidades el polaco irá por esos críos!!!
     
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    Lena Sallow

    Sentir el delicado contacto de la mano de aquella chica sobre la suya, buscando reconfortarla con un suave apretón, calmó ligeramente los latidos desbocados de su corazón. A pesar de que no la conocía de nada, a pesar de que no era ni por asomo la persona más amable de entre los allí presentes, se había tomado la molestia de sentarse a su lado durante aquel breve colapso, asegurándole con su mera presencia que no estaba sola.

    "Parece un buen chico, ¿no?"

    Un fuerte rubor se instauró en sus mejillas al llegar aquel murmullo a sus oídos, percatándose de que había permanecido demasiado tiempo con la mirada posada en él, que incluso la albina se había dado cuenta. La desvió rápidamente y tuvo ganas de aclarar que no le estaba mirando, pero sabía que aquello sería inútil, la chica no era tonta. No dijo nada, y aún así, en su mente se formó la respuesta que se negaba a formular.

    "Sí... Lo es".

    Desde que sus miradas se habían cruzado en aquel extraño templo dorado, no había dejado de comportarse amable con ella. Le tendió su mano a pesar de que eran unos simples extraños, y ella fue incapaz de fiarse de él, desconfiada como ella sola. Pero Daichi no parecía ser del tipo que se rendía tan fácil, y ahora le había salvado la vida de una forma realmente extraña. ¿Qué es lo que había hecho ella para compensarle por todo? Dejarle una linda marca en su mejilla. Y a pesar de que no fuese a admitirlo jamás en voz alta, ahora sentía cierta lastima.

    Alzó la mirada al percatarse de que más de aquellos chicos se reunían junto a ellos, y comenzaban a presentarse para quienes aún no lo hubiesen hecho. Y a pesar de que era consciente de que ella no era bienvenida allí después de cómo se había comportado con ellos tiempo atrás, simplemente sintió la necesidad de aclarlo, ahora que parecía que pasarían un tiempo juntos hasta... quién sabía cuando.

    —Soy Lena —aclaró, carraspeando ligeramente para alejar el nudo en su garganta. Se encontraba algo más tranquila, sí, pero no podía evitar sentirse expuesta con aquel aspecto tan deplorable que debía estar dando. Era incapaz de mirar a los ojos a nadie, por lo que se limitó a abrazar sus rodillas contra su pecho, frunciendo el ceño ligeramente—. Y ahora... ¿Podríamos irnos de aquí? No quiero encontrarme a ese pedófilo de nuevo.

    No sabía por qué había asumido que permanecería con aquellos chicos, pero en el fondo no quería admitir que necesitaba su ayuda. No quería... no quería estar sola. No sabiendo que había un hombre que probablemente la estaba buscando.
     
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