[Gladiadores] Rehenes de un imperio

Tema en 'Gladiadores. Rehenes de un imperio.' iniciado por Amelie, 25 Abril 2014.

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    Amelie

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    Introducción:

    Cuatro soldados escoltan a dos primeros esclavos del día en una calle de Roma; la gente los ve y los rumores empiezan a recorren los pasajes de la Ciudad; la historia de estos dos esclavos era como la de muchos otros; pues todos tenían el mismo destino: el Gran Coliseo romano.

    Uno de los ciudadanos reconoció a Kedoku; uno de los esclavos…

    Nombre: Kedoku
    Edad: 18
    Sexo: Masculino
    Apariencia física: Cabello rubio como el sol y amarrado en una trenza al nivel de la nuca; ojos grises y fríos; tez bronceada; alto; tiene dos cicatrices en el brazo derecho.

    Kedoku fue detenido en las calles de Roma por un asesinato; la víctima, el esclavo preferido de un noble llamado Flavianus. En ese momento matar a un esclavo era como robar propiedad privada, en este caso su propiedad ya no podía ser devuelta. Caelus, el consejero del emperador; abogó porque Kedoku no fuera llevado simplemente a prisión, el era un joven fuerte, por lo que podía ser esclavo en el Coliseo y si demostraba ser bueno, algún día podría ser un Gladiador. El emperador aceptó la propuesta de su consejero.

    -Has sacrificado tu libertad por la vida de un esclavo; ahora es tu deber divertirnos- le dijo Caelus a Kedoku cuando los soldados imperiales lo escoltaban hacia al subterráneo del Coliseo.

    Y una joven doncella reconoció a Tertius; no podía equivocarse con él, y tampoco podía creer que ahora era un esclavo….

    Nombre: Tertius
    Edad: 28 años
    Sexo: Masculino
    Apariencia física: Rozando 1,75 metros de altura, Tertius cuenta con un cuerpo fornido aunque no demasiado voluminoso. Tiene la mejilla derecha marcada por tres cicatrices paralelas, que van desde su sien hasta el límite de la mandíbula; posiblemente, provocadas por el ataque de un felino de gran tamaño. Sus cabellos son del color del ocaso: rojizos, rozando el tinte anaranjado; largos hasta sus omóplatos, suele recogérselos en una trenza. Ojos celestes, de mirada amigable, bajo gruesas cejas.

    El caso de Tertius recorrió toda Roma; el nunca había sido esclavo ni de un estrato social bajo, jamás había tenido problemas con el Imperio; si alguien conocía su nombre, no dirían algo malo de él. Pero su lujuria lo llevó a terrenos que no deben se explorados, la mujer de otro hombre siempre es lo más preciado que puede ostentar, y cuando esto es puesto en duda la agresividad y la locura pueden cegar cualquier pensamiento; nadie podría decir que Tertius mató a ese hombre por odio, la mayoría dice que fue instinto de supervivencia el que actuó cuando el dueño de la casa vio a Tertius con su mujer; pero nadie entiende por qué se entregó a los soldados imperiales después de su crimen; su historia era tan sonada por el Imperio que su fama debía ser aprovechada, la gente quería ver a Tertius como Gladiador, el tiempo dirá si logra vencer su ahora estatus de esclavo del Coliseo.

    Ambos; Kedoku y Tertius; son llevados hacia el interior del Coliseo; la entrada era una especie de pasadizo entre las columnas del recinto; tras caminar por ese laberíntico camino entran al subterráneo; la luz se volvía opaca, aún así lograba entrar. El piso superior retumbaba, los soldados que los escoltaron rieron –Ambrosius ha salido al escenario-

    “Ambrosius” ese nombre sonaba en sus cabezas puesto que ambos habían escuchado de sus proezas en el Coliseo; el Gladiador invicto, el único que ha podido derrotar 30 hombres el solo; un Gladiador venerado.

    -No me perderé del espectáculo por tener que escoltar a un par de esclavos- Dijo un soldado de los cuatro que los escoltaban a sus nuevas celdas- Veamos el espectáculo desde las jaulas- continuó.

    -Está bien, de todos modos esto será rápido- Dijo el soldado más musculoso de todos, empujándolos hacia otra dirección. Siguieron avanzando hasta subir una rampa, al final de la rampa se podía ver un gran resplandor de luz; era una de las entradas al Coliseo; al llegar al fondo, unas rejas impedían el acceso al escenario del Coliseo, aún así la vista era impresionante; el Gran recinto estaba ante sus ojos, y muy cerca de ustedes se encontraba un Gladiador; junto a el ya había varios cuerpos de guerreros que lo desafiaron y murieron en el intento; sólo quedaba uno.

    -Un soldado de las provincias; un traidor- Dijo el guardia de los barrotes de hierro que impedían el acceso al Coliseo. Los guardias asintieron con la cabeza mientras aquel traidor corría para atacar a Ambrosius, el cual detuvo el impacto de su espada con su escudo; después se acercó al soldado y le dio un fuerte golpe con su frente a la cabeza, esto hizo que el soldado perdiera el equilibrio y su reacción fue defenderse con su escudo; pero Ambrosius clavó rápidamente su espada a través del escudo, el soldado se tambaleó por última vez antes de caer al suelo, muerto.

    El Coliseo clamó su nombre, vitorearon su gloria gritando, haciendo al Coliseo temblar. Ambrosius extendió sus manos y gritó hacia el cielo mientras todos lo aclamaban.

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    -Otra victoria para Ambrosius- dijo uno de los soldado jalando a Kedoku hacia la rampa; frente a ellos de nuevo estaba la obscuridad; los demás guardias lo siguieron empujando también a Tertius; los gritos se iban apagando por cada paso que daban, pero no la vibración del Gran Coliseo el cual seguía celebrando la victoria de su Gladiador.

    Después de unos minutos llegaron a una celda en el subterráneo, un soldado abrió la puerta de hierro con una llave bastante gruesa, y por primera vez entendieron por qué cuatro soldados imperiales escoltaban a dos simples esclavos; la puerta era tan pesada que debía ser empujada por los cuatro, todos entraron y cerraron de nuevo esa pesada puerta. Ya adentro caminaron unos cuantos pasos más para encontrarse con otra puerta, esta más ligera y hecha de barrotes; un soldado la abrió y les indicó que pasaran; después cerró la puerta detrás de ustedes quedándose ellos afuera.

    -Este será su nuevo hogar, por el momento no tenemos más esclavos para que convivan con ustedes; la mayoría han sido aniquilados por Ambrosius; les recomendamos ser fuertes para aspirar a ser Gladiadores y no terminar entre la espada de uno de ellos-

    Dijo el soldado mientras se alejaba hacia la primera puerta, el sonido de aquel gran trozo de metal moviéndose se hizo presente de nuevo, después se apagó. Ahora estaban solos; en una celda enorme, sin ventanas; fuera de la celda había un par de antorchas que permitían que la luz rebotara entre las paredes; no había sillas, no había camas; sólo suelo humedecido.

    Bien, ahora queda charlar un poco entre ustedes; si es que así lo quieren sus personajes; recuerden siempre deben actuar como describieron en las personalidades en las fichas de personaje; cualquier duda o comentario háganmelo saber por medio de una conversación; mensaje de perfil o por medio de un "spoiler" dentro de esta discusión.
     
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    Bruno TDF

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    Presentí que éste se transformaría en el viaje más emocionante de todos los realizados, pero me incomodó la idea de que me iba a quedar viviendo en ese Coliseo el resto de mi vida, ya que no me gustaba estar en el mismo sitio durante más de un mes. Los rincones del mundo suelen perder parte de su magia cuando nos acostumbramos a ellos, y no quería que sucediese lo mismo con éste, sobre todo después de ver la manera en que el tal Ambrosius destrozaba a esos infortunados guerreros. Fue una escena entre interesante y emocionante.

    Un estremecimiento me recorrió la espalda cuando el público estalló en ovaciones, me dieron ganas de ocupar el lugar de aquel extraordinario gladiador y llenarme con la sensación, misteriosa para mí, de estar allí; por otro lado, lamenté que, para eso, tenía que matar más hombres, cuando ya tenía suficiente con el esposo despechado de aquella doncella llamada... ¿Cómo se llamaba? Oh, otra vez me olvidé el nombre. Siempre fui un desastre para recordar a mis amantes.

    Por lo menos me acuerdo del nombre del gladiador: Ambrosius... Un hombre muy, pero muy interesante... Me pregunto qué historias tendrá para contarme...



    Miré de la cabeza a los pies al otro esclavo y me sentí avejentado: era casi un chico. Noté las cicatrices en su brazo y la frialdad de su mirada. Sin embargo, decidí hacer el intento de volvernos amigos, porque esa celda tenía poco de trascendente, me inspiraba aburrimiento.

    —¿Qué te ha parecido el viaje hasta aquí, chico? —le pregunté, sonriente.
     
    Última edición: 25 Abril 2014
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    Me maldije en todo el camino por haber sido tan despistado en el momento en el que asesinaba, si no hubiese cometido ese error no estuviese aquí. Está vez asesiné a ese hombre sin razón aparente, solo fue un ataque de rabia como los que me dan normalmente y decidí desahogarme con aquel idiota. ¨Hmp, lo hice un favor¨ Eso es lo que siempre me digo para no sentirme culpable.

    Sería incomodo para mi compartir celda, ya que no acostumbro a compartir nada y siempre estoy en soledad, pero, ya que, eso es lo que me merezco por haber sido un despistado al no cubrir bien mi espalda. El otro esclavo me habló, antes de responder lo recorrí con la mirada; es un poco mas alto que yo y tiene unas cicatrices en su rostro, como si un león lo hubiese atacado, pues no creo que se haya dejado rasguñar por un gato.

    —Aburrido...— suspiré con cansancio mientras observaba mi mano que aun conservaba algunas manchas de sangre seca de aquel hombre, sin querer recordé su cara de horror.— Hmp, idiota.— reí levemente.
     
    Última edición: 26 Abril 2014
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    Con todas las cosas interesantes que hubo para ver, me resultó raro que se hubiera aburrido. Los soldados, las calles de Roma, el Coliseo, Ambrosius; todos esos elementos conformaron uno de los paisajes más interesantes que había contemplado. Y encima, tanto ése chico como yo estábamos totalmente involucrados en él, como piezas del monumental espectáculo. Nuestras vidas tienen un futuro incierto, y esa idea sí me entusiasmaba. Después de todo, tengo un espíritu aventurero.

    Noté cómo se reía mirándose la mano, aunque no llegué a distinguir qué detalle de su palma le hacía tanta gracia. Yo también me reí; era contagioso. Lo que murmuró, tampoco alcancé a oírlo, pero supuse que me estaba saludando. Proseguí la charla:

    —¿Cómo te llamas? ¿Qué circunstancias te hicieron terminar en este lugar?
     
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    Aquel hombre parecía querer hacerse mi amigo, no creo que eso sea una buena idea pero ya que, quizás así pueda aprovecharme de él luego. Volví a examinarlo con la mirada, obviamente era mayor que yo por lo que debía ser mas fuerte, o eso supuse; también noté que frunció un poco el ceño ante mi respuesta y luego se rió un poco, no entendí porque pero no importaba...

    —No me llamo, a mi me llaman.— le dije en forma de broma, después de todo reír un poco no estaba mal.- Kedoku, asesiné a un idiota.— le enseñé mi mano que aun conservaba un poco de sangre.— ¿Que tal tu?

    Decidí sentarme en una esquina, no iba a pasar todo el día parado, pues caminé demasiado y me duelen los pies, hasta tenía quemaduras en ellas de lo caliente que estaba el piso.
     
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    —Así que también te manchaste las manos con sangre —comenté al ver lo que me enseñaba. Luego contesté a su pregunta:— Yo, bien. Mi nombre es Tertius; no soy de Roma. Antes de llegar a este sótano, viajaba por el mundo, pero un incidente en el que sin querer maté a un hombre me trajo aquí. Y ahora que lo estoy mencionando a esa persona, acabo de recordar que debo hacer algo.

    Mientras Kedoku se sentaba en un rincón, yo me ubiqué en el centro de la celda. Me dejé caer de rodillas y, sin moverlas de su sitio, me incliné hacia atrás, hasta que mi espalda hizo contacto con la humedad del suelo. La posición era ciertamente molesta, pero me sentido del deber me obligaba a soportarla. Alcé las manos hacia lo alto y comencé a enunciar un rezo hacia la persona a la que maté... Pidiéndole perdón y amistad... En un idioma que inventé durante la trayectoria por las calles de la ciudad, una jerga que mezclaba jadeos con gritos guturales.
     
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    Me quedé viendo a Tertius extraño ¿Por qué hacía eso? Está loco, luego comenzó a decir cosas en un idioma extraño, bueno, si es que eso en verdad es un idioma. Cerré mis ojos y respiré hondo, me puse en posición fetal y esperé a que él terminará lo suyo.

    Mientras que esperaba recordé como brutalmente le quité la vida aquel hombre; corté cada uno de sus dedos, uno por uno, escribí algunos maleficios en su piel con na navaja, le pinche su ojos izquierdo y finalmente estuve a punto de aplastar su cabeza con una roca cuando me descubrieron y tuve que escapar en vano. Me consuela saber que si le pude quitar la vida a aquel, eso es lo único bueno de mi cometido.

    —¿Que se supone que haces?— le pregunté a Tertius al ver que había terminado su ritual o lo que sea que estaba haciendo.
     
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    —Rezar por el pobre hombre al que maté, no se lo merecía —respondí, incorporándome y haciendo unos estiramientos—. Tú deberías hacer lo mismo ¿Quieres que te enseñe el ritual que acabas de ver?
     
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    —No, no me arrepiento de haberlo hecho.— me negué aun con los ojos cerrados.— Además no es la primera vez que asesinó, hmp.

    Me reí internamente por lo inocente que parecía Tertius ¿Rezar por un muerto? Por favor, no me hagas reír. El día en el haga eso los cerdos volaran y la sociedad estará en paz, osea, nunca.
     
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    Bruno TDF

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    —No me gusta que no te arrepientas, pero eso tiene su lado positivo: cuando nos obliguen a batallar donde hace momentos vimos a Ambrosius, no sentirás ningún reparo en aniquilar al oponente. Si lo pienso desde esa perspectiva, me alegro por tí, te la vas a pasar bien. Por otro lado... ¿Crees que llegará un día en que nos tendremos que enfrentar a ese Ambrosius? Honestamente, yo sólo quisiera tenerlo cerca mío si es para emborracharnos juntos en la taberna.
     
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    — Nos va a aniquilar.— respondí mientras abría los ojos para mirarlo seriamente.— No vamos a poder ser amigos de ese tipo, para él somos insignificantes hormigas.— dije eso con un poco de molestia en la voz, pues odio reconocer que alguien me supera.
     
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    Amelie

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    Capítulo I
    Forjando el espíritu

    Nombre: Sextius
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    Sexo: Masculino
    Apariencia física: De tez blanca, su cabello corto es de un negro fuerte. De 1.75 de altura. Tiene varáis cicatrices en su espalda, debido al látigo.

    El emperador Cassius, líder del ejército romano pudo simplemente mandar a ejecutar a Sextius pero de nuevo su consejero Caelus recomendó que esta persona fuera enviada como esclavo del Coliseo; siempre era más divertido ver como alguien moría en el escenario a alguien siendo ejecutado por un soldado imperial. La historia de Sextius fue un gran escándalo puesto que el provenía de una familia estable, donde sus parientes estimaban el gobierno del emperador; por lo tanto ante los ojos de la sociedad, este hombre era un traidor al Imperio; su vida de ahora en adelante no sería tan sencilla.


    Cuatro soldados escoltaron a dos esclavos hacia el Coliseo; Sextius era uno de ellos; junto a él iba un hombre llamado Otho, un esclavo comprado de las colonias, su amo ya no podía mantenerlo, le resultaba tremendamente difícil tener que darle comida tres veces al día y una habitación en la cual dormir; varios nobles rieron ante tal propuesta, pues era raro que a un esclavo se le alimentara tanto o se le diera una cama.

    Al llegar al subterráneo del Coliseo se escuchaban muchas voces; al ir avanzando pudieron ver un gran salón donde varios Gladiadores festejaban un gran triunfo. Después de unos pasos más llegaron a una celda, un soldado abrió la puerta de hierro con una llave bastante gruesa, y entendieron por qué cuatro soldados imperiales escoltaban a dos simples esclavos; la puerta era tan pesada que debía ser empujada por los cuatro, todos entraron y cerraron de nuevo esa pesada puerta. Ya adentro caminaron unos cuantos pasos más para encontrarse con otra puerta, esta más ligera y hecha de barrotes; un soldado la abrió y les indicó que pasaran; después cerró la puerta detrás de ustedes quedándose ellos afuera.


    -Saluden su nuevo hogar, compartirán esta celda con los dos esclavos que trajimos anteriormente; la mayoría han sido aniquilados por nuestros Gladiadores; en unas horas más regresaremos por ustedes para ver de que están forjados, prevalezcan ante las adversidades…- Dijo uno de los soldados empujando a los nuevos esclavos dentro de la celda – Y tú- Decía mientras señalaba a Sextius- Te recomiendo morir rápido; pregúntale a tus nuevos compañeros qué es lo que hizo Ambrosius con ese traidor hace unas horas.


    Los soldados se alejaron hacia la primera puerta, el sonido de aquel gran trozo de metal moviéndose se hizo presente de nuevo, un sonido ya conocido para Kedoku Y Tertius. Volvían a estar solos, ahora con dos nuevos compañeros.
    Otho se aferró a los barrotes de la celda y se dejó caer de rodillas.
     
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    Bruno TDF

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    —Vaya, ¡nuevos amigos! —exclamé alegre cuando vi entrar a los esclavos nuevos. Después de que los soldados se retiraron, me acerqué al que, por lo que dijo uno, era traidor— Yo soy Tertius y el de allá es Kedoku ¿Cómo te llamas y qué te trajo a esta aburrida celda?
     
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    Sonia de Arnau

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    Lo primero que hice fue mirar la putrefacta celda en la que me habían metido, después dirigir mi mirada al hombre que había exclamado “nuevos amigos” ¡Ja! No evite dibujar una media sonrisa al escuchar esa expresión. ¿Amigos?

    —Lo único que pretendo hacer es enfrentarme con el grandioso —exclamé “grandioso” con un tono sarcástico—, Ambrosius. Por eso estoy aquí. Mi nombre es Sextius y recuerden ese nombre, es el nombre que reemplazara el de “Ambrosius”.
     
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    Zukua

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    Me los quedé viendo a ambos con un tic en la ceja, suspiré y solté mi cabello para luego peinarlo con los dedos. ¿Amigos? Por favor, amigo el ratón del queso, Tertius o esta mal de la cabeza o es demasiado inocente como para ver que le voy a dar la espalda tarde o temprano.

    — No seas muy presumido Sextius, los soñadores no llegan a nada.— dije yo mientras lo repasaba con la mirada al igual como lo hice antes con Tertius.

    Recojo mi cabello en la trenza de siempre y me acosté en el piso dispuesto a dormir
     
  16.  
    Bruno TDF

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    "Sextius" no era un nombre muy genial para ser el mejor Gladiador del Coliseo. Seguía prefiriendo el de Ambrosius, que tenía como un aura especial.

    —Hablando de Ambrosius —comenté, mirando a Sextius—, lo vimos pelear contra alguien como tú, un traidor. Lo destrozó. Ni siquiera su escudo sirvió para protegerlo, pues Ambrosius lo atravesó con suma facilidad y llegó a las carnes del desgraciado guerrero —reí—. Así que deberás entrenarte duro. Te puedo ayudar, si gustas.
     
    Última edición: 28 Abril 2014
  17.  
    Amelie

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    —Ustedes ya están hablando como si fueran gladiadores— dijo Otho interrumpiendo su plática, aquel hombre era fornido pero no tenía ni una sola cicatriz, su vida no parecía haber sido tan difícil — Nos usarán de sacos de entrenamiento; nos humillarán; los Gladiadores harán lo que sea necesario para romper nuestro espíritu. ¡Somos esclavos! Si el Imperio quiere una pelea nos hará salir sin siquiera ser Gladiadores, sin armas ni armadura, no nos darán oportunidad de probar nuestra valía— Concluyó aún aferrado a los barrotes. Efectivamente, Otho era fornido pero aún era un niño.
     
  18.  
    Amelie

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    Nombre:Alethia
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    Apariencia física:De piel blanca, mide aproximadamente, 1.65 cm. de altura, de cabello negro lacio que le llega al busto, tiene dos cicatrices provocadas por todas las ventas que paso en el mercado, una de estas en la muñeca izquierda y otra en la espalda detrás del hombro derecho. Ojos de color verde fuerte, una mirada inquietante y una sonrisa seductora. De piernas fuertes, hábil para correr y dar saltos, no es muy hábil con la espada.

    Alethia era vista como una criatura peligrosa; matar a un soldado imperial retirado es una gran hazaña; a pesar de que este fuera ya muy viejo. Una mujer peligrosa no debería estar libre, pero tampoco muerta. Siempre alguien fuerte era necesario para el Coliseo, si es que sobrevivían al inicio como esclavos.
    El Emperador siempre disfrutaba esos breves momentos donde una mujer salía a luchar por su vida, porque esclavas en el coliseo ha habido muchas, pero Gladiadoras… ninguna.



    La rutina en el Coliseo era repetida constantemente; esta vez, tres esclavos caminaban por las calles de Roma; ya era medio día por lo que mucha gente caminaba alrededor viéndolos con desprecio pero sin prestarles demasiada atención. Pero si alguien captaba las miradas era Alethia; Marcus y Cimber, los hermanos que fueron detenidos por robar comida a su amo pasaban totalmente desapercibidos, esa historia ya era muy sonada en Roma.

    Entraron al subterráneo del Coliseo hasta llegar a su celda donde ya había cuatro esclavos dentro.


    -Compórtense, sean agradecidos de que el Emperador perdonó sus vidas y les dio la oportunidad de continuar luchando- Dijo el soldado más alto que los acompañaba; empujó a los dos hermanos, y sólo le indicó el camino a su celda a Alethia –Los soldados jamás olvidamos la muerte de un hermano en armas; haremos que no olvides tu crimen- Después de mirarla fijamente a los ojos, el soldado se voltéo y le dio una señal a dos soldados, los cuales dejaron en el suelo dejaron siete charolas con alimento, en cada una había una especie de tazón con engrudo, un pan que parecía estar duro y un tarro con agua –Coman y descansen, que en unas horas les espera una tarea importante-


    Los soldados cerraron las puertas y cuando salieron, de nuevo todo quedó en silencio.
     
    Última edición: 29 Abril 2014
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    Zil Kendrick

    Zil Kendrick Toro de Daffy ❤️

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    Eran aquellas miradas acusadoras de los pueblerinos al verme pasar. Que más daba el como me vieran. Era una acecina y me enorgullecía de ello.

    —"Los soldados jamás olvidamos la muerte de un hermano en armas; haremos que no olvides tu crimen"—la mirada de aquel soldado era penetrante más sin embargo sólo era una mirada de un hombre nada más.

    Cuando entre me tope con cuatro personas más. Hablaban de alguien, que la verdad me valió lo que decían, sólo tome mi charola de comida y me fui a sentar cerca de la reja para poder ver bien lo que pasaba en los pasillos de las celdas.
     
  20.  
    Sonia de Arnau

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    —Yo no soy un soñador —le conteste a Kedoku, que por cierto debo decir que me impresionó su actuar, se nota que a pesar de ser joven, sabe defenderse —Soy realista.

    Escuché a Tertius y lo miré con seriedad para después comunicarle:

    —Oh —aparenté sorpresa —¿eso ha sucedido? Estoy seguro que ese tipo era un simple enclenque —aunque debía reconocer que si debía de entrenar y mucho. Pero eso lo haría solo, se lo aclaré a él. No necesitaba la ayuda de nadie.

    Por otro lado, ignore por completo las palabras del que estaba aferrado a los barrotes de la celda, como si de esa manera estas se abrirían y fueran a abrirse. Y me sorprendió el hecho de que si lo hicieron. Me di cuenta que eran de nuevo los guardias, habían traído a alguien nuevo. Miré con intriga al nuevo y me llene de sorpresa al darme cuenta que era una mujer. ¿Qué demonios estaba haciendo una mujer aquí? Definitivamente no durará.
     
    Última edición: 29 Abril 2014
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