Colección Historias de un viejo orco [World of Warcraft]

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por JoJoBaoh, 2 Agosto 2018.

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    JoJoBaoh

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    Título:
    Historias de un viejo orco [World of Warcraft]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2635
    Historia 1: Tanaris

    Oh… ¿Preguntas por esa espada en la pared? Es cierto, no te he contado la historia de donde salió esto, es un recuerdo de un viejo amigo en nuestra primera travesía en el desierto de Tanaris… De hecho, creo que también fue mi primera aventura con mis amigos, sí, ese viaje fue bastante… impactante…

    Todo empezó cuando tu tío Tyrano junto con nuestro amigo Lexo nos embarcamos en ese desértico lugar, porque supuestamente había una cueva que era una mina de oro, como los tres teníamos la profesión de minería y desde hace mucho tiempo quería abrir mi herrería, pues se nos hizo bastante interesante saber cuánta cantidad de oro nos podría otorgar esa cueva.

    Empacamos lo necesario… bueno lo que un Tauren y un Elfo de Sangre creen necesario, ya sabes… cosas que un Orco no entendería porque… motivos… de Orco.

    Acordamos vernos en La Cima del Trueno, lugar donde tu tío Tyrano nos esperó con una grata sorpresa.

    —¡Chécate esto! — exclamó Tyrano con su característica voz grave, al acercarme más a mi amigo vi que sostenía un mapa.

    Al ver dicho dibujo parecía tener unas vagas pistas acerca de nuestra deseada cueva, aparte de que el trazo parecía ser hecho por un niño, además de que los crayones apoyaron más mí teoría. Me dijo que lo consiguió muy barato… Tres monedas de oro para ser precisos…

    Aquí tengo que recordarte algo hijo… cuando nosotros empezamos, lo máximo que ganábamos en tareas básicas de locales en Los Baldíos del Norte eran escasas monedas de bronce, sin contar lo que vendíamos de lo que sacamos de las bestias… así que tres monedas de oro para mí en ese entonces eran valiosas.

    —¿Estás demente? — pregunté eufórico al arrancarle el mapa de sus manos, aunque mi voz rasposa pareció que se lo tomó como un juego— Esas monedas eran para pagar la primera renta de nuestro negocio.

    —Tranquilo viejo, con lo que saquemos de las menas de oro, esas tres monedas se multiplicarán— Me contestó con una sonrisa bastante incrédula.

    Ha pasado mucho desde que el tío Tyrano no ha venido a visitarnos, esa historia quedará para otro día, pero tengo que hacerte recordar cómo era. Como sabes, él es un Tauren que empezó como cazador, de altura masiva, de cuerpo robusto y bastante peludo, siempre portaba su fiel mosquete bautizada Tyranito junto con varias mochilas en su espalda para cargar con todo lo que cazaba, cuando oías pasos fuertes con cierto ritmo, sabías que él venía a ti.

    Como no olvidar su mascota cangrejo llamado Peter. En un día que buscaba menas de bronce en Los Baldíos del Norte, él me disparó en el trasero pensando que era un jabalí y al ver cómo reaccioné me retó a un duelo… en donde terminó ganando Peter… no preguntes por qué, solo pasó y enseguida adoptó ese cangrejo.

    Tyrano es alguien… especial, aunque no en ese sentido de especial, si no que es una persona que pase lo que pase siempre me traía algo con que iniciar una travesía, sea buena o mala. Conocí muchas personas aquí en Kalimdor y en las lejanas tierras de Rasganorte, pero ese desquiciado fue el único que se quedó conmigo después de varios años.

    Bueno, hay que regresar a la historia. Después de que lo regañé, partimos hacia Tanaris. Recuerdo que fue en mayo cuando llegamos a la frontera de ese desierto, dejamos nuestras monturas cerca de una ciudad en Uldum por lo que viajar a pie en un lugar así fue algo no muy sabio de nosotros.

    —¿Qué tanto tenemos que ir al norte? — preguntó Lexo al colocar su brazo en su frente por las fuertes ráfagas de arena.

    —Unos kilómetros más— respondió Tyrano con el mapa en mano— Tenemos que llegar a Gadgetzan para tomar un descanso, de ahí iremos al oeste a encontrar esa cueva.

    Llegamos a esa susodicha ciudad donde buscamos un lugar en donde descansar, para nuestra desgracia no había habitaciones en la taberna del lugar, aunque aprovechamos para preguntar a los locales si en realidad existía una mina de oro por estos lados, nuestra sorpresa fue saber que sí existían varias cuevas, pero desconocían su contenido debido a que nadie ha ido a explorar esos rumbos.

    Otra cosa que nos avisaron los locales fue acerca de un misterioso jinete que rumba por el desierto asesinando a todo aquel que se ponga en su camino, que si llegases a oler a muerte y putrefacción significa que está muy cerca de ti, aquí te quiero recordar que en ese grupo iban un Elfo de Sangre, un Orco y un Tauren, obviamente ignoramos todo.

    Decidimos partir al oscurecer para que el sol no nos afectase tanto, para matar el tiempo, cada uno fue a buscar suministros o cosas que nos ayudarían en el viaje, aunque fueron más recuerditos… Al partir de Gadgetzan, nuestro mayor enemigo fue las fuertes ráfagas de arena que nos azotaban y a veces nos hacían retroceder.

    Alrededor de unos quince kilómetros al oeste de Gadgetzan encontramos algunas tiendas de acampar completamente abandonadas, muy conveniente para nosotros, sin pensarlo dos veces nos dirigimos ahí para descansar.

    —Oigan chicos— dijo Lexo al dejar sus cosas en el suelo— No escucharon galopes al llegar aquí… ¿Verdad?

    —¿Galopes dijiste? — pregunté con cierta preocupación— ¿Qué idiota se le ocurre llevar un caballo en el desierto? — agregué a la conversación mientras solté unas carcajadas.

    —El orco tiene razón ¿En serio te creíste eso del jinete del desierto? — Tyrano se echó a la risa a su vez de señalar al elfo.

    —Tienes razón— contestó el elfo con una risa nerviosa— Tal vez me dejé llevar por lo detallado que era el relato— finalizó Lexo al recostarse en una de las viejas sábanas en el suelo.

    Los tres nos echamos a dormir unos momentos, nadie quería quedarse en esa tienda por motivos que nunca nos dijimos, pero bueno, lo que nos despertó no fue el viento ni uno de nosotros, sino un olor fétido que cada vez se acercaba a nosotros.

    —Mierda Tyrano— dijo Lexo bastante enojado al cubrirse la nariz— De haber sabido que te pudrías por dentro no te dejo comer esa carne.

    —¡Hey! — respondió el Tauren levantándose— Podré estar podrido por dentro, pero esta vez no fui yo.

    —A mi ni me voltees a ver— dije al rascarme la espalda— Aparte… si fuera el cerdo del tauren, él estaría riéndose en estos instantes.

    —¿Entonces por qué huele así de horrible aquí? Así no estaba cuando llegamos

    En eso tenía razón Lexo, cuando llegamos no había rastros de comida ni cadáveres cerca de la tienda, estaba vacío menos las sábanas donde nos pudimos recostar, fue en ese entonces donde me di cuenta de algo.

    —El jinete este…— dije en voz bastante baja, lo cual mis compañeros me miraron con extrañeza— ¿Qué dijeron los locales de Gadgetzan acerca del jinete?

    —¿Tú también te vas a creer el cuentito ese? — Me preguntó Tyrano al cruzarse de brazos y negar con la cabeza— Pensé que eras más inteligente.

    —Lexo escuchó galopes al llegar aquí, ahora el olor a podrido… Son coincidencias muy específicas para que sea un simple cuento…

    —El orco tiene razón— dijo Lexo al cruzarse de brazos— ¿Ahora qué vamos a hacer?

    —Pfft… Enfrentarlo obviamente— comentó Tyrano al cargar a Tyranito.

    —No conocemos al enemigo, no es sabio pelear así no más porque sí.

    —Di un plan elfo, soy todo oídos— finalizó el tauren al preparar municiones para su mosquete.

    Lexo miró a los alrededores, todo estaba oscuro y no había nada que destacar en esas áridas arenas de Tanaris, el Elfo de Sangre se quedó callado por unos minutos, para luego negar con la cabeza, ahí fue cuando Tyrano esbozó una sonrisa en su rostro.

    —Entonces peleamos con él— comentó Tyrano ya con su arma lista.

    Como esa era la única opción, cada uno preparó sus armas en espera de que si ese jinete apareciese ante ellos. Salimos de la tienda en una formación espalda con espalda, sostenía mi espada de dos manos ya lista para blandirla ante ese bastardo.

    —Como de la nada está todo callado— dijo Lexo sosteniendo su mazo de metal— Y también dejó de oler a podrido… ¿Qué diablos pasa?

    Cuando el elfo dejó de hablar, escuchamos con claridad un galope de caballo acercándose hacia nosotros, el olor a fétido sí se había desaparecido, pero algo similar se hizo presente en nuestras narices, es como si fueras a visitar un panteón, un olor así entre la vida y la muerte.

    El sonido de la cabalgata de la montura se hacía más y más fuerte, todos volteamos a ver en esa dirección, más nada… no había nada en ese desierto, no era una alucinación mía ni de nadie, los tres escuchamos y olimos eso, pero no había nada… fue entonces que empezamos a tener miedo.

    Nunca bajamos nuestra posición de combate, siempre fijos en nuestra posición de batalla, aunque nuestras piernas temblaban del horror de una persona capaz de matar personas por diversión, estamos aterrorizados por dentro, pero nunca, repito, nunca debes de mostrar debilidad a tu enemigo o date por muerto.

    De pronto… nada… Todo despareció ante nosotros, el olor y el sonido del caballo simplemente se esfumó, solo escuchamos nuestras respiraciones. Regresamos a la posición espalda con espalda para ver todo a nuestro alrededor… Nada… ya no había nada. En el momento que bajamos nuestras armas para vernos, el relincho de un caballo irrumpió nuestra presencia.

    —¡Qué carajos! — exclamé horrorizado al voltear a ver cómo el animal lo tenía frente a mí.

    El caballo era completamente negro menos en las pezuñas que tenían un brillo azulado que le permitía flotar, por esa habilidad que tenía dejó hacer ruido para confundirnos y hacernos caer en confianza, esa criatura contaba con ojos rojos llenos de ira y se complementaba con el humo que salía de los orificios de la nariz, eso no era un animal cualquiera… eso era más que un arma para matar.

    Pero el jinete… ese jinete si infundía el miedo, de armadura negra, pero un negro más negro del negro que nunca fue negro… así de negro era la armadura del jinete, su cuerpo robusto y de altura más alta que la de un Tauren gigantesco, de sus hombreras salían llamas púrpuras que fácilmente podían derretir la piel de un Orco.

    Su espada de dos manos era gigantesca, de un metal que ni el mejor herrero de Azeroth conocía, este emitía un brillo similar a la de sus hombreras y con un simple corte era capaz de partir cualquier diamante, esa cosa no era de nuestro mundo, eso era sacado de un libro escrito por un hombre que crea calamares gigantes… así de terrorífico era el jinete.

    —¿Cuál es el plan elfo? — dijo Tyrano en voz baja al guardar su arma.

    —No morir…— respondió Lexo al dar unos cuantos pasos hacia atrás aun sosteniendo su mazo.

    —Me gusta esa idea…— finalizó el tauren al retroceder unos centímetros, al percatarme de lo que hacían mis compañeros, hice lo mismo, pero con algo más de sutileza.

    Al ver cómo retrocedíamos de esa cosa, el jinete alzó su espada y con un simple movimiento nos cortó el paso con un muro de fuego púrpura, poco a poco el jinete se nos acercaba para dar fin a nuestras vidas.

    —Bueno… por lo menos fue divertido mientras duró— dijo Tyrano al guardar sus manos en los bolsillos de su pantalón— Me faltó cazar un dinosaurio en Un’goro, pero meh… no todo se puede en la vida…— finalizó al patear una piedra que estaba frente suyo.

    Cuando escuché decir eso de tu tío, volteé a verlo para decirle algo similar, pero el rostro de Tyrano tenía una sonrisa y vi que tenía un objeto en sus manos.

    —El coso de los goblins…— comentó Tyrano para sí mismo al apreciar el artefacto que tenía en sus manos.

    El jinete ya estaba a unos metros de nosotros, y cuando decidió ya darnos el golpe final, el desquiciado del tauren prendió esa máquina que emitió una luz bastante fuerte para cegar al jinete como al caballo. Vimos esa oportunidad de oro y salimos corriendo en dirección a Gadgetzan, no sabíamos cuánto tiempo iba a recuperar la visión, pero esperábamos que fuese lo suficiente.

    —¡Benditos goblins! — exclamó Tyrano alzando sus manos al cielo— No haré más chistes de ustedes.

    Sobrevivimos al jinete… por unos minutos, el sonido del galope se hizo presente y se hacía más fuerte con cada paso que nosotros dábamos, al percatarnos de eso, aceleramos el paso, nunca habíamos corrido tanto en nuestras vidas.

    —Si llegamos… Si llegamos— Me dije constantemente para no perder el ritmo.

    De repente… vemos que Lexo se tropieza, te juro que esos cinco segundos en donde si decidimos ayudarlo o seguir corriendo fueron los más largos de mi vida, todo se movió en cámara lenta en ese instante, recuerdo claramente cómo nuestro amigo se levantó con velocidad, pero varias manos cadavéricas lo tomaron de las pantorrillas para volverlo tirar al suelo.

    El jinete se acercaba con gran velocidad hacia nuestro amigo elfo, le grité a Tyrano que lanzase su cuerda para así ayudarlo, pero fue muy tarde… El jinete ya alcanzó a Lexo, quien trataba de arrastrase, pude notar el miedo en sus ojos cuando nos volteó a ver para decirnos que nos fuéramos…

    Hicimos caso a lo que dijo Lexo, partimos de nuevo en nuestra huida ante esa criatura infernal, de reojo vimos como el jinete alzó el cuerpo de nuestro amigo para atravesar su espada al indefenso elfo para darle fin a su vida, tiró a nuestro amigo como si fuese basura y dejar que la arena le haga el entierro por nosotros.

    El jinete alzó la mirada y no sé que vio en nosotros para que nos dejase en paz, a lo mejor la sangre de Lexo le sació su sed por esa noche o no quería hacer más esfuerzo, nunca lo supimos…

    Llegamos a Gadgetzan y fuimos directamente a la taberna del lugar, apenas entramos y todos nos voltearon a ver, se sorprendieron al ver cómo un orco tenía la piel pálida por lo que los dueños enseguida nos trajeron una silla y unas bebidas.

    —Lo que nos dijeron hoy en la tarde…— dije aún temblando con la imagen de mi amigo en manos del jinete— Es verdad… Ese jinete existe…

    —Eso es una leyenda— comentó uno de los locales de Gadgetzan, a lo que Tyrano dijo cómo era la criatura con la que nos enfrentamos, conforme fue explicando, el dueño de la taberna obligó a los comensales que se fueran para darnos espacio.

    —Esa cosa… Es un Caballero de la Muerte…— agregó Tyrano ya un poco más calmado.

    —¿Los mismos de Gul’dan y Orgrim? — pregunté con extrañeza.

    —No exactamente… pero algo similar, deduje eso con lo que paso a Lexo…— Mi amigo se quedó callado por un rato— Usó cadáveres para atraparlo, pero solo fue en ese lugar y no cuando nos tenía acorralados, si eso hubiera sido como los de ellos… estaríamos muertos…

    El dueño de la taberna nos explicó que podíamos pasar la noche ahí, por lo que aceptamos la oferta sin pensarlo dos veces. A la mañana siguiente vimos como varios goblins estaban creando artilugios de vigilancia para ver si podían capturar, por lo menos, una imagen del Caballero de la Muerte, nos pidieron que nos quedáramos, pero decidimos regresar a Los Baldíos del Norte.

    Apenas llegamos a la taberna de ahí, Tyrano se despidió de mí, solo me deseó suerte con el negocio de la herrería y que pronto llegaría a comprarme cosas, pero no fue así, no lo vi por cinco años… Te contaría el resto, pero ya es tarde y este viejo ya tiene sueño, luego lo retomamos…
     
    Última edición: 2 Agosto 2018
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