Habitación de huéspedes

Tema en 'Planta Baja' iniciado por Gigi Blanche, 22 Febrero 2021.

  1.  
    Gigi Blanche

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    Las estúpidas pulsaciones de calor no habían contado con la decencia de amainar y si entonces no fue el caso, ahora con los ojos de Cay prendados de los míos aún menos. Poseíamos una resina muy similar, aunque la mía resultara quizá ligeramente más fría y sobria ante la luz. Su dorado era increíblemente dulce y cálido, ya lo había pensado, aunque dentro de esa oscuridad y con el vaho denso de por medio resultara difícil aseverarlo.

    No había vuelta atrás, las movidas imbéciles se habían apilado y no tenía idea exactamente en qué momento la habíamos cagado, pero estábamos ahí y ni siquiera me molesté en disimular la atención que le ponía, la expectativa con la cual esperaba que fumara. Seguí sus movimientos en silencio, detallando la piel de su mandíbula, su garganta incluso, la nuez de Adán, para regresar a sus labios y la punta de sus dedos. El ámbar chispeó suavemente ante el pequeño incendio y me quedé quieto apenas adiviné sus intenciones de acercarse.

    Una sonrisa vaga decoró mis labios, fue similar a la suya y entreabrí la boca para recibir el humo. Una ridícula corriente eléctrica me sacudió la columna, era la jodida cercanía incluso sin tocarnos, pero el cabrón acabó de estirarse y presionó sus labios contra los míos. No pasó de eso, podría incluso haber calificado de inocente, pero el olor del porro me seguía colmando los sentidos y la oscuridad palpitaba a los costados de mi visión.

    Inocente mis huevos.

    Deslicé la mirada de sus ojos al porro, en eterno silencio, pero al aceptarlo noté que una ansiedad extraña me cosquilleaba en los dedos. Le di un jalón, fue ligeramente más apresurado que el anterior y esta vez la mano que sostenía el cigarro se ancló al costado de su cuello. Presioné las yemas entre el cabello fuego de su nuca, era suave y ajusté la posición para echarle el humo en la boca. Ni siquiera aguardé a vaciarme los pulmones como tal, lo último se me escapó en un suspiro que fue a morir en sus labios al besarlo. Me presioné contra su boca lentamente, le clavé los dedos con mayor maña y lo insté a separar los labios para profundizar el beso.

    Vete a saber qué mierda estábamos haciendo.
     
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    Ya visto estaba que no era de piedra, incluso el día que Welsh me cayó encima mientras hablaba con Nakagawa y con Liza un chispazo de mierda me había corrido por la espalda, revuelto entre la tensión.

    Luego había caído el imbécil de Arata y luego Kurosawa se había montado aquel numerito con la loca de Tolvaj, y mira igual y venía cargando ahí una tensión extra qué coño iba yo a saber.

    Pero el caso era que ya no podía echarle la culpa nada más al alcohol que tenía encima, era el resto del asunto el que me estaba enviando las oleadas de calor por el cuerpo y pues qué iba a hacer que no fuese lanzarme de cabeza, aprovechando que no tenía ni una gota de control de impulsos ya.

    ¿Qué si lo había besado sólo para ver qué más pasaba? Un poco sí.

    Come on, Ko-chan.

    Debía admitir que también una parte de que lo hiciera era porque a secas me sentía cómodo con Kohaku, no había tensión alguna a su lado y era mi amigo por encima de cualquier otra estupidez. Así que quizás fue esa confianza la que nos condenó.

    Noté que el siguiente jalón que le dio al porro tuvo algo más de velocidad y cuando me ancló la mano al cuello fue obvio por dónde iban los tiros. Era arisco, no retrasado.

    Su mano se ancló a mi cuello y la presión de sus dedos me lanzó un golpe de electricidad que fundió los últimos fusibles ya de por sí al borde del colapso.

    El suspiro que fue a morir a mi boca cuando volvió a unir nuestros labios me hizo aún más consciente del puto calor que tenía encima, fue como arrimar una cerilla a una fuga de gas y lo dejé profundizar el beso.

    Joder.

    Me estaba comiendo a Ko y muy honestamente no me podía importar menos.


    Mi mano fue a parar en su mejilla, luego se deslizó a su cuello y finalmente a su nuca para subir, enredándose entre las hebras celestes. Ahora fui yo el que ahogó un suspiro en la boca ajena y aunque trastabillé un segundo lo cierto es que no lo pensé cuando colé la lengua en su boca, empujándola apenas.

    Si conocía el pudor era evidente que había desaparecido con mi sobriedad.

    Me separé apenas para tomar algo de aire, aproveché que tenía todavía la mano entre su cabello y básicamente lo empujé de regreso a mi boca.

    Well, there we go.

    Yo: a mimir
    Los gay pals: we think the fuck not
     
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  3.  
    Gigi Blanche

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    A medida que perdía la tensión me daba cuenta que la había estado acumulando, como si aún no lograra asimilar completamente la idea de que Cayden estuviera bien con todo eso, que se le había zafado el tornillo tanto como a mí y que no estaba haciendo nada malo, no me estaba imponiendo ni aprovechándome de su estado. Las preocupaciones de mierda venían atadas al cariño estúpido que le guardaba desde que lo conocí, a las raíces que habíamos echado uno junto al otro. Raíces tan, tan resistentes, que sin importar cuánto nos alejáramos o enredáramos seguirían allí, protegiendo la cercanía.

    Lo había pensado antes, lo de su mano trazando líneas de pólvora seca, el caso es que ahora su cuerpo ardía y alcanzó para hacer combustión. Cuando pasó por mi cuello me arrojó chispazos de corriente, algo inquieto se removió en mi interior y me empujé con cierta cuota de fuerza dentro de su boca. Su lengua alcanzó la mía, fue tentativo pero no hizo más que contribuir al incendio.

    Detuve el carro cuando se separó, busqué sus ojos adrede para medirlo y confirmar que no se iría a arrepentir o algo. En ese momento me di cuenta que sin importar el calor que sintiera encima, lo mucho que hubiera perdido la cabeza, la más pequeña señal de incomodidad por parte de Cayden bastaría para hacerme retroceder completamente. Vete a saber si conseguiría quitarme el miedo que muy, muy al fondo seguía manteniendo latente.

    Como si fuera a arruinar mi relación con él por un beso de mierda.

    Pero sus acciones sólo siguieron contribuyendo a silenciarme el cerebro, se valió de su agarre para empujarme hacia él y cerré los ojos de inmediato, correspondiéndole sin dudarlo ni medio segundo. Le eché un vistazo al porro para comprobar que se había apagado, lo dejé caer sin más en el colchón y la mano que había mantenido anclada en su cuello se deslizó a su nuca. Ladeé la cabeza, colando mi lengua dentro de su boca, y lo atraje hacia mí al volver a recostarme sobre la cama. Mi cabello celeste se desparramó aquí y allá, enganché el brazo libre en su cintura, por dentro del saco, y lo presioné con maña contra mi cuerpo. No dejé de besarlo en ningún momento.

    Era consciente de todo, joder. De su torso tibio, sus piernas enredadas entre las mías, la suavidad de su cabello y la humedad de su boca. Lo estaba absorbiendo sin perder detalle y por mí que hiciera lo que le saliera de los huevos.

    Lo estaba disfrutando como un jodido cabrón.
     
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    Zireael

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    Tampoco había que buscarle la quinta pata al gato, podía ser jodidamente errático gracias a las fuerzas dicotómicas que cargaba encima, que no dejaban de colisionar entre sí causando ruido constante, incomprensible y simplemente angustiante. Que eso se externalizara, claro, dependían de qué tanto tirara de las cuerdas y quizás esa noche había tirado de ellas hasta dejarlas convertidas en un montón de tiras inútiles.

    Las ataduras perdieron su objetivo, mis bases de tierra terminaron por ceder al peso y derrumbarse arrastrándome consigo; era posible que en otro momento semejante sensación me hubiese lanzado directamente a otro breakdown sin paradas en ninguna parte. ¿Ahora? Digamos que solo estaba liberando tensiones contenidas, que romperme me había hecho buscar la cueva, la oscuridad y en ella recuperaba el control aunque pareciera lo contrario.

    De por sí ya pasábamos haciendo el imbécil.

    ¿Qué diferencia había?

    Cuando se empujó en mi boca otro suspiro fue a morir en ella, fue todavía más pesado y delator que el anterior, pero sirvió para que me diese cuenta de que había terminado por iniciar un incendio que se estaba propagando con ayuda del viento, cada brasa lo expandía haciendo que consumiera cuanta cosa tuviera al alcance. En el breve momento que lo dejé ir Ko buscó mis ojos, lo hizo a propósito y no necesitaba todas las neuronas del cerebro funcionando para saber que era para medir mis reacciones, aunque tampoco fue que hubiera mucho que pretender ver. Se me había ido la puta cabeza, ¿y qué?

    Me recibió de nuevo, su mano deslizándose a mi nuca me lanzó otro relámpago que me bajó por la columna y al colarse en mi boca busqué su lengua con una necesidad hasta estúpida, no tenía la suficiente capacidad mental para disimular una mierda. Lo dejé arrastrarme consigo, apoyé los brazos a los lados de su cabeza solo para no dejarle ir todo mi peso y otro suspiro de mierda se me escapó cuando me presionó contra sí con la mano que había colado bajo el saco otra vez.

    Me separé de él de nuevo, recuperando algo de aire, y encontré sus ojos allí recostado en el colchón, con la mata celeste desparramada sobre la superficie. Mi respiración debió rebotarle en el rostro un momento, a la vez que prácticamente me le volvía a ir encima. Deslicé la lengua en su boca ya con maña, debían darme un premio por mi capacidad de aprendizaje o algo, y despegué una mano de la cama solo para encontrar su nuca y subir los dedos hasta su cabello otra vez.

    Si lo dejé ir fue nada más porque se me siguió yendo la putísima olla, me retiré de su boca y bajé a su cuello, le respiré encima aunque no lo planeé antes de deslizar la lengua por su piel. Fue hasta entonces que conecté alguna neurona o lo que fuese, a pesar de que seguía con el olor a marihuana metido en la nariz, y se me escapó una risa allí donde estaba.

    —No vayas a pensar mal, de verdad que al principio era solo un abrazo.


    im really wasted sos
     
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    Gigi Blanche

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    Su cabello de fuego era estúpidamente suave, no podía dejar de pensarlo. Se deslizaba y escurría entre mis dedos con una facilidad irrisoria, resultaba tan liviano al tacto que uno podría creer que la experiencia de acariciar una auténtica llamarada no debía diferenciarse demasiado. Y no sabía de dónde provenía, a qué atribuírselo, pero los colores de Cayden siempre habían sido más intensos que los míos y me estaba envolviendo.

    Como una brasa encendida, estaba consumiendo todo mi oxígeno.

    Sus suspiros eran muy similares a una inyección de adrenalina, mi corazón palpitaba como si pretendiera quebrarme las costillas y cada pequeña bocanada de aire se agradecía con creces. Dios, tenía un calor insoportable y eso que aún no me había echado encima ni una gota de alcohol. Imagínate.

    Cada maldita vez que su lengua encontraba la mía se me escapaba un suspiro, la electricidad relampagueaba y me molestaba en la yema de los dedos. Me besó una y otra vez el idiota, no estaba ni cerca de cansarme y mi mano siguió recorriendo su espalda sin límites aparentes. Sentía el cerebro literalmente derretido, no se me ocurría nada coherente más allá de la estúpida necesidad de seguir comiéndole la boca a uno de mis mejores amigos. ¿Siempre nos habíamos balanceado entre los límites? ¿Por qué no se sentía tan extraño como alguna vez había creído?

    ¿En cualquier momento nos podríamos haber besado con estas putas ganas?

    No llevaba un recuento preciso pero imaginaba que mucha experiencia no debía tener, el cabrón. Digamos que aprendía rápido. Cuando buscó mi lengua por última vez la presioné contra la suya y justo luego de retirarse me estiré para atrapar su labio inferior entre mis dientes. Fue suave, no ejercí presión ni nada, y una sonrisa algo oscura se dibujó en mi rostro al dejarlo ir a medida que bajaba a mi cuello. Volví a relajar la cabeza en el colchón, mis dedos se enredaron en su cabello y el aire se congeló en mis pulmones, presa de la expectativa. Su aliento me aflojó un par de cables, mis dedos cosquillearon y todo el jodido cuerpo se me tensó cuando deslizó la lengua sobre mi piel. Reaccioné en automático, presioné su espalda baja con fuerza y un chispazo del más puto placer me recorrió la columna al notar que nuestras entrepiernas se rozaban.

    Qué novedad.

    Estaba duro.

    Entreabrí los ojos, no enfoqué el techo como tal, digamos que mantuve la vista relajada en un punto indefinido y tragué saliva, oyendo su risa. Removí los pies, los arrastré en el suelo hacia atrás para afirmarme mejor y mis rodillas subieron un par de centímetros. La jugada acentuó el contacto y tensé la mandíbula, esbozando una sonrisa floja.

    —No vayas a pensar mal, de verdad que al principio era sólo una pitada.
     
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    Zireael

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    Creía que todo el mundo, tarde o temprano, poseía fuego de alguna manera. En algunas personas aparecía como su elemento dominante, en otras tantas era un elemento secundario o una suerte de aparición espontánea que ocurría cada muerte de obispo y si no era fuego, era electricidad. Aparecía incluso en elementos estables como el aire y la tierra, golpeaba su espacio, arrasaba con su superficie sin pedirle permiso a nadie y luego se esfumaba en un respiro. Así funcionaban las tormentas eléctricas y los incendios forestales.

    Antes había sido perfectamente consciente del fuego que iniciaba la ira, creía haberlo apagado sin que alcanzara a nadie y ahora, por algo completamente diferente, se había reiniciado con una fuerza ridícula, consumiendo todo el oxígeno en el espacio y envolviendo a Ko en el círculo de fuego conmigo. No había ira alguna, no era una mierda como esa la que me movía, pero el elemento subyacente y su capacidad de destruir eran muy similares.

    El idiota no me dejaba el cabello quieto, la sensación solo se proyectaba de allí al resto del cuerpo como pulsaciones eléctricas y de tanto en tanto se me erizaba la piel en respuesta. Había que ser jodidamente estúpido para negar lo bien que se sentía, el hecho obvio de que no quería que se detuviese, que quería que me siguiera echando suspiros encima y viceversa.

    La mano con que seguía recorriéndome la espalda me provocó un escalofrío por toda la columna, aunque honestamente ya en cualquier parte que su tacto me alcanzara tenía ese efecto y si me preguntaban, la verdad era que sentía que iba a ahogarme en cualquier momento. El calor ya de por sí intenso que me cargaba no hacía más que aumentar y aumentar, hasta dejarme sin aliento.

    La movida de atraparme el labio cuando me retiraba me hizo reflejar parte de su sonrisa y ni siquiera me di cuenta que me relamí los labios cuando me dejó ir, ocupado como estaba en continuar con la puta locura que me había cruzado la cabeza. El solo tacto de sus dedos enredándose en mi cabello me distrajo lo suficiente para que cuando me presionó la espalda baja me tomara prácticamente por sorpresa, el roce me lanzó otro puto golpe de calor encima y ahogué un suspiro entrecortado contra la piel de su cuello.

    Goddamnit —solté, ya incapaz de regresar del todo mi cerebro al japonés. Encima el desgraciado hizo otra movida, el contacto se acentuó y las conexiones se me siguieron yendo al carajo—. A ver, ten un poquito de piedad, Ko.

    Apenas decirlo se me escapó otra risa baja, el aliento volvió a rebotar en la piel de su cuello ahora húmeda por la gracia de haberla recorrido por la lengua y seguí avanzando un poco dando palos de ciego. Presioné la lengua contra su piel antes de dejar un reguero de besos húmedos, subí hasta rozar la línea de su mandíbula con los labios, luego su oído y el cuerpo me respondió solo, removiéndose, el nuevo roce en la entrepierna me hizo respirarle encima.

    Ni valía la pena ocultar que estaba más puesto que la mierda.

    —¿Y al menos estuvo buena? —murmuré contra su oído—. La pitada digo.
     
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    Gigi Blanche

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    No poseía fuego como tal, lo sabía. Mi elemento central era el aire y a lo sumo de tanto en tanto podía robar ciertas características del agua, incluso la tierra, ¿pero fuego? Era un delirio de fiebre. Las chispas tendían a alcanzarme de todas las llamaradas que me rodeaban, de los jodidos intensos con los que pasaba el tiempo. Anna, Arata, algunos de mis amigos; en los ojos de Cayden también lo había encontrado. Pero ¿qué daño podía hacerle el fuego a las corrientes de aire? En todo caso sería a la inversa, mis vientos guardaban el potencial de atizar y atizar los jodidos incendios que me rodeaban hasta convertirlos en auténticos desastres. Pero no era algo que ejerciera a voluntad y mucho menos por deporte, a lo sumo los vicios se me escapaban de las manos en situaciones así.

    Cuando la oscuridad me rodeaba.

    Cuando únicamente el cuerpo hablaba.

    Cayden lidiaba con sus eternas dicotomías, era una batalla eterna que muchas veces lo sobrepasaba y eso resultaba evidente. Yo no estaba exento del fenómeno, de hecho dudaba que alguien lo estuviera realmente, la diferencia radicaba en cómo aprendían a lidiar con ello. A mí no me generaba un conflicto como tal, con los años logré asimilarlo y procesarlo como lo que era: una dicotomía, sí, una que me caracterizaba, no limitaba.

    Y la eterna batalla encontró un cese.

    Podía ser muy calmado y pacífico en el día a día.

    Y podía atizar el incendio de mi mejor amigo sin una pizca de culpa.
    ¿Que le tuviera piedad?

    Lo siento, Cay Cay. Imposible~

    Quemaba. Sus manos, su lengua, sus ojos me quemaban. Cada maldito centímetro del cuerpo me ardía al punto de la locura y genuinamente ya me importaba todo una mierda. El primer roce me descargó un relámpago de corriente encima, el segundo no decepcionó y su inglés pesado justo sobre mi cuello me lanzó una ansiedad estúpida directa al cerebro. Tenía calor, un calor de los cojones que no hizo más que empeorar cuando empezó a comerme el cuello. Jadeé, respirando por la boca, el aire me quemaba y seguí jadeando en tanto no se detuviera. Volvió a removerse, estropeando mis circuitos, y le correspondí de inmediato con un vaivén de caderas. Luego otro, y otro, marcando un ritmo constante que me fundió hasta la última neurona.

    ¿Para qué mierda lo iba a negar?

    Quería que el imbécil me follara.

    De cualquier forma tuve la decencia de tragármelo, tratándose de Cayden. Tragué saliva al sentir su voz en mi oído y vete a saber de dónde saqué fuerzas para soltar una risa floja. Relajé suavemente el agarre en su cabello, que era casi violento, y lo acaricié al estirarme cerca de su oreja.

    —Eh, ha habido mejores.

    Sonreí ampliamente y repasé el contorno de su oreja con la punta de la lengua. Primero el lóbulo, luego comencé a bajar hacia su cuello y volví a presionar su espalda baja. Otro golpe de caderas, otra sobrecarga y solté un suspiro pesado antes de utilizar toda mi fuerza para voltearlo encima de la cama. Mis manos apretaron sus hombros, me lancé directo a su cuello y deslicé la lengua antes de prácticamente devorarlo. Busqué abrirle el saco, le desajusté la corbata y la mandé a la mierda antes de anclar una mano en su cintura, arrugando la tela de la camisa. Seguía metido en su cuello, besándolo y propinándole mordiscos suaves, y reanudé el movimiento de mis caderas.

    No tenía idea cómo parar el carro.

    La mano siguió su recorrido, navegó el borde de su pantalón y me separé apenas para darle espacio. Alcancé su miembro por encima de la ropa, lo apreté con maña y comencé a mover la mano de arriba abajo en lo que regresaba a su boca. Me colé dentro, busqué su lengua y lo besé con una intensidad estúpida.

    Venga, Cay Cay, dime una cosa.

    ¿Alguna vez alguien te hizo esto?

    oh my holy f-

    despertó a la eight beast idk *c persigna*
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3
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    Zireael

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    Cada segundo que pasaba solo me convencía más de que era imposible que se me fuese la pinza de esa manera con una persona que no conociera de nada, era simple y llanamente imposible que fuese capaz de sentirme cómodo en un escenario de esa índole con alguien con quien no había logrado forjar confianza alguna como hacían otro montón de los estúpidos metidos en esta mansión pseudo-victoriana. Si estaba allí en medio de tal descontrol, si había alcanzado ese punto era porque con Ko podía hacerlo y punto.

    Confiaba en el idiota al punto de poder entregarle un arma y decirle que me apuntara entre las cejas.

    Era un jodido desastre, cada toque, cada suspiro y todas las ganas que ya ninguno de los dos disimulaba me enviaban golpes de electricidad que solo iban ganando fuerza. Entre las corrientes de aire de Kohaku, las nubes generalmente sosegadas, se había formado una genuina tormenta eléctrica y los rayos golpeaban todo lo que alcanzaban con una fuerza arrolladora que no me interesaba detener en realidad.

    Los jadeos que no se molestó en contener cuando básicamente le devoré el cuello solo siguieron esparciendo la electricidad en direcciones aleatorias, sobrecargándome al punto de pensar que genuinamente iba a quedar con el cerebro derretido y como si no tuviera ya bastante el cabrón movió las caderas, no se detuvo y marcó un ritmo que me arrojó semejante oleada de calor encima que ya no supe qué hacer con ella. La oscuridad del cuarto se volvió más profunda un instante, como si un parchón negro se me hubiese colado en la visión, y ni siquiera había reparado en que su agarre en mi cabello podía casi considerarse agresivo.

    La caricia volvió a anclarme al mundo a medias, lo suficiente para escuchar su respuesta y contuve la risa.

    So rude, Ko-chan —murmuré, poco importaba si entendía o no.

    Me volví a ir a negro en cuanto sentí su lengua en mi oreja, luego en el lóbulo y finalmente en el cuello. Cuando volvió a mover las caderas cerré los ojos, jadeé como había hecho él hace nada y me dejé hacer, que volteara el asunto y me dejara en la cama. Sentí el cabello desparramárseme sin orden alguno sobre el colchón y clavé la vista en el techo apenas un segundo antes de que se me fuese encima a comerme el cuello con unas ganas que te cagas; sentí sus manos en el saco, luego en la corbata que fue a dar vete a saber dónde y finalmente ancló una en mi cintura.

    Mis manos fueron a parar a su mata de cabello celeste enredándose en las hebras y presioné con fuerza al sentirlo reanudar el movimiento, peor aún cuando anduvo por el borde del pantalón. Maldije en tropel, una palabra tras otra en el inglés más pesado y crudo que me hubiese escuchado nadie nunca, y para cuando coló la mano para alcanzarme por encima de la ropa el jadeo que me surgió directo del pecho fue entrecortado, casi quejumbroso, y tiré de su cabello sin siquiera darme cuenta, debió comérselo porque regresó a mi boca prácticamente de inmediato y recibí su lengua, me presioné contra ella con una ansiedad que ni debía ser capaz de verbalizarse.

    Mierda, debía darme vergüenza lo duro que me tenía el hijo de puta.

    No me di cuenta realmente cuándo dejé su cabello pero a tientas lo hice dejar de estimularme solo para sacarle el saco, que se fue a la mierda al igual que mi corbata, y sin dejar de comerle la boca un puto segundo más que para tomar aire desabotoné el chaleco y lo mandé a tomar por culo también. Conecté con sus ojos un instante que me separé, debió ser menos de un segundo, pero me sirvieron de espejo para imaginar nada más cuán oscurecida estaba mi propia resina.

    Ni siquiera lo pensé cuando volví a tomar su mano, llevándola a mi entrepierna otra vez e instándolo a reiniciar el movimiento, lo solté casi de inmediato y aproveché para volver a llevar la mano a su cabello. Me retiré de su boca respirando como si estuviera por puto ahogarme y empujé suavemente su cabeza para que regresara a mi cuello, no había abierto la boca, pero prácticamente se lo estaba pidiendo.

    Quería más.

    Y más.

    Y más.
     
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    Gigi Blanche

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    Una parte de mí lo sabía, claro. Sin importar cuánto nos pareciéramos, había una diferencia radical en cómo percibíamos el contacto físico. Cayden tendía a rechazarlo casi sin excepción, era un animalillo arisco e incluso huraño que apenas podía con su cuerpo. Sabiendo eso, por extensión no costaba deducir su escasa a nula experiencia en, bueno, mierdas físicas como esa. ¿A qué se debía el privilegio?

    La confianza, claro.

    Sabía que jamás haría nada para dañarlo y estaba en lo correcto.

    Era casi prácticamente una responsabilidad, y si hubiera tenido las neuronas suficientes para razonarlo quizá habría visto de frenar el carro, pero nada podía importarme demasiado cuando su puto cuerpo ardía, cuando hablaba por sí solo y yo únicamente me dedicaba a escucharlo. A sentirlo y estimularlo.

    Para que se siguiera sintiendo así de bien.

    ¿No es cierto, Cay Cay?

    Es casi adictivo.


    Que me hablara en inglés sí me causaba algo de gracia, en líneas generales no atajaba demasiado pero igual tampoco lo necesitaba. Con oír la pesadez de su voz, sus jadeos y suspiros me bastaba. Su jodida entrepierna estaba dura que te cagas y lo presioné con ganas encima del pantalón, me cargaba esta necesidad estúpida de seguir derritiéndole el cerebro porque era Cayden y me lo estaba permitiendo.

    Me lo estaba permitiendo.

    Su jalón de cabello dolió un poco, lo cual sólo le arrojó aún más gasolina al incendio y lo dejé quitarme tanto el saco como en la corbata en lo que seguía besándolo, anclando la mano en su cuello cuando se me permitía. Igual me buscó a tientas, me redirigió a sus pantalones y me sonreí contra sus labios como el puto cabrón que estaba hecho.

    Y encima me empujó a su cuello.

    Lo consentí, claro, ¿cómo no hacerlo? Le llené el cuello de besos húmedos, besos lentos y profundos, mientras me encargaba tanto de la hebilla del cinturón como de los pantalones. Volví a sonreír y me erguí, arrastrándolo conmigo en el proceso. Colé la lengua en su boca mientras le quitaba el saco, le desabotonaba la camisa y lo seguí arrastrando hasta obligarlo a ponerse de pie. Bajé a su cuello, lo devoré y tracé un camino de fuego por su pecho. Mis manos fueron recorriendo los costados de su cuerpo hasta alcanzar el pantalón y quité toda la ropa del medio. Estaba arrodillado frente a él y busqué sus ojos desde allí abajo, sonriendo.

    —Bueno, Cay Cay, tendrás que disculparme —murmuré, envolviendo su miembro con la mano—. Pero tengo muchas ganas de hacer esto~

    Lo estimulé cerca de la base durante un par de segundos, alcancé la punta con el pulgar y tracé algunos círculos antes de deslizar mi lengua a lo largo. Una, dos veces, saboreándolo como el puto cabrón que podía ser antes de llevármelo a la boca por completo. Arrastré las palmas hasta clavarle las yemas en las caderas y le comí la puta polla sin una gota de pudor.

    Venga, Cay Cay.

    Déjame escucharte.
    santa cachucha
     
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    Zireael

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    Era un huraño de mierda pero no era estúpido, vamos. Que no dejara que demasiada gente me pusiera las manos encima en ningún sentido no me impedía ser consciente del poder del contacto, de que existía el placer físico y que, por decir algo, de alguna manera me privaba de él constantemente. Lo único que necesitaba realmente era eso que había encontrado en Kohaku, una confianza que rozaba lo estúpido y me permitiera relajarme para poder disfrutarlo en lugar de morirme de ansiedad.

    Y la madre que me parió, lo estaba disfrutando al punto de la locura.

    Era como meterse la droga directo al cerebro sin paradas en ninguna parte, el calor y los golpes de electricidad lo alcanzaban todo en cosa de segundos, dejándome la cabeza inútil pero exageradamente liviana. Causaban un placer tan grande que se revolvía de forma extraña con cierto nivel, quizás apenas perceptible, de dolor y era absurdamente delicioso. Normal que no pudiese parar el puto carro.

    Que solo quisiera seguir hasta que se me derritiera la última de las neuronas.

    Me di cuenta de repente, ni puñetera idea de por qué, de que el jodido cabrón de Ko estaba en su puta salsa derritiéndome el cerebro. El imbécil parecía estar disfrutando al punto de lo ridículo tener ese poder, de estarle fundiendo el cuerpo entero a un estúpido inexperto como yo y honestamente no me pudo importar menos, como si quería ponerme entre dos panes y comerme entero el hijo de puta, que lo hiciera.

    Dios, que lo hiciera.

    Encima sonrió contra mis labios cuando llevé su mano de regreso a mi entrepierna, como si estuviera viviendo su mejor vida, pero no tuve tiempo ni de reaccionar como tal porque regresó a mi cuello como había querido. Consiguió que el aire se me congelara en los pulmones y ladeé la cabeza, dándole todo el espacio que quisiera y mi respiración se reinició de golpe al sentir que se encargaba de la hebilla y los pantalones, antes de hacer lo mismo con el saco y desabotonarme la camisa.

    Cuando me arrastró para levantarme el alcohol en sangre que había olvidado regresó e hizo que el mundo diera vueltas un segundo. Cerré los ojos al sentirlo en mi cuello de nuevo, para luego seguir por mi pecho arrancándome un suspiro pesado.

    Well, that escalated quickly.

    Definitivamente eso no iba a ir en mi reporte de acontecimientos para Nakagawa.


    Quitó toda la ropa de en medio, que total ya hasta a mí me estaba estorbando al punto de la desesperación, y el idiota me habló desde donde había quedado, arrodillado frente a mí.

    Su resina era fría, carecía del subtono cálido que ubicaba en la mía, pero no por ello tuvo menos efecto verlo y mucho menos escucharlo.

    Bueno, Cay Cay, tendrás que disculparme.

    Tragué grueso cuando me envolvió con su mano, me relamí los labios que de la puta nada sentí jodidamente secos y me desinflé los pulmones. No me di cuenta hasta entonces que sentía el cuerpo entero cubierto de una capa fina de sudor.

    Pero tengo muchas ganas de hacer esto~

    Baby, just shut the fuck up and be my guest.

    Otro jadeo tembloroso me surgió directo del pecho al sentirlo estimularme, pero cuando el cabrón por fin usó la boca la visión se me fue por completo a negro otra vez y perdí bastante la noción del espacio; gracias debía dar a que no me hubiese ido al suelo, llevándomelo en banda. Bueno, igual debía agradecerle yo que lo tenía ahí arrodillado comiéndome la polla, vete a saber.

    —Ko. —Su nombre me salió como un sonido extraño, un revoltijo de gruñido que estuvo por quebrarme la voz, pero a fin de cuentas era una queja de placer—. Mierda, Ko. Que vas a causar un desastre, cabrón.

    Una cosa era lo que medio lograba decir y otra lo que hacía porque apenas sentí sus dedos clavarse en mis caderas me activé en automático, enredé la mano de nuevo en su cabello con fuerza, buscando asirme a algo, y antes de que pudiese razonarlo le di un único empujón en mi dirección, que para terminar de cagarla se combinó con un movinento de caderas que no pude controlar.

    —Joder, no pares —solté con la respiración pesada colándose en mis palabras y aunque hubiese querido evitarlo, no controlé el tono casi suplicante que me salió después cuando me forcé a aflojar ligeramente el agarre en su cabello—. Por favor, no se te ocurra parar.
    Santa cachucha x666

    Did I see it coming? Yes
    Am I least impressed? No
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 3

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