Long-fic Guerreros de la Justicia [DBZ/Justice League]

Tema en 'Crossover' iniciado por Andy Lightkiller, 24 Julio 2016.

  1.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

    Géminis
    Miembro desde:
    12 Febrero 2015
    Mensajes:
    60
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Guerreros de la Justicia [DBZ/Justice League]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    1554
    CAP. 01

    "REUNIÓN".

    El viento del norte ejecutaba los instrumentos de la noche, arrullaba las hojas caídas de otoño mientras la luna se hacía ver entre las escasas luces de ese pueblo olvidado que Mark acostumbraba visitar. Tenía una nariz alargada y una cicatriz en el centro de la misma, los ojos entrecerrados pero una mirada profunda y penetrante, sus labios estaban presionados entre sí y su ceño fruncido. El viento del norte empujaba los largos mechones de su cabello azabache acariciando su frente y sus tupidas cejas. Debía lavarse el cabello con exceso de champú y crema acondicionadora cuando tenga la oportunidad, había pensado. Una afeitada no le vendría mal.

    Abrió la puerta de la taberna, la puerta rechinaba y el tabernero que ya se resignaba de atender más gente se aproximó hacia él.

    —Van a venir unos amigos—dijo Mark—. No se preocupe, señor. Sólo traigo un par.

    El tabernero tosió, siguió barriendo la entrada de la puerta y la cerró de un portazo.

    —No te dejaría de entrar si tuvieras unas cuantas canas o un rostro con más cicatrices… Bah… es una noche fría. Sólo no rompan nada—el tabernero abandonó la escoba inclinada en un ángulo de la pared, se acercó a su mesa de atender y observó inquisitivo al extraño cliente—. ¿Piensan beber algo?

    —Bueno… Me he resignado con el alcohol hace unos años. Pero a uno de mis amigos sí le gustaría…

    El tabernero cogió una botella de vino barato y una copa.

    —No… No, asegúrese de aparentar que no le queda alcohol. Es desagradable verlo así—informó el hombre. El tabernero esbozó una sonrisa y se guardó el vino y la copa.

    —¡Ja! Ya veo… Usted debe ser el responsable del grupo. El aguafiestas, el que nunca se ríe de los chistes de borrachos. Sí. En el ejército todos eran unos benditos hijos de su mala madre, habrían fallecido unos cuantos sin tocar un arma de no ser por tipos como tú—Mark sonrió—. Es extraño… ¿sabe? Yo prefiero no meterme en nada que me parezca medianamente raro por cómo están las cosas hoy en día, pero… no puedo negar el sentimiento de curiosidad. ¿Qué hace un hombre que aparenta ser un miserable a media noche esperando a un par de amigos en un bar de un pueblo que ni siquiera está en el mapa?

    —Esperando. No puedo suponer otra cosa, pero ya…, ya me acostumbré.

    Tres golpes hicieron rechinar la vieja puerta de madera húmeda de la taberna.

    —Deben ser sus “amigos”, señor. Me iré a acostar, como le dije… no busco meterme en nada que pueda parecer extraño.

    El tabernero le arrojó la llave y Mark la atrapó sin mirarla. Fijó la vista en la partida del tabernero por un minuto luego se levantó de su butaca y fue hacia la puerta, seleccionó la llave que debía ser la correcta y probó con otra que sí abrió la puerta. Dos hombres entraron precipitadamente en la taberna y se sentaron con la menor educación que podía surgirles del corazón.

    —Este lugar es una mierda, Marcus—reprochó Kad hamacándose en la butaca y ubicando sus pies en la mesa redonda de madera—. Perfecto.

    —¿Una taberna y no hay ni un poco de alcohol? —dijo Mander con fiereza—. ¿Te la bebiste toda, Mark?

    Mark se acercó al dúo y apartó una butaca que no estaba siendo ocupada.

    —¿Dónde está el tabernero? —preguntó Kad.

    —Ha ido descansar—respondió secamente Mark.

    Kad tenía los cabellos largos rozándole la clavícula, apartados de la frente y recorriendo también la mitad de su espalda. Su rostro era triangular y tenía los ojos muy grandes. Vestía una armadura negra con una bufanda roja, botas y guanteletes de cuero.

    —Dile que me consiga un poco de…

    —No, Mander—le espetó Mark.

    Mander cerró los ojos inconformes y golpeó su enorme y calva cabeza contra la pared como presa de un intenso aburrimiento. Era alto, poco debajo de los dos metros, de brazos anchos y un cuerpo robusto, pasado de peso, tenía una barba de chivo con los pelos apuntando hacia todos lados y el vello corporal era visible ya que, sobre el dorso, sólo llevaba un chaleco de tela azul. Guanteletes de cuero, botas como las Kad (obviamente más grandes) y unos jeans rotos en las rodillas y con la parte del talón descocida y manchada de tierra.

    —Bueno, Marcus. Si quieres hablar de algo que sea ahora, si alguien se entera que estamos aquí el máximo exponente de egolatría nos corta la cabeza—dijo Kad razonablemente, Mander rió por lo bajo.

    —Sí… Necesitamos hablar.

    El viento del norte seguía meciendo las hojas de otoño, fueron a visitar las ventanas llenas de vaho de la taberna hasta dar un giro brusco y perderse en lo lejano.

    —Goku ha muerto…

    —Eso ya lo sabemos todos—regañó Kad.

    —Déjame terminar—propuso Mark—. Goku ha muerto, ¿no es cierto? —tanto Mander como Kad asintieron forzadamente—. El único ser humano que podía hacerle frente a… él. El de la profecía, aquel que debía convertirse en el guerrero legendario del que hablaba la profecía de Danna.

    —¡Sí! —escupió Kad enfurecido, tenía la mirada hacia la pared por lo que no pudieron ver ese rostro ceñido con las lágrimas en la orilla de los ojos—. ¡Goku ha muerto, el único posible súper saiyajin! ¡Danna también ha muerto! ¡¿Qué mierda quieres que hagamos?! ¡Lo único que viniste a decirnos es que ya no quedan esperanzas!

    —Déjalo terminar…—sugirió Mander con la mirada perdida en el piso, Kad se negó a hablar pero ambos se tomaron su actitud como que cedió—. ¿Qué tienes, Mark?

    —Esperanza…

    —Suéltalo de una vez—dijo Kad.

    Esta vez Mander no lo calló y observó fríamente a Mark con los brazos cruzados.

    —La primavera del año pasado…—comenzó Mark—. Antes de la pelea contra Freezer a quién derrotamos gracias al sacrificio de Goku…—Mark se ganó miradas inquisitivas y recriminatorias de sus colegas—. Nuestro amigo fue a visitar a nuestra querida Bulma… bueno, lo que ya saben, sucedió.

    —¿Dices qué…?—dijo Mander.

    —Fui a visitarla hace poco. Todavía podemos especular que la profecía de Danna se haga realidad.

    —¿Está preñada? —soltó Kad incrédulo, Mark asintió.

    —Si Bulma accede…—dijo Mark—. Podremos asegurarnos de entrenar al niño para que algún día acabe con ese desgraciado.

    Tanto Kad como Mander esbozaron una sonrisa. Mark raras veces se refería a alguien de mala manera y el tono con el que le dijo fue hasta entusiasta.

    —¿No es un poco egoísta? —dijo Kad con una sonrisa pícara.

    —Bulma no tiene problemas, he hablado con ella, y nunca separaría al niño de su madre. En estos días no…

    —¡Así que todo está arreglado! —exclamó Mander levantándose de su asiento y golpeando el hombro de Mark, luego se dirigió a la salida—. ¡Nos veremos aquí la próxima! ¡No tienen cerveza pero es un buen lugar para charlar! —calificó Mander poco antes de cerrar la puerta de un portazo dejando a Kad y Mark solos.

    —¿Qué? —pronunció Mark un poco desconcertado al ver que Kad lo miraba con una sonrisa acusatoria—. Ya deja de mirarme así.

    Kad se levantó sonriente y caminó con la cabeza gacha hasta la entrada. Mark agachó la cabeza y cerró sus párpados. Se frotó los ojos con la palma de su mano izquierda hasta que sintió un ligero peso sobre sus piernas.

    —¡Este sí no lo tires! ¡Lo hice yo! —escuchó decir a Kad antes de que la puerta volviera a cerrarse de un portazo.

    Mark analizó el material que le había arrojado Kad. Era una capucha negra con agujeros para los ojos y la zona del rostro de la nariz hasta la barbilla. Todo lo demás era un material negro como de plástico pero Mark sabía que era mucho más sólido que el plástico. Tenía dos puntas firmes y puntiagudas en la punta de la capucha y el diseño simulaba un ceño fruncido. La capucha terminaba en una capa negra con puntas triagulares como una serie de montañas caricaturescas o como los dientes de una bestia en la parte más baja. Mark sólo pudo manosear el material con incredulidad.

    —Así que eres tú…—dijo el tabernero que acaba de salir de su habitación de improvisto, miraba la escena deslumbrado—. Tú eres… e-e-eres… B-bat…

    Mark observó al tabernero y la capucha dos veces consecutivas con suma lentitud.

    —Lo soy…—dijo.

    —Ustedes… ¿piensan acabar con él? ¿Con el superhombre? —Mark asintió, sus ojos estaban abiertísimos—. ¡Háganlo! —exclamó poniendo sus manos con fiereza sobre la mesa redonda de madera en la que estaba sentado Mark—. Te prometo que no diré nada, chico, pero acaba con él, por favor… Tienes mi palabra.

    Mark salió de la taberna mirándola de reojo, la lluvia regresó después de unas horas de ausencia. Sus zapatos empezaban a ensuciarse con barro y su única chaqueta decente estaba por arruinarse. Debajo de esa chaqueta estaba el regalo de Kad, “su manto”, un manto que le gritaba desde el fondo de su corazón algo, que pronunciaba unas palabras que él no quería oír. Entonces se arrodilló con la frente apuntando hacia el firmamento y sus ojos desorbitados. Una hoja de otoño cayó sobre la cicatriz de su nariz. “Soy Batman”, se dijo desde lo hondo de su ser.
     
    Última edición: 18 Agosto 2016
  2.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

    Géminis
    Miembro desde:
    12 Febrero 2015
    Mensajes:
    60
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Guerreros de la Justicia [DBZ/Justice League]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    935
    CAP. 02

    "RECOGIENDO EL PEDIDO"
    El gélido césped en una mañana de invierno crujía al entrar en contacto con las suelas de las botas de Kad. El viento era mezquino y malsano para el hombre. Kad se frotó las manos poco antes de llegar al edificio semiesférico donde vivía Bulma Brief. Inclinó su dedo índice al timbre de la entrada, las calles estaban vacías y sólo podía mirárseles. Una voz femenina sonó desde el sector opuesto en el que estaba el timbre.

    —¿Tiene previa invitación?

    —¡Dí-dí-dígale que soy yo! ¡Kadnoris Tarkus! —dijo temblando. Llevaba puesto una chaqueta de cuero y su bufanda roja. Camiseta negra sola y unos jeans negros poco harapientos.

    Se oyó un zumbido con una duración menor al segundo y en cuestión de unos minutos Kad escuchó como un individuo insertaba la llave en el cerrojo y abrió la puerta. Era Bulma, tenía un cigarrillo en los labios, el pelo suelto y apenas se había puesto un abrigo de invierno a prisas sobre su pijama.

    —Pasa—le dijo a Kad quien entró con disimulada satisfacción.

    El lugar era menos sorprendente que en anterioridades, quizás se debía a que ya había pasado innumerables veces por allí o que de verdad Bulma lo tenía descuidado. No sé molestó en preguntar, aun así era admirable atestiguar las pinturas de los pasillos y los exóticos animales que ofrecía el jardín que estaba en los interiores del edificio. Caminaban por una especie de puente y Kad iba caminando agarrado de la baranda. Desde ese lugar se veían distintos sectores de Corporación Cápsula; en especial fábricas abandonadas.

    —¿Dónde está Zakk?

    —Zakk—susurró Bulma, con la mirada un poco melancólica—. Ha ido a… esa cosa.

    —¿El torneo, verdad? —dijo Kad con una radiante sonrisa—. Escuché que este año van haber luchadores fantásticos.

    Bulma permaneció indiferente ante su comentario y siguió caminado.

    —¿Has sabido algo de Mark? —preguntó Bulma y se tragó otra bocanada de humo.

    —Mark, Mark… Bueno, si preguntas por Marcus ha hecho lo que estuvo haciendo desde siempre. Entrena hasta que tengas que recoger sus restos al día siguiente. ¡No tiene remedio!

    —Así es…—confirmó Bulma—. ¿No se ha replanteado el asunto de Batman desde que le diste la capucha que YO le hice? —dijo en tono recriminatorio.

    Kad tosió un poco antes de responder.

    —Bueno… Sabes que es complicado que salga vestido así decidido a patear culos como si nada. Superman le rompería los testículos como si nada.

    —Ya sé—aclaró Bulma—. Lo que te pregunto es si lo ha considerado. Usarlo cuando sea necesario.

    Kad puso el nudillo de su índice sobre su barbilla y se puso a pensar.

    —Bueno, no es como que estuviera por ahí exhibiendo el traje como si fuera un trofeo—dijo finalmente Kad.

    —¿Para qué me molesto…?—se dijo a sí misma Bulma provocando vergüenza en el muchacho de largos cabellos.

    Ambos terminaron por caminar en el pasillo hasta llegar en un giro de izquierda donde se detuvieron en seco frente a una puerta de acero mecanizada, apenas dieron un par de pasos.

    —EXIGIMOS RECONOCIMIENTO DE VOZ—ordenó alguna voz proveniente de la puerta. Kad empezó a observar desconcertado el lugar hacia distintas partes.

    —Yo soy Bulma Brief—informó la mujer.

    La máquina emitía una luz verde por encima de la puerta, se apagó, y la puerta se abrió, como partiéndose en dos mitades succionadas por sus costados de una forma muy lenta.

    —Perdona que cuestione tus métodos, Bulma. ¿Pero no crees que alguien pueda usar fácilmente una grabación para abrir la puerta?

    —¿En serio crees que algo inventado por mí se dejaría engañar por una grabación? —regañó Bulma inclinándose hacia dentro de la puerta.

    Ambos sujetos pasaron tras la puerta y vieron el montón de cápsulas cuidadosamente colocadas en diversos estantes y algunos artefactos en variedad. Bulma y Kad caminaron durante unos segundos hasta llegar a una cápsula color naranja y se la entregó a Kad.

    —Escucha. Será la última vez que la recompondré por ustedes dos—aclaró Bulma tras entregar la cápsula y terminar de brazos cruzados.

    —No es justo. ¿Por qué Mark tiene la suya propia?

    —Porque de todas las veces que acudieron a mí para volver a arreglarla nunca escuché que Mark haya sido el culpable—razonó la mujer absorbiendo otro poco de humo cancerígeno—. Por cierto…

    Bulma se inclinó entre un estante que estaba justo al lado del que estaba a la izquierda de ambos. Kad no pudo evitar dirigir la vista por debajo de las caderas de la mujer, Bulma giró la cabeza un momento como si casi fuera consciente de esto y Kad apartó la vista fugazmente. Finalmente sacó una memoria USB y se la tendió a Kad.

    —Dáselo a Mark.

    —¿Qué es?

    —Es parte de la información que pude conseguir examinando el extracto de sangre de Dai—informó Bulma—. Sé que Mark está muy pendiente en esto aparte de su incansable rutina de entrenamiento, por lo que no considero mal que tenga un poco de auxilio de parte de su investigación.

    Kad tomó la memoria externa con las dudas aclaradas.

    —Bueno, supongo que nos despedimos—dedujo Kad tendiéndole la mano que no sujetaba la memoria o la cápsula.

    —Sí, supongo que sí—confirmó Bulma estrechándola—. Kadnoris…

    Kad salió del edificio de Corporación Cápsula sin mucho preámbulo y se perdió en los brazos de la solitaria calle de Ciudad del Oeste. Bulma se quedó un tiempo en la entrada viendo marcharse a Kad y sintiendo como se agotaba su último cigarrillo en un par de semanas, le prometió a Zakk que dejaría de fumar.
     
    Última edición: 20 Agosto 2016
  3.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

    Géminis
    Miembro desde:
    12 Febrero 2015
    Mensajes:
    60
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Guerreros de la Justicia [DBZ/Justice League]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    1143
    CAP. 03

    "EL SUPERHOMBRE Y EL MURCIÉLAGO".
    El superhombre se erguía en una postura perfectamente recta, digna de un cortés caballero. Su no muy larga pero notable cabellera se ondulaba al igual que su capa cuando esa fresca brisa de la tarde golpeó su perfecta posición. Sus ojos azules, como diamantes bañados en sangre de zafiro, ocultaban la soledad y malas suertes que embargaban el escudo que enseñaba a una multitud. En medio de los pectorales, donde otros hombres tienen que enseñar vellos como prueba de masculinidad, un diseño simbólico se dibujaba en esa armadura negra que provenía de una galaxia tan lejana de la tierra como lo está el desierto del mar. Era un triángulo invertido, con dos cortes diagonales en las dos puntas superiores que hacían que el triángulo perdiese su nombre. La ese era lo más importante.

    La ese podía ser muchas cosas… Sus propios padres lo habían puesto en duda una noche de mayo.

    —Bueno, he pensado en la ese como… No sé, ¿quizás “son”? Porque es hijo nuestro, de este mundo y del que lo trajo a nosotros…—había dicho reflexiva su madre mientras trabajaba ese absurdo traje que no llevaba puesto hoy en día.

    —Una deducción bastante ingeniosa—apreció Jon, su padre apartando la vista de su periódico por un momento para luego estirarlo en sentidos contrarios y continuar su lectura—. Quizás puede ser una ese de… “súper”. Porque es súper habilidoso, súper brillante, y desde luego es nuestro “súper niño” —dijo Jon mirando de reojo al niño que miraba a ambos con expectación en lugar de continuar con el dibujo casi perfecto y detallado en todos los sentidos de su vivienda—-. Él es súper especial…—agregó despeinando los cabellos del perplejo niño que se convertiría en Superman.

    Se avergonzó de sí mismo tras ver ese recuerdo presentarse a su cabeza por séptima vez en la semana, segunda en el día.

    No llevaba ese traje al que su madre le había puesto tanto esfuerzo y dedicación, no llevaba esa capa roja que su madre idealizaba ver ondulando bajo la luz del ocaso mientras el pueblo lo miraba como un símbolo de honor, de justicia, de bondad. La utopía, él sería el concepto del mesías en todo su exponente y la gente, más que alabarlo, lo respetaría por la gran labor que realizaba por ellos cada día.

    ¡No!

    En lugar de eso iba vestido con la armadura que encontró en la cápsula en la había sido enviada, de parte de los padres que ni siquiera fueron testigos de su primera risa. Ese pecaminoso manto… él no era un héroe. Él era un chiste, pero necesitaba serlo, necesitaba ser ese chiste que años antes sería inconcebible para el ideal mundo que sus padres habían pensado que él podía traer. Observaba la Capital Central desde la cima de la torre más alta con una gélida mirada de ojos azules en lugar de una mirada cálida y caritativa que reflejaba la esperanza en las ventanas de su alma. Ni siquiera necesitaba estar ahí parado como un hijo de puta, él podía escuchar extinguirse el aleteo de una mariposa en el otro lado del mundo, él podía ver el núcleo del planeta Tierra fijamente a voluntad y cualquiera que pudiese perturbar esa adiestrada paz que él había construido con el miedo, agonizaría. Él era la paz ahora, les guste o no, y por eso estaba en la cima de ese edificio como un hijo de puta: para que lo sepan.

    Entonces sintió como un rayo de naturaleza oscura se movía entre las tinieblas, restregando una fuerza llameante que él aseguraba haber extinguido años atrás.

    —¡Aléjate, Dai! —ordenó Mark perturbado con el rostro lleno de lágrimas y de un sudor frío brotando aceleradamente en la imagen que ofrecía la memoria perfecta del hombre de acero—. ¡Por favor! ¡Prometo que no lo haré jamás!

    —Te dije que yo me encargaría de la situación de aquí en adelante… ¿Qué parte de eso…?—Superman recordó cómo había golpeado las murallas de acero que había en los lados del callejón—-. ¡¿…NO ENTENDISTE?!

    Entonces sus ojos habían brillado, rojos, intensos, brillantes como unas hipotéticas estrellas rojas. Y cuando sus ojos brillaban así…, también tenía la dentadura inferior delante de la superior, la boca muy abierta y el ceño fruncido. Debió haber gritado, porque lo hizo.

    —¡No lo haré jamás…!—prometió nuevamente Mark, su rostro sollozando se había pegado a sus rodillas. Tenía la pantorrilla sangrante, una quemadura de tercer grado—. Lo prometo…

    Lloraba, lloraba como los hombres desesperados. No debía sentir compasión, se había prometido que no la volvería a sentir. Pero no pudo evitarlo, la empatía era una de esas emociones que no habían muerto en ese asesinato en serie que había realizado tras esa decisión que lo había transformado en lo que es hoy en día.

    Acto seguido había desaparecido del lugar, ya no había estado ahí, pero sus avanzadísimos sentidos construían la imagen de Mark arrinconado en el callejón derramando unas lágrimas más mientras susurraba constantemente “lo prometo” con un nudo en la garganta hasta que por fin se dio cuenta que no había un Superman en frente de él. Luego dejó de centrar sus sentidos en ese pobre hombre y especuló que quizás ese día llegaría a su mansión, se recuperaría de sus heridas, iría a su refugio a tirar su manto y no verlo nunca más mientras en su mente se reflejaba los pensamientos de impotencia y sufrimiento por haber abandonado su manto a la fuerza sin que hubiera “fuerza” de parte de él. Ese día Marcus había dejado de ser Batman por alguna razón. Y si algún día se le ocurría que podía serlo de nuevo, dejaría pasar la puta empatía de lado y le reventaría los sesos.

    —¡Mark…! ¡Eres un desconsiderado hijo de puta…!

    Volaba a toda velocidad, el viento se presentaba como una ráfaga que podría dañar los ojos de los hombres normales. El escenario era un pueblo fantasma y olía sangre no muy lejos de él, sabía quién había conseguido ese escenario y estaba en medio de las calles vacías caminando lentamente, había girado la cabeza despacio para observarlo venir enfurecido.

    Tenía un traje robotizado pero conservaba la misma esencia del que cargaba diecinueve años atrás. Quizás hacía falta una capa.

    Pero lo observó… indiferente. Vio mover su brazo a una velocidad que sólo él podía ver con sumo detalle y su sorpresa fue suficiente para que el golpe sea más eficaz de lo que sería sin ella. Cayó al pavimento abruptamente y miró a Batman irguiéndose sobre él mientras el sol daba sus últimos rayos de luz para despedirse. Provocaba una imagen que Superman nunca creía poder ver jamás: alguien sobreponiéndose a él.

    —Yo me encargo de la situación de aquí en adelante—dijo Mark—. ¿Quedo claro?
     
    Última edición: 18 Agosto 2016
  4.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

    Géminis
    Miembro desde:
    12 Febrero 2015
    Mensajes:
    60
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Guerreros de la Justicia [DBZ/Justice League]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    197
    CAP. 04

    "EL SONIDO DE LA NOCHE".
    Él podía oírlo todo. Podía oír el sonido de un colibrí alrededor de la primavera en el otro lado del mundo o a un poderoso relámpago muriendo al entrar en contacto con un rincón aleatorio del planeta . Definitivamente lo oyó cuando estaba llorando en un callejón inmundo, en uno de esos rincones aleatorios del mundo donde debería caer un rayo, mucho después de que se haya marchado y también lo oyó depositando sus esperanzas en el cajón del olvido con completa amargura. Pero había algo que él no oía y Batman no podía perdonar que sea así.

    Era un sonido melancólico y uniforme, como una ventisca extranjera alternando la dirección de las gotas en una ligera noche de llovizna, como el fuego de un volcán muerto, como algo que no puedes ver pero sí tocar; sentirlo, olerlo, respirarlo. Era el sonido más embelesador de todos, él más importante y el que hoy cantaba canciones por él; el sonido que corría por su sangre…

    Era el sonido de la noche rugiendo venganza.
     
    Última edición: 9 Agosto 2016
  5.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

    Géminis
    Miembro desde:
    12 Febrero 2015
    Mensajes:
    60
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Guerreros de la Justicia [DBZ/Justice League]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    4065
    CAP. 05

    "BAJO EL MANTO".

    El suelo se agrietó con el puño que había caído encima de él a velocidad no propia del hombre, el poseedor del puño asomó la vista y al hacerlo también lo hicieron unas orejas largas y puntiagudas que era una parte estética de su armadura. El suelo volvió a agrietarse sin vergüenza, el dios que camina entre los hombres se deslizaba sin apenas tocar el suelo hacia su oponente: el caballero de la noche, el hombre que camina entre dioses.

    Batman soltó un gruñido, no era agradable que una máquina de matar masiva viniera hacia ti a toda velocidad por un cabreo que tú le ocasionaste. Extendió ambas manos adelante, negras, de la armadura que lo ocultaba. Dos pequeños círculos en el centro de cada palma, dos esferas formándose gradualmente y convirtiéndose en dos potentes ráfagas de energías que fueron a parar a su colérico contrincante. La maniobra dejó que el escenario escupa una nube de humo, Mark giró la cabeza en todos los sentidos mientras la inteligencia artificial analizaba aquel pueblo fantasma buscando pistas de Superman. Tenía los dientes apretados entre sí a un punto que no era sano. Dos esferas amarillas volvieron a formarse desde las palmas de sus manos. Ah… cómo extrañaba esa sensación, de nuevo a la acción. Portando el emblema del murciélago en los pectorales, aunque su vida enseñaba su último latido en breve no pudo retener esa ligera y desvergonzada sonrisa en esos tensos labios. Ahí venía… oh, como en los viejos tiempos.

    ―Vamos, Bulma. Sólo será un poco de dinero―dijo un Marcus Brief de dieciséis años con sólo un parecido superficial con su contraparte del futuro―. Prometo que seré responsable esta vez.

    La oficina de Bulma era una suite con vista a toda la Capital Oeste. Con unos cuadros un tanto llamativos en las dos blancas paredes laterales. La silla de Bulma, que movía divertida en círculos, era negra como su negativa de realizar alguna inversión en ese hijo de puta que lo derrocha todo en quién sabe qué en períodos exageradamente breves de tiempo.

    ―Un no es un no, Marcus―sentenció la mujer, bastante inteligente que tenía la pícara diversión de su versión con decena de vida―. ¿Podrías irte ya? Espero a una persona importante―explicó adoptando un porte serio y deteniendo la silla que daba vueltas. Fijó la vista en Mark y cuando éste se rindió al fin se propuso a ordenar su escritorio.

    Mark puso ambas manos en los bolsillos de su maltratada chaqueta, agachó la mirada un poco jorobado y poco veía que había en su camino. Sus hombros chocaron con los de un individuo que acababa de pasar por la habitación.

    ―Oh… ¿Tú debes ser… Bulma, verdad? ―dijo el individuo con incomodidad, se ajustó la corbata roja, tosió y se acomodó las gafas de sol―. Bueno, yo soy Daisuke Ken. Puede decirme Dai si lo prefiere.

    Dai tendió la mano ante un perplejo Mark. Sus cabellos eran mucho más largos que los de su yo del presente, lo que presentaba aún más desconcierto en el sujeto, que llevaba el cabello corto perfectamente peinado hacia atrás y tenía un cuerpo bastante trabajado contado a su gran tamaño. Diablos, tenía que tener por arriba de metro noventa. Bulma Brief dejó escapar una risotada.

    ―¡No, chico…!―se conmovió un poco e inconscientemente dio un par de vueltas más en la silla―. Yo lo soy―aclaró cuando por fin recuperó el aire. Dai se deshizo de esa enorme gota de sudor que tenía en la sien y se acercó decidido a Bulma.

    ―Oh, vaya, señorita. No imaginará las cosas que estuve pensando… Digo, no estoy en contra de eso pero fue un poco incómodo planteármelo―comentó el chico de veintitantos una vez se hubo sentado en su respectiva silla.

    ―Ni que lo digas…―La mujer de pelo azulado dejó caer su cabeza sobre su delicada mano mientras disimuladamente admiraba el apuesto del periodista que tenía en frente―. ¿Em…? Marcus, ¿tengo que llamar a seguridad para que saquen a mi propio hermano de mi oficina?

    ―Yo no soy tu hermano―concluyó Mark dedicándole una última mirada a Bulma, desbaratando su ligero buen humor.

    Mark no había estado mucho tiempo más ahí pero pudo escuchar a Dai pronunciando una pregunta sobre su declaración; Bulma no dudó en aclarar su hermandad por adopción lo que le vino tan amargamente como una navaja enterrada hasta el mango sobre su cuello.

    ―¡Ya verás, engreído de mierda! ―escupió el Dai del presente arrojándose a vuelo con toda velocidad, puños al frente y postura horizontal perfecta; el resplandor rojo entre los párpados pronunciaba un peligro de muerte ya acatado.

    Batman realizó un pequeño salto y quedó suspendido en el aire por los propulsores que tenía en su espalda, también habían nacido dos alas con la estética de un murciélago en ambos lados. Superman llegaría en menos de dos segundos y no tenía tiempo para recargar otro ataque de ráfaga. Se irguió y recorrió los aires a toda velocidad yendo siempre hacia arriba esperando que Dai lo persiguiera. Atravesó un par de nubes y desde su posición disparó una pequeña esfera de energía, se formó una nube de humo captada por la inteligencia artificial. Superman seguía ahí, ahora dos cosas eran claras: su iracunda forma de venir hacia él facilitaron el intento de distracción lo que le daba tiempo para disparar una segunda ráfaga y el traje era lo suficientemente más rápido que el hombre de acero.

    En una mano recargaba una oleada de energía mientras que la otra daba con unos botones que daban con un compartimiento de su armadura. Sacó un pequeño dispositivo con la forma de su escudo y lo guardó en aquella mano aferrada en su espalda. Superman había doblado su codo hacia atrás y avanzaba con más ira. Superman no era tonto, lo sabía, no iba a acertarle fácilmente si tenía una esfera del tamaño de un balón de fútbol en dirección a él. Sus ojos rojos ya no sólo significaban ira, sino el ataque más letal de su adversario.

    ¡Boom!

    Dos rayas de energía escarlata inusualmente gruesas naciendo de los ojos del hombre de acero chocaron con la ráfaga de energía artificial del caballero de la noche. Una sola mano era desventaja pero necesitaba esa otra mano. La armadura ya perdía energía, soltó el dispositivo que tenía aferrada en su otra mano y éste quedó suspendido al aire. Batman tecleó un par de teclas más que estaban poco antes de que la espalda perdiera su nombre. Se abrió un compartimiento y sacó una cápsula, el rayo de energía escarlata tomó potencia inmediatamente y Mark Brief era testigo de cómo una gran esfera provocada por la fusión de energía de los contrincantes se acercaba con lentitud hacia él.

    Mark presionó el botón de la cápsula y la lanzó.

    ―Dos punto cero, tres punto tres, siete cero, dos nueve. ―Terminando de pronunciar sus palabras, el dispositivo voló a velocidad de ráfaga a la ubicación de la cápsula y se detuvo para hacer contacto con ella. Superman pudo atestiguar esto por sus exagerados sentidos pero no estaba en posición de poder realizar algo y no sabía las consecuencias que podían traer sus descuidos―. ¡Muerde el polvo, Dai!

    Pero serían ambos individuos quienes morderían el polvo debido a las acciones de Mark. Una vez la cápsula hizo contacto con el dispositivo en forma del emblema se engendró un millar de explosiones en un tiempo récord. Una serie de champiñones de fuego nacían a velocidad de vértigo en el cielo que hasta entonces estaba atestado de nubes. Dichas nubes se separaron brutalmente como quien descompone la pintura de un artista, la explosión también arrojo una oleada de viento, no muy ligera, en las praderas de las lejanías espantando a las formas de vida que allí vivían.

    Dai caía a una velocidad vertiginosa hacia la fantasmal Capital Central, donde había iniciado el combate. Mark fue empujado al menos dos kilómetros hasta poder sostenerse por los medios de su armamento. Viendo la poca energía que le quedaba, descendió al suelo, cerca del hombre de acero, lo más rápido que pudo. Era todo lo fuerte que podía pero estaba tan indispuesto como su armadura tecnológica.

    Superman parpadeaba débilmente mientras contemplaba como la luna lo saludaba vivazmente, llena, con ojos de piedra y destellos concedidos por una exótica deidad. La noche susurraba la canción de la soledad, del sueño y la desesperanza cuando éste cerraba los ojos con desconfianza.

    ―Quizás pueda ayudar de otra forma―sugirió un Dai mucho más joven, con una complexión más delgada y con brazos no tan anchos―. Después de todo, no es como que solamente sea súper-fuerte… Has visto mis notas. ¡Podría lograr un montón de cosas grandes…!

    Su madre empezaba a ser consciente de cómo le florecían algunas arrugas en el rostro y las canas habían empezado a visitar su cabello anaranjado gradualmente, como si fuera un virus. Se balanceaba lentamente por su silla mecedora como si tuviera diez años más. Observaba un periódico bastante interesada pero con la mirada melancólica. La portada hablaba de un supuesto luchador enmascarado que oponía resistencia al crimen organizado de Gótica. Dai tomó el periódico y se lo arrebató, miraba a su madre con desdén.

    ―¡¿Por qué no puedes oírme?! ¡Sólo quiero ser una persona normal!

    ―Lo sabrás cuando llegue el momento…

    ―¿Pero qué mierda se supone que debo saber? ―inquirió con una fiereza que no era normal en él. Sus ojos azules eran despiadados con el alma de su viuda madre.

    La madera crujía con los pasos firmes de Dai, no dejaba de dar vueltas por la entrada de su humilde casa campestre. El viento gemía con la tristeza de una doncella en apuros.

    ―¿Qué mierda se supone que debo saber…?―repitió con las lágrimas asomándose.

    ―Dai―nombró reacia Mary Ken―. Tu padre y yo supimos desde nuestro encuentro que eras un chico especial. No ordinario. A medida que ibas creciendo hemos visto… como hacías hazañas increíbles. Te adorábamos como si hubieras salido legítimamente de nuestra unión y sigue siendo así hasta ahora. Pero tu padre siempre vio algo especial en ti, algo que yo nunca pude entender… y espero, hijo… que tú puedas entenderlo alguna vez. Para honrar su memoria de una manera que yo no pude.

    ―Mamá…―pronunció alarmado Dai al ver como las lágrimas que Mary Ken había estado ocultando salían disparadas como fuego a quemarropa. Sin pensárselo una segunda vez corrió a abrazar a su no legítima madre―. No es necesario… no… Tranquila, ya verás que haré las cosas de forma que papá esté orgulloso.

    ―Espero que así sea―coincidió la mujer.

    Dai no pudo evitar la curiosidad en cuanto “hombre enmascarado opone resistencia al crimen organizado de Gotham” así que decidió ir unos pasos hasta donde había arrojado el periódico. Mary no opuso resistencia en que se separe y vio como asimilaba lo escrito por la editorial.

    ―Está apareciendo constantemente en el diario desde hace unas semanas. Quizás puedas usarlo de inspiración, Dai―bromeó Mary Ken mientras Dai formulaba una sonrisa en sus labios y fue a sentarse a una silla que había no muy lejos de la mecedora de su madre. La arrastró en frente de ella y siguió analizando la información hasta que sonrió descaradamente.

    ―¡Vamos, mamá! ¡Es sólo un lunático bajo una máscara! ―exclamó Dai entre risas. Golpeó despacio la portada del periódico con las uñas del índice, el corazón y el anular para acentuar su burla.

    ―Créeme, hijo. Ahora es cuando el mundo más necesitan a los lunáticos. ¿Son lunáticos porque salen a las calles a revelarse no sólo contra el crimen sino contra el sistema de ley corrupto a nivel global? Si es así, ¡qué viva por los lunáticos!

    Dai no apartó su sonrisa aun con el comentario de su madre y siguió hojeando el diario a ver si encontraba algo interesante.

    ―Además, no es el único. He visto como últimamente un montón de llamados superhéroes salen a las calles a impartir su visión de justicia. Cabría destacar a la promesa que derrotó a Picollo Daimaku hace unos años.

    Dai arrojó el periódico sobre sus piernas y miró a su madre con un semblante poco serio.

    ―Y digamos… que yo pienso unirme a esta banda de sujetos disfrazados con la ambición de combatir el crimen. ¿Cómo me llamarían? No me molestaría ser llamado “El Búho” así salgo junto al tal Batman agarrado de la mano.

    Mary adoptó un porte serio.

    ―A tu padre siempre le gustó…―Dai adoptó el mismo semblante, siempre lo hacía cuando mencionaban a su padre―… Superman.

    Dai sonrió con calidez.

    ―El superhombre… A decir verdad no suena tan ridículo como el hombre murciélago…

    Ambos sonrieron mientras la noche envejecía con descaro. Como esa noche en la que se presentaba el portador del manto de su caballero, su más fiel amante y oyente; años después con cólera en su corazón. Dai abrió lentamente sus ojos y vio a su adversario en frente, iba a levantar una mano para efectuar un movimiento ofensivo pero se sentía inusualmente débil. La llamarada de explosiones, la visión de rayos equis. Se había debilitado como pocas veces en su vida. Respiraba con algo de dificultad y su visión apenas era adecuada.

    Batman se acercaba a paso lento, tenía abolladuras en su armadura y se vio obligado a sacarse el brazo de ésta. Dai pudo ver las chispas saliendo de la raíz de arranque así que ya sabía por qué. Ese mismo brazo estaba sangrante y Mark cojeaba sin disimularlo, quizás si se acercaba lo suficiente Dai podía arrancarle el brazo de verdad de un movimiento y matarlo en el acto.

    ―No teníamos por qué llegar a esto, Dai. Y lo sabes…―encaró Mark luego de sacarse el casco y desvelar sus cada vez más largos cabellos.

    ―Eres un idiota―dijo Dai.

    ―¿Sabes? Hace varios años… Bulma logró conseguir un extracto de sangre. ―Dai arrugó la frente cuando se enteró de esto, Mark estaba por llegar a su posición―. Sólo eran cuestiones de seguridad, nunca en mi vida se me ocurrió que lo usaría para hacerte daño…―se sinceró Mark―. Pero luego ocurrió lo de Danna y entonces tú…

    ―¡CÁLLATE! ―exigió el hombre de acero a gritos con casi sus últimas fuerzas. Volvió a repetir la palabra tres veces con un volumen descendiendo gradualmente.

    ―…enloqueciste.

    «A pesar de que sabes que nadie te hubiera echado la culpa por eso.

    ―Tú no entiendes… Si hubiera estado ahí…

    ―Danna no hubiera muerto―terminó Mark―. ¡Fue Danna la que quiso pelear a nuestro lado!

    ―¡Entonces es culpa de ustedes!

    ―¡Es culpa de Danna y de los bastardos que la mataron! ―Mark empezaba a teclear nuevamente el compartimiento de la espalda de su armadura―. Y también murieron Yamcha, Ten... Íbamos a revivirlos con las esferas de Namekuseji pero todo salió mal. El planeta fue destruido antes de que pudiéramos hacer nada y con ellos murieron Freezer y Goku.

    Dai y Mark ya no se dirigían la palabra una vez estuvieron a centímetros de distancia. Mark sacó una jeringa de su compartimiento, con un contenido verde burbujeante, y se arrodilló frente al superhombre.

    ―Con el extracto de sangre… descubrimos que tenías una debilidad. Tu cuerpo absorbe radiación. Pero es una radiación de un formato específico, como si tuviéramos que modificar fórmulas y fórmulas para combatir las capacidades naturales de tu código genético. Un código genético casi inhumano, como si hubiera sido modificado…

    Mark levantó la jeringa como sosteniendo una cuchilla y Dai sostuvo su antebrazo que actuaba tembloroso. No era tan fuerte como siempre pero aun así era más fuerte que él, Mark sólo apartó su mano con el brazo que todavía tenía el armamento sano y enterró la jeringa en su abdomen.

    ―¡Esto lo hago por nuestro bien, Dai! ―dijo Mark mientras insertaba el líquido gaseoso en los interiores de Superman―. ¡Por el tuyo y el de todos nosotros!

    El cuerpo de Dai se movía de un lado al otro. Era la agonía encarnada, sus ojos volvieron a resplandecer escarlata pero no liberaron energía. Como si… como una sensación de impotencia única. Todos sus poderes se veían reducidos y por más que quisiera no podía hacer nada, se sentía débil, febril, como oxidado; obsoleto. Apretó sus dientes entre sí y sus ojos lagrimeaban, todos sus vellos se erizaron y de su garganta salía un grito de agonía que no daría hasta dentro de mucho tiempo. Esas sensaciones de dolor que son extranjeras para alguien como él. Mark se levantó ante él y lo observó a su sombra.

    ―Adiós, Dai…―pronunció Mark viendo cómo se acercaba un helicóptero al cuerpo del dios que yacía inconsciente.

    El helicóptero se dispuso a pisar tierra cuando Mark sacó una última cosa de su compartimiento: una cápsula Hoi-Poi, presionó el respectivo botón y arrojó el objeto al suelo. Una densa neblina cubrió pequeños tramos del terreno lo que en efecto facilitaba la escapatoria, no lo verían sino hasta que haya tomado ventaja. Pero Dai si lo vio, moviéndose de un lado a otro mientras se hacía con su manto, la enmascarada se unía a su carne y el murciélago había pisado tierra. El encapotado andaba suelto: Batman había regresado.

    Horas más tarde, como a la sexta de la madrugada, Mark se encontraba en su “cueva” manipulando una computadora. Estaba cansado y sólo se limitaba a acariciar su rostro poniendo ligera fuerza en la yema de los dedos. Su nariz estaba rota y uno de sus brazos lo sentía rígido y pesado pero se encontraba bien para haber salido airoso de un combate contra el hombre de acero.

    ―¿Vas a estar ahí todo el día? ―preguntó una voz a sus espaldas.

    ―Bulma…

    El hombre se giró sobre su silla y la miró con su evidente mirada de cansancio.

    ―¿Cuándo llegaste? ―pregunto con una sonrisa sincera que le costaba serlo. De verdad necesitaba unir sus párpados y dejar que su cabeza vuele al mundo de la inconsciencia.

    ―Hace unas horas…―respondió la mujer acercándose de brazos cruzados. Se rascaba el codo constantemente; Mark sonrió.

    ―¿Llevas los pulmones inhalando aire santo desde…?

    ―Eres un maldito―le espetó Bulma y dejó caer su trasero sobre el piso de piedra―. Este lugar es una mierda, Marcus…

    Mark dejó escapar una risotada y golpeó a mano abierto su rodilla.

    ―Tú nunca me has dicho así. ¿A quién has estado viendo últimamente? ―inquirió Mark con picardía, ambos sabían de quién se trataba. Bulma se limitó a ruborizarse.

    ―Eso no es de tu incumbencia―dijo con un gesto desdeñoso―. ¿En serio no piensas arreglar este maldito lugar? ―dijo en tono de regaño fijándose en las telarañas y murciélagos.

    ―Estoy en eso―replicó y volteó su silla de nuevo a la gran pantalla y siguió tecleando―. Hace sólo un par de días que he vuelto a la acción. Supongo que por eso viniste.

    ―No seas creído―regañó la mujer con un tono bromista―. Pero como sé que tu ego no da para más… Sí, la noticia de que Batman regresó y que Batman dejó en tan mal estado a “nuestro dictador” recorre el planeta. Está siendo tratado por la cumbre de la ciencia y la medicina todos los días. Creí que lo habías matado…

    ―Pude hacerlo.

    ―¿Entonces?

    ―Observa―pidió Mark.

    Una vez erguida, Bulma se dirigió al contenido que sugería el monitor y prosiguió a leer la información que Mark estaba manejando. “Extraños cuerpos celestes captados por satélite”, “Seres inhumanos encontrados muertos en zona de Ciudad Costera, llevaban prendas sólidas nunca antes vistas”, “Científicos avistan movimientos anormales en luna de Saturno”…

    ―¿Dices que se trata de los antecedentes de una invasión? ―supuso Bulma con los ojos abiertos y expectantes―. ¿No estarás sugiriendo que…?

    ―Al parecer Freezer no era despreciado por toda la galaxia.

    ―¿Pero quién…?

    ―Todo lo que he podido descubrir es que…―Mark tecleó unas teclas más y apareció una imagen borrosa que describía un cuerpo similar al de Freezer pero con sus peculiaridades. Su cara no estaba tan protegida como la de él y podía verse la piel púrpura, la esfera de cristal de su cabeza era más pequeña y era de un azul zafiro en lugar de violeta―…se le conoce como King Cooler.

    Entonces Bulma entendió que, cuando llegue el momento, necesitarían un hombre de acero. El hombre de acero que conoció a su hermano años atrás, el que resplandecía por su sonrisa y la voluntad de querer hacer bien las cosas. Un hombre de acero que hace varios años estaba en un bar tomando cervezas con júbilo sin emborracharse, con sus inseparables gafas de sol, a lado del joven Batman.

    ―Te conozco―reconoció Dai. A Mark le había dado un escalofrío de sólo pensar que…―. Eres el hermano de Bulma, la chica que entrevisté hoy.

    ―Ah sí…―dijo el ebrio desairado―. Ése soy yo.

    ―Me contó de ti cuando te fuiste―informó―. Dijo que tenías un talento ingenioso en la robótica e ingeniería y que hace años practicabas distintos tipos de artes marciales. ¡Uau! Eso es lucirse, amigo.

    ―Sí, supongo que así es―aceptó Mark y se bebió una copa en pocos tragos para luego hacerle un ademán al barman para que volviera a llenar la copa.

    Dai lo ignoró al ver que el sujeto mostraba conversación y siguió tomándose su lata mientras leía un libro. Pero por el rabillo del ojo vio que su compañero de barra también era un ávido lector.

    ―Oye, eso salió esta mañana―Mark levantó la vista y le tendió el periódico―. Mamá… me ha molestado un poco con eso. Ya sabes cómo son las madres. Lo de seguir ejemplos y demás.

    ―Ni me lo digas―coincidió Mark con una difícil sonrisa―. La mía no deja de hablarme de nuestro tío, el mecánico. Pero debería no joderme tanto, yo sé que odia su empleo.

    Ambos rieron con complicidad y le siguieron dando un vistazo al diario.

    ―Salir a combatir el crimen vestido de un personaje de historieta…―reflexionó Dai―. Me han dicho que ya salieron unos cuantos más.

    ―El chico del arco…, el veloz…, creo que había un sujeto enorme con un montón de testosterona en la cabeza―citó somnoliento, ambos volvieron a reír. Uno más cansado que el otro.

    ―¡Ese Batman es todo un personaje! ―añadió Dai―. ¿A quién diablos se le ocurre salir vestido así a arriesgar el pellejo?

    Mark borró su sonrisa con ese comentario.

    ―Quizás alguien que le importa. ¿Has visto como está el crimen hoy en día? Creo que es bueno que alguien haga algo.

    ―Ya, bueno. ¿Pero no sería mejor que uno se enliste al cuerpo de policías? Vamos, no hace falta hacer el ridículo.

    ―A lo mejor…―Mark se levantaba gradualmente de la barra―…sí haga falta hacer el ridículo. Ya sabes, para demostrar un punto…

    ―¿Qué punto? ―inquirió Dai desconcertado.

    ―No lo sé, amigo. Me han dicho que los verdaderos héroes no usan capa, pero yo creo que a algunos quizá sí le sienta bien una.

    Entonces Mark se levantó de la barra y fue a su casa con la cabeza gacha.

    ―Señor.

    ―Ah sí.

    ―Su amigo se ha ido sin pagar la cuenta. Espero que tenga suficiente dinero.

    El barman lo miraba con una mirada fría y recelosa como si en cualquier momento estrellara su puño contra el rostro de Dai. Dai sacó un poco de dinero de su bolsillo y pagó al barman que se retiró tan fríamente como vino.

    A pesar de no haberlo necesitado veinte minutos atrás, Dai ahora sí necesitaba un par de copas más. Las fue bebiendo una tras otra mientras en su cabeza se le arremolinaban las palabras de sus padres, la del chico de la barra y la imagen del héroe todopoderoso que podía ser. Nunca antes había buscado la borrachería con tanto empeño como esa noche, pero no había que ser muy listo para saber que no podía conseguirlo. “Dai no se emborracha por más que haya bebido tres días seguidos”, comentaría un amigo suyo cuando éste ya fuera Superman y no tuviera tanto estrés sobre el cual agarrarse. Pero esa noche no, esa noche no era Superman. Era sólo un chico con un montón de mierdas en la cabeza, pero noble ante todo. Es a ese chico a quien se necesitaba hoy en día, no al dictador titánico e iracundo que pretendía ser.
     
    Última edición: 18 Agosto 2016
  6.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

    Géminis
    Miembro desde:
    12 Febrero 2015
    Mensajes:
    60
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Guerreros de la Justicia [DBZ/Justice League]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Acción/Épica
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    1543
    CAP. 06
    "JUSTICIA ENTRE LAS SOMBRAS"

    La sala de reuniones estaba apenas iluminada. A fondo de tierra donde no podía ser localizada por cualquier agrupado de gente que no fuera muy meticulosa y capaz de teorizar con altas probabilidades de aciertos. El planeta era pequeño, sí; pero no el genio y los recursos que entornaban a estos individuos que procreaban a esa pseudo-secta de luchadores con una identidad tras su espíritu de guerra mundialmente conocido. La sala de reuniones estaba a oscuras; como el corazón de los individuos de Justicia entre las Sombras. Padres, hijos… auténticos guerreros de la justicia.

    —¡Mander! ¿Pero qué te pasó en la cara? —observó John forzado una de sus comisuras, estaba encendiendo su decimonoveno cigarrillo en el día.

    —No estoy de humor—evadió Mander sentándose en la silla principal de la mesa rectangular de acero donde se sentaban todos los miembros.

    John Constantine era el único presente, junto a Chaoz, el exótico vampiro con altos conocimientos de la energía espiritual y que además era fiel compañero suyo. Era blanco y tenía ojos ovalados grandes. Usaba un kimono masculino adaptado a su estatura que apenas superaba el metro.

    John Constantine fumaba al padre de su cáncer con todo el júbilo de siempre ante la indiferencia de Chaoz. Tenía una camisa blanca, corbata roja y una gabardina beige. Mander odiaba el olor a cigarrillo pero odiaba más los comentarios de John al respecto por lo cual no se molestó en regañar.

    —¿No ha venido nadie más? —inquirió Mander mientras se enjugaba el sudor con un trapo sucio.

    —Nop—contestó John—. Chaoz y yo hemos estado aquí hace un par de horas demostrando mi increíble superioridad en el póquer—el fumador tosió un poco—. ¿Gustas? —dijo señalando las cartas.

    —No. No me vienen bien esos jueguitos. Pero sí me caería bien una cerveza.

    —Oh no, viejo. Nadie te soporta cuando estás ebrio. ¿No lo notaste? —John Constantine era el único que se lo decía tan abiertamente—. ¡Ni siquiera Chaoz!

    —Las afirmaciones de John son acertadas, señor Mander.

    —¿Ves?

    Mander realizó una mueca de fastidio y recostó su codo en la mesa, sostuvo su cabeza con sus enormes manos y esperó paciente a que alguien más cruzara las puertas. Afortunadamente ese momento no se extendió demasiado. Pasado el primer cuarto de hora y un poco más, cruzó la puerta de misma mecánica que las del edificio de Corporación Cápsula una mujer rubia de cabello relativamente corto, comparado con el comúnmente visto en la hembra del ser humano. Tenía una gabardina y botas de cuero negras, sus ojos eran azules y tenía un semblante indiferente que no llegaba a ser gélido. El semblante de una mujer centrada que no tolera infantilidades pero que fácilmente puede adoptar la dulce sonrisa de una madre tan vieja que no recuerda dónde puso sus lentes de lectura.

    —Hola—dijo en un tono apenas digerible y se sentó en una de las sillas ubicadas alrededor de la mesa rectangular.

    —¡Andy! ¿Cómo te encuentras?

    —Cierra la boca John—espetó la mujer masajeándose la sien con el rostro ceñido, tenía una profunda resaca.

    —¿No has visto a nadie al pasar?

    —Pues no. Pero el ki de Jake y de Kad… no los siento muy lejos—confesó.

    Mander cerró sus ojos con aspereza. Chaoz seguía haciendo uso de sus paupérrimas habilidades para el póquer ocupando su semblante inexpresivo. John no prestaba ya mucha atención en el juego desde que Andy había entrado en la sala y la observaba reojo a sabiendas de que ella era totalmente consciente del hecho, pero lo hacía.

    —¡Hola a todo el mundo! —saludó Kad con su característica forma de dirigirse a la gente. Con una sonrisa engreída de momento inadecuados—. ¡Mander, socio!

    Mander dirigió la vista a uno de sus mejores amigos y volvió la vista al negro y a los charcos de colores brillantes del mundo de los ojos cerrados. Había estado así todo el día, todavía no se ofrecía a comentar sus vivencias pero entre todos, ya sabían que algo tenía que contar.

    Kad no saludó a nadie más y se sentó en su asiento de golpe, poniendo fuerte acentuación en su peso. Llevaba su armadura de plata y su bufanda roja, la espada al costado del cinturón y unos pantalones negros con unas botas sencillas. Usualmente no ocuparía ese vestuario pero algo indicaba que se había visto en una situación parecida a la de Mander.

    —Te ves horrible, amigo. ¿Tú también te viste con esos sujetos?

    Mander arrugó la frente cuando oyó hablar a Kad.

    —Kad, para hablar de eso prefiero que estemos todos aquí. Aún no han venido Jake o Kara.

    —¿Con que guardándonos secretos, eh? —dijo John con un tono de reproche amigable.

    —No hay secretos entre nosotros. Por ello, requiero que el señor Dickens y Kara se presenten para hablar del tema.

    Hubo un diminuto silencio que apenas se sintió. Andy no había cambiado tanto su postura desde que Kad cruzó la puerta pero dado un momento consideró oportuno articular unas palabras.

    —El ki de Jake… permanece en una misma posición. Kara… está viniendo. Y es todo lo que puedo decir. Lo mejor sería que Mander empiece a decir lo que tenga que decir de una puta vez y que ponga a los demás al tanto una vez hayan venido—razonó Andy y sus compañeros parecieron coincidir con ella.

    John, Kad y Chaoz miraron a Mander inquisitivamente hasta que éste hizo un gesto para dar entender que accedía a la propuesta de Andy.

    —Supongo que todos ustedes están al tanto de las noticias. —Mander observó a cada uno esperando a que asintieran antes de continuar—. Bien… Al parecer Superman ha muerto… o no lo sabemos. Lo que sabemos es que Mark estuvo detrás de todo y nos vendría de bien a mejor si no estuvieran los inconvenientes judiciales y políticos sobre esta cuestión.

    —¿A qué te refieres? —preguntó Kad.

    —Dai es el rey del mundo, mi querido Kadnoris—contestó John a vez de Mander—. Haya o no gente que lo odie hay contadas repercusiones legales sobre el tema. Los perros del gobierno son los que toman represalias. Sabemos que fue Mark el que actúo por su cuenta pero… ¿quiénes son los principales sospechosos? ¿Quiénes dirigieron el ataque de hace cinco años? Sí, nadie está consciente de la existencia de Justicia entre las Sombras, ni el mismo Superman pero aun así queda el ataque y con ello ciertos nombres: Mander Mountain, Kadnoris Tarkus, Marcus Brief, Jacob Dickens…

    John y Mander se miraron. John ejerció una sonrisa y Mander asintió.

    —Espera…—soltó Andy—. ¡Jake está en peligro, debemos ir a ayudarlo!

    Todos miraron expectante a la rubia que se había levantado abruptamente de su asiento.

    —Tú misma lo dijiste—repuso Mander—. “Kara está viniendo ahora mismo. Es todo lo que puedo decir”. ¿No crees que desvió su trayectoria al oír el peligro que trataba Jake con sus sentidos híper desarrollados? Pues Jake no estaba muy lejos pero se detuvo de repente.

    —Tenemos que ayudarle de igual manera—insistió Andy.

    —Jake sabe cuidarse solo. Después de todo, fue entrenado por el mismo Batman.

    Andy tenía un deje de furia en su rostro. Inhaló y exhaló en breves movimientos y volvió a sentarse de brazos cruzados.

    —Ahora—retomó Kad—. ¿Se supone qué…?

    —Armaremos un juicio en defensa de nuestra persona—sentenció Mander generando expectativa en el grupo.


    Las nubes se dispersaban de forma antinatural cuando el cuerpo femenino pasó como un rayo azulado en medio de ellas. Su rubio y hermoso cabello era empujado hacia atrás por la fuerza inhumana del movimiento, sus ojos entrecerrados permanecían alertas en un punto fijo que no se hallaba muy lejos. Había de llegar cuanto antes si apreciaba la vida de uno de sus amigos más íntimos. La reunión de justicieros a la que ella debía asistir obligatoriamente podía posponerse.

    Oyó un disparo. Dos. Jake seguía vivo. No debía ser la primera vez que él debía lidiar con unos matones armados con fuego pero eran más, demasiados… No. Debía apartarse esas ideas de la cabeza. Todavía quedaba tiempo. En momentos como esos, un rincón quejumbroso y bastardo de sus consciencia no dejaba de repetirle lo inferior que era a su antaña figura de inspiración: El Hombre de Acero. Si bien podía partirle la cara a un idiota con demasiada fuerza para su conveniencia, no podía hacerlo como él; si bien podía ir de aquí a una zona sumamente distante del Planeta Tierra, no llegaría con la puntualidad que él lo haría. Ni siquiera su visión láser desprendía el mismo calor y todo eso lo sabía porque ella fue la pieza principal aquel día…

    La mujer voladora había pisado el suelo de una bahía, húmeda y neblinosa y el muelle estaba hecho una mierda. Sus ojos empezaron a arder haciendo un ejercicio ofensivo defensivo mientras se encargaba de buscar a Jake.

    —Átenlo… ¡Fijen bien el nudo! ¿Creen que esos tipos nos tendrán un poco de paciencia…?

    Oía… murmullos. Escuchó un sonido bucal no verbal, como un escupitajo. Luego oyó un ruido seco y a continuación… una risa.

    La risa del hombre que conoce la broma más divertida del mundo pero no puede recordar cuál es.
     
  7.  
    FrancoMartinRomano

    FrancoMartinRomano Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    4 Mayo 2017
    Mensajes:
    3
    Pluma de
    Escritor

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso