Gritos mudos.

Resumen: Esa clase de cosas que uno se guarda para sí mismo, aunque lo peor es cuando no hay opción y la voz simplemente no existe, cuando extrañas a tu propia voz que era el reflejo de tu alma. Cuando todo se vuelve una protesta muda, pues tu voz ha sido callada.​

​

Gritos mudos.​

​

​

La protesta de mi voz contra la tuya, los regaños y gritos indeseados. Esa sensación de ira, pero al mismo tiempo impotencia, al saber que en mi vida lo que me queda esperar a la muerte venga. ¿Por qué me odias tanto? Si cada día termino hundida en el llanto, en aquella habitación fría, que alguna vez fue mi cálido cuarto.

Tus ojos llenos de desprecio y odio, se ven tan inhumano, pero qué podía esperar… si detrás de cada golpe, moretón y sangrado, venía tu firma, la firma de tus enormes manos. En mi cuerpo pequeño, aunque fuera creciendo, seguí siendo la misma por dentro: frágil. Sin importar que demostrara esa fortaleza impecable, que ignorara los azotes.

Otro día, sin ir al colegio, sin tener dinero. Comiendo pequeñas cantidades de cosas que me encontraba por ahí o por allá, sin un miserable céntimo y encerrada en esta jaula sin candados, siempre llena de miles de gritos ahogados… entre mis lágrima, el dolor y mi corazón acorazado.

Todo empezó con un puñetazo, una simple patada, luego eran tirones y después me empujabas. Un día intentaste tirarme por la ventana, pero entre tanta hipocresía la gente decidió ignorarlo, como ignoran los sollozos y los ruidos extraños.

Hasta que el daño permanente no fue provocado, fui castigada sin voz ni voto, como siempre, sólo que ahora del tono no tenía habla, y lo que alguna vez fue mi voz dulce, permanecía silenciada. Entre tanto infierno, entre la inmundicia del mundo, le pregunté a Dios: “¿Por qué me has dejado así?”. Mientras en mi menta rogaba por quedarme sorda, por tal vez morir en sus manos, porque pagara por cada vez que me había puesto las manos encima.

Aquél hombre, quién por deber tendría que ser mi apoyo y mi compañía, no era más que un carcelero en mi vida. Donde la cárcel era representada como mi mundo, en el mismo lugar que me había tocado ser un mártir.

Prefiero morir y acabar con esto rápido, por mí que mueran mil almas del infierno, que nadie salga. No aceptaré ser la que libere un alma al precio de la mía; es que es tan difícil poder decir que quería una familia normal, tal vez vivir en un orfanato, sino al menos estar en paz una vez. No pido el cielo, no pido el mar, sólo un momento de paz. ¿Tanto me odias, falso Dios de la paz?

Si día tras día, golpe tras golpe, grito tras grito… Tú, “Dios de amor”, te dedicas a mirar y desde donde estás, ni un dedo mover. Pero para salvarme de mi muerte, tras cada intento fallido de suicidio si existes. No eres más que un maldito, que nos deja cruces y cruces.

Sé que creí en ti, pero dejé de creer. Sé que te amé y hoy te odio como a nadie. Por eso yo también iré al infierno, sin importar lo que pase, ya tengo el corazón negro y el cuerpo lleno de cicatrices incurables…

No quiero me devuelvas la voz, no que me des calma. Sólo te pido que te lleves pronto mi alma, antes de que entre en un estado psicópata y de arrebate la vida al que me quitó la alegría, sí ase pedazo de idiota. Al que le das dinero y salud, Dios falso, lleno de mentiras auspiciadas por un señor con la biblia bajo el brazo.

Como de todas formas iré al averno, creer en un Dios me queda sobrando y por eso escribiré con su sangre, cuando él haya muerto: “Aquí descansa mi padre, donde yo nunca podré hacerlo”.

Juro ir a su tumba y reírme, en silencio, porque mis gritos ahora son mudos, por cada cosa que me ha hecho. Estaré ahí hasta mi voz salga del mutismo, sé que nunca regresará y pues ha muerto, como pronto haré yo y ambas nos encontraremos en el abismo.

------

PD: Si comentan bueno, no ando en condiciones de revisar errores ortográficos.