Felicidad. El viento galopa con fiereza por aquel pastizal que se despliega ante mis ojos con todo su verdor. No existe rasgo de maleza ni alguna imperfección en aquella linda imagen… en donde, entre sonatas el viento profiere su cantar. Mis pies, testigos del cálido cosquilleo del pasto; se sumergen junto a mi imaginación en una explosiva aventura de sensaciones inexplicables en idiomas o palabras… Aquella escena que vivido mi cuerpo siente, acrecentó mi voracidad por que aquello no tenga un final, no tenga si quiera una pausa que me regrese a una vana realidad. Tintineantes gotitas que siendo audaces se unen a la sinfonía; que en armoniosas escalas divierten a su público sin pausa, sin detenimiento ni deterioro en su propio interés llenando así el alma de una amplia tranquilidad. Ahí me encuentro, de pie, sintiendo en emociones que llenan mi alma, mi ser, mi corazón. Siento la vida del mundo palpitar en mí; siento su alegría, su furia y la grandeza que halaga mis sentires… debo ser afortunada por tal revelación, que todo en la escena me deja ver. La brisa escarchada, que resulta de la orquesta entre el viento y la tenue lluviecilla ahora empapa mi cuerpo, empujando mi crispada cabellera de un lado a otro; así pues, siento la brisa juguetear entre mis cabellos y cómo ésta se desborda en escalofríos que persistentes recorren mi cuerpo. Mí mirar se vuelve absurdo para todo ser que no alcance a comprender con entera sinceridad el verdadero arte de observar… ¡De ser testigos de aquello definido como “paz”!