[Gladiadores] Rehenes de un imperio

Maximos

Los gladiadores estaban con aire ceñudo, cansado, irritado. Males afeitados, polvorientos, sin orden. Era extraño el silencio total que podia flotar sobre una masa tan inmensa de hombres. Ninguno de ellos decia una sola palabra, excepto alguna maldición suelta aquí y alla al ser empujados…

Era un día extraño con un preludio de tormenta en el aire ardiente, con bocanadas de un infernal viento aullando contra las murallas de barro resquebrajado. Era un día de brujas, un día de desgracia.

Y los silenciosos gladiadores parecían el coro griego de esa tragedia. Grupos inmóviles, hostiles, irritados… grupos azules y blancos que rezumaban una cólera espesa y viscosa…

Maximos ingresó al patio de entrenamiento, apenas con rasguños de su pelea con el ateniense Magnus. Se detuvo en el centro del patio, enceguecido por los torbellinos de polvo, escuchando el restallar dela bandera en el mástil. El coro de voces, el fatídico coro griego, comenzó a resonar al compás de sus pisadas… palabras de odio, de sufrimiento, llantos reprimidos…

Vio el cuerpo de Priscus entre sus hermanos. La noticia era cierta y Maximos, ex legionario y ahora gladiador, siente deseos de aullar pero no lo hace. Sufre en silencio, como toda su vida lo hizo. Dedica un pensamiento al hombre que se presentó como un gladiador y luego fue su amigo. Se estremeció. En el horizonte habían aparecido negras nubes de tormenta, pesadas, extrañas. El viento comenzó a soplar más fuerte y un tinte rojizo descendió sobre todo.

El gladiador se acercó al cuerpo de Priscus y lo levantó con un gesto, suave, confortante:
-Has vencido, hermano mio. Sin ejército, sin lanzas, has vencido tú solo. Tu nombre será cantado en Roma y todos los niños que nazcan esta primavera llevarán tu nombre. –los ojos llenos de cielo. Ajeno a su victoria. Ajeno a todo. La gloria de Priscus. –Descansa como las montañas, ahora eres rey en muerte. –y con un delicado gesto, besó su frente durante unos segundos para luego dejarle nuevamente el cuerpo a la amazona. Quería dedicarle unas palabras a la mujer pero no le creyó conveniente el momento.

Maximos pensó que él era una maldición. Todo lo que hallaba a su paso estaba muerto, reseco, quemado por el sol, como si arado de fuego hubiera entrado hasta la entraña de la tierra y hubiera calcinado a todos sus seres queridos. Los hombres, las mujeres, los niños… eran árboles que elevaban al cielo una floración de ramas raquíticas y quebradizas y hasta el aire parecía oler a desolación y miseria.

El cielo fue dividido por una espada de luz y lejos, más allá del horizonte, un trueno destruyó la agonía del silencio. Como un animal golpeado, la tormenta corría por los inmensos socavones de a distancia.

 

Contenido oculto: Post editado por Amelie

Nadie vió nada e.e ¡todo esto es una ilusión!

 

Abro mis ojos con pesadez, un dolor agudo y punzante, a mis alrededor, un par de esclavos de la arena atienden mis heridas y las cubren con paños, estoy en mi habitación, el techo blanquecino que observo cada noche antes de dormir me lo confirma.
Entonces lo recuerdo: la sangre manchando el dorado brillo de la arena, las espadas chocando con fiereza frente a mis ojos, nuestros espíritus debatiéndose entre la vida y a muerte mientras un grupo de bestias nos aplaudían.
Cuando los esclavos se van, el reflejo de mi propia esclavitud se manifiesta violentamente sacudiéndome hasta la médula, quiero gritar pero mis pulmones no parecen tener aliento.
Y con la sensación de impotencia que me abraza viene la idea de que simplemente soy una marioneta más, al menos mis hermanos caídos son libres...cuanto me gustaría ir a rendir tributo a sus restos, pero no aquí, no en un infierno como este.
Así que procuro dormir, al menos en mis sueños puedo recuperar, momentáneamente, la paz que se me ha arrebatado.

 

Maximos

Contenido oculto: Musica de Ambientacion

-Ponerlo en una pira y cremar su cuerpo así su alma puede viajar más rápido al otro mundo. El barquero no espera eternamente. –dijo lo más serio que pudo sin apartar su vista del cuerpo inerte de Priscus y del llanto enternecedor de la amazona roja; apodo que el mismo Priscus le dio.

El sol iba descendiendo lentamente en el horizonte alzando un gran velo rojo y negro que apagaba el cielo y traía más tormenta.

Maximos se acercó a Nexiras. Era la que más afectada estaba y la que más sentía la pérdida del hombre que hasta hace unas horas había almorzado con ellos dos. El resto estaba afligido pero no en la misma medida que la mujer… su tristeza entristeció el corazón frío del hombre de los mil camino y no tuvo más opción que pararse a su lado y tocarle un hombro.

-¿Has llorado dentro de un casco de bronce, amazona? Las lágrimas pueden tener gusto a infierno y a desolación cuando no puedes secarlas ni siquiera con un poco de sol, con un poco de viento o con una mano amiga… -la miró en silencio y extendiendo una mano hacia ella, quería consolarla con un abrazo, nada mejor que eso en momentos así. El sol muriente lo teñía de rojo como una estatua coronada de pájaros que volaban por encima de él.

Y entonces una gota golpeó el gran hombro de Maximos. Sí. Caía suavemente, gruesas gotas pesadas, que poco a poco aumentaban hasta convertirse en una silenciosa cortina de agua.

La lluvia cae sobre la tierra que bebe sobre los hombres incrédulos. La lluvia corre mezclada con sangre, con polvo, con fantasmas y odios y sueños muertos y vivos. La lluvia es como la vida pero también como la muerte. Lluvia y muerte todo lo lavan. Lluvia y muerte… muerte y vida… hombres y dioses… Maximos, gladiador y buen amigo de Priscus, vive esto en nombre de él; un salvaje con corazón de oro y nobleza de sabio.

 

Ambrosius

Al escuchar las palabras de Maximos, Ambrosius se acerco al cuerpo inerte de Priscus, y tomando la hebilla que sujetaba su túnica y una antorcha de los muros interiores; la calentó hasta que esta se torno un poco roja. Tomando el brazo con la cicatriz de esclavo que aquel hombre muerto portaba desde su mas tierna infancia, quemo la maldita marca que siempre lo señalo como esclavo.

—Ahora eres libre—le dijo Ambrosius al cuerpo sin vida de aquel hermano suyo—no es la libertad que soñaste, pero eres libre, libre como tu espíritu siempre fue. Somo herederos de tu legado—lo dijo contra sus oídos, para que solo los que estaban a su alrededor escucharan— Tu voluntad yace con nosotros...—Dicho aquello ultimo quito la hebilla del brazo y limpio el residuo con sus ropas.

 

Tomo la mano de Maximos y acepto su abrazo, todo se siente tan contradictorio: el fuego arde esperando llevarse a Priscus mientras la lluvia nos cala hasta el alma, mi exterior esta cálido rodeado por aquel cuerpo tan cercano que se siente distante a mi alrededor y mi interior tiempla de frialdad, las emociones me abruman como nunca antes lo habían hecho cuando por fin puedo llorara todas mis tristeza, permitir que el agua se las lleve.

Nunca había llorado las decepciones de mi familia a falta de un ser creciéndome en el vientre, ni cuando uno tras otro los varones eran sacrificados ante un altar, ni los cadáveres amontonados de los que no tengo certeza de quien son, ni cuando mi cuerpo fue usurpado pero ahora ya llegue al límite.

Abrazo con fuerza al guerrero, ya mis ataques habían destruido al menos tres muñecos, pero aun deseo llorar y gritar, lo hago sin miedo apoyándome del pecho que no puedo evitar comparar con el del fallecido.

 

Los combates habían terminado, la pelea de Alethia había sido suspendida hasta nuevo aviso, su contrincante sufrió un altercado y la pelea se pospuso. Ya estaban todos los Gladiadores en el subterráneo y los guardias se alejaron para darles un poco de espacio ante la situación.
Un séquito de esclavos entró y tomaron el cuerpo de Priscus, Gaius iba a detenerlos cuando uno de los esclavos se embarró de sangre su mano y la extendió con los dedos abiertos hacia los Gladiadores, los demás esclavos hicieron lo mismo.
—Mismo cuerpo...—
Gaius embarró la sangre que llevaba en sus manos e hizo la misma seña, abrió los dedos de su mano frente a los esclavos
—... Misma sangre— respondió Gaius
El esclavo bajó la mano y se acercó a los Gladiadores
—El movimiento persiste, la muerte de Scato; nuestro líder, jamás la perdonaremos— los ojos de Gaius se abrieron completamente ante las palabras del esclavo —No deben preocuparse el cuerpo de sus hermanos serán honrados—
Los esclavos se retiraron y uno de ellos se acercó a Sebastian —Por tus facciones supongo que eres Sebastian, tengo un mensaje para ti de tus hermanos: te esperaremos, no tardes.— dijo el esclavo antes de incorporarse al séquito que cargaban a Priscus. Lentamente avanzaron hasta salir, no sin antes limpiarse la sangre de sus manos.
Gaius miró directamente a Ambrosius —¿Scato? El siempre fue de los nuestros y siempre dudamos de él... Ahora entiendo por qué murió...—

 

Se llevaban a Priscus y no me importan quien sean, no lo haran, ya lo evitamos en la arena tambien lo hare ahora.

Corri hacia ellos hasta que Gaius me lo impidio, yo grito maldiciones a todo aquel que me venga a la mente.

Amelie

 

La fuerza de Gaius derivaba de los brazos y manos, contuvo fuertemente a Nixiras, su rabia era justificada —Confía en nosotros, ellos no faltarán a su palabra, ellos si podrán honrar su cuerpo, aquí abajo con nosotros sólo se pudrirá su cuerpo, debes dejarlo ir; déjalo ir—

 

El llanto arremete mi cuerpo, entre lágrimas me quedo tranquila y cuando finalmente se que no correre tras su cuerpo.
—Sueltame, Gaius.
No deseo que me toque otro hombre, no en esta circunstancias aunque fuera un amigo de Pricus siento que seria traición, traición a algo que nunca paso pero igual dejó marcas.

 

Gaius la soltó y se incó para despedir el cuerpo de su Hermano. Petro y Pictor hicieron lo mismo.

 

Me he estado despidiendo de él las últimas horas pero aun así lo hago otra vez. Me inco, Beso sus manos ya algo rigidas y luego sus labios frios. Me paro y camino hasta las armas sin mirar atras mientras lo sacan. Con un arco y flechas, dedico mi concentración a otra cosa pero la imagen de mi hermano y Priscus no se aparta.

 

Maximos

-No mires eso, la sangre ni las heridas. Eso no es él. El está en otra parte. El ya está a salvo de todo. No mires. Recuérdalo riendo. –la arrebujé contra mi pecho y la dejé llorar. Las lágrimas son una sangre de plata que debe abandonar la herida del alma. La dejé llorar y la abracé con pena y cariño como se abraza a un pajarillo herido de muerte por el rayo y así intente hacerla alejar de esa arena negra y sus árboles de ramas desgarrantes, y sus fantasmas y su muerte verde y roja… Pero Nixiras es de sangre caliente y temperamento aún más. Intentó volver a despedirse del cuerpo cuando los esclavos finalmente lo llevaron... pero en cierto modo Pricus ya había abandonado el lugar hacía mucho antes.

Quedé allí en silencio, escuchando al resto de mis hermanos pero sin saber bien que hacer a continuación. Contemplé el cadáver de Priscus antes de que se pierda por los corredores. Priscus, cuya sombra no se había separado jamás del gladiador más débil, pensar en su fraternidad, su paternidad… sentí que el corazón se me encogía. Me di la vuelta y vi el cuerpo de mi amigo por última vez. Me ensordecía el caer de la lluvia. Creí que estaba transpirando y me toqué el rostro. No. Estaba llorando.

 

Petro se acercó a Gaius y lo miró confundido —Hermano, creo que deben explicarnos que acaba de suceder con esos esclavos—
—Ellos son de Sanguine Frates— El rostro de petro seguía igual de confundido— Un brillo de libertad ha pasado frente a nuestros rostros, no estamos solos como creíamos...— Dijo Gaius acercándose a Ambrosius —Hermano, podre volver a verla...las esperanzas no están perdidas—

 

Sebastián

Vi como se llevaban el cuerpo de Priscus, mi hermano, aquella pelirroja estaba totalmente desesperada , veía como máximos trataba de tranquilizarla, mire al cielo dejando que aquellas gotas de lluvia encubrieran mis lágrimas pues una pérdida más había abierto aquella cicatriz que había dejado mi otro hermano.

 

Cornelia

Aún un poco adolorida, miraba como sucedía todo, lágrimas, caras tristes, dolor, me preguntaba sobre que hubiera pasado si hubiéramos cambiado de papeles... ¿También llorarían así por mí? Mis padres... ¿verían tan siquiera el cuerpo de su "hija"? No entendía muchas cosas que estaban pasando, era la primera vez que veía como moría alguien, los cadáveres, y por alguna extraña razón también lloraba, goteaba por los ojos. Todo esto hacía que me entristeciera más y me doliera la cabeza. Decidí por retirarme del lugar e ir a un lugar solitario.

 

Mire en dirección de Maximos mientras paro el flujo continuo de flechas.
—Tenia que verlo, ya hay demasiados cadaveres sin rostro dentro de mi cabeza— limpio mi cara de llanto con el agua que cae del cielo. —Tengo otras cosas de que preocuparme— me inclino hacia él para hablar muy bajo —como tener la cabeza del cosejero entre mis manos.

@rapuma

 

Maximos

Maximos estudió el rostro de Nixiras; vio una masa de cabellos rojos pegado a sus mejillas y un rostro alargado y frío cubierto de pecas. Unos increíbles ojos azules, rasgados; casi dos líneas azules y oblicuas le daban un aire hierático y misterioso. Su boca era también fina y helada.

-No hables con la mente en caliente, amazona. Nubla tus sentidos y tu accionar. La tendrás, pero todo a su tiempo. Primero tenemos que organizarnos… otra junta tiene que dar a lugar. –le susurró en su oído y le colocó su mano amiga en su hombro y apretó con sus dedos la piel. Un gesto de confianza. Ahora Maximos confiaba en ella.

 

Intento ser fuerte y dejar de llorar pero ese roce en mi hombro lo hace imposible, abrazo a Maximos con todas mis fuerzas sin importarme si le hago daño y apenas puedo murmurar palabras incoherentes.
—Consejero... obligó... Coliseo... Priscus... tiene a... hermano.

 

Maximos

No entiende las palabras entre cortadas de la mujer y siente el cuerpo de ella temblar bajo sus brazos. Y luego, por unos segundos, ve en ella la debilidad que hay en todo ser humano pero que la mujer nuca había sacado a luz. Las amazonas montan a caballo antes que sepan caminar, son sacerdotistas de La Madre Luna y nunca han cambiado una palabra con un hombre. Son recogidas de sus padres cuando recién nacidas. Las amazonas, cuando luchan contra otro pueblo, exterminan a todos menos a las niñas. Son orgullosas y crecen ebrias de religión y valor; son salvajes y han cortado sus puentes con las otras razas. Nixiras dejó todo eso por Priscus; se sometió a un hombre… Ciegos de amor, habían olvidado el resto del mundo en sus charlas triviales. Maximos jamás olvidaría eso, su amigo y hermano, Priscus, había domado el corazón de una amazona.

-Calma. Ten calma. Respira y tranquilízate. Respira profundamente.