Long-fic Final Fantasy, el Universo de los Dioses.

Tema en 'Fanfics abandonados de Videojuegos' iniciado por MrJake, 14 Julio 2012.

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    MrJake

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    Título:
    Final Fantasy, el Universo de los Dioses.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    510
    Antes de comenzar explicaré en una intro el contexto de este fic
    (Nota: muchas de las historias y personajes de este fic pueden estar basadas en historias originales de final fantasy, principalmente de FFXIII

    INTRODUCCIÓN:

    Hace miles de millones de siglos, cuando en el espacio no había más que vacío, el Creador, conocido como "El Génesis", creó dos entes gemelos, dos Titanes: Artema, titán de la oscuridad, creó la luna; Omega, titán de la luz, creó el sol.
    Pero el universo, vacío, necesitaba albergar vida, así que los titanes, en lo que sería el primer nacimiento natural de la historia, dieron a luz a cuatro hijos, que adquirieron el título de dioses: Edén, que creó su planeta, lleno de bastos océanos y densos bosques, y a los humes, sus habitantes; el planeta Odín fue creado por el dios de mismo nombre, y allí vivieron sus creaciones, los moguris; Ánima creó un planeta vacío y desértico, y allí los bangaas fueron formados; por último, fue Ragnarok quien creó un planeta sin un ápice de vida: sólo la raza que el diseñó, los salvajes Bodhums, habitaron la inerte esfera.

    Fue así como comenzó la existencia, la vida. Cada raza convivió comunicada con el resto, ya que dependían unos de otros: el planeta Edén proporcionaba al resto agua y alimentos, de Odín se exportaban las mejores máquinas, de Ánima surgían los mejores materiales, y en Ragnarok estaba la mayor sede militar, dispuesta a acabar con monstruos y otras amenazas.

    Así, la paz duró años... pero el dios Ragnarok, envidioso de la magnífica creación de su gemelo Edén, le declaró la guerra, comenzando una brutal batalla divina, en la que poco a poco, intervinieron Odín y Ánima.

    Ante tal situación, el Génesis, máximo dios y creador de todo, sentenció a dioses y titanes al sueño perpetuo, gastando toda su energía en ello, y cayendo también él en un profundo sueño.

    De este modo las cuatro razas reinaron en sus propiodñs planetas, conviviendo de nuevo en armonía... pero la envidia de Ragnarok fue heredada por sus ciudadanos... puede que la paz universal se vea alterada una vez más.

    ------------------------------------

    Puede resultar algo complicado de entender a simple vista, pero conforme avance el escrito todo se verá claro. Ahora pondré un breve resumen de las razas y planetas:

    EDÉN:
    Dios: Edén.
    Raza: Hume (humanos)
    Planeta abundante en: Agua y alimento

    ODÍN:
    Dios: Odín.
    Raza: Moguri (creo que todos los conocemos)
    Planeta abundante en: Tecnología y maquinaria.

    ÁNIMA:
    Dios: Ánima
    Raza: Bangaas (Humanoides con aspecto de lagarto, FFXII)
    Planeta abundante en: Minerales

    RAGNAROK:
    Dios: Ragnarok
    Raza: Bodhums (humanoides sin ojos y con orejas en forma de cuernos, color absolutamente morado, boca enorme y con dienres afilados, son ciegos, se guían con sus otros sentidos, creación mía)
    Planeta abundante en: Poderío militar.

    --------------------------------

    Esto no es más que un breve resumen de la situación, del mundo de este final fantasy particular. La historia comenzará con el capítulo uno, que escribiré cuando me sea posible. Espero que le vean buena pinta al fic, me gustaría saber sus opiniones, gracias :)
     
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    MrJake

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    Comienzo con el capítulo 1, cada vez que aparezca un protagonista, pondré entre paréntesis sus datos, espero que les guste:

    CAPÍTULO 1: Una boda.

    Allí llegaba ella... con el vestido blanco y ese tocado de boda, lucía preciosa. Todo Edén parecía estar postrado ante su belleza. Sus ojos eran azules, como los míos, profundos como un mar. Su pelo, rubio oscuro, también similar al mío, estaba recogido en un bello moño. Sí... Mi hermana Irine estaba preciosa el día de su boda...

    Mi nombre es Davis, soy huérfano y hoy se casa mi hermana gemela, mi única familia. Y se casa con mi mejor amigo. Es el día ideal...

    (Davis, hume, 19 años. Residencia: Edén.
    Arma: Sable fraccionable
    Especialidad: Magia temporal)

    El novio también parecía estar viviendo un sueño. Estaba nervioso, se notaba. Su pelo azabache estaba peinado de lado, a un estilo muy elegante. Llevaba un traje negro que hacía juego con sus ojos.

    La boda transcurrió rápido... A penas me di cuenta de que mi hermana y Álex estaban ya intercambiando anillos. Se dieron el esperado beso... Todo era idílico.

    Salíamos todos de la iglesia, esperando la llegada de los novios. Cuando salieron, todos arrojaban eufóricos arroz y gritaban con energía.

    Me extrañó ver a lo lejos a un Bodhum. Apoyado en la pared, observando... No se suele ver Bodhums de turismo por Edén.
    Ya estaban alejándose de la multitud... Y vi como el morado ser hacía un gesto mirando hacia arriba... Vi como muchos otros bodhums saltaban del techo de la iglesia. Eran cientos... La gente se escandalizó. ¿Qué querían?
    Grité cuando vi que uno de ellos se acercaba a los recién casados y agarrabs a mi hermana. Pero por más que corrí, no logré alcanzarle...
    ¡Habían secuestrado a mi hermana...! Álex trató de alcanzarla también... Corría tras el bodhum gritando

    (Álex, hume, 20 años.
    Residencia: Edén
    Arma: Estoque.
    Especialidad: Magia negra)

    Muchos bodhums nos rodearon. Mi mente no lograba procesar toda la información. El giro de los acontecimientos fue brutal.

    Nos sentimos indefensos ante esos seres morados, amenazantes con gruesas hachas. Grité:
    -¿¡Dónde os lleváis a Irine!?
    No hubo respuesta.
    Sentí que mi vida iba a acabar... Pero entonces, como un rayo, alguien apareció, dando tajos con un sable.
    -¡Corred! -dijo nuestro salvador.
    -¡Pero... Irine...! - Dijo Álex
    -¡No hay tiempo!-contestó, atacando con su sable, que se dividía en dos espadas- Van a tomar la ciudad. ¡Si os atrapan, ya nunca podréis salvarla!

    Yo no entendía nada. Todo muy rápido. No sabía quien era este tipo, ni que quería, porque nos ayudaba, a dónde pensaba llevarnos... Solo sé que lo seguimos... Quizá, en ese momento, era lo único que podíamos hacer.

    Desde ese día, juré que, aunque fuese a costa de mi propia vida, salvaría a Irine.
     
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    CAPÍTULO 2: Los Vengadores.

    Nos llevó a un lugar extraño en medio del gran cañón, algo así como un cuartel militar. Unos pocos de hombres luchaban allí dentro con espadas y todo tipo de armas. Yo no entendía nada, y creo que Álex tampoco. Nada más que pensábamos en Irine.

    Aquel hombre de la extraña espada, el que nos salvó... Se llamaba, o eso decía él, Huracán.
    Nos contó algo de un complot entre Bodhums, Bangaas y Humes. Decía que los dos primeros se habían aliado para conquistarnos... Y nuestro rey lo sabía. Y lo consentía.
    No sé como lo sabía, ni porque motivo iba el rey a hacer eso. Pero le creí.

    -Esta- explicó Huracán- es la sede de los vengadores. Una de muchas, y yo diría que la mejor. Yo soy su jefe; nuestra misión es prepararnos para hacer frente a amenazas... Y para acabar con el rey.
    -El rey... Pero...-dijo Álex, que fue rápidamente interrumpido por Huracán.
    -El rey no es más que un hombre corrupto, que solo piensa en su beneficio. Esto de la invasión... Si lo consiente es porque algo va a conseguir. Algo importante...
    -Entonces-dije yo-¿van a invadirnos?
    Huracán asintió.
    -A estas alturas habrán tomado tu ciudad. Avanzarán poco a poco, hasta llegar a la capital. Probablemente los bangaas hayan atacado otra ciudad.
    No supimos que decir. La situación era extraña.
    -Según calculo, saldrán de Edén una vez que tomen la capital. Partirán en su barco volador... Imagino que en menos de un mes. Y se llevarán todo lo que hayan cogido aquí.
    -Irine...-suspiré.
    -¿¡Pero Irine... Por qué, que quieren de ella!?-dijo Álex alterado.
    -No lo sé- contestó Huracán-; pero tiene que ser algo importante. En cualquier caso... Tenemos menos de un mes para prepararos.
    -¿Prepararnos?
    -Para luchar. Os entrenaré, formaréis parte de los vengadores... Y así podréis hacer frente a los invasores, y salvar a la chica.
    Miré a Álex. Dio un paso al frente, y dijo con ímpetu:
    -De acuerdo. Por Irine.
    ¿Qué otra cosa podía hacer? Di un paso al frente, y asentí.

    Huracán nos dio a elegir entre varias armas. Yo escogí una espada común y Álex un estoque. Huracán, dividiendo su sable en dos, dijo:
    -Vamos, ¡atacad!
    Nos lanzamos a por él, golpeando inútilmente nuestras armas. Bloqueaba todos nuestros golpes. Y, con un movimiento de muñeca, huracán creó un vendaval que nos lanzó por los aires.
    -Eso- dijo- era magia. Magia Negra, exactamente. La magia es una poderosa aliada que todos sabemos usar. Unoscde un tipo, otros de otra... Unos con más facilidad... Pero todo ser hijo del Génesis puede usar magia- miró a Álex-. Tú, por ejemplo. Tu aura... Desprende una fuerte energía. Creo que podrás usar magia sin problema alguno.
    -Pero...
    -Sólo debes concentrarte. Sentirás la presencia de un elemento... Tal vez el aire, tal vez el agua... Cuando sientas esa presencia, imagina como quieres que se materialice- Huracán cerró los ojos y extendió la mano-, usa tu mano, y...-una bala de aire salió disparada de su mano-. Ahí lo tienes. El hechizo aero. Ahora tú. Inténtalo.
    Álex dudó un momento. Después cerró los ojos, y, tras unos segundos, dijo:
    -Siento... Calor...
    Extendió el brazo. De su mano derecha comenzaron a brotar chispas, y, rápidamente, como un torpedo, una bola de fuego salió disparada.
    -¿Cómo lo he hecho...?-se preguntó Álex
    -Un hechizo Piro formidable, sin duda.
    Me quedé alucinado al ver esa bola de fuego. No esperaba que Álex fuese capaz de hacer algo así.

    Y así, el entrenamiento duró semanas. Poco a poco, nos fuimos curtiendo en el arte de la lucha. Y pasaron días... Nos adaptamos al nuevo ritmo de vida. Hasta que una noche...

    -¿Has oído eso?- me preguntó Álex.
    Estaba a punto de dormirme.
    -¿El qué?- me incorporé en mi cama.
    -Escucha...
    Era cierto. Había alboroto fuera.
    Decidimos salir, cogiendo nuestras armas, por lo que pudiera pasar. Fuera encontramos a un centenar de bangaas, a lo lejos, combatiendo contra los vengadores. Un compañero nuestro estaba en el suelo moribundo.
    -¡Robin!- dije- ¿Qué está pasando?
    Con su último soplo de vida,dijo:
    -Nos... Han encontrado. Quieren... El orbe.
    -¿Que orbe?... ¿Robin?
    Álex suspiró. Robin había muerto.
    Enfurecido, saqué mi espada y me dirigí a los bangaas, dispuesto a luchar. Álex me siguió.
    El jefe estaba luchando contra cuatro a la vez. Parecía cansado. Oí como un bangaa decía:
    -Dame el orbe... ¡Ahora!
    -¡No lo tengo! Está adentro... En la casa...
    Los atacantes lagarto se miraron y corrieron en dirección al edificio.
    Huracán cayó desplomado .
    -¡Jefe!- gritamos Álex y yo al unísono.
    El jefe me miró y me ofreció su extraño sable fraccionable.
    -Cógelo... Y corred... El orbe...
    Cogí su sable.
    -Pero... Jefe... ¡Tiene que aguantar!
    Huracán alzó su voz.
    -¡Yo ya no sobreviviré! Pero vosotros... Tenéis algo por lo que luchar. Irine... Os necesita- señaló hacia el fondo del gran cañón-. La capital está por ahí. Saldrán en tres días... ¡Corred! Confío en vosotros...
    Y así, la vida del jefe se esfumó. Álex y yo nos miramos, y, sin pensarlo dos veces, partimos a la capital de Edén, dejando detrás de nosotros los restos de lo que fue durante un mes nuestro hogar... Donde nos entrenamos. Ahora éramos los últimos vengadores del gran cañón. Y pensábamos hacer honor a nuestro título; por el jefe, por Irine, por todos.
     
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    Bueno, pues pongo el capi 3. He puesto todo mi empeño en este cap. Es un poco largo... ¡espero que disfruten! :)

    CAPÍTULO 3: El despegue.

    Desde lo alto de un edificio, mirábamos la multitud de bangaas y bodhums allí reunidos. Estaban en la ciudad de Edén, la capital de nuestro planeta, junto al embarcadero. Parecían esperar a alguien importante.
    Desde allá arriba podía verse muy bien gran parte de la ciudad. Vi, tras un cubo de basura, a un niño llorando, escondido. Un niño hume. Por un callejón avanzaba despacio una mujer vestida de blanco. Y entonces, llegó el rey de Edén.
    Vistiendo con su sombrero típico, se acercó a uno de los bodhums, que estaba custodiado por otros tantos armados con lanzas, y le dio la mano.
    -¡Era verdad!- murmuró Álex a mi lado-. ¡El rey está compinchado con los bodhums.
    -¿Quién es él?- le pregunté.
    -Narok- dijo Álex-. Es el jefe de los bodhums, su rey.
    -¿También es hijo del dios Ragnarok?
    -Así es, o eso dice él.
    Nuestro rey dice ser el hijo de Edén. Una especie de semidios. Y ahora, ¿el rey de los bodhums también? No sé si creerlo.
    Volví a mirar alrededor. Me quedé estupefacto cuando vi aquel rostro, en lo alto de un tejado, cercano al nuestro.
    -Álex- le dije-. Mira allí.
    Álex obedeció. Se sorprendió tremendamente.
    -Es… ¿Huracán?
    Desde luego, era idéntico al jefe. Tenía su misma cara, su mismo pelo, sus mismos ojos. Pero llevaba otra ropa y portaba una gran espada muy gruesa. Le dije a Álex, avanzando con sigilo:
    -Sígueme.
    Avanzamos saltando de tejado en tejado, hasta que llegamos detrás del supuesto Huracán. Nos acercamos a él extrañados y Álex preguntó:
    -¿Huracán?
    El supuesto jefe se dio media vuelta. Pareció sorprenderse al ver en nuestras ropas la V de los vengadores.
    -… Huracán ha muerto- dijo el hombre.
    -Pero…-Álex insistía-. Eres él… ¡mírate! Eres igualito.
    -Baja la voz- dijo el misterioso hombre-. No soy Huracán.
    -Entonces, ¿quién eres?
    El hombre miró al cielo.
    -Alguien que vengará su muerte- dijo-. Soy su hermano gemelo.
    ¿Un hermano gemelo?
    -Llamadme…-dijo el hermano del jefe-. Tornado.
    Tornado y Huracán. Curiosos hermanos, no hay duda.

    (Tornado, hume, 27 años.
    Residencia: Edén.
    Arma: Espada de caballero.
    Especialidad: Técnicas defensivas)

    -Ahora largaos- dijo Tornado-. Estropearéis mi plan…
    -¿Qué piensas hacer?- le pregunté.
    -No es asunto tuyo.
    Entre tanto, mientras discutíamos, el niño que se escondía tras el contenedor comenzó a llorar. Varios guardias Bodhums se percataron de su presencia y se acercaron armados al contenedor.
    -¡Oh, no!- dije sacando el sable fraccionable-. ¡Hay que salvarle!
    Tornado se quedó mirando mi arma.
    -El sable de mi hermano…
    Miré a Álex. Los dos asentimos, y, de un salto, caímos frente al contenedor, cara a cara con los guardias.
    -¿¡Qué hacéis, inconscientes!?- gritó Tornado, que no tuvo más remedio que bajar detrás nuestra.
    Los bodhums y los bangaas sabían que estábamos allí. Ahora era todo o nada. Teníamos que salvar a Irine.
    -¡Coge al niño, sácalo de aquí!- le dije a Álex.
    Álex salió corriendo con el niño de la mano.
    Tornado, junto a mí, desenfundó su arma, y, mirando a sus oponentes bodhums, me dijo.
    -Has estropeado mi plan…
    -¡Ya habrá tiempo de hacer otro plan mejor! ¡Ahora, en guardia!- dividí mi sable y comenzamos a luchar.
    Eran cinco contra tres. Narok miraba riendo detrás de sus guardas.
    Dos de ellos me arremetieron con sus lanzas. Dividí mi sable en dos espadas y conseguí bloquear ambos ataques. Volviéndolos a unir, ataqué con mi sable a uno de los bodhums, tumbándolo.
    -¿Estás bien?- le pregunté a Tornado.
    -¡Preocúpate por tu pellejo, chico!- gritó él.
    Tornado atacaba con brutalidad con su gran espada. Ya había tumbado a dos de los guardias.
    Me despisté un poco, y apunto estuvo de clavarme su lanza un bodhum… pero Tornado, con su brazo extendido, creó una especie de burbuja protectora que sirvió de escudo. Los bodhums atacaban sin éxito.
    -Guau…-dije admirado.
    -Avanza detrás de mi, ¡y no te salgas de la burbuja!
    Comenzamos a andar, avanzando entre los guardias que no podían hacer nada contra nuestra defensa.

    [Narra Álex]

    Salí corriendo de allí con el niño, de unos nueve años, cogido de la mano. Entramos en un callejón, donde había una mujer de blanco.
    -¡Corra!- le dije. Un guardia nos perseguía.
    La mujer, que portaba un bastón, asintió, y corrió delante de nosotros.
    Conseguimos escondernos. El guardia nos buscaba con su lanza preparada.
    El niño sollozaba. Temía que rompiese a llorar, así que le dije en voz baja:
    -No llores… ¿cómo te llamas? Yo soy Álex.
    El niño se calmó y dijo:
    -Berto… han… matado a mi tía. Estoy… sólo…
    La mujer de blanco dijo:
    -Shh… está cerca.
    El bodhum nos había oído. Se acercaba a nosotros.
    Extendí mi brazo, y noté el calor. Una bola de fuego se formó en mi mano. Me levanté, salí del escondite y le arrojé la bola al guardia.
    -¡Piro!
    Impactó en su cabeza, pero no pareció hacerle nada. Entonces, con su lanza, me ensartó. Atravesó todo mi cuerpo… noté como la sangré brotaba.
    -Corred…-dije, a punto de morir.
    -No… tranquilo…-dijo la mujer de blanco, mientras colocaba sus manos, que brillaban en mi herida-. Te pondrás bien…
    El bodhum estaba muy cerca.
    -Berto… ¡haz algo, por favor! No dejes que se acerque más. ¡Sólo por un momento! Toma esto.
    La mujer de blanco le dio al niño un bumerán. Berto miró al bodhum con miedo, y sacó su nueva arma, temblando.

    (Berto, hume, 9 años.
    Residencia: Edén
    Arma: Bumerán.
    Especialidad: Técnicas de mejora)

    -¡Jajajajaja!- se rió el bodhum- ¿Qué me vas a hacer, niño? Puedo olerte… ¿vas a lanzarme ese bumerán…? ¡Jajajaja!
    Berto tragó saliba, y de su mano brotó una energía que cubrió todo el bumerán. Lo lanzó… y alcanzó una velocidad asombrosa. El bodhum salió disparado, chocando contra un edificio y derribándolo, quedando bajo los escombros. Como si nada, el bumerán volvió a su mano.
    -¿Yo… he hecho esto?- dijo el niño.
    Mientras, la mujer de blanco seguía con su mano sobre mi herida. Su mano brillaba. Noté un bienestar creciente en mi cuerpo… me estaba recuperando.
    -¡Cura!- gritó la mujer de blanco.
    Y mi herida sanó. Me levanté, como nuevo, y dije:
    -¿Cómo lo has hecho?
    Ella sonrió y dijo:
    -Es magia blanca- extendió su mano para saludarme. Respondí a su apretón-. Me llamo Helen, ¿y tú?
    -Álex.

    (Helen, hume, 29 años.
    Residencia: Edén.
    Arma: Bastón.
    Especialidad: Magia Blanca)

    Miré al callejón por el que habíamos venido.
    -Tengo que volver… mi amigo me necesita. Quedaos aquí.
    -Yo te sigo-dijo Helen.
    Berto dudó un momento. Helen lo miró, sonriente, y este dijo, aún dudando.
    -Vale… yo también iré.
    -Está bien… pero tened cuidado.
    Avanzamos de nuevo por el callejón. Miré donde estaban los bodhums y los bangaas. Me sorprendió ver a Davis y a Tornado en una gran esfera brillante. Nadie podía atravesar esa esfera: avanzaban sin preocuparse de los golpes de los guardias.
    -Tenemos que llegar hasta ellos… si entramos en la esfera, no nos harán nada- dijo Helen.
    Pensé que podíamos hacer. Entonces me fijé en una gárgola de un edificio, en lo alto.
    -¡Ya lo tengo!- apunté con mi brazo a la gárgola-. ¡Piro!
    El fuego impactó en la estatua y esta cayó, desviando la atención de los guardas.
    -¡Ahora!- grité.
    Los tres corrimos hasta la esfera.
    -¡Déjanos entrar!- le grité a Tornado- ¡Rápido!
    Entramos en la esfera, y por fin estábamos a salvo de cualquier ataque.
    -No aguantaré mucho más…-dijo Tornado.
    -No… si paras…-dijo Davis preocupado.

    [Narra Davis]

    Si paraba, moriríamos. Estaban todos los guardias a nuestro alrededor, golpeando la esfera. Tenía que hacer algo, ¡ganar tiempo!
    Comencé a alterarme. Notaba un exceso de velocidad en mi organismo. Mi manos brillaban… Entonces me concentré: pensé que quería que todo fuese más rápido… como Huracán nos enseñó, extendí mi brazo.
    -¿Eh?- dijo Tornado a una gran velocidad- ¿Qué pasa? Me noto acerlerado.
    -¡Yo también!- dijo Álex-. ¿Qué has hecho?
    -No lo sé…-dije hablando a una gran velocidad.
    Helen sonrió.
    -Es un hechizo prisa. ¡Ahora el tiempo va más rápido para nosotros!
    Tornado asintió, y comenzó a andar. Esta vez, avanzábamos en la esfera mucho más rápido, atravesando la multitud con gran rapidez. Entramos en el embarcadero, y Tornado cesó la esfera.
    -¡Vamos!- dijo Helen, hablando como si estuviese a cámara rápida-. Corramos, antes de que se pase el efecto.
    -¿Pero donde vamos?- preguntó Berto mientras corríamos.
    -¡La única opción que nos queda es abandonar el planeta!- dijo Tornado-.
    -Pero… antes debemos encontrar a Irine- dijo Álex.
    Corriendo a gran velocidad, dejando muy atrás a todos nuestros enemigos, entramos en un barco volador, con el sello de los bangaas.
    El efecto de prisa se acabó.
    Dentro del barco, varios bangaas científicos estaban mirando una cúpula, situada en el centro. Y dentro de la cúpula…
    -¡Irine!- gritamos Álex y yo, apartando a los científicos, que huyeron temerosos.
    Golpeamos la cápsula. Irine estaba en el interior, dormida.
    -Irine…-suspiré.
    -¡Sacadla!- amenazó Álex.
    Entonces, un bodhum acompañado de otros dos entró en el barco.
    -No, no, no- dijo Narok-. La chica se queda aquí. Apartaos de ella.
    Me puse frente a la cúpula, con mi sable desenfundado.
    -¡Ni lo sueñes!- grité.
    Narok rió y dijo:
    -Muy bien.
    De sus manos brotaron dos esferas oscuras. Las extendió y una onda de oscuridad nos estrelló a todos contra la pared del barco.
    -Ahora, cogedla. Y no os mováis… o la mataré.
    Los bodhums cogieron la cápsula y la sacaron del barco.
    -Pero, señor Narok…-dijo un Bangaa.
    -Calla, sucio insecto- dijo Narok-. Tu raza ya no nos es útil. Hemos matado a todos los que están aquí. Tenemos lo que queríamos… no os necesitamos.
    Una alarma comenzó a sonar:
    -ATENCIÓN: EL BARCO SE AUTODESTUIRÁ EN DOS MINUTOS. REPITO: EL BARCO SE AUTODESTRUIRÁ EN DOS MINUTOS.
    Narok rió malévolamente y dijo:
    -Adiós… nos veremos en el infierno.
    Y cerró la puerta.
    Helen se levantó y aporreó la puerta.
    -No se abre…
    -Vamos a morir- dijo Berto-. ¡Vamos a morir!
    Miré a mi alrededor. Vi una pequeña nave de emergencia…
    -¡Tornado!- dije-. ¿Sabrás pilotar eso?
    Tornado dudó.
    -¡No sé si podré!
    -¡Tienes que intentarlo! ¡Esto va a explotar!
    Tornado se dirigió a la nave y se montó.
    -Vamos, entrad- dijo.
    Los científicos Bangaas nos miraron con pena.
    -¿Y nosotros…?
    Tornado respondió con voz fría.
    -No hay espacio. Es para cinco. ¡Arriba!
    Nos montamos en la nave. Sólo quedaban treinta segundos.
    Tornado trataba de arrancar la nave.
    -¡Agarraos!- gritó- ¡Tendremos que atravesar el techo!
    Encendió el motor a máxima potencia, y la nave arrancó. Atravesó el techo del barco y el techo del embarcadero, y, afortunadamente, ascendió hacia el espacio, dejando tras de sí una explosión.
    -¡Tornado! ¡Esto tiembla mucho!- dijo Álex preocupado.
    -¡Hago lo que puedo!- dijo él bruscamente.
    Y alcanzamos el espacio.
    No sé como lo hicimos… pero habíamos escapado. Ahora éramos cinco. Cinco humes… luchando por nuestra supervivencia. Y por ellos… Irine, y Huracán, el jefe.
    Poco más recuerdo del viaje en la nave. Lo último que recuerdo, es que cuando desperté, estaba en el suelo, entre árboles, y vi asomar un pompón entre los arbustos…
     
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    Hiroki

    Hiroki Entusiasta

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    Bueno, he leído tu fic, querido amigo, y debo decir, que me ha gustado mucho n.n.

    Sólo, quiero que uses el guión largo para describir mejor, pues tienes algunas fallas con la descripción. He aquí el link del guión largo, espero que se me entienda mejor con esto: http://fanficslandia.com/index.php?threads/uso-de-guión-largo.26734/#post-541965 .

    Sin más que decir, sigue escribiendo e invítame a otro capítulo. Sayonara.
     
  6.  
    MrJake

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    CAPÍTULO 4: La musa del hielo.

    Lo último que recuerdo… es estar en un bosque. Sí, tumbado en el suelo. Tras un arbusto vi un pompón rojo. ¿Un moguri?
    Me levanté con dolor. Nos habíamos estrellado… ¿estarían los demás bien?
    Rápidamente, me dirigí a comprobar el estado de mis compañeros. Álex se despertó también, algo dolorido. Helen hizo lo propio, y, más tarde, se despertó Tornado. Únicamente el pequeño Berto permanecía tumbado en el suelo, con ojos cerrados. La nave de emergencia estaba destrozada…
    Miré de nuevo al pompón entre los arbustos. Dije:
    ¿Quién anda ahí?
    Durante un momento, nadie contestó. Tardó unos minutos en sonar una voz de mujer:
    — ¿Qué hacéis aquí vosotros, kupó? ¿Qué sois?
    Yo no sabía mucho de moguris… pero todo el mundo conocía el característico “kupó”.
    — ¿Eres un moguri?
    Entonces salió de entre los arbustos, para mi sorpresa, una chica de unos 19 años… una hume… ¿Qué llevaba un pompón de pega? “¿Qué clase de broma es esta?”, me pregunté.
    La chica nos miraba extrañada.
    ¿Qué sois, kupó? repitió.
    Lo mismo que tú dijo Tornado, que se había incorporado.
    ¿Moguris, kupó?dijo la chica.Sois unos moguris raros. ¿Venís de la ciudad, kupó?
    Entonces, una voz de moguri se oyó de lejos.
    ¡Annie! ¡Annie, donde estás, kupó!
    ¡Papá, estoy aquí!- gritó Annie-. ¡Han llegado mogus raros, kupó! Ven, kupó.
    Un moguri apareció de entre los árboles. Se paralizó al vernos allí.
    ¿Qué…dijo el moguri temblandoqué diablos hacéis aquí?
    Nos hemos estrellado dijo Helen.Estamos en Odín, ¿cierto?
    -¿Kupo pó?dijo Annie.Papá, ¿son mogus?
    El moguri no respondió. Berto ya se había levantado.
    Somos humes. Como tú, ¿es que no te ves?
    Annie se miró.
    Soy… una mogu demasiado grande, ya lo sé, kupó. Pero no soy un hume de esos. ¿Qué es un hume?
    El moguri se puso nervioso.
    -Annie, querida… ven conmigo, kupó. Vosotros, acompañad a mogu también.
    Era la situación más pintoresca que había visto… una hume que creía ser moguri. Definitivamente, pensé que era una broma. Y de muy mal gusto.

    Nos llevaron a un campamento bastante extraño. Me sorprendió mucho… supuestamente los moguris tienen la mayor tecnología del universo, ¿por qué vivir en un asentamiento tan simple?
    El moguri “padre” se presentó como Cid. Era un sabio, conocedor de toda la historia de nuestro universo. Muy apenado, miró a Annie, y dijo:
    En el fondo, esperaba con ansias esto, kupó. Debía contarte algún día la verdad, Annie.
    Annie miró extrañada.
    Annie, no eres un moguri muy grande. Eres una hume, como ellos. Naciste en otro planeta, kupó. Cuando te encontramos, te habías estrellado con tu nave, de forma similar a como lo ha hecho hoy esta gente, kupó. Dentro, estaba tu madre, muerta, y un bebé… ese bebé, kupó, eras tú.
    Tomó aire. El rostro de Annie mostraba una mezcla entre sorpresa y tristeza.
    Continuó hablando Cid:
    Te adopté. Y pensé, tonto de mí, kupó, que era mejor hacerte creer que eras hija natural mía. Te crié durante todos estos años, aislados del mundo por miedo a que conocieras a alguien de tu raza, kupó. Y te mentí diciendote que eres una mogu grande. No… eres hume.
    Annie sollozó.
    Papá… ¿es eso cierto, kupó?
    Cid asintió.
    Mogu lo hizo por ti. No quería que sufrieras…kupopó. Y monté este poblado, en medio del bosque del lago, para que nunca conocieses a ningún hume. En las ciudades, kupó, podías conocer a algún hume que viniese por negocios o turismo kupó.
    -Entonces… ¿no soy tu hija?
    Me sentí mal, realmente. Por nuestra culpa, esa chica había descubierto una verdad, tal vez dolorosa para ella.
    ¡Sí, sí! Siempre serás mi hija.
    Annie se secó las lágrimas y preguntó.
    Serás siempre mi padre, kupó. Pero… quiero conocer a mi familia. Mi madre murió. ¿Y mi padre…?
    Cid dudó.
    No lo sé, kupó…supongo que seguirá vivo, en algún lugar de Edén.
    Annie nos miró. Se dirigió a un pequeño baúl, y de él sacó algo: unas garras. Se las colocó, y dijo.
    Papá… lo siento, kupó. Pero me voy con ellos. Si son humes, tal vez me lleven hasta mi padre. Quiero conocerle…kupopó.
    Cid asintió.
    Solo te pido que vuelvas a verme algún día- sonrió-. Mi pequeña mogu…
    Ella le devolvió la sonrisa.
    Te lo prometo. ¿Puedo ir con vosotros, kupó?
    Los cinco nos miramos. Realmente, no íbamos juntos a ninguna parte. Porque, ¿a dónde ir…? No sabíamos donde estaba Irine. Ni si podríamos ir a Edén de nuevo.
    Claro- dijo finalmente Álex-. Pero… las cosas en Edén se han complicado un poco. No sé si podremos volver.
    Cid frunció el ceño.
    ¿Las cosas van mal?
    Nos han invadidodijo Helen.
    Vaya… Mmm… ¿habrá algún modo de ir? ¡Claro, ya lo tengo! Mirad; atravesando este bosque, llegaréis a un lago. Un lago congelado… eso sí, kupó, tened cuidado. Todo el bosque y el lago están congelados por el efecto de un ser diabólico. Bueno, decía… atravesad el bosque y el lago y alcanzaréis la ciudad de Mecanópolis, la cúspide en tecnología de Odín. Allí, podréis conseguir un barco volador que os lleve a Edén… sin ser vistos. Un barco invisible, sí.
    ¿Barco invisible?- preguntó Berto- ¡Qué guay!
    Sí…-dijo Cid-. Id allí, pues. Y… cuídate, Annie.

    (Annie, hume criada como moguri, 19 años.
    Residencia: Odín.
    Arma: Garras.
    Especialidad: Mogutécnicas)

    Tras la emotiva despedida de padre e hija, la chica llamada Annie se incorporó al grupo. Ya éramos 6.
    Avanzábamos por el bosque… y comprobamos como Cid tenía razón: todo estaba congelado.
    Contra un árbol estaba llorando una niña pequeña, de unos seis años. Una niña hume…
    —Mirad… ¡otra hume! — exclamó Annie.
    La niña en cuestión se acercó a nosotros y dijo:
    —Me he perdido… no sé donde están mis papás…
    Helen, maternal, se agachó a hablar con la niña.
    Tranquila, pequeña. Haber, ¿A dónde iban tus padres?
    Una señora muy mala se los llevó. Era como azul, y daba mucho frío estar a su lado.
    Mmm…—meditó Helen—. Puede ser ese ser diabólico del que habló Cid. Dame la mano, vendrás con nosotros
    Lo que entonces pasó me dio verdadero miedo. La cara de la niña se tornó azul poco a poco. Sus ojos irradiaban maldad. Al darle la mano a Helen, poco a poco, se fue congelando, hasta convertirse en una auténtica estatua de hielo
    —¡Helen!- grité, y me abalancé sobre el diabólico ser, que se había ya convertido en una auténtica mujer azul, hecha de hielo.

    [Narra Álex]

    Davis se abalanzó sobre ella, y, con sólo tocarle, lo congeló también. Me sentía impotente…
    Tornado fue el siguiente en atacar a esa criatura. Ella se rió, y lanzó un polvo helado que hizo de Tornado otra estatua gélida más.
    —¡Ten cuidado! — le grité a Berto, que había sido atacado por la abominación.
    Afortunadamente, esquivó el ataque.
    —¿Qué eres?- le preguntó Annie.
    El ser se rió diabólicamente.
    —Me llamo… Shiva…
    Shiva… un ser que se dedica a congelar todo cuanto cae en sus garras. Los tres que seguíamos en pie corrimos hasta el lago helado. Allí la batalla se llevaría mejor que con todos los árboles nevados por medio.
    Shiva levitaba en el aire, amenazando con sus manos gélidas. Annie sacó entonces una especie de frasco lleno de cenizas y un cubo redondeado de color rojo.
    —¿¡Qué haces!?- exclamé.
    —Un cóctel molotov—me contestó ella—. Esto es la alquimia, kupó. ¡Técnica propia de los mogus!
    Mezcló sus dos objetos y arrojó el resultado a Shiva. Ella se estremeció de dolor, mientras se derretía un poco.
    Enfadada, la abominación se lanzó contra Annie. Ésta trató de defenderse con sus garras, pero fue inútil: acabó congelada también.
    Me sentía impotente ante aquella criatura. Si la tocaba…
    Berto tenía miedo. Estaba temblando. Creí que solo yo podría hacer algo, así que preparé mi hechizo piro. Y ya no recuerdo nada más…

    [Narra Berto]

    Álex trató de lanzarle esa bola de fuego, pero Shiva logró tocarle justo antes de que lo hiciese. Otro que se congelaba. Estaba ahora sólo ante aquella mujer helada. Entonces me miró amenazadora. ¿Qué pasaría si me congelaba a mí? Tenía que hacer algo, pero ¿¡el qué!?
    Se abalanzó sobre mí. Yo lancé mi bumerán, pero creo que fallé. Y… supongo que me congeló.

    [Narra Álex]

    Noté como mi brazo estaba libre del hielo. Creo que el bumerán de Berto lo rompió. Aproveché el momento, y, sin a penas mirar, lancé el hechizo piro. Dio de lleno en el corazón de Shiva, que se estremeció hasta hacerse agua.
    Poco a poco, me fui descongelando.

    [Narra Davis]

    Todos nos habíamos descongelado. Shiva estaba muerta. Y, poco a poco, vimos como la nieve se fundía y el lago se descongelaba, ¡el bosque volvía a ser el que era!
    Me dirigí al lago, donde estaban Berto, Annie y Álex nadando como críos. Yo sonreí, al ver que habían luchado bien. Gracias a ellos, seguíamos vivos.
    Miré al agua. Abajo había… ¿un templo?
    Entonces tomé la determinación de arrojarme al lago, y buceé… hasta llegar al supuesto templo, que no era más que una sala vacía con un altar y, en el centro de éste, una piedra azul. La cogí, pensando que podría sernos de utilidad. Y salí del agua.
    —¿Has encontrado algo?... ¡Guau, que piedra más chula!
    El pequeño Berto tenía curiosidad por saber que era aquella piedra. Pero nadie conocíamos respuestas.
    Y, hablando de Berto…

    [Narra Berto]

    ¿Por qué estaba sólo y escondido tras el contenedor? Eso me preguntó Helen cuando avanzábamos hacia Mecanópolis. Mi tía había sido asesinada por uno de esos bodhums. Y todo por oponerse a ellos. Mi tía… era quien me cuidaba, ya que mis padres estaban muertos desde hace mucho tiempo. Desde poco después de yo nacer.
    Pero esa no es la cuestión. La cuestión es… ¿por qué Helen dejó caer una lágrima cuando le conté esto? Ella dice que no, pero yo la vi… lo juro.

    [Narra Davis]

    No tardamos nada en llegar a Mecanópolis. Odín era un planeta pequeño. Mecanópolis era una ciudad alucinante: toda la ciudad estaba mecanizada, había coches voladores, máquinas de tele-transporte… un verdadero mundo futurista.
    Nos dirigimos al embarcadero. Aunque no sabíamos realmente que podíamos hacer. Cogeríamos un barco, sí, ¿y después? Aunque sea invisible y nos lleve a Edén, ¿Qué haremos allí…? Si los bodhums nos ven, ¿no nos matarán?
    El encargado moguri de los barcos voladores nos dijo:
    —No, señor. Sólo los barcos privados tienen la función de invisibilidad. No hay barcos comerciales con esa función, kupó.
    —Y… ¿no podríamos comprar un barco privado? —pregunté, iluso.
    —Ja,ja,ja, no podréis pagar un barco privado ni trabajando diez años.
    Una lástima. Lo único que podíamos hacer, y no podemos hacerlo. ¿Y ahora qué…? Entonces Berto sacó la piedra azul que yo había encontrado en el lago.
    —¿Les vale esto como pago?
    El moguri se sobresaltó al ver la piedra. Casi emitió un gritito. Llamó alterado a un compañero y le preguntó si esa piedra era LA piedra. El afirmó, igualmente asombrado.
    —Trato hecho—dijo el moguri, al que le brillaban los ojos— No os voy a dar uno, si no dos barcos privados. ¡Para vosotros!
    Desde luego, los moguris eran raros. ¿Dos barcos privados sólo por una piedra? Bueno, a caballo regalado…
    Todos estábamos encantados con el trato. Nos dirigimos a alojarnos en un hotel, que para nuestra sorpresa, fue pagado por el encargado de los barcos. Todo un lujo de hotel, sin duda.
    A la mañana siguiente íbamos a despegar. Hacia Edén. O al menos, eso pretendíamos…
    Fue Álex quien me despertó. Gritaba algo…
    —Eh, ¡eh! Davis, ¡se han ido! ¡Todos! ¡Helen, Berto… todos! Y se han llevado los dos barcos… ¡sin nosotros! Nos han dejado en tierra…
     
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  7.  
    Hiroki

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    Ok, ¡me encantó! Así está mejor. Soy muy detallista... Trata de hacer las letras más grandes por favor x.x, que puede costar un poco para leer.
     
  8.  
    MrJake

    MrJake Game Master

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    Vamos con la conti. Aviso: Este capítulo será algo sangriento...
    ¡Lean y disfruten! Espero sus opiniones ;)

    CAPÍTULO 5: Venganza.

    —¿Cómo que se han ido, Álex?- exclamé.
    —No te miento. No sé a dónde han ido, ni por qué, pero esos cuatro se han largado. Y se han llevado los barcos voladores. ¡Los dos!
    —¡Oh, maldita sea…!- dije, sintiéndome utilizado.
    ¿Nos han traicionado…?

    [Narra Tornado]

    Sí, me levanté por la noche, muy tarde, para irme yo sólo en un barco volador. Al fin y al cabo, tenían dos, no les supondría un problema que yo me fuera. Y yo no quería ir a Edén: no, quería ir a Ánima… a acabar con esos bangaas miserables que le arrebataron la vida a mi hermano. Y ellos, ellos cinco no tenían porqué meterse en mi venganza. Sólo les traería problemas…
    Así que me escapé del hotel, evitando ser visto, y entré en el embarcadero, donde estaban nuestros dos barcos. Allí, vi montados en un barco volador a Annie, Helen y el crío. ¿Dónde iban?
    —¿Qué demonios hacéis?
    —¿Qué haces tú? —me dijo tajante Helen—. Nosotros vamos a Edén, ahora. Tenemos motivos…
    Sonreí, y dije:
    —Muy bien, haced lo que queráis. Yo pienso ir a Ánima.
    Annie, con su vitalidad característica, dijo:
    —¡Qué te vaya bien!
    Y despegaron, rumbo a Edén. La verdad, no me importaba que les había motivado a hacer aquello. Sólo pensaba en la venganza…
    Cogí mi barco y despegué yo también, dispuesto a llevar a cabo el ojo por ojo. Mataría a su rey… y vengaría a mi hermano.

    Llegué a Ánima al poco tiempo. Es impresionante la gran proximidad que hay entre planetas. Aparqué en una montaña cercana al castillo del rey. Ánima era un lugar desértico, lleno de montañas, desiertos y falto de agua. Desde la montaña en la que aparqué el invisible barco se veía toda la capital, la ciudad de Ánima, la única ciudad del planeta. Me dispuse a caminar, sin pensar en nada más que en lo que me obsesionaba: ¡venganza!
    Pero alguien frenó mi marcha.
    —¿Vas a alguna parte?
    Era una mujer. Una mujer hume, ¿qué le pasa a los humes…? Están en todas partes…
    —No es asunto tuyo.
    La castaña mujer me persiguió, mientras yo andaba ignorándola.
    —¿Pretendes atacar el castillo, así sin más, sólo y atravesando la ciudad?
    —¿Cómo demonios lo sabes…?
    La mujer de ojos verdes se rió y me dijo, con aire burlesco:
    —Estabas pensando en voz alta.
    Me irritó lo que dijo, pero ella siguió hablando, a pesar de que notó mi creciente enfado.
    —Yo estoy buscando a alguien. Por todo el universo. He recorrido Edén, Odín, y ¡aquí estoy! En Ánima. Si no está aquí, ¡pues está en Ragnarok!
    No sé si notó que la ignoraba mientras andaba, porque hablaba y hablaba.
    —Oye, amigo, por ahí llegarás antes. Y no te verán—señaló con su látigo a una cueva.
    Yo, sin mediar palabra, cambié mi rumbo y me dirigí a la cueva.
    Ella continuaba hablando mientras caminaba a mi lado.
    —Son unos acueductos. Pasan por debajo de toda la ciudad. Si sigues todo recto, y al final giras a la izquierda, saldrás por una alcantarilla al patio del castillo. Por cierto, por si no te has dado cuenta, ¡te acompaño!
    La niña me estaba hartando.
    —¡Deja de seguirme! —dije bruscamente.
    —¡Eh, que soy una aliada! Además, te vendría bien tenerme a tu lado para colarte en el castillo… sé como dormir a la gente.
    Eso me gustó más. Si podía serme de utilidad… quizá me convendría que me acompañase.
    —¿Y cómo duermes a la gente?
    —Puedo dormirlas, cegarlas, hacer que no puedan hablar… magia verde en potencia, amigo —dijo ella guiñando un ojo.
    Me vendría muy bien un par de hechizos de magia verde para abrirme paso entre los guardias.
    —Está bien. Puedes acompañarme.
    —Perfecto, lo pensaba hacer de todas formas. Mi nombre es Nyaia.

    (Nyaia, hume, 24 años.
    Residencia: Edén
    Arma: Látigo.
    Especialidad: Magia verde)

    —Llámame Tornado.
    —Tornado, ¿eh? Un alias muy místico…
    La chica sabía bien como irritarme.
    —Andando— dije bruscamente.
    Atravesamos el acueducto, que estaba prácticamente seco. Algunos monstruos nos incordiaron por el camino, pero nos deshicimos fácilmente de ellos. La chica no luchaba nada mal… propinaba unos fuertes latigazos que, unidos a su magia verde de apoyo, resultaban demoledores.
    Llegamos en unos veinte minutos a la alcantarilla de la que hablaba Nyaia. Subimos al mundo exterior, y, tal y como afirmaba la muchacha, nos encontramos en el patio del castillo. Algunos guardias bloqueaban un acceso trasero al castillo.
    —Déjamelos a mí…-susurró Nyaia.
    Alzó su mano, y la agitó un poco. Después la extendió, y un humo morado hizo que los guardias cayesen dormidos.
    Entramos en el castillo, y por poco nos ven unos soldados que por allí pasaban. Estaban comentando algo:
    —Su excelencia va a salir en barco volador a Odín.
    —¡Qué me dices! ¿Y eso?
    Los bangaas hacían su ronda charlando despreocupados.
    —Por lo visto, pretende invadir el planeta. Pretende igualar fuerzas con los bodhums.
    —¡Esos desalmados! Nos traicionaron.
    —Sí, son unos indeseables. ¿Cuándo parte el rey?
    —Saldrá con un escuadrón de doscientos soldados en su barco privado. Los tres grandes van con él también.
    —¿Shaiko, Sheiko y Shuiko?
    —Los tres en persona.
    Los tres grandes… había oído hablar de ellos. Los luchadores bangaas más feroces jamás conocidos.
    —Creo- me dijo Nyaia al oído— que el barco volador privado está en la parte derecha del castillo.
    Miré a mi alrededor. ¿Cómo llegar…?
    —Por allí hay una salida… nos llevará a un pasillo y después al jardín derecho. Allí está aparcado el barco.
    —¿Cómo sabes todo esto?-pregunté.
    Ella guiñó un ojo.
    —Ya he explorado esto, amigo. Vamos, tienes algo que hacer.
    Atravesamos con facilidad el castillo, gracias a la magia verde de Nyaia. Tenía a unos diex metros el barco volador. Parecía que el rey aún no había entrado en el barco. Teníamos tiempo, aún. Había que colarse.
    Demasiados guardias custodiaban la embarcación. No creí que la magia verde de Nyaia sirviese con tantos. Pero entonces, la chica me sorprendió una vez más. Concentrándose en su mano, apuntó con ella a un guarda, y dijo:
    —¡Toxis!
    El guarda comenzó a estremecerse. Se había intoxicado. Todos sus compañeros se acercaron a él para socorrerlo; se había desmayado y tenía convulsiones: dejaron la entrada al barco sin vigilancia, momento que aprovechamos para colarnos en el barco.
    Nos escondimos en la zona de carga. Llevaban en ella varias cajas con armas de fuego y lanzas. Se notaba que iban preparados para una guerra.
    El gran barco privado inició el vuelo a la media hora de entrar nosotros. El rey ya estaría en su camarote… posiblemente, custodiado por los tres grandes.
    Evitar el duelo contra ellos sería casi imposible. Y un hechizo Morfeo no les haría nada. Así que avanzamos hasta la puerta del camarote real: efectivamente, tres Bangaas de aspecto feroz aguardaban firmes frente a la puerta.
    Uno de ellos llevaba una gran lanza. Era de piel roja y grandes colmillos. Otra Bangaa portaba una pistola enorme, su piel era verde y parecía delicada (nada más lejos de la realidad). El último era azul, y llevaba dos dagas con afiladas hojas. Era delgado y parecía ser muy ágil. Supuse que eran Shaiko, Sheiko y Shuiko, respectivamente.
    Al principio dudé… pero finalmente, salí de mi escondrijo y amenacé a los tres grandes con mi espada. Nyaia no apoyaba el ataque directo, pero no tuvo más remedio que sacar su látigo.
    —¡Voy a matar al rey! —dije, sereno.
    Ellos tres se miraron y rieron a carcajadas. Sacaron sus armas, y Shaiko dijo:
    —Mira, chavalote, déjate de jueguecitos o te despiezaré… vivo.
    —Eso, te descuartizaremos, arrancándote los brazos y después las piernas—corroboró Sheiko, perdiendo su aparente delicadeza.
    —Ándaros con cuidado—dijo serio Shuiko.
    Me lancé contra ellos, pero Shuiko me bloqueó hábilmente. Utilicé mi guardia férrea para soportar los golpes contínuos que lanzaron contra mí. Cuando cesaron su ataque, arremetí contra la pistolera, lanzándola por los aires. Shaiko me trató de golpear con su lanza, pero logré esquivarlo. Y entonces, Shuiko dirigió su daga a mi cara… casi la vi clavada en mi cabeza… pero un hechizo Coraza de Nyaia lo había evitado.
    Al ver que la chica participaba en la pelea, Sheiko se levantó y comenzó a dispararle con su pistola. Nyaia saltó evitando sus disparos, y con su látigo inmovilizó la mano atacante de la pistolera.
    Comenzaba a sentirme impotente. Tarde o temprano, nos vencerían… Eran más, y más fuertes. Utilicé guardia férrea una vez más y soporté los ataques de los dos hombres bangaas. La ira empezaba a crecer en mi cuerpo. Sentía que necesitaba matar al rey, vengarme, y liberar la ira que llevaba dentro.
    A cada golpe inútil de los grandes mi enfado crecía. La ira… reventó dentro de mi, y grité, lanzando un destello rojo que arrojó por los aires a mis atacantes. Mi cuerpo rebosaba luz roja… sentía un ardor en el pecho… y una ira que iba cada vez a más.
    —¿Qué… me pasa?
    —Es…-dijo Nyaia— ¡No puede ser…!
    De mi cuerpo salió una energía roja que se acumuló, formando una gran esfera del mismo color. La esfera comenzó a tomar forma… una forma horrible, un ser enorme de color cobrizo con cabeza siniestra y grandes colmillos, que tenía unos ocho brazos, portando una gran espada en cada uno de ellos.
    —Un Eidolón…-dijo asombrada Nyaia—. ¡Es Gilgamesh!
    El monstruoso ser, al parecer de nombre Gilgamesh, medía unos tres metros. Casi chocaba con el alto techo del barco volador.
    Vi como de mis manos brotaban unos hilos de energía roja que me conectaban con Gilgamesh.
    —Parece- dije—… una marioneta.
    Levanté mi brazo izquierdo, y el monstruo alzó sus cuatro brazos izquierdos. Con solo bajar mi mano fuertemente, el ser golpeó con sus espadas a Shaiko, destrozándolo completamente, cortándolo en cuatro trozos y manchando con su sangre el suelo. Me dio miedo el poder de la criatura. Pero la ira me cegaba. Nyaia contemplaba la escena con temor. Los dos grandes que quedaban temblaban.
    Levanté mi dedo índice, y extendí mi brazo. Gilgamesh ensartó con su espada a Sheiko, que cayó inerte en el suelo.
    Shuiko, desesperado, Atacó el cuerpo de Gilgamesh, sin éxito alguno. Llevé mis manos a mi pecho e hize un giro de muñeca. La criatura liberó una energía muy potente, que convirtió en polvo a Shuiko.
    Los tres grandes habían caído fácilmente ante el gran Gilgamesh. Mi ira fue cesando… y vi como el ser se volvió de nuevo una silueta roja y entraba en mi cuerpo.
    —Tornado…-dijo Nyaia— Eso que has hecho…
    Yo no tenía ni idea de cómo había ocurrido aquello. No respondí a Nyaia. Sólo entré en el camarote del rey, avancé hasta el asiento en el que se encontraba, y me dijo:
    —Piedad… he oído todo lo que ha pasado ahí fuera… no le haré nada. ¡No llamaré a los guardias! Pero no me haga daño…
    La ira volvió a cegarme. El brillo rojo comenzó a fluir en mi cuerpo, pero esta vez supe contenerlo, y cesó.
    —Tú—dije— Tus soldados mataron a mi hermano y a tantos otros. Todo por órdenes tuyas. Por tu codicia… y ahora, ¿pretendes someter a otro pueblo inocente, ya que tus aliados te han dejado de lado? No, no te lo permitiré. Debes morir.
    Clavé mi espada en él, y oí su último suspiro. El rey Bangla había muerto.
    Miré a Nyaia, que estaba horrorizada. Sí… había llevado a cabo mi venganza. Pero… ¿ahora que haría? Ya no me quedaba nada por lo que luchar.
    Noté como el barco aterrizaba. Habíamos llegado a Odín… Otra vez.
     
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  9.  
    Hiroki

    Hiroki Entusiasta

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    Muy buena continuación, amigo. Pero aún sigues con tus fallas ortográficas u.u... ¡Pareces ignorarme por completo! *suspiro*

    Ese que, lleva acento en la "e": "Qué". ¿Por qué? Porque el personaje narra una pregunta. El personaje dice que no le importaba, ¿qué era lo que les había motivado? :

    De la misma manera *suspiro otra vez*, aquí tienes otro error de pregunta:

    "Porque", es para responder una pregunta, y/o explicar. "Por qué", es para hacer una pregunta, la misma puede ir en un diálogo o incluida en el párrafo:

    Párrafo:

    No sabían por qué, todo aquello estaba ocurriendo.

    Diálogo:

    ¿Por qué éste lugar se derrumbó?—Pregunté al científico que me acompañaba.

    Te dejo una ayuda aquí: http://fanficslandia.com/index.php?forums/herramientas-para-escritores.21/ . Como lo dice la página, son herramientas para los escritores, espero te sirvan, orientado.

    Steve, fuera, paz~.
     
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    MrJake

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    Va el capi 6, espero les guste. Comenten, por favor :)

    CAPÍTULO 6: Ilusión.

    —Álex… ¿qué haremos ahora…? — dije desesperanzado a mi compañero.
    Nos habían dejado. Nuestros acompañantes habían huido, y se habían llevado con ellos los dos barcos voladores. Ahora, ¿qué podíamos hacer? Nuestra única posibilidad, de nuevo anulada. Irine estaba en manos de los Bodhums… pero, ¿dónde la habían llevado, a Ragnarok? ¿Quizá seguía en Edén? En cualquier caso, sin barco volador, nos sería imposible llegar hasta ella.
    —No lo sé, Davis… —contestó Álex.
    Sí… nos habían traicionado.

    [Narra Berto]

    Aquella noche estuve llorando todo el tiempo. Sí, tenía miedo. Quería volver a casa, ver a mi tío… estaría preocupado. ¡Quería que todo volviese a ser como antes! ¿Qué narices pintaba yo en medio de Odín? ¡Nada!
    Helen acudió a verme al oírme llorar. Yo le conté todo. Que no quería ir con esta gente, que no quería luchar, no quería problemas. Sólo quería volver a casa…
    Helen meditó un poco. Después, con una sonrisa en los labios, me dijo:
    —Vámonos. A Edén, ahora. Nada de luchar, buscaremos a tu tío… y nos lo llevaremos, lejos de los Bodhums. Nos esconderemos donde no puedan encontrarnos, y podréis vivir como antes…
    La idea me pareció buena. Pero me preocupaban los demás.
    Helen me dijo que estuviese tranquilo, ¡tenían dos barcos! Y no nos echarían en falta.
    Decididamente, quise ir con ella.

    Salimos del hotel, rumbo al embarcadero. Annie estaba allí, subiéndose a un barco.
    —¿Annie?- preguntó Helen — ¿A dónde vas?
    Ella se puso un poco nerviosa.
    —No puedo esperar más. Voy a Edén ahora, a buscar a mi padre, kupó.
    Helen me miró, y después dijo:
    —Vamos contigo.
    Así, los tres nos embarcamos y partimos a Edén. Tornado también cogió otro barco… la verdad, no sé a dónde quería ir…

    El barco era una pasada, ¡se hacía invisible! Llegamos al poco tiempo a Edén, y aparcamos en una llanura cercana a Edén capital, mi ciudad. Desde la llanura podíamos ver banderas Bodhums en los tejados de los edificios. Seguían aquí…

    Avanzamos con cuidado, y entramos en la ciudad. Nos sorprendió que por la calle caminasen tranquilos los humes. Pero a nosotros no podían vernos. No aún.
    Decidimos avanzar por los callejones, evitando el contacto con la gente. Pero Edén era una ciudad grande… llegar a mi casa nos llevaría horas de seguir así. Así que pensamos en un plan alternativo.
    Paramos en un callejón sin salida, y nos sentamos a pensar, evitando las miradas. Una chica joven entró alterada en el callejón, y se escondió pegada a una pared. Oímos los pasos de varios guardias que corrían calle abajo, ignorando el callejón.
    La chica vestía un traje de esclava y tenía un pelo muy raro, de color negro y tapándole un ojo.
    Se sobresaltó al vernos. Ella se acercó temerosa, y dijo:
    —¿Quiénes sois…? —sacó un arco y nos apuntó con su flecha.
    —Tranquila… no pretendemos hacerle daño a nadie —dijo Helen — Nosotros también somos una especie de fugitivos.
    La chica bajó su arma aliviada.
    —Tengo suerte de haber escapado. Mi nombre es Zaida.

    (Zaida, 17 años, hume.
    Residencia: Edén.
    Arma: Arco y flechas.
    Especialidad: Magia No Elemental)

    Nos presentamos, y ella nos contó, jadeante, su historia.
    —Soy Zaida Rockford.
    —¿Rockford? —dijo extrañada Helen —. ¡Rockford es el nombre de la casa real!
    —Exacto. Soy, por desgracia, la hija del rey, lord Rockford.
    ¡Venga, hombre!, pensé. ¡Venía vestida de esclava! ¿Hija del rey…? ¿Y por qué la seguían los guardias? Además, el rey no tiene hijos…
    —Sí, sé que no os lo creéis, pero os juro que no miento. Cuando nací, al ser mujer no podría ser heredera. El rey, furioso, mandó matar a mi madre, y extendió por el pueblo el rumor de que su hijo nació muerto. Me encerró en un calabozo… he vivido allí durante años… A el rastrero de mi padre le convenía mantenerme con vida… Yo… mi padre pensaba que yo era la llave.
    ¿La llave? ¿Qué llave…? No entendía nada, ¡era todo un cuento barato!
    —¿Qué llave? — preguntó Helen por fin.
    —Es una historia muy larga… la cuestión es que hace poco, con la llegada de los bodhums, mi padre ha descubierto que yo no soy la verdadera llave. Y ya no le era de utilidad. Así que, como pude, me escapé. Corrí, y corrí… y aquí estoy. Estoy… cansada. Hacía años que no salía a la calle. Creo que nunca lo hice...
    Zaida nos explicó el asunto de la invasión bodhum. Lo había oído todo de boca de los guardias.
    Al parecer, lord Rockford siempre quiso encontrar el templo, creyéndose poseedor de la llave (lógicamente, no sabía ni a qué se refería con el templo ni con la llave, pero así lo explicó). Pero, hace poco, Narok, el rey de los bodhums, contactó con nuestro rey y le informó de la identidad de la verdadera llave… a cambio de compartir con él las ganancias. Los bangaas no fueron más que unos vulgares instrumentos. Y la invasión bodhum, una fachada para justificar su presencia en el planeta. Realmente, estaban cavando por doquier para encontrar una especie de templo, que por lo visto, yace bajo tierra.
    Todo muy raro…
    No comprendí muy bien qué era ese templo, ni esa llave. Tampoco lo explicó muy detalladamente…

    Tras contarnos su historia, nosotros le contamos nuestro objetivo: mi casa.
    —Creo —dijo— que sé a donde queréis llegar. En mi celda tenía mapas de Edén y tal. Casi me sé de memoria la ciudad. Y juraría que, un poco más allá de donde estamos, saliendo de la ciudad, hay un túnel de excavación. Fue hecho para buscar el templo… sin éxito, claro. El túnel atraviesa toda la ciudad y conecta con la zona oeste… por allí está tu casa, si no me equivoco.
    —¿Habrá gente en el túnel? —pregunté.
    —No, está deshabilitado. Por eso lo digo: por allí evitaremos a todo el mundo, nadie nos vería. Y acortaríamos camino, también.
    La chica habló en plural. ¿Significaba eso que ya se consideraba una más del grupo…? En cualquier caso, nos acompañó.
    Descendimos por aquel túnel, era obvio que lo habían excavado artificialmente. Para nuestra sorpresa, sí que había alguien allí.
    —Vaya, vaya…—dijo el hombre, de larga cabellera recogida en una cola—. Sabía que estarías por aquí, princesa.
    —¡Larbreigth! —exclamó ella dando un paso atrás.
    —Tranquila, Zaida. No te voy a hacer nada… he desertado como comandante de Rockford.
    Zaida se sorprendió mucho.
    —¿Por qué…?
    —Porque han matado a Gumba.
    Han matado a Gumba. Esa frase causó un fuerte golpe en Zaida. Se estremeció un poco. Después lloró.
    —Gumba… —dijo Zaida entre sollozos—. Él murió… por ayudarme…

    ***FLASHBACK***
    —Princesa… debe escapar… ahora.
    —¿Por qué, Gumba…? Yo no conozco el mundo exterior… todo lo que sé es por lo que tú me cuentas.
    —Pero el rey os matará.
    —No puede hacer eso. Me necesita, ¿recuerdas? Soy “la llave”.
    —¡No, no eres la llave! Narok, rey de los bodhums, le ha dicho a Rockford quién es la auténtica llave, ¡estaba equivocado! Ya no os necesita.
    —¿Y adonde iré…?
    —Corra lo más lejos que pueda. Le abriré la celda.
    —Te matarán si te descubren. Lo hemos hablado muchas veces.
    —Prefiero dar mi vida por salvar la suya. Usted es la heredera… y sé que, algún día, brindará un imperio próspero a los humes y desterrará por siempre al innoble de su padre. ¡Y ahora, corra…!
    ***FIN DEL FLASHBACK***

    Larbreigth agachó la cabeza.
    —Sir Gumba, comandante primero del rey Rockford… te liberó, y fue ajusticiado. No soporté esa injusticia, así que me fui, deserté.
    —Si el rey sabe que estás conmigo— dijo Zaida—, te matará a ti también.
    Él dijo que no pasaba nada, que prefería protegerla. Y después vi como miraba a Annie. La miraba extrañado…
    —Bueno, ¿a dónde nos dirigimos? —preguntó Larbreigth.
    —A la zona oeste, a la casa de este chico, kupó- dijo Annie-
    Cuando Annie habló, el ex comandante comenzó a reírse bruscamente. Le miramos, extrañados. Él paró de reír y dijo: “nada, no es nada”, y encabezó la marcha como si nada. Lo seguimos, y tras un rato de andanza por el túnel salimos a las afueras de la ciudad, pero esta vez en el oeste. Estábamos en una especie de colina. Supuse que era la famosa Colina de la Amistad, sobre la que siempre se ha contado una leyenda muy antigua. "Hace mucho tiempo- eso dice la leyenda-, cuando en el mundo aún reinaban los diose poco después de crearse los planetas, el dios Edén creó dos dragones guardianes a los que llamó Valefor y Bahamut, y coronó como Eidolones, guardianes puros de los dioses y sus más nobles vasallos. Valefor representó la amistad, y coronó esta colina. Así, brindó la colina de una "magia" que hará que todos aquellos amigos que caminen juntos por ella sean amigos eternamente". Esa historia... tantas veces me la contó mi tía... mi pobre tía asesinada...

    Nos propusimos dirigirnos a la ciudad, pero Larbreigth, para nuestra sorpresa, hizo un gesto y unos veinte guardias reales nos rodearon. Comenzó a reír con malicia y agarró a Zaida.
    —Te vienes conmigo, princesita— dijo.
    —¡Sucio mentiroso! — dijo Zaida luchando por liberarse— ¡Nunca desertaste!
    —¡Adivinaste! — dijo sarcástico Larbreigth—. Sabía que con ese truco confiarías en mí. Pero hay algo que sí es cierto: Gumba ha muerto. Yo mismo lo maté, por orden del rey.
    —¡Bastardo! — gritó Zaida.
    —¡Oh! Y la niña moguri…—dijo mirando a Annie— Ese tatuaje que llevas en tu muñeca…
    Annie miró el extraño signo de su muñeca.
    —Mira— dijo Larbreigth, enseñando su muñeca y dejando ver el mismo signo— Es la marca de mi familia —dijo, y comenzó a reírse— ¡Cómo es la vida! Tengo un romance pasajero con una infeliz, y la dejo embarazada. Ella le pone al bebé el signo de mi familia y viene a mí proponiéndome compromiso. Evidentemente… mi respuesta fue no —tomó aire, ante la mirada atónita de todos nosotros—. Ella insistió; mucho. Oh, me enfadó bastante. Y la mandé a una excursión… en una nave averiada. Con el bebé, por supuesto. Os di por muertas… ¡y ahora me encuentro a ese bebé aquí, ya mayor, delante de mí, hablando como un moguri! — rió a carcajadas— ¡Es graciosísimo! ¿Te criaron los moguris? ¡Ja ja ja ja!
    Annie miró al suelo, y, bruscamente, gritó:

    [Narra Annie]

    —¡Mientes!
    No podía creerlo. Él no podía ser mi padre.
    Pero reía. La situación le divertía.
    —Es la verdad, chica— dijo riendo—. Eres mi mogu-hija, por desgracia… pero no durarás mucho… matadlos.
    Los guardias iban a atacarnos. Sentí en mi interior como crecía una gran fuerza. Comencé a llorar, y dije entre lágrimas.
    —Yo… tenía una ilusión. ¡Quería conocer a mi padre, kupó!
    Un brillo celeste empezó a rodear mi cuerpo.
    —¡Vine aquí para saber quien era mi padre! —repetí. El brillo se intensificaba— Era lo que me motivaba. Me hacía ilusión, kupó. Y ahora… llego, y mi padre es un ser despreciable, kupó. Un hombre que mató a mi madre y trató de hacer lo mismo conmigo.
    La luz brillaba cada vez más. Los guardias dieron un paso atrás y mis compañeros se alejaron un poco de mí. Larbreigth, quien por desgracia era mi padre, me miraba asustado.
    —¡Has destrozado mi motivación, mi ilusión, kupó!
    Sé que suena raro, pero noté como la ilusión explotaba dentro de mí. Brotaba como una planta, y crecía… a una velocidad impresionante.
    Empezó a dolerme el pecho… hasta que, de mi corazón, una silueta enorme y azulada salió. Luego tomó forma: la forma de un ser enorme, azul y que parecía estar hecho de agua. Sus manos eran como cañones, sin dedos, y su cara no era más que una máscara dorada con expresión malévola pero sonriente. El engendro medía tres veces lo que yo.
    Oí como Berto gritó:
    —¡Yo he visto a ese bicho en cuentos...!
    —Es… ¡Fámfrit, un eidolón! — exclamó Zaida, que era agarrada por Larbreigth.
    De mis manos brotaban unos hilos de luz celeste que me conectaban con el tal Fámfrit. Consideré que ese ser era una especie de marioneta. Eché mi mano izquierda hacia atrás, y el ser me imitó. Luego empujé bruscamente hacia delante con el puño cerrado. Fámfrit lanzó un chorro de agua por su cañón que mandó a unos tres kilómetros a tres de los guardias.
    Temeroso, Larbreigth soltó a Zaida, que se alejó de él.
    Alcé una mano y giré mi muñeca. Fámfrit hizo lo mismo y de su cañón izquierdo brotó un látigo de agua. Dejé caer bruscamente mi mano y el ser propinó un fuerte latigazo que tumbó a dos guardias más. Haciendo un barrido horizontal, el eidolón mandó por los aires a otros tantos soldados.
    Al final, Larbreigth quedó solo. Caminé hacia él, y el eidolón me siguió. Comenzó a correr… yo levanté las dos manos, y Fámfrit hizo que una cascada cayese sobre Larbreith.
    Tumbado en el suelo, retorciéndose de dolor, mi eidolón y yo nos acercamos a él.
    —Ahora… ¿qué, kupó? ¿Debo matarte? —esa extraña sensación de ilusión invadía mi cuerpo cada vez con más fuerza.
    —…—él estaba muerto de miedo.
    No sé por qué lo hice. El ser parecía estar controlándome a mí y no al reves. Apunté a Larbreigth, y, con la mano en forma de garra, giré la muñeca 180 grados. Fámfrit arrojó varias esferas de agua que impactaron una a una en Larbreigth, hasta que ya no respiraba.
    Cuando él murió, el eidolón volvió a ser una silueta y se introdujo en mi corazón. Sí, había matado a mi padre… no, había matado a Larbreigth, un asesino. Mi padre se llamaba Cid, era un moguri y vivía en Odín. Así era, y así sería siempre. La ilusión por conocer a mi padre biológico me cegó; no vi que no necesitaba conocer a nadie: con el padre que tenía me bastaba.
    Fría, me giré dejando allí el cadáver de aquel que me dio la vida, y empecé a caminar, diciéndole a mis compañeros:
    —¿Nos vamos…?
     
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    MrJake

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    En este capítulo tal vez os sature demasiado la información, pero no os preocupéis, quedaos con lo fundamental ;) Lean y disfruten. ¡Capítulo 7!

    CAPÍTULO 7: Elegidos.

    Salimos a las calles de Mecanópolis, pensando que hacer. Incluso nos dirigimos al embarcadero, ilusos, pensando que podría ser un error, una broma, o algo. Pero no; nos habían abandonado.
    Anduvimos un rato por la moderna ciudad. A penas hablamos, porque no teníamos nada de lo que hablar. Lo único que pensábamos era en ella… Irine.
    Mi hermana, ¿por qué se la llevaron? ¿Para qué la querían, por qué ella? Eran cosas que yo no comprendía. Supuse que tarde o temprano averiguaría que era lo que pasaba con mi hermana.

    Estuvimos unas horas andando, haciendo el tonto, realmente. No sabíamos que hacer. Nuestras esperanzas estaban rotas.
    En ese momento, un barco volador, grande y con el sello de los bangaas aparcó de manera muy brusca, rompiendo varios edificios a su paso.

    [Narra Tornado]

    Los bangaas que quedaban en la nave acudieron rápidamente cuando maté al rey. Creo que el barco tuvo un aterrizaje forzoso…
    En cualquier caso, Nyaia y yo peleamos contra los bangaas, luchando por nuestras vidas. Teníamos que salir de aquel barco.
    Pero entonces algo pasó por mi cabeza. Recordé un detalle… agarré por el cuello a un soldado Bangaa moribundo y le dije:
    —¡Tú! Cuéntame… ¡la chica a la que secuestrasteis! Aquella hume, la que estaba en una urna de cristal. A la que vuestros científicos estudiaban y fue robada después de que los bodhums os traicionaran, ¡¿para qué la queréis?! Habla y te perdonaré la vida.
    El pobre soldado habló con escasas fuerzas.
    —Es… la llave del templo… de Edén.
    —¿Qué llave? ¡Explícate!
    —No sé… nada más. Sólo sé que… ella era la… llave.
    Lo solté, perdonándole la vida. La verdad, dudo que sobreviviese; la herida que le proporcioné previamente fue muy profunda.

    Logramos huir del barco. Pocos bangaas quedaban con vida en aquel barco; en cualquier caso, con su rey muerto, no creo que comenzasen la invasión. Desde fuera del barco, vi como las autoridades moguris rodeaban a los pocos bangaas que había en pie. La situación estaba controlada.

    [Narra Davis]

    Desde lejos, saliendo del barco que aterrizó tan bruscamente, vi salir a Tornado y a una chica hume. Nos acercamos corriendo a ellos. Necesitábamos, yo al menos, saber porqué nos habían traicionado.
    —¿Dónde estabas? — dijo Álex— ¿Y los demás? ¡¿Por qué nos traicionasteis?!
    Tornado tomo aire, jadeante. La chica que estaba a su lado habló por él.
    —Es una historia muy larga. Como resumen, os diré que este muchacho ha matado al rey, a los tres grandes, ha invocado a un eidolón y ha evitado una invasión.
    Nos miramos incrédulos. ¿Qué era un “eidolón”?
    —Pero, ¿por qué nos abandonasteis?
    —Escuchad, Davis y Álex. Sé algo sobre Irine.
    Cuando Tornado dijo estas palabras, Álex y yo guardamos silencio de inmediato.
    —La han secuestrado porque es la “llave” del templo de Edén—dijo.
    No sé que quería decir con eso de la “llave” y ese templo.
    —¿Qué demonios es esa lave? —dije.
    —No lo sé— contestó—. Pero he pensado en preguntarle a ese Cid. Al padre de Annie… quizá el sepa algo. Es un sabio, según dijo.
    Y tenía razón; si lo que Tornado contaba era cierto, Cid podría saber que era la llave y el templo. Y porqué mi hermana era esa llave.
    Así que volvimos sobre nuestros pasos. Atravesamos de nuevo el bosque del lago. Lucía muy distinto desde que se descongeló.
    Por el camino, Tornado nos presentó a Nyaia, nos explicó por qué se marchó y lo que había hecho. También nos contó como había invocado a Gilgamesh. Yo pregunté, asombrado:
    —¿De veras has hecho eso? ¿Y qué es un eidolón?
    Nyaia contestó.
    —Son criaturas míticas, que supuestamente desaparecieron al tiempo que los dioses cayeron en el sueño eterno. Criaturas divinas… guardianes de los dioses. Se dice que cada dios creó a un eidolón, y cada eidolón representa un sentimiento. Gilgamesh, si no me equivoco, era un eidolón de Ragnarok y representaba la ira.
    —Eso explicaría por qué surgió cuando la ira llenó mi cuerpo— dijo Tornado—. Pero, ¿por qué pude controlarlo como a una marioneta? ¿Y por qué salió de mi… si se supone que desaparecieron?
    Álex dijo aventurado:
    —¿Podrías invocarlo ahora?
    Tornado miró a Nyaia, que asintió. Cerró los ojos, y comenzó a rodearse de una luz roja. Poco a poco, una luz roja surgió de su pecho y formó un ser horrible, bípedo y con ocho brazos que portaban una espada cada una. Abominable.
    —Guau... — dijimos Álex y yo al unísono.
    Tornado puso sus manos, de las que brotaban hilos de energía roja, con los dedos mirando hacia arriba, y comenzó a moverlos uno a uno a un ritmo lento. La criatura, de nombre Gilgamesh, hacía malabares con sus espadas. Aquello era alucinante.
    Cuando quiso parar, Tornado estiró bruscamente del ser, que se volvió de nuevo una masa de energía roja y entró en su cuerpo.
    Tornado parecía cansado.
    —Lo he invocado a mi voluntad… pensaba que me iba a costar más— decía entre jadeos.
    Se ve que la invocación le suponía un alto coste de energía.

    Llegamos al pequeño poblado de Cid con objeto de indagar acerca de la misteriosa llave.

    El sabio se sorprendió de no ver allí a su pequeña Annie. Tornado le explicó que había partido junto con Helen y Berto a Edén.
    —Vaya…—dijo el sabio—. Espero que ande bien.
    —Nosotros queríamos preguntarle sobre “la llave” y “el templo de Edén” — dijo Tornado—. ¿Sabe algo sobre eso?
    Cid se sobresaltó al oír la pregunta de Tornado. Se levantó y empezó a dar vueltas por la sala.
    —Además —dijo Tornado—, he podido invocar a un tal Gilgamesh, un eidolón.
    Esta vez Cid pegó un pequeño salto.
    —Ya veo…— dijo— eres un elegido. Probablemente todos lo seáis.
    ¿Qué decía de un elegido? Siguió explicándose:
    —Bien, os contaré. En la época del reinado de los dioses, cada dios creó tres eidolones, guardianes. Cada eidolón cumplió representó a un sentimiento. Edén creó a Valefor y Bahamut, dragones gemelos, y a Kjata, quien poseía la fuerza de la electricidad. Odín creó a Fámfrit, señor del agua, a Lindzei, sagrado ángel y al gran rey de los magos, Vinuscarat. Ánima diseñó a Zalera, señor del inframundo, a Wyvern, la gran ave reina de los cielos, y a Mateus, ente poseedor de la fuerza helada. Por último, fue Ragnarok quien creó a Alejandro, el coloso de la tierra; a Belias, el ogro del fuego, y a Gilgamesh, tu eidolón, pura fuerza bruta.
    Sí, muy bien, nos había dado una lista de los eidolones, ¿y qué? Necesitábamos más explicaciones, más información.
    —Los eidolones —continuó explicando Cid— vagaron como vana energía en busca de corazones dispuestos a albergarlos cuando los dioses cayeron en el sueño perpetuo. Se dice que cada uno se introdujo en un corazón, seleccionando a esa persona como elegido… para salvar el universo. Para que los eidolones despierten del sueño, primero el elegido deberá sentir fuertemente el sentimiento de su eidolón. Una vez invocado, ese eidolón acudirá presto a la llamada de su amo.
    —Un momento— dijo Nyaia—, ¿estás diciendo que Tornado es un elegido para salvar al universo? ¿Para salvarlo de qué?
    —No lo sé, pero si Gilgamesh ha despertado, los otros eidolones también lo harán. Algo muy malo tiene que estar a punto de pasar…
    —¿Y qué hay de la llave? — pregunté.
    —Oh, sí— dijo Cid—. No son más que leyendas. Se supone que el alma de los dioses mora en templos, escondidos de la mirada humana. Sólo se puede acceder a la sala donde descansan las almas poseyendo una llave particular… cada dios escogió la llave que quería que abriese su puerta. Por si alguna vez fuese necesario despertarlos.
    Me extrañé mucho, ¿qué demonios estaba contando este moguri?
    —¿Y mi hermana es la llave del templo de Edén? — dije, incrédulo.
    —Bueno… esto ya es más complicado. Ejem — se aclaró la voz y el sabio continuó—. Veamos. El sueño de los dioses comenzó hace relativamente poco. Unos veinte años, calculo. Hace poco tiempo que vivimos bajo nuestros propios reinados. Pues bien, se dice que poco antes de caer en el sueño, los dioses adoptaron la forma de su especie y se infiltraron en su mundo. Su objetivo era tener hijos semidioses que siguiesen sus pasos en un futuro. Yo, aunque no lo creáis, soy hijo de Odín.
    Nos sobresaltamos mucho. Él continuó.
    —Sí… mi padre me concibió hace más tiempo que los demás dioses…
    —Pero, ¿esto que tiene que ver con mi hermana? — pregunté.
    —Lo único que puedo decirte— dijo Cid— es que Edén escogió como llave a todos los hijos que tuviese. Si tu hermana es la llave… ella es hija de Edén, chico.
    No puede ser. Lo que este moguri contaba no era más que un atajo de mentiras, o eso pensé.
    —Pero el hijo de Edén es el rey lord Rockford…—dijo Tornado.
    —Mentira, eso era una sucia mentira. Los semidioses conocidos son Narok, rey de Ragnarok, y un hermano gemelo que murió. Tres hijos que tuvo Ánima, llamados Shaiko, Sheiko, y Shuiko —Tornado se estremeció al oír aquello—. Yo, hijo de Odín. Y Edén… él nunca dijo quienes eran sus hijos. Pero Rockford no puede ser hijo suyo: no cuadran las fechas. Sus hijos tienen que tener veinte años, más o menos.
    ¿De verdad era esto cierto? ¿Irine es hija de Edén? Nunca conocí a mi padre, pero… un momento… si Irine es hija de Edén, entonces…
    —Irine y yo somos mellizos— dije—. Si ella es hija de Edén, ¿yo también lo soy?
    —Es lo más probable, chico. Eres un semidios.
    Aún no terminaba de creerlo.
    —¡Un momento! Davis, ¿te das cuenta? — dijo Álex—. Si tú eres hijo de Edén… ¡tú también eres la llave! ¡Sin ti, no podrán abrir el templo! No saben que eres hermano de Irine.
    Cid asintió.
    —El joven tiene razón— dijo.
    Me empecé a irritar.
    —¿De verdad os creéis todo esto? ¿Este moguri, un semidios? ¿Yo mismo, otro semidios? ¡Es de locos!
    Cid me miró. Se acercó a mí y comenzó a levitar. Puso su mano en mi pecho.
    —Yo despertaré la energía divina dormida en tu interior. Así me creerás.
    Cid cerró los ojos, y los míos se tornaron blancos. Perdí el conocimiento momentáneamente. Cuando abrí los ojos, me sentía poderoso.
    —Me siento… raro.
    —Es el poder divino.
    Alcé mi sable, y este comenzó a brillar. Di un tajo, y el sable lanzó una onda de energía. Era impresionante.
    —Davis…—dijo asustado Álex—. ¡Estás flotando!
    No me había dado cuenta, ¡flotaba! ¿Sería verdad que era hijo de un dios?
    —Tenéis una oportunidad— dijo Cid—. Si esos maleantes pretenden despertar a Edén es que no traman nada bueno. Pero sin ti, Davis, no podrán abrir la puerta. ¡Tenéis que ir allí y evitar que hagan algo malo!
    —Pero, ¿qué podemos hacer?
    —Si la puerta se abre, lo único que podéis hacer es entrar y acabar con Edén. Sentenciar su alma para evitar que despierte. No sabemos lo que puede pasar de lo contrario.
    ¿Qué tramará Narok? Creía que sus intenciones no eran tan simples como las de lord Rockford. Había algo en él que no me gustaba…
    —Ahora, ¡partid! Volved a casa— dijo Cid.
    —¿Cómo? — dijo Álex—. No tenemos barco volador.
    —Yo os transportaré. Pero no puedo asegurar en qué parte de Edén acabaréis. Vosotros, chicos… ¡no! ¡Elegidos de los dioses! El universo puede estar en vuestras manos.
    Alzó sus manos, y un halo de luz nos envolvió.
     
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    Hatori Mikki

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    Me encantó, todo esta muy bien, vi como ibas mejorando cada vez más la historia. Ahora solo falta que debes poner un poco de orden a la historia, de resto todo bien ^^. Amo FF, y tu fic esta genial!.

    Espero el proximo =)
    Besos <3

    Hatori Mikki ~~
     
  13.  
    MrJake

    MrJake Game Master

    Capricornio
    Miembro desde:
    12 Julio 2012
    Mensajes:
    21,317
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Final Fantasy, el Universo de los Dioses.
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    10
     
    Palabras:
    1257
    CAPÍTULO : La verdad duele.

    El halo de luz de Cid nos transportó hasta un bosque, un espeso bosque de Edén. Frente a nosotros, un gran árbol. Nyaia se acercó al árbol, y, acariciándolo, dijo:
    —Esto es… mi casa.

    [Narra Berto]

    Me quedé completamente alucinado cuando vi que Annie había invocado a esa criatura. Creo que Helen y Zaida también estaban muy sorprendidas. En cualquier caso, seguimos caminando, dispuestos a llegar a casa. A mi casa…
    ¿Mi tío estaría preocupado? No sabía nada de mí… probablemente se pensaría que yo estaba muerto, como la tía. Pero no lo estaba, ¡estaba vivo!
    —Es esta— dije cuando nos encontrábamos enfrente de la casa de mis tíos.
    —Rápido, entremos— dijo Zaida—. No sabemos los guardias que puede haber por aquí. ¡Y no pueden vernos!
    Llamé con fuerza a la puerta. Al cabo de unos segundos mi tío abrió, y la sonrisa que se dibujó en su cara fue difícil de expresar con palabras.
    —¡Berto! ¡Estás vivo! ¡¡Qué alegría, hijo!! —dijo derramando alguna lágrima.
    —Tío— dije—, tenemos que entrar en casa. Nos están persiguiendo. Estas son mis amigas.
    Mi tío alzó la vista, y su sonrisa pletórica desapareció rápidamente al ver la cara de una de mis acompañantes.
    —¿Helen…?
    —Hola… Mauro— dijo Helen.
    Vaya, pensé. ¿Se conocen? Tal vez fuesen amigos de pequeños, me dije. No podía ni imaginar lo equivocado que estaba. No podía ni imaginarme la verdad.

    Entramos en casa, y mi tío pidió quedarse a solas con Helen. Yo no sabía de qué estaban hablando.

    [Narra Helen]

    —¿¡Cómo tienes la desfachatez de aparecer ahora, de la nada!? ¿Dónde has estado todo este tiempo? —me decía alterado Mauro.
    ¿Dónde he estado? Esa era una buena pregunta.
    —Mauro, yo…— fui rápidamente interrumpida por él.
    —¡Tú, nada! ¿Sabes lo que hemos sufrido? ¡Ahora Lara está muerta! ¿Por qué te fuiste?
    Comencé a llorar.
    —Yo también he sufrido. En aquel accidente, mi marido murió. Y yo, sola, con un niño pequeño a mi cargo… me asusté. ¡Sé que hice mal! Pero así fue, me fui. ¡Me largué!
    Mauro no respondió.
    —Pero… volví cuando pasó lo de la invasión— dije—. No podía permitir que a mi hijo…
    —¿¡Ahora, te preocupas por Berto!? Berto te cree muerta, ¡siempre le dijimos que lo estabas! Porque, ¿qué niño comprende que su madre lo ha abandonado?
    —Cuñado… lo siento.
    Mauro empezó a andar por la sala, muy alterado.
    —¿Cómo le explicamos esto al niño…?
    No hizo falta explicarle nada... él estaba ya allí. Había escuchado la conversación.
    —¿Tú eres mi madre? — dijo Berto, que entró en la sala dejándonos a los dos boquiabiertos— ¿Estáis hablando en serio?
    Berto comenzó a llorar.
    —Berto…— le dije, dirigiendo mi mano hacia él, pero la apartó con su mano.
    —No me toques.
    Y comenzó a correr, saliendo de la casa.
    —¡Berto, vuelve! — dijo Mauro corriendo tras él.

    [Narra Berto]

    Corrí, como sino hubiese mañana. Esto fue un golpe muy duro para mí. No pude asimilar que aquella mujer, Helen, fuese mi madre. Y que me abandonó. Sentí un fuerte dolor… no un dolor físico; dolor en el alma, en el corazón. Tuve que parar de correr, porque el dolor se intensificaba. Una luz negra comenzó a brotar de mí. Gemía de dolor.
    —Berto…— dijo Helen mirándome desde lejos.
    —Ni te acerques— le contesté—. Vienes así, de repente. Estás a mi lado como una más, ¿y eres mi madre? Pero… ¿cómo has hecho algo así? ¡Te creí muerta! Pero ahora, que había superado el dolor por tu muerte, me entero de que no estás muerta, sino que me abandonaste— el brillo negro se hizo más intenso y el dolor con él—. ¿Sabes lo que me duele a mí esto?
    Vi como varios bodhums guardias se nos acercaron al ver lo que sucedía. Vieron a Zaida, que había venido corriendo detrás de mí como los demás.
    —Es ella, ¡está ahí! — gritó uno de ellos, que se acercó.
    El dolor crecía y crecía. No lo soportaba más, así que grité. Y entonces, una sombra negra salió de dentro de mí, y tomó forma: una forma completamente horrible: era un esqueleto gigante, con afiladas garras y cuernos. Sus piernas eran negras y gruesas, y en su pecho huesudo palpitaba un núcleo de energía negra. Vi como de mis manos brotaban hilos negros que me conectaban con el engendro.
    —Esto… ¿esto estaba dentro de mí? — dije asustado.
    —¡Es Zalera! — exclamó Zaida— El eidolón señor de los muertos.
    Los guardias bodhums se asustaron al ver a Zalera, y corrieron para llevarse a Zaida. No lo podía permitir. Junté mis dos manos y Zalera me imitó, creando una esfera sombría. Estiré mis dos manos, y el ser lanzó la bomba de sombras. Fue horrible: dos bodhums que recibieron el golpe se convirtieron en simple polvo.
    Sí, tenía miedo. No podía creer que tal poder fuese controlado por tan poca cosa como soy yo. Di un zarpazo al aire y Zalera redujo a humo negro a otro bodhum. A continuación apunté con la palma de la mano al cielo. Zalera invocó una nube de oscuridad sobre él. El extraño gas se desplazó hacia los bodhums, que solo con respirarlo se consumieron, quedando solo los huesos.
    Ya no quedaba ningún bodhum allí. Miré a la que supuestamente era mi madre. De verdad sentí un irrefrenable deseo de que Zalera la aniquilase. En ese momento, el dolor me cegaba. Pero no pude aguantar más… Zalera volvió a entrar en mí, y eso es lo último que recuerdo. Supongo que me desmayé.
     
  14.  
    MrJake

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    10
     
    Palabras:
    1689
    Tras un tiempo sin escribir, os traigo un capítulo más de este fic ;)

    CAPÍTULO 8: El Árbol de las Ninfas.

    Nyaia miraba aquel gran árbol con nostalgia. Había dicho que era su casa, cosa que no comprendía muy bien. ¿Vivía en un árbol?
    Nos miró a todos, y, con el rostro inseguro, dijo:
    —Supongo que debo enseñaros algo. Aunque no sé si debería…
    No comprendíamos a qué se debía tanto misterio. Pero enseguida nos lo mostró.
    Puso su mano sobre el gran árbol, y una energía comenzó a manar de él. Su mano atravesó entonces el árbol, como si sólo se tratase de agua, entrando después todo su cuerpo. La seguimos, algo asustados. Entonces, al cruzar el árbol, fue como si nos transportase a otra dimensión. Era el interior del árbol, pero era un terreno muchísimo mayor a como parecía por fuera. Muchas casas horadadas en las paredes del árbol se veían a lo alto, y yo me pregunté varias cosas. ¿Cómo era posible que dentro de un árbol tan pequeño hubiese tal poblado? ¿Realmente vivía aquí Nyaia? ¿Por qué? ¿Qué era este sitio? ¿Qué sentido tenía que las casas estuvieran tan altas, si no había escaleras para llegar hasta ellas? Pronto mis preguntas se solucionarían.

    Nyaia miró al techo del árbol.
    —Salid, hermanas—gritó—. Soy Nyaia.
    Una voz profunda y ronca se escuchó desde lo alto, pero no se divisaba a nadie por la zona.
    —¡Nyaia, la que partió en busca de Crystal! ¿Por qué introduces en nuestro sagrado árbol a humes?
    Nyaia agachó la cabeza.
    —Son buenas personas, lo sé. Confía en mi, Yalissia. Ellos me ayudarán a encontrar a Crystal.
    Poco a poco, de lo más alto fueron cayendo mujeres aladas. Una especie de humes con cuatro alas, dos de ellas enormes, y bajo las mismas, otras dos más pequeñas. Su pelo, de colores extraños tales como naranjas, azules y amarillos, coincidía con la tonalidad de sus alas, y de su cabeza surgían dos antenas que terminaban en bolas de colores, colores a juego con sus ojos, también de exóticos colores.
    Creo que los cuatro nos quedamos perplejos al ver a aquellas extrañas mujeres. Eran una especie de humes, pero no lo eran. Y Nyaia… ¿era una de ellas?
    —Somos ninfas—dijo Nyaia—. Yo también soy como ellas.
    Se estremeció, y empezó a transformarse. De su espalda surgieron cuatro alas de color rosa. Su pelo se tornó del mismo color y se erizó un poco, sus ojos se colorearon de morado y de su cabeza surgieron dos antenas con terminaciones en color del mismo tono morado.
    Boquiabiertos, así nos quedamos.
    —Espero que estos humes no nos traigan problemas, Nyaia— dijo la ninfa a la que Nyaia llamó por el nombre de Yalissia.

    Nos sentamos formando un círculo en el centro del árbol. Nyaia nos contó la historia de los de su especie.
    Al parecer, Edén creó a los humes como única raza inteligente. Pero algo salió mal en su creación, y una serie de mujeres humes sufrieron una transformación, tal vez por culpa de un monstruo, y surgió su raza, las ninfas. Sólo eran unas pocas, tal vez 60. Convivieron durante varios años con los humes, pero la marginación y los conflictos acabaron agotando a las ninfas. Además, para ellas vivir en grandes sociedades y alejadas de la naturaleza perjudicaba su salud. La naturaleza era necesaria para su organismo. Debido a esto, ellas decidieron aislarse en el bosque, y Edén, compadeciéndose de ellas, creó el árbol de la vida, su hogar, un ente sobrenatural que proporcionaría a las ninfas vida eterna, y nunca envejecería. Así, el grupo de ninfas que teníamos enfrente, entre ellas Nyaia, tienen una cantidad desorbitada de años. La misma Nyaia, que parecía una chiquilla, llevaba viviendo tal vez millones de años, y seguía tan joven.
    Cuando asimilamos la noticia (aunque no me sorprendió tanto, ya que nos habíamos llevado sorpresas peores anteriormente), dije:
    —¿Y por qué saliste de aquí, Nyaia? ¿Quién es esa Crystal?
    La tal Yalissia, quien parecía portavoz del grupo, dijo.
    —Tú eres hijo de Edén, semidios— dijo sorprendida la ninfa, mirándome tras contarle la historia que Cid nos contó—. Pensé que alguien de tu categoría sabría nuestra historia— tomó aire, y comenzó a hablar— Crystal ha sido todo este tiempo la fuente de energía del árbol sagrado. Una ninfa que, antaño, decidió ser quien la confiera fuerzas al árbol. Pero ahora, sin saber porqué, se ha ido. Sin ella, el árbol morirá. Y ella, nuestra jefa y de la que dependemos, también. Si el árbol muere, comenzaremos a envejecer, y nuestra especie se extinguirá.
    Comprendí. Esta gente llevaba recluida mucho tiempo en el árbol, apartadas de los humes, que ya ignoraban su existencia. Por eso Nyaia ocultaba su verdadera forma.

    Entonces se oyó un ruido fuera. Yalissia, la que llevaba el mando del poblado en ausencia de Crystal, dio la orden a las guardas de salir fuera.
    —¿Qué sucede? — preguntó Álex.
    —¡Es el Rey Molbol, otra vez! Esa criatura quiere derribar nuestro árbol.
    —¡Nosotros saldremos! —dijo Tornado, saliendo del árbol.
    Lo seguimos. Fuera, un enorme ser sin ojos, con horrible dentadura y peor aliento, y apariencia de planta, pero de gigantes dimensiones.
    Las ninfas guardianas ahuyentaban al ser.
    —¡Tornado! — grité
    Él asintió. La luz roja bañó su cuerpo y Gilgamesh salió. El eidolón, que era del tamaño de aquella planta, luchó ferozmente contra ella. El molbol resistía con fiereza, al tiempo que sus tentáculos golpeaban a las ninfas que trataban de reducirle. Uno de los tentáculos agarró y levantó a Tornado, inmovilizando así a Gilgamesh.
    —¡Mierda! ¡Hay que hacer algo!
    Corrí hacia el ser asqueroso y le golpeé con mi espada. Noté como la energía que Cid había despertado en mí brotaba. Comencé a flotar, y me puse a la altura de la boca de ese ser. Mi sable comenzó a lanzar ondas de energía divina que hirieron al molbol. Furioso, el rey molbol me azotó con uno de sus tentáculos, y caí al suelo. Noté como se acercaba a mí para devorarme… pero entonces, un grito:
    —¡Davis!
    Álex lanzó un hechizo electro que paró al Molbol y se interpuso entre él y yo. Levantó un escudo de aire que impedía el paso al rey molbol. Su boca estaba a pocos centímetros de nosotros.
    Me levanté del suelo.
    —Álex… gracias.
    —¿Gracias? —dijo con la voz entrecortada por el esfuerzo que le suponía mantener la barrera— No tienes que agradecerme nada. Eres mi mejor amigo… ¡y ahora, corre! No aguantaré mucho más…
    Negué con la cabeza. Noté la amistad que Álex me demostraba en mi pecho, palpitando con fuerza.
    —No— dije, y noté como un brillo de color azul marino emanaba de mí— no pienso dejarte aquí, solo. Tú lo acabas de decir: eres mi mejor amigo. Y los amigos… ¡están para ayudarse!
    La amistad explotó dentro de mí. Una sombra azulada salió de mi cuerpo, materializándose en una especie de dragón bípedo y con dos manos, cuerpo negro y apariencia robótica, con ojos como gemas azules y en su pecho un rombo de energía también azul.
    Lo miré, y vi como de mi mano brotaban esos hilos que me conectaban con el eidolón.
    —El es…— dijo Nyaia, que acababa de salir del árbol.
    —¡Valefor! —completó Yalissia.
    Comencé a flotar con el poder de los dioses. Valefor me imitó, sin apenas batir sus dos pequeñas alas. Mi eidolón era pequeño, poco más alto de dos metros. Aún así, noté su sublime fuerza. Junté mis manos en mi pecho y después las extendí. Valefor sacó una esfera de energía de su pecho y la lanzó contra el tentáculo que sujetaba a Tornado. Ya libre de la prisión, Tornado pudo manejar a Gilgamesh, que comenzó a darle sablazos al molbol.
    —¡Ahora, Davis, remátalo! —gritó Tornado cuando Gilgamesh derribó al ser.
    Desde lo alto, alcé mis manos y caí en picado, haciendo que Valefor se lanzase contra el Molbol rodeado de un torbellino de energía. Ya en el suelo, contemplé al molbol moribundo. Extendí mi mano: así, de la mano de Valefor surgió una onda increíble de energía que redujo a polvo al Molbol.
    Las ninfas nos miraron incrédulas. Yo no sólo era un semidios, sino uno de esos “elegidos”, capaz de domar a un eidolón. Comencé a pensar que no fue coincidencia el que todos nosotros nos encontrásemos. Tal vez, pensé acertadamente, todos tengamos un destino común.
     
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