Gimnasio

Me correspondió como asumí que lo haría, me dejó hacer como todo el maldito tiempo y me pregunté de qué roca había salido este chico, que no parecía tener una sola mala intención ni un defecto más allá, tal vez, de lo crédulo que podía ser. Cuando regresé de forma definitiva a mi espacio algo de color le teñía el rostro, como siempre, y su risa se me antojó dulce.

Fue un recordatorio de la injusticia que estaba cometiendo.

Había dicho que me dejara sorprender, cuando puede que en realidad él fuese ridículamente predecible, igual no dije nada al respecto y me limité a sonreír. Cuando se excusó para revisar el móvil aproveché para relajar los gestos, la sonrisa se diluyó y lo observé intercambiar mensajes, en realidad que usara el teléfono ahora me daba más bien igual, pero ahora que sabía de la existencia de Allen eso cambiaba un poco las cosas. Igual era un desperdicio de tiempo que me preocupara por eso, ¿no?

Incluso si estorbaba puede que la verdad fuese que ni siquiera se tratara de una amenaza en realidad.

Apenas noté que Zoldryck regresaría su atención a mí me puse la sonrisa de antes en el rostro, tranquila y amable. Su pregunta me hizo reír por lo bajo, el gesto fue genuino y eso sabía admitirlo. La pregunta era hasta necia, incluso si no comía palomitas hace un buen tiempo eso no cambiada todo lo demás.

—Dulces. La respuesta a esa clase de preguntas siempre será dulce —contesté mientras revolvía un poco lo que me quedaba en el bento—. Gracias por la invitación, Zold.

 

Era posible que Zoldryck comprara las palomitas dulces más barata de la tienda y a mí me daría igual, en eso no era quisquillosa en lo absoluto. Comida era comida y uno trabajaba con lo que tenía, tan sencillo como eso, pero tampoco iría a quejarme por cualquier otra alternativa. Hasta cierto punto mi vida se basaba en tomar lo que los demás ofrecían, aunque también era cierto que tiraba de los límites justamente para que ofrecieran más de lo que lo harían normalmente.

En cualquier caso, el dijo que se había comprometido en ir por una amiga que no podía ser otra que Allen y que si lo acompañaba, algo que no se me apetecía en lo más mínimo. No alteré mis facciones en lo absoluto, solo negué con la cabeza.

—Me quedaré aquí un rato más, gracias por preguntar de todas formas.

Tapé el bento, pues ya el bocado que quedaba no me apetecía demasiado, y volví a estirarme en su dirección para besarlo. Fue un beso de despedida sencillo, ni más ni menos, y al retroceder a mi espacio le acaricié la mejilla un segundo con la mano izquierda.

—Nos vemos el sábado entonces.

 

El chico se fue, lo despedí con un movimiento de mano y me quedé en las graderías, solo viendo la vida pasar. Crucé una pierna sobre la otra y estaba por sacar el móvil para terminar de matar los minutos que le quedaban al receso cuando escuché los pasos, primero creí que quizás a Zoldryck se le había olvidado decirme algo, pero lo que reconocí fue la silueta de Allen y me dieron ganas de descojonarme de risa.

¿Habrían pasado uno junto al otro sin siquiera notarse? Vaya cosa triste.

La vi, ella me vio y asumí que se acercaría a preguntar por Zoldryck, cosa que efectivamente hizo. Mantuve mi posición, balanceé despacio la pierna que había cruzado y asentí con la cabeza, dedicándole una sonrisa. Altan y Katrina podían juzgarme como violenta, pero tampoco era estúpida; mis estallidos eran siempre provocados, nunca venían de la nada.

—Es posible que no se hayan visto el uno al otro. Iba a buscarte, que se había comprometido a ir por ti o algo así dijo —respondí aunque la explicación salía más bien sobrando—. Dijo que probaste el budín de limón del otro día también. Me alegra que te gustara, Allen-senpai.

¿Era verdad o mentira? Bueno, ni yo estaba muy segura.

 

—Claro, que me escriba y se la envío —respondí como si nada, ignorando toda la clasecita de "Acostumbramos estar juntos" que me dio de gratis—. También puedo enviarle una receta de galletas, por si te gustan.

¿Y eso? Exactamente lo mismo. La falta de límites de Zoldryck con esta chica era un problema, pero tampoco tan grande como para que una se volviera loca en cinco minutos. Los trabajos bien hechos, después de todo, tomaban tiempo y yo no tenía demasiado que apresurar, más allá de ciertas... necesidades. Era a mí a la que invitaban a citas, la que lo besaba y lo metía un cuartucho en una discoteca. En fin, ¿era elegante? No. ¿Me permitía hacer lo que yo quería? Sí.

Como fuese, me levanté de mi lugar en las graderías, me sacudí la falda y recogí el bento. Solo entonces regresé la atención a ella, mantuve la amabilidad de siempre incluso si ella no reflejaba una sonrisa que no viniera de Zoldryck ni aunque su vida dependiera de ello.

—Le llevaría la receta mañana, aprovechando que tendremos una cita, pero ya sería tarde —concedí como si nada y di algunos pasos hacia la entrada del gimnasio—. ¿Vienes, Allen-senpai? Debe estar buscándote.

No pretendía acompañarla ni ella me dejaría, solo tenía que salir del gimnasio hacia mi clase.

 

La bomba que le dejé ir tuvo toda la intención de ser una bofetada mental, porque me importaba bien poco que la chica fuese un año por encima que yo, fuese rubia y alta o la mierda que quisiera, como si era perfecta desde el último pelo en su cabeza hasta la uña del pie, tenía que quedarse en el lugar que le correspondía. Charlas de "viene a mi apartamento" acabarían cayéndosele, quisiera o no, así que si no quería comerse un comentario igual de vuelta más le valía ahorrarse el numerito.

No le convenía en lo más mínimo ponerse a jugar a las pulseadas cuando había perdido antes de empezar.

Quizás ella pensara que no tenía nada de especial y puede que fuese cierto, visto desde fuera al menos, pero eso era porque en cierta medida las máscaras seguían funcionando con la perfección enfermiza de siempre. ¿Tal vez si se quitara esa eterna cara de culo y tuviera más iniciativa algo cambiara? Ni idea. Así como a ella yo le parecía de lo más normal, a mí ella me parecía de lo más fría e insípida, no le ponía ni un poco de emoción a nada que no tuviese que ver con Zold. Era entre molesto, penoso y aburrido, una mezcla bastante pintoresca.

A la pobre desgraciada se le suavizó la cara al ver los mensajes, así que supuse que ya Zoldryck se había dado cuenta de que ella no estaba donde le dijo que estaría y ella, que parecía no poder soportar respirar el mismo aire que yo, negó a mi pregunta como asumí que haría incluso si terminaba saliendo del gimnasio dos segundos después de mí.

—Nos vemos entonces, senpai —dije antes de hacer una reverencia—. Ten lindo fin de semana.

Vaya, debía tener la cara más dura del barrio, pero me importó bien poco. Al erguirme le sonreí, giré sobre mis talones y abandoné el gimnasio sin prisa.

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por acá cierro *c desvanece* fue un placer el drama x2