[Gremio] Recepción

Encargada del Gremio

La joven levantó la mirada de los documentos que se encontraba completando en ese momento, y le dedicó su sonrisa de costumbre a la persona que tenía enfrente.

— Exactamente, debes presentarte primero aquí, para acreditarte y dejar por sentado que te encuentras realizando esa misión. ¿La harás tu solo, o te acompañará alguien más? Si el último caso es afirmativo, necesito el nombre del resto de tus compañeros. Si no es así, tan solo préstame tu chapa, así dejo por sentado tu nombre y rango.— informó la joven de ojos de miel, y tendió la mano, esperando recibir la chapa del tiefling que tenía enfrente.

 

Sirthur.

Pensó por unos cortos segundos la respuesta y entonces simplemente sentenció:

—Asistiré por cuenta propia.—Comentó, entregando su chapa sin contactar con la piel humana.

Definitivamente no tenía un grupo aún, así que simplemente lo mejor sería apañarse solo hasta que pudiese formar una pequeña party y así empezar a cursar misiones más difíciles, como la de escolta que había en el tablón.

 

Encargada del Gremio

— ¡Excelente, aquí tienes tu chapa!— comentó la encargada, devolviendo el pedazo de porcelana con una sonrisa. Luego agregó.— Parece que todavía no tienes equipamiento. Te recomendaría acudir a la tienda para al menos buscar un equipo inicial. Si no puedes costearlo, puedes pedir prestado equipamiento sin problema. Luego tendrás que devolverlo y pagar una parte de tu recompensa como alquiler, eso sí. Puedes dirigirte a la tienda por la puerta que se encuentra a la derecha del Salón Principal, la que es de hierro. Si no quieres buscar equipamiento y sientes que estás bien tal cual estás ahora, prosigue con la misión.

>> Si necesitas algo más, ¡solo avisa!— anunció, antes de volver a sus papeles.

Contenido oculto

¡Báncame un cacho a que termine unas cosas, y veo de crear el tema de Tienda!

 

Marisa Margatroid

—¡Me aburrooooo! —llevaba unos minutos esperando en la cola de la recepción. Había gente que, como yo, venía a inscribirse, aunque la mayoría cogían unos papelitos de un tablón que había al lado y venían a la cola. Quizás regalen descuentos de comida. Debería coger luego uno yo también.

Se me hizo eterna la espera, pero al fin llegó mi turno. La recepcionista era guapetona, no tanto como yo, por supuesto, pero era mona. Teníamos de hecho cierto parecido: pelo rubio, ojos casi del mismo color y sendos uniformes mundialmente reconocibles. ¿Puede que yo tenga futuro como secretaria? Nah, a mí me va la marcha, ese trabajo sería un rollo.

La chica me atiende con la dulzura propia de una recepcionista con un montón de admiradores secretos, fijo. Me da el papeleo a rellenar. Me sorprende que incidan tanto en las ayudas para los que no saben leer o escribir. ¡Santo cielo! ¿Cómo puede alguien no saber leer o escribir? La vida de esas personas debe de ser muy aburrida. Relleno el formulario con mis datos y todo parece conforme, pero la recepcionista sigue esperando a algo más. Me tiende la mano. ¿Un saludo oficial?

"El pago de suscripción al Gremio". ¡Ostris, Pedrín! ¡Necesito tres monedas de oro! Para el que no me conozca es normal que no entienda mi falta de dinero. He vivido toda mi vida en el bosque, en plan "yo me lo guiso yo me lo como". En ese estilo de vida el dinero no era nada para mí, pero ahora que estoy en la sociedad necesito oro. Aún no soy aventurera y ya tengo mi primer problema, pero soy mujer de recursos.

Apoyo el codo en la mesa de recepción y me acomodo. Tenía mi mentira preparada.

—Uy, sí. Las monedas. Verás, resulta que iba de camino aquí cuando me topé con un señor raro y, después de eso, mi cartera ya no estaba. ¡Qué desgracia! Una pobre muchacha como yo asaltada por un vil ladrón sin escrúpulos. ¿Me entiende? Por eso no tengo ni una sola moneda —en ese momento esbozo una sonrisa llena de seguridad—. Pero yo siempre pago todas mis deudas. ¿Podría hacerme un favor? Me dejáis inscribirme al Gremio y en cuanto tenga el pago de mi primera misión yo, encantada, os pago lo que os debo. ¿Trato hecho?

 

Canis

Veo el enorme y monumental folleto que se supone debo rellenar. Y como no quiero hacerlo, lo coloco sobre una mesa, así como una pluma, y permito que mi gato, Felis, lo rellene por mí, por alguna razón le gusta rellenar formularios. Es un gato extraño, pero muy útil en esta clase de casos.
—Oiga, encargada del gremio, ¿sabía que su hermana trabaja en otro guild? —le pregunto, al notar el parecido con otra encargada, una que conocí en una ciudad que visité con anterioridad. Aunque ahí solo había gente obsesionada con los goblins, y se me hizo raro.

Intento no hacer contacto visual con nadie. Aunque a esta hora casi no hay gente aquí, igual hay muchas personas para mi gusto. Finalmente, Felis me pasa el formulario, rellenado por completo, e incluso añadió un ave muerta para agradar a la encargada. Un lindo gesto de su parte, siempre ha sido un gato atento.
—Ya está listo mi formulario, solo hay un pequeño problema, no tengo un centavo encima, o debajo tampoco. ¿Dónde consigo monedas de oro a estas horas?

Mi fiel felino niega con la cabeza, desilusionado por mi falta de preparación antes de venir.

 

Ren

Extendió la palma de su mano.

—¿Por qué voy a gastar en esto mis tres últimas monedas?

Eso fue lo único que se cuestionó. Aquellas pequeñas, redondas monedas, que había sisado con gran avidez de un Gnomo torpe y despistado en la puerta podían servir para cosas mucho más útiles que como el pago de inscripción a un Gremio de Aventureros.

Comprar algo de comida, bebida... pagar una posada donde dormir sin necesidad de mantener un ojo abierto y todos sus sentidos en alerta... Poder descansar en paz por una vez en la vida.

Tal vez. Era la opción más obvia. El movimiento más lógico.

Pero cuando aquel papel fue a parar a sus manos algo se removió inquieto en su pecho como nunca lo hizo. A pesar de su vida humilde no era analfabeta y pudo entender el mensaje, al menos la parte más importante de él. Había aprendido a leer medianamente bien por puro capricho y porque en el fondo era una criatura curiosa.

Lo que experimentó fue un sentimiento completamente opuesto a la ansiedad que le generaba la sensación constante de peligro en las calles. Fue como si hubiera encontrado una hogaza de pan caliente. O incluso una inmensa pata de jabalí asado.

Logró emocionarla. Mover su corazón maltrecho por un segundo. Y fue aquel mismo sentimiento lo que la llevó allí. O quizás la idea de una recompensa por su esfuerzo. O puede que un poco de ambas.

De algún modo, sentía que era lo que debía hacer. Ni siquiera sería la primera vez que arriesgase su vida por una recompensa.

Cerró la mano inmediatamente cuando un semiorco cruzó con pasos pesados por su lado. Bajo la capucha de su túnica gris le dirigió una mirada desconfiada.

Y se mantuvo así hasta que pasó de largo, apretando el puño con las monedas y dejándolo caer a un lado de su cuerpo, alerta. Incluso su cola se tensó bajo la túnica. Una vez el semiorco se marchó, Ren apretó los labios.

Era ahora o nunca.

"Hagamos esto."

Se echó más la capucha hacia abajo hasta dejar apenas visible su nariz y su boca, sus labios torcidos en una mueca impasible. Con pasos seguros se encaminó hasta la recepción.

Dejó aquel papel sobre la mesa y las monedas—aunque tuvo que dar todo de sí para soltarlas—. Si bien sus ojos no eran visibles y toda su apariencia externa era cuanto menos misteriosa, no titubeó.

—Quiero unirme al Gremio—dijo—. Pero no pienso rellenar ningún formulario.

Aunque nadie podía verlo todos sus sentidos se mantenían alerta a su alrededor... por si tenía que sacar su daga.

Nunca se estaba seguro en ningún sitio.

 

Encargada de Gremio

Vaya, este era un momento bastante extraño. Dos personas bastante particulares se habían presentado ante ella, cada una con problemas interesantes. La mayor parte de ellos rondando el dinero de la inscripción. La joven suspiró, sin perder su sonrisa. Había entrenado lo suficiente para esto.

Se dirigió primero a la alegre humana, con un tono de voz agradable y dulce.

— Lo lamento, pero no fíamos la entrada al Gremio. El pago de inscripción es un paso obligatorio para acceder como miembro a la institución. Si no tienes dinero encima, puedes intentar llegar a un acuerdo con algún otro miembro para que te preste dinero, o ver de trabajar en la ciudad hasta conseguir el dinero suficiente. El mismo consejo va para ti.— dijo, dirigiéndose al semiorco.— Lamento informarles que sin el pago inicial, no podrán ingresar. Espero que entiendan.

>> Y en cuanto a lo de mi supuesta hermana, debo decirle que soy hija única. Pero todos los Encargados de Gremio tenemos los mismos uniformes, así que no sería extraño que se haya confundido.

Luego, con la misma cálida sonrisa, se dirigió a la tiefling que se encontraba esperando todavía en la fila.

— Y el rellenado del formulario es igual de necesario que el pago para ingresar, señorita. Deberá acostumbrarse a llenar formularios y reportes, a menos que se haga un grupo y alguien más de allí se encargue de esa tarea.

>> Ahora, ¿alguna otra pregunta?

 

Canis

Al ver que no conseguiré nada, comienzo a analizar mis opciones. Pero no se me ocurre nada. Y que se esté llenando el lugar no ayuda a mi ansiedad social.

—Supongo deberé salir a conseguir oro por aquí —Felis se sube a mi hombro.

(Veré los demás lugares, pero, ¿puedo conseguir oro suponiendo un trabajo que realice en rol? O sea, si voy a otro lado y digo que me pagan x cantidad por hacer z cosa, ¿eso es válido o hay un sitio al que deba ir de forma obligatoria?)

 

Ren

La joven Tiefling apretó los labios en una mueca mordaz.

—Ren—dijo simplemente, su capucha aún cubriendo sus ojos. Ante la confusión de la recepcionista añadió—: Llámame "Ren", no señorita. No soy ninguna dama en apuros.

Se apartó del mesón de recepción y por el rabillo del ojo se fijó en aquel desgarbado semiorco. Un gato tricolor lo acompañaba, sigiloso.

Sería tan fácil engañar a esa criatura para que rellenara su formulario a cambio de aquellas brillantes piezas de oro. Solo debía jugar un poco con su mente, nada complicado. Lo engañaría y después robaría sus monedas. La fuerza contra la maña solía ser un enfrentamiento vital en las calles.

Pero desistió. Ella no quería que otra persona rellenara su formulario. Lo que no deseaba era escribir sus datos en un reporte, a la vista de todos. ¿Quién sabía que cosas podían hacer con esa información? Era demasiado reservada para dar datos propios de forma tan gratuita.

Valoraba su burbuja personal más que nada.

Su privacidad y su seguridad propia eran importantes, por no decir su prioridad. Nunca pensó que el Gremio pediría información. Aunque en cierta forma sabía que debían resguardarse las espaldas, porque igual tener a un criminal buscado por la justicia como afiliación no era lo más conveniente.

Su cola se agitó.

—Si te doy mis datos—dijo, con un tono casi confidencial—, el Gremio tendrá que pagarme. Más les vale hacerlo.

Tomó la pluma y con cierta reticencia rellenó el formulario con datos escuetos y poco precisos. Cuanta menos información diese sobre sí misma, mejor. Su nombre, su peso y altura seleccionados al azar pues no tenía forma de saberlo... estaba algo más delgada, sin embargo. No eran buenos tiempo para un vagabundo.

No estaba tan loca para dar verdaderos datos.

Entonces reguardó sus brazos bajo su túnica y alzó el rostro clavando sus distantes ojos azules en la recepcionista. Estos tenían un tono místico, helado. Como si pudiesen ver el alma. A pesar de su aspecto definitivamente aquellos ojos no eran humanos.

—Hecho—sentenció—. Ahora dame mi paga.

 

Encargada del Gremio

— Agradecería que la información que escribas en el formulario sea verdadera. Si te preocupa tu identidad, puedes estar segura de que el Gremio no comparte esta información con ninguna fuente externa y los datos brindados son tomados con carácter confidencial. Te brindaré una nueva hoja para que puedas escribir allí tus datos precisos.— dijo la joven muchacha, con su típica sonrisa, extendiéndole otro formulario en blanco.— Puedes tomarte todo el tiempo que quieras Ren.

La recepcionista no parecía amedrentada por la mirada glacial de la joven, y la sostuvo con sus amables ojos color miel. Si alguien prestaba atención, podía notar la severidad en esa mirada, lo suficientemente fuerte como para acobardar a un oso. Su sonrisa, siempre presente, terminaba el panorama. Era obvio que a pesar de su joven edad, la muchacha había visto y pasado por mucho.

 

Ren

Por primera vez en mucho tiempo auténtica sorpresa fue lo que se dibujó en el rostro de la joven Tiefling.

''Cómo... ¿cómo sabe que es información falsa?''

¿Era eso siquiera posible? ¿Contaba con el don de la clarividencia? ¿Era un especie de semidios?

Cuando volvió a reconsiderarlo, su gesto se agravó. Conocía de sobre a la gente y había tratado con demasiadas criaturas a lo largo de su vida para saber que aquella chica no era una humana común. Podía parecer dulce y tranquila, con un aura de serenidad y templanza, pero intuía que era poco más que una fachada que usaba para el trabajo. Una sonrisa tierna y deferencia de cara al público pero... aquella joven era un rival a tener en cuenta.

No debería subestimarla.

Alzó el rostro en una confrontación de miradas.

La observó en silencio con sus pétreos ojos azules, negándose a ceder. En un silencio hosco y tenso. Por unos segundos tan solo se limitó a observarla, estudiándola con atención, calibrando detenidamente su próximo movimiento... entonces apretó los labios otra vez.

—Bien—aunque su noto era neutro, podría entreverse cierta frustración en él.

Tomó el formulario y lo rellenó, esta vez con datos verdaderos... pero de forma muy poco precisa.

—Espero que la recompensa por venderme al menos valga la pena, humana—con eso dicho se apartó del mesón de recepción, en dirección a la puerta de otra sala.

 

Marisa Margatroid

Miro a la recepcionista conteniendo el enfado.

—¿En serio? ¿Tanto lío por tres moneditas de nada? Ains... Está bien... Enseguida vuelvo.

Salgo de la cola disgustada y no solo porque mis encantos no hayan servido para nada... ¿De verdad la gente de ciudad le da TANTA importancia al dinero? No es que sea una de esas hippies de orejas alargadas, pero estos tipos deberían vivir una temporadita en la naturaleza, se darían cuenta de lo encadenados que están al dinero. Pero por mucho que me queje no cambiaré los hechos: necesito tres monedas de oro. Tendré que seguir el consejo de la recepcionista y volver al Salón Principal. A ver si otro sí que sucumbe a mis encantos.

 

Canin

Luego de un día y medio de buscar cómo conseguir el resto del oro para pagar la inscripción, al final logré conseguir las tres monedas y varias más. No entraré en detalles de cómo las conseguí, pero si alguien va a decir que los golem son lentos y torpes, puedo asegurar que no saben de lo que hablan.

—Lo tengo... el oro... las tres monedas —le digo a la encargada, jadeando por lo mucho que tuve pelear y luego correr.

Coloco las tres piezas sobre el mostrador, así como el formulario, que ya había sido llenado el día anterior.

—Me merezco un descanso luego de eso —afirmo, antes de recostarme sobre el mostrador.

Felis, también se acuesta sobre el mostrador, y se queda mirando a los que se me quedan viendo raro.

 

Encargada de Gremio

— ¡Muy bien, todo parece estar en orden! Pasa por la puerta a mi derecha para completar tu inscripción!

 

Mi gato se monta sobre mi hombro. Parece que no caminará más, hasta que descanse.
—Gracias. Por fin podré ver que hay en ese otro cuarto y completar mi inscripción al gremio —comienzo a alejarme, luego me doy la vuelta y pongo otras tres monedas de oro en el mostrador —. La bruja de afuera, parece estar en necesidad de su cuota. Esto me sobra y a ella le falta.

Me dirijo a la siguiente puerta. Mi gato maulla.

 

Marisa Margatroid

Estaba decepcionada, MUY decepcionada, REALMENTE decepcionada, SUPER decepcionada. A pesar de mis ruegos y mis súplicas, ni con mi cara bonita, con nada había sido capaz de llamar la atención de un solo miembro del Gremio. Me estaban ignorando con ganas, incluso hubo uno que me dijo que "volviese con papá, niñita".

—¿Será posible? Esta gente de ciudad es muy egoísta. Pero ya verán, ya. Cuando sea mundialmente famosa y quieran mi favor vendrán diciendo "¡Ay, señorita Marisa! Por favor, préstanos tu infinita sabiduría y bondad insondable, sácanos de nuestro aprieto. Oh, grandiosa Marisa." ¡Pues mis narices veintitrés veces! ¡Humpf! —refunfuño entre dientes mientras salgo del Salón Principal.

Estaba a punto de salir del Gremio para poner en práctica el Plan C cuando vi a un tío verde comentando no sé qué de cosas que le sobran a él y le faltan a una chica. Seguro que se refería a eso que solo pueden tener los chicos... pantalones de pana. Ya me dijo mi padre una vez que todo gran hombre debe sentirse muy orgulloso de su pana, nunca entendí a qué se refería con eso de los pantalones de pana, ni siquiera he visto nunca una pana de esas, pero debe de ser algo extraordinario.

El leve tintineo de tres moneditas golpeando la madera bastó para sacarme de tan profunda reflexión. El hombre verde había dejado sobre el mostrador tres monedas de oro. No tengo claro si son para mí o si serían la propina para la chica guapa de la recepción, sea lo que sea no pienso dejar pasar esta oportunidad. Voy flechada a por las monedas antes de que cualquiera pudiese cogerlas. ¡Tres moneditas, al fin! Las miro con detenimiento. Sigo sin entender qué tienen de especial esas cosas redonditas, pero si tanto las quiere la gente, habrá que conseguir muchas monedas, montones de ellas. ¡Con miles de monedas seguro que la gente empieza a hacerme caso!

Voy toda orgullosa a la cola de recepción, en la que ahora hay menos gente. Cuando llega mi turno dejo las monedas con mucho garbo.

—¡Ea! Ahí tienes las moneditas. Ya he rellenado antes los papelitos esos, espero no tener que rellenarlos de nuevo. ¿Ya puedo entrar al Gremio?

 

Encargada de Gremio

— ¡Así es, ya puedes ingresar! Para completar tu inscripción, ingresa a la puerta de mi derecha. Allí realizarás lo que queda, y serás oficialmente una aventurera!— dijo la recepcionista, tomando el dinero y señalando la puerta.

 

Marisa Margatroid

—¡Genial! Ya nos veremos luego. ¡Chao!

Ha costado, leches, pero al fin soy Aventurera. Solo tengo que pasar por una puerta y por fin podré empezar mi vida de Aventurera. Ya va siendo hora de que yo, Marisa Margatroid, entre en escena. ¡Toma ya!

 

Clementine.

Ya en la cola me doy cuenta que no esta tan saturada como esperaba, sin duda un alivio a medida que mi turno llegó vi que debia llenar formularios.
Y frente a mi una joven de cabellos dorados parecia imersa en su trabajo, decidi entonces inclinarme un poco y llamar su atención.
—Psss..disculpa amiga quisiera ingresar como miembro oficial del gremio — deje caer entonces tres monedas y espero sonriente la respuesta de la chica.

 

Encargada del Gremio

— ¡Excelente! Por favor, llena este formulario con tus datos y luego atraviesa la puerta a la derecha.— respondió la joven con una sonrisa, entregándole a Clementine el formulario de inscripción.— Si no sabes leer o necesitas ayuda, ¡no dudes en preguntarnos!

Dicho eso, se volteó hacia Canis, observando atentamente el panfleto de misión.

— Se ve que alguien no leyó bien su Guía.— dijo, soltando una risita traviesa.— Has escogido una misión de Flor de Liz, que se encuentra bastante por encima de tu rango, es decir, Porcelana. Te recomendamos que busques una misión con sello de Águila, en lo posible con sello verde, así minimizas el riesgo de muerte.

La joven dio un suspiro y se volvió a sentar, mirando con sus grandes ojos color miel al semiorco.

>> Nada te detiene intentar realizar la misión, pero el Gremio no se hace responsable de lo que te pueda llegar a ocurrir en ella. Más si te adentras solo.

Contenido oculto

Dark RS cuando quieras pedir permiso para salir en una misión, recuerda que se debe hacer en el tema de Recepción, no en el Salón Principal.