Hurricane.

Tema en 'One Piece' iniciado por Eternatus, 25 Octubre 2013.

  1.  
    Eternatus

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    Escritor
    Título:
    Hurricane.
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Tragedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    821
    Este escrito es demasiado... raro. No sé, creo que nadie ha escrito un Enel x Nami aún y yo, indirectamente, acabo de hacerlo. No es algo de mi estilo y salió demasiado rápido, tuve que entregar con prisas en los JJOO 2013 de Cemzú, pero bueno, creo que podría haber sido peor. Tiene inspiración en la canción Hurricane de 30 seconds to Mars, que curiosamente descubrí en un MEP que tiene como una de las parejas el EnelNa.

    Hurricane.


    Cerró los ojos y dejó que las lágrimas fluyeran con libertad, salvajes como nunca; indómitas, quemando a través de sus mejillas. Los surcos salados ardían, trayendo de vuelta aquellos recuerdos que hoy más que nunca desearía olvidar.

    Todo lo perdido, todo lo que nunca más iba a recuperar. Ya no estaba y eso era en lo único en lo que podía centrarse. Rememoraba una y otra vez todos esos momentos de dolor y agonía, todos los llantos y los gritos; recordaba a su corazón rompiéndose una y otra vez, cayendo sin control e impactando contra el frío suelo, sin remedio alguno.

    Porque los buenos tiempos eran demasiado difíciles, las risas y las caricias. Los gemidos y la pasión, los besos y los secretos susurrados una noche sin luna. Acordarse de todo ello la corroía por dentro.

    Quería pensar en todo lo malo que le había ocurrido a su lado, pero al instante su mente colapsaba al verse en un callejón sin salida impuesto por sus propios pensamientos. Su mente, su cárcel personal; sabía que nunca sería libre.

    Nami desearía que él estuviera a su lado de nuevo, desearía que su voz fuera audible una vez más, alta y clara, como siempre lo había sido. Lo quería de vuelta, vivo, pero una pequeña parte de ella no podía dejar de horrorizarse ante la grata satisfacción de saber a su nakama muerto.

    Eran los polos opuestos, siempre discutiendo y peleando por asuntos sin importancia, demasiado temerosos para afrontar una realidad que les quedaba abismalmente grande. Demasiado enfocados en sí mismos para levantar la cabeza y observar el mundo, para aprender a levantarse y a caer; para enfrentarse a sí mismos y a todo aquel que se les pusiera por delante.

    Lástima que este pensamiento llegara demasiado tarde a sus jóvenes mentes. De haber sido así, aquel dios perdido en sí mismo estaría vivo y aquella navegante que no lograba trazar un rumbo hacia la salida de su propia perdición estarían juntos, él viviría y ella no lamentaría cada amargo segundo de su existencia.

    Porque era esa pequeña parte de su corazón que se regocijaba, extasiado de gloria pura y felicidad enfermiza, que la consumía demasiado rápido. La devoraba desde dentro, esparciendo puro fuego de destrucción eterna, impidiéndole encontrar la salida de aquel pozo sin fondo de desesperación en el que caía sin poder hacer nada para remediarlo.

    No podía evitar preguntarse si el dios de rayo, Enel, pasaría por esa agonía. ¿Disfrutaría de su muerte, aun sabiendo que había fallecido protegiendo lo que más le importaba? La sangre que manchaba sus manos, su cuerpo entero, nunca podría ser removida. Permanecería allí por siempre, como un peso titánico para su conciencia.

    La vida había decidido arrebatarle todo aquello que realmente le importara. Primero su madre, y después él. No podía evitar pensar en que estaba condenada, maldita por todos los crímenes cometidos.

    Bellmere-san había muerto protegiéndola. Enel-kun había fallecido dando su vida por la suya.

    Y la única razón que la motivaba a seguir viviendo eran las razones que habían movido esos solidarios actos. Esos temerarios actos que terminaron con sus vidas, pero alargaron la suya propia.

    Si moría ahora, nunca se lo perdonaría. Las dos personas más importantes para ella habrían muerto sin causa ni razón y eso la volvía loca de rabia y furia en estado puro.

    El huracán que arrasaba su corazón era una fuerza permanente que no lograría ser mermada, incluso si eso significaba que tendría que vivir una vida de agonía y pesar; en el momento que el corazón de Enel había dejado de latir, en el momento en que su alma se había alejado de la luz para volar hacia la oscuridad, Nami lo había comprendido, pero no lo había aceptado.

    Cada noche lloraría hasta que sus ojos se secasen completamente, gritaría hasta que sus cuerdas vocales se rasgasen, porque ella tenía que compensarles, tenía que hacerlo aunque sabía que no podría.

    Enel ya no estaba, al igual que Bellmere; ambos se habían marchado, dejándola sola frente a un mundo hostil que la devoraría sin pensárselo dos veces. Para ella no habría nadie más generoso, aunque esto implicara su propio egoísmo.

    El adiós perdido nunca escaparía de sus labios, sellados para esas palabras. Sus tumbas no saciarían su hambre de compañía, de comprensión y de cariño; sus llantos no compensarían las horas perdidas.

    Y así, poco a poco, su alma se decidiría a acompañarlos.
     

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