[Gladiadores] Rehenes de un imperio

Brazhan

Nuevamente nos encontrábamos en una mugrosa celda, siguiendo lo que eramos antes; esclavos. Igual que los gladiadores, pero la diferencia era que lo sentíamos, lo sabíamos, estábamos cocientes de que no eramos otra cosa más que eso. Ya no estaba seguro de que pasaría de ahora en más.
Ni siquiera sabía que estaba pasando en esos momentos. Me quedé sentado en un rincón de la jaula, a simplemente observar a los que estaban a mi lado. — No entiendo absolutamente nada...— Susurré para mi mismo.

 

Sebastián

Regresé al mundo real, pues me perdí en mis pensamientos imaginandome cosas que seguramente nunca pasarían, pude ver desde donde estaba al pequeño niño sentado sin hacer nada aparentemente, parecía no estar desacuerdo con este trato ¿y quien iba a estarlo?, lo mire con esos típicos ojos llenos de reto, pues no tenía porque verlo de otra forma, con esa típica sonrisa pícara.

 

Brazhan

Sentí la potente mirada de Sebastian en mi, y resople al momento en que lo miré por el rabillo del ojo. Que extraño, generalmente el estaría como un loco en esos momentos.

 

Cornelia
Miré a mi alrededor y noté que a todos nos habían hecho esclavos nuevamente.
—Tsk... Nuestro esfuerzo en vano, malditos cobardes que no quieren enfrentar nuestra fuerza—dije encerrada en la celda con un poco de coraje, no me parecía buena idea la muerte del anterior emperador o bueno, no me interesaba el tan siquiera tener emperador, solo quería librarme de todos los bastardos y mentirosos en esta sociedad.
—¿Nos sacarán de esta sucia celda?—grité hacia cualquiera que quisiera responderme.

 

Sebastián

Note como me miraba apenas de reojo aquel muchacho, por alguna razón no me surgía alguna idea para molestarle, así que suspire y me dejé caer de golpe en la pared, era injusto tan injusto estar aquí nuevamente --maldición -- pronuncie enojado y golpee la pared haciendo que callera un poco de polvo en la cabeza de Brazhan desde el techo, y no pude dejar una risa pero sin llegar al extremo de carcajada

 

Opelius

El mudo se aferró a los barrotes de la celda; la tensión lo estaba finalmente calmado, sus nervios a flor de piel lentamente comenzaron a descender. Ahora el sueño lo invadía, pero debía de estar despierto… en cualquier momento llegarían, pronto, ya…

“Si tan solo estuvieras, hermano Scato. Naevius e Iulian no nos durarían ni dos golpes” su mente procesó el pensamiento y su consciencia nuevamente jugaba una mala pasada con él.

¿Para qué proteger un muerto?

Porque era un gladiador y un hermano. Y aún después de muertos ellos siguen siendo parte de la misma esencia. Incluso cuando están bajo tierra le debe lealtad. Los hermanos de lazos de fraternidad nunca mueren… o por lo menos, no del todo.
Cualquiera podría decir que Opelius estaba enfermo. Que ha creado un mundo aparte y es tan soberbio, tan increíblemente soberbio que quizá hasta ha vencido a la muerte.

En el gran patio de entrenamiento, como si fuera un espejismo, se podía escuchar como las espadas chocaban entre si, como un tambor; lanzando su golpe de parche por encima de las almenas, y por los corredores de piedra. Como si fuera el latir de un inmenso corazón oculto, vivo, eterno, un corazón que siempre hará mover a los vivos y no dejará morir a los muertos…

 

Capítulo XI
Poder del metal

​

Los Gladiadores seguían en la celda; como era costumbre era prácticamente imposible definir la hora del día, no podían distinguir noche de día; no se les había ofrecido alimento alguno desde que fueron encerrados, así que con fortuna no había transcurrido un día completo. Pero el aburrimiento del encierro era característico, más no el silencio que se vivía en la celda; nadie hablaba demasiado del suceso, al parecer no estaban molestos por los que estaban viviendo, o tal vez no podían imaginar todo lo que estaba ocurriendo fuera de esa celda. No se escuchaban sonidos más que el de las respiraciones, y la constante queja gutural que hacía el guardia por tener que cuidar la puerta de hierro; todo era impávido y sin sentido... al menos dentro de la celda.

–¿Qué estará ocurriendo allá afuera?– Preguntaba Gaius recargado en la pared helada.
–Tengo un mal presentimiento hermanos... algo malo ocurre– Dijo Píctor con voz temerosa, una voz que jamás se había escuchado de aquel Gladiador
–También lo temo hermano, tu impaciencia no es la única...– Respondió Petro mirando hacia la única antorcha que danzaba creando sombras aterradoras –El viento está agitado...–

En el exterior era de noche y sucedía algo secreto y arrasador; algo que nadie pudo haber previsto, algo que seguramente impactaría en la vida de los esclavos restantes del Coliseo. El tiempo dirá si esto será para bien o para mal.

 

Opelius

Estaba sentado contra la pared, a un costado de Gaius. Realmente ya había dejado de pensar y solo estaba a la expectativa del momento. Si hubiera podido hablar, hubiera dicho algo. Mire de reojo a Gaius y me pregnte si sabia del plan, después de todo, era bien sabido que era uno de los pilares de Ambrosius y seguro el campeón le habría dicho lo de la carta... o quién sabe.

Mis ojos se perdieron en el fuego de la antorcha; una antorcha puede jugar extrañas pasadas. Sus luces locas y quebradas pueden crear curiosos mundos dislocados donde la fantasía se desboca como un caballo salvaje. Mundo extraño el de una antorcha ardiente en la noche. Cuéntame tus secretos. Yo te contaré los míos. Yo también ardo en un fuego tan quemante como tu esencia. ¿No has oído hablar de mi fuego, antorcha? Yo soy Opelius, el traidor, pobre como una araña pero que aún tiene suficiente angustia y poder en su alma como para hacer temblar al mundo y a los dioses… ah sí, dioses de piedra, sordos y ciegos… mi nombre es Opelius, el mejor arquero de la arena, ¿por qué negarlo? Tengo el brazo más poderoso de los mundos conocidos, a excepción de mi hermano Scato… ¿No lo creen? Dioses, ustedes me han dado mi fuerza. No se equivoquen ahora: no hagan que pueda usarla de manera inconveniente. No sean crueles…

La antorcha chispea, muerde la oscuridad con sus dientes de fuego. Una antorcha puede jugar con los sentidos, con el alma, con todas las vidas de un hombre…

 

Me encontaraba recargado en la pared, sentado sin hacer mucho, mas que pensar en cosas del pasado, ciertamente no habia nada que hacer, solia saciar mi aburrimiento con algo de entrenamiento, pero ni siquiera pidia hacer eso, suspire y recarge mi cabeza en la pared cerrando los ojos, la pequeña luz que alumbraba me lastimaba por lo oscuro que estaba ese lugar, en ese instante escuche ciertos comentarios de los gladiadores que no estaban muy lejos de mi –¿Qué estará ocurriendo allá afuera?– , eso es algo yo tambien me preguntaba, ¿porque diablos nos encerraron aqui? –Tengo un mal presentimiento hermanos... algo malo ocurre–
–También lo temo hermano, tu impaciencia no es la única...– dijo otro de los gladiadores respondiendo a lo anterior –El viento está agitado...– concluyo y decidi ponerle atencion a lo que habia dicho comprobando que era cierto, despues note que otro de los gladiadores ¿Opelius? se encontraba al frente mio, me llamo la atencion pues se veia demaciado pensante a juzgar como veia a aquella antorcha, asi que lo observe sin decirle nada, pues tampoco sabia que comentarle

Contenido oculto

Aww mi vida Opelius hablandole en su mente a una antorcha que leeendo x3

 

Parada caminando de un lado a otro, me inquieto cada vez más, la sensación de volver al comienzo me cubre.
Siento que algo nace en mí, el odio por los hombres y la ira que llenaba mis ojos en todo instante hacia cualquier ser que osara ponerse en mí nivel, en instantes como estos me decepciono cada vez más.
Doblo las rodillas sobre mí, retrayendome, me levanto de golpe y algo ha cambiado.
Todos los hombres importantes de mi vida se han ido y cualquier respecto a ello.

 

Cornelia
Estaba impaciente y hambrienta, no estaría acostumbrada a esperar que me traigan comida después de que ya teníamos el derecho a ir nosotros por ella, empecé a caminar hasta que me decidí por desquitarme en algo, la celda, comencé a dar patadas a la celda que nos rodeaba sin importar los comentarios negativos que me dijeran.
--Quiero... mi... comida y libertad--dije mientras seguía pateando no con mucha fuerza.

 

Un golpe se escuchó del otro lado del gran muro que dividía la entrada a la celda; el sonido fue leve, aún así audible para la celda que permanecía en silencio. Esto alertó al guardia que inmediatamente tomó su lanza y con un pulso disonante apuntó hacia la entrada, la cual comenzó a abrirse lentamente; se abrió un pequeño espacio donde entraba la luz de las antorchas de afuera, el espacio era tan pequeño que ni una rata podría salir; después la puerta se abrió más rápido lo que provocó que la única antorcha de la celda se apagara; después de esa ráfaga de aire la puerta volvió a cerrarse, la celda quedó en completa oscuridad.
El guardia respiraba impacientemente –¡Muéstrate!– Gritó apuntando su lanza a distintos lugares. Y eso fue lo último que dijo pues comenzó a escucharse como aquel guardia se ahogaba, hasta que el sonido de su lanza al caer alerto a los que estaban encerrados.

Un sonido ténue se hizo presente después de que la luz de una nueva antorcha iluminó el rostro de dos misteriosas figuras; una de ellas era una mujer de cabello blanco y ojos grises con atuendo extraño; el segundo era un hombre con pieles encima las cuales le cubrían partes de su rostro. Ambos se quedaron un momento mirándo a cada uno de ustedes apuntándolo con la antorcha para ver sus facciones.

Contenido oculto: Misteriosas figuras

–Es momento de que hable aquel que en verdad quiere luchar contra el Imperio por su libertad– Dijo el hombre el cual portaba una espada curva aún enfundada, aparentemente aún no la había usado –Es momento que se levanten y muestren dignidad...–

La mujer era quien llevaba la antorcha, ella caminó hacia la celda y extendió su mano frente a ustedes y abrió los dedos de toda la palma de su mano izquierda –Misma sangre...–

La mujer esperó con la mano extendida, este era el momento decisivo. Los Gladiadores debían demostrar que eran parte del movimiento.

 

Opelius

Se levantó de un salto al ver a las figuras delante de ellos. El mudo sintió la adrenalina volviendo a recorrer su cuerpo, sus músculos estaban impacientes, como resortes de acero listos para saltar.

El gladiador sin voz levantó su mano derecha y abrió sus dedos en forma de V y dibujó con su boca "Misma sangre" luego abrió su boca, mostrando su lengua cortada. No miró hacia atrás por si alguien estaba mirándolo. Su mirada estaba fija en la de la fémina; ¿tendría algo que ver con Scato? No pudo evitar que sus ojos se llenen de lágrimas. Finalmente lo haría; saldría de allí. Al abrirse la celda debía de buscar un pedazo de tela y un carbón vegetal urgente... debía de saber algo antes de salir de allí.

 

Sebastian

Me levante sin decir nada al escuchar las palabras de aquellas sombras que apenas se podian escuchar, seguido de Opelius Quien al pasar junto a el note algo de ¿trsteza? vaya realmente estaba sorprendido pues crei que la mayoria tenia corazon de piedra y unos insensibles, me acerque a aquel gran gladiador —Todo estara bien, finalmente seremos libres hermano— le dije dandole un par de palmadas en la espalda y continuar — Misma sangre— dije casi en un susurro

 

Gaius; Petro; Vitrion y Píctor se levantaron después de Opelius, todos imitaron el mismo movimiento, levantaron su mano y abrieron todos sus dedos y dijeron al unísono –...Misma sangre–
Sextius los observó; jamás había prestado atención y no había notado este saludo con anterioridad; pero las palabras de su liberador resonaron en su cabeza "...que hable aquel que en verdad quiere luchar contra el Imperio por su libertad" así que se levantó para decir –Si esto es un movimiento de libertad, yo pelearé con mi vida para ayudar y conseguirla; jamás me rendiré, hasta que la última gota de mi cuerpo salga, yo no dejaré de luchar hasta ser libre– después imitó el mismo movimiento que los Gladiadores veteranos y repitió –...Misma sangre–

 

Cornelia
No entendía bien lo que querían aquellas personas, sin embargo me apunté.
--De acuerdo, no tengo ni la menor idea de que es eso de la misma sangre pero cuenten conmigo--dijo haciendo la misma señal recargada sobre la celda sin tener mucho interés.

 

Opelius

Gruñó al sentir el tacto del muchacho de Iulian y le apartó la mano violentamente. Luego observó a la mujer Cornelia y sus ojos se inyectaron en sangre. ¿Cómo podía haber gente que no le importara la movilización? Si tuviera una flecha se la hubiera lanzado entre ceja y ceja. Si podría haber hablado, la insultaría. La miró con un profundo odio y luego volteó a Sebastian; al mirarlo era como ver a Iulian y tuvo que cerrar sus puños para evitar una pelea en aquella situación. Miró nuevamente a los guerreros de los Sanguine Frates, esperando que habrán la celda.

 

Cornelia

--Hmm... Tu mirada ¿Acaso me desprecias? Sentí, más bien, observé como desbordabas en esa mirada desesperación y odio --dije acercandome a Opelius, jamás había hablado con él.

 

Darius

Me levanté en silenció y me puse a un lado de los que se habían levantado, no era de aquellos que gritaban o victoriaban, así que simplemente me quedé observando la escena de los otros gladiadores, observando como estaban emocionados por ser libres, yo me encontraba de igual forma, pero por dentro, al fin sentiría de nuevo la libertad, debía luchar, luego de unos segundos dije casi en un susurro:

—Misma sangre...—

 

Cornelia
Miraba de lejos como Darius hacía lo mismo y pronunciaba nuevamente esa frase.
--No logro entender, ¿Porqué rayos misma sangre? En ese caso sería misma libertad y comida, ¿por que sangre?--dije sentandome y callandome de una vez algo furiosa conmigo misma.