Habitación de huéspedes

Tema en 'Planta Baja' iniciado por Gigi Blanche, 22 Febrero 2021.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    ¿De verdad se había subido a la estupidez, así nada más? Honestamente lo había soltado por soltar, así como me las daba de galán o cabrón también podía ser un payaso de lo más estúpido si me daba la gana. Mi sonrisa se ensanchó con una chispa de diversión genuina, una diversión transparente, muy diferente a la que tendía a echarme encima en esas situaciones; no tardó mucho en desaparecer y ser reemplazada por la eterna socarronería, pero supe y fui consciente de que estuvo ahí.

    —¿Eso es un desafío? Porque acepto, obvio~ —concedí, sedoso, y me permití una risa relajada a la cuestión de los caramelos—. Luego podemos revisar hasta el último de los cajones de esta casa, ¿qué dices? Quizás hasta encontremos algo más interesante que unos caramelos~

    Seguí sus movimientos sobre la cama todo el rato, así fuera de soslayo. Me hizo algo de gracia haber picado su curiosidad y me encogí de hombros, mientras aún detallaba el jardín frontal.

    —Puede salirte un par de caramelos, o un porrón de cerveza casi lleno, o alguna otra cosa que quieras ofrecerme —sopesé, risueño, utilizando adrede las opciones que ella me había dado. Solté una risa nasal bastante floja antes de mirarla de reojo apenas un segundo. ¿Que si era mi cumpleaños?—. Sí, algo así.

    Aún faltaban un par de días pero detalles, ¿no?

    —Si te gustaría regalarme algo no iré a oponerme, Ri-chan~

    Ah, sí, descarado como siempre. De cualquier forma el ambiente cambió drásticamente apenas comencé a correr la cortina, sólo lo supe. Como si la oscuridad se hubiera tornado aún más negra, o como si los rastros vagos de la música hubieran perdido la forma de alcanzarnos. Afilé mi mirada con una precisión felina, detallando su sonrisa, las curvas suaves de su cuerpo y la pose que adquirió en un jodido segundo. Estaba acostumbrada a este tipo de cosas, ¿verdad? Y no era sólo eso.

    Le encantaban.

    Sus felicidades me alcanzaron con una sedosidad inusitada, esbocé una sonrisa del mismo calibre y alcé el móvil frente a mi rostro. Lo manipulé con ambas manos, una de ellas aún sosteniendo la cortina, de modo que las luces y sombras se mecían lentamente sobre su silueta. Daba la sensación de contemplar el movimiento de la marea nocturna.

    Enfoqué, ajusté la exposición y disparé.

    El brillo tenue de la pantalla iluminó mis ojos oscuros y busqué sus cuarzos opacos casi a cámara lenta.

    Gorgeous, darling. ¿Qué te parece si te tumbas bocarriba y me muestras lo que tienes~?
     
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    Amane

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    La idea de rebuscar cajones ajenos me emocionó más de lo que me hubiese gustado admitir. No estaba bien y definitivamente no me gustaría nada que algo así me sucediese a mí, pero claro, meter a un puñado de adolescentes en la casa de una podía tener esa clase de consecuencias. Seguro se había encargado de no dejar nada demasiado interesante al alcance de cualquiera, pero hey, igual con la tontería la caja fuerte que iba a estar en peligro no iba a ser la mía~

    Solté el aire por la nariz en una risa floja, incorporándome un poco para levantar la cabeza y apoyar la barbilla sobre el dorso de la mano.

    —Ya te he dado la mitad de mi reserva de dulces de esta noche, considéralo tu regalo~

    Había recuperado un poco de liviandad al decir aquello, pero desapareció tan pronto como escuché su siguiente petición. Eh~ Bueno, si era eso lo que quería, no iba yo a negárselo tampoco~

    Me di la vuelta sobre el colchón hasta quedar bocarriba, así como había pedido, aprovechando el momento para subirme aun más en ella. Alcé una pierna hasta apoyar el pie sobre el colchón, así con tacón y todo porque poco me importaba la verdad, y la tela del vestido cayó por completo hacia abajo al doblarla; bajé los tirantes del vestido a lo largo de los brazos, hasta los codos, y utilicé uno de los brazos para taparme parte de los pechos.

    Cuando eché la cabeza hacia atrás, cerca del borde de la cama que permitió a mi pelo quedarse colgando por el mismo así tan corto como era, me había llevado el dedo pulgar de la mano libre a los labios y busqué de nuevo su mirada con aun más intención que antes.

    >>¿Te gusta? Hacer fotos, digo. Pareces saber lo que haces~ —murmuré, sedosa.

    A ver Ri-chan, esta conversación no la tuvimos así que yo recuerde eh (?)
     
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  3.  
    Gigi Blanche

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    —Ri-chan, ¿estás intentando convencerme de que la chica capaz de meterse caramelos en el vestido sólo trajo dos? —Solté una risa floja y chasqueé la lengua repetidas veces, meneando la cabeza—. That's bullshit.

    Comenzó a cambiar la pose, acorde a mi pedido. Seguí sus movimientos con la eterna sonrisa sedosa plantada en el rostro, bajo el abrigo de aquella oscuridad. Riamu alzó la pierna, la tela blanca del vestido se deslizó sobre su piel y el cabello hizo lo mismo, en dirección al vacío. La luz pálida relució en sus hombros, ahora desnudos, y el monte de sus pechos se pronunció al cubrirlos con su antebrazo. Luego rozó sus labios, lo hizo con el pulgar y me clavó la mirada encima, la muy jodida. Le correspondí el gesto, claro, busqué sus ojos rosados y asentí suavemente, reajustando la posición del móvil.

    Putas ganas de comérmela.

    Yes, ma'am. —El obturador comenzó a sonar sobre el silencio de la habitación. Una, dos, tres veces—. Estoy en el club de fotografía en la escuela, puedes pasar a visitarme cuando quieras~ Suele ser muy tranquilo, soy el único miembro activo del club. Tenemos un cuarto de revelado y todo~

    Donde no hay ni una puta cámara.

    Bajé el móvil, luciendo una sonrisa de auténtica satisfacción. No iba a negarlo, esa chica sabía comportarse frente a una cámara y estaba obvio que no era su primera vez. ¿Y qué mejor para un fotógrafo que topar con modelos aquí y allá?

    Seriously, these bitches.

    Corrí la cortina hasta el final del travesaño, el cuerpo de Riamu perdió algo de luz pero sólo era cuestión de un leve reajuste. También abandoné la oscuridad de aquel rincón, pasé delante de la ventana y me senté suavemente al borde de la cama, recorriéndola con la mirada sin decoro alguno. Estiré la mano, jugué con un mechón de cabello por pura manía y comencé a trazar un recorrido ligero. Mis dedos rozaron su hombro, su brazo, la tela abullonada del vestido y su muslo. Regresé a sus ojos, le sonreí y enganché la mano allí para instarla a colocarse de costado, en mi dirección. La luz incidía ligeramente de costado, de modo que lograba iluminar su rostro y realzar los contrastes sin crear sombras demasiado duras o antinaturales.

    Mi sonrisa se ensanchó al apreciarla y asentí, bajándome de la cama para arrodillarme en el suelo y acomodar el móvil, recargando los antebrazos al borde del colchón. No iba a mentir, en aquella pose sus pechos se realzaban aún mejor y de suerte contuve el ronroneo que intentó vibrar en mi pecho.

    —¿Y tú, linda? —murmuré, sedoso, entre foto y foto—. Pareces llevarte bastante bien con la cámara~
     
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    Amane

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    Una ligera chispa de diversión se me coló en el rostro al escuchar su queja, pero simplemente me encogí de hombros y no dije nada más. Tampoco iba a revelarle mi reserva ultra-secreta tan a la ligera, aunque seguía siendo curioso ver lo bien que le funcionaba la intuición conmigo.

    —Eh~ ¿Con sala de revelado y todo? Que sofisticado~ —soné genuinamente sorprendida, aunque la verdad era que tampoco esperaba menos de aquella escuela—. Quizás vaya a visitarte un día, entonces~

    Aunque aun tenía que visitar a Ophelia en el club de arte algún día también, que me había prometido un dibujo y ni de coña iba a perder esa oportunidad. Ah, ya empezaba a llenarse mi agenda de cosas, así me gustaba~

    De nuevo, no perdí detalle alguno de sus movimientos mientras se acercaba y ensanché un poco más la sonrisa cuando giré la cabeza para mirarlo al sentarse, como una especie de bienvenida o algo así. También estaba bastante orgullosa de haber hecho que viniese de nuevo, aunque sabía que en el fondo tampoco había hecho nada muy allá para conseguirlo. Seguí el recorrido de sus dedos con la mirada entornada y así siguió cuando volví a encontrar sus ojos justo antes de girarme cómo me había indicado.

    Dejé caer la mano sobre el colchón, en un movimiento suave, y lo deslicé por la tela del edredón hasta lograr rozar sus dedos.

    >>No sé, ¿herencia quizás? Mi madre es modelo.

    Seguí utilizando el mismo tono bajo y sedoso de antes, porque la situación daba pie a ello y no hacía ninguna falta alzar la voz para entendernos por la cercanía, y no aparté la mirada en ningún momento de la cámara, ni siquiera cuando comencé a mover mis dedos sobre los suyos en una caricia suave.

    >>Espero que estén saliendo bien, que luego te voy a poner nota y todo, ¿eh? Y si alguna me gusta mucho, puede que hasta la suba a Instagram~
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Gigi Blanche

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    ¿Había aceptado visitarme en el club así, nada más? Claro que sí, después de todo estábamos hablando de la misma tía que ya había tenido la cara de invitarme a su propia casa. A ver, las confianzas que íbamos manejando eran como de segundo o tercer polvo, mejor quitaba el pie del acelerador o me iba a ilusionar~

    Estaba en su puta salsa, se le notaba a leguas y un leve chispazo de corriente me recorrió el cuerpo cuando sus dedos alcanzaron a acariciar mi mano. Lo dejé correr sin mayor expresión, no habría sido elegante ni nada, además estaba muy concentrado en mi labor. ¿Que su madre había sido modelo? Venga, si ahora me la imaginaba como una MILF y todo.

    Solté una risa floja antes de bajar el aparato y finalmente volver a buscar sus ojos, ya no a través de la pantalla. Me incliné, instándola a echarse bocarriba, y atrapé sus labios sin mayor preludio. La besé como me vino en gana, no fue exactamente desaforado aunque tampoco le faltó intensidad. Busqué su lengua una o dos veces, más por manía que otra cosa, y al separarme le concedí una sonrisa divertida antes de tumbarme a su lado, también bocarriba, y pasarle el móvil.

    —Todas tuyas, preciosa. Ya puedes juzgarme~
     
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  6.  
    Amane

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    Sacarle otro beso no había sido exactamente lo que había esperado que pasase después, pero tampoco es como que me fuese a quejar por ello. Me sonreí, bastante satisfecha con la situación, justo después de sentir como se separaba y aproveché para subirme de nuevo los tirantes del vestido en lo que él se acomodaba a un lado.

    Cogí el móvil y me dediqué a mirar las fotos mientras me ajustaba el flequillo con la mano libre, asintiendo con la cabeza de vez en cuando y dejando salir alguna que otra exclamación de genuina sorpresa con algunas de las tomas.

    —Eh, no están nada mal. Me dan hasta ganas de guardármelas solo para mí~

    Solté una risa en lo que bloqueaba el móvil y me erguí para volver a guardarlo en la parte de atrás del vestido. Me incliné después hacia un lado, depositando un beso superficial sobre los labios de Joey, y me bajé finalmente de la cama.

    >>Un placer haber pasado estos siete minutos en el cielo contigo, guapo~ —canturreé, una vez de pie y habiéndome hecho de nuevo con el botellín que había en la mesilla de noche para darle un trago—. Nos vemos~
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  7.  
    Gigi Blanche

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    Me quedé tumbado a su lado, viendo las fotos de soslayo en lo que ella las revisaba. Era bastante gracioso si me ponía a pensar cómo se habían ido desenvolviendo las cosas, tanto que de repente ni parecía que hubiéramos estado en esa misma cama comiéndonos la boca. Que, a todo esto, ¿por qué mierda nadie apareció? ¿El juego se habría cancelado o algo?

    Booooring~

    Fui atendiendo a sus reacciones y, no iba a mentir, una sonrisa orgullosa se me plantó en el rostro mientras más y más me convencía de que había hecho un buen trabajo. Solté una risa ligera a su comentario y me encogí de hombros, mi cabello oscuro caía por el borde del colchón y el flequillo me descubrió la frente.

    —¿Así de narcisista? Haz como quieras, bonita, ahora son tuyas~

    La seguí con la mirada en lo que se erguía y todo lo demás, sin realmente mover un músculo. Recibí su beso de la misma forma y le concedí una sonrisa divertida al conectar con sus ojos.

    See ya, darling.

    Me quedé un rato más en esa misma posición, con las manos entrelazadas encima del pecho y la vista clavada en el techo. Estaba tranquilo, me adaptaba con una facilidad estúpida a semejantes cuotas de oscuridad. Era donde me sentía cómodo, me sentía a salvo.

    Vacío también.

    Solté un suspiro pronunciado al erguirme, viendo alrededor. Ri-chan se había llevado la cerveza y la otra estaría por ahí, empapando el suelo, así que nada~ Me incorporé, acomodándome apenas la corbata, y enterré las manos en los bolsillos al salir al pasillo. Bueno, ¿y ahora qué?
     
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    Zireael

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    Me dejé llevar por Ko como si nada, por su sonrisa tranquila y su personalidad general como había hecho desde que recordaba. Solo con eso ya digamos que podía comenzar a tomar aire, fui hasta capaz de preguntarme hasta dónde hubiese llegado si Kohaku no se hubiese aparecido para salvarme el culo de repente y me di cuenta que seguramente solo habría continuado sin detenerme hasta caer por ahí, ya fuese de puro agotamiento o porque el alcohol ya me hubiese noqueado.

    Recibí el vaso de agua que me dio Kohaku, me bajé la mitad en cosa de segundos así que volví a llenarlo y mientras él escarbaba alacenas me distraje con los bocadillos dispuestos en las encimeras, habían varias tazas con todo tipo de frutos secos, y solo me puse a comer como si me hubiesen tenido amarrado o quién sabe qué cojones. Podía culpar de eso a la ansiedad y la hierba, honestamente, aunque la verdad casi siempre comía así.

    De puro milagro no me empachaba como había dicho él el otro día.

    Cuando me pareció notar que Ko se giraba hacia mí solo agarré un puñado de frutos secos antes de girar el cuerpo en su dirección también, sin dejar de comer y asentí con la cabeza un par de veces mientras me acercaba a su posición para salir de la cocina. Le eché un vistazo al umbral que conectaba la cocina con el comedor, me pareció notar de refilón los tatuajes de Arata y solo seguí caminando hasta que salimos al pasillo.

    Abrí la primera puerta que resultó ser el baño, así que la cerré de inmediato antes de seguir caminado. Ignoré por completo a Mason y la chica pelirroja, porque en sí estaban en su burbuja. Luego había una puerta entreabierta y eché un vistazo sin más. Noté los libros, el tocadiscos girando y me llegó a la nariz el aroma a whisky.

    Whisky bueno para variar.

    Me llevé a la boca las últimas semillas para luego beber algo más de agua y retrocedí sobre mis pasos otra vez, para caminar hasta la última puerta y abrirla, al intentar encender las luces... Sorpresa, nada. La luz tenue que se colaba del pasillo dejaba ver que era la habitación de huéspedes y la verdad es que de repente con la migraña que estaba amenazando con caerme encima, sentí un deseo estúpido de acostarme así fueran cinco minutos o sentarme a comer galletas como si no hubiese un mañana simplemente.

    Había olor a cerveza, así que debía intuir a los idiotas que habían estado allí con lo de la botella se les había caído una en su espectáculo así que teníamos dos habitaciones con olor a alcohol.

    Como fuese le eché una mirada a Ko, fui capaz de dedicarle una sonrisa algo más tranquila, y estiré la mano para tomar uno de los frascos de galletas que había traído antes de entrar a la habitación. Me senté al borde de la cama, estiré el brazo para dejar el vaso en la mesilla y abrí el frasco para comenzar a comer. Cualquier que me viera se debía preguntar cómo coño comía de esa manera y no subía de peso, a mí ya había dejado de interesarme.

    Señalé el espacio junto a mí con un movimiento de cabeza y estiré el frasco hacia él.

    —¿Quieres? Unas aquí saben como a chocomenta o algo así, están buenas. —Volqué la atención en el frasco de nuevo y luego de masticar otra galleta de un par de bocados, volví a hablar—. Gracias, Ko. No pudiste aparecer en mejor momento, la verdad, si hubiera seguido solo quién sabe qué estupideces habría terminado haciendo.

    Recordé de repente a Kurosawa y que entre todo el rant que me había clavado de la nada, la había perdido de vista fallando a otro de los planes que tenía. No recordaba con quién la había visto antes de dejar el salón, pero tampoco tenía mucho caso ya.


    Gigi Blanche ola señorita

    oh god protecc this child, ofreciéndole galletitas a su gay pal con la cara de bebé que se carga *screams*
     
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  9.  
    Gigi Blanche

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    En lo que daba con las galletas noté que Cayden por poco no se atragantaba con los frutos secos, pero honestamente lo recordaba comiendo así desde siempre así que lo dejé hacer y ya. Era casi una estupidez comprar papitas a medias con el cabrón, siempre se las había bajado en tiempo récord cuando quedábamos para jugar a la consola, ya fuera su casa o la mía. Con el tiempo aprendí a comprarme mis propias papitas o adaptarme a su velocidad de locos; aunque, siendo honesto, al final del día acababa dejándolo comer y ya porque, no lo sé, encontraba una satisfacción hasta idiota en consentirlo.

    Justo antes de salir de la cocina noté que le echaba un vistazo al comedor y lo imité, encontrando también a Arata. Gracias a Dios, la verdad, porque de haber girado el cuello hacia el salón me habría topado de lleno con lo que me pareció un delirio de fiebre en los casilleros de la escuela.

    Shinomiya.

    Cay lideró la marcha hasta encontrar una habitación decente para relajar un rato, yo simplemente lo seguí, asomando la cabeza sobre su hombro de tanto en tanto por plena curiosidad. Me hizo algo de gracia que le faltaran los focos a las luces del cuarto pero vaya, tampoco me extrañaba. El diablo está en los detalles, ¿verdad? Vi al chico sentarse al borde de la cama y le dejé un frasco de galletas en lo que cerraba la puerta a mis espaldas. Le correspondí las sonrisas a todo momento, obvio, si era prácticamente mi especialidad. Anduve sin ninguna prisa y me acomodé a su lado, dejándome caer sobre el colchón bocarriba. Mantuve la vista en el techo hasta que lo oí ofreciéndome unas galletas, lo miré y agarré una.

    La mastiqué sin muchas ganas realmente, no era el comilón de la habitación ni por asomo, y en lo que estaba en eso lo escuché agradecerme. Desde ese ángulo a duras penas conseguía ver algo de sus facciones, aún menos a contraluz, pero no me hacía falta para imaginarlo gracias a su tono de voz. Esbocé una sonrisa tranquila y alcé el brazo para propinarle unas caricias reconfortantes en la espalda del saco.

    —Sexto sentido~ —bromeé, liviano, y le di otro mordisco a la galleta dejando caer el brazo en el colchón, detrás de Cayden. Me cargué los pulmones de aire y lo liberé lentamente—. No tienes nada que agradecer, Cay Cay. Es lo menos que puedo hacer por mis amigos.

    Por los chacales que abandoné.

    —¿Sí te sientes un poco mejor? ¿Seguro, seguro?

    me los quiero comer a besitos idk
     
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  10.  
    Zireael

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    Con personas desconocidas digamos que me contenía un poco para no comer como un descosido ni tan rápido, porque debía ser raro ver a alguien que no conoces de nada a punto de atragantarse a tu lado, pero con solo que hubiese una persona conocida mandaba eso a la mierda. Ahora que había estado al borde del meltdown y que Ko me acompañaba, bueno, que le dieran por culo a los modales.

    Bien que me vestía de traje y corbata hasta dos veces por semana, pero ahí estaba, zampándome la comida de Akaisa a velocidad.

    El chico me había cedido el frasco mientras cerraba la puerta, la ya de por sí luz tenue se redujo todavía más y las sombras se recortaron, palpitaron un instante hasta que la iluminación se limitó lo que se filtraba bajo la puerta y por la ventana. Con la reducción de iluminación disminuyó también el ruido externo, las sombras me rodearon y me sosegaron el corazón, como un mantra.

    La tensión desapareció de golpe, el cuerpo se me relajó mientras seguía comiendo hasta que Ko se sentó a mi lado, para luego dejarse caer en la cama y puso la vista en el techo antes de aceptarme una galleta.

    Sus caricias me aflojaron todavía más el cuerpo, encorvé la espalda sin darme cuenta siquiera, y empecé a comer algo más despacio. La respiración, que no había notado que tenía alterada, también volvió a su ritmo normal.

    Que no tenía nada que agradecer decía.

    Le debía mi estabilidad mental en ese momento, a él y a la cabeza de chicle aquella del patio.

    Estaba por decir algo cuando me di cuenta de repente, casi como una suerte de epifanía, que Ko estaba en mi cueva. Lo había arrastrado a ella o él había venido a voluntad, quizás las dos, pero estaba allí en la cueva que creaba en cualquier parte cuando necesitaba volver a ser yo a pesar de que a veces me odiaba con tanta fuerza. ¿Cuál había sido la última vez que había metido a alguien allí, a mi lugar seguro? Mi madre, cuanto tenía doce o algo así, o Yako unos meses antes de que falleciera.

    Mi cueva era sagrada, la soledad que había en ella era mi tesoro más preciado y la guardaba con un recelo estúpido. Mi aislamiento voluntario, mi perpetuo silencio que era solo roto por mí mismo.

    Allí estaba Ko y estaba bien.

    Estaba bien.

    Me bajé otro par de galletas antes de dejar a tientas el frasco sobre la mesilla, tomé el vaso de agua, le di un par de tragos que me sirvieron para enjuagarme el sabor dulce de las galletas de la boca y lo estaba regresando a su lugar cuando Ko volvió a hablar. Asentí apenas con la cabeza hasta que me dio el cerebro para pensar que no me iba a ver muy bien.

    —Sí —respondí sin más y me dejé caer a su lado, para qué mentir, con la cantidad de alcohol que me había metido en el cuerpo un poco sí que me daba vueltas la cabeza. Como fuese, aproveché para sacarme la máscara de la cara un rato, en ese espacio no había teatro alguno que seguir—. Seguro, seguro. Apenas cerraste la puerta pude relajar el cuerpo y me sentí mejor en esta oscuridad que afuera, mil veces mejor, aunque claro, ¿eso de sacar las bombillas del cuarto? Vaya jugada rastrera.

    Guardé silencio unos segundos y cerré los ojos, respirando despacio.

    —Bienvenido a mi cueva, Ko —murmuré un poco porque sí—. Siempre está vacía y por eso me gusta, incluso si hace frío en dónde sea que la cree. Se supone que no acepto invitados aquí, pero a veces se hacen excepciones así que espero que te sientas importante.

    El fuego, la ira que había sentido afuera, había terminado por dejar de rebotar y reducirse a una tímida llama que ya ni siquiera servía para iluminar nada, me había liberado de la tensión de temer que alcanzara a alguien y le hiciera daño, así que ahora podía respirar.


    por qué los amo tanto help me
     
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    Gigi Blanche

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    voy a musicalizar sus vidas

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    A mí no me iba tan bien con la oscuridad, ¿verdad? Había algo opresivo e incluso angustiante en la idea de ser envuelto por las sombras, el silencio intrínseco, la falta de matices. Como arrebatarle la vida al mundo, reducirlo a un puñado de cenizas opaco y sin sentido. La oscuridad me empujaba a pensar, a recordar. Era un lienzo negro con una increíble capacidad de adaptación, podía mutar y enseñarme literalmente cualquier cosa.

    No se me daba bien, pero a Cayden parecía haberlo relajado y eso era más que suficiente para soportarla un rato.

    Lo miré de soslayo al recostarse a mi lado y decidí imitarlo, irguiendo levemente el cuello para desatar la máscara y dejarla a un costado, sobre el colchón. Fue bastante cómodo quitármela, como echarle aire a mi rostro, y cerré los ojos un rato mientras lo escuchaba seguir hablando. Se me escapó una risa floja a lo de la jugada rastrera, lo cierto era que no imaginaba en qué contexto o por cuál razón la dueña de casa habría decidido remover la iluminación de esta habitación en particular, pero el hecho de que tuviera cama quizá lo explicaba en sí mismo.

    O vete a saber, dudaba que mi cerebro funcionara como el de personas así.

    No acoté nada, no era precisamente del tipo hablador y además estaba cómodo así. El tiempo siguió pasando hasta que la voz de Cayden volvió a proyectarse sobre el silencio de la oscuridad, pintarrajeando tonalidades suaves en el lienzo negro.

    Bienvenido a mi cueva, Ko.

    Entreabrí los ojos, enfocando el techo, y lo seguí escuchando. Había algo opresivo e incluso angustiante en esa oscuridad, sí, pero también podía obrar de refugio para las almas más torturadas. Sabía que nada era malo o bueno per se, que el mundo era una cosa errática y volátil y que no había valor alguno en aferrarse al pasado, a lo aparentemente estable. La verdadera calma se encontraba en la libertad y la felicidad también.

    Por eso no avanzaba a ningún lado.

    Mis alas seguían atadas.

    —Es un placer —murmuré con cierta diversión y luego me llené los pulmones de aire—. Es un verdadero placer.

    Gracias por permitirme echarte una mano.

    Así siento que mis corrientes me llevan a alguna parte.

    Giré el rostro hacia él y luego el torso entero, clavando un codo en el colchón para incorporarme un poco. Le sonreí desde allí arriba y estiré el brazo libre para revolverle el cabello. La mata de fuego salió disparada en varias direcciones y una chispa de ternura se coló en mi semblante.

    —¿Cómo te sientes? ¿Muy mareado? —inquirí en voz suave, regresando la mano al espacio entre nosotros.
     
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    La comodidad que sentía en la oscuridad, en medio de sombras pesadas y densas, no era porque creyera como tal que perteneciera a ese mundo sin más. Consideraba que no, que nadie en sí pertenecía a las sombras, sino que algunos terminábamos por elegirlas por X o Y; elegíamos el frío, el aislamiento y el silencio, las imágenes que se proyectaban en la oscuridad podían ser aterradoras, claro, pero también podía no aparecer nada.

    Y esa nada, ese vacío momentáneo, servía para recuperarme del mundo que me abrumaba con facilidad.

    ¿Era porque veía las conexiones del mundo, porque sabía el poder que cargaba cada interacción por mínima que fuese? No lo sabría nunca porque el cerebro jamás me iba a alcanzar para entender que la forma en que leía el mundo cuando tenía la mente fría era amplia, compleja y podía salirse de la curva estadística; así que no me quedaba más que eso.

    Vivir con la eterna sensación de estar sobrepasado y retraerme sobre mí mismo cada vez.

    Noté por los movimientos a mi lado que Ko me había imitado quitándose la máscara, incluso se había permitido una risa floja por mi comentario y solo me mantuve a su lado, con los ojos cerrados luego de haberle soltado lo de la cueva. Tuve que apoyar un pie en el suelo sabiendo que la sensación de mareo empeoraba si no tenías un ancla, un punto en la tierra y con ese bastó para reducirla a casi cero porque de por sí no era tan grave.

    Es un placer.

    No podría dejarte fuera ni aunque lo intentara.

    Es un verdadero placer.

    Eres un chacal, ¿no? Hay un lugar aquí, en mi mundo silencioso, para cada uno de ustedes.


    Percibí sus movimientos de nuevo y esta vez abrí los ojos, de forma que noté que se giraba, anclaba el codo en el colchón y me miraba desde arriba. La tenue luz que conseguía filtrarse era suficiente para arrancarle un par de destellos al ámbar de sus ojos, cálidos, y se me formó en los labios una sonrisa de imbécil cuando me revolvió el cabello.

    —No mucho —respondí casi en un murmuro.

    Podía culpar al alcohol por el delirio que me había cruzado la cabeza, porque de verdad que lo era pero tampoco tenía la cabeza funcionando a capacidad y ahora más que nunca me estaba moviendo por emoción pura, no pasaba por ningún filtro.

    Obviamente yo no era el tipo de persona que buscaba consuelo en el contacto físico, para empezar había nacido en Japón y en gran parte me había criado como buen japonés, luego estaba la mierda personal de que a secas el contacto innecesario me detonaba una tensión de mierda. Por eso no recordaba muchas veces que hubiese buscado refugio en gestos de esa clase. El soporte, el apoyo o el consuelo lo encontraba en mi preciada soledad, pero de tanto en tanto, el contacto era necesario y reconfortante.

    Dudé incluso aunque mis límites estaban flojos, pero estiré los brazos hasta encontrar sus hombros y finalmente enredé los brazos detrás de su nuca, lo arrastré hacia mí básicamente y lo abracé con cierta torpeza primero, antes de afianzar el agarre y cerrar los ojos. Me quedé esperando algún nivel de tensión en mi propio cuerpo, por mínimo que fuese, pero nunca apareció y solo lo apreté con algo más de fuerza.

    —Había querido darte un abrazo de verdad desde que nos vimos la primera vez —susurré sin tener intenciones de dejarlo ir—, Ko-chan.


    me pudo el abracito sister *shora*
     
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    Gigi Blanche

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    Más allá de las diferencias que saltaban a la vista, Cayden y yo compartíamos un núcleo de personalidad bastante sólido. Quizá fueran esas similitudes, ese tipo de sintonía, lo que nos ayudó a vernos reflejados en el otro y cuajar con semejante naturalidad. Era una cosa de lo más curiosa, a duras penas conseguía encontrar recuerdos previos a ser su amigo; como si lo hubiese conocido y al instante ya todo había ocurrido, ya habíamos conectado y ya estábamos matando el tiempo entre frituras y videojuegos, en el parque, esperándonos a la salida de la escuela para encontrarnos con los demás y aprendiendo todo lo relacionado al negocio.

    Era como un jodido hermano.

    Lo sentí el otro día, cuando nos vimos las caras luego de años. El tiempo no había pasado, las agujas no habían corrido en absoluto y no lo entendía, no tenía realmente mucho sentido, pero suponía que todo se resumía en eso: la sintonía en la que nos movíamos no había cambiado en verdad. Seguíamos transitando el mismo camino.

    Era eso, una conexión inexplicable. Noté su sonrisa sin problemas y una calidez absurda me bañó el pecho, era increíble lo bien que me hacía hacerle bien a ese desastre con patas. Mi expresión se suavizó aún más al saber que no estaba muy mareado y su siguiente movimiento no lo había esperado como tal, aunque tampoco me tensó ni mucho menos disgustó. Ambos habíamos sido criados como japoneses, yo lo era de hecho, no había una puta gota de sangre extranjera en mis venas y se me notaba un montón en muchos ambientes, eso era innegable. Pero en la calle me las había ingeniado para fabricar a otra persona, se movía con mayor soltura, no rechazaba ciertas oportunidades y básicamente vivía su vida como le salía de los huevos. Tenía anécdotas de dudosa moral apiladas en mi historial, hasta Emily ya estaba enterada de un par, y no era tampoco novedad si me prestaban atención interactuando con idiotas como Arata o Natsu. En ese sentido me desenvolvía mejor que Cayden.

    Por eso me sorprendió bastante.

    Pero ¿qué iba a hacer, más que aceptarle lo que quisiera?

    Le concedí una sonrisa suave al sentir la presión en mi nuca y me incliné encima suyo sin más, sus movimientos fueron algo torpes y me las arreglé para anclar una mano al otro lado de su cabeza, cosa de no echarle mi peso encima de golpe. Procuré que fuera cuidadoso, que fuera lento y por ello fui malditamente consciente de todo. El silencio, la oscuridad que nos rodeaba, la suavidad del colchón, su silueta tibia y sus brazos aferrados a mi alrededor con una maña estúpida.

    Siempre había huido del contacto físico como un gato arisco.

    ¿Y ahora esto?

    Una vez estuve encima suyo relajé los brazos y los colé por debajo de su espalda para rodearlo como pude. Relajé el cuello, apoyando la frente en el edredón, y su cabello me hizo cosquillas. Acomodé el rostro en la curvatura de su cuello.

    Había querido darte un abrazo de verdad desde que nos vimos la primera vez, Ko-chan.

    Se me escapó una sonrisa que me hizo soltar algo de aire y me presioné contra él. Cayden parecía haberse relajado y eso me aliviaba un montón, aunque yo entreabrí los ojos y mantuve la vista perdida en aquel pequeño espacio lleno de su aroma. Estaba más borracho de lo que había pensado, probablemente, y supongo que debía agradecer mi sobriedad. Igual no me bastó para no ser consciente de, bueno, todo.

    Igual seguro era el único imbécil pensando en esas cosas.
    Espabila, Kohaku.

    —Bueno, aquí me tienes~ —susurré, risueño, y mi respiración rebotó en su cuello para regresar a mí—. Todo para ti, Cay Cay.

    Espabila, hombre.


    holy shit im- *dies*
     
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    Zireael

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    Cayden.png
    Kohaku era una especie de espejo o de imagen en negativo de mí mismo, sabía que el núcleo de nuestras personalidades debía ser prácticamente idéntico y si en algo salía a relucir era en lo recelosos que éramos de nuestro espacio, lo desligados que podíamos parecer con los demás incluso; pero esa precisamente eso lo que nos había unido entre nosotros sin remedio.

    Habíamos pasado muchísimo tiempo juntos, tanto que si me ponía a sacar cálculos seguro me sorprendía y todo, pero a la vez cuando todo se fue a la mierda luego de lo de Yako, cuando volví a topar con él en el Sakura, me di cuenta que no necesitaba pasar encima de él para ser consciente del inmenso cariño que le tenía. Que podían pasar dos meses, un años, tres o cuatro, pero en cuanto se apareciera lo iba a recibir como si el tiempo se hubiese congelado y siguiéramos siendo los mismos de siempre.

    Eso me aliviaba porque no podía reiniciar relaciones si ya de por sí me costaba horrores lograrlas.

    La sonrisa de Ko siempre había sido como un amuleto, una suerte de artilugio que desvanecía cualquier rastro de ansiedad existente o de pensamiento desviado, silenciaba la mierda que me pasaba siempre por la cabeza, así que verla y que solo terminara de confirmarme que abrazarlo no era una maldita locura, digamos que me sosegó el corazón.

    Noté el peso de su mano al anclarse junto a mi cabeza, obviamente, si me había traído a la pobre criatura en banda importándome una mierda que implicara prácticamente echármelo encima. No mucho después se las arregló para devolverme el gesto, coló los brazos por debajo y me envolvió, haciéndome todavía más consciente de la calidez de su cuerpo.

    Ya de por sí tenía calor, vamos, si me había bebido hasta el agua del florero pero cuando se presionó contra mí una pulsación extra de calor me baño el cuerpo, fue suave, casi podía ignorarse pero estaba allí. Inhalé aire hasta llenarme los pulmones y lo liberé despacio, relajado como estaba a pesar de todo, y me llegó su aroma siendo que lo tenía pegado a mí.

    Cuando habló sentí su respiración en mi cuello, que me lanzó un chispazo por la columna, y toda la cuestión me arrancó una risa baja que debió vibrar en su cuerpo también. Moví apenas la cabeza, su cabello me hizo cosquillas en el rostro y aflojé apenas el agarre de mi mano izquierda para alcanzar a deslizar los dedos entre la mata de cabello celeste.

    Cloudy baby —murmuré al recordar de la nada el numerito que nos habíamos montado en los casilleros el otro día.

    Me removí apenas bajo su cuerpo, arreglándomelas para acomodarme de costado y seguirlo arrastrando conmigo porque no quería soltarlo. Ahora fui yo quien acomodó el rostro en la curvatura de su cuello, fueron unos segundos apenas antes de que el cuerpo me siguiera funcionando un poco como le salía del coño, de forma que subí el rostro un poco hasta pegar mi mejilla a la suya.

    —El imbécil de Arata me besó en el salón —dije entonces, vete a saber por qué, necesitaba sacarlo de mi sistema tal vez. Mi aliento debió alcanzarle el oído—. Vaya pesado, le va el exhibicionismo o algo, te lo prometo.

    Me separé apenas lo suficiente para dejar caer la cabeza en el colchón y encontré sus ojos en lo que volvía a hundir los dedos en su cabello, acariciándolo bastante porque sí. Ya no sabía decir si la cabeza me estaba funcionando mal porque me venía así de fábrica, porque estaba borracho o por alguna otra razón, pero tampoco me interesaba demasiado en tanto estuviera sintiéndome tranquilo todavía.

    Bien que me había separado pero al final volví a acomodarme, hundiendo la cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro. La mano que había mantenido en su cabello se deslizó por su nuca y luego reposó en el costado de su cuello.

    —Estás tibio.

    Cayden "Swallowtail" Dunn descubriendo el agua tibia.


    my fucking gosh Cayden more like Gayden
     
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    Gigi Blanche

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    la aviento porque pedazo de mood me metió idk *vibing*

    Kohaku.png

    Nada me pasaba desapercibido, ni la más insignificante de sus reacciones. Sentía su pecho subir y bajar, las variaciones en su respiración, las risas que pudieran vibrar aquí y allá. Todo repercutía y se replicaba en mi propio cuerpo, todo lo oía y podía imaginarlo sin necesidad de siquiera cerrar los ojos. Estaba hasta el cuello de alcohol el idiota, tenía que estarlo para montarse semejante numerito y el problema era que no veía por dónde apartarlo, no cuando me acariciaba el cabello con semejante mimo y sólo me apetecía acurrucarme y quedarme allí diez años.

    Cloudy baby.

    Sí, bueno, mira quién se queja.

    Y encima de borracho estaba culo inquieto, por alguna razón le pintó girarse de costado y me llevó en banda consigo. Lo dejé hacer, fue un poco un revoltijo de piernas hasta que caí en la superficie del colchón y se acomodó en mi cuello. Mis brazos accionaron en automático y rodearon su espalda ampliamente, estrechándolo contra mí. Podía sentir mi propio corazón latiéndome con fuerza, un poco presa de la expectativa. El enano me estaba descolocando como un campeón y literalmente no tenía idea qué movimiento esperar de él; ni mi sexto sentido consiguió ayudarme, tenía la mente en blanco y sin tener mayor alternativa acabé fluyendo con la situación, sus impulsos e ideas erráticas.

    Tampoco me apeteció poner pegas.

    Mis manos recorrieron su espalda en caricias amplias cuando estiró el cuello para recostar la mejilla en mi cabello, yo acerqué la nariz a su cuello y su respiración justo encima de mi oreja sólo contribuyó a las ideas de mierda que intentaba silenciar. ¿Que Arata lo había besado? Bueno, eso explicaba un poco bastante el breakdown.

    Puto cabrón.

    ¿Y si aprendes un día con quién meterte y con quién no?

    Hacía mucho no sabía nada de Cayden, la verdad, pero el tiempo que pasamos juntos difícilmente le saqué información alguna vez con respecto a intereses amorosos o lo que fuera. Ni siquiera lo había visto ligando, nada. Imaginaba que su desastre debía lucirse con creces en ese terreno y ¿siquiera habría besado a alguien antes de que el jodido de Shimizu se le echara encima? Una parte de mí lo dudaba, considerando además su reacción y cómo le había afectado. Y aquí venía yo, con ideas de mierda.

    Pero... ¿sólo me lo estaba imaginando?

    Lo presioné con ímpetu apenas me soltó la información y arrugué levemente el ceño, aunque no pudiera verme. Solté un suspiro pesado.

    —Es un imbécil —susurré.

    Busqué sus ojos cuando echó la cabeza en el colchón, justo frente a mí, y me lo quedé mirando con una mezcla de expectativa y desconcierto mientras me acariciaba el cabello como si nada. Sus dedos se movían con suavidad y había una tranquilidad tan genuina en su ámbar de verano que todas las voces machacándome la cabeza se silenciaron casi en su totalidad. ¿Lo estaba pensando demasiado? ¿Preocupándome demasiado?

    De cualquier forma eso tampoco duró mucho, no tardó en regresar a mi cuello y me cargué los pulmones de aire por reflejo, liberándolo lentamente a medida que me ajustaba a su cercanía. Su mano se deslizó hasta anclarse al costado de mi cuello y el recorrido que trazó permaneció grabado en mi piel, palpitante, como una línea de pólvora seca.

    Estás tibio.

    —Cay Cay —lo llamé, no sé muy bien para qué. Esbocé una sonrisa floja y mis manos se reactivaron, concediéndole caricias amplias en la espalda—. Tú también estás tibio~

    Arrepintiéndome a medio camino, ¿eh?

    Eran bastante aleatorios los caminos que mis manos seguían, al menos hasta que una de ellas alcanzó la solapa de su saco, doblada hacia atrás entre tanto movimiento, y la colé por debajo. La tela de la camisa se sentía aún más caliente y presioné las yemas aquí y allá. Estaba perdiendo la puta cabeza.

    Es Cayden, estúpido.

    El imbécil de Arata me besó en el salón.

    Sus palabras me seguían rebotando en los oídos y tensé la mandíbula, con la mirada perdida entre las sombras y luces del edredón.

    —¿Te afectó mucho? Que te haya besado —pregunté con genuina preocupación, aunque mi mano dentro de su saco no pareciera ir a detenerse; ni siquiera cuando navegaba la zona de su espalda baja y luego ascendía.
     
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    Zireael

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    De lo único que se podía culpar a la borrachera que me cargaba era de que se me hubiesen soltado los cables de la inhibición, estaba haciendo cosas que aunque me podían pasar por la cabeza en perfecta sobriedad siempre terminaban quedándose en eso, en ideas, estupideces que caían en los pensamientos y solo se dejaban correr sin más al pasar por el filtro de la racionalidad. Bueno, al pasar por el filtro de mi personalidad para ser exactos.

    Como fuese, cuando sus brazos me rodearon el cuerpo otra vez el chispazo extraño de antes volvió a correrme por la espalda pero también estaba allí la calidez de siempre. No sabía si Ko era consciente de la calidez que cargaba consigo, incluso cuando podía pecar de desapegado, no tenía que esforzarse mucho para relacionarse con las personas y su presencia era reconfortante, parecida al calor de una chimenea por decir algo.

    Adormecía.

    Seguro al pobre lo tenía más confundido que pagado a hacer, habían mierdas que cagaban hasta el mejor de los sextos sentidos y eso era innegable, pero la verdad es que tampoco era que me molestara como tal. Si Ko hubiese querido que lo dejara en paz, pues me hubiese sacado de encima suyo y ya estaba, eso lo sabía bien. Digamos que me estaba aprovechando un poco del vacío legal entre nuestras personalidades para hacer un poco lo que me saliera de los huevos, que no se podía decir que fuese algo que hiciera con demasiada frecuencia de forma abierta.

    Sus caricias fueron una suerte de arrullo de todas formas, incluso cuando se me estaba yendo un poco la pinza, que solo siguieron rebotando cuando me presionó contra sí al escuchar la estupidez que se había marcado Shimizu. En sí no lo había dicho como una queja pura, era solo eso, soltárselo a alguien que conociera la clase de estúpido que era el otro y me diera un poquito de validación.

    Validación.

    Atención.

    Admiración.

    Pedazo de attention whore, madre de Dios.

    Ask me if I care.

    Que me siguiera la estupidez cuando señalé algo tan obvio como su temperatura me arrancó una risa. Un poco por manía mis dedos le dedicaban una caricia de vez en cuando, regresaban al cabello de la base de su nuca y tal. Como si ya no se me estuviera yendo la cabeza a la mierda, vino el jodido y coló la mano bajo el saco, incluso por encima de la camisa su mano se me antojó algo fría en comparación con mi propia temperatura.

    Otro chispazo me alcanzó el cerebro al sentir su mano recorriéndome la espalda baja y ascender, tragué grueso y fue un reflejo de nada pero me presioné apenas un poco más contra él, suspiré sin darme cuenta siquiera, porque bueno no se le podía pedir tanto a mi multitasking. Me pensé la respuesta, recordando luego el espectáculo que me había montado de gratis con Arata y el humo en el cubículo el día anterior.

    —Ya le había metido el turbo a la ingesta de alcohol antes de eso —admití sin más y luego continué—. En sí me molestó el público, supongo.


    bueno ko-chan que mi niño no es de piedra sabes keep going
     
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    Gigi Blanche

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    Nos estábamos balanceando, más bien tambaleando, sobre una cuerda extremadamente fina y lo sabía; lo que me costaba definir era hasta dónde Cayden lo estaba procesando. Tendía a desligarme del mundo, de las personas a mi alrededor, pero eso no significaba que no lo comprendiera. A veces lo hacía, de hecho, con una facilidad irritante. Sabía leer el ambiente, leer a la gente, quizá no viera los hilos tan claramente como el tonto aquí presente o como Sonnen, pero los asimilaba. De formas diferentes, sí, en idiomas extraños relacionados a otro tipo de... señales. El jodido sexto sentido, en resumidas cuentas, pero estaba ahí y lo sentía.

    Quizás eso fuera ya lo suficientemente abrumador para no permitirme asimilar más emociones.

    Y ahora lo estaba sintiendo, joder, en cada porción del cuerpo.

    Que me volaran la cabeza de un golpe si dos amigos promedio, por mucho que se quisieran, se ponían a liarse en estas mierdas. La oscuridad palpitó a mi alrededor, el silencio también y su suspiro contra mi cuello me arrojó un escalofrío por toda la columna. Había seguido acariciando mi cabello de tanto en tanto, cerca de la nuca, y me forcé a tragarme las palabras porque tranquilamente podría haberle pedido sin mucha complicación que no se detuviera.

    Que siguiera.

    Era consciente de todo, mierda, de cada centímetro de su cuerpo contra el mío. Removí apenas las rodillas, rozando las suyas, y tracé caminos más firmes con la yema de los dedos entre sus omóplatos.

    —Eh~ ¿Entonces no te desagradó del todo? —lo molesté en voz baja, delineando su columna vertebral—. Qué atrevido, Cay Cay~

    Igual lo comprendía, yo tampoco era un fan del exhibicionismo y si podía mantener mis mierdas a puertas cerradas, las mantenía. Me sentía más cómodo para desenvolverme como me apeteciera sin ojos curiosos encima, sin la presión silenciosa de un ambiente social.

    Como en esa jodida habitación, por ejemplo.

    Total que la cabeza se me estaba yendo genuinamente a la mierda y solté una risa floja, removiendo la mano de su saco para apartarlo un par de centímetros. Busqué sus ojos apenas me fue posible de pura manía, para medir sus reacciones más que otra cosa, y anclé el codo al colchón. Rebusqué entre mi ropa, saqué un porro y lo encendí con movimientos rápidos. La chispa hizo retroceder las penumbras de un segundo al otro y lo miré mientras le daba la primera pitada. El ámbar de sus ojos parecía haberse derretido apenas, como miel al sol.

    Idiota.

    Mantuve el porro entre dos de mis dedos y le dediqué una sonrisa liviana, conteniendo el humo. Algo, vete a saber qué, algo chispeó en mis propios ojos y con la mano del cigarro le indiqué de un ademán vago que, si quería, se acercara.

    Gran, gran idiota.

    un poco me robé la idea de la narración? sí

    do i care? nope
     
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    Zireael

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    A veces me preguntaba genuinamente si los chacales, por los puros casuales, no reproducían los mismos tipos de individuos a consciencia, todo para cubrir el tablero con las piezas justas y casi perfectas que necesitaban. Era un poco rebuscado, pero la verdad lo veía posible sabiendo lo meticuloso que había sido Yako hasta el último día.

    Tenía a las piezas salvajes e indómitas, hechas del más vicioso de los fuegos. Ratel, Yuzu y Arata entraban en esa categoría, eran la primera línea de defensa. Luego seguía la segunda, tenían menos ira en sangre que los primeros pero seguían siendo habilidosos, allí colaban algunos personajes con personalidades menos abrasivas como los Ootori, Fujioka y Sugino.

    En la tercera línea quedábamos nosotros dos, éramos capaces, así como Yako, de movernos por la luz sin lanzar señales de alerta y aunque los núcleos de nuestra personalidad eran prácticamente copias de carbón, hacíamos las cosas de forma muy distinta. Éramos, si se quiere, la clase de piezas que se colocan a ambos lados del rey. No era nuestra capacidad ofensiva lo que nos caracterizaba, sino todo lo demás, nuestra forma de leer el mundo.

    Los hilos, las tensiones, las interconexiones de una tela invisible o las variaciones en la más discreta corriente de aire, podíamos percibir esa clase de mierdas para usarlas más o menos a nuestro favor.

    Digamos que podía notar el movimiento de cada uno de sus músculos por mínimo que fuese, sobre todo allí donde tenía anclada la mano y quizás debería servirme para centrar la puta cabeza de una vez, que dejara de pensar puras estupideces, pero semejante consciencia solo estaba empujándome al borde del otro extremo.

    Se me escapó una risa por la nariz al escucharlo e inhalé aire al sentirlo delinearme la columna, debía considerar un logro que no me hubiese removido bajo su tacto la verdad.

    —Me declaro culpable, su señoría —solté un poco por la tontería nada más.

    Recibí sus ojos luego de que retirara la mano y seguí sus movimientos con el rabillo del ojo como una suerte de vigía. Encendió el porro y me distraje con los destellos que la llama le arrancó a la resina de sus ojos, el palpitar de la llama fue breve pero le añadió a su mirada algo más de naranja, oscureciendo apenas sus ojos a pesar del chispazo de luz.

    Pero mira nada más por dónde andábamos pisando ya.

    Well, be my guest.
    Reaccioné casi de inmediato, hasta se me paseó por los labios una sonrisa media extraña que fue una suerte de reflejo de que sea que le cruzó a él por los ojos y me acerqué a él pues para que procediera con el asunto. Pude haberme quedado callado pero no lo hice.

    —Estoy esperando~


    jesusito have mercy of my soul
     
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    Gigi Blanche

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    Llegados a este punto bien podía silenciar el cerebro en absoluto o machacarle la culpa a los porros que llevaba fumándome desde que salí de casa. Un poco eran parte de la gracia de mantenerme tan tranquilo todo el tiempo, suponía, en especial cuando me movía de noche y los animales salvajes parecían aguardar agazapados en cada esquina, detrás de cada árbol bajo las luces sucias de los parques. No era un mundo particularmente sereno, más bien no lo era a secas, y sin embargo ahí iba yo, como si nada.

    Echándome drogas encima.

    Sus reacciones y expresiones seguían confirmándome que ya fuera por el alcohol o cualquier otra cosa, en definitiva se había subido al mismo carro de mierda que yo. ¿Tenía sentido intentar encontrarle una explicación, además de ser dos adolescentes imbéciles un poco pasados de sustancias? Siempre lo había pensado, que en la escuela era una persona pero apenas me echabas algo de oscuridad encima... bueno.

    Lo que se veía.

    No me pasó desapercibido el tinte de su sonrisa al inclinarse, el muy idiota me estaba poniendo demasiado difícil todo el rollo moral de regresarme la cabeza al cuello. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, cacé su barbilla con la mano donde sostenía el porro y lo insté a aproximarse aún más. Sonreí, aún conteniendo el humo, y estiré el pulgar para empujar su labio inferior hacia abajo.

    Y exhalé lentamente.

    La nube blanquecina, no muy densa, nos rodeó y empañó suavemente sus ojos, de los cuales no me despegué en ningún momento. Mi sonrisa no hizo más que ensancharse y apenas me vacié los pulmones lo dejé ir con movimientos cuidadosos. No lo aparté, sin embargo, permanecimos de hecho a pocos centímetros y alcé el porro en el breve espacio entre nosotros para ofrecérselo.

    —¿Quieres? —susurré.
     
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  20.  
    Zireael

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    E incluso a pesar de esa capacidad, de poder movernos a plena luz de día como si nada, también estaba el otro extremo que era justamente en el que habíamos terminado por mi movida que podía haber pintado hasta de inocente en primera instancia. Éramos y no éramos de la oscuridad, quizás no habíamos nacido en ella como tal pero nos podíamos revolver en las sombras como si fuese el caso.

    Bastaba un solo cambio de dirección en la corriente de aire, un solo empujón, para que termináramos hundidos en ella y ya de por sí se lo había dicho literalmente. La oscuridad me calmaba, desaparecía el mundo y lo silenciaba por rebote, eso estaba haciendo ese cuatro sin luces y toda la estupidez que nos estábamos montando.

    Reducir el mundo a nada.

    Me dejé hacer sin complicación, que me sostuviera para acercarme todavía más y me instara a abrir la boca, todo el teatro pues. La sonrisilla me había quedado pegada en la cara ya sin remedio alguno, y recibí el humo con una naturalidad hasta estúpida como había hecho también el día anterior. Ko no se desprendió de mis ojos, para variar, ni yo sentí el impulso de hacerlo tampoco y me quedé prendado a ellos como un idiota incluso aunque la nube blanquecina había instaurado un fino manto en el camino.

    Me dejó ir pero en sí no se apartó, se quedó ahí e incluso cuando extendió el porro entre nosotros no le quité los ojos de encima mientras lo tomaba, lo que valía como una respuesta en sí misma.

    ¿Por qué iba a tener más expectativas de mí mismo en realidad?
    Si había nacido directo de una costilla de la mafia.

    Di un jalón, retuve el humo justo como había hecho él y siendo que lo tenía prácticamente pegado a la cara todavía, solo corté la distancia faltante para repetir la movida. Liberé el humo despacio, la fina cortina regresó y me nubló todavía más el sentido de la lógica, suponiendo que me hubiese interesado en algún momento.

    En vez de regresar a lo que ahora era más o menos mi espacio, cuando todo el humo me dejó la boca solo me incliné y lo besé, fue prácticamente un roce, retrocedí todavía sin apartarme del todo y volví a extender el porro entre nosotros, regresándoselo como si nada.

    Confirmábamos que de hecho había sido el público lo jodido en el otro caso.
     
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