Hey María, gracias.

Hey María, gracias.


—Odio el ocaso; no espera ¡Me encanta!

—Decídete mierda.

—¡No me hables así! O ¿Quieres que te pegue? mariconzuelo.

—Hey, no soy gay.

—Entonces no te metas conmigo.

Y nos reímos, parecemos dos trogloditas en busca de hierba buena, para aquellos que no entiendan el significado, hablaba de Marihuana. Pero lamentablemente esta no era una historia sobre drogas, ¡ah!, la contaría con gusto pero no es momento, ni lugar y tampoco me da ganas de informales sobre el tema.

—Ya me tengo que ir.

—¡No! ¡Por favor! Me siento sola cuando no estás…—que fea mentira, María.

—¡Ha! Yo no me trago esa patraña.

—Joder, pues vete ni que fueras un Dios.

—Por botarme me quedo media hora más.

Este estúpido me entretiene cómo no tienen idea. Bueno, por algo somos amigos, ¿no? Uh, quiero darle una patada en la entrepierna y correr al estilo travesti. Oh ¿Dios tendré problemas metales? ¿Virgen cuando fue que me desvié del camino? Moriré quemada en la llamas del infierno a este paso.

—Puedo golpearte.

—Ni lo sueñes, perdedora.

—¿Por qué perdedora?

—Porque sí y no preguntes.

—Bueno, admito que pierdo muchas cosas.

—¿Cómo qué?

—Cómo mi fe. También perdí la dignidad viniendo a este lugar.

—Ay qué pena—maldito irónico.

—Sí, es una pena—me rio para evitar conmocionarme y gritar como enferma mental.

Tomo un cigarrillo a penas duras, lo prendo, mientras el sol se quiere ocultar con más fuerza. Él también está ahí, más atento que nunca. No sé porque me gusta reírme de su cara, es que es tan relajada, es como el meme del chino riéndose a diestra y siniestra. Entonces me acerco de a pocos para mirarle bien, el se alerta, lo que hace que me dé más ganas de molestarlo con algo humillante: le exhalo en la cara todo el humo.

—No pues, eres toda una señorita.

—Oh gracias.

—…

—… ¿Qué?

—¿Cuándo sale tu carro?

—Mañana te dije.

—A ¿qué hora?

—¿Qué? ¿Me vas a llevar de la manito?

—No, solo tengo curiosidad.

—Y yo no tengo ganas de decirte.

—No te vayas—Había esperado como medio año a que dijera eso, estoy más que pasmada, estoy a punto de desmayarme y causarme una contusión cerebral ¿Cómo es que mi amigo logra eso en mi? Nervios.

—Me saliste sentimental Javier, muy sentimental—Miro hacia adelante y cierro los ojos.

“Javier escápate conmigo. Deja a tu novia y vayamos a mi país, olvídate de tu familia, de aquí. Olvídate de todo y solo mírame a mí, prometo que te la pasaras bien, nadie te molestara, porque al fin del acabo estaré yo” Ha, todas mis ideas se quedan en mi cabeza, apunto de gatillarse, pero realmente no importa. Porque sé que si le digo me dirá que sí, pero yo me sentiría mal por mentirle.

—Además debo decirte algo…

—Javi…

—La Ale está embarazada.

Me quedo viendo el atardecer casi a punto de llorar, pero igual no puedo avistarlo aunque este en el edificio más alto. Mis ojos se enrojecieron como si hubiera picado cebolla, luego me reí mientras seguía fumando. Me acuerdo que cuando lo conocí me quiso ligar a la primera, me toqueteaba y esas cosas, pero entonces entre mi timidez y la molestia le pegué. Luego nos hicimos amigos, le escuché sus problemas, sus sueños y sus pesadillas. Él le temía a la droga, el se temía así mismo.

—Pero te quiero mucho, mucho María. Algún día, quisiera que regreses y seas la madrina de mis hijos.

—Ha, no, me quitaras lo que tengo. Y ¿sabes? no tengo nada, ¿qué piensas que podría darles?

—Eso—dijo señalándome, yo me quede pasmada unos segundos y sin meditarlo mucho respondí algo furiosa.

—No digas estupideces… ¡No volveré tampoco! Así que no te confíes…

—Eres mi único pilar, hasta ahora.

—No soy tu… ¡joder! ¿Estás llorando?—Preguntó eufórica.

—Sí pues huevona me dices que no vas a volver… ¡Eres como mi hermana!

Estaba ensimismada en mis pensamientos ¿Algunos hombres lloran por cosas como estas? No, lloran por su mujer, por sus hijos o por su patria. Yo no era nada que para él que pudiera ser tan valioso, yo solo era su pata, su yunta… su amiga.

—Ya es tarde. Me tengo que ir.

—Pues largo.

—No me mires así—no quiero que me odies—. No voy a volver Javier… ¿Por lo menos adiós?

El volteó su cara y mientras se paraba, yéndose a su casa.

Se dice que la amistad entre dos personas de diferente sexo nace cuando ambos no se gustan en absoluto, pero yo creo que no es así. Una parte se resigna a ver como la otra es feliz sin uno, duele como la chucha, no les mentiré, duele mucho, cuando uno intenta acercase sin ser herido.

Esa mañana me regresé a mi país, sin despedirme si quiera, me regresé pensando que no fue un buen viaje, no hice nada y ni cultivé algo que valiera la pena. Entonces los meses pasan volando, ya el tiempo no perdona nada. Y un día, me enteré por un familiar que vivía allá…

“El Javier dejo el colegio, el Javier se fue a una marcha, el Javier va a ser papá de nuevo”

Me pregunto cuál fue mi limitación al decirle no al principio, tal vez estaría bien, quizás no, lo que sé es que cuando alguien me nombro lo siguiente:

“el Javier te mandaba saludos… hace meses que se desapareció”

Me sentí una mierda humana. Era una sensación amarga, pensar que no conteste ningún mensaje que me enviaba. Y luego imaginarme que algún día podría encontrarlo en la calle, pero que ya no sería lo mismo. Yo una profesional; él un drogadicto. Les dije que no quería hablar de drogas ¿Por qué? Porque eso me lo recuerda.

“Hey, María, tienes que volver, para que cuides de mis hijos, soy un asco”

“María extraño contarte mis porquerías… la Ale está embarazada de nuevo”

“María termine con Ale, por cierto, gracias por estar en el pasado y salvarme al menos una vez… joder, gracias”


Dedicado para Javier, donde estés amigo.