Hijo de la luna: Príncipe lunar y princesa terrenal

Re: Hijo de la luna: Príncipe lunar y princesa terrenal

aaa
eso si es romantico espero q sigas asi
has puesto conti seguido
soy felis T.T

 

Re: Hijo de la luna: Príncipe lunar y princesa terrenal

Fantasías que se pierden en la noche; Sueños y recuerdos que, quizás, jamás veamos volver…
Ni queramos revivirlos.

**

Corrió hacía ella como si fuese la misma muerte le que lo tirara con sus letales hilos. Sus gritos destrozaban sus oídos. No podía aguantarla llorar así.
Su propia voz se perdió en llamados desgarradores por buscarla, quería encontrarla. Moriría si no la veía…
Al menos, rogó a su Dios. Dame una última, solo una última vez, de Poder verla viva y sentirla entre sus brazos.
De poder decirle que la amaba y lo mucho que se odiaba por habérselo guardado tantos años
-¡Mis ojos!- lloraba ella, tapándose le cara y apretando los dientes, su espalda se tensaba producto del frío, la sangre y el cansancio- ¡¡Mis ojos, InuYasha, mis ojos!!
Llegó a su lado y casi cae, lanzó un pequeño gruñido de dolor, solo uno para evitar soltar toda la ira que sentía en esos momentos. Cayó de rodillas junto a ella y la abrazó conteniendo un sollozo.
-Mi Kagome…mi hermosa Kagome...
La chica negaba frenéticamente, sin dejar de llorar ni sangrar.
-No…InuYasha…
Él levantó su cabeza y sus hebras plateadas llenas de sangre se movieron, acariciando sus brazos descubierto, haciendo algo más evidente que las ropas de ambos estaban llenas de jirones. Le corrió el pelo de la cara y olió sangre emanando de sus ojos. InuYasha, desde hace muchos años, sintió miedo.
¿Y si su amada humana estaba ciega?
Las manos y la voz le temblaron, pero logró susurrarle palabras dulces, acallar la extrema y dolorosa soledad mientras les bajaba los dedos. Ella lo observó llorando sangre y con sus iris transmutadas.
-Kagome…- Se miraron fijamente, ahora su mirada poseía un azul medio eléctrico el cual muy lenta, y dolorosamente, se oscurecía. Sonrió como pudo y le acarició una mejilla con dulzura mientras él también lloraba; porque había llegado tarde, porque le habían hecho daño y él no había estado ahí para evitarlo- …te ves hermosa.
Ella no respondió. Miró a un borroso hanyou sonriéndole, tratando de no llorar mientras apretaba sus puños y se causaba heridas. Tenía un moretón en plena mejilla y el brazo izquierdo no dejaba de sangrar. Quiso suspirar, verle algún lado irónico, casi gracioso a la situación.
¿Por qué siempre terminamos así?, Quiso decir y aligerar la carga de ambas almas torturadas, lastimadas. Lloró otro poco, sintió su cara arder, pero era para mejor.
Trató de decirle que no era su culpa mientras le acariciaba las grandes manos, sucias y manchadas. Que no lo odiaba por no haber llegado antes que Naraku. Que lo que ese maldito le había hecho no importaba, porque él, InuYasha, su casi eterno salvador, estaba más herido que ella y había sufrido más.
Pero eso no era cierto, sollozó finalmente, no era cierto y jamás podría terminar de estar bien, de creerle nuevamente a su amado hanyou.
Una voz en su mente dijo que, todo lo que alguna vez había aguantado, se desmoronaba ante ella. Todos los miedos que había tratado de enterrar habían germinado en cuestión de muchos minutos. Dolorosos e interminables. Ahora temblaba y su corazón se retorcía aterrorizado. No quería moverse, asqueada de su propia piel, así que se limitó a llorar en silencio entre los brazos de su querido InuYasha, un InuYasha al que era incapaz de perdonar, pero era lo único a lo que podía aferrarse ahora que estaban solos para siempre, ahora que nadie vendría a salvarles, ahora que sus almas estaban perdidas en otra dimensión.
De pronto, se acordaron que era de noche, donde sea que estuviera el portal de Naraku, y que hacía un frío desgarrador. Él trató de buscar algo para hacer una fogata, pero el veneno de la batalla había dejado toda la madera de los alrededores podrida, inservible. Dudó también de todas las frutas, hasta de las mugrosas ratas del lugar. Miraba el cielo, esa noche era violeta y la luna resplandecía con un rojizo letal e hipnotizador. Trató, al menos, de encontrar alguna cueva donde pudiesen estar más cálidos. La encontró no muy lejos, cerca de un lago, limpio y azulado. Lo miró con recelo y se propuso, minutos después de llevar a Kagome en brazos.
Entraron y él le prestó su haori, él soportaba más el frío y, además, evitó a toda costa pensar en el ya de por sí delgado y pequeño traje de Kagome, ahora algo destrozado por las garras de Naraku. No, no podía pensar en eso, tampoco en su rostro sonrojado, su cuerpo o esas piernas largas y suaves que se escapaban de la chaqueta roja. La culpa lo golpeó fuertemente en la nuca y le obligó a bajar la vista, para descubrir en sus manos la poca madera que se había salvado, serviría para una fogata para la noche y, considerando lo desgraciados que ambos se sentían, era una mejora considerable.
-¿qué somos…InuYasha?- le había preguntado, tiritando, cuando lograron ver las primeras llamas lamer ansiosas la madera.
No supo que contestar, definitivamente no le gustaban aquellos juegos de preguntas donde servía cualquier respuesta, y cada una desencadenaba algo que, quizás, debía permanecer bajo llave. Finalmente suspiró y, tirando algunos leños más, dijo:
-Somos sobrevivientes, pequeña- la vio, pero ella desvió la azulada vista, al menos había dejado de sangrar, pensó InuYasha, dolido- Y te prometo que saldremos de este maldito lugar.
Kagome miró el techo de la cueva, iluminado muy tenuemente. No respondió, solo se limpiaba los ojos cada cierto tiempo. Solo se sentaba ahí, en silencio, y temblaba de frío, dolor y miedo.
InuYasha sabía que no valía la pena preguntar, jamás le diría lo que ese bastardo le había hecho. Pudo oler a lo lejos que ella seguía intacta, solo que su piel estaba muy lastimada. Además, ese extraño ácido que le tiró a los ojos antes de desaparecer…
Sintió un escalofrío y un arranque de rabia al recordar a la pelinegra tirada en el suelo, gritando su nombre, por el único que no la había abandonado a estas alturas.
Pero que, si no estaba con ella, era porque la había traicionado.
Se sintió como la peor basura que había pisado la tierra. Trató de mirar el fuego y buscar alguna posibilidad de sacarse esas ganas de arrancarse la sangre y cortarse los brazos, como hacía cuando estaba solo y su vida tomaba un rumbo que él no podía soportar.
Cuando creía que merecía morir, cuando descubría que si dejaba de respirar no haría falta en el mundo.
Mas ahora no podía morir, no podía dejar a Kagome sola, menos ahora que Naraku tenía claras intenciones de torturarla y matarla
“Porque trató de violarte… ¿No, Kagome?”
No, iba a llorar de nuevo. Bajó la vista y apretó los ojos, escondiendo su hermoso color dorado, escondiendo lo que era una ventana a su dolor, a sus miedos…a su rencor y su amor destrozado.
Y si, Kikyou lo había planeado todo junto a él.
Y podría preguntarle a Kagome, y ella también lo iba a saber.
Y le iba a ocultar que aquello le había dolido, y que eso era insoportable
Y lo iba a mirar como solo ella sabía hacerlo, obligándolo a tragar la culpa
Porque ella siempre querría estar a su lado, pero, tal vez, no hoy.
La abrazó, ella no se negó, después de todo, el frío era insoportable.
InuYasha no quiso mirarla y ver que tenía los labios morados y los ojos luchando por no cerrarse. ¿Así morirían? ¿Ahí quedaría Kagome Higurashi, congelada en un portal?
No podía permitírselo, la estrechó más contra su cuerpo cálido, con algo de sangre hirviente y yukai. Olisqueó disimuladamente su pelo, sucio con tierra y sangre, pero suyo de todos modos.
-tengo sueño…- susurró Kagome como una niña pequeña entre los brazos de su padre
-no te duermas- se apresuró a decir, moviéndola un poco, con sus manos pasando por sus brazos y, sin querer, a veces, por algo más- Kagome, ¡no te duermas!
Ella alzó un poco la vista, para que InuYasha se encontrara con esos nuevos ojazos azules, ya completamente sanos.
-Miénteme…- le dijo medio dormida, acercándose más al él y pasando las manos por su cuello, haciendo que una de las manos de él quedaran atrapadas entre sus pechos.
Tragó fuertemente y la miró, confundido, agitado, nervioso
-… ¿qué?- jadeó al sentir en su palma derecha los latidos lentos de la chica, escondidos en su hoy fría, pero excitante piel
-¿me quieres…Inu…Yasha?- Sus ojos lentamente se cerraba y estaba tan pálida como un cadáver. Kagome no quería vivir, ya ni hoy ni nunca.
Sentía, en sus lentos latidos, que estaba muy cansada. Y tenía sueño…vaya que tenía sueño.
-Kagome…-susurró, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Se armó de valor y ansiedad, esa que nace cuando sabes que tienes poco tiempo- Sí, ¡sí Kagome, te amo!
Se tragó un sollozo y escondió la cabeza en su hombro helado. En un ataque de desesperación, empezó a llenarlo de besos, con la esperanza de entibiar su piel
Sus hombros semi desnudos, su cuello, sus mejillas. Ella dejó caer unas lágrimas y asintió.
Solo entonces saborearon sus labios por segunda vez. Olvidando la primera, pincelada por necesidad. Hoy se perdía él en la desesperación y ella no hallaba como despedirse.
Quiso amarla en todos los planos posibles, pero solo pareció que calentaba su piel.
Finalmente, no supo si había sido un buen consuelo que las últimas palabras de Kagome hubiesen sido “Te perdono, amado InuYasha” No quiso pensarlo, siquiera cuando se hirió las muñecas y lloró, gritó por haberla perdido, llamándola a volver, tal vez… aún podía arrepentirse y volver a su cuerpo.
Que si la seguía llamando hasta terminar de morir, creería en que estaba perdonado
El pobre, pobre hanyou…

Fin Parte Uno Sueños

***

Muy bien, explico un pokito, pero, como siempre, no demasiado xD
(No me odien)
Pues bien, esto consiste de dos recuerdos, este fue el primero y, lamento la demora, pero se me hizo muy dificil de escribir ToT
Las quiero, posteenme mucho, ¿vale?
besoooos!!!!
Kru.

 

Re: Hijo de la luna: Príncipe lunar y princesa terrenal

ME GUSTA MUCHO TU HISTORIA TIENE UN POKO DE TODO
BUENO DEJO MI POST PARA DARTE ANIMO Y DECIRTE QUE LO CONTINUES VAS EXELENTE TE PONGO UN 10.10 JAJAJA
BUENO ESPERO VER LA CONTINUACION PRONTO DE LA HISTORIA
:ANYWORD:
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