Hogwarts y el grupo de inadaptados

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por rompe, 21 Mayo 2014.

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    rompe

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    Piscis
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    37
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    587
    Presentación























    La espera terminó, al Kana abrir la puerta que terminaría con la ansiedad de los cuatro amigos.
    —Pasen —pidió Kana—. Está un viejo amigo que quiere saludarlos y también algunas personas que los quieren conocer.
    Lucas y Alex se chocaron mientras ingresaban, hombro contra hombro, por la ansiedad que les causaba la situación. Rápidamente se ruborizaron y la caballerosidad de Lucas, dejó paso a los verdes ojos de Alexandra Francis.
    Bruno y Michelle se sonrieron al ver la situación.
    Sin embargo, guardaron las sonrisas rápidamente, para ver que les deparaba Kana.
    Había dos hombres y dos mujeres, además de la guardabosques.
    —Hola Michelle —dijo cariñosamente Albus Severus Potter—. Chicos, ¿cómo están?
    Michelle y el resto de los niños, saludaron afectuosamente. Especialmente la joven Mercier.
    Lucas no comprendía la situación.
    —Les presento —continuó Albus Severus—, a tres de mis sobrinos. Para ser más exacto, sobrinos segundos. A otra ya la conocen, aunque no está aquí.
    —Sophia Weasley —agregó Bruno—, la directora.
    Exacto —respondió el hijo de Harry Potter—. Él es John Weasley, hermano mayor de Sophi.
    John tenía unos cuarenta años de edad. Aproximadamente 1,80 metros de estatura. Pelirrojo y con pelo lacio.
    Había poca diferencia de edad con Albus Severus, a pesar de este ser su tío segundo. Albus había sido el menor de la camada y John, el mayor de la suya.
    Stella Milk, hija de Rose Weasley y Richard Milk. Alrededor de veinticuatro años de edad. Tenía cabello corto, tez blanca y pelo castaño. Sus rasgos eran muy bonitos.
    Y Cindy Milk, de unos veinte años, hermana de Stella. También de tez blanca, aunque de cabello ligeramente colorado, largo y ondulado. Tenía los ojos grandes y de color marrón.
    Luego de saludarse cordialmente. Albus Severus tomó el hilo de la conversación.
    —En muy raras ocasiones, los sueños de un mago de hasta doce o trece años, pueden ser premonitorios de algún evento al azar.
    —No entiendo —dijo Lucas.
    —Quiero decir —volvió a hablar Albus Severus—, que creemos que lo que soñaste, nos está previniendo de algo grave, que ya está pasando en el mundo mágico. Sin ir más lejos, mis sobrinos se enfrentaron con un ser parecido a un dementor, tal como el que tú le describiste a Kana. No puedo explicarlo aún.
    Lucas y sus tres amigos se miraron confundidos y preocupados.
    —Queremos pedirte —se anticipó Cindy—, Lucas. Que nos acompañes al castillo de tu sueño.
    Antes de que Lucas conteste, Alexandra saltó despedida de su silla.
    —Lucas no va a ningún lado sin nosotros —exclamó firmemente la joven Francis.
    Una sonrisa se dibujó en el rostro de Albus Potter.
    —Tienen la herencia de sangre mágica que tanto me gusta —dijo el hijo de Harry Potter—. Está bien. Pero solo si prometen obedecerme sin discusión, cualquier cosa que les diga yo, o cualquiera de mis sobrinos. Después de todo, Sophia lo permitirá porque voy yo, pero no puedo arriesgar a sus queridos alumnos.
    Los cuatro amigos se emocionaron visiblemente, lo que hizo sonreír a los mayores, especialmente a Cindy.
    —¿Cómo vamos a viajar? —Preguntó Bruno.
    —Traigan sus escobas urgentemente —pidió Kana.
    Los niños miraron extrañados.
    —¡Ahora! —gritó la enana—. Despabilando a los cuatro jóvenes.
    En ese momento se fueron corriendo a buscar sus escobas, para volver prontamente hacia el hogar de Kana y luego partir hacia Escocia.
    Mientras corrían, Michelle le preguntó a Alexandra, si irían en escoba hasta Escocia.
    —No lo creo —respondió Alexandra—. Seguramente es para cuando lleguemos allí.
    La respuesta tranquilizó a Michelle.
    Una gran aventura parecía estar en puertas.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1546
    El secreto del castillo























    Los niños entraron velozmente al colegio, en busca de sus respectivas escobas. Quedando en encontrarse directamente en casa de Kana.

    Lucas se cruzó a la vuelta con los hermanos Colin y Joanne Collage.

    —Hey —saludó la niña— Lunagan, ¿a dónde te diriges con tanta prisa y con la escoba?

    —Hola Joanne —saludó sorprendido Lucas—, luego te cuento.

    “Ya se me ocurrirá algo luego, si es que no se olvida del asunto”.

    —¿Por qué le respondes por el nombre, cuando mi hermana solo te habló por el apellido? ¿Qué te da tanta confianza?

    —Solo que si hubiese dicho “Collage” —respondió Lucas con firmeza—, alguien podría haber pensado que estaba saludándote a ti.

    —Está bien por mí —dijo Joanne—, Lucas.

    Joanne y Lucas se sonrieron y el joven se marchó presuroso.

    —¿Por qué le hablas con tanta simpatía? —Preguntó Colin con desagrado, a su hermana, mientras la imagen del joven Hufflepuff desaparecía por la puerta de Hogwarts. No es propio de un Slytherin relacionarse con un Hufflepuff.

    —No creo que sea de tu incumbencia, hermano. Pero por si no lo has notado, la magia de Lucas Lunagan es brillante. Diría que excelente.

    A Colin le desagradó la respuesta, pero prefirió ignorarla.

    En ese mismo lapso, Michelle y Alexandra, se encontraron con Michaela Crease.

    —¿Se van a encontrar con sus amigos de Ravenclaw y Hufflepuff? —Preguntó la niña de piel trigueña y cabello castaño claro.

    —Sí —respondió Alexandra—, mientras salían a toda prisa. Ante la sonrisa perspicaz de Michaela.

    Bruno se encontró con Michael White y Rachel Bellemare.

    —¿A dónde vas con tanta prisa —consultó la joven rubia de pelo largo y lacio—, Callahan?

    —Tengo que encontrarme con Alex, Michu y Lucas.

    —¿Podemos ir con ustedes? —Preguntó Michael White.

    —No —respondió Bruno con algo de pudor—, lo siento. La próxima vez sí. Nos vemos luego.

    —¿En qué andarán? —dijo Rachel.

    —No lo sé —contestó White restando importancia al asunto.

    Bruno, Lucas y las chicas en ese orden, llegaron a la casa de Kana.

    —¿Están listos? —Preguntó Albus a todos.

    Tanto sus sobrinos, como los cuatro amigos, asintieron.

    —Vayan con cuidado —dijo la enana.

    —¿Tú no vienes? —Consultó Lucas extrañado.

    —No. Algún día les explicaré.

    Stella tomó un bastón largo, de roble.

    —Agárrense y no suelten sus escobas —pidió.

    El grupo completo se aferró al bastón traslador.

    Michelle lo hizo sin mucha convicción. No comprendía lo que iba a suceder.

    —¡Ahhhh! —Gritó la joven Mercier mientras veía como todo le giraba y perdía la noción del espacio.

    Podía ver al resto en sintonía con ella.

    Luego cayeron al suelo, aunque sin lastimarse. Ella fue la que peor aterrizó. Bruno y Alexandra no lo hicieron perfecto, pero no se los veía mareados. En cuanto a Lucas, Albus y sus sobrinos llegaron en posición más cómoda.

    —Es que yo ya había viajado de esta forma, varias veces —dijo Lucas sonriendo.

    —Yo una sola vez —agregó Bruno.

    —Y yo tres o cuatro —finalizó Alexandra.

    —No te preocupes Michelle —dijo Albus—. Vinimos de esta manera, para tener otra alternativa si algo me ocurre. Pero también podemos regresar con mi hechizo de aparición.

    —Ahh —respondió Michelle—, simulando comprender. Aunque por el nombre, imaginaba más o menos de que se trataba.

    La niña observó la cara de admiración de sus tres amigos, cuando Albus Severus dijo que podía hacer eso. Y supuso que no era un hechizo sencillo.

    —Vámonos —volvió a decir Albus—. Vayan con cuidado. Y no se preocupen, que los muggles no podrán verlos. Si no, deberíamos borrar la memoria de demasiados muggles. Ya he tomado todos los recaudos.

    Los ocho emprendieron el vuelo.

    Los cuatro amigos sonreían mientras volaban.

    Michelle, a pesar de ser hija de muggles, disfrutaba mucho de esa actividad. Y tenía pensado jugar en el equipo de Quidditch ese año. Al igual que Bruno, aunque claro, para diferentes casas.

    Llegaron cuando ya estaba empezando a oscurecer, al castillo de Inveraray.

    Se veía imponente.

    No había muggles a la vista y los sobrinos de Albus, hicieron los hechizos repelentes de los mismos, para que así pudieran recorrer el lugar sin problemas.

    El castillo se encontraba en una total oscuridad. Hacía demasiado frío para la época del año.

    —Parece que hay algo —dijo John.

    Se cruzaron las miradas.

    El lugar era muy grande y si bien no se veía a nada ni nadie, podía sentirse que ese lugar no estaba deshabitado.

    —Vamos a ir en dos grupos —dijo Albus—. Michelle y Bruno, conmigo y Cindy. Si pasa algo, John, avisa enseguida que iremos.

    —Sí —respondió John—, no creo que nosotros solos podamos detener a uno de esos espectros.

    —Lumos —dijo Cindy—. Su varita iluminó algo el lugar y el resto hizo lo mismo. De cualquier forma, no había demasiada claridad, pero servía para no chocarse con las cosas mientras caminaban.

    El grupo de Michelle y Bruno, subió las escaleras. Mientras Lucas y Alexandra se dirigieron escaleras abajo.

    John iba delante, seguido de Stella y luego venían Alexandra y Lucas.

    Podían escucharse sus propios pasos con nitidez.

    —Alex —susurró Lucas a su amiga—. Tengo la misma sensación que en mi sueño.

    La mirada de ambos estaba llena de nerviosismo.

    Un crujido volvió a romper el silencio reinante. Y sobresaltó a los cuatro. Especialmente a John, quien fue el responsable por haber pisado y quebrado una pequeña piedra.

    Podían escuchar su respiración.

    “Estoy seguro que aquí hay algo”.

    Pensaba Lucas Lunagan, mientras avanzaba con su varita en mano y viendo la espalda de sus compañeros de grupo.

    —¿Sientes algo, Lucas? —Preguntó Stella con una voz casi imperceptible.

    —No sé si sentir sea la respuesta, Stella. Pero creo que no estamos solos aquí.

    —Yo creo lo mismo —agregó John— ¿Saben hacer un patronus?

    —Yo lo practiqué hace poco y me salió —contestó en voz baja Alexandra.

    —La verdad es que no lo he intentado —agregó Lucas—. Si bien conozco el hechizo.

    Llegaron abajo y antes de poder divisar algo, la varita de John salió despedida.

    Una figura espectral apareció velozmente y con una varita en su mano.

    Un par de pisos arriba, se escucharon gritos y sonidos que aparentaban ser un combate feroz.

    Stella lanzó su patronus e impactó en el enemigo. Pero esté lanzó un hechizo sombrío, sin decir una palabra que golpeaba a la hija de Rose Weasley de manera continua. La estaba absorbiendo. Como si le quitara la energía vital. La joven cayó al suelo y John no encontraba su varita. Este recordaba lo que había sucedido con el joven que fue desintegrado por un espectro. Y a pesar de no tener un arma, se lanzó con su cuerpo para embestir al engendro.

    Alexandra y Lucas estaban paralizados. La velocidad y violencia de lo que sucedía no les dejó reacción posible.

    El cuerpo de John comenzaba a perder vida. El espectro parecía absorberlo con su cuerpo, al igual que lo hacía con su varita con Stella.

    “Si los mata a ellos, ninguno va a sobrevivir”.

    —¡Expecto patronum! —Gritó Lucas con fuerza.

    Y ante su alegría, un león con una gran melena dorada, se lanzó contra el asesino. Arrojándolo varios metros para atrás.

    John y Stella, quedaron tirados casi sin sentido. Lucas se puso entre ellos y el espectro con su varita en mano.

    En el suelo adoquinado, pudo ver un charco de agua, que reflejaba su tez blanca, ojos marrones y pelo oscuro.

    Observó las paredes hacia ambos lados. Tenían ladrillos gastados y sucios. Y daba la sensación, si es que fuera posible, que a medida que el espectro se acercaba, los ladrillos se humedecían.

    “¿Es un dementor?”. “No, esta vez ya sé que no lo es”.

    —Detente —gritó el joven mago —. Pero nada cambió.

    Tenía temor. Sentía su cara roja y sus manos frías. El corazón parecía estallarle con cada latido.

    Apuntó con su varita al singular individuo y a pesar del miedo se preparó para combatir.

    —¡No te dejaré pasar! —Volvió a clamar el estudiante con vehemencia.

    Una gruesa y pausada voz salió del extraño ser. Como de una tumba fría y oscura. Que pasó por los oídos y desembocó en el cerebro del joven.

    —Entonces morirás.

    Se hizo una breve pausa.

    —¡Expecto patronum! —Escuchó un grito con la voz de una joven, que provenía de unos metros detrás de él. Un gato brillante se arrojó contra la criatura maligna.

    Lucas miró a la niña que medía pocos centímetros menos que él y se sintió aliviado de no estar solo.

    “¿Por qué dudo de quién es?” “¡Es Alex!”.

    El espectro retrocedió con el impacto, pero también envió un hechizo que rozó la cabeza de Lunagan.

    —¡Ven Lucas! —bramó ella. Alejémoslo de John y Stella hasta que se recuperen.

    —Sí, sí, Alex.

    Ambos jóvenes corrieron y eran perseguidos por el espectro.

    Lamentablemente para ellos, fueron alcanzados.

    —¡Expecto patronum! —Gritaron al unísono.

    Pero el espectro esta vez, los rechazó con el poder oscuro de su varita.

    —¡Expecto patronum!

    Albus Severus lanzó su poderoso patronus. Un dragón Antipodean Opaleye.

    “¿Por qué usa el hechizo a través de esa piedra?”

    Alexandra vio eso sin entender.

    Esta vez, el espectro fue desintegrado literalmente por el patronus.

    Lucas y Alexandra, observaron como algo que llevaba Albus colgando, se rompía.

    En pocos instantes se juntaron con el resto del grupo de Albus. Y los ocho se retiraron del castillo, dirigiéndose al traslador.
     
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    Hogwarts y el grupo de inadaptados
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    Fantasía
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    35
     
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    1350
    Historia de la magia real
























    Mientras volaban, Albus les dijo que debían mantener esto en secreto. Ya hablarían.

    —¿Qué fue eso que se rompió, Albus? —Preguntó Alexandra.

    —Es cierto —agregó Cindy—, tío. Cuando le lanzaste el patronus sin usarla, fue más poderoso que el nuestro, pero no habías derrotado al engendro ese. Pero cuando pasaste el hechizo por ahí, fue destrucción al instante. ¿Es un arma? ¿No se puede arreglar? Menos mal que se rompió luego de destruir al segundo espectro y no antes.

    Mañana les contaré lo que sé. Hoy ya es tarde. Solo les diré que esa piedra de amatista, me la dio mi padre hace mucho tiempo.

    —¿Tienes más? —Preguntó John.

    —Esperen —volvió a decir Albus Severus—, mañana hablaremos.

    Cuando llegaron, los niños volvieron a Hogwarts, quedando en ir después de clases a la casa de Kana.

    Michelle y Bruno, intercambiaron datos de lo que les pasó a cada grupo, con Lucas y Alexandra.

    —Antes del patronum —dijo Bruno—, Albus y Cindy habían probado con otros hechizos, ya que parece que ya habían luchado contra algo así y el patronum no había sido de gran ayuda. Pero ni bombarda máxima, ni incendio, o reducto, ni siquiera un par de hechizos de congelamiento; dieron resultado. Y los de protección, tampoco sirvieron demasiado para detener ese rayo oscuro. Lo pudieron frenar un poco, pero no era suficiente. Algunos hechizos, Albus los hacía sin nombrarlos.

    —Solo un mago muy poderoso puede hacerlo —comentó Alexandra.

    —Pero acá sigue habiendo algo fundamental —dijo Bruno—, quiero agregar antes de ir a descansar. Lo que soñó Lucas se cumplió.

    —Yo tampoco puedo creerlo, pero diría que casi la única diferencia, fue que esta vez sí conocía a Alex.

    Sonrió mirándola cuando dijo esta última frase.

    —Vamos a descansar —finalizó Alexandra Francis—. Y no olviden que no podemos comentar nada de lo sucedido.

    Todos asintieron.



    Al día siguiente, una de las clases más esperadas, si no la más, por el alumnado en general. “Historia de la magia en el presente”.

    —Buenos días alumnos —saludó Winky—. Esta clase, como algunas otras especiales, las dará nuestra directora, aquí presente, Sophia Weasley.

    La directora saludó y obtuvo la respetuosa retribución de los alumnos.

    —Si bien la clase es dada por Winky, las especiales como las de hoy, se las daré yo y ella colaborará.

    Se había esparcido una versión y parecía ser cierta, dado el hecho de que la directora estaba presente. Y todos, incluidos los cuatro amigos, se sentían ansiosos.

    —A partir de este año —continuó Sophia—, vamos a utilizar la sala multipropósito, junto con mi querido giratiempo, para volver al pasado a observar, por algunos minutos cada vez, a los grandes magos de la historia.

    Un enorme murmullo se expandió velozmente por el gran salón.

    Michelle y Alexandra, quienes estaban juntas, se miraron con expresión de visible emoción. Y no fueron los únicos.

    —Los de primer año —prosiguió la directora—, tendrán que esperar al próximo año. Ya que es a partir de segundo año.

    —¿Qué magos vamos a poder ver? —Se escuchó por varios sectores del aula.

    —Es la única pregunta que voy a contestar hoy —manifestó Sophia Weasley—. Cada curso tendrá sus instrucciones. Por supuesto a Harry Potter —se escuchó una gran ovación del alumnado—; aunque me cueste decirlo, también a mis abuelos, Ronald Weasley y Hermione Granger —que también fueron vitoreados, en especial su abuela—; Albus Dumbledore, un mago extraordinario, para muchos el más grande, y también Minerva McGonagall; los cuatro fundadores de Hogwarts, que no necesitan que se los nombre; solo para los del último año, estarán Tom Riddle y Gellert Grindenwald; y algunos otros magos.

    La clase se dio por terminada, pero había despertado la emoción en los niños de todos los cursos, a partir de segundo.



    Los cuatro amigos se encontraron y fueron a la casa de Kana, como habían quedado el día anterior.

    Allí se encontraban las mismas personas que fueron al castillo de Inveraray.

    Albus Severus tomó la palabra. Y la atención del grupo fue hacia él.

    —Simplemente les voy a contar lo referente a esa piedra amatista que nos ayudó ayer.

    Los cuatro amigos se miraron entre sí, con bastante intriga. Albus esperó a que todos se sentaran.

    —Mi padre me la dio hace más de treinta años. Me dijo que solo tenía una y que no estaba seguro de por qué me la daba a mí, antes que a mis hermanos. Pero por suerte fue así.

    Lucas se acercó a la mesa con la silla para escuchar mejor.

    —Me dijo que tenía una carta con fecha del día que me la entregó, pero que la tenía desde hacía mucho tiempo, aunque en el sobre decía la fecha en la que debía abrirla. Un día tuvo mucha curiosidad y la quiso ver, pero tenía un hechizo que se lo impedía y decidió que por algo sería.

    La expectativa cada vez era mayor.

    —Cuando llegó la fecha, la abrió y tenía escrito un papel de su propio puño y letra, que decía donde encontrar esa piedra y que probablemente podría ser útil. Que me la entregara a mí y que me dijera que en un caso de emergencia total, solamente así, la utilizara.

    —Es como si se hubiese mandado un mensaje a si mismo —dijo Kana.

    —Así parece. Y realmente fue útil.

    Antes de que las sensaciones aumentaran, la enana tomó la palabra.

    —También les voy a contar porque no fui ayer con ustedes.

    —Kana es la guardiana de los secretos —se apresuró Cindy, quien era muy efusiva—. Y no puede arriesgarse a que algo le pase. Si la liga fuese destruida de alguna manera por completo, el guardián de los secretos, es el encargado de reconstruirla.

    Los cuatro amigos no sabían a quien mirar primero.

    Albus volvió a hablar.

    —Si quieren conservar los recuerdos de lo que pasó ayer —dijo Albus nuevamente—, pueden convertirse al igual que Kana. Si no, estamos obligados a hacerlos olvidar. Es muy importante que nos mantengamos en secreto.

    —Entonces —pidió Alexandra con el gesto de aprobación de los otros tres—, dígannos todo, para poder decidir.

    Los tres sobrinos miraron a Albus.

    —Es justo —dijo Cindy—, tío.

    —Luego de la derrota de Voldemort —comentó Albus Severus—, un grupo decidió que eso no podía volver a pasar. Y quedaron en que vigilarían el mundo mágico en secreto a través de las generaciones. El grupo inicial, además de mi padre, Harry Potter; lo conformaron Hermione Granger, Ron Weasley, Luna Lovegood, Ginny Weasley y Neville Longbottom. A medida que la descendencia llega y estos alcanzan cierta madurez, se les pasa la posta. Siempre tratamos que haya al menos un miembro mayor para comandarla, en este caso, soy yo.

    —¡Wow! —Exclamó Lucas.

    —Además, como les dijimos antes, siempre hay al menos un guardián de los secretos, para reconstruir la liga, por si una catástrofe ocurre.

    —Yo acepto —dijo Michelle con determinación.

    Alexandra la miró y se sonrió.

    —Yo también —dijo ella.

    Bruno y Lucas también aceptaron al unísono.

    —Recuerden —manifestó Kana—, que no podrán contarle a nadie sin permiso de la liga. A no ser que sea cuestión de vida o muerte.

    —Ahh —agregó Albus—, los otros miembros por el momento, además de nosotros, son: Neville Longbottom nieto; Clara Longbottom, tía de Neville; Sophi, la directora; mi hija Emily; dos de los hijos de mi hermana, Laura y Harry; Y el hijo mayor de mi hermano James, Eduard. Los miembros se van retirando generalmente cuando pasan los años. Y algunos de nuestros hijos, todavía no están maduros para ingresar a la liga, así que no están enterados aún. Ellos serían los primeros a los que Kana y ahora también ustedes, tendrían que recurrir para rearmar, hipotéticamente, una nueva liga.

    Los cuatro amigos se marcharon emocionados.

    Camino a Hogwarts, Michelle le pidió a Alexandra que le enseñe el patronus.

    —Está bien —respondió ella—. Mañana lo practicamos hasta que te salga.

    —Yo también quiero aprenderlo —dijo Bruno en tono de pedido.

    —Claro —respondió Alexandra—, Bruno.

    —Mañana nos juntamos los cuatro —agregó Lucas—, hasta que todos lo manejemos bien.

    Otro emocionante día en la maravillosa Hogwarts, llegaba a su fin.
     
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    Palabras:
    1006
    Primeros viajes























    Este día había tres cosas muy importantes para los cuatro amigos. Una de ellas era el primer viaje en el tiempo, para conocer a Ravenclaw y a Hufflepuff. Además, Michelle sería probada para el equipo de Quidditch de Gryffindor. Y la tercera, un motivo similar. Bruno Callahan, sería probado para el equipo de Ravenclaw.

    Alexandra y Lucas estaban observando el desempeño de Michelle.

    —¿Crees qué logrará entrar? —Consultó Lucas.

    Michelle Mercier tuvo una excelente performance en las pruebas.

    —Sin dudas. Me ha sorprendido. Siempre supe que volaba bien, pero esto es fantástico.

    —Es cierto —agregó el joven Lunagan.

    Al finalizar las pruebas, alejados de los espectadores, el capitán del equipo estaba dando los resultados a los participantes.

    —Lucas —dijo Alexandra con un tono más serio—. ¿Crees qué ya terminó lo de los espectros?

    Mientras tanto, veían a Michelle festejar con sus compañeros y hacerles señas a ellos dos, de que luego los vería. Ambos correspondieron el saludo, sabiendo que su amiga había ingresado al equipo como cazadora.

    —Realmente no lo sé —respondió Lucas—, Alex. Espero que sí, porque no tengo idea de cómo detenerlos si vuelven a aparecer.

    En ese momento pasó Michelle Mercier corriendo con su enrulado cabello rubio al viento y los saludó nuevamente.

    —Michelle se va a cambiar —dijo Alexandra Francis a Lucas—. Ahora viene para ver las pruebas de Ravenclaw. Ojalá Bruno entre al equipo.

    A los pocos minutos, Michelle llegó a donde estaban sus amigos. Quienes la felicitaron alegremente. Y Ravenclaw comenzó su prueba.

    —Sinceramente me has sorprendido —comentó Lucas—, Michelle.

    Ella sonrió y agradeció el cumplido. Luego se abrazó con Alexandra.

    Mientras tanto, Bruno voló con gran precisión y fue seleccionado como buscador de Ravenclaw. Si bien el nivel de Quidditch de esa casa, era algo menor al de Gryffindor, era un gran logro.

    Su equipo y luego sus tres amigos lo felicitaron con admiración.

    —Mañana festejaremos en Hogsmeade —propuso Alexandra—. Hoy con Michu, vamos a hacer nuestro primer viaje para conocer a Ravenclaw y Hufflepuff.

    Las niñas estaban emocionadas.

    Mientras volvían hacia la escuela, Lucas y Bruno comentaron que ellos recién viajarían por primera vez, a la semana siguiente.

    Por fin llegó el momento. Segundo año de Gryffindor y Slytherin, ingresaron en la sala multipropósito, guiados por Winky. Ahí ya se encontraba la directora, Sophia Weasley.

    Luego del saludo correspondiente, la directora tomó la palabra. Y no era lo mismo que si hablara una profesora más. Para todos, era una voz muy requerida y escuchada.

    —Les pido sigan al pie de la letra las indicaciones. Presten atención. Cuando lleguemos ahí, podrán ver hacia todos lados, pero no podrán salir de los límites marcados por la sala multipropósito. Me refiero a que realmente no podrían aunque lo intentaran. Cosa que por supuesto, no va a ocurrir.

    Sophia Weasley se quitó el colgante con el giratiempo. Lo llevó hacia una pequeña apertura en una pared y lo colocó ahí, luego de haberlo girado algunas veces. Cerró esa apertura y apuntó con su varita.

    —Helga Hufflepuff —pronunció la directora.

    La sensación era como si estuvieran en un gigantesco elevador. Tardó apenas unos diez segundos y se pudo sentir como si aterrizara. Casi al instante, las paredes y el techo se hicieron transparentes. Aunque se veían los vértices de la sala. Cuando alguno tocaba, podían sentirse las paredes, a pesar de eso, podían oler el aroma del bosque en el que se encontraban.

    De pronto apareció caminando una mujer algo rellena, con cara redonda y una sonrisa. Tenía ojos azules y pelo colorado.

    Cuando Sophia la señalaba con su varita, toda la sala se trasladaba a pocos metros de esa persona.

    —Esta es Helga Hufflepuff —dijo la directora.

    —Helga admitió estudiantes a su casa que no tuvieran miedo a trabajar duro —comentó la profesora Winky—. Mientras los otros fundadores tomaban estudiantes basándose en sus ambiciones, valentía, o inteligencia, Helga Hufflepuff tomó el resto de ellos, tratándolos a todos por igual y enseñándoles todo lo que sabía. Ella trajo gente de diferentes orígenes en conjunto para ayudar en la construcción de la escuela, y era conocida por sus maneras encantadoras. Helga tenía un don con los alimentos, y sus recetas se siguen utilizando como base para las fiestas en Hogwarts. Helga Hufflepuff también dispuso que los elfos domésticos trabajaran en la cocina, dándoles un lugar seguro donde vivir, en el cual no fueran maltratados y abusados. Helga Hufflepuff nació en el siglo diez y vino de los amplios valles de Gales.

    Luego de seguirla por varios minutos, en los que la vieron tratar con personas de diversas índoles y cocinar algunas de sus famosas recetas. Hufflepuff se encontró con una mujer hermosa y austera de aspecto un poco intimidante. Ella era alta, tenía el pelo negro, largo y ojos oscuros, y hablaba con un acento escocés pronunciado.

    La directora comenzó a seguir a esa dama con su varita.

    —Ella es Rowena Ravenclaw —dijo Winky—. Rowena Ravenclaw era una bruja escocesa que vivía en la Edad Media. Destacaba por su inteligencia y creatividad, y es considerada como una de las más grandes brujas de la época. Ravenclaw dominaba todas las ramas básicas de la magia, como la Transfiguración, Encantamientos, Herbología, Pociones y así sucesivamente. Ideó el plan de los pisos en constante cambio del Castillo de Hogwarts. La diadema de Rowena Ravenclaw era un artefacto mágico que estaba hechizado, presumiblemente por la misma Ravenclaw, para aumentar la sabiduría del usuario.

    —Ella era realmente brillante —dijo Sophia Weasley.

    También la siguieron por algo así como media hora. Y vieron el trato con algunos magos. Y que a diferencia de Hufflepuff, era algo más abrumadora en su personalidad.

    Los jóvenes estaban impactados.

    —Nos vamos de vuelta —dijo la directora.

    Y a pesar del murmullo de decepción de los alumnos. El tiempo del giratiempo se había terminado.

    Volvieron a sentirse como en un elevador, al momento en que las paredes regresaban a su forma anterior y enseguida se sintieron en casa.

    El primer viaje en el tiempo para Michelle, Alexandra y muchos más, había terminado.
     
  5.  
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    Piscis
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    Título:
    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1504
    Dumbledore
























    Hoy era un día especial, sobre todo para Michelle Mercier y para todos los alumnos de Hogwarts hijos de ambos padres muggles. El día de la excursión a Hogsmeade.

    Hogsmeade es el único pueblo íntegramente mágico que queda en Gran Bretaña. Este pintoresco lugar está lleno de tiendas y lugares donde pasar el tiempo. Durante las vacaciones de verano, hay velas colgando de los árboles. Hogwarts está en el otro lado del lago, y cada 1 de septiembre el Expreso Hogwarts se detiene en la parada de Hogsmeade. De acuerdo con la tradición, Hogsmeade fue fundada al mismo tiempo que Hogwarts, por Hengist de Woodcroft.

    Los alumnos fueron hacia el pueblo. Y al ir caminando, se iban dividiendo en pequeños grupos.

    Como era de esperar, los cuatro amigos, se juntaron casi por instinto.

    Al pasar, se cruzaban con varios de sus compañeros.

    Gabriel Boiti. Un niño alto, delgado, rubio y con muchas pecas. Y Mike Bird, un niño algo relleno. Ambos de Hufflepuff, saludaron primero a Lucas y luego a los tres amigos de este. Para luego adelantarse a paso algo más veloz.

    También pasó Michaela Crease, una niña de Gryffindor, de piel trigueña y pelo castaño claro. Que iba hundida en su mente y saludó a sus compañeras especialmente, y posteriormente a Lucas y a Bruno.

    —Hola —saludaron los cuatro amigos al unísono—. Alexandra y Michelle se llevaban muy bien con esa joven y le dijeron que luego vaya con ellos a “Las Tres Escobas”. A lo que la niña accedió alegremente.

    —Han sabido algo de —Lucas dudó un poco al preguntar—…

    —No hemos visto a nadie —respondió Alexandra—, comprendiendo que Lucas se refería a la liga.

    —Hola Lucas —saludó cordialmente Joanne Collage, quien pasó con otras dos niñas de Slytherin, que no se acoplaron al saludo—, hola chicos.

    —Hola Joanne —respondió el joven Lunagan, aunque algo sorprendido—, ¿cómo estás?

    —Bien, gracias. ¿Y tú?

    —Muy bien —contestó Lucas.

    —Nos vemos —se despidió la niña prodigio.

    —Adiós —saludaron Lucas y sus tres amigos a la vez.

    Luego Joanne se fue conversando con sus dos compañeras.

    —¿Me perdí de algo? —Preguntó Bruno sorprendido.

    —¿Eres amigo de Joanne Collage? —Consultó Alexandra, con un tono de no demasiado agrado.

    Lucas les describió lo que ocurrió el día que fue a buscar la escoba para ir al castillo.

    —Ella no parece ser como su hermano —se defendió Lucas—. De hecho, lo desautorizó en cierta forma, al saludarme de esa manera. No veo por qué debería ser despectivo con Joanne.

    —No Lucas —intercedió Michelle—. No creo que Bruno o Alex hayan querido decir algo así. Solo se sorprendieron. Y yo también, claro. Pero concuerdo en que nunca nos hizo nada, como para mirarla con mala cara.

    —Genial —dijo Lucas intentando terminar bien esa conversación, especialmente con Alexandra—. Igualmente ustedes son mis mejores amigos de toda la escuela.

    El grupo sonrió.

    —No necesitabas ponerte cursi —expresó Bruno.

    Las risas aumentaron.

    —Hey —saludó Michael White, un niño moreno; así como Rachel Bellemare, una joven rubia de cabello largo y lacio—. Ambos de Ravenclaw.

    —¿Cómo le va al grupo de inadaptados de Hogwarts —volvió a preguntar White, con tonada alegre.

    Todos los saludaron con simpatía. Tenían una buena relación con ambos jóvenes.

    —¿Por qué “grupo de inadaptados”? —Preguntó Bruno, quien era de su misma casa.

    —Porque históricamente, los mejores amigos, suelen hacerse en la misma casa. Al menos en general, a no ser que se conozcan desde antes de entrar a la escuela. Pero ustedes, desde que empezaron en Hogwarts, son claramente mejores amigos, y son de tres casas distintas. No es que esté mal, claro, solo eso, que parecen un grupo de inadaptados.

    Los cuatro jóvenes sonrieron entre sí. Sabían que era cierto.

    —Pues la verdad es que me encanta el nombre —dijo Alexandra.

    —Hogwarts y el grupo de inadaptados —agregó Michelle—. Puedes hacer una película con tu filmágica, Bruno. Con ese título.

    —Nos vemos luego en “Las Tres Escobas” —saludó Michael.

    Al primer lugar que fueron los “inadaptados”, fue a Honeydukes, la tienda de caramelos.

    También pasaron por Dervish y Banges. Reparan y venden instrumentos mágicos. Estuvieron un buen rato ahí.

    Los negocios suelen pasarse de generación en generación.

    Pasaron por Madame Tudipié, una tienda de té muy visitada por parejas. Además, por la oficina de correos. En la que pudieron observar una gran cantidad de lechuzas.

    Alexandra y Michelle insistieron para quedarse bastante en la tienda de artículos de broma y decidieron ir a ver “La casa de los gritos”, la cual está más separada del resto del pueblo.

    —Es considerada la casa más embrujada de Gran Bretaña —empezó Bruno con su explicación—. Recibe su nombre por los horripilantes gritos y sonidos que procedían del interior hace setenta años. La Casa quedó en silencio hace muchos años, pero su reputación se mantiene. Las ventanas siguen completamente cerradas, al igual que las puertas. Los fantasmas de Hogwarts evitan el lugar, pues dicen que ahí "viven" unos fantasmas muy horribles.

    El resto del grupo lo escuchó con atención.

    —Wow —dijo Michelle con admiración—, Bruno. Realmente estás muy informado.

    El joven se sonrojó. Y se hizo un silencio algo extraño.

    —¿Vamos a Las Tres Escobas? —Preguntó Alexandra cortando la situación.

    Asintieron al unísono y emprendieron la caminata.

    Al llegar, se sentaron en la única mesa que quedaba libre.

    Bruno tomó un té remoto; Lucas pidió hidromiel caliente; y Alexandra y Michelle, cerveza de mantequilla.

    Conversaron por algo más de media hora y vieron que llegaba Michaela Crease, que se unió a la reunión.

    Pocos minutos después, entraron Joanne Collage y una de sus amigas de Slytherin buscando una mesa vacía que no había.

    —¿Podemos sentarnos con ustedes? —Preguntó la joven de cabello castaño.

    —Claro —contestó Lucas—, mirando a sus compañeros de mesa y viendo que había extrañeza en sus miradas, pero no desaprobación.

    La otra niña no hablaba, pero se sentó con ellos también.

    Se volvió a generar un silencio extraño.

    —Ya están todas las casas en esta mesa —comentó Michelle sonriendo para romper el hielo—. Y surtió efecto.

    Después de que todos los jóvenes tuvieron su bebida, brindaron alegremente. En ese momento entraron Michael White y Rachel Bellemare, quienes se unieron a la mesa. La que ya apretujaba a sus integrantes.

    Estuvieron conversando alegremente hasta que llegó la hora de la reunión con la profesora Daiana Light. Para luego emprender el regreso. Ahí volvieron a quedar los cuatro “inadaptados” solos.

    —¿Les dije qué mañana veremos a Dumbledore? —Preguntó Bruno.

    —Escuché que Lucas se lo decía a Michael y a Joanne Collage —dijo Alexandra.

    —Es cierto —respondió el joven Lunagan—. Estoy ansioso. Esta vez nos toca a Hufflepuff y Ravenclaw.

    Ya casi entraban a Hogwarts.

    —¿Qué opinan de Joanne y su amiga? —consultó Alexandra.

    —Pues creo que es preferible que nos llevemos bien —respondió Michelle—. Ninguna de las dos nos dio motivos para otra cosa. Aunque a la amiga, no le escuché ni el nombre. Pero no parecía mala persona.

    Todos coincidieron. Aunque Alex marcó una leve diferencia.

    —Yo creo que debe ser así. Pero siempre tardo más en darle confianza a la gente. Supongo que sí soy la más inadaptada.

    —No digas eso —respondió Michelle, abrazando a su amiga.

    —Eres irremplazable para nosotros —agregó Lucas, mientras Bruno asentía.

    Alexandra sonrió feliz. Y los cuatro se marcharon para sus respectivas casas.



    Al día siguiente, Hufflepuff y Ravenclaw se dirigieron a la sala multipropósito con la profesora Winky.

    La directora los estaba esperando dentro del lugar.

    Lucas, Bruno y el resto de los alumnos, estaban expectantes.

    —Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore —comenzó la directora a hablar, mientras colocaba el giratiempo en el lugar correspondiente, y hacía los clásicos movimientos con su varita, para que la sala multipropósito, comience el viaje—. En adelante llamado Albus Dumbledore, o solo Dumbledore. Fue para muchos, el mago más grande de todos los tiempos.

    Llegaron a un descampado, en donde se encontraba Dumbledore. Era muy joven.

    A partir de ahí, a la vez que Sophia lo apuntaba con su varita, para seguirlo, la palabra la tomó Winky.

    —Además de su lucha contra Voldemort —comenzó la elfa—, Dumbledore derrotó en un duelo a Grindelwald, poseedor hasta ese momento de la varita de sauco.

    La profesora hablaba, pero los alumnos estaban más absortos en las imágenes.

    Pasaron por duelo contra el nombrado Grindelwald; la lucha en el Ministerio de la magia contra Voldemort; la desaparición junto con su fénix, cuando quisieron encarcelarlo en Hogwarts, por la participación de Dolores Umbridge; y varias de sus aventuras, sobre todo de su juventud.

    —Fue el fundador de la orden del fénix —seguía intentando explicar Winky—. Nombrando las amistades que tuvo y los numerosos premios que había obtenido.

    Los alumnos estallaron en aplausos, luego de que la directora los hiciera regresar a la actualidad.

    —¡Es increíble! —señalaba Bruno a su amigo Lucas.

    —Realmente había escuchado de él —respondió Lucas—. Pero verlo es impresionante. Nunca creí que pudieran hacerse cosas semejantes.

    Ambos amigos, como el resto de los alumnos, salieron extasiados de la clase. Y así finalizaron otro interesante día en la maravillosa Hogwarts.
     
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    Derrocamiento























    7 de diciembre. Un día más cerca de la noche buena, y del receso festivo en Hogwarts.

    Un día normal.

    Todos lo tomaban como un día común en la maravillosa Hogwarts.

    Los cuatro amigos fueron a visitar a Kana, como muchas otras veces. Michael White hablaba con Rachel Bellemare, como solía pasar. Mike Bird y Gabriel Boiti hablaban de Quidditch, al igual que en innumerables ocasiones. Joanne Collage y algunas de sus amigas, nombraban en su conversación al grupo de “inadaptados” de Hogwarts, mientras se cruzaban con algunos de los fantasmas del colegio, como cualquier otro día. Colin Collage y uno de sus amigos, Nicholas Nieche, conversaban también sobre ese grupo de “inadaptados”, aunque con términos más despectivos; algo que ya era común en esos alumnos de Slytherin, que seguían buscando revancha contra los cuatro amigos. Y particularmente, Colin odiaba que a su hermana le caigan bien.

    Un día normal.

    O eso creían…




    En la casa de Kana, los cuatro amigos bebían con ella y Cindy Milk, unas deliciosas cervezas de mantequilla. A excepción de Michelle, que estaba encantada con el té remoto.

    —Estuve hablando con Joanne Collage y su amiga —comentó Michelle—, la que no sé realmente como se llama. Pero al parecer es una buena persona. Y creo que la amiga de Lucas —dijo sonriendo y bromeando a su amigo Lunagan—, también lo es.

    —¿Qué estás diciendo? —Preguntó Lucas algo ruborizado.

    El grupo se reía. Cindy exageró en sus carcajadas y derramó sin quererlo, su vaso de cerveza sobre la mesa. Y también sobre la ropa de Kana. Lo que causó más risotadas.

    Alexandra parecía no estar muy atenta a lo que pasaba ni a lo que contaba su amiga.

    “¿Por qué me molesta?”

    Pensaba la impetuosa y bonita joven.

    Michelle pareció notar ese gesto y cambió el tono en lo que estaba relatando.

    —En síntesis. Estaba agradecida la amiga de Joanne Collage, porque la tratamos como a una más en “Las Tres Escobas”. Ellas sabían lo que había pasado conmigo y algunos de sus compañeros y por eso remarcaban más nuestra cordialidad. Al margen, claro, que ninguna de ellas fue partícipe de ese hecho.

    Todos asintieron.

    —Michael White —contó Bruno sonriendo—, también me dijo que tanto él como Rachel, la habían pasado bien ese día. Y que solo nosotros podíamos “armar” una mesa así de variada.

    —El que no parece muy contento con que Joanne se relacione con nosotros —dijo Alexandra—, es su hermano Colin. Lo siento por Joanne, que parece buena persona, pero si vuelve a molestar a Michu o a cualquiera, le voy a dar un escarmiento, que le va a durar el recuerdo para toda su miserable vida.

    —Por supuesto —agregó Bruno con convicción—, ante la mirada de aprobación de sus compañeros.

    —Bien dicho —se sumó Cindy, quien era muy alegre— y propuso un brindis, que todos aceptaron con una sonrisa.

    —Me gusta ver la cara de los hijos de muggles cuando vienen a Hogwarts —dijo Kana.

    —¿Qué sentiste Michelle, cuando te enteraste de que eras una bruja y cuando viste la escuela por primera vez?

    —Fue como un sueño. Todavía recuerdo cuando vino Albus a casa. Mis padres pensaban que era un loco —sonreía Michelle mientras hablaba. Como si visualizara ese recuerdo—. Y cuando llegué a Hogwarts quedé impactada. De cualquier forma puedo decir que tuve más temor cuando subí al tren. No sabía nada de lo que debía hacer…

    Hizo una breve pausa en el relato.

    —Ahí llegué yo —se sumó Lucas—. Luego Bruno y después Alex, que venía discutiendo con ese torpe de Colin Collage.

    Rieron al unísono.

    —En fin —continuó Michelle—. El haber conocido a estos chicos en el tren, me facilitó mucho la adaptación.

    La joven estaba emocionada mientras hablaba, y Kana hizo un gesto hacia Cindy para que no la interrumpa.

    —Por si no se los dije, los quiero mucho a los tres y no sé que haría sin ustedes.

    La joven lagrimeó un poco al hablar. Bruno le sonrió dulcemente y le dio un pañuelo. Alexandra la abrazó. Y Lucas le dijo que el sentimiento era compartido.

    —Las lágrimas son más fuertes que la risa —dijo la guardabosques—, niños. La risa viene cuando están alegres. En cambio las lágrimas tienen el poder de aparecer ante grandes tristezas, tanto como en los momentos de mucha alegría.

    De pronto, un patronus llegó al hogar de Kana. Un dragón Antipodean Opaleye, que todos sabían que era de Albus Severus. Le habló a la enana.

    —Kana, hay más espectros. Atacan el Ministerio y seguramente pronto llegarán a Hogwarts. Encárgate de que los cuatro niños encuentren a Sophi. Cuídate mucho. No puedo salir del Ministerio para ayudarlos.

    Los corazones de todos los presentes parecieron detenerse. La emoción y las risas, cedieron terreno ante el nerviosismo. Y quizás, también temor.

    Había que actuar rápido y Kana lo hizo.

    —Ni una palabra —dijo—. Vamos con la directora.

    Los cuatro amigos y Cindy Milk, fueron con la enana a buscar a Sophia Weasley.

    Al entrar al despacho de la misma, se encontraron con una sorpresa.

    —No puedes hacer esto —decía Sophia a uno de los dos hombres que se encontraban con ella.

    Rápidamente se dieron cuenta que al hombre que no le estaban hablando, era el subdirector y jefe de la casa Gryffindor. Neville Longbottom.

    El otro hombre era ya mayor, aunque parecía estar en forma. Tenía unos ochenta y cinco años de edad. Anteojos pequeños y redondos y…

    —¡Por Dios! —Exclamó Lucas.

    Michelle puso cara de no entender lo que sucedía.

    —Es el padre de Albus Severus —le comentó Bruno con voz de admiración—, Michu. ¡Es Harry Potter!

    Harry giró la cabeza y observó a los niños. Al tiempo en que los cuatro jóvenes se emocionaban. Y les habló con una sonrisa perspicaz.

    —Veo que todavía hay gente que me reconoce. Me han hablado mucho de ustedes. Tú eres Michelle —dijo acariciando la cabeza de la niña—, sé que vuelas muy bien. Albus me contó todo. Y tú debes ser Lucas —comentó mirando a los ojos al joven Lunagan—, eres un muy buen mago. Por supuesto, tú eres Bruno Callahan, el mejor alumno en Pociones. Y tú Alexandra Francis, la capitana del equipo que ganó la competencia de magia, junto con Michelle, para Gryffindor.

    —Ya sabemos que estás lúcido —dijo Sophia—. Pero deberías dejarnos esto a nosotros. Tú ya hiciste suficiente durante toda tu vida.

    —Lo siento —respondió Harry—, Sophi. El resto de la liga está en el Ministerio de la Magia. Ya sé que estoy retirado. Pero yo voy a pelear por Hogwarts.

    Sophia vio que no estaba logrando su cometido.

    —Kana dile algo —insistió la directora.

    —¿Qué puedo hacer? Es Harry Potter.

    —¡Cuando se entere mi abuela de lo que estás haciendo! —Exclamó Sophia—, vas a recibir un buen reto.

    —Sí —respondió Harry sonriendo y haciendo un gesto de resignación—. Hermione fue la persona que más veces me ha retado en la vida. Una grandiosa amiga. Claro, no cuento a mis tíos porque ellos lo hicieron en forma constante y sin razón hasta que dejé de vivir con ellos.

    Neville fue a organizar la resistencia junto a los demás profesores.

    —Niños —dijo Sophia—. Ustedes saben la historia de la piedra amatista. Ninguno de nosotros, incluyendo a Harry, sabemos como apareció realmente. La idea inicial, era que yo vaya con ustedes al pasado a ver a Harry y a mis abuelos, Ronald Weasley y Hermione Granger. Para ver si nos pueden ayudar. Es extraño que ninguno recuerde nada, pero no hay otra alternativa.

    —¿Vamos a viajar como en la clase de Historia de la magia en el presente? —Preguntó Bruno.

    —Como les decía —volvió a responder Sophia—. Ese era el plan inicial. Pero me necesitan aquí en Hogwarts. Voy a enviarlos a ustedes. En dos días regresarán automáticamente. ¿Están dispuestos?

    —Por supuesto —respondieron al unísono.

    —Espera —pidió Harry—. Dame diez minutos.

    Antes de que pudieran hacer nada, Harry Potter fue a las afueras de Hogwarts. En donde no estaba la protección de los encantamientos, colocadas por los profesores.

    —Mientras vuelve Harry —consultó Sophia—, díganme si tienen alguna duda.

    —No se preocupe —respondió Bruno—, haremos lo mejor posible.

    Los cuatro se miraron a los ojos y luego asintieron.

    En la sala, estaban los cuadros de los directores de Hogwarts. Y Michelle no podía dejar de mirarlos. Lo que generó al menos por unos instantes, una sonrisa en el rostro de la directora y también de Cindy.

    Harry tardó unos veinte minutos. Pero al fin se presentó.

    —Tengo información valiosa antes de que se vayan —dijo Harry—, presten atención, ya que deberán decirnos esto a Hermione, a Ron y a mí yo joven, cuando nos vean. Puede ser útil.

    —¿Cómo la obtuviste? —Preguntó Cindy.

    El grupo hizo silencio.

    —Había varios de esos espectros llegando —empezó el relato el vencedor de Voldemort—. Volé la varita del que venía delante, con expelliarmus. Y luego usé legeremans para entrar en su mente. Tuve que ser rápido porque si me capturaban, no llegaba la información. Y hubiese sido en vano el riesgo.

    —¡¿Hiciste esos hechizos en esos espectros?! —Exclamaron Cindy y Sophia.

    A la vez que los cuatro amigos se miraron con sorpresa y admiración.

    No podían creer que ese hombre. A esa edad, todavía pudiera hacer cosas semejantes. Ellos sabían del poder de los espectros y eso ampliaba aún más la fascinación por la leyenda viviente.

    —No hay mucho tiempo —continuó Harry, quien no disfrutaba de la atención por sus logros—. Estos espectros se formaron por una magia prohibida, hecha por descendientes de mortífagos y admiradores de Voldemort. Son una fusión entre magos y dementores. El primero en crearse es su líder, ya que es un mago con decenas de dementores en un cuerpo. Hay otros cuatro que también son muy poderos. Diría que son los que originaron a los espectros. Todos ellos viven de la absorción de cuerpos físicos. Sean muggles y preferentemente brujas o magos, que les representamos más alimento de energía.

    Luego los cuatro “inadaptados” se despidieron de Harry afectuosamente y se dirigieron con Sophia a la sala multipropósito, para que ella los envíe al pasado.

    Sentían una dicotomía entre el temor y la emoción. Pero ya no había vuelta atrás.
     
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    ¿Dónde y cuando?
























    Dentro de la sala multipropósito, la directora le dio su giratiempo a Michelle.

    —No debes sacártelo —dijo Sophia Weasley—, mientras tú o cualquiera de los otros lo tenga colgado, los cuatro volverán exactamente en dos días. No importa si están juntos o no. Pero si ninguno de ustedes lo tiene puesto, las consecuencias serían terribles. Su existencia sería borrada.

    Michelle asintió, al igual que Lucas, Alexandra y Bruno.

    —Buena suerte —deseó la directora—. Apuntó con su varita al giratiempo y salió de la sala.

    El viaje fue similar a las veces que viajaron para estudiar a algún mago. Con la diferencia de que cuando aterrizaron, la sala multipropósito desapareció por completo. Es decir que no se veían los vértices de la sala.

    Los niños se encontraban respirando el aire puro del jardín de Hogwarts.

    —Tenemos que encontrar a Harry —dijo Bruno—, Ron o Hermione. Pronto.

    —Hogwarts no parece ser tan distinto a como está en nuestro tiempo —reflexionó Lucas.

    —Separémonos de a dos —pidió Alexandra—, nos encontraremos aquí en una hora.

    Michelle y Bruno fueron para Hogwarts. Mientras que Alexandra y Lucas se dirigieron a la casa del guardabosques.




    Posteriormente a la partida de los cuatro amigos, Sophia volvió a la oficina donde estaban Harry y Cindy.

    Apenas entró, vio a Harry sentado y haciéndole un gesto de pedido de disculpas.

    —Lo siento Sophi —dijo Harry—, pero me pareció conveniente que ellos se fueran con esperanza.

    —No te preocupes —respondió ella—, entiendo tus razones. Si los niños vieran a la leyenda viviente abatido, irían en el viaje en el tiempo devastados. Es preferible que no sepan que dependemos mucho de lo que ellos encuentren. Viendo que tú fuiste y lograste tu cometido, pensarán que es posible nuestra victoria.

    Cindy los observaba atónita y en silencio.

    —Cada vez es más claro el porque eres la directora.

    Sophia Weasley sonrió agradecida.

    —Por suerte no tengo que simular más fortaleza —dijo Harry recostándose sobre la silla—. Estoy agotado. Es cierto todo lo que hice recién, pero fue muy duro y por un momento pensé que me atraparían. Ya no tengo energías para luchar.

    —¿Hay algo más que te preocupe? —Consultó la directora ante la expresión de Harry.

    —Es un detalle —respondió Potter—, porque no es un problema inmediato, pero quizás lo sea a futuro. En la mente, si se le puede decir así, de esta criatura, pasó un pensamiento fugaz. “Ella está por venir”. Y le temen. No sé quien es “Ella”. Si es buena, mala, o si es real o no. Pero fue el único temor que pude sentir en ese engendro.

    La cara de Harry Potter denotaba mucha tristeza.

    Sophia y Cindy lo abrazaron con mucho cariño.

    —No te preocupes —dijo Cindy—. Tú ya hiciste demasiado. Incluso esta información que conseguiste, hubiese sido imposible para cualquier otro. Ahora déjanos a nosotros la protección de Hogwarts y del mundo mágico.

    Harry se rindió aliviado y esbozó una sonrisa antes de quedarse dormido en un sillón, en donde lo ayudaron a recostarse.

    Sophia y Cindy se marcharon a la lucha. Los espectros estaban intentando romper los hechizos protectores, que por el momento estaban resistiendo. Y Neville les contó que pedían rendición total e incondicional.

    —Es ridículo —dijo Sophia enardecida—. Como sabríamos si no van a absorber a quien quieran, si nos entregamos. Nos querrán para sumarnos a su ejército, o para usarnos de alimento. No, gracias.

    Los profesores, preceptos y la gran mayoría de los alumnos, se preparaban para el combate.





    Bruno y Michelle ingresaron en Hogwarts. Al mismo tiempo, Alexandra y Lucas golpeaban la puerta en la casa del guardabosques.

    —Seguro que es Hagrid —dijo Lucas.

    —Sí, lo sé.

    La puerta se abrió y apareció un hombre, dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Muy desaliñado. Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos y pies también mantenían esas proporciones.

    De cualquier manera, ambos niños estaban preparados para lo que verían, así que no demostraron sorpresa y trataron de actuar con naturalidad. Después de todo, la idea era no contar a diestra y siniestra el tema del viaje en el tiempo.

    —Buenas tardes —dijo Hagrid algo extrañado.

    Como los niños tenían un uniforme muy similar al de la época, no llamaban la atención.

    —Buenas tardes —respondieron al unísono.

    —Disculpa que te molestemos —dijo Lucas intentando mostrar tranquilidad—. Estamos buscando a Harry, Ron y Hermione ¿Sabes dónde se encuentran?

    —Pues creo que están en clases ¿De qué casa son ustedes?

    —Yo soy de Hufflepuff —respondió Lucas.

    —Y yo de Gryffindor —dijo Alexandra.

    —Los vi temprano ¿No deberían estar en clases?

    —No, no… —respondió Alexandra mientras se iban—. Gracias.

    Michelle y Bruno se cruzaron a varios alumnos. Se sentían observados, pero realmente, al haber tantos alumnos, nadie reparó en que no eran del lugar.

    —Michu —dijo Bruno—. Hay muchas cosas para decir. Pero para no marearlos, debemos tratar de ser muy claros y sintéticos. Si tratamos de decir todo lo que está pasando a la vez, no nos van a entender ni a creer.

    —De acuerdo —respondió Michelle con una sonrisa.

    A la vez que recorrían Hogwarts, conversaban sobre lo que podría estar pasando en su tiempo.

    —¡Qué increíble es Harry Potter! —Comentó Michelle—. Por suerte fue para defender Hogwarts.

    —Es cierto. Él es increíble.

    “Es cierto lo que le respondí a Michu. Pero también que va a ser casi imposible que puedan detener a esos espectros. Pero no quiero desanimarla”.

    —Jóvenes —escucharon que los llamaban.

    Al darse vuelta, vieron a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño.

    —¿Podrían decirme sus nombres —preguntó esta—, curso y casa a la que pertenecen?

    Los niños se miraron y Bruno tomó la palabra.

    —Michu. Ella es la profesora McGonagall. La segunda mejor bruja de Hogwarts, después de Dumbledore, claro.

    —Imagino que pensarán que los halagos —habló Minerva nuevamente—, les evitarían contestarme. Pero no es así.

    —Profesora —pidió Bruno sumado a la mirada suplicante de Michelle—. Es de vida o muerte que nos escuche. Yo soy de segundo año de Hufflepuff y mi amiga del mismo año de Gryffindor.

    —Conozco a todos los alumnos —interrumpió ella—. Y mucho más a los de Gryffindor.

    —Un momento —pidió Michelle, mostrando el colgante con el giratiempo.

    Esto provocó un leve silencio de la subdirectora.

    —Venimos del futuro y necesitamos encontrar a Harry Potter, Ronald Weasley y Hermione Granger. No tenemos mucho tiempo.

    —Sí, claro. No sé de donde sacaron un giratiempo. Pero no me tomen por tonta. El giratiempo no funciona de ese modo.

    —Le juro que es cierto —volvió a hablar Bruno—. No sé como lo hicieron. Pero la directora de nuestra época lo combina con la sala multipropósito.

    Al ver la cara de incredulidad de McGonagall, Bruno le propuso algo.

    —Estamos dispuestos a que nos de veritaserum o que nos extraiga los recuerdos en el pensadero de Dumbledore. Claro, luego tendrán que borrarse los recuerdos, porque esto podría modificar el futuro.

    —Si es cierto lo que dicen —dijo Minerva—, también sería lógico lo que piden. Vengan conmigo a la sala multipropósito. Entenderán que por más convincentes que suenen sus argumentos, tengo que hacerles la prueba.

    Ambos respondieron positivamente.

    Una vez en la sala, la profesora sacó un frasco con la etiqueta veritaserum de un pequeño botiquín.

    Les dio tres gotas a cada uno y comenzó una serie de preguntas.

    Sus nombres y todo lo que los niños habían dicho. Lo respondieron con exactitud. Excepto el año al que habían viajado. No sabían exacto ese dato. Y por ende, en que curso estarían Harry y sus amigos.

    Al salir de la sala, la profesora los hizo esperar unos minutos.

    Y ante su sorpresa, volvió junto a Harry Potter, Ronald Weasley y Hermione Granger.

    —Están en el quinto año —dijo McGonagall—. Tienen que salir de aquí antes de que Umbridge los vea —dijo esto con expresión de desagrado—. Antes de salir, Granger. Debe borrar la última media hora de mi mente y decirme que tuve un mareo. Y otra cosa, lo que me dijeron estos niños es cierto. Así ganarán tiempo.

    —Pero… —Hermione dudaba—.

    —No recuerdo habérselo preguntado —volvió a decir Minerva—, Granger. Haga lo que le digo.

    Hermione borró los recuerdos de esa última media hora e hicieron lo que la subdirectora les dijo.

    Apenas salieron se encontraron con Lucas y Alexandra, quienes no podían ocultar la emoción.

    —Confiamos en la profesora McGonagall —dijo Harry—. Pero queremos saber de que se trata todo esto. Ahora.

    —Esperen —dijo Hermione—. Si es tan importante, mejor vallamos a hablar a la sala multipropósito.

    Todos asintieron y fueron velozmente a la sala.

    El futuro tendría quizás, salvación en el pasado.
     
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    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
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    1324
    Hermione Granger























    Una vez ingresados, los cuatro amigos tenían la no tan fácil misión, de convencer a Harry, Hermione y Ron; de que venían del futuro y necesitaban su ayuda.

    —Me está matando la ansiedad —dijo el joven pelirrojo sonriendo—. Aunque al menos nos sacaron de clase. Y con permiso.

    —¡Ron! —protestó Hermione.

    Bruno casi no podía pensar en el problema que los aquejaba. Estaba admirado y casi incrédulo de estar ahí.

    Alexandra, al ver que Bruno, que era el más elocuente, estaba ensimismado, tomó la palabra.

    —Chicos —dijo la niña de cabello marrón claro y ojos verdes—. Sé que esto va a ser difícil de creer, pero de alguna forma tenemos que comenzar. Nosotros cuatro… venimos del futuro. Alrededor de setenta años. Y necesitamos de su ayuda.

    —Jajaja —rió Ronald Weasley.

    —Esto es un truco de Dolores Umbridge —agregó Harry—. Díganle que no somos tan tontos como ella cree. Es lamentable que ustedes se presten. Aunque supongo que los amenazó con algo.

    —¡No! —Alzó la voz Bruno—. Michu, muéstrale a Hermione lo que llevas colgado.

    Michelle se descubrió el giratiempo y se lo mostró a la bella amiga de Harry.

    —¿Cómo consiguieron esto? —Preguntó la joven de cabello castaño claro ¿Se los dio la profesora McGonagall?

    —Antes que nada —pidió Bruno—. Sepan que una vez solucionado todo esto, tendrán que borrarse la memoria ustedes mismos, o el futuro se vería amenazado. Más o menos desde media hora antes que ahora.

    Hermione Granger hizo un gesto para mostrar que había comprendido.

    —¿Es posible borrar la memoria selectivamente? —Preguntó Ron.

    —Sí —respondió Hermione—. He estado estudiando el tema.

    Luego de sentarse, Michelle continuó con la explicación.

    —Este giratiempo, es el mismo que tú tuviste, Hermione. Me lo dio antes de venir la directora del colegio. Tu nieta. En algún momento McGonagall te lo volverá a dar. Y quedará en tu familia.

    —De alguna manera —se sumó Bruno nuevamente—, la directora combinó el giratiempo con la sala multipropósito. Y como resultado, podemos en la clase de historia de la magia, observar a los magos más famosos de la historia.

    —Como por ejemplo ustedes tres —dijo Lucas.

    —O sea que mi nieta es muy inteligente —dijo Hermione con tono de orgullo y alegría.

    —Brillante —respondió Alexandra.

    Harry, Ron y Hermione seguían dudando. Pero les interesaba escuchar.

    —Por ejemplo —dijo Michelle sonriendo—, Hermione es la ídola de nuestro amigo Bruno.

    El joven se ruborizó.

    —¡Michelle!

    Hermione miró con simpatía. Aunque luego agregó una duda.

    —Si alguien quisiera engañarnos —manifestó la joven—, optaría por agrandar nuestros egos.

    —Dígannos algo que solo nosotros sepamos —pidió Harry Potter.

    —Pues lo del giratiempo solo lo sabían tú y Hermione —comentó Bruno—. Claro, además de Dumbledore.

    —¿Qué es eso del giratiempo? —Preguntó Ron extrañado.

    —En otro momento te cuento —contestó Granger rápidamente—, Ron.

    —Sabemos que el traidor de tus padres no fue tu padrino —dijo Michelle—, Harry. Y que tú y Hermione liberaron a Sirius.

    —Umbridge te hizo escribir con una lapicera para torturas —agregó Alexandra—. Y lo del ejército de Dumbledore.

    Las tres leyendas se miraron un poco más crédulas.

    —También sabemos —dijo Alexandra con cuidado—, con quien se casará en un futuro, cada uno de ustedes. Pero más allá de que luego olvidarán todo, creo no sería un buen momento para que les hablemos de eso. Ya que tenemos dos días para salvar el futuro y eso les quitaría atención.

    Se hizo un breve e incómodo silencio. El que rompió Bruno.

    —Hermione, fuiste fundamental para que se trate mejor a los elfos domésticos. Toda la raza te tiene en un pedestal. Ahh, Lupin es un hombre lobo. Y cuando en primer año, fue el hecho del troll en el baño, no fue que Hermione quiso vencerlo sola; si no que se encontraba en el baño llorando por culpa de Ron y fueron a salvarla. Ahí creció más su amistad.

    —No hay nada más que el suero de la verdad —dijo Lucas—. Pueden darnos unas gotas y preguntar lo que quieran.

    —No queremos ser desconfiados —agregó la joven—. Pero si realmente es cierto de donde vienen. Saben que tenemos que cuidarnos de Umbridge.

    Los cuatro amigos asintieron. Y se prepararon para ver a la mente más brillante de Gryffindor en acción.

    —Necesito …

    La joven pidió el veritaserum.

    Harry y Ron salieron velozmente a conseguir el pedido de su amiga. Mientras ella preparaba una lista de preguntas para los cuatro jóvenes visitantes.

    Mientras la joven se abstraía escribiendo, Bruno se acercó a ella.

    —Disculpa —pidió Callahan de la manera más humilde posible— ¿podrías firmarme un autógrafo? Sé que esto es extraño para ti, pero sería grandioso para mí.

    —Jajaja. Perdona que me ría. Pero es que todo esto es muy extraño.

    Bruno puso su mejor cara.

    Hermione lo miró con ternura y le firmó un autógrafo, luego de pedirle su nombre completo. “Para mi gran amigo Bruno Callahan” ¿Está bien? —Volvió a preguntar la brillante joven.

    —¿Bromeas? —Respondió él— ¡Es maravilloso!

    Bruno se retiró un poco, para que Hermione pueda terminar de escribir las preguntas.

    —Todos te admiramos —confesó Michelle junto con el gesto de los chicos—. Solo que Bruno te puso casi junto a Harry entre los magos más importantes en la historia.

    —¡¿A mí?! —Preguntó riendo Hermione.

    —Te lo decimos ahora —dijo Alexandra—, porque otra cosa que sabemos, es que Ronald Weasley se pone un poco celoso cuando se los nombra primero a Harry y a ti en la lucha contra Vol… el innombrable, como le decían en este tiempo.

    —Sí —comentó Granger con la mirada perdida—, es algo que Ron haría.

    En instantes llegaron Harry y Ron con un pequeño frasco de veritaserum y una sonrisa cada uno.

    —¿De dónde lo sacaron? —Preguntó la joven Granger.

    —No preguntes —respondió Ronald Weasley con gesto de picardía.

    Hermione puso unas gotas en un vaso con agua y se lo dio a Michelle, quien lo tomó de buen agrado.

    La serie de preguntas comenzó y la bonita e inteligente mejor amiga de Harry, fue la encargada de todas ellas.

    —¿Ustedes cuatro son quienes dicen ser?

    —Sí —respondió Michelle.

    —¿Son estudiantes de Hogwarts?

    —Sí.

    —¿Vienen del futuro?

    —Correcto.

    —¿Han hablado alguna vez con Dolores Umbridge?

    —Nunca.

    —¿Realmente necesitan nuestra ayuda para resolver algo en el futuro?

    —Imperiosamente —respondió Michelle.

    —Listo —dijo Hermione…

    Pero Ron se apresuró a preguntar.

    —¿Con quién nos casaremos cada uno de nosotros?

    —Harry con…

    —¡No respondas! —Gritó Hermione antes de que la joven Mercier complete algo de la respuesta—. Ron, ellos confiaron en nosotros. No puedes hacer eso.

    —Está bien —dijo resignado Ron—, está bien. No sé por qué te enfadas tanto.

    —Chicos —pidió Harry a sus dos grandes amigos—. Esto es serio. Ya sabemos que es cierto lo que nos dijeron. Y por lo tanto tienen poco tiempo para recibir nuestra ayuda. Centrémonos en el problema.

    Harry ya empezaba a tener una capacidad de liderazgo que con el tiempo fue desarrollando más y más. Lo que fue crucial para que se convierta en la súper leyenda que todos conocemos.

    Los cuatro amigos relataron los hechos lo mejor posible. Incluso como se fueron de su tiempo, en plena guerra y los sueños que había tenido Lucas previamente. Y que no sabían si sus amigos y profesores de su tiempo, habrían sobrevivido.

    —No se preocupen —dijo Hermione con seguridad—. O sea, no digo que no se preocupen de qué hacer para resolverlo. Me refiero a que si podemos encontrar una solución, servirá para todo. Ya que ustedes van a regresar en el tiempo exactamente al mismo momento en el que se fueron.

    Michelle, Alexandra, Lucas y Bruno; irradiaron felicidad. La búsqueda de las respuestas, comenzaba ahora junto a Ron, Hermione y Harry.



    Mientras tanto, en el futuro. Unas dos horas después de que los cuatro amigos se fueran al pasado, llegó la noticia a Hogwarts. El Ministerio de la Magia había sido tomado por completo. Y toda la fuerza de los espectros, se concentraba en la hermosa escuela de magia.
     
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    Harry Potter
























    Una vez que los cuatro amigos expusieron por completo la situación, comenzaron a intercambiar ideas con Harry, Ron y Hermione.

    —Así que supuestamente —dijo el delgado joven con la cicatriz en la frente—, yo le di una piedra a mi hijo…

    —Lo que no me queda claro —agregó Hermione Granger—, es el hecho de que tú mismo te hayas mandado una carta, sin recordarlo.

    —Gilderoy Lockhart —manifestó Ronald Weasley.

    —¡Ron —exclamó Harry—, eres un genio!

    Ron puso su mejor expresión de ego crecido y felicidad.

    —Por supuesto —respondió Ron— ¿Ahora lo descubres?

    Los cuatro amigos se sentían algo cohibidos de opinar.

    —Si tienen alguna idea —dijo Hermione—, díganla. Todo puede servir.

    Bruno se sintió renacer. Y luego de pararse, comenzó a hablar. Y a ser el Bruno de siempre.

    —Lo que habría que comprender —expresó el joven Callahan claramente—, es por qué Harry se enviaría un mensaje a sí mismo.

    —¿Y por qué se borró eso de la memoria? —Agregó Hermione.

    —Es demasiado complicado —dijo Ron con resignación.

    —¿No sería mejor qué dejemos eso para otro momento? —opinó Alexandra.

    —Coincido —dijo Harry—. No digo que no me de curiosidad, pero ya se verá. Ahora tenemos una carrera contra el tiempo. Y cosas difíciles que resolver.

    El grupo asintió.

    —¿Pero cómo puede Harry mandarle esa piedra a Harry grande, sin que nunca haya pensado siquiera en eso? —Se preguntaba Ron en voz alta.

    Hermione puso su mano derecha sobre su propia mejilla.

    —Yo tampoco lo entiendo bien —respondió Granger— ¿Nunca has pensado nada así, Harry?

    Todas las miradas se posaron nuevamente en el joven de lentes.





    Tan pronto se marcharon los cuatro amigos al pasado, el líder de los espectros, solicitó la presencia de Harry. Quien aceptó. Al pararse a unos metros de distancia, aunque dentro de la protección mágica de Hogwarts, el espectro líder le transmitió directamente a la mente del mago.

    Harry observó que este era algo más grande que los demás. Y podía sentir que también era mucho más poderoso.

    —No mueran en vano —le comunicó el líder—. Si son absorbidos, su personalidad no morirá del todo.

    —No —respondió Harry, también con telepatía—. No somos su alimento.

    —Necesitamos su energía para enfrentarla —volvió a comunicarse el espectro.

    —¿Enfrentarla? ¿A quién?

    —A ella.

    —¿Quién es “ella”?

    Harry estaba confundido.

    —Es el Apocalipsis —respondió—. Pero ahora el poder somos nosotros. Y no vamos a perder el tiempo explicándole a nuestro alimento.

    —¡Púdrete! —Dijo Harry con ímpetu—. Voy a luchar por Hogwarts y el mundo mágico hasta mi muerte.

    Y se marchó hacia el interior del colegio.




    En el pasado, Harry explicaba algunas cosas sobre las piedras amatista.

    —Algunas veces he pensado en algo así —dijo el joven Potter—. Pero nunca concreté ninguna idea. Hermione me explicó sobre las propiedades de algunas runas y sobre algunas piedras. Y luego hice algunos pequeños estudios, que me dejaron la idea de que la piedra de amatista, sería la mejor opción. Pero hasta ahí llegué.

    —Dime la bibliografía que usaste —pidió Hermione—, Harry. Quizás podamos ver algo más.

    —Sí —respondió Potter—. Yo iré a buscar las piedras que había guardado y nunca llegué a utilizar. Es que siempre tenemos otras cosas para resolver.

    Harry, Ron y Hermione se miraron asintiendo.

    Ron, Bruno y Alexandra, se quedaron esperando a que Hermione vuelva con los libros que recomendó Harry Potter. Mientras el joven de la cicatriz, fue con Michelle y Lucas a la entrada del bosque, donde Harry había dejado ocultas esas pequeñas piedras.



    En Hogwarts, un Harry muy mayor y la directora, nieta de Ron y Hermione, resistían el ataque de los espectros. Pero la situación empeoraba.

    Los atacantes habían penetrado las defensas y entraron en un combate desigual con los profesores y muchos de los alumnos.

    —Sophia —dijo Harry jadeando y agotado—. Deberás disculparme.

    Harry se sentó en el suelo, detrás de una pared. Del otro lado, se acercaban un grupo numeroso de espectros.

    —Ya no tengo energías —continuó Potter apesadumbrado—. No puedo proteger más a mi hogar. Lo dejo en tus manos.

    Sophia Weasley contenía las lágrimas. El resto de los profesores había muerto o habían sido absorbidos. Al igual que muchos alumnos. El resto de los estudiantes, estaba huyendo guiados por Kana, mientras Harry y la directora los cubrían.

    De pronto cuatro espectros rodearon a la leyenda y a Sophia Weasley.

    —¡Especto patronum! —gritaron dos niñas y empujaron a los espectros varios metros.

    Una pantera negra era el patronus de Joanne y un camello el de su amiga.

    La niña prodigio y su mejor amiga, habían socorrido a la directora y a la leyenda viviente.

    Harry las observó y miró a la directora con una sonrisa débil.

    —Ellas pertenecen a Slytherin —dijo Sophia.

    —Estoy contento porque veo un cambio de era —dijo Harry.

    Pero al instante, un rayo sombrío lanzado por uno de los espectros, impactó por unos segundos en la amiga de Joanne Collage.

    —Avada Kedavra —lanzó Joanne el hechizo prohibido contra el enemigo.

    Pero nada ocurrió. La joven fue absorbida por el espectro.

    —¡No Regina! —Gritó Joanne.

    Un grupo grande de espectros con varita en mano, rodeó a Harry, Sophia y a Joanne…





    Hermione Granger volvió con cuatro grandes libros.

    —¡¿Todo eso es lo que estudió Harry?! —Preguntó Ron entre incrédulo e indignado.

    —No —respondió la inteligente joven—. Harry vio solo dos. Pero con los datos que nos trajeron ellos, pude deducir que estos otros libros van a ser necesarios. Vamos a ganar en tiempo y precisión.

    Hermione le entregó un libro a cada uno y los cuatro se sentaron a investigar.

    Mientras tanto, Harry fue con Lucas y Michelle hasta un árbol.

    En el camino, le contaban a Harry que ellos eran de diferentes casas. Y a este le gustaba escuchar y le intrigaba.

    —Nosotros nos llevamos bien con la mayoría de los Ravenclaw y Hufflepuff —comentaba Harry—. Pero admito que en general, cada uno se relaciona más con los miembros de su propia casa. Quizás Luna sea mi mejor amiga fuera de Gryffindor.

    —Luna Lovegood —dijo Lucas.

    —Sí —respondió Harry—. Supongo que también han oído de ella.

    —Y te cuento que Lucas —comentó Michelle sonriendo—, tiene una, o tal vez dos, amigas de Slytherin.

    —¡Hey!

    Harry sonrió alegremente.

    —Me encantaría ver eso alguna vez —dijo Potter anhelante—. Slytherin junto al resto de las casas.

    —Digamos que de a poco —respondió Michelle—. No todos los miembros de Slytherin son iguales, tampoco en nuestra época. Ellas dos admito que me caen bien.

    Y así Michelle y Lucas le contaron de Colin Collage y de los altercados que tuvieron con él y algunos otros.

    —Entiendo —volvió a decir Harry—. Supongo que es una transición difícil. Pero que al menos algunos, superen en parte las diferencias, es un gran avance.

    Los jóvenes asintieron.

    Al llegar hasta el árbol, Harry puso las manos en la tierra y cavó un poco.

    Enseguida encontró una bolsa que dentro tenía una caja. Allí había alrededor de cincuenta piedras amatista.

    —En ustedes veo ese fuego para defender Hogwarts y el mundo mágico —les dijo Harry—, que veo en Hermione, Ron, Sirius y el resto de mis amigos y seres queridos.

    —Pues te aseguro que somos tus admiradores —dijo Michelle.

    —Sentimos decirte eso —agregó Lucas—, porque sabemos que no eres amante de los elogios.

    Harry volvió a sonreír.

    Lucas y Michelle, miraban a la leyenda viviente, con gran admiración.

    Harry para esos momentos, ya había hecho una metamorfosis en su personalidad. El niño que sobrevivió, ya era un líder. Un querido líder.
     
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    1167
    Aprendizaje























    Cuando Harry, Michelle y Lucas; regresaron a la sala, los demás estaban ensimismados con los libros que había traído Hermione.

    —Se está haciendo tarde —dijo Hermione—. Es peligroso que ustedes vuelvan a salir de la sala. Les traeremos alimentos.

    Los cuatro amigos asintieron y agradecieron. En ese momento se dieron cuenta de que no habían comido ni tomado nada, desde que llegaron.

    Harry, Ron y Hermione se marcharon con esa premisa. Dejando al “grupo de inadaptados”, por primera vez solos, desde que llegaron al pasado.

    —¡No puedo creer que estemos con ellos! —Dijo Bruno un tanto exaltado.

    —Si no fuera por la responsabilidad que tenemos —respondió Alexandra—, estaría más emocionada aún.

    Los dichos de Alexandra Francis aplacaron las emociones. Notaban un cansancio extremo.

    Rápidamente llegó el trío de Gryffindor, con bebidas y alimentos.

    —Antes de comer —sugirió Hermione Granger—, les pido que salgan un momento de la sala.

    Todos hicieron caso.

    Hermione cerró la puerta.

    Esperó un minuto y la abrió nuevamente, ante la mirada de los demás.

    —Ahora entremos —volvió a pedir la brillante joven.

    Cuando volvieron a ingresar, la sala multipropósito, tenía cuatro camas con sus correspondientes almohadas, frazadas y sábanas, además de una muda de ropa para cada uno; una mesa redonda con siete sillas; y dos baños con duchas incluidas.

    —¡Wow! —Exclamó Michelle—. Es increíble.

    Hermione sonrió.

    —Nos veremos mañana temprano —dijo Harry.

    Todos asintieron.

    Los cuatro amigos pudieron descansar tranquilos.

    A pesar de todo, casi no pudieron hablar antes de dormir. El agotamiento pudo más.

    Por la mañana, Bruno fue el primero en despertar, ducharse y cambiarse.

    El joven volvía a pensar con claridad y se centraba en el problema nuevamente.

    Observó como sus amigos dormían y se sonrió al mirar a Michelle, quien abrazaba a su almohada.

    Casi enseguida, se levantó Alex. Y luego de saludar a su amigo, procedió también a bañarse y cambiarse.

    Cuando terminó, Michelle y Lucas fueron a hacer lo propio. Y Bruno se quedó conversando con la joven Francis.

    —¿No te sientes extraña, Alex?

    —Pues sí —respondió ella—, Bruno. Supongo que esto va a afianzar más nuestros lazos. Aunque ya no hacía falta.

    La joven de pelo marrón claro y ojos verdes, sonrió al decir estas últimas palabras.

    Cuando los amigos estaban listos, vieron abrir la puerta de la sala.

    —Hola chicos —dijo Hermione—. Ron y Harry vendrán en un momento. Les traje algo para desayunar.

    Cuando estaban terminando, llegaron los dos amigos. Y luego de saludarse, continuaron pensando como utilizar las piedras.

    Los siete se sentaron alrededor de la mesa.

    —Empecemos por lo que ya sabemos —pidió Hermione—, así ganaremos tiempo.

    —Pues lo que ya sabemos —tomó Alexandra la palabra—, es lo siguiente: Las piedras son las amatista, la magia a utilizar es el patronus y las piedras estallaron luego de algunos usos.

    —Bien —dijo Hermione.

    —Pues creo yo —observó Bruno—, que deberíamos primero ver por qué las piedras amatista amplían el poder de los patronus.

    —Quizás no sea una ampliación —dijo Harry—, sino una modificación del hechizo.

    —Por lo que estuvimos viendo ayer —respondió Granger—, Harry, son ambas cosas.

    —¿Por qué directamente no lo probamos? —Consultó Michelle.

    Todos se miraron.

    —Me gusta como piensa esta niña —comentó Ron, sonrojando a Michelle.

    El que tomó la primera piedra fue Harry.

    —Observen —pidió el joven de la cicatriz— ¡Expecto patronum!

    La piedra solo se rompió. Y las caras fueron de desilusión.

    Se hicieron unos quince segundos de silencio.

    —Pero si la piedra se rompe —expresó Hermione con alegría—, significa que no es indiferente al hechizo. Algo leí ayer.

    La bonita joven, tomó uno de los libros e hizo gestos a Ron, cuando este iba a decir algo que la interrumpiría.

    Los demás guardaron silencio.

    Luego de unos minutos, Hermione cerró el libro.

    —Lo tengo —dijo ella.

    Pidió que junten todas las piedras amatistas.

    La brillante hechicera, apuntó con su varita a las mismas.

    —Conductus ener aeternus.

    Una brillante luz cubrió las piedras. Como si las bañara, como el mar a la arena.

    —Ahora entiendo como logré usar esas piedras —dijo Harry riendo—. Hermione es una genia.

    Hermione se sonrió.

    —La idea fue tuya —respondió con modestia Hermione—, Harry. Pero gracias.

    Nuevamente Harry tomó una piedra y lanzó su ciervo.

    El patronus salió algo más luminoso. Como si fuera más nítido. Pero la piedra estalló.

    —Dura menos que en el futuro —dijo Lucas.

    Hubo expresiones de preocupación.

    Posteriormente Lucas se levantó e hizo la misma prueba.

    Un león muy luminoso salió, pero también se quebró la piedra.

    —Está bien —dijo Alexandra—. Ya sabemos que debemos trabajar en la resistencia de las piedras. Pero funciona.

    Las expresiones fueron de optimismo.

    —Quiero probar algo —dijo Hermione.

    Tomó las partes de una de las piedras rotas y apuntó con su varita.

    —Reparo.

    La piedra se arregló.

    Luego ella misma probó el patronus y esta vez no se rompió.

    —¿Cuántas veces se podía usar en su tiempo? —Consultó la joven.

    —Creo que unas cuatro veces —respondió Lucas.

    Hermione lo intentó algunas veces más y luego de cuatro usos, la piedra se quebró.

    —Reparo —volvió a lanzar Hermione.

    Pero esta vez no se arregló.

    —Supongo que por eso el hijo de Harry no la reparó cuando se quebró —dijo Lucas.

    Se hizo la hora del almuerzo y nuevamente, Harry y sus amigos trajeron alimentos para los “invitados”. Se fueron para no pasar por desaparecidos y volvieron unas horas después.

    Mientras tanto, Michelle, Alexandra, Bruno y Lucas, quedaron conversando sobre el tema.

    —Al menos ya tenemos varias piedras como la que tenía Albus Severus —dijo Lucas.

    —Lo que no entiendo es por qué Harry se habría mandado solo una al Harry grande —comentó Bruno.

    —Quizás no pensó que fuera algo que sirva del todo —respondió Michelle—. O que fuera de utilidad real.

    Los cuatro asintieron.

    Decidieron descansar un par de horas, por si iban a trasnochar.

    Luego de levantarse, Alexandra tuvo una idea.

    —Se me ocurrió algo —exclamó la joven.

    El resto la miró con expectativa.

    —¿Qué cosa Alex? —Preguntó Michelle.

    —¿Alguien recuerda exacto el hechizo que utilizó Hermione para modificar las amatistas?

    —Yo sí —dijo Bruno.

    —¿Cómo olvidar algo de Hermione? —Bromeó Michelle.

    Todos rieron.

    —Conductus ener aeternus —dijo Bruno haciéndose el distraído con lo que le decían.

    —Aeternus —repitió Alexandra en voz baja.

    Fue rápidamente a tomar otra de las piedras rotas. Que nunca había sido reparada.

    En ese momento llegaron Harry y sus amigos. Y ante la pregunta, Bruno les dijo que Alex había tenido una idea.

    La joven Francis apuntó a la piedra con su varita.

    —¡Reparo aeternus!

    La piedra se reparó.

    Luego Alexandra probó su patronus con la piedra. Un gato brillante salió.

    Lo hizo diez veces y no se rompió.

    Siguió probando hasta cansarse. Luego la siguieron Lucas, Bruno, Michelle, Ron y Hermione. Cuando por fin se quebró. Duró aproximadamente cien veces. Y claro, tampoco pudo volver a repararse.

    —¡Ahora sí! —Exclamó Harry—. Está listo.

    Los siete se saludaron, abrazaron y felicitaron entre sí.

    ¿Funcionaría? ¿Sería suficiente? No podían saberlo. Pero el aprendizaje, había finalizado.
     
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    Palabras:
    930
    El regreso de los magos























    Entre anécdotas y comentarios, la hora fue pasando y llegó la hora de cenar.

    Al igual que en las otras comidas, los “anfitriones” consiguieron alimentos para los cuatro amigos.

    Antes de despedirse hasta el día siguiente, quedaba un detalle por resolver.

    —¿Cómo van a hacer para borrarse esto de la mente? —Preguntó Bruno.

    —Ya lo arreglamos —respondió Harry—. Primero que nada, cada uno escribirá en un papel con la fecha y la hora. Y ahí escribiremos que debemos hacernos caso cuando entre nosotros nos pidamos borrarnos la memoria. Entonces Hermione le borrará la memoria a Ron, siempre teniendo en cuenta el día y la hora en el que llegaron ustedes.

    Los cuatro amigos escuchaban expectantes.

    —Luego —continuó Harry Potter—, le diremos a Ron que por un motivo importante nos estamos borrando la memoria. Posteriormente, Hermione me la borrará a mí. Y finalmente Ron o yo, haremos lo propio con Hermione, quien solo nos hará ver la nota que nosotros mismos escribimos, para que no hagamos más preguntas.

    —Espero que todo salga bien —dijo Alexandra.

    El trío de Gryffindor se marchó luego de saludar a los jóvenes, que quedaron en la sala multipropósito.

    —Ahora que paramos un poco —dijo Lucas—, me estoy poniendo algo nervioso pensando en mañana.

    Michelle se recostó en su cama con dos almohadas.

    —Aún no puedo creer nada de lo que nos está pasando —comentó Alexandra.

    Los cuatro amigos rieron.

    —Y hasta es extraño estar usando la sala multipropósito como habitación grupal —comentó Bruno.

    —Si no fuera por la situación —comentó Michelle recostada—, sería como si estuviésemos de vacaciones.

    —Quizás hubiese traído la filmágica —dijo Bruno sonriendo—, al tiempo que se acostaba.

    Los jóvenes se quedaron conversando unos pocos minutos, hasta que fueron quedándose dormidos.

    Al día siguiente, fue Lucas el primero en despertar y prepararse.

    “Voy a darme un buen baño, para estar bien lúcido cuando haga falta”.

    El resto se levantó casi al mismo tiempo. Y al igual que Lucas, se prepararon para estar bien para lo que vendría.

    No se hablaba demasiado.

    Vino en buen momento la llegada de Harry, Ron y Hermione.

    —Les trajimos la comida —dijo Ron—.

    —Sabemos como se sienten —comentó Hermione con voz muy suave—. Queríamos decirles que estamos muy orgullosos de haber compartido estos dos días con ustedes.

    Los corazones de los cuatro amigos latían más que en toda su vida.

    —Hermione es la que mejor se expresa de nosotros —declaró Harry—. Pero Ron y yo compartimos lo que ella dice.

    Con ni más ni menos que esas palabras, el ánimo mejoró exponencialmente.

    —Realmente espero que esto sea suficiente para combatir a esos espectros —expresó Lucas.

    —Quisiéramos quedarnos una piedra cada uno —pidió Hermione—, de manera muy amable.

    —Por supuesto —respondió Michelle.

    Los jóvenes seguían conversando de diversas cosas, esperando que se cumplan los dos días, que según Sophia Weasley, debería ser el plazo para que regresen a la época en la que realmente existen.

    En un momento, Hermione separó a Michelle a un costado, sin que nadie notara nada extraño.

    —Dime Michelle —susurró la brillante joven—, si quieres contestarme, claro ¿hay algo entre tú y Bruno? Es que noto algo cuando se miran.

    Michelle se sorprendió. Y cuando iba a responder, notó que el giratiempo tenía una ínfima vibración.

    —¡Chicos, creo que ya volvemos! —Gritó la joven.

    Se saludaron rápidamente con Harry, Ron y Hermione. Y velozmente ellos se separaron, para no correr ningún riesgo.

    —Adiós —dijeron todos al unísono.

    Los jóvenes se sintieron desvanecer por un momento. Lucas tenía las piedras en una bolsa de tela.

    De pronto una leve oscuridad y cuando volvió la luz. Seguían en la sala multipropósito.

    —¿No funcionó? —Preguntó Michelle.

    Se hizo un breve silencio.

    —Sí —respondió Bruno—, Michu. Esta es la sala, pero fíjense que está tal como cuando nos fuimos. Vayamos afuera.

    Efectivamente, cuando salieron velozmente, estaba la directora yéndose de ahí.

    Al escucharlos, se dio vuelta.

    —¿Qué pasó, niños? —Consultó ella con decepción— ¿No ha funcionado?

    —¡Ya hemos regresado! —dijeron.

    Lucas levantó la bolsa con las piedras, mostrándole a la directora. Aunque esta no sabía qué tenía ahí.

    —Trajimos la ayuda —dijo Lucas Lunagan efusivamente.

    Pero cuando la directora se acercaba para ver de qué se trataba. La puerta de la sala volvió a abrirse.

    —¿Qué es lo que ocurre?

    —¿Esto es el futuro Hogwarts?

    Estaban Harry Potter, Hermione Granger y Ronald Weasley. De alrededor de quince años de edad.

    —¿Pero cómo? —Preguntó Alexandra.

    —Creo que al estar cerca de ustedes —respondió Hermione—, fuimos arrastrados a su tiempo. Aunque lo más probable es que en una o dos horas a más tardar, regresemos a nuestro tiempo.

    —¡¿Abuela?! ¿Abue…?

    —¡Nooo! —Gritó Bruno para callar a la directora.

    Esta comprendió y solo se limitó a abrazar a Hermione.

    La joven Granger abrazó a su nieta.

    —Estoy orgullosa —dijo la joven.

    —Y yo más.

    Harry tomó la palabra.

    —Acabemos con los espectros que están en la entrada de mi escuela —dijo la leyenda viviente—. Y luego los acompañaremos hasta el Ministerio de la Magia. Ojalá nos de el tiempo, al menos, para poder entregarles piedras a la resistencia del ministerio.

    —Imposible —dijo Sophia—. Si les ocurre algo aquí, sería desastroso para el futuro. Yo iré.

    —No —dijo Harry—, entiendo lo que dices. No nos arriesgaremos de más. Pero la directora debe quedarse en Hogwarts.

    —Claro, pero…

    Harry volvió a interrumpir a Sophia.

    —No estoy consultándola. Y no tenemos tiempo que perder.

    Lucas le dio unas piedras a la directora. Y ella fue con los siete jóvenes hasta la puerta de Hogwarts.

    La nueva batalla daba comienzo.
     
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    Mientras llegaban a la puerta, llegó Cindy.

    —Harry ya está descansando —dijo Cindy—, Sophia ¿Pero a dónde vas con estos alumnos?

    —No hay tiempo para explicarte mucho ahora —contestó la directora—, prima. Pero te cuento que ella es nuestra abuela, él es Harry Potter y el Ron Weasley. Y no hagas ningún comentario que pueda influir en el pasado.

    Cindy quedó anonadada. A pesar de saber que los cuatro niños iban al pasado en busca de ayuda. No imaginó esto.

    —Toma —volvió a decir la directora—, entregándole una piedra amatista. Ya viste como el tío la usó.

    —Sí —respondió Cindy retomando la compostura.

    —Tratamos de no decir cosas de más —dijo Alexandra—, aunque ellos vayan a borrarse la memoria. Para que no afecten sus actos actuales.

    Cuando llegaron a la puerta, encontraron al profesor Neville Longbottom. Quien estaba presto a combatir.

    —Neville —llamó Sophia entregándole una piedra—. Hay que atacarlos con patronus, pasando el hechizo por esta piedra.

    —¿Neville? —Preguntó Ron.

    —Sí —respondió Sophia—. Es el nieto de Neville Longbottom. Pero no perdamos tiempo ahora.

    Apenas salieron de las defensas de Hogwarts, unos veinte espectros, se lanzaron al ataque.

    Harry fue el primero en acabar con uno. Los patronus salían más poderosos que nunca.

    Hermione terminó con dos al igual que Ron y la directora.

    Bruno con su lobo acabó con otro.

    Harry lanzó su ciervo eliminando a otros cuatro a la vez.

    Neville destruyó a otro.

    Un rayo oscuro iba hacia Michelle, y Bruno, quien no hacía tiempo a volver a su patronus para protegerla, se lanzó con su cuerpo. El impacto lo inmovilizó por unos segundos, pero con tan mala suerte, que otros dos espectros juntos lo atropellaron con su figura. El cuerpo de Bruno dio un salto y calló al suelo.

    ¡No! —Gritó Michelle— ¡Expecto patronum!

    Una tigresa brillante se abalanzó destrozando al enemigo que lanzó el rayo oscuro contra Bruno.

    Los otros dos arremetieron contra la joven.

    Un gato y un león, pertenecientes a Alexandra y a Lucas respectivamente, eliminaron a esos espectros.

    El último fue destruido por el profesor Longbottom.

    Pero había algo grave.

    Bruno no respiraba. Y tanto Michelle como Alexandra lloraban. Y Lucas aguantando las lágrimas se agarraba la cabeza.

    Michelle estaba devastada.

    —¡Bruno, no! —Gritaba la joven Mercier.

    En ese ínterin, llegaban a la puerta, Joanne Collage y su amiga Regina.

    El escenario era muy triste.

    —¡Aún no! —Gritó la joven Mercier.

    Sophia y Cindy intentaron levantar a Michelle que se encontraba apoyada en el cuerpo de Bruno.

    —Anapneo —dijo Michelle apuntando a Bruno con su varita—.

    Nada pasó.

    Por unos segundos.

    —Ahhh… —exclamó el joven Callahan, levantando su espalda del suelo. Una bocanada de aire fresco ingresó por su garganta, hasta sus pulmones.

    Michelle llorando lo abrazó. Mojando a Bruno con sus lágrimas.

    Enseguida Alexandra se sumó.

    —Eres increíble —dijo Alexandra—, amiga. Nunca pensé que tus estudios de magia curativa nos iban a servir de tal manera.

    Lucas se acercó prontamente y se agregó al abrazo.

    —¿Los había preocupado? —Preguntó Bruno Callahan.

    —Claro —respondió Alexandra—. Ya teníamos planificado usar tu filmágica en las próximas vacaciones. No conocemos a otro que tenga una.

    Bruno y sus tres amigos rieron.

    Los demás se emocionaron y Hermione derramó unas lágrimas. Pero no había tiempo que perder.

    —Michelle —pidió Sophia con amabilidad—, pásame el giratiempo. Recuerden que este tipo de viaje en el tiempo sin control es muy peligroso. No volveremos a hacer algo así, bajo ninguna circunstancia. Si a ustedes les hubiese ocurrido algo allí, o a ellos tres les pasara algo en este tiempo, podría generarse una tragedia de magnitudes insospechadas.

    Michelle le pasó el giratiempo a la directora. Y todos comprendieron a Sophia Weasley.

    Como habían acordado, Sophia y Neville se quedaron cuidando Hogwarts. Mientras los demás se dirigieron al Ministerio de la Magia. Un traslador los dejaría cerca del Ministerio. Apenas a dos cuadras.

    Joanne Collage y Regina Blend pidieron ir, pero la directora les dijo que se quedaran. Alguien tenía que ayudarlos si había otro ataque. Lucas le dejó una piedra de amatista a Joanne, explicándole lo del patronus, para que no se quede tan mal con lo de no poder ayudar. Además en el Ministerio había suficientes defensores. El tema era hacer ingresar las piedras y repartirlas.

    Al instante en que se marcharon, las profesoras Soledad Grimm y Daiana Light, y el profesor Raymond Harris, llegaron a la puerta. Junto con algunos alumnos. Mike Bird, Gabriel Goiti, Ángela Crambel, Michaela Crease, Thomas Burdock, Rachel Bellemare, Michael White, Jacob Ferris de segundo año. Y algunos más de los mayores, encabezados por Elena Floyd, una alumna de quinto año de Gryffindor y capitana buscadora en el equipo de Quidditch de la casa.

    Una vez que llegaron del otro lado del traslador, caminaron rápido las tres cuadras que los separaban del ministerio y vieron lo que ocurría.

    Un gigantesco escudo protector rodeaba al ministerio. Afuera había alrededor de quinientos espectros, que lanzaban rayos sombríos al escudo, que parecía flaquear. Y algunos hechizos y patronus salían desde dentro impactando en algunos enemigos.

    —Supongo que si no fuera por la situación —tomó Cindy la palabra—, sería un gran espectáculo.

    Todos asintieron.

    —Por más que tengamos las piedras —dijo Alexandra—, no vamos a poder vencer a todos esos espectros. Debemos tratar de entrar para poder entregar las mismas a Albus Severus y al resto de la liga. Ellos sabrán como distribuir las restantes amatistas. Ya que debemos tener unas treinta para darles. No hay para todos, pero son bastantes.

    —Exacto dijo Lucas.

    Harry sonrió complacido.

    —No nos equivocamos al confiar en ustedes —dijo el joven de la cicatriz más famosa de la historia.

    —Hay que avisar adentro que vamos a intentar llegar —dijo Hermione.

    —Enviaré mi patronus —dijo Cindy.

    La joven lanzó su ardilla brillante que se deslizó sin ser detectada a tiempo por ningún espectro.

    Dentro del ministerio la vieron llegar.

    —Albus Severus —dijo escuetamente la ardilla—. Vamos a entrar con piedras amatista.

    El mensaje fue recibido por Eduard, el hijo de James Sirius, quien rápidamente se lo transmitió a Albus.

    —Debemos ayudarlos a entrar —dijo Albus al resto de la liga—. No sé quien más está además de Cindy. Pero no tenemos más opciones. En cuanto veamos por donde llegan, les ayudaremos a abrirse camino.

    Pertenecientes a la liga, además de Albus, estaba su hija, Emily. También se encontraban Eduard; Laura y Harry, hijos de Lily Luna; John, hermano de Sophia; y Stella, la hermana mayor de Cindy.

    Por supuesto también estaban todos los aurores del ministerio de la magia, el ministro y varios empleados que defendían el lugar.

    —No lo pensemos tanto —dijo Lucas.

    —Exacto —declaró Harry—. Lancemos nuestros patronus y corramos hacia la barrera.

    —Odio cuando dice eso —le comentó Ron a Hermione con gesto de resignación.

    —¡EXPECTO PATRONUM! —Los ocho patronus salieron con violencia arrasando a varios enemigos.

    Los jóvenes corrieron detrás de ellos.

    La agitación era mucha.

    —Ahí está Albus —gritó Cindy mientras corría—. Vayamos para ahí.

    Lucas y Alexandra acabaron con dos espectros que se acercaban al grupo por los costados, mientras corrían desenfrenadamente.

    Por fin llegaron a la brecha que Albus había abierto en el escudo. Y de a uno ingresaron por ella. Una vez que el último ingresó, Albus Severus volvió a cerrarla.

    Los espectros no esperaban eso y perdieron esa primera batalla. Pero la defensa del ministerio estaba cediendo.

    La guerra continuaba. Y todavía no tenía un vencedor.
     
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    Caballero oscuro























    La entrada al Ministerio de la Magia fue muy trajinada.

    Albus se quedó mirando a Harry, Ron y Hermione.

    Cindy se acercó a él disimuladamente y le habló al oído en susurros.

    Sí —dijo Cindy—, los chicos los trajeron del pasado. Son tu padre y mis abuelos. No los confundamos. Solo luchemos a su lado.

    Lucas le entregó las piedras amatista a Albus. Y este se encargó de darle primero a los miembros de la liga y luego a varios de los combatientes. Les explicó como utilizarlas y se dispusieron a dar pelea.

    Harry, Ron y Hermione estaban prestos a la acción, pero fueron interrumpidos por Albus.

    —Lo siento —dijo seriamente Albus—, pero ustedes deben ubicarse en la última línea, junto con Michelle, Alex, Lucas y Bruno.

    —Un momento —exclamó Harry.

    —Lo lamento —volvió a manifestar Albus Potter—. No tienen el derecho de poner en riesgo todo nuestro presente. Entiendo que sienten el deber de luchar. Pero si algo les pasara en este tiempo, las consecuencias podrían ser inimaginables. Deben ser responsables. No bromeo.

    Harry dudó. Pero en el fondo sabía que su hijo tenía razón.

    —Es lógico —expresó Hermione—, Harry.

    —Está bien —confirmó el joven de la cicatriz—. Lo dejamos en sus manos.

    —¿Y nosotros? —preguntó Lucas, con la aprobación de sus tres amigos.

    —Ustedes ya hicieron mucho —dijo Albus con paciencia— ¿Pero qué clase de mago sería si no protegiera a los alumnos de Hogwarts?

    Los niños comprendieron la situación de Albus.

    Cindy se acercó y abrazó a Michelle. Aprovechando para decirle algo al oído.

    —Además ustedes son guardianes del secreto de la liga —dijo Cindy, con cuidado de no ser escuchada—, Michelle.

    Los cuatro amigos fueron a la retaguardia con Harry, Ron y Hermione.

    Justo en ese momento, el escudo mágico que protegía al ministerio, fue destruido.

    Los espectros comenzaron a ingresar en cantidades por doquier. Lanzando rayos sombríos e intentando golpear con su figura a los magos. De cualquiera de las dos maneras, absorbían a los mismos.

    Mientras los magos con piedras amatista, luchaban utilizando sus patronus.

    Cuando algún mago perecía o quedaba imposibilitado para seguir en el combate. Alguno de los que esperaba en la retaguardia, que eran alrededor de setenta en un principio (además de los siete jóvenes), llamaba la piedra con accio y se sumaba a la batalla.

    En medio de los centenares de espectros, se encontraba el líder, que era más oscuro que el resto. Como si fuera un caballero sombrío. Y estaba rodeado por otros tres, casi tan oscuros como él. Estos, sobre todo el líder, podían desviar algunos patronus cuando se les acercaban.

    Era un espectáculo de luces y sombras. Se combatía en todos los sectores del maltratado Ministerio de la Magia.

    —Son muy rápidos —comentó nerviosa Michelle, a sus amigos.

    —Es cierto —respondió Alexandra—. Pero Michu, salvando las distancias, claro, sobre todo con algunos. Recuerda cuando tuvimos la competencia de magia. Al principio era hasta aturdidor el ver tantos hechizos pasando cerca. Y luego entramos en ritmo y nos fue muy bien. Claro, no es lo mismo. Pero esa debe ser nuestra idea si tenemos que combatir.




    Al mismo tiempo, un espectro tan poderoso como los tres que rodeaban al líder, comandaba a una veintena de espectros hacia Hogwarts.



    Albus Severus arrasaba con su dragón antipodean opaleye. John con su rinoceronte, Cindy con su ardilla y Stella con el ornitorrinco.

    Los cuatro amigos observaban con nervios. Mientras el trío de Gryffindor sentía la adrenalina y la impotencia de no poder intervenir.

    Emily, Harry (hijo de Lily Luna), Laura y Eduard; también combatían con bravura. Los miembros de la liga eran los más poderosos magos. Pero también había valentía y capacidad en el resto de los magos y brujas.

    Lucas observó como un espectro “devoró” a una bruja algo mayor y el corazón se estrujó. Realmente odiaba a esos enemigos.

    Algunos magos habían perecido. Pero eran muchos más los espectros que eran destruidos por los patronus.

    Entonces el caballero oscuro y sus guardias más cercanos se sumaron con más ímpetu al combate.

    Los patronus eran desvanecidos por el líder. Y muchos magos y brujas empezaron a caer ante su poder. Los cuatro avanzaban casi sin pausa hacia la retaguardia. Donde les resultaría fácil acabar con los reservistas, ya que no tenían piedras amatista, con excepción de los siete jóvenes.

    Algunos miembros de la liga los atacaron. Pero no tuvieron éxito.

    —¡Deténganse! —Gritó Albus Severus y se plantó entre ellos y la retaguardia, lanzando su dragón brillante. Uno de los tres guardias del líder le lanzó su rayo sombrío. Pero no fue suficiente. El antipodean opaleye resistió el rayo y se abalanzó con fiereza contra el espectro, destruyéndolo.

    —Enfréntame —dijo fríamente el caballero sombrío a Albus.

    Los patronus que eran destruidos, tardaban mucho en poder ser convocados nuevamente por los magos. Emily y Eduard eran ya dos de esos casos.

    Albus comenzó a dirigir su patronus contra el líder. Mientras que Laura, Stella y Cindy; enviaron los suyos por el otro flanco del mismo. Pero ante su sorpresa, el enemigo extendió su mano libre de varita y detuvo los tres patronus.

    El de Albus tuvo un destino peor. Ya que fue atacado con la varita del líder oscuro. Y a pesar de resistir bastante, fue destruido.

    Sin contar a los siete jóvenes, solo quedaban unos treinta magos en la retaguardia.

    Al quedar Albus Severus imposibilitado de convocar a su patronus por varios minutos, quedó indefenso ante estos terribles enemigos. Y uno de los dos guardias oscuros del líder, se abalanzó para embatirlo.

    —¡Expecto patronum!

    Michelle, Alexandra, Bruno y Lucas al unísono.

    Y ante la sorpresa. Grata por cierto. De la resistencia, el feroz enemigo fue aniquilado.

    Sin embargo el líder oscuro fue quien esta vez se lanzó sin contemplaciones para eliminar a Albus.

    —¡Expecto patronum!

    Pero no eran los cuatro amigos.

    El ciervo plateado salió disparado de la varita de Harry.

    El caballero oscuro arrojó un rayo pero el ciervo lo eludió. Luego otro y tuvo el mismo destino. Pero un tercer rayo, antes de que el ciervo haga impacto en el jefe enemigo, chocó contra el patronus.

    Sin embargo, el ciervo resistió y embistió al terrible ser, que fue arrojado muchos metros por el aire.

    —Es el momento —se escuchó.

    —No ahora —rogó Harry Potter.

    Hermione Granger, Ronald Weasley y Harry Potter; comenzaron a desvanecerse.

    —¡Michelle! —Gritó Hermione.

    —Alexandra —dijo Ron.

    —Bruno, Lucas —llamó Harry—. Confiamos en ustedes. Volvemos a nuestro tiempo.

    —Adiós amigos —saludaron los cuatro casi al unísono—. No los defraudaremos.

    —No podemos seguir dependiendo de Albus y el resto —dijo Lucas—. Debemos ayudarlos.

    —Sí —respondió Alexandra con valentía.

    Bruno y Michelle también afirmaron con seguridad.

    Luego de esos hechos, se perdió todo orden en la batalla. Los reservistas que quedaban ya no esperaron y aunque no tenían piedras amatista, se lanzaron al combate.

    Lucas eliminó a uno con su león brillante. Alexandra y Michelle se las arreglaron para rodear entre ambas a tres espectros con su gato y tigresa respectivamente y Bruno destruyó a otro con su imponente lobo.

    Stella y Cindy se combinaron para destruir al último de los “guardias” oscuros.

    Nuevamente los magos estaban torciendo la batalla a su favor. Pero no estaba terminada la batalla. El líder oscuro, ya recuperado del violento ataque del ciervo plateado, volaba más rápido que antes y estaba destruyendo patronus y magos.

    Albus aún no recuperaba su patronus y de la liga solo lo tenían disponible Stella y Cindy. Quienes se prepararon para el combate.

    El espectáculo era desgarrador. El Ministerio de la Magia estaba en ruinas. No había prácticamente cadáveres, porque los espectros absorben para eliminar. Solo alguno que pereció con la caída de algo encima. Pero sí había varios heridos y rastros de lucha en todo el lugar.

    Aún faltaba el desenlace.
     
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    El final de la guerra























    Stella y Cindy se pararon frente al espectro sombrío.

    —¡Expecto patronum! —Dijeron al unísono.

    Los cuatro amigos miraban con expectativa. El resto de los defensores del ministerio, tenía sus propios inconvenientes con los demás espectros. Y los demás miembros de la liga, no podían volver aún a convocar sus patronus.

    —Bruno —llamó Alexandra—. Supongo que estás ideando un plan de ataque. El mío puede ser más frontal, pero si tienes uno, seguiremos tus instrucciones.

    Bruno mostró una expresión dubitativa. Pero luego cambió.

    —Sí —respondió Callahan—, Alex. Escúchame un segundo.

    En ese ínterin, Lucas se disponía a sumarse a Stella y Cindy.

    —¡Lucas! —Clamó Alexandra Francis—. No lo hagas. Si fallan, tenemos el plan de Bruno y tú no puedes faltar.

    El joven logró frenar su ímpetu y se acercó, junto con Michelle, a sus otros amigos.

    Mientras tanto, el ornitorrinco de Stella era destruido por el líder sombrío.

    —Antes que nada —dijo Lucas—, Bruno, ¿entiendes qué somos menos poderosos que los magos que están combatiendo ahora?

    —Comprendo lo que dices a nivel experiencia —respondió Bruno Callahan—, amigo. Pero tú no te has visto en la competencia de magia. Aunque creo que soy menos hábil que mis tres brillantes amigos con la varita. Yo voy a ser el estratega de Ravenclaw a partir de este año. Te lo aseguro. Pero ahora voy a tener el honor de dirigir al equipo que más quiero y admiro. No nos arrepintamos nunca de esto.

    Bruno les dio el plan de batalla en pocos segundos.

    —Lo siento pero no hay tiempo de hacer algo más elaborado —dijo Bruno—. Yo voy a corregir los detalles que nos puedan faltar pulir.

    —¡Sí! —Gritaron al unísono.

    —Aunque ninguno de nosotros cree que seas menos con la varita —dijo Lucas—, Bruno.

    —Yo dirijo, yo hablo.

    Todos sonrieron levemente.

    Cindy luchaba valientemente, pero sola no podía contra ese poderoso ser.

    Un rayo oscuro terminó por eliminar a su escurridiza ardilla. Y la joven quedó a merced de su enemigo.

    —Cindy —llamó Bruno—, ponte detrás de nosotros.

    La joven hizo caso.

    —Ahora —dijo Bruno.

    —¡Expecto patronum! —Convocaron a la vez los cuatro amigos.

    El caballero oscuro, se encontraba a unos cuatro metros de altura y a unos metros más de distancia.

    El león de Lucas atacó por el flanco derecho. Y fue el primero en tener que eludir un rayo sombrío.

    Del flanco izquierdo iban el gato de Alexandra y apenas detrás, la tigresa de Michelle.

    Ninguno iba en línea recta para poder esquivar los ataques.

    Otro rayo sombrío fue dirigido a los patronus de las niñas. Pero ambas lograron esquivarlo.

    Y el lobo de Bruno iba un poco más atrás de los de las chicas, manteniendo una distancia para poder esquivar con algo de margen.

    El líder oscuro lanzaba cada vez más rápido. Y las chances de golpear con sus rayos, se incrementaba a medida que estos se le acercaban.

    Casi en el final. El lobo pasó al centro del ataque sin zigzaguear para ir más rápido, exponiéndose a un rayo directo. Para alcanzar a los demás y llegar al mismo tiempo.

    El caballero oscuro tuvo que elegir a cuál de los cuatro golpear, ya que estaban todos muy cerca y no podría embestir a más de uno.

    Y su lógica hizo que el destruido fuera el lobo. Los otros tres golpearon casi al mismo tiempo al poderoso ser.

    El espectro líder fue arrojado con gran potencia hacia el suelo. Y los tres patronus tomaron un nuevo envión para liquidarlo.

    Tirado como estaba, el espectro alzó su varita para impedir que los tres patronus lo destruyan.

    Sin embargo, el dragón antipodean opaleye de Albus y el rinoceronte de John, que justo a tiempo pudieron volver a convocar sus patronus, se sumaron al ataque. El rayo oscuro fue resistido por el dragón, que se puso delante. Y todos juntos aplastaron al temible rival.

    Una explosión se produjo, que llamó la atención del resto de los combatientes.

    La destrucción del líder, llevó al vuelco definitivo de la batalla.

    Los cuatro amigos quedaron sentados con un agotamiento extremo. Pero pudieron observar como el resto de los espectros, era destruido por la resistencia.

    Al finalizar el combate, Cindy fue la primera en abrazar a los cuatro estudiantes. Que también lo hicieron entre sí.

    —Buen plan —dijo Michelle—, Bruno.

    Los cuatro sonreían agotados. No eran necesarias más palabras ni gestos. El grupo de inadaptados de Hogwarts, había sido clave en la batalla. Ellos solo querían descansar.

    Albus Severus luego de hablar con el ministro, fue a abrazar a Michelle y al resto del grupo de inadaptados.

    Los miembros de la liga, sin darse a conocer como tal, claro, fueron con los cuatro amigos hasta Hogwarts.

    Sophia Weasley y Neville Longbottom los recibieron y ahí intercambiaron novedades.

    —Sophia acabó con el espectro más sombrío —dijo Neville ante la sonrisa de la directora.

    —Y entre los profesores y algunos alumnos —agregó Sophia—, en especial Joanne Collage que tenía una piedra amatista, vencimos al resto.

    Albus abrazó a Sophia.

    —¿Te dije qué estaba orgulloso de ti? —Preguntó Albus exultante.

    —Claro —respondió la directora con otra sonrisa—, tío.

    El resto de los miembros de la liga, que ya había felicitado a los cuatro amigos en el camino, saludó a Sophia y a Neville.

    —Niños —dijo Sophia con cariño a los cuatro amigos—. Sé que cumplieron una labor excelente. Pero ahora los quiero descansando. Mañana celebraremos y los quiero sanos. El resto de los alumnos que no estuvo en el combate, volverá mañana a Hogwarts. Y los demás están descansando.

    No hubo ni una mueca de queja.

    Los cuatro amigos se abrazaron y se marcharon a sus respectivas casas.

    Como dijo la brillante directora. Mañana sería otro día.
     
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    Escritor
    Título:
    Hogwarts y el grupo de inadaptados
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    35
     
    Palabras:
    1158
    Hasta siempre























    A la mañana siguiente, Michelle se despertó relativamente temprano, y pudo observar que su amiga, Alexandra, seguía durmiendo.

    La joven decidió no molestarla e ir a darse un baño y cambiarse para estar cómoda para el banquete que seguramente habría al mediodía.

    Recién tomaba dimensión de todo lo que había pasado.

    “Si sucediera nuevamente ¿Sería capaz de hacer lo mismo? Realmente no lo sé”.

    Se preguntó la joven rubia de cabello ondulado y ojos marrones.

    Cuando estuvo lista, pasó a ver a su amiga, la cual se había despertado. Era extraño estar en Hogwarts con nada de alumnos. Aunque ese mismo día volverían todos.

    —Aún no lo puedo creer —dijo Alexandra con una bella sonrisa—, Michu. Ve para el salón, que apenas esté lista iré para ahí. Quizás los chicos ya estén esperándonos.

    Cuando llegó al gran salón, el que estaba ahí era Bruno.

    Sin mediar palabras los jóvenes se acercaron y se dieron un largo abrazo.

    —¿Te dije gracias por salvarme? —Preguntó Bruno.

    —Sí —respondió Michelle radiante—, aunque no tenías que hacerlo. Ni ahora. Tú lo hubieras hecho por mí.

    Se separaron un poco, pero sin dejar de tomarse.

    Ambos sonrieron y luego fueron a sentarse y a conversar de lo sucedido.

    A los pocos minutos llegó Lucas.

    Se saludaron con alegría y el joven Lunagan se sumó a la conversación.

    —Buenos días —dijo Albus Severus.

    —Albus —dijo Michelle y corrió a abrazarlo.

    Lucas y Bruno también lo saludaron afectuosamente.

    —Quería hablar con ustedes —dijo Albus, mientras tomaba una cerveza de mantequilla con Lucas.

    Michelle y Bruno prefirieron un té remoto.

    —¿Qué querías decirnos? —Preguntó Michelle.

    —Primero —respondió Albus—, que la semana que viene tendremos la celebración con todos los miembros de la liga, en casa. Segundo que desde ya que estoy muy orgulloso de ustedes, al igual que los demás miembros. Y ustedes también deben estarlo.

    —¡Buenas! —Saludó Alexandra con alegría.

    —Aquí llegó nuestra otra heroína —dijo Albus.

    Los tres amigos saludaron a Alexandra con efusividad.

    Algunos alumnos que habían combatido, ya habían ido al gran salón, pero no se acercaron por respeto a Albus Severus, que estaba hablando con el grupo de inadaptados.

    Le dijeron a la joven Francis, lo que les había dicho Albus hasta el momento. Y así éste continuó.

    —Ustedes tienen un gran futuro en la magia —dijo Albus—, pero no deben confiarse. Eso sería un error.

    —Por supuesto —dijo Alexandra—, sabemos además que si bien el enemigo era muy fuerte, usamos un solo hechizo. No tuvimos que discernir entre uno u otro. Creo que hablo en nombre de todos, cuando digo que aún no somos nada grandiosos.

    Todos asintieron y Albus Severus Potter sonrió.

    Me alegra que piensen así. Igualmente, tampoco exageren, que es mucho lo que lograron y mostraron mucha valentía. Solo quería estar seguro.

    —Ahora me despido —volvió a hablar el hijo de Harry—. La semana próxima seguramente tendrán noticias mías, quizás por medio de Kana, para la fiesta de la liga. No quiero exponer a Sophia a hablar de eso en la escuela.

    Luego de saludarse, el líder actual de la liga, se marchó.

    Los demás alumnos de segundo año que estuvieron combatiendo, ahora sí se acercaron. Los mayores aún no habían bajado.

    Joanne Collage y su amiga Regina Blend; Mike Bird, Gabriel Goiti, Ángela Crambel, Michaela Crease, Thomas Burdock, Rachel Bellemare, Michael White y Jacob Ferris.

    Los cuatro amigos felicitaron al resto, especialmente a Joanne, que dicen que luchó muy bien. Y claro, todos elogiaron al grupo de inadaptados.

    Kana ingresó a la escuela para buscar a los cuatro amigos.

    —Hay dos personas que quieren saludarlos y que no se van a quedar al banquete —dijo Kana, una vez que los llevó hasta la puerta de su casa.

    Cuando los cuatro ingresaron al hogar de Kana, vieron que una de esas personas, era Harry Potter. El mayor, claro. Y la otra era una dama de la misma edad que la leyenda viviente. Bastante mayor pero con rasgos muy bonitos.

    —Es Hermione Granger —dijo Bruno casi sin respirar.

    —Hola —dijo la dulce mujer—, amigo.

    —¿Pero cómo nos recuerdan? —Preguntó Alexandra.

    —Primero que nada —dijo Harry—, Ron les manda afectuosos saludos. Estaba algo cansado y no pudo venir. De cualquier forma, Ginny está con él. Y nosotros iremos para allí en unos minutos, a comer y charlar un poco.

    Los cuatro amigos escuchaban en silencio.

    —Harry hizo que antes de quitarnos la memoria —continuó Hermione—, guardáramos nuestros recuerdos de estar con ustedes en el pensadero. Y los bloqueó temporalmente hasta hace unos quince años. Desde ese tiempo, cuando vimos los recuerdos de ustedes, que los tenemos en nuestra mente como nuestros amigos. Ya que todo nos volvió a la mente viendo las imágenes.

    Los cuatro amigos abrazaron cariñosamente a Harry y a Hermione.

    —Adiós amigos —dijeron Harry y Hermione al unísono—. Disfruten de su tiempo. Quizás los veamos en la fiesta en la casa de Albus. Pero no prometemos nada.

    Harry y Hermione se tomaron del brazo y desaparecieron. Para ir con como habían dicho, con Ron y Ginny.

    Los jóvenes saludaron a Kana y volvieron al gran salón.

    Cuando los profesores y demás alumnos llegaron, la directora tomó la palabra.

    Pidió un aplauso para los combatientes en general y pidió silenció para entregar unas medallas de oro, que tenían puntos incluidos. Las mismas eran de unos diez o doce centímetros de diámetro y tenían un número en el medio, que representaba un puntaje.

    La directora llamó para que vayan.

    —Regina Blend; Mike Bird, Gabriel Goiti, Ángela Crambel, Michaela Crease, Thomas Burdock, Rachel Bellemare, Michael White y Jacob Ferris de segundo año. Más el grupo de Elena Floyd y varios alumnos mayores. Recibieron cada uno una medalla de oro con ochenta puntos. Joanne Collage obtuvo trescientos puntos.

    Todos, en especial esta última, fueron muy aplaudidos.

    —Por último —dijo Sophia Weasley riendo—, el grupo de inadaptados de Hogwarts. Alexandra Francis, Michelle Mercier, Lucas Lunagan y Bruno Callahan. Mil puntos cada uno.

    La ovación fue muy grande, incluso de muchos de los alumnos de Slytherin. Aunque claro, no de todos.

    El día pasó entre ruidos, risas y comida. Pero los cuatro amigos tuvieron un momento a solas al atardecer.

    —El año va a seguir más tranquilo —dijo Bruno.

    —Pero yo creo que esta vez nos vamos a ver más veces —agregó el joven Lunagan—, también en el verano ¿verdad?

    —No lo dudes —Lucas—, dijo Alexandra. Además, tenemos que usar la filmágica de Bruno.

    Todos rieron con efusividad y alegría.

    —Yo aún no puedo creer lo que estoy viviendo —manifestó Michelle—. Aunque lo mejor son ustedes.

    Los cuatro se abrazaron por última vez antes de entrar de nuevo a la escuela.

    —Mis padres van a estar más contentos por nuestra amistad —dijo Alexandra para finalizar—, que por todo lo demás que hicimos.

    El grupo de inadaptados de Hogwarts ingresó nuevamente a su querida escuela.

    El curso seguiría con aventuras, pero ya no tan imponentes.

    Al menos, por ese año…
     

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