El gato negro me mira desde el borde de la cama. Los ojos enormes destellan desde el otro lado del cuarto lleno de una oscuridad sofocante. Sube a pasos delicados por las sábanas, siempre observándome directamente, sigiloso y decidido. Me trepa por las piernas y de un salto se abalanza sobre mi torso desnudo. Se enreda entre mis garras: Yo también soy gato negro. Ambos nos quemamos a zarpazos, ambos nos mordemos en silencio. La luna, trémula, nos observa por la ventana y con su luz plateada nos devuelve a nuestra inevitable humanidad.
Qué creativo. Los primeros renglones, por la obvia referencia, nos predicen un final que no llega. Es un poco jugar con la expectativa del lector. El final, que pareciera sacado de otro cuento, vuelve a unificar todo con mucha congruencia ante una segunda lectura. La verdad es que es bastante lindo. Por cierto, después de los dos puntos continúa la oración en minúscula. ¡Saludos!
Le di un corazoncito desde el principio en realidad por el hecho de que tengo muchos gatos y, la verdad es que sí se mueven así, justo como describes. La imagen del gato se me hizo tan vívida que no pude evitar pensar en un gato y todo lo que representa. Fuera de la ternura que me provocan los gatos (?? cuando entré en la lógica del escrito, me pareció muy interesante, la violencia que al mismo tiempo es sensual y no sé, el elemento de oscuridad presente... idk, I like it.