Una de las cabañas individuales del Hotel Mirai. Por la imágen pixelada que se encuentra en la puerta, esta pertenece a Karen Foster. Hacia la izquierda de la entrada, había una cama de dos plazas con sábanas blancas. Había dos ventanas pequeñas con cortinas color gris, y junto a la cama había una pequeña mesita de luz con una lámpara sobre ella. Hacia la derecha había un escritorio pequeño. En la pared al lado del escritorio había un pequeño cuadro de corcho donde podían pegarse fotografías. Detrás del escritorio había un armario donde se encontraba toda su ropa. También había una puerta más a la derecha que llevaba a su baño personal. El mismo contaba con todo lo básico de un baño; lavabo, retrete, bidet, y una ducha con cortinas negras. Había allí shampoo, jabón y acondicionador listos para ser usados. Por último, pegado a la pared y sobre la ventana, se hallaba uno de los monitores de la isla. Contenido oculto MonoMonedas: 3 Fragmentos de Esperanza: 2 Inventario: -Patatas Fritas. -Revista Olímpica.
Karen Foster Me quedé parada frente a la puerta de mi cuarto, contemplando el retrato que la identificaba como mía. Ya estaba a punto de levantar la cámara cuando recordé el porqué no la había encendido en todo el camino desde la playa y prefería que siguiera así. Al menos por ahora. Abrí la puerta y entré. El cuarto parecía simple, delicado y muy ordenado. Me acerqué hasta la cama para dejar sobre ella la cámara y el walkie-talkie antes de descalzarme y sacarme la chaqueta verde. Revisé el armario, comprobando que toda mi ropa estuviera allí, tomé una toalla y me fui al baño. Esperaba que, tras disfrutar de una refrescante ducha, mis pensamientos se ordenaran. No podía continuar con aquellos sentimientos de desconcierto y frustración tan patentes en mi rostro. Ni siquiera en mi cuarto con ese maldito monitor alerta.
Un suave golpe en la puerta de la habitación llamó la atención de Karen. ¿Alguien estaba llamando a su puerta? —¿Karen, te encuentras aquí? —preguntó una voz masculina del otro lado de la puerta—. Soy Nagito, quería hacerte una pregunta…
Karen Foster Detuve mis pasos cuando oí llamar a la puerta, extrañada. Luego escuché la voz de Nagito y las ganas de ocultarme dentro del baño crecieron. De veras que no quería lidiar con él y sus encriptadas preguntas a las que ya tenía respuestas, pero tampoco quería tenerlo esperando allí mientras me bañaba. Arrojé la toalla sobre la cama, en mi paso hasta la entrada del cuarto, y abrí la puerta. —Vaya, hola otra vez. Dime qué ocurre.
Nagito le sonrió a la chica y alzó la mano a modo de saludo. La situación actual no parecía haber afectado su forma relajada y tranquila de sobrellevar la vida. —No quería molestar, pero pasaba por aquí de regreso a mi habitación y encontré esto frente a tu puerta —dijo Komaeda, alzando un objeto—. ¿Tú sabes qué es esto? El objeto que Nagito alzó era una moneda de bronce, que a todas luces parecía una moneda normal hasta que la examinó con cuidado; la cara de Monokuma estaba impresa en la moneda. Era una MonoMoneda.
Karen Foster ¿Que él pasaba por aquí? ¿Pero que las habitaciones de los chicos no quedaban en la otra dirección? Aún así, preferí no preguntarle al respecto y agarrar el objeto que traía para inspeccionarlo mejor. —¿Una moneda? ¿Y estaba en mi puerta? —La giré entre mis dedos, jugando con ella. El peso y contextura simulaban a la de una moneda común y corriente de la vida real, no le habría dado importancia de no ser porque en sus caras aparecía grabado aquel oso psicópata—. Cuando llegué no había nada excepto la imagen pixeleada, ¿sabes? No tengo ni idea de por qué está aquí o para qué sirve. Lancé la moneda al aire, observándola dar vueltas sobre sí antes de volver a tomarla. La cara de Monokuma seguía ahí. —Yo no lo sé, pero imagino que tú podrías tener alguna idea, ¿eh, Nagito?
—Ah, entonces debe haber sido pura buena suerte que yo la encontrara —comentó Nagito con una leve risa—. No, realmente… no tengo idea al respecto. Estaba buscando a Monokuma o Monomi para que me lo dijeran, pero no pude encontrarlos. >> También encontré otra moneda en el cajón de la mesa de luz en mi habitación… lucen un poco extrañas, ¿no? ¿Quizás encuentres una tú también por aquí? >> En cualquier caso, no sabes nada de eso, ¿verdad? Que pena… oh bueno, no quiero robarte más tiempo, es obvio que estabas ocupada, nos vemos luego. Y dicho eso, Nagito se retiró de la habitación, dejando la moneda encontrada en manos de Karen. ¡MonoMoneda obtenida!
Karen Foster —Sí, sí... Nos vemos —murmuro a sus espaldas, escondiendo la misteriosa moneda en mi puño—. Nos vemos. Cerré la puerta y me quedé apoyada contra ella. De repente me sentía drenada de toda energía y sólo me apetecía echarme a descansar. Las rarezas de este día no parecían que llegaran a acabarse pronto. <También encontré otra moneda en el cajón de la mesa de luz en mi habitación… lucen un poco extrañas, ¿no? ¿Quizás encuentres una tú también por aquí?> —Supongo que no pierdo nada. —Y caminé hasta la mesita para revisar su contenido. Después podría hacer lo que se me antojara a mi gusto.
Al revisar el cajón de su mesa de luz, Karen logró descubrir que éste no se encontraba vacío… en lugar de ello, había otra moneda de bronce guardada dentro del mismo. Al tomarla, descubrió que era idéntica que la que Nagito le había dado antes… ¡MonoMoneda obtenida! —¡Ey! ¡Has encontrado una MonoMoneda! —exclamó una voz de la nada. Al darse vuelta, Karen descubrió que Monokuma acababa de aparecer en su habitación. El pequeño oso caminó alrededor de ella para luego dar un salto y posarse en su cama con aquella expresión suya tan peculiar. —Las MonoMonedas son la moneda en circulación en esta isla —dijo Monokuma, cruzando sus pequeños brazos—. Y tú tienes dos de ellas… ¡que suertuda eres! Quizás tu talento debió ser super suertuda en lugar de súper fotógrafa… >> En cualquier caso, deberías saber para que sirven si ya tienes dos de ellas, creo yo. ¿Has estado en el Supermercado Rocket? Hay una máquina expendedora allí que sólo funciona con MonoMonedas… si metes una MonoMoneda y luego activas la máquina, entonces obtienes un objeto de la máquina y… si lo usas bien, puede que descubras algo nuevo de por aquí… >> Bueno, en cualquier caso, no puedo andar revelando todos los misterios antes de tiempo, ¿verdad? Tendrás que descubrirlo tú misma si te interesa. Claro, si no eres asesinada antes, upupupupu… Y con esas ominosas palabras, Monokuma desapareció de vista, tan rápido como había aparecido.
Karen Foster Tal y como había llegado, Monokuma se esfumó de mi cuarto. Un escalofrío me recorrió al recordar sus últimas palabras y la idea de tomar un tranquilo baño desapareció de mi mente. Después de todo, ¿quién me aseguraría que ese oso demente no volvería a aparecerse? Una cosa había sido Nagito, pero hasta él respetaba la privacidad de las personas al ver una puerta cerrada. No, no, no. Ni loca me desnudaría en esta habitación, al menos por el momento. Y ya que tenía suficiente sabiendo que sería observada por ese maldito monitor... Así que volví a calzarme los zapatos y ponerme la chaqueta. Tanteé el bolsillo donde aún escondía las dos llaves que había sacado del lobby y guardé ambas monedas en él. Observé el walkie-talkie tirado sobre la cama sin saber qué hacer. Lo correcto sería llevarlo conmigo después de las molestias que aquel chico se había tomado por cada uno de nosotros, sería grosero de mi parte desestimar su buena intención pero es que no tenía en dónde llevarlo. No había traído un bolso conmigo. <Tendrás que descubrirlo tú misma si te interesa. Claro, si no eres asesinada antes, upupupupu…> Otro escalofrío. Sin importar qué, debía cargar con ese aparato. Suficientes pruebas había tenido para saber que los problemas aquí iban en serio. —Tranquila. Tranquila, Karen. —E inspiré hondo unos minutos para calmar al fin mis emociones. No podía dejarme llevar por ellas, no en este sitio y mucho menos teniendo una misión—. Ya le enseñaré a ese oso desteñido quién será una súper suertuda. Y tomé la cámara para sacar un par de fotos a la habitación, de esta forma podría supervisar que todo estuviera como lo dejé además de registrar el lugar que me pertenecía en este hotel. La batería ya iba hasta la mitad, pero confiaba en que regresaría a tiempo. ¿Qué tan lejos podía estar el supermercado? —Debería invitar a Celia. Ir juntas será más divertido. —Y más seguro.
Karen Foster Finalmente llegué hasta mi habitación, la cual lucía tal y como recordaba el haberla dejado. Aunque claro, tal registro no podía darme la certeza de que nadie en la isla había ingresado durante mi ausencia. Pero prefería no seguir tal pensamiento y confiar en que todo, al menos aquí, estuviera bien. —Es lo menos que pueden permitirme —musité mientras me arrojaba sobre la cama y abrazaba la almohada. Sentía tantas ganas de llorar pero ¿de qué serviría? Ni siquiera me sentiría mejor luego de manifestar mis penas, tan sólo agregaría un terrible dolor de cabeza que apenas me dejaría descansar un poco. Y en verdad necesitaba dormir, más aún si debería levantarme tan temprano. Me quité los zapatos y la chaqueta, dejando ambas cosas botadas en el suelo, antes de centrar mi atención en mi nuevo bolso. Rebusqué en él la cámara y la sostuve entre mis manos. La batería apenas duraría por un par de horas más y, aunque ahora me arrepentía de mis acciones, nadie más que yo podría retratar lo que el destino nos depararía bajo el designio de Monokuma. Rebusqué entre mis cosas en el armario hasta dar con el cargador y dejarlo conectado sobre la mesita de luz. Luego busqué la vieja llave que había robado, el cristal verde dado por la profesora y la moneda que no había gastado; tiré de la almohada y guardé los objetos en su interior antes de acostarme y cubrirme con las sábanas hasta la cabeza. Lo único que me quedaba ahora era dormir.
Karen Foster <¡Buen día a todos!> Abro los ojos, confundida. A través de las cortinas grises se filtra parte de la luz matinal, mas el brillo aún no era lo suficiente para poder despertarme. ¿Entonces qué fue lo que...? <¡Bienvenidos a otro fantástico día en el paraíso para...> —¡Muere, maldito oso! —vociferé al tiempo que saltaba de la cama y blandía unas de las almohadas frente a mí. La sacudí para todos lados, sintiéndome violenta y desesperada por atinarle a Monokuma. ¿¡Cómo se le ocurría meterse a mi habitación mientras...!? Me detuve de inmediato y avisté toda el cuarto. ¿Dónde demonios estaba? Si podía oírlo... <...en todas las partes de la isla, y lo estará hasta las 10 pm del día de hoy.> Alcé la cabeza en dirección a la ventana, lugar en donde se encontraba mi monitor personal. Y —porque no podía ser de otra forma—, la presencia de Monokuma apareció tras la pantalla. Claramente disfrutando de una bebida exótica. Y también informando sobre los detalles del nuevo día. —Me siento tan idiota —sollocé antes de cubrirme el rostro con la almohada e intentar asfixiarme con ella. ¿No sería divertido? Si disfrazaba mi suicidio como un torpe homicidio de novato, ¿a quién encontrarían para castigar? ¿Habría alguien que podría beneficiarse? Comenzaba a trazar un plan cuando sentí ciertos toques sobre mis pies. Alarmada y conteniendo un grito, me aparté de allí y salté a la cama, escudándome tras la pobre almohada cuya forma empezaba a perderse. Y los vi. Aquello que había caído eran los objetos que había guardado en la noche: la llave, la moneda y el cristal. —Esto es TAN humillante —Suspiré y me agaché para recogerlos. Rápidamente me dirigí al armario y saqué una toalla y la ropa que vestiría ese día—. Necesito una ducha ahora.
