Hola a todos (: Este pequeño escrito es parte de una Saga que aun se está estructurando, pero de verddme gusta mucho pues refleja un pedazo de vida. Espero les guste, y envíen sus críticas y comentarios. “Hasta Pronto”El cielo se coloreaba con tonalidades azul-grisáceas, lleno de nubes esponjosas que amenazaban con dejar caer sobre la ciudad una generosa cantidad de nieve. Las brisa que hacia mover las ramas de los pelones árboles era gélida, pero ligera, dando un ambiente de tranquilidad polar. Las manos de Alexa se aferraban al volante del automóvil como si fuera culpa del mismo la cantidad de tránsito en la ciudad. Cada vez que podían, sus ojos viajaban hacia el reloj de la radio apagada, cada minuto parecía desvanecerse con la rapidez de un segundo. Por otra parte, su acompañante, Charlotte era torturada por el rítmico y fastidioso “tic tac” del segundero perteneciente a su reloj de pulsera. Terminaría aventando por la ventana, destruyendo o mordiendo aquel aparatejo si seguía prestándole tanta atención, pero podía jurar que se reía de ella, comiéndose los valiosos minutos. El carro disminuyó su velocidad hasta detenerse, alarmada volteó a ver a Alexa, quien tenía la mirada fija al frente. Fue entonces que notó que el motivo de que se hubiesen detenido era la luz roja de un semáforo. Escuchó como Alexa resoplaba y movía sus dedos desesperada. —Hey, Ale —mencionó atrayendo la atención de su amiga—, vamos a llegar… no te preocupes —susurró poniendo su mano sobre la mano de Alexa que descansaba sobre la palanca de los cambios del carro. En el rostro de su acompañante se dibujó una sonrisa y asintió con la cabeza. —Tenemos quince minutos, y estoy muy dispuesta a pagar una alta multa de tránsito si es necesario— bromeó Alexa. Charlotte asintió sonriendo con una mezcla de anhelo y nostalgia en la mirada. —Llegaremos —afirmó tratando de seguir mostrándose positiva, aunque ahora sólo les quedaran trece minutos. El bendito regulador de tráfico, por fin mostró su luz verde, y Alexa arrancó el automóvil. Lo que siguió del camino hacia la estación de trenes, lo llevaron en silencio, ambas tensas y estresadas, haciendo que el relativamente corto camino, fuese eterno y desesperante. Después de diez minutos que a Charlotte le parecieron ser diez horas, llegaron al estacionamiento de la estación de tren. Alexa estacionó el carro de manera desprolija, lo apagó. Se quedaron quietas durante un segundo, y después ambas bajaron del carro, comenzando a correr por el estacionamiento. La brisa polar entraba a su cuerpo, provocando leves temblores, pero ninguna de las dos se detuvo. Al llegar a la entrada, y como si el destino se encaprichara en truncar su llegada, una multitud de gente salió por las puertas de la estación, separando a ambas chicas y confundiendo a Charlotte. —¡Alexa! —de la nada, caras desconocidas invadieron su espacio, buscaba con desesperación a su amiga, pero el mar de gente no la dejaba ver, ni moverse. De la nada, una fría pero conocida mano tomó la suya y la jaló. —No te pierdas —sonrió Alexa antes de jalarla nuevamente y hacerla avanzar entre la gente—. Con permiso, disculpe, con permiso… llevamos prisa… ¡con permiso! —Lotti podía notar como la voz de Alexa pasaba de ser de su tesitura normal a ser un poco más alta y algo neurótica. Poco a poco, y casi a empujones, se abrieron camino entre la gente y por fin, lograron entrar a la estación. Con el camino despejado, la carrera se reanudó. Jadeantes y agitadas, llegaron a las taquillas. —Dos boletos, los más baratos —ordenó Alexa a la boletera. —Nombres e identificaciones, por favor —pidió amablemente la joven que atendía. Alexa resopló malhumorada. —Alexa Caerle y Charlotte Meléz —recibió en su mano la identificación de Lotti y extendió ambas a la taquillera; ella tomó los documentos y tecleó rápidamente, pero el pie de Alexa resonaba en el piso. —¿Llevan equipaje? —¡No! —esta vez Alexa casi gritó—. Disculpe —se retractó ella pues sabía no era culpa de la trabajadora—, no llevamos ningún equipaje, pero tenemos demasiada prisa, ¿Cuánto es? —Ciento Cincuenta dólares—confirmó la joven, de la bolsa se su saco, Alexa sacó un billete del cual Charlotte no logró divisar el valor, pero le fue devuelto cambio y Alexa tomo los boletos. —Que tenga buen día. Siguiente… Ambas continuaron caminando apresuradamente, solamente les quedaba un obstáculo y era la inspección de seguridad. Fue entonces que el enorme reloj de la estación comenzó a dar sus campanadas, las tres de la tarde. No habían alcanzado a llegar. Los ojos de Charlotte se llenaron de lágrimas e intentó detenerse. —¿¡Qué haces!? —interrogó Alexa. —Ya es tarde—susurró Lotti dedicándole a su amiga una mirada torturada. —Entonces, corre —replicó su acompañante—. Esto no se acaba hasta que estemos seguras— Alexa jaló fuertemente de Charlotte y ella continuó. Llegaron al punto de seguridad, ahí fueron detenidas, había mucha gente en la fila y no se movía muy rápido. Las esperanzas de ambas comenzaron a decaer… —Atención a todos los pasajeros del tren “tres-diecinueve”, debido a las condiciones climáticas, el tren está retrasado indefinidamente. Departe del departamento de trenes, se extiende una cordial disculpa —se escuchó desde las pequeñas y discretas bocinas del techo. La sonrisa en la boca de Alexa se dibujó casi instantáneamente. —¡Lo alcanzamos! —exclamó riéndose. El guardia que estaba por revisarla le dedicó una mirada confusa, pero ella le sonrió. Desde el otro lado de los detectores, Charlotte rió y asintió. Una vez habiendo pasado por seguridad, comenzaron a buscar entre la gente la figura desalineada de la persona a quien buscaban. Ahora no corrían, pero caminaban a pasos rápidos, escabulléndose entre la gente y poniéndose de puntillas para ver si lograban divisarlo. —Ahí está… ¡Limpia botas! —gritó Alexa, atrayendo la atención de unos ojos color avellana. Una mueca de confusión y alegría se dibujó en el rostro de Xerxe. —¿Pero… qué hacen aquí? —sonrió confundido y abrió los brazos. Alexa se detuvo, dejando que Charlotte pasara primero y abrazara al joven. —Lotti… se quería… despedir —declaró Alexa tratando de recuperar su aliento. Antes de que la conversación continuara, las bocinas en el techo resonaron nuevamente. —El tren “tres-diecinueve” ha cancelado su ruta por las condiciones climáticas. Todos los pasajeros con boleto perteneciente al tren “tres diecinueve” favor de prepararse para abordar el tren “cuatro-dieciséis”, arribará a la estación dentro de cinco minutos. —En ese caso… —Ese es tu tren —Charlotte completó la frase de Xerxe, y ambos se miraron. Alexa suspiró y sonrió. —Bien, limpiabotas, parece que aquí nos despedimos. Xerxe la miró y sonrió, apretó un poco más su abrazo con Charlotte. —No. Sólo es un hasta pronto. Charlotte se rió y se separo de él. —Espero de todo corazón que —sus ojos chocolates se llenaron de lágrimas y no continuó hablando. La mirada de Xerxe se enterneció y volvió a envolverla en un abrazo. —Calma… no pasa nada — susurró para Lotti. —Te extrañaré, de verdad que lo haré. Pero te deseo lo mejor —repuso Charlotte controlando, o al menos intentando controlar, sus emociones. Duraron abrazados unos instantes después Charlotte liberó a Xerxe y fue turno de Alexa para estrujar al joven. —Ni creas que te deshaces de nosotros así de fácil —le amenazó—. Suerte en la milicia, limpiabotas. Te extrañaré —le dijo con una sonrisa en la boca. —Sargento —reprimió él con una sonrisa. —Limpiabotas —recalcó nuevamente Alexa y le dio un beso en la mejilla. —También te extrañaré —susurró Xerxe. Las vías del tren vibraron anunciando la llegada de aquella máquina, un ligero rechinido irrumpió el callado ambiente y, tras haberse detenido, las puertas del tren se abrieron. —Bien… hora de irse —Xerxe llenó sus pulmones de aire y tomó su equipaje—. Las quiero, cuídense mucho. —Tú también cuídate —pidió Charlotte sonriendo. —Cuídate mucho —repitió Alexa. —Hasta pronto. —Hasta pronto —respondieron las jóvenes al unísono y le observaron marcharse. Xerxe subió al tren, y pocos minutos después el mismo se marchó de la estación. Aunque estaba dejando todo lo que era su hogar en esos momentos, iba contento pues su meta era alcanzar una nueva meta. Suspiró y se acomodó en su asiento, no sin antes dirigir su vista hacia las jóvenes que se habían quedado inmóviles. —Ale… ¿lo vamos a volver a ver, verdad? —susurró Charlotte con la voz quebrada. —Ohh… vamos, ni que tuviera tanta suerte como para que no suceda eso—contestó Alexa riéndose bajito. Charlotte la volteó a ver y sonrió con complicidad, tristeza y diversión mezclándose en sus ojos. —¿Estás llorando? —preguntó riendo de forma traviesa. —Nah… es sólo que se me metió una basurita al ojo —contestó su amiga limpiándose los ojos—. Anda Lotti, vamos a casa. Charlotte asintió y se limpió los ojos. Juntas emprendieron el camino de regreso al carro. Ese día, se despidieron de Xerxe, y aunque les alegraba que él peleara por sus sueños, no podían ocultar del todo, el dolor de la separación; y aunque ellas estuvieran juntas durante un tiempo más, sabían que pronto sus caminos tomarían rumbos diferentes también. Era duro pensar en la separación, pero los lazos que se habían forjado a través de todos los años pasados, jamás se destruirían, sin importar cuantos años pasaran o el camino que sus vidas tomaran, pues siempre se reencontrarían. La calidez de su amistad permanecería siempre latente en sus corazones. Algo cansadas, ambas llegaron al carro. Charlotte se subió pero Alexa tomó un papel que se encontraba en el parabrisas. Después caminó hacia el frente, suspiró bajando los hombros y subió al carro. —¿Sucede algo? —¿Recuerdas lo de estar dispuesta a pagar una alta suma de dinero por una multa de tránsito? Charlotte enarcó una ceja y asintió. —Bueno…resulta que te obsequian una si te estacionas en franja roja—masculló Alexa sonriendo al mirar la marcada mueca de confusión que Lotti le dedicaba—. Cosa que yo hice por llegar tan apurada —extendió el papel a su amiga, quien lo primero que observó fue la cantidad de tres dígitos en el papelillo aquel. Se miraron en silencio por pocos segundos y después, estallaron en carcajadas.